Está en la página 1de 265

1

2
Créditos
MOderadoras
Aria & Lectora

TraductOras CorrectOras
Agus901 Cereziito24
Aria Molly Bloom
Axcia Mimi
Bluedelacour Sttefanye
Crys
Eliana.cipriano
Fabiro13
DianyrisAngeliz
Dreath
GigiDreamer
Kath
Lectora
3
LeylaCullen
Maria_clio88
Melusanti
Mona
Nelly Vanessa
nelshia
Olivera
rihano

RecOpilaciOn y RevisiOn
Sttefanye

DiseNo

Aria
Índice
Sinopsis Capítulo 22 Capítulo 44
Capítulo 1 Capítulo 23 Capítulo 45
Capítulo 2 Capítulo 24 Capítulo 46
Capítulo 3 Capítulo 25 Capítulo 47
Capítulo 4 Capítulo 26 Capítulo 48
Capítulo 5 Capítulo 27 Capítulo 49
Capítulo 6 Capítulo 28 Capítulo 50
Capítulo 7 Capítulo 29 Capítulo 51
Capítulo 8 Capítulo 30 Capítulo 52
Capítulo 9 Capítulo 31 Capítulo 53
Capítulo 10 Capítulo 32 Capítulo 54
Capítulo 11 Capítulo 33 Capítulo 55
Capítulo 12 Capítulo 34 Capítulo 56
4
Capítulo 13 Capítulo 35 Capítulo 57
Capítulo 14 Capítulo 36 Capítulo 58
Capítulo 15 Capítulo 37 Capítulo 59
Capítulo 16 Capítulo 38 Capítulo 60
Capítulo 17 Capítulo 39 Capítulo 61
Capítulo 18 Capítulo 40 Capítulo 62
Capítulo 19 Capítulo 41 Capítulo 63
Capítulo 20 Capítulo 42 Sobre la autora
Capítulo 21 Capítulo 43
Sinopsis
C
ada década los monarcas del mundo y sus herederos se reúnen
secretamente para discutir la política global, cuestiones sociales y arreglar
matrimonios entre reinos.
Puede que Elsa sea la princesa heredera de Vattenguldia, pero encuentra todo
eso arcaico y desagradable. Aunque quiere lo que es mejor para su país, no va a
meterse en una relación deseada, mucho menos en una boda con un desconocido
total. Por supuesto, sus sentimientos importan poco para sus padres, cuyas
maquinaciones y tratos sobre pactos comerciales y alianzas logradas a costa de ella
comienzan en el momento en que ponen un pie en California para la Cumbre. Así
que cuando se encuentra con uno de la realeza deslumbrantemente hermoso, no
duda en decirle que no hay forma en la que vaya a casarse con él.
Christian es muy feliz de estar de acuerdo: Sin matrimonio. Como el gran
duque heredero de Aiboland, su principal objetivo es pasar la Cumbre sin que le
impongan una novia. Razón por la cual sugiere que se ayuden a defenderse de
prometidos potenciales. Sin embargo, a medida que Christian va conociendo a Elsa,
se da cuenta que tienen mucho más en común que solo sus sentimientos sobre el
Mercado de Matrimonios Reales. Solo que no puede enamorarse de ella, porque 5
reales o no, no están destinados a estar juntos.
Elsa y Christian tendrán que evaluar los asuntos del corazón contra los del
estado y la corona, y decidir si la traición prevalece sobre el amor o no.
1
Elsa

C
ada vez que veía escrito mi nombre completo, con las letras y palabras tan
separadas y prolijas como ropa colgada en un tendedero, mi reacción
visceral era la misma que tenía alguien cuando se arrastraban clavos
oxidados por una pizarra polvorienta. Años de cuidadosa práctica fueron cultivados
con el fin de impedir que retrocediera físicamente ante la vista o el sonido de Elsa
Victoria Evelyn Sofia Marie.
A la mayoría de las chicas se les da un primer y un segundo nombre, dos
segundos nombres, tal vez, si los padres pelean o están atados por la tradición
familiar. O incluso un nombre con guión, como Lily-Anne o Ella-Mae. Mi nombre,
el que mis padres me otorgaron, el que informaba al mundo quién soy, eran tres
nombres malditamente demasiado largos y que cuelgan a mi alrededor como una
soga en lugar de la guirnalda que seguramente previeron. 6
—Eres una princesa —aclaró mi madre cuando le pregunté por qué ella y mi
padre fueron tan vengativamente locos a la hora de ponerme el nombre.
Muy bien, pero mi hermana (también una princesa) solo tiene tres nombres:
Isabelle Madeleine Rose. Aún largo, pero mucho más tolerable. Incluso mi padre, el
ilustre príncipe Gustav IV de Vattenguldia, no presume de tantos nombres; el suyo
alcanza un máximo de cuatro. De hecho, nadie que conozca, real o no, posee tan
larga denominación.
Sólo yo.
—Eres la princesa heredera de Vattenguldia —aclaró mi madre cuando
presioné aún más—. Algún día, gobernarás sobre nuestra gran tierra.
Aparentemente los soberanos tenían nombres horriblemente largos, incluso
en los pequeños principados como el nuestro que se apoyan relativamente, aunque
muy ricamente, sobre la oscuridad del Mar Báltico del norte. A menudo me
pregunto si seré tan cruel cuando tenga mis propios hijos, si voy a endilgarles un
nombre tan complicado y extenso que el aire se deba jalar entre sílabas. Me
gustaría pensar que no, pero la verdad es que soy parcial a la tradición, sobre todo
cuando se refiere al trono de Vattenguldia.
Corrección: a la mayoría de las tradiciones. Porque no estoy ciertamente a
favor del secretario privado que mi padre me dio.
Mediante escrito el Secretario del Consejo de Reyes envía una invitación
formal extensiva a Su Alteza Real La Princesa Heredera de Vattenguldia Elsa
Victoria Evelyn Sofia Marie.
Suspirando, extraigo la misiva sorprendentemente pesada de las manos viejas
y manchadas de Bittner, como una experta en bombas bajo presión para cortar el
cable correcto o arriesgar a que todo el edificio se derrumbe a su alrededor. Lo cual,
teniendo en cuenta lo que espera dentro, podría ser una situación preferible.
—Oh, gracias.
Su sonrisa se describe mejor como una sonrisa comemierda, solo que eso me
haría sonar grosera y no mucho como una princesa, más o menos lo que afirman
mis padres. Ellos han estado haciendo su mayor esfuerzo en frenar mi lenguaje
inapropiado, ya que los soberanos, mucho menos la princesa heredera, no hablan
como los comunes marineros. Vale la pena mencionar que no conocen
personalmente a ningún marinero; los que yo he conocido, que trabajan en nuestra
industria del transporte marítimo son bastante elocuentes.
Cuando el sobre golpea el escritorio suena fuerte.
—¿Mi padre ya ha visto esto?
—Se lo entregué a Su Serenísima Alteza poco antes de venir aquí.
Era de esperar.
—Al verla, ¿descorchó una botella de su mejor champán?
Los modales extremadamente perfectos de Bittner le prohíben reconocer que
éste muy probablemente era el caso, por lo que en su lugar, dice con esa voz 7
quebradiza, fría, tan distintiva de él que lo haría perfecto para narrar los tráileres
de películas.
—El príncipe Gustav fue más que proclive al recibir su invitación.
Solo puedo imaginarlo. ¿Toda una semana reservada para codearse con sus
compañeros? Probablemente tiene espuma en la boca al pensar en salir corriendo
fuera del país y lejos de mi madre.
Miro el sobre en mi escritorio, imaginando que tiene una avispa bebé adentro,
lista para atacar en el momento en que suelte su apocalíptico contenido.
—Supongo que va a insistir en que asistamos. —Es estúpido que lo mencione
ya que no hay duda que las órdenes de mi padre de empacar y viajar ya habrían
sido emitidas. Si asistiríamos o no nunca había estado bajo duda, porque la realeza
no rechaza la asistencia a este evento en particular.
Espero hasta que Bittner salga antes de recoger la invitación. Tengo una cita
en el hospital infantil más popular de la zona dentro de una hora, por lo que es
ahora o nunca. Mientras mi abridor de cartas plateado silba en silencio a través del
papel, me recuerdo a mí misma que nada de esto sería un problema en este
momento si ya estuviera casada. Aún soltera a los veintiocho años, soy considerada
una de las mujeres más codiciadas en el mundo. Ser la siguiente en línea al trono,
incluso de uno insignificante, le hace eso a una dama. No es tanto que desprecie la
idea del matrimonio, porque no lo hago. Si se hace bien, es una tentación seductora
que podría proporcionar consuelo y compañía a una vida como la mía, es solo que
ninguna de mis experiencias hasta ahora me ha llevado a algo cerca de
convencerme a unir mi monstruosidad de nombre y equipaje familiar a otro.
Encontrar a la persona adecuada para compartir mi vida no es tarea fácil; mis
últimos esfuerzos de enredos románticos explotaron todos en mi cara.
La última vez, cometí el error de emparejarme con un ex compañero de clase,
en público, para colmo. La prensa tuvo un día de campo cuando Nils y Trinnie
fueron fotografiados toqueteándose en las laderas, mientras yo estaba esquiando en
otra parte. Muy a mi pesar se publicó en los periódicos locales, en las revistas de
modas y en la televisión durante semanas el siguiente titular “Conde Popular sueco
engañando a la Princesa de Vattenguldian. ¿Sobrevivirán a esta tormenta?” Antes
de Nils, había estado Theo y su ferviente decisión, aunque totalmente inesperada,
que la iglesia era una mejor opción para él que un palacio. Antes de Theo, mi
enamoramiento adolescente de Casper, que no era ni siquiera una opción. Ninguno
de los otros caballeros en mi historial merece una mención.
¿Por qué tienes que ser tan exigente?, se lamentaba mi madre a menudo. Y
eso me divertía y desanimaba a la vez, ya que es de suponer que Su Serenísima
Alteza desearía que la princesa heredera se casara con un hombre de carácter.
Personalmente, nunca culparía a una señorita que encontraba a su estúpido novio
in fraganti con su supuesta amiga y que entonces sacara sus engañosos traseros de
su exigente círculo íntimo. Eso era pura practicidad.
Aunque estoy sinceramente agradecida, tal vez aliviada es una mejor palabra,
de haber salido de ese tipo de relaciones antes que pudieran producirse daños
graves, parte de mí no quiere comprometerse (aunque sea temporalmente) con
algún buen hombre local antes que el manicomio de los horrores conocido como la
8
Cumbre Decenal comience. Ingenuamente asumí que tendría tiempo. Tiempo para
enamorarme. Tiempo para encontrar a alguien por mi cuenta. Tiempo para crecer
en mi papel en el principado.
Sin embargo, el tiempo está casi llegando a su fin, ya que el Mercado de
Matrimonios Reales (o como la desgracias desapegadas a menudo solemos
referirnos: la MMR) está llegando.
La irritabilidad baja por mi espalda cuando finalmente saco los papeles del
sobre.

Lord Shrewsbury,
a nombre del
Consejo de Monarcas,
solicita el placer de su compañía a
la Cumbre Decenal
en el Castillo Hearst, a partir del 23 de abril
Me recuesto en la silla, mirando fijamente las palabras hasta que se asientan
plenamente. ¿Tres días? ¿TRES MALDITOS DÍAS antes que Su Serenísima Alteza y
sus reales compañeros compinches duros-de-roer, presionen completamente en su
búsqueda por asegurar que mi estirpe y yo comencemos a dar herederos para un
futuro previsible?
Un reloj interno del Juicio Final ruge a la vida, cada segundo un recordatorio
punzante de la tragedia absoluta que tengo por delante. Un leve ataque de pánico se
asienta en mis pulmones y pecho, y estoy jadeando como un pez moribundo
hambriento de aire.
Cálmate, Elsa. Eres una princesa heredera. Actúa como una princesa
heredera. No dejes que nada te sobrepase. Ni siquiera esto.
Me concentro en los detalles de la misiva, los que son un cuello de botella para
mis miedos escapando por el ancho a una carga manejable. Inhalo y exhalo. Afino
mi concentración hasta que leo perfectamente las palabras plateadas aferradas en
mis manos. Inhalo. Veintitrés de abril. Exhalo. Castillo Hearst. Inhalo…
¿Castillo Hearst?
Mentalmente repaso los nombres de los palacios y castillos habitados por
miembros de la realeza de toda Europa. Tal vez sea... no. Quizás... Tampoco es ese.
Me muevo por diversas sedes de la nobleza, repasando nombre tras nombre, pero
no tengo ninguna coincidencia. En un arranque de enojo, me detengo y abro mi
laptop.
Los resultados se presentan rápido. El Castillo Hearst no es un castillo real.
Por lo menos, no uno europeo y ciertamente nunca fue habitado por la realeza.
Técnicamente, se trata de una mansión en California, rodeada de varias casas de 9
huéspedes.
Hijo de puta.
Hago clic en uno de los enlaces y leo sobre la ubicación. Era propiedad de
alguien en el negocio de la prensa, un hombre rico e influyente, que supongo es el
equivalente americano a la realeza. Actualmente, el edificio es un lugar de interés
histórico de Estados Unidos y está abierto al público a diario.
Estuve a punto de triturar la invitación mientras me enfrento a entender todo
esto. ¿El Consejo de Monarcas desea enviar a la totalidad de soberanos reinantes en
el mundo y a muchos de sus herederos a un destino turístico muy popular en
California?
¿El CM se ha vuelto loco?
Salgo de mi habitación bastante indignada, agarrando la ropa en mi puño. El
decoro dicta que llame por adelantado, o que al menos golpee la puerta, pero ya
que quedan muy pocos días entre la Cumbre Decenal y mi libertad, puenteo los
modales y el decoro y abro la puerta del despacho de mi padre. Bittner está ahí con
Su Serenísima Alteza, pero eso poco importa. Ha trabajado para la Casa de Vasa el
tiempo suficiente para saber que casi todo lo que concierne a nuestros caprichos,
incluyendo mi ocasional temperamento se reaviva en los momentos más
inoportunos. Como ahora, cuando estoy tan molesta que apenas puedo estirar mis
dedos de la invitación para agitarlos adecuadamente en la cara de mi padre.
—Dios, Elsa. Pareces muy contrariada. —Mi padre es suave como la
mantequilla mientras me sonríe levemente—. Bittner, me pregunto qué podría
inspirar a Su Alteza a perder de vista sus modales.
Antes que Bittner pueda responder (no es que crea que lo haría), pongo el
papel sobre el antiguo escritorio que domina el ambiente.
—¿Esto es una broma?
Aunque garantizo que ya sabe lo que le he traído, Su Alteza Real se coloca sus
gafas para leer y baja la mirada.
—Tenía la esperanza que por fin hubieras superado tu... —Sus labios se
cierran mientras muy probablemente intenta buscar la palabra más diplomática
que pueda para referirse a mis desvaríos—… indecisión sobre la Cumbre. Sabías
que vendría en algún momento de este año.
No solo es el príncipe de Vattenguldia, sino el príncipe del tacto, porque
admito que le ofrecí (a puerta cerrada, por supuesto) mis más sinceros
sentimientos acerca de la Cumbre Decenal en más de una ocasión. Debo aclarar
que no es la Cumbre lo que me tiene a trancas, es la infame MMR. Porque, por casi
quinientos años, las alianzas forjadas a través de matrimonios arreglados
inventados en una Cumbre organizada cada década, a menudo han eclipsado el
trabajo diplomático legítimo logrado. En esencia, los herederos solteros mayores de
veinticinco años rara vez salen de la Cumbre sin ataduras. Tanto hombres como
mujeres son corderos enviados al matadero.
Es una tradición de la que no deseo formar parte, no encuentro manera de
aceptarla. 10
Pero esa arcaica y aterradora posibilidad no está ni aquí ni allí en este
momento. El príncipe sabe mi opinión al respecto, y, como bruscamente señaló la
última vez que intenté debatir, “ya dije todo lo que debía decir”. Actualmente, tengo
otras batallas que pelear. Calmante oxígeno inunda mis pulmones mientras deslizo
una fría sonrisa.
—Eso no. —Toco el papel—. Esto.
Oscuros ojos azules, como los míos, se entrecierran detrás de sus gafas de
lectura.
—Me temo que no…
—¿Sabes dónde está el Castillo Hearst?
Sus pobladas cejas se levantan muy ligeramente, envejecidas orugas cuyos
micros-movimientos ilustran volúmenes de emoción.
Mierda. Le grité; padre o no, todavía es mi soberano y merece mi respeto.
Tengo que volver a inspirar hondo para poder seguir.
—Mis disculpas. —Asumo una postura más respetuosa, propia de una dama,
con una mano doblada sobre la otra en frente de mí—. Solo quiero saber si estás
enterado de los detalles pertinentes a la ubicación.
Mientras se inclina hacia atrás, el crujido de la silla suena en la oficina
sorprendentemente modesta y a la vez elegante.
—¡Es un maldito destino turístico en Estados Unidos!
Ante eso, una pequeña tos asfixiante escapa de Bittner. Rápidamente me
disculpo de nuevo. Si no me controlo, princesa heredera o no, me encontraré al
otro lado de la puerta en algún momento.
Los dedos de mi padre forman una torre delante de su cara, dedos largos una
vez elegantes ahora están marcados por el tiempo y la artritis.
—Soy muy consciente de lo que es el Castillo Hearst y dónde se encuentra,
Elsa.
Ah. Por supuesto que lo sabe. Después de todo, sirve al Consejo Monarca,
aunque con una capacidad muy reducida estos días, dado que tuvo dos ataques al
corazón en tres años. Aun así, nunca hubiera pensado que mi padre sería tan
ingenuo de enviar a tantos monarcas y a sus herederos a un lugar tan público.
—¿Qué pasa con los terroristas?
Cuando era más joven y perdía el control de mis emociones, mi padre me
recordaba que tal pasión no le hacía ningún favor a ningún monarca. La clave para
ser un soberano eficaz es mantener la calma y la cabeza despejada. Nunca tomar
decisiones cruciales o discutir cuando tus emociones te ganen. La productividad y
la bondad no pueden detenerse orgánicamente a través de sentimientos intensos,
incluso si son elaborados bajo la mejor de las intenciones.
Es una lección que demuestro no dominar, dado que me da otro
levantamiento de cejas destinado a recordarme que continuar con mis arrebatos no
será tolerado.
—¿Terroristas?
11
—Me preocupa la logística de seguridad que pueda surgir durante la Cumbre.
Aunque la mayoría de nuestros reinos y principados son monarquías
constitucionales, todavía sería devastador si algo llegara a sucederle a cualquiera de
los miembros de la realeza presentes. ¿Qué pasa si alguien oye que se va a hacer allí
la Cumbre? ¿No seríamos un objetivo?
Una pequeña sonrisa dobla la mitad de sus finos labios.
—¿Alguien como un terrorista?
—No puedo ser la única en creer que es una idea monumentalmente terrible
convocar a todos los monarcas del mundo, junto a sus herederos, en un solo lugar,
y mucho menos en uno tan público.
—Y, sin embargo, los hemos convocado cada década durante siglos sin
incidentes, Elsa. Ni un ataque terrorista, y mucho menos un solo acto de
delincuencia nos tocó durante una Cumbre Decenal.
Tiene razón. Para todos nuestros fracasos románticos de la prensa, los
miembros de la realeza son extremadamente excelentes en mantener su mierda
oculta. Aun así, no puedo dejar pasar esto.
—Respetuosamente, mi punto está en considerar la política del siglo XXI. Hay
muchos países cuyos ciudadanos desean abolir la monarquía, la ven como arcaica e
innecesaria a la luz de la democracia y del socialismo. La Cumbre es una excelente
oportunidad para que los descontentos…
—¿Estás segura que tu verdadera preocupación gira en torno a nuestra
seguridad? —Su lengua hace un chasquido en silencioso reproche—. ¿O es más
probable que te estés preocupando por la MMR?
Bueno, sí, pero...
—Simplemente estoy diciendo…
—¿Tengo que recordarte que tu madre y yo nos comprometimos en la MMR?
Muy lejos está eso de convencerme. Mis padres, reunidos por la política, no
son una pareja enamorada. Aparte de mí, de Isabelle, y de Vattenguldia, tienen
poco o nada en común y no hablan a menos que sea en público o que necesiten
decirse algo que una nota escrita o un mensaje enviado a través de sus secretarios
privados no sirva. Por mucho que me repugne contemplarlo, estoy bastante segura
que ni siquiera hablaron mientras concebían a sus hijas. Probablemente hayan
escrito y entregado una nota: Hagamos un heredero. A las ocho esta noche, en mi
habitación. Será mejor estar borracho de antemano.
Entonces, sí. Tal vez mi madre tiene un punto válido. Tal vez soy muy
exigente, porque deseo que, cuando (si lo hago) pegue mi vida a la de otro, será con
alguien con el que al menos pueda hablar. Y que también me guste y respete. ¿Está
tan mal que no quiera un cuento de hadas? No las horribles manzanas mordidas y
envenenadas o los hechizos para dormir. Ni siquiera necesito un príncipe, y mucho
menos uno azul. Mi vida es una de servicio. De responsabilidad. De importancia.
Cuando llegue el día y asuma el trono, simplemente me gustaría que a alguien
quisiera estar a mi lado. Y si no puedo encontrar eso, preferiría no casarme.
12
Le digo a mi padre:
—Soy muy consciente de eso, señor.
Se saca las gafas de lectura y las pone sobre la mesa.
—Permíteme dejarte tranquila que se tomarán todas las precauciones para
asegurar la ubicación. En este mismo momento, el Castillo Hearst está cerrado al
público por reformas y restauraciones, y no está previsto que vuelva a abrir al
público durante dos meses. Aunque la ubicación es una novedad para ti,
actualmente la CM está trabajando estrechamente con el gobierno estadounidense
desde hace casi dos años para asegurar que la Cumbre salga sin problemas.
Sus palabras, tan nítidas y sin sentido, no dejan lugar a discusión.
»Estoy seguro que tienes curiosidad en cuanto a por qué se eligió el Castillo
Hearst —continúa—. Eso te lo explicaré. Después de mucha discusión, la CM
decidió que lo mejor para satisfacer a todos era un terreno neutral. Estados Unidos
es una buena opción. A pesar que podría haber elegido fácilmente un hotel, muchos
sienten que un evento como la Cumbre Decenal merece algo especial. El Castillo de
Hearst y su historia quedan a la perfección.
Estoy golpeando mi cabeza contra una pared.
—¡Ya no se usa como residencia!
—Otro hecho del que también soy consciente, Elsa.
Es un golpe suave; me está informando que ninguno de mis argumentos
tendrá algún peso en su mente.
Quiero discutir: Es una trampa para turistas.
Él contrarrestaría: Ya me encargué de esa cuestión.
Quiero discutir: Por lo que vi en el sitio web, no es un gran lugar para una
gran fiesta.
Él diría: Ese es parte de su encanto.
Quiero discutir: ¿Dónde va a dormir todo el mundo? También tenemos
empleados en quienes pensar. ¿Vamos a estar todos en tiendas de campaña?
Él diría: Te preocupas demasiado. Ya nos encargaremos.
Quiero discutir: Por favor, no me obligues a ser parte de la MMR.
Él diría: La Casa de Vasa vive y muere por la tradición.
Pero nada de eso se dice. No es necesario, no cuando el resultado se predice
tan fácilmente. En su lugar, me quedo callada ante mi derrota mientras él reclama
su pluma.
—Será mejor que te des prisa si debes atender tu cita de esta tarde. Sé que los
niños estarán muy decepcionados si no vas a contarles un cuento.
Traducción: Puedes irte.
Estoy en la puerta cuando añade: 13
—Por favor, avísale a tu hermana que se espera que nos acompañe. Hay
negocios vitales que deberán atenderse durante la Cumbre, y necesitaré a mis hijas
conmigo.
Al principio estoy aturdida, pero es una tontería de mi parte. Por supuesto
que Isabelle irá. Es una moneda de cambio atractiva, después de todo.
Tres días. Hay tres días hasta que viaje a California. Tres días hasta que el
Mercado de Matrimonios Reales abra sus puertas después de haber estado cerradas
durante diez años.
Tres días hasta que la vida que conozco cambie, ya sea que lo quiera o no.
2
Christian

M
i madre, conocida para mi hermano y para mí como La Loba, acaricia
mi hombro cono si tuviera, otra vez, cuatro años mientras astutamente
mira lo que he tirado en mi escritorio.
—Debes estar contento con esto, Christian. Sin embargo, luces como si fueras
a la horca. ¿Estás terriblemente seguro que no eres homosexual? ¿O tal vez
asexual? La mayoría de los hombres que conozco estarían complacidos ante la
perspectiva de tantas conquistas potenciales en tan pequeño lugar.
Ella tiene una copa de tulipán en la mano mientras invade mi espacio
personal, lápiz labial cubre el borde. Son qué… ¿las sangrientas tres en punto de la
tarde? Hago una nota mental para informarle a Parker que tiene que hacer un
mejor trabajo organizando mi horario alrededor de mi madre, así reuniones como
ésta nunca será una posibilidad. 14
Remodelo mis características y la postura hasta ser positivo y no lucir como
me siento. Porque, infiernos, sí, la horca se siente cerca. Por un lado, La Loba entró
en mi santuario interior sin previo aviso. Es una sigilosa bestia, acechando a su
presa y abalanzándose cuando menos se espera. Dos, está agitando una invitación a
juego con la mía, así que está aquí para regodearse o amenazar. Y tres… Me niego a
mirar, ya sea el papel y darle la satisfacción de confirmar cómo me siento
realmente, incluso si ya lo adivinó.
Se deja caer en una silla cercana, su vestido silbando suavemente contra sus
horribles medias de nylon que insiste en usar todos los días de su vida. Luego hace
un gesto hacia la silla directamente frente a ella.
—Piensa en todas las chicas guapas que estarán presentes. ¿Por qué no sólo
puedes imaginar las ganas que tendrán de abrir sus piernas para ti?
Hormigas de fuego invaden mi piel mientras me esfuerzo por reprimir que los
músculos dentro de mi cuerpo tiemblen. Al oír tal proclamación venir de la boca de
mi llamada venerable madre es asquerosamente inquietante. No es que sea raro, ya
que se deleita en la tortura de mi hermano y mía con humor crudo destinado sólo
para nuestros oídos. Para el resto del país y el mundo en general, es amable y
compuesta, el epítome de respetable y moderna, La Gran Duquesa cuyos discursos
son citados por millones de admiradores. Es por eso que es La Loba: es astuta,
taimada, capaz de ocultar a la vista, y devora a los que son más débiles que ella.
Si no fuera Su Serenísima Alteza la gran duquesa de Britta Aiboland, mi
madre habría sobresalido como una estrella de cine o actriz de teatro.
La mayor parte de mi vida, me las he arreglado para escapar de su influencia
diaria. Siendo enviado a un internado cuando apenas era un muchacho y luego
yendo a Estados Unidos para la Universidad, seguido por varios períodos de
servicio en nuestras fuerzas armadas, he vivido más años en Inglaterra, los Estados
Unidos, y el Medio Oriente que en Aiboland, Un gran ducado que consta de una
serie de pequeñas islas entre Estonia, Suecia y Finlandia. Sin embargo, un gran
duque heredero solo puede huir de sus deberes durante un tiempo. Hace poco volví
a casa y ahora resido bajo el mismo techo que mi hermano y padres por primera
vez desde que tenía ocho años.
—Estoy muy agradecido por la oportunidad de representar a nuestro país en
las reuniones de una semana de la Cumbre —es lo que le digo a La Loba. Que me
aspen si permito que me tire en otra ronda fútil donde, básicamente, ruego por mi
vida mientras ella cacarea sobre la forma en que voy a hacer lo que dice y nada más.
A los treinta, se me considera como uno de las capturas más deseables del
mundo, aún a pesar de nuestra gran riqueza, Aiboland la mayoría de las veces
permanece oculta entre las potencias mucho más grandes dentro de la Unión
Europea. He recibido altas calificaciones en todos mis cursos, tanto para mi
pregrado y posgrado en Universidades prestigiosas de Estados Unidos. Soy un
patrón de múltiples obras de caridad en Aiboland, Estados Unidos y varios países
de África. Serví dos períodos de servicios en los países devastados por la guerra de
Medio Oriente, dejando de lado mi título y privilegio para el servicio. Mientras que
otros príncipes siembran públicamente su avena local, me las arreglé para 15
mantener mi cabeza gacha, manteniendo una reputación impecable. El príncipe
aburrido, las burlas Americanas que, incluso sabía, fueron adoptados para mí, y
estoy bien con el título. Mejor aburrido que alguna otra descripción colorida de las
cuales compañeros de mi edad están en el extremo siendo receptor. Sé cómo
mantener mi negocio, a diferencia de esos tristes sacos. A diferencia de mi hermano
que, hace apenas unos meses, el periódico nacional había descubierto imágenes de
él desnudo y desmayado con botellas de tequila apretadas en sus puños. Apenas un
año más joven que yo, Lukas pasa la mayor parte de su tiempo borracho o jodiendo
a fans de la realeza. Él tiene la oportunidad de vivir la vida mientras yo pretendo
ser un maldito robot perfecto de príncipe de un país que la mayoría de las personas
en el mundo ni siquiera sabe que existe.
Y ahora, mi madre voluntariosa-de-hierro exige que su perfecto heredero sea
perfectamente susceptible hacia sus planes para que me case con una chica de la
realeza y derribarla lo más rápidamente posible. Entiendo que debo estar pensando
en sentar cabeza, y no es como que estoy aquí follando a todas las mujeres
disponibles que puedo encontrar. La cosa es que tengo treinta años.
Mis opciones deberían ser mías.
Una conversación se intentó con la gran duquesa hace apenas un mes. Fresco
de un discurso inspirador sobre la importancia del cuidado de la salud de calidad,
la voz de mi madre se volvió mordazmente ácida cuando me informó lo que
pensaba de esa lógica. ¿No era eso por lo que estuviste en América todo este
tiempo? En este momento, tu enfoque es encontrarte a ti mismo en un criado. Una
vez que nazca tu heredero, sigue adelante y juega de forma privada en el campo
todo lo que quieras. Sin embargo, cumple con tu deber primero.
Con clase, comida típica de La Loba.
A pesar de lo que dice y piensa, que me aspen si entro en la Cumbre como una
cabra de sacrificio, o peor aún, un hombre dispuesto a ser subastado al mejor
postor más conveniente. Tiene que haber una forma de salir de esto.
—Anota mis palabras, Christian. —Su uñas hacen clic en el cristal en su
mano—. Vas a representarnos bien en la Cumbre Decenal.
Intento otra táctica, una mucho más sutil.
—Es en California, Su Alteza.
Uno de los encantos de la vida en el extranjero era saber que mi madre
detestaba viajar a cualquier país fuera de la Unión Europea. Oh, infiernos, fuera de
nuestro pequeño rincón nórdico del globo. Es una xenófoba de la peor clase.
Haciendo que mi padre, el duque español, permanezca en el país sea una lucha.
Sus pálidos ojos vagan a las cortinas blancas transparentes que enmarcan una
gran ventana.
—Me pregunto si está soleado allí.
Es sin duda un día soleado en Norslœ en este momento. Rígidas barras
diagonales rasgan el cielo, dejando nada más que la tristeza y la miseria.
—Sabes, tengo de buena fe que asistirá la princesa más joven de
Vattenguldian. 16
Oh, por el amor de Dios.
Durante años, mi madre ha estado obsesionada con la idea de casarme con la
más joven de las princesas de Vattenguldia, mientras ella abarca los cofres de su
tesorería, o, al menos, una parte de ellos, ya que el principado juega al barco de los
registros a la perfección. Siempre me ha parecido desconcertante eso, ya que,
gracias a nuestras atractivas ofertas estratégicas de la banca extraterritorial,
Aiboland es mucho más rica. No importa. Ella está dispuesta a vender a su hijo a…
maldita sea, no sé cómo se llama esa chica, ¿Idina? ¿Irina? ¿Inga? Quién diablos
sea, La Loba la quiere para asegurar una pieza de ganancias.
No he conocido a esta chica todavía, o su hermana, que es heredera al trono.
Cualquier información sobre la Vasa de herederos viene, ya sea, de mi madre o de
la prensa. Están cerca de mi edad y también provienen de un pequeño principado
del Mar Báltico del norte que recibe alrededor de la mayor visibilidad en el
escenario mundial como Aiboland. Y aun así, no importa cómo de magníficas
puedan ser estas chicas o no, o inteligentes, o divertidas o cualquier otra cosa, yo
seguro no estoy en lo más mínimo ansioso por unirme a alguien a quien mi madre
me está vendiendo.
Alguien grita, y vasos se alzan, tintineando con el mío en una opaca sucesión.
No debería estar bebiendo mucho esta noche, y mucho menos en un bar, pero
después de la conferencia de una hora con mi madre torturándome esta tarde,
detallando razones por las que debo embolsarme para la princesa de Vattenguldian,
hice mi misión el asegurar que el resto del día fuera un borrón. Era o ahogarme en
cerveza o tirarme del centro del puente.
—Detente mientras estés bien. —La advertencia de Lukas es tranquila—. Hay
una serie de teléfonos en ángulo hacía aquí. No quieres darle a Su Alteza ninguna
influencia, ¿verdad?
Idiota.
No me molesto mirando a mi hermano cuando le digo que se aleje. Yo lo hago,
sin embargo echo un vistazo a mi secretario personal. Sólo para encontrarlo
sutilmente asintiendo. Pero, tan molesto como estoy por decir eso, Lukas casi
siempre tiene razón. La única vez que legalmente me deslicé en América, cuando
había estado en una fiesta de fraternidad y estaba tan intoxicado, me convertí, por
falta de una palabra mejor, amistoso con varias mujeres que no tenían reparos en
vender videos a la prensa, llamaron a casa para soportar una diatriba y una serie de
amenazas por parte de la gran duquesa. Según mi madre, no era mejor que uno de
esos chicos de la isla (los cuales tomé para referirme al Reino Unido, a pesar que
también tengo derecho a ser llamado niño de la isla) y mancillar la reputación de la
familia no sería tolerado.
Sin molestarse en lo más mínimo por lo que acabo de murmurarle a mi
hermano, Parker empuja discretamente mi cerveza a medio terminar, la quinta de
la noche, a un lado. Es entonces cuando espío a lady Autumn Horn de Björksund
paseándose a nuestra mesa justo cuando mi secretario sugiere discretamente que
debemos salir, los doce centímetros de tacones y el largo cabello rubio y una 17
sonrisa de canario comiendo adorna sus labios demasiados carnosos.
—Bueno, bueno —dice Lukas en una voz cansina mientras ella se acerca a
nuestra ubicación—. Mira lo que acaba de salir arrastrado de su ataúd. ¿Estás aquí
para chupar la vida de nosotros, Autumn?
Mi hermano y la mujer no están, exactamente, en los mejores términos,
después de una relación desastrosa a corto plazo que no llegó a ninguna parte, y
rápido. Autumn se posicionó para convertirse en una princesa y falló, después de
descubrir que Lukas no estaba listo para sentar cabeza y mucho menos participar
en una relación monógama. Las revistas de moda tuvieron un día de campo con la
lluvia radioactiva hasta que la gran duquesa encontró una manera de cerrar esa
conversación poco halagadora acerca de su hijo menor.
No soy necesariamente el mayor fan de Autumn, pero el deber y propios
dictados hacen levantarme a saludarla, ya sea que deseo o no su compañía. Besos
en el aire son dados por mi lado, reales del de ella. Murmuro:
—Te ves hermosa esta noche, Autumn.
Prácticamente puedo oír los globos oculares de Lukas rodando hacia la parte
posterior de su cabeza detrás de mí.
—¿No te ves un poco como si estuvieras a medio camino de tus tres hojas al
viento, Su Alteza?
No hay coquetería a su favor o falsa modestia, algo que se agradece. Hago un
movimiento para que se una a nosotros, Lukas a regañadientes se desplaza en el
sofá de cuero blanco para hacer espacio. Frente a mí, las cejas de Parker se alzan
hacia el nacimiento de su cabello, señalando su buena disposición para conmigo
por sacarme de una situación indeseable. Amigos desde la infancia, no podía pedir
como confidente a un empleado más de confianza.
Un zumbido llena el bar, teléfonos se giran hacia a mí, Lukas y Autumn.
El camarero se acerca.
—¿Qué te trae fuera de casa esta noche? —pregunto educadamente.
Ella arruga su nariz.
—Una cita.
El camarero se inclina para tomar la orden, el agradecimiento brillando en sus
ojos mientras mira lascivamente sus curvas. Lukas pregunta suavemente:
—¿Le mostraste tu verdadera cara, amor?
Ella ignora el golpe, cruzando sus largas piernas y apoyándose de nuevo en el
sofá.
—Tienes suerte, ya sabes —me dice—. Por tener tu selección de lo que quieres
y no ser como el resto de nosotros, pasando penosamente a través de malas citas.
Una mirada significativa es lanzada hacia Lukas. Él simplemente le hace un
brindis a cambio.
En cuanto a mí, me río en su cara. Sólo… río, y luego me río mucho más. 18
Lukas está murmurando algo sobre que me controle, y Parker señala al camarero
una vez más, y Autumn me está mirando como si tal vez he perdido las tres hojas
por el huracán que mi risa está gestando, pero no puedo evitarlo.
La factura es pagada rápidamente, Parker se levanta, limpiando pelusa
imaginaria de sus jeans.
—Su Alteza, he de recordarle su reunión de mañana.
Lukas también se levanta, palmeando a nuestro mutuo amigo en la espalda.
—El deber llama, hermano.
—Quédate —ronronea Autumn—. Te puedo prometer un tiempo mucho mejor
que cualquier vieja reunión.
Estoy de pie inmediatamente. Mierda, cinco bebidas realmente eran
demasiado.
—Eres irreal, ¿lo sabes? —Lukas le silba a su ex. Antes que pueda responder,
él y Parker me dirigen hacia la puerta. Susurros nos rodean, los teléfonos
apuntándonos, sin duda atrapando cada movimiento. Mi hermano dice en voz
baja—. Ya sabes que Autumn es, básicamente, la segunda gran duquesa Britta
llegando, ¿verdad?
Estoy cerca de vomitar mis tripas ante la idea.
—Consigue controlarte. —La cara de Luke es suave como la seda mientras las
cámaras y teléfonos parpadean a nuestro alrededor—. Estás borracho. La Loba
tendrá un día de campo con esto. ¿En qué mierda estabas pensando Chris?
En que estoy cansado de ser el príncipe perfecto.

19
3
Elsa

—A
bsolutamente no.
Al menos, eso es lo que creo que Charlotte está
diciendo, pero debido a que su bebé está chillando
directamente en el receptor, no puedo estar segura. Quito
el teléfono de mi oreja, pero incluso a varios centímetros de aire no disminuye el
timbre.
—Lottie, quiero decir que esta es la mejor manera posible, pero tienes que
empujar un chupete en la boca de Dickie antes de dejarme sorda.
Creo que grita: “¿Qué?” Pero el infante ahora suelta sus lamentos a niveles
altos.
—¡Dale el chupete! —Mi propia voz es peligrosamente estridente. Gracias a
Dios estoy sola en mi oficina, porque tengo que sonar como una loca, gritando en el 20
teléfono.
—¡No voy a darle a mi bebé un batido! —Es lo que creo que grita—. ¡Toma
leche!
Oh por el amor de…
—¡EL CALMANTE, LOTTIE! ¡MÉTELO EN SU BOCA!
—¡MI BEBÉ NO ES TONTO!
Claramente está privada de sueño si ni siquiera puede recordar que los
chupetes se llaman calmantes.
—¿Dónde está Josef?
El alboroto de Dickie se levanta unos decibeles.
—¿QUIÉN?
—TU ESPOSO.
—¿QUIÉN?
Cuelgo y sueno el timbre para que mi auto sea traído. Como quedan dos hasta
que me vaya a California, gritar en un teléfono no es una manera productiva de
pasar mi tiempo. También podría ir y gritarle en persona.
Cuando me aparezco, encuentro a Charlotte en un montón de cansancio, su
cabello es menos que impecable, sus ropas arrugadas y manchadas con lo que sólo
puedo asumir son fluidos corporales del bebé que duerme en su hombro. Hipa
suavemente mientras golpea ligeramente un ritmo inestable contra su espalda.
Abro la boca, pero me silba. Así que tomo asiento y espero hasta que el
pequeño lord Dickie es pasado a la niñera que le obligué tener a mi mejor amiga.
Ella y su marido creían que podían manejar su orgullo y alegría por sí mismos, pero
con su trabajo en el Parlamento y el suyo como mi asistente personal y privada,
pronto se dieron cuenta que hacer todo ellos mismos era más fácil de decir que de
hacer.
Aun así, Charlotte Nordgren está dando su mejor esfuerzo. Normalmente,
arregla mi existencia con la facilidad y la gracia de un general militar. Puedo contar
con una mano las veces que perdió su legendaria frescura con alguien en mi
presencia. Sin embargo, hay un pequeño humano que parece haber aspirado su
alma directamente y dejado a una zombie a su paso, porque la Charlotte que
conozco nunca me callaría tan descaradamente.
—Ahora —dice tan pronto como el ambiente se aclara—, ¿creo que me estabas
pidiendo obtener un boleto de avión de ida a Suiza? ¿Sintiéndote nostálgica?
Resoplo.
—Apenas.
Charlotte y yo nos conocimos en un internado en Suiza. Si tal nostalgia existe,
es por ella y muy poco más. 21
Le sirvo una taza de té de la bandeja mientras el ama de llaves medio entra.
—Sus Serenísimas Altezas saben que estoy familiarizada con ese país, por lo
que es el primer lugar donde verían. Estoy dispuesta a ir donde sea, siempre y
cuando pueda salir en las próximas doce horas.
Se derrumba en un sillón, con los brazos y piernas abiertos en todas
direcciones. A juzgar por las bolsas bajo sus ojos, me arriesgaría a decir que no ha
dormido demasiadas horas.
—¿Por qué quieres que te lleve fuera del país, Elsa? ¿Asesinaste a alguien?
¿Malversaste las arcas del país? —Incluso su sonrisa es cansada mientras se refiere
a mi broma—. Esa serías tú, esperando hasta que estuviera de baja por maternidad
para causar estragos
—Algo peor. —Le paso la taza que preparé—. Asistiré a la Cumbre Decenal en
cuarenta y ocho horas.
Sus ojos se abren detrás de la porcelana. Los Reales no hablan de la Cumbre
con los que están fuera de sus círculos más íntimos, es la forma en que hemos
logrado mantener el secreto de las reuniones en el pasado. Pero como mi consejera
más confiable y más cercana, Charlotte sabe todo lo que hay que saber sobre la
Cumbre Decenal y la MMR.
—Maldita sea, Elsa.
Ah, ahora lo capta.
Se sienta con la espalda recta, con su cabello meloso silbando suavemente
alrededor de sus hombros.
—Iré… tengo que llamar a Josef, decirle que estaré…
—No seas tonta. Tú no irás. Cumbre o no, seguirás estando de baja por
maternidad.
—Elsa. —Su agotamiento encuentra su camino para salir de la habitación con
firme determinación yendo a la vanguardia—. ¿Dónde se celebrará?
—En California.
—En California, ¿en Estados Unidos?
—¿Hay otras Californias en el mundo? —medito.
—¡Este no es momento para bromas!
—Soy muy consciente de eso, a pesar de mis patéticas súplicas para sacarme
del país. Quizás debería haber pedido que me encontraras un marido de alquiler en
su lugar. ¿Por casualidad sabes de algún servicio de escolta de buena reputación?
Su taza de té fue desechada en una mesa cercana, Charlotte localiza uno de los
cientos de cuadernos ensuciando su casa.
—¿Qué dijo Su Alteza? ¿Existen objetivos de los que debamos saber?
—¿Objetivos?
22
—Futuros maridos —dice con seriedad—. ¿Hacia quién se está inclinando el
príncipe Gustav? No me puedo imaginar que te esté arrastrando a California sin
varios objetivos en mente.
Hace un punto alarmante, pero aún válido.
—Nada se me dijo todavía.
—Tengo que llamar a Josef, ver si hay algún país que el Parlamento haya
estado pescando con caña para reforzar los acuerdos comerciales. O un tampón de
alianzas, sobre todo a cuadras de los votantes de la UE. —Garabatea como una loca
inflamada—. Lo último que supe, es que se hizo un llamado hacia la
subcontratación agrícola, teniendo en cuenta los recientes cultivos de mala calidad
debido al calentamiento global. Quien ahora tiene buenos precios de exportación.
—Está fuera de su silla, moviéndose alrededor de la habitación a su teléfono—.
Maldita sea. Creo que también se habló de hierro. Y luego está el más ferviente
deseo de Su Serenísima Alteza de convertirse en el Mónaco del norte, lo que
requeriría un montón de capital.
No me extrañaría que mi madre susurrara nombres de pretendientes
ridículamente ricos en el oído de mi padre, todo en nombre de asegurar su gloria y
sus sueños.
—Recibí órdenes de no ponerlos en marcha todavía.
—Su Serenísima Alteza no entra en estas situaciones sin una salida. —Su
teléfono aparece debajo de una pila de libros para bebés—. Apuesto a que todo lo
que obtendré de tus padres es que ya han seleccionado a alguien para ti. Y luego un
par de refuerzos si su primera opción resulta inviable.
Esa es otra razón por la que Charlotte vale su peso en oro.
—Te das cuenta que Vattenguldia tiene muy poca influencia política en el
mundo, ¿no? Dudo mucho que cualquier matrimonio mío pueda cambiar eso.
Estoy impresionada que mis palabras sean constantes mientras la falsedad se
desliza. Mi madre ha insistido mucho con todos en nuestra familia que, si elijo
correctamente, la visibilidad de nuestro principado podría expandirse
exponencialmente. Y como Su Serenísima Alteza tiene sus miras puestas en los
turistas de América y de Asia y en sus bolsillos profundos, no hay duda que parece
sacar provecho de esa creencia.
Después de todo, al mundo le encanta un buen cuento real de hadas.
Charlotte ya está marcándole a su marido.
—Son los tres pies del gato.
—Está fuera de mí que huya del país en este momento, dudo mucho que,
aunque supiéramos quién es el príncipe que se presente como un futuro nuero,
tenga otra cosa que decir de lo que va a suceder.
El teléfono es arrancado de su oreja mientras me mira con incredulidad.
—¿Quién eres y qué has hecho con Elsa?
Revuelvo mi té, a pesar que el azúcar se ha derretido hace mucho. La confiable
Elsa se encuentra actualmente en estado de crisis, muchas gracias. 23
—Muchos miembros de la realeza se casan exactamente con quiénes quieren
—dice—. Mira todos los plebeyos y los entrenadores que están ahora felizmente
casados en la realeza. ¿Por qué no puedes enamorarte de tu entrenador, Elsa?
—Hedda es una mujer increíble, y atractiva para empezar, pero ya está
felizmente casada y tiene una gran cantidad de hijos —digo secamente.
—Mi punto es válido. Hay un montón de gente de tu calaña que está casada,
como resultado de su propia voluntad.
—No sé si estarán solteros durante la Cumbre Decenal.
Golpea su bloc de notas sobre una mesa y se acerca para sentarse a mi lado en
el sofá.
—¿Su Serenísima Alteza realmente quiere seguir adelante con que te cases con
alguien que no conozcas? ¿O del que no estés enamorada?
Bajo mi taza de té.
—Sí. Me olvidé de mencionar que Isabelle también vendrá. Será un dos-por-
uno: las princesas de Vattenguldian serán los dos nuevos logros políticos.
La pena en el rostro de mi mejor amiga me hace querer arañar mi propia
rabiosa frustración.

24
4
Christian
L a piedra que mi padre patea, salta por encima del agua del estanque en
el borde de los jardines de palacio; las ondas apenas se forman a medida
que cae a profundidades ocultas. Mete sus manos en los bolsillos y
levanta la vista hacia el enojado cielo.
—Va a llover hoy, creo.
Llueve mucho en Norslœ, por lo que es básicamente como si dijera que “La
hierba es verde” o lo que otras estúpidas personas de mierda dicen cuando están
intentando hacer una pequeña charla irreverente. Pero ese es el modus operandi de
Andres de la Warren, especialmente en situaciones difíciles.
La manada de perros de Lukas nos pasa corriendo, dispersando a los patos en
el estanque. Mi hermano grita sus nombres, pero ya que son las únicas criaturas
verdaderamente caprichosas y desobedientes en los jardines de palacio, no le 25
prestan ninguna atención.
—A la mierda la lluvia —dice—. Vamos a hablar de cómo Chris y yo vamos a
ser corderos de matadero mañana. ¿No puedes hablar con La Loba de esto?
Érase una vez, creo que mi padre era un hombre con confianza. Era popular,
divertido y carismático, el favorito de la sociedad española y los medios de
comunicación. Tenía novias y dinero e incluso jugó un año en un equipo de fútbol
profesional español. En un abrir y cerrar de ojos, su tío, el rey, lo vendió a mi
madre por beneficios bancarios durante una de las MMR y lo envió al norte.
Aislado del Mediterráneo y atrapado en lo que se dio cuenta rápidamente era un
matrimonio antagónico y sin amor con una Loba, mi padre al principio se rebeló,
hasta que mi madre, de alguna manera, lo rompió hasta la sumisión. Ninguno de
nosotros sabe cómo lo hizo, pero los susurros en el palacio dicen que toda joie de
vivre desapareció hasta que no fue más que un títere de La Loba, trotando cuando
era necesario.
No es un verdadero gran duque. En cambio, es el príncipe consorte silencioso
de la gran duquesa Britta de Aiboland. Así que para Lukas incluso preguntarle eso
es absurdo. Aun así, dice mi padre, en su acento persistente más notable en el aire
fresco que en el interior:
—Mis hijos, está decidida a encontrarles partidos apropiados en la Cumbre
Decenal.
Se inclina y saca una roca lisa del barro debajo de nuestras botas de agua. Con
un movimiento de muñeca, la piedra vuela hacia el estanque y salta una, dos, tres
veces por la superficie.
—Estoy decidido a decirle que se puede ir al infierno —murmura Lukas.
Durante horas después que llegamos a casa del pub, mi hermano y yo
compartimos ideas sobre maneras para que escapar de las maquinaciones de La
Loba. No encontramos soluciones, a excepción de Parker llamando a los periódicos
locales y dando dinero por favores para tener fotografías de la homosexualidad no
publicada.
—He oído —dice mi padre—, que la chica Vattenguldian es preciosa, Christian.
—Bueno, mierda. Eso hace que todo esté bien, ¿verdad? —Lukas saca un palo
de una de las bocas de sus perros y lo tira a la distancia—. ¡Chris! ¿Oíste eso?
Mientras la señorita sea bonita, nada más importa. Podría ser una idiota
consanguínea o una perra delirante como La Loba, pero siempre y cuando su rostro
sea agradable a la vista y los bebés salgan preciosos, serás afortunado. —Finge
caminar en línea como uno de los guardias ceremoniales fuera del palacio—. Larga
vida a Aiboland, una isla con hermosos e insignificantes miembros de la realeza en
un mundo que considera a las monarquías obsoletas.
Nuestro padre suspira.
—Lukas...
Las gotas de lluvia salpican mi mejilla cuando alzo la vista.
—Me pregunto qué sería necesario para dar un golpe de estado. 26
Lukas reclama el palo de uno de los perros.
—Bolas de titanio, me imagino. —Una risita amarga se le escapa—. No es tan
factible para los eunucos emocionales como nosotros, ¿verdad?
—¿Sabías que tu tío planeaba organizar tu matrimonio? —pregunto a nuestro
padre.
Se agacha para acariciar a uno de los perros menos desagradables. Como hay
cinco, y he estado fuera durante años, aún no he hecho el esfuerzo de aprenderme
todos sus nombres.
—Había oído rumores de la MMR de mis primos, pero ciertamente nunca
pensé que sería valioso para cualquier influencia en tales asuntos. —El perro
inclina su cabeza contra la pierna de mi padre—. Pero mi madre siempre advirtió
que, como el sobrino del rey de España, mi futuro no siempre sería mío para hacer
lo que quisiera.
Es inútil discutir con él, sobre todo porque sé que en absoluto tiene ninguna
influencia en La Loba. Y aun así, como una especie de imbécil que no sabe cuándo
mantener la boca cerrada, digo:
—Es el siglo XXI. ¡Los matrimonios concertados son arcaicos!
—Hay un montón de lugares en el mundo donde ese no es el caso y lo sabes —
argumenta mi padre.
—En los países del primer mundo, sin duda es el caso. Si no me equivoco —La
mirada que Lukas da a nuestro alrededor, es exageradamente extensa—, a pesar
que esta isla sea un agujero de mierda en el Mar Báltico, todavía somos
considerados del primer mundo… o eso es lo que la gente cree, teniendo en cuenta
nuestra riqueza. Así que el punto de Chris sigue vigente. —Mete la punta de una
bota en el barro, succionando un agujero—. Hay una gran cantidad de miembros de
la realeza que ahora pueden casarse con quien sea que sientan que es correcto.
—No durante la Cumbre Decenal —dice nuestro padre en voz baja.
Lukas se aleja, yéndose ofendido hacia el borde del estanque.
Una mano se apoya en mi hombro.
—Mi hijo, debes entender que…
—No —digo—. Realmente no lo entiendo.
Me sorprende cuando no se da la vuelta y sólo lo deja ir como cada vez que
tiene una confrontación en esta familia.
—No somos como las demás personas. No tenemos el lujo de hacer lo que
queramos, sin importar lo que el resto del mundo piense de nosotros. Tienes un
deber con este país, Christian. Luchar contra las expectativas sólo te llevará al dolor
y a la miseria.
Las nubes por encima de nosotros se abren. Lukas grita una orden para reunir
a los perros, así podemos regresar al palacio. Mi padre se mueve para continuar,
pero lo detengo con una mano en su hombro.
—Eso es profundo, viniendo de ti. 27
—Viene de mí —dice en voz baja—, porque hablo por experiencia.
Siento como si algo me golpeara.
—No quiero lo que tienes. Quiero... —Tiro de mi cabello mojado—. Mierda...
amor, ¿tal vez? ¿Amistad, al menos? Si tengo que casarme con alguien, quiero que
sea porque la elegí, no porque mi maldito monstruo de madre me obligó.
Pero entonces él se va sin decir nada más. Pelaje marrón vuela mientras los
perros lo rodean en el camino de vuelta hacia nuestra prisión.
5
Elsa
¿C ómo llaman a esos momentos finales, desesperados de la condena,
donde dulces y suaves misericordias son rogados, sólo para que esas
frágiles esperanzas cuidadosamente cultivadas sean pisoteadas
implacablemente bajo botas de puntas de acero? Una apelación, ¿tal vez?
Lo que sea, esa era yo una hora antes que dejáramos Vattenguldia en un jet
privado. Fui con mi padre con el orgullo metido en un bolsillo, pidiendo por
compasión y comprensión.
Él no se inmutó.
—Estas tomándote esto demasiado personal.
—¿Cómo no podría? Esto es personal. ¡Es mi vida!
—Tu vida es una de servicio. Tienes una oportunidad ahora de hacer la
diferencia por nuestro país, así como Isabelle. Dos oportunidades masivamente 28
beneficiosas. Si no estás satisfecha con tu cónyuge, haz como yo he hecho.
Estaba sorprendida.
—¿Quieres que me busque por mi cuenta un buen amante a la antigua?
Él se enfureció más conmigo mientras el tiempo pasaba. Me pusieron
sonoramente en mi lugar, recordándome que, sin importar si me casaba con un
mayordomo o con un príncipe, haría lo que mejor fuera para Vattenguldia. Y lo
haría porque soy de la Casa de Vasa, y vivimos y morimos por la tradición.
La tradición, como estoy aprendiendo, no es tan color de rosa como lo fue una
vez.
Después de ese edicto, mi trasero fue subido en nuestro jet privado y ahora
estoy en la tercera etapa de nuestro viaje mientras viajamos desde Los Ángeles
hasta la costa hacia un pequeño pueblo llamado San Simeón. Cuando comenzamos
nuestro aterrizaje, mi hermana se acomoda en el asiento al otro lado del pasillo.
Está tensa y en silencio, sus dedos enlazados firmemente en su regazo. No creo que
Isabelle haya pronunciado más de veinte palabras todo el viaje. Poco antes que
despegáramos, agarró mi brazo y murmuró:
—Despiértame de esta pesadilla. Así no puede ser como todo termine.
Respondí:
—Sólo si me despiertas primero.
Después de eso, su cara de póquer cayó firmemente en su lugar, pero la
conozco mejor. Está tan estresada como yo por esta farsa, probablemente incluso
más. A diferencia de mi soltería, mi hermana está actualmente envuelta en una
desordenada, pero apasionada relación de la que nuestros padres no saben nada.
Murmuro:
—Dile a papá. Es nuestra tarjeta de salir de la cárcel.
Una rápida y severa negación es la única respuesta que recibo, dejándome
confundida. ¿Por qué continuaría escondiendo tal cosa especialmente ahora?
Isabelle es reservada, casi hasta la exageración, pero nunca ha sido una presa fácil,
o al menos no de la clase que mis padres desearían.
Aunque, hasta esta semana, habría dicho lo mismo de mí. Y aun así aquí
estamos, las chicas Vasa, camino al último Mercado Matrimonial. Más allá de las
ventanas del jet hay pequeñas colinas verdes multicolores, y agitadas aguas
rompiendo contra las costas doradas. En la distancia, nuestro destino se
materializa: en lo alto de una colina, rodeadas por los densos árboles, unas torres
blancas se asoman en el océano.
He estado rodeada de arquitectura hermosa toda mi vida. Crecí en
Vattenguldia, pasé mucho tiempo en Escandinavia. Fui a la escuela en Suiza, y pasé
las vacaciones a menudo en Francia e Italia. He visto asombrosos edificios de todas
las épocas. Y aun así, el primer vistazo del Castillo Hearst me tiene preguntando si
alguna vez de verdad he observado una vista tan impresionante.
No parece ni siquiera real. Lo cual encaja, supongo, considerando que todavía
siento como si toda esta maldita situación no puede ser posible que esté 29
sucediendo.
Minutos después, nuestro jet aterriza en una pequeña franja en la base de la
colina. Una camioneta está esperando, junto con el príncipe de Liechtenstein.
—¡Gustav! Justo a tiempo —dice en voz alta mientras desembarcamos—. El
maestro de ceremonias se reúne en una hora, y se necesita tu experiencia.
No hay tiempo para inútiles charlas en la pista. Aviones de Japón, Arabia
Saudita, Malasia, y Suazilandia están llegando a la hora. De hecho, al momento en
que nuestro equipaje es guardado y las puertas de la camioneta se cierran, el jet
sale rápido por la franja.
—¿Estuvo cómodo el viaje?
Toma un momento darme cuenta que la pregunta va para mí. Aparto la
mirada de la ventana, y la encuentro con el monarca de Liechtenstein.
—Muy agradable, Su Alteza. —Porque obviamente he caído al Río Estigia y me
estoy acercando rápidamente al infierno.
Si el infierno es un hermoso y glamoroso castillo en una colina en California.
—Mi hija le manda su cariño —continúa el príncipe amablemente—. Desea
poder asistir a la Cumbre, pero por desgracia, los compromisos en casa se lo
impiden.
No hay ninguna posibilidad que la princesa de Liechtenstein desee estar aquí.
Ya está casada. Probablemente está emocionada que jamás tenga que ser sacada a
relucir en ninguna de las Cumbres.
Chica con suerte.
Le digo al príncipe:
—Por favor transmítale mis saludos y mi cariño también, Su Alteza.
Desde ese punto, mi padre y su amigo hablan. Mantengo un oído en sus
discusiones; aparentemente, un número de pequeños estados quieren juntarse para
tener mayor voz en la política global, pero la vista de mi ventana es mucho más
exigente. Subimos la colina esmeralda a través de un sinuoso camino que deja al
castillo dentro y fuera de la vista. Árboles frutales y suculentas plantas alinean el
camino, y debo decir, que para ser el infierno, estoy encantada. Y aún más cuando
nos detenemos en un amplio juego de escalas que llevan a un patio con una fuente
de mármol, y un castillo-catedral color crema estilo mediterráneo.
Mi padre y su amigo no le prestan ninguna atención a la vista mientras
bordean la fachada principal. Pero Isabelle y yo nos detenemos, admirando las
torres por encima de nosotras así como las vistas exuberantes del océano cerca.
¿Esto es California? ¿Los Estados Unidos, una tierra tan joven que edificios de
principios del siglo veintiuno son nombrados históricos?
Isabelle resume a la perfección de lo que vemos murmurando:
—Vaya. 30
De hecho, vaya.
—Leí sobre la ubicación, Su Alteza. —Sorprendidas, mi hermana y yo nos
damos vuelta para encontrar a Bittner a unos metros detrás de nosotras—. El
dueño original estaba interesado en coleccionar arte europeo y arquitectura. Gran
parte del castillo o de las casas de huéspedes tienen piezas incorporadas en su
estructura, tal y como la fachada medieval y la puerta frente a nosotros, o tienen
facsímiles creados para incorporarse.
—Tiene una sensación muy española, ¿verdad? —reflexiona Isabelle.
—De hecho, Su Alteza. Y aun así, hay piezas a lo largo de las tierras que son
romanas, británicas, italianas, o de otros países y épocas. —Él entrecierra los ojos
ante las grandes torres que se asoman a los lados de la construcción—. Es un
revoltijo, para estar seguros. Este es Casa Grande. —Nos hace señas a una puerta
lateral—. Mientras que se nos concede más libertad alrededor del Castillo que a la
mayoría, todavía estoy encargado de informarles que hay muchas partes que
debemos tener cuidado de evitar. La puerta principal, por ejemplo, lleva a una
antigua puerta de mosaico romano que no debe ser tocada.
Entramos a un gran cuarto medieval todavía con la sensación romana
rodeando las sillas de coro de madera. Una mujer en una ajustada falda azul
marino y una chaqueta portando una etiqueta con su nombre da un paso al frente.
—Puedo ser la primera en darles la bienvenida oficialmente al Castillo Hearst
—nos dice—. Mi nombre es Nicole, y soy una de las guías del Castillo. Estoy para
darles un pequeño recorrido por las tierras, mostrarles su habitación, y responder
cualquier pregunta que puedan tener sobre su estancia aquí en La Cuesta
Encantada por la siguiente semana.
Una ridícula pregunta viene mentalmente para una princesa acercándose a su
tercera década de vida, ¿tal vez sabe con quién voy a ser emparejada?
—Gracias, Nicole. —Me trago mi amargura hasta un momento después—.
Estamos muy complacidas por la oportunidad de visitar una locación tan hermosa
e histórica en California.
Bittner se disculpa para reunirse con nuestro padre, informándonos que lo
contactemos de inmediato si hay algo que necesitemos.
A pesar de las ansias de ir a cualquiera que sea la habitación que nos han
asignado y escondernos de lo inevitable, Isabelle y yo seguimos a Nicole por la
siguiente media hora mientras nos da un recorrido por la casa principal, las tres
casas de huéspedes, los suntuosos jardines costeros, los asombrosos patios con
vistas al océano y las montañas, y las dos magníficas piscinas que nos dejan tanto a
Isabelle como a mí celosas que no sean nuestras. Para el momento que llegamos a
nuestra habitación; un pequeño asunto con una cama doble, un escritorio, varias
sillas, y una cama empotrada en la esquina. A regañadientes admito oficialmente
que el Castillo Hearst me ha encantado.
Es una terrible profecía. 31
Nuestra guía asegura que nuestro equipaje ha llegado a salvo al cuarto y ya fue
desempacado.
—Como estoy segura que se dieron cuenta en nuestro recorrido, el comedor,
aunque es muy grande, no es lo suficientemente grande para acomodar a todos ahí.
El desayuno, el té y los almuerzos serán servidos al estilo buffet, pero las cenas
serán hechas en varios patios a lo largo de la propiedad. Esta noche será hecha en
la Piscina Neptuno. —Hay orgullo en su sonrisa—. Es un espectáculo impresionante
al atardecer.
—¿Esa es la piscina al aire libre? —Isabelle tiene una ridícula mirada de
ensueño para una mujer que está a punto de casarse con alguien que no es su
prometido—. ¿La que tiene el templo romano al frente? Porque de verdad creo que
prefiero robárselas y llevarla a casa.
Nicole se ríe amablemente, como si es algo que escucha todo el tiempo.
—Sí, Su Alteza.
—¿Planeas tomar el sol mientras estamos aquí? —pregunto irónicamente
mientras la guía cierra la puerta tras su salida.
—Tal vez. —Mi hermana se deja caer en una de las sillas tapizadas de la
habitación. Apunta un paquete que Nicole me trajo que incluye mi itinerario
semanal—. Pensé mucho en nuestro vuelo hasta aquí. —Su cabeza se inclina contra
el cojín, los rizos oscuros moviéndose sobre un hombro—. Déjanos al menos
intentar sacar algo bueno de una mala situación. Ambas estamos pálidas como un
muerto. Si debemos sufrir durante el MMR, déjanos al menos tener un bronceado
californiano.
Miro por la ventana. Otros reales están vagando alrededor con sus guías.
—Desearía poder unirme, pero estaré en las reuniones.
—Papá últimamente está pidiendo más y más para tu entrada. Al menos hay
un resquicio de esperanza para ti.
Suspiro triste de molestia.
—Ayer me entregaron un expediente lleno de temas de conversación. Su
Serenísima Alteza no está más interesado en mis opiniones acerca de Vattenguldia
y el mundo general de lo que vamos a usar esta noche. Estoy para repetir sus
puntos de vista toda la semana.
—¿Estás nerviosa?
Me aparto de la ventana cuando pregunta eso en voz baja.
—Yo lo estoy —dice llanamente. Con tristeza.
Voy a posarme al borde de la cama.
—Si revelaras tu relación con Alfons, esto no sería un problema para ti.
Deja salir un suspiro antes de negar.
—Isabelle, ya estás comprometida. 32
Sus palabras son bajas, pero firmes.
—No puedo hablar de eso.
Alzo mis cejas. ¿Desde cuándo mi hermana no quiere derramar poesía sobre
su prometido?
Se inclina hacia adelante, bajando su voz todavía más.
—De todos modos no importa. Nuestros padres me llamaron a la oficina de
papá antes que nos fuéramos y dejaron las cosas claras. Nada de lo que tú o yo
digamos significará algo en este punto. No hay cómo disuadirlos de lo que crees
será lo mejor para el país. Así que, por favor… —Sus dedos se curvan alrededor de
los míos y aprietan—. Te estoy pidiendo que respetes mi privacidad mientras
estamos aquí.
Me echo hacia atrás como si me hubiera abofeteado.
—¿Crees que si papá descubre que estás comprometida no tendría ningún
influencia?
—¡Elsa! —Mi nombre sale con fuerza y rabia de sus labios—. ¡Basta!
Y entonces se queda en silencio, sabiendo que cruzó la línea. Me levanto,
sintiendo la sangre escapar de mi rostro de pura furia.
—Hermana o no, no tienes por qué gritarme así.
—Me disculpo. Sólo…
—No hay necesidad que me expliques nada. —Me alejo antes de pronunciar
algo que podría lamentar—. Voy a dar un paseo. Asegúrate que el vestido para la
cena esté colgado y planchado.
Se muerde el labio, pero asiente. Y luego salgo por la puerta.

