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Grado en Ciencia Política 1er año / 1er cuatrimestre

Historia del Pensamiento y de las


Instituciones políticas
TEMA 2: La revolución maquiaveliana: Nicolás Maquiavelo, el primer
estudioso político “moderno”

Profesor: Manuel M. de Artaza

David Botero
Historia del Pensamiento Tema 2: La revolución maquiaveliana

Nicolás Maquiavelo fue, es y será uno de los más importantes pensadores políticos de toda la historia, uno de
los más provocadores y controvertidos también, debido a su complejidad literaria (en ocasiones, como en El
Príncipe, camuflada de sencillez) y por la tendencia del mismo a suscitar crispación, a provocar a todo aquel
que ose leer sus textos.

Pese a que es El Príncipe su obra más famosa, debido a la división de opiniones y conceptos sobre la misma
que ha causado, fue un escritor bastante versátil, y compuso otro célebre ensayo (de mayor tamaño que su más
famoso), titulado Discursos sobre la primera década de Tito Livio, obra sin duda ambiciosa, que dejó
incompleta y en la que manifiesta abiertamente y sin tapujos su admiración por el periodo republicano de
Roma, lo que significa para él la razón de Estado, para concluir exaltando el “dulce es morir por la patria” que
en su día, mucho tiempo antes que él, exaltaría Cicerón.

Antes de presentar a su autor, es procedente ubicarlo en el tiempo. Maquiavelo vivió en la Florencia de los
siglos XV y XVI, es decir, la época donde la capital de la Toscana se convertiría en el epicentro mundial del
arte y de la cultura, una época dorada por la que sería recordada como “la Atenas del Renacimiento”. Sin
embargo, dicha edad de esplendor se vio ennegrecida por una intensa rivalidad de poderes entre los Medici y
otras familias rivales, lo que desataría el caos que conduciría a su ocupación (como la de otras ciudades
italianas) por parte de potencias extranjeras.

De la totalidad de la obra maquiaveliana se pueden extraer tres visiones completamente diferentes (e incluso
antagónicas) que se tienen habitualmente de su autor:

1. Maquiavelo como “malo” y preceptor de tiranos: Es la visión más extendida de todas, aquella que
probablemente tengan sembrada en el subconsciente una gran parte de la sociedad, sobre todo aquella
que se ha quedado con mensajes superficiales tal que la frase enunciada por Napoleón de: “el fin
justifica los medios” (interpretación algo sesgada de la obra de Maquiavelo, pues según ella el fin no
justifica los medios, los excusa). La identificación de Maquiavelo con la personificación de la maldad
ha devenido en el término “maquiavélico” y “maquiavelismo”, para definir en sentido peyorativo
cualquier acto de sagacidad o astucia cometido en favor de un acto calificado por la conciencia colectiva
como malvado, especialmente si ello tiene que ver con la obtención y mantención del poder.

2. Maquiavelo “republicano”: Lo cual no quiere decir que fuera partidario de un gobierno no


monárquico, pues la definición tradicional que se le ha dado a un régimen republicano es el del régimen
recto, y con el cual se identifica cualquier prócer que defienda la existencia de un soberano o soberanos
con razón de Estado y carácter de gobernante eficaz y justiciero. Donde más desliza esta faceta nuestro
autor, es en su obra Discursos sobre la primera década de Tito Livio, en la cual se muestra contrario a
toda forma de gobierno que tiranice el poder. Es una faceta desconocida para el gran público, y que
comienza a ser estudiada por algunos historiadores y politólogos.

3. Maquiavelo como “estudioso de la política”: Es sin duda la más desconocida de las tres, pues pocos
se paran a analizar el papel que tuvo Maquiavelo en su época, y la gran capacidad de análisis del mundo
político tal como era, para sacar todas las estrategias y enredos políticos de las sombras, y someterlos
a la luz de su análisis y escudriñamiento. Durante sus años como funcionario florentino, Maquiavelo se
percató que la figura cristiana del príncipe ideal como un ser justiciero y que trabajaba en pro del bien
común. Con la elaboración de El Príncipe, no busca su autor que le colmen de halagos por aconsejar a
un Medici como gobernar a su pueblo, todo lo contrario, busca exponer la realidad de la política y la
maleabilidad de las intenciones de los gobernantes, los cuales estarán dispuestos a traicionar hasta a su
propia madre si fuera necesario con tal de mantenerse en la posición de poder que tantos beneficios le
reporta.

