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https://www.bbc.com/mundo/internacional/2010/04/100406_2317_wikileaks_sitio_gz
1. ¿Qué es WikiLeaks?
Carlos ChirinosBBC Mundo, Washington
7 abril 2010
fuente adicional de preocupación para gobiernos, corporaciones o todo aquel que tenga
interés en mantener algunas cosas ocultas.
El control del flujo informativo siempre ha sido un objetivo complicado, laborioso, costoso
y, sobre todo, no siempre exitoso, pero el desarrollo de la web lo está haciendo cada vez
más difícil.
Cuando WikiLeaks apareció en internet en 2007, muchos lo consideraron el heraldo del
nuevo periodismo investigativo, mientras que otros lo vieron como un experimento
riesgoso.
"WikiLeaks es un servicio público internacional (…) nos especializamos en permitir a
periodistas o informantes que han sido censurados en presentar sus materiales al público",
le dijo a la BBC el editor de la página, Julian Assange, en una entrevista realizada en
febrero pasado.
En esa ocasión Assange explicó el origen del nombre: "Wiki significa rápido en hawaiano",
así que WikiLeaks significa "filtraciones rápidas", un nombre inspirado por Wikipedia, la
famosa base de datos on line.
Los siete hombres habían trabajado directa o indirectamente para el Comité de Reelección del
Presidente, y mucha gente, incluyendo el propio juez Sirica, sospechaban que la conspiración
alcanzaba a miembros de esferas más altas del gobierno.
• En marzo de 1973, James McCord envió una carta al juez John Sirica expresando que estaba
siendo presionado políticamente para que se auto-declarará culpable; en la carta McCord implicó
en el caso a varios oficiales del gobierno, incluyendo al ex Procurador Fiscal John Mitchell. Su carta
convirtió el asunto en un escándalo político sin precedentes.
• Dos periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, investigaron para
desenredar una compleja maraña cuyos hilos apuntaban a la Casa Blanca a través del Comité para
la Reelección del Presidente (CRP) de Richard Nixon.
• Los periodistas recibieron la ayuda anónima de un informador que se hizo llamar Deep Throat
(Garganta Profunda) cuya identidad no fue revelada hasta treinta y tres años después del
escándalo. Esta fuente reveló a Bernstein y Woodward que el espionaje telefónico contra el
Partido Demócrata era una actividad planificada por los principales asesores el presidente Richard
Nixon, H.R. Haldeman y John Ehrlichman, y además era un hecho conocido y aprobado por el
propio Nixon.
• Bob Woodward jamás contó su relación con la inteligencia naval y menos con las sociedades
secretas de la Universidad de Yale donde era miembro destacado. No obstante, esas fuentes le
permitieron acceder a datos sobre prominentes asesores de la administración Nixon y conocer que
el Comité de Reelección Presidencial de hecho practicaba un espionaje telefónico ilegal con la
protección y connivencia de Nixon y sus asesores.
• El viernes 19 de octubre de 1973 el propio Richard Nixon pidió al procurador especial del caso,
Archibald Cox, que un senador del Partido Republicano (llamado John C. Stennis) revisara y
transcribiera las cintas para entregar un resumen a los investigadores. Cuando Cox rechazó este
pedido esa misma tarde, Nixon ordenó al Fiscal general de los Estados Unidos, Elliot Richardson,
destituir a Cox en la noche del sábado 20 de octubre.
• Las noticias de estos ceses causaron gran enojo en el Senado al ser conocidas el lunes 22 de
octubre, en tanto mostraban un grave abuso de poder por parte de un Presidente de los Estados
Unidos, pues se entorpecía maliciosamente una investigación del Senado y se ordenaba el cese
arbitrario de un funcionario judicial.
• De inmediato Sirica ordenó que un panel de expertos evaluase esa cinta incompleta el 21 de
noviembre de 1973, concluyendo los expertos que el vacío detectado se debía a un borrado de la
cinta y no a un defecto técnico de la grabación o de la propia cinta. La comprobación del borrado
de la cinta causó nueva controversia, y la secretaria Rose Marie Woods alegó que ella era culpable
del borrado debido a un accidente el 1 de octubre de 1973, por el cual contestaba el teléfono en
su despacho y a la vez transcribía el contenido de la cinta.
