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El mundo vivió, entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, un ciclo revolucionario, uno de
cuyos aspectos fundamentales fue la ruptura del antiguo "pacto colonial". Las potencias más
perjudicadas por el proceso fueron Francia, España y Portugal. A mediados del siglo XIX, Holanda
mantiene sus posesiones del Sudeste asiático, Francia ostenta estaciones coloniales periféricas
y desvinculadas en África, Oceanía e Indochina. Gran Bretaña pertenece usufructuando el único
imperio verdaderamente mundial, que fortaleció aprovechando las dificultades europeas de sus
competidores entre fines del siglo XVIII y 1815. Entre 1850 y 1870, momento de auge del
librecambio, la expansión colonial sufre una pausa.
En esa etapa, el Imperio Británico se compone de una serie de escalas estratégicas que protegen
sus rutas (Malta, Corfú, Adén, Zanzíbar, Hong-Kong), pocas factorías sobre la costa africana
(Sierra Leona y Gambia), colonias de plantaciones proveedoras de productos tropicales
complementarios de la economía metropolitana (Jamaica, Bermudas, Guayana, Honduras) y
colonias de poblamiento blanco destinados a absorber el exceso de población que agudiza las
crisis de crecimiento de la Inglaterra victoriana (Canadá, Australia, Nueva Zelanda). En 1850 se
habían hecho lentos progresos en África del sur y la colonia de explotación más importante
continuaba siendo la India, administrada por la Compañía de las Indias Orientales y mercado
esencial para los algodones ingleses, que gracias a una política discriminatoria habían
desplazado a los manufacturados localmente. Por su importancia, es el punto neurálgico del
Imperio, e Inglaterra trata de controlar todos los accesos terrestres y marítimos.
¿Qué factores provocan una revisión total de la tendencia anticolonialista y aceleran el reparto
del globo entre las grandes potencias europeas? En este aspecto, también marcan rumbo los
ingleses. En 1857, la revuelta de los “cipayos” (soldados hindúes reclutados al servicio británico)
pone en peligro el dominio de Inglaterra sobre la India y ocasiona un cambio de política signado
por el reforzamiento de la dominación inglesa; la India pasa a ser administrada directamente
desde Londres, con un virrey, representante local de la Corona; el proceso culmina en 1877,
cuando Victoria es proclamada “Emperatriz de las Indias”. A partir de estos años se precipita el
reparto, que en 1914 ya estará totalmente consumado. Fenómeno tan trascendente, respondió
a un complejo de antecedentes muy importantes.
LA REANIMACION DE LA EXPANSION IMPERIALISTA DESDE 1870
Análisis de los antecedentes. En 1914, el 60 por ciento de las tierras y el 65 por ciento de la
población mundial dependen de Europa: casi toda Oceanía, Asia del Sur y Sudeste, Siberia y el
96 por ciento del territorio africano. Hay zonas, como América, Japón o China, donde la
penetración es fundamentalmente económica, configurando una situación imperialista sólo
posible a partir de las nuevas condiciones económicas que imperan en el mundo luego del
comienzo de la segunda revolución industrial. Nuestro período, además, ve aparecer dos
potencias extraeuropeas que se postulan como imperialistas: Estados Unidos y Japón.
Los antecedentes son múltiples; no actúan todos desde un principio, sino que se van sumando;
a fines de siglo, ya se encuentran todos en acción.
Estas causas están relacionadas con los profundos cambios que se producen en la economía
occidental a partir de la década del 70, a saber: la enorme expansión de la industria, la
transformación de la industria, la transformación del capitalismo de libre competencia en
capitalismo monopolista, y la implantación casi simultánea del proteccionismo aduanero por los
Estados europeos, a raíz de la profunda crisis económica registrada en 1873, que inauguró un
período depresivo que se extiende hasta 1895.
Los bancos, comprometidos sus capitales presionan hacia las inversiones con la finalidad de
protegerlos; además, la exportación de capitales, que se realiza simultáneamente con la de
mercaderías, opera como un estimulante de ésta; casi siempre las condiciones de los préstamos
exigen que éstos sean invertidos en la metrópoli. Jules Ferry, figura principal de la expansión
imperialista francesa, lo dice claramente: “Europa puede considerarse como una casa de
comercio que desde hace algunos años va viendo decrecer su volumen de negocios. El consumo
europeo está saturado; es preciso hacer surgir de nuevas partes del globo nuevas capas de
consumidores, so pena de ver la quiebra de la sociedad moderna…”
El espíritu científico también se encuentra presente en la gran expresa expansiva; las zonas aún
inexploradas del globo significan un desafío al espíritu de aventura y a la curiosidad científica de
muchos, que emprenden audaces exploraciones. África se vuelve uno de los principales
escenarios de éstas y sus grandes ríos se convierten en las vías de penetración naturales usadas
por Livingstone, Stanley y Brazza; Nansen y Peary consumían el arribo al Polo Norte en 1909 y
Amundsen realiza la misma hazaña para el Polo Sur en 1911.