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LA VIRTUD MAQUIAVELIANA: UNA OPOSICIÓN A LA VIRTUD CRISTIANA


El primero en estudiar la virtud (desde un punto de vista filosófico) fue Aristóteles, quién la concebía como
la idea de moderación (en el término medio está la virtud), con el respaldo de otras nociones como la de
justicia, valentía, magnanimidad, magnificencia, sabiduría… En un líder, o un gobernante, lo que más
apreciaba esta concepción de virtud era la justicia y la valentía, siempre con la idea de moderación, de no
dejarse desviar hacia los extremos (no es buena ni demasiada justicia ni demasiada valentía = temeridad).

Con el establecimiento y fortalecimiento del dogma cristiano que tuvo lugar en los incipientes comienzos de
la baja Edad Media (dado que, durante la alta, la institución católica de Roma no había visto incrementado su
poder en demasía), se difundió ampliamente la idea (ingenua para Maquiavelo) de que el príncipe cristiano
era de por sí un hombre justiciero y bondadoso, que procura el beneficio de todos y no el enriquecimiento
personal, y que defenderá con su vida su salvación y la de todos sus súbditos. Consistía por tanto en una
medida combinación de valores, entre los que se citan la contención, la idea de justicia, la fortaleza, la
templanza, la lealtad y la honradez.

La caballerosa idea cristiana permaneció invicta e incuestionable hasta que Maquiavelo la sometió a un duro
juicio prescriptivo con su obra El Príncipe. En ella reduce la virtud a una simple pero contundente
dominación del hombre a la fortuna, pues conforme a la idea cristiana, la fortuna era indomable e
impredecible (y su rueda estaba girada por Dios). Maquiavelo no contempla esa idea, rechazándola porque la
considera de hombres cobardes (y porque en ningún caso, un gobernante que se comporte como paradigma
cristiano de virtud, consigue llegar a nada en un mundo político movido por la ambición y la sed de
reputación), por ello, la virtud maquiaveliana requiere de hombres ingenuos, creativos, vigorosos,
dominadores, con sed de expansión, de crecimiento, con una profunda ambición y con un carácter tajante que
ayude a doblegar a la fortuna y someterla a voluntad.

EL ESTADO MAQUIAVELIANO VS EL ESTADO MODERNO


Es importante subrayar, como conclusión a este pequeño resumen sobre la obra de Maquiavelo, que a lo que
él califica de Estado no debe en ningún momento trasladarse a la época actual, pues los “Estados” de la época
eran principados (o repúblicas) patrimonialistas, donde un hombre o una familia eran literalmente propietarios
de la ciudad o nación donde rigieran, no existía por tanto un sistema judicial independiente, y el legislativo
dependía del carácter del legislador.

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ANEXO: VÍDEO EXPOSITIVO DE MAQUIAVELO


Título del video: Nicolás Maquiavelo – Documental completo (El Príncipe) HD
Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=qKRn_0rASZw

El vídeo inicia su presentación aludiendo a la figura de Maquiavelo como “uno de los pensadores más
influyentes de la cultura occidental”, y cuya obra fue “una guía para tiranos y dictadores”, señalando como
ejemplos a personajes históricos de la talla de Benito Mussolini y Iosif Stalin, aunque también puede tomarse
desde el punto de vista positivo de ser una guía que abriera paso a las “democracias modernas”, no obstante
ha estigmatizado a su autor, convirtiéndolo en sinónimo de maldad.

A continuación, después de una breve narración de un apartado de El Príncipe, donde Maquiavelo compara
la fortuna a un río que se desborda y causa destrucción repentina, se concluye que, aunque no se puede
controlar con exactitud a los hombres, se pueden prever sus acciones con el fin de adelantarse a ellas. Kissinger
(personaje recurrente en todo el vídeo) se refiere a Maquiavelo como “el primer pensador contemporáneo que
descubrió los requisitos necesarios para conquistar el poder y mantenerlo”.

El narrador describe acto seguido la composición del ensayo y su contexto histórico, siendo concebido en una
época de profundas divisiones, donde Italia se encontraba repartida en dinastías, en familias que luchaban
encarnizadas por el poder, y las potencias extranjeras por dominarlas a todas. Además desvela las intenciones
del provocador escrito de Maquiavelo: crispar, escandalizar, y reeducar al lector para que abra los ojos frente
a la escandalosa realidad política que le subyace.