33
6
Christian

L
ukas murmura en voz baja:
—A la mierda esto. ―Antes de alejarse.
La Loba se acerca a donde estoy parado.
―Controla a tu hermano. No toleraré que nos avergüence.
La idea de controlar a mi hermano es hilarante. Por mucho que me respete y
me admire, no hay nada que pueda decir para convencer a Lukas que cualquier
parte de este viaje es aceptable. Mierda, su único propósito para venir a la Cumbre
es ser un peón para nuestra madre y lucir atractivo para futuros suegros.
¿Yo? Al menos puedo declarar que estoy aquí parcialmente por negocios. De
acuerdo con Parker, tengo todo un itinerario de reuniones programadas.
La Loba saluda cruzando los jardines a la reina de Inglaterra y su heredera. 34
—Asegúrate que ambos estén impecablemente vestidos para la cena de esta
noche.
Las palabras “vete al infierno” son tan malditamente difíciles de contener.
La británica monarca camina en línea recta hacia nosotros. Mi madre se gira
hacia mí, llevando sus manos a mis hombros para suavizar arrugas imaginarias en
mi camisa. Y entonces se inclina, presionando sus labios rosa mate sobre mi
mejilla.
—Sé un buen chico y ve a ponerte deseable. Te veré a ti y a tu hermano en la
cena. —Afortunadamente, deja de prestarme atención para poder decir en voz alta
el nombre de su amiga.
Los modales señalan que me quede y presente mis respetos, pero La Loba
básicamente me ha dicho que me largue de aquí. Por una vez, estoy más que feliz de
hacer lo que ordena, así que me voy sin más palabras.
Una vez que llego a los escalones de la casa, saco un pañuelo y limpio el labial
de mi mejilla. Sin embargo, no logro reprimir el escalofrío de disgusto que me
atraviesa. Dios. Es mi madre, y le debo mi vida, pero cualquier toque de su llamado
afecto hace que mi piel se estremezca.
Maldición, necesito un trago. Tal vez incluso varios para prepararme a los
horrores esperándome esta noche. Le escribo a Parker y le digo que me vea en mi
habitación. Si voy a estar molesto, bien podría tener a alguien presente para
asegurarse que no haga un completo imbécil de mí mismo. Y entonces subo
rápidamente la escalera estrecha hasta llegar al segundo piso, esperando poder
recordar exactamente dónde está la suite dúplex en la que me estoy quedando.
Recibo un mensaje de Parker, diciéndome que va en camino. Antes de
meterme el teléfono en el bolsillo, me estrello contra una mujer en el pasillo.
—¡Cuidado! —espeta en un acento inglés.
Doy un paso atrás, listo para disculparme por no prestar más atención por
dónde estaba caminando, pero entonces la veo mejor.
Santa mierda.

35
7
Elsa
E
stamos en un punto muerto, este hombre y yo, donde le estoy mirando con
recelo y él a mí en respuesta, ambos como ciervos atrapados ante los faros
de un auto después de casi chocarnos en este estrecho pasillo.
Por amor de Dios, es demasiado apuesto. Demasiado todo, en realidad. Sus
ojos son demasiado hipnotizadores; vívidos, ámbar brillantes ribeteados con caoba
y salpicados con pecas que son demasiado atractivas. Su cabello es demasiado
ondulado, demasiado hermoso y castaño, como los granos del expreso que me
regalan el éxtasis matutino. A pesar de un leve rastro de barba, su piel es
demasiado perfecta. Su ropa es demasiado bonita, y sus zapatos de cuero de
estilista de demasiado buen gusto.
Físicamente, él es demasiado, grandioso.
Me devano los sesos para emparejar el rostro que tengo delante con un 36
nombre. Ah. Ahí está. Éste es un compañero heredero de otro minúsculo país de la
Unión Europea. Este es el gran duque heredero de Aiboland, el príncipe Christian.
Es de mal gusto ser tan crítica, especialmente sin escuchar su voz o saber nada
aparte de lo que los cotilleos dicen sobre él, pero no quiero tener nada que ver con
este hombre. Lo cual es gracioso, porque cuando era pequeña, secretamente
anhelaba conocerle. Cercano a mi edad y un compañero escandinavo, su país no
está muy lejos del mío. Tenía una esperanza infantil que incluso pudiera ser un
espíritu afín, de que él sabía lo que podía significar el peso de una corona y un reino
(o un principado o un gran ducado) para un joven heredero. Sin embargo, antes
que estuviéramos juntos en una habitación, o incluso en el mismo país, su madre le
envió a un internado en algún país extranjero (¿tal vez al Reino Unido?) y yo fui
enviada a Suiza, dejando todo lo que iba a aprender sobre el príncipe Christian en
manos de la prensa. Todas las suposiciones sobre ser espíritus afines no eran más
que basura. Este príncipe no es un espíritu afín. Él y yo… no somos nada más que
compañeros reales menores en un gran mundo lleno de países más poderosos e
influyentes.
Es mejor ni hablar con él, o con ninguno de los príncipes presentes, al menos
voluntariamente. El MMR es legendario por la cantidad de encuentros de una
noche que ocurren entre herederos.
Por un momento, ardientes unos ojos se clavan en mí, mirándome
descaradamente como si nunca antes hubieran visto a una mujer. Los vellos de mi
nuca se erizan con indignación, pero luego parpadea, y la mirada desaparece.
Sin embargo, antes de darme la vuelta sobre mis talones, me ofrece lo que
técnicamente podría llamarse una sonrisa que en realidad es demasiado
impresionante para describirla bien, con dientes tan blancos que enceguecen y me
pregunto si son cubiertas.
—Mis disculpas —me dice en inglés, con un acento demasiado nítido sin
ningún indicio de nuestra herencia escandinava.
Hace que quiera simultáneamente apretar los dientes y suspirar con alegría
porque su voz y su acento son demasiado sexys y encajan perfectamente con su
aspecto. Y luego, justo cuando pienso que no puedo estar de pie apropiadamente
por más tiempo, me hace una reverencia demasiado perfecta, desde la cintura, con
un brazo cruzado en su pecho, como si hubiera tenido toda una vida para practicar
sólo ese movimiento para embelesar a las señoritas alrededor de él.
—Soy…
No. No puede hablarme con dulzura. O mirarme de esa forma. ¿Piensa que
soy una de las solteronas que concurren estos minúsculos pasillos buscando un
semental? ¿O que desde el momento en el que he llegado, he estado a la caza de
alguien para que me aleje la mente del MMR?
Levanto una mano y la muevo a través del aire; increíblemente, se calla de
inmediato. Jesús todo poderoso. Tiene modales demasiado perfectos. ¿Parará de
una vez?
No puedo creer que haya estado aquí sólo por una hora, y ya tengo que
sermonear a los hombres. Mecanismos de defensa que ni siquiera sabía que tenía 37
se ponen en acción.
—Mira. No quiero que te tomes esto a mal, pero sin importar lo que puedas
pensar, no soy una presa fácil. Guárdate tus propuestas o proposiciones para otra
persona. —Mi espalda se endereza, recta como una vara, mientras los modales
inculcados por mi madre luchan por tomar el control—. No estoy aquí para eso.
Sin importar lo que mis padres crean o insistan.
Es un alivio decirlo, aunque sé que estoy nadando contracorriente. Tal vez,
sólo tal vez, si a puertas cerradas me las arreglo para hacerme indeseable, estos
príncipes hincarán los talones y se negarán a siquiera pensar en la posibilidad de
emparejarse con la princesa heredera de Vattenguldia.
En el calor de mis palabras, la boca de Christian se abre, y sus ojos se amplían
significativamente. Sus mejillas arden como si le hubiera abofeteado elegantemente
por la impertinencia. Lo cual tal vez debería haber hecho. Excepto que esta
vergüenza es demasiada desarmadora en él.
Debo salir ya de este minúsculo pasillo.
Sus palabras salen a cámara lenta por la confusión:
—¿Perdón?
—Estoy aquí por… —Sabe por qué estoy aquí. Él también está aquí por lo
mismo. Pero le espeto—: Trabajo y nada más. ¿Lo entiendes?
Sigue mirándome como si no pudiera creer que le haya interrumpido tan
gravemente en público. Y tal vez no pueda, ya que incluso admito que es casi
inconcebible que alguien rechace un ejemplar principesco tan bueno. Excepto que
no soy cualquiera. Y estoy malditamente segura que no estoy disponible para el
mejor postor, incluso si es tan brillante como éste.
Sin una palabra más, hago una educada reverencia. Sólo porque rechacé sus
encantos principescos, no significa que no tenga modales. Y luego me fuerzo a
pasar más allá de él en el estrecho pasillo para retirarme a mi habitación.
Cuando mi hombro roza contra su brazo, su olor se arremolina alrededor. Es
ligero, pero maldito sea, incluso huele demasiado delicioso.
Una vez que estoy fuera de su vista, empiezo a caminar con un ritmo vigoroso.
Y luego encuentro un bonito y pequeño rincón donde intento calmar mi acelerado
pulso.
Los horrores de esta semana ya han clavado sus garras.

38
8
Christian
¿Q
ué acaba de pasar?
Todo lo que quería hace cinco minutos era ir a algún lugar, a
cualquier lugar donde no incluya hojas de cálculo o madres o padres
desesperados por inmigrar a sus herederos preciados a los reinos
vecinos. Preferiblemente en algún lugar con bebidas alcohólicas. Como estoy
atrapado en esta colina hasta la próxima semana, pensé que la mejor cosa siguiente
al bar Sven’s Pig & Roast era mi habitación y el pequeño bar en el que mi madre
insistió.
Y entonces la princesa heredera Elsa de Vattenguldia apareció.
Por un momento, me sentí... no sorprendido, porque eso me haría sonar como
un jodido idiota, pero algo parecido. Hubo un nórdica Valkiria delante de mí aquí
en el Castillo Hearst, y era todo fuego, honradamente e inhumanamente 39
encantadora, lo que tenía sentido desde que ella tenía que ser un producto de mi
imaginación. Excepto que luego espetó... una negación a una propuesta nunca
pronunciada.
Santa. MIERDA. ¿¡Pensó que me estaba proponiendo!?
—¿Su Alteza?
Parker está ahí, pilas de carpetas en sus manos, mirándome como si teme que
tuviera un derrame cerebral en medio del pasillo. El cual podría tener, teniendo en
cuenta lo que acababa de suceder. Las mujeres no van al azar gritando negaciones
de propuestas nunca dichas a extraños. Ni siquiera en MMR.
¿O sí?
—¿Chris?
Mis pies se ven obligados.
—Sí. Sí. —Niego; tantos pensamientos racionales entrecruzándose como
telarañas. Y entonces corro directamente en una borla colgando de una de las luces.
Mierda, soy un desastre.
—¿Está bien?
Alguna Valkiria sólo llegó, cortó mis bolas, y se las echó encima de su hombro
mientras se alejaba, victoriosa de sus misteriosos esfuerzos para confundir el
infierno. Así que, no. No estoy bien.
Pero los hombres no dicen esto entre sí.
—Estoy bien. —¿Por qué estoy tan tembloroso? Esto es estúpido. Ella no es
una Valkiria. Es claramente una maldita arpía.
Y tal vez, sólo tal vez, dejó mis bolas en algún lugar aquí en el pasillo. Miro
discretamente alrededor.
—¿Está…?
—Bien.
Extiende una mano y señala el infierno que comparto con mi madre y
hermano.
—¿Puedo preguntar por qué está en el pasillo y no en su habitación? —Más
silencio, como si no hubiera nadie más alrededor, murmura malvadamente—: ¿A
menos que usted prefiera volver abajo?
¿Está loco?
—Dios, no. —Debido a que no hay manera que vuelva a codearme con mi
madre. Ninguna. Sangrienta. Manera. Antes del horror en los jardines, me he
quedado atrapado durante dos horas de reuniones con La Loba sentada a mi lado,
apestando a rosas muertas bañadas en el peor perfume del mundo, a la vez que
hacía notas acerca de las presentes chicas. Era peor que el infierno, dejándome
positivo que en alguna vida anterior, fui una persona verdaderamente de mierda
para merecer ese destino.
—Entonces, cueste lo que cueste, vamos a buscarle un cóctel. 40
—¿Quién dice cóctel?
Hace un gesto alrededor de nosotros.
—Frank Sinatra.
—Sinatra era más de la década de los 50 y 60 que de los 30 y 40, que fue… —
Imito su gesto alrededor de nosotros—, el auge de este lugar.
La risa de Parker retumba desde su respiración.
—Leyó lo que le envié después de todo.
—Siempre leo lo que me envías. —Sus cejas se levantan con incredulidad,
entonces agrego—: Además, siento como si Sinatra lo habría llamado licor.
En esto, su humor crece.
—Bien. Vamos a conseguirle algo de licor, Chris. ¿Está feliz ahora?
Las comisuras de mis labios se levantan.
—Voy a ser muy feliz con algo de licor, gracias. —Estoy contento que también
está aflojando un poco. Después de años de amistad, demasiada formalidad se ha
colado entre nosotros desde que asumió la posición de mi secretario personal.
Cuando le ofrecí el trabajo, pensé que era una idea brillante, podía confiar en uno
de mis mejores amigos, y sería fantástico tenerlo alrededor. Pero luego fue e
insistió en una distancia formal entre nosotros, como si fuéramos sin más amigos,
simplemente príncipe y empleado.
Pero aquí está, suena muy parecido al Parker que he conocido la mayoría de
mi vida.
De vuelta en la habitación de dos niveles que comparto con mi familia, Parker
nos sirve dos copas de coñac. Personalmente, creo que el licor es un asco, pero
como Su Serenísima Alteza a menudo nos recuerda a Lukas y a mí: “El Coñac es lo
que mi padre bebía delante de mí, y su padre antes que él. Nuestra familia bebe el
coñac”.
Si solo mi madre viera el mérito del whisky. O qué demonios, cerveza negra.
Lo que no haría por una buena y fuerte cerveza negra en este momento. Pero me
tomo la orina caliente de todos modos mientras me acomodo en la cama portátil
que me han proporcionado. Que me jodan si voy a ser el eslabón débil de una línea
de bebedores de coñac.
—¿Qué sabes de Elsa Vasa?
Parker se había recostado en una de las sillas de la habitación, cerrando los
ojos por el aguijón dulce almibarado del licor, pero por mi pregunta, endereza la
columna vertebral.
—¿La princesa de Vattenguldian?
Por los menos es a Parker y no a Lukas al que le estoy preguntando, porque
entonces nunca habría oído el final de la misma.
—Sí, obviamente la princesa de Vattenguldian, a menos que haya otra Elsa
corriendo alrededor de la MMR. ¿Qué sabes de ella?
Él acerca su desbordante mochila de cuero hacia donde está sentado y busca
41
por unos segundos antes de extraer un pequeño archivo. Desde nuestro
interrogatorio antes de llegar a la Cumbre, me he enterado que había numerosas
carpetas similares, todos los expedientes contienen los actuales compañeros
miembros de la realeza y sus familias.
Nos había instado tanto a Lukas y a mí para leer los archivos en el vuelo. Mi
hermano rechazó de plano la sugerencia. Yo había hojeado la mitad de los
expedientes en orden alfabético antes de la siesta; que era la forma más fácil de
escapar incesante de La Loba y maquinaciones francamente repugnantes sobre la
mejor forma de atrapar a las chicas con las que favorece contraer matrimonio.
(Digamos que la seducción estaba involucrada, un tema que uno nunca debe tener
con sus padres). Debido a la siesta, sin embargo, no había llegado a la “V”, por lo
que la Valkiria y su estirpe son todavía un gran signo de interrogación en mi mente.
Así que él tiene razón. No leo todo lo que me da.
Me pasa un archivo marcado VATTENGULDIA.
—Elsa Victoria Evelyn Sofia Marie de la casa reinante de Vattenguldia, la
Vasas…
—Incluso mi nombre no es tan largo —interrumpo, sobresaltado.
Parker no me presta ninguna atención, continúa:
—Es la hija mayor de Su Serenísima Alteza Gustav y Su Serenísima Alteza
Sofia. Su infancia transcurrió en el internado de élite Le Rosey en Suiza, donde
obtuvo impecables grados. Graduada de la Universidad de Oxford, tiene veintiocho
años de edad y habla fluido cinco idiomas. En Oxford, sus estudios se centraron en
la historia Europea…
Coloco mi vaso en el suelo y me inclino hacia adelante.
—Sí, sí, ya lo sé. —En realidad, no lo hago. Sin embargo, no importa si a la
Valkiria le gusta la historia. A todos los miembros de la realeza les gusta la historia;
estudiar un pasado ilustre de la familia, son insustanciales para satisfacer su ego.
—Quiero decir, ¿Qué sabes de ella?
—Estaba en proceso de decirte. —Un ceño tuerce sus labios.
—Dijo que no se casaría conmigo. O… no lo sé. Tener relaciones sexuales
conmigo.
Parker se sobresalta en su silla, el coñac chapoteando sobre el borde de la
copa.
—¿Usted le propuso matrimonio? ¿A una princesa heredera?
Cristo todopoderoso. Realmente necesito aprender mejor cómo abordar estos
temas. Le extiendo una de las camisetas de Lukas para limpiar, preguntándome
dónde está mi hermano. Creo que querría esconderse del resto de nosotros.
—No a todo lo anterior.
—Pero…
—Lo que quise decir es que ciertamente no me propuse a esta mujer. Ni le 42
hice la proposición.
Me estudia durante un largo momento antes de tirar la camisa de nuevo.
—¿Hoy ha estado bebiendo más de lo que sé?
Meto la camisa debajo de la almohada de Lukas en la cama portátil junto a la
mía. Ninguno de nosotros quiere subir a la pequeña escalera empinada de madera
del dúplex para estar cerca de la cama de nuestra madre. Ya es bastante malo que
todos estemos atrapados en esta misma zona.
—Nos encontramos en el pasillo. Antes que pudiera decir nada, soltó que no
se casaría conmigo. O tener sexo o... no lo sé. Mencionó propuestas y
proposiciones.
Esto provoca una risa bastante larga y abundante de parte de Parker.
—Me alegro que encuentres esto divertido.
—Oh, créeme. De verdad lo hago.
Le digo dónde puede meter su risa, que de alguna manera sube la hilaridad
por él.
—¿Qué pasa si esto se sabe, Parker?
Nada de esto le pasa la borrachera en lo más mínimo.
Lo intento de nuevo.
—¿Qué pasa si esto llega a oídos de la gran duquesa? —Eso hace el truco—. No
lo pondría por delante de ella para orquestar un compromiso a la primera palabra
que tengo interés en nadie, especialmente en esa chica, ya que La Loba tenía a su
hermana en la parte superior de mis llamados… —Un estremecimiento
involuntario—, para casarse hace siglos. Sabes que lo haría, no tiene reparos en
cuestión.
Parker inmediatamente se pone sobrio. Por supuesto que lo sabe. Nada que
La Loba hace lo sorprende, porque, como uno de mis más viejos amigos, conoce la
verdad de su carácter desde la infancia.
—¿Por qué la princesa heredera de Vattenguldia cree estás interesado en una
pareja? —Nos sirve a ambos otra copa de coñac de mierda—. ¿Qué pasó en ese
pasillo?
—Nada. Nos miramos el uno al otro, supongo.
Las cejas de Parker se levantan hacia el nacimiento del cabello.
Bueno, mierda.
—No nos miramos el uno al otro —aclaro rápidamente. Las comisuras de los
labios del bastardo se contraen—. Quiero decir, estábamos en el pasillo. Nos
tropezamos. Bueno, choqué contra ella. Este lugar está lleno de pasillos muy
estrechos. —Cruzo los brazos, pero luego me doy cuenta que me hace quedar a la
defensiva, así que me obligo a relajarme—. Nuestros ojos gravitaron entre nosotros,
como la gente cortes es propensa a hacerlo cuando son los únicos presentes. A una
distancia considerable. —No me molesto en hacerle saber que estábamos lo
suficientemente cerca que estaba casi borracho de su perfume, una mezcla de 43
vainilla, que era diez billones más fantástico que el aroma a rosas muertas de La
Loba.
Parker pasa un dedo por el borde de su vaso.
—¿Y una propuesta de matrimonio se determina a partir de esta mirada? —
Silba—. Eso debe ser un infierno de mirada, Chris.
Imbécil.
—Te lo digo, la mirada no era mirada, o al menos, no fue una mirada que se
podría determinar un compromiso de por vida. Era una mirada amable. A simple
vista, para ser más específicos. —Chasqueo los dedos—. Un reconocimiento de su
existencia.
—La dama protesta demasiado, creo.
Amigo o no, todavía emito un aviso silencioso.
—Mis disculpas. Ahora que tenemos firmemente definido qué tipo de mirada
fue, y se aseguró que lo hemos dicho una docena de veces cada uno, tal vez,
¿debería continuar con lo que sé sobre esta princesa?
Paso una mano por mi rostro.
—Adelante.
—Se rumorea que Su Serenísima Alteza es un tirador recto. Este rasgo le ha
hecho amar a los ciudadanos Vattenguldian. A pesar de su adoración por el
príncipe Gustav, la princesa Elsa es vista como un soplo de aire fresco en un país
que, en gran parte de Europa, pasa por alto o se considera anticuado. Es seria
acerca de su trabajo de caridad, el medio ambiente, y con ganas de asegurar que
Vattenguldia encuentre su equilibrio y se desarrolle en la economía de hoy,
mientras que celebran ferozmente su pasado cultural. —Parker se frota el puente de
la nariz—. Sabes, ustedes pueden tener más en común de lo que crees.
Al menos tengo algunos modales.
—¿Cómo es eso?
Él sorbe su bebida lentamente.
—En cuanto a la búsqueda para encontrar una pareja adecuada aquí esta
semana. Estoy asumiendo que, junto a su rechazo, Su Serenísima Alteza indica que
no tiene ningún interés en jugar con un concursante dispuesto al MMR, ¿correcto?
Mi ego no me permitirá revivir tal humillación con gran detalle.
—Sin tantas palabras corteses, sí, esa era la esencia de la misma.
—Tal vez deberías hacer amistad con ella. Podrías ser un paraíso para el otro
en este burdel.
Termino asfixiándome, literalmente ahogándome, por el sangriento coñac.
Mientras Parker me da un golpe en la espalda, me permito pensar en la idea,
tan horrible como es, podría tener mérito. Pero valor o no, también tengo orgullo y
el orgullo insiste en que no hay nada bueno de ir y hacerse amigo de una mujer
empeñada en centrarse en ella… ¿Cómo lo había llamado… trabajo? En el 44
detrimento de la decencia común. Además, la Valkiria es una princesa, La Loba
vendería el alma de su marido para que seamos amigos, ya que sería una en la
hermana. Por lo tanto, qué falsedad.
Cuando puedo hablar, le digo a Parker:
—Lo mejor es evitarla por completo.
Él lo desaprueba. Demasiado.
—¿Dónde diablos está Lukas? —Le envío a mi hermano un rápido texto,
informándole que Parker y yo tenemos el alcohol, y que si quiere sobrevivir esta
noche, es mejor que venga y tenga algunos ya.
9
Elsa

M
i padre ajusta su pajarita.
—¿Están disfrutando?
Dejo que responda Isabelle, ya que debe saber de verdad qué
siento.
—Es muy agradable aquí —dice ella, su voz suave y baja. Suena
inquietantemente como nuestra madre—. Conocí a gente muy agradable hoy.
Trato de no poner en blanco mis ojos mientras me termino de aplicar el lápiz
labial. Si hubiera utilizado la palabra agradable dos veces en una oración, hubiera
requerido una conferencia para expresarme con ese lenguaje. Isabelle puede tener
una hermosa voz, pero al menos puedo presumir de un vocabulario más amplio.
—Excelente. —Nuestro padre se coloca el abrigo; mi hermana lo ayuda,
alisando la parte de los hombros—. Esto es acogedor, ¿verdad? ¿Todos en una
45
habitación como ésta? Siento como si estuviéramos de campamento.
Sólo Su Serenísima Alteza consideraría que los tres residiendo en una de las
mansiones históricas más famosas de los Estados Unidos, es el equivalente a estar
de campamento. Después de huir del príncipe Christian esta tarde, escuché a un
montón de personas que sólo creían que Europa alberga obras maestras
arquitectónicas, sorprendidos por la mezcla de estilo del Castillo. No obstante,
también es bastante pequeño para la cantidad de personas que lo llenaron durante
la semana. Los reales, acostumbrados a tener grandes espacios pródigos todos para
sí mismos, se apilan unos sobre otros como sardinas en las habitaciones de las
cuatro casas. Las colocaciones fueron elegidas al azar por lo que nadie de la familia
se vio favorecido por una habitación mejor que de los demás. Eso deja muy poca
privacidad de la cual disfrutar. Nadie, ni siquiera los más actuales poderosos e
influyentes monarcas, tienen su propia habitación. Compartir la habitación con
nuestro padre no es lo ideal, incluso cuando él generosamente nos cedió la cama a
Isabelle y a mí, y está durmiendo en una pequeña portátil a un lado, pero Isabelle y
yo nos imaginamos que podría haber sido mucho peor tener a nuestra madre
también presente. Pero no, ella está en casa, supervisando las renovaciones en el
palacio.
En cuanto a los empleados que nos asignaron, son los que podrían
argumentar para acampar, ya que se alojan en cuarteles. Esto es sólo una prueba
más que CM ha perdido sus mentes colectivas. ¿Requerir personal leal para dormir
en camas indudablemente incómodas como equivalente de dormitorios y usar
duchas y aseos portátiles? Imperdonable.
Le envié un texto a Charlotte de esta locura, que rápidamente respondió de
estar agradecida de quedarse en Vattenguldia, y más vale mantenerla actualizada al
menos diez veces en el transcurso de cada día.
También le dije que conocí al heredero de Aiboland.
¿Su respuesta inmediata? ¿Está tan guapo en persona como lo es en revistas
de modas?
Imaginé que no sería malo decirle la verdad. Ridículamente así.
¿Era agradable?
No lo sabría. No hablamos. Lo cual era una mentira. Bueno, está bien. La
mitad de una mentira. Hablé. Él escuchó. Y ahora no puedo evitar preguntarme si
me comporté como una delirante lunática, como la MMR me destrozó en el primer
día.
Isabelle le murmura a nuestro padre, algo sobre lo bonito que es visitar
California, cuando llama un golpe en la puerta. Es Bittner, ya vestido con un
impecable traje a pesar que cenará en una de las grandes tiendas de campaña que
espié por la colina.
—Su Alteza, pidió que se le notifique veinte minutos antes de la cena.
Mi padre gruñe mientras Isabelle endereza su corbata.
—¿Sabes con quien debemos cenar? 46
Me sorprende oírlo referirse a nosotros como un todo. Sentarse al estilo
familiar no es algo que consideré. O incluso de lo que estoy acostumbrada en la
actualidad.
—Lichtenstein y Noruege —dice Bittner.
Diez minutos más tarde, bajamos hacia la piscina. Mesas cubiertas de lino
blanco como la nieve, velas y flores frescas adornan el patio y las columnas
romanas que rodean una fachada de templo greco-romano. El sol brilla como oro
en el cielo, reflejando contra las aguas turquesas de la piscina, y en silencio
recuerdo el nombre que nuestro guía nos dijo antes, La Cuesta Encantada, es tan
perfectamente apropiado para lo hay adelante.
Mi padre me toma del brazo.
—No es tan malo ahora, ¿verdad?

Suave música de comienzos o mediados del siglo XX llena el espacio que nos
rodea, y soy reacia a admitir que tiene razón. Pero tiene razón. En este momento,
en este lugar, hay demasiada magia en el aire para revolcarme plenamente en mi
resentimiento.
Afortunadamente, la cena en sí no es traumática. No hay demasiada charla
sobre el MMR, ya que ésta introducción en la Cumbre Decenal tiene que ver con
amigos y colegas familiarizándose entre ellos. Al menos, esa es mi esperanza
cuando mi padre pasa la mayor parte de su tiempo discutiendo los asuntos de la
familia y la política local con sus soberanos compañeros en la mesa.
Justo cuando el plato principal se coloca delante, descubro el príncipe del
pasillo en una mesa al otro lado de la piscina. Está con su madre, la gran duquesa
de Aiboland, una mujer elegante cuyo aplomo y capacidad de cautivar con maestría
multitudes con sus discursos ha enviado a menudo a mi madre en un ataque de
celos. Él también está con un hombre que supongo debe ser su hermano, gracias a
las características similares. Están cenando con las contingencias de Suecia y
Luxemburgo, y mientras su madre escucha embelesada al gran duque sentado a su
lado, Christian y su hermano son mucho más reservados con los herederos y los
demás.
Trato de no mirar, pero Dios si no es el hombre más notable en una sala llena
de gente hermosa. Y me odio por admitir esa opinión tan poco profunda, porque la
belleza no es nada, no cuando hay tantos otros rasgos de una persona por los que
sentirse atraídos.
—¿Qué capturó tu atención?
Aparto la mirada del príncipe enigmático, y la regreso hacia mi hermana.
—Sólo echo un vistazo alrededor para ver quiénes están aquí.
Asiente con complicidad. Su atención también revolotea de manera
significativa. ¿Quién aquí presente podría ser nuestro (des) afortunado futuro
esposo? Es un negocio sucio, la curiosidad y la amargura es una mezcla
desagradable muy estrecha. 47
Ni los herederos de Noruega o Lichtenstein están presentes; todos están a
salvo casados con niños demasiado jóvenes para todavía pasar por MMR. Se
rumorea que hay un primo Lichtenstein en alguna parte, pero supuestamente fue
víctima de la gripe en el vuelo. Hay alivio que sólo Isabelle y yo estemos junto a los
soberanos en la mesa. La pequeña charla es todo lo que se espera de nosotras, lo
cual está bien para mí.
Es enloquecedor sin embargo, cómo mi atención vuelve varias veces hacia el
futuro gran duque de Aiboland. Cada vez que veo su rígido semblante, las feas
palabras que salieron de mi boca retumban en mis oídos.
Él no se me había propuesto en absoluto. Distraído por su teléfono, y atrapado
en el mismo estrecho pasillo, simplemente no tomó nota de mi presencia hasta que
era demasiado tarde.
Articulada. Inteligente. Pensativa. Éstas son todas las palabras usadas por
otros para describirme, y horas después de llegar, le permití al MMR llevarse mi
personalidad.
Simplemente no lo van a hacer. Le debo pedir disculpas.
10
Christian
L
a farsa mercenaria conocida como MMR se inicia oficialmente poco
después de una exquisita cena gourmet, como solo un acontecimiento
macabro como este puede: en medio de glamour y las horribles
intenciones. Las estrellas brillan en el cielo degradado, las vistas que nos rodean
son incomparables, y la ligera charla y risa a través del aire fresco. Para un extraño,
la escena en la que estoy atrapado parecería el evento del siglo. Nada podría ser
más atractivo que una reunión que consiste en su totalidad de la realeza.
Qué equivocados estarían.
Aún estamos reunidos alrededor de la imponente piscina Neptuno que se
parece perfectamente a la opulenta arquitectura grecorromana y al arte de
Hollywood. Iluminado, como lo está ahora, todos los toques de turquesa, brillado
contra el terciopelo negro de la colina y el rugido de las débiles olas cercanas, es
fascinante. No me considero romántico en lo más mínimo, pero no tengo el 48
suficiente sentido común que admitir que es un espectáculo muy, muy perfecto.
—Uno de los británicos dice que no estamos autorizados a menos que algún
guarda-parque o alguien esté presente. —Lukas sujeta una copa de champán—.
Supongo que California tiene sus bragas en un montón sobre eso.
Es una lástima. Suspiro mientras me asomo a las burbujas doradas de mi
vaso.
—¿No podrías encontrar algo más fuerte?
Él hace una mueca.
—Estoy trabajando en ello. Por ahora, es esto o el coñac de La Loba.
Voy a tomar champán cualquier día sobre la inmundicia de la familia.
—De todos modos, ¿dónde está?
—Chupando la médula de algunos niños de la zona, sin duda —murmura, y
río, porque está bastante dentro del reino de la posibilidad. —Termina su propia
copa en cuatro rápidos tragos—. Permíteme corregir eso. Es más probable que esté
hipotecando nuestro esperma real.
Una de las princesas jordanas, charlando con un cercano amigo, palidece ante
las palabras de mi hermano antes de alejarse rápidamente.
Niego, pero él no está nada avergonzado por ser atrapado discutiendo sobre
fluidos corporales en una fiesta.
—Es una vergüenza que el matricidio sea ilegal en los Estados Unidos.
La sonrisa de medio lado que está encantado demasiadas mujeres en
Aiboland hace acto de presencia.
—Digo que nos arriesguemos y huyamos de inmediato del país. ¿Qué tan
fuerte es nuestro tratado de extradición con Washington?
Ahora que lo pienso, no puedo pensar en un solo caso en que alguien fuera
extraditado de Aiboland de regreso a Estados Unidos. Estoy a punto de decirle esto
cuando silba en silencio, todo el humor se disipa sin dejar rastro.
—Oh, jódeme ahora.
Él no necesita explicar su giro de ciento ochenta grados. Sólo hay una cosa
que trae este nivel de disgusto en mi hermano. Y está actualmente de camino hacia
nosotros en un ceñido vestido negro más adecuado para alguien de por los menos
cuarenta años menor.
—No te atrevas —amenazo.
Pero por supuesto, Lukas se atreve. Se pierde en la dirección opuesta de la
mejor manera que puede, me abandona para enfrentar a la única persona que nos
puede poner de rodillas.
Cuando mi madre llega a mi lado, descarga lo que mejor puedo describir como
un suspiro de felicidad todavía del todo mal.
—Es un buffet virtual, ¿no es así? —Y por lo menos durante la noche vigésima, 49
me pregunto por qué todos los demás sexagenarios presentes lograron vestirse con
modestas piezas pero elegantes incrustaciones seguramente destinadas a levantar
sus estados exaltados y sin embargo, mi madre eligió algo que hace hincapié en su
desesperación por aferrarse a la juventud.
Soy plenamente consciente de lo que está insinuando. Demonios, ni siquiera
es una insinuación, no cuando casi la mitad de las palabras que salieron de su boca
hacia Lukas o a mí mismo en el transcurso de la jornada fueron comentarios
vulgares sobre las mujeres presentes. Aun así, me niego a hacerle saber lo mucho
que mi piel se está arrastrando. ¿Por qué no podía mi madre ser feminista en lugar
de una proxeneta real?
—La cena estuvo excelente.
La Loba hace un gesto de desaprobación, acariciando su corona, como si
hubiera caído de alguna manera fuera y se hundió hasta el fondo de la piscina azul
cuando no estaba prestando atención. Como si no hubiera estado completamente
pendiente de cada uno de los detalles alrededor de ella desde que tenía tres años de
edad.
—Quise conseguir una buena vista en persona de la niña que está lista para
casarse antes que me haga a la idea, pero parece poseer caderas lo suficientemente
grandes como para dar a luz decentemente y fui informada que su menstruación es
saludable.
Reprimo el familiar estremecimiento inspirado exclusivamente para ella que
amenaza con surgir sobre ésta última parte de información. Es casi imposible no
hacer puños con mis manos, o gritar de furia por la forma en que en realidad había
pasado a través de sus planes.
Joder. Necesito más alcohol, y lo necesito ahora. Es obvio que ella quiere que
pregunte de quién había estado hablando, que la chica con las caderas lo
suficientemente anchas para dar a luz se ha ganado su sello de aprobación, sin
duda para que se pueda deleitar de mi malestar, pero me niego a darle esa
satisfacción. También podría ofrecerle mi propia medula para aspirar, junto con un
sorbete. Además, ya lo sé, ¿o no? Es la maldita mujer Vattenguldian. Así que, miro
hacia atrás, por la piscina, y doy un largo suspiro cuando pienso en cosas alegres,
como la vela y la buena cerveza negra y estrangular a mi madre hasta que ya no
pueda hablar en mi nombre, o por lo menos dice que puede.
Voy a matar a Lukas por abandonarme así con La Loba. ¿No tiene ningún
sentido de lealtad filial? Hablando de... ¿dónde está Parker? Se ha invitado a los
empleados a venir esta noche para la cena después de las fiestas.
En una búsqueda rápida y discreta, lo veo en la mesa de postres. Bastardo con
suerte.
Se tarda unos dos minutos y medio de chistes pesados y al mismo tiempo
cortés que no tienen nada que ver con sus burlas antes que ella acepte que no voy a
seguir su juego esta noche y aleja. Bueno, sigo a Lukas través de la piscina y
rápidamente llego a su ubicación.
Amo a mi hermano, pero es demasiado príncipe para él en este momento. 50
Cuando estoy en el claro, me dirijo a Parker y la mesa de postres, rogando por
la seguridad que puedo encontrar entre las golosinas saladas que mi madre
preferiría morir antes de ponerlas en su cuerpo por miedo a una sola onza ganada.
—¿Éclair? —pregunta Parker, pasando por encima de un pastel antes que
pueda responder.
Estoy tentado, pero niego y asiento a favor de más champán.
—Eso está mal, ¿eh? —pregunta con simpatía.
—Si por mal quieres decir que ya está teniendo discusiones acerca de mi
futuro matrimonio, entonces sí.
Él deja escapar un silbido. Y es entonces que la veo, me mira como si fuera el
hombre más repugnante que jamás haya agraciado el planeta. O tal vez más como
si estuviera chupando limones.
No, no es La Loba. Es la Valkiria. Quiero decir, la princesa heredera de
Vattenguldia. Lo que es jodidamente irónico, ¿verdad?
Para citar a mi elocuente hermano elocuente:
—Oh, jódeme.
11
Elsa

A
llí está, viéndose tan demasiado otra vez.
El gran duque heredero de Aiboland también me está mirando
directamente, lo que significa que voy a tener que ponerme manos a la
obra con el asunto en cuestión.
Sinceramente, preferiría roer mis dedos del pie que ir allí. Y francamente,
aparece como si me dirigiera en su camino, podría ser él que royera las uñas, por lo
que no puedo culparlo realmente. Si pudiera hacerlo a mi manera, estaría
trabajando y no aquí abajo, vestida como una muñeca lista para perder mi cabeza
por un príncipe de plástico (o, al menos, pedir disculpas a uno). Pero nadie me
preguntó lo que quería, así que aquí estoy, preparada para exponerme en nombre
del decoro.
Sin duda, mi madre debe estar sacrificando corderos, becerros o lo que sea en 51
la parte de atrás de la casa a cada hora para asegurar mi adecuado comportamiento
ésta semana, porque nada más podría explicar la necesidad de arreglar las cosas.
Me permito una respiración profunda (o más bien, una pequeña inhalación
que casi hace estallar las costuras del vestido plateado con cuentas que estoy
usando), echo mis hombros hacia atrás, y paseo con soltura hacia el príncipe
Christian de Aiboland.
Cielos, ¿por qué tiene que ser tan hermoso?
Hermoso y alarmado, porque en el instante en que registra que me dirijo en
su dirección, es una vez más un ciervo atrapado ante los faros de un monstruoso
camión. Santa madre de Dios. Mientras me da un vistazo, también lo veo. En lugar
de usar la camisa y el pantalón de antes, ahora está vestido de pies a cabeza en uno
de los más deliciosos esmóquines que he tenido el placer de ver, lo que demuestra
que algunas personas están simplemente hechas para llevar excelente ropa. Está
definido con líneas limpias, todo oscuro y hermoso y claramente hecho a medida
para cada centímetro de la piel que toca. Pero, tan perfecto como es este esmoquin,
su oscuro cabello no está excesivamente estilizado como muchos de los otros
miembros de la realeza presentes. Está un poco revuelto, ni demasiado largo ni
demasiado corto, con un toque ondulado en los mechones.
A los hombres no se les debería permitir ser tan bellos.
Ronda cerca de la mesa de postres, bebiendo champán con un hombre de
buen aspecto que no reconozco. Cabello marrón, aunque no tan oscuro como el del
príncipe, ojos marrones, piel bronceada, y un elegante esmoquin, pero común y
corriente. Entonces no es un heredero, ni que recuerde un repuesto. De mala gana,
pensamientos benevolentes sobre el príncipe Christian me asaltan, porque es
refrescante encontrar un hombre influyente mezclado con alguien que no es el
siguiente en la línea de sucesión, o incluso rodeado de una manada de mujeres a
punto de desfallecer con cada cuidada, pronunciada y acentuada palabra. Todo esto
es desesperante, porque no deseo tener tales opiniones benevolentes. Igualan una
debilidad que mi padre explota. Este príncipe tiene un hermano menor, y los
hermanos más jóvenes significan cónyuges potenciales, por lo que nada bueno
puede salir de todo esto.
Justo después que la cena terminó y sus amigos se excusaron de la mesa, mi
padre nos informó a mi hermana y a mí que encontró “candidatos de calidad que
son de linaje impecable”, los cuales “parecen ser saludables y ricos”, y que yo, en
particular, debo estar preparada para conocer al que sintió que se adaptaría mejor a
las necesidades de Vattenguldia.
Tres, trece, o treinta años, uno nunca es lo suficientemente mayor como para
oír tales palabras de su padre.
—¿Qué vas a hacer? —me había susurrado Isabelle cuando nuestro padre nos
dejó para hablar con el rey de Arabia Saudita.
Deseé tener una respuesta inteligente o bien pensada para ofrecer, pero me
quedé sin palabras por el pánico. Mi único recurso era hacerme una candidata tan
indeseable como fuera posible.
El punto de todo esto es: soy muy consciente que ser supervisada conversando
52
con Christian es suicida. Su Serenísima Alteza lo verá como que estoy dejando la
puerta entreabierta a sus maquinaciones. Es sólo que también soy profundamente
consciente, ahora que han pasado unas pocas horas entre mis acciones y este
momento, que me he comportado abominablemente con un compañero del MMR.
La decencia común prevalece sobre el instinto de conservación.
El compañero del gran duque heredero mira mi acercamiento con un brillo
divertido en sus ojos, lo cual es inquietante. Toma un paso al mismo tiempo que
hace una adecuada reverencia.
—Su Alteza, soy Parker Laurant-Sinclair, secretario personal de Su Alteza.
¿Puedo hacer su introducción?
Asiento gentilmente, como una de mi condición debe hacer, en vez de escupir
azufre y fuego como lo hice al principio del día.
—Princesa Elsa, me complace presentarle a Su Serenísima Alteza, el gran
duque heredero, Christian de Aiboland. —Inclino mi cabeza y Parker se vuelve
hacia su empleador—. Príncipe Christian, tengo el placer de presentar a Su
Serenísima Alteza, la princesa heredera Elsa de Vattenguldia.
Es el turno de Christian de inclinarse; como esta mañana, está perfectamente
ejecutado. Estoy a punto de hacer una genuflexión cuando extiende una mano.
Quiere darme la mano como si fuéramos, ¿qué, mejores amigos? Pero las
costumbres inculcadas por mi madre ganan de nuevo. A regañadientes, extiendo mi
mano hasta que sus dedos rodean los míos y los lleva a sus labios.
Oh. Dulce. Misericordioso. Cielo de arriba. Christian claramente segrega
hormonas por su piel, porque peleo con toda mi buena intención para sofocar el
más tentador escalofrío casi orgásmico que amenaza con apoderarse de mi cuerpo.
Los besos en la mano no deberían hacer esto. Mi irritación hacia este hombre
se duplica.
—Su Alteza. —Sus palabras, murmuradas sobre mi piel, me ponen en llamas.
Mi corazón late demasiado fuerte, demasiado rápido. Huele como un maldito
sueño—. Es un placer conocerla formalmente.
Sin embargo no hay placer en sus palabras. Es cauteloso, lo que tiene mucho
sentido teniendo en cuenta que antes me comporté como una completa loca en el
pasillo.
Aparto mi mano y retrocedo un paso, lejos del fuerte olor a limpio y hombre.
¿Qué está sucediendo en este momento? No soy... Esto debe parar. No soy una
niñita con mal de amores, en constante búsqueda de su cuento de hadas. No estoy
aquí para embelesarme, ni siquiera con este modelo de masculina magnificencia,
quien no sólo segrega feromonas de su piel al contacto, sino al parecer también a
través de partículas aéreas.
—Mira. —Mi tono es áspero, pero no se puede evitar, ni siquiera bajo los
florecientes modales y la vergüenza sobre la pérdida de autocontrol—. No es
necesario que actúes de manera jodidamente encantadora. Guárdalo para alguien
cuyas bragas no echen el cerrojo por la noche. Tampoco hay necesidad de flirtear.
53
Simplemente he venido para expiar mi comportamiento de esta tarde. Admito que
podría haber reaccionado de manera exagerada. —Mi cabeza apunta la casa
principal—. En el pasillo. Cuando nosotros, eh, nos encontramos. Por eso, pido
disculpas.
Durante un largo momento, en medio del tintineo de vasos a nuestro
alrededor y la ligera charla y la dulce música, Christian está boquiabierto por mi
brusquedad. Incluso Parker está actuando como si tuviese dos cabezas. No importa.
El gran duque heredero puede tomar lo que ofrecí como quiera. Me volteo en torno
a un alto tacón, al mismo tiempo que Christian espeta:
—No me estaba declarando. O proponiéndote matrimonio. O cualquier otra
cosa que asumiste que estaba haciendo.
Cometo el muy inepto error de centrarme en su boca mientras habla. Sus
labios son demasiado perfectos, demasiado parecidos a los de esas estatuas talladas
por los maestros.
—Maldita sea, ni siquiera te conocía —continúa con vehemencia—. Además,
eres una heredera al trono. ¿Por qué siquiera pensarías que te propondría
matrimonio? ¿Muy narcisista?
Esto es suficiente para cambiar mi atención de su boca a sus ojos. Está
indignado en este momento, en medio de una elegante fiesta, ya no trata de
esconderse detrás del requerido y todavía fingido civismo. Y su rabia sólo despierta
mi interés por diez, porque, ¿qué clase de hombre perfecto le gruñe a una mujer en
público?
Parker sisea con escandalizado horror.
—¡Su Alteza!
Al parecer, no soy el único miembro de la realeza con un problema de
lenguaje en público. Curiosamente, la similitud me deja con ansiedad de reírme.
Christian despide con la mano a su secretario mientras lucho para contener la
desesperada sonrisa que tira de mis labios. Ya no es el modelo de perfección, al
menos no en el temperamento, me permito unos pocos más de pensamientos
benevolentes sobre este príncipe.
Incapaz de resistir el perverso placer derivado de tales réplicas ingeniosas,
digo diplomáticamente:
—Me diste una mirada. ¿Qué más iba a pensar?
Mi burla es un golpe directo, porque los ojos de Christian se amplían con
cómica consternación.
—¡No hubo ninguna mirada! —exclama.
Reír, según mi madre, es vulgar y completamente poco atractivo.
Simplemente no está tolerado para la heredera al trono de Vattenguldian. Tampoco
se me permite reír mucho y fuerte. Tengo permitido ser cortés, una tranquila risa
en el mejor de los casos. Pero, Dios mío si no me dan ganas de reír en estos
momentos por su expresión de exasperación, sobre todo cuando el champán
chorrea físicamente fuera de la nariz de Parker.
54
Teniendo piedad del Sr. Divertido, voy a buscar una servilleta a la mesa de
buffet. Y, aun así, no puedo evitar lanzar otra pulla.
—Definitivamente hubo una mirada.
Christian invade mi espacio personal.
—Si por mirada, te refieres a un amable reconocimiento a un extraño solo en
un pasillo. Si hubo una mirada, eso fue todo. ¡Nada más!
Maldita sea, la indignación se ve exquisita en este hombre. Espontáneas
imágenes de él, honrado en sus convicciones mientras se dirige al Parlamento
Aibolandiano, se burlan de mí hasta que maldigo mis hormigueantes partes
femeninas.
Estúpidas partes femeninas. Nunca piensan lógicamente.
No puedo estar atraída por él. No puedo. La atracción a primera vista es un
cuento de hadas, no la realidad. Disfrutar bromeando es una cosa, pero darse
cuenta de una atracción física es completamente diferente. Por lo tanto, obligo a mi
mente a pensar en el recuerdo más repugnante que poseo, cuando descubrí a mi
padre en medio del coito con alguien que no era mi madre. Su Serenísima Alteza
estaba tan desnudo como el día en que nació. Peor aún, el vello hirsuto brotaba de
su culo sorprendentemente bronceado.
Apaciguada al impulso creciente de escapar al baño y vomitar lo poco de cena
que me las arreglé para consumir sin estallar las costuras, le ofrezco a Christian un:
—Puedes pensar eso.
Pero luego mis partes femeninas se reaniman de nuevo cuando un rubor
encantador cubre su cuello. ¿Cómo es posible que el culo peludo de mi padre no sea
suficiente para superar el encanto de este hombre?
—Como el espectador —dice Christian, una vez más metiéndose en mi espacio
personal—, puedo confirmar que era la única intención posible.
Culo peludo. Culo peludo arrugado. Culo peludo arrugado que ondeaba
cuando (ESTREMECIMIENTO) mi padre se empujaba (ESTREMECIMIENTO) en
esa mujer… por detrás, no menos. Fuerzo la escena a ocupar mi mente mientras
cuadro mis hombros, permitiéndome un pequeño suspiro nauseoso.
—Como no tengo ningún deseo de casarme con nadie en este lugar olvidado
de Dios, y mucho menos... hacer cualquier otra cosa, dicha información es
reconfortante. —Y luego, totalmente incapaz de resistir un poco de descaro—:
¿Capiche?
Abre la boca. Es una boca peligrosa que ofrece demasiadas promesas.
—Anotado, madame.
El culo de mi padre me falla por primera vez.
Debo estar enferma, tal vez incluso con la gripe que fastidia al primo de
Lichtenstein. Estoy caliente y mareada y claramente no en el estado de ánimo
adecuado, porque un intenso deleite por cómo este príncipe no está siendo 55
adulador, surge a través de mi sangre.
—Tal vez debería insistir en que tampoco tengo ningún deseo de casarme con
alguien del MMR, ni mucho menos… hacer cualquier otra cosa. —Imita mi
cadencia—. Compañía presente incluida.
Mi madre estaría completamente avergonzada, porque casi exploto en una
verdadera risa. Sale como un bufido, pero aun así. Cubro rápidamente mi boca.
Justo antes de la cena, escuché a varias damas discutir lo que harían con el príncipe
Christian cuando lo pillaran a solas, y ninguna de las sugerencias era inocente.
—Buena suerte con eso.
—¿Es decir?
—Es decir, si escapas de la Cumbre con tu soltería o virginidad intactas, será
un milagro. Además, las protestas a un lado, sabes tan bien como yo que ninguno
tenemos algo que decir en la materia de todas formas.
Me mira boquiabierto una vez más. Mis partes femeninas encuentran su
asombro adorable, lo cual es intolerable. Este hombre es un gran duque heredero.
Soy una princesa heredera. Un matrimonio entre los dos no es una opción, ni
siquiera en el MMR. Tengo que hacer algo para detener esta inapropiada atracción
de una vez por todas. Aspiro profundamente y digo, encogiéndome mentalmente
cuando soy consciente de lo descaradamente grosero y horrible que esto va a sonar:
—No eres virgen, ¿verdad?
La expresión boquiabierta se convierte en balbuceo. Parker rápidamente se
excusa con el pretexto de buscar más champán.
Bueno, al menos es una persona menos ante quien debo humillarme, aunque
estoy segura que el daño está hecho.
—Está bien si lo eres —continúo.
Christian está tan cerca ahora que compartimos el mismo aire calentito
procedente de las lámparas de calor cercanas.
—Tengo treinta años.
Le he sobrestimado con claridad. Hacer una pregunta tan grosera haría correr
a una persona normal y educada. Pero aquí está este príncipe, más cerca que
nunca, obligándome a rebuscar desesperadamente otro terrible recuerdo para
combatir su indeseado efecto. ¿Tal vez el de Nils follando a mi ex mejor amiga? Es
un bonito y enojado recuerdo que me sirve bien en tiempos de necesidad. Solo que
cada aliento está lleno de Christian, y las estrellas en el cielo están centelleando, y
mi cabeza está nadando, y mis jodidas partes de dama están bailando y llorando a
la vez.
Necesito a alguien que me meta algo de sentido en este momento. Charlotte
con mucho gusto lo haría si estuviera presente. ¿Quizá Isabelle servirá? Porque este
príncipe no está destinado a ser mío. Nunca. De todos modos no es que lo quisiera
y a todo su perfeccionismo. Qué molesto sería estar con un hombre más atractivo
que una misma. Demonios, probablemente tiene una mujer diferente para cada día
de la semana. Y eso no es lo que quiero o necesito. Preferiría no tener nada, que 56
algo que no sea verdadero.
Desprecio lo crítica que estoy siendo. Lo mucho que he permitido que una
atracción deforme mis pensamientos. Debo estar enferma. Debo.
Esto es inaceptable.
Trago saliva y, complacida que mi voz sea estable, digo:
—Hay un montón de treintañeros vírgenes. No hay nada de qué avergonzarse.
Su cabeza se inclina hacia la mía, cabello oscuro y ondulado cae sobre sus ojos
y todo lo que puedo hacer es mirar con la más absoluta fascinación cuando aspira
bruscamente un aliento indignado.
—No es que sea asunto tuyo, pero no soy virgen.
El silencio lucha por espacio entre nosotros en medio del jaleo de la fiesta,
durante casi un completo, agonizante y ardiente minuto, en el que simple y
cautelosamente nos estudiamos al otro. Creo que con mucho gusto pagaría un
millón de euros por saber lo que piensa en este momento.
Finalmente, abre la boca.
—¿Y tú?
De alguna manera, he perdido la mayoría de aire en mis pulmones una vez
más.
—¿Qué hay de mí, señor?
—¿Eres virgen?
Tengo que concedérselo: que ha sido un arma a tomar y buena jugada.
—Qué impertinente pregunta. Debería abofetearte.
Me pregunto inapropiadamente si las mujeres lo azotan a menudo.
Cristo, tiene una hermosa sonrisa.
—Estás evitándolo.
Imito su acento en voz baja.
—Tengo veintiocho años.
—Sin duda, hay un montón de vírgenes de veintiocho años corriendo
salvajemente por el mundo.
No en esta fiesta, no las hay. A pesar de los lazos matrimoniales que se ciernen
sobre la cabeza de cada solterón, las aventuras sexuales programadas para esta
semana ya son una legión. Follar será lo principal en La Cuesta Encantada esta
noche… yo excluida, por supuesto.
—Sin embargo, ¿las vírgenes correrían salvajemente?
Se ríe, y es hermoso e injusto e infeccioso. Apuesto a que su madre no le dice
cómo de indeseable es ser visto y oído riendo.
Ansío dar un paso atrás, pero temo que ilustraría cuán afectada estoy por éste
príncipe. En su lugar, mi columna vertebral se endereza mientras mi barbilla se
levanta con el fin de encontrar con frialdad su mirada.
57
—Una dama nunca discute esas cosas de mal gusto.
—Una virgen puede que no.
Oh, oh, me gusta mucho cómo su diversión se manifiesta fácilmente en sus
ojos. Murmuro:
—¿Conoces a muchas de estas míticas mujeres?
Hace mucho que Parker fue a buscar champán… Acepto una copa de un
camarero que pasa. Christian hace lo mismo.
—¿Míticas vírgenes de veintiocho años de edad que corren salvajemente o que
se niegan a discutir de sexo?
Mis hombros suben y bajan mientras lentamente tomo un sorbo de mi bebida.
Las burbujas bajan por mi garganta hasta mi estómago, dejando que los músculos
se emparejen con el ritmo del foxtrot sonando por los altavoces.
—Conozco a un montón de mujeres —dice.
—Estoy terriblemente conmocionada por esto.
—¿Es decir?
—Significa exactamente lo que he dicho antes. No hay forma que vayas a pasar
la semana soltero. Tu madre debe tener una larga lista de peticiones por ti.
Un fuerte ruido suena cerca; una bandeja traquetea en el suelo. La atención de
Christian cambia mientras rastrea el sonido hasta la escena, permitiéndome dar un
discreto par de pasos atrás.
En el otro lado de la piscina, un camarero está de rodillas, con el rostro
enrojecido mientras barre los vidrios rotos con servilletas, con los miembros de la
realeza a su alrededor resoplando con desdén por atreverse a exhibir otra cosa que
no sea un comportamiento ejemplar en su presencia.
—Pobre cabrón —dice Christian en voz baja—. ¿Cuánto quieres apostar a que
será despedido debido a esto?
No hay necesidad de apostar. El desafortunado hombre será escoltado fuera
de la instalación dentro de una hora.
La atención de Christian se centra en mí una vez más.
—¿Me estás desafiando a una apuesta?
Aborrezco a los apostadores, por lo que este reciente suceso es reconfortante
de descubrir. Es completamente vil restar importancia a un hombre que perderá su
trabajo por algo tan trivial.
Mi desdén debe ser evidente, porque rápidamente se corrige.
—No, no acerca del camarero. Tendré a Parker en eso en un momento y
veremos qué puede hacerse para rectificar la situación. Me refería a tu afirmación
acerca de si lograré o no escapar soltero de esta semana. Sonó como si estuvieras
retándome a una apuesta.
¿Atractivo y altruista? A pesar del temperamento, ha vuelto a ser 58
simplemente demasiado, demasiado otra vez en mi opinión. ¿Por qué incluso está
aquí todavía? ¿Cómo mi vulgaridad no lo ha ahuyentado aún?
Me trago mi orgullo y a propósito, de manera significativa, permito a mis ojos
descender. Es el movimiento equivocado, porque imágenes de este hombre
desnudo aparecen en mi mente. Estupendo. Me esfuerzo por sonar divertida.
—Estoy meramente diciendo que los hombres como tú no lo mantienen
mucho en sus pantalones.
Eso debe haber sido un poco exagerado, porque tengo que dejar mi bebida
sobre una mesa cercana para palmear su espalda mientras se ahoga con un sorbo
de champán.
Su secretario aparece de nuevo, arrebatando la copa de la mano del príncipe.
—¡Chris! ¿Te encuentras bien?
Christian deja de toser y se aleja de mí.
—Estoy bien —insiste, cuidando con seguridad que nuestros ojos no se
encuentren. Luego, apresuradamente informa a Parker acerca de la situación del
camarero.
Porque he perdido el juicio y no utilizo sabiamente esta oportunidad para huir
como debería, pregunto:
—¿Te llaman Chris?
—Es un apodo aceptable para Christian. —El dueño del nombre echa hacia
atrás su copa de champán, tomando el resto de la bebida. Naturalmente, esto
inmediatamente inicia otra ronda de ahogo.
Parker es ahora quien palmea la espalda de Christian, y estoy agradecida por
eso porque ciertamente no necesito tocarlo otra vez, incluso si es un gesto
salvavidas.
—Tal vez lo sea —murmuro mientras Christian rápidamente se pone más rojo
por lo que seguramente debe ser más vergüenza que alcohol yendo por el conducto
equivocado, aparta la mano de su amigo—. Pero no encaja.
—Si me permite el atrevimiento de preguntar, Su Alteza, ¿cómo es eso? —
inquiere Parker al mismo tiempo que Chirstian jadea:
—¿Qué significa eso?
Rodeo a los hombres para conseguir una frutilla cubierta de chocolate de la
mesa de postres.
—Chris es un nombre aburrido.
—Creo que acabas de emitir un insulto imperdonable para todos los Chris en
el mundo —dice Christian monótonamente mientras Parker tiene problemas para
contener su risa.
—Por supuesto que no. Simplemente he dicho que Chris es un nombre
aburrido. Mira a Elsa; es un nombre irremediablemente anticuado que encuentras
en mujeres que hornean pasteles de fruta. Mis padres me envejecieron en el 59
momento en que salí del vientre. —Apunto la fruta con rayado de cebra hacia mi
oponente—. Ahora, eso es imperdonable. Te fue dado un lindo nombre y has
elegido hacerlo aburrido cuando no se ajusta en nada a ti.
Demasiado silencio se expande entre nosotros; estoy tentada a mirarlo una
vez más. Una de sus oscuras cejas se arquea hacia arriba.
—¿Estás diciendo que no me encuentras aburrido?
¿Lo dije? Oh, mierda. Lo hice, ¿no? Aclaro mi garganta y sonrío de forma
encantadora.
—Sólo porque no quiera casarme contigo no significa que te encuentre
aburrido como una bolsa de piedras.
Ambas cejas se disparan hacia arriba, como si le hubiera informado que el
césped es azul y el cielo es verde. Como si aún no supiera que es interesante. Por
favor. ¿Debo recordarle todas las habladurías acerca de sus idas y venidas?
—Cuando éramos niños, se burlaban un poco de Su Alteza por su nombre —
me cuenta Parker.
Dejo el tallo de la fresa sobre la mesa; que es recogida por un camarero en
menos de un minuto.
—¡Qué! ¿Por qué?
—Fui nombrado debido a una religión —dice Christian—. Había un príncipe
Judío. Príncipe Musulmán. Príncipe Budista. Príncipe Hindú. Príncipe
Zoroastriano. Había muchas opciones, ya ves.
Otra vez no quiero nada más que reír y reír.
—Qué encantador. Ahora, esos apodos no son aburridos. Sacrílegos, sí, pero
definitivamente no aburridos.
—Tienes una semilla en tus dientes. —Es la respuesta de Christian.
—Eres un verdadero príncipe encantador, señalando públicamente los
defectos de las mujeres. Qué caballeroso de tu parte.
Es molesto cuánto me gusta que se niegue a parecer apropiadamente
castigado.
Lenta y discretamente, lamo la superficie para buscar la semilla, y luego, mis
ojos se encuentran un vez más con los suyos color ámbar, y estoy mareada y…
—¡Ahí estás!
…mortificada. Su Serenísima Alteza se materializa a mi lado, junto a un
hombre. Un hombre cercano a mi edad, para ser precisos. Uno que he visto en
revistas y en noticias. Un hombre de la realeza. Un hombre soltero de la realeza,
aunque sea uno sin un país gracias a que su rica y poderosa familia fue derrocada
años atrás.
Oh, dulce niño Jesús, no. Han pasado menos de veinticuatro horas.
—Me complace enormemente presentarte a Mathieu —dice mi padre.
Los sacrificios y hechizos vudú de mi madre deben ser realmente poderosos, 60
porque no hay modo que hubiera predicho que mis padres seleccionarían al
príncipe de Chambéry como el indicado para asegurar nuestra línea. No es que sea
un hombre difícil de mirar; de hecho, es bastante guapo de una manera hipster, con
sus gafas de montura negra, una pajarita cubierta de cráneos y Converse negras
complementando su poco convencional esmoquin de terciopelo. Pero eso no viene
al caso, porque simplemente voy a matar mi padre. Matarlo y asumir el trono a una
edad temprana.
Mathieu nota a Chirstian y da un pequeño asentimiento. Con su atención
volviendo a mí, dice:
—Su Alteza, no puedo decirle cuán complacido estoy de conocerla. —Una
mano se extiende; a regañadientes, hago lo mismo y espero a que él la bese, sólo
que no lo hace. La mueve de arriba abajo, casi aplastando los huesos bajo mi piel.
Mis pensamientos son pocos caritativos. Desearía poder decir lo mismo. Y
también: mi padre finalmente ha perdido la cabeza. ¿Alzhéimer? ¿Demencia,
quizás? ¿Los Chambérys? En voz alta, digo con gracia:
—El placer es mío. —Excepto que, con toda seguridad, no lo es.
Aunque imagino mi demasiado pronta asunción al trono debido al parricidio,
sin mencionar el regicidio, mi padre exclama:
—¡Aiboland! También he estado a la caza para encontrarte.
Me impresiona que, mientras se encuentra ofreciendo a Su Serenísima Alteza
una cortés reverencia, Christian no muestra signos de pánico. Porque seguramente
debe saber lo que tal declaración significa aquí en el MMR.
—Te has convertido en un joven robusto. No creo haberte visto desde... eh.
Probablemente aún estabas en pañales.
Solo mi padre podría expresar algo tan despectivo y considerarlo un
cumplido. Sin embargo Christian lo maneja bien, murmurando cuán complacido
está de renovar su relación.
Una vez más, Parker discretamente desaparece entre la multitud.
Sin embargo mi padre no está cerca de haber terminado con el gran duque
heredero.
—He tenido una agradable conversación con tu madre esta tarde…
Una expresión de alarma finalmente se materializa en los ojos de Christian.
—Y me gustaría mucho presentarte a mi hija.
Damas y caballeros, el príncipe Gustav va por todas en un tiempo récord.,
Aparentemente, también he estado insultando a mi futuro cuñado, lo que es
dolorosa y amargamente gracioso, ya que actué como una tonta y ahora lo conoceré
por el resto de mi vida como mi familia.
Christian inclina su cabeza hacia mí.
—He tenido el placer de conversar con su hija por la última media hora, señor.
Jaja. Placer. Seguro.
—No ésta. —Mi padre mueve su dedo—. Mi heredera está fuera de los límites 61
para usted, como estoy seguro usted bien sabe. Los herederos de la corona no
tienen permitido emparejarse.
Humillación. Oh, tanta humillación. E incluso ofrece un excelente
recordatorio. Atracción o no, esto no puede ser.
—Me refería a la hermana de Elsa, Isabelle. —Señala en la distancia, como si
Christian fuera capaz de intuir precisamente qué mujer al otro lado de la piscina
está siendo señalada como una futura esposa. Una que ya se encuentra
secretamente comprometida con su instructor de equitación en Vattenguldia.
Mientras Christian sutilmente intenta escaparse de las garras de mi padre,
Mathieu da un paso en mi línea de visión.
—Hoy he oído bastante acerca de la enigmática Elsa de Vattenguldia.
—Eso suena siniestro. —Bajo mi voz para igualarla a la suya—. He oído cosas
sobre ti. ¿Debo prepararme para ser chantajeada?
Se encoge en lo que parece ser genuina sorpresa. Pero luego se ríe, aunque un
poco amargamente.
Qué extraña, aunque curiosa, respuesta.
Su voz es tensa.
—¿Hay cosas por las que podrías ser fácilmente chantajeada?
Mi padre se encuentra ahora dirigiendo a Christian a través del patio hacia
Isabelle. Envío silenciosos deseos de suerte; el gran duque heredero los va a
necesitar.
—Ciertamente no se las admitiría a usted si las hubiera.
—El chantaje es un negocio repugnante, ¿no es así?
No logro interpretar la mirada en sus ojos. No son tan libres expresando
emociones como los de Christian.
—Príncipe Mathieu…
—Por favor, llámame Mat. —La amargura se transforma en ironía—. Cada vez
que escucho Mathieu, la voz de mi institutriz viene a mi mente, recordándome
algunas transgresiones que realicé. Y créame, hay muchas para recordar.
—Muy bien. Mat. —Sonrío a cambio para tratar de compensar lo que estoy a
punto de decir—. Déjame ser honesta contigo. No soy una fan de los objetivos
secundarios de la Cumbre Decenal.
Por su rostro pasa una expresión de sorpresa, de duda y luego, hay arrugas de
diversión en las esquinas de sus ojos.
—¿Es eso así?
—Me temo que sí.
Con la cabeza inclinada hacia un lado, hace un ruido de desaprobación.
—No suena tan segura, Su Alteza. ¿Me temo que sí? Hágase cargo de su
desprecio por el MMR, si eso es lo que realmente siente.
Interesante. Aún más interesante —o quizás, reconfortante—, es cómo 62
nuestras bromas no inspiran pensamientos febriles.
—Si es de algún consuelo, no estoy aquí para enamorarme de ti. —Sin
embargo está tranquilo. Vacilante.
Y aun así, soy escéptica.
—¿Es eso así?
—Tu padre parecía... —Su atención se dirige brevemente a través de la piscina
hacia la persona en cuestión—. No quiero decir desesperado, porque eso sería
irrespetuoso para ti y para él, ya que en estos pocos minutos que nos hemos
conocido, dudo firmemente que alguien pudiera alguna vez tacharte de
desesperada por nada, pero el príncipe Gustav estaba ciertamente determinado a
que no le negara el placer de una presentación.
—Determinado es una forma amable de decirlo. —Sigo su línea de visión y veo
a mi padre palmeando repetidamente a mi disgustada hermana y su nuevo
prometido robótico en la espalda tan fuerte que es un milagro que ellos no se
arrojen uno sobre el otro y follen como conejos justo aquí a la intemperie como él
probablemente desea.
—Su Serenísima Alteza no es nada sino tenaz.
—Otro poco de diplomacia —digo al hombre junto a mí.
Tira de un lado de su pajarita.
—No deje que las calaveras le engañen. Puedo ser tan adulador como el
próximo.
—Desafortunadamente, mi soberano no comparte mi opinión acerca del
MMR. —¿Y quizás la suya? Me muevo para obtener otra fresa cubierta de
chocolate, pero el miedo de otra semilla en mis dientes mantiene mis dedos
alejados—. Me imagino que viene de ser el cabeza de un principado constitucional,
que también sucede es un micro estado. Él quiere ser útil. Tener algún tipo de
impacto en un mundo lleno con superpotencias industriales.
Mat llama a un camarero por una bebida.
—¿Ve el establecer a sus hijos como una forma de hacer eso?
—¿Tus padres no se sienten igual?
Su copa recientemente adquirida se alza en un brindis extrañamente sombrío,
pero no dice nada más sobre el asunto. Por varios segundos incómodos, su atención
me deja y se posa en la distancia. Lo que está absolutamente bien para mí.
Justo antes que me excuse, pregunta:
—¿Cree que su hermana caerá en los encantos de Aiboland?
Por supuesto que caerá por sus jodidos encantos. Yo lo hice, ¿no? Él es el
príncipe encantador, después de todo.
—Creo que fui golpeada por el cambio de tema.
Otro silencioso brindis a mi favor.
—Aunque, para responderte, estoy segura que Isabelle ya ha identificado rutas 63
de escape. No está más interesada en ser subastada de lo que yo estoy.
Mat asiente en su dirección.
—¿Quizás ella decidió otra cosa?
Vuelvo a mirar hacia donde Isabelle está de pie con Christian. Nuestro padre
ya no está presente, lo que significa…
Espera. Mi hermana está en realidad conversando, y mientras puedo decir
que no se encuentra lo que se podría decir cómoda, hay una determinación genuina
llenando su rostro mientras mira el príncipe de Aiboland. Peor, quebranta el
decoro y toca su brazo mientras le habla.
Oh, diablos no. Mi hermana no se va a rendir al MMR tan fácilmente, no
cuando su felicidad reside en Vattenguldia, con un estúpido instructor de
equitación.
—¡Hijodeputa!
—¿Debo tomarlo como que no eres una de las fans de Christian?
—No. —Mierda. Eso ha sonado rencoroso. Dejo salir con menos vehemencia—
: Definitivamente no. —Como si ese hombre necesitara más fans en su vida. Con
toda su perfección, probablemente debe tener más de las que alguna vez podría
contar.
—Por la forma en que ustedes estaban hablando cuando me acerqué, podría
haber imaginado que eran... —Esboza una sonrisa ladeada—. Cercanos.
—Nosotros… —No hay ningún nosotros entre Christian y yo, tal como ruego
que nunca haya un '”nosotros”' con este hombre frente a mí—. Él y yo nos
conocimos hoy, lo que nos hace conocidos en el mejor de los casos.
Uno de los dedos de Mat golpea el borde de su copa. Y luego, con un rostro
muy serio:
—¿Entonces tampoco eres mi fan?
—Por desgracia, no—suspiro dramáticamente—. Espero que eso no aplaste tus
delicados sentimientos.
Sorbe por la nariz y finge limpiar sus lágrimas con un dedo.
Una reacia burbuja de diversión se me escapa.
—En realidad, me sorprende que Christian y tú no se hayan conocido antes.
Sus países están a tal proximidad que habría asumido que ustedes dos
prácticamente crecieron juntos. En pañales, nada menos.
Oh, jaja.
—Un internado es fantástico para esconder a la realeza uno de los otros. ¿Pero
qué hay de ti? ¿Lo conoces? Creí haber visto uno de esos asentimientos de
hermanos cuando llegaste.
—¿Asentimiento de hermanos?
Alzo mi barbilla rápido y corto, y se ríe. 64
—Residimos juntos en América por un tiempo y socializamos aquí y allá. Es
un buen tipo, si eso es lo que te preocupa. No de la clase que normalmente saldría
de su camino para seducir perdidas princesas para casarse. O hermanas. —Su copa
se alza hacia sus labios—. Aunque supongo que en realidad no importa cuáles sean
o no sus intenciones, ¿no? No en el MMR, al menos.
La risa forzada pero risueña de Isabelle, tan a menudo amonestada por
nuestra madre, flota a través de la piscina y hacia mi oído, toda uñas sobre una
pizarra. Ya que también ha sido iniciada en la idea de que la risa no es la mejor
medicina, mi curiosidad arde como el fuego. ¿Acerca de qué podrían estar mi
hermana y ese hombre hablando? Suavemente digo:
—No creo que ninguna de nuestras intenciones importen.
Los labios de Mat se presionan juntos mientras inclina su cabeza en acuerdo.
—¿Así que no estás aquí de buena gana para conseguirte una princesa?
—Creo —dice, con más gravedad en estas palabras que en cualquiera
pronunciada entre nosotros hasta ahora—, que el MMR es anticuado, un aberrante
capricho al que nadie en el siglo veintiuno debería considerar asistir. Mis afectos y
lealtades no deberían ser arreglados por los padres, sin importar que ellos puedan
pensar de otro modo.
Es mi turno de brindar por él.
—Oye, oye. Bienvenido a la alianza de la rebeldía, Mat.

