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Uso y abuso de la
matematización de las
realidades
2044 - Opinión
MIÉRCOLES, 25 DE JUNIO DE 2014 00:00
ESCRITO POR JUAN HUAYLUPO ALCÁZAR

La matemática es el fantasma del aprendizaje de muchos estudiantes de nuestro


sistema educativo. Más allá de su uso generalizado y de la aplicación instrumental
de los números, su manejo formalista no ha sido explicitado, recreando con ello, el
mito de la universalidad, la certeza, lo abstracto, lo absoluto y lo homogéneo, en
un mundo particular, incierto, concreto, desigual y en permanente crisis.

El miedo a la incertidumbre, a la imposibilidad de dominar o controlar las


realidades, se ha servido de la matemática como razón instrumental y simbólica
de la verdad, de la exactitud, de la construcción de un mundo medible, previsible y
controlable. La matemática garantizaba, sin complicaciones ni errores, la
naturaleza cuantificable de las cosas, procesos y relaciones. El mundo racional
medible se constituía en el fundamento de la existencia humana, de sus acciones
y sus realizaciones. Los números y los algoritmos condenan a muchos a las
cadenas de efímeros y dogmáticos sacerdotes.

El cogito ergo sum de Descartes encontró terreno fértil en una sociedad y época
que validó la perfección del manejo de los números, para sacralizar lo que se
hiciera con ellos. ¿Para qué pensar fuera de los números, si son la concreción
certera de sus resultados? ¡Los números hablan por sí mismos! Nos lo han dicho
sus clérigos en la ciencia y en la política, por eso se enseñan miles de cursos de
matemática y estadística en todas las disciplinas de las universidades de Costa
Rica y del planeta.

La matemática es lo que dicen los matemáticos que es la matemática, expresión


usada por el filósofo y matemático, Bertrand Russell, por ser una disciplina formal.
No obstante, se ha escindido de sus creadores para atribuírsele ser expresión de
racionalidad y verdad. Así, se convertía en concreción práctica de la creatividad
humana, que medía de modo particular las realidades, pero sin tomar en cuenta
su especificidad, complejidad, integralidad ni su heterogeneidad para ser
homogeneizada y equiparable a otras realidades. Asimismo, destacar
determinados datos e invisibilizar muchos otros de un mismo fenómeno, es una
arbitrariedad y una parcialización intencionada en los registros cuantitativos.
Paradójicamente los números que se anteponen a las realidades, no las
representan y en muchos casos ni siquiera son aproximaciones a ellas. Los
números distintos para una misma realidad no son comprensibles por sus dígitos
ni por los modelos formales, sino por la significación, uso y la contextualización de
los fenómenos medidos. Creer que las realidades son números es un equívoco
generalizado en el mundo de la academia y del quehacer cotidiano. Las técnicas
matematizadas han subyugado a las personas y sociedades.

La diversidad, pluralidad, heterogeneidad del mundo, han quedado reducidas a


cantidades, desarraigadas, aisladas y caricaturizadas de los elementos que lo
conforman. La racionalidad matemática ha absolutizado a la realidad y la ha
convertido en su equivalente, como lo planteaba Hegel. La asumida
correspondencia entre razón y realidad contribuía a que las cantidades
matematizadas no requieran de realidad, pues la supone implícita. Las magnitudes
cobran independencia, creando nuevos números que no simulan ni se relacionan
con los objetos reales. Al parecer, el principio de la razón suficiente de Leibniz, es
el fundamento lógico racional para aceptar como válidas las proyecciones, índices
y correlaciones, así como los modelos estadísticos, estocásticos y econométricos.
De este modo, se han construido ficciones, realidades aparentes sin tiempo ni
espacio.

Sin embargo, ningún registro, tendencia o experiencia, generan conocimientos ni


pueden ser comprendidos sin considerar las circunstancias y los fenómenos
contextuales que lo determinan. Asimismo, las cantidades usadas para
representar realidades, no son productos fortuitos, aislados ni imaginarios de
relaciones inexistentes. Es un error generalizado suponer como verdad y realidad,
las formalizaciones de modelos matemáticos especulativos.

Se asume implícitamente que la lógica formal y cerrada de la matemática posee la


capacidad de subordinar en sus formulaciones y relaciones cuantitativas, con
independencia de los conocimientos que se tengan sobre ellas, de la complejidad
y diversidad de las abiertas y cambiantes realidades. La sobreponderación de los
números y su organicidad matemática, se independiza de los objetos y los
sustituye para atribuirle características y tendencias, sin necesidad de conocer lo
que mide y proyecta. Las magnitudes, aparentemente absolutas y exactas, han
encubierto por siglos la especulación, la ignorancia y la dominación unilateral de
decisiones, ante supuestas caracterizaciones y previsiones cuantitativas de los
fenómenos. Las cantidades han validado concepciones simplificadoras, reductivas
y pragmáticas de una sociedad y sistema que pretende medir lo inmedible, que
ignora la peculiaridad y lo inédito de los acontecimientos y el dinamismo de las
realidades.

Las ficciones estadísticas han determinado: el financiamiento a los partidos


políticos en las recientes elecciones; la parcialidad del cálculo de las tasas de
inflación para imponer aumentos salariales; la manipulación del déficit fiscal que
establece límites a la acción de las políticas sociales; los indicadores
estandarizados para valorar la salud humana; las estadísticas como
demostraciones en las investigaciones; las tasas de rendimiento en la evaluación
de inversiones y la asignación de presupuestos; los modelos econométricos para
ponderar el crecimiento, etc., etc. La matematización de los fenómenos, no los
sintetizan, pero expresan una cosmovisión y poder para condicionar y orientar
interpretaciones, decisiones y acciones. Los números en los modelos
matemáticos, validados tautológicamente, son usados como presunciones
diagnósticas y preventivas, limitan la libertad y alienan las actuaciones individuales
y sociales.

Las cantidades y sus articulaciones matemáticas de realidades no son absolutas,


son relativas a las características y cualidades de los objetos que se registran, así
como sujetas y subordinadas a los contextos y época de los fenómenos
cuantificados. Las magnitudes sin tiempo ni espacio, carecen de significación
propia, son incomprensibles y no representan realidad alguna.

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