Está en la página 1de 5

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA ARGUMENTACIÓN PARA EL SISTEMA DE

JUSTICIA PENAL?

Alejandro Nava Tovar*1

Puede decirse que la impartición de justicia en el sistema penal en México carece en no


poca medida de legitimidad y efectividad ante la sociedad. La falta de legitimidad y de
efectividad del sistema de justicia penal han mermado la credibilidad de las instituciones
de impartición de justicia. Basta decir, a manera de muestra, que actualmente el índice
de Estado de derecho global ubica a México entre los países más corruptos del mundo
y el sistema penal es parte de esta crisis. Dicha crisis intentó ser resuelta de muy diversas
maneras y por tanto fue buscada una respuesta de tajo a los problemas del sistema
penal. Así, en 2008 fue llevada a cabo una reforma constitucional de largo alcance para
el sistema penal. Esta respuesta consistió en reformar los artículos 16 ―párrafos
segundo y decimotercero―, 17 ―párrafos tercero, cuarto y sexto―, 19, 20 y 21
―párrafo séptimo― constitucionales, con el objetivo de establecer un sistema procesal
penal acusatorio y oral, regido por los principios de publicidad, contradicción,
concentración, continuidad e inmediación y fundamentado bajo el principio de presunción
de inocencia, uno de los pilares del Estado de derecho.

Pero esta no fue la única reforma importante que afectó al sistema penal. También hubo
en 2011 una reforma en materia de derechos humanos que irradiaría al sistema penal.
Esta reforma afectó al artículo primero de nuestra constitución, al introducir el tema de
los derechos humanos en la constitución y la vinculatoriedad de los tratados
internacionales en materia de derechos humanos. Esta reforma tiene la pretensión de
favorecer la protección más amplia de los derechos de las personas y así obligar al
Estado mexicano a promover, respetar y garantizar los Derechos Humanos de
conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y

1
* Profesor Investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales.
progresividad, a fin de prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones de los
Derechos Humanos.

En suma, estas dos reformas impactan de diversas formas al sistema penal y buscan
mejorar las condiciones de impartición de justicia en su doble dimensión, esto es, tanto
a nivel sustantivo como a nivel procesal. El ya no tan nuevo sistema penal acusatorio
centró sus esfuerzos en la oralidad de las audiencias y en los principios de contradicción
e inmediación en la valoración de las pruebas, con la pretensión de que el sistema penal
gane mayor legitimidad y efectividad ante la sociedad.

Pero las reformas de fondo y forma al sistema penal no son suficientes. Considero que
dos cambios son necesarios: por una parte, un cambio cultural en la sociedad respecto
al sentido del sistema penal, y por otra parte, un cambio en la comprensión de los límites
de la interpretación de la constitución, los tratados internacionales y las normas penales,
la exigencia de valorar racionalmente las pruebas y la búsqueda de la adecuada
proporcionalidad entre los delitos y las penas a partir de lo que establecen las normas,
los hechos a probar y los argumentos conclusivos de la autoridad, es decir, una reflexión
sobre el razonamiento jurídico.

Mientras que sobre el primer cambio no diré mucho, pues es un tema que rebasa mis
líneas de investigación, sí puedo advertir que el cambio estructural en el sistema de
justicia penal trajo consigo una reinterpretación de los elementos del razonamiento
jurídico aplicados en la cuestión penal. La implementación del sistema acusatorio
enfatizó en la exigencia de racionalizar el sistema penal a través de la idea de
fundamentar y motivar las leyes penales y los actos de autoridad, dando así mayor
certeza jurídica a los sujetos vinculados a un procedimiento penal, a las víctimas, los
delincuentes y más en general al bienestar de la sociedad.

Esta exigencia de fundamentar y motivar racionalmente las leyes y actos de autoridad


en el campo penal se ve reflejada en profundizar las formas y métodos de razonamiento
jurídico-penal en el proceso penal acusatorio. Por una parte, los métodos de subsunción
e interpretación de las leyes penales y el consiguiente uso de precedentes y doctrina
fueron objeto de una reflexión aguda, pues la persona juzgadora no puede considerarse
sin más un autómata del derecho. Por otra parte, los tópicos relacionados con los
estándares de valoración de las pruebas penales también fueron sometidos a revisión
para poder establecer cómo puede probarse racionalmente un enunciado fáctico en las
diversas etapas procesales, ya sea para conseguir una vinculación a proceso o una
sentencia definitiva. Es decir, tanto los tópicos de la argumentación jurídica como los del
razonamiento probatorio fueron vinculados en la reflexión argumentativa del sistema
acusatorio.

