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Narradora: Buenos días, nosotros somos los muchachos de (…) y hoy hablaremos de maltrato, no, no solo de ese que

deja moretones o dedos rotos; hablaremos de este que lentamente te deshace, desde adentro hasta que ya no queda
nada de ti, de la esencia que alguna vez tuviste. Así es, el maltrato psicológico. 
Narradora 2: Es el más difícil de detectar porque no deja marcas físicas. Este tipo de maltrato se produce cuando los
gritos y el enojo van demasiado lejos o cuando una persona critica, amenaza, humilla o desprecia constantemente a
otra hasta que su autoestima y sus sentimientos de valor personal se ven negativamente afectados. Al igual que el
maltrato físico, el maltrato psicológico puede dañar y dejar secuelas emocionales. Para poner esto en palabras
dominicanas, hemos traído la historia de Marta, una joven de barrio que por la forma en que se crió tiene una
particular manera de pensar.
(marta con una escoba, fingiendo que es un micrófono canta…)
llega su padre la hala por los moños: mira ese pedazo e´loca, en lo que está (le aturde a golpes y marta grita con
desesperación) tú no estás viendo la casa? Cógeme esa escoba y pónteme a limpiar!!
Marta, sollozando: manito, préstame el recogedor.
Hermano: tu ere’ loca muchacha. Ven búscalo tú.
Otro hermano: a mí no me mire, dame banda.
N 1: Marta tenía un padre para nada sutil cuando se trataba de dirigirse a ella, pues la pobre desde muy pequeña era
humillaba constantemente por su padre y hermanos frente a quien sea mientras le agarraban por el pelo. Gritando
aquellas palabras que hasta en el lugar más malo dolían pronunciar.
N 2: Pero ¿saben que era lo más curioso?
Padre: Marta sabes que es por tu bien, yo te pego, pero te amo. Lo sabes, ¿verdad?
Marta: claro papi, yo sé que yo soy fre’ca, aveces.
N 2: Y es así como marta se convirtió en su propia desgracia. Los golpes de su padre y las humillaciones de sus
hermanos, pronto era algo normal para ella, ya no dolían, ya no sentía vergüenza. La pequeña Marta, ya no era tan
pequeña, pues cumplió sus quince y ya se había casado, lamentablemente la historia de su vida, no cambió mucho.
Esposo, tira los hierros en la mesa: martaaa, llegué mi comiida.
Marta, adolorida: hay more! Yo no tuve fuerzas de hacer nada, me llegó el periodo y me duele hasta el alma.
Esposo: ah, entonces uno se vá pa’ la calle a traer dinero y esta pendeja ni siquiera hace el esfuerzo de freír un huevo.
Marta: de verdad es que (el esposo le da una bofetada)
Esposo: ¡que te calle! Buena pendeja. Tu tiene’ a uno harto (y la golpea contra la pared y la chica cae en el piso) en
eso se acerca el esposo, se sienta junto a ella
Esposo: amor, sabes que lo hago porque te quiero. Debo disciplinarte porque eres mi mujer. ¿Lo sabes?... lo sabes?...
marta? Marta? ¿Hay Dios mío que hice, Marta? Ayuuuuda, ayuuuda
Aquí, llegan los vecinos, la ambulancia y se llevan a el chico preso.
Narradora: lo siento, si creyeron que esta historia tendría una escena en la que la chica responde y se llevan a estos
abusadores presos y todos felices para siempre, pues no. Este es uno de los tantos casos que no se denuncian ya que a
veces somos nosotras mismas quienes no sabemos cuánto valemos, así es como poco a poco vamos perdiendo nuestra
propia identidad, nuestro propio auto estima y nos confiamos a las palabras de otros para valorarnos a través de ellas,
y quedan en la impunidad.
N 2: El que te ama, no te hace sufrir ni con palabras ni con agresiones físicas. Así que ten cuidado, hay amores que
matan.

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