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EL ANÁLISIS DE LAS SENSACIONES Y LA RELACIÓN DE LA FÍSICA CON LO FÍSICO

ERNST MACH (1886, revisado en 1905)

CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS: ANTIMETAFÍSICA1

Los grandes resultados obtenidos por la ciencia física en los tiempos modernos-resultados que
no se restringen a su propia esfera, sino que abarcan aquella de otras ciencias que hacen uso de
su ayuda- han dado lugar a que las formas físicas de pensar y los modos físicos de proceder
gocen en todas partes de una prominencia indudable y que las más grandes expectativas estén
asociadas con su aplicación. Al asumir esta tendencia moderna de indagación, la fisiología de los
sentidos gradualmente abandonó el método de investigación de las sensaciones por sí mismas,
desarrollado por hombres como Goethe, Schopenhauer y otros, pero con el mayor éxito por
Johannes Mueller, también ha asumido un modo casi exclusivamente físico. Esta tendencia tiene
que parecernos como no apropiada completamente, cuando consideramos que la física, no
obstante, su considerable desarrollo, todavía constituye apenas una porción de un mayor
cuerpo colectivo de conocimiento, y que es insostenible, con sus limitados implementos
intelectuales, creados para propósitos especiales y restringidos, abarcar todos los asuntos de
estudio en cuestión. Sin renunciar al soporte de la física, es posible para la fisiología de los
sentidos, no solo proseguir su propio curso de desarrollo, sino también ofrecer a la ciencia física
su poderosa asistencia. Las siguientes consideraciones simples, servirá para ilustrar esta relación
entre las dos.

Los colores, los sonidos, las temperaturas, presiones, espacios, tiempos y demás, están
conectados unos con otros de múltiples maneras; y con ellas están asociadas disposiciones de
la mente, sentimientos y voluntades. Por fuera de este entramado, que es relativamente el más
fijo y permanente que se dispone a futuro, grabado él mismo en la memoria y expresado en el
lenguaje. Una permanencia mayor es exhibida relativamente, primero por ciertos complejos de
colores, sonidos, presiones, etc., funcionalmente conectados en el tiempo y el espacio, que por
lo tanto reciben nombres especiales y son llamados cuerpos. Tales complejos no son
absolutamente permanentes.

Mi mesa esta resplandeciente en este momento, más luego débilmente brillante. Su


temperatura varía. Puede recibir una mancha de tinta. Una de sus patas puede estar rota. Puede
ser reparada, pulida, y reemplazada parte por parte. Pero, para mí, permanece la mesa en la
que escribo a diario.

Mi amigo puede estar luciendo un abrigo diferente. Su semblante puede asumir una expresión
seria o alegra. Su apariencia, bajo los efectos de la luz o la emoción, puede cambiar. Su figura
puede ser alterada por el movimiento o ser cambiada definitivamente. Aún así, el número de
los aspectos permanentes inalterados, comparado con el número de las alteraciones graduales,

1
Traducción libre realizada a partir de la versión inglesa The Open Publishing Company, Chicago and
London, 1914, correspondiente a la 5ª edición en alemán. Juan Carlos Orozco Cruz, profesor
Departamento de Física, Universidad Pedagógica Nacional. Este ejercicio constituye un reconocimiento a
la integridad intelectual y a la trayectoria académica de los profesores María Mercedes Ayala Manrique y
Germán Hernando Bautista Romero. Para efectos prácticos, hemos numerado las notas de pie de página
del autor, de forma sucesiva. Cuando se trate de notas aclaratorias que no hacen parte del texto original,
irán precedidas de N.T.

1
es siempre tan grande, que estas últimas pueden ser omitidas. Es el mismo amigo con quien
tomé mi caminata diaria.

Mi abrigo puede recibir una mancha, una lágrima. Mis distintas formas de expresar esto
muestran que estamos aquí condicionados a una totalidad que permanece, a la que el nuevo
elemento es adicionado y de la que, aquello que se pierde es subsecuentemente eliminado.

Nuestra mayor familiaridad con esta totalidad que permanece y la preponderancia de su


importancia para mí contrastada con el elemento que cambia, nos impele a la parcialmente
instintiva, parcialmente voluntaria y consciente economía de la designación y presentación
mental, cómo se expresa en el pensamiento y habla ordinarios. Esto que es presentado en una
imagen simple recibe una designación simple, un nombre singular.

Con posterioridad, este conjunto de recuerdos, modos y sentimientos, reunidos en un cuerpo


particular (el cuerpo humano); que es llamado el “Yo” o “Ego”, manifiesta el mismo una
permanencia relativa. Yo puedo estar comprometido con este o aquel sujeto, puedo estar
tranquilo y alegre, excitado o malhumorado. Aun así, haciendo a un lado los casos patológicos,
suficientes aspectos duraderos permanecen para identificar el yo. Por supuesto, también es solo
de permanencia relativa.

La aparente permanencia del yo consiste principalmente en el hecho singular de su continuidad,


en lo pasajero de sus cambios. Los muchos pensamientos y planes de ayer que se continúan hoy,
y de los que nuestro entorno nos recuerda en las horas de vigilia incesante (por lo que en los
sueños el yo puede ser muy borroso, duplicado, o enteramente inexistente), y los pequeños
hábitos que son inconsciente e involuntariamente mantenidos por largos períodos de tiempo,
constituyen el soporte del yo. Debe necesariamente haber mayores diferencias en los egos de
personas diferentes, de los que acontecen en el curso de los años en una sola persona. Cuando
traigo al presente mi temprana juventud, yo debería tomar al chico que entonces era, con la
excepción de unos pocos aspectos individuales, por una persona diferente, si no fuera por la
existencia de la cadena de recuerdos. En mucho, un artículo que yo mismo escribí veinte años
atrás, me resulta ahora algo muy extraño a mí mismo. El carácter tan gradual de los cambios del
cuerpo también contribuye a la estabilidad del yo, pero en un grado mucho menor de lo que la
gente imagina. Tales cosas son mucho menos reconocidas y analizadas que el yo intelectual y
moral. Personalmente, la gente se conoce ella misma muy poco 2. Cuando escribí estas líneas en
1886, el admirable librito de Ribot, The Deseases of Personality (segunda edición, París 1888,
Chicago 1895) me era desconocido. Robot adscribe el principal papel en la preservación de la
continuidad del yo a la sensibilidad general. Estoy mayoritariamente en perfecto acuerdo con
sus puntos de vista3.

El yo es tan poco absolutamente permanente como lo son los cuerpos. Eso que tanto tememos
de la muerte, la aniquilación de nuestra permanencia, realmente ocurre a lo largo de la vida en
abundante medida. Eso que es lo más valioso para nosotros, permanece preservado en

2
Una vez, cuando joven, noté en la calle el perfil de una cara que era muy repulsivo y desagradable para
mí. No estaba muy desconcertado cuando un momento después encontré que era mi propio rostro que,
al pasar por una tienda donde los espejos eran vendidos, había percibido el reflejo desde dos espejos que
estaban inclinados el uno con el otro en un cierto grado.
No hace mucho, después de tomar un viaje en tren por la noche, cuando estaba muy cansado, tome un
ómnibus, justo cuando un hombre apareció en el otro extremo.” Qué profesor tan andrajoso es ese que
acaba de entrar”, pensé. Era yo mismo: opuesto a mí colgaba un gran espejo. La fisonomía de mi clase,
concordantemente, era mejor conocida por mí que la mía propia.
3
Ver: Hume, Treatise of Human Nature, vol. I, part. iv., p. 6. Gruithuisen, Beiträge sur Physiognosie und
Eautognosie, Múnich, 1812, pp. 37-58

2
incontables copias, o en casos de excepcional excelencia, es aún preservado de sí mismo. En el
mejor de los seres humanos, sin embargo, hay rasgos individuales, la pérdida de los cuales ni él
mismo ni otros necesitan lamentar. Por supuesto, a veces, la muerte, vista como una liberación
de la individualidad, puede aún resultar un pensamiento placentero. Tales reflexiones, por
supuesto, no hacen la muerte psicológica algo más fácil de soportar.

