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Fundación Universitaria Los Libertadores

EL ESTADO ABSOLUTISTA
Perry Anderson

Humanidades I

Presentado a: Cesar Lozano Gálviz

Presentado por: Juan David Alvarez Rojas

Septiembre 24 de 2009
Bogotá D.C.
Índice

1.0 Introducción
2.0 Biografía del autor
3.0 El estado absolutista
4.0 Conclusiones
5.0 Bibliografía

1.0 Introducción

El estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía, ni un


instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia. Y, mientras el feudalismo como
modo de producción, se definía por una unidad orgánica y política distribuida en soberanías
fragmentadas a lo largo de toda la formación social, el estado absoluto fue lo mismo que los
estados monárquicos del Renacimiento instrumento modernizado para el mantenimiento del
dominio nobiliario sobre las masas rurales; la nobleza tenía que adaptarse, sin embargo, a la
burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades medievales.

En el siglo XII los conceptos legales romanos comenzaron a extenderse hacia el exterior de
Italia. A finales de la Edad Media ningún país importante de la Europa Occidental estaba al
margen de este proceso: pero la recepción decisiva del derecho romano ocurrió en la era del
Renacimiento, correlativamente con el absolutismo.

Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico favoreció el


desarrollo del capital libre en la ciudad y en el campo (la gran nota distintiva del derecho
civil romano había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional,
mientras que el modo de producción feudal se definía precisamente por los principios
jurídicos de una propiedad escalonada o condicional, que servía de complemento a su
soberanía fragmentada). La reaparición plena de la idea de una propiedad privada absoluta
de la tierra fue un producto de la primera época moderna.

2.0 Perry Anderson

(Londres, 1938) es un historiador inglés. Anderson se mudó a China cuando su padre fue
trasladado a desempeñar funciones en la Aduana Imperial Marítima. Después de la guerra,
la familia se muda al sur de Irlanda. En 1956, Anderson ingresa al Colegio Worcester,
Oxford, donde sus intereses van desde la filosofía y la psicología a idiomas como el ruso y
el francés. Su llegada a Oxford coincide con la invasión soviética a Hungría y la crisis de
Suez y con la efervescencia de la Nueva Izquierda británica, en la cual él se hizo un actor
central. Redactor de muchos años de New Left Review, Perry Anderson ha sido descrito
como "uno de los principales pensadores Marxistas contemporáneos". Maestro tanto en la
sustancia como en el estilo, la obra de Anderson se extiende desde el excepcionalismo
inglés al absolutismo europeo, de la política de transiciones latinoamericanas, a los cambios
en el Marxismo Occidental, de los orígenes del postmodernismo, al exterminismo y la
guerra fría. Su trabajo magistral de dos volúmenes sobre el absolutismo europeo y la
transición al feudalismo, publicado a los 35 años, fue descrito en la New York Review of
Books como "un formidable logro intelectual", distinguido tanto por su profundidad
conceptual como por su estilo. Como un colaborador regular a The London Review of
Books, Perry Anderson disfruta de un enorme reconocimiento dentro de la comunidad
intelectual europea.

Si hay discontinuidades y rupturas dentro de la carrera intelectual de Anderson, hay


también continuidades profundas, no es menor su atención al cambio histórico y político en
el largo plazo. Sus trabajos recientes incluyen los Orígenes de la Postmodernidad, las
preguntas de Europa y una importante sinópsis de las políticas de izquierda titulado
“Renovaciones" publicadas en los temas del milenio de New Left Review. En 2004 publicó
"El laboratorio implacable de la Historia". Perry Anderson enseña Historia y Sociología en
la Universidad de California, Los Angeles.

