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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA

DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS
SUPERIORES
ARAGÓN

RECURSOS Y NECESIDADES DE MÉXICO Y EL MUNDO

LA NUEVA RUTA DE LA SEDA

MUÑOZ PÉREZ LUIS MARIO


En noviembre de 2017, el XIX Congreso del Partido Comunista de China ponía
fin a la primera etapa de mandato de Xi Jinping, iniciándose desde entonces
una segunda fase en la que el Presidente chino apostaba por un socialismo
con características chinas para la construcción de una nueva era. En el
horizonte próximo, la celebración del centenario de la fundación del Partido
Comunista Chino en 2021 y, posteriormente, en 2049, la conmemoración de los
cien años de la República Popular de China, son las fechas que Xi tiene como
referencia para alcanzar el sueño chino y rejuvenecer al gigante asiático. En los
próximos tres años, muchos de los grandes proyectos dentro de la nueva Ruta
de la Seda estarán operativos y para 2049 la iniciativa se habrá consolidado
como la mayor revolución del comercio mundial, formando parte del legado de
Xi. De ahí que el líder chino se haya involucrado en primera persona para
alcanzar los objetivos planteados.

El carácter inclusivo de la iniciativa hace que todos los países que participan se
beneficien del nuevo esquema de comercio, con el efecto positivo de una mejor
conexión entre vecinos y un mayor desarrollo económico en estas regiones.
Este cambio de actitud en cuestiones de política exterior respecto a antiguos
dirigentes chinos, como Deng Xiaoping, que apostaban por mantener un perfil
bajo, contrasta con la visión en la era de Xi, que apuesta por una China
moderna que persigue el liderazgo en las cuestiones geopolíticas y
geoestratégicas que marcarán el futuro del mundo.

Diseñada para dar respuesta a cuestiones estratégicas en el desarrollo


económico del país, la nueva Ruta de la Seda favorecerá que China progrese
en los próximos años hacia una economía avanzada. Con el nombre en chino
de 一带一路 (yīdài yīlù), y conocida por sus siglas en inglés como OBOR (One
Belt, One Road), el mayor proyecto de desarrollo de infraestructuras mundial
consta de seis corredores en la ruta terrestre, denominada Silk Road Economic
Belt (Cinturón Económico de la Ruta de la Seda). Estas rutas actuarán de
alternativa al estrecho de Malaca, en el sureste asiático, hasta ahora la vía de
comunicación de China con el exterior. Y también de una ruta marítima,
conocida como 21st-Century Maritime Silk Road (Ruta de la Seda Marítima del
siglo XXI), por la que a través de enclaves estratégicos en Asia, África y
Europa, los productos chinos alcanzarán los puertos europeos. Aunque cada
ruta tiene retos y desafíos diferentes, las dos cumplen el objetivo de dar forma
a la visión de Xi de desarrollar nuevas vías que permitan a China jugar un
papel más destacado en las cuestiones políticas, geoeconómicas y comerciales
de los países que integran OBOR.

Desde que Xi Jinping presentara la iniciativa en octubre de 2013, la diplomacia


china ha incorporado al proyecto 68 países de Asia, Europa y Norte de África.
La inversión contemplada es propia de la magnitud del proyecto, diseñado por
China para abanderar la globalización y para situar de nuevo al gigante asiático
como el país del centro. El volumen de las inversiones es proporcional a los
beneficios para los Estados de la Ruta. Los 60.000 millones de dólares
aportados por las empresas chinas entre 2013 y 2016 se han transformado en
la construcción de 56 parques industriales, el establecimiento de unas mil
empresas y la creación de más de 180.000 puestos de trabajo, según fuentes
oficiales.

Pero los beneficios son principalmente para China, que utiliza a sus empresas
estatales y los materiales de construcción traídos directamente del país asiático
para el desarrollo de las infraestructuras. Los muelles del puerto de El Pireo,
Grecia, se han realizado con maquinaria de fabricación china, y a cambio la
China Ocean Shipping Company (COSCO) genera unos mil puestos de trabajo
en la zona. Sin embargo, en zonas donde no se encuentra personal experto,
son los trabajadores chinos los encargados de la construcción de las
infraestructuras, como en el corredor de Pakistán donde trabajan más de 7.000
chinos.

La nueva Ruta de la Seda cumple con el objetivo de diversificar las fuentes de


acceso a energía de China, conectar con nuevos mercados y aliviar los
problemas de sobrecapacidad de producción de algunos de los sectores
emblemáticos, como el acero y el cemento. Pero también supone un
incremento del comercio con los países OBOR, gracias a que el gigante
asiático ha dado acceso directo a los bancos de la zona para hacer
transacciones directamente con la moneda china, favoreciendo así la
internacionalización del renminbi. El comercio y un importante desarrollo de
infraestructuras dotarán a estas regiones de las capacidades para alcanzar el
progreso económico que, por la carencia de medios y de presupuesto, no había
sido posible hasta ahora. Una mayor actividad comercial podría, asimismo,
ayudar a reducir los niveles de conflicto de una región amenazada por la
inestabilidad procedente de las provincias musulmanas de Xinjiang y Ningxia y
por cuestiones del terrorismo yihadista en Asia Central. De ser así, la nueva
Ruta de la Seda podría ser determinante como factor estabilizador de la paz en
el siglo XXI en estas regiones.