65
12
Christian
T odo lo que quiero hacer es ir a la cama, aunque sea en una habitación
compartida con La Loba y Lukas. En cambio, estoy atrapado en medio de
la trampa de otro monarca, pretendiendo encontrar a Isabelle interesante
mientras habla acerca de... bueno, infierno. En realidad, no sé de lo que está
hablando. Supongo que debo escuchar por un momento.
Caballos. Está hablando de caballos. Bien podría estar hablando de tierra
vegetal, estoy tan jodidamente desinteresado.
No es como si fuera desagradable a la vista. Es agradable en una manera
suave, real como estamos entrenados a ser. Supongo que también está consumada,
o al menos sonaba como si lo fuera dada la letanía de logros que su padre me
bombardeó mientras ella estaba allí como una estatua. Es sólo que no hay un agudo
golpe de unión fuerte para encender entre nosotros, no hay flash ardiente de
atracción que podría siquiera hacerme reconsiderar mi postura sobre la voluntad 66
de salir de la Cumbre como un hombre libre. Me hace sonar como un idiota, pero
todo lo que siento a su alrededor es aburrimiento.
El sonido de un carraspeo agudiza mi enfoque, sólo para encontrar a Isabelle
esperando expectante. Joder. Me había preguntado algo, ¿no? Busco en su rostro
algún tipo de pista, pero no tengo nada. ¿Sigue hablando de caballos? No sé casi
nada acerca de equinos, ni me interesa saber mucho.
Cuando el silencio se extiende demasiado, dice con fuerza:
—¿Montas?
—Tenemos unos árabes estabulados en Norslœ, pero como he estado fuera del
país a menudo estos últimos años, no he tenido mucho tiempo para andar en ellos.
Eso es ser generoso. No puedo ni siquiera pensar en la última vez que fui a los
establos. Esos caballos son de mi padre, no míos.
Los ojos de Isabelle se estrechan, como si no pudiera imaginar un mundo en
el que haya una persona que no babeara sobre las bestias como ella.
—¿Juegas polo?
Mierda, no. No si puedo evitarlo, por lo menos. La última vez que lo hice,
cuando vivía en Inglaterra, fui desbancado y tuve un chichón en la cabeza durante
semanas.
—Me gusta un poco el tenis.
Su boca se tensa, como si hubiera sacrificado un cachorro delante de ella. O
tal vez, en su caso, un potro. ¿Qué diablos está mal con el tenis?
Entonces agrego:
—Y la navegación.
De alguna manera, eso es una respuesta aún peor.
—Mientras estaba en los estados, jugué un poco de Hockey…
Las líneas disminuyen sólo una fracción.
—¿Hockey sobre hierba?
—Uh, no. Hielo.
Lleva una mano a su boca y discretamente jadea (¿o se amordaza?), como una
mujer delicada propensa a los vapores en la Inglaterra Victoriana. O es un acto, o
Isabelle no es nada como su hermana, porque no puedo imaginar que Elsa alguna
vez se desmayara, y mucho menos pretender hacerlo.
Se ven un poco igual, con el mismo cabello oscuro y piel pálida, pero Isabelle
me parece mucho más refinada que Elsa. No es que Elsa no lo sea, a pesar de lo que
he visto, estoy seguro que debe serlo, teniendo en cuenta su educación. Es sólo que,
Elsa está dispuesta a decir lo que piensa, tan exasperante como pueda ser. Tenía los
huesos para decir cosas que nunca he escuchado decir antes a otra princesa. Quiero
decir, ¿preguntarme acerca de si soy o no virgen? ¿En una fiesta llena de nuestros
compañeros? Curiosamente refrescante, aunque fui sorprendido. 67
Sin embargo, ahora estoy atascado escuchando sobre caballos y charla del
tiempo. Estoy oficialmente, por completo, y abrumadoramente aburrido como el
infierno. Rápidamente sintonizo a Isabelle una vez más durante su discurso sobre
las historias de terror que ha oído acerca de los jugadores de hockey sobre hielo.
Pero entonces otro mordaz aclaramiento de garganta fuerza mi atención.
Mierda. Me he perdido otra pregunta.
—Mis disculpas. ¿Le importaría repetir eso?
Molestia parpadea en su pálido rostro.
—Me estaba preguntando si conoce al príncipe Mathieu.
Mi mirada va a través de las aguas que nos separan de la mesa de postres
hacia Elsa y Mat que todavía nos están vigilando. Por haber simplemente sido
presentados, no están demasiado juntos, pero entonces, ese no es el estilo de Mat.
Ella no es el estilo de Mat, así que es un poco sorprendente que mi viejo amigo se
dejara arrastrar gustosamente por el príncipe Gustav para una introducción.
La última vez que escuché, Mat había estado saliendo en silencio con la
misma chica desde hace años. El encuentro tuvo todos los ingredientes de una
película sacarina: el príncipe de Saboya y la americana se conocieron en una
cafetería cuando ella dejó caer su billetera y él la recogió. Sin embargo me gusta.
Aunque a menudo tranquila, Kim tiene una buena cabeza sobre sus hombros y, en
el último informe, se encontraba en su residencia médica en un hospital en la Costa
Este. A pesar de sus grandes diferencias, la pareja siempre tenía sentido para mí.
Elsa no es Kim. Así que ¿por qué él está todavía hablando con la heredera de
Vattenguldian? ¿Podría ser que ésta es una de las uniones grotescas del MMR?
¿Podría realmente estar dispuesto a romper con Kim en nombre de los caprichos de
sus padres?
Me compadezco del hombre. Compadezco a Elsa. Maldita sea, es vergonzoso
como el infierno, pero me compadezco en este momento.
Le digo Isabelle:
—Sí.
Claramente espera más, porque el silencio llena el espacio entre nosotros. Así
que añado:
—Es un tipo decente.
Cristo. Todavía está esperando. ¿Qué más necesita saber?
—Espero que él no asuma que mi hermana caiga fácilmente en sus brazos —
murmura, viendo la misma escena que estoy molestamente incapaz de apartar mi
mirada—. Aunque, hacen una pareja sorprendente, ¿no?
No. Como una cuestión de hecho, no lo hacen. Ni siquiera en el más
pequeño…
Espera.
¿Por qué me importa?
68
—Mis disculpas —digo otra vez—. Pero debo excusarme.
Probablemente piensa que tengo que ir a mear. La dejo pensar eso, sin
importarme un ápice sobre el comportamiento o el decoro. Tengo que escaparme
como el infierno lo más lejos posible de la MMR lo más rápido que pueda. Está
jugando con mi cabeza.
Porque definitivamente no me gusta la idea de Mat y Elsa juntos. Y no tengo
ninguna maldita razón para sentirme así. Ninguna en absoluto.
El MMR ya ha comenzado su lavado de cerebro.
13
Elsa
M
i padre ronca como si estuviera aserrando troncos como un
desesperado leñador por ganar un concurso; Isabelle queda en un
segundo lugar en sus intentos por mantener el paso con él. He
descendido completamente al purgatorio mientras el letargo alegremente me
abandona.
En algún momento alrededor de las tres de la mañana, me pongo un suéter y
jeans, y escapo de la habitación que comparto con mi familia. Camino por todo el
castillo, extrañamente quieto, hasta que localizo la cocina. Estoy desesperada para
que el alcohol me haga dormir, pero en cambio, estoy lista para un vaso de leche.
No queriendo alertar a nadie de mis vagabundeos nocturnos, elijo no encender las
luces y uso la suave luz de mi teléfono.
Acabo de abrir uno de los viejos refrigeradores de madera que decoran la
cocina cuando una voz pregunta: 69
—¿Estás corriendo fuera de control por el castillo en medio de la noche,
princesa?
Hay un delicioso acento británico proveniente de algún lugar detrás de mí.
Despacio, me doy vuelta en la cocina a oscuras para encontrar, en la débil luz
de mi teléfono, al gran duque heredero de Aiboland apoyado contra una de las islas
de acero inoxidable, una taza y un pequeño plato con éclairs enfrente de él. Lleva
jeans y una sudadera con capucha con el logo militar de su país, luciendo muy
diferente del elegante hombre que casi se ahoga hasta la muerte frente a mí esta
noche más temprano.
Sin embargo, me gusta esa mirada en él. Casi tanto como la otra.
—Parece que no soy la única. ¿Qué te trae a la cocina tan tarde en la noche? —
Lo que es estúpido preguntar, ya que es, a todas luces, evidente lo que está
haciendo, pero la falta de sueño no me permite hacer observaciones ingeniosas.
Christian ofrece uno de los éclairs de su plato antes de deslizar su teléfono
sobre donde estaba sentado a sólo centímetros de distancia. Enciende la linterna e
inclina la pantalla para que se ilumine la isla.
—No podía dormir. —Y luego, con una sonrisa triste dice―: La gran duquesa
ronca como no se puede creer.
No hay manera de contener la sonrisa tirando de mis labios.
—Acabo de escapar de mi padre porque hacía lo mismo. —Sin embargo me
compadezco de Isabelle. Si realmente es el hombre con quien va a ser emparejada,
va a descubrir muy pronto este hecho divertido por su cuenta.
—¿Y pensaste que ibas a encontrar consuelo en la cocina?
—¿No has hecho tú lo mismo?
Se ríe.
—Me prohibí comer éclairs más temprano y luego decidí, después de mirar el
techo durante una buena hora, que la vida es demasiado corta para no disfrutar de
las cosas que provocan pequeñas alegrías.
Camino hacia la isla, posicionándome del lado opuesto.
—¿Los éclairs te dan alegría?
Su sonrisa crece.
—Claro que sí, por supuesto. ¿Quieres uno?
Tres éclairs descansan sobre su plato.
—¿Me traerán alegría?
—¿Alguna vez has comido un éclair a mitad de la noche, Els?
Parpadeo por el apodo que me otorga. Nunca nadie me ha llamado Els. Ni una
sola persona. Es extraño, porque uno pensaría que un derivado de este tipo sería
natural, pero Su Serenísima Alteza fue estricta con respecto a esas cosas durante mi
infancia. Mi nombre es Elsa. Debería ser llamada Elsa. Los apodos son cosas
70
comunes, y sostenía que deseaba más para mí.
Lo que sea que eso signifique.
Independientemente de nuestra conversación anterior con respecto a estos
sobrenombres, sin embargo, parecen gustarme.
—De hecho —digo, absurdamente complacida por el otorgamiento—, nunca
comí uno.
—Entonces ésta será tu primera vez. —Él empuja el plato hacia mí.
—No te preocupes. Los éclairs que se comen en la mitad de la noche no tienen
calorías. Si las tuvieran, yo ya tendría, por lo menos, dos kilos de más.
Es imposible no sonreír como una tonta. ¿Realmente estamos aquí de pie en
la cocina, en la oscuridad de la noche, discutiendo de nuevo? Y, ¿por qué es tan
malditamente entretenido? Pequeñas alegrías, ciertamente.
—¿Ah sí? Entonces bien. Esto será algo más que sólo la primera vez comiendo
un éclair en el medio de la noche. También será la primera vez que consuma un
postre libre de calorías. ¿Quién sabía que tales cosas existían?
—¿Quieres que también caliente un poco de leche?
Parpadeo de nuevo, repentinamente inestable.
—Estabas hurgando en la heladera buscando leche para calentar, ¿no es así?
—Señala su propia taza—. ¿Ayuda con padres que roncan?
Respondo con:
—¿Por qué estabas sentado aquí en la oscuridad?
—Tenía la linterna de mi teléfono encendida, pero la apagué cuando escuché
ruidos detrás de la puerta. Supongo que no estaba demasiado interesado en ser
descubierto hurgando alrededor de la cocina a mitad de la noche. —Toca la
cerámica frente a él una vez más—. ¿Sí o no?
Cautelosamente selecciono uno de los éclairs, temblando porque están fríos.
—De hecho, sí. Me gustaría mucho. ¿Sabes cómo calentar leche?
La habitación puede estar oscura, pero no hay duda de la cómica mirada pero
herida que profiere.
—Todo el mundo sabe cómo hacer eso.
—No todo el mundo. Seguramente hay vírgenes de leche en el mundo.
Camina hacia la nevera y extrae un cartón de leche.
—Ten la seguridad, no soy virgen de leche. Tengo treinta años, ¿recuerdas?
Es mi turno de casi atragantarme mientras trago una mordida demasiado
grande de éclair.
—No se permite asfixiarse. Si se hacen las cuatro de la madrugada, las calorías
van a volver.
Me aclaro la garganta.
71
—¿Entonces las tres de la madrugada es una hora mágica?
Se acerca más hacia la cocina, donde una pequeña bandeja está apoyada en
otra encimera de acero inoxidable. Dirijo las linternas de nuestros teléfonos hacia
donde está; sombras se arrastran alrededor de su cuerpo cuando una llama azul
entra en erupción de un quemador, permitiéndome comerme con los ojos
silenciosamente un culo demasiado bien formado. Por Dios. ¿Su voluntad es
siempre demasiada?
—De hecho, así es. Todas las mejores primeras veces deben ser
experimentadas a las tres de la madrugada. —Él pone la cacerola en el fogón y
agrega la leche—. Pero es una hora embrujada. La magia sólo dura sesenta minutos
antes de volverse ordinaria una vez más.
Con el siguiente bocado de éclair, el placer irrumpe en mi lengua. Lo maldigo
por acertar sobre la alegría que provee la pastelería.
En la tenue luz de nuestros teléfonos, veo cómo Christian calienta la leche,
maravillada por cómo, apenas unas horas antes, estaba siendo irracional con este
hombre en un pasillo. Y ahora estamos aquí, clandestinamente tomando el control
de una cocina familiar despiertos a horas en la oscura noche, y conversando con
facilidad, y estoy disfrutando este momento de respiro.
La vida es así de divertida.
Minutos más tarde, me trae una taza llena de leche humeante.
—No fui capaz de encontrar cacao, o te lo habría ofrecido.
Hundo mis dedos alrededor de la calidez, levantando la vista hacia su rostro
en la luz sombría artificial.
—No te hubiera catalogado como alguien de chocolate caliente.
—Cuando era un muchacho, mi institutriz solía preparármelo cada vez que
tenía pesadillas. No lo bebo muy menudo hoy en día, pero aun así da un poco de
consuelo.
Me tomo la leche caliente, disfrutando de cómo la tensión del día se alivia en
mis músculos.
—¿Tuviste una pesadilla esta noche?
—Creo que cualquier chico de más de veinte años, obligado a dormir en la
misma habitación que sus padres roncando, se encuentra en medio de una
pesadilla. —Su cabeza se ladea, su sonrisa desvaneciéndose un poco—. O bien,
cualquier adulto en su sano juicio atrapado en el jodida MMR.
Su desprecio es genuino, igualando el mío en vehemencia.
Ya sea que estoy lista o no, todos mis resentimientos anteriores desaparecen.
Bien. No es lo que pensaba. Y me he comportado abominablemente con él, cuando
resulta que está tan resentido por esta farsa como yo. Tal vez es hablar de la leche,
pero ya no deseo resistir a este príncipe. Tal vez, sólo tal vez, cuando era una niña,
con el deseo de una alma gemela, fijé a este tipo correctamente. Por lo tanto,
respiro hondo y extiendo mi taza. Él está sorprendido, pero no duda en agarrar la
suya también. Tintineos de cerámica suenan suavemente en la oscuridad de la 72
cocina.
—Tal vez —digo con vacilación, sin saber si debo expresar esas cosas—, si los
dos tenemos pesadillas al mismo tiempo otra vez, podemos encontrar el chocolate y
hacernos alguna chocolatada.
Me mira fijamente durante un largo momento, sus ojos son inescrutables por
una vez en las sombras de la oscuridad y la escasa iluminación.
—¿Entonces no eres una virgen del chocolate caliente?
Mi susurro dramático se burla.
—¡Tengo veinte y ocho años!
Una sonrisa fácil reaparece.
—Nunca antes una princesa me ha hecho chocolate caliente.
—Nunca he bebido con un príncipe antes.
Se ríe en voz baja. Es un sonido maravilloso, uno que me pone la piel de
gallina en los brazos, debajo de la cachemira de mis mangas.
—Entonces esa sería otra serie de primeras veces para nosotros.
Tomo otro sorbo de leche.
—Eso suena como un club. El Real Club de la Primera Vez, o el RCP.
El peso de sus ojos se asienta sobre mí una vez más, y me siento boba por
decir una cosa tan tonta y presuntuosa. Pero entonces libera esa perfecta
exhalación de diversión de nuevo.
—Vamos a ser los fundadores de este RCP. Y como tal, emito un reto: aparte
de la leche y éclairs de esta noche, cada uno de nosotros debe determinar tres
primeras veces más para experimentar durante las tres de la madrugada en el
transcurso de la semana antes de irnos.
Si no lo supiera, podría admitir el músculo en el pecho dando un vuelco a tal
pensamiento.
—Si vamos a estar corriendo como locos a las tres de la mañana todas las
noches, tú y yo estaremos terriblemente cansados durante todas nuestras
reuniones.
—Tengo una confesión para ti, Els. Estoy bastante seguro que estaré cansado
de todos modos. ¿Ya le has dado una mirada al itinerario de herederos? Es más
aburrido que la mierda. Estaremos interesados en dormir la siesta durante esas
horas de todas formas.
Me llamó Els de nuevo. El príncipe encantador me ha encantado oficialmente,
al menos esta noche, por lo menos en esta cocina.
—Acepto el reto.
Los latidos se vuelven rapidísimos cuando las comisuras de sus labios se
levantan.
—Tienes tiempo hasta los cócteles después de la cena de esta noche para
sugerir otra primera vez. También sugeriré uno. Y luego vamos a decidir juntos cuál
de nuestras primeras veces tachamos de nuestras listas. O tal vez incluso hacer las
73
dos cosas.
Juntos.
He estado bebiendo leche, pero hay mantequilla de maní en mi garganta.
¿Qué estoy haciendo? Tendría que dar la vuelta y alejarme, pero cuando extiende
su mano, extiendo también la mía. Y al igual que antes, sus labios encuentran la
parte de mis nudillos para darme un mini momento orgásmico.
—Todas las mejores ofertas se sellan con un beso —dice a la ligera.
Soy una maldita idiota.
14
Elsa
E stoy de mal humor y tengo ojeras bajo mis ojos que ninguna cantidad de
crema o maquillaje puede ocultar a la mañana siguiente. O más bien más
tarde esa mañana. Una vez volví a mi habitación, Isabelle y mi padre
roncaban más fuerte que nunca. La leche ayudó, pero Christian no. Su sexy acento
atormentó los pocos sueños que he tenido.
—Te ves horrible —confirma Isabelle amablemente mientras vamos a
desayunar. Nuestro padre camina junto a un amigo por el pasillo y nos envía
adelante. Nada hace que una mujer se sienta más pequeña que ser escoltada por su
padre. Y como tal, no tengo en lo más mínimo el corazón roto por su ausencia.
Mi sonrisa de ninguna manera es alegre.
—Qué afortunada soy que siempre puedo contar contigo para que me des la
cruda verdad. —Quizá debería remarcar que ella está exquisita ahora mismo. Claro, 74
no tuvo que escuchar los ensordecedores ruidos que ella y mi padre estaban
haciendo a noche.
—Te vi hablando con Mathieu anoche.
—Sí —confirmo.
—¿Y?
—Nos escapamos de la fiesta, e hicimos el amor furiosa y apasionadamente
detrás de las palmeras. Estoy embarazada, y decidimos llamar al bebé Raffaello,
mudarnos a Italia, comprar una villa, cultivar un huerto de olivo, así podemos
hacer nuestras propias botellas de aceite. Nuestro eslogan tendrá que ver con el
más real de todos los aceites de oliva. Y viviremos rústicamente felices en el campo
mientras tú asumes el trono en Vattenguldia.
Sus labios pintados de rosa disminuyen considerablemente.
—Eso no es ni remotamente divertido.
Por todas sus aspiraciones reales, ser reina no es definitivamente uno de los
mayores deseos de mi hermana.
—Honestamente, Isabelle. ¿Qué piensas que pasó? Hablamos. Él fue
sorpresivamente decente, pero si te estás preguntando si fue amor a primera vista,
perdón por decepcionarte. Además, creo que encontré un nuevo amigo para
abrirme paso entre los problemas de la semana.
No es exactamente una mentira, pero estoy aliviada que no me presiona por
un nombre, y me doy cuenta que estamos hablando de un hombre diferente.
¿Cómo de incómodo puede ser admitir que estoy en términos amigables con su
futuro esposo? O peor aún, ¿haciendo planes para salir con él en la noche?
—Anoche escuché a papá en el teléfono con mamá. Mathieu es
definitivamente su propuesta para ti, Elsa.
Fantástico.
—Él se ve tan entusiasmado por la perspectiva como yo.
Dice en voz baja, la amargura crepitando en cada una de sus palabras:
—Como todos estamos. Su Serenísima Alteza me presentó a un Neandertal
virtual anoche.
Casi caigo por las escaleras ante tal descripción. ¿El príncipe encantador
siendo menos que encantador? Imposible. Su perfección nunca permitiría eso.
Isabelle continúa:
—Es bastante atractivo, aunque se vista como un vagabundo.
Al principio, me sorprendo. Christian, ¿un vagabundo? Pero después me doy
cuenta que mi hermana cambió de tema y una vez más se refiere a Mathieu… quien
todavía no se parece a lo que está insinuando.
—¿Alguna vez has visto uno? Mat está muy lejos de eso. Si él es algo, es
hipster. No estaría sorprendida si él en secreto es un esnob de la música. —Empujo
mi hombro con el de ella—. Además, anoche estaba usando chaqueta. ¿Cuántos
vagabundos piensas que visten en alta costura? 75
—Eso era terciopelo. Y tenía zapatillas deportivas —contesta.
Literalmente agarro las perlas alrededor de mi cuello.
—Permítenos retroceder y ponerlo sobre la mesa antes que sea demasiado
tarde.
Está en silencio por un largo momento.
—El gran duque heredero de Aiboland juega tenis.
Agarro mis perlas con más fuerza.
—¡Maldición, Isabelle! ¿A dónde este mundo está llegando? —Y después,
mientras su boca baja—. Por favor, dime que anoche no hablaste sobre deportes.
O al menos nada de lo que mi obstinada hermana aprobará, que son todos
excepto los relacionados con equinos.
Oscuro y rizado cabello descansa detrás de sus orejas
—También hablamos de caballos.
Jamás estuve más agradecida de no ser parte de una conversación antes. Me
complace saber que a Christian deben de gustarle los caballos, porque al menos
ahora hay algo para desaprobar. Los caballos apestan. Soy un fracaso de princesa
por creer eso, pero sin embargo es la verdad.
—¿De qué manera hablaron de tenis después de hablar acerca de caballos?
Su voz cae en un susurro desaprobatorio, suave pero todavía áspero contra las
escaleras que bajamos.
—Mencionó que juega hockey sobre hielo. Como dije, ese hombre es un
Neandertal.
Y calienta leche y después les ofrece dulces a princesas desprevenidas en la
noche. ¿Está tratando de ser el Hombre del Año? El terco príncipe encantador.
¿Cómo no fue víctima de sus encantos? Neandertal, después de todo.
—¿Por qué estás susurrando?
Sus fosas nasales se ensanchan.
—¿Qué si esos no son sus diente verdaderos?
No me molesto en informarle que al principio también me pregunté si eran
falsos.

Según el paquete de bienvenida recibido en la llegada, los desayunos en el


Castillo eran servidos como buffet en el gran comedor que parece un monasterio
medieval que se encontró en medio de un rancho americano. La larga mesa de
madera, las antiguas sillas y bancos son la mayor parte de la rica decoración de la
habitación, las sillas acolchonadas hablan de realeza. Música del 1930 suena
discretamente desde los altavoces escondidos, y mientras absorbo todas las
banderas en línea como decorado, me maravillo de cómo viajar en el tiempo es
completamente deseable aquí en esta casa y completamente mundano para mí. 76
Cuan maravilloso el Castillo Hearst tuvo que ser en su época, lleno de glamorosos
artistas de películas y la élite americana. Casi puedo sentir los fantasmas del pasado
rozando mis hombros, seduciéndome a descubrir sus secretos.
—Mira esto. —Isabelle señala un gran cartel cerca de la entrada. Dice: El
Castillo Hearst es un sitio histórico, un museo, una parte del Sistema de Parque
del Estado de California. Es financieramente responsable por cualquier daño que
cause.
Me pasa un plato.
—¿Una casa puede ser un parque?
—Más probable en la tierra en que se encuentra. ¿No leíste sobre su historia
antes de venir? —Sin embargo debería hablar. Mi investigación fue superficial a lo
mucho.
—No tuve tiempo. —Isabelle escoge una manzana y una taza de café—.
Encuentro insultante que ellos crean que somos lo suficiente descuidados como
para dañar los muebles. Vivimos en castillos y palacios genuinos, muchos con
antigüedades más viejas y preciosas que éstas.
—Cuidado, hermana —le advierto en voz baja—. Suenas como la más grande
snob en una sala repleta con los elitistas más prolíficos del mundo.
Para probar mi punto, suelta un bufido condescendiente de disgusto. Pero
después, toda su mala leche desparece en resignación.
—Ahí está Christian. Supongo que deberíamos sentarnos con él.
—¡Qué auténtico respaldo! Supones.
Las líneas alrededor de su boca se hacen más pronunciadas.
—¿Qué pensaría Alfons? —me burlo, siguiendo el movimiento de la mirada de
mi hermana hacia su hombro. Christian, con el hombre que comió la cena, y Parker
están sentados frente al otro al final de la mesa, bebiendo café.
Maldición. Incluso en la mañana, Christian y su perfección son imposibles de
escaparse. Porque es tan atractivo, con sus mangas enrolladas hasta sus antebrazos
y el sol bailando con rayos de claridad cruzando su ondulado cabello mientras
habla con sus compañeros. Y él tiene ese jeans otra vez.
Neandertal, después de todo.
Si sólo tuviera una mala personalidad con semejante rostro.
—No quiero hablar de Alfons. —Luego, recordando la última vez que dijo eso,
añade—. Por favor, Elsa.
Ahí está esa declaración otra vez. La sonrisa de mi hermana se debilita,
enviando señales de advertencia que dice: peligro, procede bajo tu propio riesgo.
La propiamente dicta que debería respetar su deseo, pero la hermana en mí
simplemente no puede ignorar el dolor en la mirada de mi única hermana.
—¿Está todo bien entre ustedes?
77
Cabello negro, como el mío, se mueve de lado a lado en una rápida sacudida.
Débiles transiciones se tambalean.
¿Cuándo pasó eso? Apenas la semana pasada soporté una de las tranquilas
convicciones expresadas por Isabelle sobre lo segura que estaba que Alfons era su
alma gemela. De hecho, esto no es nuevo, pero había sido en particular vehemente
en su fe sobre su feliz para siempre. Por supuesto, le urgí con preocupación y
apoyo, a pesar que su chico sea igual de interesante que una bolsa de papel mojada
(y si también soy honesta, igual de listo que una). Pero Alfons parece poseer un
buen corazón y ciertamente no parece un caza fortunas como para arrebatar un
paseo gratis de por vida. ¿Mi hermana normalmente precavida saltó hacia el arma
para enganchar a su instructor de equitación después de conocerse todo un año?
Definitivamente. Pero Isabelle fue siempre tan feliz con Alfons, y la felicidad es algo
que buscamos desesperadamente desde que nuestras vidas son dedicadas a
garantizar la felicidad de otros. ¿Cómo fue de felizmente enamorada a estar
dispuesta a rehusar estar en contra del MMR en un espacio pequeño de tiempo?
¿Al menos de no sacudir el bote?
Murmuro su nombre, pero una fuerte negación y un golpe en las costillas
detienen rápidamente que vaya más lejos con mis comentarios. Entonces ya no
está, sino cruzando la sala hacia su supuesto destino, sus rasgos perfectamente
educados así no hay traicionados demonios ocultos. Sin embargo la conozco mejor.
Normalmente no dejaría bajar su guardia en público, así que me deja pensar que en
un fugaz momento su corazón debió ser mallugado y aplastado. Y es una difícil
realización para mi hermana, sabiendo que una vez algo debió sacudir la existencia
de Isabelle y aceptando que ahí no hay nada que pueda hacer que simplemente
apoyarla, si es siquiera para lo que me requiere.
Estoy por seguirla cuando escucho:
—Ah, ahí estas, Elsa.
Mi padre está parado detrás de mí, con una taza de café humeante en sus
manos.
—Tu madre llamó hace unos minutos. Estaba muy disgustada porque no pudo
ponerse en contacto contigo esta mañana.
—Me temo que debí dejar mi teléfono en modo vibrador. —Es una mentira,
mandé su llamada derecho al buzón de voz. No dormí lo suficiente, ni había bebido
café como para semejante conversación.
Gruñe, probablemente deseando haber hecho lo mismo.
—Tienes que llamarla después de tu reunión de esta mañana. Así tu hermana
se puede unir, de esa manera será mucho más fácil. Quiere discutir algunas cosas
importantes con ustedes.
Irritación me inunda y al mismo tiempo mi estómago se hunde.
—Voy a estar fuera en una charla con el CM antes que el día inicie, y después
voy a tener una pequeña reunión con el Consejo Nórdico —me dice—, pero quería
alcanzarte para avanzar en algunas cosas importantes. —Echa un vistazo sobre mi
hombro—. Isabelle es de Aiboland y es una unión que estoy ansioso de apoyar, Elsa. 78
Así que es oficial, sin importar si mi hermana quiera o no.
—Si pregunta tu opinión sin importar o no lo que pienses, ella y Aiboland
hacen buena pareja, sé que puedo contar contigo para hacer lo que es mejor para la
familia y Vattenguldia, ¿eh? Las relaciones entre nuestros países estuvieron
distanciadas por demasiado tiempo.
Si nosotros estuviéramos a puertas cerradas, podría haberle dicho mi opinión
actual, pero como estamos en un lugar abierto, rodeados de gente, simplemente
inclino mi cabeza. Pero, sí. No va a pasar. Tampoco va a pasar cuando mi madre
postergue el tema hasta más tarde.
—Hablaste con él anoche. ¿Crees que su consentimiento podría ser un
problema?
Mis piernas se sienten como si se hubieran vuelto de madera.
—¿Preguntas si creo que el gran duque heredero de Aiboland es un
participante entusiasta del MMR?
Mi padre se ríe con naturalidad, como si supiera que no importa un poco lo
que Christian, o cualquiera de nosotros diga en realidad.
—No tengo dudas que ese niño puede hacer lo mejor para mi país. —Toma mi
brazo y me conduce hacia la entrada—. La duquesa está igual de emocionada por
esta pareja como yo.
Ahora que estamos fuera de vista, digo:
—¿Niño? Es mayor que yo.
Solo me da una palmada afectiva en mi hombro.
—Si es necesario, anímalo para que vea a tu hermana y a Vattenguldia como
algo positivo. Estoy seguro que no va a ser difícil para ti, no si quieres lo mejor para
nuestra gente.
Nadie le rueda los ojos a su rey, ni siquiera cuando es tu padre. Pero Dios mío
si no es difícil reprimir esa acción.
Mi padre toma un sorbo de su café, mirándome con atención.
—Te arreglé un té con Mathieu después de tu reunión. Es mejor que le
dediques algo de tiempo todos los días para que te familiarices con él. Recuerda,
estamos hasta el viernes.
Alguien debe haber pasado por detrás y alcanzarme por la cabeza con uno de
esos enormes martillos de Acmé, porque seguramente Su Serenísima Alteza no dijo
lo que me temo que dijo.
¿O sí?
Nunca he rezado tanto para estar alucinando. Y aquí estoy, sintiéndome mal
por Isabelle y Christian, cuando mis propios demonios están aquí estableciéndose.
—Tu madre y yo hemos tenidos muchas conversaciones productivas con sus
padres en las últimas semanas, y nos sentimos bastante convencidos que ustedes lo
harían estupendo —continúa mi padre, ajeno a cómo desgarró la tierra bajo mis 79
pies de madera—. Mathieu es un chico muy inteligente. Lleno de sólidas opiniones.
—Juguetonamente toquetea mi barbilla, la seriedad gravada en su rostro y sus
traicioneras palabras cubiertas de cualquier desenfado del momento—. ¿Suena
familiar?
¿Semanas? ¿Ha estado discutiendo un acuerdo por mi mano en un arcaico
matrimonio arreglado durante semanas?
Alguien llama a mi padre.
—Bueno, infórmale a Isabelle que tiene una reunión para el té con Aiboland
esta tarde. Haz tu trabajo, Elsa.
Una vez que se va, quiero mirar mi teléfono y revisar el calendario, sólo para
estar segura que estamos en el siglo XXI y no en la Edad Media.
—¿Puedo ayudarle, Su Alteza?
Parpadeo y encuentro a un sirviente parado ahí, su esmoquin impecable tan
temprano. Le ofrezco mi sonrisa real: calmada y compuesta, porque voy a estar
jodida si le enseño a cualquiera en la otra habitación cuán sorprendida estoy.
—Voy a desayunar.
Él me sostiene la puerta abierta; me fuerzo a avanzar, e ir otra vez al comedor.
Isabelle debe, para mi sorpresa, haber sido detenida por una de las chicas de
Monégasque y ahora está yendo hacia donde está Christian.
En el momento en que notan su aproximación, los tres hombres se levantan.
Christian no puede dejar sus modales ni dos segundos. Puedes asumir, que en una
sala completamente llena de la realeza, podríamos dejar nuestros modales y no
entrar en nuestros respectivos roles simplemente parándose porque una dama está
llegando a la mesa.
Christian no fue muy caballeroso anoche. Está bien, es una mentira. Lo fue.
Calentándome leche, por el amor de Dios.
Ante el pensamiento del príncipe encantador cocinando para mí, mi estúpido
corazón tartamudea contra mis costillas.
—¿Les importa si nos unimos? —Isabelle es toda elegancia, con su patentada y
coqueta sonrisa deslizándose en sus labios, tratando de brillar, solo para cruzar con
un mohín coqueto en el que indudablemente se esforzó.
Antes que pueda alejarla para comentarle el problema de antes, los
fascinantes ojos ámbar de Christian dejan el rostro de mi hermana para
observarme. Como en un ridículo estereotipo, cuando nuestras miradas se
encuentran, el aire de mis pulmones desaparece mágicamente hasta que ya no sé si
estoy en la tierra, porque repentinamente todo el oxígeno se fue. Y es indigno,
porque cosas como esas; reacciones por simplemente hacer contacto con la mirada,
no existen realmente, ni siquiera si es tan extraordinario como la mía.
Estoy claramente exhausta por la falta de sueño, o estoy pillando el resfriado
que temía la otra noche, porque no hay otra explicación racional para que esté
mareada. 80
Por suerte, mira otra vez a mi hermana en espera.
—Sería un placer. —Él le sonríe en respuesta, pero es radicalmente diferente a
la deslumbrante sonrisa de anoche que iluminaba la oscura cocina. La de esta
mañana es una línea apretada; peor, no llega a sus ojos.
No creo que me guste esta sonrisa. No en él, no así. Pero prueba que el
nombre príncipe encantador es bien merecido, por Christian saca con gracia la silla
de mi hermana. De vuelta, ella golpea su plato contra la mesa. ¿Nuestra madre está
teniendo un ataque en alguna parte? Claramente está descuidando su trabajo para
imponernos conductas apropiadas, eso es seguro. Porque ésta no es la conducta
normal de mi hermana. Ella es una dura galleta, pero normalmente es educada
bajo su aspecto. Sé que esto es un infierno de experiencia, pero entre nosotras, mi
dinero está en sus manos para actuar decentemente. Primero el patético intento de
coqueteo, ¿y ahora tirar el plato? ¿Qué está pasando ahora?
Christian aguanta su volátil humor con calma.
—Permíteme presentarle a mi hermano, Su Alteza el príncipe Lukas de
Aiboland. Lukas, esta es Elsa, princesa heredera de Vattenguldia y su hermana, la
princesa Isabelle.
Lukas se inclina, pero no es ni de cerca tan nítido y agradable como su
hermano. Sus marrones ojos se posan sobre mi hermana.
—Encantado, estoy seguro.
Tampoco su acento es agradable.
Con elegancia, rodeo la mesa y coloco mi plato al lado del de Parker. Pero las
leyes de los Aibolandian y sus intentos de educación me siguen, sin dudar saco mi
silla también, así que agarro mi propio asiento y la deslizo de debajo de la mesa.
Parker se sorprende ante mi acción.
—Permíteme. —Rápidamente saca la silla. Lo detengo.
—A pesar de la opinión popular, soy totalmente capaz de sacar mi propia silla.
—Sin embargo mis palabras no son mordaces. Estoy bromeando y ellos se dan
cuenta de eso.
Lukas, quien no se esforzó en sacarme la silla, levanta su taza de café en un
pequeño saludo, la sorpresa brillando en sus ojos.
El distintivo sonido del teléfono de mi hermana nos informa que nuestra
madre, o su secretaria, han enviado un texto. Mi hermana se pone rígida y después
se encoge, casi como si el tono le hubiera abofeteado en señal. Permanece de pie,
esperando que el sonido cese… pero aunque la luz se debilita después en sus ojos,
no se mueve.
Los hombres que comparten nuestra compañía se mueven incómodos, como
si supieran que las oscuras nubes vienen para llover durante la comida.
—¿Por qué no tomas asiento, Isabelle? —Cuando no contesta, cambio de
tácticas y señalo el espacio frente a nosotros—. Estos caballeros están a mitad de su
comida y no pueden continuar hasta que te sientes. ¿Quieres que se mueran de 81
hambre?
El trance se rompe por mi broma, mi hermana claramente replica su
respuesta pero no como se le pidió. Mientras los hombres se sientan, Christian una
vez más atrapa mi atención y ahí está. Misión cumplida. No parece sorprendido que
haya dicho eso. Una pequeña luz volvió a su rostro y hay una pequeña curva en sus
labios. Una pequeña franja de sus dientes aparece por unos pocos segundos.
Eso está mucho mejor. El malhumorado príncipe encantador no hace ningún
bien.
Una de las delicadas manos de Isabelle descansa contra la piel expuesta bajo
su manga. Un suspiro tembloroso se desliza de sus labios, ese sonido totalmente
forzado por una indeseada determinación.
—Espero no haberte hecho esperar por tu comida mucho tiempo. ¿Puedes
perdonarme? Quizá podemos buscar la manera de recompensártelo
En serio. ¿Qué está pasando aquí? ¿Alguien vino y absorbió su alma? Ella
nunca diría semejante cosa.
La ligereza que Christian acaba de mostrar se ha ido.
—De hecho —dice él en voz baja—, este es mi segundo plato, así que no
necesita preocuparse.
Quizá no lo estoy recordando correctamente. Quizá tomé mucho champán
anoche, porque el hombre delante de mí no es el mismo con el que comí éclairs en
la oscuridad de la cocina. Este suena robótico. ¿Robótico e irritado?
¡Qué par hacen!
—¿Durmió bien anoche, Su Alteza? —me pregunta Parker.
Me volteo, agradecida por el cambio.
—Nada de “Su Alteza”, por favor. Siéntete libre de llamarme Elsa. Y para lo
que importa, no. Me voy a arriesgar a creer que ninguno de nosotros lo hizo.
—Puedes decir eso otra vez —murmura Lukas.
Mi pulso salta. ¿Christian habrá embellecido nuestro tiempo juntos con su
hermano?
—¿El polvo también era central en los cuarteles? —le pregunta Lukas al
secretario—. Si anoche fue un indicador de lo que esta semana será, no sé si traje
suficientes condones.
Oh, entonces él se refiere a sí mismo.
Mis mejillas arden, y Parker inquietamente cambia sus huevos de un lado a
otro del plato.
—Puedo ir a la ciudad si usted quiere, Su Alteza.
Christian simplemente suspira, negando.
Isabelle dice repentina e inexpresivamente:
—Christian, ¿cuáles son tus planes para hoy?
82
Su atención se posa en su salsa, sorprendido de ser señalado.
—Reuniones y reuniones, me temo. —Solo él puede sonar aliviado de decirle
eso, lo que es raro, considerando su comentario acerca de su itinerario anoche.
Eso quiere decir que hizo un punto haciéndome saber que no estaba
interesado en tener una pareja en el MMR. Exclamé lo mismo, pero él y yo sabemos
que nuestras opiniones no significan nada a la larga, especialmente a la luz del té
que ya se programaron. Pero aquí está, sonando indiferente hacia mi glamorosa
hermana quien habitualmente aparece en revistas.
Mientras Parker corta un pedazo de jamón, dice:
—Sus horarios de hoy deben coincidir bastante.
Isabelle está pálida por unos segundos.
—No tengo mucho programado para hoy…
—Ah, la gloria de ser el repuesto. —Lukas saca un frasco de su abrigo,
brindando por mi hermana.
—Perdóneme, mi lady —continúa Parker—. Me refería al príncipe Christian y
a la princesa Elsa. Creería que, como los herederos de sus respectivos tronos,
podrán sentarse en muchas de las mismas reuniones de esta semana.
—Tiene sentido —digo—. Sin embargo dejé mi horario en mi habitación. —Mi
sonrisa es débil—. Aún no he podido leer todo. —Y después, secamente digo—:
Como otras personas.
Diversión parpadea en los ojos de Christian.
—¿Por qué tu secretaria no está aquí contigo?
Parece realmente interesado en mi respuesta.
—¿Cómo sabes que no está?
—Tengo mis fuentes.
¿Averiguó sobre mí? Interesante. Me volteo hacia Parker.
—Hola, fuente.
Parker simplemente se ríe.
—Para contestar a tu pregunta, Charlotte dio a luz hace unas semanas. Y
mientras que ella estaba dispuesta a venir, el nuevo hombre de su vida tenía ideas
diferentes, y con razón. —Pongo mi taza de café en la mesa—. Creo que teme que
me voy a perder sin ella.
—Probablemente lo estás —murmura Isabelle.
Es bueno ver que ahora el brillo de mi hermana está apareciendo otra vez.
—¿Lo estás? —Christian una vez más está mirándome como si mi respuesta
fuera importante.
—¿Lo estarías tú?
83
—Realmente, sí. —No hay pista de vergüenza—. Parker realmente maneja
mucho de mi vida.
—Su amistad es adorable —admito—. Mucho como una hermandad de viajes…
bueno, diría del pantalón, pero no tenemos una pareja para compartir mientras
estamos persiguiendo sueños y recuerdos en todo el mundo. Debo decir que
Charlotte y yo somos el equivalente de lo que es su amistad, solamente que al estilo
de las damas. Imagina cuán acogedor sería estar los cuatro juntos; indefensos
herederos dependientes de sus secretarios personales. Nació una comedia. O un
reality show.
Christian se ríe ahora, así que Parker y Lukas también, pero es el príncipe
heredero quien se filtra por mi piel, hasta mis músculos y huesos. Es la misma
contagiosa y maravillosa risa que oí anoche, como… como si él no tuviera miedo de
abrazar la vida en lugar de aferrarse a ella como el resto de nosotros. A decir
verdad, es desconcertante, porque hace solo cinco minutos, me estaba preguntando
si había imaginado esa parte de él.
Pero no. Aquí está. Christian con su muy contagiosa y asombrosa risa. Algo
dentro de mí se tensa. Palpita.
El cuchillo de Isabelle traquetea contra su plato.
—Es una lástima que Charlotte no esté aquí para controlar que digas esas
sórdidas cosas.
—¿Sórdidas? ¿No oíste mi clarificación? Ya hemos dejado de compartir ropa.
—¿Hace cuánto la conoces? —pregunta Christian.
Arranco un pedacito de la tostada.
—Fuimos al mismo internado cuando éramos pequeñas, lo que
probablemente es el por qué me tolera bastante bien. Soy un gusto adquirido, como
ves.
Mi hermana emite un bufido estrangulado.
Christian se inclina hacia adelante.
—Estoy sorprendido de oír eso. Asumí que todas las princesas corrían para
adquirir la virginidad de otros. ¿No es esa la conducta normal de un futuro
monarca?
—¿Quieres decir correr salvajemente? —No puedo evitar bromear.
—¿Qué es eso acerca de vírgenes? —pregunta Lukas—. Porque estoy muy
seguro que no hay ninguna aquí en la Cumbre. No después de lo que vi la otra
noche.
Mi hermana mira su salsa como si su vida dependiera de ello.
—Parker y yo también fuimos al mismo internado —me dice Christian,
ignorando a su hermano. Por lo menos no es escandaloso, lo que es refrescante—.
Me pregunto si ese es el lugar de hoy para promover relaciones con un confiable
secretario personal. 84
Lukas toma otro trago de su frasco.
—Sí, cuando ustedes se fueron y me dejaron en casa. No es un milagro que no
tenga secretario propio.
Por un momento, nadie dice nada, no de frente a esa descarada amargura.
Rompo el silencio con:
—Estoy segura que Charlotte lamenta a menudo el día que se sentó a mi lado
en la cena por primera vez. Ella no tenía idea de quién era. Solo pensó que era una
solitaria chica. Quien no cometía ningún error, lo era, pero… —Una traviesa sonrisa
lucha por aparecer en mi rostro—. Ella ciertamente obtiene más de lo que negoció.
—Me volteo hacia Parker—. ¿Fue igual para ti? ¿Alguna vez deseaste encontrar una
perfecta amistad para cultivar con alguien que no fuera de la realeza?
Parker está completamente sonrojado.
—Uh…
Christian se ríe otra vez.
—Puedo contestar por él. Claro que sí.
Nos sonreímos uno al otro, una gran sonrisa de suficiencia en ascenso en las
equinas de sus labios compartiendo regocijo. Estoy paralizada en cuanto admiro la
sonrisa de este hombre.
—Elsa —dice Isabelle llanamente—. ¿Ese no es Mathieu en el buffet? Deberías
invitarlo a sentarse contigo, considerando… —Su pausa es significativa. E irritante.
Porque casi podría jurar que estaba diciendo que no sacudiera el bote, y
tampoco hay manera que esto esté bien.

85
15
Christian
L a Loba regodeándose esta mañana fue asquerosa. Vaya par sorprendente el
que fuimos anoche la princesa Isabelle de Vattenguldian y yo. Qué
hermosos serían nuestros bebés (porque “bebés feos son inaceptables”).
Qué adorable sería Isabelle como consorte. Qué maravillosos serían los tratados
comerciales entre Aiboland y Vattenguldian. Diría que había ido tan lejos como
para elegir patrones chinos para nosotros, excepto que ya existen y están en un
gabinete en el palacio. Y luego envolvió todo esto con el pulcro lazo sobre cómo fui
requerido para una dulce charla con Isabelle en un pequeño té privado que estaría
preparado para nosotros después de mis reuniones. O incluso comprometerse en
un pequeño deleite en la tarde si ambos estábamos dispuestos.
Con todo, la soga alrededor de mi cuello se apretó significativamente mientras
mi madre se revelaba en su rol de proxeneta real.
Lukas no dijo nada durante el discurso que La Loba forzó sobre nosotros 86
donde dictaba todas nuestras acciones durante los próximos días. Mi rol, en
resumen: no estoy jodido con lo que ella ve como un ventajoso emparejamiento.
Estoy para llenar a Isabelle de atención y cortejarla con lo mejor de mis
habilidades, incluso si debo seducirla. Estoy para prestar atención a lo que dice, a lo
que le gusta y a lo que hace. No importó ni un poco cuando informé a mi madre que
no me sentía atraído por Isabelle, ni siquiera interesado en lo más mínimo en
conocerla, mucho menos casarme con ella.
—¿Crees que me siento atraída por tu padre? —Fue su respuesta—. ¿O que eso
siquiera estuvo bajo consideración?
Silenciosamente me desafió, y para toda la indignación y las palabras
hirviendo a fuego lento en mi interior, nada más salió de mi boca hasta que ella
cerró la puerta tras de sí.
Fue entonces cuando Lukas dijo:
—Eres afortunado por haber pasado la mayor parte de tu vida lejos. —
Mientras se servía un vaso de coñac demasiado temprano.
Rechacé la oferta de uno y, en lugar de cocerme en una burbujeante ira, le
permití a mi mente vagar de regreso a cierta princesa bebiendo leche tibia y
comiendo éclairs en medio de la noche conmigo. Ahí no me había sentido como un
prisionero en la horca. Hablar con Elsa era fácil.
Inesperado.
Sentado en el desayuno, había estado medio inclinado a rogarle a Parker que
me reservara un vuelo a cualquier lado que no estuviera lleno de Isabelle y Lobas.
Como si fuera una señal, justo cuando las palabras estaban listas para deslizarse, la
princesa en cuestión se materializó en la mesa y todas mis ideas de viaje cambiaron
a palabras maldecidas.
Pero entonces, Elsa vino también. Elsa y toda su descarada honestidad que
hace palidecer a su hermana en comparación.
Durante diez fugaces minutos, me olvidé de las exigencias de mi madre y
simplemente me permití que la sorprendente facilidad de palabras fuera de un lado
a otro con la heredera al trono de Vattenguldian. No tiene miedo de burlarse de sí
misma, o de mí, o demonios, incluso de su hermana. Me sorprendió, y aun así me
complació, cómo continuaba trayendo a Parker a la conversación, incluso aunque la
mayoría de los lores lo habrían considerado nada más que un fantasma en el
perímetro.
Mientras su ingenio me rodea, tontamente deseo poder mover el reloj hasta
las tres de la mañana, que es cuando logro ver a su verdadero ser. Porque cuando
sonríe, todo lo demás alrededor de nosotros desaparece y todo lo que veo son
pequeñas líneas maravillosas que trazan las comisuras de su boca y arrugas que
decoran las esquinas de sus ojos.
Es una maldita sonrisa maravillosa y adictiva.
—Elsa —dice Isabelle—. ¿No es ese Mathieu en el buffet? Deberías invitarlo a
sentarse contigo, considerando… 87
Y ahora la sonrisa se ha ido.
Nuestra esquina de la mesa cae en silencio cuando la atención de Elsa se
aparta hacia donde Mat está de pie en el buffet con su hermana, Margaux. Nunca
he hablado personalmente con la heredera de una de las familias antiguas de
Saboya, pero Mat siempre ha hablado favorablemente sobre su hermana mayor.
—Creo que ya tiene una compañera para comer —murmura Elsa a su
hermana. Frunce el ceño. ¿Está celosa que él esté con alguien más? ¿Sabe que es su
hermana?
Tengo en la punta de la lengua las palabras, para asegurarme que esa pequeña
línea fruncida en su frente desaparezca, pero entonces me recuerdo que no debería
importar si está o no frunciendo el ceño. O si quiere que Mat se nos una. O si le
molesta que esté con otra mujer.
Isabelle contrarresta la observación de su hermana con… mierda, no lo sé.
Algo que suena bastante perra. Y entonces tiene esa terrible sonrisa como el
infierno puesta en su rostro de nuevo, toda amabilidad y tranquilidad y
completamente forzada, como si fuera a preguntar educadamente sobre el clima o
fuera a estallar como un volcán aquí en la mesa.
Todas las instrucciones y amenazas de mi madre vienen rápidamente como
una ola de la que no puedo escapar demasiado tiempo. Pero demonios, si no voy a
seguir intentándolo. Contra viento y marea, no quiero casarme con esta chica, sin
importar lo que La Loba diga.
—Creo que nuestra reunión está por empezar —le digo a Elsa—. Deberíamos
ir.
Ella aleja su atención de Mat y me mira, como si no pudiera creer que hubiera
hablado de nosotros. Las cejas de Lukas se levantan. Parker también está
mirándome extrañado; no puedo entender completamente si cree que estoy
portándome raro o si me equivoqué por completo con la hora de la reunión. No le
conté a ninguno lo de Elsa y yo encontrándonos anoche porque… me gustaba la
idea que lo que sucedió fuera sólo entre nosotros. Nuestros secretos. Nuestra lista
de primeras veces. Nuestro pequeño club.
Y aun así, esta es también otra primera vez, porque normalmente le cuento
todo a Parker.
Me pasa mi portafolio de cuero llena de todo lo que podría necesitar
posiblemente en una reunión dirigida a los problemas que jóvenes herederos a la
corona en el siglo veintiuno deben enfrentar. Como si fuéramos niños en
desesperada necesidad de escolarización.
Me levanto; extrañamente aliviado cuando Elsa lo hace también.
—¿Sin bolso? —pregunto mientras rodea la mesa.
—Mierda. —Se sonroja y niega—. Quiero decir, maldición. —Un gran suspiro
se le escapa—. Lo dejé. Tendré que ir a buscarlo.
Parker, quien se levantó al momento en que ella lo hizo, dice:
—Su Alteza, estaría más que feliz que su bolso sea preparado y enviado a la
88
reunión de inmediato.
Gracias a Dios por Parker.
—No eres mi mayordomo. —Su sonrisa es irónica—. No hay necesidad que me
traigas nada. —Hace una pausa—. Además, no necesito tal formalidad, ¿recuerdas?
—¿Tu mayordomo te trae muchas cosas? —pregunto.
Ahí está. Me sonríe una vez más y todo parece estar bien en el mundo de
nuevo.
—De hecho, no.
—Deja que Parker vaya por tu bolso —digo—. Si no me equivoco, está a punto
de ser sometido a una reunión tan aburrida como la nuestra, sólo que es como un
Seminario de Secretario Personal para Tontos. Esto le dará una razón para
saltárselo, al menos los primeros quince minutos.
Parker no discute en lo más mínimo.
—Entonces, por supuesto —le dice—, por favor, encárgate de mi bolso. O al
menos, infórmale a Bittner que lo necesito.
—¿Bittner? —interrogo.
—El secretario personal de mi padre. Quien estoy bastante segura está
contento de no ser el mío. Estoy sorprendida que tu fuente no te contara de eso
también.
Lukas se queda dónde está, cuidando de su fresco. Va a estar borracho dentro
de poco, sin duda buscando por otra conquista. A La Loba le encantará eso. Isabelle
se levanta, sin embargo no puedo descifrar la mirada en sus ojos. Aunque está bien.
No me importa de todos modos.
Mi soporte comienza ahora. Simplemente le asiento educadamente a la
elección de mi madre y le informo a mi hermano y a Parker que me veré con ellos
después. Y luego guio a Elsa fuera, aliviado que no se estremezca cuando mi mano
conecta con la parte baja de su espalda por el más breve de los instantes.

—Esta reunión —dice mientras consultamos un pequeño mapa que Parker


guardó—, es obscenamente estúpida. No puedo creer que, mientras nuestros
padres se sientan en reuniones que ayudan a formar las políticas de países,
tenemos que estar cuidando niños en alguna guardería de Herederos a la Corona.
¿Por qué no me advertiste sobre esto?
Alzó la mirada del mapa y la observo. Está usando un abrigo azul marino que
funciona bien como vestido, y se ve sofisticado y simple a la vez, como si hubiera
sido hecho a la medida exacta de su cuerpo…
Espera. ¿Qué estaba diciendo? Oh. Cierto. La tonta reunión de mierda a la que
vamos. Como creo que me arrancaría la cabeza por adular su abrigo, le digo:
—Mis disculpas. Pensé que de verdad había mirado en el paquete. Me
aseguraré de mantenerte actualizada apropiadamente de aquí en adelante. Pero
tienes razón. Parece una maldita tortura. 89
Hace una mueca.
—Ya es bastante malo que estemos aquí para ser… —Mientras giramos en una
apretada escalera de caracol, su voz se apaga cuando el emperador Japonés
aparece—. Subastadas como doncellas medievales, pero el lado positivo es que al
menos podremos unirnos a la mesa de los adultos, ¿sabes? Sólo que supongo que
eso también es una farsa.
Ha dado completamente en el blanco.
—Encuentro tu uso de doncella bastante sexista, Els.
Una atónita, pero aun así complacida mirada, cruza su rostro cuando la llamo
así, una que definitivamente me gusta.
Joder. Es el día dos, y ya estoy pensando cosas estúpidas.
—Bueno, eres bastante delicado. —Mientras el humor danza en sus ojos, sus
labios se presionan en una dura línea, como si estuviera luchando contra algo. No
es la primera vez que lo ha hecho en la poca cantidad de tiempo que nos hemos
conocido.
No es mi asunto, pero la pregunta sale de todos modos.
—¿Por qué haces eso?
—¿Hacer qué? ¿Insultarte? —Se inclina hacia atrás, mirándome de arriba
abajo—. Tengo la clara sensación que nadie, con excepción de tu hermano, jamás
encuentra una falla en ti. Sólo estoy haciendo mi parte para mantenerte humilde.
¿Está diciendo que me encuentra perfecto? ¿O plagado de faltas? Estoy
igualmente fascinado por ambos escenarios. Sin embargo tiene razón. Aparte de La
Loba y Lukas, nadie jamás se atreve a apuntar mis faltas.
—¿Debería estar insultado?
Una socarrona sonrisa se traza en las comisuras de su boca.
—Eso depende de ti. —Y luego sus labios se presionan juntos una vez más,
guardando lo que desesperadamente mantiene dentro.
—Eso. —Apunto a su cara—. ¿Qué estas conteniendo?
Sus ojos, de un azul oscuro tan expresivo, se abren significativamente. Y
entonces suspira profundamente.
—Mi madre insiste en que es impropio reírse en público. Sé que esto
probablemente será una total sorpresa para ti, pero intento tener algunos modales.
Mi propia risa se me escapa.
—Me preguntaste si era virgen poco después que nos conocimos, ¿pero no te
ríes en público?
Para mi sorpresa, unas manchas rosas cubren sus pálidas mejillas. Pero eso
no es lo peor; me calla cuando pasa por mi lado hacia un recoveco en la escalera. El
movimiento me provee con una larga bocanada de su perfume. Maldición, huele
bien.
90
—Bien. Me comporté como una bestia ayer. Ya admití eso. —Sus ojos trazan
las escaleras antes de fijarse en mí. Y es extraño, porque físicamente tengo que
luchar contra un escalofrío cuando lo hace—. Simplemente no quería que me
gustaras. No al principio, de todos modos.
Justo cuando mi boca se abre, aclara:
—O, ya sabes, te propusieras de nuevo.
Está jugando conmigo. Recibes lo que das.
—Nunca me he propuesto en primer lugar. O —añado, cuando se prepara para
discutir—, me he declarado.
—Bien. No lo hiciste. Sólo estoy diciendo…
Soy incapaz de evitar el paso que doy hacia adelante en el pequeño espacio.
—Mira, no tienes que explicarme. Como dije anoche, tampoco estoy
emocionado de ser subastado.
Una de sus cejas se arquea. Me gusta que no sea una de esas delgadas y
escalofriantes que parecen usadas por un niño grande.
—¿Ni siquiera con mi hermana?
El suelo bajo mis pies se vuelve suave e inestable. Supongo no estamos en una
tregua, sino en un lugar donde estamos conversando como personas normales. Al
menos, como asumo que la gente normal habla. Puedo admitir que no quiero
perder eso. Pero por mucho que ella y su hermana se molesten la una a la otra en el
desayuno, también tienen una inevitable lealtad, así como Lukas y yo. No obstante,
le digo con firmeza:
—Ni siquiera con tu hermana.
¿Cómo podría siquiera pensar en su hermana cuando una Valkiria se para en
frente de mí?

91
16
Elsa
U
na puñalada irracional e inapropiada de placer aparece ante la convicción
de la suave voz de Christian. No está interesado en ella. No quiere ser un
peón en el MMR más de lo que yo quiero; no es que eso importe a largo
plazo, pero aun así.
El cargado silencio que llena el espacio alrededor de nosotros es tan denso,
tan tenso que no puedo evitar hacer algo más que romperlo.
—Las probabilidades dicen que ustedes van a ser emparejados.
—Así como tú y Mat.
Es de mal gusto, pero mi nariz automáticamente se arruga.
—No la guíes si no es lo que de verdad quieres.
Es su turno de dejar salir una suave exhalación de frustración. 92
—Créeme, eso ni siquiera es una consideración.
Me gustaría creer en su honestidad.
—Mi hermana está en un momento vulnerable ahora. No necesita creer que
alguien fantasea con ella cuando… —El fantasma de una risa triste aparece—. Eso
suena bastante adolescente, ¿verdad?
—Toda esta farsa se siente bastante adolescente —murmura, pasándose una
mano por su oscuro cabello. Y entonces—: ¿Por qué no querías que yo te gustara,
Els?
Abro mi boca para corregirlo, pero me interrumpe, sonriendo.
—Me refiero a gustarte como amigo, por supuesto.
—No es que no quisiera que me gustaras, de por sí. —La urgencia por
patearme es fuerte. ¿Por qué sigo diciendo cosas ridículas alrededor de este
hombre?—. Si eso tiene sentido. Lo que probablemente no tiene. —Estoy cavando
un hoyo más profundo, ¿verdad?—. Supongo que estoy a la defensiva. —
Pobremente ondeo una mano entre nosotros. Cuando rozo su hombro, me aparto
con una mirada estática—. Así como tú, y con razón. —Buen Dios, estoy delirando
otra vez. Y mis dedos están cosquilleando, sólo por un simple roce contra su
hombro—. Por pensar que eras el egoísta, gracias a todo tu… —Apunto a su rostro, y
luego a su cuerpo, con cuidado manteniendo mi distancia—. Ya sabes. Todo tú
grandiosidad. Y aun así, tal vez fui yo y mi ego los que deberían haberme
preocupado.
—¿Mi grandiosidad?
Está sorprendido. Tacha eso… Está divertido. Y he terminado oficialmente
con esta conversación, ya que la oportunidad para continuar haciendo una
completa y total idiota de mí misma está casi garantizada. Así que, me niego a
aclarar.
—Toma la disculpa como es, Christian.
—¿Es una primera vez, Els?
Mi inhalación es más aguda de lo que me gustaría.
—Porque tengo la sensación que no te disculpas muy a menudo. O que jamás
pierdes el control lo suficiente para tener que hacerlo. —Sonríe—. Tal vez esa es
otra primera vez. Perder el control, en especial en una situación como el MMR,
cuando uno debe estar en control cada segundo.
Ni siquiera puedo jadear apropiadamente, mi corazón está martilleando con
demasiada fuerza en mi pecho. Le digo, odiando lo áspera que mi voz sale:
—No son las tres de la mañana. ¿Ésta primera vez cuenta?
Todos mis esfuerzos por mantener mis manos lejos de él se van a la nada
cuando estira su mano y con delicadeza mete unos mechones de cabello detrás de
mis orejas.
—Yo lo permitiría. Pero sólo porque eres un miembro fundador de la FCR.
Mis piernas están temblando. Están físicamente temblando. 93
—También sólo para hacerte saber: disculpa aceptada.
¿Por qué elegí este pequeño rincón de nuevo? No hay suficiente aire fluyendo
aquí. Es demasiado caliente, incluso cuando es un día frío.
Me obligo a preguntar:
—¿Cuál es tu primera vez?
—Quiero que me llames Chris. Tan aburrido como pueda ser ese nombre.
Odio la urgencia que me surge cuando dice esto.
—Otras personas te llaman Chris. Esa no es una primera vez.
—Es una primera vez, cuando es en menos de veinticuatro horas después de
haber conocido a alguien. Le tomó años a Parker antes de acostumbrarse y
llamarme de otra manera aparte de Christian. No hay muchas personas que usen
Chris, por cierto. Menos de un puñado.
Trago con fuerza.
—¿Pero qué si quiero que seas Christian para mí?
—Entonces —dice en voz baja—. Seré Christian para ti.
Mi mirada vaga a su boca. Mi pulso se incrementa significativamente. El aire
alrededor de nosotros desaparece por completo.
—¿Por qué Chris?
—Chris es familiar —dice, con voz baja, cálida y crepitante a la misma vez—.
Y… creo que quiero ser familiar contigo, Els.
Es imposiblemente tonto siquiera considerar tal cosa, pero es exactamente lo
que quiero también.