Después de que un primer escrutinio ha sido realizado, por la formación de los conceptos
sustanciales “cuerpo” y “yo” (materia y espíritu), la voluntad es impelida a un examen más
exacto de los cambios que tiene lugar en estás existencias relativamente permanentes. El
elemento de cambio en los cuerpos y el yo es de hecho, exactamente lo que mueve la voluntad
a su examinación. Aquí, las partes componentes del complejo son exhibidas primero como sus
propiedades. Una fruta es dulce; pero también puede ser amarga. Otras frutas también pueden
ser dulces. El color rojo que estamos viendo se encuentra en muchos cuerpos. El vecindario de
muchos cuerpos es placentero. El de muchos otros, desagradable. Así, gradualmente, se
encuentra que diferentes complejos están hechos de elementos comunes. Lo visible, lo audible,
lo tangible, están separados de los cuerpos. Lo visible es analizado en colores y en formas. En la
multiplicidad de los colores, de nuevo, aunque aquí menos en número, otras partes
componentes son discernidas -tales como los colores primarios, y así sucesivamente. Los
complejos son disgregados en elementos 4, esto es, en sus últimas partes componentes, que
hasta ahora hemos sido incapaces de subdividir más allá. La naturaleza de estos elementos no
necesita ser discutida por ahora; es posible que investigaciones futuras puedan arrojar luz sobre
lo. No necesitamos aquí ser distraídos por el hecho que es más fácil para el cientifico estudiar
relaciones de relaciones de sitos elementos que relaciones directas entre ellos.

El hábito conveniente de designar tales componentes relativamente permanentes por nombres


simples, y de aprehenderlos por pensamientos singulares, sin llegar cada vez al problema de un
análisis de sus partes componentes, es convenientes para entrar en extraño conflicto con la
tendencia a aislar las partes componentes. La vaga imagen que tenemos de un dado complejo
permanente, siendo una imagen que no cambia perceptiblemente cuando una u otra de las
partes componentes es separada, pareciese ser algo que existe en sí mismo. Tanto como es
posible apartar individualmente cada parte constituyente sin destruir la capacidad de la imagen
para permanecer por la totalidad y ser reconocida de nuevo, es imaginable que es posible
sustraer todas las partes y tener algo aún remanente. Así, naturalmente, aunque la noción
filosófica, al principio impresionante, pero subsecuentemente reconocida como monstruosa, de
una “cosa en sí” diferente de su “apariencia”, es insostenible.

Cosa, cuerpo, materia, no son nada separados de las combinaciones de los elementos -los
colores, sonidos y demás- nada separados de sus así llamados atributos. Este multifacético
problema pseudofilosófico de la cosa simple con sus muchos atributos, surge completamente
de una mala interpretación del hecho, aquella comprehensión sumaria y el análisis preciso,
aunque ambos son provisionalmente justificables y para muchos propósitos provechosos, no
puede ser llevado a cabo simultáneamente. Un cuerpo es uno e inmodificable solo tanto como
es innecesario considerar sus detalles. Así ambas, la tierra y una bola de billar son esferas, si
somos llevados a rechazar todas las desviaciones de la forma esférica y si una mayor precisión
no es necesaria. Pero, cuando somos llevados a llevar adelante investigaciones, en orografía o
microscopía, ambos cuerpos cesan de ser esferas.

4
Si este proceso se corresponde con una abstracción, los elementos, como veremos, no pierden ninguna
de su importancia. Compárese la subsecuente discusión de conceptos en el Capítulo XIV.

3
4

El hombre está preeminentemente dotado don el poder de, voluntaria y conscientemente,


determinar su propio punto de vista. Él puede de una vez hacer caso omiso de los aspectos más
sobresalientes de un objeto e inmediatamente después de eso poner atención en sus detalles
más pequeños; ahora, considerar una corriente estacionaria sin un pensamiento de sus
contenidos (si calor, electricidad o fluidez) y medir luego el ancho de una línea de Fraunhofer en
el espectro; él puede elevarse a voluntad a las abstracciones más generales o sepultarse a sí
mismo en las minucias particulares. Los animales poseen esta capacidad en un grado mucho
menor. Ellos no asumen un punto de vista, pero son usualmente forzados a ello por sus
impresiones sensoriales. El niño que no reconoce a su padre con el sombrero puesto, el perro
que está desconcertado con el nuevo abrigo de su dueño, han sucumbido ambos a este conflicto
de puntos de vista. ¿Quién no ha sido abatido en similares aprietos? Aún el hombre de la filosofía
sucumbe a veces, come el atroz problema arriba referido muestra.

En este último caso, las circunstancias parecen proporcionar un terreno real de justificación. Los
colores, los sonidos y los olores de los cuerpos son evanescentes. Pero su tangibilidad, como una
suerte de núcleo constante, no precisamente susceptible de aniquilación, permanece detrás;
apareciendo como el vehículo de las más fugitivas propiedades ligadas a él. El hábito, así,
mantiene nuestro pensamiento firmemente atado a este núcleo central, aun cuando hemos
comenzado a reconocer que ver, oír, oler y palpar están íntimamente emparentados en carácter.
Una consideración posterior es, que pertenecer al desarrollo singularmente extensivo de la física
mecánica una clase de mayor realidad está adscrita a lo espacial y a lo temporal que a colores,
sonidos y olores; concordantemente con lo cual, los enlaces temporal y espacial de colores,
sonidos y olores parecen ser más reales que los colores, los sonidos y los olores mismos. La
fisiología de los sonidos, sin embargo, demuestra que espacios y tiempos pueden justo ser
llamados apropiadamente sensaciones como los colores y los sonidos. Pero de esto nos
ocuparemos después.

No solo la relación de los cuerpos al yo, sino también el mismo yo, dan lugar a similares
pseudoproblemas, el carácter de los cuales puede ser indicado brevemente como sigue:

Denotemos los elementos arriba mencionados por las letras ABC,… KLM,… αβγ… Sean estos
complejos de colores, sonidos, y así sucesivamente, comúnmente llamados cuerpos, denotados,
por razón de claridad ABC…; el complejo de nuestro propio cuerpo , que es una parte de los
anteriores complejos, distinguido por ciertas peculiaridades, puede ser llamado KLM…; el
complejo compuesto de voliciones, imágenes de memoria, y el resto, lo representamos por
αβγ… Ahora, usualmente, el complejo αβγ… KLM… que compone el yo, está opuesto al complejo
ABC…, que compone el mundo de los objetos físicos; en ocasiones, el complejo αβγ… es visto
como el yo, y KLM…, ABC… como el mundo de los objetos físicos. Ahora, a primera vista, ABC…
aparece independiente del yo, y opuesto a él como una existencia separada. Pero esta
independencia es solo relativa y da lugar a una inspección más cercana. Mucho, es cierto, puede
cambiar en el complejo αβγ… sin que sea inducido mucho cambio perceptible en ABC..; y vice
versa. Pero muchos cambios en αβγ… pasan, por cambios en KLM.., a ABC…; y vice versa. (Como,
por ejemplo, cuando poderosas ideas estallan en actos, o cuando nuestro medio ambiente
induce cambios apreciables en nuestro cuerpo). Al mismo tiempo, el cuerpo KLM… parece estar
más íntimamente conectado con αβγ… y con ABC…que el último con cada uno de los otros; y
sus relaciones encuentran su expresión en el pensamiento y el lenguaje común.