3.0 EL ESTADO ABSOLUTISTA

Las monarquías centralizadas de Francia, Inglaterra y España representaron una ruptura


decisiva con la soberanía piramidal y fragmentada de las formaciones sociales medievales,
con sus sistemas de feudos y estatamentos. Según Engels dicha forma de monarquía era
producto de un equilibrio entre la vieja nobleza feudal y la nueva burguesía urbana. Las
monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanentes, un sistema
nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercados unificado.
Estas características capitalistas sumadas a la desaparición de la servidumbre que era el
núcleo central en las relaciones de producción feudal, parecerían justificar la afirmación de
Engels.
Sin embargo, un estudio más detenido de las estructuras del Estado absolutista en
Occidente niega inevitablemente la validez de dichos juicios. El fin de la servidumbre no
significó por sí mismo la desaparición de las relaciones feudales en el campo. La
identificación de ambos fenómenos es un error común, pero es evidente que la coerción
privativa extraeconómica, la dependencia personal y la combinación del productor
inmediato con los instrumentos de producción, no desaparecieron necesariamente cuando el
excedente rural dejó de ser extraído en forma de trabajo o entregas en especie para
convertirse en renta y dinero: mientras la propiedad agraria aristocrática cerró el paso a un
mercado libre de tierras y a la movilidad real de la mano de obra, en otras palabras mientras
el trabajo no se separó de las condiciones sociales de su existencia para transformarse en
fuerza de trabajo, las relaciones de producción rurales continuaron siendo feudales.
El absolutismo fue esencialmente un aparato reorganizado y potenciado de dominación
feudal, destinado a mantener a las masas campesinas en su posición social tradicional.
Dicho de otra forma, el Estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia (durante
toda la temprana Edad Moderna la aristocracia feudal fue la dominante en el aspecto
político y económico) y la burguesía ni, mucho menos, un instrumento de la naciente
burguesía contra la aristocracia: fue el nuevo caparazón político de una nobleza amenazada.
Por lo tanto el régimen político de la monarquía absoluta es tan sólo la nueva forma política
necesaria para el mantenimiento del dominio y explotación feudal en un período de
desarrollo de una economía de mercado.
El feudalismo como modo de producción de definía originariamente por una unidad
orgánica de economía y política, paradójicamente distribuida en una cadena de soberanías
fragmentadas a lo largo de toda formación social. Como dijimos anteriormente, el poder de
clase de los señores feudales quedó directamente amenazado por la desaparición gradual de
la servidumbre. El resultado fue un desplazamiento de la coerción política en un sentido
ascendente hacia una cima centralizada y militarizada: el Estado absolutista. Posteriormente
con la reorganización del sistema político feudal en su totalidad, y la disolución del sistema
original de feudos, la propiedad de la tierra tendió a hacerse progresivamente menos
condicional, al mismo tiempo que la soberanía se hacía correlativamente más absoluta.
Sin embargo, la aristocracia tenía que adaptarse a un nuevo antagonista: la burguesía
mercantil que se había desarrollado en las ciudades medievales. Ya se ha visto que fue
precisamente la intromisión de esta tercera presencia lo que impidió que la nobleza
occidental ajustara cuentas con el campesinado aniquilando su resistencia y encadenándola
al señorío.
Por otro lado el feudalismo europeo es el primer modo de producción de la historia que
concede un lugar estructural autónomo a la producción y al comercio urbano.
Esta vitalidad económica y social actuó como una interferencia objetiva y constante en
la lucha de clases por la tierra, y bloqueó cualquier solución regresiva que pudieran darle
los nobles. De hecho, se pudo superar la crisis larga de la economía feudal de los años 1450
y 1500 gracias a una nueva combinación de los factores de producción, entre los que, por
vez primera, jugaron un papel principal los avances tecnológicos específicamente urbanos.
Así, cuando los estados absolutistas quedaron constituidos en Occidente, su estructura
estaba determinada fundamentalmente por el reagrupamiento feudal contra el campesinado,
tras la disolución de la servidumbre; pero estaba sobredeterminada secundariamente por el
auge de una burguesía urbana que estaba desarrollando ya las manufacturas preindustriales
a un nivel considerable. Dice Engels al respecto: “a esta gran transformación de las
condiciones económicas vitales de la sociedad no siguió empero en el acto un cambio
correspondiente de su articulación política. El orden estatal siguió siendo feudal mientras
