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Clima actual en Tepic: 27º C
Milagroso hallazgo de la Cruz de Zacate
Al inicio del siglo XVII el pueblo de Tepic (Tepique), estaba sujeto, en lo religioso, al convento de
San Juan Bautista del pueblo de Xalisco, y en el aspecto civil pertenecía a la jurisdicción de la
Alcaldía Mayor de la ciudad de Compostela; 77 de sus habitantes tenían la obligación de pagar Empieza tu búsqueda aquí:
tributo.
Palabras: 

En 1619, el cronista Domingo Lázaro de Arregui, quien fue vecino de dicho pueblo, consignó que Destino: selecciona...
Tepic tenía 56 habitantes, de los cuales 40 eran indígenas y 16 españoles; se dedicaban al acarreo
de sal en recuas de mulas y todos ellos eran muy pobres. Categoria: selecciona...

Además, estos tepiqueños se consideraban los súbditos más leales del reino, y por esa declarada
lealtad habían solicitado al rey los exceptuara del pago de tributos,  ya que, alegaban, debido a su  
significativa “lealtad y obediencia” eran dignos de mejor suerte. 1/

En ese año, un acontecimiento cambió la vida de aquellos habitantes: un vecino del pueblo
encontró una cruz dibujada en el suelo y cubierta de zacate; Arregui es el primero en proporcionar
la noticia:

...entre el pueblo de Tepic y Xalisco, como dos o tres tiros de arcabuz hacia la serranía que llaman
Xalisco (cerro de San Juan), el año de seiscientos diez y nueve, andando un mozo arreando una
bestias se le pasó la yegua en que iba corriendo y no quiso pasar, y reparando él después de
haberla dado de las espuelas y hecho otras diligencias para que pasase, vio en el suelo una señal
de una cruz en esta manera, que un pedacillo del campo como de diez o doce varas de ámbito en
la tierra, estando algo más esponjadita se levantaba más que lo a ella vecino, había diferencia en la
yerba a los demás de aquellos campos, porque siendo ella toda muy alta y espesa, esta era
menuda, corta y clarisespesa, y crespa, y divisa en cuatro ángulos por dos vereditas muy limpias
que hacían una cruz muy proporciona de casi tres varas cada vereda de largo y de más de una
vara de ancho; y en lo que parecía la cabeza de la cruz hacía más ancha vereda, ni más ni menos
como el letrero que se pone sobre las cruces... 2/

Domingo Lázaro de Arregui relató también que el mozo dio aviso a las autoridades civiles y
eclesiásticas, así como al corto vecindario, para dar fe del hallazgo, y algunas vecinas comenzaron
a recoger de aquel verde zacate y aplicarlo en bebidas para encontrar el alivio a sus viejos males,
mientras que la tierra donde había nacido se la aplicaban para aliviar otros padecimientos físicos,
por lo que al recobrar la salud señalaron a la cruz de zacate como una manifestación divina capaz
de realizar milagros.

Aquel piadoso vecindario construyó una ramada provisional y cercó la  milagrosa

1.      Arregui, Domingo Lázaro de. Descripción de la Nueva Galicia. Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla. 1946, p. 93.
2.    Ibidem.  p. 94.
Señal, celebrándose una misa religiosa como acción de gracias; la noticia de este hallazgo se
esparció por todo el valle de Matatipac, y la aparición de aquella milagrosa cruz fue considerada
una bendición, y “con ella buenos sucesos con que corre nombre que hace milagros; y lo que
palpablemente lo parece es que todos los días sacan tierra, y deben de haber sacado en veces
muchas cargas, y no hace falta en la composición del lugar ni se parece más que si no sacaran”.

Domingo Lázaro de Arregui investigó entre los vecinos más viejos de Tepic, para ver si sabían que
en aquel sitio existía ya una cruz de zacate, y la persona más anciana le comentó que nunca se
había sabido de la existencia de aquella cruz, por lo que Arregui concluyó en su escrito que “ella
está también señalada que mueve a devoción mirarla”.