• Woods sostuvo que por estar distraída pisó un pedal que borraba cintas de grabación (lo cual era
posible con los dispositivos de grabación magnética existentes en esos años) pero la posición de
Woods para hacer esto implicaba que la secretaria estirase su brazo izquierdo para contestar el
teléfono y a la vez estirase su pierna izquierda para apretar el pedal de borrado, pues ambos
aparatos estaba muy alejados entre sí. Este hecho hizo dudar al juez Sirica de la versión de Woods
sobre un borrado “accidental” y más bien aumentó las sospechas públicas de un borrado
intencional. El contenido de esos 18 minutos y medio es desconocido hasta la actualidad.
• La comisión llegó a la conclusión de que varios asesores y consejeros de Richard Nixon eran
culpables directos de los hechos acaecidos en el Edificio Watergate. Finalmente se reveló (y se
difundió por la prensa) que Nixon había mentido con el fin de ocultar su participación en el
escándalo. Asimismo, el Presidente había intentado sustraer a la investigación las cintas
magnéticas que contenían las grabaciones de todas las conversaciones que tuvieron lugar en el
Despacho Oval. Las cintas escuchadas por la comisión y el Juez Sirica resultaban comprometedoras
pues mostraban que Richard Nixon estaba, al menos, enterado de los espionajes telefónicos e
insistía en pagar sobornos a los acusados de irrumpir en el Hotel Watergate para así evitar
chantajes hacia sus consejeros o asesores.
• El 1 de marzo de 1974 el jurado del proceso entregó al juez John Sirica una lista de siete
funcionarios y asistentes del presidente Nixon que deberían ser acusados por el espionaje
telefónico en el Edificio Watergate: H.R. Haldeman, John Ehrlichman, John Mitchell, Charles
Colson, Gordon C. Strachan, Robert Mardian y Kenneth Parkinson, llamados por la prensa “los
Siete de Watergate”. En la lista de acusados se incluía secretamente al propio presidente Nixon,
junto con John Dean y Jeb Magruder.
• Las investigaciones llevadas a cabo por el FBI y después por el Comité de Watergate en el
Senado, el House Judiciary Committee y la prensa revelaron que este robo fue sólo una de las
múltiples actividades ilegales autorizadas y ejecutadas por el equipo de Nixon. También revelaron
el enorme alcance de los crímenes y abusos, que incluían fraude en la campaña, espionaje político
y sabotaje, intrusiones ilegales, auditorías de impuestos falsas, escuchas ilegales a gran escala, y
un fondo secreto en México para pagar a quienes realizaban estas operaciones. Este fondo
también se usó para comprar el silencio de los cinco hombres que fueron imputados por el robo
del 17 de junio.
• Tras defenderse de las acusaciones, la posición de Richard Nixon se debilitó muchísimo cuando al
empezar el proceso contra los Siete de Watergate la Cámara de Representantes inició un proceso
de enjuiciamiento contra él el 27 de julio de 1974, por la acusación de obstrucción a la justicia, dos
días después se aprobó acusarlo por abuso de poder y el 30 de julio se agregó la acusación de
desacato al Congreso.
• Ante esta situación, Nixon presentó su dimisión mediante un mensaje televisado en la tarde del
8 de agosto de 1974 antes de terminar el proceso, abandonando sus funciones como Presidente
de EEUU y saliendo de la Casa Blanca con su familia en la mañana del día siguiente.
• Su vicepresidente, Gerald Ford le sucedió inmediatamente y asumió el poder al mediodía del 9
de agosto. Su primera acción oficial fue indultar a Nixon, con lo que se detuvo todo procedimiento
judicial contra él.
• Durante años, el público especuló y discutió acerca de la identidad del confidente que ofreció a
Bob Woodward acceso a información privilegiada y fue vital para la cobertura que hizo el
Washington Post sobre el caso. De hecho Woodward se negó en todo momento a dar datos sobre
este informante y el propio Garganta Profunda cuidó mucho su anonimato, fijando a lo largo del
escándalo que la entrega de información se daría sólo cuando él mismo lo considerase preciso (y
nunca por pedido de Woodward).
• La verdadera identidad fue revelada finalmente por la revista estadounidense Vanity Fair, de la
edición del 14 de junio de 2005 y cuyo contenido se dio a conocer el 31 de mayo como adelanto.
