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Título: Conflictos ambientales en la agenda de la Corte Suprema. Su tratamiento competencial


Autor: Valle, Débora
Publicado en: RDAmb 42, 11/06/2015, 7
Cita Online: AR/DOC/4863/2015
Sumario: I. Introducción.— II. Competencia judicial en materia ambiental.— III. Análisis jurisprudencial de
fallos de la Corte Suprema de Justicia en temas de competencia judicial ambiental
I. Introducción
Vale una aclaración inicial: si bien los fallos reseñados no corresponden en su totalidad a planteos locales de
la región patagónica, el criterio de selección ha tenido en cuenta, además del instituto de la competencia, la
doctrina judicial sentada en ellos, que ha servido para interpretar las normas procesales de la Ley General del
Ambiente, el diseño de procesos colectivos, el dictado de mandatos de implementación dirigidos a los restantes
poderes del Estado contenidos en las sentencias, la adopción de medidas anticipatorias, la conceptualización de
los derechos de incidencia colectiva, entre otros aspectos.
Como acertadamente señala Horacio Rosatti, la relación entre derecho y ambiente ha transitado un camino
no exento de "dificultades"(1). Con ello quiere significar que, desde la perspectiva estrictamente jurídica, no
siempre se asumió, ya sea tanto al momento de legislar, como en el de la implementación, la complejidad que
resulta inherente al ambiente. Ello es así, debido a que éste debe ser entendido como un sistema, no como una
mera yuxtaposición de elementos de diversa naturaleza concebidos aisladamente, es decir "...como un conjunto
de elementos que interactúan entre sí, pero con la precisión que estas interacciones provocan la aparición de
nuevas propiedades globales, no inherentes a los elementos aislados, que constituyen el sistema..."(2).
En la evolución jurídica del concepto de ambiente, podemos apreciar que en las primigenias declaraciones
de documentos internacionales en la temática, el enfoque parte de una visión restringida y circunscripta a los
elementos naturales como fuente proveedora de recursos (3), sin inclusión alguna de los aspectos culturales y
sociales, para ir evolucionando progresivamente hacia la concepción mayoritariamente amplia que actualmente
receptan no sólo el derecho internacional ambiental, sino también el derecho comunitario, regional e interno
estadual (4).
Si bien no define expresamente al ambiente, del análisis integral del art. 41 de nuestra Constitución
reformada podemos concluir que la concepción tenida en cuenta por nuestros constituyentes fue la amplia, ya
que, a partir de la enumeración de diversos elementos, tales como "recursos naturales", "patrimonio natural",
"diversidad biológica", "patrimonio cultural"(5) como componentes del ambiente, establece mandatos que nos
permiten inferir un enfoque holístico del entorno o ambiente del sistema social, y no meramente circunscripto al
sistema natural. Es un concepto complejo, ya que a partir de la interacción de los elementos que lo componen
surgen nuevas propiedades globales diferentes a las inherentes a los elementos aislados y que conforman el
sistema.
En consonancia con el alcance referido, la Corte Suprema, en la causa "Mendoza", en su resolución del 20
de junio de 2006, al referirse al ambiente, lo hace enunciando en el considerando 6) sus características
particulares: "...la defensa del bien colectivo, configurado por el ambiente..."; "...el que por su naturaleza
jurídica, es de uso común, indivisible y está tutelado de una manera no disponible por las partes, ya que primero
corresponde la prevención, luego la recomposición y, en ausencia de toda posibilidad, se dará lugar al
resarcimiento..."(6).
En una breve síntesis, ya que no es el tema medular del presente trabajo, podemos apreciar que el eje
conductor de la cláusula ambiental hace foco en la prevención concebida como una obligación no sólo de las
autoridades —entendidas en sentido amplio— sino también para los "habitantes", como correlato del derecho
que les reconoce.
El su primer párrafo, el art. 41 de la Constitución Nacional recepciona el derecho humano al ambiente, con
su carácter bifronte de "deber". Lo califica como sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano, aludiendo
claramente a su relación con el hombre, lo cual nos brinda una noción sustentada en una visión antropocéntrica
(7), calificado en virtud de su vinculación con un modelo de desarrollo sostenible. El concepto se refiere a un
ambiente como contexto en donde el hombre vive, se desarrolla y satisface sus necesidades. La concepción
amplia y mutable de ambiente resulta de la ponderación de este párrafo con el segundo, que arroja claridad
sobre el tema y da la pauta de una concepción no restrictiva, ya que el constituyente, al estatuir mandatos de
protección y preservación, indica que éstos se refieren a los recursos naturales (cuya utilización racional
preconiza), el patrimonio natural y cultural y la diversidad biológica (aludiendo expresamente, al respecto, a su
preservación). Así, el concepto de ambiente se expande, comprendiendo tanto el sistema natural como el

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cultural y las relaciones intra e inter sistémicas (8). Por su parte, el tercer párrafo, referido al reparto
competencial de funciones, otorga mayor amplitud aún, ya que contiene dos elementos intrínsecamente
relacionados: el ambiente como objeto de tutela y protección y la protección como mandato imperativo dirigido
a las autoridades.
Al respecto, tanto el segundo como el tercer párrafo de la cláusula que comentamos complementan y
dinamizan la definición de ambiente del primer párrafo, ya que incluyen, además del reparto competencial
propio de un Estado federal, institutos de gestión, tales como la información y la educación ambientales,
concebidos como herramientas de protección, vinculadas a un concepto funcional de ambiente que
necesariamente deberán ser contempladas por las autoridades al momento de diseñar la política ambiental.
Partiendo de una concepción sistémica del ordenamiento jurídico, e interpretando la cláusula constitucional
con dicho enfoque, podemos establecer una relación entre los tres párrafos aludidos precedentemente, a partir de
la noción de "deber": del primer párrafo, surge expresamente el derecho a gozar de una prerrogativa —el
derecho humano al ambiente— y el correlativo deber de defender el bien cuyo disfrute se reconoce, pudiendo
entonces relacionar dicho deber con la materia objeto de protección (el ambiente), lo cual a su vez define el
mandato dirigido al legislador (tercer párrafo), el cual encuentra su ámbito concreto de aplicación con el primer
párrafo de la norma. La complementariedad entre el primer y segundo párrafo es clara, ya que se impone a las
autoridades proveer a la "protección de este derecho", en clara referencia al derecho consagrado por el primero.
Entendemos que la noción de deber es la que impone una expansión en el concepto de ambiente, pues permite
que el objeto de regulación por las políticas administrativas o legislativas, a partir de los mandatos dirigidos a
las autoridades —utilización racional de recursos, preservación del patrimonio natural y cultural y de la
diversidad biológica, la información y educación ambientales—, resulte mucho más amplio que el que se podría
inferir de una interpretación que ignorara la concepción holística plasmada por el constituyente.
En cuanto al reparto competencial establecido en el párrafo tercero del art. 41 de la Constitución Nacional,
la amplitud dada por el constituyente a los sujetos pasivos del mandato programático guarda relación directa con
la concepción holística del modelo institucional para el desarrollo sostenible (art. 41, primer párrafo). El párrafo
aludido se ocupa de definir el reparto de competencias en su faz vertical, es decir, la referida a las facultades que
competen a cada uno de los órdenes estaduales que conforman nuestro sistema político federal.
Dicha faz vertical se evidencia a partir de la necesaria compatibilización entre la lógica territorial del
federalismo y la lógica territorial de la protección ambiental: la primera se concreta en las normas
constitucionales que plasmaron un proceso histórico, político y cultural de nuestro país; la segunda, se expresa a
través de fenómenos, hechos y conductas que exteriorizan el comportamiento natural de factores heterogéneos.
Tanto el sistema federal de convivencia como la protección ambiental constituyen objetivos que, por su
contenido axiológico para la sociedad, reciben reconocimiento constitucional. En este sentido, el federalismo no
se erige como un mero instrumento que relaciona los elementos territorio y poder del Estado, sino que
constituye un valor en sí mismo, internalizado en nuestra comunidad; por su parte, la sustentabilidad ambiental
consagrada en el primer párrafo de la norma analizada pone de manifiesto la preocupación por asegurar la
continuidad inter e intrageneracional del bien ambiental.
Consideramos que de las alternativas posibles de compatibilización en la faz vertical entre los presupuestos
enunciados precedentemente, nuestros constituyentes consagraron en la reforma un sistema de legalidad
ambiental y de diseño funcional de concurrencia complementaria, apartándose del esquema consagrado en la
Constitución de 1853-60 referida a la normativa de fondo del art. 75, inc. 12. Entendemos que el aludido
esquema de reparto requerirá de mecanismos de concertación (9), tanto en el proceso de elaboración normativa
como en el de implementación de la normativa ambiental.
El tercer párrafo del art. 41, CN, establece que en materia ambiental "Corresponde a la Nación, dictar las
normas que contengan las normas de presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las necesarias para
complementarlas, sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales".
Podemos afirmar que esta modalidad de legislación importa una concurrencia complementaria que guarda
estrecha relación con la naturaleza propia del bien jurídico ambiental, con la impronta de los derechos de tercera
generación y su base axiológica —solidaridad intergeneracional— y el modelo de desarrollo sostenible
consagrados por la cláusula ambiental constitucional.
Así, nuestro ordenamiento jurídico ambiental ha plasmado con rango constitucional un nuevo esquema de
distribución de competencias mediante la concepción de normas de presupuestos mínimos y normas
complementarias. Este nuevo esquema establece que la relación entre las normas de cada uno de los órdenes
—nacional y local, ya sea provincial o municipal— se materializa a través del principio de complemento. A
partir de este principio, y teniendo en cuenta los elementos de la competencia ambiental —el "ambiente" como

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elemento objetivo y estático y la "protección" como elemento dinámico y funcional que califica la materia—,
"complementar" significa agregar más protección. En este diseño competencial también resultan aplicables los
principios de congruencia y de optimización de la protección ambiental. En virtud de ello, las normas de
presupuestos mínimos dictadas por la Nación indican el nivel básico, común y uniforme para todo el país y
sobre estas reglas, conforme el principio de optimización de la protección, las provincias y los municipios
ostentan la función normativa de dictar las normas necesarias para complementarlas. Esta modalidad de
pluralidad jerárquica con complementación sustantiva en materia ambiental tiende a la adopción de un esquema
de concertación —claro ejemplo del federalismo de concertación propugnado por Pedro Frías— de normas
básicas de protección ambiental acordadas por los diferentes sujetos de la relación federal.
Pero el deslinde funcional no se agota con la referida distribución competencial —legislativa y
administrativa— entre las autoridades federales y locales, sino que también expresamente incluye las judiciales
al referir: "...sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales", ya que este mandato no sólo alude a la función
que les compete a las autoridades locales en materia de aplicación de la normativa ambiental, sino que efectúa
un reparto o deslinde en cuanto a las autoridades judiciales competentes al momento de dirimir un conflicto
ambiental.
Como corolario de lo expresado, en las relaciones verticales de la totalidad de la comunidad jurídica
también mantiene su vigencia el principio de integración, por lo que resulta ineludible la verificación del
acatamiento del principio de congruencia (10) por las diferentes administraciones en sus relaciones horizontales
en el ejercicio de sus funciones competenciales (legislativa, administrativa y judicial).
De esta forma, considero que a partir de la correlación entre el segundo y tercer párrafo del art. 41, el
constituyente plasmó el mandato de fortalecimiento del régimen federal incorporado en la ley que declaró la
necesidad de reforma parcial de la CN.
II. Competencia judicial en materia ambiental
Previo a adentrarnos en el análisis del tema propuesto, resulta oportuno aclarar que la lectura de algunos
fallos locales, referidos a conflictos con componentes ambientales, nos hicieron reflexionar sobre la evolución
que pareciera haber experimentado el criterio de la Corte Sup. respecto de la competencia —orden local o
federal, originaria o por apelación— en las causas en las cuales las pretensiones incoadas están relacionadas, ya
sea en forma directa o indirecta, con la invocación de daño ambiental o con una finalidad tuitiva, preventiva o
precautoria, según el caso. Así, en la causa "Provincia del Neuquén v. Y.P.F. s/amparo"(11), en su resolución del
13/6/2006, la Corte Suprema se declaró incompetente para entender en la causa, por considerar que la cuestión a
resolver —potencial afectación ambiental interjurisdiccional— era del resorte de los tribunales locales. Lo
particular del caso que llamó nuestra atención fue el apartamiento, por parte del Máximo Tribunal, del criterio
fijado a partir de autos "Fundación Medam". En dicho precedente —21/9/2004—, adhiriendo al dictamen del
procurador general, la Corte Suprema entendió que, en virtud de la materia, resultaba competente el fuero
federal, por considerar que los procesos contaminantes generados a partir de la actividad de la planta de
propiedad del Estado federal —Meteor— resultaría afectada la composición química de elementos —acuífero
freático y del lindero Río Paraná—, configurándose con ello la interjurisdiccionalidad requerida por el art. 7º de
la LGA (12). Sin perjuicio del análisis que en el apartado III de este trabajo realizaremos, podemos adelantar
que, paulatinamente, a partir de la resolución dictada en "Fundación Medam", advertimos que el principio
general, casi sin excepciones, de la competencia provincial en materia ambiental sostenido por la Corte
Suprema —"Roca, Magdalena"(13), su más claro ejemplo— ha ido mutado hacia un criterio más centralizador o
si, se quiere, de mayor preponderancia del fuero federal, a partir de la interpretación y aplicación del segundo
párrafo del art. 7º de la LGA (14). Ése constituirá en foco de nuestro estudio.
1. La jurisdicción y la competencia
Ricardo Haro define a la jurisdicción como "...la función del poder del Estado que, ejercida por órganos
públicos especializados, actúa la voluntad de la ley mediante la dilucidación tanto de las controversias jurídicas
que le son sometidas como en la represión de los delitos y la ejecución de sus consiguientes resoluciones"(15).
En términos similares, Alvarado Velloso la define como la atribución del Estado para administrar justicia en un
caso concreto por medio de los órganos judiciales instituidos al efecto (16).
Alvarado Velloso entiende que la competencia se refiere a la atribución de funciones efectuada
normativamente dotando de aptitud al juez o tribunal para procesar, juzgar y, eventualmente, ejecutar la
decisión que resuelve un litigio (17). Por su parte, Osvaldo Gozaíni (18) considera que la competencia es la
aptitud del juez, conferida legalmente, para conocer en las controversias que le sean planteadas, en atención a la
materia, grado, valor o territorio, conforme las reglas de atribución establecidas en la norma procesal.
Tal como señala José Esain (19), la competencia judicial integra, junto con la legislativa y la administrativa,
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el sistema legal ambiental. Dicha competencia, que se refiere a la intervención de los órganos jurisdiccionales
en causas en las cuales se articulen pretensiones ambientales, se encuentra primariamente reglada en el sistema
constitucional y, en segundo orden, por las normas infraconstitucionales.
2. Competencia judicial ambiental. Normas de atribución federal o local
Conforme señaláramos precedentemente, la norma rectora en materia de atribución de competencia judicial
ambiental es la Constitución Nacional, sin perjuicio de lo establecido al respecto por sus normas reglamentarias.
Atento al sistema federal estadual consagrado por el art. 1º de la Constitución Nacional, lo primero que
debemos tener en cuenta al respecto es que coexisten dos órdenes jurisdiccionales diferentes, uno federal y los
sendos órdenes locales, consagrados por las provincias en cumplimiento del deber de asegurar la administración
de justicia impuesto por la cláusula federal (20) y, a partir de la reforma del año 1994, por la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, conforme lo dispuesto por el art. 129 de la Constitución Nacional. Dichas jurisdicciones
surgen de forma expresa del correlato de normas constitucionales: el orden federal o nacional, sobre el territorio
de la Nación (arts. 116 y 117) y el orden local dentro del territorio de cada una de las provincias (arts. 5º, 75, 12
y 121) y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (arts. 75, inc. 12, y 129).
Tal como señala Haro, existiendo un Estado federal, con un derecho federal que lo configura y un gobierno
federal que lo conduce, resulta lógico que dicho gobierno se manifieste no sólo mediante su administración y su
poder legislativo, sino que también requiera de un Poder Judicial que se erija en garante último de la vigencia y
supremacía de dicho derecho federal, como así también de los derechos, deberes y garantías de las personas y de
las atribuciones que, por delegación provincial, ejerce el Estado federal a través de su gobierno (21).
Conforme la lógica estructural del sistema federal argentino, en virtud de la delegación constitucional de
poderes, el orden federal resulta ser la excepción, con poderes soberanos y supremos, pero sólo limitados a las
materias que expresamente se incluyeron en dicha delegación y reservados para ser ejercidos por dicho orden.
Es decir, resultan de interpretación restrictiva. Ello es así no sólo en lo que se refiere a la función judicial, sino
también a la legislativa y administrativa.
En términos generales, en lo que respecta a la competencia judicial, el Poder Judicial nacional es creado por
la propia Constitución Nacional, que además delimita su ámbito de actuación. En cuanto a su conformación,
sólo la Corte de Justicia de la Nación, como órgano máximo de dicho Poder, se encuentra contemplada
expresamente en el texto constitucional, ya que la organización y conformación de los tribunales inferiores es
facultad del Congreso, conforme la previsión del art. 75, inc. 20 (22).
El deslinde de atribuciones judiciales de ambos órdenes —federal o local— está establecido en los arts. 116
y 117 de la Constitución Nacional. Los supuestos de competencia federal están definidos taxativamente en
dichas normas y, conforme la doctrina judicial de la propia Corte Suprema, dicha competencia se caracteriza por
ser:
— excepcional y limitada, ya que sólo procede en aquellos casos en que así está dispuesto por la norma
constitucional o legal, pues su existencia deviene de la delegación competencial hecha por las provincias en el
Gobierno federal en ocasión de definir la organización del Estado;
— privativa y excluyente, ya que, conforme el deslinde de competencias referido, les está vedado a los
tribunales locales intervenir en las cuestiones enunciadas en el art. 116 (23);
— limitada a causas judiciales, es decir, las cuestiones contenciosas suscitadas entre sujetos antagónicos que
no han resuelto el conflicto mediante algún mecanismo de autocomposición;
— inalterable, en el sentido de que, radicado el litigio ante la justicia federal, una vez admitida su
competencia, la causa deberá ser resuelta en dicho ámbito.
En cuanto a la competencia federal, los supuestos de procedencia surgen de la interpretación armónica
—"...ligadas la una a la otra...", como acertadamente señala María Angélica Gelli (24) — de los arts. 116 y 117
de la Constitución Nacional.
Así, el art. 116 define las causas delegadas por las provincias para que sean dirimidas por los órganos
jurisdiccionales del Estado federal, pudiendo establecerse tres criterios al respecto: en razón de la materia
(naturaleza del asunto en litigio), en razón de las personas (partes que intervienen en el litigio) y en razón del
lugar, aunque debemos aclarar que el último supuesto aludido surge de interpretar dicho artículo con otras
normas constitucionales, como el art. 75, incs. 15 y 30. En cuanto al art. 117, éste especifica la modalidad,
dentro de la competencia judicial federal, para conocer en determinadas causas, las cuales deben ser dirimidas
en forma originaria y exclusiva por la Corte Suprema de Justicia. Es decir, en el primero de los artículos
analizados se definen en forma genérica las causas que, por delegación expresa provincial, deben ser resueltas
por los órganos jurisdiccionales federales y, en el segundo, se delimita una especie dentro del género
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competencia judicial federal, constituido por aquellas causas que en forma originaria —y no por vía de
apelación— deberán ser resueltas por el Máximo Tribunal nacional.
Conforme el art. 116, la justicia federal entiende en "todas las causas" que versen sobre "...los puntos
regidos por la Constitución, y por las leyes de la Nación, con la reserva hecha en el inc. 12 del art. 75; y por los
tratados con las naciones extranjeras; de las causas concernientes a embajadores, ministros públicos y cónsules
extranjeros; de las causas de almirantazgo y jurisdicción marítima; de los asuntos en que la Nación sea parte; de
las causas que se susciten entre dos o más provincias; entre una provincia y los vecinos de otra; entre los
vecinos de diferentes provincias; y entre una provincia o sus vecinos, contra un Estado o ciudadano extranjero".
Así, la intervención de los órganos jurisdiccionales federales resulta:
— En razón de la materia: en las causas regidas por el derecho federal, es decir, aquellas que versan sobre
puntos regidos por la Constitución, las leyes federales y los tratados internacionales, almirantazgo y jurisdicción
marítima. En lo que respecta a las causas que versan sobre derecho común, están expresamente excluidas de la
competencia federal, ya que se encuentran comprendidas en la competencia judicial provincial por expresa
reserva hecha por el art. 75, inc. 12. En lo que atañe a la materia ambiental, en el tercer párrafo del art. 41,
siguiendo el criterio de reserva del derecho común, el constituyente estableció que, sin perjuicio de la
competencia complementaria federal y local en materia legislativa ambiental, las jurisdicciones locales no deben
ser alteradas. Es decir que en materia ambiental la competencia de los órganos jurisdiccionales locales
constituye el principio general y sólo por excepción los conflictos ambientales serán resueltos por la justicia
federal. En consecuencia, la Ley General del Ambiente, reglamentaria del art. 41 de la Constitución Nacional,
establece en su art. 7º como principio general la competencia de los tribunales provinciales y sólo por excepción
la de los tribunales federales en razón de la materia ante supuestos de contaminación de recursos naturales
interjurisdiccionales (25).
— En razón de las personas: en los asuntos en que sea parte el Estado nacional; en las que sea parte una
provincia y cuando se susciten "causas de vecindad"(26); en las "causas de extranjería"(27).
En cuanto a la forma en que el Máximo Tribunal nacional puede ejercer la jurisdicción, la Constitución
Nacional contempla tanto la jurisdicción por apelación como la originaria. Estas vías de acceso suponen, en el
primer caso, la tramitación de la causa ante los tribunales inferiores, sean federales o locales, agotándose todas
las instancias previas, quedando habilitada la competencia del Alto Tribunal por la vía recursiva, conforme los
recaudos y supuestos establecidos por la ley 48; en el segundo supuesto, en cambio, el conocimiento y
resolución del litigio corresponde de modo originario y exclusivo a dicho tribunal. Al respecto, el art. 117
establece que "En estos casos la Corte Suprema ejercerá su jurisdicción por apelación según las reglas y
excepciones que prescriba el Congreso; pero en todos los asuntos concernientes a embajadores, ministros y
cónsules extranjeros, y en los que alguna provincia fuese parte, la ejercerá originaria y exclusivamente"(28).
Respecto de esta modalidad competencial de la Corte, luego de analizar la jurisprudencia de la Corte
Suprema, Alberto Bianchi formula, a partir de la combinación de la materia debatida y la vecindad, cuatro
reglas básicas a tener en cuenta (29):
— si la materia es de derecho local o presenta elementos locales, la causa no accede a la competencia
originaria, aun cuando entre las partes haya distinta vecindad;
— si la materia es exclusivamente civil —causa civil, en los términos del art. 1º de la ley 48—, se requiere
que entre la provincia y su contraparte haya distinta vecindad (30);
— si la materia es exclusivamente federal, se accede a la competencia originaria sin perjuicio de la vecindad
de las partes;
— si la contraparte de la provincia tiene derecho a la jurisdicción federal —supuesto de Estado nacional, sus
dependencias, entidades descentralizadas y autárquicas—, el caso corresponde a la competencia originaria, sin
perjuicio de la materia.
Aclara Bianchi que justamente las dificultades interpretativas a fin de determinar la procedencia o no de la
competencia originaria de la Corte se presentan en los casos que él denomina "mixtos", es decir, aquéllos en los
cuales la materia no es "exclusivamente" civil o federal. Al respecto, señala que, dependiendo de la mayor o
menor tolerancia que la Corte ejerza ante la presencia de los elementos locales para dirimir el caso, la admisión
de la competencia originaria se ampliará o no. En la actualidad, conforme la doctrina judicial de los últimos
años del Máximo Tribunal, la simple referencia o conexión con el derecho público local puede operar como
valladar para que la competencia originaria resulte admisible (31).
Conforme el desarrollo que antecede, precisando lo expresado respecto de la competencia judicial
ambiental, recordemos que, en su primera parte, el tercer párrafo del art. 41 de la Constitución Nacional, en lo