4
Visto precisamente, sin embargo, parece que el grupo ABC… es siempre codeterminado por
KLM…. Un cubo visto cerca de la mano, luce grande, cuando es visto a distancia, pequeño; su
apariencia al ojo derecho difiere de su apariencia al izquierdo; algunas veces parece doble; con
los ojos cerrados es invisible. Las propiedades del uno y el mismo cuerpo, por lo tanto, parecen
modificadas por nuestro propio cuerpo; ellas parecen condicionadas por él. ¿Pero, dónde está
ese mismo cuerpo que parece así diferente? Todo lo que puede ser dicho es que con diferentes
KLM… diferentes ABC… son asociados5.

Una forma común y popular de pensar y hablar es contrastar “apariencia” con “realidad”. Un
lápiz sostenido en frente de nosotros en el aire es visto por nosotros como recto; sumergido en
el agua y lo vemos fracturado. En el último caso decimo que el lápiz parece fracturado, pero que
en realidad es recto. ¿Pero, qué nos justifica para declarar que un hecho en lugar del otro es la
realidad y degradar el otro a nivel de apariencia? En ambos casos tenemos que tratar con hechos
que se nos presentan con diferentes combinaciones de los elementos, combinaciones que en
los dos casos están diferentemente condicionadas. Precisamente por su entorno, el lápiz
sumergido en agua está ópticamente fragmentado, pero es táctil y métricamente recto. Una
imagen en un espejo cóncavo o plano es sólo visible, mientras bajo otras y ordinarias
circunstancias un cuerpo tangible también corresponde a la imagen visible. Una superficie
brillante es más brillante al lado de una superficie oscura que al lado de una más brillante que
ella misma. Para estar seguros, nuestra expectativa es engañada cuando, sin poner suficiente
atención a las condiciones y sustituyendo unos por otros, diferentes casos de la combinación,
caemos en el error natural de esperar lo que estamos acostumbrados, aunque el caso pueda ser
inusual. Los hechos no son culpables de esto. En estos casos, hablar de “apariencia” puede tener
un significado práctico, pero no puede tener un significado científico. Similarmente, la pregunta
que es formulada con frecuencia, si el mundo es real o meramente lo soñamos, está desprovista
de todo significado científico. Aún el más descabellado de los sueños es un hecho tanto como
cualquier otro. Si nuestros sueños fueran más regulares, más conectados, más estables, tendrían
una importancia más práctica para nosotros. En nuestras horas despiertas las relaciones de los
elementos, unos con otros, son amplificadas inmensamente en comparación con lo que ellas
fueran en nuestros sueños. Reconocemos el sueño por lo que él es. Cuando el proceso es
reversado, el campo de la visión física es limitado; el contraste está casi enteramente perdido.
Donde no hay contraste, la diferencia entre sueño y vigilia, entre apariencia y realidad, es
considerablemente inútil y despreciable.

La noción popular de una antítesis entre apariencia y realidad ha ejercido una influencia muy
poderosa sobre el pensamiento científico y filosófico. Vemos esto, por ejemplo, en la sugerente
y poética narración de La Caverna, de Platón, en la que, de espaldas al fuego, observamos
solamente las sombras delo que pasa (La República, viii, 1). Pero esta concepción no fue llevada
hasta sus últimas consecuencias, con el resultado que ha habido una influencia infortunada
sobre nuestras ideas acerca del universo. El universo, del que con todo somos una parte, devino

5
Hace mucho tiempo (en el Viesterlghaurschrift für Psychyatrie, Leipzig y Nuewied, 1868, art. “Ueber die
Abhängigheit der Netzhautstellen von einander·) enuncié este pensamiento como sigue: La expresión
“ilusión sensorial” prueba que todavía no somos completamente conscientes, o al menos no tenemos aún
la profunda necesidad de incorporar el hecho en nuestro lenguaje ordinario, que los sentidos no
representan las cosas ni contundente ni correctamente. Todo lo que se puede decir verdaderamente de
los órganos sensoriales es que, bajo diferentes circunstancias ellos producen diferentes sensaciones y
percepciones. Como estas “circunstancias”, son extremadamente variadas en carácter, siendo
parcialmente externas (inherentes a los objetos), parcialmente internas (inherentes a los órganos
sensoriales) y parcialmente interiores (teniendo su actividad en los órganos centrales), puede parecer
algunas veces, cuando solo notamos las circunstancias externas, como si el órgano actuara
diferentemente bajo las mismas condiciones. Y ello se acostumbra a llamar los efectos inusuales,
decepciones o ilusuiones.

5
completamente separado de nosotros y fue removido a una distancia infinita. Similarmente,
mucho hombre joven, al escuchar por primera vez acerca de la refracción de la luz estelar, ha
pensado que la duda fue vaciad sobre la totalidad de la astronomía, mientras quenada más se
requiere sino una corrección fácilmente realizable y sin importancia, para poner todo correcto
de nuevo.

6.

Vemos un objeto que tiene una punta S. Si tocamos S, esto es, poniéndolo en contacto con
nuestro cuerpo, recibimos un pinchazo. Podemos ver S, sin sentir la punzada. Pero, tan pronto
como sentimos el aguijonazo, encontramos S sobre nuestra piel. El punto visible, por lo tanto,
es un núcleo permanente, al que el pinchazo está anexo, de acuerdo con las circunstancias,
como algo accidental. De la presencia de ocurrencias análogas, fundamentalmente
acostumbramos a referirnos a todas las propiedades de los cuerpos como “efectos” procedentes
de núcleos permanentes y transmitidos al yo a través del medio del cuerpo, cuyos efectos
llamamos sensaciones. Por esta operación, sin embargo, estos núcleos son privados de su
contenido sensorial total, y convertidos en meros símbolos mentales. La aseveración de que el
mundo consiste solo de nuestras sensaciones es entonces correcta. En cuyo caso sólo tenemos
conocimiento de las sensaciones y la presuposición del núcleo referido a ellas, o de una acción
recíproca entre ellos, del cual proceden las sensaciones, resulta ser del todo ociosa y superflua.
Tal punto de vista solo puede ser compatible con un realismo a medias o con un criticismo
filosófico a medias.

7.

Ordinariamente, el complejo αβγ…KLM es contrastado como ego con el complejo ABC… En


primer lugar, aquellos elementos de ABC que alteran más fuertemente αβγ… como un pinchazo,
un dolor, resultan ser pensados como incluidos en el ego. Luego, sin embargo, mediante
observaciones de la clase ya referida aparece que lo correcto de anexar ABC… al ego por ningún
lado cesa. De conformidad con este punto de vista el ego puede ser extendido como para,
ultimadamente, abarcar el mundo entero6. El ego no está finamente demarcado, sus límites son
muy indefinidos y arbitrariamente desplazados. Solo por fallas al observar este hecho, y por
estrechar inconscientemente esos límites, mientras al mismo tiempo los expandimos, surgen en
el conflicto de puntos de vista, las dificultades metafísicas encontradas en esta conexión.

