El aula, tal como la conocemos, es una construcción histórica que deviene de las épocas de

Comenio, desde hace más de trescientos años. La estructura y disposición de las aulas tienen como
base el método frontal. Todo el mobiliario estuvo, desde esos tiempos hasta ahora, dispuesto de
manera centrada, en el frente se halla un punto de atención, es decir, la figura del maestro. El docente
a su vez se ayudó siempre de soportes visuales, como lo son los pizarrones, imágenes y láminas
(Dussel, 2010, p. 17).
Ahora bien, durante la pandemia las aulas dejaron de presentarse de esta manera. Aunque la
función de la escuela sigue siendo la misma, muchos aspectos pasaron por un proceso de readaptación
a estos cambios imperantes, pero aún así los conocimientos siguen hallando su lugar de transmisión.
Esta manera de organizar la enseñanza basada en la simultaneidad y la homogeneidad ha empezado a
tener ligeros cambios desde hace varios años. Estos cambios no solo se deben al uso de computadoras
y netbooks en las escuelas, sino también por “las nuevas pedagogías que pidieron más atención a lo
diverso y singular y más espacio para ritmos distintos de aprendizaje, cuestionando la idea de grupos
y procesos homogéneos” (Dussel, 2010, p. 18).
Para este trabajo he seleccionado tres situaciones en las que se describen experiencias de
docentes que tuvieron que lidiar con los cambios en el proceso de enseñanza-aprendizaje dentro del
contexto de pandemia. La primera es la que relata la docente de nombre Laura, cuyos alumnos son
privilegiados ya que 29 de los 30 pueden conectarse a las clases virtuales a través de la plataforma
Zoom:
“Laura es maestra de séptimo grado de la Escuela 121 de Neuquén capital. Tiene 30 alumnos,
29 se conectan a las clases que da a través de la aplicación Zoom. La maestra sabe que esa
buena respuesta no se encuentra en todos los grados de las escuelas de la provincia, pero está
muy contenta y orgullosa del avance de sus estudiantes durante estos atípicos meses de
aislamiento anticoronavirus”.
En una realidad paralela y utópica, el proceso de enseñanza y aprendizaje debería
desarrollarse sin inconvenientes en este escenario tan atípico que está viviendo el mundo y la
educación. El caso de la docente Laura no es único, pero sí es muy privilegiado, ya que no todas las
realidades de los demás docentes y alumnos son iguales al del caso planteado. Sabemos que esto no
sucede así porque no todos los estudiantes ni los docentes en Argentina tienen las mismas
oportunidades de acceso a internet y ni siquiera se puede decir que todos llegan a poseer un
dispositivo que les permita acceder a una clase virtual.
Para Dussel (2010), los procesos de enseñanza y aprendizaje han sufrido cambios muy
profundos. En su libro expone tres dimensiones que se vieron afectadas durante la pandemia:
*Cambios en la organización pedagógica del aula.
*Cambios en la noción de cultura y de conocimiento.
*Cambios en la forma de producción de los conocimientos: los nuevos sistemas de autoría.
 A todos estos desafíos y cambios también hay que sumarle la permanente discusión de la
equidad en educación: equidad “entendida como igualdad compleja y no homogénea y pensada más
como igualdad en los resultados y no en los procesos, refleja parte de estas nuevas preocupaciones”
(Dussel, 2010, p. 18).
Marchesi y Martín (como se cita en Anijovich, 2014) proponen tres niveles de equidad en educación:
1) Igualdad en el acceso: todos los alumnos deben tener un espacio para incluirse en la
escuela.
2) Igualdad en el tratamiento educativo: se deben ofrecer currículos, recursos, etapas
obligatorias similares para todos los alumnos, pero adecuándolos a partir del reconocimiento
de las diversidades, lo cual supone revisar la manera de organizar la enseñanza y la
evaluación.
3) Igualdad de resultados: independientemente de sus diversidades todos los alumnos pueden
alcanzar buenos resultados. (p. 22)
En el siguiente caso también se plantea un evidente privilegio de la docente y sus alumnos, ya
que todos ellos pueden acceder a internet y a un dispositivo:
“Tengo mucha suerte de que mis alumnos tengan acceso a internet, una compu o un celu. Pero
sé que hay muchas compañeras que ni ellas tienen buena conexión a internet. También hay
que ser conscientes de que en este momento no hay equidad, el que no tiene conectividad
recibe las actividades como puede”.
En este caso, la docente confirma lo dicho anteriormente: en el nuevo contexto de pandemia no hay
equidad, muchos estudiantes y docentes deben hacer malabares para poder seguir el proceso de
enseñanza-aprendizaje. El siguiente ejemplo, expone de manera muy adecuada la realidad de muchos
alumnos y familias:
“A veces hay un dispositivo en la familia y lo están usando. Es difícil que se conecten, porque
usan datos, no tienen internet. Entonces quieren aprovecharlos para hacer los trabajos, y no
para conectarse", cuenta Adriana de Monte Chingolo, Lanús.
La pandemia ha significado un cambio rotundo en el proceso de enseñanza y aprendizaje, y se
ha consagrado como un desafío para todos sus actores. Ya las aulas no son como antes, con el maestro
enfrente y los estudiantes cada uno ubicado en su pupitre. Ahora, los alumnos que pueden acceder a
una pantalla de computadora, celular o tablet con internet, son los que se presentan como los
privilegiados en asistir a las aulas en un contexto de virtualidad.
Con estos ejemplos elegidos se puede confirmar que la cuestión de la equidad en la educación
argentina se ha profundizado y complejizado mucho más con esta pandemia de Covid. Las escuelas
no pueden hacerse cargo de cubrir las necesidades de conectividad de sus estudiantes y docentes, aquí
resulta pertinente que el Estado se encargue de que la igualdad de oportunidades educativas llegue a
todos los alumnos de todas las escuelas del país.
Bibliografía

Anijovich,, R. (2014). Gestionar una escuela con aulas heterogéneas. Enseñar y aprender en la
diversidad. Paidós.
Dussel, I. y Quevedo, L. A. (2010). VI Foro Latinoamericano de Educación; Educación y nuevas
tecnologías: los desafíos pedagógicos ante el mundo digital. Santillana.