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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Gustavo Palma Murga / Arturo Taracena Arriola / José Aylwin Oyarzun

I
DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI


A LOS ACUERDOS DE PAZ

Gustavo Palma Murga / Arturo Taracena Arriola / José Aylwin Oyarzun

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-GUATEMALA)


Misión de Verificación de las Naciones Unidas (MINUGUA)
Dependencia Presidencial de Asistencia Legal y Resolución de Conflictos sobre la Tierra
(CONTIERRA)

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

333.32 Palma Murga, Gustavo


P171 Procesos agrarios desde el siglo XVI a los Acuerdos
de Paz / Gustavo Palma Murga, Arturo Taracena Arriola
y José Aylwin Oyarzun. -- Guatemala : FLACSO,
MINUGUA, CONTIERRA, 2002.
T. 1. 120 p. : cuadros ; 21 cm. -- (Colección; Dinámicas
agrarias I)
ISBN: 99922-66-54-6

1. TENENCIA DE LA TIERRA 5. AMERINDIOS


2. AGRICULTURA 6. REVOLUCIÓN
3. REFORMA AGRARIA 7. PROBLEMAS SOCIALES
4. COMUNIDADES RURALES 8. CIENCIAS SOCIALES

Se autoriza su reproducción parcial o total siempre y cuando se cite la fuente.

Diseño de portada: Juan Carlos Aguilar

ISBN: 99922-66-54-6

Este documento es parte de un conjunto de investigaciones sobre las dinámicas agrarias en


Guatemala, que realizó la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Guatemala
(MINUGUA), con el apoyo financiero de la Misión Dinamarca y la ejecución de la Oficina de
Servicios para Proyectos de las Naciones Unidas (UNOPS). El estudio se coordinó con la
Dependencia Presidencial de Asistencia Legal y Resolución de Conflictos sobre la Tierra
(CONTIERRA), y su publicación fue posible mediante un convenio con la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO). La incorporación de la segunda parte de este trabajo, sobre el
proceso agrario entre 1944 y la firma de los Acuerdos de Paz, ha sido posible con la autorización
de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Los contenidos de este texto no
representan la posición oficial de FLACSO-Guatemala, de esta Misión ni de las Naciones Unidas,
corresponden exclusivamente a sus autores.

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

ÍNDICE
PRÓLOGO ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 9
RECONOCIMIENTOS ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 13

I
Las dinámicas agrarias en Guatemala entre 1524 y 1944 ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
15
Gustavo Palma Murga, Arturo Taracena Arriola

El carácter agrario de la sociedad guatemalteca ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 17


Las justificaciones de la apropiación de la tierra y de los recursos durante
el período colonial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 17
Modalidades de acceso a la tierra durante el período colonial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 18
El pueblo de indios, base y sustento del régimen colonial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
21
La articulación entre el pueblo de indios y la economía colonial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 22
La tierra comunal, pieza clave para la reproducción del régimen colonial ○ ○ ○ 25
Los procesos de ocupación del espacio y la conformación de regiones
durante el período colonial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 28
Expansionismo y conflictividad agraria durante el período colonial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 35
El expansionismo territorial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
38
El “patrón” republicano inicial ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 41
El recorrido de la legislación ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 45
La Revolución Liberal y sus efectos ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 49
La búsqueda de tierras: la lenta expansión del siglo XIX ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
57
El surgimiento del enclave bananero a inicios del siglo XX ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
62
Los años de crisis, el recurso a la agricultura de subsistencia y el
mantenimiento del sistema monoexportador de café ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
64

II
Los derechos indígenas a la tierra hasta los Acuerdos de Paz ○ ○ ○ ○ ○
73
José Aylwin Oyarzun

Antecedentes históricos ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 75
Reforma agraria ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 81
Contrarreforma agraria ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
84
Ley de Transformación Agraria de 1962 ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 85
Programas de compra de tierra ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
91
Los Acuerdos de Paz y los derechos de los indígenas a la tierra ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
93
Primeros arreglos institucionales para el cumplimiento de los acuerdos ○ ○ ○ ○
101
Conclusión ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 105

BIBLIOGRAFÍA ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 111
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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

PRÓLOGO

La investigación sobre dinámicas agrarias

Entre 1962 y 1996, Guatemala sufrió un período de enfrentamiento


armado interno que provocó más de 200.000 muertos, la inmensa
mayoría campesinos indígenas no combatientes bajo condiciones de vida
caracterizadas por la discriminación racial, la exclusión socioeconómica
y la pobreza extrema. Una de las causas centrales de ese período de
violencia, es la extrema concentración de la tierra y la riqueza, que
caracterizaron la historia del país desde su conquista y colonización en
los albores del siglo XVI. Desde esa época, las mayorías indígenas fueron
despojadas de sus tierras fértiles y reducidas a los espacios más
desfavorecidos en términos agroecológicos, su mano de obra fue utilizada
para construir obras públicas y cultivar los grandes latifundios dedicados
a la agricultura de exportación, y se le excluyó de los beneficios del
desarrollo. La compleja cultura y el derecho indígena no fueron
reconocidos, y se configuró una sociedad basada en la desigualdad social
y las asimetrías en el desarrollo de las regiones. Esta situación determinó
la acumulación histórica de contradicciones que enfrentan indígenas y
no indígenas y aun comunidades indígenas entre sí, en gran parte debido
a la persistencia de conflictos sobre la tenencia, posesión y propiedad
sobre la tierra.
Cuando en diciembre de 1996 se firma el Acuerdo de paz firme y
duradera, se culmina un complejo proceso de negociaciones y firma de
acuerdos entre el Estado y la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca (URNG), en los que se reconoce que el problema de la tierra
constituye el sustrato estructural de las contradicciones que provocaron,
en una historia de por sí conflictiva, el enfrentamiento armado de las
últimas cuatro décadas del siglo XX. El Acuerdo sobre Identidad y
Derechos de los Pueblos Indígenas, el Acuerdo para el Reasentamiento
de la Población Desarraigada por el Enfrentamiento Armado y, por
último, el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria,
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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

configuran una agenda inédita de transformaciones sociales y


económicas cuyo cumplimiento está dirigido a construir las bases
estructurales para la paz.
Uno de los aspectos medulares en el proceso de reconciliación, para
los acuerdos, es la resolución de los conflictos sobre la tierra, que con
distintas características se repiten a lo largo de la geografía del país, y
constituyen un obstáculo para el desarrollo de las áreas rurales sumidas
en la pobreza más aguda del continente. Para ello, el Estado constituyó
la Dependencia Presidencial de Asistencia Legal y Resolución de
Conflictos sobre la Tierra (CONTIERRA). Esta unidad especializada inició
su trabajo en julio de 1997, y hasta diciembre de 2001 había recibido
más de mil peticiones de intervención. Las más significativas entre ellas
están relacionadas con los derechos de las comunidades indígenas a la
tierra, derechos perdidos durante la historia pero conservados en la
memoria colectiva y en antiguos títulos que una sucesión de leyes y
decretos dirigidos a legitimar el despojo habían invalidado.
Sin embargo, la conflictividad de la tierra en Guatemala no tiene
únicamente una dimensión jurídica. Por el contrario, su fisonomía deriva
de una compleja articulación de factores donde se imbrican lo étnico, lo
cultural, lo político y lo espiritual, entre otros, y que en la historia han
evolucionado adquiriendo un contenido y una forma específicos para la
realidad agraria guatemalteca, que hacen necesaria la aplicación de
métodos de resolución de conflictos basados en el conocimiento profundo
de ella.
Desde los tiempos de la colonia española hasta los Acuerdos de Paz,
el despojo de las tierras indígenas revistió distintas formas. Las reformas
liberales del último cuarto del siglo XIX constituyeron uno de los hitos
de ese despojo. Después, la preeminencia del derecho occidental continuó
legitimando la pérdida de las tierras, lo mismo que las adjudicaciones
que, sin reconocer los derechos ancestrales, entregaron tierras indígenas
a personas ajenas a sus territorios.
Los 36 años de enfrentamiento armado, la inusitada violencia de que
fueron objeto los campesinos indígenas, el desplazamiento interno de

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

más de medio millón de personas, el genocidio practicado por el Estado,


y la salida del país de más de 150.000 personas, agregó una nueva
dimensión al problema, definiendo factores de la historia reciente que
intensificaron la tesitura de la complejidad ya existente.
Por ello, el trabajo de CONTIERRA es inédito y significa un esfuerzo
titánico. Por ello también, la Misión de Verificación de las Naciones
Unidas en Guatemala (MINUGUA), encargada de verificar el cumplimiento
de los Acuerdos de Paz, apoyándose en su mandato de asesorar
técnicamente el proceso de paz, inició investigaciones sobre las dinámicas
agrarias de Guatemala, con el propósito de entregar resultados útiles
para interpretar la compleja realidad agraria del país y, con ese
instrumento, construir metodologías tanto para estudiar los conflictos
como para resolverlos. El proyecto de investigación sobre dinámicas
agrarias de Guatemala, contó con el apoyo financiero de la Misión
Dinamarca, su coordinación cientítifica fue responsabilidad de MINUGUA,
y su ejecución a cargo de la Oficina de Servicios para Proyectos de las
Naciones Unidas ( UNOPS). Mediante un convenio con la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales ( FLACSO ), se presenta su
publicación.

La investigación sobre procesos agrarios desde el siglo XVI

Este primer tomo de la serie expone las bases históricas de la proble-


mática agraria de Guatemala y es la necesaria referencia para interpretar
las expresiones particulares de la realidad actual. Los grandes procesos
que analizan Gustavo Palma, Arturo Taracena y José Aylwin Oyarzun,
constituyen un excelente resumen de una historia que, caracterizada por
el despojo, culmina en Acuerdos de Paz que, reconociendo las causas
estructurales del enfrentamiento, establecen una agenda de
transformaciones dirigidas a construir la paz. En tal sentido, es una
contribución concreta a la construcción de una nueva sociedad cuya base
no será la discriminación de las mayorías indígenas sino su desarrollo,
porque sin él no hay paz sostenible ni futuro viable.

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Este trabajo, que desarrolla los procesos agrarios entre el siglo XVI y
la firma de los Acuerdos de Paz, invita tanto a una reflexión académica
como ética: no se puede construir el desarrollo sin reconocer, resolver y
compensar los derechos violados sistemáticamente durante siglos de
despojo y discriminación de los indígenas, no es posible la paz si persiste
la exclusión y la pobreza. No es posible caminar hacia el futuro si no se
reconoce el carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe de la
sociedad guatemalteca, y el hecho que cada pueblo tiene derecho de
tomar decisiones sobre su futuro. El correlato de esta afirmación es que
los pueblos indígenas tienen derecho a concebir su territorio dentro de
los marcos de su cultura.
Las investigaciones que constituyen los tomos siguientes de esta serie,
desarrollan casos específicos y paradigmáticos de la conflictividad agraria
actual: las tierras bajas del norte de Guatemala, el país ixil, las tierras
comunales de Totonicapán, las comunidades xincas, y estudios especí-
ficos en el altiplano occidental. En conjunto, demuestran que el problema
de la tierra, en gran parte, deriva de la contraposición de dos derechos,
el indígena y el occidental. Este volumen entrega las bases históricas de
esa contradicción y, al mismo tiempo, los argumentos para reflexionar
sobre los cambios que es preciso emprender para construir la paz.

CARLOS CAMACHO NASSAR


Coordinador de la investigación

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

RECONOCIMIENTOS

Esta investigación fue posible con el apoyo financiero de la Misión


Dinamarca que permitió contar con diez investigadores durante un año.
Kurt Lange, responsable de esa Misión durante el período en que se
tramitó e inició el estudio, comprendió plenamente su importancia y su
contribución al proceso de paz de Guatemala. En MINUGUA, Jean Arnault,
Jefe de Misión, y Juan Pablo Corlazzoli, Jefe de Misión Adjunto, apoyaron
su presentación y su inicio. En el proceso, Thierry Delrue, jefe del Área
de Aspectos Socioeconómicos, Reasentamiento e Incorporación de
MINUGUA, facilitó los recursos técnicos y financieros que permitieron
culminar las investigaciones. Aída Blandino, asistente del Área, hizo
observaciones técnicas importantes a los documentos, al igual que
Annabella Morales. Carlos Duarte y Fabricio Feliciani en UNOPS, hicieron
posibles los complejos trámites que conlleva la gestión de la investigación.
Silvel Elías, en FLACSO, facilitó el convenio que permitió una publicación
conjunta y abrió las bases para continuar la colaboración entre el Sistema
de las Naciones Unidas y FLACSO en el tema agrario y ambiental.
En CONTIERRA, Arnoldo Aval y Pedro Pablo Palma Lau, directores
ejecutivos de la entidad durante el estudio, dieron su apoyo tanto en
información como en personal, y sus comentarios a los documentos que
constituyen la serie. Columba Sagastume, subdirectora de la dependencia
en 2000, aportó significativas sugerencias al proceso de investigación.
Para este primer volumen, la Comisión Económica para América
Latina (CEPAL) autorizó el uso del documento de José Aylwin Oyarzun,
que constituye una importante reflexión sobre el período comprendido
entre 1944 y los Acuerdos de Paz.
Aracely Fuentes, Klarisse Guerra y Rosemary Portillo, secretarias de
MINUGUA, tuvieron la voluntad de apoyar este trabajo aun fuera de sus
obligaciones cotidianas.
A todos ellos, nuestro reconocimiento.

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

I
LAS DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA
ENTRE 1524 Y 1944

Gustavo Palma Murga


Arturo Taracena Arriola

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

El carácter agrario de la sociedad guatemalteca

La sociedad guatemalteca mantiene y reproduce un perfil marcadamente


agrario, evidenciado tanto por el significativo porcentaje de población
dedicada y dependiente de este renglón y actividades productivas, como
por la compleja vinculación existente entre la propiedad, uso y
explotación de la tierra y la acumulación de riqueza en el país.
Este perfil se explica y entiende más cuando se acude a la historia.
Ésta permite conocer los principales rasgos que han caracterizado las
relaciones económicas y sociales que en Guatemala se han generado en
torno a la propiedad de la tierra: el tejido social que allí se ha originado
y reproducido en los niveles local, regional y nacional.
Tampoco debe olvidarse que a lo largo de su historia, desde la época
antigua o prehispánica hasta la actualidad, la tierra ha sido el factor
fundamental en el proceso de formación de la riqueza y del poder en
Guatemala. En cada etapa histórica, las élites dominantes han
implementado y desarrollado relaciones y mecanismos específicos para
apropiarse y explotar la tierra y sus productos pero, sobre todo, del
trabajo de quienes la han hecho producir. De ellas se han derivado formas
concretas de organización de la sociedad, cuyas consecuencias se
traducen –en la actualidad– en una sociedad altamente desigual,
polarizada y con enormes problemas para consolidarse como
democrática y en un clima de paz y armonía social.

Las justificaciones de la apropiación de la tierra y de los


recursos durante el período colonial

La soberanía absoluta ejercida por los monarcas castellanos sobre la


mayor parte del territorio americano se originó en la concesión que les
fuera otorgada por la iglesia católica. El papa, en tanto delegado terrenal
del poder divino, ejerció total potestad, acatada por los monarcas lusitano
y castellano. A partir de esta concesión papal, los reyes castellanos

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

implantaron el principio fundamental de su señorío universal sobre todos


los recursos y riquezas de estos territorios.1
Dicho principio implicó el dominio y soberanía sobre las tierras,
pastos, montes y aguas aquí existentes, por lo que nadie podía acceder
al uso y propiedad de ellos y demás recursos naturales si no era mediante
una concesión de origen real. Este principio fue la base a partir de la
cual se desarrollaron sucesivas modalidades de reparto y apropiación
de los recursos –la tierra ante todo– en estos territorios; principio que
tuvo vigencia durante todo el régimen colonial.2
Este proceso histórico significó, a su vez, la desestructuración de un
“modelo” prehispánico, que también estaba articulado fuertemente en
la tierra y venía gestándose desde mucho tiempo atrás, y en el que las
relaciones sociales –la estructura social en su conjunto– estaban
determinadas por el control y uso de tan importante recurso.

Modalidades de acceso a la tierra durante el período colonial

La primera y principal vía de acceso a la tierra estatal o realenga durante


el período colonial fue la Merced Real. Luego de haberse concluido la
etapa de control militar de estos territorios, y de su población y con el
afán de recompensar a quienes lo habían hecho, se procedió a repartir
tierra a quienes manifestaron interés por establecerse en el actual
territorio guatemalteco. En un primer momento, estos repartos
estuvieron bajo la responsabilidad de los jefes de las expediciones y/o
de los cabildos de españoles recién establecidos; generalmente

1
“Por donación de la Santa Sede Apostólica y otros justos y legítimos títulos, somos Señor de las
Indias Occidentales, Islas, y Tierra firme del Mar Océano, descubiertas y por descubrir, y están
incorporadas en nuestra Real Corona de Castilla.” Libro Tercero, Título Primero, Recopilación
de Leyes de los Reynos de las Indias, Madrid, 1943, Tª I, fol. 523. En adelante RLI.
2
En cuanto a las políticas generales coloniales sobre la tierra, véanse los trabajos de Ots
Capdequi: España en América. El régimen de la tierra en la época colonial, México, 1959;
Historia del Derecho español en América y del Derecho Indiano, Madrid, 1968; y El régimen
de la tierra en la América española durante el período colonial, Santo Domingo, 1970.

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acompañados del reparto de población indígena como esclavos y, luego,


a través de las encomiendas.3
A partir de 1542, esta atribución se centralizó en las Audiencias –en
tanto organismo superior de gobierno en el ámbito regional. En esa
misma época, se suprimieron las encomiendas y en su lugar se
establecieron los “mandamientos de trabajo”4. Hasta 1591, la corona
española permitió que españoles, criollos, mestizos e indígenas se
apropiaran de la tierra sin mayores limitaciones. Luego, Felipe II
promulgó una nueva legislación para la administración de las Indias, en
la que –entre otras cosas– se reglamentó lo relacionado con el acceso a
la tierra. Ordenó que todas las tierras poseídas sin título legal volverían
al patrimonio de la corona. Para evitar esta posibilidad, los interesados
podían legalizar su posesión mediante la aplicación de una nueva figura
jurídica: la composición.
La composición de tierras buscaba resolver los intereses de las partes
involucradas en el problema de la legalización de tenencia de éstas. Por
un lado, no se inquietaría a nadie siempre y cuando acreditara sus títulos
de legítima propiedad. Por el otro, los propietarios podrían pagar en las
Cajas Reales el valor de las tierras que estuvieran detentando ilegalmente
para poderlas conservar.
Si al momento de presentar una persona su título de propiedad se
establecía que no existía correspondencia entre la cantidad de tierra que
en él se decía y la que efectivamente poseía, tal situación anómala podía
rectificarse mediante el pago –composición– del exceso de tierras
retenidas ilegalmente. Por otro lado, si el usufructuario no podía justificar

3
En el caso de la ciudad de Santiago de Guatemala, a principios de 1528 su cabildo emitió las
primeras ordenanzas para el reparto de tierras y solares. Libro Viejo de la Fundación de
Guatemala, Guatemala, 1934.
4
Modalidad que consistían en la obligación que tenían todos los hombres mayores de 16
años de trabajar durante una semana al mes, como mínimo, en las propiedades de los
españoles. Véase el trabajo de Silvio Zavala: Contribución a la historia de las instituciones
coloniales en Guatemala, Guatemala, 1967.