Tan pronto como hemos percibido que las unidades supuestas “cuerpo” y “ego” son solo
arreglos tentativos para la orientación provisional y para fines prácticos definidos (de tal manera
que podemos contener los cuerpos, protegernos del dolor, etc.) nos vemos compelidos a
muchas más avanzadas investigaciones científicas, para abandonarlos como insuficientes e
inapropiados. La antítesis entre yo y mundo, entre sensación (apariencia) y cosa, entonces se
desvanece y tenemos simplemente que tratar con la conexión de los elementos αβγ…
ABC…KLM…, de la cual esta antítesis solo fue una expresión parcialmente apropiada e
imperfecta. Esta conexión es nada más ni nada menos que la combinación de los elementos

6
Cuando digo que la mesa, el árbol, y así sucesivamente, son mis sensaciones, lo afirmado, como
contrastado con el modo de representación del hombre ordinario, involucra una extensión real de mi ego.
Del lado emocional también ocurren tales extensiones, como en el caso del virtuoso que tiene un dominio
tan perfecto de su instrumento que lo hace como parte de su propio cuerpo; o en el caso de un orador
elocuente, sobre quien los ojos de la audiencia convergen todos y quien controla los pensamientos de
todos, o del político hábil que se dirige con destreza a su partido, y así otros. En condiciones de depresión,
o, de otra parte, de nervios, las personas se resisten, el ego se ajusta y se contrae. Un muro pareciera
separarlo del mundo.

6
arriba enunciados con otros elementos similares (tiempo y espacio). La ciencia simplemente
tiene que aceptar esta conexión y obtener sus interrelaciones, sin pretender de una vez explicar
su existencia.

En un examen superficial el complejo αβγ… parece estar hecho de muchos más elementos
evanescentes que ABC… y KLM… en los cuales los elementos parecen estar conectados con
mayor estabilidad y de una manera más permanente (estando unidos al núcleo sólido como
fuere). Aunque con una inspección más cuidadosa los elementos de todos los complejos
prueban ser homogéneos, aun cuando esto ha sido reconocido, la temprana noción de una
antítesis del cuerpo y el espíritu fácilmente surge de nuevo. El espiritualista filosófico es con
frecuencia sensible a la dificultad de impartir la necesaria solidez a un mundo de los cuerpos
creado mentalmente; el materialista está en un extravío cuando requiere dotar al mundo de la
materia con sensación. El punto de vista monista, cuya reflexión ha evolucionado, es fácilmente
obnubilado por nuestra antigua y más poderosas nociones.

8.

La dificultad referida es particularmente sentida cunado consideramos el siguiente caso. En el


complejo ABC… que hemos llamado el mundo de la materia, encontramos como partes no solo
nuestro propio cuerpo KLM… sino también los cuerpos de otras personas (o animales)
K’L’M’….K’’L’’M’’, para los cuales por analogía imaginamos otros α’β’γ’… α’’β’’γ’’… anexos,
similares a αβγ… Tan pronto como tratamos con K’L’M’… nos encontramos en un terreno
detalladamente familiar que es en cada punto accesible a nuestros sentidos. Cuando, sin
embargo, después indagamos las sensaciones o sentimientos pertenecientes al cuerpo K’L’M’…
ya no nos encontramos en este territorio de sentido: lo añadimos en el pensamiento. No solo es
el dominio el que ahora resulta mucho menos familiar para nosotros, sino también la transición
en él es relativamente insegura. Tenemos el sentimiento como si fuéramos lanzados a un
abismo. Personas que solo adoptan esta forma de pensar, nunca se librarán completamente de
este sentimiento de inseguridad, que es una fuente muy fértil de problemas ilusorios.

Pero no estamos restringidos a este curso. Consideremos, primero, las relaciones recíprocas de
los elementos del complejo ABC… sin respecto a KLM… (nuestro cuerpo). Todas las
investigaciones físicas son de esta clase. Una bola blanca cae sobre una campana; un sonido se
escucha. Esta bola se torna después amarilla por una lámpara de sodio, roja por una lámpara de
litio. Aquí los elementos (ABC…) parecen estar conectados solamente unos con otros y ser
independientes de nuestro cuerpo (KLM…). Pero s tomamos santonin7, la bola se torna amarilla
de nuevo. Si presionamos un ojo al lado, vemos dos bolas. Si cerramos nuestros ojos
completamente, no hay allí bola. Si bisectamos el nervio auditivo, ningún sonido es escuchado.
Los elementos ABC…, por lo tanto, no solo están conectados unos con otros, sino también con
KLM; a esta esfera de acción, y a esta esfera de acción solamente, llamamos sensaciones ABC…
y consideramos ABC… como ´perteneciente al ego. En lo que sigue, dondequiera que el lector
encuentre los términos “Sensaciones”, “Complejo de sensaciones” usados al lado o en lugar de
“elemento”, “complejo de elementos”, se deberá tener en mente que es solo en la conexión y
relación en cuestión, solo en su dependencia funcional, que los elementos son sensaciones. En
otra relación funcional ellos son al mismo tiempo objetos físicos. Solo usamos el término
adicional “sensaciones” para describir los elementos porque mucha gente está mucho más
familiarizada con los elementos en cuestión como las sensaciones (colores, sonidos, presiones,
espacios, tiempos, etc.), mientras que de acuerdo con la concepción popular es a partículas de

7
N.T. El santonin era una droga antiparasitaria de amplio uso durante el siglo XIX que producía efectos
secundarios, incluida la distorsión de la visión, produciendo generalmente xantofasia (visión amarilla) y
en casos cromatofasia (visión roja),

7
masa consideradas como elementos físicos a los cuales los elementos, en el sentido usado aquí,
están conectadas como “propiedades” o “efectos”.

Por esta vía, concordantemente, no encontramos la brecha entre cuerpos y sensaciones arriba
mencionada, entre lo que entre lo que está sin y los que está adentro, entre el mundo material
y el mundo espiritual. Todos los elementos ABC.., KLM… solo constituyen una masa coherente
singular, en la que cuando un elemento es disturbado, todo es puesto en movimiento; excepto
que una distorsión en KLM… tiene una acción más extensa y profunda que una en ABC… Un imán
en nuestra proximidad disturba ls partículas de hierro cercanas; un peñasco al caer sacude la
tierra; pero la disección de un nervio afecta en curso todo el sistema de elementos. Asaz
involuntariamente esta relación de cosas sugiere el cuadro de una masa viscosa, en ciertos
lugares (como en el ego>) más firmemente coherente que en otros. He hecho con frecuencia
uso de esta imagen en conferencias.

9.

Así, el gran abismo entre investigación física y psicológica persiste solo cuando insistimos en
nuestras concepciones estereotipadas habituales. Un color es un objeto físico tan pronto como
consideramos su dependencia, por ejemplo, de la fuente luminosa, de otros colores, de
temperaturas, de espacio, y así sucesivamente. Sin embargo, cuando consideramos su
dependencia de la retina (los elementos KLM….) es un objeto psicológico, una sensación. No la
materia de estudio, sino la dirección de nuestra investigación es diferente en los dos dominios
(ver también Cap. II, p.p. 43,44).

Al razonar desde la observación de los cuerpos de otros hombres o animales, las sensaciones
que ellos poseen, así como al investigar la influencia de nuestro propio cuerpo sobre nuestras
propias sensaciones, tenemos que completar los hechos observados por analogía. Esto es
llevado a cabo con mayor facilidad y certidumbre cuando se relaciona, digamos, solo a procesos
nerviosos, que no pueden ser completamente observados con nuestros propios cuerpos -esto
es, cuando es llevado a cabo en el más familiar dominio físico- que cuando es extendido al
dominio psíquico, a las sensaciones y pensamientos de otras personas. Por lo demás, no hay
diferencia esencial.

10.

Las consideraciones justo adelantadas, expresadas como ellas han sido en su forma abstracta,
ganarán en fuerza directa y vívida claridad si consideramos los hechos concretos desde donde
ellas fluyen. Así, descanso sobre mi sofá. Si cierro mi ojo derecho, el cuadro representado en el
corte acompañante se presenta a mi ojo izquierdo en un marco formado por el arco de mi ceja,
mi nariz y por mi bigote, parece una parte de mi cuerpo, lejos de ser visible, con su entorno. (fig.
1) Mi cuerpo difiere de otros cuerpos humanos -más allá del hecho que cada idea motriz intensa
es expresada inmediatamente por un movimiento de él, y que, si es palpado, cambios más
contundentes son determinados que si otros cuerpos son palpados- por la circunstancia, que
solo es visto fragmentado y, especialmente, es visto sin una cabeza. Si observo un elemento A
dentro de mi campo de visión, e investigo su conexión con otro elemento B dentro del mismo
campo, salgo del dominio de la física a aquel de la fisiología o la psicología, provisto B, para usar
la expresión adoptada por un amigo mío hecha al ver este cuadro, pasa a través de mi piel.
Reflexiones como estas para el campo de visión pueden ser hechas con respecto al campo del
tacto y al dominio perceptual de los otros sentidos.