94
17
Christian

—¿C
ómo estuvo la reunión?
La pregunta viene de mi hermano, quien
milagrosamente logró salir de la cama (él o alguien más,
no estoy seguro) para unírsenos en el patio cerca de la
piscina.
—Dolorosa.
Estoy siendo amable con mi descripción. La reunión de dos horas, la cual era
realmente acerca del heredero de la corona más antiguo lanzando su amargura
acerca de cómo su madre aún vive mientras él continúa envejeciendo, era nada
menos que un viaje al abismo. Allí no había discusiones concerniendo los
problemas de las leyes políticas de nuestros países, no había pista de alianzas
promovidas para la Cumbre. Diablos, ni siquiera tuvimos oportunidad de 95
mezclarnos con nuestros compañeros de la realeza que no habíamos tenido el
placer de conocer aún. Nadie más habló durante esas dos horas. Ni una sola
persona. No puedo hablar por los demás, pero estaba preocupado que el bastardo
estuviera empeñado en malversar toda la alegría que podríamos tener en nuestras
vidas hasta que no fuéramos más que cáscaras desesperados por escapar.
—¿No había nada bueno en la reunión?
Elsa.
De hecho, sus ojos estuvieron brillando como el resto del grupo, y no
hablamos (porque Dios prohíba que alguien de nosotros diga una palabra), pero allí
compartimos el sentimiento de solidaridad en nuestra miseria.
Me enfoqué más en ella que en el asunto que se hablaba. Cada movimiento,
cada cambio, cada vez que cruzaba sus piernas, la notaba, aunque sólo fuera por el
rabillo de mi ojo. Siendo honesto, seguí con la esperanza que corriera de la estúpida
conferencia a una nueva aunque sólo fuera para romper la tensión.
Cuando eso nunca pasó, me pregunté… ¿fui yo? ¿Había algo en mí
animándola a ignorar el arraigado decoro en todos nosotros a una edad joven? ¿Por
qué? ¿Qué clase de princesa se baja del riel así?
Una exasperante y fascinante, eso seguro. He ido directamente al caos, porque
me siento emocionado que ella me esté enseñando estos verdaderos colores.
Felizmente me quedo con su energía en este mar de aburrimiento.
Pero le digo a mi hermano y a mi mejor amigo:
—Ni una maldita cosa.
Lukas saca su frasco del bolsillo de su abrigo.
—La Loba me dio más órdenes específicas mientras estuviste en tu aburrida
reunión.
No sé qué es peor… El conocimiento que Elsa huele a vainilla tahitiana o algo
que ver con La Loba.
—¿Quién es su objetivo?
Él toma un largo trago antes de cerrar el frasco.
—¿Puedes creer que la princesa heredera de Vattenguldia está en su lista? ¿La
misma del desayuno de esta mañana? Juro que, ella está jodidamente obsesionada
con esas chicas.
Pobre bastardo… ¿Qué diablos?
—Tuve la impresión que Su Alteza estaba entusiasmada con tu hermano
haciendo un progreso con la hermana menor —dice Parker.
¿Elsa? ¿Y Lukas? Jesús. No. De ninguna jodida manera. Hablando de aceite y
agua.
—Ella dice que si mi hermano aquí presente no puede conseguir a la hermana,
voy a comprometerme después del heredero. Dice… —Pasa su mano por su cabello
y mira alrededor del patio donde estamos sentados. Hay un par de personas a 96
veinte metros, pero están fuera del rango auditivo—. Dice que obtendremos uno de
sus registros de envío, cueste lo que cueste. Romanticismo y toda esa mierda,
¿verdad? —Una mueca se extiende por su rostro—. Pero esa es La Loba. No importa
si jode a sus hijos, siempre y cuando la tinta de un acuerdo comercial sea legítima.
Parker me da una mirada significativa. Idiota. Le pregunto a mi hermano:
—¿Elsa está en el tope de sus escogidas?
—Secundaria. Pero quiere que trabaje —Hace comillas en el aire—, “ambos
ángulos”, por si acaso. —Su tono me indica que será un día frío en el infierno
cuando él siga semejantes órdenes.
De todas maneras, digo llanamente:
—Mejor empiezas a buscar otras en la lista que La Loba hizo para ti.
—¿Dudas de mis destrezas?
Agarro su frasco y lo abro.
—¿Destrezas? —Niego mientras tomo un sorbo. Es whisky; él cumplió su
promesa de encontrarnos cosas buenas—. ¿Siquiera escuchas las palabras que salen
de tu boca?
Me quita el frasco de mis manos una vez acabo.
—¿Estás dudando que pueda aterrizar en la tierra de la chula de Vattenguldia
si tratara?
—La verdad —le digo, más enojado de lo que debería estar—. Sí. Y no seas
irrespetuoso. No llamas a un futuro monarca chula, tampoco hablas acerca de
aterrizarles.
Tiene gafas de sol, pero estoy seguro que me rodó los ojos. Y me doy cuenta
un poco tarde que le hice una especie de reto. Bueno, mierda.
Parker me da otra mirada significativa.
—Qué conveniente —dice mi hermano—. Allí está la chica de la que hablamos.
Cruzando la piscina, espío a Elsa y a su hermana hablando con otras personas
en la terraza pasando por alto el área. Y eso me recuerda que tengo que ir
supuestamente a tomar el té con Isabelle en un cuarto de hora. Fantástico.
Lukas se levanta, guardando su frasco en su bolsillo. Estaré muy jodido si va
hacia allá. Así que digo en voz baja:
—Sienta tu culo a menos que estés preparado para darle a La Loba
exactamente lo que quiere.
Se voltea, sus cejas se alzan por encima del oscuro plástico de sus gafas.
Mantengo mi voz baja y complaciente, en caso que alguien nos escuche.
—Nunca serás un buen soldado siguiendo órdenes. ¿Por qué hacer una
diferencia hoy? ¿Estás realmente preparado para pasar por esto? Maldición, Luk.
Nunca pensé ver este día. Podrías también cortar tus bolas en cuadritos por ella.
Ahora está enojado… e incrédulo, porque ambos sabemos que si alguien sigue
las órdenes de La Loba, es el príncipe perfecto.
97
—Tu siguiente reunión es en diez minutos, Chris —dice Parker suavemente—.
Príncipe Lukas, creo que tienes una al mismo tiempo.
Asombrosamente, Lukas se sienta.
—¿Qué mierda? No soy el heredero. El de repuesto no se supone que tenga
que ir a reuniones.
Mat se acerca hasta donde Elsa e Isabelle están. ¿Ellos también tienen que
tomar el té?
—Mis disculpas —dice Parker, lo que es una broma, porque Parker no
malinterpreta esa mierda. Nunca. Pero entonces, simplemente estaba manejando a
mi hermano antes, porque sabe tan bien como el resto de nosotros que el único
propósito esta semana es ser un semental a la venta—. Pensé que había escuchado
durante la orientación que había unas reuniones para…
—Adelante. —Lukas se dobla contra el cojín de su tumbona—. Puedes
llamarme repuesto. Mierda. Parker, necesitas seriamente aclararte. La Loba no está
presente. Somos compañeros, ¿recuerdas? No necesitas tratarnos como si
fuéramos…
Parker sonríe un poco.
—¿Realeza?
Mat guía a las hermanas Vattenguldian hasta las escaleras.
—¿Quién más? —pregunto.
Los dos parecen confundidos, así que añado:
—En la lista de La Loba.
Lukas suspira pesadamente.
—El verdadero objetivo es una prima de la realeza que llegó de España. La
Loba piensa que papá lo apreciará o algo. Como si estuviera ofreciendo alguna
oferta de paz retorcida —se mofa—. Como si eso le importara a papá. Como si
alguna vez fuera a pensar que algo bueno venga de esa farsa.
—Nosotros —le recuerdo en voz baja—. Él podría argumentar que discutió con
nosotros.
Lukas simplemente gruñe, cuidando su frasco.
—¿Has conocido a esa chica española? —pregunto—. Además, deja de llamarla
esa chica española. ¿Cómo se llama?
—Maria-Elena, pero dice que prefiere Maria o Mari.
Estoy impresionado que él sepa eso. Mi hermano no siempre es bueno
recordando nombres.
—Para contestar a tu pregunta, sin embargo, sí, nos hemos juntado varias
veces. Es sexy. —Una pequeña sonrisa aparece—. Podría haber tenido, uh, una
pequeña amistad con ella antes que supiera que es mi maldito compromiso. ¿Qué
acerca de la chica Vattenguldian, Chris? ¿La que se quedó como un carámbano?
¿Alguna esperanza ahí? 98
No. Desafortunadamente tampoco hay esperanza en esa chica, aunque podría
tener un deseo diferente.
Uno que ciertamente es un verdadero deseo irresponsable.
18
Elsa
L
ucho contra la urgencia de bostezar, pero es una batalla que estoy
perdiendo. Así que intento bostezar con la boca cerrada, con mis ojos
ampliándose y añadiendo un asentimiento así no parezco estar tan
aburrida como realmente estoy. Estoy cansada y funcionando con casi dos buenas
horas de sueño.
Mat vuelve a colocar el libro que me mostró en el estante donde lo encontró.
—¿No eres muy fan de lo clásico?
El libro antiguo era acerca de finanzas.
—¿De verdad es clásico?
—Para alguien, quizá.
Su taciturna sonrisa intenta persuadirme, pero todo lo que siento en respuesta 99
es mal humor. Las relaciones forzadas pueden hacerle eso a una dama, aun cuando
son hombres decentes como éste. Especialmente después que el padre de una la
haya forzado a pasar algo llamado tiempo de “calidad” con el mencionado hombre.
—Haz tu trabajo. —Fue la respuesta de Su Serenísima Alteza cuando lo
presioné sobre por qué no podía tomar el té con mi hermana en cambio. Pero no,
ella está tomando el té con Christian y yo estoy aquí intentando hablar con
Mathieu.
Pero debemos al menos hablar un poco.
—¿Exactamente cómo se llama dónde vives hoy día?
—Mi familia está establecida en Francia, pero tiendo a viajar entre París,
Roma y Nueva York.
Ah. Es cierto, dijo que vivió en los Estados Unidos.
—¿Qué te gusta de Nueva York? Aún no lo he visitado, aunque me gustaría
algún día.
—Es una ciudad muy brillante, llena de mucha vida. —Aburrimiento brilla en
sus ojos—. ¿Me hace un traidor a la Unión Europea decir que la prefiero antes que a
cualquiera de las grandes ciudades donde crecí?
—Oh, es una fuerte posibilidad.
—Si pudiera —me dice, sus palabras dichas con débil luz—. Felizmente podría
vivir el resto de mi vida allá.
¿Es dolor brillando en sus ojos?
Cuando mira los libros, retengo el impulso de presionarlo sobre eso, o aunque
sea recordarle que Vattenguldia está muy lejos de la ciudad de Nueva York. Hacer
eso, sin embargo, es fomentar la intimidad cuando semejante acercamiento es
definitivamente indeseado. Una incómoda plática es rápidamente abandonada por
un incómodo silencio.
Anoche, fue más fácil conversar cuando había un poco de recelo. Ahora con la
confirmación que nuestros padres quieren emparejarnos, mis palabras están
fallando.
No tengo nada que decirle.
—¿Te estás divirtiendo?
Maldita sea, Charlotte y su optimismo. Me apoyo contra el pasamano más
cercano y contemplo los exuberantes jardines.
—¿Qué piensas?
Ríe al mismo tiempo que el bebé suelta un aullido de llanto.
—¿Cómo estuvieron las reuniones?
Al menos, eso es lo que creo que dijo.
—Aburridas como la mierda, eso pienso.
—¿Eran sobre suelos?
Oh Dios…
100
—Charlotte, sinceramente te amo a ti y a Dickie, pero entrega al bebé, ¿de
acuerdo?
—¿Qué?
—POR EL AMOR DE DIOS, PÁSALE EL BEBÉ A LA NANA.
La suprema cabeza del Estado de Malasia y el rey de Camboya envían agudas
y sorprendidas miradas en mi dirección. Están a suficiente distancia para que no
puedan escuchar mi llamada telefónica… cuando estoy hablando normalmente, al
menos. Les ofrezco una sonrisa avergonzada, antes de bajar las escaleras que llevan
a la calle.
Afortunadamente, en mi escape de la humillación, Charlotte le da a nuestros
tímpanos un descanso y hace lo que se le pidió.
—Entonces ―dice una vez que el llanto del bebé se desvanece—. ¿Me estabas
contando acerca de tus reuniones?
—Son absurdas. —Asiento hacia un jardinero mientras camino hacia la calle—
. Y honestamente, un insulto. Estamos siendo cuidadosos. No hay un trabajo real
para que los herederos hagan aquí. Todavía no he tenido la oportunidad de utilizar
cualquiera de los puntos de discusión de Su Serenísima Alteza. ¿La última reunión
que tuve? Nadie tenía permitido hablar. ¿Cómo funciona eso para la representación
de Vattenguldia en el escenario mundial?
—¿Acaso tu padre ya ha dicho hacia quién se inclina?
Miro el cielo nublado, parece que las nubes se van a abrir y a lloviznar un
poco. Pero no dejo de caminar. Me expondré a la lluvia mientras tenga espacio para
respirar. En el transcurso de los siguientes cinco minutos, le digo a Charlotte todos
los estúpidos detalles que pueden suceder en un día y medio. Escucha
tranquilamente (aunque estoy segura que toma notas copiosas) mientras me
persuade a contarle la historia completa, aunque lo disfraza como un pedido.
Cuanto termino, dice:
—Me inclino hacia Mathieu. —Y después, menos sagaz dice—: ¿Al menos te
gusta?
—Supongo que es lo suficientemente bueno.
—Eso difícilmente es una brillante recomendación, Elsa.
—¿Qué quieres que diga? ¿Que me sentí terriblemente enamorada de él en el
momento en que nos conocimos? —Suelto una risa forzada desde mi pecho—. Por
favor. Eso nunca pasa, especialmente en el MMR.
—Me enamoré de Josef en el momento que lo vi…
La detengo. Para ser sensata, los recuerdos de Charlotte sobre cómo ella y su
marido se juntaron están distorsionados.
—Escupiste tu bebida en su cara y lo llamaste idiota frente a todo el
restaurante. Después hablaste mierda de él durante dos días.
—¡Por supuesto que no!
101
Estoy decidida.
—Fue tan malo que tuviste que pagarme un euro cada vez que decías su
nombre o lo llamabas idiota. Terminé con una considerable ganancia.
—El punto es —gruñe—, que el amor a primera vista es una verdadera
posibilidad.
—El amor a primera vista es una leyenda urbana. ¿Deseo a primera vista?
Puedo conceder que pueda existir. Pero ninguna pasó con Mat —le aseguro. ¿Con
Christian? Oh sí—. Es un tipo decente, pero no hay chispa. Ninguna. Parece un
hermano… o al menos, lo que me imagino que se siente un hermano.
—Oh, Elsa —dice suavemente—. Me pone tan triste.
—¿Creíste que había una posibilidad que viniera al Mercado de Matrimonio
Real y encontrara el amor verdadero? —me mofo—. Nadie aquí es tan suertudo.
—¿Y qué pasa con el príncipe encantador?
Me detengo en medio de la calle.
—No hay un príncipe encantador.
—El hermoso compañero que conociste ayer…
Argumento:
—¿El mismo con que Su Serenísima Alteza espera que se case Isabelle?
—Sin embargo, ¿piensas que eso suceda? ¿Qué pasa con el compromiso de
Isabelle y Alfons?
Me volteo hacia la casa principal y la observo.
—Me temo que no hay más compromiso. Isabelle se rehúsa a hablar de Alfons,
mucho menos de lo que la está molestando tanto, sin contar el MMR.
Es igual de sorpresivo para Charlotte como lo fue para mí.

102
19
Christian
G
racias a las malditas estrellas que la cena ha terminado. Isabelle cenó con
nosotros esta noche, al igual que María-Elena. La Loba estaba de muy
buen humor, deleitando a las dos damas con grandes historias de
Aiboland y sus ingeniosos y encantadores hijos creciendo en un lugar tan idílico.
Las damas fueron forzadas a soportar estas embellecidas historias transformadas
en estatuas de madera todo el tiempo, y los obedientes hijos no estaban mejor.
No éramos los únicos en tal situación. Había herederos miserables y
repuestos, sentados en mesas similares, bajo el tenue resplandor de las lámparas de
calor y luces de colores que nos rodeaban.
Después, cuando Isabelle se excusó para ir a empolvarse la nariz, fui
directamente a su hermana. La penumbra coloreaba el rostro de Elsa que
revoloteaba dentro y fuera de la vista, cada vez que alguien se giraba y hablaba con
ella, y no podía soportar la idea que fuera tan miserable como yo. Así que, mientras 103
racionalmente sabía que ir hacia ella era sin duda irracional en sí mismo, lo único
en que podía fijarme era en cómo los únicos momentos de placer que había tenido
en California hasta el momento, habían sido en su compañía.
Incluso cuando estábamos combatiendo. Incluso cuando me reducía en un
pasillo. Aunque no hiciésemos nada más que sentarnos uno junto al otro en
silencio.
Además. Ella era la primera en tentarme.
Me pongo al día con ella al igual que con la pareja de monarcas con la que
había estado hablando para alejar a otra víctima.
—Estoy decepcionado de ti. —Su adictivo perfume me deja mareado,
dificultando mis frívolas tentativas—. Aquí estas, actuando de manera civilizada.
Esperaba que te volvieras loca.
La más inteligente y astuta sonrisa que he visto alguna vez, se me es ofrecida.
—Creí que decidimos que sólo las vírgenes se vuelven locas esta semana.
Río con ganas.
—¿Estás finalmente admitiendo que no eres virgen?
—Eres un sinvergüenza, y tienes el mundo nevado cuando se trata de tu
verdadera personalidad. Sabes eso ¿verdad?
Simplemente sonríe tan amplio como yo lo estoy haciendo.
—Sí. También siento que es mi deber admitir que un montón de gente se
vuelve loca, vírgenes o no. Es, al parecer, lo que hay que hacer.
Puedo decir que quiere reírse mucho, pero todo lo que veo son sus labios
presionados juntos para aguantar sus jadeos ahogados.
—Puedes reír conmigo. Te prometo que no me importa.
—¿Sabes lo que importa? —Da un paso más cerca—. Cómo nuestros padres
nos miran.
Mi jovialidad se desvanece mientras echo un vistazo discretamente en la
dirección que indica. Aunque el príncipe Gustav y La Loba están mezclados con
algunos de los otros soberanos del micro estado, su atención se centra de lleno en
nosotros. Peor aún, es obvio que mi madre no está contenta que esté con esta chica
Vattenguldian en lugar de la otra.
Mierda.
—¿Te interesa un paseo?
El alivio que brilla en los ojos de Elsa vale la despiadada conferencia que estoy
seguro recibiré más tarde. La guío por la multitud de personas, lejos de la
desaprobatoria supervisión de nuestros padres y hacia una zona mucho más
tranquila, la menos poblada de los jardines.
Un profundo suspiro de alivio se desliza de sus labios.
—Eres mi favorito en este momento.
104
Mi pulso salta ante su declaración, al igual que mi pene. Maldita sea, ésta
mujer luce hermosa esta noche. Lleva un vestido negro de lentejuelas que me
recuerda a algo del pasado, algo que pertenece a este lugar y su historia, y su
belleza es igualmente etérea que la luz de la lámpara de alabastro que nos rodea.
Mientras aprecio la vista, me doy cuenta con toda claridad, lo atraído que
estoy. Tan dolorosamente, y después de un tiempo sorprendentemente corto, más
que cualquier otra mujer con la que me he encontrado.
Mi equilibrio desaparece rápidamente.
Digo, esperando que simplemente suene divertido y no confundido por esta
revelación:
—Apuesto a que se lo dices a todos los compañeros que te alejan del MMR.
Busca en su pequeña cartera de mano, que ha estado llevando y extrae una
bola de papel.
—Hablando de eso, ¿has visto esto?
La Valkiria está enojada. Interesante. Agarro la arrugada bola de su mano y
me inclino hacia una de las lámparas de globo cercanas.
—Sea lo que sea, estoy bastante seguro que no es mi culpa.
—Ah, ja, ja. —Suspira mientras despliego el lío arrugado—. No estaba
asignando culpas. Simplemente anhelo a alguien con quien compartir mi
indignación.
En mis manos está un itinerario publicado recientemente, esbozando una
caminata hacia la salida del sol para los herederos de la corona. Fomentar las
relaciones más importantes y vínculos con sus compañeros en
gloriosa naturaleza, dice en negrita. Hay una imagen genérica de gente tomada
de la mano que no conozco, y sonriendo como tontos maníacos paseando por un
sendero. Esté preparado para escribir después un ensayo reflexivo que detalle los
beneficios de las fuertes relaciones entre miembros de la realeza moderna del
siglo XXI, para ser compartido en un almuerzo especial para los herederos.
—¿Es una broma? —pregunto.
—Bittner me lo dio, también disculpándose. Así que estoy pensando que no.
Él no es el tipo de hacer bromas. ¿Parker no te dio el tuyo todavía?
Parker probablemente echó un vistazo al estúpido papel y lo arrojó en el
recipiente de basura más cercano. Qué es exactamente lo que voy a hacer con la
misiva de Elsa. Reformo la bola en que la recibí y la meto en mi bolsillo.
—No. Y si él es leal a mí, nunca lo hará.
Se apoya contra una pared blanca.
—¿Cuándo la Cumbre Decenal se convirtió en el equivalente de un
campamento de verano para los herederos?
—Si ese es el caso, tal vez deberíamos cantar en la fogata y comer malvaviscos
asados.
Toca con la punta de su calzado uno de los azulejos pintados por debajo de
nuestros pies.
105
—¿Has estado alguna vez en un campamento de verano antes?
—Eh, no, pero he visto las películas que los representan. Los malvaviscos
están frecuentemente involucrados.
Se está divirtiendo.
—¿Por qué, Christian? ¿Estás obsesionado con los malvaviscos?
Escuchamos aplausos y vítores; nos asomamos alrededor de los arbustos en
los que estamos escondidos, en un esfuerzo por encontrar la fuente de la misma
alegría. Hay copas de champán levantadas en el aire y sonrisas en el rostro de
muchos monarcas.
Se trata de una convergencia horriblemente aterradora.
—¿Qué están haciendo? —murmura Elsa, entrecerrando los ojos mientras se
inclina hacia adelante.
Pero no importa lo que está pasando con todos los demás. Estoy mucho más
centrado en esta mujer. Porque, seamos sinceros, esos aplausos no pueden
provenir nada bueno. Aquí no, al menos. No, en el MMR.
—¿Qué estabas preguntando? —pregunto.
Su atención vuelve. Y tengo que admitir que me gusta mucho allí. Sus labios,
los cuales están pintados en un realmente delicioso rojo esta noche, se curvan en
una sonrisa astuta. Este pequeño movimiento me hipnotiza.
—Estábamos hablando de tu obsesión evidente con los malvaviscos.
Me pregunto cómo sería saborear esos labios rojos. Ella pensando en
malvaviscos. Me dan ganas de reír, aunque es malditamente casi imposible desviar
mi mirada de su hermosa boca. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puedo estar tan
atraído por alguien después de una presentación hace dos días?
—A decir verdad —murmuro—, nunca he comido uno antes. Siempre me
parecieron cuestionables.
Elsa casi se atraganta con la risa tratando de salir, y juro en este momento,
que no quiero nada más que realmente oírla. Es mi último objetivo: Voy a escuchar
su risa antes del final de la Cumbre.
—¿Qué es tan cuestionable sobre un malvavisco?
Me encojo de hombros, sonriendo.
—Es difícil de expresar.
—Entonces tu ensayo serás infeliz. Si no puedes explicar por qué los
malvaviscos son sospechosos e indignos de tu afecto, ¿cómo serás capaz de
argumentar la importancia que la familia real se mantenga unida?
—Como dudo que vaya a escribir tal composición, no será un problema en
absoluto.
Me sonríe, sus labios curvándose a un lado un poco más alto que el otro, y se
siente como si alguien se acercara y me golpeara en la parte posterior de mi cabeza.
Maldita sea, esta mujer es sexy. ¿Qué si la beso? No estoy imaginando esta chispa 106
entre nosotros, ¿verdad?
Meto mis manos en mis bolsillos.
—Ya somos dos —me dice—. ¿Seremos los primeros? ¿Oponiéndonos al
hombre y rechazando estos ridículos ensayos?
—Depende. —No parece notar que estoy totalmente encendido en este
momento, gracias a Dios—. ¿Te opusiste al hombre y te negaste a escribir un
trabajo antes?
Ladea su cabeza mientras pretende pensar, su cabello largo y oscuro
derramándose a través de un suave y desnudo hombro. Imágenes inundan mi
mente envolviendo ese hermoso cabello en mi puño mientras averiguo si sus labios
son tan deliciosos como parecen. Me veo obligado a recostarme contra la pared
para ocultar mi creciente atracción. Cristo. Recomponte, Chris. Nunca antes he
estado tan físicamente fuera de control alrededor de una mujer. ¿Por qué ella? ¿Por
qué ahora? ¿Por qué aquí, en el jodido MMR de todos los lugares?
—Por todo lo que sabes —dice—, lo hice terriblemente en la universidad
porque le negué al hombre sus ensayos todo el tiempo.
Levanto una de mis cejas significativamente. Por favor. Elsa ha traspasado la
línea tanto como yo con el paso de los años, de eso estoy seguro.
Rueda los ojos y suavemente le da un puntapié a mi zapato.
—Bien. Nunca rechacé una asignación. Esta sería la primera vez que lo haga.
¿Estás en ello, o no?
Un puño femenino es ofrecido. Choco el mío contra el de ella, maravillado
cómo este pequeño instante de piel contra piel se siente como un previo juego
erótico que va a enviarme a una ducha fría en un santiamén. Y por un momento,
parece como si ella estuviese igual de afectada por este insignificante toque. Pero
luego se aclara la garganta y dice a la ligera:
—Sabía que podía contar contigo.
—Sin embargo todavía necesitamos una hora de las brujas en primer lugar.
Se inclina y la vainilla tahitiana inunda mis sentidos. Es mi nuevo olor
favorito.
—Eso está en ti, Su Alteza. Nos encontré en primer lugar.
—Para mañana —recalco.
Uno de sus dedos traza la línea de mi cuello justo debajo de mi oreja hasta
debajo de mi barbilla. El aire en mi pecho se aquieta hasta que sus dedos me dejan.
—Las tres de la mañana, es mañana.
Soy un tonto, porque permito que una mano se curve alrededor de su cintura
por el más pequeño de los momentos, el tiempo suficiente para apretar
suavemente. Y ahora estoy el doble de encendido, como si fuera eso posible.
—Si vamos a desechar la caminata y el ensayo… 107
—Oh, estamos realmente resistiendo al hombre ahora. —Su voz es
entrecortada y suave en medio de la charla más allá de los arbustos, sus ojos
oscureciéndose en el cálido resplandor de la luz de la lámpara—. ¿Tampoco vamos
de excursión?
—Vamos a estar demasiado cansados para caminar después de estar hasta tan
tarde. Además, comienza a las cinco y media de la mañana, Els. ¿Cuántos
herederos crees que en realidad van a hacerlo? Seguramente no vamos a ser los dos
únicos dormidos durante todo lo llamado diversión. Si fuera un hombre de
apuestas, diría que nadie va a aparecer.
La veo respirar profundo antes de decir:
—Punto cedido. Continúa.
—Así que lo primero es... seguir el rastro de la Pérgola y tener nuestra
caminata durante la hora de las brujas.
Es su turno para levantar las cejas. Sabe que me estoy refiriendo a lo que
alguna vez debe haber sido un magnífico sendero: una serie de antiguas parras y
árboles frutales cubriendo la extensión de las pérgolas, cerca de un kilómetro en
jardines alrededor del castillo que ahora son rústicos pero en encantador
abandono. Tracé la línea del sendero sobre el paseo hasta el castillo.
—Nunca he hecho una excursión en mitad de la noche —agrego—. Será la
primera vez para mí.
—Dudo mucho que esto sea considerado una excursión. Las personas
incursionaban la Pérgola todo el tiempo antes que se viniese abajo.
—Ahora solo estás siendo puntillosa.
Alguien la llama, y por alguien, quiero decir Mat. ¿Cómo mierda nos
encontró?
Pero entonces digo con tranquilidad:
—Trae una botella de vino.
—Hecho.

108
20
Elsa
—L
o juro —dice Mat mientras se acerca a nosotros, con dos copas
de champán en la mano—, si no lo supiera, creería que ustedes
dos se están escondiendo detrás de los arbustos.
Doy un discreto paso lejos de Christian, dándome cuenta que podría parecer
como si estuviera prácticamente subiéndome sobre él. Su grandiosidad me distrae
mucho.
—¿Puedes culparnos?
—Sólo porque no me invitaron a unirme. —Me ofrece una de las copas—. Lo
siento, no tengo una para ti también, Christian. Pero pensé que una copa estaría
bien, ya que la primera pareja oficial del MMR acaba de ser anunciada. Hurra,
maldita aleluya.
Agarro la bebida, intentando desesperadamente reprimir el malicioso 109
estremecimiento que se me apodera. Estamos en el segundo día, ¿y un anuncio ya
ha sido hecho? Y entonces caigo en cuenta. Todos los aplausos y vítores de antes
representaban una grotesca celebración de victimas del MMR perdiendo sus
respectivas libertadas cuando se trata de asuntos del corazón.
—¿Quiénes son las desafortunadas almas? —pregunta Christian.
Mat toma un largo sorbo de champán.
—Mi hermana y algún pobre idiota de la contingencia griega.
No sé qué decir. Es obvio que Mat no está ni un poco feliz con este
emparejamiento.
Christian deja salir un pequeño silbido.
—¿Cómo está manejándolo?
—De la única forma que tiene permitido: con la barbilla en alto y una sonrisa
en su rostro. —La mueca en la expresión de Mat es lo opuesto a lo que está
describiendo mientras alza su copa—. Los chismes dicen que hay al menos otro
anuncio para esta noche.
El pánico late en mi pecho, aun cuando asumo que no puede ser el mío.
Aunque mi padre indicó su preferencia por Mat, no ha dicho nada todavía. Aún hay
esperanzas, tan pequeñas como puedan ser.
Mi susurro apenas es escuchado.
—Muy pronto.
—¿Sabes quién? —pregunta Christian.
—No, amigo. —Mat toma su champán—. Pero lo que sí sé es que la gran
duquesa ha solicitado tu presencia y la de tu hermano.
Christian maldice en voz baja. Me sorprendo por su tranquila vehemencia y,
aún más, por la obvia simpatía tiñendo el rostro de Mat. ¿Temen que sea Christian
quien esté en peligro de un anuncio?
El hombre en cuestión se detiene un momento para cuadrar sus hombros.
—Entonces es mejor no tener a la gran duquesa esperando.
No tiene sentido resistirse a la tentación de mirar mientras se aleja. Estoy
desconcertada por lo intranquilo que estaba, y esa es una sensación poco familiar
para mí, en especial cuando se trata de una persona que sólo he conocido por un
par de días.
—No lo envidio —dice Mat, también observando la partida de Christian.
Bebo lentamente el champán que me dio. A pesar del frío que nos envuelve,
mi bebida está medio tibia.
—¿Eh?
Se pasa una mano por su cabello arenoso.
—¿Qué tan bien conoces a la gran duquesa de Aiboland? 110
—Nada —admito—. ¿Por qué?
Mat se inclina contra la pared, meneando el champán de su copa.
—Sólo digamos que Su Alteza es formidable.
Reflexiono sobre lo que sé acerca de la madre de Christian. Es inteligente,
elegante, bien educada y admirada por gran parte del mundo por el epítome de una
monarca moderna, incluso si es de un país pequeño.
—¿No podríamos decir eso de la mayoría de nuestros padres?
—Supongo —dice en voz baja—. Y aun así, no envidio a mi amigo por su vida
familiar, incluso si… —Sus hombros se hunden, su mirada se vuelve distante.
—¿Estás bien, Mat?
La sonrisa que esboza sin duda es la misma que su hermana les mostró a los
demás hace quince minutos.
—Sé que estaban escondiéndose y eso, pero acaban de sacar uno de los
helados más delicioso en apariencia. ¿Te apetece un poco?
Preferiría meter una aguja de tejer en mi ojo que volver a la fiesta, pero como
la curiosidad me asalta, lo sigo hacia la mesa de postres.
Minutos después, mientras estoy comiendo pequeñas cucharadas de helado,
hago mi mejor esfuerzo para parecer que estoy escuchando atentamente la historia
que Mat me cuenta sobre él y su hermana cuando eran pequeños, pero mi atención
está en cualquier otro lado.
De acuerdo. Eso es una mentira… No la historia que él está contando, la cual
estoy segura es verdad, sino que mi atención está en cualquier cosa. Porque no lo
está. Se encuentra específicamente concentrándose en un lugar.
Christian e Isabelle se encuentran con mi padre y la gran duquesa, cerca de la
casa de huéspedes con vistas a las montañas. Están bebiendo champán, Isabelle se
ve pálida y mi padre está muy complacido consigo mismo, es terrible.
¿Y Christian? Su sonrisa es tensa y forzada, todas las líneas practicadas que
ofrecen al ojo sin entrenar la suficiente educación. Su Serenísima Alteza debe creer
que Christian disfruta placenteramente de lo que sea que estén hablando. Tal vez
también Isabelle. Pero yo, quien ha conocido a este príncipe por dos días enteros,
puedo decir lo enojado y miserable que se encuentra, y esas eran dos emociones
que definitivamente no sentía cuando estábamos escondidos en los arbustos.
¿Tales líneas forzadas tensarían su rostro si estuviera yo de pie a su lado y no
mi hermana? El pensamiento es optimista en su máxima expresión, ya que dejó
especialmente claro que no estaba interesado en un emparejamiento en el MMR
más que yo.
Oh, santo infierno.
No puedo creer en el amor a primera vista, pero como le dije a Charlotte, la
lujuria a primera vista es muy real, muy válida. Porque, ¿cómo puedo explicar mi
repentina obsesión con, de todas las cosas, Christian?
Vuelvo a sintonizar a Mat, preguntándome si mi sonrisa es igual a la de 111
Christian.
—Fue agradable —murmura. No soy la única cuya atención a vagado, porque
observa a su hermana de pie con el hombre que debe ser su nuevo prometido—. Y
Margaux estaba feliz. También yo. Es curioso cómo miramos hacia el pasado y
deseamos lo que una vez creímos que era un lugar común, y que, aun así, en la
realidad es una rareza.
—Siempre miramos los recuerdos de manera diferente, ¿no?
Es su turno de volver a enfocarse en mí. Una suave exhalación de risa sale de
entre sus labios.
—El pasto siempre es más verde en otro lugar, supongo. Sólo se vuelve
desafortunado cuando tus pies descalzos han sentido tal pasto.
Meto la cuchara en mi helado, sin estar segura de cómo responder
apropiadamente. Y ese es parte del problema… nunca sé que decirle a Mat.
Le entrega su copa a un camarero antes de dar un paso más cerca.
—Lo siento. Eso fue injusto de mi parte, descargar todo eso sobre ti.
Ahora me siento peor.
—Supongo que estoy nostálgico —continúa—, sabiendo que mi hermana y yo
seremos obligados a finalmente dejar las esperanzas y el pasado atrás esta semana.
Es una sensación asfixiante, ¿verdad?
Algo dentro de mí se suaviza ante la tierna melancolía que estoy segura que no
pretendía que viera. Le doy mi copa a otro camarero que pasa.
—¿Alguna vez te has preguntado cómo sería si no hubieras nacido en la
realeza? ¿No tener tales expectativas sobre tus hombros?
Su sonrisa es genuina, si no fría.
—Todo el tiempo. Como tú, estoy segura.
Maldición. Supongo que hay un poco de ganas de compartir después de todo.
Palabras que nunca habría pensado decirle salen:
—Cuando era más joven, hablé con mis compañeros de clase sobre sus vidas y
todas las opciones que se les permitían. Incluso aquellos de familias adineradas y
poderosas todavía tenían muchas oportunidades ante ellos. —Los secretos que le
estoy contando son susurrados entre las sonoras voces alrededor—. Empecé a
darme cuenta de verdad que, aunque se me permiten muchas cosas que otros no
tienen o codician, todavía estoy atada a miles de expectativas por gente que ni
conozco. Y esas expectativas no siempre son las más fáciles para soportar, en
especial cuando la mirada pública es tan brillante.
Hay una suave exhalación de risa de nuevo, sólo que, ésta vez, es llenada con
un indicio de alivio.
—Exactamente. —Y entonces algo más llena sus ojos… no tanto como
camaradería, sino un sentido de comprensión y compasión junto con un recién
encontrado respeto—. Sin embargo, eso es injusto de mi parte decirlo o pensarlo.
Porque aunque mi legado familiar me sostiene con fuerza, no debe ser nada 112
comparado con lo que un trono todavía manda.
Lo observo ahora, todo él. Finalmente, noto el elegante chaleco negro que está
usando sobre una camisa gris plomiza, el pantalón de color carbón con rayas tenues
abrazando su delgada figura y los mocasines sin cordones que lo hacen recordarme
a un crayola verde en una caja de azules. Y no puedo evitar preguntarme quién es
Mathieu de verdad.
Pero lo que sí sé es que sus palabras estuvieron cargadas con honestidad, sin
importar lo pesadas que hayan caído entre nosotros. Entonces, cuando avanza, con
los brazos abriéndose vacilantes, respiro profundamente y doy un paso dentro de
ellos para un breve abrazo. Y se siente bien. Seguro. Extremadamente fraternal.
Lo que no es exactamente lo que una desee sentir de su futuro esposo.
21
Christian
I sabelle está hablando sin parar sobre caballos de nuevo. Solo que esta vez, el
príncipe Gustav y La Loba se han unido, así que entre los tres, he llenado mi
cuota de charla equina para todo un siglo.
Mientras debaten… mierda, no sé, diferentes tipos de caballos, no puedo
evitar la desesperación que así es como mi vida seguirá en adelante. No tanto lo de
escuchar acerca de animales que no me importan, sino que mi manipuladora
madre y mi potencial suegro estarán siempre aquí empujando vehemente una
relación que no quiero por mi garganta. Una gran parte de mí sólo quiere gritar:
“Estoy harto, a la mierda el MMR y el resto de ustedes”, pero no lo hago. Ninguno
de los que estamos atrapados aquí lo hace. Y eso nos convierte en los mayores
cobardes del mundo.
Sin embargo, me rebelo de la única forma que puedo en tal situación. Cada
vez que Isabelle inadvertidamente se acerca, doy un paso hacia atrás. Cada vez que 113
coquetea irónicamente conmigo (sospecho sólo lo suficiente, como para apaciguar
a su padre), le contesto de forma fría aunque educada. Verdaderamente enojo a La
Loba, pero no me importa.
Isabelle no es horrible, para ser honesto. Educada, por no decir fría.
Inteligente. Refinada. Bonita. Para muchos presos del MMR esto sería suficiente.
Demonios, esto sería suficiente para muchas personas fuera de esta farsa en la que
estoy atrapado. Pero el aplomo en mis huesos me dice que no es suficiente para mí.
Quiero más.
Quiero la chispa, esa llama de combustible. Y sé que jamás la encontraré con
Isabelle.
22
Elsa
E l camino de Pérgola es desigual en algunos puntos, en especial en la
oscuridad de la noche, y no puedo ver apropiadamente para quedarme de
pie. Después del tercer tropezón, agarro los brazos de Christian en un
esfuerzo por evitar que mi cara se estampe en una humillación abyecta.
Mantenlo con clase y de la realeza, Elsa.
Él se detiene para equilibrarme.
—¿Estás bien?
Le aseguro que estoy bien.
—Juro que normalmente no soy tan descoordinada.
Es difícil decirlo, pero en la oscuridad, parece que una sonrisa tira de sus
labios. Tal vez es mejor si no la veo, sin embargo. Esa boca, y la forma en que se 114
curva, es peligrosa.
—No te preocupes. Descoordinada es una cosa que jamás pensé cuando se
trata de describir a la princesa heredera de Vattenguldia.
Muero por reírme. En cambio, me muevo más cerca cuando una ráfaga de
viento estremece mi equilibro.
—¿Mandona, brusca e inapropiada están en tu lista?
Él sí se ríe.
—Posiblemente inapropiada, pero lo digo en el mejor de los sentidos.
Antes que pueda pedir una explicación, se aclara la garganta y suelta un brazo.
El brillo de su linterna ondea por el camino frente a nosotros.
—Ya casi estamos.
Me sorprende gratamente que no me suelte por completo. Una fuerte mano se
curva alrededor de mis dedos congelados.
—¿Vamos?
Es frío de una forma que Vattenguldia jamás es, pero su mano en la mía me
mantiene más cálida que si estuviéramos en una playa en las Bermudas.
—Sabes demasiado sobre este lugar.
Él toma mi broma con calma.
—Parker me hizo leer durante el vuelo hasta aquí.
Mis pies encuentran una roca y tropiezo de nuevo, pero esta vez, está justo
aquí para atraparme.
El príncipe encantado ataca de nuevo.
—¿Sabes qué? —dice Christian—. Olvida lo de ir hasta el final. Paremos aquí.
—¿Lo primero contará? No atravesamos toda la Pérgola.
Él se ríe.
—No creo que eso fuera lo primero, ¿verdad? Simplemente quería pasar por el
camino. Hemos hecho eso, ¿no?
Sostengo en alto una copa de vino imaginaria.
—Entonces salud por tu primera vez.
—Espera un segundo. —Se quita la mochila que ha estado cargando y la abre.
En la curva del resplandor de la linterna, lo veo sacar una manta, una botella de
vino, un sacacorchos y dos vasos de papel.
—¡Trajiste vino!
La manta se extiende bajo nosotros.
—¿Por qué suenas tan sorprendida? Lo pediste, ¿no?
Me uno a él en la manta, con las piernas cruzadas mientras me pasa el vaso.
—¿Siempre haces lo que una mujer te dice?
—Dios, no. Pero entonces, tampoco hago todo lo que un hombre me diga.
115
Me pregunto qué haría si le digo que me bese. Apuesto que es fantástico
besando, del tipo que puede hacer que una chica se olvide de todo lo demás.
Soy tan patética, soñando despierta con besar al príncipe encantado.
Ser atraída por una persona, y todas las reacciones químicas que sacuden tu
cuerpo cuando estás en su presencia, puede ser tan malditamente inconveniente,
en especial cuando es tu futuro cuñado.
Él destapa la botella y llena nuestros vasos.
—Estás terriblemente callada. ¿Estás preocupada por los animales salvajes?
Eso es suficiente para apartarme de las vívidas imágenes de nosotros
escondiéndonos en un cuarto solos, arrancándonos la ropa entre nosotros.
—¿Hay animales salvajes por aquí?
Me pasa un vaso.
—¿No te hicieron leer sobre el lugar? El dueño original solía tener un
zoológico privado aquí.
Casi suelto mi vino.
—¡¿Hay animales de zoológico corriendo libres por la propiedad?!
Él se ríe de nuevo.
—Els. Espera. Sólo escucha. —Una cálida mano descansa en mi brazo—. Lo
que estaba diciendo era, que solían haber animales aquí, pero la mayoría de los
animales ya no están. Con eso dicho, aún hay algunas crías, pero me imagino que
también hay otros animales en la región, como coyotes o mapaches. Así que sí, hay
muchos animales por aquí. Hay animales en todas partes del mundo.
Muevo mi linterna en la oscuridad rodeándonos, asegurándome
desesperadamente que no haya ojos brillantes reflejándose.
—Podemos regresar si estas preocupada.
Me trago mi inquietud ante la preocupación en su voz.
—No seas ridículo. ¿Qué tan a menudo alguien puede beber vino en la
oscuridad, rodeado por…? —Pobremente hago señas frente a nosotros—. ¿La
posibilidad de animales salvajes?
Una suave risa sale de él.
—¿Fue una terrible primera petición, verdad?
Estoy tentada a decir que sí, pero me volteo y finalmente descifro fragmentos
de su rostro en la moteada luz de la luna. Todo el aire dentro cesa su flujo mientras
se asienta en que estamos sentados bajo la luz de la luna, con vino en mano, y que
está exquisitamente calmado y en silencio y no hay padres o MMR o nada más para
tocarnos.
Ahora, simplemente somos Elsa y Christian y nadie más.
—No. —Me sorprendo por la fuerza de este sentimiento—. Fue lo más perfecto
para esta noche. 116
Bebemos el vino, acompañados por los cantos de los grillos, mientras los
pensamientos, emociones y palabras fluyen entre nosotros. No hay incomodidad,
no hay búsqueda de sutilezas triviales para llenar el espacio. Me empapo de cada
parte de él que me regala, y no puedo evitar pensar que él hace lo mismo. Nuestro
tiempo juntos es cómodo y aun así cargado con algo y no puedo comprenderlo del
todo.
Algo adorable, oscilante, cómodo y emocionante a la misma vez.
Después, cuando regresamos a la casa principal, me dice:
—Dame tu teléfono.
—¿Por qué? —Se lo paso de todos modos.
—Acabo de darme cuenta —dice en voz baja—, que no tenemos el número del
otro.
Estoy mucho más embriagada por sus peticiones que por el vino. Me ofrece su
teléfono de regreso, y programamos nuestros números.
—¿También voy a tener un tono de timbre especial?
Él se ríe.
—Por supuesto. —Entonces me sorprende escoltándome hasta la puerta de mi
habitación. Una vez allí, se inclina, con sus labios contra mi oreja—. Dulces sueños,
Els.
Demasiadas cosas dentro de mí se aprietan y aletean. Tal vez es por la
oscuridad envolviéndonos en este pequeño pasillo, tal vez es debido al vino, pero le
regreso el favor, con mis labios tan cerca de su oreja como estuvo del mío.
—Dulces sueños, Christian.
Su cabeza se mueve, y estamos ahí de pie, con nuestras mejillas rozándose una
a la otra, mientras lucho por controlar mi respiración. Y entonces, mientras aprieta
una de mis manos, roza sus labios contra mi frente.
El beso es completamente inocente en el gran esquema de las cosas, y aun así,
mis bragas prácticamente se derriten cayéndose de mi cuerpo.
Lentamente entro en mi habitación antes de hacer algo poco inteligente. Para
mi alivio, o tal vez para mi consternación, mi padre e Isabelle están roncando a
gusto. Rápidamente me pongo mi pijama, pero antes de deslizarme bajo las cobijas,
mi teléfono vibra.
Gracias por huir locamente conmigo esta noche.
Antes pensé que había mariposas, pero no son nada comparadas con las
ráfagas dentro de mi pecho mientras miro el mensaje de Christian.
Debo escribir algo gracioso, algo liviano y divertido. Pero mis dedos tiemblan,
y mi corazón late con fuerza dentro de mi pecho. Todo mi ingenio me deja en una
gloriosa deserción. Tal vez estoy verdaderamente privada del sueño, delirante
incluso, porque todo lo que puedo escribir es:
No puedo esperar a que huyamos locamente durante la siguiente
hora de brujas.
117
Gruño. Bromeamos sobre algo que suena muy a escuela secundaria, pero Dios
santo, sólo nos envía de regreso a esos años, ¿verdad?
Oh, hombre. Lo tengo bastante mal por este príncipe.
23
Christian

—P
arece que va a llover.
Entrecierro los ojos antes los fondos grises oscurecidos
de nubes alineando el cielo. Elsa primero ha venido y se ha
ido, y terminó separadamente. Ambos nos perdimos la
caminata matutina, pero también todos los demás, con excepción de un triste
heredero. Y ahora aquí estoy en la terraza norte, pasando por un desayuno
obligatorio con Isabelle después de disfrutar unos malditos sueños bastante
vívidos, aun así frustrantes, que protagonizó su hermana durante la pequeña
cantidad de tiempo que en realidad dormí. Honestamente, preferiría estar de vuelta
en mi cama soñando con Elsa, que hablando sobre el clima con Isabelle.
—Tal vez, sí.
Una fría diversión apenas levanta las esquinas de su boca mientras alisa su 118
largo cabello sobre el hombro. Al menos, no habrá charlas sobre caballos esta
mañana, pero también podría estar viendo una pintura secarse, así de poco
interesado estoy en lo que sucede aquí.
—California es agradable —añade después de un largo momento.
Me rasco mi nuca.
—Sí, lo es.
—Este es mi primer viaje a los Estados Unidos. —Levanta su taza de té, con el
meñique extendido—. Desearía poder ver más.
¿Más? Quiero reírme ante tal optimismo. No habrá ningún avistamiento más
allá de las tierras. Ninguno de los locales, con excepción de aquellos que trabajan
para el consejo monárquico, son conscientes que los soberanos del mundo están
siquiera en la región. Nuestros agentes de prensa nos tienen cumplidoramente
trabajando en nuestros países natales. Demonios, ni siquiera tenemos a nuestros
guardaespaldas aquí. Pero le digo a Isabelle:
—También yo.
Alguien la llama; cuando se voltea para saludar con la mano, estoy feliz por el
momentáneo respiro. Me da más tiempo para soñar despierto con su hermana.
24
Elsa

S
iseo en voz baja:
—¿Con cuántas más de estas estúpidas reuniones vamos a ser
torturados?
La sonrisa de Christian es templada mientras salimos de una de las
cabañas de huéspedes, aunque es evidente que está tan indignado como yo.
—Vamos —me dice en voz baja—. Vamos a algún otro lado que no sea aquí.
El dulce alivio desenrosca mis dedos de los puños que tienen mente propia.
Nos sentamos en otra terrible reunión de Herederos de la Corona durante la que
escuchamos a otro pomposo idiota explicar por qué somos mejores vistos que
escuchados hasta que nuestros soberanos digan lo contrario. Podría resentir los
puntos de conversación de mi padre, pero santo infierno. No he tenido siquiera
oportunidad de pronunciar ni uno, y estamos en nuestro tercer día aquí. 119
Desaparecemos por una de las escaleras de la casa principal. Está tranquilo; la
mayoría está en una reunión o yendo a almorzar al buffet. Tan extraña como es la
ubicación, sin embargo, me gusta. La luz se filtra en remolinos sobre nosotros,
motas de polvo brillando en el frío aire. No puedo evitar sentir que, si nos
quedáramos en este pasillo, muy bien podrían vagar a través de un portal en el
tiempo.
Christian presiona su espalda contra el áspero concreto texturizado de la
escalera y dice:
—Podría ser peor. —Más suavemente—. Podría ser el desayuno. O el té.
Su brutal honestidad punza, ya que sé exactamente lo que quiere decir. El
desayuno ésta mañana fue un tête à tête obligatorio con Mat. La cuota de anoche de
compartir se terminó. Teníamos tanto que decirle al otro que estuvimos resignados
a conversar sobre diferentes restaurantes. ¿Y saber que el té está en el horizonte,
con los mismos intentos tensos de llegar a conocer al otro?
Preferiría regresar a la reunión de la que huí recientemente.
—De todos modos, ¿cómo estuvo el desayuno? —pregunto.
—Bueno, por una vez, tu hermana no habló de caballos. Así que es algo.
Al principio estoy desconcertada, pero entonces prácticamente me ahogo por
toda la risa tratando de salir.
—¿No eres un fanático de los caballos?
Él pretende estremecerse.
—Dios, no.
Se siente precioso reír, de verdad reír, después de un par horas de miserables.
—Tampoco yo.
Su deslumbrante risa reaparece.
—¿Cómo estuvo el tuyo?
—Puedo verificar que Mat y yo no hablamos de caballos tampoco.
Junta sus manos y las presiona, levantándolas.
—Gracias al cielo por los milagros, ¿verdad?
—El MMR es una bestia terrible. Las pequeñas charlas son lo peor. —
Entonces, mucho más amable—. Creo que te estás acercando a mi hermana.
Isabelle no se refirió a él como un Neandertal esta mañana, ni tampoco emitió
ningún comentario puntual sobre la comida requerida con este príncipe. En su
lugar, había un silencio resignado, un sentido del deber ya no atado verbalmente
con animosidad, lo que era desconcertante, dejándome pensar sobre una
aceptación que no pudo no haber estado ahí antes.
Mi observación borra la diversión del rostro de Christian aunque lentamente,
y lamento haber dicho algo, porque maldito infierno, su risa es adictiva.
—Ah.
120
Muerdo mi labio. Lo miro, preguntándome si me equivoqué.
—He hecho mi mejor esfuerzo para no confundirla, Els, aunque creo que tu
hermana es una mujer adorable, yo… —Se pasa ambas manos por su cabello—. No
puedo decir que me esté acercando a ella.
La lógica sugiere que he perdido la línea de la conversación. El deber
argumenta que debo decir por qué Isabelle es la perfecta elección para ser su futura
gran duquesa. La tradición me ruega que vaya y haga las paces con Mathieu, en
lugar de en secreto deleitarme en los intentos de mi hermana miserablemente
infelices ante el prospecto de una relación con ella.
La tradición, estoy aprendiendo, no siempre es el camino más fácil de seguir.
Discretamente me aclaro la garganta.
—Debes lamentar no proponerte a alguien antes de regresar a casa esta
semana.
Su suave y tranquila sonrisa golpea con tanta amargura como sus últimas
palabras.
—Como tú, supongo.
¿Ya ha mencionado Isabelle su devoción hacia Alfons? No puedo romper la
confianza de mi hermana, pero si Christian debía saber…
No. Algunas tradiciones deben permanecer, incluso si desearía que no.
Extiendo la mano y con cuidado toco su brazo. Un delicioso calor se filtra a
través de las yemas de mis dedos.
—Estoy segura que has sido muy claro con Isabelle, pero aun así te pediría que
fueras amable con ella.
Su atención permanece en mis dedos; la seriedad tiñe tanto su rostro como su
tono.
—¿Piensas que debería seguirle la corriente, así como al príncipe Gustav?
—No —le aseguro. Qué extraño que no mencionara a la gran duquesa—.
Porque si lo hicieras, tendría que darte un buen rodillazo en las bolas.
Ah. Ahí está esa sonrisa de nuevo. Bien.
Entonces me golpea cómo la amenaza que hice bromeando podría
posiblemente ser malinterpretada como celos en lugar de una lealtad de hermanas.
A este ritmo, pronto seré clasificada como uno de los miembros de la realeza menos
elocuentes. Así que aclaro.
—Ya sabes, por destacar a mi hermana pequeña en todo.
Su sonrisa crece.
—Porque, obviamente, las hermanas ante… —Oh, infierno. La apropiada
elocuencia en serio me abandona. ¿Cuál es la palabra? Soy nerviosa por naturaleza.
—¿Hay un equivalente femenino al amigos antes que chicas? —Se ríe.
Chasqueo mis dedos. 121
—¡Hermanas antes que hombres!
Una ceja oscura se levanta, divertida.
Otro chasquido sigue.
—¡Chicas antes que penes!
La deliciosa risa regresa con un estremecimiento que hace temblar sus
hombros.
—Por el amor de todo lo que es bueno en el mundo, nunca digas eso de nuevo.
Me recuesto contra la negra barandilla que recubre la pared exterior,
imitando su posición. En esta pequeña escalera, nuestros pies se sobreponen a los
escalones.
—¿Estás escandalizado?
Yo debería estarlo, estando a tan cerca de él.
—¿Por qué debería? —dice—. No soy quien grita sobre penes, ¿verdad?
Mis dedos trazan los baches de la pared de concreto mientras el humor llena
mi estómago.
—Honestamente, Christian, prometo que, a pesar de cómo me presento a mí
misma, no fui criada en el mundo salvaje. —Sonrío—. O en un burdel.
Él se aparta de la pared, riéndose. Y entonces, antes de saberlo, su cuerpo se
inclina hacia el mío, una mano apoyándose contra la pared a mi derecha.
Oh Dios.
Pequeñas hadas dan vueltas en mi pecho cuando su cabeza baja hacia mí, el
cabello oscuro derramándose por su frente.
El tiempo se detiene mientras miro sus ojos ámbar. Desesperadas ideas y
deseos me consumen. Bésame. Por el amor de todo lo que es bueno en el mundo,
bésame.
En lugar, chasquea la lengua.
—Qué prejuicioso de tu parte, Els.
Ah. Nada de besos entonces. ¿Por qué esa decepción? Es el movimiento más
inteligente, después de todo.
Él continúa.
—¿Sabes con certeza que todas…? —Se detiene, sin duda para elegir la palabra
correcta. O al menos, la versión más respetuosa de lo que creo que va decir.
Le ofrezco ayuda.
—¿Damas de la noche?
Ríe de nuevo, negando. Su boca está apenas a unos cinco centímetros de
distancia. Es una hermosa boca, la soñé bastante vívidamente esta mañana.
—Bien. ¿Prostitutas?
—Mi punto es —continúa—, ¿sabes con certeza que tales mujeres irían por ahí
122
gritando sobre penes en las escaleras?
Mis dedos pican por acercarlo, apartar el cabello de sus cejas.
—Haces un punto muy válido. Probablemente están tan cansadas de los
genitales masculinos que se niegan a discutir tales cosas fuera del horario de
trabajo.
Una pausa llena el escaso espacio entre nosotros, uno tan cargado de baches
brotando mis brazos.
Él murmura:
—Creo que si estuviera a punto de llegar a mi marca de vida, nunca sería
capaz de adivinar qué está sucediendo aquí. —Su dedo toca con gentileza el costado
de mi cabeza—. Ni qué vas a decir a continuación.
Soy incapaz de contener el delicioso temblor que se apodera ante su toque.
—Dulce hablador. Apuesto que le dices eso a todas las mujeres que te
encuentras en las escaleras.
—No me encuentro en tal situación muy a menudo. —Se detiene una vez más,
su mirada intentando perforarme—. De hecho, nunca me he visto en esta situación.
Mi boca se abre, con una respuesta sarcástica en la punta de mi lengua,
cuando él traza mi labio inferior con el mismo dedo que trazó mi sien. Otro
escalofrío se escapa de mi cuerpo, uno cien veces más fuerte que el anterior.
Cuando Christian dice:
—Els. —Mi nombre es más suave que los cantos de las aves afuera.
Su cabeza se acerca más, con la atención enfocada donde su dedo descansa, y
pienso para mí misma, ¿podría ser este momento real? Porque deseo mucho que lo
sea.
Al demonio con la tradición.
Nuestras respiraciones se mezclan, cálidas y entrecortadas en el silencio de la
escalera. Mis manos se mueven con mente propia, los dedos enredándose en el
algodón de su camisa.
Su corazón late tan fuerte como el mío, y refuerza mi resolución. Lo quiero. Al
demonio con la lógica. Yo. Quiero. Este. Hombre.
Nuestras bocas están tan cerca que creo que sus labios rozan el dedo que aún
sostiene mi delicada piel. Mi agarre en su camisa se aprieta mientras insto a su
cuerpo a acercarse. Un suave quejido sale de él, uno que me muero por comer. Su
otra mano se aferra a mi cintura, y es mi turno de gemir.
Al demonio con mi padre, su madre, y el MMR.
Estoy a punto de lanzar la precaución al viento cuando mi nombre es
pronunciado de nuevo, más fuerte y desde el piso de abajo, y por alguien más.
Santo infierno. Es Mat de entre todas las personas.
Las manos de Christian caen y se aparta hasta que su espalda choca con la
pared. Arrugas estropean su camisa donde lo agarré, unas por las que me siento 123
muy posesiva.
Hice eso. Me gustaría hacer más.
Mat aparece, con sus zapatillas deportivas chillando en los escalones de
piedra. Una rápida mirada a Christian, quien está pasándose una mano por su
cabello, precede.
—¿Qué están haciendo aquí?
Casi besándonos, pienso estúpidamente.
Christian tiene más tacto que eso, cuando dice:
—Escondiéndonos de nuevo. ¿Qué hay de ti?
Si Mat nota lo tensa que la voz de su amigo es, no lo demuestra. Él se deja caer
en el escalón por encima de nosotros, una mano que no quiero viene a descansar en
mi hombro.
—Han abierto la piscina exterior para la tarde, y el príncipe Gustav… —Traga,
obviamente incómodo—. Sugirió que te encontrara para que disfrutáramos de
nadar juntos.
Mientras dice esto, el prospecto de hacerlo suena tan bienvenido como
golpear su cráneo contra las paredes rugosas alrededor de nosotros.
—Está a seis grados afuera —tose Christian—. Y las dos piscinas no tienen
calefacción.
Casi nos besamos. Peor, lo quería, lo que es colosalmente suicida. Él dejó
perfectamente claro que no tiene ningún interés en darle a su madre la satisfacción
de hacer caer a cualquier chic a sus pies en el MMR; no mi hermosa hermana, ni
ninguna de las otras chicas en la lista de la gran duquesa (si es que hay tal cosa), y
ciertamente no yo.
Él y yo somos amigos. Aliados.
Odio estar completamente atraída por mi amigable aliado.
—Sacaron lámparas calentadoras después que varios monarcas se quejaron —
dice Mat. Si está intentando ponerse de rodillas con su encanto, falla
miserablemente.
Lo que está bien para mí.
—Me temo que debo declinar la sugerencia de mi padre ya que no traje mi
vestido de baño.
Predeciblemente, Mat no tiene el corazón ni un poco roto por mi negación. Le
dice a Christian:
—¿Lukas te contó que hay planes para que los herederos y huéspedes naden
desnudos a la medianoche? —Su atención va hacia mí—. No se necesitan trajes de
baño para esa actividad extracurricular.
Eh…
—Ahí están. 124
Y ahora Isabelle está en la escalera con nosotros, subiendo. Fantástico. Tal vez
deberíamos invitar a nuestros padres también.
Cuando llega al escalón bajo nosotros, dice más que un poco irritada.
—Elsa, pensé que nos veríamos para el almuerzo.
Bueno, mierda. Eso claramente salió de mi mente mientras estaba casi
besando a su pretendiente, ¿verdad?
En lugar de esperar por una respuesta, Isabelle pregunta:
—¿Qué están haciendo todos en la escalera? —Nos precede con un vistazo—.
Se está estrecho aquí.
Mat es quien responde.
—Estaba informándoles sobre los planes de medianoche de nadar desnudos
en la piscina Neptuno que actualmente dan la vuelta.
—Ah… —digo a la misma vez que Christian murmura:
—Nosotros…
Isabelle nos ignora.
—Qué encantador. Toda una horda de vagos reales desnudos en un lugar. ¿Las
tonterías no tendrían un día de campo con eso?
La princesa Isabelle de Vattenguldia, quedándose firme a su estilo.
—Eso dije —añade en una extraña pero aun así determinada voz—. Estoy
dentro. Porque el cielo sabe que necesitamos algo de entretenimiento aquí.
Ahora he escuchado todo. ¿Mi reservada hermana quiere nadar desnuda con
extraños y conocidos? ¿Qué demonios?
—Uno de los daneses envió a su hombre en busca de un poco de decente licor
para la reunión. Oh, y cualquier teléfono o cámara que lleven se promete que
terminaran en la parte más profunda. —Mat inclina su mano contra la pared, justo
donde Christian estuvo hace unos minutos, inclinándose a mi lado como si
fuéramos oficialmente una pareja.
Intento imaginar a Mat desnudo. Aunque no hay duda que es hermoso, todo
delgado, con músculos esculpidos, ningún cosquilleo acompaña la visión.
El calor emanando de su cuerpo incluso se siente diferente al de Christian.
—¿Quién dio esta idea? —pregunta Christian.
Soy una masoquista, porque una vez más, imágenes de este hombre desnudo
revolotean por mi mente, provocando demasiados hormigueos para contar. Me
temo que me estoy sonrojando, pero no puedo evitarlo. Presenciar a Christian
desnudo debe ser una experiencia religiosa. Nunca mejor dicho.
Dios, me iré al infierno por eso.
Mat recita los nombres de los instigadores, y solidifica mi resolución que no
hay posibilidad que mi ser desnudo se unirá a ellos en esa piscina a media noche.
Asumo el típico rol de mi hermana mientras visualizo los titulares cubriendo 125
tal velada: Realeza desnuda se ahoga en la famosa piscina de Neptuno. Seguido
por: Los reportes toxicológicos indican extrema ebriedad.
Isabelle da un paso más cerca de Christian. Veo cómo la incomodidad tensa
sus músculos, pero es demasiado educado para alejarse de ella como sé que quiere
hacerlo. Tanto como yo deseo hacerlo con Mat inclinándose hacia mí. Entonces ella
me sorprende, cuando sombríamente extiende la mano para apartar el cabello de
sus ojos como deseé hacerlo minutos antes.
Nunca he querido pegarle en la mano a mi hermana tanto como ahora.
Mientras Mat e Isabelle discuten los detalles sabidos de la expedición de nado
desnudo, me obligo a recordar que mi hermana claramente aún está conmocionada
por lo que sea que sucedió con Alfons. Normalmente nunca participaría en una
actividad como nadar desnuda o siquiera pararse voluntariamente muy cerca de un
hombre elegido por nuestros padres en lugar de su corazón.
Sin embargo esa es la cosa. Este no es sólo un hombre. Es alguien con quien
nuestros padres quieren que se case. Un hombre muy guapo, divertido, encantador
que preferiría de verdad que ella no le pusiera las manos encima porque soy lo
suficientemente egoísta para ser la única que desee hacer todo el tanteo. Quiero
decir tocar. No… demonios, ¿a quién engaño? Quiero decir completamente…
tantear.
Miro subrepticiamente a Christian; su mirada está perdida mientras mira una
de las paredes. Está escuchándolos tanto como yo.
Intento imaginar cómo sería la vida con Christian como mi cuñado. Y
entonces me imagino encontrando donde sea que los daneses pusieran esas buenas
bebidas para pedir un poco, porque es una cosa terrible visionar a Christian e
Isabelle juntos.
Antes de apartar la mirada, su atención vuelve a mí. Nuestras miradas se
encuentran en esta pequeña escalera, ya que estamos atrapados entre nuestros
supuestos intentos, y… está mirándome de nuevo, como si fuéramos las únicas dos
personas en todo el castillo, un punto de enfoque en el tiempo y espacio que carga
la moléculas y átomos en todo mi cuerpo.
Es una mirada que no puedo negar que me encanta. Y es una lástima, porque
no es mío para amar.

