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tema

62 FILOSOFÍA

El positivismo y el avance científico del


siglo XIX.
28-14673-13

Temario 1993
tema 62

filosofía

1. La situación de las ciencias en el siglo XIX


1.1. La industrialización y su impacto en el conocimiento

1.2. Los nuevos avances en la matemática: las geometrías no euclídeas

1.3. La revolución en biología: el evolucionismo

1.4. La crisis del modelo mecanicista en la física del XIX

2. Los inicios del positivismo y el pensamiento de Auguste Comte


2.1. Saint-Simon y el positivismo social de Comte

2.2. La ley de los tres estados y el progreso de la sociedad

2.3. La filosofía positiva: rasgos característicos

2.4. El surgimiento de la sociología moderna

3. John Stuart Mill y el utilitarismo


3.1. La lógica y el método inductivo

3.2. La defensa de la libertad y la filosofía moral de Stuart Mill

4. El positivismo evolucionista: Herbert Spencer


4.1. Rasgos de la filosofía evolucionista

4.2. Sociología y pensamiento político

4.3. El darwinismo social y su influencia posterior

5. Desarrollos posteriores del positivismo

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INTRODUCCIÓN

Hoy día vivimos inmersos en un mundo donde resulta imprescindible el conoci-


miento científico y tecnológico. A pesar de los múltiples efectos negativos que se
han producido durante el siglo XX por los avances en nuestro conocimiento y do-
minio sobre la naturaleza (bomba atómica, contaminación medioambiental, con-
secuencias imprevistas de los alimentos transgénicos...) la visión imperante sigue
considerando a la ciencia el motor del progreso de la sociedad. Como veremos
en las páginas que siguen, el conocimiento científico comenzó a ser valorado de
esta manera a mediados del siglo XIX, cuando la industrialización y el surgimiento
de las ciudades cambiaron radicalmente el funcionamiento y los valores de la so-
ciedad. Esta ideología se ha mantenido hasta nuestros días, si bien es cierto que
el positivismo, que en sus inicios apoyaba sin reparos el avance de la sociedad
por medio de la ciencia y la técnica, ha ido evolucionando para dar respuesta a
las numerosas críticas que esa visión ha levantado tanto dentro como fuera de la
comunidad filosófica.
En este tema vamos a repasar los diferentes momentos por los que ha pasado
el pensamiento positivista, comenzando con una descripción del estado del co-
nocimiento científico en el siglo XIX, pasando posteriormente a las figuras más
representativas de esta corriente de pensamiento, con Auguste Comte como fi-
gura principal en sus inicios, para pasar a continuación por Stuart Mill y Herbert
Spencer como representantes de nuevas corrientes dentro del positivismo como
serían el positivismo moral y político y el positivismo evolucionista. Terminaremos
dando unas pinceladas sobre los desarrollos posteriores dentro de la filosofía de
este positivismo decimonónico que, de diferentes formas, se ha mantenido hasta
nuestros días.

Este Tema se podría estudiar de forma independiente. Los Temas 57, 58


y 62 proporcionan apoyo histórico a las ideas aquí expresadas. Por otro
lado, ciertas partes del Tema 67 sobre marxismo y del Tema 72 sobre
atomismo lógico seán mejor entendidas tras estudiar este tema.

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1 La situación de las ciencias en el siglo XIX


A lo largo del siglo XIX algunas ciencias como las matemáticas o la física sufrieron desarrollos impor-
tantes, no sólo considerados desde dentro de la historia de la disciplina sino también para la propia
historia del pensamiento filosófico.
Las consecuencias epistemológicas y sociales de los nuevos avances que se produjeron en esta épo-
ca, como fueron la construcción de las primeras geometrías no euclídeas o los avances en la física
que tuvieron un impacto directo en los modos de vida, como la invención de la pila o el teléfono,
muestran la interconexiones entre ambas esferas de conocimiento.
Es por ello por lo que presentaremos un panorama general de las ciencias y de las implicaciones
para la filosofía de los avances que se produjeron en ellas, lo que nos servirá para entender mejor el
papel que pasó a ocupar la ciencia en el pensamiento de autores como Comte, Spencer o Mill.

1.1. La industrialización y su impacto en el conocimiento

El proceso de industrialización marcó un profundo cambio en la vida social del siglo XIX y fue uno
de los factores desencadenantes del clima de optimismo impulsor del pensamiento positivista y sus
teorías sobre el progreso social.
A partir de 1840 comienza a ser cada vez más evidente la conexión entre los descubrimientos cien-
tíficos y el avance de los medios de producción, por lo que los nuevos inventos son vistos como
impulsores del progreso y la riqueza de las naciones, y la ciencia comienza a ser valorada no sólo
por sus aportaciones a la esfera del conocimiento sino fundamentalmente por sus aplicaciones a la
industria.
Ese giro supuso fijar la atención de las sociedades en la dimensión técnica o aplicada del conoci-
miento científico, en sus posibles usos y ventajas para el progreso humano, que había llegado a su
máximo apogeo gracias a la industrialización.
El crecimiento de las ciudades, los avances en la medicina que permitieron curar enfermedades in-
fecciosas que hasta el momento habían sido una de las grandes amenazas, o la ampliación de la red
de intercambios comerciales fueron algunos factores que también afectaron a las nuevas relaciones
establecidas entre ciencia, sociedad y pensamiento, las cuales fueron haciéndose más complejas a
medida que fue avanzando el siglo y se empezaron a notar las consecuencias negativas de la nueva
organización social.
Comenzó así una percepción instrumental y acumulativa del conocimiento que pasaría a ser una
de las piezas claves de la tradición positivista. Los desarrollos tecnológicos serán considerados como
productos del avance científico, estableciendo una continuidad entre saber y técnica que con el
tiempo resultará problemática para aquellos positivistas que traten de defender la neutralidad axio-
lógica del conocimiento frente a una tecnología que a lo largo del siglo XX se demostrará cargada
de valores y consecuencias para el desarrollo de las sociedades.

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1.2. Los nuevos avances en la matemática: las geometrías no


euclídeas

La característica más notable de la matemática del siglo XIX es el aumento del rigor en lo referente
a los procedimientos de prueba y fundamentación de las teorías matemáticas, abandonando el
recurso a la evidencia como justificación de las verdades matemáticas.
Algunos de los resultados más notables que se lograron en esta época son los obtenidos por Weiers-
trass, Cantor y Dedekind dentro de la teoría de los números reales, demostrando que los reales y
todo constructo matemático obtenido a partir de ellos procede del concepto y las propiedades de
los números naturales.
Así empezó a extenderse la convicción de que el fundamento último de la matemática eran los
números naturales, lo que serviría de punto de partida para numerosas investigaciones sobre el
problema de la fundamentación de la aritmética, donde más tarde destacarían el programa logicista
de Frege, que trataba de asentar la matemática sobre fundamentos lógicos, y la propuesta de Cantor
en la que se trataba de reducir la aritmética a la teoría de conjuntos.
A su vez, en el álgebra se realizaron enormes progresos que llevaron a la formulación del álgebra
abstracta gracias al esfuerzo de matemáticos entre los que destacaron, entre otros, Evariste Galois,
George Peacock y William R. Hamilton.
Por su parte George Boole en su obra Análisis matemático de la lógica (1847) mostró que era posible
traducir la lógica tradicional, en concreto la silogística, a una teoría de ecuaciones, dando así un
tratamiento algebraico a entidades tales como las proposiciones y las clases. Se transforma de ese
modo la lógica tradicional en lógica simbólica, que se desarrollará como una rama de la matemática
dedicada al estudio de los procedimientos que permiten de forma rigurosa y correcta construir las
demostraciones matemáticas.
En el mismo período que se realizaron los avances que acabamos de mencionar nacen las llamadas
geometrías no euclídeas, lo que traerá cambios sustanciales no sólo dentro de la matemática sino
también dentro de la filosofía, puesto que las nuevas geometrías vendrán a poner en evidencia el
poder de la intuición como fuente de un conocimiento verdadero independiente de toda funda-
mentación y procedimiento de prueba.
Aunque ya desde la Antigüedad se observó que el quinto postulado de Euclides no era igual de
evidente que los otros cuatro, no fue hasta el siglo XIX que se logró construir un sistema axiomáti-
co en el que tal postulado no apareciese entre las verdades del sistema. Karl Friedrich Gauss fue el
primero en ver que el quinto postulado no era demostrable a partir de los otros cuatro y que era
posible construir otros sistemas distintos del euclidiano, aunque no llegó a publicar sus resultados
por miedo al rechazo de sus resultados por parte de la comunidad matemática.
Por ello corresponde a Janos Bolyai y a Nicolai Ivanovich Lobachevski el mérito de haber construido,
de manera independiente el uno del otro, una geometría en la que se sustituye el quinto postulado
por su negación. Esta geometría es conocida como geometría hiperbólica y se caracteriza por afir-
mar la existencia de varias paralelas a una recta que pasan por un mismo punto.
De esta forma desapareció la idea de que los axiomas eran verdades indudables y autoevidentes, su-
poniendo esto un duro golpe para una concepción del conocimiento sustentada sobre la intuición.
Pasaron así a ser los axiomas simplemente el punto de partida de las demostraciones, sin referencia
alguna a su verdad o falsedad, nociones que ahora están relacionadas con los procedimientos de
prueba y no con la fundamentación de las proposiciones en la evidencia o la intuición.