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referido a la atribución de la función legislativa, ha consagrado un sistema de legalidad ambiental, en términos


de José Esaín (32), ya que el constituyente, en lugar de recurrir al esquema clásico de atribución de competencias
—reservadas, concurrentes-delegadas— y del modelo de los Códigos de fondo, ha creado a un esquema global
de complementariedad, en el cual tanto la Nación como las provincias, en el marco de sus respectivas
competencias legisferantes, deben dictar la normativa de protección ambiental. De esta forma, el sistema se
conforma de normas de diversas fuentes: las normas de presupuestos mínimos de protección que le compete
dictar a la Nación y las complementarias que las provincias consideren necesarias a fin de complementarlas. Las
primeras serán de aplicación en todo el territorio de la Nación, mientas que las segundas, por configurar
supuestos de complementariedad sustancial local, sólo serán aplicables dentro del ámbito territorial de la
provincia que las hubiere dictado (art. 41, CN; arts. 3º, 4º y 6º de la Ley General del Ambiente).
En lo atinente a la aplicación judicial del referido sistema de legalidad ambiental, el segundo párrafo del
citado art. 41 establece: "...sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales", en clara alusión a la competencia
legislativa conferida al Congreso de la Nación respecto de los presupuestos mínimos. Es decir, en lo que se
refiere a la competencia de los órganos jurisdiccionales, el constituyente ha consagrado idéntica fórmula que en
el supuesto de los Códigos de fondo (conf. inc. 12, art. 75, CN). De esta manera, tal como adelantáramos en
párrafos precedentes, la regla es la reserva de las jurisdicciones locales —entendiéndose por tales tanto
provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el marco de sus competencias en materia ambiental— y
sólo excepcionalmente intervendrán los órganos jurisdiccionales federales, conforme las reglas de atribución de
competencia en razón de las personas, del lugar o materia (33).
Para completar el presente análisis, debemos referirnos a la Ley General del Ambiente, circunscribiéndolo al
tema competencial conforme el objeto de estudio del presente trabajo, es decir, lo concerniente a la competencia
judicial en materia ambiental. Al respecto, dos son fundamentalmente las normas que analizaré: los arts. 7º y 32.
El art. 7º establece que "La aplicación de esta ley corresponde a los tribunales ordinarios según corresponda
por el territorio, la materia o las personas. En los casos que el acto, omisión o situación generada provoque
efectivamente degradación o contaminación en recursos ambientales interjurisdiccionales, la competencia será
federal". Se trata de una norma que establece, en su segundo párrafo, un supuesto de competencia federal en
razón de la materia no contemplado por el art. 116, CN, motivo por el cual su interpretación deberá ser
efectuada siempre con carácter restrictivo, a fin de verificar la existencia de un interés federal directo y
suficiente en la materia legislada, debiendo someterse, en todo caso, a un estricto criterio y juicio de
razonabilidad (art. 28, CN) (34). No obstante ello, no se altera la procedencia de la jurisdicción local en materia
ambiental como regla y sólo como excepción la del fuero federal, ya que su fuente constitucional en materia
competencial no es otro que el art. 41 de la CN (35).
Analizando dicho precepto, debemos tener en cuenta que la materia prevista como de competencia federal
refiere a supuestos en que "...el acto, omisión o situación generada provoque efectivamente degradación o
contaminación en recursos ambientales interjurisdiccionales...". El supuesto incluye tanto actos, omisiones
como situaciones de hecho, haciendo depender la procedencia del fuero federal de datos fácticos, ya que
aquéllos deberán provocar efectivamente degradación o contaminación sobre recursos ambientales
interjurisdiccionales. Así, al momento de determinar la competencia local o federal y, en su caso, originaria de
la Corte Suprema de Justicia, en primer lugar el análisis deberá abordar lo concerniente al ámbito territorial
afectado, a fin de determinar si el recurso ambiental supera el test de interjurisdiccionalidad —es decir, si aquél
abarca más de una jurisdicción estatal provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o incluso
internacional—; en lo que respecta al ejercicio del poder de policía y policía ambiental y la eventual
responsabilidad que pudiere corresponder por los actos, omisiones o situaciones de hecho configurativas de la
causa de la afectación ambiental, corresponde determinar la localización espacial del factor degradante, a fin de
dilucidar la jurisdicción responsable de las acciones correctivas, de recomposición o, eventualmente,
indemnizatorias. En cuanto al interés federal suficiente para habilitar la competencia federal, la afección de
recursos de naturaleza interjurisdiccional habrá de ser efectiva, de consecución cierta, aunque eventualmente
futura, desechando toda elucubración o alegación hipotética (36).
Al respecto, la Corte Suprema de Justicia en sus fallos y la Procuración General de la Nación en sus
dictámenes han ido perfilando los criterios interpretativos de esta norma en ocasión de tener que expedirse
respecto de la competencia federal y, en su caso, de la originaria del Máximo Tribunal en materia ambiental,
cuyo análisis abordamos en el punto siguiente.
Para finalizar, diremos que la regla general de la competencia judicial local en materia ambiental se ve
reafirmada por la LGA al reglar el tema del daño ambiental, ya que el art. 32 dispone que "La competencia
judicial ambiental será la que corresponda a las reglas ordinarias de competencia...". Esta norma, reglamentaria
también, a mi entender, del tercer párrafo del art. 41 de la Constitución Nacional respecto de la inalterabilidad
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de las jurisdicciones locales, sin perjuicio del peculiar esquema de deslinde competencial en materia ambiental
dispuesto por el constituyente, y el inc. 12 del art. 75, respecto del esquema tradicional de reparto de
competencia judicial en materia de normativa de fondo o derecho común ya consagrado en el año 1853.
III. Análisis jurisprudencial de fallos de la Corte Suprema de Justicia en temas de competencia judicial
ambiental
1. Doctrina judicial de la Corte Suprema de Justicia previa a la reforma de 1994
Con anterioridad a la reforma de la Constitución Nacional y el reconocimiento expreso del derecho humano
al ambiente y el deber correlativo de tutela, que incumbe tanto a los particulares como a las autoridades, en los
diferentes órdenes y competencias que les incumben, podemos citar algunos antecedentes que fueron marcando
un criterio rector respecto de causas en las cuales, si bien el conflicto debatido no estaba referido al tema
ambiental en forma directa, de alguna manera guardaban relación con dicha cuestión.
Así, podemos mencionar la sentencia conocida como "Plaza de Toros"(37). Este antecedente resulta
relevante en cuanto al análisis de la competencia y la división de funciones administrativas y judiciales respecto
del poder de policía en materia de seguridad, salubridad y moralidad. Al respecto, la Corte sostuvo: "Que es un
hecho y también un principio de derecho constitucional, que la policía de las provincias está a cargo de sus
gobiernos locales, entendiéndose incluido en los poderes que se han reservado, el de proveer lo concerniente a la
seguridad, salubridad y moralidad de sus vecinos...". Si bien el tema analizado en el caso estaba referido a una
actividad que no tenía efectos interjurisdiccionales, ya que éstos se circunscribían localmente, pero el punto
central debatido estaba enfocado en el alcance y contenido del poder de policía provincial en materia de
salubridad —cuya relación con lo ambiental en la actualidad no se cuestiona—. Al respecto, la Corte precisó los
principios generales de dichas atribuciones y definió la competencia judicial local para entender en conflictos
respecto de la materia local o con presencia de elementos locales. A partir de este precedente, la Corte ha
mantenido el criterio de que la decisión respecto de causas que versan sobre el poder de policía en materia de
salubridad, tal como podemos apreciar en otra sentencia de la Corte, "Los Saladeristas"(38), del año 1887, donde
mantuvo el criterio de que la revisión de políticas locales de policía —en el caso, dictado de legislación
reglamentaria de una industria en tutela de la salud pública que establecía o modificaba las condiciones en miras
de su inocuidad, regulando establecimientos que calificaba de insalubres— corresponde, por regla general, a la
justicia local.
En el precedente "Harengus"(39), la Corte acoge favorablemente la demanda, declarando la
inconstitucionalidad de la ley dictada por la provincia de Santa Cruz, teniendo en cuenta para ello la naturaleza
interjurisdiccional de la pesca, actividad desarrollada por la actora. Además consideró que "...la pesca de
especies aptas para el consumo humano, con destino, en especial, para su exportación, tiene un costado de
desarrollo económico y otro de protección del recurso cuya complejidad y trascendencia exige el poder de
policía federal". Al respecto, estimó que las potestades nacionales en materia de pesca encuadraban en la
regulación del comercio contenida en el art. 67, inc. 12 —actual 75, inc. 13— de la Constitución Nacional y que
el ejercicio de dichas potestades conlleva otras facultades del Congreso de la Nación, como la regulación de la
navegación marítima. La sentencia resulta trascendente en nuestro estudio, ya que en ella se fija explícitamente
no sólo la doctrina judicial acerca de la competencia legislativa en materia de pesca marítima, sino que también,
aunque implícitamente, el criterio sobre la competencia judicial cuando en el caso se ventilan conflictos
interjurisdiccionales, conforme la cual la pauta divisoria entre la competencia local o federal está dada por la
naturaleza de los recursos naturales afectados por la actividad y su localización, ya que, de limitarse al ámbito
local, la competencia es provincial por principio y sólo por excepción, en caso de excederse de dicho ámbito,
será federal.
2. Doctrina judicial de la Corte Suprema de Justicia posterior a la reforma de 1994 de la Constitución
Nacional, pero previa a la sanción de la ley 25.675, Ley General del Ambiente
Conforme el reparto competencial consagrado en el tercer párrafo del art. 41 por la reforma constitucional, a
partir de la resolución de los conflictos y causas con contenidos ambientales, se fue perfilando la doctrina
judicial en lo concerniente a la interpretación y alcance de la competencia judicial ambiental.
Con relación a la regulación incluida en el tercer párrafo del citado artículo, poco tiempo después de
reformada la constitución Nacional, la Corte Suprema de Justicia tuvo la oportunidad de pronunciarse sobre el
punto, al tener que expedirse acerca de su competencia en autos "Roca, Magdalena v. Buenos Aires, Provincia
de s/inconstitucionalidad"(40). En este caso, sin perjuicio del componente interjurisdiccional del conflicto (41), el
estándar aplicado por la Corte Suprema estableció que su competencia originaria no resultaba procedente, ya
que en la causa se debatían cuestiones concernientes al derecho público local y de competencia de los poderes
locales, como resulta ser la protección ambiental. Al respecto, la Corte Suprema sostuvo que corresponde a las

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autoridades locales la facultad de aplicar los criterios de protección ambiental que consideren conducentes para
el bienestar de la comunidad para la que gobiernan, como asimismo valorar y juzgar si los actos que llevados a
cabo, en ejercicio de los poderes propios, afectan el bienestar perseguido. Finalmente, en lo que respecta a los
criterios para analizar las categorías que podrían determinar la competencia originaria, la Corte sostuvo que, en
cuanto a la materia, sólo procede cuando la acción entablada se basa "directa y exclusivamente" en
prescripciones constitucionales de carácter nacional, ley del Congreso o tratados, ya que la cuestión federal debe
ser la predominante en la causa, pues lo contrario no resulta acorde con el régimen federal (42).
3. Doctrina judicial de la Corte Suprema de Justicia a partir de la sanción de la ley 25.675, Ley General del
Ambiente
En el análisis de los fallos seleccionados, veremos que, a partir de la interpretación del alcance material del
segundo párrafo del art. 7º de la LGA, que legisló un sistema de doble intervención siguiendo el esquema de los
Códigos de fondo, en casos concernientes a daños al ambiente con efectos interjurisdiccionales, la Corte
Suprema fue apartándose del criterio de la competencia provincial, sentado casi sin excepciones a partir del caso
"Roca Magdalena", para decidirse a favor de la competencia del fuero federal (43). Asimismo, podemos apreciar
una evolución en este último, que va desde una postura restrictiva hasta una intermedia, como corolario del
análisis de los diferentes recaudos que establece el art. 7º de la LGA para habilitar la sustracción de los casos a
la justicia provincial.
En cuanto a la competencia originaria, en ese análisis hemos podido también apreciar la tendencia a reducir
dicha modalidad de intervención por parte de la Corte Suprema en su actual composición, la que ha ido
paulatinamente consolidando ese criterio restrictivo, sobre todo en materia de daños y perjuicios a partir del
caso "Barreto", que constituyó el precedente tenido en cuenta por el Máximo Tribunal en la causa "Mendoza" al
momento de rechazar la instancia originaria respecto de las pretensiones individuales de daños y perjuicios de
los demandantes.
En la causa "Fundación Medam"(44), que ya mencionáramos, corresponde analizar el dictamen del
procurador fiscal subrogante, por cuanto la Corte Suprema resuelve la cuestión en dicho sentido. De la opinión
fiscal surge claramente que, a fin de dilucidar en cuestiones de competencia, "...es preciso atender de modo
principal a la exposición de los hechos que la actora efectúa en la demanda (art. 4º, CPCCN) y después, sólo en
la medida que se adecue a ellos, al derecho que invoca como fundamento de su pretensión"(45). Respecto de la
competencia en razón de las personas, entendió que la causa correspondía a la competencia de la justicia federal,
ya que el Estado nacional, en su carácter de propietario de la empresa Meteor, a la cual la actora endilgaba
responsabilidad por el daño ambiental, había sido demandado (CN, art. 116, y ley 48, arts. 2º, inc. 6º, y 12). En
cuanto a la competencia en razón de la materia, expresó: "...se advierte que, según surge de los términos de la
demanda, los procesos contaminantes 'afectan fuertemente la composición química del acuífero freático y del
lindero Río Paraná', circunstancia que habilita a entender que, en principio, se hallaría configurada la
interjurisdiccionalidad que requiere el art. 7º, párr. 2º, ley 25.675". La Corte Suprema, en consonancia con el
dictamen fiscal al cual adhirió en todos sus términos, consideró que correspondía entender a la jurisdicción
federal tanto ratione personae como materiae, al ser demandado el Estado nacional —en el carácter ya
aludido— y la afectación de los recursos interjurisdiccionales referidos.
Del fallo surgen varias cuestiones a tener en cuenta: a) fortalecimiento del reiterado criterio conforme el
cual, de la cuestión fáctica propuesta por la actora en la demanda deberán desprenderse los elementos para
resolver acerca de la competencia; b) respecto de los requisitos previstos en la segunda parte del art. 7º, LGA, se
pasa de la "efectividad" a la "aptitud suficiente" para generar contaminación o degradación interjurisdiccional,
ya que a partir de la expresión "en principio, se hallaría configurada la interjurisdiccionalidad", entendemos que
el requisito de interjurisdiccionalidad que exige dicha norma no estaba efectivamente acreditado, sino que desde
la plataforma fáctica de la demanda surgían elementos que hacían presumir que el recurso, cuya tutela y
recomposición se perseguía, era interjurisdiccional. Como vemos, el cambio interpretativo de efectividad por
aptitud o potencialidad de contaminación o degradación interjurisdiccional amplía los supuestos abarcados por
el art. 7º, LGA, cuyo efecto directo es una mutación en la excepcionalidad del fuero federal que ésta establece;
c) degradación o contaminación de recursos ambientales interjurisdiccionales: éste constituye otro de los
recaudos de procedencia de la justicia del fuero federal que establece el art. 7º, LGA, por lo que la naturaleza
del recurso natural afectado define lo atinente a la competencia. Sobre el punto, el procurador consideró que los
procesos contaminantes, cuyo cese solicitaba la actora, "...afectan fuertemente la composición química del
acuífero freático y del lindero Río Paraná", por lo que entendió configurado el requisito de recursos ambientales
compartidos. De ello se colige que si el área o recurso contaminado o degradado se extiende a los límites
provinciales —o incluso nacionales—, la competencia será federal en razón de la materia.
La selección del fallo estuvo motivada por dos cuestiones: una, por ser la primera resolución en una causa

