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Por Gustavo Petro
El proyecto político de Uribe, como todo proyecto fascista, necesita del miedo para acceder
al poder. En su momento tanto Hitler, como Mussolini, y después Franco, usaron el miedo
al socialismo, y el primero el miedo a los judíos, como la mejor forma para ganar mayorías
electorales o sociales en las clases medias de sus países y para atraer los núcleos del poder
económico de sus sociedades.
Entre más miedo mejor. Por eso incluso organizaron ellos mismos el incendio del
parlamento alemán y acusaron a los comunistas de aquel entonces, para voltear el respaldo
popular que les era adverso.
La estrategia de Goebbels, “los fake news” de ahora, fue seguida por buena parte de las
derechas del mundo, generando un increíble crecimiento de la irracionalidad humana, hasta
poner en peligro la construcción democrática liberal. Trump es un gran ejemplo de
destrucción democrática en los EEUU, y lo que utilizó para ello fue el miedo a los
inmigrantes a los que mostró como invasores de los puestos de trabajo de los blancos
anglosajones. El odio al inmigrante se generalizó haciendo crecer la base electoral de
Trump.
Se usaron atentados de mentiras contra Uribe, se usaron otros atentados reales pero
ejecutados por miembros de la fuerza pública en el inicio del mandato de Uribe. Usaron a
las Farc con su guerra degradada, para la construcción real del miedo y de la zozobra
generalizada a fines de los noventa, y así pudieron volver masivo el odio de la sociedad
contra esa organización armada. Ese odio casi les permitió la base de una unidad nacional
que los mantuviese en el poder por casi un cuarto de siglo. Pudieron ganar dos mandatos
que pudieron ser tres de manera directa con Uribe, y dos más, de manera indirecta, con el
primer Santos y ahora con Duque.
Por eso les incomoda tanto que se acaben las Farc y el ELN y destruyen los acuerdos de paz
que se hagan con ellos. Los necesitan armados y violentos para poder generar el miedo y
conseguir más votos.
Miedo y odio son los sentimientos que fueron cambiando la cultura y la mentalidad política
del colombiano, de sus clases medias y de los sectores populares para consolidar un
proyecto fascista. No tuvimos los campos de concentración nazis, pero si las ejecuciones
judiciales de 6.402 jovencitos. Cada una de esas muertes era aplaudida popularmente,
porque el aparato de propaganda oficial que son los grandes medios de comunicación
privados, se convirtieron en un inmenso” fake news”, haciendo aparecer esos muertos como
bajas de la Farc y triunfos militares inexistentes
Con esa experiencia goebbelsiana tan perfeccionada al cabo de los años, Uribe fue capaz de
derrotar la única posibilidad de paz en décadas para acabar la guerra perpetua que vive el
país. El mismo pueblo votó contra su propia paz, a partir de una gigantesca campaña de
“fake news” que hacía aparecer la paz como algo profundamente indeseable para la
sociedad colombiana.
Odian al punto de matar y sienten miedo de escenarios que sus propios jefes, a los que
reverencian y obedecen, inventan. Más invención, más miedo, más votos y más muertos.
Hoy estamos ante una estrategia semejante pero estamos en ruina económica.
Ya en la movilización social del 2019 apareció una extraña situación en Bogotá que alarmó
hasta al mismo Peñalosa. Usando redes lograron crear terror en conjuntos residenciales de
clase media asegurados en los perímetros por rejas. Todas las familias encerradas en varios
puntos de Bogotá estaban convencidas que venezolanos vándalos llegaban en camiones
para atacar sus hogares. La ciudad estaba en toque de queda y sus calles en manos de la
policía y efectivamente hubo camiones en las calles. Pero en la realidad ningún hecho de
vandalismo se presentó, no hubo vándalos venezolanos, solo policías controlando la ciudad,
eso si algunos habitantes de un conjunto mataron a unos jóvenes que por casualidad
pasaban por el lugar aterrorizado.
Se había probado una estrategia masiva de creación de zozobra en medio de una
movilización social.
