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Obra "La respuesta" Francisco

Toledo
Los medios masivos de comunicación se convirtieron en un tema de discusión ya desde los
años sesenta, probablemente y con diversos cambios en la discursividad en torno al
contenido, siguen siendo hasta el día de hoy uno de los componentes centrales en la
discusión de nuestra sociedad posmoderna o capitalista tardía; lo que no es de extrañar,
porque –todo hay que decirlo- lugar común o no, son estos medios masivos de
comunicación los que captan la mayor parte de la atención de la población, su credibilidad
es (extrañamente) enorme y como sistema propagandístico no tienen competencia.
Así, pues, no es de extrañar que emerja en el panorama nacional del teatro una obra que
proponga preguntas o cuestionamientos en torno a la idea de tales medios, sus efectos y
su estructuración en la vida cotidiana de las personas, que es lo que como principio
argumental trabaja “La Respuesta”, para luego procurar bases a otros temas que debieran
quedar a cargo del espectador.
La obra se desarrolla en Valdivia, 1960, exactamente después del terremoto de aquella
fecha, dos mujeres viven juntas y un vecino las visita, ellos, a su vez, son abordados por un
equipo periodístico capitalino que tiene la misión de retratar fílmicamente lo acontecido,
de dejar testimonio y documentar los estragos del terremoto, sin embargo, al poco andar,
el equipo periodístico notará que “algo falta”, digamos: dramatismo, fuerza, verdad en la
imagen, lo que a fin de cuentas instalará la discusión central de la obra, un conflicto que
precisamente se articula en torno al uso y manipulación de los fenómenos materiales a
través de los medios de comunicación y, por tanto, de la posibilidad de la verdad como un
constructo intencionado, tendencioso y organizado en virtud de intereses creados.
Las actuaciones de esta obra son un gran acierto. Todas ellas están a un buen nivel como
mínimo, el profesionalismo de los actores y su trabajo da sustento a la propuesta e incluso
en los momentos más ripiosos de la dramaturgia, ellos logran mantener las escenas, el
conflicto y las necesidades de la acción dramática a la que se juega la obra. María Paz
Grandjean, por supuesto, es una de las notas más altas en este ámbito, su trabajo sólido y
bien sostenido, realza a su personaje dotándolo de profundidad
y caracterizándola verdaderamente (cosa esta última que cualquier actor o actriz debería
hacer con su personaje, pero que a menudo –lamentablemente- no sucede) Grandjean
dice sus textos con matices, valorando las palabras y dotándolas de significación, sin caer
en la mera repetición de un texto.
Otro de los actores que llama la atención es Guilherme Sepúlveda, quién también dota a
su personaje de múltiples claros/oscuros, desarrollando un trabajo concreto en torno al
uso del lenguaje y del cuerpo, su personaje se corporaliza muy bien, hay una kinética en
Sepúlveda que se relaciona o, más bien, se hace orgánica con el trabajo de voz y las gamas
que allí articula, de manera que la construcción de su personaje se hace compacta y
coherente. Jacinta Langlois y Rafael Contreras también hacen un trabajo bien compuesto y
sostienen emotivamente la puesta en escena, en tanto Pablo Manzi y Andreina Olivarí se
movilizan más desde un lugar intelectual a la hora de desarrollar sus actuaciones; en
cualquier caso, todas las actuaciones están en un muy buen nivel.
El diseño integral a cargo de los Contadores Auditores es especialmente interesante, en lo
personal, me pareció que se salían de su estilo más tradicional, integrándose a un registro
diferente, en el que se ve, no solo una evolución, sino que también un acierto, en la
medida que los vestuarios especialmente y algunos cuadros escénicos donde el diseño es
privilegiado, comunican de manera evidente como parte de la obra y de la acción
dramática de la misma. Por lo demás, la iluminación juega también un papel sustancial en
este sentido y algunas de las mayores escenas de la obra se logran, precisamente, gracias
a las luces, así como a la música a cargo de Ricardo Zavala, quién desarrolla un trabajo
inteligente en este sentido, en la medida que acompaña la acción y no la borra, sostiene
rítmicamente los procesos escénicos, sin sobrepasarlos, generando un trabajo humilde e
inteligente sonoramente.
Franco Toledo, dramaturgo y director, con este trabajo ha dado muestras de ser un artista
que está en un camino de exploración escénica inteligente y bien estructurado, organiza
las escenas y la acción dramática de manera rigurosa y proponiendo una lectura de hechos
y situaciones históricos a las vez que sociales, logrando así comunicar segundas lecturas y
reflexiones poco comunes para un tema que, eventualmente, podría ser un lugar común.
También, vale la pena mencionar un hálito poético en su trabajo, lleno por cierto de
guiños interesantes: imágenes de la historia chilena o la escena final en relación al nombre
de la obra y la apelación que hace al público es un momento elegante y bello al mismo
tiempo.
Tal vez, el lugar más débil de la obra sea la dramaturgia.
La obra se sostiene y la acción dramática se configura de tal manera que se produce una
totalidad que puede seguirse y, por cierto, hay una sentido en su construcción que
permite variadas lecturas, esto solo ya es bastante –convengamos- sin embargo, hay
ciertos problemas de ejecución que requieren ser pulidos (por supuesto, esta es mi
miserable opinión y detesto ser crítico, pero es lo que me toca), el asunto es que las
primeras escenas se alargan innecesariamente, con algunos diálogos parasitarios que no
llevan a nada, no solo en el sentido de no activar la acción (eso no sería problema), sino
que tampoco logran generar un mundo sígnicamente cargado, el conflicto mismo de la
obra queda algo desaprovechado, siendo interesante como es, proponiendo una situación
a todas luces posible de desarrollar, se cierra demasiado rápido y no se persigue,
dramatúrgicamente, una serie de posibilidades que el problema planteado permite. Eso sí,
los personajes, desde su propia habla, están muy bien caracterizados, sus discursos los
hacen coherentes y les dan vida con verosimilitud, lo que en el ámbito de la dramaturgia
es un acierto nada fácil de lograr.
“La Respuesta” es una obra muy interesante, con actuaciones notables y una dirección
muy bien trabajada, tal vez su dramaturgia posea algunos problemas, pero es una puesta
en escena que es absolutamente recomendable e interesante de ver.
Dramaturgia y dirección: Franco Toledo
Elenco: Andreina Olivari, Jacinta Langlois, María Paz Grandjean, Rafael Contreras,
Guilherme Sepúlveda y Pablo Manzi.
Asistencia de dirección: Antonia Bannen
Diseño integral y gráfica: Los Contadores Auditores
Música: Ricardo Zavala
Producción: Katy Cabezas
Registro audiovisual y fotográfico: Alejandra Bitrán
Teatro del Puente (Parque Forestal s/n)

TITULO Y AUTOR.

INTRODUCCION.

RESUMEN DE LA HISTORIA.

ELEMENTOS TEATRALES.

CONCLUSION.

FICHA TECNICA.

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