8
11.

Ya se ha hecho referencia al carácter de los grupos de elementos denotados por ABC… y αβγ…
Como un asunto de facto, cundo vemos un árbol verde frente a nosotros, o recordamos un árbol
verde, esto es, representamos un árbol verde par nosotros mismos, estamos perfectamente
seguros de la diferencia entre los dos casos. El árbol representado tiene mucho menos definición
y es mucho más cambiante en forma, su verde es mucho más pálido y evanescente; y lo que es
de especial realc, evidentemente aparece en un dominio diferente. Un movimiento que
queremos ejecutar es nada más y nada menos que un movimiento representado y aparece en
un dominio diferente de aquel de los movimientos ejecutados, que siempre tienen lugar cuando
la imagen es suficientemente vívida. Ahora, la afirmación de que los elementos ABC… y αβγ…
aparecen en dominios diferentes, significa, si vamos a la base de ello, simplemente esto: que
estos elementos están unidos con otros elementos diferentes. Hasta acá, por lo tanto, los
constituyentes fundamentales de ABC… y αβγ… parecería ser los mismos (colores, sonidos,
tiempos, sensaciones motrices,...) y solo difiere el carácter de su conexión.

Ordinariamente, el placer y el dolor son considerados diferentes de las sensaciones. Así, no Oslo
las sensaciones táctiles sino todas las otras sensaciones pueden pasar gradualmente del placer
al dolor. El placer y el dolor pueden también justamente ser llamados sensaciones. Solo que ellos
no son tan bien analizados, familiares ni, quizás, limitados a tan pocos órganos como las
sensaciones comunes. De hecho, las sensaciones de placer y dolor, tan débiles como puedan
ser, realmente constituyen una parte esencial del contenido de todas las así llamadas

9
emociones. Cualquier elemento adicional que emerge en la consciencia, cuando estamos bajo
la influencia de las emociones, puede ser descrito como más o menos difuso y no como
sensaciones claramente localizadas. William James 8 , y después de él Theodulo Ribot 9 , han
investigado el mecanismo fisiológico de las emociones: ellos sostienen que lo que es esencial es
la tendencia intencional del cuerpo a la acción -tendencias que corresponden a circunstancias y
se expresan en el organismo. Solo una parte de estas emerge en la conciencia. Estamos tristes
porque derramamos lágrimas y no viceversa, dice James. Y Ribot justo observa que una causa
del incipiente estado de nuestro conocimiento de las emociones es que siempre tenemos
confinada nuestra observación de la mayoría de estos procesos fisiológicos como emergen en la
conciencia. Al mismo tiempo, él va más lejos cuando sostiene que todo lo físico es meramente
“sourajute” 10 a lo físico, y que es solo lo físico lo que produce efectos. Para nosotros esta
distinción no existe.

Así, percepciones, presentaciones, voliciones y emociones, en poco la totalidad del mundo


interior y exterior, están puestas juntas, en combinaciones de evanescencia variable y
permanente, fuera de un pequeño número de elementos homogéneos. Usualmente, estos
elementos son llamados sensaciones. Pero, como vestigios de una teoría parcial residen en ese
término, preferimos hablar simplemente de elementos, como ya hemos hecho. El propósito de
toda investigación es averiguar el modo de conexión de estos elementos. Si esto prueba
imposible resolver el problema al asumir un conjunto de tales elementos, entonces más de uno
deberá ser asumido. Pero por las preguntas bajo discusión podría ser impropio comenzar por
hacer supuestos complicados en la marcha.

12.

Aquello en este complejo de elementos, que fundamentalmente es solo uno, los límites de los
cuerpos y el ego no admiten estar establecidos de una manera definida y suficiente para todos
los casos, ha sido ya subrayado. Traer juntos elementos que están más íntimamente conectados
con el placer y el dolor en una unidad mental económica ideal, el ego: esta es una tares de la
mayor importancia para el intelecto trabajando al servicio de evitar el dolor, buscar el placer a
voluntad. La delimitación del ego, por lo tanto, es instintivamente afectada, es hecha familiar, y
posiblemente se vuelve fija a través de la herencia. Perteneciendo a su gran importancia
práctica, no solo para el individuo, sino para la especie entera, las composiciones “ego” y
“cuerpo” instintivamente hacen bien sus propósitos, y se afirman ellos mismos con fuerza
elemental. Sin embargo, en casos especiales en los que los fines prácticos no están involucrados,
sino en donde el conocimiento es un fin en sí mismo, la delimitación en discusión puede probar
ser insuficiente, obstructiva e insostenible.

Similarmente, la conciencia de clase, el prejuicio de clase, el sentimiento de nacionalidad, y aún


la más estrecha mentalidad de patriotismo local, puede tener una alta importancia para ciertos
propósitos. Pero tales actitudes no serán compartidas por el investigador de mente abierta, al
menos no en momentos de investigación. Todos estos puntos de vista egoísta son adecuados
solamente para fines prácticos. Por supuesto, aun el investigador puede sucumbir al hábito. La
pedantería trivial y las discusiones insustanciales; la apropiación amañada de otros
pensamientos, con pérfido silencia a las fuentes; cuando la palabra de reconocimiento tiene que
ser dada, la dificultad de uno se rinde y el excesivo entusiasmo común, al mismo tiempo, ubica
el logro de los oponentes en una falsa luz; todo esto muestra que el científico y el académico
también tienden a luchar la batalla de la existencia que, a pesar de todo, también los caminos

8
N.T., William James
9
N.T. Theodulo Ribot
10
N.T. Añadido.

10
de la ciencia llevan a la desembocadura y que el impulso puro hacia el conocimiento es aún un
ideal en nuestras condiciones sociales presentes.

El hecho primario no es el ego, sino los elementos (sensaciones). Lo que fue dicho en la página
21 acerca del término “sensación” tiene que ser tenido en cuenta. Los elementos constituyen el
Yo. Yo tengo la sensación verde significa que el elemento verde ocurre en un complejo dado de
otros elementos (sensaciones, recuerdos). Cuando Yo ceso de tener la sensación verde, cuando
Yo muero, entonces los elementos no ocurren más en la asociación ordinaria, familiar. Eso es
todo. Solo una unidad económico-mental ideal, no una unidad real, ha dejado de existir. El ego
no es una unidad definida, inalterable, claramente delimitada. Ninguno de estos atributos es
importante: porque todo varía aún dentro de la esfera de la vida individual; de hecho su
alteración es aún vista después por el individuo. La Continuidad sola es importante. Este punto
de vista concuerda admirablemente con la posición que Weismann ha establecido por
investigaciones biológicas. (“Zur Frage der Unsterblidkeit der Einzelligen”, Biolo. Centralbl., vol.
IV, N° 21,22; comparar especialmente las páginas 645 y 655, en donde la escisión de lo individual
en dos partes iguales es expuesta). Pero la continuidad es solo un medio de preparación y
conservación que está contenido en el ego. Este contenido, y no el ego, es la principal cosa. Este
contenido, sin embargo, no está confinado a lo individual. Con la excepción de algunos
recuerdos personales insignificantes y sin valor, permanece presente en otros aun después de
la muerte del individuo. Los elementos que recubren la conciencia de un individuo dado están
firmemente conectados unos con otros, pero con aquellos de otros individuos ellos solo están
débilmente conectados, y la conexión es solo casualmente aparente. Los contenidos de la
conciencia, sin embargo, que son de significado universal, desbordan estos límites de lo
individual y, ligados una vez más por supuesto a los individuos, pueden disfrutar una existencia
continua de una clase impersonal, superpersonal, independientemente de la personalidad por
medio de la que ellos fueron desarrollados. Contribuir a esto es la mayor felicidad del artista, el
científico, el inventor, el reformador social, etc.