El contexto adverso para el país se ha sido tratado de una manera especial por el gobierno
de Duque. Asistido por una profunda incapacidad del pensamiento ortodoxo económico
colombiano que impide mirar alternativas a sus dogmas en una crisis que nunca había
vivido el país, han decidido aplicar el recetario tradicional de política económica, sin darse
cuenta que, prácticamente ningún país del mundo lo ha hecho.
Uribe, victorioso de nuevo en las elecciones del 2018, con su candidato Duque, decidió,
escoger para si los cuatro ministerios que en realidad permiten el control de un gobierno en
Colombia y el ejercicio del poder: el de las armas, el del dinero, el de las relaciones
exteriores y el de la política interna.
Por eso Duque en realidad no gobierna y menos traza la política económica, de la cual, la
verdad sea dicha, es solidario. Es Uribe quien gobierna, y es él quien maneja la política
económica, que él, como buen comunicador goebbelsiano llama “la confianza
inversionista” pero que es en realidad la ortodoxia neoliberal.
Ante la caída de los precios del petróleo Uribe, su presidente y su ministro Carrasquilla
respondieron en el año 2019 con la reducción de impuestos a las corporaciones petroleras,
carboneras y otras grandes corporaciones. Siguieron el libreto de la derecha norteamericana
con su nunca comprobada teoría de la curva de Laffer, la tesis que afirma que si se bajan
los impuestos al gran capital éste se expandirá más y pagará entonces en volumen más
impuestos, así bajen las tasas, generando, de paso, más empleo.
Como ocurre con todos los países que ponen la teoría neoliberal de Arthur Laffer en
práctica, teoría que se escribió en un restaurante al lado de Rumsfeld y Cheney, y que fue la
base de la política económica de Reagan, Busch y Trump, no llega el incremento del
empleo, ni el incremento del volumen de recaudos del gobierno, sino que llega la
desfinanciación del Estado.
Efectivamente la reforma tributaria del 2019 desfinanció el estado colombiano, le quitó casi
4 billones de pesos en el 2020, 9 billones para el 2021, y 15 billones para el 2022, y así por
los años que vienen.
Mientras el mundo emitía para financiar la política social que permitiera controlar el virus,
y sostener las fuentes de empleo; Carrasquilla endeudaba a la sociedad.
No se necesita ser muy inteligente para saber que pasa con las finanzas públicas si se
desfinancia por un lado, 2019, y se sobre endeuda por el otro, 2020. El déficit se dispara, se
acerca el momento de la cesación de pagos.
Lo que le preocupaba a Carrasquilla era lo mismo que a Sarmiento; cómo en una brutal
crisis económica, nunca vista en la historia de Colombia, se podían salvar las utilidades del
sector financiero.
Por eso hicieron girar tanto la política social para controlar el covid, como la llamada
política de reactivación económica, no alrededor de impedir el crecimiento del hambre y la
pobreza, para lo cual una renta básica de verdad era necesaria, o de detener la destrucción
de puestos de trabajo, para lo cual subsidiar la nomina laboral de la pequeña y mediana
empresa privada era sustancial, sino que la hicieron girar alrededor de la sostenibilidad de
las utilidades financieras.
Para el 2021, Carrasquilla decidió enfrentar el déficit presupuestal que el mismo había
creado, con lo que le dictaba el libreto, hacer una nueva reforma tributaria esta vez para
financiar el estado, pero con el bolsillo de los que comen y de los que trabajan.
Y como era de esperarse y como lo advertimos en su momento, pero sin ser escuchados por
quienes ya no tienen oídos, sobrevino el estallido social.
Ahora la prensa, el gran aparato goebbelsiano y todo lo que queda del uribismo,
desesperadamente, tratan de volverme responsable del desastre, del estallido, y de la
violencia con que se enfrenta. Incendiario grita la periodista, traidor grita el opinador de
radio fajardista. Resentido social lleno de odio gritan los uribistas, ellos si, llenos de odio.
La encuesta Invamer que me coloca como ganador en todos los escenarios posibles para las
elecciones del 2022 rebasó la copa para ellos.
Pero peor aun fue que ellos vieran que a pesar del covid, de la ayuda que les dio la
magistrada Villamizar prohibiendo las movilizaciones inconstitucionalmente, del propio
miedo al virus, la gente acató en todos los sectores sociales el llamado del comité del paro a
la movilización.