126
25
Christian
C
asi la besé. Sólo momentos antes que Mat nos encontrara, por poco cedí a
mi rápido y casi insaciable creciente deseo, y besé a Elsa. Y ahora, estos
entrometidos discuten sobre nadar desnudos en medio de la noche, y
estoy intentando evitar que mi pene se endurezca aún más, porque mierda. ¿Elsa
desnuda?
Como hago últimamente cuando estoy a su alrededor, meto las manos en mis
bolsillos. Intento pensar en cosas menos placenteras, como la reunión a la que
tenemos que ir en pocos minutos, la cual vamos a compartir con nuestros padres.
Voy a estar sentado al lado de La Loba durante casi dos horas; si eso no es capaz de
matar mi erección, entonces no sé qué podría.
Pero entonces, como una polilla a la llama, me vuelvo a enfocar en Els, y tengo
que moverme sutilmente para ocultar cuán jodidamente atraído estoy por ella.
127
Y lo estoy. Casi obsesivamente.
Me aparto de la pared de concreto y rezo para que ninguno de los presentes se
dé cuenta del bulto en mi pantalón.
—Llegaremos tarde a nuestra reunión si no nos vamos ahora.
No necesito decírselo a Elsa dos veces. Se aleja del brazo de Mat con tanta
rapidez que casi tropieza en las escaleras.
—¿Te veo en el té? —me dice Isabelle. Por lo menos, creo que es a mí, ya que
no hay entusiasmo en absoluto en su voz.
Nunca he estado más agradecido en mi vida por el asiento asignado en la
cena.
26
Elsa
L
a reunión de los países Nórdicos celebrada en la biblioteca, es bastante
productiva, especialmente a la luz que no había discusiones relativas al
MMR, de manera que allí mismo la hace la mejor reunión en la que había
estado en California. Por otra parte, a nosotros los herederos finalmente se nos
permite hablar, y eso hace que mi ego pueda ser capaz de sacar a la luz mis causas.
Mientras que el rey de Suecia analiza los temas económicos claves que
enfrentan los países escandinavos, así como la afluencia de migrantes que cruzan
nuestras fronteras, mi atención se desplaza de nuevo a la escalera. Su Majestad nos
anima a buscar tierra y vivienda para ofrecer a los migrantes, y surge un acalorado
debate. Estoy climatizada también, pero por razones completamente diferentes. Sé
lo que quiero para esta noche. Simplemente tengo que trabajar en el coraje para
admitírselo a Christian.
128
27
Christian

L
a escalera está benditamente vacía, así que Elsa desciende uno de los
escalones.
—Me niego a bañarme desnuda con los otros.
Me alivio en el escalón justo debajo de ella, tratando de no recordar
que, hace apenas un poco más de dos horas, estábamos casi besándonos en este
mismo lugar.
—Entonces no lo haremos.
Luce asombrada, luego aliviada, entonces culpable que esté tan terriblemente
complacida que diga esto.
—Eres libre de ir, por supuesto.
¿Ha perdido sus sentidos? Isabelle estará allí. Una desnuda Isabelle. Así que, 129
demonios no. A menos que haya una orden directa junto a una sincera amenaza
emitida por la gran duquesa, no hay manera que esté en ese grupo esta noche.
Porque, gracias. Estoy encantado de saber que he sido un suficiente buen
muchacho como para ganar tal salida.
Lamento que no me haya regalado su sonrisa ya. Está bailando en sus ojos,
seduciéndome de una manera que nunca habría imaginado.
—Sin ánimo de ofender —dice—. Pero no me gusta la idea de estar
completamente desnuda delante de un montón de virtuales extraños.
No puedo dejar de bromear.
—Somos Europeos, Els. Somos famosos por nuestras playas de topless. —A
pesar que la idea de ella desnudándose en frente de los demás me dan ganas de
estampar mi puño en la pared de hormigón al lado de nosotros.
—No en los países Escandinavos. Y suena como que esta noche requiere algo
más que sacarse un top.
—Podrías mantener tus bragas puestas, ya sabes.
Ella gime.
—Oh, sí, voy a ser la única mujer que se niega a dejar de lado sus bragas.
Puedo ver la facilidad con que los demás dejarán eso pasar. —Niega, haciendo una
mueca—. No, gracias.
Su renuencia está bien para mí. Prefiero pasar mi tiempo sólo con ella, de
todos modos.
—En cualquier caso, medianoche es tres horas menos que nuestra hora de las
brujas. Probablemente será horrible. No hay magia para bañarse desnudo a
medianoche.
Agacha su cabeza, mordiéndose el labio mientras me estudia a través de sus
pestañas exageradamente largas.
—¿Qué hay sobre las 3 a.m.?
Estiro una de mis piernas hasta que roza las suyas. Es como que soy
deplorablemente adicto a Elsa.
—Todo es mágico durante la hora de las brujas. Pensé que ya habíamos
establecido eso.
No dice nada durante un buen rato, pero casi puedo ver las ruedas en su
mente agitada. Y es imprudente y estúpido, pero mi corazón late una nueva
melodía desigual un poco con demasiada fuerza dentro de mi pecho.
Aguanto la respiración. Espero.
Y ella dice:
—La Piscina Romana se siente mágica, ¿no?
Me aclaro la garganta. Orando no rechinar los dientes como una especie de
chico en la pubertad.
130
—Oh, sin duda.
La Valkiria con la que estoy se inclina hacia adelante. Dice:
—Si va a haber un nadar desnudos en el menú, lo quiero allí.
Santo. Infierno.
—Esa es mi primera vez para esta noche, Christian. Quiero que nosotros
vayamos a nadar desnudos en la Piscina Romana durante nuestra hora de las
brujas.
Nosotros. Nuestra. Dos palabras que no tienen derecho a sentirse posesivas,
más cuando se trata de esta princesa. Me esfuerzo para sonar divertido.
—¿Estarás usando tus bragas?
—No lo haré si tú no lo haces.
Pretendo no notar su voz temblar al decir eso, pero entonces, estoy bastante
seguro que la mía tampoco era más firme.
28
Elsa

—N
o puedes estar hablando en serio.
—Y sin embargo —le digo a Isabelle—. Lo estoy.
Ella baja su cepillo para el cabello.
—Sabes cómo se verá una vez que la palabra llegue a Su Serenísima Alteza. Él
era el más insistente en que pasaras el tiempo en la piscina con Mathieu.
Nuestro padre está abajo en la sala de la Asamblea, discutiendo asuntos
importantes, y yo en nuestra habitación con mi hermana, explicándome a mí
misma que no quiero nadar desnuda. Corrección, nadar desnuda con las masas.
Pero no, no puedo dejar que Isabelle sepa que estoy más que bien en nadar en mi
traje de cumpleaños con Christian, o al menos, espero estarlo. Sólo la idea de él
desnudo y yo desnuda en la misma habitación tiene a mis piernas cruzándose.
—Lo dices como si fuera un punto de venta.
131
Se quita el vestido de buen gusto que llevaba para la cena y cócteles y lo arroja
en una silla cercana.
—Debería serlo.
A pesar de todo su recato en público, mi hermana ha sido cualquier cosa
menos tímida alrededor de mí, porque se saca su sujetador y sus bragas que se
unen a su vestido en su búsqueda por algo nuevo para usar.
—No habrá nada de qué preocuparse si Su Serenísima Alteza sigue siendo
ignorante de toda la situación.
Se esfuerza por sacar su juego de bragas y sujetador de encaje negro de su
maleta y se lo pone.
—Te sorprenderás de lo rápido que viajan las palabras en este lugar.
—Dudo que los otros alardearán a los ancianos sobre sus desnudas e
intoxicadas aventuras en la piscina que han sido prohibidos de usar, y mucho
menos acusar como niños pequeños a quienes no participan. Hablando de eso —
digo a la ligera, pero significativa—. Estoy bastante sorprendida que estés tan
ansiosa por participar.
—Es de esperar. —Ajusta su sujetador—. Realmente deberías ir, Elsa. Ahora
que he tenido tiempo de pensar en ello, Mathieu es bastante agradable a la vista.
Piensa en cuán… útil podría ser conseguir un adelanto de lo que está por venir.
Casi me ahogo con su significado apenas velado, a pesar que no he tomado
una copa. Fuera de ella indicando que un desnudo Mat me podría tentar más que
uno vestido, puedo admitir eso, aunque es apuesto, no me siento atraída por Mat
en absoluto, y verlo en toda su gloria desnuda no va a cambiar eso. No, en vez de
eso estoy atraída a la única persona que no puedo tener.
Y sin embargo, contemplando nuestra cita tardía en la noche, un pequeño
rebelde ardor argumenta que tengo a Christian.
Sólo que no en la forma en que pienso que lo quiero.
Un suéter y jeans ceñidos son puestos.
—Ésta sería la oportunidad perfecta para que ustedes pasen más tiempo
juntos —continúa Isabelle—. Llegar a conocerse, antes que caiga la inevitable
hacha.
¿No me había visto obligada a hacer eso ya?
—Ah, sí. ¿En que estaba pensando? —medito, tocando cuidadosamente mi
barbilla—. Un grupo nadando desnudos es el momento perfecto para realmente
llegar a conocerse unos a otros. Por favor, no te ofendas cuando te digo que los
esfuerzos hacia el cumplimiento de los deseos de nuestros padres para animarme
en una farsa relación son menos que estelares. Y, honestamente, Isabelle. ¿Por qué
la lencería cara? Te la vas a sacar de todos modos. Nadie ordenará tu pila de ropa si
estás toda en la piscina.
—Christian estará allí —dice rotundamente—. Y no puedo dejar que piense
que no siempre busco lucir bien. O que no estoy… —Su trago es audible, su rostro 132
se contrae—… tratando.
Soy una estafadora, porque no alcanzo a decirle que Christian estará ausente
como yo. Al primero, nosotros finalmente teniendo esas tazas de chocolate caliente
juntos, será trasladado a un momento anterior para acomodar mi tonta petición. A
la medianoche, estaremos en la cocina en lugar de estar desnudos con el resto de
los solterones.
Sin embargo mi hermana tiene un buen punto. ¿Estoy usando ropa interior
linda en este momento? Tacha eso. No deseo nada lindo. Quiero estar sexy. ¿Mis
bragas y sujetador siquiera coinciden? Cuando Isabelle se aleja, me escapo para
darle un vistazo a mi vestido. Seda rosa y encaje, y números de cordón,
afortunadamente coinciden entre sí.
Gracias a Dios.
29
Christian
—L a Loba o bien estará encima de alguien o estará demasiado
bombardeada fuera de su mente como para notarlo —dice Lukas
mientras hace estallar las cimas de las cervezas que introdujo de
contrabando en nuestra habitación—. Así que no tienes que preocuparte por el
príncipe perfecto esta noche.
—Créeme —digo secamente—, es la última cosa en mi mente. Pero no
importa, de todos modos. No voy a estar en la piscina con el resto de ustedes.
Me pasa una de las cervezas; es débil y pálida, pero mejor de lo que La Loba
nos proporcionó.
—Lo que significa que estarás en otro lugar, ¿verdad?
Joder sí, lo haré.
—¿Con Parker?
133
—Había ese evento para los secretarios privados esta noche, ¿recuerdas? Lo
más probable es que esté en su cama, desmayado por la cantidad de alcohol
consumido.
Pero Lukas es un perro con un hueso.
—Está bien, hermano. Estamos sólo nosotros ahora mismo. ¿A dónde diablos
vas a escabullirte en la oscuridad de la noche?
Tomo un gran sorbo de la botella.
—Me sorprende que lo notes. La mayoría de las veces ni siquiera estás aquí.
Él sonríe, sentándose en una de las sillas.
—No soy el príncipe perfecto. —Entonces carraspea, ampliando su sonrisa—.
No evites la pregunta, Chris. ¿Al menos has conectado con algunas de las chicas?
Bebo otro sorbo y me inclino hacia delante, colocando la botella entre mis
piernas.
—¿Es eso lo que estás haciendo, Luk? ¿Conectar?
—Si tengo que ser parte de esta farsa, también podría disfrutar de mí mismo.
—Gira su bebida en mi dirección—. Estás evitando de nuevo.
Una parte de mí no quiere decirle nada, porque no es de su incumbencia. Pero
tampoco hay manera que alguna vez vuelva a La Loba, así como Lukas tiene la
misma cantidad de charlas íntima como yo.
—Bien. He estado pasando tiempo con alguien.
Se da una palmada en la rodilla. Parece enojado.
—Es esa chica de Vattenguldia, ¿no?
¿De verdad soy tan transparente?
—En realidad —digo lentamente—, sí.
—Joder, ¿estás bromeando? ¿Has perdido la cabeza? ¿Por qué en el mundo
conectaste con ella?
Estoy sorprendido por el nivel de disgusto en su voz. Tampoco me vengo
abajo con la forma en que lo hace sonar como si estoy tomando una horrible
elección cuando ya sé lo complicado de la situación. Pero es mi error por cometer. Y
ahora estoy enojado con mi hermano, porque nadie va a difamar a Elsa en mi
presencia. Nadie.
—¿Discúlpame?
Niega.
—No puedo creer que hayas cedido tan rápidamente a las demandas de La
Loba. ¿No fuiste tú quien insistió en tomar una posición?
Antes que pueda decir algo, continúa:
—Admito que la Vattenguldiana es agradable a la vista, pero Jesús, Chris. 134
Hubiera jurado que no querías nada con ella. Cuando están juntos, actúas como si
tiene una enfermedad contagiosa. ¿Y ahora estás conectando con ella? ¿Qué te da?
Está hablando de Isabelle. Afortunadamente, no tengo que meterle algo de
sentido.
—Estamos hablando de tu culo. ¿Cuándo te di alguna indicación que me
interesa esa mujer?
Parpadea en confusión.
—No estoy conectando con Isabelle, y si tengo mi camino, nunca lo haré. Para
ser honesto, no estoy conectando con nadie, al menos no de la manera que estás
pensando.
Agita una mano frente a él.
—Espera. ¿Estás conectando con su hermana? ¿La heredera?
Eso me recuerda. Pronto voy a ver a Elsa desnuda. Mi pantalón aumenta con
demasiada presión, obligándome a moverme en mi asiento. Estar encendido todo el
tiempo no es un estado muy cómodo para estar.
—¿No me oyes? No, no estoy conectando con ella.
Aunque me gustaría estarlo. Y la sola idea me hace moverme en mi asiento
una vez más.
—Déjame ver si lo entiendo. ¿Estás escabulléndote en medio de la noche para
pasar el tiempo con esta mujer?
Estoy molesto por cuan inquietante y confuso es esto.
—Tiene un nombre, Luk. Es Elsa.
Ahora sus ojos se abren.
—¿Qué significa pasar tiempo juntos si incluso significa, no follar entre sí?
Voy a contestarle, pero me golpea. Realmente me golpea. Significa más que
simplemente desearla. Creo... no sé... oh, maldita sea. Me estoy enamorando de
ella, ¿no?
Mierda.
—Porque, si ustedes simplemente están follando, entiendo. Bueno, sí. Ella es
demasiado sexy. Pero es también tu equivalente y heredera a otro trono. Y tu futura
cuñada. ¿Estás deliberadamente intentando enojar a La Loba? ¿Es esto una especie
de juego para ver lo lejos que puedes empujarla antes de retroceder? Debido a que
no hay manera que los apruebe “pasando el rato”. No cuando podría estropear sus
planes.
Quizá debería hacerlo entrar en razón después de todo.
—En primer lugar, todo lo que sucede entre Elsa y yo no tiene nada, y repito,
nada que ver con La Loba. Y en segundo lugar, me importa una mierda si aprueba o
no de quien soy amigo… y mucho menos si se estropea su plan maestro.
Él se burla.
135
—¿Has estado a escondidas en medio de la noche como un adolescente con
sangre caliente para pasar el rato con tu amiga?
—No voy a escondidas. Y no hemos ocultado el hecho que nos conocemos o
pasamos tiempo juntos.
—Sentado en tus aburridas reuniones es una cosa —argumenta—. Pero hacer
lo que estás haciendo en medio de la noche es otra. ¿Qué mierda están haciendo,
Chris?
Es suficiente para detenerme.
—No lo sé —le digo a mi hermano en voz baja—. Realmente no lo sé. Pero sea
lo que sea, no quiero parar.
Él deja su cerveza durante un largo momento antes de beber un sorbo.
—Te gusta esta mujer. Quiero decir, Elsa.
Mi forzada risa es tranquila. Amarga.
—Algo así.
—¿Sabes si ella siente lo mismo?
—¿Importa? Teniendo en cuenta, como has señalado, ¿que lo más probable es
que se me obligue a casarme con su hermana?
—Claro que sí, sí —dice en voz baja.
Me sorprende que diga esto. Y me siento un pésimo hermano que lo juzgó mal
con demasiada frecuencia.
Bebo otra larga calada de mi cerveza caliente.
—No la he besado. —Otra amarga risa—. Me estoy enamorando de ella y ni
siquiera la he besado. ¿Cómo es eso de jodido, Luk? Maldición, me siento como una
especie de adolescente ahora. No sé nunca más lo que está arriba y lo que está
abajo.
Él no sabe qué más decir. Está bien. Yo tampoco.

136
30
Elsa
E
l reflejo de las lámparas de alabastro brilla como oro caliente contra el
agua fresca de zafiro, y con auténticos azulejos dorados esparcidos por
toda la habitación; el efecto es mágico. La mayoría de nuestros
compañeros están enamorados de la piscina exterior, y con razón. Es realmente
magnífico. ¿Pero ésta de aquí, debajo de las canchas de tenis?
Esta es la que más me atrae como una sirena.
Toda la habitación está cubierta de cobalto y mosaicos de oro junto a estatuas
de mármol, dejándome debatiendo si estoy en California o en la antigua Roma. Hay
un efecto líquido, frágil y vacilante, como si las palabras por sí solas podrían
salpicar a la basura en un sueño.
En pasos silenciosos, me acerco a donde Christian se apoya contra las
barandas turísticas negras que rodean el borde de la piscina. 137
—Este lugar —murmura—, es realmente un portal en el tiempo.
Me concentro en una plataforma de buceo que tenemos ante nosotros,
resplandeciendo con mosaicos de sirena de oro. Es divertido para él decir tal cosa,
teniendo en cuenta que esta piscina es un bebé en comparación con los palacios
donde él y yo residimos. Y, sin embargo, tiene toda la razón.
Mis palabras son tan silenciosas como las suyas.
—Es perfectamente encantadora.
Él me da un codazo en mi hombro.
—Lástima que no pensamos en traer chocolate caliente con nosotros.
Bebimos dos tazas cada uno, por lo que cada palabra pronunciada entre sí
ahora es dulce y chocolatada. Nunca, nunca he disfrutado de chocolate caliente
tanto como lo hice esta noche.
—Por RFCers —digo—, tenemos pobres habilidades de planificación.
Se balancea hacia atrás sobre sus talones.
—Hablando de eso, ¿estás lista para tu primera vez, Els?
No, pienso, porque ahora que he tenido el tiempo para pensar en lo que
vamos a hacer, me doy cuenta que es posiblemente la peor idea que he tenido.
Pero me niego a decirle eso.
—Claro.
Agarra las toallas en bucle alrededor de la barandilla y serpentea hasta el otro
lado de la piscina, donde un trampolín blanco sobresale a través del agua profunda.
Una pequeña puerta negra se desengancha, lo que nos permite el acceso negado a
tantos. Voy después de él, directamente a la orilla de la piscina, donde los escalones
de mármol conducen a un azul vidrioso. Me saco mis zapatos desconchados, y
sumerjo mis dedos del pie.
El agua está fría. Frígida, para ser más exactos.
—¿Veredicto?
Miro a Christian, amando cómo su suéter azul marino le hace parecer que
pertenece a esta habitación.
—Perfecto.
Él sonríe, fingiendo estremecerse. Estuve a punto de estremecerme también,
al pensar en lo que estamos a punto de hacer. No tanto por el estremecimiento,
sino por el escalofrío de la anticipación.
Nos recostamos en las decoradas paredes, donde las estatuas custodian la
piscina, para descubrir un nicho mucho más superficial y escaleras gemelas que
ascienden a la plataforma de buceo. Él apunta a uno de los lados.
—Hay vestuarios atrás.
Una de mis manos barre ante nosotros.
—La piscina está helada. La noche es fría. ¿Estás realmente deseando entrar 138
en un vestuario frío y prolongar la tortura?
Él finge sorpresa.
—¡Dijiste que el agua estaba perfecta!
Mis manos se asientan sobre mis caderas.
—No tenemos que hacer esto, ya sabes.
Arqueo una ceja arriba.
Las toallas se dejan caer cerca de una de las escaleras.
—No tienes nada que demostrarme.
—No creo que se trate de demostrar algo. Pensé que esto era acerca de
primicias.
—Mi punto sigue en pie.
—¿Me encuentras una mojigata?
Se ríe, y juro que las aguas que nos rodean ondulan en respuesta.
—Esa es una de las últimas cosas que jamás podría llamarte.
Debo estar horrorizada. Avergonzada por lo menos. Pero de su parte, esto
suena como un hermoso cumplido.
—Simplemente estaba mencionando que no tienes nada que demostrar a
nadie, y mucho menos a mí. Si no te sientes cómoda saltando completamente
desnuda en una piscina fría, entonces sin duda no tienes que hacerlo. Todavía
tendremos nuestra experiencia de chocolate caliente para calificar la noche como
un éxito.
—Eso fue sólo una primera tuya. ¿Acaso la FCR permite una nueva primera
vez a cada miembro sólo durante la hora de las brujas? —Toco mi barbilla—. Tal vez
eres tú quién tiene dudas, y para salvar la cara, es más fácil culparme.
Aunque, la verdad, nunca he estado más nerviosa en toda mi vida. He estado
delante de las cámaras y las multitudes y sé el peso de las expectativas y las
coronas. Sin embargo, aquí estoy, en la oscuridad de la noche, con grillos siendo los
únicos ruidos que se oyen fuera de nuestras voces, y mis rodillas están
peligrosamente cerca de temblar.
—No creo que sea tratada con cloro.
Alejo mi mirada de los mosaicos brillando desde el fondo de las superficiales
aguas en la habitación junto a nosotros, volviendo a encontrarme con él. Y ahora,
otro tesoro de oro en la sala aparece; sus ojos ámbar brillan igual de
impresionantes como las luces doradas que nos rodean.
—Supongo que eso significa que es mejor no orinar en la piscina.
—¿Tiendes a menudo a hacer pis en las piscinas, Els?
Me quito una sandalia y se la tiro. La esquiva fácilmente.
—Está bien. —Aplaude—. No orines. Tampoco tragues. 139
Arrugo la nariz.
—¿Tiendes a menudo a beber agua de la piscina, Chris?
Él se detiene, con los ojos abiertos, y se me ocurre que es la primera vez que
me he referido a él como algo más que su nombre completo, a pesar de sus días de
petición. Y, sin embargo, al hacerlo se siente íntimo y natural y familiar, todo al
mismo tiempo.
Chris a su Els.
Pero luego se recupera y me tira uno de sus zapatos. Esquivo justo a tiempo
para ver que se hunde en el agua.
—Bueno, ahora que lo has hecho —le digo, ya instalada en la parte inferior—.
Tenemos que ir, incluso si es sólo para salvar tu zapato. —La esquina de mi boca se
alza.
Él se ríe de nuevo.
—Ningún final patético. Nos vamos en grande o vamos como perdedores a
casa.
Apuesto a que va en grande.
Gracias a Dios la luz es tenue aquí. Me aclaro la garganta y me muevo hacia la
plataforma de salto por encima de nosotros.
—Si vamos a hacerlo, debe ser desde allá arriba.
Él ladea la cabeza y lo estudia.
—¿Tres metros, tal vez?
Asiento.
—Y la piscina es de tres metros de profundidad. Los dedos del pie tocan el
fondo antes que salgamos.
La diversión es un aspecto tan atractivo en él.
—Siento que tenemos dieciséis años, desafiando a nuestros padres.
Su diversión crece.
—Hemos renunciado a nuestra edad adulta esta semana, ¿recuerdas?
Golpeo mi frente.
—Correcto. Por supuesto. —Y luego, porque no puedo ayudarme—. ¿Hiciste
esto a los dieciséis años?
Se muerde el labio. Es otra deliciosa mirada.
—Quince, en realidad. En el Lago de Como. Lukas y yo conocimos a algunas
chicas locales y decidimos que sería divertido.
—¿Lo fue?
—Los guardaespaldas nos encontraron casi de inmediato. La Lo… —Es su
turno para aclararse la garganta. Su siguiente sonrisa es triste—. Mi madre no
estaba contenta. Afortunadamente no hay imágenes, y se quedaron fuera de la 140
prensa. —Él saca su otro zapato—. ¿Qué hay de ti?
Sigo su ejemplo.
—Ah, ahora aquí está el momento en que se enteran que soy realmente una
mojigata: una verdadera virgen a punto de inmersión.
Saca su suéter por su cabeza, dejando al descubierto una camiseta blanca
aferrada a sus músculos bien definidos.
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que eres una virgen de veintiocho años
de edad corriendo furiosamente?
Alejo mi mirada de su pecho y me concentro en desabrocharme la chaqueta.
—Por desgracia, al menos en este caso, lo soy.
—¿Y lo que realmente estamos haciendo es hacer estallar tu cereza esta
noche?
Oh Dios. Estamos en un refrigerador, y estoy sudando hasta por los codos,
estoy tan sobrecalentada.
—Expúlsalo o cállate ya, ¿no?
Agarra el borde de su camiseta con una mano y la saca. Jadeo, aterrorizada de
perder lo poco de decoro que poseo.
—Sin embargo, sin mirar a escondidas.
Hace una pausa, camisa a media altura. Tratando de no comerme con los ojos
lo que parece ser los abdominales más perfectos que he visto en un hombre es una
hazaña difícil, por cierto.
—¿Cómo esperas que lleguemos hasta la parte superior de la plataforma?
—Sin cerrar los ojos en las escaleras. —Santo infierno, me siento como nuestra
virgen proverbial corriendo furiosamente en este momento—. Oh olvídalo. Por
favor continúa.
Y lo hace.
Y me pregunto por qué lo creí frío esta noche.
Me lanza una de las toallas; la atrapo antes que toque el agua. Christian está
inusualmente tranquilo, incluso serio. No puedo determinar si esto es bueno o
malo, nuestras bromas, como el cortante o coqueto, ya que ha llegado a ser,
siempre me deja la sensación que hemos sido amigos durante años en lugar de
meros días.
Justo antes de hacer una total tonta de mí misma por mirarlo fijamente,
Christian vaga a las escaleras que conducen a la parte derecha de la plataforma de
buceo.
—¿Nos vemos abajo?
Me saca de mi ensueño el tiempo suficiente para asentir y voy hacia la
escalera de la izquierda.
Por todas sus protestas, Christian es el caballero en que me fijé ese primer día. 141
Al otro lado de las escaleras, se dio la vuelta, así que sé que no puede verme
desvistiéndome. Y me devuelve el favor, ya que estoy segura que va a ser capaz de
seguir adelante esta noche, si todo lo que hago es mirar boquiabierta a su cuerpo
demasiado perfecto. Una vez que el aire frío besa mi piel desnuda, me envuelvo la
toalla.
—¿Las damas primero? —llama desde el otro lado.
Tomo su atrevimiento. Subo por las escaleras lentamente, debatiendo con
cada pulsación de pie contra el mosaico si en realidad estoy soñando.
Cuando llego a la cima, encuentro la espalda desnuda de Christian mientras se
sienta en la base de su lado de la escalera. Un indicio de la curva de su trasero es
visible, y la visión me recalienta. Bien podría ser una de las estatuas en esta sala, él
es demasiado pintoresco.
Christian y su maldita grandiosidad.
¿Qué pensaría de mí si bajara a su lado y tomara mi tiempo mientras trazaba
los magníficos planos de esos músculos?
—¿Estás bien? —pregunta, inclinando la cabeza lo justo para ver la plataforma
de buceo—. ¿Preferirías que vaya primero?
Le aseguro que estoy bien. Lanzo la toalla; aterriza a meros centímetros del
borde del agua. Y luego salto.

142
31
Christian
A
diestro mi atención en una estatua cercana, mientras el sonido de sus pies
que suben las escaleras llena mis oídos, tratando desesperadamente de no
fijarme en Elsa desnuda. Gracias a Dios el agua está helada, porque estoy
realmente preocupado que note cuan excitado estoy.
Suena un chapoteo, y luego un grito ahogado, seguido por el inicio de suaves
risitas. Deseo que se deje ir y se permita reír. Quiero decir, infierno, irrumpimos en
una piscina en medio de la noche y no hay nadie alrededor. Les pagué al guardia de
seguridad y a su perro durante la siguiente hora más o menos. Si quiere reír, no hay
razón por la que no debería.
Es la primera vez que me muero por la vivencia: la primera vez que ría
plenamente en mi presencia. Aunque, para ser honesto, me preocupa que el día que
lo haga, no vaya a ser capaz de controlarme a su alrededor. La risa de Elsa es
probablemente uno de los sonidos más eróticos en todo el universo. 143
Como si necesitara otra razón para encontrar a esta mujer deseable.
—¿Vienes? —grita. Suena como si sus dientes estuvieran castañeando, me
pone ansioso entrar allí tan rápido como sea posible para que pueda entrar en calor
con mi cuerpo.
Soy claramente un masoquista.
Subo las escaleras, deseando que mi pene se calme ya. Debido a que Els está
desnuda en esa piscina, y voy a estar allí pronto también, a pesar que habrá miles
de galones de agua entre nosotros, estaremos desnudos juntos por primera vez.
Llego a la parte superior de la plataforma de buceo y la localizo a través de la
piscina, que cuelga sobre el borde. Vislumbro su brillante culo desnudo a través del
agua iluminada mientras se enfrenta a la dirección opuesta, y joder, si pensaba que
estaba bien antes, no es nada en comparación con ahora.
Cuando salto, me maravillo de cuan irónico es mientras literalmente estoy
cayendo.
No estaba bromeando acerca del agua. Joder, está congelada, gracias a Dios.
Todo el aire sale helado directamente de mi pecho cuando salgo a la superficie,
junto a mis hormonas en ebullición. Podría haber una piscina entera de modelos de
ropa interior desnuda y todavía estaría blando, porque esto es tan brutal como una
zambullida polar.
Pero entonces Els le da la espalda a la pared y me sonríe. Y milagrosamente,
mi pene sacude de nuevo a la vida, porque ahora tengo una brillante visión de sus
pechos justo debajo de la línea de agua.
—Fría, ¿verdad?
No está lo suficientemente fría, al parecer.
Nado más acercándome, mis dientes castañeando, así que no digo o hago algo
imprudente. Me aseguro de mantener una cantidad adecuada de espacio entre
nosotros cuando me agarro de la cornisa.
Esta divertida. Y joder, tan preciosa que apenas puedo manejarlo.
—¿Cómo se siente hacer saltar tu cereza? —Por favor, Dios, deja que asuma
que el temblor en mi voz se deba al agua fría en lugar de a cómo la visión de ella me
está afectando. Es una pregunta tonta la que he hecho, incluso hasta estúpida, pero
tengo que mantener las cosas iguales entre nosotros, incluso si he girado una
esquina a la que sé que no puedo volver una vez que salgamos de California.
—Frío. —Hay que arranque de risa otra vez que muere en el silencio de la
piscina—. Y como estoy en un baño. Un baño terriblemente frío punzante.
—¿El baño de inmersión no está a la altura de tus expectativas?
El agua a su alrededor se arremolina mientras se sumerge.
—Al contrario. —Sus ojos se encuentran con los míos, y en la luz de la
lámpara, son del mismo azul que el agua y las baldosas.
Estoy perdido, al cien por cien perdido, y con mucho gusto.
144
—¿Y tú? —pregunta—. ¿Cómo se compara esto con el Lago de Como?
Nunca jamás he anhelado besar a una mujer más que en este momento. Me
estoy congelando el culo, hemos roto un hito histórico, y hay una posibilidad que
podamos quedar atrapados, y todo lo que quiero hacer es sujetarla entre mis brazos
y presionar mi boca contra la suya hasta que ambos olvidemos nuestros títulos,
seguido de incontables horas aprendiendo cada centímetro de su cuerpo.
Mejor, debo decirle. Mucho mejor. La mejor experiencia nadando desnudo
de mi vida. Pero lo que digo es:
—Eh. Era el Lago de Como, ¿sabes?
Me salpica agua. Se la regreso, ganando un erótico jadeo.
Mierda. Estoy volviéndome loco ahora mismo.
Me sumerjo, permitiendo que la helada agua me dé algo de sentido. Y
entonces me nado hasta la pared y me deslizo hacia el otro lado, manteniendo mi
excitación bajo el agua, hasta que llego a mi destino.
Daría casi todo lo que tengo por ser capaz de volver atrás el reloj y conocer a
esta mujer en cualquier otro lugar. Pero no puedo. Nuestra introducción se produjo
al inicio de la mierda del MMR, que es una sentencia de muerte automática para
cualquier relación. Además, La Loba parece empeñada en casarme con su hermana,
y Elsa debe supuestamente estar con Mat, a pesar que me hace rabiar de forma
incontrolable.
Me despeino el cabello mojado de la frente y miro el techo. No hay manera
que pueda casarme con Isabelle. Me volveré loco. Las reuniones familiares serían
una tortura. Tiene que haber una forma de salir de esto. ¡No puedo responder así a
esta mujer y casarme con su maldita hermana!
Detrás de mí escucho suaves salpicaduras. Elsa se me une en este lado de la
piscina. Y deja poco espacio entre nuestros cuerpos, porque cuando está en sus
esfuerzos por pararse, los dedos de sus pies conectan con mi pierna.
Ella habla. Habla de… no tengo idea. Cosas que quiero escuchar, porque son
de ella y cada maldita cosa sobre Elsa es fascinante. Al igual que la forma en que
tiene un par de pecas justo debajo de la clavícula que se asemejan a una
mordedura. Son tan entrañables que quiero ligeramente morderla lo suficiente
para hacerla retorcerse.
Hago lo que puedo por mantener mis ojos en los de ella, aun cuando nuestros
cuerpos gravitan más y más cerca, hasta que estamos a tan sólo milímetros de
distancia. Un frotar aquí, un codazo allí, con los brazos apretados más a menudo, y
me estoy muriendo mil y dos veces, porque estoy desesperado por mantenerme lo
suficiente lejos para que no descubra que tengo el peor caso, literal y figurado, de
bolas azules que un hombre puede tener. Pero de vez en cuando, mira lejos o cierra
los ojos mientras habla, y mi atención se desplaza por la suave columna de su cuello
hasta el indicio de sus pechos y aún más profundo.
Se supone que debo casarme con su hermana.
—¿Cómo vamos a hacer esto? —me pregunta. 145
Mi voz se vuelve ronca.
—¿Hacer qué?
—Salir de esta piscina. Vamos a tener hipotermia, ya sabes.
Puedo pensar en una manera muy buena para mantenernos calientes.
Miro hacia la derecha a un conjunto de escalones de mármol que conducen
fuera de la piscina.
—Puedes simplemente nadar hacia la parte menos profunda y salir por ti
misma.
Ofrezco mi espalda cuando elige la ruta menos profunda. Cierro los ojos y
avanzo en el agua, obligándome a pensar en La Loba y el papeleo y otras cosas
desagradables, como casarme con Isabelle o el infierno, incluso tocando a la
hermana de Elsa. Castañean mis dientes sin control; temo que mis labios sean de
color azul. Pero me preocupa que la mujer detrás de mí esté peor, porque el sonido
de sus dientes castañeando hace eco en toda la habitación.
Abrazarla es correcto, ¿no? Los amigos se abrazan. Infierno, la vi a ella y a
Mat abrazados una vez (y por el amor de todo lo que es bueno en el mundo, que
haya sido sólo esa vez), y estoy bastante seguro que ella no siente absolutamente
nada para él. La podría abrazar. Obtener su calidez antes de regresar a la casa
principal. Averiguar cómo su cuerpo se siente entre mis brazos.
Espero hasta que me dice que es mi turno. Me zambullo, reclamando mi
zapato antes salir de nuevo, para tomar la salida más cercana al lugar donde dejé
mi toalla y ropa. Elsa está a un lado, examinando la estatua como si fuera la cosa
más fascinante del mundo.
¿Es posible que sea el único que se siente así?
Alejo la toalla y me visto rápidamente antes de reunirme con ella, agarrando
el zapato empapado en mi mano. La ropa pegada a mi cuerpo. Todo lo que quiero
hacer es tocarla. Abrazarla.
—¿Estás bien? —Mi voz es ronca.
Asiente, su fibroso cabello húmedo deslizándose sobre sus hombros hasta
caer contra su espalda.
—Sólo frío.
Se ve más que fría. Se ve con el corazón roto.
A la mierda. Me atrevo. Dejo caer el zapato y la toalla y la abrazo. Hay una
fracción de segundo en la que sus brazos permanecen cruzados sobre su pecho
antes de soltarse, abrazándome de vuelta. Y entonces suspira. No es un suspiro
triste, o resignado. Es uno de alivio, creo. De dicha.
—Gracias —susurra en mi suéter.
Dios, se siente increíble, como si fuera hecha para abrazarla y yo para ella.
Requiero de todo mi autocontrol, con el fin de no bajar mi cabeza y besarla hasta
que ya no tenga frío.
—Sé que tienes el Lago de Como —murmura—, pero tan breve como esto fue, 146
creo que fue la mejor introducción a nadar desnuda que una dama podría tener.
Cierro mis ojos, mi mejilla presionando su sien. Si pudiera hablar, le diría que
dudo poder jamás bañarme en bolas nuevamente sin desear estar aquí, con ella.
32
Elsa

—N
o.
—¿Disculpa?
Aspiro una bocanada de aire para calmarme y repito,
tan claro como puedo, mientras aterrorizada ellos tiran piedras sobre su propio
tejado.
—No.
Mi padre se mueve en su silla, sus dedos formando una torre delante de su
boca mientras me estudia. Desde el teléfono que tiene en su regazo, en altavoz, mi
madre grita:
—¿Qué es lo que ella acaba de decir?
Aprieto mis manos firmemente en mi regazo para esconder el creciente 147
temblor que amenaza con sacudir todo mi cuerpo.
—Me está pidiendo que me case con alguien…
—Ah —interrumpe mi padre con suavidad—. En esto radica el malentendido.
No estoy preguntando, Elsa, estoy ordenando.
Y así lo hizo, aquí en la mañana de nuestro último día en California. Te
casarás con Mathiu. Se hará en un breve plazo.
Cavo más profundo para acumular coraje.
—No lo amo.
La voz de mi madre silva a través de la distancia.
—¿Amarlo? —se burla—. ¿Eres una niña o la futura heredera de Vattenguldia?
¿Qué tiene que ver el amor con tu deber al trono y la familia?
Mi padre es incluso más franco.
—Tu madre y yo no estamos enamorados, y Vattenguldia es mucho más
influyente hoy de lo que ha sido en siglos. Es nuestro deber asegurar que éste sigue
siendo el caso.
Mi madre ni siquiera se ofende con su valoración de su relación.
—Y aun así, todavía queda trabajo que hacer para ayudar a que Vattenguldia
se introduzca más en el mercado mundial. Parte de eso está adquiriendo una
porción de las finanzas de Chambéry. Tú mejor que nadie sabes que necesitamos
más capital para expandir nuestro rol en los mercados de registro de envío.
—Y aumentar nuestra visibilidad en el mercado mundial del turismo —añade
mi madre rápidamente.
Normalmente, mi boca estaría cerrada para estos momentos. Argumentando
su sentido, especialmente desde que mi padre se ha puesto significativamente
rígido, estrechando sus ojos como los tendones de su cuello en tensión. Está
absolutamente serio acerca de lo que se está hablando, y desde la experiencia, sé
que una vez que alcanza este lugar en una discusión, no hay más espacio para ello.
Su mente está hecha como la de mi madre.
Así que aquí está la mía.
—Los matrimonios concertados son una noción anticuada. Muchos miembros
de la realeza se casan con quien ellos quieren sin destruir sus países.
—Le prestas mucha atención a los medios de comunicación. —Los dedos de
Su Serenísima Alteza golpean ligeramente el brazo de madera de la silla cuando mi
madre dice:
—La mayoría de esos matrimonios fueron concertados mediante
negociaciones a puertas cerradas. La política y la necesidad han sido siempre las
fuerzas conductoras en un relación real, lo quieras reconocer o no.
Ira y desesperación corren por mis venas.
—Matt ni siquiera tiene un país…
—Los Chambérys son cuatro veces más ricos que nosotros. Son influyentes en 148
toda EU. Una unión entre tú y Mathieu permitirá a Vattenguldia acceder a fondos y
relaciones nunca antes vistas.
Mi padre añade a los razonamientos de mi madre.
—Los que también ayudarán a establecer innovadoras infraestructuras
tecnológicas en nuestras flotas de envío, asegurar que nuestros registros son los
más cotizados en el mundo.
—Seguramente no necesitamos de su dinero. Las arcas de Vattenguldia son...
Mi madre interrumpe:
—Políticamente, nosotros estamos en una escala mucho más pequeña que
nuestros homólogos nórdicos. Me gustaría que seamos un destino solicitado en
muchos frentes. Los registros de envío son sólo el principio.
Lanzo mis cartas.
—¿Y si me niego?
Mi padre rápidamente me desafía.
—Entonces lamentablemente me aseguraré que nunca lleves la corona.
Puntos de rabia corren por mi sangre. No puedo creer que él incluso esté
dispuesto a tal cosa.
—¡Vattenguldia es un principado constitucional! Mi salida de la cadena de
sucesión tomaría un acto parlamentario.
—¿Crees que sólo discutí esto con anterioridad a la Cumbre, Elsa? El primer
ministro y las facciones gobernantes en el Parlamento están todos de acuerdo.
Vattenguldia debe ir hacia delante para crecer junto con el resto del mundo. Tras
buscar candidatos llegamos a la conclusión que el príncipe Mathieu y los fondos de
la familia Chambéry son los que mejor se adaptan.
Estoy horrorizada. Tontamente no tenía idea que esto había llegado tan lejos.
—Parece que ustedes se llevan bien. Mathieu es… —Mi padre ladea la cabeza—
. Único y un poco áspero pero tengo fe en que caerá en línea y hará lo que es
necesario.
Me obligo a decir las siguientes palabras:
—¿E Isabelle?
—Los términos de su compromiso ya han sido decididos.
Estoy mal del estómago. La otra noche, fui a bañarme desnuda con Christian y
nuestro tiempo juntos fue una de las experiencias más mágicas y bonitas que he
tenido en toda mi vida. Después, floté hacia mi habitación, mi mano en la suya,
después de un largo abrazo en la sala que me dejó deseando aquél beso que casi nos
damos ese mismo día. Me relajé en la cama, al lado de mi hermana, sufriendo por
horas mientras imaginé todos los qué si y podría haber sido, desesperada por
aliviar el dolor que trajo quererle aun sabiendo que no había manera que pudiera
hacerlo en una habitación compartida abiertamente con mi familia.
Y ahora hoy, aprendo progresivamente que no van a haber más qué si, y, o
149
peros, por no hablar de los esquivos quizás. Christian e Isabelle se van a casar.
Y yo me casaré con Mat.
Mierda. Joder. Santo infierno. Joder. No hay suficientes malas palabras para
describir lo que siento.
—No creas que no me he dado cuenta que tú y el de Isabelle han pasado
mucho tiempo juntos esta semana. —La temperatura de la habitación baja con el
sonido de su voz—. Espero que utilices esa relación para solidificar su aceptación de
una unión con tu hermana.
El infierno que lo haré.
—Los planes se han programado para ti y Mathieu de reuniros en París en
varias semanas para organizar varias citas públicas para estimular los rumores de
la prensa. Después, él viajará a Vattenguldia con el fin de perseguirte oficialmente
durante el siguiente mes.
A mis oídos, la voz de mi madre imita a las campanas que en antaño
anunciaban la llegada de la Muerte Negra.
—La secretaria de prensa de los Chambéry está en contacto con nuestra
oficina, no necesitas preocuparte con los detalles. Solamente se adorable para los
fotógrafos y recuerda que te encanta este hombre.
Me gusta Mat, sí. Gustar.
Y mi hermana se va a casar con el hombre del que estoy enamorada, y de
alguna manera, le debo hablar de ello.
Me dirijo a desayunar después que mi padre se va. Estoy vestida con un
vestido, medias de nylon que aborrezco y dolorosos tacones. Mi cabello está en una
desordenada cola de caballo. Mi maquillaje es sutil pero impecable. Soy el ejemplo
del cuadro perfecto de una princesa moderna, cuando en realidad no soy nada más
que una propiedad controlada.
Cuando entro al comedor me encuentro a Isabelle sentada con Christian,
Lukas, Maria-Elena, Mat y su hermana. Parker no está donde le pueda ver. Debido
a la habitación llena de gente, hay un pequeño espacio entre mi hermana y el chico
que está destinado, y vuelvo a unas pocas horas antes, cuando mi cuerpo estaba
presionado al suyo, y ese fue uno de los mejores malditos sentimientos en el mundo
entero.
Pronto, cuando nos abracemos, será como hermano y hermana. Y todos mis
abrazos como los de anoche, si esos milagrosamente pasan, estarán reservados
para el hombre que está sentado en el lado opuesto a Christian en la mesa, el que
está de espaldas a mí.
No sé por qué estoy tan disgustada. Tan devastada. Christian y yo nunca
podríamos haber sido nada, de ninguna manera, teniendo en cuenta nuestros roles
en nuestros países. No es que él quisiera, a pesar de la atracción; dejó muy claro
que no tenía ningún interés en buscar a alguien en el MMR. Además, fui la que
trazó la línea en la arena primero. Guarda tus propuestas y proposiciones para
150
otra persona, le dije.
Y aun así él es lo único en lo que puedo pensar. Todo lo que creo que puedo
desear.
Le pido al mozo unos huevos revueltos, a pesar que la idea de ponerlos en mi
boca me revuelve el estómago. Entonces lo pongo en una tostada con la esperanza
que calme mis nauseas, porque una obediente princesa no vomita por todos los
comedores.
Cierro los ojos y aspiro una bocanada de aire. Puedo hacer esto. Haré lo que
debo hacer. Haré lo que me dicen. Mi vida es una vida de servicio. La tradición
triunfa sobre las emociones.
He perdido oficialmente mi amor por la tradición.
Una mano se apoya en mi hombro; mis ojos se abren para encontrar a
Christian a mi lado, con un plato medio lleno en su mano.
Indudablemente como los míos, muchas emociones enredadas nublan sus
ojos.
—No estaba seguro que fueras a bajar a desayunar o no.
Me quedan 24 horas para dejar California. Lo que debo hacer es sonreír
distantemente. Desvelando lo que hemos acordado entre los dos y ando
directamente hacia Mat. Y sin embargo, mientras miro esos ojos ámbar que me
hipnotizaron en más de una ocasión, me doy cuenta que todo lo que quería hacer
era pasar cada minuto de mis últimas horas aquí con Su Alteza, el gran duque
heredero Christian de Aiboland. Incluso si es un puro tormento hacerlo.
Incluso si lo hacemos como solo amigos.
Incluso si nosotros no volvemos a ser nada más.
—Su Serenísima Alteza solicitó una reunión —murmuro. Por encima de su
hombro espío a mi hermana, sus cejas se fruncen mientras nos estudia. Lukas
también nos está mirando pero más pensativo. Agradecidamente, no parece como
si Mat o su hermana se hayan enterado de mi llegada—. Por eso mi tardanza.
A petición, un mozo desliza una lonja de jamón en el plato de Christian
cuando todavía tiene un trozo.
—¿Está todo bien?
Mi patético intento de sonrisa es más parecido a un gorgoteo.
—Era un asunto de corona.
Él baja su plato despacio. Y exhala silenciosamente.
—He tenido esa reunión ésta mañana.
Quiero tirar la porcelana de mi mano contra la pared y ver satisfactoriamente
cómo se rompe en mil pedazos.
Christian deja de mirar atrás a la mesa que dejó, cuando dice:
—Tenemos una hora más o menos hasta nuestra próxima reunión. Demos un 151
paseo. Tomemos algo de aire fresco. A no ser que prefieras sentarte y comer.
No hay ninguna duda, le dejo mi plato a un ayudante de camarero cercano. Y
después salimos por la puerta sin decir nada.

Minutos después, vagamos hacia un patio de baldosas detrás de las casas de


invitados, una con dos fuentes. El aire fresco y crujiente es silencioso, el viento
susurra a través de las palmeras y los robles y los cantos de los pájaros son los
únicos sonidos que se atreven a desafiar el delicado silencio.
Miro la primera fuente por la que pasamos. Hay una chica de oro encima del
mármol, oliendo una rosa. La segunda fuente es un poco diferente; La chica se
inclina hacia delante besando una rana en la palma de su mano.
Sé su historia. Desafortunadamente, mi final no será tan feliz como el suyo.
Christian va hacia un asiento tallado en la pared en frente de la princesa y de
su rana príncipe. El espacio que deja entre nosotros cuando nos sentamos es
minúsculo comparado al que dejó entre él y mi hermana apenas diez minutos
antes.
—Así que.
Mi palabra es tan calmada como la suya.
—Así que
Pero es tan reacio a hablar de su encuentro con su madre como yo por decreto
de mis padres. En su lugar, pregunta, un atisbo de sonrisa traviesa curva sus labios.
—¿Te has recuperado?
Oh. ¿Quizás estaba equivocada?
—Uh…
—Del frío —aclara—. Estabas en una piscina fría en la oscuridad de la noche.
Me preocupé por ti después de eso.
Agradecida por cómo su esfuerzo de hacer esto lo más normal posible afloja
las líneas alrededor de mi boca.
—Podría haberme acercado más a mi hermana por calor, pero fui
profundamente empujada a mi lado de la cama con el conocimiento que mis pies
eran bloques de hielo.
Rió, todo rico, caliente y meloso, incitando a tener una imaginación de él, en
la cama de mi hermana, teniendo las mismas emociones.
Es una cosa terrible de imaginar.
—Soy afortunado, no comparto cama con Lukas. Uno o los dos probablemente
terminarían con un ojo morado y dolor de espalda por dormir en el suelo.
—Estaba sorprendida de verle esta mañana —admito—. Es más escurridizo de
lo que parece.
Una pícara sonrisa pícara aparece.
—Luk subió incluso más tarde que yo, luciendo como si hubiera estado en la
152
fiesta del siglo.
—Ah. Qué interesante. ¿A quién piensas que se estaba retozando a esa hora
tan tardía?
—Creo que la mejor pregunta es, ¿con quién no se ha retozado?
—Conmigo. —Sonrío brillantemente—. Y tú. Nuestras cabriolas eran limitadas
a una muy exclusiva fiesta de dos.
—¿Eso era lo que estábamos haciendo? ¿Estábamos retozando?
Nos enamoramos, pienso. Maravillosa, miserable, trágica, preciosamente
enamorados. O al menos, yo lo estaba. Pero digo:
—Por supuesto. Tú y yo somos retozadores profesionales.
Agridulces destellos de diversión en sus ojos.
—Pensé que lo nuestro era correr furiosamente.
—Eso también. —Toco gentilmente el dorso de su mano—. Corremos
furiosamente y retozamos.
Su sonrisa se ablanda.
—Solo el uno con el otro, creo. Nosotros retozamos mejor el uno con el otro.
—¿Entonces hagamos un trato? ¿Prometámonos entonces que cuando llegue
el momento, solo debemos hacerlo juntos? —Mis palabras son la luz, como mi tono,
pero una parte se desmorona, sabiendo que lo que en broma solicito nunca llegará
a ser.
La gravedad invade su rostro mientras se desplaza sobre el asiento, nuestras
rodillas rozándose entre sí. Estoy atrapada en su mirada, inmóvil con su pierna
presionando la mía.
—Es una promesa, puedo hacerlo fácilmente.
Sigo siendo la princesa de oro delante de nosotros, cuando él lentamente,
empuja con suavidad los cabellos sueltos de mi cola de caballo detrás de mis orejas.
El tacto de sus dedos, ligero como la brisa contra mis mejillas, me deja caliente y
desesperada.
—¿Estrechamos manos? —susurro.
El músculo dentro de mi pecho cesa su ritmo cuando él niega. Me mira y
luego, como si se estuviera deshaciendo todos mis átomos dejándome expuesta y
vulnerable.
Pero después se inclina, sus labios acariciando una de las esquinas de mi boca
y después la otra.
—Los mejores acuerdos —murmura, sus palabras tan suaves como las mías—,
son sellados con un beso.
Solo consistía en nada más que terminaciones nerviosas cuando reclama su
promesa. Mis labios hormiguean, mi corazón martillea, y las lágrimas pican en mis
ojos cerrados. 153
—Tienes mi promesa de vuelta.
Él inclina la cabeza, su boca presiona contra mi sien antes de descansar su
frente contra la mía.
—Voy a mantenerlo para ti, Els.
33
Christian
D
ebo centrarme en lo que se está discutiendo, pero es imposible. Se trata
de… mierda, creo que el rol de los monarcas modernos en los gobiernos
constitucionales, lo que en realidad es algo en lo que estoy muy
interesado. Tengo un montón de opiniones sobre el asunto, pero mi atención está
dispersa. Ha estado dispersa durante toda la semana.
Quince minutos antes de bajar a desayunar, La Loba me llevó aparte. Dijo:
—Se ha decidido oficialmente, Christian. Vas a casarte con la chica
Vattenguldiana.
Por un increíblemente fantástico, pequeño e idiota momento pensé que se
refería a la mujer con la que he pasado todas las noches esta semana. Pero entonces
la realidad se hundió. No Elsa. Nunca Elsa.
Se refería a Isabelle. 154
Estaba tan enojado que le dije que no había ninguna jodida manera que me
casara con esa mujer. A cambio, La Loba me informó en el tono más glacial que he
oído, en términos muy claros, que sin duda lo haría. Términos que incluían el
futuro de Parker, el de Lukas, incluso el de mi padre. Cómo ellos serían dejados sin
dinero o exiliados, en el caso de mi secretario.
Al final, yo estaba inmovilizado, porque no había una maldita cosa que
pudiera decir que cambiara la opinión de La Loba. Así que la insulté, sólo para
tenerla riéndose en mi cara.
—Voy a reunirme hoy con el príncipe Gustav —continuó, como si no hubiera
acabado malditamente de chantajearme—. Ya hemos acordado la mayor parte de
los detalles, pero por ahora, tú debes iniciar un cortejo público con la chica que
culminará en un compromiso al finalizar el año. —Una sonrisa victoriosa superó su
tensa cara—. Ahí está tu concesión, Christian. Tienes hasta Navidad para que te
crezcan un par de bolas y hagas lo que se necesita por Aioboland.
Le dije:
—Vete a la mierda.
Sus ojos se abrieron.
Así que aclaré:
—Vete a la mierda, Su Alteza.
En respuesta, me golpeó fuerte. Sólo llevó su huesuda mano hacia atrás y me
abofeteó con tanta fuerza que mis dientes vibraron y vi estrellas. Y luego retiró su
mano una vez más, pero la agarré ante que tocara mi cara.
—Me golpeas de nuevo —le dije—, y podría olvidar que soy tu hijo.
Así que aquí estoy, en otra reunión, preguntándome si mi mejilla va a tener un
morado. En serio, ¿cuán jodidamente humillante sería? Porque los hombres de mi
edad y situación no suelen recibir una bofetada de sus madres. Pero peor aún, me
estoy preguntando cómo voy a casarme con la hermana de la única mujer que ha
consumido alguna vez mis pensamientos, y cómo voy a ser capaz de dar un paso
atrás y verla casarse con un hombre que llamo amigo.
La he conocido por cuatro días. Tomó sólo cuatro días enamorarme después
de años de ni siquiera acercarme.
Después de la reunión, Parker me sigue. Él va metódicamente sobre mi
itinerario para el resto del día, y después por el siguiente par de días una vez que
salgamos para California, pero mi atención se apartó tan fácilmente de él como lo
hizo con el gran duque de Luxemburgo una hora antes.
Él está discutiendo la renovación del hospital mientras estoy de gira en
Norslœ cuando digo:
—La Loba dictó su decreto oficial hoy.
Parker se queda quieto inmediatamente. Abre y cierra su boca un par de veces
antes de decir:
—¿La nueva gran duquesa heredera de Aioboland será la princesa Isabel de 155
Vattenguldia?
No puedo admitirlo. No lo haré.
Le informo que tengo que dar un paseo. Él quiere seguirme, pero le aseguro
que no tengo necesidad de un cuidador.
Necesito salir jodidamente de aquí ya.
34
Elsa

—E
stás más callada que de costumbre esta tarde.
Hace brisa, no un vendaval huracanado, pero la
suficiente brisa como para que mi cola de caballo no esté
tan elegante como esta mañana. Aparto los mechones
enredados en mis pestañas antes de enfrentarme a Mat.
—Mis disculpas.
Sus ojos son indescifrables detrás del plástico oscuro de sus gafas de sol.
—¿Estoy asumiendo que hablaste con tu padre?
Aparto la mirada, de regreso a una estatua de las Tres Gracias que hemos
estudiado por los últimos minutos, preguntándome si me favorecerán con las
palabras adecuadas para hacer frente a esta situación con mucho tacto.
156
—Espero que podamos encontrar una manera de hacer que esto funcione —
dice sin esperar mi respuesta.
La molestia destella bajo mi piel, enrojeciendo mis mejillas y cuello. Sus
palabras, su tono es resignado, incluso amargo. ¿Por qué no está molesto?
—Pensé que no eras fan del MMR.
—Créeme, no lo soy. Pero parece que ni tú ni yo tenemos algo que decir en el
asunto.
Me vuelvo para encararlo, la ira avanzando por mi garganta y fuera de mi
boca.
—¿Quieres casarte conmigo? ¿Es esto lo que quieres?
Se toma mucho tiempo para responder.
—Lo que quiero no importa. —Aun así, extiende una tentativa mano destinada
a aterrizar con seguridad en mi brazo o en el hombro, pero me alejo.
—¿Qué no me estás diciendo, Mat? Sé que no puedes querer esto. Cada vez
que hablamos, es obvio que te encuentras tan consternado por la situación como
yo.
Su mandíbula se aprieta, pero no dice nada.
—Ya es bastante malo que estemos en esta espantosa situación —continúo—.
¡Pero saber que ocultas algo es desesperante!
Sus palabras ahora son acaloradas.
—Es curioso, tampoco puedo asegurar que te hayas abierto.
—No escondo ni una maldita cosa. No quiero casarme contigo. Ya está. Ha
sido dicho. ¿Puedes hacer lo mismo?
Su cuerpo vibra con la frustración, pero una vez más, mantiene la amargura y
los secretos en su interior. Estamos en un callejón sin salida por un buen minuto
antes que me dé cuenta que no dará marcha atrás.
Rechino los dientes cuando digo:
—Esto es realmente hermoso, ¿no es así? El litoral, quiero decir.
Se muestra cauteloso.
—Sí, por supuesto que lo es.
—Vattenguldia también es pintoresco, sólo que de manera muy diferente a
esto. —Pisoteo la punta de un zapato contra los azulejos pintados intercalados entre
los de terracota bajo nuestros pies—. Somos más crudamente hermosos. —Me
volteo brevemente hacia él. Sus manos están metidas en sus bolsillos mientras se
mece hacia atrás y adelante sobre sus talones—. ¿Alguna vez antes has estado tan al
norte?
Su respuesta está llena de tensión.
—No he tenido ese placer aún.
—Los inviernos son fríos. Los días son largos. —Mi sonrisa es fina como el 157
papel—. La gente es terca.
—Al igual que su princesa. Terca, quiero decir.
No es lo suficientemente terca, al parecer.
—Se trata de un pequeño país. —Soy todo negocio ahora—. Uno de los micro
estados más pequeños del mundo. Somos prácticamente inexistentes en el gran
esquema del planeta.
—Un pequeño país es mejor que ningún país, ¿correcto?
La hostilidad en sus palabras me envía un paso atrás. Y entonces, como
despertando lentamente, me doy cuenta por qué la familia de Mat tiene tantas
ganas de conectar con la mía.
La tierra es la tierra, un trono es un trono. Éstas son las cosas que a los
Chambérys le han sido negadas durante cientos de años, desde que su pequeño país
fue tragado entero por dos más grandes y fueron depuestos.
Ellos tienen dinero, nosotros tenemos tierras.
Qué romántico.
Qué tradicional.
35
Elsa
N
uestra última cena en California fue una pesadilla. Los asientos fueron
cuidadosamente dispuestos para reflejar las nuevas alianzas entre
familias, y todo el patio rodeando la piscina Neptuno estaba lleno con
sombríos y afectados herederos cuyas vidas ahora no son más que elementos de
negociación.
Nuestra larga franja de mesa contaba con tres familias: la mía, la de Mat, y la
de Christian. Isabelle estaba callada y tensa mientras comía. Mat estaba tan pasivo
agresivo como yo. Lukas estaba obligado a cenar con el contingente español en una
mesa cercana; tanto él como la chica con la que estaba sentado parecían como si
fueran a enfrentarse al pelotón de fusilamiento. Christian se volvió robótico de
nuevo, pura cortesía y modales, mientras que nada de su calor natural llenaba ni
una sola sílaba pronunciada.
Nuestros padres, ¿sin embargo? Animados y de buen humor. ¿Y por qué no lo 158
estarían, habiendo asegurado sus ganancias políticas que deseaban mediante la
firma del futuro de sus hijos adultos?
Y ahora aquí estoy, bailando con Mat bajo las estrellas, tratando de no
temblar cuando su mano agarra la mía. Desearía sentir algo por él, cualquier cosa,
pero no hay nada. Ni mariposas. Ni cosquilleos. Ni arrebatos o apretones o partes
femeninas bailando.
Nada más que ira y resentimiento.
—No comiste mucho esta noche.
Sus intentos de civilidad chirriaban contra mis nervios en carne viva.
—Me temo que tomé unas galletas a la hora del té esta tarde y me encontré sin
mucho apetito para esta noche.
Siento, en lugar de ver, su suspiro.
—Hasta hoy, pensaba que habíamos estado volviéndonos amigos, o al menos
conocidos. Algunos aquí no pueden reclamar ni siquiera eso.
Ahora me siento mal porque suena extrañamente abatido sobre todo esto. No
estoy siendo justa con él; esto no fue su idea, después de todo. Él es tanto un peón
como yo lo soy. Y aun así, me burlo:
—Amigos. Correcto.
—Mejor eso que extraños.
Lo miro directo a los ojos. En muchos sentidos, este hombre que tiene tanta
tristeza reflejándose sigue siendo un desconocido. Mientras charlábamos durante
la semana, no me sentía como si lo conociera. No tengo ni idea qué hace molestar a
Mat o incluso la forma en que bebe su café.
—Supongo que lo es —le concedo a regañadientes.
—Créeme, estoy muy consciente de cómo te sientes acerca de casarte
conmigo. Después de todo, es como nos conocimos, ¿recuerdas? Nos unimos a la
rebelde alianza juntos…
Lo interrumpo.
—Mucho bien que nos hizo.
—Todo lo que estoy tratando de decir es que podría haber sido peor. Los dos
podríamos haber sido… emparejados con gente con la que no podríamos incluso
ser capaces de hablar. —Traga duro.
La ironía de esto no se me escapa. ¿No había lamentado en numerosas
ocasiones acerca de desear una pareja con la que al menos pudiera hablar?
—No voy a mentir y clamar que estoy locamente enamorado de ti, Elsa. Lo
creas o no, te respeto demasiado como para eso. Sé que tampoco estás enamorada
de mí. Pero teniendo en cuenta la situación en la que estamos, preferiría al menos
comportarme de forma civilizada. ¿Crees que esto podría ser posible para ti 159
también?
Mi animosidad es demasiado fuerte.
—¿Has estado enamorado?
Su mirada se aparta, pero no antes que vea el cambio.
—Sí.
Hay una silenciosa desesperación en él, una coloreada con melancolía, teñida
de pesar. Y no puedo evitar preguntarme quien es la persona en cuestión, y por qué
puedo casi sentir la angustia de este hombre.
—¿Aún lo estás?
Sin una pausa, ignora mi pregunta y pregunta en su lugar:
—¿Y tú?
Mantengo mi enfoque en el hombre delante de mí, y no por encima de su
hombro, hacia donde sé que mi hermana y su pronto-a-ser esposo están bailando.
—Sí.
Y esa es la dolorosa honestidad si alguna vez hubo tal cosa, sin embargo, es
igual de estúpida, porque he conocido al hombre sosteniendo a mi hermana en sus
brazos menos de una semana completa. La misma cantidad de tiempo que he
conocido a Mat.
Maldita Charlotte por tener razón.
La canción termina; Mat me libera, sólo para poner su mano en la parte baja
de mi espalda mientras me dirige hacia el lado de la piscina. Pero antes de llegar
allí, Isabelle y Christian se reúnen con nosotros, y mi estómago brinca ante el rubor
rosa en sus mejillas.
Y luego Christian pregunta si puede tener el siguiente baile conmigo.
Y como la masoquista que soy, digo que sí.

160
36
Christian

I
sabelle charló acerca de los caballos de nuevo. ¿Es este mi futuro? ¿Una
vida que gira en torno a los equinos?
La cena fue un infierno. La comida más horrible que he tenido. La
Loba se regodeó todo el tiempo; cada mirada deliberadamente arrojada en mi
dirección era otra bofetada metafórica a la cara.
Me negaba a proporcionarle un solo momento de satisfacción con algún signo
de reacción, aunque mis manos estaban cerradas en puños debajo de la mesa. Es
una cosa terrible desear pegarle a la propia madre de uno, pero esa rabia y
desesperación se construyó durante toda la comida.
Y entonces me vi obligado a bailar con Isabelle después. Y balbuceaba sobre
sus malditos caballos otra vez hasta que quería decirle que se callara. No ayudó que
Elsa estaba apenas a seis metros de distancia, bailando con Mat. Y que sus malditos 161
brazos estaban alrededor de ella. Y que ella era miserable, a pesar que podía decir
que estaba haciendo lo posible por aparecer desafectada y en control.
Así que cuando la canción terminó, y finalmente fui capaz de jodidamente
apartarme de Isabelle, le pedí a su hermana bailar a pesar que era una terrible idea.
Porque cuando miro a Elsa ahora, nuestros cuerpos balanceándose junto a la
cantante principal y la banda tocando en la terraza con vistas a la piscina, me
pregunto, ¿cómo voy a vivir toda mi vida sin besarla ni una vez? Realmente besarla,
donde memorizo su boca y ella la mía. ¿Cómo nunca voy a hacer el amor con ella?
Ni follar, ni sexo… sino algo más significativo. O ¿nunca despertar a su lado en la
mañana? O ¿experimentar ninguna de las cosas, mundanas o extraordinarias, que
quiero hacer con ella? ¿A ella?
—¿Crees que es posible que podamos salir de esta fiesta, directo por el
camino, y desaparecer antes que alguien sepa lo que está pasando? —me pregunta.
Pero hay humor allí también.
Me quejo en voz baja.
—No me tientes.
—¿A qué hora vuelas mañana?
No lo suficientemente pronto y sin embargo, muy pronto, todo a la vez.
—Ocho de la mañana. ¿Y tú?
—Cinco y media de la mañana. Mi padre claramente está loco. Estamos
volando al aeropuerto de Los Ángeles con Lichtenstein, y al parecer él es un
madrugador.
Pedacitos minúsculos de feo pánico agarran el músculo en mi pecho. Eso está
a sólo ocho horas de distancia. Ocho horas antes que Elsa aborde un avión y vuele
lejos de mí.
—Sé de muy buena fuente —continúa—, que hay pastel en la cocina, un tipo
específico de la región, enviado por un pueblo local, pero considerado demasiado
rústico para la gala de esta noche.
—¿Eres parte de una red de información secreta de pasteles, Els?
Sonríe, y eso me golpea más fuerte que la mano de mi madre de esta mañana.
—Naturalmente. Aquí está lo primero que quiero esta noche: deberíamos
probar algo antes de irnos. Después de todo, ¿no es el pastel una experiencia
estadounidense por excelencia?
—Creo que es específicamente el pastel de manzana el que es la verdadera
parte de América.
Murmura:
—Ja-ja.
Continúo, sin inmutarme:
—Dudo que el pastel local del que has oído sea de manzana. Qué delicioso.
Tenemos un pastel misterioso en nuestras manos.
Se presiona suavemente contra mí, como si me estuviera empujando. Y me 162
río, porque la mirada de divertida frustración que me permite ver es tan adorable.
—¿Estás jugando?
—¿Qué implicaría esta misión del pastel? ¿Debería vestirme toda de negro?
—Deslizarnos furtivamente en la cocina, por supuesto. Pero eso es algo viejo
para ti y para mí. Tenemos que comer tanto pastel como podamos sin vomitar
después. —Las comisuras de sus labios disimuladamente se curvan—. A menos que
estés buscando a tu femenina, discúlpame, figura varonil.
Finjo indignación.
—Apuesto a que puedo comer debajo de la mesa.
Maldita sea, su sonrisa es preciosa.
—Si me uno a ti en esta misión, ¿se me permitirá unirme a RIP?
Libera una ligera risa, y siento este pequeño suspiro todo el camino hasta mis
huesos, y pantalón.
—¿RIP como en Red de Información de Pastel? Ciertamente. Recibirás todos
los beneficios aplicados a los miembros de pleno derecho, incluyendo la
oportunidad de comer los mejores pasteles en el planeta.
Me gustaría comérmela.
—El guardia de seguridad está haciendo una buena cantidad conmigo esta
semana, ¿verdad? Voy a tener que pagarle otra visita —le digo.
Se sonroja, y sólo la vista hace que mi pantalón sea aún más incómodo. Para
el momento en que la canción termina, estoy tan peligrosamente encendido que es
un milagro que aún pueda caminar.