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ambiental luego de la sanción de la Ley General del Ambiente, que hace expresa referencia a la aplicación del
art. 7º y la otra, que entendemos de suma trascendencia, porque recepta una nueva doctrina de la Corte
Suprema, de carácter centralizadora, ya que si la contaminación —no sólo en grado de efectividad, sino también
hipotética (46), tal como surge del fallo— afecta recursos ambientales que se extienden o traspasan los límites
provinciales o nacionales, la competencia en razón de la materia será federal (47).
En la causa "Provincia de Neuquén v. Y.P.F. S.A s/amparo"(48) (13/6/2006), la Corte Suprema, con
referencia expresa a la causa "Roca Magdalena", aplicó un criterio más limitativo en la interpretación dada al
segundo párrafo del art. 7º, LGA, para habilitar la procedencia de la competencia federal y resolvió que la
cuestión debía ser dirimida por la justicia provincial. Para así resolver, adhirió a los argumentos del dictamen
del procurador, quien consideró competente a la justicia local por entender que "...serán las autoridades
administrativas y judiciales de la provincia las encargadas de valorar si, a través del mencionado EIA, se
cumplen las disposiciones que hacen a temas de dicha naturaleza. La Corte Suprema ha resuelto sobre el
particular, en Fallos 318:992, que corresponde reconocer a los órganos locales la facultad de aplicar los criterios
de protección ambiental que consideren conducentes para el bienestar de la comunidad para la que gobiernan,
así como valorar y juzgar si los actos que lleven a cabo sus autoridades, en ejercicio de poderes propios, afectan
el bienestar perseguido...".
Si bien en el caso se encontraban presentes elementos interjurisdiccionales (49) —el recurso natural y la
potencial contaminación— que hubieran podido habilitar la competencia federal de acuerdo a la doctrina
judicial de las causas "Fundación Medam" y "CGT", la Corte Suprema prescindió de dicho factum y decidió a
favor de la competencia de los tribunales provinciales para dirimir una causa que, en lo sustancial, versaba sobre
atribuciones propias de la autonomía provincial.
Los fallos de la Corte Suprema que analizaremos a continuación nos permiten advertir, por un lado, el
sostenimiento en el tiempo del criterio centralizador, pero advertimos que el estándar judicial hace foco en la
necesidad de la efectiva degradación interjurisdiccional para activar el segundo párrafo del art. 7º, LGA, y
habilitar la competencia federal en razón de la materia y, por el otro, el afianzamiento del criterio restrictivo en
cuanto a la procedencia de la competencia originaria.
En la causa "Mendoza"(50), la Corte Suprema introduce un estándar jurídico que, sin contraponerse al
criterio del fallo "Medam", tampoco lo aplica como en dicho antecedente y que será luego consolidado en las
subsiguientes intervenciones de la Corte en causas ambientales. Veamos el análisis que hizo para expedirse
respecto de la cuestión competencial en la resolución del 20/6/2013, que la resuelve.
Para definir si resultaba procedente su intervención y la modalidad de ésta, de corresponder, tuvo en cuenta
la naturaleza y objeto de las pretensiones articuladas por los actores y las distinguió conforme su carácter
resarcitorio y reparatorio. A su vez, como surge del considerando 6), dentro de la reclamación resarcitoria
consideró, en forma separada, aquélla referida al reclamo de reparación de daños individuales de derechos, tanto
de carácter patrimonial como extrapatrimonial, de las personas demandantes, de la pretensión reparatoria del
bien colectivo configurado por el ambiente.
Conforme dicho razonamiento, identificó, por un lado, las pretensiones tendientes a la reparación de
lesiones a bienes individuales —personales y patrimoniales— como consecuencia indirecta de la agresión al
ambiente y, por el otro, a las pretensiones que buscaban la defensa del bien de titularidad colectiva, configurado
por el ambiente, donde cualquiera de los actores reviste el carácter de legitimado extraordinario (arts. 41, 43,
CN, y 30, LGA) para la tutela de un bien colectivo.
En lo que concerniente a la pretensión resarcitoria, consistente en el reclamo de los daños individuales
—patrimoniales y extrapatrimoniales—, declaró que no procedía su competencia originaria por faltar la cuestión
federal en razón de la materia, citando los precedentes "Verga, Ángela y otros v. TAGSA S.A y otros s/daños y
perjuicios" y "Barreto, Alberto D. y otra v. Buenos Aires s/daños y perjuicios", entre otros. Al respecto, en el
considerando 8), en expresa referencia al precedente "Barreto", la Corte expresó: "...esta Corte ha tenido
oportunidad de definir un nuevo contorno del concepto de causa civil —a los efectos de determinar la
competencia originaria de este tribunal por razón de la distinta vecindad o de extranjería— limitándolo a
aquellos litigios regidos exclusivamente por normas y principios de derecho privado, tanto en lo que concierne a
la relación jurídica de que se trata como en el examen sobre la concurrencia de cada uno de los presupuestos de
la responsabilidad patrimonial ventilada y, en su caso, en la determinación y valuación del daño resarcible" .
Asimismo, el tribunal, en los considerandos 9) y 10), alude respectivamente a "...los daños causados por el
incumplimiento de parte de un Estado provincial de las atribuciones provenientes del ejercicio del poder de
policía que le corresponde sobre bienes públicos y en materia de seguridad pública... que se trata pues,
cualquiera fuese el fundamento de la responsabilidad estatal que se invoque, de un daño que se atribuye a la

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inactividad u omisión del Estado provincial cuando pesa sobre éste la obligación de actuar en ejercicio
imperativo del poder de policía entendido —en el contexto que aquí está en estudio— como una 'potestad
pública' propia del Estado de derecho tendiente a la protección de la vida e integridad física y patrimonial de los
particulares...". Conforme el estándar aplicado, la Corte advierte que "...no se verifica en el sub lite el recaudo
de causa civil exigido por el art. 24, inc. 1º, del dec.-ley 1285/1958 para dar lugar a la competencia originaria de
este tribunal reglada por el art. 117 de la Constitución Nacional, cuando una provincia es demandada por un
extranjero o por vecinos de otra provincia..." (conf. consid. 11) (51). Este criterio fue mantenido por la Corte en
otros casos en los cuales, además de la pretensión de recomposición o de cese de daño ambiental, los actores
reclamaron daños y perjuicios por los daños causados indirectamente a sus bienes como consecuencia del daño
ambiental (52).
La Corte también analiza la acumulación subjetiva de pretensiones y, luego de un minucioso análisis,
expresamente señala que abandona el precedente "Centurión de Vedoya v. Provincia de Misiones"(53), en el cual
la acumulación subjetiva de acciones contra una provincia y contra una persona que suscita el fuero federal (aun
como tercero) habilitó la competencia originaria. Así, sostuvo: "No obsta a la conclusión alcanzada la
circunstancia de que en estas actuaciones la pretensión comprenda como sujetos pasivos, también, al Estado
nacional y a la ciudad de Buenos Aires, pues el privilegio federal del primero está satisfecho con la intervención
de los tribunales inferiores de la Nación (art. 116 de la Constitución Nacional; arts. 2º, inc. 6º, y 12, ley 48; art.
111, inc. 5º, ley 1893); y en cuanto a la segunda, porque con arreglo a la doctrina establecida en los precedentes
de Fallos 322:2859, 323:1199 y 323:3991 no es una provincia argentina y, en consecuencia, no le corresponde
la instancia originaria del tribunal. Ello es así pues los miembros del tribunal que suscriben esta decisión
consideran que debe abandonarse el supuesto de competencia originaria de esta Corte reconocido a partir del
caso 'Celina Centurión de Vedoya v. Provincia de Misiones', sentencia del 7 de abril de 1983, registrada en
Fallos 305:441. Razones de trascendencia institucional como las que dieron lugar a los precedentes
I.349.XXXIX 'Itzcovich, Mabel v. ANSeS s/reajustes varios', en que se declaró la inconstitucionalidad del
recurso ordinario que contemplaba el art. 19 de la ley 24463, y B.2303.XL 'Barreto, Alberto Damián y otra v.
Provincia de Buenos Aires y otro s/daños y perjuicios", sentencias del 29 de marzo de 2005 y 21 de marzo de
2006, justifican para situaciones como la presente que esta Corte utilice un riguroso criterio hermenéutico de los
supuestos que dan lugar a su competencia originaria y, de este modo, llevar a cabo una profundización de su
firme y enfática decisión destinada a preservar sus limitados recursos humanos y materiales para el fiel ejercicio
de su jurisdicción constitucional más eminente y, desde esta premisa estructural, dejar de lado todos aquellos
supuestos en que al amparo de una regla interpretativa diversa de la enunciada o de entronizar a principios
infraconstitucionales por sobre el inequívoco carácter de excepción y restringido que impone el art. 117 de la
Constitución Nacional, se asumió una intervención que corresponde que sea declinada. Que en situaciones como
la ventilada en el sub lite y en el precedente del año 1983 del cual se aparta el presente, no está en tela de juicio
que ninguna de las cuatro partes es aforada ante la jurisdicción originaria del tribunal, en los términos
expresados. Son demandadas una provincia, una ciudad autónoma y el Estado nacional por personas que son
vecinos de otro Estado —y en algunos casos de la misma provincia— que reclaman la indemnización de daños
que habrían sufrido en sus personas y en sus bienes a título individual, en una causa que no es de naturaleza
civil según lo expresado en los considerandos 9, 10 y 11, ni predominantemente federal a diferencia de la
calificada por la materia en el considerando 8. De haber sido emplazadas por las demandantes en forma
autónoma, a éstos ni a ninguna de aquéllas le hubiese correspondido ventilar este asunto ante la jurisdicción
originaria que contempla el art. 117 de la Constitución Nacional, pues no se verifica ninguna de las seis
situaciones que, con sustento en la doctrina del tribunal, prevé aquella disposición. Si todo ello es
indiscutiblemente así, por las personas y por la materia, no hay razones suficientes para que el tribunal tome
intervención sobre la base de una acumulación subjetiva de pretensiones como la promovida por los
demandantes, en ejercicio de una facultad de carácter discrecional por la cual, mediante una respetable
estrategia procesal, han optado por agrupar en un solo proceso a todos los Estados que consideran responsables
comunes de los daños cuyo resarcimiento persiguen y, de este modo, generar un supuesto de competencia
originaria. Que esta Corte no ignora ni retacea las consecuencias que se derivan de institutos de índole procesal
de comprobada eficacia como los concernientes al litisconsorcio, a la intervención de terceros y, en general, a
los procesos con pluralidad de partes legitimadas a fin de extender los efectos de las sentencias que se dicten.
Mas tan importantes y defendibles razones de economía procesal que apuntan a evitar la duplicidad de pleitos y,
en ciertos casos, el escándalo jurídico, se desvanecen desde su matriz cuando pretenden sostener un desarrollo
argumentativo de fuente infraconstitucional para sortear una nítida restricción que reconoce su origen en la Ley
Fundamental (Fallos 189:121 y su cita), con la llamativa conclusión, correspondiente antes a los teoremas
matemáticos que a una ciencia del derecho, que mediante una fórmula de razonamiento que al sumar tres
elementos negativos —por carecer por sí solos de aptitud para obtener un resultado como son las pretensiones

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individualmente deducidas contra cada uno de los tres Estados no aforados— obtiene un resultado positivo. Y
no debe olvidarse que un examen como el que se viene llevando a cabo, además de hacer pie en el rigor de los
razonamientos lógicos, tiene por objeto mantener la racionalidad de la agenda de casos que debe examinar y
sentenciar este tribunal así como de no entorpecer el responsable ejercicio de las atribuciones constitucionales
que la Ley Suprema ha encomendado a este cuerpo en los asuntos que corresponden a su jurisdicción más
eminente, como intérprete final de aquélla, como guardián último de las garantías superiores de las personas y
como partícipe en el proceso republicano de gobierno. Que, por lo demás, no deben soslayarse otras dos razones
de peso que autorizan a excluir supuestos como el presente, y de análoga construcción argumental más allá de la
vía procesal seguida, de la competencia originaria del tribunal. Por un lado, que preserva la debida coherencia
con otra situación en que a pesar de la substancial semejanza que guardaba con el presente, el tribunal — en
cambio— mantuvo inalterada su decisión de no intervenir y continuó inhibiéndose de conocer, que es aquella en
que se verifica un litisconsorcio activo demandando a una provincia y en la cual con apoyo en el art. 10 de la ley
48 siempre se exigió, y se continuó haciéndolo desde 1983, la distinta vecindad o extranjería de todos los
litisconsortes, a pesar de que las importantes y buenas razones de economía procesal, de preservar la unidad de
la causa y de evitar el escándalo jurídico se verificaban con igual alcance y riesgo en esta clase de procesos. Por
el otro, y todavía con mayor trascendencia, que de este modo se evitará que el tribunal se entrometa en
cuestiones que no configuran una causa civil sino —en numerosa cantidad de casos— de derecho público local
en los términos señalados, preservando para los Estados provinciales el conocimiento de asuntos de esa
naturaleza y, con esta comprensión, el fiel respeto de sus autonomías locales que les asegura el sistema federal
adoptado por nuestra Constitución Nacional. Que en las condiciones expresadas la acumulación subjetiva
postulada en la demanda no configura ninguno de los supuestos que el art. 117 de la Constitución Nacional
atribuye a la competencia originaria y exclusiva de esta Corte, por lo que las reclamaciones individuales de esta
naturaleza deberán ser reformuladas por los demandantes ante los tribunales que resultaren competentes; cuya
determinación surgirá según que se demandare al Estado nacional, a quien únicamente corresponde litigar ante
la jurisdicción federal (art. 116 de la Constitución Nacional; ley 48, arts. 2º, inc. 6º, y 12; ley 1893, art. 111, inc.
5º, o al Estado provincial que en esta materia —que versa sobre aspectos del derecho público provincial— sólo
puede ser demandado, con arreglo a lo dispuesto en los arts. 121, 122 y 124 de la Constitución Nacional, ante
sus propios tribunales locales (Fallos 318:992). La duplicidad de actuaciones a que dará lugar el retorno a este
criterio tradicional del tribunal o la posibilidad de que tratándose de varios juicios se dicten resoluciones
contradictorias, ha sido sabiamente anticipado, considerado y definido por esta Corte en el citado precedente de
Fallos 189:121, al subrayar que esas circunstancias no son causa bastante para alterar las reglas de jurisdicción
dado que ese inconveniente deriva del régimen institucional adoptado por la misma Constitución, que hace
posible esa diversidad de pronunciamiento. No hay dudas, pues, de que la indiscutida raigambre constitucional
de la competencia originaria y exclusiva de esta Corte impide ampliar su rígido contenido con fundamento en
reglas funcionales de orden procedimental, que, inclusive, ceden en ciertos supuestos por voluntad del propio
legislador (art. 188, incs. 1º a 4º, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación)"(54).
En cuanto a la pretensión reparatoria del bien colectivo configurado por el ambiente, la Corte declara
procedente su competencia originaria, por entender que sólo corresponde a esta jurisdicción especial y limitada
el pedido que con base en el art. 41 de la CN se vincula con la recomposición ambiental.
Para ello, la Corte considera que "Desde esta premisa estructural, pues, es que el art. 7º de la ley 25.675
prevé la competencia federal cuando se trata de la degradación o contaminación de recursos ambientales
interjurisdiccionales, hipótesis que se verifica en el sub lite en la medida en que, por un lado, están involucradas
más de una jurisdicción estatal; y en que, por el otro, dos de las pretensiones promovidas tienen en mira este
presupuesto atributivo de competencia (la degradación o contaminación de recursos ambientales) al perseguir la
recomposición y el resarcimiento del daño de incidencia colectiva, que es el único reglado y alcanzado por este
estatuto especial art. 2, ley citada; causa C.1732.XL 'Confederación General del trabajo (C.G.T. - Consejo
Directivo de la C.G.T., Regional Santiago del Estero v. Provincia de Tucumán y otro (Estado Nacional)
s/amparo', sentencia del 20 de septiembre de 2005). En las condiciones expresadas, el carácter federal de la
materia y la necesidad de conciliar el privilegio al fuero federal que corresponde al Estado nacional, con la
condición de aforada a esta jurisdicción originaria de parte del Estado provincial, la única solución que satisface
esas prerrogativas jurisdiccionales es declarar la competencia originaria del tribunal que prevé el art. 117, CN,
con respecto a las pretensiones contenidas en el pto. 7 del escrito de demanda". El anteúltimo párrafo del
considerando citado nos permite concluir que la Corte considera que el art. 7º, LGA, prevé un nuevo supuesto
de competencia federal en razón de la materia, configurado por la naturaleza de la degradación o contaminación
sobre recursos ambientales interjurisdiccionales, supuesto que para configurarse requiere "que estén
involucradas más de una jurisdicción estatal" (pluralidad estatal) y que la actividad, omisión o situación
generada debe ser idónea para alterar (degradar o contaminar) el bien colectivo con alcance interjurisdiccional.

