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FONDEVILLA
El concepto del paso del tiempo es uno de los pilares de las terapias modulares. Esto en
parte es así por el hecho de que se trabaja con crisis, es decir con urgencias. De esta manera,
las terapias modulares surgen como reapuesta terapéutica para resolver o encuadrar
específicamente situaciones de crisis, permitiendo deslindar del campo psicoanalítico los
problemas vinculados a la urgencia. Además, actualmente, nos encontramos con demandas
donde el concepto de tiempo juega un papel importante. No pasaba esto en la época del gran
auge del psicoanálisis en la Argentina, treinta años atrás. En aquél momento parecía haber todo
el tiempo del mundo.
La terapia modular está estructurada sobre la idea de los cambios que acarrea el paso del
tiempo. Está dirigida a la concientización y elaboración de este pasaje. Crisis vitales, crisis
externas o crisis internas.
Existen diferentes fantasías que tienen las personas acerca del tiempo. Algunos ejemplos
son:
Estas son modalidades de pensamientos posibles que podemos descubrir de una u otra
manera en el funcionamiento mental de las personas (a veces conciente otras veces
inconsciente) y que son determinantes d muchos conflictos. Por otra parte, como con estas
terapias se opera con “poco tiempo”, es importante detectar estas fantasías para poder
abordarlas.
Finalmente, se puede mencionar que hay maneras distintas de sentir el tiempo, que
corresponden a otras modalidades culturales, más específicamente, lo que diferencia a Oriente
de Occidente. En Oriente, encontramos una concepción de tiempo particular, que se ve
plasmada en su arte, tanto literaria como pictórica: se trata de un tiempo estático, la captación de
un instante, la fugacidad del presente, funciona como un verdadero flash fotográfico, despojado
de la persona.
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Según el diccionario de la Real Academia Española, Crisis (del Latín Crisis y del Griego
Krisis) significa:
A su vez, hay autores que asocian el concepto de crisis a lo inesperado, que irrumpe
dentro de una continuidad y que impide la anticipación.
El término crisis incluye también el concepto de urgencia, por los riesgos que la misma
implica.
Es por todas estas características, que las situaciones de crisis requieren un abordaje
puntual. A muchos psicoterapeutas les resulta difícil imaginar que puedan ayudar a una persona,
pareja o familia en un número acotado de sesiones, que lo que se requiere son sólo
modificaciones de una circunstancia y luego esa/s persona/s seguirán su camino basado en sus
propias posibilidades.
o Un antes, que se centra en un examen del problema, una historia del mismo.
o Un ahora, que se centra en lo situacional, la actualidad del paciente y lo ubica
frente al conflicto.
o Un después, que está dirigido al proyecto futuro.
Es decir, que lo módulos tal cual están concebidos permiten un seguimiento evolutivo.
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Las terapias modulares nunca deben intentar tomar el lugar de una terapia más
prolongada o analítica en caso de ser necesaria. Al respecto, antes del ingreso al módulo se
efectúa una entrevista de admisión que posibilitará deslindar aquellos casos cuya gravedad
permite suponer que no puede beneficiarse de esta clase de tratamiento, indicándose la
necesidad de una terapia más prolongada o analítica. Pero aún en esta circunstancia, el módulo
puede ayudar a que un paciente renuente acepte un tratamiento psicoanalítico, lo ayudaría en la
elaboración de sus resistencias.
2. Esquema
3. Etapas
Primera etapa: Orientada a la toma de contacto con el problema, que incluye el registro de
antecedentes e historia del paciente, desencadenante del conflicto, etc. Se extiende
aproximadamente por 9 o 10 sesiones.
Segunda etapa: Se trata de la indagación del momento “situacional”, que atañe específicamente
a la situación actual, en la cual se va a examinar la inserción del problema dentro de los vínculos
horizontales y verticales de esa persona o pareja. Corresponde a la actualidad, a lo que el
paciente “tiene” en el momento actual, con qué cuenta y a su ubicación frente al problema. Se le
dedican 3 o 4 sesiones.
Vayamos a lo específico
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o La fuerza de la represión, que necesitó del análisis de las resistencias más que de
los contenidos.
o La sobredeterminación de los síntomas, lo que hizo necesario la elaboración de la
neurosis infantil.
o La transferencia, con las regresiones y la dependencia que conlleva, que luego fue
llevando a situaciones cada vez más complejas de elaboración, como la
transferencia negativa y otras problemáticas conexas.