163
37
Elsa
E stamos solos en la espaciosa cocina, apoyados contra una de las islas de
acero inoxidable. Christian ha colocado farolillos de aspecto antiguo para
iluminar el lugar donde nos hicimos más que extraños; el suave brillo da a
la habitación un semblante mágico y brumoso.
—¿Cómo le llamas a éstas? —Toco con mi tenedor las bayas que se salen del
trozo de pastel en mi plato.
Él tenía razón. No había ni un pedazo de tarta de manzana que se pudiera
encontrar por ningún sitio.
Christian levanta la tapa de la caja de galletas y la inclina hacia mí.
—Olallieberries.
—¿Es eso siquiera una palabra real?
164
Se ríe, y me incomoda el sonido. Es maravilloso, rico, sexy e injusto para
cualquier mujer a su alrededor, incluyéndome. Y ese es el problema, porque no
estoy segura cómo poder resistir a Christian y todos sus encantadores y adictivos
grandiosidades.
—Está aquí en la caja —dice—, así que estoy pensando que sí.
Me centro de nuevo en el pastel que está frente a mí, porque nada bueno
puede venir de fijarse en la perfecta sonrisa de Christian o en aguantar el impulso
de acercarse a la calidez que flota de su cuerpo, oh es tan fuerte ahora. O el
pensamiento de él y mi hermana, charlando en la cocina a las tres de la mañana,
atiborrándose de dulces, me hace querer romper cada plato que pueda encontrar.
—Cualquiera puede inventarse una palabra. —Meto una gran cucharada de
pastel en mi boca—. Farfleggle.
Mientras sórdidas imágenes vienen salvajemente a mi cabeza, doy gracias que
Christian esté demasiado ocupado cortándose otro trozo de pastel y no se da cuenta
de mis sonrosadas mejillas.
—¿Disculpa?
Trago y respiro hondo, deseando poder abanicarme ya.
—Farfleggle. Me la he inventado. ¿Ves? Se puede hacer.
Sonríe con esto; es patentemente ridículo lo atractivo que lo encuentro ahora
mismo, todo tranquilo, gracioso y encantador mientras se está atiborrando de
pastel a mitad de la noche en una cocina vacía.
¿Por qué tuve que seguir hablando con él esta semana? ¿Por qué tenía él que
ser tan jodidamente maravillo y fácil de estar? ¿Mi propio príncipe azul se ha hecho
realidad?
Un tenedor de plata me está apuntando, cargado de bayas y pastel
despedazándose.
—¿Qué significa?
—No tiene por qué significar algo. Es una palabra inventada. Ese es mi punto.
Se muerde el labio mientras lo considera, y suprimo mi urgencia de tocar su
boca. Sus labios están manchados con un poco de jugo de baya, y soy débil en este
momento para negar que nada me gustaría más que poder lamérselos para
limpiarlos.
No tengo duda que las mujeres que han tenido la suerte suficiente de sentir
esa maravillosa boca se pierdan en el tiempo o se desmayen o se sientan volar o
cualquiera de las otras descripciones banales que la gente lee en los libros, porque
esa boca promete mucho, mucho.
Creo que podría odiar a mi hermana por todos los besos que recibirá de este
hombre.
—Pero la cosa es —continúa diciendo, forzándome a mirar de su boca a sus
ojos—, que olallieberry significa algo. Es un tipo de baya. Su existencia en el
diccionario lo garantiza. 165
Estoy soñando despierta con besarlo. Él está pensando en etimologías, lo cual
es bueno. Uno de nosotros debe permanecer enfocado con lo que tenemos entre
manos.
Mientras como otro bocado de pastel, busco una definición apropiada para la
gloriosamente ridícula palabra. Y de repente me viene.
Farfleggle: un nombre; princesa a la cual se le caen las bragas cada vez que
cierto príncipe de Aibolandia la mira.
Lo que le digo es:
—Farfleggle: un nombre que significa príncipe que es adicto a las
organizaciones secretas.
Esa absurda sonrisa suya resurge, y ahora estoy más que solo revolviéndome;
estoy excitada y dolorida y enfocada en su pecadora boca otra vez.
—Así que, ¿estás diciendo que soy un farfleggle?
No. Yo lo soy. Rezo para que mi sonrisa sea graciosa.
—De nada.
La mirada perpleja en su cara me hace ser incapaz de aguantar más. Toda la
risa que me ha estado buscando estos días ahora explota y sale, como champagne
agitado para una celebración.
Río. Sonrío y río y me desternillo. Me duelen los costados. Mi madre estaría
horrorizada.
La sonrisa de Christian lentamente va desapareciendo hasta que se me queda
mirando fijamente como si fuera nada más que una extraña que ha irrumpido en la
cocina y ha robado su pastel.
¿Tenía razón mi madre después de todo? ¿Es este comportamiento tan de mal
gusto? Toda mi frivolidad se disipa en torpeza y doy otro gran mordisco de pastel
de olallieberry demasiado grande.
Su pecho sube y baja lentamente, su atención está en mí de una manera
desconcertante. Porque casi ni me está mirando, me está mirando, y no tengo idea
de lo que significa. No es la primera vez que lo ha hecho de una manera tan
significativa, pero incluso ahora, después de varios días sumergiéndome en todas
las cosas de Christian, no soy capaz de traducir lo que esconden sus ojos.
Lo que significa, naturalmente, que debo meterme otro trozo de pastel en la
boca, tratando de ignorar inútilmente cómo desearía estar metiéndome otra cosa
en la boca en vez de esto.
Después de un interminable momento, murmura:
—No es justo cuando ríes así.
Intento no atragantarme mientras el bocado gigante de pastel que he
engullido tan rápido sufre para bajar rápido por mi garganta.
—Perdona si te he ofendido, Chris. 166
Él niega, tendiendo una mano de forma desdeñosa.
—No. No es eso.
Intento parecer relajada. Sofocar el daño que su rechazo me crea.
—Nunca me dijiste que quisieras que tu primera vez fuera esta noche.
Me horroriza verlo ponerse tan rígido. Me alarma incluso cuando se aparta del
brillo, la isla metálica, su pastel y el tenedor de repente olvidados.
—Me tengo que ir.
Antes de incluso poder formar una palabra, se acerca a la puerta. ¿Qué acaba
de pasar? Hemos estado comiendo pastel, bromeando y riendo, lo cual me había
dicho antes que quería oír, ¿y ahora siente que se tiene que ir?
¿Tiene sentido que haya podido notar cómo mis sentimientos hacia él han
cambiado y qué ya no los puedo controlar?
No quiero que se vaya. Aún no. No cuando nuestro tiempo juntos es tan
preciosamente limitado. En dos horas desde ahora, estaré en un avión, y la próxima
vez que lo vea puede ser que sea su boda.
Sólo cuando alcanza la puerta, se detiene de repente. Sus manos golpean el
marco de la puerta, el sonido retumbando en la tranquila cocina.
Quiero desaparecer cuando mi voz tiembla al decir su nombre.
Entonces Christian da marcha atrás cruzando la cocina, volviendo a mí, sus
ojos serios, afligidos y calientes a la vez, y honestamente no tengo ni idea qué hacer.
O decir. No tengo la más remota idea de si está enfadado o tomándome el pelo o
alguna otra variante emoción, y es… innatural. Porque todo después del primer día
ha sido natural, así que esto es inaceptable.
Pero entonces él me besa.
Por fin.

167
38
Christian
O
ír su risa fue mi pena de muerte. O mejor, no necesariamente mi pena de
muerte, pero si rompió todas esas malditas protecciones y resistencia que
he intentado mantener contra Elsa y sus encantos estos últimos días. Su
risa fue un regalo, toda caliente y burbujeante y preciosa, y se estrelló contra mí,
tomando todas mis células hasta que lo único que sentía fue alegría.
Me gusta esta princesa. Me gusta mucho. Me da miedo que sea más que eso,
que me esté enamorando de ella. Y esto me tiene completamente aterrado. A los
dos se nos ha ordenado casarnos con personas a las que no amamos. Hoy, de
hecho.
Pero ya me he cansado de tratar de convencerme que no siento nada por Elsa,
o que todo lo que siento no es más que amistad o incluso lujuria. No quiero solo su
amistad. La quiero a ella. Así que aquí estamos, y mis labios están tocando los
suyos por primera vez, y Dios todopoderoso, es absurdamente deliciosa, toda 168
picante, dulce y ácida como las bayas. Pero también es más que eso. Mientras
profundizo el beso, no tengo ni idea de cómo explicar a qué sabe Elsa, aunque
nunca la hubiera probado antes. Tomo su nuca, mi otra mano fluye hacia la parte
baja de su espalda así la puedo acercar más, y doy gracias a todo lo bueno que hay
en el mundo, se acerca de buena gana, la fuerza de su beso se iguala al mío.
Es el sentimiento más embriagador en el maldito mundo entero.
Nos estamos besando, narices chocando como dos adolescentes
experimentando por primera vez, pero es más que mis labios en los suyos. No lo
puedo explicar, pero mi corazón está latiendo aceleradamente, más rápido que
nunca que haya besado a una mujer.
Me pongo duro al instante. Esta mujer, no importa lo que haga, me pone
como ninguna otra.
—Este es mi primero —murmuro contra su boca—. Este es el primero que he
querido toda la semana.
Cualquier control que pudiera tener desaparece rápido de la cocina cuando
sus dedos se meten por debajo de mi camisa para poder apretarse más. Gimo, y ella
también, y estos sonidos me hacen apretarla más contra la isla hasta que temo que
me voy a correr en el maldito pantalón como un idiota en su primera vez. Estoy que
ardo, duro y caliente y dolorido y deseando nada más que quitarle la ropa, hacer
que haga lo mismo conmigo, y tirar todos los pasteles de la isla para poder subir
con ella y poder tomar mi tiempo memorizando cada centímetro de su cuerpo.
La cosas se están desenfrenando, lenguas probándose y acariciándose, manos
sacando las camisas y los suéter, bocas buscando cuellos y clavículas, y juraría que
el suelo bajo nosotros desaparece completamente y soy parte de uno de esos clichés
a los que siempre he desdeñado, porque estoy malditamente flotando en el aire.
Necesito entrar en ella. Ahora.
Desabrocha mi cinturón, baja mi cremallera. Casi pierdo el control cuando me
toca.
Mientras estoy desabrochando su sujetador, algo suena estrepitosamente
cerca.
Nos separamos de una sacudida, nuestros pies forzados a volver a la tierra.
Hay una criada mirándonos fijamente, con la boca abierta por la sorpresa.
Maldita sea.
Elsa agarra su camisa de un manotazo y se voltea, metiéndosela por dentro.
La mujer hace una reverencia, dejando la bandeja que se le cayó al suelo
donde quedó.
—Disculpen mi interrupción, Su uh… Altezas. No me di cuenta que la cocina
estaba… ocupada. Yo… Yo puedo… Solo estaba agarrando algo… Pero puedo… Los
dejaré a los dos… para… uh…
La manera en que balbucea todo esto lo hace parecer tan cutre, cuando por fin
estaba besando y tocando a esta magnífica sirena parece ser que era el equivalente 169
a lo que hacen muchos de los otros herederos follando como conejos en los
armarios cuando creen que nadie les está escuchando o mirando, en vez de la
experiencia mágica que realmente era.
Nunca he querido gritarle a un sirviente como si me llevaran los diablos, pero
estoy bastante tentado ahora mismo.
—Está bien. —La sonrisa de Elsa es indulgente y regia, su voz es firme
mientras da un paso adelante, arreglándose el cabello como si nada de lo que acaba
de pasar le afectara—. Estábamos solamente disfrutando de un pedazo de pastel a
media noche.
Si no estuviera tan enfadado, hasta me reiría, porque está claro que la
sirvienta entiende por pastel otro significado, especialmente cuando sus ojos se
fijan en mi parte frontal, bueno, mierda, todavía tengo la bragueta bajada. Y luego
estoy incluso más incrédulo e incómodo cuando sigue mirando fijamente hasta que
me veo forzado a aclarar mi garganta.
Y, bueno, meto la camisa y subo la cremallera de mi pantalón.
Esto es suficiente para despertarla del trance en el que estaba. Sus mejillas se
tintan de rojo oscuro y tartamudea algo incoherente. Elsa se acobarda con un
bombardeo de palabras, empalideciendo como si la acabaran de pillar con la mano
dentro de la lata de galletas.
Fantástico. Malditamente fantástico.
La sirvienta rápidamente recoge la bandeja y la deja en una de las islas. Antes
que nadie diga otra palabra, la puerta se cierra de un portazo cuando la mujer se
retira.
Y entonces Elsa se voltea, sus ojos están abiertos, brillantes y preocupados. Y
esta imagen, de todas las otras cosas que podría haber visto, me estremece.
Murmuro su nombre cuando todo está tranquilo otra vez, ésta simple palabra
de dos silabas lleva tantas emociones que no tengo maldita idea qué más decir.
¿Porque qué le dice uno a la persona que le ha consumido completamente el
corazón y la mente en cuatro días? La quiero. Desesperadamente. Me dijo el primer
día que no quería nada romántico conmigo y me han ordenado que me case con su
hermana, pero besé a Elsa de todas maneras. Esta mujer, esta princesa… es
diferente. Diferente y adorable y preciosa y ocurrente y deseable. Es una Valkiria,
ha llegado para llevarse mi corazón. ¿Y ese beso? No hay nada para compararlo. Ha
sido diferente, como es ella. Ha sido lo mejor. Así que no puedo evitar decir su
nombre de nuevo, las sílabas suplican entendimiento y hago una plegaria muda
para que se sienta de la misma manera, porque también me ha besado de vuelta.
Sus ojos se cierran solo un poco, inspira hondamente, sus dedos descansan
contra sus labios hinchados. Y luego recoge la caja del pastel del suelo y la deja en
la isla.
—Me estoy marchando dentro de unas horas. Lo mismo que tú.
La sonrisa que me ofrece me parte por la mitad. No es la sonrisa que he tenido
el placer de evidenciar en secreto por unos cuantos días. Esta es la que le da a 170
cualquiera. La que le da a Mat.
Esta es la sonrisa tras la que se esconde. Mierda. La estoy perdiendo incluso
antes que tuviera la oportunidad de tenerla.
—El pastel estaba bueno, ¿verdad?
Mi voz es ronca.
—Sí.
Sus ojos están brillantes.
—Eres oficialmente un miembro del PIN, Christian.
Que jodan al PIN. PIN no es nada sin Elsa. Ni tampoco lo es el FCR.
Parpadea y mira hacia otro lado, un suave intento de risa sale de ella. Ahora
que he oído su auténtica risa, esta nunca me gustará. Era hermosa, generosa,
caliente y adictiva, exactamente como ella.
¿Este fantasma? Esta no es ella. Está desapareciendo frente a mis ojos.
—Has sido una mala influencia —murmura, y juraría, que el corazón se me
acaba de salir del pecho. Pero luego dice—: De las mejores, de hecho. Me alegro
haber compartido tantos primeros contigo esta semana.
Hay tanto que le quiero decir. Le quiero decir que ésta ha sido la semana de
los primeros para mí también. La primera vez que me he sentido de esta manera.
Que quiero estar ahí para todos los primeros de su vida. O por lo menos tener la
oportunidad de ver si todos nuestros primeros deberíamos estar juntos.
Se separa de la isla, acercándose. Una mano temblorosa sube para acariciar
suavemente mi rostro.
—Yo era fuerte, lo sabes.
Casi no me salen las palabras.
—¿Qué?
—Tú. —La Valkiria se inclina, su cabeza descansando brevemente contra mí
antes de ponerse de puntillas y dejar un suave beso en mi mejilla. Y luego otro más
triste en el borde de mi boca.
—¿Qué vamos a hacer, Christian?
No tengo idea. Y es tan jodidamente injusto aceptarlo.
Recibo otro beso, esta vez en los labios. Pero es demasiado corto. Es
solamente la insinuación de un beso. Quiero más.
La quiero.
—Probablemente deberíamos dormir un poco. Tenemos que levantarnos
dentro de un ratito.
Duerme en el avión, pienso. No te vayas.
—Gracias por esta semana —dice, como si me diera lastima y solo estuviera
aquí porque estoy aburrido y no tengo nada más que hacer—. Siempre guardaré
éstas memorias. 171
Ofrece una mano entre nosotros; la miro con horror. Lo va a hacer. Realmente
va a hacer esto. Me va a estrechar la mano, darme las buenas noches, y luego se irá
a Vattenguldia, y yo me iré a Aiboland, y… y… nosotros, ¿voy a volver a mi vida tal
como era antes?
¿Y casarme con su hermana?
Que se jodan. No. No. Así no puede ser como termine nuestra historia.
—Fue bueno llegar a conocerte finalmente, Christian. —Retrocedo ante su
formalidad—. Te deseo muchos éxitos. Al menos podremos asegurar que nuestros
países tendrán siempre un aliado en el otro, especialmente en el CM, una vez que
los dos hayamos asumido nuestros respectivos tronos.
Un aliado… y malditos parientes. No hay derecho. Maldita sea, sencillamente
no hay derecho.
—¿Qué le pasó a Chris? —Ni siquiera me da vergüenza que mi voz se quiebre.
Una lágrima traza un sendero a través de su mejilla, y me duele como nada
más. Elsa niega, forzando un hondo suspiro. Y luego extiende su mano una vez
más.
Cuando nuestras palmas y dedos se unen, la sensación es casi tan íntima
como nuestro beso de hace unos minutos. Piel contra piel, toque con toque. Sus
dedos se curvan sobre los míos y los míos sobre los suyos. El deseo incendia una
vez más mi riego sanguíneo.
No quiero dejarla ir, todavía no, pero eso no importa ni aquí ni allí, porque si
ella necesita irse de lo que sea que obliga a mis pulmones a encogerse y a mi
corazón a latir dolorosamente, entonces está en su derecho.
Porque no importa cómo me siento yo de todas formas, no puedo tenerla. Es
una princesa heredera; yo soy un gran duque heredero. Nunca sería permitido.
Nunca podríamos tenernos el uno al otro, no para siempre, no sin uno de nosotros
abdicando nuestros derechos a nuestros respectivos tronos. ¿Quién sería el
reemplazo? ¿Lukas? ¿Isabelle?
Y aun así…
Hay tanto en mí que quiere decir que se jodan y arriesgarme.
—También fue bueno conocerte —miento. Fue mucho más que bueno. Fue la
oportunidad de ser feliz durante circunstancias realmente mierdosas.
Se separa primero, rompiendo el hechizo como si fuéramos extraños más que
personas que justo acaban de compartir un pastel y se han besado como si nuestras
vidas dependieran de ello. A cambio, obligo a mi cintura a doblarse hacia adelante,
una de mis manos cruza mi pecho para cubrir mi corazón.
Joder, duele de verdad. Duele como darle un puñetazo a una lata.
Y luego, antes de enderezarme, ella se ha ido.

172
39
Elsa
—L
acuerdo?
a semana fue mejor de lo que pensé, considerando. —Isabelle
coloca su revista sobre su regazo, sus manos puestas
remilgadamente sobre la brillante cubierta—. ¿No estás de

Requiere más que un poco de esfuerzo para no gritar, con groserías y todo:
“¿Estás jodidamente bromeando?” en medio del pequeño jet privado en el que
actualmente estamos. En su lugar, digo tan calmadamente como uno puede cuando
está mentalmente cayendo a pedazos:
—Tuvo sus puntos altos y bajos.
Ella mira a donde nuestro padre se encuentra; él y Bittner están en una
profunda discusión. Bajando la voz, dice:
—Le envié un mensaje a Alfons antes de irnos. Le dije que necesitábamos 173
hablar.
Cierro la carpeta que he intentado leer con la esperanza de mantener alguna
apariencia de sanidad en este miserablemente largo viaje y la coloco a un lado. No
estaba ayudando. Y esta conversación tampoco.
Mis palabras son como madera.
—Creí que ustedes dos estaban saliendo.
Su cabeza se inclina, una brillante cortina oscura de cabello balanceándose.
—Él no quería que me fuera esta semana. Discutimos terriblemente acerca de
eso. Quería que nos fugáramos a Ginebra en su lugar.
Y ahora se abre, cuando todo ha sido dicho y hecho. Y aún no me encuentro
preocupándome mucho por su drama personal. No cuando mi corazón se
desintegró esta mañana dentro de mi pecho.
—¿Te arrepientes de no ir?
—¿A Ginebra? —Dobla las puntas de su cabello, cepillando las hebras de ida
vuelta a través de la línea de su barbilla. Cuando asiento, suspira—. Estoy en
conflicto ahora mismo, Elsa.
—¿Qué le dirás?
Isabelle muerde su labio, descansando su cabeza sobre el asiento de cuero.
—La verdad, supongo. —Deja caer el mechón de cabello para palmear mi
rodilla—. ¿Cómo lo llevas? Quise consultar contigo anoche, pero no llegaste hasta…
Hasta que fue casi hora de irse.
Ella y yo siempre hemos sido honestas una con la otra, pero nuestra
honestidad es muy parecida a nuestras personalidades Reales: distantes y
perfectamente presentadas. Ninguna de las dos mintió aquí, pero nuestras
respuestas fueron cuidadosamente dichas hasta el punto en que se alojaban en el
borde entre la realidad y la ficción.
Así que continúo nuestra farsa. Le digo que estoy bien. Porque técnicamente,
lo estoy. Entumecida, pero bien.
Me estudia por un largo rato, sus ojos achicándose pensativamente.
—Estuviste fuera hasta tarde anoche. O más bien, esta mañana.
Recupero la recientemente descartada carpeta.
—Supongo que sí.
—Desapareciste por horas todos los días al terminar la noche.
Extraigo un documento.
—Al igual que tú lo has hecho, me imagino. Al igual que la mayoría de los
herederos.
—Durante las fiestas nocturnas y citas, nunca vi a Christian.
Quiero reírme en su cara.
174
—Qué interesante.
Prácticamente estoy retándola a presionar el asunto, especialmente desde que
no tiene pierna sobre la que pararse. Pero Isabelle se echa hacia atrás, justo como
sabía que haría. Líneas de decepción encogen su rostro. Y soy dejada con los
documentos en mis manos, algunas cuestiones parlamentarias para la reunión de la
próxima semana, las cuales son muy preferibles a cualquier tipo de corazón-a-
corazón con mi hermana.
40
Christian
L
a Loba está disfrutando de su victoria ahora mismo. Junto con las
numerosas copas de su preciado coñac bebidas durante el transcurso del
vuelo a casa, también está drogada gracias a las varias pastillas de las
cuales no me importa saber el nombre. Por suerte, vaga a una de las habitaciones
del avión, seguida muy de cerca por una de las asistentes de vuelo, por lo que
estaremos tranquilos por al menos una hora o algo así.
Casi todos, incluyendo a Parker, duermen con la esperanza de evitar la
descompensación horaria. Pero mi hermano y yo estamos demasiado agitados para
hacer lo mismo.
—¿Crees que sería de mala educación si llamara a la prensa para que esté en la
pista cuando lleguemos a casa? —murmura Lukas. Ha sacado su petaca, gracias a
Dios llena con vodka en lugar de coñac—. Porque enmarcaría una toma de Su
Alteza golpeando el pavimento con su rostro, presumiendo durante toda la caída. Y 175
luego enviaría una a cada miembro de la familia como un regalo de Navidad.
Nuestros puños chocan uno contra el otro. Alegremente recibiría esos regalos.
—Quizás incluso podríamos cambiar su retrato oficial con él. Y entonces
Aiboland realmente podría verla por la arpía que es.
La mayoría de los hijos poseen alguna clase de amor por su madre, y... quizás
nosotros lo tenemos en algún lado, pero no está en ningún lugar cerca de la
superficie.
—Aunque, honestamente, ésta semana fue una jodida pesadilla, Chris. —
Lukas gira su cabeza. Está sorprendentemente sobrio, considerando la cantidad de
alcohol (corrección, coñac) a bordo en el avión y su petaca—. Degradante como el
infierno. Este es el siglo veintiuno, no el decimoquinto.
Mi amargura no conoce límites.
—Al menos tú no acabaste con una directiva.
—Como el infierno que no lo hice. Fue uno de esos tratos de último minuto.
Anoche, cuando estabas haciendo quién mierda sabe qué con quienquiera que sea,
La Loba me localizó y me dijo que ahora soy oficialmente el futuro prometido de
esa chica española.
—Mierda. Lo siento, Luk. Creí que te gustaba Maria-Elena.
—Ese no es el punto y lo sabes. La Loba y yo discutimos, sin embargo. Le dije
que no había manera que me obligara a casarme con una chica que no elegí, y…
Y su mejilla está un poco hinchada hoy también.
—Va a tener que arrastrar físicamente mi culo por el pasillo —jura con rudeza.
—Eso nos hace dos.
Otro choque de puños entre hermanos.
—Hablando de eso, ¿qué sucedió entre Elsa y tú?
Todo, quiero decirle… y aun así, no lo suficiente.
—La besé esta mañana. ¿Eso cuenta?
—Depende. ¿Sacudió tu mundo?
Hizo más que eso, admito, sorprendiéndome incluso a mí mismo. Lo cambió
todo.
Se inclina hacia adelante, rostro serio, voz baja.
—¿Qué vas a hacer?
Soy honesto.
—Que me condenen si lo sé.

No hay prensa cuando aterrizamos, sólo un par de autos elegantes escondidos


en la oscuridad para llevarnos de vuelta al palacio. Lukas y yo nos negamos a viajar
con La Loba, bajo el pretexto de permitirle volver a casa sin ningún retraso. Esto le
parece bien, aunque ha bajado un poco de su estado drogado y ha vuelto a su 176
comportamiento habitual, lo que la tiene mofándose de nosotros en todo momento.
—Los veré en algunas horas. —Parker toma su maleta. El auto del bastardo
afortunado se encuentra en el aeropuerto, así que es capaz de escapar
rápidamente—. Sólo quiero llegar a casa y ducharme, revisar mi correo.
Aprieto su hombro mientras el auto de mi madre arranca.
—Tómate el día libre. Todo lo que necesitemos discutir o hacer puede esperar
hasta que el inevitable jet lag desaparezca.
Para probar mi punto, bosteza pero no discute. Le aseguro que mi objetivo es
ir a casa y dormir el resto del día y la noche, así estaré listo para la reunión de
mañana por la mañana con un grupo de presidentes sindicales.
Dentro del auto, mientras Lukas discute con el conductor acerca de música,
saco mi teléfono y le quito el modo avión para leer la extensa lista de mensajes y
notificaciones esperando por mí.
Uno se destaca del resto:
Pastel de manzana… ¿vale la pena buscarlo o no?
Sí, maldita sea. Sí.
Le digo:
Las cosas buenas siempre lo valen.
Lukas me mira, con las cejas alzadas. Articulo Elsa. Sus pulgares arriba son
sorprendentemente bienvenidos.
Eso es lo que creía. Pero pensé que no haría daño obtener la
opinión de un compañero miembro de PIN/FCR al respecto.
Esa será nuestra próxima primera vez, le escribo. Olvida las moras.
Nuestra misión es encontrar un pastel de manzana juntos.
Retengo mi respiración. Me pregunto si, en base a lo que ha sucedido entre
nosotros, lo que tenemos por delante, retrocederá por mi atrevimiento.
En todos tus años en América, ¿nunca comiste pastel de
manzana?
He pasado de la furia y la depresión directamente al flirteo.
Por desgracia, no lo hice.
Lukas se inclina hacia adelante, intrigado. Lo empujo de vuelta a su lado.
—Bueno, bueno —Una sonrisa comemierda curva sus labios—, ¿no es esto
interesante? ¿Es el pastel un juego previo del que no soy consciente?
—Vete a la mierda —digo, pero estoy demasiado malditamente feliz para
sonar lo suficiente contundente.
Elsa escribe:
Me decepcionas.
Mis dedos se mueven rápidamente por la pantalla táctil.
177
Ambos somos vírgenes en cuanto al pastel de manzana, corriendo
salvajemente por nuestros respectivos países. Debemos estallar
nuestras cerezas al mismo tiempo.
Tus juegos de palabras son terribles, Chris. ¿No querrás decir que
estallaremos nuestras manzanas? ¿O debería decir extraer el corazón
de nuestras manzanas? Olvídalo. También soy horrible en los juegos
de palabras.
Me ha llamado Chris otra vez. Maldita sea, me gusta el sonido de eso.
Nadie es perfecto, Els.
Pero ella lo es. Para mí, es absolutamente perfecta.
La presión en mi pecho se alivia cuando agrega:
No lo comas sin mí. Vamos a tontear con pasteles otra vez. ¿Lo
prometes?
Es una promesa que hago alegremente, sin dudar.
—Creo —reflexiona Lukas—, que necesitas ir a estallar esa cereza más
temprano que tarde.
Deslizo mi teléfono en mi bolsillo.
—Vete al infierno.
Se ríe.
—¿Es así como normalmente interactúas?
Guardo el teléfono.
—Espiar la correspondencia de otro es un mal hábito.
—Todos los buenos miembros de la realeza lo hacen. —Codea mis costillas—.
Sin embargo, ¿es así cómo lo haces?
—Ella es… no es como las demás —admito.
—¿Quieres decir que no se desmaya por el príncipe perfecto?
—Realmente quieres que te golpee, ¿no es así?
—Déjame preguntarte esto. —Se recuesta contra el asiento de cuero—.
¿Realmente crees que estarás bien con sólo ser su cuñado?
Giro mi cabeza y miro fuera por la ventana. Aiboland es frío y claro más allá
del vidrio escarchado, el sol de la mañana surge mientras hace su camino a través
de las nubes cubriendo nuestra isla.
—Me gustaría creer —continúa—, que si alguna vez tengo el placer de
enamorarme de alguien, no renunciaría a ella, ni siquiera si La Loba así lo
ordenara.
Más fácil para él de decir que de hacer, considerando nuestras circunstancias.
Pero las palabras de mi hermano permanecen un tiempo después que
regresamos al palacio y me ocupo de algunas cuestiones urgentes antes de poder
prepararme para perderme en la cama hasta la mañana siguiente. Es un concepto
178
romántico, sacrificar todo por otra persona. Pero Lukas no va a heredar el trono.
No tiene las mismas expectativas que yo pesando sobre mis hombros. Ignora las
amenazas de La Loba no sólo hacia mí, sino hacia él, nuestro padre… incluso
Parker.
Soy egoísta, pero no sé si lo soy tanto.
Y aun así, no sé si estoy dispuesto a dejar ir a Elsa. No es que la tenga, no es
que seamos algo o, infiernos, siquiera la posibilidad de ser algo, pero…
Soy adicto. Y no estoy listo para perder lo que me hace sentir.
41
Christian

L
ukas murmura bajo su aliento:
—No otra vez.
Alzo la vista de mi cerveza negra para encontrar a lady Autumn Horn
af Björksund pavoneándose hacia nosotros. Lleva un ajustado vestido blanco que
grita discoteca en lugar de pub, especialmente este, el cual es tan discreto como uno
puede conseguir en Norslœ.
—Si no te conociera mejor —digo—, podría interpretar tu hostilidad hacia
Autumn como interés renovado.
—Quizás debas interpretar mi pie en tu culo.
—Bueno, bueno —coquetea Autumn, una vez que alcanza la mesa en la que
estamos—. Sino es Su Serenísima Alteza, el gran duque heredero de Aiboland,
sentado en Sven's Pig and Roast, viéndose saludable como un caballo. Y pensar que
179
la nación temía que te hubieras caído de la faz del planeta o, al menos, muerto de
tuberculosis o algo similar.
Lo dice a la ligera, pero es obvio que tiene curiosidad sobre el por qué
desaparecí. Me pongo de pie.
—Debido a una enfermedad fui forzado a cancelar todos mis compromisos.
Mis disculpas por cualquier inconveniente.
Es la historia que Parker se aseguró de hacer circular para explicar el viaje.
Sin embargo, no soy el verdadero foco de atención de Autumn. Se vuelve hacia mi
hermano y dice:
—Mira quién está aquí.
Él alza su vaso, negándose a seguir la exigencia del decoro de ponerse en pie.
—Autumn.
No estoy demasiado interesado en la dama en cuestión uniéndose a nosotros,
pero no parece haber una manera de buen gusto de decirle que se largue. Así que
hago un gesto hacia una de las sillas en nuestra mesa; deja su bolso de cuentas y
ambos nos sentamos.
—¿Se ha recuperado, Su Alteza?
Lukas me golpea debajo de la mesa, por lo que toso y golpeo mi pecho un
poco.
—Estoy mucho mejor, gracias.
Ella alza una delgada mano, haciendo señas a una camarera.
—Es gracioso, pero no te vi por ahí la semana pasada tampoco, Luk. —Sus
ojos se estrechan sobre él—. ¿También estabas enfermo? ¿O quizás retozando
desnudo y ebrio una vez más?
—Caímos como dominós. —Las mentiras ruedan directamente de su lengua—.
Toda la familia, a excepción de Su Serenísima Alteza. Uno de nosotros se enfermó,
luego el siguiente... antes que lo supiéramos, la totalidad fuimos confinados a la
cama, vomitando como si no hubiera un mañana.
Una ceja delgada se eleva mientras lo estudia fríamente, su boca torciéndose
con disgusto.
Es su turno de fingir toser, claramente sobreactuando y de ese modo
atrayendo la atención de aquellos a nuestro alrededor.
—Aún lo siento en mis pulmones.
Mi teléfono suena. Lo deslizo fuera de mi bolsillo para encontrar:
El chocolate caliente no sabe igual en Vattenguldia que en
California. Extraño, ¿verdad?
Empujo mi silla hacia atrás y les digo:
—Debo tomar una llamada.
Lukas me dispara dagas, pero lo ignoro. Luego voy a la parte trasera del 180
pequeño pub y me dirijo al área de la cocina. Sven, el cocinero propietario, emite
un saludo. Sostengo mi teléfono en alto y rápidamente se pasea hacia afuera por un
descanso.
Marco el número de Elsa. Mi dedo ha dolido todo el día por hacer eso, pero
sabía que ella, como yo, probablemente estaba abrumada con reuniones y
compromisos. Nos habíamos ido por una semana, así que si su agenda era en algo
como la mía, había mucho con lo que ponerse al día.
Responde al segundo tono y, lo juro, casi me derrito en un maldito charco en
medio de la pequeña cocina de Sven cuando escucho su voz.
Jesús. Lo tengo tan, tan mal por esta mujer.
—¿Estás bebiendo chocolate caliente sin mí?
Una pequeña risa flota a través del auricular, y es un regalo… un realmente
erótico, jodidamente increíble regalo.
—Charlotte preparó un poco esta tarde mientras estábamos interrogándonos.
¿Quién era yo para negarme?
—Un miembro de la SRBCC, eso eres.
Se queda pensativa por un largo tiempo, lo que sólo hace mi sonrisa más
grande. Finalmente, el suave chasquido de dedos suena.
—¿La Sociedad Real del Bebedor de Chocolate Caliente?
—Bebedores —corrijo—. Porque las sociedades deben tener más de un
miembro.
Soy recompensado con más de esa jodidamente fantástica risa y me deja
adolorido por subirme a un avión sólo para poder oírla en persona.
—¿Entiendo que no estás bebiendo chocolate caliente?
—Por desgracia, estoy bebiendo cerveza negra esta noche. Lukas y yo estamos
en un pub favorito. ¿Qué estás haciendo, además de beber chocolate caliente sin
mí?
—Extrañándote —dice.
Nunca en mi vida mi pecho se sintió como si hubiera reventado, huesos y
músculos arrancados, por lo que el órgano que me mantiene vivo es dejado tan
absoluta y completamente desnudo. Pero me siento de ese modo ahora,
escuchando la vulnerabilidad en la voz de Elsa cuando me dice, por primera vez, lo
que significo para ella.
Siempre se ha sabido… asumido, aunque nunca dicho. ¿Porque ella y yo?
Encajamos inmediatamente. Estábamos en la misma página. Somos almas
gemelas.
Me extraña.
Me inclino contra la puerta que se dirige al callejón trasero, mis ojos
cerrándose. Si sólo ella estuviera aquí frente a mí. O yo allí, ante ella.
—También te extraño, Els. 181
42
Elsa

C
uando Charlotte dice:
—Estás siendo totalmente estúpida. —Es el momento que elige el
bebé para escupir lo que parece ser requesón sobre su camiseta de
algodón.
Encantador.
Charlotte planeó venir al palacio para nuestra sesión informativa esta
mañana, pero estaba ansiosa y necesitada de una excursión, especialmente después
que mi madre me acorralase como un zorro en el gallinero durante el desayuno con
un organizador de bodas. Olvida eso. Un par de organizadores, porque hay dos
hijas a las que se muere por casar. Ha estado así toda la semana desde que regresé
a Vattenguldia. Una. Semana. Infernal. Y Su Serenísima Alteza ya está en modo
planeador de bodas en toda regla. 182
Así que aquí estoy, preguntándome por qué exactamente es aquí a donde huí,
porque mirar un vómito individual sobre otro, madre o no, es algo realmente
repulsivo de ver.
—De todos modos, estoy hablando de ti. —Charlotte gesticula con un
cuestionable paño húmedo. A un recientemente feliz Dickie, con una nauseabunda
linda voz, murmura—: Tú no, precioso.
Alejo el trapo.
—¿Cómo estoy siendo estúpida? He estado aquí menos de un cuarto de hora y
todo sobre lo que hemos discutido fue el tiempo y el horario de siestas de Dickie.
Acaricia al bebé con la nariz mientras, a la vez, le da golpecitos en la espalda.
—Estás lloriqueando.
—Estoy casi segura que no estoy lloriqueando. —¿Lo estoy?
De acuerdo, tal vez lo esté, sólo un poquito. Pero como acabo de pasar una
hora atrapada con mi madre, una cada vez más agitada Isabelle y un par de
organizadores de boda, además de la tensa llamada telefónica de Mat, Charlotte
tiene suerte que lloriquee en vez de estar furiosa.
Aunque tiene razón, maldita. Temo que voy a vomitar, mientras extraño con
intensidad al gran duque heredero de Aiboland
—Lo estás —comenta con calma—. Y es estúpido.
Sólo porque tenga razón no quiere decir que deba caer tan fácil en sus hábiles
y astutas manos.
—Estos sándwiches están deliciosos, Lottie.
El bebé eructa sonoramente. De acuerdo, es un Casanova.
Charlotte deja de darle golpecitos.
—Sé que mis malditos sándwiches están deliciosos. Me refiero a tu príncipe
azul.
Claramente no es algo que una dama hace, pero meto el resto del bocado de
corteza de pepino y crema de queso en mi boca.
—Él do ez mi Brincibe Adul.
Ahora está claro que mi secretaria personal no tiene intención de repasar mi
itinerario para la próxima semana. Estoy siendo interrogada.
Charlotte me tira el trapo manchado de vómito, no lo esquivo con suficiente
rapidez, porque un pequeño trozo blanco se desliza por mi jean. Miro
significativamente a mi mejor amiga.
No me hace ningún caso.
Dickie eructa una vez más, lo que se gana una caricia de su entrometida
madre.
—Te he conocido desde hace tiempo y he resistido siendo tu amiga a través de
relación desafortunada tras relación desafortunada. 183
—Oye ahora.
—Te lo estoy diciendo, nunca antes he visto que te gustase tanto un hombre.
Estabas tan... alegre, supongo, cada vez que hablé contigo cuando estabas en
California, o contenta para ser tú. Y ahora estás angustiada.
—¿Angustiada? —Dejo salir un fuerte resoplido embarazoso—. Difícilmente.
—Es su turno para darme una mirada significativa.
Esa es la cuestión con la amistad verdadera. No hay que ofrecer secretos para
que intuitivamente noten que pasa algo. Hace tiempo que Charlotte cultivó su
habilidad de leer mis emociones como un libro abierto.
—Eres una estúpida y no tengo idea por qué estoy aquí, dejando que tu
miserable hijo me vomite encima mientras esparces mentiras sobre mi persona.
Su sonrisa es serena.
—Ciertamente, Dickie hizo eso. Y se llama esputar.
Me acomodo más lejos en el sobrecargado sillón floral, refunfuñando:
—Eso está aclarado.
—Lo que estoy diciendo es que te gusta. Y creo que eso te asusta muchísimo,
especialmente cuando estás forzada a casarte con algún hombre por el que no
sientes nada.
Sí, otra válida afirmación. Me aterrorizan las poderosas emociones que siento
hacia Christian.
—De acuerdo. Me gusta. ¿Feliz?
—Aunque creo que es más que gustar, ¿no es así?
—Jesús, Lottie. ¿No es suficientemente malo que me hagas admitir que me
gusta?
—Es un buen comienzo.
Pasa sobre Dickie así puede servirnos nuevas tazas de té. El bebé y yo
iniciamos una lucha de miradas, entrecierro los ojos, él los abre y, me atrevo a
decir, es divertido.
—Ahora —continúa Charlotte—, tenemos que trabajar en que admitas que
estás enamorada de él.
Balbuceo débilmente:
—Lo conozco desde hace menos de un mes.
—Cubrimos eso, Elsa. El amor a primera vista es una cosa poderosa.
—¿Recuerdas? También lo es la lujuria a primera vista.
Suspira audiblemente.
Pierdo la lucha de miradas, apartándola primero, así puedo poner los ojos en
blanco a mi mejor amiga. Dickie lo celebra al añadir babas a su esputo en mi
pantalón. No trato de limpiarlo, porque estoy segura que encontrará otro fluido 184
corporal que incorporar a su colección antes que se termine la visita. Así que lo
pongo en el pliegue de mi codo y lo balanceo suavemente hasta que gorjea
alegremente.
—¿Cuántas veces tengo que decirlo? Christian fue muy claro en no querer una
relación.
—Como lo fuiste tú, creo.
—Exacto.
—Concretamente, no quiere una relación con Isabelle.
Emito otro gruñido inapropiado de una dama.
—Justo concretamente como tú no quieres una relación con Mathieu.
Intento no vomitar. Hoy, gracias a Dickie, hay suficiente vómito en la
habitación.
—Además, algo pasó entre ustedes.
Me quedo callada. No hay modo de negarlo. De todos modos, sabe toda la
sórdida historia. Me derrumbé dos días después de volver a casa y se lo conté,
incapaz de seguir manteniéndolo para mí.
—¿Ya has hablado con Isabelle?
—Como vivimos en el mismo palacio, hablamos todos los días.
—Listilla. Quiero decir si has discutido con ella sobre cómo tú y su muy
pronto prometido han...
—Esa no es una conversación que esté entusiasmada por tener. ¿Cómo
informa uno a su hermana de esas cosas?
—Si va a casarse con él...
Me encojo más fuerte de lo que me gustaría, haciendo que el bebé se agite en
mis brazos.
—Merece saber lo que pasó entre ustedes. A fin que las vacaciones no sean
extrañas.
Discusión o no, la extrañeza está asegurada.
—¿Qué hay del príncipe Mathieu?
—¿Qué con él?
—¿Han discutido algo de esto?
—He hecho mi opinión bastante clara sobre el tema.
Junta los labios y elige sus palabras.
—Entonces, ¿qué harán?
—¿Mat y yo?
—Tú y Christian —corrige amablemente.
Apoyo la cabeza en el sillón floreado.
—¿Qué pasa con eso? Va a casarse con mi hermana. —Me detengo—. Más
185
importante, es un heredero a gran duque. —Deseo levantarme y pasear, pero Dickie
elige este mismo momento para cerrar los ojos lentamente. Susurro furiosamente
—: Soy una princesa heredera.
—Esos son hechos conocidos.
Tengo que luchar contra la urgencia de llorar cuando digo:
—Nunca se permitiría.
—Es imposible que lo sepas hasta que lo preguntes.
Alzo la mirada al candelabro y las vigas de madera sobre nosotros durante
varios segundos mientras el bebé en mis brazos babea alegremente en su sueño. Y
luego me abro y le cuento la verdad que ha estado golpeando mi puerta casi cada
segundo desde que me di cuenta qué siento realmente por Christian.
—Uno de nosotros tendría que abdicar a su corona para estar con el otro. No
es como si simplemente pudiésemos anexionar nuestros países. Estar con Christian
viene con consecuencias que son más terribles que simplemente desobedecer los
edictos de nuestros soberanos. Uno de nosotros ya no podría ser lo que siempre
hemos sido, para lo que hemos sido criados. ¿Cómo podríamos elegir a quién
renuncia a eso? ¿Cuál de nosotros estaría dispuesto a eso? Mi hermana, como bien
sabes, ha anunciado, en privado y repetidamente, que no está interesada en el
trono. Su hermano es un conocido mujeriego que... bueno, admito que no lo
conozco mucho, pero tampoco dio la impresión de estar entusiasmado con el
trabajo. —Trago saliva con fuerza—. E, incluso si decidiésemos cuál abdicaría,
¿quién le explicaría a su monarca y país que deberían encontrar otro heredero
porque el amor triunfa sobre los deberes y compromisos de toda la vida? —Más
suavemente digo—: Condicionado, por supuesto, porque sienta lo mismo por mí
que yo por él.
La voz de mi amiga es suave y comprensiva.
—Entonces, después de todo, sí que has pensado en ello.
Ahora estoy sorbiendo por la nariz. Maldita Charlotte y su necesidad de
empujar siempre las verdades emocionales hasta que desisto. Y maldito Christian
por ser... bueno, Christian. ¿Por qué tuvo que ser tan maravilloso? ¿Por qué no
podía ser aburrido o arrogante e insufrible, como muchos otros hombres
privilegiados que conozco? Pero no. Tuvo que revelarse como mi fantástico
príncipe azul, haciendo que me cuestione lo que había planeado para mi vida.
La urgencia de llorar tira de las esquinas de mis ojos y el corazón endurecido
de mi pecho. Pero en vez de darle rienda suelta como deseo, beso la cima de la
cabeza de Dickie y miro a su madre.
Puede que aborrezca la tradición, pero parece salir victoriosa una vez más.
—De acuerdo —dice amablemente Charlotte—. Sólo quiero que seas feliz, Elsa.
Eso es todo.
Apoyo la mejilla contra la cabeza del bebé.
—Si realmente deseas mi felicidad, entonces me traerás algo con lo que
limpiar los fluidos corporales de tu hijo. Dios, Lottie. Es increíblemente adorable, 186
pero puede hacer un desastre. Estoy empapada.
43
Christian
M
i padre cierra la boca de golpe. También Lukas. En realidad, yo
también. Los hombres languidecemos en absoluto y en miserable
silencio mientras La Loba expone la agenda para las próximas semanas.
Voy a cortejar a Isabelle del modo más extravagante y obscenamente público.
Lukas, acompañado de nuestro padre, va a viajar a España para hacer lo mismo,
aunque menos flagrantemente, mientras La Loba no quiere el foco fuera de su muy
llamada “pareja de poder”.
—Acuéstense con ellas pronto —nos comenta a mi hermano y a mí en un
molesto tono de negocios—. Estoy segura que no se tomará ninguna cuestión de
control de natalidad de antemano. Cuanto antes haya herederos, mejor.
No le importa que Isabelle o Maria-Elena puedan no querer que las lleven a la
cama, a La Loba no se le ocurre que manipular el control de natalidad es vil y un 187
crimen.
Cada cierto tiempo, mi padre me mira a los ojos. Su rostro está marcado con
pesar y disculpa, como si las maquinaciones de su mujer fuesen su culpa. Aun así,
no lo culpo... lo culpo por no defendernos.
Demonios, también me culpo, y a mi hermano. Deberíamos plantarnos y
decirle que no a La Loba.
Somos cobardes y eso es patético.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. Estoy esperanzado que sea Elsa, pero
mientras mi madre explica con todo lujo de detalles cómo va a ser mi próximo
compromiso, no puedo tomarlo.
Cuando La Loba acaba y camina hacia la puerta, para ir y hacer lo que sea que
hagan las lobas después de devorar a sus cachorros, me encuentro levantándome.
Me tiemblan las extremidades de rabia, mis manos de miedo, pero cuando el lazo
alrededor de mi cuello se ha apretado significativamente, siento que tengo poco que
perder en este momento.
—Deseo —le digo—, que en realidad tuviese una madre a la que le importase
su familia, o le importase otra cosa que ella misma. Eres despreciable.
Tal vez, después de todo, no soy un cobarde.
No responde. Ni siquiera cuando Lukas también se levanta y muestra un poco
de carácter.

Una hora después, mientras Parker y yo estamos trabajando en mi oficina, mi


día pasa de asqueroso a completamente terrible. Isabelle llama.
Estoy tentado a dejarla ir al correo de voz, como hice con sus últimos intentos
de llamarme los pasados días. No puedo soportar hablar con ella, pretendiendo
simplemente que quiero hacer cualquier cosa con ella, en vez de con su hermana.
No puedo soportarlo ahora mismo, pero ante la urgencia de Parker, finalmente
respondo el teléfono.
—Tal vez, si ambos hablan... —sugiere. Y todo lo que puedo pensar es:
bastardo optimista.
Una vez que saludo, soy recibido con:
—Ya era maldita hora de que contestases el teléfono, Christian.
Mientras que su hermana puede que ocasionalmente diga esas malas
palabras, nunca he escuchado a Isabelle maldecir antes. Es un sonido extraño.
—Esto...
—No tengo tiempo para nuestra típica cháchara insípida, pero hay varias
cosas que sacar a relucir para acelerar. Hablaré y escucharás.
Ahora mismo, suena espantosamente similar a Elsa... y, de mala gana, estoy
impresionado por ello.
—Tienes mi atención. 188
—Sólo para ser claros, no soy una maldita idiota. Soy bastante consciente que
pasó algo entre mi hermana y tú en California.
El instinto golpea.
—Eso no es de tu...
—Tal vez no lo sepa exactamente, pero soy consciente que tuvo que pasar algo.
Elsa... —Suspira malhumorada—. Déjame comenzar por el principio. Estoy
comprometida, Christian.
Mi respuesta es brusca:
—No, aún no lo estás.
Ni nunca, si me salgo con la mía.
Isabelle deja escapar una risa triste y cansada.
—Lo estoy y lo he estado desde hace tiempo.
—Explícate.
—Acepté casarme con mi entrenador ecuestre el año pasado. Elsa conocía la
relación, pero no mis padres. Me alentó a informar a Su Serenísima Alteza, pero...
—Otro suave e irritado resoplido de risa—. Cada intento de sacar el tema fue
obstaculizado por el creciente entusiasmo de mis padres sobre la historia familiar,
la gloria y los matrimonios ventajosos. Tal vez, eso me hace una cobarde, pero mi
falta de acciones no es importante. Lo que sucede es que Alfons, mi prometido, y yo
tuvimos una desagradable pelea antes de la Cumbre. No quería que fuese, pero mis
padres decretaron que debía acompañar a mi padre y a mi hermana, como algún
tipo de arreglo en los tratos con Aiboland. Para resumir la historia, fui chantajeada.
—¿Está todo bien? —susurra Parker cuando me siento de golpe.
Levanto un dedo mientras Isabelle continúa asombrándome.
—Elsa y nuestro padre pelearon repetidamente sobre la Cumbre. Me imaginé
que como él no se rendiría a sus caprichos, a ella, la heredera que normalmente se
aferra a las tradiciones, ninguna objeción que yo tuviese sería diferente. Y esto se
probó cuando fui informada que, si rechazaba continuar con los deseos de mis
padres y no conseguía el necesario pacto comercial y el respaldo financiero que
codician para mi país, dejarían de apoyarme financieramente. Por lo tanto, acepté
entrar en el Mercado Matrimonial Real lo más elegantemente posible. Sólo... —
Suspiró—. Christian, me duele decir esto, pero no somos convenientes. Para nada.
Bueno, no bromea.
—Yo...
—Pareces un hombre decente, pero no hay chispas entre nosotros. No
tenemos nada en común. Habiendo visto a mis padres pasar por los gestos de un
matrimonio sin amor y hostil, me niego a tener ese tipo de vida. Además, estoy
enamorada de alguien y tú no quieres hacerlo, dinero o no.
Hablando de estar sorprendido. ¿Estaba aburrida de mí?
—Ahora mismo estoy en Geneva. Alfons y yo nos hemos fugado para casarnos,
vamos a estar casados antes que esta noche se acabe. La pobreza y el amor es un 189
futuro que prefiero mucho más que la riqueza y un tedioso marido.
Estoy sin palabras. Radical, fantástica y estúpidamente sin palabras. Y pensar
que estaba lamentando lo absolutamente asquerosa que era mi vida hace unos
minutos.
—Obviamente, mi familia no lo sabe. Le dejé una carta a Elsa, pero está en un
acto de caridad. Así que lo sabrá esta noche. Esta es la cuestión, Christian. Estoy
segura que mi hermana está enamorada de ti. Si no me equivoco, lo estás de ella.
No vacilo.
—Lo estoy.
—Los observé bailar la última noche de la Cumbre. Nunca había visto a Elsa
mirar a nadie del modo en que te miraba. Como si fueses su príncipe azul hecho
persona. Y pasé el suficiente tiempo contigo para saber que nunca miraste a nadie
del modo que lo hiciste con ella. Ambos desaparecieron toda la noche cuando el
resto estábamos acostados, bebiendo hasta el estupor y/o lamentando nuestros
destinos. Todo el mundo en el castillo sabía que se estaban enamorando. Todo el
mundo. Quiero decir, ¿cuántas veces fueron atrapados escondiéndose juntos?
Por un momento, temo estar soñando, porque por primera vez en nuestra
relación, estoy completamente atrapado por lo que esta mujer dice.
—Elsa ha sido miserable desde que regresó a casa. Reservada. Resentida.
Espetando a todo el mundo. Estalló una bomba en el palacio cuando nuestra madre
trajo organizadores de boda. Elsa, simplemente, es espeluznante cada vez que el
pobre Mathieu llama. Va a verlo la próxima semana en París. Madre insiste en que
tiene que poner su rostro de juego y pretender estar enamorada de él a la luz
pública. Piensa que eso traerá atención y atractivo a Vattenguldia. ¿Una heredera a
la corona, enamorándose de un príncipe sin tierras en la ciudad de la luz? Su
Serenísima Alteza está apostando que las revistas de moda tendrán un festín con
semejante cuento de hadas. Espera que persista en las lenguas de todo el mundo.
Estaré maldito si dejo que alguien que no sea yo le dé a Elsa un cuento de
hadas.
—Me gustaría decir que siento que no nos casemos, Christian, pero... como
estoy delirantemente enamorada de mi prometido, no rebajaré lo que sentimos el
uno por el otro con esa mentira. Pero si sientes algo hacia mi hermana, por
pequeño que sea, te recomiendo ir a París la próxima semana. Detén a Elsa de
cometer el mayor error de su vida. Será una fantástica reina, no lo dudo, pero no
debería ser a expensas de su propia felicidad. —Hace una pausa—. Tampoco tengo
ninguna duda que nuestros padres la chantajearán.
Incluso aunque estoy lidiando con una situación similar, me hierve la sangre
ante el pensamiento de alguien forzando a Elsa. ¿Qué demonios está mal con
nuestros padres? ¿Con la realeza en el mundo?
—Lo siento —le digo a Isabelle.
Un tono enfadado llena sus palabras: 190
—¿Te niegas a ir a París?
—Demonios sí, voy a ir. —A la mierda La Loba—. Estoy pidiendo perdón por
lo equivocado que estaba contigo. Fui un auténtico idiota. Pero tienes razón... no
encajamos. Para nada.
—La gente a menudo me juzga mal. Te deseo suerte, Christian. Sólo pensé que
merecías saber todo esto, porque en una hora o así, cuando Su Serenísima Alteza
comprenda lo que he hecho, la mierda se va a salir de control.
Un hombre al fondo le susurra algo en alemán. Creo que: Ya es hora de
moverse, mi dulce potra.
Bueno, ¿no son la pareja perfecta?
—Oh, y, ¿Christian?
—¿Sí?
—Alfons investigó el palacio para mí mientras estaba en California. Después
de nuestro primer desayuno juntos, inmediatamente tuve un discreto ataque de
pánico y le llamé, suplicándole que me perdonase, estudió la cuestión cuando
estaba demasiado lejos para investigar. Indudablemente, cometí traición pero...
tenía que saber por qué mis padres estaban tan desesperados para que Elsa y yo
tuviésemos parejas tan ventajosas. Tenía que ser más que simplemente una mayor
codicia por las rutas marítimas e intrigante caza de turistas. —Se escuchó un
audible suspiro a través de la línea—. Su Serenísima Alteza ha estado cerca de llevar
a la bancarrota las finanzas de la familia Vasa. Ignoro los detalles, pero está claro
que mi padre es conocedor del problema. Debemos asumir que es el por qué están
tan desesperados por el dinero de Mathieu... y el tuyo. No tiene nada que ver con
modernizar tecnológicamente las infraestructuras o nuestros registros de buques.
Una rápida llamada a un amigo me ha informado que el Parlamento ya tiene eso
cubierto. Todo se trata de prevenir un escándalo.
Estoy enfurecido. Con lo respetado que es en la EU, ¿Gustav está dispuesto a
vender a sus propias hijas porque su esposa malgastó su dinero? ¿Quién hace eso?
Elsa se merece algo mejor. Demonios, también Isabelle.
—Ayuda a mi hermana a conseguir la munición suficiente para hacer estallar a
nuestros padres —me comenta Isabelle—. Dale un beso de mi parte y dile que
llamaré en unas semanas una vez que me asiente en Alemania con la familia de
Alfons.
Cuelgo el teléfono y me giro hacia Parker, dejo salir un bajo silbido de mis
labios.
Pregunta desconcertado:
—¿De qué iba todo eso?
Esperanza, creo. Maldita esperanza resplandeciente.
Le doy un golpecito en el hombro, sonriendo como un idiota. No estoy tan
hundido como estaba hace una hora.
—Espero que estés preparado para quedarte hasta tarde, porque tenemos
planes que hacer.
191
44
Elsa

E
l palacio se encuentra en un alboroto. Isabelle se armó de coraje y se ha
marchado para correr tras su final de cuento de hadas.
Querida Elsa, la vida es demasiado corta para pasarla desdichada
y atrapada en un matrimonio sin amor. Veintiséis años de ver uno en marcha me
ha demostrado eso, como estoy segura que lo será para ti. Por lo tanto, Alfons y
yo nos hemos fugado. Lo amo demasiado como para dejarlo ir. Es egoísta por mi
parte, ¿no? Y, sin embargo, es la única verdad que estoy dispuesta a aceptar.
Te suplico que tampoco tengas miedo de aceptar tus verdades…
especialmente aquellas del corazón.
Tuya,
Isabelle
Mi hermana no respetó las normas de nuestros padres y resolvió vivir la vida
192
de la manera que quiere, y con quien decida compartirla. Estoy envidiosa, para ser
honesta. Y tan sorprendida por este cambio que ni siquiera sé qué decir, pero
chocaría los cinco con Isabelle si estuviera de pie delante de mí.
Su Serenísima Alteza se enciende en furia por los acontecimientos del día,
convocando a todos los miembros del personal con cualquier contacto regular con
mi hermana con el fin de interrogarlos personalmente hasta que muchos salen
llorando. ¿Les informó Isabelle de sus planes? ¿Fueron cómplices al ocultar su
relación escandalosa con el instructor de equitación?
Aparte de un desafortunado guardia de seguridad admitiendo que vio el auto
de Alfons irse en medio de la noche, nadie tenía nada de importancia que agregar a
la discusión.
Después de varias horas de torturar al empleado, mi madre despidió a todo el
mundo para que solo la familia permaneciera en la oficina de mi padre.
—¿Cómo pudo hacer esto Isabelle? —dice enfurecida—. ¿No entiende las
consecuencias de sus acciones?
Demasiado bien, reflexiono en silencio.
Mi madre continúa, sus palabras tan vehementes que saliva poco atractiva
decora sus labios.
—Debe ser encontrada antes que demasiado daño pueda ser hecho. ¿Qué
pensará la gran duquesa —o hará— cuando se entere de esto? Si la noticia sale. —Se
detiene. Ve a mi padre, su rostro palidece significativamente—. Debemos
asegurarnos que nadie en el palacio contacte a la prensa.
—Todo el personal ha firmado un acuerdo de confidencialidad —les recuerdo
amablemente.
La nota que Isabelle dejó es analizada posteriormente hasta que la tinta se
desvanece por la manipulación. También soy interrogada, aunque en menor grado,
finalmente les confieso a mis padres que sabía de la relación entre mi hermana y su
instructor de equitación y que la apruebo.
Esta admisión casi envía a Su Serenísima Alteza con convulsiones.
El palacio es puesto bajo llave. Los teléfonos son confiscados de cada
miembro del personal, dejando radios de dos direcciones como las únicas vías de
comunicación fuera de la línea telefónica general fuertemente vigilada. En un
ataque total de paranoia, incluso mi propio teléfono es confiscado, a pesar de mi
insistencia que nunca traicionaría a mi hermana con los medios de comunicación.
Mis argumentos ahora caen en oídos sordos. Todo en lo que mis padres
pueden fijarse en es cómo eludir la llegada del circo mediático.
Su Serenísima Alteza ordena a Bittner contactar a un investigador privado
discreto para rastrear el paradero de Isabelle. Contra viento y marea, el objetivo de
mis padres es arrastrar de alguna manera a mi hermana de nuevo a Vattenguldia y
hacerla entrar en razón, o al menos encontrar una manera adecuada para dar
vuelta la situación antes que la noticia llegue a oídos de la gran duquesa de 193
Aiboland.
Bueno, después de la medianoche, al salir de la oficina de mi padre, escucho a
mi madre susurrar:
—¿Qué vamos a hacer, Gustav? Sin Aiboland, nosotros…
—Silencio. —Su Serenísima Alteza no es suave cuando él la interrumpe—.
Todavía está el acuerdo con los Chambérys. —Su voz se levanta—. ¿Elsa? Asegúrate
de cerrar la puerta detrás de ti.
Lo hago conforme a lo solicitado, pero sus palabras rondan mi cabeza por el
resto de la noche.
Estoy nerviosa de lo preocupada que mi madre realmente sonaba.

—Tengo un itinerario establecido para que podamos recorrer todos los


mejores sitios de París.
—Esta no será mi primera visita —le informo a Mat. Sé que doy la impresión
de ser bastante perra, pero la sola idea de representar el papel de complaciente y
embelesada novia, me da ganas de tirarme por la ventana, especialmente con el
peso de la valentía de mi hermana.
Sus palabras son inalterables, a través de la llamada del teléfono fijo.
—Pero, ¿has estado allí con una persona que lo sepa antes?
—Es divertido, te recuerdo muy claramente diciéndome que te imaginabas
como un neoyorquino hoy en día.
Uno de los ayudantes de mi madre está al otro lado de la habitación, tratando
torpemente de fundirse en el papel pintado y las pinturas en lugar de escuchar a
escondidas como le instruyeron. Debe asegurarse que no mencione el escándalo de
nuestra familia.
Además, no se me permite salir de los terrenos del palacio sin un escolta.
Temen que también vaya a huir y, sinceramente, es terriblemente insultante.
Un sonido de resignado lamento llena mis oídos.
—Elsa, lo estoy intentando aquí. Sé que esto no es ideal para cualquiera de
nosotros, pero es importante que al menos lo intentemos. ¿Verdad?
Realmente, sí, pero no de la manera que él sugiere.
Me deslizo por la puerta abierta al balcón en mi oficina. Está lloviznando:
fresco, suaves gotas acribillan la tierra rocosa y el mar gris, embravecido. Bajo mi
voz, arriesgando la ira de mi madre en un intento desesperado.
—Mi hermana se fugó.
Hay un momento de silencio sorpresivo entre nosotros.
—¿Con Christian?
—Con su instructor de equitación. —Le relato lo básico de la situación, al final,
creo que él está igual de envidioso e impresionado como lo yo por las agallas de
Isabelle. 194
Una mirada discreta detrás de mí muestra al asistente con la nariz pegada en
un libro, pareciendo totalmente inconsciente que lo que acabo de hacer es
exactamente a lo que fue enviado para asegurarse que no ocurriera.
Sigo mi desobediencia con un trozo de brutal honestidad.
—Mat, agradezco tus esfuerzos. Lo hago. Pero, simplemente no puedo
pretender que estoy locamente enamorada por nada de esto. Me gustas, lo haces,
pero…
—Ya establecimos que ninguno de nosotros está enamorado el uno del otro. —
Se aclara la garganta—. Me estás diciendo lo que ya sé.
—Si esto no es lo que ninguno de nosotros quiere, entonces…
—No importa lo que yo quiero, Elsa. Ya no es así.
Hay una discreta desesperación, una ira que es casi tangible a través de la
distancia.
—¿Qué significa eso?
—Quiere decir… —Una fuerte exhalación es expulsada—. Que a veces, tienes
que hacer lo que es mejor para los demás, en lugar de para ti mismo.
La tristeza en su voz me desconcierta, al igual que la resignación que lleva
cada palabra como si se tratara de una lucha.
—¿Es eso lo que estás haciendo?
Él argumenta.
—¿No es lo que ambos estamos haciendo?
—Entonces…
—Lo siento. Realmente lo siento. Pero no puedo retractarme de este acuerdo.
Ojalá pudiera, pero tengo las manos atadas.
Ningún tipo de cuestionamiento desde ese punto en adelante sobre revelar
alguna pista en cuanto a lo que él alude. Estoy perturbada por la insinuación detrás
de sus palabras mucho después que termina nuestra llamada. Hay algo que
evidentemente me estoy perdiendo, algo que no está diciéndome, lo cual no es
demasiado sorprendente. Él y yo no somos los mejores amigos que compartimos
nuestras más profundas y oscuras esperanzas y sueños entre sí. No somos almas
gemelas.
Pero parece que nosotros estamos, sin embargo, en el mismo barco.
El MMR nos forzó a ambos a esta situación. Simplemente nunca se me
ocurrió que tal vez alguno de nosotros podía estar más forzado que el otro.
Rápidamente marcho a espiar a mi madre.
—Quiero llamar a mi secretaria personal.
Es exasperante que deba incluso emitir una solicitud así.
La mujer saca un trozo de papel de su maletín y lo estudia. Un rubor se desliza
hasta su cuello, por delante de su nuevo collar. 195
—Lady Charlotte está en la lista de personas que Su Serenísima Alteza
aprueba llamar, Su Alteza. Permítanme marcar el número por usted.
Mis dientes rechinan con tanta fuerza que estoy segura que he gastado el
esmalte. Mis padres han perdido la maldita razón.
Cuando Charlotte responde, avanzo poco a poco hacia el balcón de nuevo,
bajando la voz una vez más, así la ayudante no puede escucharme correctamente.
—¿Todavía no has tenido noticias del P.I. que contrataste para investigar a
Mathieu?
—Debería tener un informe en una semana o algo así —dice ella—. Solicité que
fuera minucioso.
—Consíguelo cuanto antes.
Porque tal vez mi hermana tiene un muy buen punto.
45
Christian
T res días después de la llamada telefónica de Isabelle, soy convocado a la
oficina de la gran duquesa. Y una vez allí, necesito de todo mi autocontrol
para no reírme en su rostro con exceso de bótox. Porque en el momento
que la veo, toda tensa y estirada mientras su furia intenta tomar forma aunque
permanezca aterradoramente anodina, sé que ella lo sabe.
Le debo a Isabelle una bebida. Una caja entera, incluso.
Hace una señal a su secretario personal para que salga y espera hasta que la
puerta hace clic detrás de él antes de hablar.
—Recibí una llamada telefónica del príncipe Gustav esta mañana que era
mayormente… —Dobla sus manos huesudas delante de ella; los nudillos están
blancos por el disgusto—. Decepcionante.
La leve curiosidad es una emoción muy difícil de producir cuando todo lo que 196
quiero hacer es gritar con regocijo: “¡Chúpate esa, Loba!” mientras levanto el dedo
medio a la madre y soberana.
Este es un maldito fantástico momento.
Enfurruña el rostro mientras me dice lo que ya sé. Echa humo cuando se
lamenta de la pérdida de conexiones aseguradas con Vattenguldia. Está furiosa
cuando pinta a Isabelle como una débil y patética excusa para un miembro de la
realeza. Cuando ha terminado de echar espuma por la boca, no le doy lo que quiere,
o demonios, incluso lo que espera de mí. No demuestro ninguna indignación, ni
puedo compartir la alegría que viene de escuchar que sus planes se han ido a la
mierda. Me limito a asentir para reconocer que he escuchado sus palabras y luego
espero ser despedido.
Ya no tiene nada con lo que chantajearme. Mi padre, mi hermano… incluso
Parker, están actualmente a salvo por ahora. Sólo tengo que asegurarme que siga
siendo así.
Justo cuando estoy por salir de la habitación, dice:
—Christian, acciones como la de Isabelle no serán toleradas en esta casa.
Me vuelvo hacia ella, asegurando que mi rostro esté en blanco.
—Si tú o Lukas se atreven a desobedecerme, o mancillar nuestra estirpe
casándose fuera de lo que apruebo, lamentarán el día que nacieron en esta ilustre
familia.
Estoy de muy buen humor para ser tan mezquino. Le daré un pequeño regalo
de despedida. La puerta se abre completamente. Su secretario personal está en su
escritorio y hay algunos otros ayudantes merodeando.
—Demasiado tarde, Su Alteza. Ya me arrepiento de estar en esta llamada
ilustre familia. Creo que cualquiera lo haría, cuando tienen una madre como tú.
Ninguna corona vale la pena esta pesadilla.
Finalmente, esbozo una sonrisa que ha estado persiguiéndome mientras su
indignado gruñido acompaña mi partida. Esto es música para mis oídos.

