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Pioneros como Nagy, Bowen, Whitaker, todos ellos psicoanalistas, llegaron a la conclusión
que la terapia sólo podía avanzar hasta un punto con los pacientes psicóticos; después
llegaba el fracaso terapéutico.
Y así, llegaron a un descubrimiento natural: “los familiares pueden ayudar”. Nada extraño,
según Canevaro, ya que en la historia del mundo la familia ha existido como el contexto
privilegiado del ser humano.
Canevaro recoge la experiencia que narra Albert Schweitzer sobre su experiencia como
médico en África, donde las familias hacían 2000 kilómetros para llevar a curar a su
familiar enfermo, y permanecían con él el tiempo necesario, hasta que se curaba o se lo
llevaban muerto. Esto es fundamental para entender el concepto de Boszormenyi-Nagy de
las lealtades invisibles, para entender por qué es tan importante la familia para los
individuos que la componen.
En nuestra cultura hemos tenido épocas en que la familia estaba mucho más presente en
el individuo de que lo que quizá esté hoy en día. Canevaro señala que esto nos puede
llevar a un error en la concepción de la psicoterapia. Ya decía Haley que los cambios en la
teoría se dan más por cambios sociales que por cambios inherentes a la propia teoría. La
familia tradicional (3 o 4 generaciones conviviendo bajo el mismo techo como una unidad
económica de producción) ha sido bastante frecuente hasta hace 50 años momento en el
cual progresivamente la sociedad ha ido asumiendo las funciones que anteriormente
correspondían a la familia extensa.
Lo que no ha podido ser suplantado han sido los afectos. La familia sigue siendo la sede de
los afectos aunque se haya liberalizado la organización.
Canevaro habla del filtro protectivo propio de la familia. Considera que esta pérdida es uno
de los problemas de la sociedad actual. Servicios que se centran en el individuo se
muestran como un gran error. Según Canevaro la situación de crisis actual conlleva una
vuelta a la revalorización de los afectos. Toda crisis tiene su parte positiva. En relación a
ello, considera que se está iniciando una revolución socio-cultural, la sociedad de consumo
hemos de “enterrarla”. La sociedad de consumo a casi “matado” a la familia. Ejemplo: el
padre se queda sin trabajo, el hijo no puede comprar un teléfono, ordenador y empieza a
perderse…
Ayudarlos a cambiar a partir del paciente identificado que es el que más conoce a sus
familiares, entrar de la mano del paciente identificado.
Canevaro hace un reconocimiento a los pacientes graves que ha tratado ya que considera
que han sido sus verdaderos maestros, a pesar que ha tenido muchos maestros en su vida
profesional, ellos fueron los mejores porque le enseñaron con el propio sufrimiento qué
querían hacer y no podían hacer, y entonces ayudar a las personas a que puedan ellos
mismos enfrentarse, hablar y discutir con sus propios familiares significativos. Esto es el
verdadero arte de la psicoterapia, no solamente utilizar técnicas y teorías para comprender
lo que pasa. El arte de la terapia es ayudar la familia y volcarla a favor del proceso
terapéutico. Cuando se logra hacer, y por eso convocar a quién es necesario, es la historia
de la mirada terapéutica de Canevaro. La historia de encontrar procedimientos técnicos
que le permitan trabajar con el individuo, la pareja, la familia avalándose siempre del
recurso de la familia de origen a favor del proceso terapéutico.
Uno de los grandes dramas de la psicoterapia en general es el pulso brutal que a veces se
produce entre el terapeuta y la familia, sobretodo en las terapias analíticas clásicas, las
terapias cognitivistas, las terapias sistémicas que no incorporan la familia, que se colocan
en un pulso terrible donde pierde siempre el paciente, porque el terapeuta a lo sumo
fracasará en un caso, pero el paciente pierde siempre su vida.
Muchas veces decirle al paciente: “sálvate, aquí están todos locos”, es un error técnico.
Porque se considera a la familia solamente negativa, destructiva, pero no es sólo esto la
familia. Canevaro señala que la familia es un recurso, como también lo señalaba
Minuchin. La familia también puede curar, también puede salvar. Es importante que el
terapeuta llame a la familia con la consigna de ser ayudado.
¿Cómo lo ven?
¿Qué piensa de él?
¿Qué piensa sobre lo que le está pasando?
¿Qué sugerencias tiene?
¿Qué cambios considera a raíz de la terapia?
¿Qué pronóstico tiene?