Quiero mencionar que dentro de las terapias breves encontramos distintas alternativas
acerca del eje que toman:
En algunos casos se toma como eje el foco, especialmente desarrollado por Balint.
Alexander confronta al paciente con la realidad y luego, a medida que el tratamiento
transcurre, va reduciendo las sesiones y ayudando al paciente a enfrentar la separación.
Sifneos implementa una técnica en alrededor de 15 sesiones, basada en la provocación
de la ansiedad, lo que a su vez fuerza al paciente a una alianza terapéutica y cuando esta
alianza ya no e sposible, lleva al abandono del tratamiento.
La técnica de Malan, se basó en 40 sesiones con una orientación focal e interpretativa
psicoanalítica, y luego se fue reduciendo la duración hasta 20 sesiones.
Davanloo utiliza como método un abordaje casi violento de las defensas del paciente, no
dándole respiro. Digamos que trabaja sobre el enojo del mismo. Se interpretan las
defensas, el enojo, la ansiedad, los impulsos, la transferencia y los sentimientos hacia
figuras fuera de la terapia.
Mann introdujo una limitación del tiempo de la terapia a 12 sesiones, límite que surgió por
las listas de espera que se generaban en las clínicas de tratamiento ambulatoirio. Lo
importante es la selección del paciente, un contrato claro desde un comienzo, la empatía
y el hallazgo del tema central del tratamiento.
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La terapia modular trabaja con la parte yoica más conciente del paciente.
Por tratarse de una terapia muy corta, no hay tiempo para que se desarrolle la
regresión terapéutica del paciente y por lo tanto no se la propicia. Es el terapeuta quien,
debidamente entrenado, si tiene a su disposición el manejo de su fantasía inconciente. Diríamos
que mientras que el paciente funciona con su parte yoica más conciente, el terapeuta está
trabajando con su fantasía inconsciente puesta al servicio del paciente.
Otro punto importante es que el paciente se lleve de cada sesión, en lo posible, alguna
idea fuerte con la cual seguir pensando; diríamos que el terapeuta trabaja más en las sesiones y
el paciente trabaja más entre las sesiones.
Es difícil dejar de lado las situaciones patológicas que muchas veces se imponen como
evidentes, pero el terapeuta debe ceñirse a una posible resolución de la crisis, dejando
esclarecida la necesidad, en algunos casos, de tratamientos más prolongados o convencionales
dirigidos a ala enfermedad mental en juego.
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Toda situación de pérdida implica siempre un cambio catastrófico para la mente humana.
Implica la reubicación de las partes del self proyectadas sobre el objeto perdido y del vínculo que
los unía. Aquello que desaparece no sólo pertenece a la realidada o entorno familiar o social sino
que, como sabemos, es también aquello creado dentro de la mente del que duela.
Es significativo lo que Freud señala: “Es también muy notable que jamás se nos ocurra
considerar la aflicción como un estado patológico y someter al sujeto aflijido a un tratamiento
médico, aunque se trata de un estado que le impone considerables desviaciones de su conducta
normal. Confiamos, efectivamente, en que al cabo de algún tiempo desaparecerá por sí sola y
juzgaremos inadecuada e incluso perjudicial perturbarla.” Esto atañe al proceso de duelo normal
y es por eso que el módulo debe ser pensado como eso y nada más: El módulo va a ayudar a
desplegar el trabajo de duelo, que es mucho más largo y que se va a elaborar en el tiempo.
Mantener sin resolver la situación del duelo es una forma de mantener una relación de
objeto o un vínculo detenido en el tiempo, inmovilizado, en vez de enfrentarse con el vacío de la
pérdida. Esta es una de las razones de la resistencia a “terminar” con el duelo y la necesidad de
muchas personas de quedar en una situación de duelo permanente, configurando un vínculo de
la naturaleza del descrito por Baranger como el objeto “muerto-vivo”.
Hay autores americanos que siguiendo el modelo del apego de Bolwy en el curso del
duelo, identifican tres formas de duelo patológico: “duelo crónico”, de prolongación indefinida a
través de la exageración de los síntomas; “duelo inhibido”, con ausencia de los síntomas del
duelo normal; y “duelo postergado”, con evitación de las emociones dolorosas.