El ego tiene que ser abandonado. Es parcialmente la percepción de este hecho, parcialmente el
miedo a ello, lo que ha dado lugar a muchas de las extravagancias de pesimismo y optimismo, y
a numerosos absurdos religiosos, ascéticos y filosóficos. A la larga no seremos capaces de cerrar
nuestros ojos a esta simple verdad, que es el resultado inmediato del análisis psicológico. No
habrá entonces algo de tan alta importancia por encima del ego, que aún durante la vida
individual cambia grandemente, y que, durante el sueño o durante la absorción de alguna idea,
justo en nuestros momentos más felices, puede estar parcial o totalmente ausente. Debemos
ser capaces de renunciar a la inmortalidad individual, y no otorgar más valor a los elementos
subsidiarios que a los principales. Por esta vía arribaremos a un punto de vista de la vida más
libra y razonable, que precluirá el descuido de otros egos y la sobreestimación del nuestro
propio. El ideal ético que se funda en esta perspectiva de la vida será igualmente removido de
lejos del ideal del ascético, que no es biológicamente sostenible por quienquiera que lo
practique, y se desvanece de una vez con su desaparición, y desde el ideal de un arrogante
“superhombre” nietzscheano, que no puede, y espero no será tolerado por sus seguidores.

Si un conocimiento de la conexión de los elementos (sensaciones) no nos satisface y


preguntamos ¿Quién posee esta conexión de sensaciones, quién la experimenta? Entonces
hemos sucumbido al viejo hábito de subsumir cada elemento (cada sensación) bajo algún
complejo analizado, y estamos regresando imperceptiblemente a un punto de vista más viejo,
inferior y más limitado. Se señala con frecuencia que una experiencia física de un determinado
sujeto es impensable, y se sostiene que por esta vía la parte esencial desempeñada por la unida
de la conciencia ha sido demostrada. Pero la ego-conciencia puede ser de muy diferentes grados
y estar compuesta de una multiplicidad de recuerdos fortuitos. Mejor aún, uno podría decir que
un proceso físico que no tiene lugar en algún entorno, o que al menos en algún lugar en el

11
universo, es impensable. En ambos casos, con miras a dar comienzo a nuestra investigación, nos
tiene que ser permitido abstraer del entorno, que, con respecto a su influencia, puede ser muy
diferente en diferentes casos, y en casos especiales puede reducirse al mínimo. Considérense
las sensaciones de los animales inferiores, a los que un sujeto con aspecto definido puede ser
apropiadamente adscrito. Está por fuera de las sensaciones que el sujeto es construido y que,
una vez construido, no hay duda de que el sujeto reacciona frente a las sensaciones.

El hábito de tratar de analizar el complejo ego como una unidad indiscernible, frecuentemente,
asume en la ciencia formas asombrosas. Primero, el sistema nervioso es separado del cuerpo
como la sede de las sensaciones. En el sistema nervioso, de nuevo, el cerebro es seleccionado
como el órgano mejor dispuesto para este fin, y, finalmente, para salvar el supuesto de la unidad
física, un punto es visto en el cerebro como el asiento del alma. Pero tales crudas concepciones
son escasamente adecuadas para para prefigurar los escarpados esbozos de lo que la
investigación futura hará para la conexión de lo físico con lo psíquico. El hecho de que os
diferentes órganos y partes del sistema nervioso están físicamente conectados con, y pueden
ser fácilmente excitados por otros, está probablemente a la base de la noción de “unidad
psíquica”.

Una vez escuché la pregunta seriamente discutida “¿Cómo la percepción de un gran árbol
encontraría lugar en la pequeña cabeza de un hombre?” Ahora, aunque este “problema” no es
un problema, aún así nos proporciona vívidamente sensato el absurdo que puede ser cometido
al pensar las sensaciones espacialmente en el cerebro. Cuando hablo de las sensaciones de otra
persona, aquellas sensaciones no son, por supuesto, exhibidas en mi espacio óptico o físico; ellas
son adicionadas mentalmente las concibo causalmente, no espacialmente, adheridas al cerebro
observado, o, mejor dicho, presentadas funcionalmente. Cuando hablo de mis propias
sensaciones, estas sensaciones no existen espacialmente en mi cabeza, sino más bien mi
“cabeza” comparte con ellas el mismo campo espacial.; como fue explicado arriba. (Compárense
las anotaciones sobre la fig. 1 en las p.p. 17-19).

La unidad de la conciencia no es un argumento pertinente. Porque la aparente antítesis entre el


mundo real y el mundo dado a través de los sentidos descansa enteramente en nuestro modo
de ver, y no existe una brecha real entre ellos, un complicado y variopinto interconectado
contenido de conciencia no es más difícil de comprender de lo que es la complicada
interconexión del mundo.

Si consideramos el ego como una unidad real, nos vemos involucrados en el siguiente dilema:
tenemos que oponer al ego un mundo de entidades desconocidas (que sería bastante inactivo
y falto de propósito), o tenemos que oponer la totalidad del mundo, los egos de otras gentes
incluidos, como contenido en nuestro propio ego (una proposición a la cual es difícil otorgar una
aprobación seria).

Pero si nosotros tomamos el ego simplemente como una unidad práctica, puesta justo para
propósitos de escrutinio provisional, o como un grupo más sólidamente coherente de
elementos, menos fuertemente conectado con otros grupos de esta clase, cuestiones como
aquellas discutidas arriba no surgirán y la investigación tendrá un futuro despejado.

En sus notas filosóficas, Lichtenberg11 dice: “Nos haceos conscientes de ciertas presentaciones
que no son dependientes de nosotros. ¿Dónde está la línea limítrofe? Solo conocemos la
presencia de nuestras sensaciones, presentaciones y pensamientos. Podríamos decir, Yo pienso,
justo como decimos Eso brilla. Resulta demasiado apresurado decir cogito si traducimos cogito

11
N.T. Lichtenberg,

12
por Yo pienso. El presupuesto o postulación del ego es una necesidad mero práctica.” Aunque el
método por el cual Lichtenberg llega a este resultado es algo diferente del nuestro, sin duda
tenemos que dar nuestro completo asentimiento a su conclusión.

13.
Los cuerpos no producen sensaciones, sino complejos de elementos (elementos de sensaciones)
constituyen los cuerpos. Si para el físico los cuerpos parecen lo real, tolerar las existencias,
mientras los “elementos” son considerados meramente como una apariencia evanescente,
transitoria, el físico olvida, en la presentación de tal punto de vista que todos los cuerpos no son
sino símbolos-del-pensamiento para complejos de elementos (complejos de sensaciones). Aquí,
también, los elementos en cuestión forman la real, inmediata y última fundación, que es la tarea
a indagar por la investigación físico-fisiológica. Por el reconocimiento de este hecho, muchos
puntos de la fisiología y la física asumen formas más distintivas y económicas, y problemas más
espinosos son dispuestos.

Para nosotros, por lo tanto, el mundo no consiste de entidades misteriosas que, por su
interacción con otras entidades igualmente misteriosas, el ego, produce sensaciones, que solo
son accesibles. Para nosotros, los colores, los sonidos, los espacios, los tiempos, …, son
provisionalmente los últimos elementos, cuya dada conexión es nuestro asunto indagar.