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Del problema de la verdad de los axiomas de la geometría surgen dos nuevos problemas que reci-
birán respuestas muy diferentes: por un lado estará el problema de la verdad matemática y, por otro,
la verdad empírica de las teorías matemáticas.
El problema de la verdad matemática llevará a consideraciones acerca de la consecuencia lógica
como única forma de probar la verdad de una proposición, lo que conllevará grandes problemas,
puesto que si ahora los axiomas no son más que convenciones, necesitamos que el conjunto de
axiomas no nos lleve a contradicciones, lo que traerá consigo el problema de demostrar la consis-
tencia de un conjunto de proposiciones para garantizar que estamos realizando deducciones váli-
das. Junto al problema de la consistencia se plantearán el de la completud de un sistema axiomático,
y el de la independencia de los axiomas entre sí. La investigación en lógica durante el siguiente
siglo trataría de dar respuesta a estas preguntas, como se puede observar en el programa de David
Hilbert, aunque muchas de sus esperanzas se verían truncadas por los resultados obtenidos por Kurt
Gödel.

1.3. La revolución en biología: el evolucionismo

Otro de los campos en los que hubo importantes progresos durante el siglo XIX fue en las llamadas
ciencias de la vida. Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) publicó en 1809 su Filosofía zoológica, en la
que sentaba las bases de las nuevas teorías evolucionistas que explicaban el origen de las diferen-
tes especies como un proceso gradual en el que los seres han ido aumentando en complejidad y
perfección.
La diferencia sustancial frente a las teorías fijistas de autores como Linneo estaba en la afirmación de
la existencia de cambios dentro de la creación divina que dan lugar a nuevas especies, por lo que
la obra divina no ha permanecido inmutable desde el principio de los tiempos sino que ha estado
sujeta a cambios que han creado la gran diversidad que observamos en la actualidad.
Además del aumento progresivo de la complejidad en la organización de los organismos y de la
procedencia de los organismos más perfectos de aquellos más simples e imperfectos, las tesis evolu-
cionistas de Lamarck atribuían el motor del cambio en las especies a la necesidad de los organismos
de adaptarse al medio, siendo por tanto la estructura de los seres vivos el producto de las necesida-
des impuestas por el ambiente a los organismos que han tenido que cambiar para adaptarse a su
entorno y cuyas modificaciones son heredadas por las generaciones posteriores.
Las dos leyes que formula Lamarck para caracterizar el progreso evolutivo de las especies son la «ley
del uso y desuso de los órganos» y la «ley de la herencia de los caracteres adquiridos». La primera
de ellas afirma que los cambios que se producen en la estructura morfológica de los seres vivos se
producen como respuesta a las necesidades del medio en el que viven que hace que para que los
individuos puedan estar mejor adaptados su morfología vaya variando para dar respuesta a los cam-
bios que se produzcan en el ecosistema.
La segunda ley plantea que los cambios sufridos por un individuo como consecuencia de su adap-
tación a las necesidades del medio son transmitidas a su descendencia, produciéndose así la evolu-
ción gradual de las especies hacia una mayor perfección y complejidad.
Para no entrar en materias desarrolladas en otras partes del temario, simplemente mencionar que las
tesis evolucionistas tendrán una influencia directa en la visión del progreso de algunos positivistas
como Spencer, convirtiéndose la evolución de las especies en un modelo aplicable al progreso de
la sociedad y de las ciencias.

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1.4. La crisis del modelo mecanicista en la física del XIX

Junto con la invención de A. Volta de la pila en 1800 y los experimentos de Th. Young en óptica sobre
la interferencia y difracción de rayos luminosos, uno de los acontecimientos de mayor trascendencia
durante ese siglo fue el papel central ocupado por la mecánica clásica, no sólo dentro de la física,
sino en las ciencias en general.
Una creencia compartida por la comunidad científica de la época era que todos los fenómenos
naturales podían ser explicados a partir de las leyes de la mecánica newtoniana lo que, debido a
la naturaleza de determinista de tales leyes, marcó todas las esferas de la cultura con un profundo
carácter determinista. Entre los pensadores que más reflexionaron sobre ese determinismo causal
que regía el mundo físico destacó, por su entusiasta defensa, el francés Laplace.
El programa mecanicista guió gran parte de la investigación en física y consiguió notables éxitos en
algunas ramas como la acústica o la termología, a pesar de que según fue avanzando el siglo la me-
cánica clásica se encontró con algunos obstáculos que llevarían a que a finales de siglo el paradigma
newtoniano entrase en un período de crisis. Serán las investigaciones sobre el electromagnetismo
las que planteen el primer desafío al que la mecánica no podrá dar respuesta y que hará que las
teorías de J.C. Maxwell junto con los experimentos de H. Hertz sirviesen para que la naturaleza on-
dulatoria de la luz fuese ampliamente aceptada en detrimento de las teorías corpusculares.
Desde el punto de vista epistemológico será Ernst Mach quien haga una dura crítica a la mecánica
newtoniana y rechace todo intento de formular un modelo teórico unitario de la naturaleza, no
sólo los intentos mecanicistas, y proponga tratar el conocimiento humano sobre el mundo como la
simple conexión de sensaciones.
Los experimentos de Michelson y Morley serán uno de los últimos avances del siglo que ayudarán a
la crisis del paradigma mecanicista, sin contar los descubrimientos que se llevarían a cabo en los úl-
timos años del siglo sobre la naturaleza del átomo, aunque habrá que esperar hasta el siglo XX para
que todos estos hallazgos comiencen a tomar forma y den lugar a nuevas teorías que cambiaran
radicalmente la imagen de la realidad física que se venía aceptando desde Newton.