En un resumen que realiza el narrador sobre el argumento general del ensayo, se delata la doble moral del
príncipe ideal de Maquiavelo, ambicioso y traidor a la palabra por una vertiente, y por la otra la apariencia,
apariencia de devoto cristiano, apariencia de justo, apariencia de bondadoso, porque, tal y como dice en un
apartado de su obra: “muchos pueden ver, pero pocos tocar”. Se ha llegado a decir, dado a lo adelantado a su
tiempo que era este autor, que fue el precursor de la política moderna.

Algo importante que resaltar, es la comparación realizada de Maquiavelo con Da Vinci, pues así como el
primero se interesó en conocer los misterios de ese desconocido mundo, Leonardo quiso llegar a los albores
de la naturaleza y la anatomía, hacia donde nadie ha llegado, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que
Maquiavelo podría ser el Leonardo Da Vinci de la política.

Una reflexión muy importante que realiza el narrador, abarca lo que califica de “las ambigüedades morales
del poder”, es decir, alude a la razón de Estado, resumido ello en las siguientes cuestiones: Para evitar la
destrucción de su sociedad, y de su forma de vida, ¿Qué haría usted si fuera su gobernante? ¿Asesinaría,
traicionaría, mentiría? ¿Dónde fijaría los límites? ¿Cómo reduciría el impacto de sus enemigos, si estuviera
ganando la guerra? Al plantear estas cuestiones (implícitas en el texto) Maquiavelo quiere combatir lo que
algunos eruditos denominaban “realismo moral”, porque su fin último, no olvidemos, era introducir el
concepto de Estado-nación y situar a Italia como epicentro de dicha idea (aunque no con la misma
terminología, ni con los mismos medios con los que nació posteriormente).

Relata lo turbulento del periodo histórico en el que Maquiavelo tuvo el “infortunio” de vivir, y como esto
condicionó su postrer desengaño de la política y su plasmación del mundo real en la obra que después le daría
la fama. Además, vive en la época del esplendor cultural, filosófico y tecnológico más grande de toda la baja
Edad Media, donde nuevos inventos revolucionarios cambiaban el modo tradicional de ver la vida y ver el
mundo.

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Tras el derrumbe del bajo medievo, llega el Renacimiento, cargado con la idea optimista de que el hombre es
dueño de su destino, de que la fortuna y la suerte son quimeras que sostiene una Iglesia a todas luces
corrompida. Se comienzan a cuestionar ciertos axiomas como la teoría del origen divino del poder, se piensa
en el gobierno, el poder, los reinos y demás instituciones como una creación artificial del hombre.

Es llamada “la primavera de occidente”, pero también es una época cruel donde se libran guerras entre
familias o se desatan rencillas que terminan en tragedia, como el asesinato de Juliano de Medici por una
familia rival, una conspiración creada por el papa. Los Medici, dolidos, emprendieron venganza contra los
conspiradores colgándolos muertos de las ventanas del palacio comunal.

Era también la religión, una institución viciada, la degeneración de la política, un asunto de familias, donde
muchos arzobispos dormían con concubinas, los papas tenían hijos y los daban en matrimonio… Uno de los
ejemplos más dantescos de esta realidad, fue el ayuntamiento consanguíneo entre Lucrecia y Cesar Borgia,
que disfrutaba de una reputación y un poder sin límites, al propulsar su reinado con la sangre de sus enemigos,
con mentiras, traiciones o engaños.

Al ver tal corrupción en el interior mismo de la “Santa Sede”, y lo peor, al ver tanta hipocresía moral,
Maquiavelo decidió tomar partido en la cada vez más creciente idea de la separación Iglesia – Estado. Era por
tanto este autor, un cristiano prácticamente de confesión, al igual que muchos ilustrados que le sucederían en
el tiempo, no rebatía los dogmas principales, pero los aparcó y no los mezcló con la política.

Con la conquista de Florencia (sin apenas oposición) por Carlos VIII de Francia en 1494, los Medici son
expulsados y se refugian en Roma donde tienen por papa a un miembro de su familia. Florencia estaba siendo
proclamada una República de facto, y su primer líder, un monje llamado Sabonarola, denunció la corrupción
en la que estaba sumida la Iglesia de Roma. El joven Maquiavelo, una vez sustituido Sabonarola por otro
régimen, empezó a colaborar con el mismo en el comité de la Defensa y de los Asuntos Exteriores, donde
ejerció como diplomático en toda Europa, donde conocería a Cesar Borgia, famoso por su depravado carácter.