Hacia 1657 el cronista fray Antonio Tello, al escribir la historia del reino de la Nueva Galicia señaló:

...Una legua de este pueblo de Xalisco, y a un centro de legua del pueblo de Tepic, hay una cruz
milagrosa, por la que Dios ha obrado muchos milagros, como aparece por informaciones jurídicas
que ante la justicia de Tepic, se han hecho. El medio como fue hallada esta cruz, pasa de esta
manera: Un día, habiendo salido un mancebo del dicho pueblo de Tepic, a recoger una manada de
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yeguas que tenía en el campo y habiéndoles hallado y trayéndolas para el pueblo, vio que llegando
a cierto paraje, las yeguas reparaban y no querían pasar adelante, sino que espantadas revolvían
para atrás, y procurando que pasasen una y muchas veces, siempre hicieron lo mismo, y admirado
el mancebo de ver aquello y que al parecer no había cosa que las pudiese espantar, se apeó y vio
en la tierra una cruz de dos varas de largo, muy bien formada, en un pedazo de tierra blanca entre
un pajonal, y ella hecha de una yerba muy menudita con su peaña que tendrá un palmo de largo,
con sus labores del mismo zacate, a manera de ajedrez y de esta suerte se ha conservado hasta
hoy. Habiendo visto esta maravilla el mancebo, fue y la divulgó por todo el pueblo de Tepic, y
acudiendo muchas personas a verla y hacer oración adorarla, y comenzaron a aplicar del zacate de
la dicha cruz para diversas enfermedades, de las cuales Nuestro Señor los libró y corrió fama, que
por todo el reino se tiene noticia de sus milagros... 3/

3. Tello, fray Antonio. Crónica y Miscelánea de Santa Provincia de Xalisco. Ed. Font. Tomo III.   
Guadalajara, 1942, p. 45.
Fray Antonio Tello investigó los milagros más patentes, debidos a la intercesión de la Santa Cruz, y
entre ellos menciona la sanación del niño llamado Juan, que fue hijo de Francisco López Pico y
Francisca de Villegas, “que teniéndolo por muerto le sahumaron con un poco de zacate de la Santa
Cruz y quedó bueno y sano”. También un niño indígena llamado Cristóbal, que padecía de algunas
llagas en el cuerpo y poniéndose un poco de tierra sanó. Asimismo, don José de Costilla, quien
tomó un poco de tierra y sanó; lo mismo hizo Luisa de Olivier, quien se alivió de un dolor de muelas.
También recibió alivio de sus males Magdalena de Soto, en tanto que Francisco López Portillo y
Galindo encontró alivió de fuertes consignados en un libro después de ser dichos bajo juramento
ante el Alcalde Mayor; dicho libro era conservado en el archivo del juzgado y, al parecer, el cronista
neogallego lo consultó. 4/

En 1692 el historiador jesuita Francisco de Florencia publicó sobre el milagroso hallazgo de la


Santa Cruz de Zacate lo siguiente:

...la Cruz que llaman de Tepique, prueba que esta provincia está señalada por Dios con vestigios
admirables de la primitiva Cristiandad. Es el caso, como de relación del P. Antonio Cobarruvias de
la Compañía de Jesús, que la vio, lo tengo en mi poder escrito. Dice así: En el llano que llaman de
Xalisco, de la jurisdicción de Compostela, como a un cuarto de legua escaso del pueblo de Tepique,
al pie de la sierra alta de Xalisco (San Juan), dos leguas de dicho Xalisco, en una loma cerca del
camino real esta formada en el suelo una imagen muy perfecta de la Santa Cruz, la cual es toda
crecida como de media vara de alto: y de la misma suerte que en los jardines se forman cuadros, e
imágenes curiosas con riego de pie. Siendo así, que en tiempos de seca es esterilísimo aquel llano,
y aún en tiempos de aguas la yerba crece muy poco y, es toda diversísima de aquella que forma la
Cruz; de suerte que esta tan distinta, y bien formada, que luego se viene a los ojos de los que por
allí pasan, y llegan aquel puesto... 5/

Francisco de Florencia publicó unas medidas de la cruz, en las que consigna que ésta poseía una
octava de largo, cuatro varas y cinco octavas de brazo, y una vara  y  media de grueso.  Además, 
“tiene por corona uno como tarjón, o rótulo,

4.    Tello, fray Antonio. Crónica y Miscelánea de la Santa Provincia de Xalisco. Ed. Font. Tomo III.
Guadalajara, 1942, p. 46.
5.    Florencia, Francisco de. Origen de los Célebres Santuarios de la Nueva Galicia, Obispado de
Guadalaxara en la América Septentrional. Primera edición. Imprenta de Juan Joseph Guillena
Carrascoso. México, 1694, pp. 6-8
aunque en él no se distinguen caracteres algunos. Es de la misma forma dicho tarjón o rótulo, y
tiene tres varas cabales. Tiene a los pies una basa, o peaña de tres varas y una cuarta; el grueso a
proporción, y todo está excelentemente formado, y cantoneados los remates con mucha
hermosura. El rumbo, fielmente tomado con una aguja de marear, es así: Está la cabeza al Norte,
cuarta al Nordeste, y los pies, o peaña al Sur, cuarta al Sudeste”.

