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Filósofos de La Nada
Filósofos de La Nada
Páginas 70-72.74.75
En todo caso, al menos por lo que respecta a la noción de experiencia pura,
que ha llegado a ser reconocida como la noción central del libro, hemos de ser algo
más cuidadosos. En realidad, la idea de la experiencia pura es mencionada solo en la
primera y más breve de las cuatro partes que componen el libro. Aunque fue la
última que escribió al esbozarla en 1908, Nishida estaba convencido, como sabemos
por sus cartas, de que sería posible construir una filosofía entera basándose en esta
idea. Como además fue concebido al final, intentó integrar el resto alrededor de este
principio y organizar un todo coherente. Se entiende entonces que, para alguien que
comienza a leer directamente por el primer capítulo, resulte más bien difícil situarse.
Durante los tres años siguientes, Nishida revisó las partes para tejerlas en una
sola pieza: cuando terminó su trabajo, advirtió que las costuras estaban bien visibles.
En el momento en que admite que la sección inaugural, que presenta la experiencia
pura como la única incomparable realidad, representa solo el principio de su
pensamiento, sugiere al lector que vuelva a leerla después de haber leído los otros
capítulos que contienen sus propias ideas. (Se puso de acuerdo con el consejo de su
editor —que temía que un libro escrito por un autor tan poco conocido no se
vendiera— de que le pondría un título que apuntara a la ética como tema del
trabajo).
Por su parte, una vez terminado el libro, dejó a un lado la idea de experiencia
pura y nunca más volvió a ella. O mejor dicho, quizá permitió que la idea se disolviera
entre las mismas unidades en que estaba compuesta. Su objetivo de encontrar un
principio absoluto sobre el que construir un sistema filosófico permanecía, pero su
primer intento terminó menos en un logro que en una agenda que dirigiría su trabajo
en los años posteriores.
Páginas 306-308
64 DIOS. Como estamos viendo, Nishitani no rechaza —el nihilismo
simplemente las ideas tradicionales que quiere repensar el yo, la relación
interpersonal, la ética, la ciencia, la historia ni tampoco se contenta con modificarlas
a la luz de su propio punto de vista. Más bien intenta perseguir la idea hasta el punto
en que se derrumba antes de llegar a la realidad que pretende expresar, y que
justamente en el punto del colapso revela lo que había sido descuidado. Este
penetrar mediante un «quebrar y traspasar» siempre insinúa un renacimiento, no
solo del yo, sino también de la idea que ha sido atravesada Desde el momento
mismo en que la idea empieza a desplomarse, Nishitani empieza a restaurarla,
relativizando lo que la había precedido a la luz de lo que ha sido revelado. El parecido
con la idea de Nishida de «trasdescender» la negación hasta la afirmación, así como
con la «crítica absoluta» de Tanabe, es evidente. Lo que se muestra más fuertemente
en Nishitani que en sus predecesores es la dimensión existencial en su modo de
acercarse a una pregunta.
Fuera o no siempre efectivo este método, y uno tiende a suponer que a veces
se aplica más tácita que explícitamente, fue el método elegido por Nishitani para
reconocer la autoridad de la tradición sin sentirse en débito con ella. Lo mismo vale
para su tratamiento de la cuestión de Dios, que demasiados de sus comentaristas
han visto como una simple negación del Dios cristiano a favor de un Dios recreado a
imagen de la nada absoluta. Creo que, sin embargo, sería más exacto decir que su
indagación de la idea de Dios clarificó su idea de la nada absoluta, y que además le
ayudó a encontrar un fundamento ontológico para su método existencial de abordar
cuestiones tradicionales: no solo la reflexión racional, sino toda realidad es, por
naturaleza, autovaciante
No cabe duda de que Nishitani, al igual que Nishida y Tanabe, rechazó la idea
occidental tradicional de una trascendencia divina, pero no rechazó la idea de Dios ni
toda posibilidad de una trascendencia. Más bien, insiste en que esas son ideas
necesarias para el cristianismo mismo. Y al elaborar sus argumentos a favor de la
reforma de la idea cristiana de Dios, Nishitani no está simplemente amonestando,
como budista, la doctrina cristiana, exigiéndole que se despierte a la crítica racional y
a la filosofía moderna. Está forcejeando con el problema de Dios, con un pie en el
cristianismo y otro en el budismo, precisamente porque es un problema que se abre
a una cuestión humana fundamental para la religión,
una filosofía de la nada
sea el budismo, sea el cristianismo. Esto vale por sus absoluta necesita la idea
escritos sobre Dios en general, donde lo que era solo de Dios como elemento
implícito en Nishida y Tanabe es finalmente aclarado: esencial.
una filosofía de la nada absoluta necesita la idea de
Dios como elemento esencial.
Las razones principales que justifican su rechazo de una trascendencia divina
ya han sido mencionadas. El nacimiento de la cosmovisión científica trajo consigo la
liberación del pensamiento de toda autoridad externa, que comenzó con una
declaración de independencia de Dios. El cristianismo ha contrarrestado el golpe a la
autoridad divina al insistir en la alteridad absoluta de Dios y en su trascendencia del
mundo, y al mismo tiempo proclamar que su autoridad trascendente es una fuerza
omnipresente en el mundo y en toda actividad humana, incluida la obra de la razón
misma. De esta manera, el problema perenne de aclarar la relación ontológica entre
Dios y las criaturas se agudiza aún más cuando se le hace recusar la autonomía de la
razón científica, y aún más cuando los principios que una vez habían dominado
indiscutidos en la vida cotidiana, el pensamiento, la ética, y la sociedad van cayendo,
uno tras otro, ante el avance del escepticismo, la secularización y el ateísmo.
Siempre que uno no crea que el autodespertar del Siglo de las Luces, la
ciencia y la modernidad ha sido algo así como una enfermedad monstruosa de la que
hemos de curarnos cuanto antes, para que la fe vuelva a ocupar su trono
privilegiado, algo ha de hacer con el hecho de que el punto de vista tradicional del
cristianismo se oponga «subjetividad despertada del hombre moderno». Nishitani es
inequívoco al respecto:
El cristianismo no puede y no debe considerar al ateísmo moderno como algo
que deba ser meramente eliminado, sino que en lugar de esto debe aceptarlo como
una mediación hacia un nuevo desarrollo del cristianismo.