[Siempre he sentido que es un golpe de especial buena fortuna que temprano en la vida, a la
cercana edad de 15, encontrara en la biblioteca de mi padre una copia de los “Prolegómenos de
Kant para cualquier futura metafísica”. El libro produjo por entonces una poderosa e inefable
impresión sobre mí, una tal que nunca experimenté después en ninguna de mis lecturas
filosóficas. Algunos dos o tres años más tarde, lo superfluo del rol juagado por “la cosa en sí”
abruptamente emergió en mí. En el aire despejado de un luminoso día de verano, el mundo con
mi ego se me apareció repentinamente como una masa coherente de sensaciones, solo más
fuertemente coherente en el ego. Aunque la elaboración real de este pensamiento no ocurrió
hasta un periodo más tarde, aún este momento fue decisivo para mi completo punto de vista.
Tuve así que esforzarme largo y retenido antes de ser capaz de retener la nueva concepción de
mi especial persona. Con los invaluables aportes de la física teórica necesariamente absorbí una
buena dosis de falsa metafísica, que es muy difícil distinguir de lo que se desea ser preservado,
especialmente cuando aquellas teorías han resultado ser muy familiares para nosotros. A veces,
también, los puntos de vista tradicionales, instintivos surgirían con gran poder y pondrían
impedimentos en mi camino. Solo por estudios alternos en física y en la fisiología de los sentidos,
y por investigaciones histórico-físicas (desde cerca de 1863) y habiendo después intentado en
vano resolver el conflicto por una monadología físico-psicológica (en mis conferencias sobre
psicofísica en el Zeitschrift fut praletische Heilkunde, Viena, 1863, p. 364), habría logrado alguna
estabilidad considerable en mis puntos de vista. No pretendo el título de filósofo. Solo busco
adoptar en física un punto de vista que no necesite ser cambiado al momento que nuestra
mirada es llevada dentro del dominio de otra ciencia; porque, ultimadamente, todo tiene que
formar una totalidad. La física molecular de hoy, ciertamente, no ofrece este requerimiento. No
he sido probablemente el primero en decir lo que digo. Tampoco deseo ofrecer una exposición
como un logro especial. Es más bien mi deseo que cada quien pueda llegar a un punto de vista
similar, que haga algún estudio cuidadoso de algún cuerpo extensivo de conocimiento.
Averanius12, con cuyos trabajos me familiaricé en1883, aproxima mi punto de vista (Philosophie
als Denken nach dem Princip des kleinstein Kraftmasses, 1876). También Herig, en su artículo
sobre la Memoria (Almanbach der Wiener Akademie, 1870, p. 258; traducción inglesa, O. C. Pub.
Co., Chicago, 4ª edición ampliada, 1913), y J. Popper en su maravilloso libro Das Rechte su leben
und die Pflicht su sterben (Leipzig, 1878, p. 62) ha adelantado pensamientos análogos.

12
N.T. Averanius.

13
Compárese también mi escrito Ueber die okonomische Natur des physikalis der Forschung
(Almanach der Wiwner Akademie, 1882, p.179, nota: traducción inglesa en mi Popular Scientific
Lectures, Chicago, 1894). Finalmente, me refiero también aquí a la introducción Reine
Empfindurgslehren den W. Preyer, a Freibrurger Antrittsrede de Whale, 1884. Mis puntos de
vista fueron esbozados brevemente en 1872 y 1875, y no expuestos en extenso hasta 1882 y
1883. Tendría probablemente mucho material adicional para citar, más o menos vinculado con
esta línea de pensamiento, si mi conocimiento de la literatura fuera más extenso.]

Es precisamente en esto que consiste la exploración de la realidad. En esta investigación no


tenemos nosotros mismos que ser impedidos por tales reducciones y delimitaciones como
cuerpo, ego, materia, espíritu, etc., que has sido formadas para propósitos prácticos especiales
y con completa provisionalidad y fines limitados en perspectiva. De lo contrario, las formas más
ajustadas del pensamiento tendrían que ser creadas en y por esa misma investigación, justo
como se hace encada ciencia especial. En lugar de los tradicionales, instintivos caminos del
pensamiento, un punto de vista más libre y fresco, conforme a la experiencia desarrollada, y
llevando más allá los requerimientos de la vida práctica, tiene que ser sustituido
completamente.

14.

La ciencia siempre tiene su origen en la adaptación del pensamiento a algunos campos definidos
de la experiencia. Los resultados de la adaptación son elementos de pensamiento, que son
capaces de representar el campo íntegro. El resultado, por supuesto, es diferente de acuerdo
con el carácter y la extensión del campo. Si el campo de experiencia es ampliado, o si varios
campos anteriormente desconectados son unidos, los tradicionales, familiares elementos-de-
pensamiento ya no son suficientes para el campo extendido. En el empeño del hábito adquirido
con el esfuerzo posterior a la adaptación, los problemas surgen, los que desaparecen cuando la
adaptación es perfeccionada para hacer lugar a otros que han surgido mientras tanto.

Para el físico, qua físico 13 , la idea de “cuerpo” es productiva desde un punto de vista de
facilitación real, y no la causa de disturbancia. Así, también, la persona con propósitos
puramente prácticos es materialmente soportada por la idea de Yo o ego. Porque,
incuestionablemente, cada forma de pensamiento que ha sido intencional o
desintencionadamente construida para un propósito dado, posee para ese propósito un valor
permanente. Cuando, sin embargo, la física y la psicología conocen, las ideas sostenidas de un
dominio prueban ser insostenibles en el otro. Del instinto de adaptación mutua surgen las
teorías atómicas y monadísticas -que, sin embargo, nunca alcanzan su fin. Si consideramos las
sensaciones en el sentido definido arriba (p. 13), como los elementos del mundo, los problemas
referidos parecen estar dispuestos en todo lo esencial y la primera y más importante adaptación
a ser consecuentemente efectuada. Este punto de vista fundamental (sin ninguna pretensión de
una filosofía para toda la eternidad) puede al presente adherirse a todos los campos de la
experiencia; es consecuentemente la que se acomoda con el menor gasto de energía, esto es,
más económicamente que cualquier otra al presente estado colectivo temporal del
conocimiento. Más aún, en la conciencia de su función puramente económica, este punto de
vista fundamental es eminentemente tolerante. Él mismo no se entromete en campos en los
cuales las concepciones presentes son todavía adecuadas. Está también siempre listo, mediante
extensiones subsecuentes del campo de experiencia, para dar curso antes a una mejor
concepción.