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2 Los inicios del positivismo y el pensamiento de Auguste


Comte
Auguste Comte (1798-1857) está considerado el iniciador del positivismo en Francia y uno de los
principales representantes del pensamiento positivista de todos los tiempos. Dentro de la sociología
aparece como uno de sus padres fundadores, aunque habrá que esperar hasta la obra de Durkheim
para que aparezca la sociología científica tal y como la entendemos ahora.
Con una formación inicial en la Escuela politécnica de París, pasó pronto a interesarse por la filosofía
y las teorías políticas y morales de la mano de Saint-Simon, del que fue secretario y discípulo durante
sus primeros años, pero del que se alejaría con el paso del tiempo, aunque la influencia de las tesis
sociales de Saint-Simon se puede rastrear en toda su obra.
Siguiendo a Kolakowski (1971), podemos distinguir cuatro rasgos que definen todo la tradición po-
sitivista:
1. Las tesis fenomenalistas: frente a ciertas doctrinas metafísicas en las que se diferencia entre los
fenómenos de los que podemos tener experiencia y los noúmenos, esencias o realidades últimas
que están detrás de esos fenómenos pero que no son accesibles a través del conocimiento, los
positivistas defienden que aquello de lo que tenemos experiencia es de lo único que tenemos
que ocuparnos, pues aquello que va más allá de toda experiencia posible y que además no per-
mite explicar los fenómenos observables, pues no se pueden determinar sus poderes causales,
es simplemente algo superfluo para el conocimiento.
2. El nominalismo: estrechamente unidas al fenomenalismo, las tesis nominalistas vienen a afirmar
que el mundo se compone de hechos individuales y concretos y que nuestro conocimiento de
entidades y propiedades abstractas no es sino una forma de ordenar los datos que poseemos, en
ningún caso es algo que demuestre la existencia de una realidad separada de los hechos concre-
tos en la que estarían los entes ideales y abstractos como algunos filósofos siguiendo la tradición
platónica han defendido.
3. Distinción entre hechos y valores: para los positivistas los hechos y los valores pertenecen a es-
feras diferentes y sin ninguna conexión entre sí. Los hechos serían objeto de conocimiento y
por tanto estarían dentro del campo de la ciencia y, lo que es más importante, todo juicio sobre
ellos puede en principio estar justificado, fundamentado en un conjunto de razones que permita
establecer un diálogo sobre ello que nos lleve a un consenso sobre el hecho en cuestión, pues
nuestros juicios sobre el mundo, sobre hechos, tienen una naturaleza objetiva y racional que
permite que sean objetos del conocimiento científico. Por su parte los juicios de valor no poseen
ningún valor cognoscitivo. El motivo de esto es que tales valores se refieren a cualidades que no
están como tal en el mundo, sino que son atributos que nosotros proyectamos sobre los hechos,
pero no tienen su base en la experiencia. Es por ello que son considerados juicios subjetivos para
los cuales no es posible construir un consenso sobre bases racionales o científicas puesto que no
hay datos que provengan de la experiencia que los apoyen.
4. La unidad del método de la ciencia: expresado de manera general, dentro del programa positivista
se afirma la unicidad en los procedimientos de adquisición del conocimiento científico en cual-
quier campo de estudio, pues las formas de elaborar la experiencia a través de la reflexión teórica
son las mismas independientemente de que hablemos de matemáticas, física o biología.
En cuanto al primer punto, la dificultad surge al tratar de delimitar de forma precisa aquello que es
la causa o mecanismo que produce un fenómeno pero que aún no es conocida y lo que es mera
especulación metafísica, motivo por el cual el programa positivista, en algunas de sus formulaciones
más generales y simplificadas, ha recibido numerosas críticas por no poseer un criterio que permita
separar las cuestiones científicas de las metafísicas.

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En muchas ocasiones esto ha ido unido a aspiraciones reduccionistas que han tratado de explicar
todos los fenómenos a partir de las leyes y principios de una sola ciencia, que usualmente a sido
la física, de forma que la realidad última sería la estudiada por la física, y el resto del conocimiento
podría ser reducido a ella.
La concepción filosófica que irá unida a los inicios del pensamiento positivista considerará los mé-
todos de la filosofía como una continuación de los de las ciencias, siendo la tarea principal de la
filosofía encontrar los principios generales comunes a todo conocimiento y organizar la sociedad
en consonancia con tales principios. Como veremos a continuación, para los primeros positivistas
había una clara relación entre progresos social y aumento del conocimiento, idea que con el paso
del tiempo se irá matizando y moderando.

2.1. Saint-Simon y el positivismo social de Comte

Entre las influencias que destacan en la obra de Comte están los enciclopedistas franceses, con su
énfasis en la ciencia, el progreso de la humanidad y las preocupaciones sociales que se remontaban
al pensamiento ilustrado. Pero sin duda la figura que ejerció mayor influencia en su pensamiento fue
Saint-Simon y sus tesis sociales. Saint-Simon se ocupó especialmente de cuestiones socio-políticas,
en cuyo estudio sería necesario seguir rigurosamente el método científico y alejarse de toda influen-
cia metafísica.
La sociedad era concebida por Saint-Simon como un gran organismo que a lo largo de la historia
se va desarrollando según ciertas leyes que deben ser descubiertas. Dicho desarrollo consistiría, a
groso modo, en la alternancia entre épocas orgánicas en las que se da un perfecto equilibrio social y
épocas críticas en las que se darían enfrentamientos en el plano especulativo y el social.
En la sociedad industrial Saint-Simon pensaba que la organización social debía girar alrededor de
las capacidades productivas, respondiendo a las necesidades del nuevo sistema de producción. En
el nuevo orden social, los científicos y las personas a cargo de la industria serían los que mayor peso
tendrían el gobierno, pues una vez superadas las etapas en las que la sociedad se organizaba según
normas morales o religiosas, para el objetivo actual de administrar las fuerzas productivas se nece-
sitarían nuevas personas a cargo del gobierno que supiesen dar respuesta a las necesidades de la
nueva sociedad industrial.
Aunque Comte se alejaría en algunos puntos de su maestro, su influencia es patente en la concep-
ción comtiana de la historia y las etapas por las que ésta ha pasado.

2.2. La ley de los tres estados y el progreso de la sociedad

En el desarrollo del espíritu humano a lo largo de la historia, Comte encuentra que, invariablemente,
cualquier producto del saber humano pasa por ciertas etapas en su evolución, más exactamente
tres. Esta ley que rige el decurso histórico de cualquier campo del saber, y más en general de la
historia de la humanidad en su conjunto, es la denominada «ley de los tres estados» según la cual
toda rama de la ciencia, como fenómeno sociológico que es, pasa por tres fases fundamentales:
primero, la fase teológica o ficticia; segundo, la etapa metafísica o abstracta; tercero, la fase científica
o positiva.
La primera etapa se caracterizaría por ser la forma más arcaica de vida social, paso necesario para
la construcción de todo saber, que comienza preguntándose por la naturaleza oculta de las cosas,
interrogantes a los que da respuesta creando divinidades que le permiten explicar el mundo. Los
prejuicios, la superstición y el resto de rasgos de esta fase teológica son por tanto un paso necesario
para la construcción de la ciencia, y de ningún modo debe verse en ellos un obstáculo para el saber.