Esta fue la primera medida que se tomó de la Cruz, la cual diverge notablemente de lo consignado
por Tello.

Debido a las continuas romerías al sitio, fue necesario construir  un pequeño santuario, bajo el
cuidado y costo del noble caballero portugués don Alonso Fernández de la Torre y Guimaraes, que
la fabricó de cal y canto.

A lo largo del siglo XVIII se manifestó un singular interés por estudiar aún más al misterioso y
milagroso signo, y el historiador misionero jesuita Segismundo Taraval, lamenta que este “milagro
de los milagros” debía haber sido el asunto de las mejores plumas entre las muchas de este reino.
6/ Pues para él era “el prodigio de prodigios, la maravilla de las maravillas y el milagro de los
milagros...está la nunca bastante admirada, celebrada y adorada Santísima Cruz de Tepique”.

Segismundo Taraval, devoto como fue y embargado por la emoción de tantos años de estudiarla y
contemplarla escribió:

...La materia de esta maravillosísima, y santísima cruz, no es una sola, son dos, y

6.    El misionero jesuita Segismundo Taraval nació en el pueblo de Lodi, Italia, en el año de 1700, y
murió en la ciudad de Guadalajara, en 1973. Sus padres fueron españoles. Ingresó a la
congregación religiosa de la Compañía de Jesús y en 1730 fue destinado a las misiones de
California en las cuales trabajó 21 años. Se distinguió en el trabajo misional en las misiones de La
Purísima (1730-1732), San Ignacio (1732-1733); fundó de la Santa Rosa de Todos los Santos
(1733-1734); estuvo comisionado en La Paz (1734-1738); San José del Cabo (1741-1746), y fue
ministro de la de Santiago (1747-1750). Dejó California y pasó como operario al Colegio de
Guadalajara, donde también fungió como vicerrector y prefecto de la Congregación. Fue huésped
de la hacienda de Santa Catarina Mártir (hoy Ingenio de Puga) en el poblado de Francisco I.
Madero, Nayarit.
7.      Taraval, Segismundo. El milagro más visible o el milagro de los milagros más patente. La
Santísima Cruz de Tepique. Descripción histórica de su situación, materia, forma, medidas y demás
circunstancias que la forman. Dedicada a D. Francisco López Portillo, del Consejo de S. M. Oidor
en la Audiencia de Guadalaxara. Manuscrito 20360. Biblioteca Nacional de Madrid.

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Aún  son tres totalísimamente diversas. Ella es una cruz que forma tres cruces,  
y tres cruces forman una, a cual más de admirable, portentosa y divina. Una cruz  es  de tierra,  otra
de hierbas,  y otra de flores. La tierra de la cruz está
elevada  sobre  la  de  más de la circunferencia ya cuatro, ya cinco, y ya seis de
dos, teniendo o formando aquellas desigualdades que suele un leño, un árbol, un tronco. Es así
mismo en todo y, por todo distinta en la suavidad, distinta en las propiedades, distinta en el color, y
distinta en las de los demás accidentes. Dije que distinta en las de las demás tierras en muchas
leguas, pues de tantas pude ser testigo ocular; como del mismo modo de no haber advertido otra
semejante en cuantas tierras he andado que son muy muchas; así en la América como en la
Europa... 7/

Taraval, con su elegante pluma, nos describe a la Cruz de tierra que tanto lo asombró y dice:
“habiéndose sacado y llevándose de esta tierra para reliquia, remedio y antídoto de todos los
males, centenares de millares de veces por centenares de millares de personas (tanta dirá y dice
cualquiera que ha sido testigo ocular de muchísima que se saca y lleva que bastaría a formar una
isla, un pueblo, un monte) así del cuerpo todo de la santísima cruz; como de su repisa o peana, no
se conoce que se haya sacado ni llevado alguna, sólo en la del lado que corresponde a la llaga del
costado está un pequeño hoyo, que con asombro le he admirado siempre de la misma medida, y
con pasmo de la mismísima de aquel sagrado hoyo en que se fijó la Santa Cruz en el Calvario. Así
se viene faltar de tierra menor cantidad, que la que tantas veces se ha llevado uno solo. Pudiera
alegar cien testigos jurados de que eso se ejecuto muchas veces, y por centenares, y aún millares
de pasajeros”.