El llamar a los familiares significativos va a dar un vuelco total a muchas terapias, muchas
terapias estancadas o fracasos terapéuticos. Cuando uno puede llamar a las personas
significativas, puede ayudar a establecer una relación como persona a persona, no como
rol a rol, conocer a tu padre o a tu madre como persona es muy importante, y muchas
veces es muy difícil.
Conocer a los padres como personas es difícil. Canevaro “prescribe” después de los
encuentros en terapia que vayan a hablar con el padre o la madre. Cuando es al padre les
indica que vayan a su lugar de trabajo ya que la casa sigue siendo “el reino de la mujer-
madre”. Muchos padres cuando entran en casa se inhiben, no son comunicativos, no dicen
lo que piensan. En su lugar de trabajo ellos pueden hablar más fácilmente. La división
social pater: patrimonio, mater: matrimonio todavía sigue siendo muy fuerte. La madre
sigue siendo la que comunica a todos con todos.
Canevaro señala que los terapeutas familiares, en general, hemos cometido el error de
hacer una terapia demasiado materno-céntrica. No hemos creado posibilidades para traer
a los padres o pare ir hacia ellos. A los terapeutas familiares jóvenes nos anima a crear
estrategias mejores de convocatoria. En su experiencia destaca que ha encontrado
hombres que quieren a sus hijos pero no saben cómo decirlo, ni si pueden decirlo o no, o
son analfabetos emotivos, y hay que enseñarles, ayudarlos. En cierto sentido, cuando los
convoca a terapia, les permite o los obliga a abrir el corazón y hablar. Esta sería la filosofía
terapéutica de la que parte Canevaro.
Los seres humanos se debaten permanentemente en un eje que oscila entre dos grandes
necesidades:
Este deseo de diferenciación lo tiene todo el mundo, aun el psicótico más profundo, basta
encontrarlo y estimularlo.
En este eje más o menos tormentoso, más o menos facilitado por la familia de origen y por
la sociedad en la que vivimos, se inscriben las disfuncionalidades más frecuentes que
llevan a un cliente a terapia.
Canevaro señala la posibilidad de crecimiento que tenemos los seres humanos. El asunto
es encontrar lo que bloquea el crecimiento de las personas. El objetivo de la terapia
es desbloquear los mecanismos que inhiben el deseo y la posibilidad de crecer libremente.
El cambio necesita un tiempo. Es por ello que Canevaro señala una frecuencia de visitas
quincenal o mensual. Para Canevaro es posible hacer un proceso terapéutico exitoso con
pocas sesiones que duren mínimamente un año y medio, esta sería la media.
Según Canevaro, convocar a las familias de origen, solicitarles su contribución, aclarar los
malentendidos y, cuando es posible, favorecer un encuentro emocional intenso que ayude
a la diferenciación, puede ser el modo más rápido para ayudar a un individuo y diseñar un
proyecto existencial viable para la inclusión creativa en la sociedad y no en contra de una
familia, vivida como hostil y poco colaborativa.
Canevaro utiliza la metáfora del vuelo de los cormoranes para hablar del concepto
de reprogresión. Los cormoranes son pájaros marinos que antes de migrar pasan tres días
en el nido siendo alimentados en el pico, igual que cuando eran crías. Después de estos
tres días emprenden el vuelo hasta la primavera siguiente. Canevaro señala que los seres
humanos somos iguales; en el sentido de que antes de hacer un salto cualitativo en
nuestras vidas: ejemplo emigrar, casarse, tener un hijo, entrar en la universidad, etc.,
hacemos una regresión a fases anteriores del desarrollo.
Por otro lado, los cormoranes también sirven como metáfora para ilustrar el proceso del
proyecto existencial propio, ya que éstos emprenden el vuelo a pesar del piar de los
padres.
Según Rof Carballo cada reprogresión requiere, entonces, de una regresión. “Se olvida
frecuentemente que probablemente cada progresión, o sea cada paso a una estructura
más integrada, compleja y autónoma – requiere para llegar a buen fin, una regresión
previa”.
Canevaro refiere que, en general, en la mala educación que recibimos, a los niños se les
coarta continuamente la espontaneidad. La escuela los uniforma. Muchos de estos niños
serán terapeutas…
Las familias, en general, pero sobre todo en las familias disfuncionales, tienen el arte de la
evitación, la evitación de las emociones. Como terapeutas debemos poseer el arte de la
contraevitación. Ejemplo frecuente: Cuando en una sesión uno de los miembros se
emociona, generalmente, otro se pone a charlar encima. Como terapeutas no debemos
dejar pasar estos momentos para preguntarles: “¿qué siente? ¿qué le pasó?”.