Se trataba de W. Mark Felt, el antiguo director adjunto del FBI bajo la presidencia de Nixon. A la
edad de 91 años, deseó «liberar su conciencia». El periódico Washington Post confirmó la noticia
horas después.
• Mark Felt como agente del FBI trabajó largamente con Bob Woodward en labores de
inteligencia. Después de que fue “licenciado” de sus actividades, Felt le daba datos de inteligencia
desde dentro del FBI aprovechando su vasta red de contactos que accedían a información secreta
sobre actividades de espionaje.
• Felt era todavía funcionario del FBI durante el escándalo Watergate y no sería sino hasta tres
décadas después que sería identificado como “Garganta Profunda”, apodo que recibió para
mantener su anonimato, nombre que estaba inspirado en una popular película pornográfica de los
70’s.
• El 18 de diciembre de 2008, murió el artífice de uno de los escándalos más importantes por los
que atravesó Estados Unidos como consecuencia de un fallo cardíaco congestivo.
Tomadode: :
https://elpais.com/internacional/2016/08/09/argentina/1470709249_696009.html
Entre 2003 y 2009, la policía secreta espió a opositores del gobierno. / Archivo
“Desde el primer día en la Presidencia di instrucciones explícitas: no toleraríamos las
violaciones de los derechos humanos o de los principios democráticos. Nuestro mensaje era
siempre el mismo, en público y en privado: nunca permitiríamos prácticas ilegales y mucho
menos ignoraríamos cualquier tipo de abusos (...) Las democracias no toleran los abusos
cometidos contra sus ciudadanos”. Esto consignó el expresidente Álvaro Uribe Vélez en su
libro autobiográfico No hay causa perdida. Los escándalos del DAS durante sus dos
gobiernos parecen contradecir esa afirmación.
Entre marzo de 2003 y noviembre de 2005 operó un grupo de inteligencia denominado G-3,
que desarrolló operaciones de espionaje y desprestigio contra periodistas, defensores de
derechos humanos y opositores políticos del gobierno Uribe Vélez. En esa época el
entonces presidente protagonizó enfrentamientos públicos contra ONG a las que, sin
particularizar, relacionó con grupos ilegales. El objetivo del G-3 era vincularlas “con
organizaciones narcoterroristas”. La Fiscalía documentó la cacería de estos “blancos
políticos”: se interceptaron sus correos, sus teléfonos, se tomaron fotografías de sus
familias, casas y lugares que frecuentaban, se recolectó su información financiera, sus
hábitos y “hasta sus posibles amantes”.
Hasta en las basuras de sus casas hurgaron. Hubo actividades de espionaje contra el
Colectivo de Abogados José Alvear, contra las ONG Minga, la Consultoría para los
Derechos Humanos y el Desplazamiento, el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos,
Amnistía Internacional, la Comisión Colombiana de Juristas, Naciones Unidas, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), los dirigentes políticos Carlos Gaviria,
Horacio Serpa, Luis Eduardo Garzón, Gustavo Petro, Piedad Córdoba, Antonio Navarro,
Wilson Borja, el Cinep. La lista es extensa. En carpetas del DAS se hallaron mensajes en
los que se leía “cómo podemos sabotear” a estos blancos escogidos.
En un memo del 22 de octubre de 2005, dirigido al entonces director de Operaciones Carlos
Arzayús, quedó consignado que había que hacerles seguimiento a “organizaciones y
personas de tendencia opositora frente a las políticas gubernamentales, con el fin de
restringir o neutralizar su accionar”. La paranoia del DAS llegó al extremo de enviar
agentes encubiertos para seguir a la nobel de Paz Shirin Ebadi durante su visita a Colombia
en 2004 o espiar a la profesora de sociales del prestigioso colegio Marymount Sonia Urrea,
porque supuestamente estaba adoctrinando ideológicamente a sus alumnas al ponerles a
leer textos del sociólogo Alfredo Molano, del historiador Fabio Zambrano y de Gloria
Gaitán, hija de Jorge Eliécer Gaitán.
Para el DAS, la clase de la profesora Urrea era un asunto de seguridad nacional y por ello
se ordenó promover una campaña de desprestigio contra ella para desvincularla del plantel.