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

la propiedad, alegando –por ejemplo– haber perdido los títulos, podría


mantener y legitimar su posesión siempre y cuando acudiera a la
composición.5
Durante todo el período colonial se aplicó este principio jurídico, para
legitimar todos los casos de individuos y comunidades interesadas por
mantener o incrementar su patrimonio a expensas de las tierras baldías
o estatales. Este principio, en tanto mecanismo ad hoc para acceder a la
propiedad de la tierra realenga (baldía), implicaba una serie de pasos
legales y burocráticos previos: denuncia, medida, remate y adjudicación
de las tierras objeto del trámite.
La generalización de la aplicación de esta fórmula jurídica dio origen
a la conformación de regiones con diversos tipos y cantidades de
propiedades, en las que factores medulares como la presencia de
población indígena, vías de comunicación, mercados y centros de
consumo, etc., incidieron en su paulatino desarrollo.
Por supuesto, estos mecanismos de acceso a la tierra no estuvieron
exentos de conflictividad. Empalmes o traslapes entre propiedades,
invasiones y usurpaciones, por ejemplo, fueron constantes, situaciones
que trajeron consigo múltiples expedientes que buscaban restablecer la
justicia, tanto para comunidades como para individuos, en cuanto al
derecho de propiedad sobre la tierra.
Igualmente frecuentes fueron las ocupaciones de tierras sin mediar
procedimientos legales previos. Personas individuales al igual que pueblos
de indios ocupaban tierras, las sembraban y luego alegaban su derecho de
propiedad a partir de su uso. Esta táctica, sobre todo en regiones vecinas a
ciudades, mercados o centros poblacionales importantes, se convirtió en
muchos casos en amenaza o punto de partida de largos y penosos conflictos.
Por ello, y para garantizar la integridad y derechos sobre la propiedad, se
imponía la necesidad de reafirmar –mediante la remedida– tales derechos.6

5
Julio Cesar Méndez Montenegro, 444 años de legislación agraria: 1513-1957, Guatemala, 1960.
6
Véanse los trabajos de Gustavo Palma: El valle central de Guatemala en el siglo XVI: tierra,
identidad y presión colonial, Guatemala, 1993; y La tierra comunal en Guatemala: reducto
de sobrevivencia y resistencia indígena ante el sistema colonial, Guatemala, 1994.

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

El pueblo de indios, base y sustento del régimen colonial

En 1542 fueron promulgadas las Leyes Nuevas. Este conjunto de


principios jurídico-políticos tenía como propósito fundamental
introducir una fuerte coherencia en términos del proceso de
consolidación del régimen colonial español en tierras americanas. De
una etapa de anarquía, en la que los jefes de los procesos expedicionarios
habían impuesto el rumbo, se pasó a otra en la que prevaleció la idea de
ordenamiento bajo una lógica fundamental: la lógica del régimen
colonial. El monarca se constituyó, en tal sentido, en el árbitro y señor
de las reglas de juego bajo las que se procedería a explotar estas tierras,
sus recursos y su población.
Uno de los puntos centrales de estas leyes fue el establecimiento de
los pueblos de indios. Así, la corona buscaba tomar en sus manos el
control de uno de los factores fundamentales en el proceso de
implantación de dicho régimen: la población nativa americana.
A mediados del siglo XVI y como consecuencia de la aplicación de las
Leyes Nuevas, habían sido fundados alrededor de 90 pueblos de indios
en el territorio de la gobernación de Guatemala; cifra triplicada en los
inicios del siglo XVII.
En un primer momento, esta medida significó para la población
indígena la posibilidad de liberarse de la opresión a la que se encontraba
sometida por parte de los encomenderos. Pero la nueva condición de
vasallo real, concretada en su calidad de tributario residente en los
pueblos de indios, le implicó adquirir una serie de responsabilidades no
sólo para con el monarca sino, también, para con otros sectores de la
sociedad colonial. De esta cuenta, los indios tributarios se vieron
sometidos a una multiplicidad de obligaciones fiscales y laborales de
carácter permanente.
La vida cotidiana de los tributarios transcurría entre las haciendas de
españoles o criollos, los trabajos en obras públicas en pueblos y ciudades
(construcción de iglesias, edificios administrativos, introducción de agua,

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

caminos, puentes, etc.), la labranza obligatoria de granos, hortalizas y


frutos en las tierras ejidales, los servicios personales dados a los curas,
el cuidado diario de la iglesia local, etc.
El pueblo de indios se constituyó, en tal sentido, en la alternativa
estatal adecuada para ejercer un mayor control sobre la población
indígena. Como lo plantea Severo Martínez, el pueblo de indios se
convirtió paulatinamente en una cárcel sin barrotes: fueron obligados a
abandonar sus antiguos lares y a organizarse política, económica y
socioculturalmente bajo un nuevo patrón, en el que la opresión y la
explotación fueron la “nueva norma” comunitaria de vida.7

La articulación entre el pueblo de indios y la economía


colonial

La escasez de yacimientos minerales en estos territorios llevó a los


colonizadores a identificar y ubicar otras fuentes alternativas para su
enriquecimiento personal y para vincularse comercialmente con la
metrópoli. Por ello, la tierra y el control sobre la fuerza de trabajo se
constituyeron en el eje central sobre el que se organizó el sistema colonial
localmente.
El pragmatismo de los conquistadores y primeros colonos, la
precariedad tecnológica, al igual que el aislamiento geográfico y las
dificultades en las comunicaciones, influyeron en las modalidades
implementadas localmente para vincularse a la economía colonial. Los
escasos productos con los que Guatemala se vinculó sucesivamente a la
metrópoli durante todo el régimen colonial son muestra de ello.
Inicialmente, su interés se volcó hacia el cacao, cultivado en las
regiones de Suchitepéquez e Izalcos. Más que incentivar o desarrollar
su producción, lo que los primeros colonos y luego los hacendados
hicieron fue apropiarse de las plantaciones allí existentes, obligando a
7
Severo Martínez, La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial
guatemalteca, México, 1998.

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

sus antiguos dueños a continuar desarrollando los respectivos procesos


productivos. Por otro lado, tanto los encomenderos como luego las
autoridades fiscales, impusieron a la población indígena la obligación
de pagar sus tributos con dicho fruto, convirtiéndose el cacao en un eje
articulador de primera importancia para la economía durante esa etapa.
Sin embargo, a principios del siglo XVII, el cacao ecuatoriano comenzó
a ingresar a los mercados mexicano y peninsular, provocando un fuerte
descenso en la demanda de los cacaos locales. Como substituto,
paulatinamente, principió a expandirse el cultivo del añil. Dados los
requerimientos fisiográficos de esta planta tintórea, fueron las zonas de
clima cálido donde su cultivo comenzó a prosperar. En el transcurso del
siglo XVIII, una buena porción del territorio salvadoreño fue
orientándose al cultivo casi exclusivo de esta planta.
Entre los impactos más evidentes de este proceso se pueden
mencionar el establecimiento de numerosas pequeñas y medianas
propiedades fundamentalmente en manos de criollos; el paulatino
desaparecimiento de muchos pueblos de indios como consecuencia de
la fuerte demanda de tierra; acelerados procesos de ladinización de la
población indígena en la costa del Pacífico; así como la consolidación y
fortalecimiento de un sistema comercial articulado y controlado desde
la ciudad de Santiago de Guatemala. El arzobispo Cortés y Larraz,
alarmado, luego de su visita pastoral realizada hacia 1770, señalaba los
efectos perniciosos que la expansión del añil habían provocado entre la
población indígena de la provincia salvadoreña, tanto en términos de su
dispersión como en el desaparecimiento de varios pueblos.
En consecuencia, esta focalizada ubicación de los productos de
exportación significó que no todas las regiones –ni su población–
estuvieran sometidas con la misma intensidad a las presiones propias
de la producción destinada al mercado externo.
Así, la presión desplegada sobre los pueblos de indios de las regiones
no vinculadas directamente a la producción para la exportación, se
canalizó más a través de la vía fiscal y también –aunque en escala más
relativa y focalizada geográficamente– en torno a la prestación de

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

servicios de trabajo en las unidades productivas en manos de criollos/


españoles.
De esa forma, el pago de tributo en especies se constituyó en la vía
privilegiada para extraer de la población indígena la mayor cantidad
posible de excedentes. Además, debido al casi nulo desarrollo de formas
monetarizadas de intercambio, fue práctica común durante todo el
período colonial que éste se pagara con frutos de la tierra (maíz, frijol,
chile, trigo, etc.). Las autoridades respectivas establecían cuál era el
equivalente en esos productos que cada tributario debía entregar
rigurosamente dos veces al año (junio y diciembre).8
Como consecuencia de la aplicación de esta lógica fiscal, la población
indígena del territorio guatemalteco se convirtió en productora y
proveedora permanente de una serie de bienes y productos de consumo
diario, cuyos destinos principales eran la ciudad de Santiago de
Guatemala, como también las zonas productoras de añil donde, por el
alto nivel de especialización alcanzado, se habían dejado de cultivar esos
artículos. Los frutos y productos captados por la vía fiscal ingresaban a
los circuitos comerciales de estas zonas mediante mecanismos
específicos, controlados por los comerciantes santiagueños, sin que sus
productores originales obtuviesen beneficio alguno, al extremo que en
muchos casos, paradójicamente, se veían obligados a consumir –mediante
su compra– esos mismos productos, lo que implicaba una doble
expoliación.
Estructurada en tales términos la lógica de funcionamiento del
régimen colonial a escala local, la vía fiscal fue el mecanismo ad hoc
para la extracción de excedentes de la población indígena. Por lo tanto,
y desde esa perspectiva, era imperativo y necesario dotarles de tierra
suficiente para que cumplieran con tales objetivos.

8
Manuel Fernández Molina, Los tributos en el Reino de Guatemala: 1786-1821, Guatemala,
2000.

24

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

La tierra comunal, pieza clave para la reproducción del


régimen colonial

Uno de los pasos iniciales en el proceso de fundación de los pueblos de


indios fue el de su dotación de tierras ejidales. A principios del siglo
XVI, se estableció como prioridad que todo pueblo de indios debía poseer
determinada cantidad de tierra a título propio, señalándosele usos y fines
precisos, siendo éstas –además– inalienables. El ejido era la base
material primaria del patrimonio de toda comunidad. La Recopilación
de Leyes de Indias contiene una serie de capítulos dedicados al tema del
régimen ejidal de tierras: su extensión, dotación, limitaciones, etc.,
además, subrayaba los mecanismos de reparto de tierras a los pueblos
de indios y a los españoles, e insistía en que a cada pueblo fundado debían
señalársele “las tierras y solares que hubiese menester, y se le podrían
dar sin perjuicio de tercero para propios”9.
Cada pueblo debía disponer de una porción determinada de tierra
ejidal, que era utilizada colectivamente en pastaje de ganados, extracción
de leña y madera (astilleros) y algunas siembras comunes. Su extensión
oficial era de una legua cuadrada (38 caballerías) tomándose como punto
de referencia el centro del pueblo, pero, por otro lado, podía ampliar ese
patrimonio territorial utilizando los mecanismos previstos por la ley
antes mencionados (denuncias, titulaciones, composiciones,
confirmaciones, compras de tierra, etc.). En este caso, la tierra adquirida
y acumulada por el pueblo era considerada como comunal,
distinguiéndose de la ejidal en que esta última le pertenecía de derecho
y era inalienable, mientras que la primera se conformaba según las
posibilidades económicas de cada pueblo,ésta sí podía ser alienada
(venta, alquiler, préstamo, etc.).
El procedimiento rutinario para adquirir tierras a título comunal
consistía en la presentación de una solicitud formal ante el Juzgado
Privativo de Tierras, para que se les otorgase en propiedad determinada

9
RLI, Libro IIII, título 13, ley 1º, Madrid, 1943.

25

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

porción de tierra localizada en las cercanías del pueblo. A partir de allí,


era obligatorio observar todos los pasos rutinarios (denuncia, medida,
composición y titulación).
Se promulgaron, igualmente, otras disposiciones legales en las que
se ordenaba se privilegiara a los pueblos en las denuncias y remates de
tierras; que se debía dar tierras en abundancia a los pueblos, que debía
evitarse la intromisión de ganados en esas tierras, que los repartos de
tierra a españoles debían hacerse sin perjuicio de los pueblos de indios,
etc.10
Estas disposiciones legales –y otras más– evidencian una actitud
protectora –tutelar– por parte del Estado colonial para con la población
indígena. Se trataba de una aparente buena voluntad por parte de la corona,
pues este tutelaje apuntaba a garantizarles la base material para un
desarrollo económico estable, sin presiones de ninguna clase. Sin embargo,
esta generosidad –que en la práctica los hacía vasallos de segunda
categoría–, tenía otra finalidad, sobre todo en el caso guatemalteco.
En la práctica, a lo largo de todo el período colonial, se registró una
creciente tendencia hacia la acumulación de tierra comunal por parte
de numerosos pueblos de indios. Tendencia más claramente acentuada
en la región del altiplano occidental donde, además, se concentraba la
mayor cantidad de pueblos de indios y de población tributaria.
Desde la perspectiva comunitaria, la lógica implícita en los procesos
de acumulación de tierra comunal respondía a varias razones: a mayor
cantidad de tierra disponible, más factibilidad de implementar un
sistema de rotación de cultivos; a mayor cantidad de tierra disponible,
mayores posibilidades de desarrollar cultivos colectivos en más cantidad
y extensión. Luego, sobre todo desde mediados del siglo XVIII, muchas
comunidades procedieron a distribuir en usufructo porciones de esa
tierra a las familias de tributarios residentes en el pueblo, con el propósito
que dispusieran de un patrimonio específico que les permitiera generar
los productos para pagar sus tributos y, por supuesto, para su subsistencia.

10
Ibid: títulos XII, XIII y XVII del Libro IIII y los títulos I y VI del Libro VI.

26

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

En muchos casos, este trámite buscó legalizar situaciones de hecho


de tenencia de tierra. Asociado a esta intencionalidad también estaba el
objetivo de frenar la expansión territorial de un pueblo vecino, así como
la posibilidad que un hacendado también lo hiciese. Pero, fundamen-
talmente, lo que más interesaba al pueblo era disponer de tierra suficiente
que permitiera a sus habitantes hacer frente a las exigencias fiscales y
demás contribuciones a que estaban sometidos.
Las actividades y relaciones económicas y productivas generadas a
partir de la explotación del patrimonio colectivo (ejidal o comunal), desde
la óptica antes planteada, sólo podían inducir a la consolidación del
pueblo alrededor de la tierra, enfrentado a la presión económico-fiscal y
social exterior. Así, paradójicamente, tales presiones fueron estímulos
eficaces entre muchos pueblos para consolidar e incrementar el patri-
monio territorial colectivo, sin olvidar, por supuesto, que la capacidad
productiva del suelo y la estructura demográfica de cada pueblo, también
fueron factores importantes e influyentes en dicho proceso de conso-
lidación interna.
Como límites reales del proceso de consolidación y expansión del
patrimonio territorial comunal podrían señalarse, por un lado, la
capacidad económica que cada pueblo de indios logró desarrollar para
asumir los considerables gastos que implicaban los trámites de
adquisición de nuevas tierras. Por el otro, la fuerza y coacción con que
se desarrolló la propiedad privada (de criollos, mestizos e indígenas, a
título personal) en sus entornos. Este segundo factor se constituyó, en
la mayoría de casos, en una seria amenaza para la integridad territorial
comunal y la de los mismos habitantes de los pueblos. No obstante dicha
preocupación –la amenaza criolla/ladina sobre las comunidades
indígenas–, no fue sino hasta mediados del siglo XVIII que principió a
destacarse el peso y presencia de éstos en los pueblos de indios, como en
el establecimiento de pueblos específicamente para ladinos.11

11
Sin embargo, el establecimiento de pueblos de ladinos en Guatemala fue bastante reducido.
Jorge Luján, por ejemplo, da cuenta de la fundación de tres en el siglo XVIII (Petapa, Sija y
Salcajá). Véase sus artículos: “Reducción y fundación de Salcajá y San Carlos Sija
(Guatemala) en 1776”, en Revista Anales, 1976 y “Fundación de villas de ladinos en el último

27

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Los procesos de ocupación del espacio y la conformación de


regiones durante el período colonial

Los procesos de ocupación/apropiación de la tierra por parte de los


primeros colonizadores, estuvieron condicionados básicamente por dos
factores: su cercanía a los centros administrativos/mercados potenciales
y por su disponibilidad de la fuerza de trabajo indígena, para obtener de
ella los frutos esperados.12
No obstante, el sinuoso paisaje rural guatemalteco, sobre todo en el
altiplano centro-occidental, no ofrecía muchos atractivos a los posibles
interesados.13 Sobre todo, durante los primeros años del período colonial,
cuando el afán de los conquistadores y primeros colonos se canalizó hacia
la búsqueda y obtención inmediata de metales preciosos. Una vez
corroborada la pobreza local en yacimientos minerales, éstos buscaron
compensar esa carencia, agenciándose la tierra y la fuerza de trabajo
indígena que les generara ingresos inmediatos y sin costo alguno. La
encomienda fue la opción a la que muchos buscaron acceder.
El resultado de esta primera ofensiva colonizadora se constata, por
ejemplo, en los resultados de los repartos de encomiendas hechos tanto

tercio del siglo XVIII”, en Revista Anales, 1976. También los artículos de Isabel Rodas:
“Relación de los grupos de poder en el cabildo de Patzicía (1564-1811)” y “A la búsqueda de la
diversidad del ladino” ambos en la Revista Estudios, Guatemala, 1994 y 1996, respectivamente.
12
Se cuenta con muy pocos trabajos que den cuenta de estos procesos desde una perspectiva
regional. Para el altiplano occidental se pueden mencionar las obras de Elías Zamora Acosta:
Los Mayas de las tierras altas en el siglo XVI, Sevilla, 1985, y de George Lovell: Conquista
y cambio cultural. La Sierra de los Cuchumatanes de Guatemala, 1500-1821, Guatemala,
1990. Por otro lado, son también importantes los trabajos de Jean Piel sobre San Andrés
Sajcabajá (1989) y de Michel Bertrand sobre la región de Rabinal (1987).
13
Ilustrativo de estas peculiaridades geográficas es lo que dice el fraile-cronista Ximénez:
“Porque a la verdad, dificulto que otra parte del mundo se componga de tales montes,
barrancas y valles como esta América, donde sólo por algunas partes se hallan algunas
llanuras... aunque en la realidad no son sino valles que se hacen entre grandes montes; y así
son los que se hallan en toda esta tierra del reino de Guatemala... a donde llaman valles
aquellas caídas que hacia la costa del mar hacen los grandes montes...”. Francisco Ximénez,
Historia Natural del Reino de Guatemala, Guatemala, 1967.

28

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

por Pedro de Alvarado como por su hermano Jorge en la década de los


años veinte del siglo XVI. Wendy Kramer enumera 110 repartos
realizados por el segundo entre 1528 y1529. Éstos se localizaban en el
altiplano occidental, en el valle central, en el sur occidente y occidente,
al igual que en el oriente y en territorio salvadoreño, y constituyeron los
primeros pasos del proceso –de largo aliento– de consolidación del
régimen colonial a nivel local. De hecho, se trataba de un esfuerzo que
apuntaba hacia el control de la población indígena y su inserción dentro
del nuevo modelo de vida.14
Según la lógica de la encomienda, lo que interesaba al encomendero
era la captación de todos aquellos artículos que la población indígena
pudiera no sólo producir sino, también, entregar. Es decir, debían
producirlos y, también agenciarse de los que no producían. Esta doble
exigencia, en buena medida, estimuló tempranamente las especia-
lizaciones productivas territoriales.
La iniciativa desplegada en los últimos años de la década de 1530 por el
obispo Francisco Marroquín y el funcionario real Alonso Maldonado, con
el propósito de regular los tributos que los indígenas debían entregar
periódicamente a sus encomenderos, permite apreciar varios aspectos: los
frutos y productos que se debían entregar, los que no eran producidos
localmente; inferir los principales focos de producción de los segundos y,
en consecuencia, hacia dónde se orientaron los intereses de quienes buscaron
acumular mayor riqueza a través del control de esos centros de producción
(siendo el cacao, la sal y el algodón los más relevantes).15

14
Wendy Kramer, The politics of encomienda in early Spanish Guatemala, 1524-1544, Thesis
M.P., University of Warwick, 1983.
15
Este documento informa sobre las encomiendas existentes en los ahora pueblos de San Juan
Ostuncalco, San Martín Sacatepéquez, Jumaytepeque (Santa Rosa), Momostenango, Comalapa
y Santa Cruz del Quiché. Como productos “comunes” que allí se debían entregar estaban el
maíz, frijol, chile, aves de corral, miel, cera y otros más. Eran productos cuyo cultivo estaba
bastante generalizado en todo el territorio, y que no planteaban requisitos específicos en cuanto
a su hábitat natural de reproducción. Pero, además de éstos, también debían entregar cacao,
mantas de algodón y sal, artículos cuya producción se encontraba geográficamente muy
focalizada. Además, se trataba de productos importantes, tanto para el uso como para el
intercambio.