que la sociedad se hacía cada vez más burguesa”. La amenaza del malestar campesino,
tácitamente constitutiva del Estado absolutista, se vio así acompañada siempre por la
presión del capital mercantil o manufacturero dentro del conjunto de las economías
occidentales, para moldear los contornos del poder de la clase aristocrática en la nueva era.
La forma peculiar del Estado absolutista en Occidente se deriva de esta doble
determinación.
Las fuerzas duales que produjeron las nuevas monarquías de la Europa renacentista
encontraron una sola condensación jurídica. El resurgimiento del derecho romano, uno de
los grandes movimientos culturales del período, correspondía ambiguamente a las
necesidades de las dos clases sociales cuyo poder y categoría desiguales dieron forma a las
estructuras del Estado absolutista en Occidente. Hay que recordar que el sistema legal
romano comprendía dos sectores distintos y aparentemente contrarios: el derecho civil, que
regulaba las transacciones económicas entre los ciudadanos, y el derecho público, que regía
las relaciones políticas entre el estado y sus súbditos. Económicamente, la recuperación e
introducción del derecho civil clásico, favoreció fundamentalmente, el desarrollo del capital
libre en la ciudad y en el campo, puesto que la gran nota distintiva del derecho civil romano
había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional, que
beneficiaba a la burguesía. A su vez, la idea complementaria del derecho romano de que los
reyes y príncipes estaban libres de las obligaciones legales anteriores, proporcionó las bases
jurídicas para anular los privilegios medievales, ignorar los derechos tradicionales y
someter las libertades privadas.
En otras palabras, el auge de la propiedad privada desde abajo, se vio equilibrado por el
aumento de la autoridad pública desde arriba, encarnada en el poder discrecional del
monarca. Los estados absolutistas de Occidente apoyaron sus nuevos fines en precedentes
clásicos: el derecho romano era el arma intelectual más poderosa que tenían a su
disposición para sus característicos programas de integración territorial y centralismo
administrativo.
El principal efecto de la modernización jurídica fue, pues el reforzamiento del dominio
de la clase feudal tradicional. La aparente paradoja de este fenómeno quedó reflejada en
toda la estructura de las monarquías absolutas, construcciones exóticas e híbridas cuya
fachada “moderna” traicionaba un subterráneo arcaísmo.
Esto se puede ver con claridad cuando analizamos las innovaciones institucionales que
anunciaron y tipificaron su llegada: ejército, burocracia, impuestos, comercio y diplomacia.
Si analizamos la estructura del ejército vemos que tanto la forma como la función de
esas tropas divergía enormemente de la que más adelante sería característica del moderno
Estado burgués. No constituían normalmente un ejército nacional obligatorio, sino una
masa mixta en la que los mercenarios extranjeros desempeñaban un papel constante y
central. La razón social más obvia del fenómeno mercenario fue, por supuesto, la natural
negativa de la clase noble de armar en masa a sus propios campesinos, además que los
nobles necesitaban de un ejército mercenario que pudiera reprimir sin ningún problema las
revueltas campesinas.
Por otro lado, la guerra desempeñaba el modo más racional y rápido de que disponía
cualquier clase dominante en el feudalismo para expandir la extracción de excedente. Era
lógico, pues, que la definición social de la clase dominante feudal fuera militar. El medio
normal de la competencia intercapitalista es económico, y su estructura es típicamente
aditiva: las partes rivales pueden expandirse y prosperar aunque de forma desigual a lo
largo de una misma confrontación porque la producción de mercancías manufacturadas es
ilimitada por naturaleza. Por el contrario, el medio típico de la confrontación interfeudal era
militar y su estructura era siempre potencialmente, la de un conflicto de suma cero, en el
campo de batalla por el que se perdían o ganaban cantidades fijas de tierras. Esto es así
porque la tierra es un monopolio natural: sólo se pude redividir pero no extender
indefinidamente. A su vez, la nobleza tenía una movilidad que los capitalistas nunca
podrían tener ya que la tierra al ser fija, debían trasladarse e ir en busca de nuevas
conquistas, mientras que por el contrario el capital es por naturaleza, móvil.
En lo que respecta a la burocracia civil y el sistema de impuestos no fueron menos
paradójicos. Parecen representar una transición hacia la administración legal racional, al
mismo tiempo que la burocracia renacentista era tratada como una propiedad vendible a los