La necesidad de financiar el estado colombiano quedó al orden del día. Ante esa necesidad
propusimos derogar la reforma tributaria del 2019, y obtener 9 billones para este año y 15
para el entrante, haciendo pagar impuestos de nuevo, como lo hacían en el 2018, a
petroleras, carboneras, bancos y otras grandes corporaciones. Propusimos que la emisión no
se dirija totalmente a la liquidez de la banca privada sino a financiar la renta básica para las
familias que enfrentan el covid y el subsidio de la nomina de la pequeña y mediana empresa
privada del país. Pero el gobierno ya no entiende razones. Solo aplica el plan de Goebbels.
Han vuelto objetivo militar la movilización. Ven a los manifestantes, hoy la juventud
barrial excluida, como blancos legítimos. Transforman la vida en la ciudad como un teatro
de operaciones. Asesinan de frente con armas oficiales, ametrallan desde helicópteros y
puentes con granadas lacrimógenas que se convierten así, en letales, cazan manifestantes
por las calles de los barrios, disparan allí indiscriminadamente, aumentan por decenas los
muertos.
El gobierno ha decidido construir la violencia. Infiltra sus efectivos de civil para disparar a
líderes, para saquear pequeños comercios, construye el desabastecimiento de alimentos y
gasolina. La comida no entra a las ciudades. pero extrañamente las municiones y las
granadas si entran por doquier.
Uribe sabe que si aumenta la zozobra generalizada puede construir odios de una parte de la
sociedad, la más pudiente, la de clase media, que ya se olvidó que esos jóvenes populares
que ahora no quieren y llaman vándalos, les ayudaron a frenar el aumento de sus impuestos.
Barrios ricos salen como en EEUU, con camionetas Toyota y armas a defenderlos cuando
no han sido atacados. Los paramilitares pagados salen en sus vehículos a matar jóvenes
movilizados.
La estrategia de la barbarie es generalizar el miedo. Uribe espera así, que ese miedo se
transforme en odio y se vuelvan millones de votos decisivos en las elecciones del 2022. Y
si no es así espera incluso que no haya elecciones.
Todo el aparato goebbelsiano está disparado. Los grandes medios y las bodegas pagas en
las redes me culpan de la situación y de la violencia que desatan ellos mismos. Buscan así,
disminuir la intención de voto por mí.
Ya saben que nosotros tenemos la salida más responsable y tranquila. Por eso la ANDI
coincidió con nuestra tesis de suspender la reforma tributaria del 2019.
“Paz para los cambios y cambios para la paz” decía el general progresista uruguayo Líber
Seregni. Esa es nuestra consigna.
Le hemos pedido al movimiento juvenil barrial que se movilice de día para disminuir su
vulnerabilidad ante el asesinato, que elija delegados por puntos de movilización y se
encuentren por ciudad, que los delegados de la movilización a nivel nacional seleccionados
por ellos mismos se integren con el comité de paro. Son dos mundos distintos. El sindical
jerarquizado y el juvenil barrial en red, pero deben coordinarse.
Hemos pedido una nueva agenda de la movilización social, que en nuestra opinión gire
alrededor de una nueva política social que permita ingresos para la juventud discriminada y
extensión de la cobertura de la universidad publica gratuita y del Sena.
Hemos pedido que Duque, que aún no se da cuenta que debe cuidarse de Uribe, dialogue
con ese comité ampliado con las juventudes del paro y no con sus amigos políticos.
Hemos dicho que no hablaremos con Duque hasta que no detenga la masacre.
Hemos pedido que se construyan corredores humanitarios para la comida, los enfermos, y
la gasolina.
Hemos pedido paz y tranquilidad. Que las movilizaciones vuelvan a ser enormes y festivas
y que el gobierno se fortalezca negociando sin trampas con la movilización unos cambios
que son imprescindibles y que la sociedad colombiana necesita para avanzar.
A los policías y soldados, que en su mayoría han guardado la prudencia les digo que se
abracen con su pueblo, que confraternicen, que no se dejen llevar del odio contra su propio
pueblo, contra la juventud de la que son parte.
A quienes han matado y desatado la barbarie les digo que serán juzgados.