29

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Estas distinciones productivas para efectos de tributación pueden ser


consideradas como punto de partida de los procesos de diferenciación
de zonas productivas, sobre todo en cuanto a la propiedad de la tierra y
la presión sobre la fuerza de trabajo indígena. Tal situación explicaría
por qué la zona de mayor atracción para los colonos, durante las primeras
décadas del régimen colonial, fue la costa sur occidental, sobre todo la
de Suchitepéquez, llamada también Zapotitlán. Esta franja territorial,
como la de los Izalcos en El Salvador, atrajo por las numerosas
plantaciones cacaoteras prehispánicas allí existentes. Se trataba de un
grano bastante apetecido en el mercado mexicano, y –como ya se dijo–
exigido como tributo a casi toda la población indígena mesoamericana.
En tal sentido, las encomiendas constituyeron el primer proyecto
ordenador del territorio, de sus recursos y población. La lógica básica
bajo la que se procedió fue la de organizar a sus habitantes sin
desplazarlos necesariamente de sus asentamientos originales. Muchas
de estas encomiendas se convirtieron luego en pueblos de indios.
El mapeo de las encomiendas durante estos años permite constatar
cómo en una primera etapa el régimen colonial se fue desarrollando sobre
la población asentada en sus lugares de origen. Podría afirmarse que en
ese momento no se manifiesta aún un interés primordial por la propiedad
de la tierra sino, fundamentalmente, por la población indígena. Interesaba
que ésta principiara a tributar, a entregar lo que tradicionalmente producía.
Se trataba de una lógica doble: el enriquecimiento inmediato y, también,
garantizar la provisión periódica de alimentos para la subsistencia. En un
primer momento, los colonos tuvieron necesariamente que consumir los
productos locales, pero con el paso de los años fueron introduciendo frutos y
alimentos propios de la dieta peninsular (trigo, frutas, legumbres, ganadería,
etc.). Esta paulatina diversificación de la producción agrícola estuvo más
vinculada al desarrollo de los procesos de apropiación de la tierra como a la
existencia de una infraestructura mínima que facilitara su explotación, sobre
todo después de la implantación formal de los pueblos de indios.16

16
Palma Murga, El valle central de Guatemala..., Op. cit.

30

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Una vez superado el “boom” cacaotero, los procesos de ocupación y


apropiación de la tierra se fueron dando de manera proporcionalmente
directa a su capacidad productiva y con base en la disponibilidad de mano
de obra, y a la cercanía de los centros de comercio y consumo. Esta
dinámica explica por qué desde el siglo XVI la zona donde se registró un
constante interés por la tierra fue el llamado valle central, que rodeaba a
la ciudad de Santiago de Guatemala (los actuales departamentos de
Guatemala, Sacatepéquez y Chimaltenango).
Siendo dicha ciudad el centro político y administrativo más importante
de toda la Audiencia, representaba a la vez el principal mercado para
colocar la producción de granos y legumbres que se extraían de esas
tierras. Allí se registró una creciente demanda de tierra, básicamente
por parte de españoles y criollos, en detrimento de las tierras –tanto
ejidales como comunales– de los pueblos de indios.
Contrariamente, en el altiplano occidental, la región de Los Altos (los
actuales departamentos de Quetzaltenango, Sololá, Totonicapán,
Huehuetenango, El Quiché y San Marcos), los procesos y mecanismos
de ocupación de la tierra observaron otra tendencia. Allí se concentraba
un porcentaje importante de población y pueblos de indios que, como
ya se explicó, desplegó estrategias legales –tanto comunales como
individuales– para frenar la presencia de propietarios españoles, criollos
y ladinos. Esto explicaría su reducida presencia.17
Sin embargo, aunque de forma atípica, existieron unas pocas y grandes
propiedades de españoles/criollos en Huehuetenango, Quezaltenango y
Totonicapán. Junto a ellas también se desarrollaron grandes latifundios
comunales, como señal inequívoca de un sistema y organización
diferenciados y básicos para la reproducción social y económica de esa
zona y población.18

17
Como ya se indicó, la legislación ordenaba claramente las condiciones bajo las que españoles
y criollos podían acceder a la tierra en territorios con población indígena. Libro IIII, título
XII, RLI.
18
Es muy interesante el trabajo de Bernardo Belzunegui Ormazábal, Pensamiento económico
y reforma agraria en el Reino de Guatemala, 1797-1812, Guatemala, 1992.

31

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

El territorio de los actuales departamentos de Escuintla y Santa Rosa


cobró desde un principio interés por sus posibilidades para el estable-
cimiento de unidades productivas dedicadas a la ganadería, así como a
la incipiente actividad artesanal azucarera, por parte de españoles y
criollos. También, durante el siglo XVIII, en escala reducida, allí se cultivó
el añil. En situación totalmente opuesta aparece la porción occidental
de la franja costera del Pacífico (los actuales departamentos de
Suchitepéquez y Retalhuleu), la cual fue paulatinamente abandonada,
cuando decayó el cacao en el mercado externo.19
A su vez, a partir del siglo XVII, se fue perfilando la ocupación privada
de tierras en la región del oriente. Si bien, numéricamente, tanto la región
del altiplano occidental como ésta observaron tendencias similares en
cuanto a cantidad de gestiones sobre la tierra, ésas reflejaron dinámicas
diferentes. En el caso del oriente, las mismas se explicarían como el
resultado de una política de segregación de la población no indígena de
los pueblos de indios. En consecuencia, su territorio se fue convirtiendo
–sobre todo durante el siglo XVIII– en la principal zona receptora de
población no indígena, como también de indígenas que abandonaban
sus pueblos.20
Por su parte, la región de la Verapaz, registró un escaso movimiento
de tierras durante el período colonial. Su aislamiento “natural” (en
términos geográficos), así como el régimen administrativo específico bajo
el que estuvo durante mucho tiempo explicarían tal tendencia.
En términos generales, a lo largo del período colonial continuaron
afinándose los perfiles regionales en dicho proceso de ocupación de la tierra.
La región central continuó siendo el principal foco de atracción para el

19
El arzobispo Cortés y Larraz hace notar, en su visita pastoral, el lento decaimiento de este
territorio, notorio en el desaparecimiento de varios pueblos a lo largo del siglo XVIII. Pedro
Cortés y Larraz, Descripción Geográfico-Moral de la Diócesis de Goathemala, Tº I,
Guatemala, 1958.
20
Es conocida la prohibición de que los ladinos se asentaran en pueblos de indios y cercanías,
y aunque se dio la violación constante a ésta, el efecto general fue el de una demanda de
tierras en el oriente, que tenía muy pocos pueblos de indios. Libro VI, título XXX, ley XXI,
RLI.

32

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

desarrollo de la propiedad. La importante posición del valle central de


Guatemala –centro de poder político y económico de toda la Audiencia–
era razón inobjetable para dicha atracción. Allí llegó a concentrarse
alrededor del 50 por ciento de la población de todo el Reino de Guatemala
en más de 80 pueblos de indios. En consecuencia, la tierra llegó a tener
un valor e importancia superiores, sobre todo en relación con otras
regiones del resto del reino.21
Mientras que en el altiplano se incrementaron las gestiones para
regularizar las propiedades ejidales y comunales, consecuencia de la cada
vez mayor presencia de propiedades individuales en manos de criollos,
ladinos e indígenas, en el oriente fue donde más trámites se registraron,
sobre todo en el siglo XVIII. El sur occidente, sin embargo, no logró
despegar del letargo inicial.

Datos generales sobre gestiones de tierras


–período colonial–

Provincia S. XVI S. XVII S. XVIII Total

Verapaz 8 17 129 154


Escuintla 41 67 205 313
Sacatepéquez 96 89 240 425
Totonicapán 4 34 33 71
Chiquimula 14 73 527 614
Chimaltenango 23 50 58 131
Quetzaltenango 6 33 74 113
Sololá - 10 17 27
Suchitepéquez 3 6 7 16

Totales 195 379 1.290 1.864

21
Julio C. Pinto, El valle central de Guatemala, 1524-1821. Análisis acerca del origen histórico-
económico del regionalismo en Centro-América, Guatemala, 1988.

33

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Este cuadro da cuenta del total de expedientes que se pudieron


localizar en el Archivo General de Centro América, que se refieren a
trámites de diversa índole relacionados con la tierra (denuncias, medidas,
remedidas, titulaciones, litigios, etc.) promovidos tanto por comunidades
indígenas como por personas a título individual. Si se agrupa esta
información por grandes regiones geográficas, tendríamos el siguiente
resultado:

Gestiones de tierras
– por regiones–

Región/siglo Siglo XVI Siglo XVII Siglo XVIII Total

Altiplano 10 77 124 211


Centro 119 139 298 556
Oriente/Verapaz 22 90 656 768
Sur (occidente/oriente) 44 73 212 329

Totales 195 379 1.290 1.864

Como se indicó, tanto el centro como el oriente fueron los espacios


donde se registró mayor demanda de tierras. El altiplano registra una
tendencia constante hacia el incremento de gestiones. En el caso del
oriente, fue la provincia de Chiquimula donde se concentró esa tendencia,
y en el del sur, lo fue en la parte centro-sur oriental de su territorio. Por
otro lado, mientras que en el altiplano –y en buen porcentaje en el centro–
esas gestiones fueron promovidas mayoritariamente por los pueblos de
indios, en el resto de regiones lo fueron por personas individuales. En
última instancia, estas tendencias reflejarían los resultados positivos de
uno de los ejes del régimen colonial: la política de segregación de la
población ladina de la indígena. Por ello, los ladinos buscaron establecerse
y poder sobrevivir en la región de oriente y, en escala menor, en valles
como los de Salamá, Rabinal y Huehuetenango.

34

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Expansionismo y conflictividad agraria durante el período


colonial

Una constante que marcó el régimen colonial fue la violencia. La “paz


colonial” no fue, precisamente, una de las características esenciales para
este período histórico.
En su trabajo sobre los motines de indios durante el período colonial,
Severo Martínez propone como causa primordial de lo ocurrido en el
propio régimen colonial: “...los motines fueron reacciones violentas
contra la explotación legal y contra las exacciones ilegales vinculadas a
la misma, y no puede caber la menor duda de que la explotación y las
exacciones no eran accidentes ni anomalías del sistema, sino pertenecían
a su esencia misma.”22
La estructura del régimen colonial descansó sobre el pueblo de indios,
que encerraba y condensaba toda una serie de mecanismos que
facilitaban diversos procesos de explotación de su población. En ese
contexto, el interés que la tierra tuvo al interior de la comunidad se
entiende en la medida que ésta era el “colchón” que permitía amortiguar
los efectos de la explotación a que estaban sometidos.
Si la corona insistió siempre sobre la importancia de que todos los pueblos
de indios dispusieran de tierra suficiente y necesaria para su reproducción,
tal intencionalidad no era gratuita, como se subrayado. Obedecía a su interés
por asegurarse ingresos fiscales permanentes y, en síntesis, la reproducción
del sistema colonial. La comunidad, por su parte, encontró en la tierra
comunal un espacio que le permitía “respirar” en la medida en que a mayor
cantidad de tierra acumulada podía generar más bienes y productos para
enfrentar las cargas fiscales que pesaban sobre ella.
De igual manera, esa mayor disponibilidad de tierras comunales
también permitía aliviar tensiones al interior de la comunidad misma,

22
Severo Martínez Peláez, Motines de indios. La violencia colonial en Centroamérica y
Chiapas, Puebla, México, 1983, p.23.

35

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

sobre todo en términos de la posibilidad de que cada familia de tributarios


pudiera acceder a un pedazo de tierra donde obtener los bienes básicos
para satisfacer sus necesidades vitales (que iban desde la manutención
familiar hasta la obtención de productos para el pago de sus tributos).23
En tal sentido, la tierra tenía un sentido estratégico, vital, para la
comunidad.
Esa razón explica la conflictividad que de su uso y posesión se originó
entre muchas comunidades, y entre éstas y propietarios individuales,
tanto españoles, criollos, ladinos, como indígenas.
Al poner en marcha los mecanismos específicos para la titulación
comunal de la tierra (denuncia, “vista de ojos”, medida, remedida,
audiencia de testigos, presentación de pruebas, etc.) ciertos pueblos de
indios no lograban acumular las pruebas legales necesarias para
demostrar su derecho sobre las misma. Y, también, muchas veces
tampoco dispusieron de fondos comunales suficientes para enfrentar
los gastos que implicaba un trámite de tal naturaleza. Peor aún en
aquellos casos en los que los oponentes en el litigio (otros pueblos,
españoles, criollos, ladinos o indígenas acaudalados), sí tenían solvencia
económica para enfrentar los gastos. Esa desventaja se traducía, por
ejemplo, en la imposibilidad de participar en la puja por los precios de
la tierra, que podían alcanzar niveles con los que no podían competir.
En este contexto y como alternativa para no perder la tierra que les
interesaba, y detener la intrusión de un probable y molesto vecino
competidor o explotador, los pueblos desplegaron una serie de
estrategias.

23
Si bien hacia 1747 se emitió una disposición real que ordenaba que el tributo se pagara en
dinero, dicha medida no tuvo -en la práctica- una aplicación universal, al menos en el caso
guatemalteco. Sobre todo, por el hecho que aquí y por la precariedad misma, no fue posible
“monetizar” los procesos de producción e intercambio como se deseaba. En tal sentido, con
algunas escasas excepciones, las comunidades continuaron pagando su tributo en especie.
Gustavo Palma Murga, “Economía y sociedad en Centroamérica (1680-1750)”, en Historia
General de Centroamérica, Madrid, 1993, pp.262-264.

36

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

La principal consistió en apegarse a lo que la ley establecía (que como


ya se vio, contenía una fuerte carga proteccionista para con la comunidad).
Tal apego a los recursos y procedimientos legales implicaba desembolsos
que, no siempre, estaban en capacidad de efectuar. Para solventar tal
situación, generalmente, se realizaban colectas extraordinarias de dinero
entre los tributarios del pueblo con el propósito de cubrir los gastos
respectivos. Otra opción fue la de utilizar –cuando estaban disponibles–
los fondos acumulados en las cajas comunales para participar en la puja o
remate de las tierras en litigio, así como para cubrir los gastos que se tenían
que hacer durante todo el trámite de medida y titulación.
Las autoridades de los pueblos de indios conocían bastante bien la
legislación pertinente. Ya fuera directamente o mediante el apoyo de
procuradores, recorrían todas las instancias y pasos establecidos por la
ley para alcanzar sus objetivos. Aquí es importante destacar que los
argumentos utilizados para apoyar y justificar sus pretensiones iban
desde la legislación indiana general, pasando por las disposiciones
específicas, hasta la tradición oral, referida casi siempre a la época
anterior a la instauración del régimen colonial: el reiterado argumento
del usufructo y posesión ancestral de las tierras en disputa.
Pero, cuando las anteriores estrategias no daban resultado, se acudía
a recursos extremos que implicaban, casi siempre, medidas de hecho,
muchas veces acompañadas de acciones violentas: motines, rebeliones,
etc.
Una revisión más puntual de la documentación sobre tierras localizada
en el Archivo General de Centro América, permite apreciar el dinamismo
que durante todo el período colonial se registró en torno a la tierra, sobre
todo, en lo relacionado con la conflictividad. Los expedientes instruidos
sobre litigios dan cuenta de diversos tipos de trámites iniciados
mayoritariamente por las comunidades indígenas, en su afán por
garantizar y defender sus derechos específicos sobre la tierra. El siguiente
cuadro permite percibir esa situación.

37

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Litigios por tierras


de/contra “pueblos de indios”

Región S. XVI S. XVII S. XVIII Total

Centro/occidente 11 61 174 246


Oriente/Verapaz 3 6 47 56
Sur 3 2 32 37

Totales 17 69 253 339

Las cifras aquí presentadas ubican a la región centro-occidental como


la más conflictiva, es decir, la de mayor concentración de población
indígena. Sin embargo, en el caso de la porción del altiplano occidental,
la conflictividad se produjo mayoritariamente entre pueblos de indios,
mientras que en la parte central, lo fue entre comunidades y propietarios
individuales. La presión que se dio sobre la tierra en la segunda fue
resultado directo de su cercanía a la ciudad de Santiago de Guatemala,
lo que provocó en algunos casos que los pueblos perdieran, incluso, sus
ejidos.