Es fácil entender ahora por qué el sistema acusatorio requiere de un conjunto de


estándares lógicos, interpretativos y probatorios para contribuir a mejorar las decisiones
judiciales en beneficio de la sociedad. Además, cabría agregar que en el sistema
acusatorio la exigencia de argumentar racionalmente está vinculada con las cuestiones
más sensibles de la sociedad, lo cual amerita una explicación más detallada. A diferencia
de otras ramas del derecho, en el campo penal lo que está en juego en muchas
ocasiones es la libertad de las personas sometidas a un proceso acusatorio y la
legitimidad del poder de castigar por parte del Estado. Por ejemplo, ¿qué pasa cuando
una persona es inocente es sometida a un procedimiento penal y sancionada? Por el
contrario, ¿qué pasa cuando las pruebas son insuficientes, aún y cuando existe la
creencia de que alguien es culpable? De la misma manera, ¿qué pasa cuando un juez
dicta una sentencia aparentemente irracional? Por el contrario, ¿acaso el juez debe
imponer una sentencia condenatoria en virtud de la opinión pública, aún a sabiendas de
que el no hacerlo podría implicar duras críticas a su persona y al sistema?

Es así que podemos referirnos sin problema a la importancia de la argumentación


jurídica, la cual ha tenido un peso considerable en la enseñanza del derecho en los
últimos años. La plétora de obras dedicadas a la argumentación jurídica es una buena
señal de ello. En la cultura jurídica latinoamericana este auge ha tenido un impulso
decisivo a partir de la traducción de la Opus magnum de Robert Alexy, Teoría de la
argumentación jurídica, publicada al alemán en 1978, así como la obra de Neil
MacCormick, publicada en el mismo año que la de Alexy, y otros trabajos posteriores
como los de Aulis Aarnio, Aleksander Peczenik y Manuel Atienza.

Este auge académico de la argumentación jurídica puede sintetizarse en la pretensión


práctica de que los resultados de las decisiones jurídicas autoritativas no se basen en la
discrecionalidad, falta de evidencia o irracionalidad del juez y los argumentos ofrecidos
por las partes, la autoridad, los testigos o los peritos, sino en los argumentos fundados y
motivados en términos racionales y jurídicos, esto es, justificados por razones
sustantivas e institucionales expresadas hacia los otros como fundamentación de las
decisiones jurídicas. Del mismo modo, esta concepción del giro argumentativo en el
derecho tiene permite, en primer lugar, describir tres funciones de la argumentación
jurídica, a saber, cómo son elaborados los argumentos jurídicos (función descriptiva),
evaluar racionalmente los argumentos jurídicos (función crítica), y, en tercer lugar,
fundamentar racionalmente los argumentos jurídicos (función normativa). La
argumentación jurídica es una disciplina que nos permite analizar, evaluar y justificar el
razonamiento jurídico, así como argumentar racionalmente en dicho campo. Por ello se
trata de una disciplina que tiene una naturaleza dual: es tanto teórica como práctica. Por
una parte, en ella convergen elementos de lógica jurídica, metodología del derecho,
epistemología jurídica, teoría y filosofía del derecho. Por otra parte, elementos de la
práctica jurídica convergen en esta disciplina de muy diversa manera, pues el
razonamiento jurídico está ligado a normas sustantivas y procesales, a criterios
interpretativos de las normas y a formas de razonamiento probatorio, a tiempos
específicos y a formas especiales de presentación de argumentos.

Así, mi línea de investigación está enfocada en el análisis y evaluación de los temas


fundamentales del razonamiento llevado a cabo en el ámbito penal. De esta manera, me
interesa describir y evaluar los fundamentos generales de la argumentación práctica, los
elementos de la argumentación jurídica, a saber, el razonamiento lógico-deductivo, los
cánones de la interpretación, los razonamientos probatorios, el uso de la dogmática penal
y la doctrina jurídica en general, el uso de los precedentes y los argumentos jurídicos
especiales, así como otros temas de especial interés para la argumentación jurídica en
el campo penal, como son el principio de proporcionalidad, el análisis de las falacias y la
escritura clara en los textos jurídicos. Además, me interesa que la argumentación jurídica
en el campo penal se vuelva un área del derecho accesible tanto para los juristas como
para todos aquellos interesados en la argumentación práctica, pues esta forma de
argumentación institucional suele ser objeto de polémica en la sociedad.

También podría gustarte