Los concejales de Bogotá que en 2004 aprobaron la cátedra de derechos humanos en los
colegios de la capital también fueron perfilados por el DAS. Y hubo cosas más ridículas.
En junio de 2005, en el marco del II Encuentro Nacional de Víctimas de Crímenes de Lesa
Humanidad y Violaciones a Derechos Humanos, agentes del DAS sabotearon el evento
mientras arengaban consignas como: “ONG: por qué atacan a los que defienden nuestro
pueblo / en cambio a los asesinos de las Farc, no les tocan ni un pelo”.
Entre los miles de archivos del DAS quedó al descubierto una bitácora de operaciones de
espionaje entre 2003 y 2005, cuando al frente de la entidad estuvo Jorge Noguera Cotes,
hoy condenado a 25 años de prisión. Por ejemplo, la Operación Imprenta, desarrollada para
impedir la distribución de los libros El embrujo autoritario, una serie de informes anuales
publicados por varias ONG. O la Operación Halloween que pretendía “concientizar a la
población sobre la realidad de la ideología comunista”. O la Operación Arauca, que buscó
enlodar al Colectivo José Alvear con el Eln. O la Operación Intercambio, que impulsó el
desprestigio de la CIDH “utilizando alianzas con servicios de inteligencia extranjeros”. O la
Operación Europa para neutralizar “el sistema jurídico europeo”.
El agente Germán Villalba fue el encargado de esta última operación y coordinó el envío de
espías al viejo continente, por lo que se ganó el mote del Canciller del DAS. A la periodista
Claudia Julieta Duque también la persiguieron y con ella probaron un manual para
amenazar que crearon agentes de inteligencia. Ese ‘protocolo’ tenía instrucciones precisas:
hacer la llamada amenazante en cercanías a instalaciones de inteligencia de la Policía, no
extender la intimidación por más de 49 segundos, asegurarse de que en la zona no hubiera
cámaras de seguridad y que el agente se desplazara en bus. El 17 de noviembre de 2004,
Duque recibió la llamada: “Usted no quiso hacer caso y su hija va a sufrir, la vamos a
quemar viva, le vamos a esparcir los dedos por la casa”.
Para el DAS, Duque y otros abogados de ONG no eran más que “traficantes de derechos
humanos”. A muchos de ellos les llegaron a sus casas coronas fúnebres y quesos podridos.
A los blancos políticos escogidos, dependiendo del grado de virulencia con el que fueran
vistos por parte de la policía secreta, se les buscaba “generar una infidelidad sentimental
para destruirlos”. Los magistrados de la Corte Constitucional también fueron vigilados
cuando aprobaron el acto legislativo que le permitió al presidente Uribe reelegirse. En
palabras de la Procuraduría, se usaron los recursos del Estado “en contra de personas u
organizaciones contrarias al gobierno de entonces, no para fines de interés general, sino
obedeciendo a una concepción propia de un Estado policiaco que persigue a sus opositores
por el solo hecho de serlo”.
Hasta octubre de 2005 el G-3 operó a sus anchas, pero se ordenó disolver ese grupo tras la
crisis institucional desatada por el enfrentamiento entre el director Jorge Noguera y el
subdirector José Miguel Narváez por la infiltración del paramilitarismo al DAS. El
exdirector de Informática del organismo, Rafael García, prendió su ventilador a finales de
2005 y acusó a Noguera de haber puesto al DAS al servicio del bloque Norte de las
autodefensas. Contó que como colaborador de la campaña de Uribe en Magdalena en 2002
creó un software para alterar los resultados electorales y garantizar que los “apadrinados
políticos” de Jorge 40 llegaran al Congreso. Fue el inicio de la parapolítica.
Entre tanto, José Miguel Narváez denunció que en el organismo de inteligencia había una
central de chuzadas que manejaba el comandante paramilitar Carlos Mario Jiménez, alias
Macaco; que a otros jefes narcoparamilitares de los Llanos se les vendieron expedientes y
que hasta se ejecutaron homicidios. La justicia empezó a indagar y descubrió un plan de
exterminio contra sindicalistas. Fue en esas vueltas que resultó asesinado el sociólogo
Alfredo Correa de Andreis, en 2004. Por este hecho, Noguera fue condenado por la Corte
Suprema. Cuando estalló el escándalo por la infiltración del paramilitarismo al DAS, el
presidente Uribe defendió a Noguera y lo llamó “un buen muchacho”.