En los próximos años se consolidarán los proyectos iniciados y serán más


visibles los beneficios y el potencial de las nuevas rutas comerciales,
mejorando las cifras actuales que indican que la región agrupa el 35% del
comercio mundial, acapara el 75% de las reservas energéticas globales y
representa el 55% del PIB de todo el planeta. Aunque podría entenderse que
OBOR modela una estructura de poder con ambiciones geopolíticas, Xi
siempre ha negado este objetivo como parte de la iniciativa. Por ello, aunque
se haya comparado en ocasiones con el Plan Marshall, no deja de ser una
aproximación construida desde Occidente. Pero el espíritu principal, y piedra
angular en el desarrollo de la iniciativa, es promover una apertura hacia nuevos
mercados, fomentar el comercio y desarrollar infraestructuras que conecten
Asia con Europa.

La dotación presupuestaria inicial de 800.000 millones de dólares es la mayor


apuesta por la globalización realizada por China, al margen de Estados Unidos
y Europa. El presupuesto procede del Fondo de la Ruta de la Seda, del Nuevo
Banco de Desarrollo (NDB, siglas en inglés) y del Banco Asiático de
Inversiones en Infraestructuras (AIIB, en inglés), instituciones promovidas
directamente por Xi que muestran el nivel de compromiso del Presidente chino
con la iniciativa. Al presupuesto inicial, habría que añadir los 124.000 millones
de dólares prometidos por Xi Jinping durante la celebración del Foro de la Ruta
de la Seda en Pekín en mayo de 2017.

OBOR significa el despliegue de una amplia red de vías férreas, de puertos


marítimos, conductos de petróleo y gas, puentes, aeropuertos y carreteras. La
extensa red de infraestructuras conectará las principales ciudades europeas
por ruta terrestre en menos de tres semanas, reduciendo casi a la mitad el
tiempo necesario por la ruta marítima. Los 19.000 kilómetros de vías férreas de
alta velocidad de China, la mitad del mercado mundial, pasarán a ser 30.000
kilómetros en 2020, mayor que toda la red de la Unión Europea. Esto pondría
de manifiesto que la conectividad a alta velocidad figura entre los grandes retos
de Xi, consiguiendo además un mayor reconocimiento de los estándares chinos
a nivel internacional.

En el ámbito OBOR, se dispara el número de fusiones y adquisiciones, con


importes que a mediados de 2017 alcanzaron un valor de 33.000 millones de
dólares, superior a los 31.000 millones de dólares de todo 2016. A pesar de las
restricciones aplicadas a las inversiones en el extranjero, las realizadas en el
ámbito OBOR quedan al margen de esta limitación, ya que China es consciente
de que las adquisiciones en enclaves estratégicos son esenciales para hacer
viable la iniciativa en las próximas décadas. Entre las más importantes del año
pasado, destacan la compra de Global Logistics Properties, con sede en
Singapur, por parte de un consorcio chino por el valor de 11.600 millones de
dólares, y la adquisición por 1.800 millones de dólares de un 8% de una
petrolera en Abu Dhabi por parte de la empresa estatal China National
Petroleum.

Lo mismo ocurre con los acuerdos, que se cuentan por centenares. A


mediados de 2017 se registraban 109 y se espera –los datos aún no están
disponibles – que la cifra total de los acuerdos cerrados en 2017 supere los 175
alcanzados en 2016 y los 134 contabilizados en 2015, según Thomson
Reuters. Mientras algunos de los proyectos comienzan a estar operativos, otros
nuevos se incorporan a la lista. Entre los más recientes, la extensión ferroviaria
en el sur de Sri Lanka, la compra por parte de COSCO de una participación
mayoritaria de la gestora de varias terminales de contenedores en España, el
refuerzo de las inversiones en Europa Central y del Este, donde China está
construyendo proyectos a 20 años –y con tipos de interés del 2%– o la
conexión ferroviaria en Kenia que conectará el puerto de Mombasa con la
capital, Nairobi. Y este frenesí, donde los acuerdos y el desarrollo de las
infraestructuras se suceden con rapidez, permitirá convertir a OBOR en la
iniciativa del siglo, generando un beneficio común para todos los integrantes de
la nueva Ruta de la Seda.
https://www.politicaexterior.com/articulos/politica-exterior/la-
ruta-de-la-seda-del-siglo-xxi/

http://www.revistacomercioexterior.com/articulo.php?
id=341&t=la-nueva-ruta-de-la-seda

https://www.esglobal.org/la-nueva-ruta-la-seda-ya-una-realidad/

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