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Como la esfera del conocimiento esta íntimamente interconectada con la organización social, el
paso del fetichismo al politeísmo y de éste al monoteísmo, siendo este el nivel más alto del estado
teológico, se logra gracias al sistema militar que se expande por todo occidente.
La fase metafísica o abstracta por su parte estaría definida por la búsqueda de un conocimiento que
explique la naturaleza de las cosas sin recurrir a entidades ajenas a la propia naturaleza, buscando
las causas de los fenómenos en ciertas propiedades, cualidades y fuerzas que no se nos dan direc-
tamente en la experiencia pero sobre las que podemos ejercer cierto control y gracias a las cuales
podemos explicar lo que observamos.
Por último tendríamos la etapa científica o positiva en la que los fenómenos son explicados gracias
al descubrimiento de las leyes universales que rigen el universo, sin necesidad de apelar a causas
metafísicas que caen fuera de nuestro campo de experiencia, siendo por tanto la experiencia la
fuente de todo conocimiento.
Comte ofrece varias observaciones empíricas como pruebas del cumplimiento de esta ley funda-
mental del desarrollo histórico de la humanidad y de todos los productos del saber humano: la
primera observación sería la que señala cómo la evolución de las ciencias humanas ha pasado de lo
teológico a lo metafísico y posteriormente a lo positivo.
La segunda prueba vendría de la observación del desarrollo de la inteligencia en los seres humanos
desde la niñez a la edad adulta, pasando a nivel individual todos por una fase teológica en la niñez,
una metafísica en la juventud, y una positiva o científica en la madurez.
Además del apoyo que Comte encuentra en dichas observaciones, habría también una causa o
razón de naturaleza a priori que sería la que nos permitiría ver de esa forma la evolución del cono-
cimiento humano y que serviría para organizar la historia de la humanidad según criterios lógicos,
históricos y pedagógicos.
De esta forma las ciencias se pueden ordenar según dos dimensiones, la histórica y la lógica, que
confluyen para darnos una única valoración de las aportaciones de un campo del saber al desarrollo
del espíritu en un momento concreto de la historia, lo que llevó a Comte a rechazar los avances en
campos como la biología, al considerar que se alejaban del camino que debía seguir todo área de
conocimiento para llegar a la etapa positiva.
Según la lógica las ciencias se podría ordenar en función de la complejidad de su objeto, empezan-
do por el pensamiento metafísico como aquel que se ocupa de asuntos más simples, hasta llegar a
la sociología cuyo objeto de estudio sería el más complejo.
El orden de las ciencias sería el mismo si se considera la dimensión histórica, pues a medida que las
sociedades han ido progresando, los científicos se han ocupado de materias más complejas. Es por
ello que a la hora de enseñar la historia del saber humano la mejor forma es hacerlo siguiendo el
orden lógico e histórico de las mismas, que conduce a las ciencias hacia la etapa positiva.
El progreso de las sociedades está por tanto íntimamente unido a la evolución del pensamiento
humano, y en el siglo XIX la materialización más elevada del espíritu humano es la ciencia.
De esa manera la ciencia es considerada el motor de la historia que permitirá que las sociedades
lleguen a un periodo orgánico y positivo en el que el conocimiento haya llegado al grado máximo
de perfección y complejidad, y en el que la sociedad, gracias a los avances de la ciencia, ha llegado
a una organización estable.

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2.3. La filosofía positiva: rasgos característicos

El papel otorgado a la filosofía en el pensamiento comtiano proviene directamente de su convicción


de que es necesaria una reforma en las ciencias y el pensamiento para que se pueda producir un
progreso social que traiga consigo una época orgánica y racional fundada sobre una ciencia positiva.
La filosofía cumple en esta tarea el papel instrumental de servir como puente entre las diferentes
etapas del pensamiento: en un primer momento llevó a abandonar las explicaciones teológicas a
favor de una metafísica inmanentista, y la labor que aún queda pendiente es dar el salto a la etapa
positiva que como metal final del decurso histórico, para lo cual la filosofía todavía tiene un papel
que jugar.
La filosofía positiva o, más en general, el saber positivo versa sobre los fenómenos como algo sujeto
a leyes naturales invariables que debemos descubrir para poder controlar y modificar el orden natu-
ral. Lo que diferencia a la filosofía de las ciencias positivas es la generalidad con la que lleva a cabo
su investigación, por lo que ella sería quien se ocuparía de promover y defender las tesis positivistas
que deben guiar el desarrollo de cada una de las ciencias.
Los principales rasgos que debe tener ese saber o filosofía positiva, que plasmados en cada una de
las ciencias serán lo que posibilite el progreso cuando se instaure total y definitivamente la época
positiva son los siguientes:
1. Continuidad metodológica entre las ciencias y la filosofía.
2. Concepción acumulativa del conocimiento científico. El progreso es continuo y se puede obser-
var una progresión de lo más simple a lo más complejo.
3. Creencia en la necesidad de fundamentar los cambios sociales en el conocimiento científico.
4. La educación y la ciencia son las armas con las que creen que las sociedades pueden progresar.
5. Posicionamiento crítico ante la religión y la metafísica por no seguir los procedimientos metodo-
lógicos correctos para obtener un conocimiento válido sobre el mundo.

2.4. El surgimiento de la sociología moderna

En su clasificación de las ciencias la sociología, a la que Comte denominaba física social, ocupa el lugar
más destacado al ser la base sobre la que se construirán todas las reformas sociales, pues para que
haya progreso social es necesario previamente conocer las leyes que guían los cambios sociales.
La sociología como conocimiento científico de las leyes que gobiernan los hechos sociales es el
último de los avances dentro de la ciencia por llegar a un saber positivo, y es la que se ocupa de dar
sentido al saber humano en su conjunto.
Es también una herramienta fundamental para solucionar la crisis de la sociedad, pues es para ello
necesario conocer las leyes que gobiernan la dinámica social. La sociología sería así el pilar sobre el
que se levantaría la política positiva que buscaría afianzar la convivencia social a través de la previ-
sión racional del futuro y de una organización eficiente de los recursos productivos.
El propio Comte se atribuye el papel del Galileo de las ciencias sociales por el giro que supone esta
nueva forma de concebir la realidad de los hechos sociales, que dejan de ser vistos como el resulta-
do de acciones individuales, como ocurría en las teorías del contrato social, para otorgar el mismo
estatus originario a los fenómenos sociales, que aunque dependientes en parte de la realidad bioló-
gica de los individuos, se rigen por leyes autónomas que los dotan de una identidad propia.

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Dentro de la sociología se pueden diferenciar la estática y la dinámica social. La estática social se


ocupa de las condiciones necesarias para la existencia que se dan en todas las sociedades y todas las
épocas, entre las que estarían la sociabilidad fundamental del ser humano, el núcleo familiar y la di-
visión del trabajo. Las leyes que se buscan desde esta perspectiva son las que conectan los diversos
aspectos de la vida social haciendo que ésta sea posible.
Por su parte la dinámica social consiste en la búsqueda de las leyes que guían el desarrollo de la
sociedad, entre las que destacaría la ley de los tres estados, y que sería también un modelo de cómo
se produce el progreso de la humanidad.
Para terminar mencionaremos que las vías que Comte considera adecuadas para lograr un conoci-
miento genuinamente sociológico son la observación, los experimentos y el método comparativo.
La observación debe ser directa pero siempre bajo los presupuestos teóricos de la ley de los tres
estados. Los experimentos que se pueden llevar a cabo en las sociedades humanas difieren enorme-
mente de los de las ciencias naturales, reduciéndose al estudio de casos patológicos que permiten
observar lo que ocurre cuando no se cumplen las leyes sociales. El método comparativo vendría a
estudiar las sociedades humanas y a establecer las diferencias y semejanzas entre ellas, así como sus
grados de desarrollo.

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3 John Stuart Mill y el utilitarismo


La figura de John Stuart Mill (1806-1873) destaca dentro de la tradición utilitarista británica por su
lucidez, el esfuerzo por divulgar las tesis utilitaristas y por el gran alcance que tuvieron sus escritos,
muchos de las cuales han pasado a ser obras de referencia necesaria dentro del pensamiento ético
y político hasta nuestros días.
Durante su infancia, recibió una educación muy estricta por parte de su padre James Mill, que trató
de poner en práctica con su hijo las doctrinas asociacionistas que él mismo abrazaba y educarle de
forma que llegase a ser un futuro intelectual que defendiera la causa utilitarista. Alejado del resto
de niños de su edad, los progresos de Mill durante sus primeros años fueron asombrosos y pronto
adquirió una robusta formación en ciencias naturales, literatura clásica e historia.
A los veinte años sufrió lo que denomino en su Autobiografía (1873) una crisis espiritual que le llevó
a tomar cierta distancia con los planteamientos de su padre y del que había sido hasta la fecha uno
de sus mentores intelectuales, Jeremy Bentham, aunque nunca abandonó las tesis utilitaristas de las
que sería un gran difusor.
Su obra Sistema de lógica raciocinadora e inductiva (1843) está considerada la obra cumbre del pen-
samiento filosófico de Mill. En ella nuestro pensador elabora un sistema de lógica, de una manera
excepcionalmente precisa para su época, sobre bases empiristas en las que la psicológica asociacio-
nista es considerada el fundamento de todo conocimiento racional. Su teoría del conocimiento es
heredera directa de los planteamientos de Hume, aunque las novedades que introduce en la propia
lógica fueron un avance notable en la disciplina que alejaron sus propuestas de las del empirismo
clásico.
Una de las tesis más controvertidas de Mill referente a la lógica fue su defensa del psicologismo, esto
es, la idea de que la legitimidad de las reglas de inferencia lógica viene dada por el hecho de que
son las mismas leyes que se encuentran en la psicología o fisiología del pensamiento. Durante el
siglo XX Husserl emprendió un ataque frontal contra las tesis psicologistas sobre la fundamentación
de la lógica consiguiendo desterrar casi por completo dichas ideas tanto de la lógica como de la
epistemología.
La mayor aportación de Mill fue haber formulado de manera precisa las reglas del razonamiento
inductivo en las ciencias empíricas de una forma mucho más exacta y acertada que la que podía
encontrar en los escritos de Bacon. Una de sus características más destacables era haber tomado
como referencia para la construcción de las reglas los procedimientos usados en la práctica por los
especialistas en las ciencias naturales para verificar hipótesis.
Según la visión empirista y asociacionista de Mill, el sujeto sensible no es más que un continuum
de sensaciones, de forma que el mundo físico existe en tanto es posible tener permanentemente
sensaciones sobre él, alejándose así de todo planteamiento metafísico. De ahí que describa la cien-
cia como la actividad de ordenar las verdades sobre el mundo, a las que accedemos a través de la
experiencia, de manera que podamos abarcar de una sola vez el orden general del universo.