197
46
Elsa
—A
hora que tu hermana ha arruinado su vida —está diciendo mi
madre—. Esperamos que tú mantengas las tradiciones
familiares de Vasa y hagas a nuestra familia orgullosa.
Está supervisando mi equipaje para París. Esto es algo que normalmente hace
Charlotte, pero después de la partida de Isabelle y mis argumentos expresados,
parece que Su Serenísima Alteza no confía en mí para empacar adecuadamente
para el viaje. Peor aún, Charlotte ni siquiera vino. La asistente personal de mi
madre, una mujer tímida sin siquiera sentido del humor llamada Greta, tendrá ese
honor. Supongo que podría ser peor, mi madre podría venir, pero hay varios
compromisos locales que no puede abandonar.
Estoy oficialmente en la edad media, en el infierno de una princesa encerrada
en una torre.
198
—¿Estás bromeando? —le pregunto desde el sillón al que he sido relegada.
Greta, recién saliendo del armario con un montón de vestidos y abrigos, se
estremece por mi fuerte crítica—. No, en serio. ¿Estás jodidamente bromeando?
Mi nombre es una advertencia en los labios rojo sangre de Su Serenísima
Alteza.
Estoy más allá de enojada y su desaprobación no hace nada para detener el
lenguaje grosero que aborrece que salga de mi boca.
Desde hace días, todo lo que he escuchado de mis padres y soberanos es:
Llega a París; asegúrate que la prensa crea que la historia de amor es real y
mágica. En respuesta, una vez más informé a Mat que no quería que nos casemos.
De plano le pregunté si estaba siendo chantajeado por nuestra unión. Todo lo que
conseguí fue un revelador silencio. Bueno, silencio y un suspiro que llenó mi oído
con una alarmante cantidad de angustiada resignación.
La ansiedad se arrastra sobre mi piel. No puedo creer que esto esté
sucediendo. Esto está pasando realmente.
—¿Por qué deseas tanto que me case con este hombre? —Greta se apresura de
nuevo al armario mientras le grito a la mujer que me dio a luz—. ¿Qué clase de
madre le hace esto a su propia carne y sangre?
Quiero respuestas de alguien. Cualquiera.
La mujer de cuya mirada estoy a merced se pone de pie, alisando su pantalón.
—Una desesperada.
Es suficiente para menguar mi arrogancia. ¿Desesperada? ¿Desesperada por
qué? ¿Los actualizados sistemas tecnológicos para nuestras flotas de embarque? La
mayor parte del comercio de Vattenguldia viene de las corporaciones con sede en
otras tierras volando bajo nuestras banderas por una cuota generalmente mucho
menor que en sus países de origen. Nuestras flotas de envío personales son
minúsculas.
¿Por qué están tan interesados en la actualización de algunas docenas de
barcos?
—¿Por qué desesperada? —Me meto en su espacio personal. Campanas de
advertencia resuenan en mis oídos—. Háblame, madre. Tal vez juntas, podamos
encontrar una solución a cualquier problema que te preocupa si simplemente…
Se da la vuelta y sale de mi apartamento antes de terminar mi pregunta, pero
no antes que emita una ácida orden a Greta para asegurarse que reciba una
adecuada noche de descanso antes de partir a París en la mañana.
Me marcho a mi escritorio y saco una hoja de papel. Luego le escribo una
carta a Charlotte, exigiendo que le pregunte a Josef sobre la tecnología de
embarque… y compartir la suciedad que ha desenterrado de la familia y la situación
de Mat.
Voy a tener mis respuestas de una manera u otra. Debo hacerlo.

199
47
Christian

—¿E
stás seguro acerca de esto?
Lukas desliza una cerveza en mi dirección, sus
oscuros ojos inusualmente difíciles de leer, pero eso
está bien. Sé lo que mi hermano menor está
preguntando, cuáles son las verdaderas preguntas detrás de las simples cinco
palabras todavía no ponderadas. Sobre todo, sé exactamente cómo se siente al
respecto, aunque francamente no va a decirlo.
Sólo somos nosotros dos en este momento. Parker ya está en la planta baja,
esperando por mí, pero tenía que asegurarme de hablar con mi hermano antes de
subir al avión.
La cerveza es fuerte y espumosa, como la prefiero. Dejo que el toque de
amargura baje por mi garganta antes de responderle. 200
—Sí, lo estoy.
Él asiente lentamente.
Apoyo el vaso.
—¿Hubo algún problema?
La cerveza de mi hermano permanece intacta.
—Nada que te pueda contar. Pero, podemos confiar en Gunnar. Él es… poco
convencional, pero hace su trabajo.
Es mi turno de asentir.
—Mantenme actualizado. Quiero todo en su lugar, por si acaso…
Sólo en caso que La Loba se entere de la traición familiar.
Luk sopla una fuerte respiración. Luego él me ofrece su puño. Golpeo mi puño
contra el suyo, y luego me pongo de pie para marcharme.
48
Elsa
G
reta durmió todo el camino hasta el aeropuerto de Roissy, lo que estaba
bien para mí. Probablemente era bueno para ella también, considerando
la extrema toxicidad de mi humor. Sus Serenísimas Altezas en realidad
me acompañaron al aeropuerto para asegurarse personalmente que abordara
nuestro jet privado. Hubo un par de tensos momentos en los que temí que fueran a
subir las escaleras a mi lado. En cambio, mi padre dijo en voz baja:
—Sé que estas disgustada por la situación…
—Estoy más que disgustada. —Fue la voz más fría que alguna vez había usado
con él antes. En ese momento, no sentí como si estuviera hablando con mi padre.
En muchas formas, no sentí como si estuviera hablando a mi soberano.
Estaba comunicándome con un carcelero.
—Hay momentos en la vida de cada soberano que son menos por el bienestar 201
de nosotros mismos y más por el bien común, Elsa.
—Su Alteza, le digo esto con todo el respeto que una heredera a la corona tiene
por su señor padre, pero a menos que esté aquí para informarme que valora mi
vida y mis decisiones como individuo y como su hija más que como una pieza de
mueble que puede usar para su agenda personal, entonces prefiero subirme a ese
avión, así puedo ir a prostituirme con el hombre rico que ha elegido para mí.
Eso lo enfureció, lo que era completamente aceptable. Estaba bastante
enojada yo misma.
Durante años, admiré a mi padre. No es perfecto, ni de cerca. Pero es un
príncipe en su mayoría bueno y popular que ama inmensamente a Vattenguldia.
Me esforcé por ser como él, para ser también un faro de esperanza y servicio a
nuestra monarquía constitucional. Y ahora… ahora ya no sé qué pensar y, mucho
menos, qué sentir hacia él o mi madre.
Los Chambérys me reservaron habitaciones en uno de los más lujosos hoteles
de todo París. Mi habitación es hermosa y opulenta, para estar seguros, pero la
belleza no significa nada si viene a expensas de la pérdida de la libertad personal.
Afortunadamente, Greta se queda en un cuarto diferente en un piso
completamente diferente. Creo que ambas estamos aliviadas por tales
disposiciones. Es una mujer agradable, pero no es una niñera. Y no debería serlo,
por el amor de Dios. Es la secretaria personal de la reina de Vattenguldia. No hay
razón para que deba estar cerniéndose sobre la princesa heredera como si, una vez
que aparte la mirada, podría estar metiéndome drogas o bailando desnuda sobre la
barra de un bar.
—¿Hay algo más que pueda conseguirle esta noche, mi lady? ¿Tal vez servicio
de habitación?
Mis ojos permanecen en la asombrosa vista de la Torre Eiffel en la distancia
cuando le hago saber a Greta que estoy cansada y sólo quiero dormir.
—No dude en llamar si cambia de opinión —dice—. Oh, y hay unos preciosos
regalos para usted en una de las mesas de la sala de estar.
Espero por el clic de la puerta como señal de su partida antes de vagar para
ver de qué está hablando.
Un gran arreglo de flores por parte de Mat espera… o mejor dicho, de parte de
los Chambérys. Bienvenida a Francia, dice la tarjeta. No vemos la hora de
conocerte.
Es suficiente para hacerme querer destrozar cada una de las preciosas flores.
Al lado de las flores, hay una canasta de bienvenida del hotel, llena de frutas,
chocolates, vino y varias otras delicias que tontamente piensan que me tentaran a
creer que acabo de entrar en el cielo.
La amargura se triplica.
Estoy a punto de ir a tomar un baño cuando veo otro objeto sobre la mesa.
Discretamente escondida entre las flores y la canasta, hay una pequeña caja con un
lazo azul alrededor, sin ninguna nota adjunta. 202
Con cuidado, desenvuelvo el lazo y miro dentro de la caja. Dentro hay un
Smartphone, con un nota amarilla pegada encima que me dice que lo encienda.
Estoy lo suficientemente intrigada como para hacerlo.
El teléfono es sencillo. No hay más aplicaciones que las que vienen con el
modelo base, nada que indique de una forma u otra de qué se trata todo esto. Giro
el delgado rectángulo sobre mi mano, pero no tiene marca.
Abro la lista de contactos… ajá. Hay un número programado, perteneciente a
la letra C con un número que conozco muy bien. Y sólo verlo me hace querer llorar
y reír a la vez.
El oxígeno fluye a mi sangre cuando un dedo tembloroso toca el botón de
llamar. Entonces… sonando. Sólo que el timbre en mi oído también está en algún
lugar cerca.
Y viene de más allá de la puerta de mi cuarto del hotel.
Pierdo el equilibrio en mis tacones altos, todo el aire en mis pulmones se
disipa hasta que me siento liviana y voy corriendo hacia la puerta. Así que tiene
sentido cuando su dolorosa voz familiar, filtrándose a través del plástico y del metal
en mi mano tan profunda en mi oído y mi alma, me desvela.
Un duro pellizco en mi brazo me prueba la lucidez y entonces la maravillosa y
arrebatadora: esperanza. Porque la voz de Christian se filtra a través de la madera
pintada separándome del pasillo.
Me pongo de puntillas, mirando a través del pequeño agujero dorado. Ahí,
milagrosamente, maravillosamente, está el hombre de mis sueños. Christian está
de pie fuera de esta cárcel de mala muerte de suite, con una sombra de barba,
vestido en una camiseta de franela, jeans y una gorra de béisbol… como… como si
fuera alguien más aparte del príncipe. Como si fuera simplemente Christian,
viniendo a ver a Elsa, y no el gran duque heredero de Aiboland subrepticiamente
visitando de incógnito la suite de la princesa heredera de Vattenguldia en el George
V a las once de la noche.
—Abre la puerta, Els —murmura calmadamente… no en el teléfono, sino a mí,
como si supiera que mis ojos están ya desvistiéndolo.
Eso hago.
Al momento en que los límites que nos separaban finalmente desaparecen,
todas las expertas palabras discutidas durante dos miserables semanas eligen
buscar mejores fines. Sólo estamos él y yo y, la verdad, no hay nada más que
importe. Ni mis padres, ni los suyos, ni Mat, ni nada.
Mis dedos encuentran el camino a su camisa, girándose levemente contra el
algodón gris tenue, hasta que cae preso del indudable magnetismo entre nosotros
tan fuerte como lo he hecho. Entra en la habitación mientras simultáneamente
patea la puerta cerrándola, enviando una disparada emoción por mi espalda y luego
bajando, transformando mi cuerpo en un cable caliente y vivo, listo para prenderse
en llamas. Sus ojos, tan asombrosa y expresivamente ámbares esta noche, se abren
y oscurecen a la misma vez. Deseo, alivio y una cantidad dolorosamente hermosa
de preocupación, se reflejan en mí y me emocionan como ninguna otra mirada 203
podría.
Su voz es ronca y sexy cuando murmura mi nombre. Es pura lujuria, hecha
sólo para mí, así que es imposible, en serio, resistirse a trazar gentilmente esos
deliciosos labios con uno de mis dedos. ¿Cómo puede mi nombre, alguna vez creído
como aburrido y pasado de moda, sonar tan absolutamente sensual saliendo de su
boca?
Él está aquí. Yo estoy aquí. Estamos juntos.
No hay mucho qué hablar ahora. Supongo. Pero las únicas palabras que
puedo reunir, las únicas que importan son:
—Bésame.
—Pensé —dice en esa preciosa voz con acento suya—, que jamás lo pedirías.
Oh, oh, este hombre sabe cómo besar, reflexiono soñadoramente cuando los
labios de Christian encuentran los míos. Son juguetones, suaves roces de deseo que
disparan un terremoto masivo en medio de mi pecho y un tsunami de humedad en
mis bragas. El deseo se mezcla dolorosamente con el éxtasis y, a través de la niebla
de dicha que llena la suite en la que estamos, entiendo esto: Nunca me he sentido
de esta forma con ninguna persona antes. Nunca. Ni con Nils, ni con Theo, o
ninguno de los otros hombres con quienes he tenido intimidad. Los quise, sí, pero
fue como simplemente beber un vaso de agua, comparado con ser un alma perdida
en el desierto, frenética por saciar su sed.
Entierro mis manos entre su abundante cabello negro con el fin de acercarlo
más, admirando lo suaves y sedosas que son las hebras. Mechones sueltos de rizos
alrededor de mis dedos, y soy recompensada con un hermoso y sexy sonido que se
origina profundamente en su pecho.
Hablando de…
Suelto su adorable cabello, prometiendo volver pronto, así puedo deslizar
lentamente la camisa por sus esbeltos hombros. Mis dedos ligeramente trazan el
descenso por sus brazos hasta que se estremece levemente bajo mi toque. Sí, no
puedo evitar pensar codiciosamente. Y luego, más.
Luego sigue su camisa y, Dios Todopoderoso, su esculpido pecho duro y
delgado que pondría en vergüenza a cualquier actor de Hollywood, está aquí para
que lo toque. Otro pensamiento viene, uno feroz y fuerte: mío.
Soy empujada contra la puerta, la misma por la que acaba de entrar, y
mientras se presiona contra mí, estoy encantada de saber que está tan excitado
como lo estoy por él. Es embriagador saber que este hombre está duro porque se
encuentra conmigo. Tocándome. Besándome. Una fuerte pierna se desliza entre las
mías, extendiéndome ampliamente contra la puerta, y estoy jadeando, estoy muy
desesperada por tenerlo. Mi nombre es susurrado de nuevo y, si no estuviera
mojada, lo habría estado con esas sensuales y lánguidas sílabas saliendo de su boca.
Y pensar que alguna vez creí que rechazarlo era una buena idea.
Sus dedos imitan mi acción de antes, ligeramente trazando las líneas de mis
brazos, levantando cada vello de mi cuerpo cuando un escalofrío estalla. Pasando 204
mis codos, subiendo por mis hombros para trazar mi clavícula y, entonces, bajando
hasta que ligeramente roza mis pezones.
Oh, santo cielo, estoy peligrosamente cerca de gemir de deseo y necesidad.
Hazlo de nuevo.
Pero no tengo que decirlo, porque hace exactamente lo que quiero… pequeñas
y suaves caricias y movimientos que me tienen retorciéndome contra la puerta. Su
boca, cálida y embriagadora, encuentra mi cuello; descargas de luz van
directamente a cada núcleo cuando succiona oh, tan suave.
No sobreviviré a esto. Temo que simplemente me voy a disolver justo aquí y
ahora.
Mientras sus dientes rozan mi lóbulo, sus dedos se mueven para desatar el
cinturón de tela alrededor de mi cintura. Mis manos se mueven detrás de nosotros,
hacia el cerrojo de la puerta. Se echa hacia atrás, curioso, y, por un triste y precioso
momento, me río.
—¿Ya te he perdido? —Su cabeza baja hacia la mía, con la nariz rozando la
curva de mi mejilla—. Estas distraída y riéndote… no es que no ame ese sonido, es
sólo que…
Acuno su mejilla, mordiendo su labio inferior.
—Nadie tiene permitido interrumpir esta vez. No podemos confiar en que otra
sartén no se caiga y arruine el momento. Por lo tanto, antes que pierda mi mente
por completo, la puerta debe asegurarse.
Llega más arriba que el pomo de la puerta. Un siseo tranquilo de metal contra
metal me informa que podemos seguir.
—¿Els?
—¿Chris?
Su sonrisa es cegadora.
—Estoy listo para ayudarte a perder la cabeza. Bésame ahora.
Felizmente obedezco.
Después de una eternidad, una hora o incluso sólo un minuto, Christian tiene
los pequeños botones recorriendo la longitud de mi vestido desabrochados. Los
lados están abiertos, dejándome vulnerable ante su ardiente mirada.
Veo las líneas de su garganta cuando traga.
—¿Sin sujetador?
Niego, el cabello negro derramándose a lo largo de mis hombros.
—Dios. —Sus grandes manos acunan con delicadeza los costados de mis
senos. Y en voz aún más baja—: Jesús. —Los pulgares a ambos lados trazan los
sensibles pezones y me muerdo el labio para evitar gemir demasiado fuerte.
Una mano momentáneamente deja mi seno para ahuecar mi rostro,
animándome a mirarlo.
—No más esconderse.
205
La confusión que debe haberse reflejado en mis ojos lo hace añadir:
—No quiero que contengas quién eres conmigo. No aquí, ni ahora, ni nunca.
No de nuevo. Si quieres gritar, gemir, reírte o algo como eso cuando te toco,
entonces hazlo. Porque te prometo que es algo que quiero oír.
Para probar su punto, un gemido se me escapa justo en el momento en que su
boca se posa sobre mi seno. Estoy mareada y delirante y todavía rogando para que
todo esto sea real.
—He soñado contigo, sabes —murmura—. Mi nombre saliendo de tu preciosa
boca cuando te haga correr una y otra y otra vez. He fantaseado con eso desde hace
semanas. Cuando estoy en una reunión… —Sus labios encuentran los míos de
nuevo, lamiendo las comisuras hasta que felizmente permito que su lengua entre—.
En un evento de caridad… —Otro beso, esta vez más ardiente y más largo que el
último, dejándome retorciéndome contra su pierna—. Una cena… —Su boca
encuentra mi cuello de nuevo, succionando con más fuerza que antes—. En todos
lados. En todo lo que podía pensar era en ti y lo muchísimo que te deseo. Cuánto te
he deseado así. —Más calmado—. Nunca he querido a nadie de la forma en que te
quiero a ti, Els.
Su boca viaja aún más abajo, hasta que regresa a uno de mis adoloridos senos.
Pero su lengua juguetea, sólo moviéndose brevemente a lo largo de la punta de un
pezón.
—Necesito saber… ¿Soy el único pensando y deseando estas cosas?
—Dios, no. —Mi voz apenas es audible. Es un ladrón que no sólo ha robado mi
corazón sino también mi aliento.
En realidad, jamás he dicho las dos palabras clamando en mi interior a nadie
antes. Ni a Nils, ni siquiera a mis padres o a mi hermana.
Lentamente, desliza el vestido por mis hombros y luego acuna mi rostro.
—Sé que lo que estoy haciendo ahora es egoísta. El primer día que nos
conocimos, eras muy clara sobre que no querías…
Mis dedos se presionan contra sus labios.
—No te conocía entonces. Si hubiera sabido… —No puedo evitar reírme de
nuevo—. Probablemente hubiera destrozado tu ropa justo allí en mitad de ese
pasillo. Proponiéndome a ti.
Presiona un beso contra mis labios.
—Eso hubiera sido incómodo, ¿no crees?
—Incómodo y, sin embargo, una excelente idea.
—Me alegra que dijeras lo que dijiste, sin embargo. Porque me dio la
oportunidad de llegar a conocerte. —Aparta un mechón de cabello de mi rostro,
poniéndolo detrás de mi oreja—. Y Els, fue una de las mejores cosas que alguna vez
me ha sucedido.
La alegría que siento ahora mismo es estremecedora. 206
—A mí también.
—Probablemente te estás preguntando cómo supe que estarías aquí…
—Charlotte —digo brillantemente. Amo a Charlotte.
—Sí, en parte por Charlotte, pero también porque Isabelle me llamó el día que
se fugó y me hizo una pregunta muy importante.
¿Mi hermana?
—¿Qué…?
—Me preguntó si estaba enamorado de ti. Le dije que sí.
El tiempo se detiene. Lenta y brillantemente, y todo lo que hay ahora en este
momento, es aquí con este hombre.
—También me dijo que trajera mi culo a París, porque estaba bastante segura
que estás enamorada de mí también.
¿Cuándo Isabelle se volvió tan sabia?
—¿Tú crees?
—Espero.
Todos las palabras llenan los átomos que me forman, se encuentran atoradas
en la mantequilla de maní que milagrosamente parece estar revistiendo mi
garganta. Porque… porque abrirse a uno mismo con alguien así es algo de lo que no
te puedes retractar. Una vez que las palabras salgan, estarán afuera para siempre.
Pueden ser perdidas, ignoradas u olvidadas, pero jamás retractadas.
Pero mientras miro esos ojos que sí, de hecho, amo, cualquier pregunta de si
podría o no alguna vez negar lo que siento por este hombre es respondida
firmemente y en voz alta. Así que, en lugar de enamorarme y caer en picado en la
incertidumbre y, sin embargo, segura de repente, abro mis brazos ampliamente y
sigo la corriente. Le digo:
—Sí, lo sabes. Estoy absoluta y completamente enamorada de ti.
También estoy completamente enamorada de la mirada en su rostro ahora
mismo, ya que Christian, quien siempre ha sido demasiado y mucho más, parece
estar también enamorado de mí.
Demonios, sí que me gusta su grandiosidad.
—Qué bueno escuchar eso —dice suavemente—. O esto podría haber sido
desesperadamente incómodo.
Estoy riéndome de nuevo, y ahora me está mirando como si tan sólo fuera
Elsa y él sólo es Christian, y somos simplemente dos personas locamente
enamoradas y no estamos sujetos a coronas, países y deberes. Un pequeño deseo es
enviado, uno silencioso, rogando a todo lo que es bueno en el mundo que permita a
este hombre siempre mirarme así.
La risa se desvanece hasta que estamos estudiándonos el uno al otro, el
silencio acompañándonos en la habitación del hotel. El reloj pasa y la gente
alrededor de la ciudad duerme, y en algún lugar alrededor del mundo otros 207
despiertan, trabajan y viven sus vidas. Pero aquí, en este cuarto, las palabras jamás
dichas en voz alta antes se hunden suavemente en la piel del otro, hundiéndose
directamente a través de músculos y hueso hasta que aterrizan limpiamente en el
alma. Las vidas reglamentadas y ordenadas que siempre hemos conocido y
encontrado cómodas son irrevocablemente alteradas.
Me besa de nuevo, lenta y cuidadosamente, la barba raspando a lo largo de la
piel suave, justo lo suficiente para recordarme que esto es real, él es real, y nuestras
palabras y sentimientos están oficialmente afuera y no pueden ser retractadas. Sin
importar qué más suceda, sin importar lo que el día siguiente o los que siguen nos
traigan, lo que sentimos finalmente está registrado en el censo de nuestras vidas.
Nunca me he sentido más correcta y segura de algo en toda mi existencia.
—Te deseo, Els. —Mis labios cosquillean con sus palabras susurradas—. Dios,
te quiero más que a nada. Pero si quieres esperar, podemos…
El espacio entre nosotros se amplía, incluso si son pocos milímetros. Me niego
a permitir que la distancia nos separe ya.
—Si no me haces el amor esta noche —le digo, con la voz clara, nítida y real—.
Nunca te hablaré de nuevo.
Su endurecida longitud se sacude con fuerza contra mi pierna, así que estiro la
mano y desabotono su pantalón. Un largo y lento siseo sale a través de él cuando mi
mano se desliza más allá de su ropa interior (oh, misericordioso cielo, es roja y sexy
como el infierno) y se envuelve alrededor de cada parte que necesito dentro. Sólo
tuve una breve sensación en la cocina del castillo, ¿pero ahora? Ahora estoy lista
para explorar por completo a Christian. Excepto… que lo quiero tanto dentro de mí
que puedo saborearlo.
Quiero saborearlo.
—Els…
Amo cuando me llama así. Nadie más en todo el mundo lo hace así. Nadie
más tiene el derecho a hacerlo. Sólo él. Siempre será suyo.
—Quítate el pantalón, Christian.
Una divertida ceja se levanta, así que aclaro.
—Quítate todo.
Casi babeo mientras lo veo desnudarse. Una aguda uve y un fino camino de
vello va a una de las vistas más espectaculares que jamás he visto en un hombre, y
la urgencia de caer de rodillas se apodera porque Christian desnudo, como
sospeché, es casi una experiencia religiosa.
Camina hacia mí, pasando la mano por mi vientre hasta que acuna el espacio
entre mis piernas. Ráfagas de fuego pasan por mi cuerpo.
—Tu turno. —Un desconocido y atormentado gemido sale de mis labios
mientras pasa sus dedos de adelante a atrás—. Ya estás mojada, ¿verdad? Tan
mojada —añade, sonriendo como si le hubiera entregado el mejor regalo del
mundo—, que has empapado todas tus bragas. 208
Normalmente, eso me avergonzaría como el infierno, pero no esta noche. No
con él. Porque estoy increíblemente mojada, y todo es por lo que siento por él y eso
no es nada —nada— de lo que pueda avergonzarme.
Se inclina, con la nariz peligrosamente cerca de mi ombligo. Los dedos
lentamente se enganchan a los lados de mis bragas y gimo una vez más, esta vez su
nombre, mis manos moviéndose para agarrar sus hombros.
—Tranquila, tigresa. —Sus dedos trazan el borde de la piel justo debajo del
delgado elástico que sostiene mis bragas—. Como no estamos nadando desnudos en
grupo, no creo que necesites esto, ¿verdad?
Dios, no.
Se ríe y lentamente mira mi rostro.
—Me alegra ver que estás de acuerdo. Pero antes que vayamos más lejos,
debes saber que tengo planeado tomarme mi tiempo esta noche. Necesito aprender
cada cosa que hay que saber sobre tu cuerpo o enloqueceré.
La diversión atraviesa la neblina de lujuria.
—¿Necesitas?
Un beso es presionado en la base de la seda transparente, enviando otra
descarga de intensidad a través de mi centro.
—Sí. Necesito.
Jadeo con cada beso subsecuente.
—Parece… terriblemente… —La seda baja más, permitiendo que un beso
aterrice sobre la piel desnuda—. Dramático.
—Es más como honesto. Demonios, Els. Hueles divino.
Tampoco estoy avergonzada por esto. Me estoy sintiendo bastante dramática
por mi cuenta.
Finalmente, me quita mis bragas, arrojándolas sobre su hombro. Por largos
momentos, se queda quieto y estudia mi cuerpo desnudo. Y entonces mi cabeza
golpea la puerta cuando sus sedosos dedos encuentran mi punto de placer.
Silenciosas y fervientes oraciones son respondidas porque sus labios siguen su
dedo, y ahora estoy más que jadeando. Estoy gritando su nombre. Estoy gritando
su nombre y no he tenido un orgasmo todavía, aunque estoy peligrosamente cerca
por un solo primer toque.
Se pone de pie, levantando mis brazos sobre mi cabeza.
—Confía en mí —susurra. Me pruebo cuando me besa, una experiencia que
siempre me he negado antes, segura que sería desagradable. Pero estaba
equivocada, porque ahora mismo, ¿con él? Es increíblemente excitante.
Antes que pueda tomar aire, se arrodilla de nuevo, abriendo mis piernas una
vez más. Mis caderas se mueven hacia su boca; y soy recompensada con uno, y
luego dos dedos deslizándose hábilmente dentro.
No sé cómo voy a seguir de pie. Mis rodillas están muy cerca de rendirse 209
ahora mismo. Voy a prenderme en llamas como una vela humana y entonces me
derretiré hasta que no quede nada porque seguramente ninguna persona podría
sentir tanto y, literal y físicamente, no entrar en combustión.
Un ruido suena al otro lado de la puerta, de ruedas y platos moviéndose, y
pasos. Y aun así, Christian succiona, lame y juguetea. Sin importarle que alguien
me escuche, chillo y grito y hago todas esas cosas que él quiere escuchar… no
porque haya pedido por ellas, sino porque sabe precisamente cómo sacarlas. Y
cuando honestamente no sé si puedo soportarlo más, me da un último e intenso
lametón.
Me rompo en ciento —no miles— de pequeños pedazos, todos con su nombre
y el mío, juntos.
49
Christian
N o le doy a Elsa el tiempo para recuperarse de lo que espero sea el primero
de varios orgasmos esta noche. Está en mis brazos y la llevo a través de la
suite, abriendo de una patada la puerta del dormitorio. Y entonces
estamos en la cama, que es donde realmente se merecía estar en primer lugar, y la
estoy besando… no con dulzura, como en realidad debería, sino acaloradamente,
con reverencia, como si realmente no tuviera otra opción.
En muchas maneras, supongo que no. Desde el momento en que me encontré
con ella en un pasillo estrecho en California, ha poseído mi corazón y en realidad
sólo se siente como si lo tuviera de nuevo cuando está conmigo. Es aterrador esta
falta de control que amenaza con llevarme lejos de mis responsabilidades cada vez
que siquiera pienso en ella. Las responsabilidades con las que nací, que provienen
más que de la familia, del valor de un país entero de gente que espera que asuma el
trono. Christian, para Aiboland, representa el presente y el futuro. Los periódicos a 210
menudo hablan de cómo el país desesperadamente tiene que precipitarse al siglo
veintiuno. Pienso en la gente que conocí en tiendas de comestibles. O
acontecimientos de caridad. O en las calles. O en todas partes, en realidad.
Nadie piensa en lo que necesito. No es que espere eso, es pura arrogancia. Mi
vida es una de servicio. Aiboland viene antes que Christian, ¿verdad? Siempre va
antes que mis propios deseos y necesidades.
Pero entonces conocí a esta mujer y me hizo, por primera vez en mi vida,
querer algo más de lo que tengo. Así que la estoy besando en serio, como si tuviera
que hacerlo porque es mi aire, mi luz del sol, mi calor, mi propia sangre en las
venas. Como si fuera la razón por la que el músculo en mi pecho late tan fuerte y
rápido, porque es ella. Me hace sentir como si pudiera ser algo más que lo que todo
el mundo necesita y eso es más embriagador que cualquier droga o bebida en el
mundo. Estar aquí con Elsa, a la que acabo de saborear y escuchar mi nombre
saliendo de sus labios mientras se deshacía en mis manos... Es la mejor maldita
sensación que alguna vez he sentido.
Pero me estoy adelantando. Me he comprometido a tomarme mi tiempo esta
noche.
Me aparto de mala gana, mirándola en la pálida luz de la lámpara, la forma en
que su oscuro cabello se extiende alrededor de su cabeza como ondas caóticas por
todo el blanco y esponjoso edredón. Mirando sus vidriosos ojos, el líquido deseo
mezclándose en sus irises. A sus labios hinchados. Es verdaderamente una valkiria
o, por lo menos, algo voluble y temporal, porque seguramente esto no puede ser
real. Ella no puede ser real. Ésta es una más de las muchas fantasías que he
construido en torno a esta mujer durante las últimas semanas, ¿verdad?
Su mano acuna mi mejilla; sus labios rozan los míos.
—¿Estás bien?
Es un puño alrededor de mi corazón. Sí, quiero decirle. Sí. Sin embargo, las
palabras se me atascan, no porque tenga miedo de decirlas, sino porque es
demasiado difícil ofrecer algo coherente ahora. Así que, en su lugar, la beso. Larga,
ardiente y significativamente. Y entonces, lentamente empiezo a memorizar el
mapa del cuerpo de Elsa con mis manos y boca. Antes que siquiera me dé cuenta de
lo que está sucediendo, se desliza debajo de mí hasta que estoy dentro de ella, tan
profundo que todo lo que puedo hacer es jadear y luego gemir. Es tan cálida y
apretada, y es como si acabase de morir y he ido al cielo, tan absolutamente
empalagoso como suena eso, porque ninguna otra vez que he estado con una mujer
ha sido tan intenso.
Había esperado que esto sucediera esta noche. Había sido el mejor de los
deseos, como soplar las velas de una tarta de cumpleaños. Todo lo que había
esperado, sin embargo, si tenía suerte, era verla. Si el destino se ponía de mi lado,
esperaba decirle mis sentimientos, tan malditamente aterrador como era. Pero
había sido prácticamente un deseo de un sueño húmedo el encontrarme alguna vez
dentro de ella.
Pero aquí estamos, y es mejor de lo que esperaba. 211
Se inclina y me besa, toda lengua lánguida, y tengo que obligarme a no
explotar al instante antes de incluso moverme. Pero entonces se levanta y baja y
estoy seguro que mis ojos se ponen en blanco. Agarro su culo, la abrazo con fuerza
y nos hago rodar para así estar encima. Su maravillosa y tentadora boca se abre,
¿para discutir, tal vez?, acerca del cambio en posición, pero tanto como adoro
pelear con esta mujer, la beso en su lugar. La beso una vez más como debo, porque
siento la necesidad de hacerlo hasta mis huesos y luego más allá, hasta los átomos y
moléculas del interior. Habrá un montón de tiempo para dejarla montarme más
adelante. Felizmente seré masilla en sus manos. Pero ahora, para esta primera vez,
quiero durar más de un simple minuto.
Salgo lentamente de ella hasta que estoy casi fuera; lloriquea suavemente con
frustración. Entro de nuevo, una y otra vez a un ritmo constante que la tiene
retorciéndose y jadeando y susurrando mi nombre con una voz suplicante que
ningún hombre que no sea yo oirá de nuevo. Es uno de los sonidos más brillantes
que he tenido alguna vez el placer de escuchar, esta ronca vocalización de dos
sílabas que he resentido durante mucho tiempo. Pero ahora que vienen de ella, es
diferente. Al igual que nuestros cuerpos se unen en el mejor baile que he tenido
alguna vez, nunca he estado más feliz de tener tal nombre.
No tengo idea de cuánto tiempo le toma correrse una segunda vez.
Demasiado pronto, pienso aturdido, cuando su cuerpo se aprieta y luego tiene
espasmos alrededor, pero entonces estoy agradecido de liberarme en lo que sólo
puedo entender como el más malditamente asombroso orgasmo que alguna vez
sentí y toda la atención de mi vida se concentra fuertemente en sólo esta mujer y lo
que me hace sentir.

212
50
Elsa
L
a brillante luz del sol se filtra en la habitación del hotel, desorientándome.
Un teléfono está sonando, y creo que también hay alguien llamando a la
puerta. Estoy adolorida y todavía oh-tan-cansada, pero entonces un cálido
y desnudo cuerpo junto a mí me recuerda todas las horas que pasé practicando el
sexo más alucinante de toda mi vida.
Christian está aquí de verdad.
El silencio permanece en la suite, y paso estos momentos suaves y nebulosos
simplemente estudiándolo. Es adorable cuando duerme, de una manera tan
juvenil: oscuras pestañas cayendo contra sus mejillas, el cabello desordenado en su
frente y suaves y largas respiraciones susurrando desde su pecho.
Mi propio pecho se aprieta en respuesta. Por primera vez en mucho tiempo,
no me siento más libre, porque ese concepto es simplemente un sueño imposible 213
para una persona de la realeza obligada con su deber y su país, sino relajada. Feliz.
No... Es más que eso. Satisfecha.
Aparto algunos mechones color chocolate de sus ojos y me muevo, no lo
suficiente como para despertarlo, pero sí como para acercarme más. Su pecho
desnudo subiendo y bajando me hechiza.
En algún lugar cercano, suena un teléfono nuevamente; unos fuertes golpes
contra una puerta rompen la confusa quietud del momento.
—¿Su Alteza? —El golpeteo se vuelve frenético—. ¡Su Alteza!
Christian despierta sobresaltado, yendo a tientas como si se hubiese quedado
dormido y debería haber estado ya en algún sitio, y fallo miserablemente en no
notar cuánto bajan las sábanas contra su pelvis.
¡Rico! Y también: Más, por favor.
Su voz es ronca.
—¿Qué hora es?
La hora de tener más sexo.
—No tengo la menor idea.
—¿Quién diablos está tocando tu puerta tan temprano?
—Probablemente —digo con sarcasmo—, espías de mi madre.
Gime y se da la vuelta para envolverme con un brazo. Me deslizo hacia el calor
de la cama que compartimos, sonriendo como una idiota.
—Hola.
También sonríe.
—Hola.
Nuestros labios se unen, suaves y tranquilos, y mientras todo desaparece, un
seductor y glorioso pensamiento se eleva a la superficie: esto es real.
Bam-bam, bam-bam-bam.
—¡Su alteza! —Christian se aparta, su nariz rozando la mía.
—Probablemente deberías responder eso.
Nunca me habría imaginado que fuera posible, pero su voz mañanera es diez
veces más sexy que la normal, su acento mucho más perceptible en este estado de
sueño.
Un suspiro de disgusto entra y sale. No quiero hacer frente a cualquier
realidad que no sea esta.
Besa mi hombro.
—Ve a averiguar lo que quiere ésta espía. Cuanto antes lo hagas, más pronto
podremos deshacernos de ella.
Odio que tenga razón. Y odio que tenga que salir de una cama caliente,
acogedora, con un hombre delicioso y desnudo, sólo para poder asegurarle a una
mujer de sesenta años de edad que no he huido. De mala gana me deslizo de la
214
cama y en una bata, todo el tiempo muy consciente de los ojos ardientes de
Christian sobre mí. Echo mi cabello hacia atrás y digo:
—Si sigues mirándome así, no voy a ser capaz de abrir la puerta.
Su sonrisa es deliciosamente traviesa.
Entonces, el ruido y el tintineo de las llaves contra el metal, me obligan a
correr hacia la puerta. Se abre justo cuando alcanzo el pomo, sobresaltándome y
haciéndome apretar mi bata. De pie en el umbral están no sólo el conserje del hotel
y Greta, sino también Mat con su teléfono pegado a la oreja.
Mi calendario mental hace ding-ding con: desayuno-almuerzo con Mat. Y
también: la razón por la cual estoy en París.
—¿Estás bien? —exclama al mismo tiempo que el conserje tartamudea:
—Su Alteza, por favor, perdone mi precipitada entrada, pero cuando nadie
pudo localizarla durante un tiempo, se nos aconsejó que comprobásemos su
bienestar.
Y Greta retuerce las manos, gimiendo:
—¡Estuve tan preocupada esta mañana, Su Alteza! No contestaba al teléfono.
El almuerzo estaba programado a las once. ¿Dormimos hasta tan tarde?
Aprieto más mi bata y ofrezco una sonrisa comprensiva al nervioso grupo.
—Les agradezco su preocupación. Simplemente me quedé dormida.
El conserje hace una reverencia y rápidamente se excusa. Ni Mat ni Greta ven
adecuado seguir su ejemplo, sin embargo. La secretaria personal de mi madre sigue
retorciendo sus manos, como si le preocupara que fuera a desaparecer justo delante
de ella, y Mat está más ofendido de lo que lo he visto alguna vez. Las líneas de
tensión arrugan su frente y un morado oscuro mancha la piel delicada bajo sus
ojos. Da un paso más allá del umbral, metiendo su teléfono en su bolsillo.
No tengo duda que no está feliz por estar aquí. Si tuviera que elegir una
descripción más concisa, insistiría en completamente miserable.
Greta va directamente hacia mi dormitorio, sin duda para preparar mi ropa
para… espera. Greta se dirige a la habitación.
—¡Espera! —grito. Se congela, las preguntas llenando sus ojos—. ¿Te
importaría traerme café? —Abre su boca, por lo que agrego—: No del hotel. —Ahora
me mira como si me hubiese vuelto loca. Y entiendo el razonamiento; este es un
excelente hotel. El café probablemente sea más que excelente también.
Sin convicción, agrego:
—Quizás... ¿verdadero café? ¿De una cafetería?
Sus oscuros ojos revolotean de acá para allá entre Mat y yo antes de relajarse
en ridícula aceptación. Sin embargo, hace una reverencia y se marcha de la suite,
cerrando la puerta detrás de ella.
Mat pregunta:
—¿Te sientes enferma? Estás un poco roja. 215
Para probar su punto, el calor se arrastra hasta mi cuello; Mat claramente se
da cuenta, porque sus ojos trazan el camino demasiado bajo para ser cómodo. Si
bien no hay nada que llamaría interés allí, no estoy segura de si me gusta o insulta
que su enfoque permanezca demasiado tiempo en la uve de mi bata. Junto la tela
con tanta fuerza que se ajusta a mi forma.
Agito dos dedos delante de mi rostro.
—Ojos aquí arriba.
Suspira y hace lo que le pido. Incluso se sonroja un poco.
—Mis disculpas.
—Tal vez debería estar preguntándote cómo te sientes.
Algo que suena peligrosamente cerca de un sollozo y una risa sale del príncipe
sin tierras de pie delante de mí.
—¿Honestamente? Está siendo una mañana de mierda. Cuando no
apareciste...
Un incómodo silencio cae entre nosotros durante largos momentos mientras
nos miramos con recelo. Y es irracional, pero un poco de culpa se burla de mí,
considerando que en mi dormitorio hay un hombre del que estoy enamorada y, en
vez de estar con él, me encuentro aquí obligada a estar con un hombre con el que
todo el mundo piensa que debo casarme
Me aclaro la garganta.
—Tenemos que hablar.
Suelta otro suspiro, uno de irritación mezclado con tristeza. Y luego se tapa
los ojos con una mano y se da la vuelta, negando.
El incómodo silencio se convierte en insoportable quietud. Estoy lista para
expresar mis preocupaciones con más fuerza cuando respira profundamente,
endereza la espalda y, una vez más, me enfrenta.
La frustración se refleja de nuevo en mí.
—Te ruego que dejes ir toda discusión. No puedo... ¿Esto va a ser así, cada vez
que nos veamos vamos a atacarnos así? ¿Es este nuestro futuro? ¿Una gran pelea
tras otra? Sé que no quieres casarte conmigo. Lo has dejado perfectamente claro. Si
deseas discutir sobre ello un poco más... hazlo con los que en realidad tienen voz en
el asunto.
Es suficiente para provocarme.
—¿Quién podría ser?
Se pasa la mano por el cabello. No dice nada.
—Mat. —Toco su hombro, llamando su atención—. Háblame. Tal vez juntos,
podemos encontrar una salida…
Las siguientes palabras salen como una explosión.
—Detente. Sólo… estoy tratando, ¿de acuerdo? Estoy haciendo mi mejor 216
esfuerzo con ésta increíblemente situación de mierda. Necesito que también lo
intentes. Especialmente cuando nos observan.
—¿Cuándo quién nos observa? ¿Las mismas personas que tienen voz en este
asunto?
Se aleja, mis dedos deslizándose de su hombro mientras se aclara la garganta.
—Obviamente, el almuerzo ya no es una opción. Y creo que, debido a cómo
nos estamos sintiendo, deberíamos saltarnos la comida también. Con suerte, mis
padres lo entenderán. Vamos a intentarlo de nuevo en la cena de esta noche. Voy a
enviar un auto para recogerte a las ocho.
—Habla conmigo —ruego, pero no tengo otra opción—. Hay algo que no estoy
entendiendo en este momento. No me dejes en la oscuridad.
Cuando camina a través de la puerta, un triste y pequeño gesto negativo
precede a:
—Nos vemos esta noche, Elsa.
51
Christian
P
or un breve momento y poco caritativo, desprecio a mi antiguo amigo,
incluso mientras unas alertas rojas parpadean en mi mente durante la
breve conversación entre Mat y Elsa. Algo no está bien aquí, y aunque
conozco parte de la historia detrás del por qué el príncipe Gustav tiene tanto interés
en asegurarse que Elsa obtenga el nombre de los Chambéry por matrimonio, me
parece que debe haber una razón bastante mala por el lado de Mat también.
Elsa reaparece en la entrada, su luminoso rostro refleja todas las
preocupaciones que están creciendo dentro de mí.
—¿Has oído algo de eso?
Aparto las mantas y palmeo el espacio vacío junto a mí.
—Sí.
Se desliza en la cama.
217
—Oculta algo. Estoy segura.
—Llevas demasiada ropa puesta. Y sí, estoy de acuerdo sobre Mat.
Cuando sus manos vagan a la cinta de su bata, su cabeza se inclina a un lado
de una forma que casi me distrae de lo que necesitamos hablar.
—Ustedes son amigos, ¿correcto? ¿Tienes alguna idea de lo que podría ser?
¿Por qué insiste en que debo pretender cuando ellos, quienesquiera que sean, estén
observando?
—Déjame hacer esto. —Mis hábiles dedos desatan el nudo y deslizan la bata
de seda por sus hombros, todo en dos segundos. A medida que los rayos de la luz
del sol que se filtran por las cortinas de gasa caen sobre ella, me maravillo ante
cómo mis pulmones se olvidan instintivamente de funcionar a menudo cuando
estoy con esta mujer.
Me fuerzo a concentrarme en el problema que tenemos entre manos.
—¿Qué te ha contado sobre su pasado?
Toma la iniciativa de lanzar la bata al otro lado de la cama al suelo.
—Probablemente tanto como le he contado yo: casi nada.
Planto un beso en un hombro pálido y suave.
—¿No se intercambió nada durante esos tés que compartieron?
Una mano vaga a mi muslo.
—¿Qué compartían mi hermana y tú durante los suyos?
—Ni una maldita cosa. —No. Eso es injusto por mi parte. Lo aclaro—: En
realidad, compartió una excesiva cantidad sobre caballos y el tiempo.
Una suave risa me envuelve, instantáneamente dejándome queriendo mucho
más.
—Punto hecho. ¿Estabas diciendo? ¿Sobre el pasado de Mat? ¿Algo sobre lo
que aparentemente no sé nada?
Mis labios trazan la curva con pendiente donde se encuentran su cuello y sus
hombros. Ah, sí. Estábamos hablando sobre Mat.
—Cuando vivíamos en América, estuvo con una mujer llamada Kim.
Suspira suavemente, inclinándose hacia mí, pero en el momento en que mis
palabras se registran, la pierdo. Elsa se echa hacia atrás, con el labio inferior entre
sus dientes una vez más.
—¿Cuándo rompieron?
Cuando le digo que no tengo ni idea, presiona:
—¿Es americana?
Asiento.
—Lo último que he oído, la familia de él no sabía sobre ella.
Da una palmada en la cama. 218
—Me dijo que había estado enamorado antes.
—Ah, así que compartían.
Una mano desdeñosa se sacude entre nosotros.
—No hubo detalles aparte que había estado enamorado antes. A esto debe ser
a lo que se estaba refiriendo. —Mira alrededor—. Le pedí a Charlotte que
investigase su pasado, pero todavía tengo que saber de ella, gracias a la supervisión
de Su Serenísima Alteza.
—La relación de Mat con Kim no era de dominio público —interfiero—. Tomó
muchas medidas para mantenerlo oculto.
—Aun así lo sabías.
—Bueno, había un número selecto de nosotros que lo sabíamos, sí. No era sin
embargo como si fuera a soltar sus secretos a la prensa. Lo tuve difícil para
asegurarme de mantener mis propios asuntos bajo llave. Dicho esto, Mat era muy
protector con Kim. No quería que la prensa siguiese sus movimientos como hacen
con tantos otros con los que los de nuestro tipo se involucran.
Asimila todo esto en silencio.
—¿La conocías?
Asiento.
—Te habría gustado, considerando todo.
—¿Por qué no se lo dijo nunca a su familia? ¿Es porque es americana?
Escojo mis palabras con cuidado; sin importar qué, esta sigue no siendo mi
historia para que la cuente.
—Parcialmente. También tuvo mucho que ver con el hecho que Kim venía de
un barrio extremadamente violento lleno de crimen. Dos de sus hermanos están en
bandas; uno de los cuales se halla, o se encontraba en su momento, en la cárcel, el
otro ha estado entrando y saliendo de prisión durante años. Esa no era el tipo de
vida que Kim quería, sin embargo. Trabajó duro para convertirse en médico. Había
miedo real por parte de ambos, creo, que la familia de él no lo aprobase. Y la de ella
también.
—¿Iban en serio?
Recorro una mano por su vientre, deteniéndome sólo momentáneamente en
la poca profunda hendidura antes de dirigirme más hacia el sur.
—Esa era mi impresión, sí. Ella estaba loca por él. —Es duro de hacer, pero
mis dedos se detienen—. Els. Hay mucho sobre lo que tenemos que hablar. Hay
cosas que necesitas…
Una mano se posa sobre mis labios. La otra empuja a mis dedos para que se
sigan moviendo.
—Creo —dice lentamente—, ¿que tal vez podemos hablar sobre esto en un
momento?
—Pero… 219
Cuando me besa, mis hormonas se niegan a permitirme hacer nada que no
sea lo que ella quiere. Nos juntamos entonces, todo feroces y suaves al mismo
tiempo, con las bocas fusionándose y las manos vagando y finalmente estoy dentro
de ella una vez más, moviéndome y sintiendo y viviendo y muriendo, todo a la vez.

Cuando la siguiente serie de golpes suenan en la puerta, Elsa lanza sus manos
al aire y deja escapar un pequeño grito de frustración.
Asumiendo que es la secretaria que se unió al viaje de mala gana, le recuerdo:
—Para ser justos, se ha tomado un fantásticamente largo tiempo para
encontrar café. Deben de haber veinte cafeterías, todas en un radio de dos
manzanas del hotel. —Por supuesto, era porque pensaba que Elsa y Mat estaban
juntos, pero aun así.
La mujer promete. Puedo trabajar con eso.
Presiona un beso contra mi clavícula antes de salir de la cama.
—¿Qué vamos a hacer, Chris? No puedo enviarla por café cada vez que quiera
entrar.
Maldita sea, me gusta cuando me llama así. Ese simple mote, tan común,
suena muy perfecto cuando viene de su boca.
Me deslizo de debajo de las sábanas.
—Desde el día que te conocí, he estado sobornando a una persona o a otra
para asegurar que nuestro tiempo juntos no sea interrumpido. ¿Qué hace que esta
mujer sea diferente?
Simplemente me mira fijamente durante unos cuantos segundos antes de
romper a reír con una de sus eróticas risas.
—¿Vas a sobornar a la secretaria personal de mi madre?
—Bien podría hacerlo. Ve a dejarle entrar. Al menos tengo que ponerme
pantalones para que no huya con terror.
Consigo una sonrisa descarada y un firme cachete en el culo.
—Se quedaría alrededor para mirar. Eso te lo garantizo. ¿No recuerdas cuánto
tiempo estuvo admirándote la sirvienta en California?

220
52
Elsa

G
reta lleva tres cafés, lo que es irónicamente ideal.
—¿Su Alteza ya se fue? —Mira alrededor de la habitación, como si
temiera que Mat pudiera saltar de detrás de las cortinas.
—Sí. —Apunto hacia una silla—. Por favor acompáñame a tomar
uno de los cafés por lo que debes haber ido a Niza.
Ella palidece.
—Oh, Su Alteza, por favor acepte mi más profunda disculpa. Yo…
Suspiro. La pobre Greta no reconocería un chiste si la golpeara en la cabeza.
—No es necesario que te disculpes. Fue simplemente una broma. Entiendo
por qué sentiste que debías tomarte tu tiempo, incluso si fue totalmente
innecesario. Por favor toma asiento. 221
Su trasero apenas y toca la tela cuando Christian sale de la habitación,
luciendo tan delicioso en su camiseta y jeans que me babeo justo al lado de la pobre
Greta.
Mientras se sienta a mi lado, pienso: mío.
Una mano está extendida; ella la toma con cautela, los ojos se amplían yendo
de un lado a otro entre los dos, primero con confusión y después con alarma.
Me encanta que esta mujer hable tan claro con la mirada, y que mi madre no
haya extirpado todas las emociones de ella.
—Greta, me gustaría presentarte a Su Alteza, el gran duque heredero de
Aiboland. Para hacer corta la larga historia, él es mi novio, Christian.
La pobre cosita colapsa de nuevo en la silla, incluso mientras lucha por
levantarse y hacer una reverencia ante él.
—Es un placer conocerlo, Su Alteza. —Sólo que no suena como un placer en
absoluto. Suena como si estuviera al borde de un ataque cardiaco.
Christian, por su lado, no muestra ninguna reacción con el concepto que
lancé.
—El placer es todo mío, Greta. He escuchado cosas maravillosas sobre ti de
parte de Elsa.
Creo que nuestros ojos tienen una conversación ante eso.
—Sé que debe ser una sorpresa encontrarme aquí cuando naturalmente
estaban esperando otro a príncipe —continúa, las palabras llenas de un encantador
sentido de camaradería que prácticamente deshace a Greta—, pero voy a dejar esto
muy claro para usted. Todos somos muy conscientes por qué se le ha enviado a
París en lugar de Charlotte.
¿Así es? O mejor dicho, ¿lo es también?
—Somos conscientes que mi presencia la coloca en una terrible posición.
¿Delatas a una mujer adulta ante sus padres autoritarios, sean soberanos o no, o
confías en tu princesa hereditaria para saber qué es lo mejor para ella misma? –
Ensancha esa sonrisa demasiado hermosa—. Greta. No puedes decirme que
disfrutas asumiendo el papel de una niñera. Seguramente no fue esto para lo que
firmaste cuando aceptaste la posición de asistente personal para Su Serenísima
Alteza.
Las palabras que pronuncia son, posiblemente, duras, sin embargo se emiten
de una forma que suenan simpáticamente amigable como si fuera un intento de
favor. No he tenido el placer de ver a Christian en el trabajo antes jugando su papel.
La mayoría de nuestras reuniones en California nos mantuvieron amordazados
detrás del velo de las instrucciones, y aquellos con los que se nos permitió hablar
fueron simplemente oportunidades para recitar las líneas oficiales que nuestros
padres nos dieron. Pero aquí, ¿en la habitación del hotel?
Maldición, estoy tan atraída. No es que no lo estuviera hace tan sólo dos
minutos atrás, pero su abrumador encanto y diplomacia sólo aumentan su factor
grandiosidad.
222
—Pero… pero… —Greta está tartamudeando.
Él continúa suavemente:
—Obviamente, te aseguramos que valdrá la pena mientras contengas tu
lengua.
Greta se queda inmóvil, sus manos estrujándose en su regazo. Y por un
momento, el miedo asoma su fea cabeza. ¿Podrá resistir? No puedo arriesgarlo.
—Greta, has trabajado para mi madre por años. Sabes que se está
comportando de manera irracional con la fuga de la princesa Isabelle. Te pediría tu
comprensión por lo ridículo que es lo que…
Pero no está escuchándome. Está enfocada en Christian.
—¿Cuánto vale mi tiempo?
Él sonríe de nuevo, prácticamente rezumando carisma.
—Vale demasiado.
Minutos después, Greta se va de la suite, con la posibilidad de pasar unas
horas muy agradables en París comprando lo que sea que desee y yendo a donde
sea que quiera.
Antes que pueda derribarlo sobre el sofá, Christian saca su teléfono.
—Créeme —dice, con los ojos intensos y oscuros—. No quiero más nada que
besarte de nuevo ahora mismo. Pero Elsa, necesito saber… ¿estás completamente
decidida a no casarte con Mat?
Esa es una dura bofetada de realidad en mi cara, de seguro. Por supuesto que
no quiero casarme con Mat. No ha sido nada más que dolorosamente clara mi
postura desde el primer día. Pero aparte de Mat teniendo el coraje y negándose a
trabajar conmigo para encontrar una forma de disuadir a nuestros padres, tengo
muy pocas opciones para renunciar en orden de salirme del arreglo. E incluso
ahora eso es una posibilidad remota, considerando la fuga de Isabelle y su salida
del país.
Mi frustración seguro debe verse, porque baja su teléfono y me coloca encima
de su regazo.
—Déjame contarte una historia. Una que es bastante vieja, considerando que
no he podido compartirla todavía, ya que nuestra habilidad de comunicarnos se ha
obstaculizado en los últimos días. Y luego puedes responder la pregunta, ¿bien?
Por los siguientes minutos, él revela el contenido de la sorpresiva llamada de
Isabelle. Estoy sorprendida, sin estar segura qué decir o hacer frente a las
sospechas y acusaciones de mi hermana en cuanto a los acuerdos hecho bajo
nuestro control (especialmente ya que son corroborados por Alfons, un hombre
cuyo ingenio e inteligencia está más ausente lo que no lo está), pero cuando
Christian admite que Parker y Charlotte miraron en los cargos, sólo para encontrar
rastros de validez detrás de estos, estoy en una pérdida mayor de mis palabras.
223
—Parker y yo hemos estamos en contacto con Charlotte casi cada día desde
que tu hermana huyó —continúa, con la voz ronca en la gran suite—. Su marido
está discretamente cavando en asuntos financieros, ya que está más cercano a la
situación. —Christian toca mi rostro, con los dedos acariciando suavemente mi
piel—. Tenía intención de decirte todo esto cuando me enteré, pero… —Su sonrisa
es transparente—. Primero, no pude contactarte por tu teléfono, a lo que Charlotte
luego me dijo que fue confiscado. Y luego, anoche, me distraje. Mis disculpas.
La ira y la tristeza pelean por la supremacía en los apretados confines de mi
pecho. No quiero nada más que irrumpir en el palacio real y obligar a mis padres a
admitir la verdad, y sin embargo hay vacío también. ¿Quién les hace eso a sus
hijas?
—Te pregunté antes si estabas resuelta acerca de no casarte con Mat, Els. —
Gentilmente mueve mi rostro hasta que estoy mirándolo—. Parker está en París,
armado con todo lo que hemos recogido hasta ahora. Charlotte estará aquí en… —
Mira al cercano reloj—. En menos de una hora. Estamos dispuestos a hacer todo lo
posible por encontrar un vacío legal en este matrimonio obligado, pero sólo si es lo
que quieres. —Una pequeña sonrisa aparece, una llena de un simpático sentimiento
de melancolía—. De todas las personas que conoces, creo que puedes confiar en mí
cuando te digo que entenderé si sientes que debes pasar por esto. Sólo quiero que
estés consciente que, a partir de ahora, hay opciones disponibles. No tienes que
estar sin decir nada. Esta no es la Edad Media, sin importar lo que crea el Consejo
de la Monarquía. No somos peones para ser movidos alrededor de un tablero de
ajedrez, todos a la espera de que un mejor futuro se mueva por sí mismo.
No es justo que tenga que hacerle la siguiente pregunta, no cuando nos hemos
conocido el uno al otro apenas por un mes, y mucho menos tener que discutir si
siquiera hay un nosotros que considerar. Pero lo pregunto de todos modos.
—¿Y luego qué? ¿Qué si encontramos el vacío legal?
Él se queda en silencio.
—Pregunto, porque… —Intento tragar el nudo creciente en mi garganta—.
Todavía eres el gran duque heredero de Aiboland. Y yo todavía soy la princesa
heredera de Vattenguldia.
Sus manos acunan mi rostro.
—Lo sé. Créeme, lo sé.
Mi pequeño estallido de risa es lamentable.
—No es como si los soberanos herederos vayan a casarse entre ellos. Ni
siquiera en el siglo veintiuno.
—Lo sé —dice de nuevo. Y luego, más gentilmente—. Ese es un puente que
podemos cruzar cuando lleguemos a este.
Demasiada intranquilidad me llena; no por él, no por mis sentimientos por él,
sino por el vasto alcance del vacío eterno ante mí que no me da pistas sobre un
nuevo futuro una vez fijado firmemente sobre una piedra.
Mi padre amenazó con sacarme de la línea de sucesión, pero con Isabelle 224
siendo la actual oveja negra de la familia, soy la única heredera. La esperanza, tan
pequeña como es ahora, toma agarre.
Entonces Christian revela su propia situación. Me cuenta acerca de su madre,
de la difícil situación de su padre, y como él y también su hermano han sido
acorralados todas sus vidas en los rincones.
Estoy indignada. Entristecida. Celosa y melancolía por aquellos cuyas familias
y tradiciones no son como cadenas en sus muñecas y tobillos como en las nuestras
y viven sus vidas tan libremente.
Qué hermoso seria si de verdad solo fuéramos Elsa y Christian.
—Mat no quiere casarse conmigo. De eso estoy segura. —Soy firme cuando le
digo a Christian esto. Contenida, cuando quiero estallar de rabia—. Más
importante, yo no quiero casarme con él. —Una pequeña sonrisa se desliza en sus
labios, una genuina en un rostro de tanto calor—. Es un tipo bastante agradable,
pero no es el indicado para mí.
Me empapo en la risa de Christian, disfrutando en cómo puedo sentirlo
moviéndose a través de mi pecho. Apreciando cómo, después de todo lo que ha sido
compartido hoy, una emoción tan sincera todavía pueda surgir.
—Que palabras más contundentes. Es un tipo bastante agradable. Justo lo
que cada hombre quiere escuchar cuando una hermosa mujer lo describe. —Él
reclama su teléfono, con los dedos volando a lo largo de la pantalla táctil. Bajo la
mirada para ver el nombre de Parker.
—Nota que no dije que tú fueras agradable.
Él levanta la mirada brevemente, sonriendo.
—Oh, pero lo soy. Sólo espero que de una forma diferente a la de Mat, al
menos cuando se trata de ti.
—¿Buscando halagos, Su Alteza?
El teléfono timbra en su mano a la misma vez que se ríe.
—Mi punto es, él es más cómodo en lugar de emocionante, si es que eso tiene
sentido.
La mueca de dolor fingida de Christian es cómica.
—¿Agradable y cómodo?
—Nos abrazamos; fue similar a abrazar a un hermano. O al menos, lo que
asumo que se sentiría. Tal vez más como un abuelo o un tío. O un simple conocido.
Sus dedos tocan la pantalla.
—Gracias a Dios el pobre Mat no está aquí escuchar a su persona ser
difamada.
—¿Preferirías que estuviera atraída por él?
—Ciertamente no. —Y entonces—. Vi ese abrazo. Fue una experiencia bastante
desagradable de presenciar.
Estoy encantada.
225
—Por qué, Chris. ¿Estás admitiendo que estuviste celoso del agradable,
fraternal y cómodo Mat?
El teléfono timbra de nuevo. Él sonríe mientras admite:
—Sólo que ellos quieren sus brazos alrededor de ti, no los míos. Estaba
bastante seguro que no estabas atraída por él en lo más mínimo.
Gentilmente le golpeo el hombro.
—Qué ego tienes.
Simplemente se encoge de hombros, sonriendo.
—Tú y yo nos abrazamos, a menos que lo olvidaras. Después de nadar
desnudos.
—No he olvidado ni una cosa, en especial cómo ciertamente no se sintió de
hermanos. O —dice con cautela—, en mi caso, de hermanas. Hablando de eso, ¿los
abrazos de Isabelle eran fraternales?
—No sabría decirlo. No nos abrazamos, pero sí bailé con ella una vez. –Su
hombro empuja al mío—. ¿Eso cuenta?
Presiono una mano en mis labios para evitar reírme.
—Nada de eso, Els. Si quieres reírte, ríete. —Besa la comisura de mi boca—.
Me encanta tu risa, ya sabes.
Una frágil sonrisa florece en mi pecho.
—¿Sí?
Él roza sus labios a lo largo de mi mejilla, susurrando en mi oreja.
—Mucho. Creo que es mi cosa favorita para escuchar.
El teléfono timbra una vez más, así que le lanzo una mirada de reojo.
—Sólo un minuto más. Estoy coordinando con Parker ahora mimo. Él está en
este momento en la suite en el piso debajo de nosotros. —Escribe con una mano; la
otra pasa ligeramente por mi pierna desnuda, bajo la seda de mi bata—. Listo para
ayudarnos a detener la Operación: MMR que comienza por completo.
—Gracias a Dios. No puedo imaginarme haciendo algo más con Mat que
abrazarlo. ¿Besarlo? —Un pequeño jadeo se abre paso cuando sus dedos trazan mi
muslo interno—. ¿Por no hablar de tener relaciones sexuales? —Pretendo
estremecerme para ocultar los verdaderos temblores de placer saliendo a la
superficie por su ligero toque—. Cualquier niño entre él y yo tendría que ser creado
en un laboratorio, eso es seguro.
El teléfono finalmente es dejado en una cercana mesa.
—Por el amor de Dios, Els. No hablemos de Mat y tú teniendo sexo. Fraternal
o no, imaginarlo sólo me volvería loco.
Estoy riéndome de nuevo, y es tan irreal como cualquier cosa que he
experimentado alguna vez, mientras estamos planeando explotar mi vida ordenada.
226
También estoy inclinándome para presionar mis labios contra la base de su
garganta. Huele tan delicioso esta mañana, un toque de colonia y Christian,
mezclado con un poco de almizcle del residuo permanente de nuestras horas
juntos.
—Entonces, imaginémonos teniendo sexo —murmuro contra su cálida piel—.
Mejor aún, tal vez debería hacer el hecho, y entonces no habría necesidad de
imaginar nada.
Agarra mis caderas, con los dedos enterrándose en la suave seda de mi bata.
—Parker y Charlotte van a estar aquí tan pronto como él la recoja en el
aeropuerto. Hay cosas que debemos discutir antes que lleguen.
Me encuentro sonriendo ante la aspereza de su voz, y por la creciente dureza
presionándose contra mi muslo.
—Seguramente estarán en el tráfico en su camino desde el aeropuerto.
Él gruñe cuando a propósito me muevo en su regazo con el fin de desabotonar
su pantalón, sus palabras tartamudeando, sus ojos se oscurecen. Y entonces
desaparecen cuando mi boca encuentra a la suya.
53
Christian
C
harlotte entra en la habitación, un vendaval con la fuerza de un huracán de
energía mezclada con perfume en polvo, seguida de un Parker aturdido.
—Me disculpo por la tardanza —le dice la rubia escultural a Elsa,
tirando una maleta, un maletín, un abrigo y una bufanda al suelo—. Pero este de
aquí —dobla un pulgar detrás de ella—, conduce como si tuviera noventa años.
Parker se vuelve de un agradable tono de “maldita mi vida”, pobre cabrón. Le
doy una palmada en el hombro mientras las señoritas se abrazan.
—¿Has traído la documentación?
Desliza la correa de su bolsa de mensajero de su hombro y palmea el cálido
cuero.
—Como hace poco que he descubierto que venías —está diciendo Elsa—, no
hay necesidad de disculparse.
227
Los ojos brillantes de Charlotte me miran. Estoy seguro que quiere
censurarme, pero sus modales deben tomar el control. Una reverencia precede a:
—Me siento honrada de conocerle al fin, Su Alteza.
Elsa dice:
—Nada de Su Alteza por tu parte tampoco. —Se vuelve hacia mí,
prácticamente retándome a llevarle la contraria por la informalidad.
No me molesto en confesar que hice varios intentos con Charlotte al teléfono
sobre esto mismo.
—¿Dónde está Dickie? —pregunta Elsa—. ¿Le has dejado atrás?
—Obviamente. Está en buenas manos, entre Josef, la niñera y mi madre,
estará bien. De todas formas, sólo estoy aquí por la duración de tu viaje, que es
donde debería haber estado en primer lugar. Lo que me recuerda —mira alrededor
de la suite—, ¿dónde está Greta?
—Christian le ha pagado para que vaya a hacer turismo y de compras. —Elsa
dirige a Charlotte hacia la sala de estar—. Si tenemos suerte, no la volveremos a ver.
Por Dios, Lottie. Qué novedad es esta, el no tener que gritarnos la una a la otra sólo
para poder oírnos.
Parker se aclara la garganta.
—Si tengo que tomar mi vuelo, necesito irme en los siguientes minutos.
—¿Tienes todo lo que necesitas? —le pregunto.
Asiente.
—Espera, ¿a dónde va Parker? —se manifiesta Elsa desde su lugar en el sofá.
—Dios mío, Su Alteza —dice Charlotte—, ¿no le ha contado a Elsa nada?
Pedí informalidad, ¿no?
—Para ser justos —dice Elsa—, estábamos distraídos. No ha habido tiempo
adecuado para hablar.
—Hemos hablado —señalo.
Parker tose, Charlotte apenas pone los ojos en blanco.
—El tiempo es esencial, Elsa. Sólo estarás en París durante tres días. Si
nuestro plan va a funcionar, debemos utilizar cada momento disponible para
nosotros.
Sin embargo me encanta que Els se niegue a ser sermoneada.
—Entonces por supuesto, hablemos, empezando por a dónde va Parker.
—A Nueva York —le digo.
Elsa chasquea los dedos.
—Mat vive parte del año en Nueva York.
—Y Kim vive ahí todo el tiempo —le ofrezco.
228
—¿Parker va a viajar hasta Nueva York para hablar con la novia de Mat? O,
¿posible ex novia? —Mira entre nosotros—. Mi tiempo encerrada en la torre en casa
me ha puesto en desventaja sobre los detalles aquí.
—Alguien debe verificar una sospecha que tengo —dice Charlotte—. Y, como
Parker ha conocido realmente a esta Kim, es mejor que vaya él.
—¿Qué tipo de sospecha? —Es adorable cómo suena totalmente sospechosa
por esto ella misma.
Asiento a Parker; él extrae un sobre de su bolsa. Se la pasa a Elsa, quien revisa
los contenidos.
Su boca cae abierta, las fotos se desparraman en su regazo.
—¿Está embarazada?
Miro las fotos también, con una roca hundiéndose en el fondo de mi
estómago. Mat, ¿en qué diablos te has metido?
—Ciertamente eso parece, ¿no? —pregunta Charlotte—. Por lo tanto, Parker
tiene que charlar con la señorita.
Los azules ojos de Elsa encuentran los míos.
—Pensaba que no sabías si seguían juntos o no.
—Ah, así que al menos algo han discutido —suelta Charlotte.
Ignoro el golpe.
—No lo sé —le aseguro a Elsa—. Como parece, Mat no está hablando mucho
ahora mismo excepto lo que sus padres le están ordenando que diga, debemos ir
directos a la fuente. No hay ningún número de teléfono asociado a Kimberly
Johnson en Brooklyn, pero el investigador privado que Charlotte contrató la ha
seguido hasta un apartamento que actualmente está bajo vigilancia por alguien que
no es nuestro hombre.
—¿Quién más la está espiando? —le pregunta Elsa a Charlotte.
—Hombres que tienen lazos conocidos a una familia del crimen italiana. —
Charlotte hace una pausa—. Lo cual complica mucho las cosas.
Elsa está sorprendida.
—¿Estos criminales tienen conexión con los hermanos de Kim?
—Desafortunadamente —dice Charlotte—, eso en la actualidad sigue siendo
un misterio. Nuestro hombre lo está investigando, pero obviamente, debe moverse
con cuidado.
Elsa piensa en esto.
—Así que todos han estado jugando a espías mientras yo he estado encerrada.
—Una ligera sonrisa curva sus labios—. ¿Quién de ustedes es Holmes, y quién es
Watson?
—Yo soy Holmes —dice Charlotte firmemente—. Y seguramente Watson
también. Estos dos son los policías de Keystone.
229
—Está bien. Parker va a encontrar a Kim. —Los dedos de Elsa encuentran los
míos—. ¿Cuál es el plan desde ahí? ¿Simplemente le preguntará a la mujer quién es
el padre del bebé?
—Más o menos —dice Parker en voz baja—. Aunque espero hacerlo con más
tacto.
—¿Y si admite que es de Mat?
—Entonces —le digo a Elsa—, la va a poner al teléfono conmigo, y voy a
insistir para que se suba a un avión con Parker y venga directamente a París. Si
todo va como lo planeado, estarán en un vuelo de vuelta a las seis horas de
aterrizar.
—¿Luego qué? ¿La intimidamos para que admita esto a quién… mis padres?
¿A los de Mat?
—Nada de intimidar —le asegura Charlotte—. Considera esto lógicamente,
Elsa. Si tus sospechas son correctas sobre que el príncipe Mathieu también está
siendo forzado en este arreglo, será terriblemente duro para permanecer leal y
cumplir los deseos de sus padres cuando el supuesto amor de su vida, embarazada
con su hijo, esté delante de él.
Elsa se levanta del sofá, enfurecida.
—¿Crees que él lo sabe? Porque no puedo entender cómo o por qué se casaría
conmigo si espera un hijo con esta mujer. Claro, no le conozco tan bien, ¡pero
nunca me ha parecido el tipo de persona que abandonaría ese compromiso!
Voy a donde está, tomando posesión de sus manos.
—No lo sabremos hasta que le preguntemos.
—Llámale. —Su voz tiembla—. Trae su maldito culo hasta aquí ahora mismo.
—¿Y decirle qué? —pregunta Charlotte desde el sofá—. ¿Sospechamos que la
mujer con la que todavía puedes o no estar saliendo está embarazada con tu hijo?
¿Qué dices? ¿Y si nos equivocamos? ¿Y si rompieron hace mucho, y este es el hijo
de otro? —Niega—. ¿Y si su ruptura fue amarga, y ninguno quiere tener nada que
ver con el otro? La mejor forma de actuar es esperar hasta que Parker tenga una
conversación con la mujer en cuestión primero.
—¡Estamos hablando de mi vida!
Las manos de Elsa agarran las mías, la rabia y la frustración suben por su
cuello en rubores. Nunca la había escuchado con tanta ira antes.
—También es la vida de Kim —le recuerdo suavemente—. Y la de Mat.
Sus ojos azules brillantes se miran.
—¿Y la tuya?
Pregunta esto bruscamente. Le devuelvo una respuesta igual:
—Y la mía.
Su cólera disminuye, sólo un poco. Y luego asiente, resuelta.
—Parker, entonces es mejor que te vayas. El resto de ustedes, quiero oír y leer
todo lo que tengan sobre la mala gestión de mis padres de las finanzas de la familia. 230
Ya es hora.
54
Elsa

D
espués que Parker se va, Charlotte presenta todo lo que ella y Josef han
descubierto referente a la crisis financiar de mi familia.
Vattenguldia es una monarquía constitucional, lo que quiere decir
que la familia real es más bien simbólica que en poder absoluto. Sin embargo mi
padre es popular e influyente, más que su padre, y su padre anterior a este. El
parlamento hace caso a la monarquía de Vattenguldia no porque es lo que se
espera, sino más bien porque sus soberanos tienden a tener el bienestar del pueblo
al corazón. Es decir, que nuestra línea familiar ha sido siempre ridículamente rica.
Fuera de lo que los contribuyentes en nuestro principado pagan para nuestro
sustento, también poseemos una amplia cartera de valores del estado real,
propiedades en empresas tecnológicas y una inmensa colección de arte. Las
acciones y los bonos pueden superar la riqueza de mi madre pero el dinero
concedido a nosotros por los contribuyentes no lo hace. Cegada por su visión por 231
una Vattenguldia mejor, ella dirigió una secreta inversión en lo que volvió a ser un
esquema Ponzi, todo en su busca de transformarse en el Mónaco del Norte.
Millones de dólares que los contribuyentes confiaron en nosotros para usar
con inteligencia habían desaparecido.
De manera realista, puedo entender por qué mis padres están frenéticos.
Soberanos o no, es difícil y vergonzoso explicar al pueblo por qué el dinero que
llegó de sus bolsillos desapareció y lo más probable nunca será recuperado. A
menos que se liquide el contenido del palacio, hay una pequeña esperanza de
reemplazar el dinero antes que el escándalo destruya el principado. En
Vattenguldia, nadie está exento a las auditorias, ni siquiera la casa real. Entonces,
¿qué hicieron mis padres, para ganar unos fáciles euros (o varios millones) para
ellos mismos?
Decidieron casar a su hija con un rico destituido de la realeza a cambio de
traerlos de vuelta por la puerta de la realeza.