El expansionismo territorial

Pocos fueron los pueblos que durante el período colonial no efectuaron


–al menos– una gestión para incrementar su patrimonio territorial. A
su vez, tanto en los alrededores de la ciudad de Santiago como, después,
en torno al nuevo asiento de la ciudad, se observó una constante y
creciente presión por la tierra por parte de criollos, ladinos y, también,
de algunos indígenas. Se trataba de un proceso “natural” de expansión
de formas individuales y colectivas de propiedad de la tierra. En el caso
del altiplano, el gran número de pueblos allí localizados implicaba mayor
presión demográfica sobre la tierra, así como una mayor demanda y uso

38

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

de la misma, al igual que su pronto agotamiento. En cuanto al valle cen-


tral, la presión provino desde los grupos de población ya mencionados,
con el efecto consiguiente de afectar a varias de las comunidades allí
ubicadas.
La información documental consultada permite constatar cómo –donde
las circunstancias lo requirieron o permitieron– muchos pueblos ocuparon
de facto las tierras que les interesaban o que necesitaban. Estas tácticas
implicaban pasos “estratégicos” previos, como desmontar, rozar, sembrar
milpas de manera dispersa, construir chozas y ermitas, etc. La ocupación
y uso de las tierras nuevas pasaba, entonces, a utilizarse como argumento
en el alegato de derechos de preferencia dentro de los procesos judiciales
para su respectiva titulación. El argumento principal que se desprendía
de esta táctica era que tales tierras eran poseídas por los indígenas desde
“tiempo inmemorial” y que nadie les había requerido títulos ni legalización
alguna. Tales prácticas se orientaban a sentar bases precarias
consuetudinarias que luego permitirían encarar el sistema legal colonial.
El expansionismo territorial, en el caso de muchos pueblos, estuvo
bastante relacionado con su capacidad económica, como con el interés
por alcanzar algún tipo de hegemonía local o regional. Obstaculizar a un
pueblo vecino el acceso a la tierra –sobre todo si ésta era fértil– podía
significarle acudir necesariamente a otros para obtener de ellos granos
y productos y, también, para solicitar tierra en arrendamiento o trabajo
estacional. En el valle central muchos pueblos se quejaron por la falta
de tierras y por la presión que padecían por parte de sus vecinos, quienes
no les permitían expanderse en ninguna dirección.
Estas situaciones permitieron evidenciar cómo la capacidad económica
del pueblo (resultado de su organización interna) era determinante en el
papel hegemónico que lograban asumir ante otros pueblos. Además,
muchos de los pueblos que desplegaron políticas expansionistas habían
sido asiento de núcleos socio-políticos prehispánicos importantes o, bien,
eran capitales provinciales de la administración colonial.
El expansionismo territorial de muchos pueblos se produjo también
como respuesta estratégica –sobre todo entre los de la periferia de la

39

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

ciudad de Guatemala y de algunas cabeceras provinciales– ante la presión


e incremento de la propiedad privada, lo que es más evidente a lo largo
del siglo XVIII.24
Como ha sido mencionado, constantemente se reiteraron prohibiciones
para que los españoles (y luego los mestizos y ladinos) se instalasen en los
pueblos de indios y tuviesen tierras en las cercanías de esos pueblos. Se
indicó, incluso, una distancia mínima –especie de frontera– luego de la
cual los no indígenas podrían acceder a la propiedad de la tierra. No
obstante, donde fue posible surgieron unidades productivas en manos de
no indígenas.
La presencia de esas unidades productivas privadas significaba para
los pueblos la posibilidad inmediata de verse obligados a suministrarles
fuerza de trabajo semi gratuita y continua, así como de convertirse en
consumidores obligados de lo que producían para el propietario español.
De esta suerte, la mayoría de veces, los propietarios de tierra no indígenas
llegaron a convertirse en los peores vecinos que un pueblo podía tener.
En el valle central, ya desde el siglo XVI, se produjeron litigios –algu-
nos interminables– entre pueblos de indios y sus vecinos españoles. La
invasión de tierras ejidales o comunales, la irrupción de ganado que
destruía las siembras, la prohibición de utilizar las fuentes de agua, los
obstáculos para atravesar propiedades privadas, aun cuando existían
caminos y brechas trazados y de uso tradicional, etc., aparecen como
principales excusas y pretextos en los juicios y pleitos que allí se
sostuvieron. Además, casi siempre, este tipo de juicios no fue iniciado
por los pueblos de indios contra los españoles y/o mestizos propietarios,
sino por éstos, quejándose y denunciando presiones y atemorizaciones
de que eran objeto por parte de los pueblos de indios vecinos.25

24
Esta inferencia se constata en las cifras presentadas en los cuadros anteriores, donde se
nota cómo, durante el siglo XVIII, se registró un notable incremento en los trámites judiciales
impulsados por las comunidades por asuntos de tierra.
25
En el Índice General del extinguido Juzgado Privativo de Tierras... se puede encontrar una
apretada síntesis de los múltiples juicios iniciados por las comunidades indígenas por las razones
expuestas. Índice General del extinguido Juzgado Privativo de Tierras..., México, 1991.

40

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

También se registraron casos en los que se señalaba a ciertos pueblos


como “especuladores” de tierra. Se le acusaba de acumular tierras sin
cesar, con el propósito de alquilarlas o venderlas a terceros. Esta
estrategia fue utilizada con mayor frecuencia por aquellos pueblos (en
el valle central y en el oriente de Guatemala) que tenían vecinos
propietarios de ganados. El pueblo alquilaba potreros donde mantenían
sus animales hasta el momento en que eran vendidos o transformados
en productos de consumo local. En tal sentido, estas tierras aseguraban
al pueblo ingresos permanentes. En otros casos, efectivamente,
compraban tierra que luego vendían, ya fuera a españoles, indios o
mestizos.26
En situaciones extremas se utilizaban astucias exageradas para justificar
la ocupación y usufructo de la tierra: la tala de árboles y la roturación del
suelo, hechas de manera bastante precipitada. Un cronista colonial asegura
que un fraile y sus feligreses indígenas construyeron un pueblo en una
sola noche, con el propósito de evitar que al día siguiente se practicara
una medida de esas tierras solicitada por un español.
En resumen, los recursos –legales o de facto– utilizados durante el
régimen colonial por los pueblos de indios, con el afán de asegurarse tierras
suficientes y –algunas veces– abundantes, fueron múltiples. Igualmente
lo fueron las razones y pretextos invocados para ello. Pero, por sobre todo,
primó el interés por mantener al pueblo dentro de un espacio vital para
reproducirse social y económicamente y, si era posible, defenderse de las
agresiones económicas externas.

El “patrón” republicano inicial

La legislación que sobre cuestiones agrarias fue promulgándose a partir


de la independencia política de 1821, en su espíritu, contiene nuevos

26
Gustavo Palma Murga, “Santa Catarina Pinula: la tierra comunal y dinámicas de poder
local, siglos XVIII y XIX”, en Poder y sociedades locales en Los Altos de Guatemala,
Guatemala, 1990.

41

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

enfoques que reflejan no sólo “los aires del tiempo” en cuanto a los
procesos de transformación política entonces iniciados, sino también
postulados y principios que buscaban sentar las bases para la búsqueda
de nuevas alternativas para el desarrollo económico local.
Contrariamente a la legislación agraria promulgada durante el período
colonial, esta nueva legislación se orientó, con variantes determinadas
por los distintos momentos políticos ocurridos a lo largo de todo el siglo
XIX, hacia una dirección básica: incentivar a la población a denunciar y
adquirir tierra con el propósito de estimular el desarrollo económico
general. Además, se insistió en que ese proceso de apropiación era de
carácter individual, privado, fieles a la idea liberal de promoción de la
ciudadanía. A partir de 1825, también se fueron perfilando, por un lado,
la tendencia a ir reduciendo la extensión y existencia de las tierras
comunales y, por el otro, la lotificación de las tierras ejidales. El momento
más importante en esta tendencia se registró luego de la Reforma Liberal,
en 1871, cuando se legalizó y legitimó el proceso agrario en marcha desde
la instauración del sistema republicano.
Es importante tener presente que el proceso y contexto políticos que
condujeron a la declaratoria de independencia estuvieron marcados por
una creciente crisis en las esferas económica y política del sistema
colonial. Por un lado, el resquebrajamiento del monopolio comercial
implicó para la élite guatemalteca la pérdida de las ventajas y privilegios
que habían disfrutado durante tres siglos; si bien no fue desplazada de
su función de intermediaria en los procesos de intercambios comerciales
con el exterior, si se vieron sensiblemente reducidos los objetos de tal
intercambio. Los procesos productivos y de comercialización del añil
salvadoreño, por ejemplo, pasaron a ser controlados por la élite local de
ese estado y, salvo tal producto, muy pocos de los locales tenían demanda
en el mercado externo.
Por otro lado, si bien se decretó la libertad de comercio como una
consecuencia del rompimiento con el antiguo régimen, sus efectos
concretos e inmediatos se hicieron sentir en la introducción de
mercaderías, inglesas sobre todo, más que en las posibilidades de
incrementar las exportaciones de productos locales. En tal sentido, los
42

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

anunciados efectos benéficos de esa apertura comercial no fueron tales.


El resto de años de la década de 1820, además, estuvo marcado por las
guerras civiles, provocando mayor inestabilidad económica. La recién
estrenada entidad política republicana no estaba preparada para
competir bajo esas nuevas reglas del juego.
Este contexto de crisis, política y económica, explica y permite entender
la lógica de la legislación específica que principió a emitirse tempranamente
en relación con la tierra. En general, en ella destaca el interés por promover
entre la población el desarrollo de expectativas alrededor de la tierra. Dos
ideas centrales son las que más se reiterarán a ese respecto: por un lado, se
insiste en presentar a la agricultura como la fuente primera de la riqueza
pública, argumentándose, por el otro, que ésta no había logrado desarrollarse
debido al corto número de propietarios de tierras que entonces existían,
provocando el consiguiente atraso económico imperante.
Como medida eficaz para desbloquear esa situación se promovería la
enajenación de las tierras baldías a precios y planes cómodos,
generándose así un mayor interés por la tierra, aumentándose a la par el
número de propietarios. En consecuencia, la agricultura en general
experimentaría un estímulo considerable.
Estos considerandos aparecerán una y otra vez en las sucesivas leyes que
en relación con la tierra fueron emitidas a lo largo del siglo XIX. Las pocas
variaciones registradas en esos textos legales fueron las que aludían a las tierras
ejidales y comunales, elaboradas, además, en consonancia con la visión y las
relaciones desarrolladas con las comunidades indígenas por parte de los
distintos regímenes políticos que se sucedieron durante todo este tiempo.
En tal sentido, podría plantearse que las diferentes leyes que en
relación con la tierra fueron emitidas entre 1825 (cuando se promulgó
la primera que ordenaba reducir a propiedad privada los terrenos
baldíos) y 186227 (con la aplicación del censo enfitéutico aún durante el

27
Por razones históricas obvias, además de las específicas de orden legal, se hace una distinción
de la legislación emitida durante todo este período y la que fue promulgada luego de 1871.
Se trata de dos lógicas políticas y económicas completamente diferentes.

43

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

régimen conservador), observaron ciertas características en cuanto a los


enfoques y propósitos en ellas contenidos. Pero, no necesariamente
fueron contradictorias entre sí.
A lo largo de todo este período, la voluntad estatal osciló entre dos polos
opuestos, sin que necesariamente se llegara a asumir el uno como definitivo
y descartar al otro. Esta ambivalencia se explicaría, entre otras cosas, por
el hecho que las comunidades campesinas reaccionaron de manera
constante ante los peligros que se cernían sobre sus patrimonios colectivos,
así como por el hecho más patente aún de que en el horizonte económico
no se produjo un proyecto económico que se asentara de manera
fundamental sobre la tierra, como sí lo hará el café posteriormente. De
hecho, la producción de grana o cochinilla para la exportación, localizada
fundamentalmente en los valles de Panchoy y Amatitlán, al ser intensiva,
le permitió al régimen conservador reimplantar las leyes de Indias y exigir
de las comunidades indígenas un mayor esfuerzo en la producción de
alimentos para el pago de los tributos.28
Desde esa perspectiva se comprenden los vaivenes que en relación con
la tierra ejidal y comunal se registraron durante todos esos años: en un
primer momento se insistió en que los pueblos debían contar con tierra
ejidal suficiente y necesaria (las 38 caballerías ya establecidas durante el
período colonial). Luego, en otro momento político, se permitió que
tuvieran más, siempre y cuando pagasen los respectivos derechos y
contribuciones fiscales, ordenando también que fueran de uso común;
posteriormente se ordenó que se enajenaran privadamente; luego que no
se pudieran enajenar, etc., etc.

28
Arturo Taracena Arriola, Invención criolla, sueño ladino, pesadilla indígena. Los Altos de
Guatemala: de región a estado, 1740-1871, Guatemala, 2000.

44

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

El recorrido de la legislación

En 1825 se ordenó que los terrenos baldíos fueran reducidos a propiedad


particular. Los considerandos de esta ley enunciaban que la agricultura
era la fuente primera de la riqueza pública; que el reducido número de
propietarios de tierras era una de las causas del atraso; por lo que la
enajenación de las tierras baldías a precios y planes cómodos aumentaría
el número de propietarios y estimularía la agricultura.29 Quedaron
excluidas de esta disposición las tierras ejidales y pastos comunes. Allí
mismo se renovó una disposición previa que ordenaba distribuir los ejidos
a censo enfitéutico,30 debiendo reconocer los adjudicatarios como referente
de pago entre un 2 ó 3% del valor que se fijase a los terrenos. En esta ley se
establecieron normas para garantizar tierra ejidal a los pueblos.
En 1829, cuando aún se agitaban las aguas políticas como resultado
de las guerras civiles interestatales, nuevamente se ordenó reducir a
propiedad privada las tierras baldías, excluyéndose las tierras ejidales y
pastos comunes, buscando extender la propiedad privada de la tierra.
En esa perspectiva se dispuso que los pueblos podían otorgar sus ejidos
a censo enfitéutico, siempre y cuando no faltasen tierras para los usos
comunes. También se estableció que si en vecindades de pueblos sin
tierra comunal existían propiedades de cofradías o capellanías, éstas se
considerarían baldías y se podrían repartir a los pueblos. Igualmente se
estableció que los habitantes de los pueblos podían utilizar los ejidos y
tierras comunes sin restricción alguna ni pago de arriendo.31

29
Decreto de la Asamblea Constituyente de 27-i-1825, mandando que los terrenos baldíos se
reduzcan a propiedad particular. En Recopilación de Leyes de Guatemala, compuesta y
arreglada por Don Manuel Pineda de Mont, a virtud de orden especial del Gobierno Supremo
de la República, Guatemala, 1979, Tomo I, vol. III, p. 658. En adelante RLPM
30
La figura del censo enfitéutico, de origen colonial, permitía el acceso al derecho de usufructo
de la tierra por tiempo ilimitado pero no a su propiedad. Para hacerse acreedor a una porción
de tierras bajo esta modalidad, las autoridades competentes establecían el valor de la tierra
en cuestión y el interesado se comprometía a pagar anualmente una cantidad equivalente a
un determinado porcentaje del valor establecido.
31
Decreto de la Asamblea Legislativa, de 26-vii-1829, previniendo reducir a propiedad particular
las tierras baldías que expresa, con otras disposiciones análogas. RLPM, Tº I, vol III, p. 663.

45

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

En 1831, estando Mariano Gálvez en la jefatura del Estado de


Guatemala, se volvió a insistir en que se remataran las tierras baldías entre
los vecinos y en las cantidades que éstos quisieran.32Al año siguiente se
ordenó llevar un control de las tierras que estuvieran repartidas en un
“Libro de matrícula de tierras” por departamento. Por ello se recordó a
los propietarios que procedieran a registrar sus propiedades en dichos
libros. Así se podría supervisar el pago del impuesto de contribución
territorial, que también debían pagar los pueblos por las tierras que
tuvieren, a razón de cuatro reales por caballería.33
En 1835, se recordó que la cantidad máxima que cada pueblo podía tener
como ejido era de 38 caballerías, y si poseían en mayor cantidad que ésta,
debía pagar el impuesto de contribución territorial a razón de cuatro reales
por caballería sobre cada una de las que tuvieran de más de las 38 dichas.34
De igual manera, se autorizó a los propietarios de tierras que no habían
legalizado su situación a que lo hicieran sin costo alguno, pudiendo pagar
la mitad del valor de las tierras que tuvieran que titular. El precio a pagar
se regularía tomando como referencia el que hubiera tenido en los dos
años anteriores.35
En 1836, aún durante el gobierno de Gálvez, se introdujeron
importantes modificaciones en la tendencia hasta entonces observada.
Por vez primera se planteó que las municipalidades podían deshacerse
de sus ejidos, incluyéndose las tierras de cofradías. La condición para
poder realizar tales ventas era que los fondos obtenidos se destinaran a
obras públicas locales. También, por primera vez, se autorizó a quienes
tuvieran tierras a censo las adquirieran en propiedad.36 Varios meses

32
Decreto del gobierno, de 30-xi-1831, sobre remates de tierras baldías. RLPM, Tº I, vol III, p. 668.
33
Decreto del gobierno, de 20-ix-1833, reglamentado la ejecución del decreto que expresa
(de 15-vii-1832). RLPM, Tº I, vol III, p. 668.
34
Decreto de la Asamblea Legislativa, de 14-viii-1835, declarando los casos en que los pueblos
deben pagar la contribución territorial. RLPM, TºI, vol III, p. 675.
35
Decreto de la Asamblea Legislativa, de 5-xii-1835, declarando los casos en que los poseedores
de terrenos no titulados pagarán la mitad de su valor. RLPM, Tº I, vol. III, p. 676.
36
Decreto de la Asamblea Legislativa, de 28-iv-1836, sobre venta de ejidos de municipios,
terrenos y otras fincas de cofradías. RLPM, Tº I, vol III, p. 677.

46

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

después, en ese mismo año, se insistió en la privatización de las tierras


baldías y ejidales, ordenándose que ya no se dieran ejidos a los pueblos,
y que mientras esas tierras se privatizaban seguiría en vigencia su
distribución bajo la modalidad del censo enfitéutico.37
Al año siguiente, y bajo una perspectiva política más conservadora, se
legisló en el sentido de reiterar cuáles debían considerarse tierras baldías.
Se insistió que cada pueblo tenía derecho a una legua cuadrada de ejido
(38 caballerías) y, se les autorizó que pudieran poseer legalmente tierras
siempre que acreditaran su posesión desde, por lo menos, 30 años atrás.
Quedaba a criterio de las municipalidades el uso que se les diera a las
mismas. Se insistió que los pueblos verificasen la extensión de sus
propiedades mediante medidas y amojonamientos hechos por técnicos.38
Se trataba, en este momento, de un cambio de visión que se enmarcaba
dentro de la lógica política conservadora, que entonces principió a ser
hegemónica en Guatemala; Rafael Carrera, a la cabeza de un movimiento
de campesinos originarios de La Montaña, en el oriente del país, provocó
la caída política de Mariano Gálvez. Éstos se habían alzado en 1837 por
razones de sobrevivencia económica, motivadas por el desfunde de la
región de oriente con la caída del añil como producto de exportación en
las primeras décadas del siglo XIX.

37
Decreto de la Asamblea Legislativa, de 13-viii-1836, mandando a reducir a propiedad
particular las tierras baldías y ejidos que expresa. RLPM, Tº I, vol III, p. 679. De acuerdo
con David Maccreery, se trataba de un ataque frontal a las tierras ejidales y comunales.
Debían establecer los límites entre las comunidades para, luego, repartirlas entre
particulares. Esta ley no fue revocada sino hasta 1852, aunque había sido suspendida en
noviembre del año siguiente como consecuencia del creciente malestar rural suscitado por
ella, sobre todo, en aquellas comunidades donde los ladinos estaban tomando ventaja para
apropiarse de esas tierras, despojando a las comunidades de ellas y del poder que de ellas se
derivaba. David Mac Creery, Rural Guatemala. 1760-1940, Stanford, 1994.
38
Entre los considerandos de este decreto se decía que “...las leyes vigentes sobre propiedad,
posesión y amparo de tierras son causa de descontentos entre los pueblos y particulares por
la inseguridad que producen...”. Decreto del gobierno, de 2-xi-1837, declarando baldíos los
terrenos que expresa y otras disposiciones análogas. RLPM, TºI, vol III, p.682.

47

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Esta efímera pero contundente emergencia campesina, acompañada


del separatismo de la élite de la región de Los Altos en el occidente entre
1838 y 1840, explicaría por qué la legislación agraria a partir de esos
años buscó facilitar una relación más armónica entre el Estado y las
comunidades campesinas. Así, se volvió a permitir a las comunidades
que mantuvieran sus ejidos, y que adquirieran más tierras a título
comunal. De manera simultánea, también se continuó estimulando a
los ciudadanos para que accedieran a la tierra baldía a través del censo
enfitéutico. Como ya se ha dicho, éste facilitaba el acceso a la tierra a
cualquier persona sin la obligación de hacer un desembolso para
adquirirla. Se trataba, únicamente, de reconocer el pago de una tasa anual
para acceder a su usufructo por tiempo ilimitado.
Bajo tal perspectiva, en 1845 se recordó la necesidad de observar las
prescripciones relacionadas con los procesos y trámites que se debían
seguir para acceder a la propiedad de la tierra baldía. En 1852, volvió a
reiterarse la vigencia del decreto de 2 de noviembre de 1837, que
salvaguardaba los derechos de posesión de los pueblos sobre sus ejidos
y a los procedimientos a seguir para la enajenación de los mismos.
Diez años después, en 1862, se recordó cuál era la tasa (3%) que se
debía pagar como canon anual por terrenos de ejidos o comunes dados
en censo enfitéutico, la cual era aplicable en todo el territorio nacional.39
Un elemento que es importante destacar, ya mencionado varias veces,
es el relacionado con la aplicación de la figura jurídica de este tipo de
censo. Desde 1825,40 se había ordenado que se mantuviera la aplicación
de esta modalidad de acceso al usufructo de la tierra con el propósito de
estimular su demanda. Su uso generalizado, aunque no necesariamente
exitoso, refleja más bien el afán estatal por promover un acercamiento
de la población a la propiedad privada de la tierra a través de este tipo
de mecanismos.