3.1. La lógica y el método inductivo

Para Mill todo nuestro conocimiento sobre el mundo es de carácter empírico, incluso las verdades
de las ciencias formales como la geometría no son más que generalizaciones a partir de los datos
obtenidos mediante la observación. Las proposiciones generales son por tanto simplemente pro-
posiciones útiles que permiten organizar el conocimiento sobre hechos particulares de manera más
efectiva, pero la verdad que expresan la obtienen únicamente de su los casos particulares de los que
tenemos experiencia.

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filosofía

Al ser la lógica la ciencia de la prueba, las únicas pruebas válidas que justificaran la inferencia de unas
proposiciones a otras será el que en ellas se recoja el conocimiento obtenido a través de la observa-
ción de hechos particulares. De esta forma Mill considera que el silogismo aunque sea una clase de
argumentación válida no aumenta nuestro conocimiento y por tanto no representa la forma en la
que obtenemos nuestro conocimiento. Surge así el problema de la inducción, al que Mill como otros
muchos pensadores tratará de dar respuesta.
La forma en la que resolverá el problema de cómo pasar legítimamente de proposiciones particu-
lares a otras de naturaleza universal será postulando el llamado principio de inducción, también
conocido como principio de causalidad o de uniformidad de la naturaleza.
Tal principio será la premisa mayor de todas las inducciones, y no habrá más forma que aceptar su
corrección que recurriendo al conocimiento que obtenemos de la experiencia, que será quien nos
dicte cuando deberemos partir de esta premisa y cuando no.
Aunque muchos han acusado a Mill de recurrir a una argumentación circular, su propuesta podría
verse como una forma de sustentar todo conocimiento a partir de la experiencia, tanto de hechos
concretos como de ciertas uniformidades en la naturaleza que nos permitirían afirmar, con el mismo
grado de seguridad que afirmamos proposiciones sobre hechos concretos, proposiciones generales
que también obtendrían su apoyo de la experiencia.
Mill propondrá cuatro métodos por los que podremos llevar a cabo razonamientos inductivos: el
método de la concordancia, el método de la diferencia, el de las variaciones concomitantes y el mé-
todo de los residuos. Todos ellos tendrán un gran peso en las investigaciones empíricas, por lo que
los trabajos de Mill sobre la inducción están entre los más avanzados de su época y supusieron un
gran avance respecto a anteriores caracterizaciones del método científico.

3.2. La defensa de la libertad y la filosofía moral de Stuart Mill

El pensamiento ético y político de Mill se enmarca dentro de la corriente utilitarista iniciada por
Bentham, que a su vez es heredera del pensamiento ilustrado. Descansan ambas sobre el supuesto
de que los conflictos morales y sociales tienen como punto de origen la falta de conocimiento y que
por tanto la educación es la herramienta fundamental para instaurar un orden social en el que los
conflictos puedan ser resueltos de manera racional, haciendo uso para ello de un sistema jurídico
capaz de armonizar los intereses de los individuos y las necesidades de la sociedad.
Que la felicidad es el fin último de toda acción humana es para Mill algo que puede verificarse a tra-
vés de una intuición inmediata y universal, que se nos muestra a todos al observar como de hecho
las personas persiguen siempre la felicidad a través de las acciones que realizan día a día.
Lo que no hay que perder de vista es el carácter colectivo de esa felicidad y por consiguiente de las
medidas de utilidad con las que tratamos de medirla. Esas normas o criterios que sirven para evaluar
moralmente nuestras acciones buscan una situación óptima para el mayor número de personas
afectadas por la acción, de forma que no importan los valores de las personas que emprenden la
acción sino las consecuencias que se siguen de tales acciones, pues son ellas las que afectan a la
consecución de la felicidad, la cual es independiente de las motivaciones que llevan a los sujetos a
actuar de esa forma.
Podemos resumir las tesis utilitaristas en las siguientes afirmaciones:
1. No son los valores morales los que constituyen el objeto a tener en cuenta al hacer juicios mo-
rales sobre un determinado comportamiento, sino que lo que interesa es juzgar la utilidad de la
acción en términos de sus consecuencias o de sus aportaciones a la felicidad del conjunto de
seres humanos.

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filosofía

2. Es posible comparar todos los bienes humanos según una escala de medida mediante la cual se
podría medir de manera homogénea la utilidad de las acciones que se están evaluando.
3. Dicha escala de medida o regla moral que nos permite evaluar la utilidad de las conductas huma-
nas se asienta sobre la existencia de una intuición universal acerca de la tendencia a la felicidad
de todo ser humano.
Las posiciones utilitaristas serían rechazadas por los partidarios de la ética kantiana por su rechazo de
la primera de las afirmaciones que hemos presentado, pues para los defensores de dicha ética esa
forma de juzgar las acciones sencillamente dejaba fuera lo esencial, puesto que los valores morales
que mueven a la acción son para los kantianos lo que estamos valorando, siendo las consecuencias
algo ajeno al juicio moral.
Dejando de lado las controversias entre deontologismo y consecuencialismo, por lo que más desta-
ca la obra de Mill es por su enérgica defensa de la libertad individual. Tanto es su activismo político
como en su obra filosófica los individuos aparecen como los sujetos morales por excelencia, y la
defensa de los límites de la libertad individual se muestra como la mejor forma de salvaguardar los
intereses y la organización racional de la sociedad. Aparece así el ser humano como sujeto capaz de
mantener un amplio grado de individualidad en su vida privada sin que ello entre en conflicto con
los intereses y objetivos de la colectividad. Este optimismo a la hora de juzgar a las personas sólo era
posible en la Inglaterra de la época, heredera de las concepciones ilustradas del ser humano, que
seguían confiando en la racionalidad como la única arma, junto a la educación, capaz de solucionar
todos los problemas sociales.
Esta visión antiromántica del mundo en la que lo racional equivale al bien y en la que casi todo
puede ser sometido a medida se mantendrá relativamente inalterable a lo largo de toda la tradición
positivista, pudiendo considerarlo uno de sus rasgos más sobresalientes.

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filosofía

4 El positivismo evolucionista: Herbert Spencer


Mencionábamos al principio del tema los grandes avances que se produjeron en la biología durante
el siglo XIX, que vinieron a reforzar la confianza y la esperanza puestas en las ciencias como motor
del progreso.
La teoría de la evolución tuvo también repercusión dentro del propio corpus positivista, puesto que
permitió establecer una continuidad metodológica y epistémica entre la realidad biológica y el resto
de comportamientos y productos humanos, hasta el momento separados tajantemente del mundo
natural.
Herbert Spencer (1820-1903) fue uno de los pensadores que elaboró la síntesis entre evolucionismo
y pensamiento positivista que tanta resonancia tubo durante décadas y que sirvió para sentar las
bases de lo que sería la sociobiología en el siglo XX.