13
N.T. En tanto físico.

14
Las presentaciones y concepciones del hombre promedio del mundo están formadas y
dominadas no por el deseo puro y concreto por el conocimiento como un fin en sí mismo, sino
por el empeño de adaptarse a sí mismo favorablemente a las condiciones de la vida.
Consecuentemente, ellas son menos exactas, pero al mismo tiempo ellas son preservadas de las
monstruosidades que fácilmente resultan de una búsqueda parcializada y desapasionada de un
punto de vista científico o filosófico. El hombre desprejuiciado de desarrollo psicológico normal
toma los elementos que hemos llamado ABC… espacialmente contiguos y externos a los
elementos KLM… y se aferra a este punto de vista inmediatamente y no por algún proceso de
proyección psicológica o inferencia lógica o construcción, aún fuese que un proceso tal exista,
él ciertamente no sería consciente de ello. Él ve, entonces, un “mundo extenso” ABC… diferente
de un cuerpo KLM… (que están ellos mismos siempre repitiéndose en el mismo camino y
consecuentemente reciben poca atención), pero siempre está insistiendo en la conexión fijo de
los ABC… unos con otros, allí aparece para él un mundo de cosas independiente de su Ego. Este
Ego está formado por la observación de las propiedades especiales de la particular cosa KLM…
con lo que el dolor, el placer, el sentimiento, la voluntad, etc., están íntimamente conectados.
Más luego él distingue cosa K’L’M’…, K’’L’’M’’…, que se comportan de una manera
perfectamente análoga a KLM…, y cuyos comportamientos él comprende detalladamente tan
pronto como ha pensado en sentimientos, sensaciones, etc., análogos como ligados a ellos en
el mismo sentido que él ha observado estos sentimientos, sensaciones, etc., estar ligados a sí
mismo. La analogía que lo impulsa a este resultado es la misma que lo determina, cuando él ha
observado que un alambre posee todas las propiedades de un conductor cargado con una
corriente eléctrica, excepto una que aún no ha sido directamente demostrado, para concluir que
el alambre posee esta otra propiedad también. Así, dado que el no percíbelas sensaciones de
sus congéneres o de los animales sino que solo las suple por analogía, mientras infiere del
comportamiento de sus congéneres que ellas están en la misma posición una vez más que él
mismo, él es llevado a adscribir a las sensaciones, recuerdos, etc., un particular ABC… KLM… de
una naturaleza diferente, siempre concebida distintamente de acuerdo con el grado de
civilización que él ha alcanzado; ero este proceso, como se ha mostrado arriba, es innecesario,
y en la ciencia conduce a un laberinto de error, aunque la falsificación es de poca significancia
para la vida práctica.

Estos factores, determinantes como ellos de los puntos de vista intelectual del hombre común
y corriente, hacen su aparición alternativamente en él de acuerdo con los requerimientos de la
vida práctica porque el tiempo es y persiste en su estado de equilibrio estable. La concepción
científica del mundo, sin embargo, pone el énfasis ahora en uno, ahora en otro factor, hace
algunas veces de uno y algunas veces de otro su punto de partida y, en su búsqueda de mayor
precisión, unidad y consistencia, trata tan lejos como parece posible, desplazar a segundo plano
todo, excepto las concepciones más indispensables. En este recorrido monista y duaista los
sistemas surgen.

El hombre común y corriente está familiarizado con la ceguera y la sordera, y cono de su


experiencia cotidiana que la mirada de las cosas está influenciada por sus sentidos; pero nunca
se le ocurre reconocer el mundo todo como la creación de sus sentidos. Él encontraría un
sistema idealista, o una tal monstruosidad como el solipsismo, intolerable en la práctica.

Puede fácilmente surgir un elemento disturbante en la desprejuiciada teorización científica


cuando una concepción que es adaptada para un propósito particular y estrictamente limitado
es promovida con miras a ser el fundamento de toda investigación. Esto ocurre, por ejemplo,
cuando todas las experiencias son asumidas como “efectos” de un mundo externo que se
extiende dentro de la conciencia. Esta concepción nos da un embrollo de dificultades metafísicas
que parece imposible. Pero el espectro se desvanece de una vez cuando miramos a la materia
como ella fuese en una luz matemática y se hace claro a nosotros mismos que todo lo que es

15
valioso para nosotros Enel descubrimiento de relaciones funcionales y que lo que queremos
conocer es meramente la dependencia de unas experiencias con otras.

Luego, resulta obvio que toda referencia a variables fundamentales desconocidas que no son
dadas (cosas-en-sí-mismas) es puramente ficticia y superflua. Pero aun cuando permitimos está
ficción, aunque sea antieconómica, para comenzar tenemos aún que distinguir fácilmente
diferentes clases de la mutua dependencia de los elementos de los “hechos de conciencia”; y
esto solo es importante para nosotros.

A B C… KLM… αβγ…
A’ B’ C’… K’L’M’… α’β’γ’…
A’’ B’’ C’’… K’’L’’M’’… α’’β’’γ’’…

El sistema de los elementos está indicado en el esquema anterior. Dentro del espacio abarcado
por una línea simple se enlazan los elementos que pertenecen al mundo sensible -los elementos
cuya conexión regular y dependencia peculiar de unos con otros representan cuerpos físicos
(inanimados) y los cuerpos de los hombres, animales y plantas. Todos estos elementos, de
nuevo, permanecen en una relación de total dependencia regulara a algunos de los elementos
KLM -los nervios de nuestro cuerpo, nominalmente- por los cuales los hechos de la fisiología
sensorial son representados. El espacio comprendido por una doble línea contiene los
elementos pertenecientes a la vida psíquica superior, imágenes-recuerdo y presentaciones,
incluyendo aquéllas que nos formamos de la vida psíquica de nuestros congéneres. Estas
pueden ser distinguidas por acentos. Estas presentaciones, de nuevo, están conectadas unas
con otras de una forma diferente (asociación, fantasía) de los elementos de sensación ABC…
KLM...; pero no puede dudarse que ellos están muy cercanamente ligados a los últimos, y que
en última instancia su comportamiento está determinado por ABC… KLM… (la totalidad del
mundo físico), y especialmente por nuestro cuerpo y sistema nervioso. Las presentaciones
α’β’γ’… de los contenidos de conciencia de nuestros congéneres juegan para nosotros el papel
de sustituciones intermedias, por medio de las cuales el comportamiento de nuestros
congéneres, -la relación funcional de K’L’M’ con ABC_ resulta inteligible, en tal sentido en que
por sí misma (físicamente) podría permanecer inexplicada.

Es por lo tanto importante para nosotros reconocer que en todas las cuestiones ene sta
conexión, que pueden ser inteligiblemente preguntadas y que pueden interesarnos, todo se
vuelve en tomar en consideración las diferentes variables últimas y las diferentes relaciones de
dependencia. Este es el punto principal. Nada será cambiado en los hechos reales o en las
relaciones funcionales, si consideramos todos los datos como contenidos de conciencia, o como
parcial o como completamente físicos.

La tarea biológica de la ciencia es proveer el completo desarrollo humano individual con tan
perfectos medios de orientación por sí mismo como sea posible. Ningún otro ideal científico
puede ser realizado, y ningún otro tiene que ser proyectado.

El punto de vista filosófico del hombre promedio -si este término puede ser licado a un realismo
ingenuo- tiene una demanda de la más alta consideración. Ella surge ene l proceso de
inmensurable duración sin la asistencia intencional del hombre. Es un producto de la naturaleza
y es preservado por la naturaleza. Todo lo que la filosofía ha acumulado -aunque podamos
admitir la justificación biológica de cada avance, más aún, de cada error- es, comparado con ello,
sino un insignificante y efímero producto del arte. El hecho es que, cada pensador, cada filósofo,

16
al momento que es forzado a abandonar su ocupación intelectual sesgada por la necesidad
práctica, inmediatamente reforma el punto de vista general de la humanidad. El profesor X,
cuyas creencias teóricas hacen de sí mismo un solipcista, no las prácticas ciertamente cuando
tiene que agradecer al Ministerio de Estado por una condecoración conferida a él, o cuando
diserta ante una audiencia. El Pirronista que es apaleado en Le Mariage forcé14, de Moliere, no
procede a decir “Il me semble que vous me battez” sino que asume su golpiza como realmente
recibida.

No es el propósito de estas “consideraciones introductorias” desacreditar el punto de vista del


hombre común y corriente. La tarea que tenemos que realizar nosotros mismos es simplemente
mostrar por qué y para qué propósito sostenemos ese punto de vista durante la mayor parte de
nuestras vidas, y por qué y para qué propósito somos provisionalmente obligados a
abandonarlo. Ningún punto de vista tiene validez absoluta, permanentemente. Cada uno solo
tiene importancia para un fin dado…

14
N.T.

17

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