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Tal como resolvió el tema de la competencia, la Corte conservó para sí las pretensiones cuyo objeto
consistía en la prevención de la continuación de la contaminación, la recomposición del daño colectivo
reversible y el resarcimiento del daño colectivo irreversible.
No podemos dejar de señalar que, desde el punto de vista ambiental y de la afectación de recursos naturales
compartidos, en esta causa el elemento natural —cuenca hídrica— es tan interjurisdiccional como la cuenca
involucrada en la causa "Provincia del Neuquén v. Y.P.F. S.A", a pesar de lo cual la Corte apreció el sustrato
fáctico de diferente manera y en uno activa el fuero federal a partir del art. 7º, LGA, y en el otro no. Quizás, más
que un retorno al criterio de "Medam" o "CGT", ello se deba a las circunstancias y gravedad institucional
implicadas en el conflicto socioambiental de la causa "Mendoza", que por la entidad del daño, por un lado, y,
por el otro, a la falta de políticas y acciones concretas por parte de las autoridades competentes a lo largo de los
años, a pesar de los sucesivos pero fallidos anuncios de saneamiento y recuperación de la cuenca, llevó a la
Corte, en su rol de garante último de los derechos y garantías constitucionales de las personas, a adoptar una
novedosa intervención tanto desde lo procesal como desde lo institucional.
La causa "Verga, Ángela"(55) es zanjada por la Corte Suprema el mismo día que "Mendoza". En ella se
resuelve sobre una pretensión circunscripta a un espacio determinado dentro de la cuenca Matanza-Richuelo
—Polo Petroquímico Dock Sud, ubicado frente a las viviendas de los demandantes ubicadas en los barrios de
Villa Inflamable e Isla Maciel—. Se reclamaba el resarcimiento de los perjuicios físicos, morales y psicológicos
que les habrían causado las emanaciones, sustancias y residuos manipulados por las empresas emplazadas en la
zona citada y la limpieza y restauración del medio ambiente de la zona. En su dictamen, cuyas conclusiones
compartió la Corte resolviendo, en consecuencia, la confirmación de la sentencia de la Cámara Federal de
Apelaciones de San Martín que había mantenido firme el fallo de la instancia de grado y declaró la
incompetencia del fuero federal, el procurador general señaló que de los hechos expuestos en la demanda no
surge que el reclamo efectuado se sustente en la contaminación ambiental fuera de los límites de la localidad de
Dock Sud, por lo que considera que en el caso resulta aplicable el art. 7º, LGA, en cuanto prescribe que su
aplicación corresponde a los tribunales ordinarios por el territorio, la materia o las personas (arg. art. 32, LGA)
y que sólo en el supuesto en que los actos, omisiones o situaciones generadas provoquen efectivamente
degradación o contaminación de recursos ambientales interjurisdiccionales se configura el supuesto que habilita
la competencia federal. En sustento de su postura, refiere aplicable al caso el antecedente "Roca Magdalena" y
propicia confirmar la sentencia apelada en cuanto fue objeto de recurso extraordinario.
Del análisis que antecede, podemos colegir que, en materia de competencia judicial, la Corte fue
desarrollando paulatinamente los estándares que informarán su doctrina en la materia. Así, podemos apreciar
que en las resoluciones reseñadas, el disímil tratamiento otorgado se debió en gran parte al análisis del art. 7º,
LGA, efectuado, norma que, lejos de establecer una regla unívoca en cuanto a su interpretación y aplicación,
evidencia que, al momento de efectuar el test de verificación para que la competencia federal se active o no, el
alcance y grado de verosimilitud que se les otorgue a los extremos fácticos invocados —la efectiva degradación
o contaminación y el recurso ambiental interjurisdiccional—, el criterio ha variado de uno localista a otro de
corte federal, mostrando incluso posturas disímiles entre la Corte y el procurador.
En cuanto a la causa "Asociación Civil para la Defensa y Promoción del Cuidado del Medio Ambiente y
Calidad de Vida v. Provincia de San Luis y otros s/amparo"(56), el estudio de la sentencia de la Corte nos
permite apreciar una rigurosidad creciente por parte del Alto Tribunal al momento de efectuar el examen en
materia de competencia. A partir de aquélla, podemos ver que comienza a perfilarse la doctrina judicial
predominante de la Corte.
En la causa "Asociación Civil para la Defensa y Promoción del Cuidado del Medio Ambiente y Calidad de
Vida v. Provincia de San Luis y otros s/amparo"(57), la Corte entendió que la causa no correspondía a su
competencia originaria, así como tampoco a la federal, por lo que correspondía que fuera resuelta por la justicia
local.
Para así resolver, el Tribunal Supremo evaluó diversas cuestiones sobre la base fáctica expuesta en la
demanda, el desarrollo argumentativo de la peticionante y los precedentes resueltos en la materia. Veamos.
Lo primero que analizó la Corte fue el ámbito territorial afectado por los procesos contaminantes; al
respecto, los ministros consideraron que, en virtud de la interjurisdiccionalidad requerida por el art. 7º de la
LGA, la apreciación de dicho recaudo debe ser efectuada "...sobre la base del respeto de las autonomías
provinciales, reservando a los jueces el conocimiento y decisión de las causas que en lo sustancial versen sobre
aspectos propios de las instituciones locales... En el caso, ese principio obtiene concreción en el inequívoco
reconocimiento a las autonomías locales de las atribuciones necesarias para aplicar, por un lado, los criterios de
protección ambiental que consideren conducentes en orden a la consecución del bienestar de la comunidad para

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la que gobiernan, tal como lo reconocen tanto el art. 47 de la Ley Fundamental sanluiseña, como en el plexo
normativo local enumerado por la actora a fs. 36 vta./37; y por el otro, también para valorar y juzgar si los actos
que llevan a cabo sus autoridades, en ejercicio de poderes propios, afectan el bienestar perseguido" (consid. 2).
Renglón seguido, en el considerando 3, centra su análisis en la cuestión de la efectiva degradación o
contaminación de los recursos ambientales interjurisdiccionales. Al respecto, sopesa los elementos aportados
por la actora en la demanda, enfatizando que "...no se ha aportado ningún estudio ambiental que permita afirmar
ese extremo, y las manifestaciones con relación al punto que efectúa la actora en su escrito inicial no permiten
generar la suficientes convicción". Varias son las cuestiones a tener en cuenta de lo dicho por la Corte: el caso
no puede sustentarse sólo en manifestaciones argumentativas o especulativas (en esto se aparta de lo sostenido
en "Fundación Medam") que planteen situaciones abstractas o hipotéticas, "...inconsistente para enfatizar el
presupuesto enfatizado...". Considera la Corte que no basta con ello, sino que analiza el modo en que la efectiva
afectación debe encontrarse acreditada. En dicho sentido, expresa que no se acredita "...—con el grado de
verosimilitud suficiente que tal denuncia importa y exige para su escrutinio— que el 'acto, omisión o situación
generada provoque efectivamente degradación o contaminación en recursos ambientales interjurisdiccionales'
(art. 7º, ley 25.675) de modo de surtir la competencia federal requerida...". Asimismo, considera como un
elemento que evidencia la inexistencia de acreditación aludida la falta o ausencia "...de quejas o reclamos por
parte de las autoridades de los Estados provinciales limítrofes, que pudieran evidenciar su carácter de afectados
por los hechos denunciados..." y pone en evidencia que "... tampoco se intentó instar su intervención en calidad
de terceros sobre la base de una supuesta comunidad de controversia que la interesada omite demostrar".
Reafirma la indiscutible excepcionalidad del fuero federal, por lo cual toda interpretación o determinación
respecto del carácter interjurisdiccional del daño denunciado deberá ser hecho con carácter restrictivo (consid.
4).
También verifica que la actora centra su argumentación en la alegada violación de la normativa local,
señalando que la demandada "...no ha respetado sus propias leyes ni el pacto federal ambiental..." y que "...el
primer acto legislativo violado por la provincia de San Luis es el propio articulado de la Constitución
provincial...", por lo que concluye que el derecho de la causa es eminentemente local.
Todo ello lleva a la Corte a concluir que corresponde a las autoridades judiciales locales ordenar restablecer
el daño ambiental invocado, a cuyo fin deberán examinar los actos locales de gobierno y aplicar el marco legal
en que ellos se inscriben a fin de dictar, en caso de resultar procedente, la sentencia de condena que se persigue
en el amparo intentado, lo cual no obsta a que en dicha labor los magistrados deban aplicar el derecho federal
implicado en la materia, conforme el principio de supremacía establecido en el art. 31 de la Constitución
Nacional.
A partir de los fallos subsiguientes, analizaremos la evolución que ha tenido la doctrina de la Corte hasta la
actualidad, que creemos tiene su base en el fallo que acabamos de reseñar.
La sentencia en la causa "ASSUPA v. Provincia de San Juan y otros s/daños y perjuicios"(58). A partir de
esta resolución, nace una doctrina judicial que sienta las bases del actual criterio de la corte y que generará una
serie de divergencias planteadas por el Dr. Lorenzetti (59).
La Corte principia por efectuar un medular análisis respecto de la competencia federal, diferenciando
claramente los supuestos en razón de las personas y de la materia, que resulta altamente aleccionador. En cuanto
a este último supuesto mencionado, reafirma lo dicho en numerosos precedentes en cuanto al significado de los
puntos regidos por la Constitución (60) y, en lo que refiere a la competencia federal ambiental prevista en el
párrafo segundo del art. 7º, LGA, esboza por primera vez la necesidad de la prueba de la efectiva degradación
interjurisdiccional, lo cual constituye la piedra angular de este fallo.
Previo a referirnos a ese punto, diremos que en esta sentencia la Corte refuerza lo ya sostenido en otros
precedentes ambientales respecto de los siguientes estándares jurídicos: a) el carácter excepcional de la
competencia federal circunscripta a los supuestos comprendidos en el segundo párrafo del art. 7º, LGA,
reafirmando la competencia local como regla y la estrictez que debe revestir el análisis al respecto (consid. 3)
(61); b) la estricta diferenciación que corresponde efectuar entre las categorías de materia y persona para la
competencia federal (consid. 4) (62); c) en cuanto a la competencia originaria, criterio por la materia, sólo en los
casos en que el conflicto se sustenta o funda en forma directa y exclusiva en el derecho federal (63); d) principio
de estrictez para determinar la interjurisdiccionalidad del daño denunciado (64); e) desprender la decisión
competencial de los términos y hechos invocados y descriptos en la demanda; f) aventar toda elucubración
hipotética o argumentación meramente declamativa para logar la activación de la competencia federal estipulada
en la segunda parte del art. 7º, LGA, ya que la noma requiere de dos elementos concretos: la "efectiva
degradación o contaminación" de "recursos ambientales interjurisdiccionales".

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La novedad de "ASSUPA v. San Juan" reside en el nuevo modo en que la Corte aprecia e interpreta el
estándar de efectiva degradación o contaminación de un recurso ambiental interjurisdiccional.
Al respeto, cabe preguntarse acerca del grado de efectividad que requiere el supuesto normativo para que la
causa quede subsumida en el fuero federal. El tratamiento de este tópico reviste el punto de focal analizado por
la Corte, respecto del cual aún hoy no se ha configurado un criterio uniforme y acabado.
Si tenemos en cuenta que la propia Corte ha sostenido reiteradamente que para determinar la competencia ha
de estarse de modo principal a la exposición de los hechos que el actor hace en la demanda, y sólo después, en
la medida en que se adecue a ellos, al derecho invocado como fundamento de la pretensión incoada,
consideramos que si el recaudo de efectividad contemplado por la norma marco ambiental debe ser apreciada en
las etapas iniciales del proceso, llevar al extremo la acabada acreditación de dicho requisito en cuanto a su real
verificación en el conflicto ambiental dificultaría, en muchos casos, la posibilidad de resolver la cuestión
competencial (65).
Al respecto, en el considerando 13) la Corte pone de resalto que, en la causa, la entidad demandante no
aportó ningún estudio ambiental "...que permita afirmar que se ha acreditado ese extremo"; "(d)icha exigencia
no surge tampoco del resumen ejecutivo del informe de impacto ambiental etapa de explotación - Proyecto
Veladero, que habría presentado la empresa Barrick a las autoridades sanjuaninas...". De lo transcripto se colige
que la Corte ha introducido un requisito extra que con anterioridad no se encontraba presente en sus
precedentes: la presentación de algún estudio ambiental que evidencie la razonabilidad del planteo y las
invocaciones del actor, a fin de aventar cualquier argumentación hipotética con relación a la contaminación y su
naturaleza interjurisdiccional. Abonando la idea, la Corte no soslaya el hecho de que, habida cuenta su
condición sistémica, resulta inherente al ambiente la interdependencia de sus elementos y factores, por lo que, a
fin de evitar alegaciones dogmáticas, y confirmando un vez más la procedencia del estándar de estrictez
requerido para la interpretación y aplicación del art. 7º, el tribunal justifica la exigencia de estudios o elementos
que respalden, con una cuota de razonabilidad, la invocación hecha por la actora de la configuración de la
efectiva degradación o contaminación interjurisdiccional (66).
Respecto de la competencia originaria en razón de las personas que la actora pretendía se acogiera
favorablemente, la Corte rechazó el planteo señalando que, en el sub lite, no se verificaba un supuesto de "causa
civil", ya que la materia ambiental configura un resorte de la autoridad local, por lo que la invocada
competencia por haberse demandado a Barrick Gold Corporation y Gregory Wilkins, ambos domiciliados en
Canadá, ciudadanos extranjeros, no se encontraba configurada, pues la competencia originaria ratione personae
procede que se trate de materia civil, tal como resulta del inc. 1º, art. 24 del dec.-ley 1285/1958 y no como en
"ASSUPA", cuya materia de litigio se vincula a normas y cuestiones de derecho público local. En este supuesto,
recuerda la Corte que la distinta nacionalidad cede ante el principio superior de la autonomía local, de manera
de no perturbar su administración interna (con cita de Fallos 14:425; 322:2033, considerandos 9 y 10; conf. arg.
causa "Rauhut", Fallos 328:1231). En cuanto a las citaciones como tercero intentadas por la actora (respecto del
Estado nacional y las provincias de La Pampa, San Luis y Mendoza) en la causa, la Corte considera que no se
verifican los recaudos procesales para despachar favorablemente el pedido, ya que, conforme tiene resuelto, sólo
corresponde citar a un tercero cuando la controversia puede serle común o que tenga en el pleito un interés
directo (conf. art. 96, CPCCN), de suerte tal que la sentencia que pudiera recaer en la causa le fuera oponible
por resultarle obligatoria. Concluye afirmando que bajo ningún aspecto, respecto de los "pretensos terceros", se
configura una comunidad de controversia que justifique la admisión del planteo (67).
En la causa analizada precedentemente resaltamos que, por primera vez, la Corte estableció el estándar de la
prueba mediante estudios ambientales de la efectiva degradación interjurisdiccional. Si bien en la causa
"Rivarola"(68) la mayoría mantiene su tesis, aparece la disidencia del presidente, marcándose entonces dos
tendencias con rasgos distintivos respecto del estándar señalado (69).
Habida cuenta de la adhesión de la mayoría de los ministros de la Corte al dictamen del procurador,
analizaremos su opinión para luego hacer lo propio con la del ministro disidente.
En su dictamen del 14/4/2010, el procurador emite opinión en el sentido de mantener la causa en la
jurisdicción local, con invocación de los argumentos de "Roca Magdalena" sin expresarlo, y a favor de la
competencia local por tratarse de materia ambiental, en cuyo caso la responsabilidad recae sobre el titular
originario de la jurisdicción que ejerce autoridad respecto del entorno local y en la acción de las personas que
inciden de alguna manera en dicho medio, sobre todo en un supuesto en el que no se advierten problemas
ambientales compartidos por más de una jurisdicción. En cuanto a la activación del art. 7º de la LGA, manifiesta
que no se ha podido acreditar con el grado de verosimilitud suficiente que el acto, omisión o situación generada
provoque efectivamente degradación o contaminación en recursos ambientales interjurisdiccionales. En este