Paralelamente comenzaron los señalamientos contra José Miguel Narváez, un hombre
experto en inteligencia, profesor de la Escuela Superior de Guerra y quien en 2002 hizo
parte de la comisión de empalme del electo presidente Álvaro Uribe. Entre agosto de 2002
y junio de 2005 ofició como asesor del DAS junto con los generales Rito Alejo del Río —
condenado a 26 años de cárcel— e Iván Ramírez Quintero —absuelto en primera instancia
por el holocausto del Palacio de Justicia—. Los jefes ‘paras’ Salvatore Mancuso, Ernesto
Báez, Don Berna y el Iguano acusaron a Narváez de ser ideólogo de las autodefensas y de
dictarles conferencias en las fincas de los Castaño tituladas “Por qué es lícito asesinar
comunistas en Colombia”.
Narváez resultó detenido y hoy enfrenta acusaciones por los homicidios del senador
Manuel Cepeda (9 de agosto de 1994), del humorista Jaime Garzón (13 de agosto de 1999),
por el secuestro de Piedad Córdoba (25 de mayo de 1999), por la tortura sicológica a la
periodista Claudia Julieta Duque y por el espionaje del G-3. Jorge Noguera también tiene
varios procesos pendientes por las vueltas del DAS durante su gestión, cooptada por las
autodefensas. Mientras en 2007 el escándalo parapolítico cobraba forma, a la dirección del
DAS llegó María del Pilar Hurtado. En septiembre de ese año la Corte Suprema llamó a
indagatoria al senador Mario Uribe y desde el organismo de inteligencia se orquestó un
complot para desprestigiar al magistrado que investigaba la parapolítica: Iván Velásquez
Gómez.
En abril de 2008 el DAS intentó acabar nuevamente con Velásquez y con las actuaciones
de la Corte Suprema. La revista Semana denunció en su artículo “El complot de los ‘paras’”
cómo se fraguó un nuevo montaje cuando emisarios de Don Berna les entregaron a
funcionarios de Palacio grabaciones clandestinas que buscaban minar la credibilidad de los
magistrados. Dichos registros se hicieron con equipos del DAS. El presidente de la Corte en
su momento, Francisco Ricaurte, exigió investigaciones. La respuesta de la Casa de Nariño
fue que había un cartel de falsos testigos que querían manchar el gobierno Uribe. La
Fiscalía comenzó a indagar.
Al mismo tiempo la excongresista Yidis Medina le confesó a la Corte Suprema que había
vendido su voto en 2004 para aprobar el acto legislativo que permitió la reelección
presidencial. Según reveló, en julio de 2004, en la Comisión I de la Cámara de
Representantes, ese proyecto estaba prácticamente hundido. Fue entonces cuando la
buscaron los ministros Diego Palacio y Sabas Pretelt de la Vega. Según Yidis, la
convencieron de que volteara su voto y a cambio le prometieron contratos y cuotas
burocráticas. En junio de 2008 la Corte la condenó a 47 meses de prisión y en ese fallo
señaló que su respaldo para aprobar la reelección “no surgió como fruto de su libre examen
y convencimiento sobre la bondades de la propuesta, sino gracias a las canonjías impúdicas
que le ofrecieron y recibió”.
Ese mismo día el presidente Uribe convocó exaltado a una rueda de prensa en la que tildó a
los magistrados como unos “nostálgicos del terrorismo agónico”. El enfrentamiento
institucional pasó a mayores y mientras el país asistía estupefacto a esa feria de acusaciones
mutuas, en la trasescena la detective Alba Luz Flórez, más conocida como la Mata Hari,
reclutaba fuentes dentro de la Corte para espiarla. Incluso grabó sesiones reservadas, como
la del 9 de mayo de 2008, en la que el magistrado Yesid Ramírez les dijo a sus colegas:
“No tengo duda que el presidente tenga que ver con mi amenaza de muerte”. La detective
Flórez fotocopió expedientes de la parapolítica y obtuvo información privada de los
magistrados.
