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(5 de junio.

Día Internacional del


Medio Ambiente y la Protección a la
Naturaleza)
El llamado de la tierra

La tierra nos está llamando desde sus entrañas ultrajadas. La tierra nos está
llamando y no oímos, pero allí está sufriendo en los bosques heridos y en los
animales silvestres abatidos. ¿Por qué no escuchamos este dolor y esta agonía?

La voz de la creación clama en cada criatura, los mares contaminados y pide una
oportunidad ¿se la daremos o seguiremos ciegos e indiferentes?

El dolor de la extinción no se escucha en las ciudades de cemento, pero allí


tampoco se ve el cielo destruido por los gases. Y mientras la selva es avasallada
por la loca ambición, la vida deja de ser comprendida en el encierro de una mente
fría y mecánica que va perdiendo los vínculos con el corazón y con la raíz terrenal,
verdadero camino de nuestros antepasados y lugar donde están las respuestas
esenciales para el futuro.

La madre tierra, castigada como un corazón invisible, clama en los montes que
van quedando desnudos. Pero el saqueo no cesa y al desaparecer los bosques se
varían las lluvias y el hermoso cielo azul de los primeros nativos se hace gris.
¿Plantaremos donde hemos destruido?; ¿respetaremos al indio que ha sabido
vivir sin dañar la tierra?; ¿haremos descansar la sangre negra de la tierra?;
¿volveremos a escuchar el canto de la vida?; ¿dejaremos de exhibir pieles de
animales para ocultar nuestro vacío espiritual?; ¿es posible que unos pocos
tengan como rehenes a toda la humanidad sobre el planeta?

Dicho de otra manera, que el porvenir de una larga cadena de procesos evolutivos
pueda ser destruido y la alteración de un febril personalismo solo ocupado en sus
ganancias, ¿acaso el hombre no es tierra que camina y cielo que respira?

Pero aún no parece que entendiéramos, porque entender es vivir, lo que se piensa
en armonía consigo y los demás. El planeta azul es un hogar de la vida y siendo
hombres diferentes, todos caminamos por una misma tierra compartida. Debe
terminar la larga pesadilla sin respiro en la babel de las lenguas. Debe estar alerta
la humanidad y sólo ocuparse de trabajar para devolver la esperanza de una tierra
en equilibrio y de un mundo capaz de mostrar que es posible una conciencia por
encima del egoísmo.

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