Canevaro privilegia los encuentros emotivos, sin negar los sentimientos destructivos. No
se puede idealizar la vida familiar (ejemplo: el maltrato).
Canevaro señala que debemos aprender a sentir las emociones. Por ejemplo, las lágrimas
no son siempre las mismas: hay lágrimas amargas: de tristeza. Lágrimas que queman, de
ansiedad, rabia, pero también hay lágrimas dulces de buenos momentos.
Según Canevaro, los terapeutas familiares debemos combatir los siguientes prejuicios:
“Trabajar con la familia cuando son personas graves (psicóticos). Pero cuando son
personas menos graves, cuando son pacientes competentes y demandantes de
terapia no es necesario trabajar con la familia.
Para que el paciente se pueda independizar se ha de alejar de la familia. Bowen
habla del “corte emotivo” o cutt-off como indiferenciación que aplican a todas las
relaciones que van formando, cuanto más definido es el corte con los padres, más
previsible es que repita el mismo modelo en las relaciones futuras.
Por la edad tardía de los miembros de la familiares será difícil esperar cambios.
Protocolo de inclusión de miembros significativos:
1. Definición del problema. Anotar el motivo de consulta (“Dígame ahora donde le aprieta el
zapato”). Tiempo de conocimiento del terapeuta y el paciente. Siguiendo a Watzlawick, hay
que preguntar qué se hizo o deshizo en terapias anteriores para no caer en los mismos
errores. Preguntar los objetivos terapéuticos y diseñar la guía de lo que el paciente querría
obtener de la terapia.
3. Encuentro terapéutico. Encuentro emocional que pueda recrear las condiciones de una
nutrición afectiva y de una confirmación de sí mismo. El objetivo de este es sacar al
paciente del rol de “terapeuta fracasado” y vuelva a ser hijo/a, hermano/a, padre/madre. Y
si es posible, hacer una terapia de la reconciliación.
Canevaro habla de Michelangelo, quién diferenciaba: el arte de poner (la pintura) y el arte
de sacar (la escultura). Como terapeutas seríamos escultores.
4. Controles y follow-up.
Técnica de la mochila
Esta técnica se ha de hacer dentro de una filosofía terapéutica, no como fin en sí misma.
Se ha de encuadrar en un proceso de diferenciación. Como escribe Minuchin, la meta es
trascender la técnica.
Muchas familias (padres) no dan a los hijos la nutrición emocional que necesitan por temor
a que si lo dan todo, éstos se marchen, y quedarse solos. Entonces, dan de a poquito para
tenerlos cerca. Entonces, hay que ayudar a estas personas a que el intercambio afectivo
es la clave para la unión afectiva.
Prejuicio: muchas familias piensan que si están juntos están unidos. La verdadera unión se
lleva en el corazón no en la proximidad física. De aquí nace el ritual, ritual como encuentro
de despedida.
El terapeuta les dice: En este momento (hijo) está a punto de iniciar un largo viaje
en la vida y lleva con él una mochila. Trate de encontrar dos o tres cosas
importantes de sí misma, que usted haya logrado cultivar, y de lo que se sienta
orgullosa, para dárselas a (hijo) como don; él/la lo meterá en la mochila y cuando
tenga necesidad, en el largo camino de la vida (repetir) las tomará y las hará
propias.
El terapeuta toma una hoja, la divide por la mitad y escribe con cuidado todo
cuanto el padre/la madre dice, por una parte el concepto, por la otra la explicación
del mismo.
El terapeuta repite los conceptos y los hace repetir a el padre/la madre, tratando de
definirlos en un sola palabra, para explicar el por qué de estas palabras.
El terapeuta pide al hijo que le deje al padre/madre algo de tu carácter, sueños,
hobbies, algo que él considere le pueda gustar tener con él/ella.
El terapeuta relee lo dicho y se lo hace repetir.
Al finalizar les pide a ambos que se abracen sin palabras, descansando la cabeza
de cada uno sobre el hombro del otro, el tiempo necesario.
Canevaro apunta que en su práctica convoca a la familia, sea cual sea el diagnóstico,
porque de esta manera el paciente puede vivenciar una experiencia que si no es así no
podrá a llegar a vivenciar de otro modo.