4.1. Rasgos de la filosofía evolucionista

Aunque alejado del pensamiento comtiano, Spencer compartía con el padre del positivismo la aspi-
ración de fundar una sociología científica y el tener una visión orgánica de la sociedad.
Spencer introduce el término «evolución» dentro del lenguaje filosófico en el año 1857 en un ar-
tículo que versaba sobre el progreso. Dos años más tarde Darwin hará un uso más restringido del
término al referirse con él únicamente a los cambios producidos en las especies, y no ya para hablar
del progreso del universo de manera abstracta.
Aunque Spencer también se ocuparía de especificar las implicaciones del evolucionismo para los
seres vivos, su concepción es ante todo una postura metafísica sobre todo lo existente, establecien-
do una relación de continuidad entre lo biológico y lo social que hace de la evolución un proceso
de alcance universal.
Entendida de esa manera abstracta, la evolución tiene las siguientes características:
1. Coherencia: el universo evoluciona de formas poco coherentes u ordenados a otros con una
mayor coherencia u organización.
2. Homogéneo: la evolución de todo lo real es siempre un paso de lo homogéneo e indefinido a lo
heterogéneo y de mayor complejidad, como en el caso del desarrollo de plantas y animales.
3. Indefinido: en el universo las cosas pasan de una organización difusa o indefinida a otras más
definidas en las que las funciones y tareas se reparten de manera coordinada. Para Spencer esto
se puede observar en el contraste entre los pueblos salvajes y las sociedades civilizadas.
Según las tesis del autor, la realidad última que las ciencias y la filosofía pretenden aprehender es
incognoscible, por mucho que ambas intenten ir avanzando mediante un conocimiento tentativo y
parcial sobre la naturaleza última del universo.
Esto hace que ciencia y religión sean conciliables, pues ambas, cada una a su manera, reconocen
la imposibilidad de llegar a conocer lo absoluto e incondicionado, quedándose ambas con una
imagen parcialmente verdadera acerca de la naturaleza del mundo. Siguiendo con esa concepción
metafísica del universo, Spencer asigna a la religión la tarea de mantener vivo el sentido del misterio
que encierra de manera sustancial el mundo que nos rodea, mientras que la ciencia debe ocuparse
de ampliar de manera progresiva nuestro conocimiento sobre la realidad, a pesar de reconocer que
nunca llegaremos a poseer la verdad absoluta.
Dentro del sistema de pensamiento que estamos bosquejando, la filosofía ocupa el papel de ciencia
de los primeros principios, pues lo que caracteriza a la filosofía es su aspiración al mayor grado de

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filosofía

generalidad en la comprensión del universo. Sería entonces la filosofía el intento de unificar todo el
conocimiento ofrecido por las ciencias particulares, de manera que lleguemos a construir un sistema
que contenga todas aquellas verdades universales a las que hemos llegado partiendo de la simple
observación y que, aunque incapaces de abarcar la esencia de la realidad, nos la presentan de ma-
nera unificada y a partir de los principios más generales a los que la mente humana pueda llegar en
ese momento histórico concreto.
Spencer señala tres principios a partir de los cuales el conocimiento filosófico unificaría el contenido
de las ciencias particulares, estos son: la indestructibilidad de la materia, la continuidad del movi-
miento y la persistencia de la fuerza.
La ley de la evolución que rige el devenir del mundo consiste en ese cambio perpetuo y generaliza-
do, que como ya señalamos antes supondría un progreso continuo en todas las dimensiones de la
realidad, ya sea al nivel de los individuos, de las sociedades, o del universo.

4.2. Sociología y pensamiento político

Para Spencer la evolución es un proceso necesario, continuo e imparable que comienza a partir de
una situación de inestabilidad y que va avanzando hacia una situación de equilibrio que, aunque
puede no tener una duración muy larga, siempre supone un paso más hacia la perfección y por
tanto todo cambio es una paso más en el proceso de mejora al que está sujeto todo lo existente.
De aquí se desprende el optimismo que permea todo su pensamiento y que, como no podía ser de
otra forma, se extiende a su concepción de la sociedad.
A diferencia de Comte, la sociología de Spencer da prioridad al individuo, buscando defender la
libertad individual y el poder de acción de los sujetos particulares para hacer avanzar la sociedad,
manteniendo una posición liberal, crítica con el excesivo poder otorgado al parlamento en la toma
de decisiones políticas en la época, recelando siempre de la intervención del Estado como forma de
promover los cambios sociales.
En sus planteamientos éticos, la evolución sigue teniendo el papel protagonista puesto que Spencer
otorga un valor adaptativo a los principios morales, de forma que las normas y principios morales
van cambiando a medida que avanza la historia para permitir una mayor adecuación entre el ser hu-
mano y las condiciones sociales en las que ha de vivir. Según esta concepción, al igual que pasa con
el resto de comportamientos humanos, las obligaciones morales al ir produciéndose el progreso
inherente al devenir histórico se irán convirtiendo en comportamientos asumidos dentro de las con-
ductas humanas cotidianas, avanzando así los principios morales a otros más elevados que lleven a
los sujetos a desarrollar conductas nuevas que respondan a las nuevas exigencias morales.
Es por tanto una moral que va adaptándose a los tiempos y que a su vez va evolucionando, avanzan-
do de forma imparable hacia una mayor perfección de la conducta moral hasta que esta es asimilada
en la conducta cotidiana del ser humano, para desde ahí volver a avanzar mediante nuevas obliga-
ciones de naturaleza más elevada.

4.3. El darwinismo social y su influencia posterior

En el caso de Spencer, su filosofía evolucionista es en primer lugar una concepción metafísica y en


segundo lugar una visión particular de todas las esferas de la realidad, incluida la biológica. En este
sentido, Spencer parece seguir de cerca los planteamientos de Lamarck que afirman que la función
precede a la estructura, y que por tanto es como respuesta a los desafíos del ambiente como surgen
nuevos órganos y estructuras, que posteriormente deben ser sometidos a la acción de la selección
natural que hará que únicamente sobrevivan los más aptos.

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filosofía

Junto a la capacidad de los seres vivos de adaptarse al medio y la criba ejercida por la selección natu-
ral, un tercer factor que influye en la evolución de las especies es la transmisión y acumulación de los
cambios sufridos por los organismos, dándose por tanto un progreso en las especies hacia formas
más complejas y mejor adaptadas al medio.
Aplicados a la realidad social, ya hemos mencionado que para Spencer las leyes que guían la evo-
lución son las mismas independientemente de la parte del mundo en la que centremos nuestra
atención.
De esta forma se inicia lo que posteriormente se conocerá como darwinismo social, cuya concep-
ción del progreso social estará íntimamente unida a la explicación dada por Darwin de la evolución
natural y cuyas leyes se aplicarían a las sociedades humanas de manera análoga a la forma en la que
gobiernan la naturaleza.