Pero es muy difícil deslindar lo que corresponde al impulso misionero y científico, del impulso
imperialista. En general, la exploración se demuestra inseparable de la conquista, y los Estados,
para prepararla, subvencionan las expediciones e incluso les prestan apoyo militar. Los
misioneros, por su parte, llevando su presencia y sus contactos a todos lados, facilitan la
penetración y muchas veces la protección de aquéllos es invocada como pretexto por las
potencias imperialistas para intervenir las zonas de expansión.
La misión civilizadora: Es la británica la más grande de las razas dominantes que el mundo ha
conocido y, por consiguiente, el poder determinante en la historia de la civilización universal. Y
no puede cumplir su misión, que es crear el progreso de la cultura humana, si no es merced a la
expansión de la dominación inglesa. El espíritu del país tendrá fuerzas para cumplir esta misión
que nos ha impuesto la Historia y nuestro carácter nacional. [...] El Imperio británico, firmemente
unido, y los Estados Unidos deben juntos asegurar la paz del mundo y asumir la pesada
responsabilidad de educar para la civilización a los pueblos retrasados. Joseph Chamberlain al
frente del Ministerio de Colonias británico, en 1895
La misión del hombre blanco: Lo que ahora sentimos es que nuestro dominio sobre aquellos
territorios sólo puede justificarse si demostramos que aumenta la felicidad y prosperidad de los
pueblos, y yo sostengo que nuestro dominio ha llevado y lleva seguridad, paz y mayor
prosperidad a países que nunca habían conocido antes tales beneficios. Al llevar a cabo esta
tarea civilizadora, estamos cumpliendo lo que yo creo que es nuestra misión nacional, al tiempo
que encontramos la ocasión de poner en práctica las cualidades y potencialidades que han
hecho de nosotros la gran raza gobernante. No estoy afirmando que nuestro éxito haya sido
total en cualquier caso, ni que nuestros métodos hayan estado fuera de cualquier reproche.
Pero mantengo que casi en cualquier lugar en el que el dominio de la Reina ha sido establecido
y se ha impuesto la gran Pax Británica, con ella ha llegado una mayor seguridad para la vida y la
propiedad, y una mejora material de las condiciones de la mayoría de la población. Josep
Chamberlain, Foreign and Colonial Speeches, 1897
CONSECUENCIAS
El imperialismo sirvió de estímulo a la industrialización en aquellas áreas donde aún era débil y
favoreció su consolidación allí donde ya estaba en marcha. Pero, especialmente, el principal
objetivo de las metrópolis fue la obtención de materias primas abundantes y baratas y la
colocación de los productos manufacturados por sus industrias en las colonias. Esto provocó un
rápido desarrollo y crecimiento económico para las naciones imperialistas. Pero desde el punto
de vista internacional fue una inagotable fuente de tensiones y conflictos que culminarían en el
estallido de la Primera Guerra Mundial.
Ahora bien, al analizar las consecuencias para los territorios dominados podemos dividirlas en
varias categorías, algunas de ellas son:
Políticas: En mayor o menor medida, las zonas ocupadas se vieron bajo el dominio y control de
las metrópolis y, por lo tanto la dependencia de las colonias respecto a la ésta estuvo
determinado por el tipo de organización administrativa que les fue impuesta. Los cargos y la
organización administrativa estuvieron en manos de los imperios. El aparato estatal funcionaba
a su favor y en detrimentos de los derechos de soberanía y autodeterminación de los nativos.
Esa imposición no estuvo exenta de conflictos que constituyeron el germen de los movimientos
anti-imperialistas. Éstos reclamaban a la metrópolis un mayor respeto a las tradiciones
autóctonas y la participación en las decisiones que se adoptaban sobre los territorios
administrados. En muchos casos los naturales de las colonias demandaron los mismos modos
democráticos que las metrópolis defendían para sí mismas pero negaban a sus colonias: libertad,
igualdad, soberanía nacional, etc.
Culturales: se dará la pérdida de identidad de los pobladores indígenas al implantar los patrones
de conducta, la educación y la mentalidad de los colonizadores. La lengua de los dominadores
(especialmente el inglés y el francés) fue impuesta, conduciendo a un fuerte grado
deaculturación. La religión cristiana (católica, anglicana o protestante) desplazó a los credos
existentes en muchas zonas de África o bien se fusionó con ellos, dando lugar a creencias de
carácter sincrético. Sin embargo en el mundo musulmán y Asia la experiencia evangelizadora
fue escasa comparada con la del África negra, debido al arraigo de antiguas y complejas
religiones, como el budismo y el hinduismo.
Si bien muchos historiadores señalan que el imperialismo realizó ciertas aportaciones positivas
(como llevar conocimiento científico-tecnológico nuevo, avances en la medicina, etc.), lo cierto
es que éstos se hacen a la fuerza y en la mayoría de los casos como mecanismos de fortalecer el
dominio de las metrópolis