individuos privados. El desarrollo de la venta de cargos fue uno de los más llamativos
subproductos del incremento de la monetarización de las primeras economías modernas y
del relativo ascenso, dentro de éstas, de la burguesía mercantil y manufacturera. Pero la
integración de esta última en el aparato del estado, por medio de la compra privada y de la
herencia de posiciones y honores públicos, también pone de manifiesto su posición
subordinada dentro de un sistema político feudal en el que la nobleza constituyó siempre,
necesariamente, la cima de la jerarquía social. La burocracia absolutista reflejó, y al mismo
tiempo frenó, el ascenso del capital mercantil.
Si la venta de cargos fue un medio indirecto de obtener beneficios de la nobleza y la
burguesía mercantil en término beneficioso para ellas, El estado absolutismo gravó
también, y sobre todo a los pobres. No existía ninguna concepción del “ciudadano
jurídico”, sujeto al fisco por el mismo hecho de pertenecer a la nación. La clase señorial, en
la práctica y en todas partes, estaba exenta del impuesto directo. En consecuencia se puede
decir que se pasó de una renta feudal local a una renta feudal centralizada.
Con respecto a las funciones económicas del absolutismo que presentó las mismas
ambigüedades que la misma burocracia, se basó en la doctrina dominante de la época que
fue el mercantilismo. Indudablemente, el mercantilismo exigía la supresión de las barreras
particularistas opuestas al comercio dentro del ámbito nacional, esforzándose por crear un
mercado interno unificado para la producción de mercancías. Al pretender aumentar el
poder del Estado en relación con los otros estados, el mercantilismo alentaba la exportación
de bienes a la vez que prohibía la de metales preciosos y de moneda, en la creencia de que
existía una cantidad fija de comercio y de riqueza en el mundo. La clásica doctrina
burguesa del “dejar hacer” con su rigurosa separación formal de los sistemas políticos y
económico, estaría en sus antípodas ya que el mercantilismo era una teoría de la
intervención coherente del Estado político en el funcionamiento de la economía, en interés
a la vez de la prosperidad de ésta y del poder de aquél. Mientras que el liberalismo era
pacifista ya que consideraba a la riqueza como producto del intercambio económico entre
países mientras el mercantilismo propiciaba la guerra como algo rentable.
Por otro lado la diplomacia fue la indeleble marca de nacimiento del Estado
renacentista. La contracción de la pirámide en las nuevas monarquías centralizadas de
Europa produjo, por vez primera, un sistema formalizado de presión interestatal, con el
establecimiento de la nueva institución de las embajadas recíprocamente asentadas en el
extranjero, cancillerías permanentes para las relaciones exteriores y comunicaciones e
informes diplomáticos secretos, protegidos por el nuevo concepto de extraterritorialidad.
Con todo, estos instrumentos de la diplomacia (embajadores o secretarios de estado) no
eran todavía armas de un moderno Estado nacional. Las concepciones ideológicas del
nacionalismo fueron ajenas, como tales, a la naturaleza íntima del absolutismo.
Recordemos que la idea de Nación no estaba totalmente desarrollada y que un feudo podía
ser vasallo de distintos señores. Sin embargo hubo una existencia difusa del
protonacionalismo popular que fue, básicamente, un signo de la presencia burguesa en la
política; más que dejarse gobernar por ellos, los grandes y los soberanos siempre
manipularon esos sentimientos. No obstante la última instancia de legitimidad era la
dinastía y no el territorio.
Finalmente, la aparente paradoja del absolutismo en Occidente fue que representaba
fundamentalmente un aparato para la protección de la propiedad y los privilegios
aristocráticos, pero que, al mismo tiempo, los medios por los que se realizaba esta
protección podían asegurar simultáneamente los intereses básicos de las nacientes clases
mercantil y manufacturera. En otras palabras, el Estado absolutista realizó algunas
funciones parciales en la acumulación originaria necesaria para el triunfo final del modo de
producción capitalista. Era un Estado basado en la supremacía social de la aristocracia y
limitados por los imperativos de la propiedad de la tierra. La nobleza podía depositar el
poder en la monarquía y permitir el enriquecimiento de la burguesía, pero las masas estaban
todavía a su merced. Ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible
complejo feudal que regía toda la maquinaria del Estado y guiaba sus destinos. La
dominación del Estado absolutista fue la dominación de la nobleza feudal en la época de
transición al capitalismo. Su final señalaría la crisis del poder de esa clase: la llegada de las
revoluciones burguesas y la aparición del estado capitalista.