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punto, vale la pena reseñar que "asimismo, y como la determinación de la naturaleza federal del pleito debe ser
analizada con especial estrictez, es preciso demostrar, con alguna evaluación científica, la efectiva
contaminación o degradación —según términos de la Ley General del Ambiente— de tal recurso ambiental
interjurisdiccional, esto es, la convicción al respecto debe necesariamente surgir de los términos en que se
formule la demanda y de los estudios ambientales que la acompañen, lo que determinará la pretendida
interjurisdiccionalidad o, en su defecto, de alguna otra evidencia que demuestre la verosímil afectación de las
jurisdicciones involucradas (Fallos 329:2469 y 330:4234)"(70).
La mayoría de los ministros adhirió al dictamen fiscal, tomando como propios los argumentos del
procurador: a) las cuestiones de competencia requieren de un análisis sujeto al principio de estrictez; b) resulta
preciso demostrar, con alguna evaluación científica, la efectividad y la degradación o contaminación de recursos
ambientales interjurisdiccionales, los dos elementos del art. 7º que activan la competencia federal en razón de la
materia; c) la convicción respecto de lo señalado en el punto precedente debe necesariamente surgir de los
términos en se formule la demanda, los estudios ambientales que deben acompañarse con ella o de alguna otra
evidencia que demuestre con grado de razonabilidad suficiente la verosimilitud de la afectación de las
jurisdicciones involucradas y la interjurisdiccionalidad del recurso ambiental degradado o contaminado.
Pareciera que, en comparación con "ASSUPA", se agrega ahora un nuevo elemento a aportar por el actor: la
prueba documental.
Justamente la disidencia del Dr. Lorenzetti se centra en el último de los recaudos señalados: la exigencia de
prueba o estudio. Afirma el ministro que dicha exigencia no surge de norma alguna. Así, en el considerando 9
de su voto, en lo que respecta a la pretensión que tiene por objeto el cese y recomposición del daño ambiental,
entiende competente a la justicia federal por encontrase afectado en forma directa un recurso interjurisdiccional
—el Río Paraná— y cita el precedente de "Mendoza", Fallos 329:2316. Destaca que en ningún caso el tribunal
ha exigido la presentación de una evaluación científica o estudio que pruebe la efectiva degradación o
contaminación del recurso interjurisdiccional en casos en los cuales se debatieran cuestiones como la de autos.
Por el contrario, expresó que era jurisprudencia de ese Máximo Tribunal que para que en "principio" se
configure el presupuesto del art. 7º, segundo párrafo, de la LGA, basta con que de la exposición de los hechos
en la demanda se observe que el daño afecta directamente un recurso interjurisdiccional (71). Concluye su
argumentación afirmando que sólo cabría hacer excepción a ese principio en aquellos casos en los cuales "...la
contaminación ambiental no afecta directamente a un recurso interjurisdiccional, sino que dicha afectación se
produce por la migración de los cursos de agua, y de elementos integrados como consecuencia de la acción
antrópica"(72) . De ello se colige que en los casos en que la degradación o contaminación se dé en forma directa
sobre un recurso interjurisdiccional, no resulta procedente solicitar estudio alguno que lo pruebe.
Continuando con esta evolución en la interpretación del art. 7º, LGA, en la causa "Asociación Argentina de
Abogados Ambientalistas v. Buenos Aires, Provincia de y otros s/amparo"(73), la Corte mantiene la doctrina
sustentada en la causa "Rivarola". En dicho sentido, afirma que no resulta suficiente con afirmar que la
interjurisdiccionalidad exigida por el art. 7º, LGA, queda palmariamente consolidada en la causa, eximiendo de
mayores argumentaciones sino que, conforme la postura de los ministros que componen el voto mayoritario (74),
resulta necesaria la acreditación de la efectiva degradación interjurisdiccional mediante prueba científica (75) y,
además, que si bien el conflicto puede manifestarse en más de una jurisdicción (local o federal), debe realmente
reunir elementos que lo tornen indivisible.
Como corolario, la Corte entiende que la causa no debe ser tramitada ante sus estrados, ya que no se
corroboran los requisitos normativos que habiliten la competencia originaria en razón de la materia.
La Corte, en la resolución dictada en "ASSUPA v. Alianza Petrolera Argentina S.A y otros s/daño
ambiental"(76), mantiene el criterio de estrictez que venimos reseñando, por lo que no habilita la instancia
originaria. Sin embargo, la causa presenta una particularidad que surge de la formulación de la demanda, ya que,
como acertadamente resalta la Corte Suprema, la actora no endilga responsabilidad directa a ninguno de los
Estados locales como para que sean tenidos por parte, no sólo formal sino sustancial, del proceso, revistiendo
éste el fundamento del tribunal para rechazar su competencia originaria.
Dicha falta de precisiones es resaltada por la procuradora fiscal, quien en forma expresa se pronuncia
respecto de la vaguedad de los términos de la demanda, resaltando que tal falencia, tanto en lo que concierne al
objeto como a la causa de la pretensión, torna imposible la determinación concreta de los titulares de la relación
jurídica sustancial, lo cual incide en la procedencia de la citación como terceros de la provincias de Chubut,
Santa Cruz y el Estado nacional.
En este estado de evolución de la doctrina judicial de la Corte respecto del art. 7º de la Ley General del
Ambiente se dicta resolución en "ASSUPA v. YPF S.A y otros s/daño ambiental"(77).

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Este caso presenta una particularidad, ya que, en su dictamen, la procuradora retoma la postura que el Dr.
Lorenzetti sostuviera en su voto en la causa "Rivarola" acerca de la forma de interpretar los dos elementos
requeridos por el art. 7º, LGA: la efectiva alteración (elemento dinámico) y el recurso ambiental
interjurisdiccional (elemento estático). Así, entendió que la causa era de naturaleza federal, pues se trataba de un
supuesto de afectación directa del recurso interjurisdiccional, por lo que la competencia establecida en el
segundo párrafo de dicha norma quedaba habilitada sin necesidad de estudio alguno.
Por su parte, la Corte entiende que en este caso resultan aplicables los fundamentos expuestos en A.28.XLV
"ASSUPA v. Alianza Petrolera Argentina S.A y otros s/daño ambiental", por lo que se remite a ello y declara su
incompetencia para entender en forma originaria.
En "Comunidad del Pueblo Diaguita de Andalgalá v. Catamarca, Provincia de s/amparo ambiental"(78), la
Corte, por mayoría, y con disidencia del Dr. Lorenzetti, adhiere a la opinión de la procuradora fiscal, por lo que
se remite a su dictamen y declara que la causa no corresponde a un supuesto de competencia originaria.
En cuanto al dictamen de la procuradora, podemos advertir que resalta que ni de los términos de la demanda,
ni del resumen ejecutivo acompañado se desprende o demuestra que el acto, omisión o situación generada
provoque efectivamente degradación o contaminación en recursos ambientales interjurisdiccionales, tal como lo
exigen el legislador en el art. 7º, LGA, y la doctrina del tribunal. Concluye que tal alegación debe
necesariamente ser acompañada de algún estudio o documento de entidad científica que genere convicción al
respecto.
También retoma el estándar de la indivisibilidad del conflicto en pluralidad de jurisdicciones. Al respecto,
opina que es dable que el proyecto cuestionado pueda generar externalidades en diferentes jurisdicciones
provinciales, pero afirma que dichos conflictos son divisibles, por lo que corresponde al poder de policía local
actuar al respecto. Concluye que, conforme el segundo párrafo del art. 7º, LGA, el conflicto sólo revestirá el
carácter de interjurisdiccional cuando, además de la pluralidad de jurisdicciones, sea indivisible, es decir, que
requiera una solución unificada. Vemos que mantiene el criterio sentado en la causa del glifosato (79).
Por su parte, el Dr. Lorenzetti discrepa con la opinión de la procuradora y la postura mayoritaria del
tribunal. Afirma: "(q)ue el pedido del actor para que cesen las actividades por parte dela demandada, resulta ser
de competencia federal, ya que se encontrarían indirectamente afectados recursos interjurisdiccionales como son
las cuencas del alto río Juramento y la del Salar de Pipanco. En efecto, este tribunal ha sostenido que '...el art. 7º
de la ley 25.675 prevé la competencia federal cuando se trata de la degradación o contaminación de recursos
ambientales interjurisdiccionales, hipótesis que se verifica en el sub lite en la medida en que, por un lado, están
involucradas más de una jurisdicción estatal, y en que, por el otro dos de las pretensiones promovidas tienen en
mira ese supuesto atributivo de competencia —la degradación o contaminación de recursos ambientales— al
perseguir la recomposición y el resarcimiento del daño e incidencia colectiva' (causa 'Mendoza', Fallos
329:2316)"(80). Profundiza su postura al sostener (81): "(q)ue es dable destacar que este tribunal en ningún caso
ha exigido la presentación de una evaluación científica o estudio que pruebe la efectiva contaminación o
degradación del recurso interjurisdiccional en casos como el de autos (Fallos 329:264). Por el contrario, es
jurisprudencia de esta Corte que para que en principio, se configure el presupuesto del art. 7º, segundo párrafo,
de la Ley General del Ambiente, sólo basta que en la exposición de los hechos en la demanda se observe que el
daño afecte directamente un recurso interjurisdiccional. Así lo sostuvo esta Corte en 'Fundación Medam v.
Estado Nacional Argentino y otro s/daños y perjuicios', dijo que 'En cuanto a la materia, se advierte que, según
surge de los términos de la demanda, los procesos contaminantes «afectan fuertemente la composición química
del acuífero freático y del lindero Río Paraná», circunstancia que habilita entender que, en principio, se hallaría
configurada la interjurisdiccionalidad que requiere el art. 7º, segundo párrafo, ley 25.675 (Fallos :327:3880) (82).
La Corte Suprema nuevamente rechaza su competencia originaria, tanto en razón de las personas como en
razón de la materia, en la causa "Ministerio Público Fiscal de la Nación v. Provincia de Río Negro y otros
s/amparo"(83).
En cuanto a la materia, la Corte reitera su doctrina en el sentido de que corresponde a las autoridades locales
"...la facultad de aplicar los criterios de protección ambiental que consideren conducentes para el bienestar de la
comunidad para la que gobiernan, así como valorar y juzgar si los actos que llevan a cabo sus autoridades, en
ejercicio de poderes propios, afectan el bienestar perseguido" (Fallos 318:992; 329:2280, entre muchos otros).
Sostiene, además, que para configurar la materia federal no basta con la mera invocación argumentativa de
normas de dicha naturaleza, ya que dicha jurisdicción sólo procede cuando la acción entablada se basa "directa y
exclusivamente" en prescripciones constitucionales de carácter nacional, ley del Congreso o tratados, de suerte
tal que la cuestión resulte predominante en la causa. Por el contrario, no corresponde dicho fuero cuando se
incluyen también normas de carácter local y de competencia de los poderes locales, como resultan ser los

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atinentes a la protección en la provincia afectada.


Nuevamente analizó la cuestión bajo el prisma interpretativo del art. 7º, LGA. Afirma que, conforme
disposiciones constitucionales y legales (arts. 41, párrs. 3º; 7º y 32, LGA), el ambiente es responsabilidad del
titular originario de la jurisdicción, "...que no es otro que quien ejerce la autoridad en el entorno natural y en la
acción de las personas que inciden en ese medio (Fallos 331:1312)". En cuanto al elemento interjurisdiccional
requerido por la norma ambiental citada, sin desconocer la interdependencia inherente al ambiente y que sobre
esa base resultaría viable aludir a dicho carácter, la Corte considera que en la valoración del caso, no debe
perderse de vista la "localización del factor degradante (Fallos 331:669 y 1679)"(84). Concluye que si bien las
acciones generadoras de los efectos degradantes o contaminantes se producen en los territorios de las provincias
de Río Negro y Neuquén, ello no determina la competencia federal, ya que son dichos Estados provinciales,
cada uno en el ámbito de su jurisdicción y competencia, los titulares del poder de policía ambiental, en virtud
del cual cuentan con las facultades y atribuciones suficientes para determinar y adoptar las acciones y medidas
que consideren conducentes y necesarias para superar la situación denunciada por el actor (85). Además, reitera
que la determinación del carácter interjurisdiccional del daño denunciado, a fin de establecer la naturaleza
federal del caso, debe ser realizado con "...particular estrictez de acuerdo con la excepcionalidad del fuero
federal, de manera tal que si no se verifican los supuestos que la configuran, el conocimiento del proceso
corresponde a la justicia local".
En lo que respecta a las personas, al analizar si el Estado nacional reviste el carácter de parte sustancial en el
proceso, la Corte refiere que no se le ha endilgado ningún acto u omisión en temas en los cuales se le debiese
atribuir una participación o responsabilidad directa, por lo que no surge una relación directa con la cuestión,
más allá de las expresiones usadas por las partes. Como corolario, el tribunal señala que no se vislumbra de qué
modo podría ejecutarse una sentencia contra el Estado nacional, por lo que concluye que, en la causa, no existen
elementos que autoricen a tener configurado un litisconsorcio pasivo necesario, en los términos del art. 89 del
CPCCN, por lo que también rechaza la competencia del tribunal en razón de las personas.
En la causa "Schröeder, Juan y otros v. Provincia de Buenos Aires y otros s/daño ambiental"(86), la Corte
mantiene, en términos generales, las consideraciones y fundamentos vertidos en la resolución previamente
reseñada.
En ese sentido, luego de recordar que la materia y las personas constituyen dos categorías diferentes de
casos cuyo conocimiento atribuye la Constitución Nacional a la justicia federal, reitera que dicha jurisdicción
sólo procede cuando la acción entablada se basa "directa y exclusivamente" en prescripciones constitucionales
de carácter nacional, ley del Congreso o tratados, de suerte tal que la cuestión resulte predominante en la causa.
Por el contrario, no corresponde dicho fuero cuando se incluyen también normas de carácter local y de
competencia de los poderes locales, como resultan ser los atinentes a la protección en la provincia afectada.
Al respecto, la Corte recuerda que ya ha establecido en Fallos 318:992 (87) que son las autoridades locales
las facultadas para aplicar los criterios de protección ambiental que entiendan conducentes al bienestar de la
comunidad, como así también para valorar y juzgar si los actos llevados a cabo por las autoridades, en ejercicio
de poderes propios, afectan dicho bienestar.
Con relación a la interjurisdiccionalidad que requiere el segundo párrafo del art. 7º, LGA, la Corte indicó
que, en el caso, no se advertía un supuesto de problemas ambientales compartidos por más de una jurisdicción,
ya que el Estuario de Bahía Blanca, cuya recomposición se pretende , se encuentra ubicado dentro de los límites
jurisdiccionales de la provincia de Buenos Aires y que la contaminación denunciada tiene su origen en dicho
territorio, pues provienen de las actividades desarrolladas por las empresas demandadas que se encuentran allí
emplazadas. También señaló que la provincia de Buenos Aires era la titular tanto el dominio como de la
administración de los puertos de Coronel Rosales y de Bahía Blanca. Considera que, conforme la localización
del factor degradante, y más allá de la movilidad que se le pudiera atribuir a los desechos y efluentes que
constituirían la causa de la contaminación denunciada, no se advierte que la recomposición del ambiente
solicitada requiera de la concurrencia de otras jurisdicciones, tal como en su oportunidad valorara en "ASSUPA
v. Provincia de San Juan"(88). Así, reitera el estándar de estrictez que debe aplicarse a fin de analizar y
determinar el carácter interjurisdiccional del daño denunciado y la naturaleza federal del pleito.
En cuanto a la competencia originaria en razón de las personas, remite en forma expresa a la doctrina
judicial de la cusa "Mendoza"(89) y rechaza la acumulación subjetiva pretendida contra la provincia de Buenos
Aires y el Estado nacional, por considerar que ninguno de ellos es aforado en forma autónoma a esta instancia,
así como tampoco que se configure un litisconsorcio pasivo necesario en los términos del art. 89 del CPCC.
La Corte concluye rechazando su competencia originaria y dispone, conforme el precedente de Fallos
331:1679, que el trámite deberá ser continuado ante la justicia provincial de la provincia de Buenos Aires y que

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sólo intervendrá el fuero federal, en la instancia de grado y lugar correspondiente (90), en caso de que la parte
actora mantuviera su pretensión contra el Estado nacional.
En la causa "Flores Núñez, Roberto Ramón v. San Juan, Provincia de s/daño ambiental"(91), el actor sostiene
que la actividad minera desarrollada bajo la modalidad de explotación a cielo abierto es altamente riesgosa. De
la lectura del considerando 1, advertimos la profusa argumentación hecha por el demandante para sostener la
procedencia de la instancia originaria de la Corte. En ese sentido, aduce que el proyecto cuestionado involucra
las provincias de San Juan, La Rioja, San Luis, Mendoza y La Pampa, ya que se ven afectados recursos
hidrológicos superficiales y subterráneos —Río Gualcamayo-Los Piojos; cuenca interjurisdiccional del Río
Bermejo-Desaguadero—. En cuanto a los efectos de la sentencia que recaiga en la causa, pretende que se hagan
extensivos a MASA Inc. Barbados, Viceroy Exploration Ltd. y Yamana Gold Company y a los responsables de
los informes técnicos presentados ante las autoridades provinciales.
La Corte, para rechazar su competencia originaria, mantiene su doctrina respecto de la naturaleza y
localización de los bienes ambientales afectados y del factor generador de la contaminación o degradación
alegada —doctrina que ha sido reiterada en los fallos estudiados, incluso en "Harengus"—.
No obstante el esfuerzo argumentativo del actor que refiriéramos, la Corte (92) anticipa desde el inicio del
fallo que la causa no corresponde a su competencia originaria. En tal sentido, señala que lo primero que debe
analizarse al estar demandada una provincia, a tenor de lo dispuesto por el segundo párrafo del art. 7º, LGA, es
lo concerniente a la interjurisdiccionalidad del recurso ambiental que se alega contaminado ya que, de
configurarse este extremo, sólo le corresponde a este tribunal entender en la causa, pues, conforme su reiterada
jurisprudencia, "...existe una imposibilidad primaria de obligar a comparecer a una provincia ante los
magistrados federales inferiores en razón de su investidura —Fallos 315:2157—, restricción que sólo cede,
según la misma jurisprudencia, cuando ha operado la prórroga de la jurisdicción".
Conforme ello, claramente el Máximo Tribunal expresa que la excepcionalidad y carácter restrictivo del
fuero federal impone, ante la afirmación de una afectación ambiental interjurisdiccional, que "...la parte que
promueva su intervención la carga de definir con toda precisión cuál sería el recurso ambiental, su extensión y
de qué manera el 'acto, omisión o situación' degradaría dicho recurso de manera integral, es decir, afectando a
más de una jurisdicción. Ante el incumplimiento de dicha carga, el principio obliga, entonces, remitir el caso a
los tribunales ordinarios". Y enfatiza: "(t)al afirmación debe contar con algún respaldo en elementos objetivos
que permitan al tribunal formarse un juicio al respecto, en especial cuando el mentado carácter
interjurisdiccional del recurso afectado no resulta manifiesto"(93). Nuevamente establece, en forma expresa, el
estándar de la estrictez para la determinación de la naturaleza federal del pleito, habida cuenta la
excepcionalidad del fuero federal, por lo que, de no verificarse la causal específica que lo haga surgir, el
conocimiento del proceso corresponde a la justicia ordinaria provincia. —Fallos 329:2469—. En forma
categórica entiende que, en el caso, no se ha demostrado que la actividad desarrollada por las empresas
demandadas pudiera afectar el ambiente más allá de los límites territoriales sanjuaninos.
En forma expresa, la Corte señala que estas actuaciones no guardan similitud con la causa "Pla, Hugo
Alfredo y otros v. Provincia de Chubut y otros s/amparo" —Fallos 331:1243—, ya que en dicho proceso se
encontraba acreditado con grado de convicción suficiente que las inundaciones allí denunciadas obedecían a
causa antrópicas que generaban excesivos desbordes en la cuenca interjurisdiccional del río Puelo y que
impactaban de manera negativa en el Parque Nacional Lago Puelo y en la Reserva de Biósfera Transfronteriza
Andino Patagónica (94).
Como vemos, en este resolutorio de la Corte —que no suscribe su presidente, Dr. Ricardo Lorenzetti—
aparece nuevamente el criterio de no admitir apreciaciones de índole potencial o hipotéticas y su corolario, el
estándar de estudio o evaluación científica que respalde con elementos objetivos la alegada contaminación o
degradación de recursos ambientales interjurisdiccionales.
Una vez determinado que resulta procedente subsumir la cuestión planteada en el supuesto previsto en el
segundo párrafo del art. 7º, LGA, la Corte analiza si procede la competencia de los tribunales federales de
acuerdo a las reglas usuales de persona, materia o territorio (arts. 7º, primera parte, y 32, LGA), pues en caso de
una respuesta afirmativa a la cuestión, en atención a estar demandada una provincia, correspondería la
competencia originaria del tribunal.
Al respecto, la Corte entiende que en la resolución del caso inexorablemente deberá examinarse el acto
administrativo de aprobación de informe de impacto ambiental presentado por la empresa concesionaria y las
normas locales en que se sustentó el dictado de aquél, por lo que concluye, en consonancia con la doctrina
judicial de los casos "Barreto" y "Mendoza", que no corresponde atribuirle naturaleza civil a la materia del
pleito, lo cual, relacionado con el recaudo de "distinta vecindad" del actor respecto del Estado local demandado

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(art. 24, dec.-ley 1285/1958), excluye la competencia originaria en razón de la materia. Asimismo, concluye que
tampoco surge dicho modo competencial con relación a las firmas extranjeras respecto de las cuales se ha
solicitado hacer extensivos los efectos de la sentencia, ya que no se verifican los recaudos previstos en el inc. 1°,
art. 24, del dec.-ley 1285/1958 (casos en que es parte una provincia y un ciudadano extranjero, siempre que se
trate de materia civil), cita la jurisprudencia de "Rauhut"(95).
Finalmente, en cuanto a la citación de terceros formulada por el actor, mantiene la doctrina judicial de los
precedentes analizado, ya que considera que no resulta suficiente que el actor recurra a dicho instituto procesal a
fin de suscitar la competencia originaria, sino que, además, requiere que se demuestre que los así citados
guarden una relación sustancial con el pleito, que requiera su participación como parte sustancial, no sólo
formal, que se configure una comunidad de controversia o que los efectos de la sentencia les resulten oponibles
(96).