También admirar aquella cruz verde, siempre bella, formada por 33 especies de hierbas “tales que
pueden evidenciar en todo tiempo el milagro”.

Y deslumbrado por el portento de múltiples prodigios, sobre todo “las maravillas de estos milagros”,
ensalza las flores que la componen y forman. “Siempre ahí tiene flores de diversos y aún la
singularidad que aumenta la admiración de todos los colores. De todas formas bastante abiertas,
frescas y hermosas. Todos están a maravilla así en los tiempos de bochorno, sequedades y fríos
tan frescas y vivas como pudieran en la primavera”.

Advierte Taraval que estas flores a veces no están a simple vista, pues en algunas ocasiones están
escondidas entre la hierba de la misma Cruz y que hay que buscarlas y descubrirlas, para verlas y
admirarlas.
Asimismo, asegura que la ciudad de Jerusalén y Tepique se hallan una debajo de otra, porque
están debajo del polo ártico, “y para eso debía estar una población debajo del ártico, y la otra del
antártico”. Además, sugiere que a esta milagrosísima y prodigiosísima cruz se le debe construir una
basílica que compita con la primera del monte Olivete, y la del monte Calvario.

Este hermosísimo documento, escrito literalmente en estilo barroco, surgió de la devoción y


veneración del autor que observó una tanta minuciosidad por espacio de más de veinte años (1729-
1751), y que  es una hermosa apología.

El escrito está dedicado al oidor de la Real Audiencia de Guadalajara don Francisco López Portillo y
Camberos, que nació en el pueblo de Xalisco. Además, hombre protector de la Congregación de los
Jesuitas. 8/

Otra composición literario, también del siglo XVIII, es la que nos legó el poeta y religioso Rafael
Landívar, quizás el más grande de los poetas hispanoamericanos, la cual fue escrita en hexámetros
latinos y se llama Rusticatio Mexicana, que es considerada la obra literaria más poética de la época
virreinal, en la cual logra un auténtico mestizaje literario, en donde están mezclados elementos de
tres mundos: el latino, el español y el americano.

Landívar, con el lenguaje de Virgilio, nos brinda una descripción de aquel México que vio y en el
que desarrolló su formación cultural, y en esa composición nos heredó un hermoso poema
dedicado a la Cruz de Tepic y reza así:

... He pintado hasta aquí los campos florecidos en medio de los lagos, la cólera de Vulcano, las
corrientes que se precipitan de los montes, los paños teñidos en jugo multicolor, las soberbias
casas de los castores y los metales arrancados del cerro. Enseñe luego a cuajar las mieles, a
conocer las costumbres de los ganados, y a las orillas de los manantiales, siguiendo a las aves y
fiera, y con los

8.      Francisco López Portillo y Camberos nació en el pueblo de Xalisco el 14 de junio de


1713.              Fueron  sus padres don Francisco López Portillo y Carrera y doña Rosalía Camberos
y Liñán de la Cueva. Fue educado en la ciudad de Guadalajara y estudió en el Colegio de San
Idelfonso de la ciudad de México. En 1735 ocupó el cargo de síndico general y regidor de Santiago
de Guatemala, así como regidor del Valle. En 1737 se trasladó a Guadalajara y recibió el
nombramiento de oidor de la Real Audiencia, cargo que desempeñó hasta 1755, y el 9 de mayo de
ese año se convirtió en consultor del Santo Oficio. Más tarde, por cédula real del 2 de mayo de
1764. Se trasladó a la ciudad de México para ocupar el cargo de oidor de la Real Audiencia de
México, en donde murió.
juegos festivos a clamar las inquietudes del espíritu. Haciendo a un lado estas cosas, con nuevo
designio celebro ahora el sagrado monumento del mundo redimido, forjado por la ingeniosa
naturaleza en medio de nuestras campiñas.

La rica América, que extendiera por regiones inconmensurables hacia el rumbo de la gélida Osa,
prolonga sus tierras elevándose en cordilleras o en algún monte solitario en medio de la llanura, dio
a luz de su hinchado seno dos montañas de encumbradas cimas (San Juan y Sangangüey), que
atraviesan las nubes y llevan cúspide al alto cielo. Entre ellas un valle muy ancho, se recuesta en la
honda llanura, ya desapacible por sus rígidos inviernos cuando despliega sus maravillosos jardines
que resbalando entre sonoros peñascales, la corta a la mitad con sus rápidas ondas.