En este momento se evidencian unas innovaciones institucionales en las que el arcaísmo


subterráneo y absolutista tienen más fuerza:

1. EJÉRCITO: No constituían ejércitos nacionales obligatorios, sino una


masa mixta en lo que los mercenarios extranjeros desempeñaban un papel
constante y central. Se reclutaban fuera del perímetro de las nuevas
monarquías. Se armaban mercenarios en tanto la nobleza se negaba a armar
en masa a sus propios campesinos. Desempeñaba una función diferente a la
ejercida en los ejércitos capitalistas: la nobleza fue una clase terrateniente
cuya profesión era la guerra, el medio típico de la confrontación interfeudal
era militar. La guerra era una necesidad de Estado y no respondía a la
racionalidad capitalista. Era el modo más racional y rápido para expandir la
extracción del excedente. Su objetivo es la maximización de la riqueza. La
profesión de la nobleza era la guerra. La estructura capitalista es aditiva: las
partes rivales pueden expandirse y prosperar, aún desigualmente, mientras
que la confrontación interfeudal era militar y su estructura la de un conflicto
de suma nula: lo que uno gana, es perdido por otro. El objeto categorial de la
dominación nobiliaria era el territorio, los perímetros de su poder estaban
definidos por la tierra como tal. Al ser la tierra nacionalmente inmóvil, la
nobleza feudal era esencialmente móvil: tienen que viajar para tomar
posesión de ella. En cambio, la burguesía durante el capitalismo, nunca pudo
ser: el capital es por excelencia, internacionalmente móvil y permite que sus
propietarios estén fijos nacionalmente. La sucesión de guerras característica
del absolutismo resulta ajena al capital, pero contribuyó con ella.

2. BUROCRACIA CIVIL: el modo de integración feudal de la nobleza feudal


adoptó la forma de adquisición de cargos. El que compraba privadamente
una posición en el aparato público del Estado la amortizaba por medio de
corrupción y de privilegios autorizados (sistema de honorarios): caricatura
monetarizada de la investidura de un feudo. El sistema nació en el s. XVI y
se convirtió en un soporte fundamental del absolutismo. La venta de cargos
fue un subproducto del incremento de la monetarización.

3. IMPUESTOS: la transición de las prestaciones en trabajo a las rentas en


dinero, vino acompañada por la aparición de de impuestos reales para
financiar la guerra. Fue una de las causas de los levantamientos campesinos
de la época. El doble sistema de exacción condujo a una tormentosa
epidemia de rebeliones de los pobres. Los funcionarios del fisco tenían que
ser custodiado: reencarnación de la unidad inmediata entre coerción político-
legal y explotación económica constitutiva del modo de producción feudal.

4. COMERCIO: el mercantilismo era la doctrina dominante de la época.


Exigía la supresión de las barreras particularistas al comercio dentro del
ámbito nacional, esforzándose por crear un mercado interno unificado para
la producción de mercancías (manufacturas reales). Al aumentar el poder del
Estado en relación con los otros estados, alentaba la exportación de bienes y
prohibía la de metales preciosos y moneda. Representaba las concepciones
de una clase dominante feudal que se había adaptado a un mercado
integrado. No se trata de una doctrina burguesa. Mientras la teoría del laissez
faire será siempre pacifista, buscando la paz entre las naciones para
incrementar el comercio internacional, el mercantilismo era profundamente
belicista al hacer hincapié en la necesidad y rentabilidad de la guerra. Una
economía fuerte era la de una política exterior de conquista. Las teorías
mercantilistas de la riqueza y de la guerra estaban conceptualmente
interconectadas.