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filosofía

5 Desarrollos posteriores del positivismo


Muchas de las características del pensamiento positivista pueden rastrearse en la tradición filosófica
hasta llegar al momento presente. Aunque no es exclusivo de la filosofía, puesto que los ideales posi-
tivistas reflejan de alguna manera los valores y objetivos de la comunidad científica y han pasado por
ello a formar parte de la visión popular de la ciencia, aquí vamos a ocuparnos de dos movimientos
filosóficos en los que se puede observar la influencia de los presupuestos positivistas sobre los ras-
gos característicos de la actividad científica y sobre su papel en el desarrollo de la sociedad.
El empiriocriticismo. En la última década del siglo XIX algunos autores, sobre todo en Alemania y
Viena, empezaron a abandonar las tesis historicistas que tanto peso habían tenido en la filosofía
de Comte, presentando así una visión positivista del conocimiento independiente de las posibles
implicaciones sociales de la ciencia.
Autores como Ernst Mach y Richard Avenarius defendieron las sensaciones como los elementos
constituyentes de los hechos físicos, así como de las percepciones y estados mentales. Desde esta
perspectiva, una cosa no sería sino un conjunto de sensaciones conectadas entre sí, mientras que
el pensamiento sobre esa cosa sería ese mismo conjunto de sensaciones pero como algo percibido
o representado.
El positivismo lógico. Surgido alrededor del Circulo de Viena en la segunda década del siglo XX, esta
corriente filosófica recogió las influencias del positivismo y de los desarrollos de la incipiente filosofía
analítica. Las bases teóricas de esta corriente de pensamiento se podrían resumir en:
1. Rechazo de la metafísica.
2. Fisicalismo y unidad de las ciencias.
3. Búsqueda de un criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia.
4. El problema de la verificabilidad como criterio de significado.
5. La inducción como método de justificación y reconstrucción racional del conocimiento científico.
Dentro de la filosofía de la ciencia el positivismo lógico tuvo una gran presencia a lo largo de la
primera mitad del siglo XX. Sus postulados teóricos, tras las críticas recibidas por parte de filósofos
como Popper o Kuhn, pasaron a ser conocidos como la «Concepción heredada» cuyos planteamien-
tos han sido paulatinamente dejados de lado por las corrientes historicistas herederas de la obra de
Kuhn.
Autores como Wittgenstein o Russell tuvieron gran repercusión en los autores del positivismo lógi-
co, lo que estableció estrechas relaciones entre la filosofía analítica, cuyas aportaciones se podrían
enmarcar a grandes rasgos dentro de la filosofía del lenguaje, y la filosofía de la ciencia de corte
positivista. Aunque comparten muchos rasgos, el positivismo lógico trató de ir más allá del análisis
lingüístico y plantear una crítica a los modos tradicionales de entender la actividad filosófica y a cen-
trar su interés en la racionalidad del conocimiento científico en contraposición al discurso metafísico
tradicional contra el cual dirigieron muchas de sus críticas.
Si bien el positivismo lógico entró en crisis en la segunda mitad del siglo XX, y la mayor parte de
sus presupuestos fueron rechazados por la corriente principal de la filosofía de la ciencia en la que
habían tenido una gran aceptación en las décadas anteriores, la filosofía analítica se ha mantenido
hasta nuestros días como una tradición de pensamiento que ha ido ampliando sus miras e influen-
cia, aplicando los métodos de análisis lingüístico no sólo a problemas propios de la filosofía del len-
guaje y la epistemología, sino que poco a poco la metafísica, la ética o la filosofía de la religión han
sido áreas en las que la tradición analítica ha sabido introducirse y asentarse como una alternativa
al modo tradicional de filosofar.

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filosofía

CONCLUSIÓN

La imagen de la ciencia que seguimos reproduciendo en nuestro imaginario cul-


tural es deudora del pensamiento positivista en tanto ve en la ciencia el poder
necesario para el progreso social. Aunque visto con la perspectiva de los años el
pensamiento positivista puede parecer excesivamente optimista e ingenuo en su
valoración del impacto de los descubrimientos científicos para el cambio social, en
el momento en el que se gestó esta tradición, los inmensos avances producidos
por las nuevas formas de producción en la naciente sociedad industrial apoyaban
ese halo de optimismo que recogió en sus planteamientos la nueva corriente po-
sitivista.
El progreso de las sociedades y el descubrimiento que rige tales cambios poco ha
poco ha dejado de ser una preocupación para los autores positivistas, que sobre
todo han tenido una amplia presencia dentro de la filosofía de la ciencia, aunque
a partir de los años 60 sus planteamientos hayan sido progresivamente abando-
nados para elaborar un modelo más complejo sobre las relaciones entre ciencia
y sociedad en el que ambas esferas aparecen interconectadas, abandonando la
visión lineal del progreso que caracterizaba a los primeros positivistas.
Así, aunque el positivismo ha dejado su huella en la representación contemporá-
nea de la actividad científica, poco a poco su optimismo ha ido perdiendo fuerza y
ha sido transformado en un acercamiento crítico a las relaciones entre las prácticas
científicas y el cambio social.

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filosofía

BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias

COMTE, A. (1973): Curso de filosofía positiva. Buenos Aires: Aguilar.


COMTE, A. (1965): Discurso sobre el espíritu positivo, Aguilar, Buenos Aires.
COMTE, A. (1982): Catecismo positivista o Exposición resumida de la religión universal. Madrid: Editora Na-
cional.
MILL, J. S. (1980): De los cuatro métodos de indagación experimental. Valencia: Teorema.
MILL, J. S. (2008): Sobre la libertad. Madrid: Tecnos.
MILL, J. S. (2002): El utilitarismo. Madrid: Alianza.
MILL, J. S. (1977): Auguste Comte y el Positivismo. 2ª ed. Buenos Aires: Aguilar.
SPENCER, H. (1978): La justicia. Buenos Aires: Heliasta.
SPENCER, H. (1963): El Hombre contra el Estado. Madrid: Aguilar.

Fuentes secundarias

ATENCIA PÁEZ, J. y MARTÍNEZ FREIRE, P. (1990): Positivismo, metafísica y filosofía de la ciencia en Auguste
Comte. Málaga: Universidad, Facultad de Filosofía y Letras.
AYER, A. J. (1965): El Positivismo lógico. México: FCE.
FEIGL, H. y TOULMIN, S. E. (1981): El Legado del positivismo lógico. Valencia: Teorema.
KOLAKOWSKI, L. (1979): La filosofía positivista: ciencia y filosofía. Madrid: Cátedra.
MASON, S. F. (1984-1986): Historia de las ciencias. Madrid: Alianza.
PACHO GARCÍA, J. (2005): Positivismo y darwinismo. Tres Cantos (Madrid): Akal.

Webgrafía

Fragmento del texto de Comte «A General View of Positivism»


www.marxists.org/reference/archive/comte/1856/general-view.htm
Entrada en «Encyclopedia Britannica»
www.britannica.com/EBchecked/topic/471865/Positivism
Artículo sobre el Positivismo Legal
www.plato.stanford.edu/entries/legal-positivism
Entrada dedicada a Auguste Comte
www.plato.stanford.edu/entries/comte/

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filosofía

Artículo sobre el Positivismo


epistemologia-ulisesgu-udeci.blogspot.com/2007/08/la-filosofa-positivista.html
Página en castellano dedicada a Stuart Mill
www.jsmill.com/SP
Página sobre el Círculo de Viena
www.viennacirclefoundation.nl
Información y recursos sobre historia de la ciencia
www.fordham.edu/halsall/science/sciencesbook.html
Edición virtual del Discurso sobre el espíritu positivo de Comte
www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/comte/indice.html

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filosofía

RESUMEN

El positivismo y el avance científico del siglo XIX.

1. La situación de las ciencias en 2. Los inicios del positivismo y el


el siglo XIX pensamiento de Auguste Comte

1.1. La industrialización y su impacto en 2.1. Saint-Simon y el positivismo social de


el conocimiento Comte
Los avances sociales y económicos potenciaron una visión Entre los rasgos que se han mantenido constantes en el pen-
optimista de la ciencia. samiento positivista desde sus inicios estarían el nominalis-
Se tomó mayor conciencia del carácter instrumental del co- mo, el fenomenalismo, la unidad de método de las ciencias, la
nocimiento científico. distinción ente hechos y valores.
Las relaciones entre ciencia y sociedad se estrecharon. Para Saint-Simon la sociedad es concebida como un organis-
mo social que va pasando por diferentes etapas.
La tecnología se presentaba como una extensión de la cien-
cia, aunque esta mantuvo su carácter neutral y siguió centra- En ese progreso hacia una situación de armonía permanen-
da en la búsqueda de la verdad y en no en dar respuesta a te se alternan periodos de calma con otros de crisis y crítica
necesidades prácticas. constante que desestabilizan las estructuras sociales hacién-
dolas avanzar.