39
Acuerdo de gobierno de 6-xi-1862, sobre terrenos a censo enfitéutico. RLPM, Tº I, vol II, p.
585.
40
Decreto de la Asamblea Constituyente, de 27-i-1825, mandando que los terrenos baldíos se
reduzcan a propiedad particular. RLPM, Tº I, vol III, p. 658.

48

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Sin embargo, desde la década de 1850 fueron reforzadas las prácticas de


habilitación de mano de obra de las comunidades indígenas, y el Estado
impulsó la distribución de tierra a lo largo de la región de la costa del pacífico
–especialmente en los departamentos de Suchitepéquez y Escuintla–, con
el propósito de fomentar la producción de café frente a los primeros síntomas
de deterioro de la exportación de grana por el surgimiento de nuevos
competidores y la invención de los colorantes químicos. Realidad que sería
legalizada luego de la Revolución Liberal de 1871.41

La Revolución Liberal y sus efectos

En junio de 1871 se produjo el triunfo de las fuerzas liberales al mando


de Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios cuando derrocaron a
Vicente Cerna. Uno de los propósitos de este movimiento era la
transformación del régimen productivo vigente, a partir de la implemen-
tación de una serie de disposiciones legales que facilitaran el acceso a la
propiedad de la tierra, sobre todo de las aptas para el cultivo del café, y
la disponibilidad de mano de obra, especialmente la indígena. De hecho,
la fuerza social que estaba detrás del movimiento rebelde liberal estaba
compuesta esencialmente por propietarios y campesinos ladinos de la
región occidental de Guatemala. La legislación agraria hasta entonces
vigente no fue inmediatamente derogada, empero se fueron
estableciendo las bases de lo que más adelante constituyó una verdadera
arremetida contra el orden legal vigente.
Los grandes cambios iniciales introducidos por los liberales giraron
alrededor de tres ejes: la desarticulación del régimen ejidal/comunal de
tierra y la agilización del acceso privado a ésas y otras tierras (baldías)
mediante nuevos mecanismos legales; la expropiación de los bienes y
capitales hasta entonces acumulados y poseídos por las diferentes
órdenes y congregaciones religiosas de la iglesia católica; y la emisión
de una legislación justificadora del uso obligatorio de la fuerza de trabajo
campesina en las labores propias de la caficultura.
41
Taracena Arriola, op. cit.

49

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

El interés estatal por la tierra, promovido por los liberales, evidenció


una nueva percepción sobre la importancia que ésta tenía dentro de su
proyecto económico y político de modernización del país. Primordial-
mente, se buscó implementar un mayor control sobre el acceso a su
propiedad. En este sentido, por ejemplo, se impuso la obligatoriedad del
pago de la contribución territorial, lo que suponía identificar y ubicar
previamente las unidades productivas existentes, su extensión, etc.42
Igualmente, se ordenó ya no gravar ninguna propiedad rústica si tenía
cargas hipotecarias.43 También se derogaron las leyes que gravaban con
un 5% la imposición y redención de censos y el arrendamiento por más de
nueve años.44 Con esta medidas se buscaba liberar todas aquellas tierras
que tenían estas cargas desde nueve años atrás, así como propiciar un
mayor interés por parte de inversionistas y terratenientes por la tierra.45
Destaca también, en esta misma dirección, la resolución emitida en
julio de 1873, mediante la cual el Estado se proclamó propietario de
aproximadamente dos mil caballerías de tierra en Costa Cuca, zona de
mayor atracción para la caficultura en esos momentos, argumentándose
que no existía certeza sobre si eran o no tierras baldías y que, ante la
creciente demanda allí experimentada, debían agilizarse los medios para
que los interesados accedieran a ella. Se trataba de una zona extremada-
mente feraz para el cultivo del café la cual, desde la mitad del siglo XIX,

42
Se estableció que la manzana de terreno de 10.000 varas cuadradas era la unidad de base
para el cobro de la contribución territorial, y que las propiedades rústicas menores de esta
extensión quedaban excluidas de ese gravamen. Cada propietario debía pagar dos pesos
por cada caballería que poseyera. Dto. 109, Recopilación de Leyes de la República de
Guatemala (en adelante RLRG) 15-12-1873, Tº 1, p. 238. Esta suma fue reducida a un peso
en 1875. Dto. 134, RLRG, 22-01-1875, Tº 1, p. 346.
43
Dto. 25, RLRG, 23-10-1871, Tº 1, p. 42.
44
Dto. 34, RLRG, 21-11-1871, Tº 1, p. 59.
45
A este respecto, J.C. Cambranes dice: “Las tierras cedidas a censo, pese a implicar su
usufructo perpetuo, y ser este usufructo heredable e incluso vendible, previa aprobación
municipal, no eran propiedad del beneficiario. En esto consistía la mayor contradicción del
sistema de tenencia de la tierra antes del arribo al poder de los finqueros...”. Café y
campesinos. Los orígenes de la economía de plantación moderna en Guatemala, 1853-
1897,Madrid, 1996, p. 178.

50

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

venía siendo poblada por ladinos. El censo de población de 1880 testimo-


nia el crecimiento inusitado de población en dicha zona.46
Otro momento importante en este proceso de “liberación” de la tierra
de las trabas que supuestamente habían frenado su acceso se registró en
1874, cuando se publicó el reglamento para la aplicación del pago del
impuesto de contribución territorial. Mediante esta disposición se buscaba,
por un lado, precisar cuál era la situación general de la tenencia de la
tierra en todo el territorio y, por el otro, obligar a los propietarios de tierras
a pagar un canon anual de dos pesos por cada caballería poseída.47
En 1877, a partir de la promulgación del decreto 170, que ordenaba
redimir del censo enfitéutico a todas las propiedades que estuvieran
afectas al mismo, se hizo aún más evidente el interés estatal por entrar
de lleno a regular el acceso a la propiedad de la tierra. En este decreto, si
bien se reconocía la utilidad que dicha figura jurídica había tenido como
vía para la generalización del acceso al usufructo de la tierra, también se
afirmaba que al no tenerse certeza jurídica y dominio directo sobre ella
se generaba inestabilidad entre los individuos y poco valor en términos
del mercado, sobre todo porque se estaba experimentando un “...aumento
progresivo del valor que han tenido los terrenos acensuados con la
creciente mejora de la agricultura”. Por ello, se consideraba pertinente

46
En la “Memoria presentada a la Legislatura de 1884...” se informa que durante el período
de 1871 a 1884 se habían titulado un total de 8.839 caballerías, 6 manzanas y 6.114 varas de
tierra baldía, por las que ingresaron al tesoro público 248.182 pesos 90 centavos, “habiéndose
emitido 382 títulos de propiedad. Del libro índice general respectivo, que existe en el archivo
de expedientes de terrenos, aparece que durante los 30 años transcurridos desde el de 1840
al de 1870 inclusive, se otorgaron sólo 300 títulos de propiedad de baldíos, la mayor parte
de ellos a favor de pueblos de indígenas y en concepto de ejidos.”
47
Por ejemplo, se ordenaba que en cada jefatura se registraran las propiedades allí existentes
con su extensión, linderos, usos, título con el que se poseían, etc. Los dueños debían acudir
antes de 60 días ante los jefes departamentales a declarar sus propiedades. Debían hacerlo,
salvo los municipios, todas las corporaciones, cofradías, parcialidades. Se harían listas de
los que tuvieran terrenos en censo enfitéutico, así como de los poseedores de baldíos, quienes
deberían matricularlos y formalizar su denuncia sobre ellos. Por último, se establecía que
la manzana de terreno de 10.000 varas cuadradas sería la unidad de base para el cobro de la
contribución territorial. Reglamento sobre la aplicación de la Contribución Territorial.
RLRG, 6-02-1874, Tº 1, p. 248.

51

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

ya no hacer más concesiones de tierra bajo dicha modalidad, y establecer


normas claras para proceder a transferir la propiedad de los terrenos no
acensuados pertenecientes a los ejidos municipales como de aquellos
que no pagaban pensión ni habían sido cedidos a censo. Asimismo, se
ordenaba que todos los capitales impuestos sobre bienes inmuebles
urbanos y rurales debían redimirse en plazos perentorios.
Es decir, debían “limpiarse” las propiedades de todo reconocimiento
de pago de intereses por concepto de censo. En ciertos casos, esta medida
implicaba que los propietarios que no estaban en capacidad de redimir
el valor sobre el que pagaban intereses sobre la tierra usufructuada, las
perderían. En otros, al liberarse de todo gravamen, esas tierras podían
entrar al mercado de tierras y ser adquiridas por el mejor postor.48
Debe tenerse en cuenta que si bien las concesiones de tierra mediante
estas modalidades no estimulaban la inversión en la misma, dado que
no se tenía la propiedad sino sólo el usufructo, éstas garantizaban a las
comunidades ingresos regulares por concepto del pago de renta de los
censos. Al suprimirse tal modalidad de usufructo de la tierra, se buscó
garantizar el acceso directo y efectivo a la propiedad de la tierra, pero
privando a las comunidades tanto de sus tierras ancestrales como de los
irregulares ingresos que tenían por concepto del pago de los censos por
parte de los usufructuarios.
Podría decirse que a partir de este conjunto de disposiciones, se abrían
las puertas para un acceso a la tierra regulado básicamente por las leyes
del mercado, en el que los criollos y los ladinos, amparados en el acceso
a la ciudadanía republicana, tenían una clara ventaja sobre los indígenas,
enmarcados en la dinámica de una ciudadanía tutelada desde la reim-
plantación de las Leyes de Indias por los conservadores a partir de 1839.
En adelante, la cesión de la tierra se haría mediante subasta pública,
con las consiguientes consecuencias de exclusión de quienes no pudieran
disponer de capitales suficientes para participar en esos procesos. Una

48
Dto. 170 sobre la redención de los capitales representativos del valor del dominio directo de
los terrenos concedidos en enfiteusis. RLRG, 8-1-1877, Tº 2, p.3.

52

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

vez redimido el terreno del respectivo censo, correspondía a la autoridad


municipal extender escritura de propiedad.
Se trataba, en tal sentido, de un “asalto general” a la tierra, hasta
entonces bajo control local. Pero, sobre todo, de una estrategia
encaminada a desarticular la propiedad comunal, intención claramente
manifiesta en el contenido de la circular relativa a la aplicación del decreto
170, enviada el mes siguiente, en la que se insistía que el propósito de
esa ley era: “... el fraccionamiento de la propiedad en pequeños lotes
para hacer más productivos los terrenos que poseídos y cultivados en
común sólo satisfacen necesidades transitorias y no se estiman como
corresponde”. En sus artículos se prevenía, además, que en la redención
de las tierras comunales deberían ser privilegiados los vecinos del pueblo,
y se encargaba a los jefes políticos que señalasen la porción de tierra que
sería necesaria para usos colectivos de los pueblos. 49 Es decir, se trataba
de reducir a su mínima extensión las grandes propiedades que, bajo título
comunal, estaban poseyendo muchas comunidades.50
Esta ley abrió, de manera definitiva, la puerta a la apropiación
individual de la tierra comunal y ejidal. Para ello, se debía redimir el
valor representativo del dominio directo de los terrenos detentados bajo
el censo. Desde entonces, el valor de la tierra principió a experimentar
variaciones según las diferentes regiones del país. Se volvía, así, a la
primigenia idea independentista de constituir un país de propietarios
agrícolas individuales, fuente de la soberanía ciudadana.
Esta “liberación” en los mecanismos de acceso a la tierra produjo
diversidad de reacciones en el ámbito local. En ciertos casos, las
comunidades buscaron garantizar sus derechos colectivos sobre sus
tierras ejidales. Simultáneamente, muchas personas individuales se
apresuraron a solicitar títulos de tierras recién adquiridas. En otros, se

49
Circular de 19 de febrero de 1877, RLRG, Tº 2, p. 48.
50
El siglo XVIII fue testigo de un proceso bastante generalizado de legalización de tierras
ejidales y de incremento de tierras comunales por parte de muchas comunidades. De tal
manera que muchas de ellas llegaron a ser propietarias de grandes latifundios de uso
colectivo. Palma Murga, La tierra comunal en Guatemala, op. cit.

53

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

fueron resolviendo los casos locales de solicitudes de tierras presentadas por


grupos de campesinos, que se quejaban de no tener tierras para cultivar lo
básico para su sobrevivencia.51 Luego, estando ya Barrios en el poder –a partir
de 1873–, se procedió a hacer concesiones gratuitas de tierra a ciertas
comunidades, sobre todo aquellas que le habían apoyado durante el alzamiento
militar contra el gobierno de Cerna y que eran en su mayoría de ladinos.52
En aras de la modernización de la economía se promovieron, entonces,
mecanismos liberadores de la tierra a costa de la sobrevivencia económica
y cultural de las comunidades campesinas, especialmente las indígenas.
Nótese cómo en apenas 50 años se experimentaron vertiginosos y
profundos cambios en la manera de concebir la tierra, que llevaron, sobre
todo, a la desestructuración de la trama colonial agraria, que los liberales
consideraban resabio del pasado.
Evidentemente, no fue un proceso simple. Los sucesivos levantamientos
campesinos que se registraron desde la independencia –el de La Montaña
el más significativo– evidenciaron que al modificar un régimen de tierras
de casi 300 años, se atentaba contra todo un modus vivendi, fuertemente
arraigado en el ámbito rural del país. Además, por ser el movimiento liberal
un movimiento básicamente liderado por cafetaleros (Barrios era uno de
ellos), terminó por enajenarse las simpatías entre gran parte de la población
campesina. Ya en el poder, Barrios y sus sucesores acudieron con frecuencia
a la violencia para acallar los brotes de rebeliones campesinas en varios
lugares del país.53 Asimismo, Barrios simplemente “castigó” a poblaciones
que se habían negado a dar su apoyo al movimiento armado liberal.

51
Cabrales, op. cit. pp.178 y ss.
52
En Amatitlán entregó 1 cab., 60 manzanas a los milicianos del Pepinal; en Baja Verapaz, 51
cabs. y 12 mzs. a las municipalidades de San Jerónimo y San Rafael Chilascó; en Alta Verapaz
dio 81 cabs. y 8 mzs. a San Cristóbal y Santa Cruz; en El Quiché dio 39 cabs. a Nebaj y 46 a
Canillá; a Retalhuleu dio 43 cabs; en Quezaltenango dio a Salcajá 1 cab., a El Palmar 1 cab., 18
cabs. a Santa María de Jesús, 12 a Santiago, 26 cabs. a San Carlos Sija, 8 a Ostuncalco, 45 a los
de Bobós; en San Marcos se dieron 38 cabs. a Santa Isabel Tajumulco; en Santa Rosa, 34
cabs. a Nancinta. “Memoria presentada a la Legislatura de 1884 por la Secretaría de Estado
en el Despacho de Gobernación y Justicia de la República de Guatemala”, Guatemala, 1884.
53
Cabrales, op. cit.

54

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

En la misma dirección, control estatal directo e indirecto sobre el acceso


a la propiedad de la tierra, se entienden otra serie de disposiciones
emitidas, tanto durante el período gubernativo de Barrios como por sus
sucesores, mediante las cuales se buscó regular el valor de la tierra. Aunque
en los textos legales se justificaban esas medidas intervencionistas por el
excesivo precio que ésta estaba alcanzando, indirectamente se privó a los
campesinos de la posibilidad de acceder a ella a título individual.
En 1877, por ejemplo, se fijó como precio base por caballería el de 50
pesos,54 cifra que triplicó la que había estado vigente desde décadas
anteriores. De igual manera se buscó limitar la cantidad de tierra que
cada individuo podía denunciar a título individual. En 1888, a su vez, se
fijó en 30 caballerías el máximo que cada persona podía denunciar, ya
fueran éstas para dedicarlas a la ganadería como para otros usos.55
Posteriormente, en 1894, se emitió la primera Ley Agraria en la cual
–entre otras cosas– se reiteraba la necesidad de regular los máximos de
tierra a que se podía acceder individualmente. Se redujo a 15 caballerías
el máximo por persona, estableciendo al mismo tiempo las tarifas
específicas de precios según la vocación de la tierra: 250 pesos/caballería
en terrenos útiles para ganadería, siembra de cereales, viñedos, añil,
henequén y demás cultivos análogos; 400 pesos/caballería en terrenos
para cultivo de caña de azúcar, banano, tabaco, ramié; y 500 pesos/
caballería en terrenos aptos para el cultivo de café y algodón o bosques
para explotación de maderas de construcción y otros usos.56 También
afirmaba el derecho inalienable del Estado sobre las tierras limítrofes

54
En la parte considerativa del Dto. 173 se argumenta: “...el valor de los terrenos ha aumentado
en la República de una manera proporcionada al incremento e importancia que ha venido
tomando la agricultura, por lo que no deben estimarse hoy los baldíos en el precio que se les
fijó en las leyes agrarias emitidas en épocas anteriores, como el de doce reales el mínimum
de cada caballería, según disposición de 1836, que se cree vigente en varios departamentos;
y últimamente se ha asignado un valor crecido a terrenos situados en distintas localidades,
sin que por esa circunstancia hubiese dificultad para su enajenación, lo que demuestra la
conveniencia de hacer el aumento indicado en el valor de los baldíos.” Dto. 173, RLRG, 15-
02-1877, To 2, p. 47.
55
Dto. 416, RLRG, 20-11-1888, To 7, p. 260.
56
Ley Agraria. Dto. 483, RLRG, 9-11-1894, To12, p. 389.

55

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

internacionales, las de las orillas del mar, ríos y lagos. Igualmente


ordenaba que, en el caso de las tierras ejidales aún existentes, el máximo
que se podía repartir individualmente era de 20 manzanas.
La violencia también estuvo ligada al nuevo ordenamiento de la fuerza
de trabajo que, si bien legitimaba prácticas surgidas a raíz del desarrollo
de la caficultura en la década de 1850, tuvo como decretos más
importantes: el del 26 de octubre de 1874, por medio del cual los vecinos
fueron obligados a trabajar personalmente en la construcción de vías de
comunicación durante tres días al año57; el decreto del 3 de abril de 1877,
conocido como Reglamento de Jornaleros, que legalizó el trabajo forzado
de los indígenas en las plantaciones de café58; la Ley de Trabajadores del
14 de febrero de 1894 que, luego de la abolición de los mandamientos
por decreto 177 del 23 de octubre de 1893, estableció el sistema de libretos
y reforzó el sistema de habilitaciones; completados por la creación del
Batallón de Zapadores, por medio del cual los indígenas afectados por el
servicio militar debían de trabajar en la caficultura y sus derivados59.
La prensa oficial guatemalteca (Diario de Centro América , La
República) dio cuenta en sus páginas de cómo decenas de ellos habían
comenzado a emigrar hacia las regiones montañosas y a los poblados de
la costa sur de Guatemala y también hacia México, provocando las airadas
protestas de los propietarios de las fincas por la falta de brazos. Al
finalizar el siglo XIX, el estallido más fuerte de violencia se dio en San
Juan Ixcoy, Huehuetenango, cuando el 17 de julio de 1897 varias decenas
de indígenas se lanzaron, primero contra los habilitadores extranjeros y
nacionales que pernoctaban allí y, luego, contra toda la población ladina.
Desde 1893, ladinos de Chiantla –especialmente milicianos– y
propietarios alemanes habían empezado a solicitar la inscripción de
tierras comunales y a cazar jornaleros en territorio q’anjob’al.60
57
Decreto 126, RLRG, Tº I, p. 305.
58
“Decreto gubernativo. Reglamento de Jornaleros”, en Jorge Skinner Klee, Legislación
Indigenista de Guatemala, México, 1954, p. 35.
59
Decreto Gubernativo 486. Skinner Klee, op. cit.
60
David Mc Creery, “Tierra, mano de obra y violencia en el Altiplano Guatemalteco. San Juan
Ixcoy (Huehuetenango), 1893-1945”, en Revista de Historia, 19. Guatemala, enero-junio
de 1989.