Las confesiones que entregaron a la justicia altos exfuncionarios del DAS evidenciaron que
a raíz de los escándalos de la parapolítica y la yidispolítica, la Corte Suprema resultó siendo
un blanco definitivo para el DAS. El exdirector de Inteligencia Fernando Tabares declaró
que el entonces secretario general de la Presidencia, Bernardo Moreno, le dijo que el
presidente quería estar informado sobre cuatro temas: Piedad Córdoba, Gustavo Petro, el
periodista Daniel Coronell y la Corte Suprema de Justicia. Según William Romero, exjefe
de Fuentes Humanas, a finales de 2007 se empezó a cocinar la llamada Operación Escalera,
para infiltrar a la Corte, merodeada entonces por dos polémicos personajes: Asencio Reyes
y Giorgio Sale.
En febrero de 2009, después de una denuncia de la revista Semana titulada “El DAS sigue
grabando”, la Fiscalía allanó la central de inteligencia y descubrió no sólo el espionaje a la
Corte, sino las acciones desplegadas por el G-3 durante la administración de Jorge Noguera
y las vueltas ilegales del grupo GONI en la época de María del Pilar Hurtado. El gigantesco
espionaje del DAS quedó al descubierto y fue reconocido por los protagonistas de esos
hechos. El exdirector de contrainteligencia Jorge Lagos, la exsubdirectora de operaciones
Martha Leal, la Mata Hari, William Romero, Gustavo Sierra, entre muchos otros,
confesaron. Solo falta que se sepa quién dio las órdenes. El regreso de María del Pilar
Hurtado al país puede aclarar este interrogante.
jlaverde@elespectador.com
28 febrero 2018
Una redacción con periodistas en mangas de camisa que escriben a máquina y se enfrentan a un
dilema que puede cambiar el curso de la historia es una escena muy cinematográfica.
Si además quien se pone detrás de las cámaras es el director de cine Steven Spielberg y frente a la
lente actúan Tom Hanks y Meryl Streep, el atractivo del filme se multiplica.
Es el caso de The Post (traducida como "Los oscuros secretos del Pentágono" o "Los archivos del
Pentágono") que este domingo aspira a dos Oscar: mejor película y mejor actriz protagonista.
Image captionLa actriz Meryl Streep interpreta a Kay Graham en la película "Los oscuros secretos
del Pentágono" y está nominada al Oscar a mejor actriz, pero tiene complicado ganarlo. (Foto:
IMDB)
Para quienes no hayan visto la película, quieran hacerlo y no conozcan los hechos históricos que
sostienen la trama, advertimos que este artículo revela detalles de su desenlace.
El conflicto había causado una profunda división en un país donde cientos de miles de personas
llevaban años protestando contra la participación estadounidense en una guerra que no tenía
visos de llegar a su fin y que no hacía más que cobrarse la vida de jóvenes soldados.
El número de víctimas aumentaba cada día, los costos de la guerra también ascendían y los
ciudadanos comenzaban a poner en duda las justificaciones del gobierno para seguir envueltos en
una guerra tan lejana.
Las marchas antibélicas contaron a partir de 1969 con un participante inesperado: Daniel Ellsberg,
analista militar estadounidense que conocía desde dentro los detalles de la guerra.
La frustración de Ellsberg creció de tal forma que tomó una decisión que marcaría su vida: copió
miles y miles de documentos secretos que terminaron por salir a la luz y que se conocen como
los Papeles del Pentágono.
El engaño de Vietnam
Ellsberg era una de las pocas personas que tenía acceso a un estudio que, con el título "Relaciones
EE.UU.-Vietnam 1945-1967: estudio preparado por el Departamento de Defensa", detallaba la
historia de la implicación político militar de EE.UU. en Vietnam durante esos años.
Lo encargó el entonces secretario de Defensa Robert McNamara con el objetivo de escribir una
"historia enciclopédica de la guerra de Vietnam".
El trabajo final consistió en 3.000 páginas de análisis histórico y 4.000 páginas de documentos
originales del gobierno repartidos en 47 volúmenes y clasificados como material sensible top
secret. Se hicieron 15 copias.
Básicamente, los documentos exponían cómo los gobiernos de los presidentes Dwight Eisenhower
(1953-1961), John Kennedy (1961-1963) y Lyndon B. Johnson (1963-1969) extendieron el alcance
de sus maniobras en Vietnam sin informar a la ciudadanía.