5. DIPLOMACIA: inaugurada en Italia en el s. XV y adoptada en toda


Europa en el XVI, fue la marca del nacimiento de los estados renacentistas.
La contracción de la pirámide feudal en las nuevas monarquías centralizadas
produjo un sistema formalizado de presión e intercambio estatal, con el
establecimiento de embajadas recíprocas, cancillerías permanentes para las
relaciones exteriores y comunicaciones e informes diplomáticos secretos,
protegidos por el nuevo concepto de “extraterritorialidad”. Las concepciones
ideológicas del “nacionalismo” fueron ajenas a la naturaleza íntima del
absolutismo. La última instancia de legitimidad era la dinastía y no el
territorio. El Estado se concebía como patrimonio del monarca. El
mecanismo supremo de la diplomacia era el matrimonio, espejo pacífico de
la guerra q tantas veces provocó. Proporcionaba resultados menos
inmediatos y estaba sujeto a impredecibles azares de mortalidad.
Después de enumerar los aspectos que le parecen característicos y determinantes de
este proceso político, el autor va aplicando ese esquema a los distintos países,
diferenciándolos en dos bloques: Oeste y Este. Abarca un amplio espectro de tiempo y
espacio, aportando gran cantidad de datos; sin embargo, hay un excesivo simplismo en los
mismos, sin apuntar más causas o razones que las inmediatas, por lo que o bien ofrece
sucesivamente una visión corta y parcial de los hechos, haciendo difícil reconstruirlos en su
conjunto, o bien hace farragosas disgresiones sin encuadramiento cronológico y con causas
mal delimitadas. En el Prólogo dice que quiere ser una explicación y exposición de las
"razones teóricas de posibilidad" de los distintos hechos y procesos históricos, en un
esfuerzo por unir los datos empíricos de los historiadores marxistas con explicaciones a los
problemas teóricos del materialismo histórico, a los que dice que los filósofos no han
sabido acercarse. Mezcla lo general y lo particular como método de intento de
entendimiento de ambas cuestiones. Y busca un tratamiento paritario de estudio para los
países del Este, cuyo estudio detenido según el autor que no se había hecho, sino como una
realidad genérica y lejana. También intenta con esto analizar las circunstancias del
nacimiento del Estado como tal, para entender mejor cómo y por dónde va a venir su
abolición.

El autor defiende la tesis de que el poder estructura, gobierno siempre ha estado en


manos de la nobleza en la que incluye también a la Iglesia, hasta las Revoluciones
burguesas del siglo XVIII; el absolutismo no sería más que un modo de defenderse ésta
"caparazón", de los nuevos ataques del proletariado, ahora en forma de incipiente
burguesía. Reduce el sujeto histórico a tres personajes prácticamente: Estado, nobleza y
siervos incluyendo a la Iglesia de vez en cuando en la segunda; y la acción a la lucha de
clases, según los modos de producción. Alude con simpleza, y como determinantes, a
aspectos o hechos socio-económicos, analizando la historia en base a los modos de
producción exclusivamente. Concibe el feudalismo como un modo de opresión y alienación
del trabajador previo al capitalismo por lo que el hombre viviría en esclavitud desde la
Edad Media.

Ofrece una visión meramente humana de la Iglesia y, como siempre, tan sólo político
económica; así, al observar el hecho de las posesiones de la Iglesia en algunas épocas tan
sólo desde ese prisma y prescindiendo de cualquier otra circunstancia, deja falseado su
sentido. No utiliza más fuentes que otros autores marxistas. En algunos temas establece una
contraposición de posturas interpretativas de algunos de ellos, en una aparente autocrítica
interna que le da visos de verosimilitud y de honradez intelectual. El que tenga explicación
para todo hace sospechar que distorsione la Historia de modo apriorístico.

El modo de exposición, no virulenta ni hiriente, sino sosegada y aparentemente


objetiva, hace más fácil que el lector vaya consintiendo como causas y razones verídicas lo
que no son sino meras hipótesis partidistas. En general, viene a ser un "amasijo" de datos
históricos ciertos, falseados por la interpretación marxista que elabora de ellos.

En el transcurso del siglo XVI apareció en Occidente el estado absolutista, cuya estructura
administrativa era calificada por Marx como "instrumento específico burgués": la condición
fundamental de antigua monarquía era el equilibrio entre la nobleza terrateniente y la
burguesía, mientras que el poder estatal centralizado con sus órganos omnipotentes, el
ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura —órganos creados
con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo— procede de los
tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como arma
poderosa en sus hechos contra el feudalismo.

Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanente, un


sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado
unificado; todas estas características, esencialmente capitalistas, dice el autor, coinciden
con la desaparición de la servidumbre que era la institución nuclear del primitivo modo de
producción feudal. Y añade que, sin embargo, las relaciones feudales no desaparecieron en
el campo mientras el trabajo no se transformó en "fuerza de trabajo"; las relaciones de
producción rurales continuaban siendo feudales, pues los señores que continuaron siendo
propietarios de los medios de producción fundamentales fueron los nobles terratenientes.
Según el autor, los cambios en las formas de explotación feudal que acaecieron al final de
la época medieval fueron precisamente los que modificaron las formas del Estado: y así
entiende que "el absolutismo fue un aparato reorganizado y potenciado de dominación
feudal", pues incluso cuando el campesino pide créditos al noble, los intereses son muy
altos y se arruina "refeudalización". También C. Hill opina lo mismo: "la monarquía
absoluta fue una forma diferente de monarquía feudal".

El estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía, ni un


instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia. Y, mientras el feudalismo como
modo de producción, se definía por una unidad orgánica y política distribuida en soberanías
fragmentadas a lo largo de toda la formación social, el estado absoluto fue lo mismo que los
estados monárquicos del Renacimiento instrumento modernizado para el mantenimiento del
dominio nobiliario sobre las masas rurales; la nobleza tenía que adaptarse, sin embargo, a la
burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades medievales.

En el siglo XII los conceptos legales romanos comenzaron a extenderse hacia el exterior de
Italia. A finales de la Edad Media ningún país importante de la Europa Occidental estaba al
margen de este proceso: pero la recepción decisiva del derecho romano ocurrió en la era del
Renacimiento, correlativamente con el absolutismo.

Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico favoreció el


desarrollo del capital libre en la ciudad y en el campo (la gran nota distintiva del derecho
civil romano había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional,
mientras que el modo de producción feudal se definía precisamente por los principios
jurídicos de una propiedad escalonada o condicional, que servía de complemento a su
soberanía fragmentada). La reaparición plena de la idea de una propiedad privada absoluta
de la tierra fue un producto de la primera época moderna.

La recepción del derecho romano en la Europa renacentista fue un siglo de la expansión de


las relaciones capitalistas en las ciudades y en el campo, y económicamente respondía a los
intereses vitales de la burguesía comercial y manufacturera; políticamente correspondía a
las exigencias constitucionales de los estados feudales reorganizados de la época. El
sistema legal romano comprendía dos sectores distintos y aparentemente contrarios:

El derecho civil, que regulaba las transacciones económicas entre los ciudadanos: "Ius"; y
el derecho público, que regía las relaciones políticas entre el estado y sus súbditos: "Lex"
("la voluntad del príncipe tiene fuerza de ley").

4.0 Conclusiones

* El estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía, ni un


instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia y, mientras el feudalismo como
modo de producción, se definía por una unidad orgánica y política distribuida en soberanías
fragmentadas a lo largo de toda la formación social.

* Se defiende la tesis de que el poder estructura, gobierno siempre ha estado en manos de la


nobleza en la que incluye también a la Iglesia, hasta las Revoluciones burguesas del siglo
XVIII; el absolutismo no sería más que un modo de defenderse ésta caparazón, de los
nuevos ataques del proletariado, ahora en forma de incipiente burguesía.

* Se reduce el sujeto histórico a tres personajes prácticamente: Estado, nobleza y siervos; y


la acción a la lucha de clases, según los modos de producción.

* El estado absoluto fue instrumento modernizado para el mantenimiento del dominio


nobiliario sobre las masas rurales; la nobleza tenía que adaptarse, sin embargo, a la
burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades medievales.
5.0 Bibliografía

Wetter, G.A. y W. Leonhard, La ideología soviética, Ed. Herder, Barcelona 1964.

Aubert, Jean-Marie, Moral social para nuestro tiempo, Ed. Herder, Barcelona 1972.

Fadden, Charles J., La filosofía del comunismo, Ed. Sever-Cuesta, Valladolid 1961.

Ibáñez Langlois, J. Miguel, El Marxismo visión crítica, Ed. Rialp, Madrid 1973.

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