56

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

La búsqueda de tierras: la lenta expansión del siglo XIX

El peculiar tránsito hacia la “modernidad liberal” ya esbozado, se


caracterizó por un clima de inestabilidad política constante que no
favoreció ni estimuló las inversiones de capital ni el desarrollo de
capacidades productivas más allá de las coyunturales –la grana, por
ejemplo– y de las específicas para la subsistencia. Tal proceso se refleja,
de manera bastante clara, en dos aspectos: el carácter oscilante –como
ya se vio– de la legislación que sobre cuestiones agrarias se emitió
durante todo ese tiempo, y los voraces procesos de apropiación de la
tierra entonces registrados.
El cuadro siguiente da cuenta de las gestiones y trámites que sobre
tierras se ubicaron en el Archivo General de Centro América, realizados
entre 1800 y 1890. Se clasificó la información en trámites generales
(denuncias, medidas, remedidas, etc.) y conflictos. Ambos rubros fueron
agrupados en dos subgrupos: los realizados por personas individuales y
los gestionados por las comunidades. Asimismo, los datos están
clasificados por departamentos, incluyéndose el de Amatitlán –de corta
duración, 1839-1935– , aunque no aparece El Progreso, creado como
departamento en 1909.

57

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Trámites Conflictos
Total
Depto/tipos Particular Comunal Part/Com Com/Com

Guatemala 69 47 15 4 135
Sacatepéquez 41 29 7 7 84
Chimaltenango 157 35 13 6 211
Amatitlán 42 12 1 - 55
Huehuetenango 115 60 4 16 195
Sololá 136 30 3 16 185
Totonicapán 5 29 6 19 59
El Quiché 124 42 3 18 187
Quetzaltenango 403 51 10 29 493
San Marcos 276 32 17 14 339
Suchitepéquez 112 21 10 10 153
Retalhuleu 39 15 8 3 65
Escuintla 104 20 7 7 138
Santa Rosa 161 35 13 6 215
Jutiapa 53 25 6 1 85
Jalapa 36 20 5 2 63
Chiquimula 101 25 3 4 133
Zacapa 135 18 2 0 155
Izabal 271 2 1 1 275
Baja Verapaz 94 35 2 5 136
Alta Verapaz 651 21 5 2 679
El Petén 10 3 0 0 13

Total 3.135 607 141 170 4.053

58

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Estos datos destacan la importante “escalada” que registró el interés


individual por acceder a la tierra, frente al reducido número de trámites
realizados por comunidades. Igualmente, el total de expedientes
instruidos por cuestiones de litigios es también bastante reducido. Las
comunidades, por una diferencia no muy significativa, litigaron más entre
ellas por tierras que con vecinos particulares.
Las variaciones más significativas, por su posición extrema, son la
registrada en El Petén –con apenas 13 trámites– y la registrada en Alta
Verapaz, con 679. Inmediatamente después están Quetzaltenango (493
expedientes) y San Marcos (339 expedientes), departamentos que
coincidían en ser habitat natural para el cultivo del café. Más del 90% de
los trámites contabilizados en estos dos departamentos se realizaron a
partir de los años 70 del siglo XIX.
Si bien no es posible establecer tendencias más específicas en el resto
de departamentos del país, tales datos sí dan cuenta de una tendencia
general en cuanto a un interés creciente por el acceso a la propiedad
privada de la tierra.
Estas cifras son, además, significativas si las comparamos con las
registradas en el período colonial. En el caso de las gestiones
contabilizadas para acceder a la propiedad de la tierra durante los siglos
XVI al XVIII el total fue de 1.864, mientras que en el siglo XIX éste fue
de 4.053. Por otra parte, mientras que el número de litigios registrados
a lo largo del período colonial fue de 339, sólo durante el siglo XIX éste
llegó a 311. Es decir, porcentualmente, la conflictividad se duplicó en el
XIX. De esa forma, en los tres siglos coloniales el porcentaje de
expedientes sobre conflictos sobre el total general fue de 18%, mientras
que en el XIX pasó a ser de 35%.
Tal incremento podría explicarse por la emergencia ladina y la
creciente importancia de propietarios extranjeros (sobre todo
alemanes),61 así como por las constantes oscilaciones que registró la
legislación a lo largo del siglo XIX, sobre todo con relación a la propiedad
61
J.C. Cambranes. El imperialismo alemán en Guatemala, Guatemala, 1977, y Regina Wagner,
Los alemanes en Guatemala, 1828-1944, Guatemala, 1991.
59

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

ejidal y comunal. Ello obligó a las comunidades a acudir con mayor


frecuencia a las instancias burocráticas respectivas para garantizar sus
derechos específicos sobre sus patrimonios colectivos.
Para efectos de una lectura más detallada de la información contenida
en el cuadro anterior, se procedió a reagruparla con base en las
principales regiones identificadas en el país. Este ejercicio permite
apreciar otros aspectos que escapan a la lectura general antes realizada.

Gestiones burocráticas por tierras 1800-1890


–por regiones–
Trámites Conflictos
Total
Región/tipos Particular Comunal Par/Com Com/Com

Central 309 123 36 17 485


Altiplano 1.059 244 43 112 1.458
Sur-occidente 151 36 18 13 218
Sur-oriente 265 55 20 13 353
Oriente 596 90 17 8 711
Verapaz/El Petén 755 59 7 7 828
5 29 6 19 59
Totales 3.135 607 141 170 4.053

Así, la región del altiplano concentró el mayor número de gestiones


en sus distintas variables: trámites particulares y comunitarios, conflictos
entre comunidades y entre éstas y propietarios particulares. Esta alta
concentración de gestiones se explicaría por varias razones: la primera,
relacionada con la flexibilidad que se introdujo a partir de 1825 para
acceder a las tierras baldías, sobre todo mediante la figura del censo
enfitéutico. Esta posibilidad dio lugar en muchas comunidades a que
tierras comunales que no estaban siendo utilizadas fueran señaladas
como baldías, situación que generó conflictos de interés con las
comunidades afectadas.
60

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Otra razón explicativa estaría más vinculada, temporalmente, a la


aplicación de la legislación relacionada con la lotificación de ejidos y
tierras comunes luego de 1871. Sin olvidar que el altiplano continuó
acumulado la mayor cantidad de pueblos de todo el país, así como de
población, mayoritariamente indígena.
La Verapaz, como ya se indicó, concentró el mayor número de
gestiones privadas de acceso a la tierra, sobre todo en las últimas décadas
del siglo XIX. En Baja Verapaz se registraron 136 casos y en El Petén
apenas 13. En el caso de la región oriental, la zona que atrajo a nuevos
propietarios fue Izabal, muy por encima de Chiquimula, Jutiapa y Jalapa.
Sigue, en orden decreciente, la región central, que desde los inicios del
período colonial se destacó siempre como atracción “natural”, por ser el
entorno de la ciudad capital. Por último, las regiones sur-oriental y sur-
occidental aparecen en las últimas posiciones. De esa forma, en la
primera, el departamento de Santa Rosa concentró el 61% de las
gestiones, mientras que, en la segunda, el de Suchitepéquez acumuló
más del 70%.
Ya para 1889, la monopolización de la tierra era motivo de preocu-
pación para las autoridades guatemaltecas, sobre todo en la región de
las verapaces. Por acuerdo gubernativo del 3 de diciembre de ese año, se
señalaba que, debido a que “la mayor parte de los indígenas de Alta
Verapaz, por ignorancia o por escasez de recursos, no adquieren título
legítimo de propiedad sobre los lotes de terreno baldío que han poseído
desde tiempo inmemorial”, considerando que por ello un número
considerable de ellos será reducido a la condición de colonos, se ordenaba
a las autoridades departamentales integrar una comisión para que
midiese “a cada uno de los indígenas poseedores de baldíos doscientas
cuerdas de veinticinco varas, en el lugar que tengan su vivienda o sus
sementeras” y que se expidiese a favor de ellos títulos de propiedad.62
En cuanto a las gestiones privadas hechas por extranjeros para la
obtención de tierras aptas para el cultivo del café, a finales del siglo XIX,

62
Skinner-Klée, op. cit. p. 44.

61

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

se puede tomar como ejemplo el caso de los inversionistas alemanes. En


1897, los alemanes poseían en Guatemala alrededor de 170 fincas –100
de ellas ubicadas en Alta Verapaz–, que abarcaban aproximadamente
6.000 caballerías de tierra, cultivadas en su mayoría con cafetos, seguidos
de la caña de azúcar. En estas fincas se producía una tercera parte de los
700.000 quintales cosechados en el país.63

El surgimiento del enclave bananero a inicios del siglo XX

La implantación del enclave bananero de la United Fruit Company (UFCO)


en 1899, también habría de acrecentar la presión sobre la tierra a inicios
del siglo XX. Ésta se estableció plenamente en Guatemala en 1901. A
partir del contrato del 2 de enero de 1904 con el gobierno de Manuel
Estrada Cabrera, que tenía como propósito concluir el tendido de la línea
férrea desde El Rancho hasta la capital, el Estado guatemalteco se
comprometió a darles 1.500 caballerías de tierra en el valle del Motagua.
Éstas se sumaron a las 1.500 caballerías que habían sido otorgadas en el
mismo valle, a raíz de la firma en 1880 del contrato con Guillermo Nanne
y Luis Schlessinger para la construcción de 48 millas ferroviarias, que
debían unir a Escuintla con la ciudad de Guatemala. De esa forma, la
UFCO obtuvo el usufructo de una poderosa franja de territorio
guatemalteco que, desde 1906, dedicó al cultivo de banano en gran
escala.64
La contrata de 1904 también cedió a la UFCO el control por noventa y
nueve años de la vía férrea atlántica, de una franja de cien pies de espesor
en cada lado de la vía, del muelle de Puerto Barrios y de 30 manzanas de
tierra en torno a éste, al tiempo que la eximía del pago de impuestos de
exportación al banano durante treinta y cinco años.
63
Regina Wagner, Historia social y económica de Guatemala, 1524-1900, Guatemala, 1994,
pp.3303-304.
64
Mario Posas, “Las plantaciones bananeras en Centroamérica (1870-1929)”, en Víctor Hugo
Acuña (ed.). Historia General de Centroamérica, Tomo IV, Las repúblicas agroexportadoras,
San José de Costa Rica, 1994, pp.111-165; Rafael Piedra Santa Arandi, Introducción a los
problemas económicos de Guatemala, Guatemala, 1977.

62

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

En la década de 1930, la extensión de tierra en manos de la UFCO se


hizo aún más importante, cuando la multinacional bananera decidió
operar en las tierras de la Guatemalan Plantation Limited, situadas en
la zona de Tiquisate, costa sur, para enfrentar los problemas que causaba
la plaga de sigatoka. En el cuadro de exportaciones para la década del
treinta se ve cómo a partir de 1936 y hasta 1940 se dio un salto espec-
tacular en la exportación del banano guatemalteco, interrumpido por el
inicio de la Primera Guerra Mundial. De esa manera, el capital invertido
en la plantación bananera se fue incrementando en una escala ascendente
a lo largo de la primera mitad del siglo XX, lo que se tradujo en una
concentración y centralización del capital y, por tanto, en una capacidad
mayor de intervención en los asuntos internos de Guatemala, que
tendrían su punto culminante en la invasión armada de 1954 en contra
del gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán.
A esta concentración de tierras en manos de la UFCO habría que añadir
las pertenecientes a propietarios individuales. Según cifras oficiales, en
1913, de un total de 2.076 fincas registradas, 1.657 pertenecían a
guatemaltecos (80%) y 419 a extranjeros (20%), de las cuales 170 eran
propiedades alemanas con una superficie de 95.310 hectáreas y una
producción de 358.353 quintales, equivalentes al 34% de la producción
cafetalera total.65 En 1928, quince años después, el 41,65% de las tierras
particulares estaba en manos de agricultores extranjeros. Otro censo
indicaba que, en 1931, los propietarios guatemaltecos poseían 2.511.780
manzanas de suelo agrícola y los extranjeros 1,092,995 manzanas, las que
representaban ya el 43,5% de las tierras cultivadas.66
Finalmente, hay que señalar que las zonas donde se establecieron las
plantaciones bananeras de la UFCO eran zonas de colonización agrícola,
ubicadas en tierras bajas, escasamente pobladas. Por ello, unido al control
que el Estado guatemalteco ejerció para evitar el desvío hacia ellas de la
mano de obra indígena concentrada en la producción de café y de

65
Alfredo Guerra Borges, Guatemala, el largo camino a la modernidad. (Su trayectoria,
primera etapa 1871-1944), México, 1999, pp. 44-45.
66
Asociación de Amigos del país. Historia General de Guatemala , Tomo V, Época
contemporánea 1898-1944, Guatemala, 1995.
63

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

alimentos, la transnacional norteamericana se vio inducida a reclutar


brazos entre los garífunas y ladinos del oriente del país, pero sobre todo
trabajadores provenientes del Caribe, en especial de Jamaica. Los
asalariados de las bananeras, los ferrocarriles y los muelles pasaron a
formar parte de un proletariado agrario, que dependía exclusivamente
de su salario y estaba inmerso en la lógica cotidiana del enclave bananero,
aislado de la realidad del resto de los trabajadores agrícolas del país.

Los años de crisis, el recurso a la agricultura de subsistencia y


el mantenimiento del sistema monoexportador de café

La crisis mundial del café de 1897, con el crecimiento de la producción


cafetalera del Brasil, abrió un largo período de precios bajos para este
grano, que se prolongó hasta los primeros quince años del siglo XX. Esto
asestó un duro golpe a muchos cafetaleros, principalmente nacionales,
que no pudieron pagar los intereses adeudados a bancos y casas
exportadoras. De tal forma que, como anteriormente se expuso, muchas
propiedades pasaron a manos de acreedores extranjeros, sobre todo
alemanes.
Este colapso obligó al gobierno de Manuel Estrada Cabrera a
reconsiderar la política económica, buscando implementar un programa
de diversificación agrícola y de aumento de los productos alimentarios
para no depender de la importación. En 1907, el gobierno dispuso que
fuera obligatoria la producción de una cuota determinada de trigo, frijol,
maíz, arroz, papas y yuca en cada municipio, obligación que recaía sobre
todo en los campesinos, especialmente los indígenas, tendencia
productiva que se mantuvo hasta el años 1936, cuando los esfuerzos del
régimen de Jorge Ubico en materia de producción de granos para
consumo interno, implicaron un salto espectacular en la cosecha de esos
productos durante el año de 1937, como lo indican las estadísticas
nacionales.

64

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Luego de la Primera Guerra Mundial, el precio del café volvió a subir


y con ello se elevó la producción guatemalteca. El valor de la exportación
total de café se elevó de 12 millones de dólares en 1921 a casi 34 millones
en 1927. Ello hizo que el gobierno y los propietarios de las fincas centrasen
su actividad en un mayor desarrollo del cultivo y de las áreas cultivadas,
sin sacar lecciones de la prolongada crisis que acababa de padecer.67 El
trabajo forzado de campesinos indígenas se reforzó, llegando hasta
abusar de la disponibilidad de mano de obra que representaba el Batallón
de Zapadores, sin escuchar las protestas de las comunidades y de los
campesinos. De hecho, los abusos en la utilización de las milicias
indígenas para las cosechas de café llevaron al Estado a decretar, en
1924, que la conscripción indígena debía tener las mismas características
que la de los reclutas no indígenas. Así se procuraban conciliar los
intereses agrícolas con las obligaciones militares, habiéndose ordenado
por medio del Ministerio de la Guerra el inmediato reemplazo de los
milicianos comprometidos en las fincas y el castigo de los excesos.68
Estrechamente ligada con la problemática del trabajo forzado, se
seguía dando la disputa por la posesión de las tierras individuales y
comunales de los campesinos, en especial de los indígenas. Por tal razón,
a la par que se incrementó el uso de las habilitaciones, también se
incrementó el despojo por medio de la continuación de la política agraria
de declarar como “baldías” las tierras comunales y, ya para entonces, las
“ejidales”. Por ello, frecuentemente, los gobiernos liberales se vieron en
la necesidad de intervenir con cierta regularidad, emitiendo acuerdos
para proteger este tipo de patrimonio local, como en el caso de la
municipalidad indígena de San Pedro Pinula en 1910. Las comunidades
indígenas que se encontraban fuera de la zona de producción cafetalera
lograron en gran medida conservarlas.

67
Ibid. pp.72-73.
68
Diario de Centro América, No. 12.298. Guatemala, 1 de marzo de 1924.

65

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

En 1904, se prohibió que se realizaran titulaciones supletorias de


baldíos y tierras comunales, centralizando en los jefes políticos dicha
atribución.69 Luego, en 1924, volvió a ser regulado el precio de la caballe-
ría de tierra, incrementándose los valores de manera considerable.70
Seguidamente, en 1925, se restableció la titulación supletoria, sobre todo
ante la pervivencia de irregularidades en el acceso y control de la
propiedad de la tierra. En la parte considerativa de este decreto se dice
que “aún hay muchas propiedades que carecen de título inscrito o
inscribible, constituyendo una irregular y antieconómica situación de
dichos bienes.” Para llevar a cabo el trámite, los interesados debían
demostrar la posesión del inmueble por lo menos durante diez años.71
Es interesante contrastar que mientras en 1927 se había proclamado
que, “...reducida a propiedad particular la casi totalidad del territorio de
la república, es conveniente y necesaria la titulación de los bienes del
Estado...”72, cuatro años más tarde, en 1931, se reconocía la existencia de
“grandes superficies laborables, vírgenes y feraces, las cuales hasta ahora
permanecen improductivas, por razón de incuria, olvido o abandono...”73.
Esta disposición planteaba, asimismo, la necesidad de combatir la
“ociosidad del suelo como la escasez de los hogares, despertando al mismo
tiempo la dignidad que en los trabajadores imprime la posesión de la tierra
fructificada...”. No obstante tal enunciado, el reparto de tierras se haría
condicional y gratuitamente, “por tiempo indefinido”, pero no a título de
propiedad,74 y con el fin expreso de producir granos básicos. La cantidad
máxima de tierra a que se podía acceder era cuatro manzanas, si se era
persona individual y cinco manzanas, si se era jefe de familia.

69
Dto. 642, RLRG, 20-06-1904, To 23, p.87.
70
Manteniéndose la misma clasificación de usos de la tierra, los precios entonces establecidos
fueron de 800, 1600 y 2200 pesos/caballería, respectivamente. Dto. Leg. 1315, RLRG, 13-
05-1924, To43, p.34.
71
Dto. 905, RLRG, 25-10-1925; Ley de Titulación Supletoria. Aprobado por Dto. Leg. 1454 de
8-5-1926, Tº 44, p.164, Tº 45, p.44, y Tº 49, p.16.
72
Dto. 940, RLRG, 24-01-1927, To 45, p.109.
73
Dto. 1160, RLRG, 5-08-1931, To 50, p.223.
74
No se podían hacer cesiones ni permutas de esas tierras.