Maquiavelo se caracterizó en su época por su ser un soñador, un visionario, ideaba que llegaría el día en que
un líder poderoso e ingenioso liberaría Italia de la maldad de los tiranos que la desangraban, tanto desde fuera
(potencias extranjeras) como desde dentro. Desde su posición, intenta poner en práctica la idea de reformar el
ejército y convertirlo en profesional, pero fracasa al ser éste derrotado por Los Tercios de Carlos I. Tras este
duro golpe de fortuna, los Medici regresan para acabar tanto con la República como con la carrera política de
Nicolás, al que destierran y encierran a las afueras de la ciudad.

Es encerrado Maquiavelo, al ser acusado de conspirar contra los Medici, pues se le halló escrito en una
lista de posibles adeptos que querían reclutar para su proyecto. En la cárcel, espera ser sometido a todo tipo
de torturas, legales y muy efectivas, lo que le ayuda a descubrir la falta de humanidad, bondad y empatía de
los gobernantes, que hacen todo lo necesario para conservarse en el poder. Todo ello para fomentar en el
castigado un miedo al castigo que le alimente la sumisión y la inacción, porque el amor se puede romper a
conveniencia, pero el miedo es del todo punto irracional e imposible de someter.

Una amnistía general del papa León X le concede la libertad a Maquiavelo con tal de que no salga de Florencia.
Se refugiará en su casa, donde apartado de la política, comenzará la redacción de las obras que lo elevarán a
la fama por los siglos venideros. Fue este periodo, un infierno personal para él, al ser consciente de poseer un
talento que podía sacar a Italia del fango en el que yacía, pero no poder utilizarlo por culpa del destino y de
causas ajenas a él.

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En la primera obra que redacta durante su exilio político, Discursos sobre la primera década de Tito Livio,
analiza sus obras con argumentos que dejan ver las ideas firmes de Maquiavelo a favor de la constitución de
una República “a la romana”.

Durante un breve lapso de 3 meses deja a un lado los Discursos para centrarse en la redacción del pequeño y
famoso tratado de El Príncipe, según palabras de algunos historiadores, con la esperanza de que los Medici
completaran la amnistía y le dejaran regresar al mundo de la política. Según Kissinger, la obra de Maquiavelo
versa en torno al “arte de gobernar”, y los Discursos sobre “los objetivos deseables en las declaraciones
públicas”. Pues la política era una obsesión para él, independientemente de la forma de gobierno, se debe
juzgar todas ellas por los resultados. Recordemos, que Maquiavelo no solo toma el concepto de República
como recto gobierno, sino como un gobierno sin príncipe, es decir, un gobierno civil.

Para Maquiavelo, un príncipe ideal debe tirar de ingenio, ser creativo, astuto, habilidoso en el arte de la guerra
y debe saber cómo y cuándo ejercer la crueldad. Según algunos historiadores, Maquiavelo empleó dos tipos
de recursos para categorizar el ideal de príncipe según su obra. Uno es muy gráfico: “un buen príncipe debe
ser un zorro y un león”, un zorro para conocer las trampas de “los lobos”, y la valentía de un león para
amedrentar a otros zorros. Da pues, la personalidad del político ideal, del modelo de gobernante necesario
para constituir y mantener un principado. El príncipe maquiaveliano pues, aunque no pueda considerarse por
su naturaleza un príncipe cristiano, es caballeroso, formal y correcto.

El príncipe es pues un actor, en todo el sentido de la palabra, en el escenario político se reduce a fingir cara al
público un papel que sabe con certeza en su interior que no tiene por qué representar sus acciones, y el código
ético que aparenta puede no ser el suyo (“éstos son mis principios, si no le convencen, tengo otros”). Se
concibe pues al príncipe como un escultor que da talla al mármol hasta convertirlo en una bella escultura, pero
para ello, debe verter sangre. Lo único que tiene que tener en cuenta para consolidar su principado, es en qué
momento es lícito usar la crueldad, contra quienes y qué métodos o técnicas usar para ello.

La prudencia medida debe ser una cualidad indiscutible de todo buen príncipe, debe saber cuándo y cómo
tomar cartas en un asunto, pero debe ser un hombre de acción y no de reacción, de lo contrario el príncipe se
expone al descrédito, al ridículo y a ser despojado de su dominio. Se compara a mandatarios estadounidenses
como Roosevelt o Nixon con las máximas maquiavelianas de la prudencia y el saber actuar en el momento
justo para obtener lo que se desea.

Además de la política estadounidense, se compara la virtud maquiaveliana con Vladimir Lenin, el cabecilla
de la Revolución Bolchevique de Octubre, donde éste asesinó al zar (príncipe anterior) y a toda su familia, y
creó nuevos títulos para agasajar a hombres nuevos, a sus aliados.

