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Lo primero que piensan de mí es que me gusta el café. Es lo único que pido en mis
largas caminatas alrededor de esta sombría habitación. Nunca pido más que tener
una buena taza de café. Quienes quieren hablar conmigo comienzan describiendo
el aroma, el sabor, incluso formas de prepararlo y beberlo… Pero siguen sin
comprenderlo y por ello mi respuesta es el silencio.
Las uniformes figuras de rostros cambiantes traen mi café, oscuro y puro, lo dejan
en la ventanilla y después que lo tomo desaparecen. Al principio se quedaban,
pero al ser el silencio mi única respuesta, sus visitas se transformaron en fugaces
entregas de la taza de café. Todos con prisa.
La prisa, se olvida cuando tienes todo el tiempo del mundo para hacer las cosas.
Para sumergirte en tus contemplaciones. Las mías están en el café. No bebo el
café, me sumerjo en él antes que él se sumerja en mí. Es una inusual reciprocidad.
Una vez me adentro en el profundo color del café, del otro lado me observa él. El
que vuela. El que tiene mi rostro y mi cuerpo, pero no las mismas cicatrices. El que
tomó la decisión acertada aquel día. El que viajó, vivió, materializó sus sueños
pacientemente, el que no tomó la opción más rápida. El que decidió construir su
camino piedra sobre piedra con paciencia y bases fuertes, el que esperó.
Me sonríe, quién sabe desde qué parte del mundo o tomando la mano de quién.
Sólo sé que me sonríe amablemente, sin la sombra que se refleja en mi tosca
sonrisa, sin el amargo cúmulo de culpa en los párpados, sin el pálido tono gris que
se ha asentado en mis poros y que hace juego con los muros de esta celda.
Me sonríe este fulano que tiene mi nombre y el inicio de mi pasado, prometiéndome
su presente como mi futuro. Me sonríe desde su comodidad, desde su libertad,
desde su vida perfecta con más espacio para caminar y más colores para ver.
Llenándome de la vaga ilusión de convertirme en él al salir.
Se termina mi café. Debo esperar a la siguiente taza para seguir envidiando al
colorido reflejo que me habla desde la oscuridad de mi cálido néctar. Cuando llegue
la siguiente, ¿Quieres que pida uno para ti?
¿Gustas un café?
Autor: Tomás Bolívar “Fidelio”
Atención Integral. CDVAM
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