1.2. Los nuevos avances en la matemática:


2.2. La ley de los tres estados y el
las geometrías no euclídeas
progreso de la sociedad
Se logró una mayor rigurosidad en la formalización del cono-
cimiento matemático. Siguiendo las enseñanzas de su maestro, Comte propone
considerar que tanto en la historia como en cualquier pro-
La intuición dejó de ser considerada una guía para llegar a
ducto del espíritu humano se pasa necesariamente por tres
la verdad.
etapas.
La geometría adquirió una posición independiente de las teo-
Esas etapas por las que discurre el progreso humano son pa-
rías sobre el mundo físico.
sos necesarios para llegar al último estadio de la humanidad.
La rigurosidad y el método axiomático se erigieron como mo-
El conocimiento científico es el motor de ese cambio, cobran-
delos para construir todo el conocimiento sobre el mundo.
do todo el protagonismo en la modernidad.
Las tres etapas que se deben distinguir son la arcaica, la meta-
1.3. La revolución en biología: física o abstracta, y la científica o positiva.
el evolucionismo
Las teorías creacionistas y fijistas empiezan a entrar en crisis. 2.3. La filosofía positiva: rasgos
Aumentan los datos que muestran cambios en la compleji- característicos
dad de los organismos a lo largo del tiempo.
Continuidad metodológica entre las ciencias y la filosofía.
Las explicaciones del orden natural empiezan a recaer en la
Concepción acumulativa del conocimiento científico. El pro-
ciencia y no tanto en la religión.
greso es continuo y se puede observar una progresión de lo
Se empiezan a buscar mecanismos causales para el cambio más simple a lo más complejo.
de las especies, que expliquen las semejanzas y diferencias
Creencia en la necesidad de fundamentar los cambios socia-
que se observan en la naturaleza.
les en el conocimiento científico.
La educación y la ciencia son las armas con las que creen que
1.4. La crisis del modelo mecanicista en las sociedades pueden progresar.
la física del XIX Posicionamiento crítico ante la religión y la metafísica por no
seguir los procedimientos metodológicos correctos para ob-
Creencia compartida por la comunidad científica de la época:
tener un conocimiento válido sobre el mundo.
todos los fenómenos naturales podían ser explicados a partir
de las leyes de la mecánica newtoniana.
Surgen dificultades. Desde la física, el electromagnetismo de
Maxwell impone el concepto de campo. Desde la filosofía,
Ernst Mach analiza las deficiencias del marco mecanicista.

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tema 62

filosofía

2.4. El surgimiento de la sociología 4.2. Sociología y pensamiento político


moderna. Para Spencer la evolución es un proceso necesario, continuo
La sociología o física social debe ser la base sobre la que rea- e imparable.
lizar las reformas sociales. Los hechos sociales se hacen inde- A diferencia de Comte, da prioridad al individuo, buscando
pendientes de las acciones individuales, teniendo sus propias defender la libertad individual y el poder de acción de los su-
leyes. Se puede distinguir entre dinámica y estática social jetos para hacer avanzar la sociedad.
como dos formas de abordar la realidad social. Los principios morales tienen un valor adaptativo.

4.3. El darwinismo social y su influencia


3. John Stuart Mill posterior
y el utilitarismo Su filosofía evolucionista es tanto una concepción metafísica
como una visión particular de todas las esferas de la realidad,
incluida la biológica.
3.1. La lógica y el método inductivo
El progreso social irá por ello unido a la necesaria evolución
El aumento de nuestro conocimiento se produce mediante de todo lo real.
razonamientos inductivos, no mediante el silogismo clásico. Esto dará lugar posteriormente al darwinismo social.
Las proposiciones generales aunque obtienen su justificación
de la experiencia, van más allá de esta gracias al principio de
inducción o de uniformidad de la naturaleza. Los diferentes
métodos por los que se puede ampliar nuestro conocimiento 5. Desarrollos posteriores del
recurriendo al razonamiento inductivo son el método de la
concordancia, el método de la diferencia, el de las variaciones positivismo
concomitantes y el método de los residuos.
Rechazo de la metafísica.
Fisicalismo y unidad de las ciencias.
3.2. La defensa de la libertad y la Búsqueda de un criterio de demarcación entre ciencia y no
filosofía moral de Stuart Mill ciencia.

La defensa de los límites de la libertad individual se muestra El problema de la verificabilidad como criterio de significado.
como la mejor forma de salvaguardar los intereses y la organi- La inducción como método de justificación y reconstrucción
zación racional de la sociedad. Mill logra llegar a un equilibrio racional del conocimiento científico.
entre la tradición utilitarista de la que proviene y el individua-
lismo.

4. El positivismo evolucionista:
Herbert Spencer

4.1. Rasgos de la filosofía evolucionista


Tanto a nivel de los individuos, como de la sociedad o el uni-
verso, la evolución es la ley que lo rige todo.
Los rasgos de ese proceso evolutivo son la coherencia, la ho-
mogeneidad y el paso de la indefinición a una organización
compleja y estructurada.
La filosofía como ciencia de los primeros principios recoge
todo el conocimiento particular y da una visión general del
mismo, teniendo en cuanta las tesis evolucionistas.

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AUTOEVALUACIÓN

1. En el positivismo el principal rasgo del desarrollo del conocimiento científico es:


…… a. La búsqueda de primeros principios.
…… b. Su naturaleza lineal y acumulativa.
…… c. Trascender los fenómenos para llegar a la esencia del mundo.
…… d. La comprensión de las causas primeras.

2. Durante el siglo XIX, en las matemáticas:


…… a. Se deja de recurrir a la evidencia en las demostraciones.
…… b. Los procedimientos de prueba se independizan de la lógica formal.
…… c. Se establece nuevos procedimientos de prueba inductivos.
…… d. La geometría se construye sobre teorías físicas.

3. Una ley que caracteriza el progreso evolutivo de las especies según Lamarck es:
…… a. La ley de la progresión hacia una mayor simplicidad estructural.
…… b. La ley de los principios opuestos.
…… c. La ley de los tipos múltiples.
…… d. La ley de la herencia de los caracteres adquiridos.

4. Para un positivista, aquello que va más allá de toda experiencia posible es:
…… a. Aquello de lo que habla la filosofía.
…… b. El fundamento de todo.
…… c. Algo ajeno al conocimiento humano.
…… d. La verdad última sobre el mundo.

5. La teoría del conocimiento de Stuart Mill es heredera de la filosofía de:


…… a. Aristóteles.
…… b. Hume.
…… c. Bacon.
…… d. Kant.

6. Por lo que más destaca la obra de Mill es por:


…… a. Su enérgica defensa de la libertad individual.
…… b. Su enfrentamiento con el utilitarismo.
…… c. La rigurosidad de sus demostraciones.
…… d. La búsqueda de unos principios morales universales.

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7. El motor de la historia según Comte es:


…… a. La religión.
…… b. Los avances médicos.
…… c. El conocimiento científico.
…… d. Los nuevos métodos de producción.

8. En términos generales el positivismo defiende:


…… a. La unidad metodológica de las ciencias.
…… b. La independencia entre ciencia y progreso social.
…… c. Las relevancia de la ética para la ciencia.
…… d. La conexión entre ciencia y metafísica.

9. Una de las metáforas preferidas por los autores positivistas es:


…… a. El hombre como reflejo de la sociedad.
…… b. La sociedad como organismo.
…… c. La historia como campo de batalla.
…… d. La ciencia como nueva religión.

10. Uno de los métodos inductivos propuestos por Mill es:


…… a. El método del emparejamiento.
…… b. El método de las semejanzas.
…… c. El método compuesto.
…… d. El método de la concordancia.

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