En ocasión de resolver un planteo de competencia interpuesto por las provincias de Neuquén y La Pampa en
la causa "Asociación Superficiarios de la Patagonia v. Y.P.F. S.A y otros s/daño ambiental"(97), la Corte tuvo
nuevamente oportunidad de expedirse respecto del componente interjurisdiccional presente en la causa. En la
resolución interlocutoria dictada en fecha 30/12/2014 nuevamente advertimos votos concurrentes al respecto,
pero con fundamentos diferentes (98).
El planteo provincial abarcó dos aspectos. Por un lado, cuestionó la procedencia de la competencia
originaria en tazón de las personas, aduciendo no ser parte en el proceso más que con un carácter meramente
nominal invocado por la actora y solicita que en caso de resultar terceros, se los califique como "autónomos" o
principales, en una categoría atípica a fin de proceder a la defensa de sus propios intereses, que no guardan
coincidencia con los de ninguna de las partes en conflicto. Cuestionan la procedencia de la acumulación de
acciones intentadas al solo fin de "forzar" la competencia originaria de la Corte.
En cuanto a la competencia en razón de la materia federal, las provincias plantearon la excepción de
incompetencia total de la Corte "...para expedirse respecto de las peticiones de daño ambiental que no revistan
características de interjurisdiccionalidad y recaigan sobre jurisdicción provincial...", ya que entienden que el
objeto de la litis se centra en casos de daño ambiental colectivo local, circunscriptos al territorio provincial, no
resultando justificación suficiente, a su criterio, que se considere a la Cuenca Neuquina como una unidad
geológica común por tratarse de una extensión geográfica compartida. Subsidiariamente, plantean la
incompetencia parcial o relativa, circunscribiendo a la instancia originaria de la Corte sólo los supuestos de
daño ambiental de incidencia colectiva interjurisdiccional y el rechazo de su intervención en los supuestos de
daño intrajurisdiccional, reservados a la competencia ordinaria provincial.
En cuanto al cuestionamiento de su competencia originaria por razón de la materia, luego de efectuar
diversas consideraciones respecto del alcance de los arts. 7º y 32 de la LGA (99), la Corte invocó como
precedente la sentencia del 20/6/2006 recaída en la causa "Mendoza" para proceder a la división de la causa
colectiva ambiental e hizo lugar al planteo provincial, declarándose competente sólo respecto de las
pretensiones de daño ambiental colectivo interjurisdiccional, rechazando los reclamos que tengan por objeto
bienes colectivos ambientales locales, los cuales resultan de competencia estrictamente local (100).
Sobre el elemento interjurisdiccional, nuevamente advertimos la diversidad de criterios en su apreciación.
La mayoría de los ministros reiteran la necesidad de demostrar, con un grado de verosimilitud suficiente, que el
acto, omisión o situación generada provoque efectivamente degradación en recursos ambientales
interjurisdiccionales, lo cual debe surgir de los términos en que se formule la demanda y de los estudios
ambientales aportados como prueba o bien de alguna otra evidencia que demuestre con grado de verosimilitud
la afectación de las jurisdicciones involucradas (101). Por su parte, el presidente de la Corte, invocando la
doctrina del caso "Fundación Medam" y de su voto en disidencia en "Rivarola", sostiene que aquel elemento
debe surgir en forma clara e inequívoca de los hechos del caso, sin que ello importe exigir una prueba científica
adicional o estudio que la acredite efectivamente, ya que su producción tendrá lugar efectivamente durante el
proceso y no al momento de interponer la demanda. En ese incipiente estadio procesal sólo resulta exigible que
de la exposición de los hechos se observe que el daño afecta directamente un recurso interjurisdiccional (102).
Respecto del carácter de la intervención de ambas provincias en el proceso, la Corte acogió favorablemente
el planteo y resolvió modificar su situación y otorgarles una posición atípica, extraordinaria o anómala de
"tercero autónomo o principal"(103), motivado en la necesidad de "...instrumentar en el proceso el
reconocimiento al amplísimo campo de acción que ha sido puesto en manos de la gestión pública provincial por
los arts. 41, 121 y 124 de la Constitución Nacional, en materia de poder de policía ambiental y, en especial, de
control y fiscalización de la actividad hidrocarburífera, y de prevención y recomposición de la contaminación,
cualquiera sea el carácter local o interjurisdiccional de la misma"(104).

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IV. Conclusiones
Hemos tratado de reseñar los puntos fundamentales de las resoluciones de la Corte Suprema en materia de
competencia judicial ambiental, sin pretender agotar el tema sobre ello, pues entendemos que aún se están
perfilando los estándares que permitan informar una doctrina judicial unificada de nuestro Máximo Tribunal.
Nuestra intención ha sido brindar un panorama en su evolución que, a nuestro entender, nos permite avizorar
una política restrictiva en lo que respecta a la habilitación de la instancia originaria. La Corte privilegiará la
agenda para casos que revistan relevancia institucional o para conflictos de interés público en los que, además
de la afectación del macrobien ambiental, se encuentre presente el menoscabo de intereses difusos o de
incidencia colectiva como componente de la pretensión incoada.
La apertura de la instancia dependerá del alcance y amplitud que se otorgue a la definición del estándar
jurídico de "...efectiva contaminación o degradación de recursos ambientales interjurisdiccionales", recaudo de
procedencia de la competencia judicial federal previsto en el segundo párrafo del art. 7º, LGA. Como
claramente surge del análisis de los precedentes reseñados, dicho recaudo ha generado diversidad de opiniones
entre los ministros de la Corte, la que deberá ser tenida en cuenta por los operadores jurídicos al momento de
verificar, en el conflicto ambiental, la existencia del componente interjurisdiccional, así como también la
ponderación del grado de afectación o efectividad de la degradación de los micro bienes ambientales
compartidos.
De lo que no cabe duda es de que el examen de la Corte en materia de competencia originaria mantendrá su
rigurosidad en la apreciación y ponderación de cuestiones tales como materia, causa civil, litisconsorcio y
acumulación de pretensiones, a fin de aventar toda utilización de dichas herramientas procesales por parte del
actor con el claro propósito de activar la instancia originaria en aquellos supuestos en que ésta resulta
improcedente por otras vías.
(1) Rosatti, Horacio D., Derecho ambiental constitucional, 1ª ed., Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2004
(2) Brañes, Raúl, Manual de derecho ambiental mexicano, 2ª ed., Fundación Mexicana para la Educación
Ambiental, México, 2000, p. 20. Clarificando el punto, el autor explica: "La visión sistémica del ambiente
—que hemos adoptado desde hace ya algunos años—, nos parece no sólo fundamental, sino además fecunda en
consecuencias jurídicas, pues permite delimitar el objeto del derecho ambiental y entender hacia donde se
encamina", p. 21.
(3) Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano, Principios 1 y 4, Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el medio Ambiente Humano, 1972; Ramón Martín Mateo, si bien amplió su concepción,
aún entiende, por ejemplo, que el paisaje y su protección no integran la disciplina ambiental.
(4) En la doctrina nacional, entre otros: Daniel Sabsay, María Eugenia Di Paola, Marcelo López Alfonsín,
Aníbal Falbo, Alicia Morales Lamberti, Néstor Cafferatta, José Esaín, Mario Valls.
(5) CN, art. 41, párrafos 1º y 2º. Señala Humberto Quiroga Lavié que el art. 41 introdujo en el sistema
constitucional el derecho a un ambiente sano en referencia a la salud ambiental, no de la naturaleza como
sistema autónomo, sino como el ambiente del sistema social. Ver: Quiroga Lavié, Humberto, "El Estado
ecológico del derecho en la Constitución Nacional", LL 1996-B-956.
(6) Corte Sup., M. 1569.XL; Ori.
(7) Al respecto, Raúl Brañes señala que la preocupación por la protección y cuidado del ambiente fluctúa
entre dos posturas o concepciones respecto de la vida que perciben como extremas, el antropocentrismo y el
naturocentrismo o geocentrismo. La primera visión conlleva a que la protección y tutela del ambiente se
circunscriba a aquel que concierne o interesa al hombre, mientras que la segunda hace foco en todas las formas
de vida en nuestro planeta. Brañes, Raúl, Manual..., cit., p. 21.
(8) Respecto del concepto y del alcance del término ambiente, Raúl Brañes explica que, con dicho vocablo,
se hace alusión a todos los sistemas posibles dentro de los cuales se integran los organismos vivos, que a su vez
se presentan como sistemas, por lo que la palabra "ambiente" no debe ser utilizada sólo para referir al ambiente
o sistema humano, sino a todos los ambientes posibles de los sistemas de los organismos vivos en general.
Circunscribiendo dicho concepto al sistema humano, resultan significativas las interacciones que ese sistema
tiene con el resto de los sistemas de vida existentes en el planeta. El concepto de ambiente, para Brañes, se
define teniendo en cuenta el conjunto de sistemas ambientales, más o menos complejos, que tienen que ver con
todas las formas de vida posibles. Brañes, Raúl, Manual..., cit., p. 21.
(9) Fías, Pedro y otros, Derecho público provincial, Depalma, Buenos Aires, 1987.
(10) Ley General del Ambiente 25.675, art. 4.

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(11) Corte Sup., "Provincia del Neuquén v. YPF S.A s/amparo", sentencia del 13/6/2006.
(12) Corte Sup., "Fundación Medam v. Estado Nacional Argentino y otro s/daños y perjuicios", sentencia
del 29/9/2004, Fallos 327:3880.
(13) Corte Sup., "Roca, Magdalena v. Provincia de Buenos Aires s/inconstitucionalidad", sentencia del
16/5/1995, Fallos 318:992
(14) Vale aclarar que se trata de supuestos de competencia del orden federal en razón de la materia, sin
perjuicio de que en la causa, además, se verifique también la competencia en razón de las personas o el lugar.
(15) Haro, Ricardo, La competencia federal, Depalma, Buenos Aires, 1989, p. 22.
(16) Alvarado Velloso, Adolfo, Sistema procesal. Garantía de libertad, t. I, 1ª ed., Rubinzal-Culzoni, Santa
Fe, 2009, p. 262.
(17) Alvarado Velloso, Adolfo, Sistema procesal..., cit., p. 273.
(18) Gozaíni, Osvaldo A., Código Procesal, Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires, comentado
y anotado, La Ley, Buenos Aires, 2000, ps. 2 y 3.
(19) Esain, José, "La competencia judicial ambiental en el art. 7º, Ley General del Ambiente", RDAmb. 31-
344.
(20) Constitución Nacional, art. 5º: "Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema
representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución
Nacional; y que asegure su administración de justicia, su régimen municipal, y la educación primaria. Bajo estas
condiciones el Gobierno federal, garante a cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones".
(21) Haro, Ricardo, La competencia federal, cit., p. 26.
(22) A los fines del presente trabajo, resultan de relevancia las leyes 27 y 48 y el dec.-ley 1285/1958,
referidos a la organización y competencia del Poder Judicial de la Nación.
(23) Jiménez, Eduardo Pablo, señala que esta característica de la competencia federal no es absoluta, ya que
jurisprudencialmente se han aceptado casos de prórroga de la competencia federal hacia los tribunales
provinciales en casos de competencia en razón de las personas, por ejemplo, cuando un extranjero promueve un
litigio ante la justicia provincial o no excepciona cuando resulta demandado ante ésta. Jiménez, Eduardo P.,
Derecho constitucional argentino, t. III, Ediar, Buenos Aires, 2000, p. 331. En el mismo sentido, José Esaín
refiere que la mentada improrrogabilidad de la competencia federal resulta absoluta cuando surge en razón de la
materia o del lugar, admitiéndose, incluso en jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, la prórroga si ésta
deviene en razón de las personas. Esaín, José A., Competencias ambientales, 1ª ed., AbeledoPerrot, Buenos
Aires, 2008. Al respecto, resulta ilustrativo lo dispuesto por el inc. 4º del art. 12 de la ley 48.
(24) La autora enseña que "...ambas normas deben interpretarse ligadas la una a la otra, dado que la primera
de las disposiciones mencionadas consagra la totalidad de la competencia federal, y la segunda, especifica
dentro de aquélla, la competencia originaria y exclusión de la Corte Suprema...". Gelli, María A., Constitución
de la Nación Argentina - Comentada y concordada, 2ª ed., La Ley, Buenos Aires, 2003, p. 803.
(25) Ley General del Ambiente, art. 7º: "La aplicación de esta ley corresponde a los tribunales ordinarios
según corresponda por el territorio, la materia o las personas. En los casos que el acto, omisión o situación
generada provoque efectivamente degradación o contaminación en recursos interjurisdiccionales, la
competencia será federal". Concordantemente, el art. 32 establece que la competencia judicial ambiental será la
que corresponda a las reglas ordinarias de la competencia.
(26) Causas de vecindad: se suscitan cuando una provincia (o varias) sea parte en un conflicto con una o
más provincias; una o más provincias con vecinos de otra; vecinos de una provincia, con vecinos de otra. Estos
supuestos, conforme lo dispuesto por el art. 117, CN, el art. 11 de la ley 48 y el art. 24 del dec.-ley 1285/1958,
corresponden a la competencia originaria y exclusiva de la Corte Suprema de Justicia, en tanto que los litigios
entre vecinos de diferentes provincias, si bien constituyen supuestos de competencia federal en razón de las
personas, corresponde que sean dirimidos por los tribunales federales inferiores. También, como ha sido
reiteradamente sostenido en la doctrina judicial de la Corte Suprema, corresponde dicha modalidad
competencial en las causas entre una provincia y el Estado nacional, o contra una entidad descentralizada de la
Administración Pública o alguna de sus reparticiones y entre una provincia y un municipio o varios de otra
provincia.
(27) Causa de extranjería: está prevista para conflictos entre una o más provincias con uno o varios Estados
extranjeros; una o más provincias con un ciudadano extranjero (o varios); vecinos de una provincia con uno o