Pero sobre el campo, el río (Mololoa)  las montañas, en medio del valle reina Tepic, cuyo nombre
egregio vuela hasta los astros al favor de la fama. Nos se distingue por la suntuosidad de altivas
moradas, no se envanece de columnas talladas en mármol pario, ni de templos vetustos,

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deslumbrantes por dondequiera con el rutilar de las gemas. El pueblo sin embargo, habita casas
dignas de loa por su adorno modesto, y frecuenta templos embellecidos con las ofrendas
constantes. Mas la naturaleza con su prodigio sin par suplió las piedras preciosas, el oro fugaz y el
lujo de las casas.

Cerca de las verdeantes entradas del pueblo feliz, en el campo abierto en donde crece florecida
hierba, aparece la tierra elevándose sobre el suelo medio pie con el césped que crece en una faja
de unos doce codos de larga y más de tres palmos de anchura, cortada a la vez por otra elevación
trasversal que figura los letales brazos unidos al tronco, y presenta la cruz, prenda del amor divino.
Así alguna vez sobre la elevada cumbre de un monte, la selva lujuriante de negros ramajes, te
ofrece tantas cruces como árboles.

La cruz verdeguea cubierta de florido césped, sin morir nunca, reseca por el frío invernal, y ni
siquiera amarillarse con las rígidas escarchas. Antes bien, mientras languidecen los campos del
pueblo bajo el hielo, ella sola mantiene sin desmayar el verdor de su mullida hierba. Si, por el
contrario, con la copiosas lluvias germinan los campos, y reflorecidos generan abundancia de
brotes, se dice que la hierba de la cruz al punto se consume de funesta aridez y presa de triste
sequedad permanece, hasta que otra vez se agoten los campos...Del mismo modo la hierba de la
cruz aparece lozana cuando se hielan los follajes y se marchitan los campos; y florece al disiparse
nuevamente la frondosidad de aquellos.

No es menos de admirar ciertamente el desusado prodigio por el cual la cruz como traspasada por
agudos clavos, en el propio de éstos, produce siempre tres espigas que sobresalen del resto del
césped, verdes al mismo tiempo que éste. Y más aún, la cruz maravillosa, taladrada en el costado,
en el lugar de la llaga (donde la lanza cruel descubrió el corazón), muestra una abertura que mana
rojo raudal. Es fama que en la antigüedad brotó de allí cristalino licor, con el cual la fiebre ardorosa,
la ponzoña, la enfermedad contagiosa, las pestes invasoras y todo paciente afligido de cualquier
otro mal, hallaban a menudo eficaz medicina, ahuyentando a las divinidades vengadoras que
apresuraban la muerte... 9/

El 7 de mayo de 1853, el religioso Germán Villalvazo recopiló varios documentos históricos en torno
de la Cruz de Zacate, con el interés de darlos a conocer a las generaciones del siglo XIX, y
fomentar en ellos la devoción que en otros siglos había existido; la publicación de estos
documentos fue autorizada por el R. P. Fray Francisco Luis Martínez.

El padre Villalvazo tomó nuevas medidas de la cruz, que discrepan de las consignadas por Tello y
por Florencia, las cuales fueron levantadas por el síndico del convento y algunos testigos
tepiqueños obteniendo el resultado siguiente:

        Longitud                7 varas    24 pulgadas


        Latitud de la base            4 varas    24 pulgadas
        Latitud de la base del tronco    2 varas    9 pulgadas
        Latitud de los brazos        4 varas    9 pulgadas
        Latitud del tarjón            3 varas    5 pulgadas
        Latitud de la cabeza        1 vara        27 pulgadas 10/

El eje de la Cruz formado con el viento norte un ángulo de siete grados y 15 minutos al poniente. Su
elevación sobre la superficie natural es de nueva

9.      Landívar, Rafael. Por los Campos de México. Introducción de Octaviano Valdés. Colección
Imprenta Universitaria. UNAM. México, 1942, pp. 211-215.
10.      La Santa Cruz que se venera en el Convento de Religiosos Franciscanos de la ciudad de
Tepic, en el Obispado de Guadalajara. Tipografía de Rodríguez. Guadalajara, 1853, p. 9
Pulgadas  por  la  base  o  parte  inferior y de 16 por la superior. Teniendo en el
brazo del lado oriente una equidad con muy poca vegetación, de 20 pulgadas de profundidad. Este
fue el resultado del informe levantado el 31 de julio de 1852, por el síndico del convento y testigos.

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