Hay varios temas provocadores del tratado que requieren análisis y que pueden ser interpretados de maneras
diferentes, en función de la persona que los lea y el contexto histórico-político en el que se halle, como el
eterno dilema de si es mejor ser temido o ser amado, al que Maquiavelo responde, que es mejor ser temido
y amado, aunque debe preferirse ser temido pero no odiado. Por ello, este dilema es una alegoría de como la
política es independiente al resto de disciplinas humanas, pues deshumaniza a los gobernantes en pro de
mantener el orden o su propio poder (el de los gobernantes).

Tras su muerte, Maquiavelo pasaría por una espiral de demonización donde tanto los católicos, como los
incipientes calvinos y luteranos, veían en su figura el enemigo a combatir. Se acusó a sus ideas, por ejemplo,
de la matanza de 50.000 hugonotes (protestantes) franceses en 1572 (matanza de San Bartolomé), cuando
Catalina de Medici era reina de Francia. Los ingleses, por su parte, inventaron el adjetivo maquiavélico con
el que endosaron a todo lo proveniente de Italia como algo maléfico.

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Tras este descrédito, algunos comienzan viendo a Maquiavelo como una figura prominente en la defensa del
republicanismo, quienes lo utilizarán para defender sus supuestos. Aún en el siglo XX, esa mala fama inspirada
por los líderes religiosos se sigue manteniendo, al creer ver en Maquiavelo un preceptor de tiranos, de formas
de gobierno cruentas y totalitarias, aunque se está empezando a descubrir las dotes de Maquiavelo para la
Sociología, aun cuando ésta no se había siquiera inventado.

La excelsa proyección documental finaliza con un análisis sobre la importancia de Maquiavelo en pleno siglo
XXI, como la disputa que sostuvo Bill Clinton con un periodista usando a Maquiavelo y su príncipe como
pretexto, para acabar proponiendo algunos personajes de la política estadounidense como “maquiavelos
modernos”, han sido consejeros, estrategas, analistas políticos, todos aquellos “fantasmas” que se esconden
detrás de las figuras políticas que acaparan la atención del gran público.

El narrador reconoce, pese a las virtudes encontradas en su obra, que Maquiavelo también cometió errores
analizando la política desde un punto de vista tan pesimista, como sesgar la historia, exhibiendo solo los
ejemplos de su conveniencia, para ilustrar sus teorías, obviando las consecuencias posteriores de sus
elucubraciones y lo que sucedió realmente. La naturaleza humana descrita por Maquiavelonoes errada, pues si
es imperfecta, pero no del todo malvada, tiene sus claros y sus oscuros, se mueve por instinto, pero no siempre
éste desencadena actos crueles e inhumanos.

Kissinger cierra sus intervenciones alegando que tanto los Discursos como El Príncipe son dos caras de
una misma moneda, ambas obras se complementan y se confabulan, ambas se interpretan juntas, prueba de
su perspicacia. Su carácter de universalidad viene dado porque Maquiavelo no habla de un gobierno concreto
de una época concreta (aunque tome referentes de su época), sino que redacta una serie de postulados
universales sobre la condición humana, que afectan a todos los sistemas políticos de todos los momentos de
la historia, pues el núcleo de su obra es el papel de los dirigentes, algo necesario de tener en cuenta en cualquier
comunidad humana que se considere compleja (según el documental).

Ante las expectativas de un nuevo milenio (el documental data del año 2000), y el advenimiento de un
NUEVO ORDEN MUNDIAL que sacuda el anterior, el viejo, el de la guerra fría (importante mensaje en
clave de lo que devendría posteriormente), es necesario un príncipe nuevo, un patriota que ponga por delante
su país con respecto a cualquier amenaza, que sea prudente pero un hombre de acción, y que prefiera ser
temido antes que amado (George W. Bush es el mejor ejemplo de este paradigma, con su 11-S que serviría
de justificación para invadir medio oriente buscando a un “terrorista” ex miembro de la CIA, al que, quizá,
supieran donde encontrar desde antes de buscarlo), para ayudar a definir la nueva era.

En definitiva, y como broche final, se alega que, aunque para muchos sea dantesco y para otros muchos sea
horripilante pero esclarecedor, los tratados de Maquiavelo cumplieron un sencillo y único objetivo: narrar lo
que acontecía en el escenario político del momento que le tocó vivir. En lo que se debe disentir según la
opinión de una historiadora, es en la consideración de Maquiavelo de que ética y política deben ir por caminos
diferentes.

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