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varios Estados extranjeros y vecinos de una provincia con un ciudadano extranjero (o varios). También en estos
supuestos, por imperio del art. 117, CN, párr. 2º, corresponde a la Corte Suprema de Justicia entender en modo
originario y exclusivo. En cuanto a la reglamentación del alcance y recaudos de esta modalidad competencial,
resulta aplicable el art. 24 del dec.-ley 1285/1958.
(28) La competencia originaria de la Corte ha sido reglamentada por varias leyes, fundamentalmente las
leyes 27 y 48 (el art. 1º ha sido de gran influencia en la jurisprudencia de la Corte) y el dec.-ley 1285/1958, que
fuera declarado vigente por la ley 14.467, entre otras.
(29) Bianchi, Alberto, "Alcances actuales de la competencia originaria de la Corte Suprema", SJA del
7/11/2007; JA 2007-IV-1328; AP 0003/013540.
(30) M.775.XLII, causa "Monte Belvedere S.A v. Neuquén, Provincia del s/revocación de la donación", en
la cual la Corte adhiere al dictamen de la procuradora general, quien considera que procede la competencia
originaria de la Corte (CN, art. 17, y dec.-ley 1285/1958, art. 24, inc. 1º) en los juicios en que una provincia es
parte, si a la distinta vecindad de la contraria se une la materia civil de la materia en debate (en el caso, la
pretensión tenía por objeto la revocación de una donación conforme la normativa de derecho común), cita como
antecedentes Fallos 260:270; 274:17; 294:217; 310:1074; 313:548; 323:1202, 843 y 460; 324:732, entre otros).
(31) En el punto, resulta esclarecedor el análisis efectuado por la Corte en los consids. 8, 9, 10 y 11 de su
resolución de fecha 20/6/2006 en la causa "Mendoza, Beatriz S. y otros v. Estado Nacional y otros s/daños y
perjuicios (daños derivados de la contaminación ambiental del Río Matanza-Riachuelo" (M.1569.XL; ori, Fallos
326:2316), en ocasión de expedirse acerca de la pretensión resarcitoria por daños y perjuicios individuales
invocados por los demandantes, respecto de los cuales se inhibió, por considerar que no correspondían ser
tratados en la instancia originaria, pues, aplicando la doctrina "Barreto" (B.2303.XL) en materia de
responsabilidad civil contra una provincia, si la resolución de la causa involucra cuestiones de derecho
administrativo local, entonces no se trata de una "causa civil" a los fines de la procedencia de la competencia
originaria.
(32) Esain, José A., Competencias ambientales, cit., p. 754.
(33) Conf. arts. 116, 117, 75, incs. 15 y 30; LGA, arts. 7º y 32; o de la conjunción, en el caso a dirimir, de
supuestos de varias de ellas, conforme doctrina judicial de la Corte Suprema; en cuyo caso, si se tratara de
competencia federal en razón de la materia, siempre se resolverá a favor del fuero federal, ya que aquélla es
improrrogable, habida cuenta la trascendencia que genera el caso, en el cual se encuentra involucrado un interés
o propósito federal directo en la materia legislada.
(34) Al respecto, ver Haro, Ricardo, La competencia federal, cit., p. 29. Además, debemos tener en cuenta
que la Corte Suprema ha reiterado, en numerosos precedentes, el carácter taxativo de la competencia prevista en
el art. 117 de la Constitución Nacional, no pudiendo ser extendida por persona o poder alguno, criterio que fuera
sentado en la causa "Sojo" (Fallos 32: 120) y Fallos 2170:78; 285:209; 302:63; 322:1514;323:1854; 326:3642,
entre otros.
(35) Dicho carácter restrictivo debe primar como criterio de interpretación, ya que de otro modo estaríamos
habilitando a que el legislador nacional, invocando un interés federal, se inmiscuya en materia provincial,
violando el reparto competencial establecido entre el orden nacional —normas de presupuestos mínimos— y el
local —normas complementarias—, generando un menoscabo de las facultades de las autonomías provinciales.
Esaín entiende que el art. 7º de la LGA configura un supuesto de norma de coordinación ya que, conforme el
sistema constitucional ambiental, en el subsistema competencial de legislación, por las vinculaciones verticales
que genera el reparto de competencias, resulta ineludible que mediante las normas de presupuestos mínimos
deben preverse mecanismos adecuados para el funcionamiento armónico del sistema general con los
subsistemas competenciales provinciales. Es en ese sentido que dicho autor considera la función instrumental de
los elementos de coordinación presentes en las normas de presupuestos mínimos (Esaín, José, "El federalismo
ambiental. Reparto de competencias legislativa en materia ambiental en la Constitución Nacional y la Ley
General del Ambiente 25.675", RDAmb. 6-3/30.
(36) En este sentido, ver el análisis efectuado respecto de la interpretación del segundo párrafo del art. 7º de
la LGA que efectuó la Corte Suprema de Justicia en ocasión de expedirse sobre su competencia en la causa
"Asociación Civil para la Defensa y Promoción del Cuidado del Medio Ambiente y Calidad de Vida v. San
Luis, Pcia. de y otros s/amparo", Fallos 329:2469, sentencia del 4/7/2006.
(37) Corte Sup., sentencia del 13/4/1869, Fallos 7:150. Para consulta ver: Sabsay, Daniel, Derecho
constitucional, Colección de Análisis de Jurisprudencial, La Ley, Serie Libros Universitarios, Buenos Aires,
2002, p. 260. La causa versaba sobre el pedido de inconstitucionalidad de una ley sancionada por la provincia
de Buenos Aires que prohibía la instalación, dentro de su territorio, de plazas destinadas a corridas de toros.
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(38) Corte Sup., "Saladeristas Podestá, Bertram, Anderson, Ferrer y otros v. Provincia de Buenos Aires
s/indemnización de daños y perjuicios", sentencia del 14/5/1887, Fallos 31:273.
(39) Corte Sup., "Harengus S.A v. Santa Cruz, Provincia de s/inconstitucionalidad ley prov. 2144",
sentencia del 19/4/1994; Fallos 371:397. La actora, Harengus SA, era una empresa dedicada a la pesca del
calamar. El conflicto se suscita a partir de la ley provincial 2144, mediante la cual la provincia de Santa Cruz
reivindicaba el dominio del mar territorial hasta las 200 millas marinas, en contraposición con la ley 18.502. El
agravio se centró en la exigencia del pago de impuestos provinciales, acompañando el correspondiente
comprobante de pago, a fin de otorgar la renovación de los permisos de pesca provinciales, para practicar dicha
actividad dentro de las 200 millas reivindicadas por la provincia. La actora ocurre ante la Corte Suprema en su
competencia originaria, solicitando se declare inconstitucional la norma provincial aludida por entender que el
Estado provincial carecía de facultades tributarias respecto de la actividad pesquera, de naturaleza federal.
(40) Corte Sup., sentencia del 16/5/1995, "Roca, Magdalena v. Buenos Aires, provincia de
s/inconstitucionalidad", R.13.XXVIII, Fallos 319:992. La pretensión de la actora tiene por objeto la declaración
de inconstitucionalidad de la ley provincial 11366, por medio de la cual la demandada homologó un convenio
celebrado entre el gobierno de la provincia de Buenos Aires y la empresa "Corporación Defensa Costera"
—Codeco—, que tenía por objeto la construcción de una muralla de 30 kilómetros sobre el Río de la Plata,
desde el arroyo Sarandí hasta la divisoria entre los partidos de Ensenada y Berazategui.
(41) La obra proyectada era susceptible de afectar un ecosistema integrado por elementos que forman parte
de la cuenca del Río de la Plata, manifiestamente interjurisdiccional e incluso internacional.
(42) Recomendamos la lectura de los considerandos 5 a 10 del fallo analizado.
(43) Hubo fallos de la justicia federal del interior que, agregando excepciones al criterio localista o
descentralizador establecido en "Roca Magdalena", declararon procedente la intervención del fuero de
excepción para entender en casos de daño ambiental con posibles efectos o alcances interjurisdiccionales. En
dicho sentido, resultan ilustrativas las siguientes resoluciones: "Fundación Fauna Argentina v. Ministerio de la
Producción s/amparo", C. Fed. Mar del Plata, sentencia del 29/10/1998, t. XXI, f. 4210; "Werneke, Adolfo G. y
otros v. Ministerio de Asuntos Agrarios y Producción de la Provincia de Buenos Aires s/amparo - med.
cautelar", C. Fed. Mar del Plata, sala 1ª, expte. 61.937 y en primera instancia, 12.126, "Fundación Reserva
Natural Puerto Mar del Plata v. Consorcio Portuario Regional Mar del Plata s/amparo ambiental", Juzg. Fed. n.
2 Mar del Plata, Secretaría n. 1, expte. 56.946, sentencia del 26/12/2002.
(44) Corte Sup. sentencia del 21/9/2004, "Fundación Medam v. Estado Nacional Argentino y otro s/daños y
perjuicios", Fallos 327:3880. La Corte interviene para resolver una cuestión negativa de competencia surgida a
partir de las inhibitorias resueltas de oficio por los tribunales de inferior instancia.
(45) Del dictamen del 9/6/2004 del señor procurador fiscal subrogante, Dr. Ricardo O. Bausset, apartado
III, con cita de Fallos 308:2230; 320:46, 324:4495, entre otros.
(46) Entendemos que en la resolución del caso, la Corte Suprema se apartó del requisito de efectividad
contenido en la norma, aplicando, en cambio, un concepto hipotético o abstracto, ya que en el caso no se
acreditó con ningún documento informe o estudio la interjurisdiccionalidad de la efectiva degradación. Al
respecto, Esaín señala que, como sostiene Eduardo Pablo Jiménez, en la sentencia, la Cote ha seguido un
mecanismo similar al utilizado en derecho de la navegación para establecer la procedencia de la jurisdicción
federal en temas de jurisdicción marítima, en el que no es necesario acreditar la navegabilidad
interjurisdiccional, sino que basta la mera aptitud —en abstracto— para la navegabilidad interjurisdiccional del
buque o embarcación. Jiménez, Eduardo P., "Competencia ambiental", en Simposio de Jueces en Uruguay,
junio 2004, en Esaín, José A., Competencias ambientales, cit., p. 786.
(47) También se inscriben en este criterio centralizador respecto de la apreciación de la competencia en
razón de la materia por directa aplicación de la interpretación dada al art. 7º, LGA, en "Fundación Medam" las
sentencias de la Corte Suprema recaídas en autos "Rodríguez, Ramona V. v. Central Dock Sud S.A y otro
s/daños y perjuicios", C.298.XL, 14/9/2004; "Confederación General del Trabajo (CGT) - Consejo Directivo de
la CGT Regional Santiago del Estero v. Tucumán, Provincia de y otro s/amparo", C.1732.XL, 20/9/2005; Fallos
328:3480, entre otros.
(48) La causa llega a la Corte Suprema vía recurso extraordinario federal, interpuesto por la provincia del
Neuquén contra el fallo del Tribunal Superior de Justicia, que entendió competente a la justicia federal para
resolver la acción de amparo interpuesto por la actora contra YPF SA, con el fin de obtener la presentación, ante
la Dirección Provincial de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de un correcto estudio de impacto
ambiental, conforme prevé la norma ambiental provincial, ley 1875, art. 24, para su evaluación y eventual

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aprobación mediante el pedido de licencia pertinente, respecto de la obra en construcción "Puenteducto sobre el
Río Colorado, Área El Portón, Buta Ranquil". La causa llegó al Máximo Tribunal provincial por el recurso de
casación por inaplicabilidad de ley interpuesto por la demandada contra la resolución de la sala 2ª de la Cámara
de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Laboral y de Minería de la 1ª Circunscripción Judicial, que había
revocado la sentencia recaída en primera instancia —que declaró competente a la justicia federal— y determinó
competente a la justicia ordinaria local. El Tribunal Superior de Justicia, por acuerdo 19 del 30/9/2003, casó la
resolución del ad quem recurrida por haber aplicado e interpretado erróneamente los arts. 75, inc. 13, y 18 de la
CN. Para así resolver tuvo en cuenta que, si bien la causa versaba sobre materia ambiental con elementos
prevalentemente interjurisdiccionales, no podía soslayarse que además estaba presente en forma directa un
interés general por tratarse de una obra destinada al transporte interjurisdiccional de hidrocarburos líquidos y
gaseosos, materia que el tribunal entiende de competencia federal (CN, art. 75, inc. 13). Así lo entendió al
sostener que "...si bien las soluciones que se avizoran doctrinaria y jurisprudencialmente, tienden hacia el
fortalecimiento del ámbito local, reconociendo a las autoridades provinciales la facultad de aplicar los criterios
de protección ambiental que consideren conducentes en salvaguarda de los recursos naturales propios, ello no
significa dilatar competencia de los jueces provinciales sin punto de moderación, puesto que cuando se
encuentran directamente involucrados aspectos que conforman una problemática interjurisdiccional (no sólo
desde el punto de vista ambiental, sino también en relación al comercio y transporte interprovincial), la relación
entre el dominio y la jurisdicción se relativiza y, por ende, la competencia jurisdiccional debe inexorablemente
virar hacia los tribunales federales", en ese sentido, cita jurisprudencia de la Corte Suprema Fallos 154:104;
188:27; 199:326; 257:15; 308:1239; 322:2862, entre otros.
(49) El Tribunal Superior de Justicia lo tuvo en cuenta expresamente, ya que si bien señaló que, en virtud de
lo establecido por los arts. 41, 121 y 124, CN, se reservó a las jurisdicciones locales lo concerniente a la tutela y
protección del ambiente, en el caso consideró improcedente la aplicación de ese principio, ya que "...por tratase
de una obra de infraestructura a realizarse sobre un recurso hídrico interprovincial..." y, por lo tanto, "...el
eventual conflicto ambiental denunciado por la actora, exhibe una naturaleza netamente interjurisdiccional y,
por tanto, adelantando mi opinión sobre el tema a decidir, excede la competencia de los jueces provinciales. Es
indudable que los inconvenientes ambientales divisibles jurisdiccionalmente son competencia de la autoridad
local, pero no es menos cierto que, por la interdependencia del ambiente y la movilidad de los factores
degradantes, ciertas situaciones de riesgo, en función de su localización expansiva y regulación específica,
pueden escapar, como en la especie, a la competencia jurisdiccional local" (Trib. Sup. Just. Neuquén, acuerdo
19, 30/9/2003, del registro de la Secretaría de Recursos Extraordinarios y Penal, del voto del vocal preopinante,
Dr. Oscar E. Massei, compartido por los restantes miembros del tribunal).
(50) Corte Sup., sentencia del 20/6/2006, "Mendoza, Beatriz S. y otros v. Estado Nacional y otros s/daños y
perjuicios (daños derivados de la contaminación ambiental del río Matanza-Riachuelo)", M.1569.XL., Fallos
329:2316
(51) La Corte claramente no admite acciones de responsabilidad civil contra las provincias en instancia
originaria, si para su tratamiento y resolución resulta necesario analizar nomas de derecho local. Si bien dicho
estándar jurídico ya existía antes del fallo "Barreto", tanto en lo concerniente a responsabilidad contractual
como extracontractual, a partir de dicho precedente la regla es más estricta respecto del último supuesto. Como
breve repaso de la situación previa al decisorio recaído en "Barreto", podemos decir que, si bien la Corte
rechazaba su intervención en forma originaria cuando en la causa existían elementos de derecho local, en
términos generales se interpretaba que las causas de responsabilidad civil se regían por el derecho común, por lo
que se configuraba el supuesto de "asunto civil", en los términos del inc. 1º del art. 24, dec.-ley 1285/1958
(Fallos 307:2090, "Juan Carlos Patricio"). En el año 1987, en ocasión de resolver en la causa "Sedero de
Carmona" (Fallos 310:1074), se produjo un interesante debate entre el procurador general y la Corte, que si bien
fue resuelto por el tribunal a favor de la habilitación de la instancia originaria, resulta interesante comentarlo ya
que, sin decirlo, en la causa "Barreto" la Corte hace suya la opinión que en aquella ocasión sostuviera el
procurador. En "Sedero de Carmona", una causa en la cual se reclamaban daños y perjuicios originados a partir
de un error registral inmobiliario, el procurador consideró, con apoyo en el precedente "Vadell v. Provincia de
Buenos Aires" (Fallos 306:2030), que la responsabilidad estatal procede de la llamada "falta de servicio", regida
por el derecho público. La Corte, por el contrario, consideró que las acciones de responsabilidad civil no
importaban necesariamente la aplicación del derecho público local, salvo que se pretendiera la invalidez de
actos administrativos locales, y resolvió habilitando la instancia originaria, apartándose del dictamen del
procurador —es dable recordar que, además, se requiere que entre la provincia y la contraparte haya distinta
vecindad—. Este criterio se modificó en el año 2006, en la causa "Barreto v. Provincia de Buenos Aires" (Fallos
329:759), acción de daños y perjuicios entablada contra la provincia y el efectivo policial que, en el curso de un
procedimiento y con su arma reglamentaria, dio muerte a Gisela Barreto, hija del accionante. El procurador,

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manteniendo su criterio, consideró que la causa no correspondía a la instancia originaria y la Corte, apartándose
del criterio que sostuviera, sostuvo que las acciones de responsabilidad civil contra las provincias involucran
cuestiones de derecho administrativo local, por lo que no constituyen "causa civil" a los fines de la competencia
originaria. Desde este caso, la Corte aplica la doctrina judicial sentada a todos los de responsabilidad civil de las
provincias en los cuales entendió que existía "falta de servicio" y, por ende, deviene necesario examinar normas
locales. En cuanto a los casos de responsabilidad contractual, la Corte ha reiterado el criterio de que si los daños
y perjuicios reclamados se originaban a partir de un vínculo o relación de carácter administrativo con la
provincia demandada, no correspondía habilitar su competencia originaria ya que, si resultaba necesario
examinar el origen de la relación jurídica, la naturaleza administrativa del vínculo revelaba que aquella no
configuraba una "causa civil" —"secuela de vínculo administrativo"—.
(52) Por ejemplo en "Pla, Hugo A. otros v. Chubut, Provincia de y otros s/amparo", Fallos 331:1243.
(53) Corte Sup., "Centurión de Vedoya v. Provincia de Misiones", (Fallos 305:441). La actora, vecina de la
provincia de Misiones, promovió acción contra ésta ante los tribunales locales y, además, solicitó la
intervención como tercero de la Entidad Binacional Yacyretá. Esta entidad planteó la excepción de
incompetencia a favor del fuero federal. Suscitada la cuestión de competencia, la Corte, en coincidencia con lo
opinado por el procurador general, consideró pertinente el fuero federal por estar citada a juicio la aquella
entidad pero, por estar demandada una provincia, la causa debía tramitar en competencia originaria.
(54) "Mendoza", sentencia del 20/6/2006, considerandos 11 y 12 y 14 a 16. En la causa se demandó al
Estado nacional, la provincia de Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y una serie de empresas
situadas en las márgenes de los ríos Matanza y Riachuelo.
(55) Corte Sup., sentencia del 20/6/2006 "Verga, Ángela y otros v. Tagsa S.A y otros s/daños y perjuicios",
V.930.XLI.
(56) Corte Sup., sentencia del 4/7/2006, "Asociación Civil para la Defensa y Promoción del Cuidado del
Medio Ambiente y Calidad de Vida v. San Luis, Provincia de y otros s/amparo", A.1977.XLI, Fallos 329:2469.
(57) Corte Sup., sentencia del 4/7/2006, "Asociación Civil para la Defensa y Promoción del Cuidado del
Medio Ambiente y Calidad de Vida v. San Luis, Provincia de y otros s/amparo", A.1977.XLI. La entidad actora,
domiciliada en la provincia de San Luis, interpuso acción de recomposición ambiental (arts. 30, 32 y concs. de
la LGA, y arts. 41 y 43 y concs. de la CN), contra el citado ente local, la Municipalidad de Villa Mercedes, y
varias empresas domiciliadas también en dicha provincia. El objeto de la pretensión consistía en la restauración
de los predios donde se desarrollaba la actividad de disposición de residuos, de los cuales uno se encontraba en
uso al tiempo de la interposición de la acción y el otro se encontraba cerrado, ambos ubicados dentro del ejido
urbano de la ciudad de Villa Mercedes y, en forma subsidiaria, el pago de la indemnización sustitutiva, así como
también la clausura del predio que se encontraba en uso. Asimismo, respecto de los efectos contaminantes, la
actora señaló que si bien éstos se originaban en la ciudad de Villa Mercedes, se expandían a otras jurisdicciones
a través de las aguas, tanto subterráneas como superficiales y los cursos de agua del Río Quinto, especialmente
hacia las provincias de Buenos Aires, La Pampa y Córdoba.
(58) Corte Sup., sentencia del 25/9/2007, "ASSUPA v. San Juan, Provincia de y otros s/daños y perjuicios",
A.40.XLII, Fallos 330:4234. La demanda fue interpuesta por dicha entidad, domiciliada en la ciudad de
Neuquén, contra la provincia de San Juan, Barrick Exploraciones Argentinas SA, Minera Argentina Gold SA,
Barrick Gold Corporation y los presidentes de los respectivos directorios, en su carácter de concesionarias de la
explotación y aprovechamiento del emprendimiento minero "El Veladero". Entre otras cuestiones, arguye que
dicho emprendimiento se superpone con la reserva de biósfera denominada "San Guillermo", correspondiente al
programa MAB-UNESCO "El Hombre y la Biósfera", afectando la preservación prevista en el convenio
oportunamente suscripto. Denuncia daño ambiental ocasionado por la actividad desarrollada por las
demandadas. Respecto de las pretensiones, solicita se las condene a: a) realizar las acciones necesarias para la
recomposición integral de los daños colectivos ambientales causados por la actividad minera en desarrollo en
dicha área; b) restablecimiento de "vegas" y aguas superficiales y subterráneas afectadas, con especial referencia
a los ríos Las Taguas y Jáchal; c) recuperación a su estado anterior de los glaciares, yacimientos y sitios
arqueológicos afectados; d) recomposición in totum de los daños causados por las actividades conexas; e) se
ordene la constitución del fondo de restauración ambiental, en los términos del art. 22, LGA; f) se ordene la
adopción de las medidas necesarias para prevenir y evitar, en lo sucesivo, el acaecimiento de perjuicios y,
subsidiariamente, se condene a reparar los daños y perjuicios colectivos originados de ese modo; g) se
determine la obligación de hacer, consistente en la instalación de medios de drenaje, captación y tratamiento de
líquidos residuales provenientes de la operación minera: h) se determine la carga de establecer un planta de
tratamiento de agua residual.