Charlotte está en la otra habitación, al teléfono con Josef y Dickie. Está


murmurando en el receptor, preguntando al infante si se lo está pasando bien con
su padre. Lo sé porque siento que el hotel entero puede escuchar la conversación al
igual que yo.
—¡El bebé no es sordo, Lottie! —grito.
Christian se levanta de la cama y cierra de golpe la puerta.
—Tampoco lo es Charlotte.
—Podría ser. —Me pongo los pendientes de esmeraldas de la familia que mi
padre me regaló en mi decimosexto cumpleaños. Su valor, si se venderían, ¿podría
ser valioso para la deuda que mis padres tienen con Vattenguldia?—. Más parece
que lo es. Por muy dulce que sea Dickie, tiene un par de pulmones como nadie. Me
pregunto si Charlotte incluso sigue coherente.
Él pregunta dónde había colgado Charlotte mi vestido para esta noche. Es una
pieza clásica de elegante seda, fuera de las pasarelas.
—Me gusta ese vestido. Pero además, tienes una asombrosa habilidad de verte
hermosa en todo lo que vistes.
Mis rodillas se aflojan.
—Puedo inventarme una excusa, lo sabes. Mat ya cree que no me encuentro
bien. —Irritación estalla ante simple pensamiento.
Christian saca el vestido de la percha.
—Mat no es el villano aquí, Els, sin importar cómo se siente en este momento.
Si nuestras sospechas son correctas, él está simplemente tan atrapado y
manipulado como hemos estado nosotros.
Pongo mi bata en la cama y tomo el vestido que me ofrece. Su mirada es
excitada cuando me mira deslizar la seda sobre mi cabeza.
232
—Mira si puedes conseguir hablar con él esta noche —dice Christian—. A
escondidas en caso que realmente los vigilen.
Me giro, tirando mi cabello por encima de mi hombro.
—¿Me subes la cremallera?
Dedos rozan mi espalda, primero arriba de la base del nacimiento de mi
cabello y después abajo donde mi espalda se une a mis partes bajas. Un beso en mi
omoplato antes que la cremallera sea subida lentamente. Y deseo que fuera
Christian con quien cenara esta noche y nadie más.
—¿Tú y Charlotte tendrán una fiesta de pijamas mientras estoy fuera?
Un beso fugaz encuentra su camino en la piel bajo mi oreja antes de echarme
el cabello hacia atrás.
—Oh, seguramente. Seguida de una pelea de almohadas.
Me giro.
—Cuidado. Es despiadada con las almohadas. Una vez cuando éramos niñas
tuve un ojo morado por media semana, gracias a su increíblemente fuerte puntería.
—Anotado. —Manos rozan mis brazos—. A pesar de todo, intenta disfrutar
esta noche. Recuerda, Mat es fraternal, amable y agradable.
Estoy en las puntas de mis pies, una mano curvándose alrededor de su cuello.
—¿Me recoges después?
Su boca baja tan cerca de la mía que respiramos el mismo aire.
—¿Estás segura que es una buena idea?
—No. Pero me gustaría que lo hicieras de todas formas.

Mat se ve bien, como Mat en esteroides cuando finalmente llego al


restaurante. Está vestido en una tajante camisa a cuadros y una arreglada pajarita,
acompañados de un jersey gris aparentemente gastado a la vista y pantalón gris
fino oscuro que parece pintado. Su cabello está revuelto, su descuidada barbilla y
sus gafas están un poco dobladas. No puedo negarlo, Mat es un atractivo y
sofisticado príncipe.
Murmullos en voz baja llenan el restaurante cuando soy conducida hacia la
mesa en la cual él ya está sentado. Mis movimientos traen pequeños destellos de
luz. Mi guardaespaldas hace una rápido escaneo de la sala antes de meterse detrás,
al lado de la escolta de Mat. Mientras me acerco, él se levanta, ofreciéndome lo que
estoy segura que es una sonrisa de bienvenida. Es más melancólico que cálido, sin
embargo. Tenso.
Lo sabe, no puedo dejar de pensar. Sabe que ahí fuera hay una mujer, una que
ama, o por lo menos, una a la que quiso profundamente. Y sabe tan bien como yo
que esta mujer no soy yo, ni nunca lo seré.
Nos abrazamos en bienvenida, seguido de besos al aire. Cuando nos
sentamos, un camarero aparece para abrir una botella de vino ya enfriándose al
lado nuestro. Mat me dice: 233
—Te ves muy bonita esta noche, Elsa.
Acepto una copa del camarero.
—Estaba contemplando lo elegante que luces tú esta noche.
Mat se ríe.
—¿Es por las gafas?
—Eso también. Es un bonito aspecto, uno adecuado para ti. —Para un
príncipe que se enamoró de un médico, rebelándose contra los estereotipos.
Mat finge una mueca. Levanto una ceja en modo de pregunta así que aclara:
—Bonito es apuñalador para el ego.
La necesidad de soltar la risa es fuerte mientras las palabras de Christian me
vuelven a la memoria.
—¿Primero elegante, después bonito? —Niego, divertida—. Y pensar que la
gente viene a escuchar mi fluidez elocuente en discursos.
Una risa retumba de su garganta y es un sorprendente alivio ver un poco de
genuina tranquilidad en su rostro.
—No he tenido muchos discursos aparte de esos del colegio. Supongo que esto
es una ventaja de ser parte de una familia depuesta.
Una, pienso en mis adentros, desesperada para volver a un trono.
—¿Has disfrutado yendo a una universidad en América?
Sombras de regreso quitan la pizca de humor que se había permitido sentir.
—Muchísimo. —Aleja la mirada, hacia la ventana que da a la calle de París—.
Tú has ido a Oxford en Inglaterra, ¿verdad?
Muy buen cambio de tema Mat.
—Sí.
Frota el rastrojo en su mejilla.
—Incluso he pensado volver y conseguir mi doctorado.
Sorbo mi vino lentamente, el líquido amarillo bajando por mi garganta.
—¿En América?
Suspira en una ráfaga de desprecio a sí mismo junto a una negación.
—Tenía la esperanza, pero…
Trazo la boca de mi copa hasta que se escucha suavemente.
—Pero se espera que te cases conmigo y te mudes a Vattenguldia.
—Elsa…
Recojo mi carta de menú y la abro.
—No he comido en este restaurante. También estoy enamorada
desesperadamente de otra persona. —Una sonrisa alegremente por encima del
cuero negro—. ¿Qué me recomiendas pedir esta noche?
234
La copa de vino se queda inmóvil en sus labios una vez que mis palabras,
como aire escapando de un globo, espetan entre nosotros.
—Me inclino hacia el pescado, si de verdad quieres saber. Es una cosa
escandinava, estando rodeados de tanta agua.
El vaso encuentra su camino de vuelta a la mesa. Aclara su garganta antes de
decir en voz baja:
—Estoy bastante consciente de esto.
Pero sé que no hace referencia a mis preferencias culinarias.
—¿Lo estás?
Con los ojos cerrados detrás de sus gafas, las manos agarrando el borde del
lino que cubre la mesa.
—Sí. —Su voz es ronca—. No soy ciego, lo sabes. Lo vi sucediendo. Todos lo
saben, incluido yo.
—¿Y aun…?
—Mis manos están atadas. —Tanta rabia y remordimiento llena sus ojos
cuando los vuelve a abrir—. ¿Crees que me gusta la idea de hacer esto a un amigo?
—¿A qué amigo te refieres? —pregunto a la ligera—. ¿Yo o él?
—Tienes que entender…
Me inclino hacia adelante, indignada. Olvida fingir esta noche. No me importa
ni un ápice de la furia de mi madre en casa una vez descubra que no he jugado
adorando al pronto-va-ser-mi-prometido durante la cena.
—No entiendo, porque te niegas a informármelo al igual que por qué estás
continuando con esta farsa. ¿Estamos siendo vigilados?
El camarero reaparece, con una cesta de pan en su mano. Mat rápidamente
pide para ambos lubina asada, enviando al hombre a sus asuntos otra vez.
—Me niego a hablar estas cosas en medio de un repleto restaurante. No
cuando hay… ojos y oídos.
—Muy bien. ¿Dónde deberíamos hablarlo?
Niega.
—De todas formas no importa. Hablar no va cambiar el resultado.
—No estoy de acuerdo.
Me mira, rigidez alineando las comisuras de su boca, frustración seguramente
cosquilleando la punta de su lengua, pero justo cuando pienso que va a continuar
argumentando, apenas suspira.
—Me gustas —le digo—. Créetelo o no, lo hago. Y pienso que bajo diferentes
circunstancias, podríamos posiblemente ser estupendos amigos. Espero que un día
lo seamos. Pero nada de esto ocurrirá mientras los dos escondamos cosas el uno del 235
otro.
Sus labios se presionan juntos mientras masajea su frente.
—Aquí, empiezo yo. Recientemente he descubierto por qué se me había
ordenado casarme contigo. Es un total anticuado motivo, me temo. Me casaré
contigo por dinero. Un montón, por lo que puedo decirte. —Doblo mis manos—.
Ahora. Tú turno.
Durante largos segundos, temo que se va a rehusar a contestar. Oficialmente
le he desafiado, en silencio por supuesto, pero también le he dejado saber que no
me echaría atrás. Sin importar lo que pase entre Christian y yo, no puedo seguir
casándome con un hombre que no amo.
Estoy terminando mi copa de vino cuando murmura:
—Mis razones son menos sabrosas. Estoy haciendo esto porque, si no lo hago,
alguien que significa mucho para mí va sufrir, y no puedo permitir eso.
Está hablando de Kim. Debe ser eso.
—Mat…
—Si quieres ir más lejos hablando, muy bien. Eso vamos a hacer. —Se quita
sus gafas y frota el puente de su nariz—. Pero no esta noche. No eres la única cuyo
comportamiento está siendo reportado, lo sabes. Se supone que no vamos a hacer
turismo mañana, pero… ¿tal vez puedas estar indispuesta? ¿O despertarte
sintiéndote mal? Pasaré a ver cómo estás y podemos hablar entonces. Digamos,
¿durante el té? —Sonríe con tristeza—. Como en los viejos tiempos, a menos que
consideres que el té no es suficiente para una semana de historias.
Mentalmente calculo las horas de vuelo que Charlotte tendrá hacia Parker y
tal vez Kim. Té por la tarde está reduciéndolo a muy pronto, si todo va según lo
planeado, el vuelo desde Nueva York va estar justo tocando tierra en París a esa
hora.
Un plato lleno de comida cuidadosamente colocada es puesto delante de mí.
Le digo a Mat:
—Es una cita.

236
55
Christian

—¿P
uedo hablar con franqueza?
Charlotte ha, en todo caso, sólo hablado
francamente conmigo desde nuestra primera llamada de
teléfono.
—Por supuesto. No soy de los que rompen la tradición —digo.
—Y sin embargo, lo eres. —Sus ojos se estrechan—. O por lo menos, lo estás
considerando.
No digo nada. Por mucho que respete e incluso me agrade la secretaria
personal de Elsa, tranquilizar a Charlotte de la sinceridad de mis sentimientos
hacia su empleadora no está en la cima de mis prioridades para esta noche.
—Creo que, aunque Elsa nunca te hubiera conocido, se resistiría a casarse con
alguien que apenas conoce, ni hablar que no ama. Ella y su padre tuvieron varias
237
peleas sobre esto durante los meses previos a la Cumbre Decenal. Estoy segura que
eres consciente que es terca…
—Eso es decir poco —murmuro.
—Y quiere lo mejor para su país. Vattenguldia la adora.
—Como deberían.
Charlotte coloca los papeles que ha estado leyendo sobre la mesa y se vuelve
para enfrentarme por completo.
—Sería una gran pena para nuestro país si la perdiéramos.
Tomo mi gorra de béisbol y me dirijo hacia la puerta.
—Lo sería, ¿no?

Elsa emerge del restaurante entre destellos de luz y rostros curiosos deseosos
de ver no uno, sino dos hermosos jóvenes de la realeza juntos. Esboza su regia
sonrisa, la que es paciente y amable. Mat está justo allí, junto a ella, con la mano en
la parte baja de su espalda.
La dirige a la limusina en la que estoy esperando, inclinándose para
susurrarle algo a la oreja. Sonríe mientras él pone una mano en su mejilla y luego
se brindan mutuamente besos al aire. Me muevo más lejos en el asiento, hacia la
ventana que separa la parte delantera y trasera, asegurándome estar sentado en el
lado del pasajero.
El conductor abre la puerta del auto para que Elsa entre. Sus ojos pestañean
brevemente hacia mí y después de vuelta a Mat
—Te veré mañana —dice.
Se cierra la puerta, lo que nos deja rodeados de cristales oscuros.
—Estás demasiado lejos. —Acaricia el asiento a su lado—. No veo ojos negros,
¿así que asumo que tu noche con Charlotte no terminó en una pelea de almohadas?
El auto se aleja de la acera mientras me acerco a ella.
—Ah, no. Pasó la mayor parte al teléfono con su marido.
—¿Y qué hiciste?
—Hablé con mi hermano. Mi madre está... disgustada con que no me
encuentre en el país en este momento.
—¿Es decir?
—Es decir que espero que nunca olvides que la gran duquesa no se parece en
nada a su pública imagen.
La preocupación destella en el cobalto de sus ojos.
—Sin embargo no importa. Puede molestarse todo lo que quiera, pero... Ya he
terminado con sus manipulaciones. Estoy justo donde quiero estar.
Mientras digo esto, Elsa me mira como si fuera el único hombre en el mundo 238
entero, y eso me tiene embriagado con demasiadas emociones como para
detallarlas con precisión. Te amo, quiero decirle mientras me inclino hacia su
hermoso rostro. Te amo. Te adoro. No quiero vivir sin ti.
Pero no digo ninguna de estas cosas. En este momento, los sentimientos son
demasiado fuertes para formar frases coherentes, por lo que, en su lugar, la beso.
Suavemente al principio, al igual que nuestro primer beso en California, y estoy
inmediatamente bajo su hechizo, porque su boca es cálida y acogedora, y un
agujero negro del que no puedo alejarme.
Sus manos sujetan mis hombros, instándome a acercarme más. El auto frena,
sin duda en un semáforo, y en algún lugar en el fondo de mi mente, recuerdo que
hay muchos semáforos entre aquí y el hotel. Me gustaría poder decir que me
importa, que estoy preocupado por el decoro o la decencia o incluso el riesgo de ser
atrapados. Pero las ventanas que nos rodean son oscuras, como la que está entre
nosotros y el conductor, y la necesidad que siento por Elsa es demasiado poderosa
para resistir.
La pongo en mi regazo, colocando sus piernas alrededor de mi cintura en el
asiento. Nuestro beso se profundiza, mi lengua traza la suya hasta que gime en mi
boca. Maldita sea, es un sonido hermoso, y uno que me pone duro y excitado.
La deseo. Aquí. En este auto.
Como si me pudiera oír, Elsa se inclina hacia atrás y desabrocha su vestido-
abrigo. Mi boca se seca, mi polla se convierte en piedra.
Sólo lleva un sujetador de encaje y apenas unas bragas debajo.
—¿Fuiste a la cena en tan sólo un abrigo? —Deslizo la lana suave por sus
hombros antes de trazar la longitud de sus brazos en mi camino hacia sus pechos—.
¿Qué pasó con el vestido con el que te ayudé?
Una deslumbrante y maravillosa risa escapa de ella, dejándome aún más
embriagado de felicidad.
—Como accediste a recogerme, decidí que el vestido era innecesario. Me
cambié poco antes de irme. ¿No lo viste colgado en el dormitorio?
Presiono un beso en la base de su garganta y chupo suavemente; inclina la
cabeza hacia atrás para que el cabello largo pueda extenderse a través de los dedos
que desenganchan hábilmente el cierre del sujetador. Lo quito suavemente,
dejándolo caer sobre el asiento de al lado.
Maldita sea, me encantan sus pechos.
Bajo y hago girar la punta de mi lengua alrededor de un pezón; gime en
silencio, apretando sus dedos sobre mis hombros. La froto contra mí, disfrutando
de la sensación de mi polla contra el pequeño trozo de seda que todavía lleva
puesto. Paso mis dientes por el capullo endurecido antes de reclamar su boca de
nuevo para un ardiente beso que me tiene desesperado por estar dentro de ella.
Me quita la camiseta por la cabeza, arrojándola detrás de ella.
Engancho mis dedos en los lados de sus bragas. Se inclina hacia delante y
susurra en mi oreja: 239
—Rómpelas.
Vivo para servir a esta mujer.
Su jadeo me inflama. Trazo la línea a lo largo del interior de la pierna, desde la
cadera hasta donde ya está mojada. Otro jadeo escapa de Elsa cuando mis dedos
giran alrededor del sensible manojo de nervios entre sus piernas, otro cuando
deslizo un dedo profundo en su interior.
El auto desacelera de nuevo. No me importa la razón, debido a que se está
meciendo contra mi mano, la cabeza echada hacia atrás, y creo que estaría bien con
el mundo explotando a nuestro alrededor mientras pueda verla así.
Busca a tientas el botón y la cremallera de mis jeans, las palabras roncas, el
llamado de una sirena al que no puedo negarme.
—Te necesito. Ahora.
Quito mis dedos de ella mientras saca mi polla dura como una roca. Doblo
hacia abajo los lados de mis jeans, quitándomelos tanto como puedo antes d que
ella caiga justo encima de mí.
Y entonces me monta, justo como quería hacer anoche. Me pierdo todo salvo
a ella mientras el auto acelera, viviendo y muriendo por cada empuje y gemido.
56
Elsa
—E
so —le digo a Christian mientras me inclino para darle un
beso—, fue también una primera vez para mí. Sexo en el auto,
quiero decir.
Una bocina resuena en el exterior. Salto y luego río. Estoy riéndome… y es
absolutamente maravilloso hacerlo.
Sus manos acunan mi rostro.
—Para mí también —murmura.
Miro a su sudoroso y hermoso rostro.
—¿Nunca antes has tenido sexo en un auto? Encuentro eso... sorprendente.
Se mueve, recordándome que todavía está ajustado y cálido dentro de mí.
—No en un auto en movimiento. Así que sí, esto fue una primera vez para mí 240
también.
Otra bocina resuena a medida que disminuimos la velocidad hasta
detenernos. No podemos estar lejos del hotel ahora.
Extiendo la mano y reclamo mi sujetador.
—¿El sexo en un auto en movimiento es mucho mejor que en uno
estacionado?
Aparta mis manos cuando intento abrochar mi sujetador para hacerlo él.
—Oh, con toda seguridad. —Una mano se curva en mi espalda, así puede
inclinarnos hacia adelante y tomar mi abrigo y camisa.
Le pongo la camiseta lentamente por su cabeza, alisando el algodón suave
bajo mis dedos.
—Me alegro.
No dice nada mientras desliza suavemente mis brazos en los del abrigo antes
de abotonarlo. El auto traquetea hacia adelante. De mala gana, me levanto de su
regazo para dejar que se suba los jeans. Sin embargo, soy la que los abotona y sube
la cremallera.
Me dice:
—Me gusta compartir contigo tus primeras veces, Els.
Me inclino hacia delante para darle un beso.
—A mí también.
—En realidad —susurra contra mi boca—, si fuera posible, todas mis primeras
veces de aquí en adelante serían contigo.
Estoy desesperada por decirle que ese también es mi ferviente deseo, la forma
en que nunca antes he experimentado nada como lo que siento por él, pero en el
momento en que su lengua toca la mía, estoy perdida una vez más.

241
57
Christian

L
a Loba, de acuerdo con Lukas, está echando humo por su incapacidad
para encontrarme.
—Mierda, hermano, si vienes a casa, prepárate para ser encerrado.
¿Tenemos mazmorras? Porque estoy seguro que es exactamente donde te va a
poner. La Loba está convencida que éste es otro Isabellegate.
Elsa está dormida en la otra habitación, pero una llamada de Parker poco
después que sus ojos se cerraran me ha mantenido despierto.
Kim estaba dispuesta a hablar conmigo.
Mientras que la conversación propiamente dicha fue corta, puse las cosas tan
claramente como pude para ella. Lloró en silencio, pero estaba enfadada también.
—Odio a la maldita familia de Mat —dijo, y me encogí ante su vehemencia. Es
una buena chica, una agradable (a pesar de mis burlas a Elsa sobre lo lamentable
242
que es la palabra agradable), y no es justo que su vida, ya plagada de turbulencias,
cambiara aún más porque tuvo los medios para enamorarse de alguien de sangre
real.
—¿Estás dispuesta a venir a París? —pregunté.
Vaciló, insegura acerca de lo que pensaría Mat. Pero entonces, la resolución
de acero que había visto antes en su carácter, dio un paso al frente.
—Voy a estar allí tan pronto como sea posible, Christian.
Y ahora, aquí estoy, recibiendo una llamada telefónica de mi hermano,
discutiendo de otra familia real que merece odio.
—¿Le diste la carta? —cuestiono. Había dejado una, por si acaso.
—¡Diablos, no! ¿Me hace el peor hijo del planeta admitir que la he ocultado
porque verla retorcerse es mi pasatiempo favorito?
—Eres el que está actualmente frente al pelotón de fusilamiento —señalo—.
No yo.
—Sólo porque estás en la maldita Francia en lugar de Aiboland. En el
momento en que tus pies toquen nuestro rocoso suelo, vas a estar frente al pelotón
y luego la horca y después, probablemente, serás desmembrado, entonces La Loba
puede coserte de nuevo para convertirte en una marioneta que pueda controlar.
Será Rasputin en todos los aspectos otra vez. ¿Cuánto tiempo crees que este viaje
va a tomar? Porque no sé cuánto tiempo puedo cubrir tu espalda antes que suelten
a los perros.
—¿No quieres decir lobos? Además, Rasputin nunca fue colgado o
desmembrado.
—Jodido nerd de historia. Mi punto es, Chris. La Loba está determinada a
encontrarte. Ahora, responde a la maldita pregunta.
—Si tengo suerte, el mayor problema estará solucionado al anochecer. O, al
menos, parcialmente resuelto.
Se mofa, pero me desea suerte. Se lo agradezco, porque necesito toda la
maldita buena suerte que pueda conseguir.

Charlotte se fue al aeropuerto a buscar a Parker y a Kim, dejándonos a Elsa y a


mí para confrontar a Mat. Cuando la mujer que amo abre la puerta, me acuerdo de
una vez que el príncipe Chambéry y yo fuimos a navegar con amigos una tarde de
finales de verano en Nueva Inglaterra. Fue un momento fantástico, con montones
de cervezas frías que beber y algunos malditos ojos entrometidos. No éramos de la
realeza en ese barco. Sólo unos amigos pasando un buen rato.
Espero que también podamos superar esto como amigos.
No está demasiado sorprendido de verme una vez que Elsa lo lleva a la sala de
estar de la suite. Extiende una mano a modo de saludo. La tomo
despreocupadamente. Cuando dice:
—A pesar de todo, es bueno verte. —Le creo.
243
Elsa se sienta junto a mí en el sofá. Mat elige una silla frente a nosotros.
Lamento que esto se parezca a un interrogatorio, pero como mi hermano señaló, el
tiempo es esencial. Le pregunto a mi viejo amigo:
—¿Qué está pasando?
Algo que suena demasiado cercano a una risa, pero que no contiene el
suficiente humor, sale de él.
—Sé que tú y Lukas creen que me sacan ventaja en tener la peor madre del
mundo —dice—, pero les aseguro que les gano. Mis padres... —Niega. Suelta una
brusca exhalación—. Digamos que no se tomaron bien descubrir que su único hijo
estaba ansioso por pasar su vida con lo que apodaron basura del gueto. Ni la idea
que su línea de sangre sea con el tiempo mancillada por los hijos concebidos con
una mujer quien, a sus aceptables ojos, no es más que un perro callejero.
—Jesús. —Y luego, enojado porque tales juicios pudieran hacerse sobre una
persona antes incluso de conocerla, digo—: Que les jodan. No saben una mierda
sobre Kim.
—Dije la misma cosa, y continuaron con una prolija amenaza contra los suyos,
con la promesa que harían la vida de Kim y de su familia un infierno si no me
marchaba y me casaba con alguien de su propia elección. Alguien que va a ayudar a
recuperar la gloria de los Chambéry.
El color abandona el rostro de Elsa. A pesar de las amenazas del príncipe
Gustav, al menos nunca ha tenido que escuchar esto.
—Después que mi familia perdió el poder, se volvieron... digamos, amables
con aquellos cuyas carreras no siempre eran legítimas. Esa relación ha continuado
a lo largo de los años y ha demostrado ser de beneficio mutuo de maneras con las
que no les aburriré, pero es suficiente decir que, cada vez que los Chambérys tienen
un problema con el que necesitan tratar, se llama a estos asociados.
Las piezas del rompecabezas se deslizan en su lugar. Kim está bajo vigilancia
debido a los Chambérys.
—¿Lo sabe Kim? —inquiero.
Niega.
—Simplemente le dije que lo desaprobaban. No quería preocuparla… ya tiene
demasiado sobre sus hombros, gracias a su propia familia.
Beso el dorso de la mano de Els antes de levantarme.
—Creo que esto exige algunas bebidas. Sin embargo me temo que estamos
limitados aquí. ¿Está bien un whisky?
Mat asiente. Elsa le insta a continuar.
—Verán, cuando mis padres descubrieron que estaba saliendo con alguien que
no habían aprobado, se enfurecieron. Me dijeron que pusiera fin a nuestra relación
de inmediato. Me opuse. Los matones que usa mi familia con demasiada frecuencia
fueron enviados a dar una paliza a los hermanos de Kim.
Casi se me cae el pesado vaso que estoy sosteniendo. 244
En dirección a Elsa, dice:
—Su familia está asociada muy cercanamente a la violencia, así que eso
sucediendo, en su territorio, nada menos fue intensamente aterrador.
La mujer que amo está horrorizada. Yo también.
—Antes que pudiera asimilar lo que estaba ocurriendo, también enviaron a
alguien por Kim. —Traga saliva—. Pasó unos días en el hospital, creyendo que fue
agredida por una banda rival en lugar de la mafia.
Le doy a Mat el whisky, inseguro qué decir en este punto.
—Me aseguraron que la próxima vez que los asociados de mis padres fueran
enviados, no serían tan generosos. —Toma un largo trago del líquido ámbar,
haciendo una mueca cuando desciende—. Les creí. A pesar que rompí con ella, le di
a uno de sus hermanos dinero para conseguirle un lugar seguro. —Se recuesta en la
silla, la derrota llenando su rostro—. Eso fue hace cinco meses.
—¿Has hablado con ella? —pregunta en voz baja—. ¿La has visto desde
entonces?
—No puedo correr el riesgo. —Desprende amargura en oleadas—. Ni siquiera
llegué a verla después del ataque, excepto por fotos que dejé en mi oficina. Así que
ya ves, Elsa, sé que esto no es exactamente ideal, pero no seré el que acabe las cosas
entre nosotros. Los Chambérys han decretado que me voy a casar con los Vasas. Si
no lo hago, no puedo soportar la idea de considerar lo que podría sucederle a Kim.
Cristo. Y pensaba que lo tenía mal con La Loba.
En ese momento, suena un golpe en la puerta. La mirada de Elsa parpadea
significativamente antes de ir a abrir. De repente, dudo de mi decisión de traer a
Kim a París. ¿Y si la han seguido aquí? ¿Qué pasa si los matones enviados para
vigilarla informan de sus acciones a los Chambérys?
Pero entonces, la mujer en cuestión aparece por la esquina, con su enorme
vientre y hermosa, seguida por Charlotte y un claramente cansado Parker. Mat se
pone de pie lentamente, sus ojos amplios, sus manos temblando visiblemente
mientras la asimila.
Es dolorosamente obvio que no tenía ni idea que estaba embarazada.
—Qué... —Traga, mirando su sobresaliente estómago—. Cómo... —Y entonces,
está al otro lado de la habitación, con sus brazos alrededor de sus hombros antes
que algo más pueda ser dicho. Ella está llorando, él también y, si no me equivoco,
Elsa y Charlotte también.
Maldita sea, siento a mis ojos un poco llorosos.
—¿Por qué no me lo dijiste? —le pregunta Mat a Kim.
—Por lo menos ahora no tendré que darle un rodillazo en las pelotas —medita
Elsa antes que les demos algo de muy merecida privacidad.
245
58
Elsa

—N
o puedo aceptar éstos —dice Mat.
La más absoluta ridiculez. Volviéndome hacia
Kim, tomo su mano.
—No es ni de cerca suficiente, pero es un
comienzo.
Su oscuro cabello rizado se balancea sobre sus hombros mientras se queda
mirando los pendientes de esmeraldas en su mano. Pero es claramente más
inteligente que Mat, porque sus dedos se cierran alrededor de las piedras preciosas.
—Gracias.
Durante la última hora, discutimos en detalle qué hacer con nuestra situación
increíblemente compleja. La gran duquesa de Aiboland desea una manera de
participar en los beneficios de los registros de envío de Vattenguldia. Mis padres
246
requieren de efectivo, mucho de éste. Los Chambérys codician la tierra y un trono.
Ninguno ha preguntado alguna vez qué es lo que nosotros, los herederos e hijos,
queremos. Pero ahora que estamos todos juntos en una exquisita suite en París,
muchos de nosotros decidimos finalmente tomar el control de nuestros propios
destinos.
En primer lugar, Christian y yo ayudaremos a Mat y Kim a esconderse. No es
lo ideal, pero van a estar juntos, que es lo que ambos dicen que quieren. Parker
afirma que, gracias a los informes de nuestro investigador privado, fue capaz de
encontrar un camino en su edificio que evitó que los notaran… mejor aún, fueron
capaces de salir de la misma manera. Kim hizo una llamada a su familia, usando el
teléfono de Charlotte, rogándoles que fueran esconderse de inmediato. Ni Christian
ni yo tenemos grandes cantidades de dinero en efectivo con nosotros, pero tengo
los pendientes de esmeraldas para empezar. Tan rencoroso como esto puede ser en
el momento, realmente preferiría que Mat y Kim tuvieran el dinero más que mis
padres.
Parker y Charlotte se ocupan de la estrategia, organizando vuelos y el
alojamiento para los futuros padres. No será fácil; los Chambérys siguen siendo
influyentes en Francia e Italia, y Nueva York obviamente está descartado, ya que
sería uno de los primeros lugares revisados en la búsqueda de un príncipe perdido.
Ninguno de nosotros tiene todas las respuestas… sólo la determinación tras lo
que es correcto.
—Sabes —murmura Christian mientras los destinos alternativos se discuten—,
tal vez deberíamos empezar un nuevo club. La SRLA.
Doy golpecitos en mi barbilla mientras considero esto.
—¿La Sociedad Real Lujuriosa Amorosa?
Se ríe antes de besar el lugar justo debajo de mi oreja.
—Me decepcionas. La Sociedad Real Libertadora.
—Libertadora es una palabra singular, ya sabes. Sería la SRL.
Sus brazos se envuelven a mi alrededor, y si bien son cálidos y confortables y
agradables, están muy lejos de ser fraternales, gracias a Dios.
—Semántica.
—Primero Isabelle, ahora Mat. —Me río contra su camisa—. Fugarse se ha
convertido en una epidemia entre los miembros más jóvenes de la realeza de
Europa.
Minutos más tarde, Mat deambula hacia donde estamos, las manos metidas
en los bolsillos.
—Vas salirte con la suya, Su Alteza. No vamos a casarnos después de todo.
Mi sonrisa aparece a la velocidad de la luz.
—Así es como consigo salirme con la mía.
247
Kim se nos une; sus manos se enlazan, como imanes que no pueden resistirse
el uno al otro. Él es tierno cuando la insta a sentarse y descansar, sólo para tenerla
recordándole que las mujeres han tenido bebés desde los albores de la humanidad
y va a sentarse cuando esté en el avión. Además, argumenta, es doctora y sabría
más que un genio matemático como él.
Christian estaba en lo cierto. Me gusta esta Kim.
Mat me pregunta, líneas tenues arrugando su frente:
—¿El príncipe Gustav y la princesa Sofía estarán molestos al no conseguir su
parte de la fortuna de los Chambéry?
Indudablemente. Pero eso no debería importarle en lo más mínimo a Mat.
—Hicieron su cama, y ahora deben acostarse en ella. En el momento en que
ustedes dos dejen París, programaré una agradable y larga conversación con Sus
Serenísimas Altezas sobre tal cosa.
—Te deseo suerte —me dice. Cuando nos abrazamos por última vez, se siente
bien, porque los abrazos cálidos y fraternales son perfectos para los amigos.
59
Christian
V
a en contra de cada fibra de mi ser dejar que Elsa aborde un jet con
Greta, sin mí, pero sé que debe hacerse.
No puedo luchar las batallas de Elsa más de lo que puede luchar las
mías.
Parker y Charlotte sacaron a Kim del hotel, con Mat saliendo públicamente
antes de desaparecer en París. Ninguna nota fue dejada, Mat temía que si siquiera
mencionaba a Kim por su nombre, su familia sería inmediatamente ubicada. Lo
mejor era irse sin una palabra y con el menor rastro posible. Volaron directamente
a Escocia para casarse, pero más allá de eso, Elsa y yo permanecimos en la
oscuridad.
—Será más seguro de esa manera —razonó Mat—. Elsa podrá declarar una
verdadera y plausible negación. 248
Lo llevé a un lado, preguntando si era posible o no que Elsa se convirtiera en
el blanco de la ira de los Chambérys. Fue inflexible con que no lo sería… por esto, y
si una palabra salía, arruinaría cualquier posibilidad futura para la familia de
encontrar su camino de regreso al poder.
Aun así, una conversación entre Elsa, Parker, Charlotte y yo ocurrió. Los
guardaespaldas de la mujer que amo serían puestos en estado de alerta; se
tomarían las precauciones necesarias para garantizar su continua seguridad. Esa
noche, cuando los Chambérys se dieron cuenta que Mat no se reportaría, como se
requería, una serie de llamadas se hicieron a la policía, Interpol, e incluso a Elsa.
Me vi obligado a retirarme a la habitación que había alquilado para Parker,
inquieto sobre dejarla atrás para hacer frente a su ira, pero por una vez, la prensa
nos hizo un favor.
Las fotografías salieron, demostrando que él abandonó el hotel a principios de
la tarde, vivo y con una sonrisa en su rostro.

Elsa fue rápidamente convocada a casa ni siquiera una hora después que el
aviso de la desaparición de Mat llegó al palacio. Greta reapareció, llevando varias
bolsas de la compra de las tiendas más exclusivas de Champs Elysées y, antes que
pudiéramos tomar un respiro, tenía a Elsa empacando y un auto convocado.
Nuestro tiempo había terminado y ni siquiera podía acompañarla al
aeropuerto.
Maldita sea, dolía como el infierno, sabiendo que ella y yo ahora estamos
separados por más que sólo la distancia, sino también por la incertidumbre y los
países. Ninguno de los dos está obligado a casarse con otro en el momento, pero no
significa que el camino ante nosotros se ha despejado. Hay conversaciones que
deben tener lugar, algunas cruciales para nuestros futuros. Ella debe enfrentarse a
su familia y luego ayudarlos a encontrar una manera de salir del lío que han hecho.
La respeto muchísimo por eso. La princesa heredera de Vattenguldia hará lo que
sea mejor para su país.
Así como yo… tengo que terminar lo que he empezado y garantizar la
seguridad y la comodidad de mi hermano y mi padre. Hay decisiones que deben
tomarse, algunas importantes que no pueden ser fácilmente decididas, no importa
lo mucho que podríamos desear lo contrario.
Ese puente que esperamos cruzar no es una tarea fácil.

249
60
Elsa
E
l periódico más importante de Vattenguldia es puesto de golpe delante de
mí, haciendo sonar mi taza de té en la mesa del desayuno. Una foto de Mat
y yo, dentro del restaurante en París, me mira amenazante. Ninguno de los
dos parece ni remotamente feliz de estar allí, lo que tiene mucho sentido teniendo
en cuenta que no lo éramos.
La Princesa Elsa Miserable En París, grita el titular. Lástima que no me
vieron una hora después que esa foto fue tomada, cuando era cualquier cosa menos
miserable en la parte trasera de una limusina.
Otro periódico cae sobre el primero. El Príncipe Mathieu Desaparecido
Después de Acogedora Cita Con La Princesa Elsa. Un tercero es añadido a la pila:
Una angustiada Princesa Elsa Se Apresura a Casa Tras La Desaparición de
Enamorado.
250
Uno de los largos dedos de mi madre golpea contra la prensa.
—¡Esto es una pesadilla pública!
—Cuan deliciosamente irónico es esto viniendo de ti de todas las personas. —
Mi voz es francamente helada cuando fríamente levanto la mirada hacia mi madre.
Un sonido de sobresaltado desagrado sale de mi padre desde el otro extremo
de la mesa. Su frente es una serie de valles profundos mientras me mira fijamente
desde el borde de su periódico.
Coloco mis manos en mi regazo. Enderezo mi espalda y mantengo mi cabeza
en alto. Soy la princesa heredera de Vattenguldia. Puedo y haré esto. Pedí la
presencia de ambos en el desayuno sólo para que pudiéramos tener esta charla.
—Sé lo que hiciste. —Hago señas para que mi madre se siente. Y entonces, me
aseguro de tener contacto visual con mi padre—. Lo que ambos han hecho. Y hoy
estoy aquí para decirles que me niego a permitir que ustedes malvendan mi vida, la
de Isabelle y nuestra felicidad para encubrir su mala gestión de los fondos de los
contribuyentes.
Todo el color y el fuego se escapan de mi madre mientras se deja caer en una
silla.
—Los esquemas de Ponzi son tan horteras, madre. Como lo es perder
aproximadamente cinco millones de euros que el público espera que sean utilizados
sabiamente. —De debajo de la mesa, saco una carpeta que traje conmigo que
contiene todo lo que Josef, Charlotte, y Parker descubrieron sobre las pobres
inversiones de mi madre—. Dime. ¿Cuánto te prometieron los Chambérys a cambio
de mi mano? ¿O incluso la gran duquesa? ¿Era en conjunto lo suficiente para
asegurar que nadie supiera lo que se ha hecho?
Su Serenísima Alteza Sofía de Vattenguldia está, por primera vez en mucho
tiempo, falta completamente de palabras.
—¡Cómo te atreves a hablarle a tu princesa de esa manera!
Mi corazón da un vuelco aterrorizado cuando me encuentro con los ojos de mi
padre. El rostro de mi madre puede estar blanco, pero el del príncipe Gustav está
rojo de furia.
—Me gustaría pensar que tú, de todas las personas, estarías igualmente
indignado por lo que ha ocurrido —le digo a mi soberano—. Como miembro de la
familia gobernante Vasa, estoy consternada por cuánto dinero, ganado por
nuestros ciudadanos trabajando duro, fue tan tontamente tirado en un momento
en que gran parte del mundo está en crisis económica.
—Olvidas tu lugar —espeta él.
Cuan equivocado está.
—Estoy en deuda con este gran país, y su bienestar está a la vanguardia de mi
mente cuando considero esta situación. Como futura soberana de Vattenguldia, no
voy a permitirme ser usada para encubrir algo tan atroz.
El periódico en las manos del príncipe es doblado cuidadosamente y colocado
al lado de su plato. Sus labios se afinan, hay ira en sus ojos, pero también hay algo 251
más que eso.
Me atrevo a esperar que sea orgullo.
La sorpresa deja paso a las silenciosas lágrimas de mi madre.
—No lo entiendes —susurra—. La prensa nos crucificará. Puede que haya
convocatorias para la disolución de la corona.
—Casi garantizado. —Mi tono se suaviza, pero sólo un poco—. Dicho esto,
estoy dispuesta a trabajar con ustedes para encontrar una solución para reemplazar
los fondos, pero me niego a ser la moneda de cambio que esperaban. Considero que
es el mayor pecado hacia nuestros ciudadanos… hacia esos que confían en nosotros.
¿Revelar que los queridos monarcas venden a sus hijas por dinero y que una huyó
para escapar de tal destino? ¿O confesar sus errores, hacer lo mejor para
explicarlos y prometer hacer todo lo que esté a su alcance para recuperar la
confianza de Vattenguldia al rectificar la situación?
El silencio en la habitación es doloroso. Una parte quiere gritarles, preguntar
por qué la segunda opción no fue considerada, por qué Isabelle y yo éramos tan
fáciles de usar como su manera de salir de este lío.
Pero no lo hago. Una enorme pelea no resolvería nada en este momento.
Ninguno de mis padres está pensando con claridad. Soy la princesa heredera y,
maldición, mejor que actúe como tal.
Mi país me necesita y voy a estar aquí para ellos, incluso si sus soberanos
actuales no lo están.
—Hay un montón de arte y muchas antigüedades en almacenamiento que
podrían ser discretamente subastados o, mejor aún, dados a los museos del país en
lugar del pago. Tal vez este sea el impulso para que nuestra familia mire a nuestro
lugar en la sociedad Vattenguldiana y determinar cómo podemos racionalizar los
costos de la monarquía.
Mi padre me mira fijamente durante un largo momento que casi hace romper
mi columna limpiamente por la mitad. Pero luego asiente y reclama su periódico.

Al día siguiente, entro en la oficina de Su Alteza bajo petición. Bittner está ahí,
trabajando junto a mi padre.
—¿Pediste verme, padre?
Bittner se excusa. Creo que, después de lo que pasó ayer en el desayuno, sabe
bien que no debe quedarse para más bombas de Elsa.
—Antes de entrar en ello de nuevo, Elsa, me pregunto si has oído hablar de tu
hermana —cuestiona mi padre.
Esta es la primera vez que uno de mis padres ha pensado en preguntar.
—De manera indirecta, sí. Es la que descubrió la razón detrás de por qué
estaban tan interesados en que asistiéramos a la Cumbre este año. O más bien, ella
y su nuevo marido lo hicieron. 252
Está tan sorprendido como yo lo estuve por esta noticia.
—Tenía la impresión que su compañero no era demasiado brillante.
—Al parecer, es más inteligente de lo que cualquiera de nosotros le daba
crédito.
Isabelle también.
Su Serenísima Alteza se queda callado por un largo momento.
—Estoy aliviado al oír que te contactó.
—En realidad, no lo hizo. Llamó a alguien más quien me transmitió la
información.
Sus gruesas cejas se alzan.
—¿Y quién podría ser ese?
Me deslizo en la antigua silla frente a su escritorio.
—El príncipe Christian de Aiboland.
La sorpresa destella en su rostro.
—Pero pensé que no estaba interesada en él. Dijo que era aburrido como el
césped y me rogó que no la casara con alguien que le haría la vida imposible.
Oh, Isabelle. Si mi hermana estuviera aquí, la abrazaría hasta que no pudiera
respirar.
—No eran adecuados el uno para el otro, eso es cierto. Y, sólo para que quede
claro, él no es aburrido en lo más mínimo. —Reúno mi valor, a pesar que la
incertidumbre se cierne—. Lo contactó, sin embargo, ya que es consciente de la
magnitud de nuestros sentimientos el uno hacia el otro, y asumió correctamente
que él me informaría de lo que ella sospechaba.
Finalmente, otro padre está quedándose sin palabras.
—Ayer, indiqué mi voluntad de ayudar a capear el temporal que está
cerniéndose sobre los Vasas. Incluso voy a estar allí en la conferencia de prensa
contigo, que Bittner ha programado para mañana. Todo lo que pido es que estés
abierto a lo que voy a discutir y que puedas encontrarlo dentro de tu corazón para
mostrarme que el príncipe y padre que he admirado durante mucho tiempo todavía
está aquí.
Su mueca de malestar es dolorosamente visible, como lo es el pesar que marca
su rostro.
—Planearon casarme con un príncipe depuesto con la esperanza de ganar
para ustedes mismos un bonito euro…
Arrepentimiento o no, mi nombre es una advertencia en sus labios.
Sigo, no obstante.
—Para muchos, eso sería imperdonable.
No se disculpa, ni yo lo esperaba. 253
—Y, sin embargo —digo—, todavía estoy aquí, pidiendo tu ayuda.
Sus labios se fruncen y muchos largos segundos se extienden entre nosotros.
Por último, murmura:
—Considérame intrigado.
—El hombre del que me he enamorado, el que está enamorado de mí, es un
gran duque heredero, preparado para heredar el trono de su país.
Mientras asimila mi declaración, sus juntos dedos golpean contra su barbilla.
—¿Es la gran duquesa de Aiboland consciente de esta relación?
—Si no lo es aún, lo será en breve. —O así lo proclamó Christian cuando nos
fuimos. Como nunca me ha dado ninguna razón para dudar, sin embargo, este no
va a ser el momento en que empiece a hacerlo.
La silla de mi padre cruje mientras se inclina hacia adelante.
—Quieres saber si tal unión es factible.
—Sí.
Gruñe.
—Y pensar que encontraste la situación de Chambéry… desagradable. —Sus
dedos regresan a su escritorio, delineando ligeramente un patrón—. ¿Dices que lo
amas?
—Sí.
Sostiene un bloc de notas, junto con una pluma. Se coloca las gafas, una vez
más, sobre su nariz. Espero pacientemente mientras la tinta fluye a través del
pergamino, deseando tener el descaro de inclinarme y leer sus palabras.
Cuando termina, la pluma es colocada en una ordenada línea paralela a sus
notas.
—Te espero en la conferencia.
Es tan bueno que me voy a preparar justo ahora. Tenemos un largo camino
hacia la recuperación de la confianza en nuestra familia, y hay mucho que tiene que
hacerse para ayudar a asegurar que el legado Vasa no esté completamente
destruido en los anales de la historia Vattenguldiana. Pero en este momento, estoy
lo bastante contenta para confiar, o al menos esperar, que la solución sea
inminente, y aceptar que tal vez, sólo tal vez, mis padres y yo podemos trabajar a
través de esto y reconstruir la reputación de nuestra familia, juntos.

254
61
Christian

E
l asfalto de Vattenguldia es frío y resbaladizo, el cielo oscuro. Ya han
pasado tres meses caóticos desde la última vez que vi a Elsa en persona.
Su principado se vio inmerso en un escándalo cuando el príncipe
Gustav anunció la malversación de fondos de los contribuyentes a la corona. Decir
que las cosas han ido bien para ellos sería totalmente deshonesto, porque
demandas de la abolición de la monarquía surgieron rápidamente en un país
típicamente orgulloso de su herencia. Mientras que se han ofrecido disculpas
formales, y emitido promesas para restituciones, Gustav nunca se acobardó o
inventó excusas que muchos otros soberanos que conozco podrían haber sido
tentados a usar, ni fueron utilizados cabezas de turco. Aunque sigo creyendo que lo
que trató de hacer a sus dos hijas es abominable, no puedo evitar sentir una
reciente y pequeña admiración desarrollarse también.
Reconoció sus errores y está dispuesto a pagar el precio para rectificar la 255
situación.
Elsa se puso al lado de su padre, trabajando sin descanso con el Parlamento y
el pueblo para ayudar a resolver la situación. Y estoy malditamente orgulloso de
ella por hacerlo, porque a pesar de todo, ha mantenido la calma y ha demostrado a
Vattenguldia por qué, si deciden mantener la monarquía, están en buenas manos
para el futuro.
Cuando regresé a Aiboland después de mi viaje a París, descubrí que Lukas no
bromeaba cuando dijo que La Loba me encerraría. Ella y yo nos enfurecimos
durante días, semanas incluso. Tenía que hacerlo. Una vez que tuve la palabra de
mi hermano que todo el dinero que pedí fuera transferido a una cuenta fuera de
país que ella nunca podría tocar, lo que garantiza la solubilidad financiera de mi
padre y hermano si la situación aprieta, dejé que la gran duquesa de Aiboland
supiera exactamente lo que pienso de ella, su estilo de vida y cómo jodió las
infancias de sus dos hijos, y cómo básicamente destruyó la vida de mi padre. Me
amenazó con retirarme de la línea de herencia y con calma la desafié a hacerlo.
—Si crees que me importa una mierda lo que piensas de mí —le dije una tarde
lluviosa—, prepárate para una vida de decepción. —Tomé un periódico de su
escritorio, uno cuyo titular gritaba sobre la menguante importancia de las
monarquías en el mundo, junto con el escándalo de Vattenguldia. Lo lancé justo a
un lado de ella—. Ya he terminado de ser tu príncipe perfecto.
Y después, la primera llamada de Gustav llegó. Y luego muchas más llamadas
subsiguientes en las siguientes semanas, seguido de más llamadas de sus asociados
en el Consejo Monárquico. Era, y todavía soy, cuidadoso como el infierno con sus
intenciones, pero es un comienzo.
Así que aquí estoy, con el corazón en la garganta mientras voy hacia el auto
esperando. El secretario personal de Gustav me espera, la puerta ya está abierta.
Mientras me deslizo en los ricos asientos de cuero negro, recibo un mensaje de
Charlotte, junto con una foto de Elsa sosteniendo a Dickie. La boca del muchacho
está completamente abierta, con los puños apretados mientras grita en silencio
desde mi pantalla. No puedo evitar reír al ver la expresión en el rostro de Elsa.
—¿Puedo preguntar cómo estuvo su vuelo, Su Alteza? —inquiere Bittner desde
el asiento delantero.
—Sin incidentes. —Le envío a Charlotte un texto rápido en respuesta y, luego,
uno a Parker, que se quedó atrás con el fin de ayudar a Lukas a hacer frente a los
asuntos pendientes que estoy pasando por alto—. Y mucho más corto de lo que fue
a California en abril.
Se ríe cortésmente y continuamos el resto del camino en silencio.
Momentos después, un palacio rosa ribeteado en blanco entra a la vista. No es
el Castillo de Hearst, pero es encantador en su propio sentido. Los Vasas han
gobernado sobre este punto de referencia por casi cuatrocientos años y, a pesar de
las tribulaciones actuales, tengo una ligera sospecha que su linaje continuará
haciéndolo durante algún tiempo. Gustav y Sofía pueden no estar ganando
cualquier encuesta de popularidad, pero seguro que Elsa sí. 256
Una vez que giramos, encuentro al príncipe Gustav esperando por la entrada
lateral. Después de bajar del auto, el príncipe asediado da una palmada en mi
hombro.
—Es bueno verte, Christian.
—Gracias, Su Alteza.
No toma ofensa ante mi negativa a ofrecer el mismo saludo a cambio. En
cambio, dice suavemente:
—¿Confío en que todo está en orden?
Silencio el impulso de reír con amargura. Pero eso no es justo. Estoy aquí y
eso es lo que cuenta.
—Tanto como lo puede estar, señor.
Varios miembros del personal recogen mi equipaje del auto.
—La gran duquesa puede ser difícil a veces —dice el príncipe Gustav mientras
nos dirigimos al palacio—. Me gustaría decir que va a entrar en razón, pero tú y yo
sabemos que las posibilidades de eso no son del tipo a las que deberíamos estar
apostando.
Y, sin embargo, estoy en paz con eso en estos días.
—Cambiar no es siempre lo más fácil —admito.
Pero a veces es exactamente lo que se necesita.
—¿Qué es eso? —Le hace un gesto a la caja que sostengo dentro de mis manos.
—El cumplimiento de una promesa que le hice a su hija —digo.
No presiona más.
—Tuve varias llamadas con el Consejo Monárquico esta semana —dice—. Me
gustaría poder dar a cualquiera de los dos respuestas y soluciones en este
momento, pero...
—Pero la tradición gana.
Su sonrisa es tensa.
—Como lo acabas de decir, el cambio no es lo más fácil. En vidas como la
nuestra, la tradición es a menudo la ley. Dicho esto, muchos en el CM no son
totalmente indiferentes a tu difícil situación. Las discusiones se tendrán, Christian.
Más allá de eso, no puedo garantizar nada más, al menos en este momento. —Una
mano me da una palmada en el hombro una vez más—. Excepto asegurarte que
Elsa tiene mi apoyo.
La distancia nubla sus ojos, ya que sin duda refleja sus malas decisiones con
respecto al año pasado, cuando se trata de esa hija, o de la otra, que sus acciones
alejaron.
El cambio no es sin duda lo más fácil.

257
62
Elsa
C
uando el olor de la mantequilla quemada sale de la sartén, lanzo la
cuchara de madera al otro lado de la habitación. A pesar de la insistencia
de Charlotte, la cocina no es una herramienta útil para la relajación.
—¿Es una primera vez, Els?
Me giro en la vasta cocina del palacio para encontrar al gran duque heredero
de Aiboland apoyado contra la puerta, sosteniendo una caja cuadrada.
Debo estar soñando. Debido a que Christian se supone está en Aiboland,
asistiendo a una ceremonia de inauguración de una nueva escuela.
Mis rodillas tiemblan mientras lo miro fijamente. Mis manos no tienen idea
qué hacer. A todo lo que soy capaz de dar voz es su nombre. Sólo su nombre, que
sostiene un millar de preguntas y esperanzas a la vez dentro de dos sílabas.
Tres meses. No nos hemos visto el uno al otro en persona, fuera de Skype, en
258
poco más de noventa días. Nuestro tiempo físico ha sido peligrosamente corto y,
sin embargo... durante los últimos noventa días, los sentimientos que poseo por él
han crecido exponencialmente, así como el temor que el futuro que deseamos
podría no igualar en crecimiento.
El amor de mi vida rompe el contacto visual, no sin antes regalarme una de
sus sonrisas demasiado divinas, amplia, con aire satisfecho, hermosa y deliciosa,
dejándome con ganas de lanzarme a sus brazos y lamer la comisura de su boca.
—La pobre cuchara. ¿Qué te hizo?
—Quemar la mantequilla —digo—. Y no, no es la primera vez. Quemé los dos
últimos intentos de esta estúpida receta.
—Me refiero a tirarla.
—¡Oh! Pues bien, sí. Me contuve hasta ahora.
Cruza la cocina hacia donde estoy. Mi corazón se acelera en mi pecho y se une
a la maratón que sé va a estar corriendo por la capital hoy. Hay una posibilidad real
que esté a punto de desmayarme, lo que sería muy desafortunado, porque la
esperanza está destellando en mi torrente sanguíneo como fuegos artificiales en un
cielo perfecto.
—No me dijiste que habías tomado la cocina como una afición —dice a la
ligera.
—No nos contamos todo. Por ejemplo, fallaste al informarme que venías a
Vattenguldia.
—¿Y arruinar la sorpresa? —Chasquea—. Creo que no.
Extiende la caja; el interior es una tarta. Lo miro, mi boca dolorida por
estirarse ampliamente.
—¿Manzana?
—Ya era hora que finalmente jugueteáramos con una tarta. PIN ha sido
demasiado silencioso últimamente para mi gusto.
Gimo ante su juego de palabras mientras deslizo la tarta sobre el mostrador.
Luego me extiendo y presiono mis palmas contra su cálido pecho.
—¿Acaso la gran duquesa no te tenía bajo llave?
—Fue muy Rapunzelístico, con seguridad —bromea—. Y pensar que no has
venido y trepado por mi cabello para salvarme de mi torre. Tuve que escapar y
encontrar un pastelero, todo eso yo solito.
Alzo una ceja.
—Bien —dice—. Parker salió y me la compró. Es un compañero útil para tener
alrededor.
Me río. Al verlo aquí, en mi cocina, después de tanto tiempo, sin embargo...
Mientras que mis sentimientos por él nunca han flaqueado, ni siquiera en lo más
insignificante, también soy muy consciente que, siendo realistas, estamos en un
punto muerto. Ya ninguno está obligado a casarse en contra de nuestra voluntad,
pero la tradición se cierne en los kilómetros entre nosotros. Vattenguldia estuvo, y 259
sigue estando, en crisis, que requiere a sus miembros de la realeza estar siempre
atentos a los ojos del público. Aiboland se acerca a las bodas de plata de la gran
duquesa. Hay poco tiempo para ser egoísta y dar la espalda a nuestros
compromisos.
Pero aquí está. En mi cocina. En Vattenguldia.
Me encanta ver a este hombre en las cocinas.
Acuna mi rostro.
—Te extrañé, Els. Tarta aparte, he venido aquí hoy porque necesitaba decirte
eso.
Amor, dulce, hermoso amor por este hombre entrelaza cada célula de mi
cuerpo.
—También te extrañé. —Las diminutas hadas dentro de mi pecho comienzan
su baile—. Y me alegro de verte, ¿pero pensé que estabas supervisando una
ceremonia hoy?
Se inclina hacia delante, con su boca encontrando la mía. Saboreo este beso y
lo siento todo el camino hasta los dedos de los pies.
—Lukas está allí en mi lugar. Hay una cuestión mucho más importante que
atender. Una cuestión FCR, para ser precisos. Verás, hay un puente que
necesitamos cruzar finalmente.
El tiempo se detiene. Nada se mueve, nada más que él y yo y el corazón en
nuestros pechos golpeteando dolorosamente a un milagroso unísono.
—Pensé que el puente estaba vigilado —digo en voz baja—. O perdido. O
derrumbado. O incluso que ya no existía, porque los trolls del CM estaban
vigilándolo como el infierno.
Niega lentamente.
—Encontré el puente, Els. Y sé el camino para cruzarlo. Es muy sencillo, en
realidad. No sé por qué me tomó tanto tiempo entenderlo.

260
63
Christian

—M
ira, aquí está el secreto: te elijo.
Sus ojos azules, tan maravillosos e increíblemente
expresivos, parpadean con confusión. Me hipnotizan tan
fácilmente hoy como la primera noche cuando me
preguntó si era virgen. Y lo era, me doy cuenta ahora. No en el sentido literal, sino
metafórico, porque nunca había amado de verdad a nadie como amo a esta mujer.
—No sé lo que el futuro nos depare. —Mi voz es constante. Calmada. Segura—.
No sé si el CM alguna vez aceptará que una princesa heredera y un gran duque
heredero se casen. Pero he decidido que no importa. Te escojo a ti.
—¿Qué significa eso?
—Significa que, si bien tengo la esperanza que algún día el CM y el mundo en
general acepte que estemos juntos, estoy cansado de esperar. Tres meses es mucho 261
tiempo para no ver tu rostro en persona, Els.
—Sí, bien, extrañé tu rostro también —dice—. Pero, ¿qué significa?
Nuestras manos se entrelazan.
—Significa que estoy aquí. Todavía tenemos una batalla con el CM y nuestros
respectivos parlamentos, si llega a eso, pero bueno o malo, estoy aquí. Vattenguldia
te necesita en este momento. Déjame ser alguien en quien te apoyes en este
momento de crisis.
Sus palabras apenas se oyen.
—¿Vas a abdicar?
—¿Oficialmente? —pregunto. Asiente, así que lo aclaro—: No he renunciado
formalmente. ¿Extraoficialmente? —Sonrío—. Lukas y yo tuvimos algunas
discusiones largas sobre lo que sucederá si el CM no nos permite a ambos
conservar nuestros títulos. Estuvo de acuerdo en tomar mi lugar, siempre y cuando
se llegue a eso.
—No puedo permitir que hagas eso. —Traga—. Eres el gran duque heredero.
Aiboland te necesita, sobre todo después del gobierno de La Loba.
Me encanta que piense eso. Sabe acerca de la duplicidad de mi madre. Pero
más importante, me encanta que crea en mí.
—Aiboland no está en crisis. Vattenguldia sí. Y no estoy dispuesto a esperar
para tomar una decisión. Te amo, Els. Quiero estar contigo. Espero que también
quieras estar conmigo.
—¿Estás loco? —pregunta. Pero esa hermosa sonrisa suya regresa—. Por
supuesto que quiero estar contigo.
—Entonces está decidido. Estoy aquí. Incluso podría ser una buena
distracción para el público, tú y yo en nuestros desafortunados estados. Tus padres
querían un cuento de hadas, ¿verdad? ¿Uno público? Además. Soy rico,
¿recuerdas? Muy, muy rico. Y tengo todas estas agradables cuentas de banco, que la
gran duquesa no puede tocar, con dinero que no tiene nada que ver con la corona.
Una ceja se arquea.
—Ni siquiera sabes si quiero que te quedes.
Buen Dios, amo su descaro.
—Esperaba que mi grandiosidad te influiría en persona.
Jadea con indignación fingida.
—Dicho esto, si quieres que me vaya... —Señalo detrás de nosotros, dando un
paso atrás.
Me acerca.
—Maldito tu grandiosidad —murmura—. Además, ¿nunca vas a permitirme
olvidar eso?
—¿Qué, admitir que crees que tengo cierta grandiosidad mística? 262
Ahí está su risa erótica.
—No vas a ninguna parte, Chris.
—Excelente. Ahora que tenemos eso resu…
—Oh, está lejos de estar resuelto. —La determinación llena sus ojos—. Contra
viento y marea, me niego a permitirte abdicar. Si tenemos que ser los que
traigamos al CM al siglo XXI a patadas o gritos, entonces eso es exactamente lo que
haremos. Tú y yo no deberíamos tener que elegir entre el amor y el deber. La
tradición está maldita. Hay espacio para ambos. ¿Por qué no podríamos regir de
forma conjunta ambos países?
También amo su optimismo. En realidad, amo todo lo relacionado con esta
mujer.
La amo.
Respiro profundamente y le digo lo que he pensado desde hace semanas.
—Hasta entonces, tengo una primera vez que poner sobre la mesa de
discusión.
—¿Oh?
Mis manos se enroscan alrededor de su cintura.
—Vamos a perder el control y retozar juntos de aquí en adelante.
Sus ojos se abren de manera significativa mientras absorbe lo que quiero
decir.
—Realmente eres el maldito príncipe azul, ¿verdad?
—No —digo—. Soy Chris, un tipo que pasa a estar ridículamente enamorado
de una chica llamada Els. —Porque eso es a lo que se reduce todo, de verdad. Las
coronas y tronos y obligaciones son importantes, sí.
Pero lo mismo ocurre con esto.
Me pregunta en voz baja:
—Todos los mejores acuerdos se sellan con un beso, ¿verdad?
Sonrío por el recuerdo.
—Oh, por supuesto.
En una cocina a trece mil kilómetros de distancia de la que compartimos
nuestro primer beso, mi boca toca la suya con una dulce promesa. Nos
encontramos en medio de ese puente que hemos buscado durante meses y luego
cruzamos al otro lado.
Y entonces, después de muchos besos y la apertura de una botella de champán
de celebración, finalmente compartimos una primera tarta de manzana, justo como
todos los buenos elementos del FCR deberían hacer cuando han acordado pasar sus
vidas juntos.
Las nuevas tradiciones, estoy aprendiendo, a veces pueden ser incluso
mejores que las anteriores. 263

Fin
Sobre la autora
Heather Lyons es conocida por escribir
historias de amor épicas y sinceras a menudo con un
toque fantástico. De novelas Young Adult a New
Adult, una cosa en común en todos sus libros es el
emotivo y a veces desgarrador, romance. Además de
escribir, también ha sido arqueóloga y profesora. Ella,
su marido y sus hijos viven en el soleado sur de
California y hoy en día están intentando recorrer
todas las tiendas de cupcakes que ella pueda
encontrar.

264
265

También podría gustarte