Las fuerzas armadas de EE.UU. se involucraron en bombardeos sobre los vecinos Camboya y Laos,
redadas costeras en el norte del país y ataques de la Marina.
Según Ellsberg, "los documentos demostraban el comportamiento inconstitucional de una serie de
presidentes, la violación de su juramento y la violación del juramento de todos los subordinados".
Los papeles del Pentágono reflejaban, además, que el motivo de EE.UU. para implicarse en esta
guerra no fue tanto un impulso humanitario hacia Vietnam Sur sino la utilización del conflicto para
contener el poder e influencia de China.
El hijo de Ellsberg, Robert, le contó a la prensa que él y su hermana, que apenas eran
adolescentes, ayudaron a su padre con las miles de copias y recortando las palabras top secret de
los documentos.
La intención inicial de Ellsberg era hacerle llegar los papeles a legisladores y miembros del
gobierno para poner fin a lo que consideraba una guerra errónea, pero ante la indiferencia de los
políticos, decidió acudir a la prensa.
Ellsberg se acercó al reportero de The New York Times Neil Sheehan y le dio 43 volúmenes en
marzo de 1971.
Pese a no ser señalado directamente por los documentos, el gobierno de Nixon acusó a Ellsberg y
Russo de quebrar la ley de Espionaje de 1917.
Además, el fiscal general John Mitchell obtuvo una orden judicial que forzó a The New York
Times a detener la publicación después de tres artículos.
Amar lo que haces y sentir que importa... ¿cómo puede haber nada más divertido?".
El periódico apeló la orden y el caso The New York Times Co. vs EE.UU. rápidamente llegó hasta la
Corte Suprema.
En plena contienda judicial, otro periódico, The Washington Post, comenzó a publicar su propia
serie de artículos basados en la información revelada por los papeles del Pentágono.
El analista Ellsberg le dio parte de los documentos a Ben Bagdikian, reportero del diario, que en
aquel momento era una publicación modesta que acababa de salir a Bolsa y que estaba en manos
de Katharine Graham.
Image caption"Los oscuros secretos del Pentágono", en la que Tom Hanks interpreta a Ben
Bradlee, aspira al Oscar a mejor película. (Foto: IMDB)
"En total eran 7.000 páginas aunque nosotros sólo teníamos 4.000", relató el propio Bradlee en
una entrevista con la radio pública estadounidense NPR en 1995.
"Las recibimos a las 10:30 de la mañana y a las 10:30 de esa noche publicamos la primera
historia. Nadie las leyó por completo.
"Sólo podíamos leer fragmentos, cada uno de nosotros leíamos secciones. Entonces, durante unas
ocho horas leímos y después tuvimos una reunión editorial y decidimos qué podíamos publicar".
Ese mismo día, el fiscal general adjunto de EE.UU., William Rehnquist, urgió al periódico que
detuviera la publicación.
En ese punto jugó un papel clave la dueña del diario, Kay Graham, que había quedado al frente
de The Washington Post tras el suicidio de su esposo, Philip.
Ante la posible acusación de desacato, Graham tuvo que decidir entre retroceder y salvaguardar la
seguridad del periódico o publicar y luchar por la libertad de la prensa.
Tras muchas idas y venidas, conversaciones con Bradlee por un lado y con el equipo de abogados y
asesores financieros de la empresa por otro, Graham decidió seguir adelante con la publicación de
los documentos.
Ante esto, Rehnquist buscó una orden en un tribunal de distrito de EE.UU. pero el juez Murray
Gurfein declinó emitir un requerimiento.
Fallo de la Corte
El 30 de junio de 1971, la Corte Suprema decidió, en un fallo de 6-3, que el gobierno no había
cumplido con el requisito del "peso de la prueba" y le dio la razón a los periódicos.
"Y entre las responsabilidades de una prensa libre es fundamental el deber de evitar que cualquier
parte del gobierno engañe a los ciudadanos y los mande a tierras lejanas para morir de fiebres
extrañas y disparos y bombas extranjeras".
Un año más tarde, Bradlee y Graham tendrían también un rol indispensable en el caso de
Watergate, que culminó con la renuncia del presidente Richard Nixon.
Y sobre eso también existe una película: Todos los hombres del presidente (1976).