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(59) La resolución no cuenta con la firma del Dr. Ricardo Lorenzetti, sólo la suscriben los ministros Elena I.
Highton de Nolasco, Carmen M. Argibay, Carlos S. Fayt, Enrique S. Petrachi y Juan Carlos Maqueda.
(60) Fallos 97:171; 183:160; 271:224 y sus citas.
(61) "Suma de jurisdicciones", reforzando lo ya sostenido en autos "Asociación Civil para la Defensa y
Promoción del Cuidado del Medio Ambiente y Calidad de Vida v. San Luis, Provincia de y otros s/amparo",
A.1977.XLI.
(62) Con referencia expresa a lo sostenido en los precedentes "Roca Magdalena" y "Verga", Fallos 318:992
y 329:22080, respectivamente.
(63) Considerando 5: "Que el hecho de que la demandante sostenga que la presente causa concierne a
normas de naturaleza federal —las leyes nacionales y tratados internacionales— no funda per se la competencia
originaria del tribunal en razón de la materia, pues esta jurisdicción procede tan sólo cuando la acción entablada
se basa —directa y exclusivamente— en prescripciones constitucionales de carácter nacional, leyes del
Congreso o tratados, de tal suerte que la cuestión federal sea la predominante en la causa (Fallos 95:177;
183:160; 271:244 y sus citas), pero no cuando, como sucede en la especie, se incluyen también temas de índole
local y de competencia de los poderes locales (Fallos 240:210; 249:165; 259:343; 277:365; 291:232; 292:625 y
318:992), como son los atinentes a la protección ambiental en la provincia afectada".
(64) Considerando 15: "Que es preciso recordar que el examen de la determinación de la naturaleza federal
del pleito —la determinación del carácter interjurisdiccional del daño denunciado— debe ser realizado con
particular estrictez de acuerdo con la excepcionalidad del fuero federal, de manera tal que si no se verifican los
supuestos que la determinan, el conocimiento del proceso corresponde a la justicia local (Fallos 324:1173; entre
muchos otros). La aplicación de ese principio de estrictez es insoslayable frente a la competencia prevista en el
art. 117 de la Constitución Nacional, en la medida en que resulta exclusiva y no puede ser ampliada por persona
o poder alguno (Fallos 32:120; 270:80; 271:145; 280:176; 285:209; 302:63, entre muchos otros)".
(65) Lo cual no obstaría al peticionante para obtener un principio de tutela anticipada o cautelar, si estamos
a la sentencia del 29/12/2008 de la Corte Suprema en cuanto a la medida cautelar dispuesta en la causa "Salas,
Dino y otros v. Salta, Provincia de y Estado Nacional s/amparo", Fallos 331:2925, y en la causa "Santiago del
Estero, Provincia de v. Cía. Azucarera Concepción S.A s/amparo ambiental"; S. 61.XLVII, resolución del
20/12/2011, en la cual se despacha en forma un pedido de informes que debía ser contestado por la Secretaría de
Ambiente y Desarrollo Sustentable.
(66) Cotejar lo sostenido por la Corte Suprema en el considerando 14 del fallo.
(67) Confrontar considerandos 14 a 21 de la sentencia.
(68) Corte Sup., sentencia del 17/5/2011, "Rivarola", Martín R. v. Rutilex, Hidrocarburos Arg. S.A s/cese y
recomposición daño ambiental", R.143.L.XLVI. En la sentencia, la mayoría (conformada por los ministros que
suscribieron la sentencia de la causa "ASSUPA v. San Juan") adhiere al dictamen de la procuradora fiscal,
registrándose el voto en disidencia del presidente de la Corte Suprema, Dr. Ricardo Lorenzetti, quien no había
firmado dicho resolutorio.
(69) La demanda fue interpuesta por Martín Ramón Rivarola ante el Juzgado en lo Civil y Comercial n. 1
de la ciudad de Zárate-Campana contra la empresa Rutilex Hidrocarburos Argentinos SA, solicitando se la
condenara a realizar las obras necesarias para lograr el cese de actividades dañosas y contaminantes a la salud y
el medio ambiente que produce dicha planta industrial, ubicada en la ciudad de Campana, provincia de Buenos
Aires. Asimismo, solicita que recomponga el daño ambiental causado por su accionar y la imposición de una
indemnización por los daños y perjuicios individuales que ha sufrido como consecuencia del impacto
producido. El juez se declaró incompetente en razón de la materia y remitió las actuaciones al fuero contencioso
administrativo local. A su turno, la titular del Juzgado en lo Contencioso Administrativo n. 1 del citado
departamento judicial rechazó la asignación y elevó la causa a la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de
Buenos Aires, a fin de que resolviera el conflicto de competencia suscitado entre los tribunales de grado. El
Máximo Tribunal provincial declaró la incompetencia de la justicia local y el juez subrogante del Juzgado
Federal n. 1 de Campana también se declaró incompetente, pues entendió que no encontraba configurada la
interjurisdiccionalidad que habilitara esa instancia foral, con lo cual elevó el caso a la Corte Suprema para que
dirimiera la cuestión negativa de competencia, conforme lo dispuesto por el inc. 7, art. 24, dec.-ley 1285/1958.
(70) Del dictamen del procurador fiscal del 14/4/2010.
(71) Doctrina judicial de la causa "Fundación Medam", a la cual cita expresamente el Dr. Lorenzetti.
(72) Cita al respecto la causa "ASSUPA v. San Juan".

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(73) Corte Sup., sentencia del 1/11/2011, "Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas v. Buenos
Aires, Provincia de y otros s/amparo", A.262.XLV.
(74) Ricardo L. Lorenzetti, Carlos S. Fayt, Enrique S. Petracchi, Elena Highton de Nolasco y Carmen M.
Argibay (voto compartido), Juan Carlos Maqueda y Raúl Zaffaroni (en su voto comparten el dictamen fiscal).
(75) Considerando 9: "...(a) esos fines no basta con afirmar que la presente acción lleva explícito el cuidado
de la salud de todos los habitantes del suelo argentino, y que la interjurisdiccionalidad exigida por la ley 25.675
queda vastamente consolidada, eximiendo de mayores argumentaciones; o que el hecho que las provincias con
potencionalidad agrícola-ganadera se hubieran convertido en tierra llana para el monocultivo cultivo de la soja...
y como lo ha sostenido este tribunal, la configuración del referido presupuesto que hace surtir la competencia
federal en cuestiones ambientales, debe encontrarse debidamente acreditado, en forma tal que permita afirmar
que "el acto, omisión o situación generada provoque efectivamente degradación o contaminación de recursos
ambientales interjurisdiccionales" (art. 7º, ley 25.675; Fallos 329:2469)". Esta línea argumentativa continúa en
los considerandos 10 y en el 11, la Corte explicita la aplicación en la causa del principio de estrictez.
(76) Corte Sup., sentencia del 20/3/2012, "ASSUPA v. Alianza Petrolera Argentina S.A y otros s/daño
ambiental", A.28.XLV. La entidad demanda a la Alianza Petrolera Argentina SA y las restantes petroleras
concesionarias de las áreas hidrocarburíferas de la "Cuenca Golfo San Jorge".
(77) Corte Sup., sentencia del 20/3/2012, "ASSUPA v. YPF S.A y otros s/daño ambiental", A.556.XLIII.
En este caso, ASSUPA promovió demanda por daño ambiental colectivo contra YPF SA, ENAP Sipetrol
Argentina SA y la UTE que éstas constituyeron, en su carácter de concesionarias de la explotación y
exploración de hidrocarburos en el área Magallanes.
(78) Corte Sup., sentencia del 17/4/2012, "Comunidad del Pueblo Diaguita de Andalgalá v. Catamarca,
Provincia de s/amparo ambiental", C.284.XLVII. Causa originada a partir del proyecto de mega minería
"Pascua Lama". La acción de amparo ambiental es interpuesta por la Comunidad contra la minera Agua Rica
LLC (sucursal argentina), las provincias de Catamarca (por haber dictado el acto autorizante para la explotación
del yacimiento "Agua Rica" y la declaración de impacto ambiental; la responsabiliza por el daño que, aduce,
dicha actividad provocará en las cuencas hidrográficas Salar de Pipanaco, compuesta por el río Andalgalá y los
ríos, arroyos y vertientes que le sirven de efluentes y el río Juramento, conformado por el río Sana María, sus
arroyos y vertientes), Tucumán (por haber omitido evitar la contaminación del río Santa María), Salta (pues la
instalación de la mina generará la contaminación ambiental de los ríos Juramento y Santa Marta), La Rioja (por
la contaminación que la explotación causará en la cuenca del Salar de Pipanaco y los ríos Colorado, Andalgalá,
Nacimientos y Minas) y al Estado nacional por haber omitido llevar adelante una adecuada gestión ambiental,
tal como lo exige el art. 41, CN. La actora solicitó, como medida autosatisfactiva, que se ordene el cese
inmediato de todo tipo de actividad y explotación llevada a cabo por la empresa Minera Agua Rica LL, sucursal
argentina.
(79) "Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas v. Buenos Aires, Provincia de y otros s/amparo",
A.262.XLV.
(80) Considerando 9 del voto disidente del ministro Ricardo Lorenzetti.
(81) Como lo hiciera en la causa "Rivarola".
(82) Podemos advertir que el Dr. Lorenzetti, en este caso, reitera lo ya afirmado en su voto en "Rivarola"
respecto de la distinción que es dable efectuar entre supuestos de afectación directa sobre un recurso o sistema
ambiental interjurisdiccional (el caso del Río Paraná), de aquellos en los cuales la afectación se da de forma
indirecta, ya que, en este último, el agente contaminante o degradante actúa sobre un sistema localizado,
divisible, del cual se traslada a un recurso interjurisdiccional. Sólo en este supuesto admite la posibilidad de que
resultara necesario un estudio que lo corroborara, a fin de habilitar la competencia federal, ya que en el primero
no admite la necesidad de acreditar la efectiva degradación o contaminación mediante estudios o documentos
científicos.
(83) Corte Sup., sentencia del 7/5/2013, "Ministerio Público Fiscal de la Nación v. Río Negro, Provincia de
y otros s/amparo", M.169.XLV. El fiscal general ante la C. Fed. General Roca, provincia de Río Negro,
promovió acción de amparo ambiental (arg. arts. 41 y 43, CN; 7 y 30, LGA) contra el Estado nacional
—Jefatura de Gabinete de Ministros, Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable— y las provincias de Río
Negro y Neuquén. La pretensión tenía por objeto que se ordenara el cese de la quema de neumáticos, aceite en
desuso de automóviles, productos finales de la destilación de hidrocarburos y fuel oil que, como práctica
habitual dentro de las actividades culturales y frutícolas del Alto Valle, Valle Medio, General Conesa y Río
Colorado, realizan los productores a fin de prevenir las heladas tardías que anualmente se producen entre los

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meses de septiembre y octubre. La causa de la pretensión incoada consiste en evitar los daños a la salud de las
personas y la degradación del medio ambiente de las zonas donde se desarrolla la actividad cultural referida.
Asimismo, solicita con carácter de medida cautelar que se elabore un plan de gestión integral tendiente a
morigerar en forma progresiva la reiteración de las prácticas aludidas, hasta tanto se resuelva el fondo de la
cuestión entablada.
(84) Confrontar el análisis competencial en razón de la materia realizado por la Corte en los considerandos
3, 4 a 10.
(85) Dicha línea argumentativa, entendemos, se enrola en el estándar de indivisibilidad del conflicto en
pluralidad de jurisdicciones. En autos, puede que las acciones emprendidas por los productores, a fin de
contrarrestar los efectos de las heladas tardías en los cultivos frutícolas, genere externalidades en diferentes
jurisdicciones provinciales, pero se trata de conflictos locales divisibles, ya que nada obsta a que las autoridades
ambientales locales actúen sobre ellos, en el marco de sus respectivas jurisdicciones, aun en forma coordinada y
conjunta. El conflicto, conforme este principio, será interjurisdiccional en los términos del art. 7º, LGA, cuando,
además de la pluralidad de jurisdicciones, ésta resulte indivisible por requerir una solución unificada y
mancomunada.
(86) Corte Sup., sentencia del 1/8/2013, "Schroeder, Juan y otros v. Buenos Aires, Provincia de y otros
s/daño ambiental", S.759.L.XLVII. En la causa se presentan en calidad de actores Juan Schroëder y pescadores
artesanales que desarrollan el recurso ictícola del Estuario de Bahía Blanca, todos domiciliados en la provincia
de Buenos Aires. Presentan acción por daño ambiental (arg. arts. 27 a 33, LGA) ante el juzgado Federal de
Bahía Blanca. Ejercen su pretensión contra las empresas PBB Polisur SA, Solvay Indupa SAIC, Profertil SA,
Compañía Mega SA, Petrobras Energía SA, Transportadora del Gas del Sur SA, el Estado nacional —Jefatura
de Gabinete de Ministros—, Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable - Ministerio de Agricultura,
Ganadería y Pesca, Prefectura Naval Argentina, Aguas Bonaerenses (ABSA), la provincia de Buenos Aires -
Ministerio de Infraestructura - Dirección de Servicios de Agua y Cloacas, el Organismo de Control de Agua de
Buenos Aires (OCABA) y el Organismo Provincial de Desarrollo Sustentable (OPDS). Las pretensiones tenían
por objeto: a) el cese de los vertidos de agentes contaminantes causantes del daño ambiental en el Estuario de
Bahía Blanca; b) la recomposición de dicho ecosistema; c) la desaparición total de los agentes contaminantes en
las lagunas de mar, el lecho marino y de especies animales y vegetales acuáticas; d) la reposición del medio
ambiente a su estado anterior; e) la adecuación de los sistemas de disposición de residuos; f) la adopción de las
medidas conducentes a evitar nuevos perjuicios; g) la imposición, a las demandadas, del pago de una suma
compensatoria a favor de las municipalidades de Bahía Blanca y Coronel Rosales, destinada a la creación de un
fondo especial de afectación; h) la constitución, en forma subsidiaria, de un Fondo de Compensación
Ambiental, en los términos del art. 28, LGA. Solicitan la citación como terceros de la Municipalidad de Bahía
Blanca y el Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca, por considerar que la controversia les es común,
ya que eventualmente cualquiera de ellos podría ser el titular del Fondo de Compensación que se constituya.
Posteriormente se adhirieron nuevos coactores en su calidad de pescadores artesanales y se amplió la demanda
contra la empresa Cargill SACI. El juez del Juzgado Federal de Primera Instancia n. 2 de Bahía Blanca resolvió
darle al juicio el tratamiento de una "acción de clase". La causa llegó a la Corte por vía recursiva, ya que la parte
actora apeló la resolución del juez de grado que tuvo por parte a la Cámara Unión Pesquera Artesanal. Dicha
Cámara se presentó en la causa pretendiendo ser tenida por parte y dirigir nuevas pretensiones contra la
provincia de Buenos Aires, el Organismo Provincial para el Desarrollo Sustentable, el Estado nacional y solicitó
la citación de terceros. La Corte sólo admitió su participación como tercero (al respecto, ver considerandos 3 a
6).
(87) "Roca Magdalena".
(88) Ver considerando 15.
(89) Ver considerandos 12 a 15 y fundamentalmente el 16.
(90) Juzgado Federal de primera Instancia n. 2 de Bahía Blanca.
(91) Corte Sup., sentencia del 27/8/2013, ""Flores Núñez, Roberto R. v. San Juan, Provincia de s/daño
ambiental", F.833.L.XLIII. La demanda es interpuesta por Roberto R. Flores Núñez, en su condición de
afectado y vecino del departamento de Felipe Varela (Santa Clara, Guandacol, provincia de La Rioja).
Promueve demanda por daño ambiental colectivo (art. 30, LGA) contra Minas Argentinas SA, en su carácter de
concesionaria de la explotación del proyecto minero a cielo abierto "Gualcamayo" y la provincia de San juan,
por ser la autoridad concedente, con el fin de obtener: a) la recomposición del ambiente dañado y el que se dañe
en el futuro, por medio del restablecimiento al estado anterior al inicio de las actividades o, en su defecto, el
pago de una indemnización sustitutiva; b) la contratación de un seguro (art. 22, LGA), con entidad suficiente

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para garantizar el financiamiento de la recomposición; c) la evaluación, por la Secretaría de Ambiente y


Desarrollo Sustentable de la Nación, de la zona de influencia del proyecto minero para acreditar el estado del
ambiente, certificar el alcance de los daños y los riesgos que éste implica. Solicita la citación como terceros (art.
94, CPCC) al Estado nacional —Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable—, las provincias de La Rioja,
San Luis, Mendoza y La Pampa —en su carácter de integrantes del Comité de Cuenca del Río
Desaguadero-Colorado y ser titulares de las jurisdicciones afectadas—, al Defensor del Pueblo de la Nación y al
Comité Federal del Medio Ambiente —COFEMA—.
(92) Con el voto de los ministros Carlos S. Fayt, Carmen Argibay, Juan Carlos Maqueda, Elena I. Highton
de Nolasco, E. Raúl Zaffaroni y Enrique S. Petracchi —según su voto, coincidente con el de la mayoría, pero
más extenso—. El fallo se aparta del dictamen fiscal.
(93) Ver considerandos 3 y 4.
(94) Cabe señalar que en el precedente citado, y respecto del cual la Corte alega que el caso "Flores" no
presenta similitud, en el considerando 9, referido justamente al carácter interjurisdiccional del recurso
ambiental, la Corte no prescinde de, en cuanto a la apreciación de la prueba, apreciaciones de carácter hipotético
o potencial cuando dice: "...según se denuncia, las obras construidas provocarían un incremento de la velocidad
del agua que corre por el cauce, lo que unido a los antrópicos direccionamientos que se denuncian, generarían
excesivos desbordes de la cuenca del río Puelo, que impactarían de manera negativa en el Parque Nacional Lago
Puelo y en la Reserva de Biósfera Transfronteriza Andino Norpatagónica, situada en la frontera con la
República de Chile". Considero que se trata de juicios de probabilidad y no de certeza, conforme surge de la
propia redacción y análisis gramatical de los tiempos verbales utilizados.
(95) Ver considerandos 6 a 8.
(96) Ver considerandos 9 y 10.
(97) Corte Sup., resolución interlocutoria de fecha 30/12/2014, en autos "Asociación Superficiarios de la
Patagonia v. Y.P.F. S.A y otros s/daño ambiental", CSJ 1274/2003 (39-A).
(98) Ver considerando 8 del voto de la mayoría y el voto del Dr. Ricardo Lorenzetti al respecto.
(99) Ver considerandos 6 y 7.
(100) Ver considerandos 10° y 11.
(101) Ver considerando 8 del voto de la mayoría, con cita de precedentes en dicho sentido.
(102) Ver considerando 8 del voto del Dr. Ricardo Lorenzetti.
(103) Destacamos que dicha categoría no se encuentra contemplada ni en el Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación ni en el de la provincia del Nequén.
(104) Ver considerando 4.

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