66

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

A raíz de la crisis económica mundial de 1929, el gobierno de Jorge


Ubico planteó en 1931 la necesidad de promover acciones encaminadas
a equilibrar los efectos que ésta pudiera tener internamente. En tal
sentido, se ordenó proceder a distribuir aquellas tierras que, siendo de
la nación, podían ser útiles para producir alimentos de consumo básico
y, sobre todo, para mantener estables los precios de esos bienes en el
mercado. Esta medida se tomó considerando, además de la mencionada
crisis, la ausencia de fuentes de trabajo y sus respectivas consecuencias
sociales.
Se trataba, fundamentalmente, de utilizar la mayor cantidad posible
de tierras y fuerza de trabajo en la generación de alimentos, para paliar
los efectos de la crisis económica desatada en esos años. En este sentido
se entiende –por su complementarieda– la disposición relativa a redimir
a todos los trabajadores de las deudas de trabajo que tenían pendientes
con los cafetaleros. A partir de esta medida, el ejecutivo retomó el control
sobre la fuerza de trabajo que, paulatinamente, había venido quedando
en manos de los terratenientes y habilitadores.
Dos años después, en1933, se planteó la necesidad de reformar la Ley
Agraria vigente (Dto. 483, 9-11-1894), sobre todo en lo relacionado con
las extensiones de tierra que se podían denunciar y sus respectivos
valores: una caballería si el denunciante estaba solo; cinco caballerías,
si éste tenía familia con hasta seis hijos menores de edad; y diez
caballerías –como máximo– si tenía más de seis hijos menores no
emancipados. En cuanto a los precios, volvieron a ponerse en vigor los
establecidos en 1894.75 Llama la atención, por otro lado, la referencia al
derecho que asistía a cada municipalidad para contar con un ejido no
mayor de 38 caballerías (como había sido hasta antes de 1871).
Tales cambios tienen sentido y explicación en el contexto del impacto
de la mencionada crisis internacional. Se trataba, en buena medida, de
buscar un cierto equilibrio entre la economía de agroexportación y la de

75
Es decir, 200, 300 y 400 pesos respectivamente, según la vocación de la tierra. Dto.1446,
RLRG, 21-09-1933, To 52, p.300.

67

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

subsistencia de la población campesina. Por un lado, se facilitaba a los


segundos el acceso individual a la tierra en pequeñas parcelas –para
usos específicos–, y se permitía a las municipalidades reconstituir el
patrimonio ejidal; y, por el otro, se restringía la cantidad de tierra que
podía ser denunciada para efectos de explotación agrícola, y se volvía a
los precios vigentes a finales del siglo XIX. El recién estrenado dictador
buscaba establecer de esa manera las reglas del juego en ese ámbito clave
de la vida nacional.
En el ámbito del poder local, la contraparte fue el apoyo guberna-
mental dado a la variante de alcaldía mixta, repercutiendo directamente
sobre las prácticas de legalización de la propiedad. Situación que se
agravó cuando se emitió, en 1934, la Ley Municipal de la República de
Guatemala, por medio de la cual se determinaba que los alcaldes 1º y 2º
serían sustituidos por intendentes nombrados por el jefe político, que
en caso de conflictos sería quien conciliase las diferencias.76
En pocas palabras, el país experimentó un aumento de la agricultura
para uso interno, en el cual influyeron los cambios en las leyes laborales:
el sistema de peonaje por deuda fue reemplazado por la ley contra la
vagancia, con el propósito de mantener garantizada una oferta regular
de mano de obra para las plantaciones de café, caña de azúcar y banano
y, asimismo, para aumentar el tiempo de trabajo destinado a la
agricultura de subsistencia.
Paralelamente, el control de la vagancia permitió al gobierno de Ubico
poner en marcha un programa de construcción de carreteras utilizando
el trabajo forzado de los campesinos de todo el país, lo que produjo la
apertura de zonas que estaban aisladas de las redes de comercialización.
Hecho, que a su vez estimuló la titulación de nuevas tierras y la expansión
de la frontera agrícola.77

76
RLRG, Tº LIX, p.401.
77
Víctor Bulmer Thomas, La economía política de Centroamérica desde 1920, San José de
Costa Rica, 1989, pp.102-103.

68

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Más adelante, en 1936, con la emisión de una nueva Ley Agraria, se


reafirmaron una serie de principios normativos en cuanto al valor de la
tierra y el acceso a su propiedad, ya contenidos en el Dto. 1446 de 1933.
Se redujo la cantidad de tierra baldía que podía ser denunciada por
particulares y, en cuanto a los precios, se incrementó a 500 quetzales el
valor de las tierras con vocación cafetalera, quedando los otros precios
sin alteración (salvo que ya no en pesos sino en quetzales).78 A partir de
entonces, se estableció que los únicos beneficiarios gratuitamente de
tierras nacionales en propiedad serían las municipalidades existentes y
las que se establecieren en el futuro; mientras que en usufructo podrían
serlo todos aquellos que tuvieran necesidad y capacidad para explotarlas,
bajo condiciones claramente especificadas. En cuanto a las tierras
municipales, podrían ser enajenadas todas aquellas que no estuvieran
siendo de uso público.
Es posible, por lo tanto, afirmar que desde la Revolución Liberal de
1871 hasta la caída del gobierno ubiquista en 1944, se fue perfilando una
política estatal, cuyo eje conductor fue el control absoluto sobre la tierra
y también sobre la fuerza de trabajo. A partir de las primeras medidas
promulgadas durante el gobierno de Barrios hasta la Ley Agraria del
año 1936, en las instancias gubernamentales se acumularon y
sistematizaron experiencias en términos de los procesos de regulación
del acceso a la tierra baldía estatal. Las dispersas y puntuales leyes
emitidas inicialmente tuvieron su culminación en esta última ley, la cual
contiene un detallado desarrollo conceptual, que cubre aspectos tan
diversos como la definición del patrimonio territorial de la nación, los
mecanismos de acceso a la tierra, los beneficiarios, el régimen municipal
de tierras, la burocracia específica encargada de todos esos procesos, al
igual que los aspectos penales que regularían el proceso.
Pero, sobre todo, lo que más destaca es el fortalecimiento del régimen
de propiedad privada a expensas de la propiedad comunal, sustento y
fortaleza de la comunidad campesina e indígena desde el régimen

78
Dto. 1784, RLRG, 10-02-1936, To 54, p.661.

69

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

colonial. Igualmente, como derivado natural de esa visión individuali-


zadora, destaca el carácter excluyente de la legislación correspondiente.
La razón es que, en la modernidad y el progreso que los liberales
proclamaron como divisa, no tenían cabida estas comunidades, como
tampoco lo tuvieron en el proyecto de nación entonces construido.
Interesaba, de manera muy clara, desarticular lo “comunal”, en tanto
reducto de lo “arcaico”. En consecuencia, de forma sutil en un principio
y luego de manera más abierta, se fueron estableciendo obstáculos
“naturales” con fundamentación legal para impedir a ese amplio sector
de la población el acceso a la propiedad de la tierra. El más evidente,
obviamente, fue el someter arbitrariamente la tierra a las “leyes del
mercado”. Arbitrariamente porque los precios siempre fueron estable-
cidos por los gobiernos de turno de manera tal que los campesinos nunca
estuvieran en capacidad –por su ancestral precariedad económica– de
participar en dicho sistema.
El fortalecimiento de la caficultura a lo largo de los primeros 50 años
del siglo XX es la mejor evidencia del éxito de las políticas liberales en el
ámbito agrario. El proteccionismo estatal del que siempre gozó esta
actividad se aprecia en la sistemática preocupación gubernamental, sobre
todo durante la dictadura ubiquista, por privilegiarla, evidenciado en su
constante crecimiento. Desde los años 30 hasta las vísperas de la caída
del régimen, año con año se llevó cuenta puntual de los logros y retrocesos
experimentados por dicho renglón, información valiosa porque muestra
cómo esa riqueza que se fue construyendo y acumulando fue posible a
partir del despojo y exclusión de quienes habían puesto la tierra y su
constante y nada retribuido trabajo.
De esa forma, el manejo de la cuestión agraria permitió al Estado
guatemalteco, junto a otras medidas como el recurso a la banca central,
la moratoria de las deudas, la prohibición de la exportación del oro,
reducción del impuesto de exportación, etc.,79 sobrellevar la crisis
económica y recuperar la producción y exportación de café. Sin embargo,

79
Guerra Borges, Op. cit., pp.85-110.

70

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

la orientación gubernamental al aumentar la demanda de café mediante la


elevación de la calidad del grano, no encontró receptividad en los
productores, despreocupados de la competitividad debido al ínfimo costo
de la mano de obra, que les aseguraba una presencia en el mercado mundial.
En 1940, para una población total de 3.283.209 personas, los
propietarios de tierra eran 144.098 (0.4.3%), mientras que los jornaleros
estacionarios en la cosecha de café eran 624,847 (19,0%) y los colonos
en las fincas eran 425.544 (13%). O sea, un tercio de la población
guatemalteca se encontraba sujeta laboralmente a la producción
cafetalera. A su vez, en ese año existían en todo el país 11.204 fincas, con
un total de 1.301.359.01 mzs. De éstas, se encontraban cultivadas con
café 196.506.78 mzs (15,1%) y en disponibilidad para nuevas siembras
del grano, otras 143.818.40 mzs (11%).80
Así, la producción y exportación de café para la década de la crisis da
el siguiente cuadro:

Producción de café 1931-1940


Año Mzs. sembradas QQ producidos

1931/2 198.322 1.199.994


1933/4 146.561 1.152.873
1934/5 154.442 930.433
1935/6 154.290 1.218.444
1936/7 159.399 1.246.132
1937/8 169.722 1.229.294
1938/9 159.993 1.169.428
1939/40 158.299 1.139.752

80
Estos datos como los de producción cafetalera se encuentran citados en la tesis de
Licenciatura en Historia, sostenida en 1976 en la Escuela de Historia de la Universidad de
San Carlos, por Carlos Roberto Montenegro Ríos, La explotación cafetalera en Guatemala
1930-1949 (Un estudio histórico).
71

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Por lo tanto, el peso del café en el sector externo de la economía


guatemalteca continuó siendo abrumador y, con ello, determinante en
la forma en que sus productores incidían en los planos social, económico
y político del país. Como fundamento principal del capitalismo agrario,
a mediados del siglo XX, la producción cafetalera continuaba
reproduciendo formas no capitalistas de producción, fomentando el
acceso monopólico a la tierra, forzando la producción de autoconsumo
con miras a reducir los costos de reproducción de la mano de obra, y
recurriendo sistemáticamente a la coacción extraeconómica para el
reclutamiento de mano de obra y, por tanto, resistiéndose a la obligada
monetarización del salario en el campo.81
Esta realidad, unida a la ya descrita del enclave bananero, contribuyó
a consolidar la continuidad del autoritarismo liberal, expresado esta vez
por la prolongada dictadura de Jorge Ubico, pero también a la
profundización de la conflictividad social; ambas fuentes directas de la
Revolución de Octubre de 1944. Con ésta, se abrió la búsqueda de nuevas
vías para resolver la problemática agraria en Guatemala. El Estado
encausó pasos hacia una modernización de las relaciones laborales con
la emisión del Código de Trabajo en 1947, y de la propiedad de la tierra
con el Decreto 900 de Reforma Agraria en 1952. Pero, como es de todos
sabido, este proyecto resultó en un intento abortado por reformar la
injusta estructura socioeconómica y política del país a raíz de la
intervención norteamericana de 1954.
Paralelamente, los años treinta demostraron los límites del modelo
monoexportador basado en el café. Con la Revolución de Octubre
comenzó la diversificación de la agricultura, fomentándose la siembra
del algodón y del hule, e intensificándose la producción de caña de azúcar
y de ganado. Nuevos conflictos agrarios se abrirían en la segunda mitad
del siglo XX, pero sus raíces continuarían asentadas en gran medida en
la dinámica agraria heredada de la colonia y de los regímenes liberal y
conservador decimonónicos.
81
Mario Samper K., “Café, trabajo y sociedad Centroamérica (1870-1930)”, en Víctor Hugo
Acuña (ed.), Historia General de Centroamérica, Tomo IV, Las repúblicas agroexportadoras,
San José de Costa Rica, 1994, pp.11-110.
72

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

II
LOS DERECHOS INDÍGENAS A LA TIERRA
HASTA LOS ACUERDOS DE PAZ

José Aylwin Oyarzun


73

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

74

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Antecedentes históricos

Diversos pueblos indígenas habitaban las tierras que hoy ocupa el Estado
de Guatemala a la época de la llegada de los españoles en el siglo XVI.
Aunque se sabe de los importantes niveles de desarrollo que los mayas
alcanzaron antes de la conquista en el campo económico, social, cultural
y político, son escasos los antecedentes que permiten determinar, con
exactitud, las formas de tenencia de la tierra que éste u otros pueblos
tenían en tiempos precolombinos. De acuerdo a la visión que los mayas
actuales tienen de su propia historia, entre sus antepasados habría
primado un sistema de propiedad comunal de la tierra, contemplándose
su usufructo individual, a la vez que su sistema de producción permitía
la conservación del medio ambiente (Mesa Nacional Maya de Guatemala,
1998: 22).
Estudiosos de las sociedades precolombinas dan cuenta de la
existencia en ellas de complejos sistemas de tenencia de la tierra. Elías
Zamora propone una clasificación de las formas de tenencia de la tierra
indígena vigentes en el período inmediatamente anterior a la conquista
española de principios del siglo XVI, distinguiendo entre las tierras del
Estado, que eran las tierras jurisdiccionales de los diversos estados
entonces existentes en Guatemala; las tierras de linajes o señoríos, que
eran aquellas adjudicadas por los gobernantes, cuya propiedad o posesión
correspondía a todos los miembros de un linaje; las tierras de
parcialidades o calpules, de propiedad común, que cada linaje distribuía
entre los miembros del calpul; las tierras de señores o principales, las
que éstos poseían y que eran cultivadas por siervos; y las tierras de
propiedad privada, correspondientes a aquellas que, poseídas a título
privado por la nobleza, podían ser vendidas, legadas o donadas (Zamora
Acosta, en Cambranes, 1992: 23-24).
Cambranes sostiene que en la sociedad kiche’, que se impuso a la maya
antes de la conquista española, no existía la propiedad privada de la tierra
como la conocemos hoy; la tierra no era una mercancía que pudiese
comprarse o venderse. Sostiene, sin embargo, que habían derechos de

75

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

dominio territorial ejercidos por los gobernantes y la nobleza terrateniente,


y derechos de usufructo, que tenían los campesinos dentro de los limites
de los estados que habitaban. Las tierras estaban ocupadas por los ajawab
o gobernantes supremos y los altos miembros de la clase dominante, que
tenían esclavos y arrendatarios pobres que las cultivaban, y por campesinos
con status de vasallos que las trabajaban y pagaban tributo. Las tierras de
cultivo eran escasas, por lo mismo, su control y posesión eran causa de
constantes desplazamientos y guerras. Además de los kiche’s, el territorio
guatemalteco estaba poblado por otros pueblos, lo que hace suponer que
las luchas por la tierra fueron tan prolongadas como sangrientas
(Cambranes, 1992: 56-59).
La conquista europea alteró de manera radical la vida de los indígenas
de Guatemala. En el plano político cultural, la conquista significó la
transformación de los antiguos estados o reinos autónomos indígenas
en comunidades campesinas. Las antiguas instituciones políticas
indígenas fueron suprimidas, la nobleza disminuyó, o en muchos casos
se extinguió, siendo sometida al servicio de los conquistadores. La masa
campesina fue mantenida como reserva de fuerza de trabajo, y se inició
la cristianización forzada de la población (Palma, 1996: 39).82
Dado el carácter eminentemente agrícola de la economía colonial
guatemalteca, la tierra se situó en el centro de las preocupaciones de la
administración hispana, de criollos y mestizos, españoles e indígenas,
pasando a ser su control determinante en la vida de la colonia. De acuerdo
a los principios e instrumentos jurídicos –entre estos últimos, las bulas
papales y las capitulaciones– en los que se basó la conquista, la corona
española tenía, al menos en teoría, el control sobre las tierras americanas,
cuya posesión le pertenecía. De conformidad con dichos principios e
instrumentos, la corona debía preocuparse porque los repartimientos
de tierras que se hacían a quienes las descubrieran y poblaran, tomasen
en cuenta los derechos de los indígenas sobre sus tierras.

82
La violencia que caracterizó la conquista de Guatemala significó la muerte de dos tercios de
la población indígena entre 1519 y 1610 (Wolf, 1959, en Mesa Nacional Maya de Guatemala,
1998: 23).

76

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

La realidad del poblamiento de Guatemala, al igual que de aquella que


tuvo lugar en otros contextos de América, fue diferente. Según diversos
autores (Sandoval, 1992: 211-262; Fernández y Cambranes, 1992: 141-
212; y Bertrand, 1992: 71-140) los indígenas fueron despojados
gradualmente de parte importante de sus tierras ancestrales, las que fueron
apropiadas por no indígenas a través de distintas formas y mecanismos.
Entre los mecanismos utilizados con este fin, en Guatemala cabe destacar
la encomienda y el repartimiento de indígenas. A pesar que la encomienda
no otorgaba a los encomenderos derechos jurisdiccionales sobre los
indígenas, el hecho que fuese permitido el pago del tributo en servicios
personales condujo en la práctica a la explotación y abuso de los indígenas.
Asimismo, facilitó el control por parte de los encomenderos de amplias
extensiones de tierras que los indígenas ocupaban. Además, los
encomenderos adquirieron, en muchas ocasiones, mercedes de tierras
realengas limítrofes a las tierras indígenas. Posteriormente, a través del
sistema de composiciones –consistente en el pago de un precio módico
por aquellas tierras poseídas ilegalmente a cambio que la administración
colonial otorgara un título de propiedad– se apoderaban de las tierras
comunales que les interesaban (Fernández y Cambranes, 1992: 53-155).
La política de reducción o agrupamiento forzoso de las poblaciones
indígenas dispersas en pueblos de indios impulsada por las autoridades
coloniales y las congregaciones católicas, a mediados del siglo XVI, con el
fin de facilitar su conversión espiritual, su envío al trabajo en las propie-
dades de los colonialistas así como su control político y tributario, también
incidió en el despojo de las tierras indígenas. El establecimiento de estas
reducciones significó, en la práctica, la completa reorganización de la
propiedad territorial en Guatemala. Las tierras adjudicadas por la corona
a los pueblos reducidos eran consideradas comunales, repartiéndose
pequeñas parcelas a cada familia campesina para que las cultivaran de
manera independiente. Los pueblos contaban además con sus tierras
ejidales de uso colectivo, así como con tierras para pastos y montes para
la extracción de leña y madera (Fernández y Cambranes, 1992: 161). Sin
embargo, no todas las comunidades resultantes de la reducción tuvieron
la misma suerte. Algunas de ellas lograron llevar una vida independiente,

77

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

librándose de pagar a la corona los tributos que sus funcionarios les


exigían, fortaleciéndose como áreas de refugio. Otras, más sometidas a
la presión del poder colonial, si bien pudieron consolidarse y en algunos
casos ampliar sus tierras, no pudieron librarse del trabajo forzoso en las
haciendas de las contribuciones impuestas por sus miembros (Fernández
y Cambranes, 1992: 203).
Las tierras comunales indígenas, sin embargo, fueron amenazadas
desde su inicio por las grandes haciendas creadas entonces por españoles
y ordenes religiosas, y más tarde por mestizos o ladinos.83 La concen-
tración de la propiedad de la tierra en manos de no indígenas resultaría,
como en el caso de Verapaz, en una situación de creciente enfrenta-
miento. Hacia 1750, las tensiones entre indígenas y no indígenas
alcanzaron tal magnitud, que llegaron a desestabilizar el sistema colonial.
El deseo de la población ladina por acceder a la tierra, fue un elemento
decisivo en esta espiral conflictiva, que se manifestaría no sólo a través
de la proliferación de pleitos de tierra, sino también a través de la rebelión
de los indígenas, quienes se sublevaron tomando las armas a causa de la
incapacidad de la justicia para proteger lo que consideraban su derecho.
(Bertrand, 1992: 134-135).
A partir de la proclamación de la independencia política de Guatemala
(1821), los criollos que detentaban el poder intentaron cambiar la
estructura agraria heredada del período colonial. Además de las tierras
de los latifundios de criollos y de aquéllas en poder de los pequeños y
medianos terratenientes mestizos, parte importante de las tierras del
país estaba aún en poder de las ordenes religiosas y de las comunidades,
tierras que algunos sectores consideraban improductivas (Cambranes,
1992: 310).
A pocos años de la independencia, se decretó la desamortización de
las tierras de propiedad de las ordenes religiosas y de las comunidades.