Por su parte, Ginberg señala que “la pérdida temporaria o definitiva de un objeto, provoca
en el individuo el sentimiento penoso de que ha perdido conjuntamente algo que le es propio” y
de esta forma “en toda pérdida significativa, debe considerarse no sólo el duelo por el objeto, sino
también el duelo por las partes perdidas del self, que han sido proyectadas previamente en el
objeto.” Por esta razón, el poner en contacto al paciente con la persona muerta, en la primera
etapa del tratamiento, ya sea a través del recuerdo de sus características, de anécdotas, de
fotografías o de aspectos del vínculo, le permite a éste iniciar un proceso de discriminación entre
el muerto y sí mismo, intentando rescatar su identidad, que aparece muy desdibujada en muchos
casos, sentida como perdida junto a la persona muerta. Esto toca el tema del cambio de
identidad que la muerte provoca.
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Se trata de una terapéutica que tiene por objetivo ayudar en los procesos de duelo, que de lo
contrario podrían conducir a desenlaces sumamente patológicos para la mente. El tratamiento
estaría constituido básicamente por un módulo de 16 sesiones. A éstas debe agregársele la
ayuda adicional, en el caso de ser necesario, de consultas semanales con un psiquiatra que será
el encargado de administrar los psicofármacos, evitando sobreactuar con la medicación, es decir,
dejando que el paciente tenga acceso a su sentir para permitir el trabajo psicoterapéutico.
Los terapeutas encargados de llevar a cabo este tratamiento deberán estar previamente
entrenados en el mismo, además de contar con su análisis personal.
El peso de reconectarse con las propias pérdidas a través de la de los pacientes implica para
el terapeuta la reviviscencia dolorosa, el resurgimiento de recuerdos despertados por el peso de
las proyecciones intensas que estos pacientes movilizan. Por esta razón no es posible para un
terapeuta ver demasiados pacientes en esta condición en el día.
Los familiares y amigos tienden (por su propia angustia o porque están menos
comprometidos en esa situación) a obstaculizar el proceso de duelo, limitando el llanto,
intentando distraerlo o forzando los mecanismos de negación. Con la técnica modular se busca
que el sujeto encuentre un ámbito acogedor, donde haya una escucha que no lo perturbe en sus
necesidades, sino que trate de entender cuáles son esas necesidades y lo acompañe en ese
proceso (llanto, rabia, silencio, tortura, etc.).
No quiero dejar pasar por alto el beneficio catártico que tiene la primera etapa del módulo.
Darle un lugar a la catarsis, aún no siendo ésta la prioridad, es un paso importante en la
elaboración del duelo, y también para que se puedan transitar las otras etapas exitosamente.
Si las condiciones del funcionamiento mental, que antecedieron al duelo, fueron relativamente
equilibradas, este estado mental es transitorio, aunque se extienda en el tiempo. De no ser ésta
la situación, las perturbaciones mentales individuales son el asiento de distintas estructuras
patológicas, siendo una de las más frecuentes la melancolía.
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Al paciente se le hace saber la consigna, que será explicitada desde el comienzo, por
ejemplo: “vamos a tener varias reuniones. Quisiera que usted entienda que estoy aquí porque
entiendo su dolor y creo poder ayudarlo… Hábleme de lo que usted quiera… Este es un lugar
en el que puede sentirse libre… Para mi es importante ir comprendiendo algunas cosas que
lo van a poder ayudar y que luego le voy a transmitir”
Freud señala que en la melancolía hay pérdida de la autoestima, ya que mientras que en
el duelo el mundo aparece como desierto, en la melancolía es el propio yo el que aparece
como desierto. Es en razón de esto último que en la etapa situacional del módulo se ayuda al
paciente a reconocer lo que tiene, ese mundo que lo rodea y que puede aparecer subsumido
con la pérdida.
La voz del terapeuta es importante: debe estar modulada sin prisa, cálida y pensante.
Debemos tener en cuenta en qué momento estamos tratando con la estructura mental del
paciente anterior al duelo y no con el duelo en sí mismo. El duelo hace desencadenar o
reactivar otros mecanismos y fantasías preexistentes así como también duelos anteriores.
Quisiera remarcar que las primeras sesiones del módulo van dirigidas a la toma de
contacto con la pérdida mientras que en la etapa situacional se va a ayudar al paciente a
ponerse en contacto con lo que sí tiene y con lo que puede reconstruir,
En estas tres (pueden ser más o menos) sesiones situacionales, se examinan los vínculos
verticales (hijos, padres, nietos, abuelos) y los vínculos horizontales (hermanos, primos,
amigos, relaciones de trabajo) poniendo énfasis en lo que el paciente tiene, como recursos,
en los posibles nuevos desarrollos. Es una forma de forzar al paciente a mirar lo que tiene.
En otras palabras, es una forma de examinar su nueva identidad.
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