83
La historiografía ha identificado hasta cinco diferentes acepciones del termino ladino.
Actualmente, los ladinos son un grupo heterogéneo y constituyen la mayor parte de los
llamados no indígenas (ONU, 1998: 133).

78

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Con estas leyes, que dispusieron que las tierras que no estuvieses
cultivadas serían usufructuadas por particulares deseosos de hacerlas
producir, se pretendía acabar con las tierras incultas o improductivas
en el país.84 Según Sandoval, entre 1825 y 1880 habrían sido elaboradas
un total de 18 leyes agrarias en Guatemala. Dichas leyes, sin embargo,
no cambiaron en esencia la situación de tenencia de la tierra hasta
entonces imperante, manteniéndose el reducido numero de propietarios
privados de la tierra (Sandoval, 1992: 220).
Fue en el contexto de los cambios productivos experimentados en la
segunda mitad del siglo XIX con la introducción del café, así como de la
revolución liberal verificada en la década de 1870, que se impulsó una
transformación de la estructura agraria de Guatemala. En 1874 se
dictaron los decretos que permitieron la expropiación de las tierras que
tenían tanto la iglesia como las hermandades, los hospitales, las
congregaciones, etc. En el mismo año se suprime el censo enfitéutico,
que afectaba principalmente a los ejidos municipales y a las tierras
comunales de los pueblos de indios, pasando éstas, como consecuencia,
a la categoría de tierras privadas por el sistema de libre compraventa.
(Paz, 1997: 62). Fue en esta época que, además, se estableció el concepto
de tamaño de la explotación agrícola, fijándola en cinco caballerías
adjudicables como mínimo (una caballería equivale a 44,8 hectáreas).
Además, se legalizó el traspaso de la propiedad territorial, y se organizó
un registro de la propiedad inmueble. A consecuencia del parcelamiento
de los ejidos, la concesión de los terrenos baldíos, la diversificación
agrícola, y el desarrollo de la producción e industria cafetalera verificados
a contar de entonces, se habría producido un cambio real en el régimen
de tenencia de la tierra. (Sandoval, 1992: 220).

84
Cabe hacer mención aquí también de la ley contra la vagancia, dictada en 1829, en virtud de
la cual se obligó a los campesinos que no tenían modo de vivir conocido, indígenas mayas
en su mayoría, a trabajar en las fincas y labores de los grandes hacendados. Esta ley fue
abolida en 1831, instaurándose, al menos formalmente, la libertad de contratación de trabajo.
La ley de 1831, sin embargo, establecía el castigo corporal para los campesinos que no
cumplieran con los compromisos contraídos con los hacendados (Mesa Nacional Maya de
Guatemala, 1998: 25-26).

79

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

En este período también se efectúan las primeras grandes concesiones


de tierras a los empresarios alemanes y a la United Fruit Company,
originándose así el latifundio alemán y estadounidense en Guatemala.
Leyes posteriores intentarían, al menos en teoría, combatir el latifundis-
mo nacido de la revolución liberal.85 Dichas leyes, sin embargo, no
frenaron el proceso de acumulación de tierras, estimándose que en este
período un grupo de 2.000 familias concentró casi el 90 por ciento del
total de las exportaciones de la época. Sandoval estima que, en total, entre
1871 y 1920 se realizaron 2.084 adjudicaciones de tierras nacionales, con
un total de 1.208.835 hectáreas, las que se transformaron en propiedad
privada (Sandoval, 1992: 221). A juicio de la Mesa Nacional Maya de
Guatemala, el resultado de la revolución liberal fue el despojo de los
pueblos indígenas de sus tierras comunales, que obligó a los indígenas a
buscar trabajo en las fincas, y que habría continuado sin variaciones hasta
la década de los cuarenta (Mesa Nacional Maya de Guatemala, 1998: 27).
La crisis del 29 afectó gravemente la economía cafetalera de Guatemala.
La dictadura de Jorge Ubico, instaurada en 1930, dictó un conjunto de
normas tendientes a enfrentar el problema alimenticio de la población, y
a mantener la fuerza de trabajo gratuita de los cafetaleros y en las obras
públicas. Con el primer objetivo se dicta, en julio de 1931, una ley que, a
fin de evitar la hambruna, distribuye las tierras de los ejidos en usufructo
entre los campesinos que los integran, pudiendo éstos disponer libremente
de los productos del lote que trabajen. Para el segundo objetivo, se dictó
el Decreto No. 1996, conocido como Ley Contra la Vagancia, en virtud del
cual se reputan como vagos los jornaleros que no tengan comprometidos
sus servicios en fincas ni cultiven con su trabajo una mínima extensión de
tierra. Como castigo se establece el trabajo forzado para los patronos,
fundamentalmente los cafetaleros, de 100 días al año al que compruebe
poseer una cierta cantidad de cultivos propios, y de 150 días al que no
compruebe poseer dichos cultivos (Paz, 1997: 71-75).

85
Bajo el gobierno de Manuel Lisandro Barillas se dictó un decreto (No. 416) que limitaba la
extensión de las unidades agrícolas a 30 caballerías. En 1894, bajo el gobierno de José
María Reina Barrios, se limitó aún más la superficie legal de las propiedades agrícolas
(Sandoval, 1992: 220).

80

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Reforma agraria

No sería sino hasta mediados del siglo XX que en Guatemala se


impulsaría un esfuerzo más global por revisar las arcaicas estructuras
agrarias heredadas del período colonial. Con la revolución de 1944, y en
base a las reformas constitucionales introducidas en 1945,86 se desarro-
llan una serie de reformas legislativas que comienzan a cambiar la
realidad agraria de Guatemala, caracterizada por la concentración de la
propiedad en pocas manos y la subordinación de la población campesina,
mayoritariamente indígena, a los poderosos finqueros o hacendados.
En primer término, se liberaliza la mano de obra al derogar las disposi-
ciones –tales como la ley contra la vagancia– que obligaban a los
campesinos a trabajar forzosamente en los latifundios. Se puso en vigor
la Ley de Titulación Supletoria (1945), estableciendo un mecanismos
por medio del cual el título de propiedad de la tierra podía ser concedido
a quien la hubiese trabajado durante diez años. En 1949 se dictaría la
Ley de Arrendamiento Forzoso (Decreto No. 712), a través de la cual se
obligaba a los propietarios que hubiesen dado parcelas en arrendamiento
durante los últimos cuatro años, a seguir arrendándolas por dos años
más. Asimismo, se exigía a los terratenientes arrendar tierras ociosas y
a no cobrar más del cinco por ciento del valor de la cosecha. Fue el
gobierno de Jacobo Arbenz el que, en 1952, en un clima de gran movili-
zación campesina, logró la aprobación del Congreso de una ley (Decreto
No. 900) que perseguía “un cambio profundo en la producción agrícola
atrasada de Guatemala, mediante una Reforma Agraria que termine con
los latifundios y las prácticas semifeudales, dándoles tierras a miles de

86
En ese año, la Constitución había establecido, en su Título IV, que era responsabilidad del
Estado desarrollar actividades agrícolas, y que los beneficios de las mismas deberían ir a los
productores. El artículo 90 de la Constitución establecía que la propiedad privada sería
reconocida y garantizada si llenaba su función social. La misma Constitución estableció
además la expropiación, cuando fuera de beneficio público, la abolición de los contratos de
servidumbres en fincas, y la autorización de la organización y sindicalización de los
campesinos y trabajadores agrícolas (Sandoval, 1992: 222).

81

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

campesinos, elevando su capacidad adquisitiva, y creando un gran


mercado interior favorable para el desarrollo de la industria nacional.”
(MAGA/CONATIERRA, citada en Sandoval, 1992: 223).
Entre sus disposiciones, la ley establecía que podían ser expropiadas
las tierras particulares que no estuvieran cultivadas o que hubieran sido
arrendadas en cualquier forma durante los tres años anteriores. La
misma ley establecía que no eran expropiables las fincas de hasta 90
hectáreas, así como aquellas entre 90 y 270 hectáreas que estuvieran
cultivadas en sus tres cuartas partes. Tampoco lo eran las tierras
cultivadas con productos técnicos destinados al mercado externo e
interno, así como los terrenos de las comunidades indígenas, los bosques
con pendientes mayores de 300 hectáreas, y ciertas reservas forestales
de importancia. La extensión de tierras a otorgar a los beneficiarios era
de un máximo de 1.350 hectáreas en El Petén; un máximo de 7 y un
mínimo de 3,5 hectáreas de tierras cultivables, y un máximo de 17,5 y un
mínimo de 10,5 hectáreas de tierras no cultivables. Las personas con
capital, aunque no fuesen campesinos, podrían arrendar del Estado
tierras disponibles hasta un máximo de 280 hectáreas, por períodos de
5 a 25 años. La tierra recibida debía ser pagada por sus beneficiarios. El
monto a pagar correspondería a un 3% del valor de la cosecha anual si la
tierra era entregada en arrendamiento vitalicio y un 5% si era entregada
en propiedad. La tierra entregada a través de esta última vía no podía
ser vendida o hipotecada por un período de 25 años. Los antiguos
propietarios serían indemnizados con bonos agrarios del 3% que vencían
en 25 años, en base al valor de la tierra contenido en las declaraciones
de impuestos vigentes. Finalmente, contemplaba la creación del Departa-
mento Agrario Nacional, encargado de la ejecución de la ley y del Banco
Nacional, agente crediticio de la reforma agraria.
De acuerdo a Sandoval, durante la vigencia de la ley fueron emitidos
1.002 decretos de expropiación que afectaron 603.615 hectáreas, además
de 280.000 hectáreas de fincas nacionales, sumando un total de 883.615
hectáreas afectadas por la reforma agraria. Los beneficiarios fueron los
pequeños terratenientes minifundistas, los trabajadores de fincas

82

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

nacionales (mozos colonos) y los trabajadores agrícolas (jornaleros)


carentes de tierras. Su número varía, según las fuentes, entre 75 y 88 mil.87
En todo caso, 23 a 30 mil campesinos sin tierras fueron beneficiados con
tierras de fincas nacionales, las que fueron entregadas, fundamentalmente,
en parcelas individuales, ya fuese en propiedad o usufructo vitalicio (72,5
por ciento del total fue entregado a través de esta última modalidad). Entre
los terratenientes afectados estaban las empresas extranjeras asentadas
en territorio guatemalteco, tales como la United Fruit Company y la
Compañía Agrícola de Guatemala, las que contaban con 323.000 hectáreas
a la época. (Sandoval, 1992: 224) .
Llama la atención la ausencia de estadísticas relativas a los beneficios
que la reforma agraria significó para la población indígena. Ninguno de
los análisis que se hacen de sus implicancias dan cuenta de la procedencia
étnica de sus beneficiarios, los que genéricamente eran considerados
campesinos. Se presume, por la composición fundamentalmente, aunque
no exclusivamente, indígena de los campesinos sin tierra en Guatemala,
que un alto porcentaje de los beneficiarios de este proceso fueron indígenas.
Así se deduce del análisis de algunos especialistas, los que al referirse a las
implicaciones de la reforma agraria en Guatemala, sostienen que a través
de ella, por primera vez desde la conquista española, se les habría devuelto
la tierra a los indígenas (Gleijeses, 1992: 360). Llama la atención, además,
el hecho que las tierras de reforma agraria fuesen otorgadas a sus
beneficiarios en parcelas individuales, circunstancia que podría haber
incidido en el aceleramiento del minifundio por la vía de la herencia
(Sandoval, 1992: 225). Dicha modalidad, además, se contrapone con la
formas de tenencia comunal de la tierra propia de los indígenas, quienes,
como ha sido señalado, habrían constituido la mayor parte de los
beneficiarios de las tierras distribuidas.

87
El investigador Jim Handy estima, sin embargo, que cerca de 100.000 campesinos y trabaja-
dores rurales recibieron parcelas de tierras gracias a la reforma agraria, beneficiándose
cerca de 500.000 personas de un población total equivalente a 3 millones (Handy, 1992:
381).

83

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Contrarreforma agraria

La afectación por la reforma agraria de los intereses de las compañías


americanas, constituyó el principal factor del derrocamiento del gobierno
de Arbenz en 1954. A partir de entonces, se inició un proceso de
contrarreforma agraria a través del cual virtualmente todos los
beneficiarios de la reforma agraria serían expulsados de las parcelas
obtenidas, siendo éstas devueltas a los finqueros. En efecto, aproxi-
madamente 550 mil hectáreas distribuidas en virtud de este proceso
fueron devueltas a los propietarios anteriores en los 18 meses que
siguieron a la anulación del Decreto 900 en junio de 1954 (Sandoval,
1992: 227). Entre los principales beneficiarios de este proceso se
encontraban la United Fruit Company, que recibió de vuelta todas sus
tierras expropiadas. Muchas de las antiguas fincas nacionales fueron
privatizadas. Treinta y nueve de ellas fueron distribuidas a propietarios
privados en extensiones que promediaban más de 7.700 acres cada una
(Brocket, 1992: 8). A raíz del ambiente de represión que se vivió después
del derrocamiento de Arbenz, la mayor parte del campesinado se vio
obligado a huir, dejando atrás sus tierras y logros de la revolución. La
mayor parte de los beneficiarios de la reforma agraria que permanecieron
en sus parcelas y lucharon por conservarlas, no tuvieron éxito al final
(Handy, 1992: 394).
En 1956 se dictó el Decreto Ley No. 559 estableciendo un estatuto
agrario. En virtud de este decreto, que ha sido considerado como una
“nueva reforma agraria”, se introdujo un impuesto progresivo sobre las
tierras ociosas y un mecanismo mediante el cual, luego de cinco años
continuos en tal condición, dichas tierras podían ser expropiadas. Si bien
sólo se impuso este impuesto a 99 mil hectáreas, y no se expropió ninguna
finca, en base a esta legislación se impulsó una política de titulación
individual de unidades agrícolas de tipo familiar. Así, hasta 1960 habían
sido distribuidas 3.800 parcelas de 20 hectáreas promedio cada una en
las 21 zonas de desarrollo agrario establecidas para estos efectos. En los
ocho años que siguieron a la anulación del Decreto 900, sólo se titularon

84

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

a través de esta vía un total de 364.852 hectáreas. El impacto de esta


reforma fue bastante reducido en razón de los patrones de distribución
de la tierra utilizados y de la política de concesión de tierras en pequeñas
parcelas y comunidades agrarias, lo que tendió a perpetuar el minifundio
de subsistencia de los beneficiarios. Por otro lado, muchas tierras que
originalmente fueron entregadas a campesinos, terminaron por acumu-
larse en manos de otros grupos sociales no campesinos. Finalmente,
durante este período también se distribuyó parte importante de las fincas
nacionales de propiedad del Estado. Hasta el año 1962 habían sido
distribuidas las tierras de 39 de las 74 fincas nacionales, beneficiando a
29 grandes finqueros con un total de 122.000 hectáreas, esto es 3.129 a
cada uno en promedio. Se puede concluir entonces, que los principales
beneficiarios de este período fueron los grandes terratenientes, en tanto
que los beneficiarios secundarios fueron los campesinos sin tierra.
La inoperancia de las políticas públicas para enfrentar el problema
de la concentración de la propiedad rural, queda demostrada con las
estadísticas que señalan que, a 1964, el 2,9% de las fincas controlaba el
62% de las tierras agrícolas del país, en tanto que el 87% de las fincas
cubrían sólo el 21% de las tierras agrícolas (Sandoval, 1992: 226-228). A
consecuencia de lo anterior, el número de familias sin tierra en este
período habría crecido sustancialmente. Entre 1950 y 1962, la cantidad
de familias sin tierras que vivían en fincas de terratenientes había crecido
a 140.000 (Brockett, 1992: 9).

Ley de Transformación Agraria de 1962

En 1962 se introduce la Ley de Transformación Agraria, Decreto No.


1.551, que viene a sustituir el estatuto agrario de 1956. En base a esta ley,
surgida en el contexto de los planes de la Alianza para el Progreso en
Guatemala, así como en virtud de otras leyes dictadas en años posteriores,
entre ellas el Decreto No. 1.653 de 1966 (Ley de Fincas Cooperativas) y
el Decreto No. 67-84 de 1979 (Ley de Empresas Campesinas Asociativas),
se habrían distribuido a 1982 a través de las distintas modalidades, tanto

85

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

de carácter individual como colectivo, un total de 399.328 hectáreas


(Sandoval, 1992: 229). Dichas modalidades comprendieron el
parcelamiento de grandes fincas en unidades productivas de una
extensión promedio de entre 19,6 y 28 hectáreas; el micro parcelamiento
de fincas de tamaño regular en unidades productivas de un promedio de
10 hectáreas; el otorgamiento de fincas de gran tamaño en parcelas
individuales para la vivienda y cultivos y áreas comunes para el pastoreo;
de la propiedad de la tierra a comunidades agrarias, con explotación
individual en módulos subfamiliares; de fincas de gran tamaño a grupos
de campesinos en patrimonio agrario colectivo; de tierras en comunidad
a entidades campesinas con personalidad jurídica (empresas campesinas
asociativas); y de tierras de las fincas nacionales a los mozos colonos y a
campesinos que trabajaran en ellas bajo la modalidad de fincas
cooperativas (un total de 130.518 hectáreas habrían sido entregadas bajo
esta modalidad a 26 asociaciones cooperativas); el reconocimiento legal
de las tierras poseídas por las comunidades (comunidad legalizada); y
la adjudicación de lotes individuales para la construcción de viviendas
para la constitución de centros urbanos en asentamientos agrarios
(Sandoval, 1992: 230-232).
Una mención especial debe hacerse de los programas de colonización
y otorgamiento de tierras desarrollados en este período por el gobierno
de Guatemala en El Petén, en la zona norte de Guatemala. Desde 1959
hasta 1978, la Empresa de Fomento y Desarrollo de El Petén (FYDEP)
distribuyó un total de 1.980.000 hectáreas a un total de 39.000
beneficiarios en nueve parcelamientos. Si bien una gran cantidad de
campesinos sin tierra migró a esta zona, en particular desde la apertura
de la carretera en 1969, contribuyendo a disminuir la presión por tierra
en otras zonas de Guatemala, no es menos efectivo que el número de
personas finalmente beneficiadas por este programa fue reducido en
relación a la necesidad de tierra existente. Ello se debió a la forma ilegal
en que éstas se otorgaron, beneficiando en muchos casos a profesionales
universitarios, militares, comerciantes, terratenientes de la costa sur,
etc., a quienes se adjudicaron once mil parcelas de gran extensión (de
entre 5 y 15 caballerías) (Sandoval, 1992: 241-242).

86

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Los impactos ambientales generados por la colonización de El Petén,


la que fue realizada en tierras boscosas no aptas para la agricultura, son
hoy reconocidos por todos los analistas en Guatemala. Con suelos muy
frágiles, sin créditos financieros o asistencia técnica, el resultado de la
colonización ha sido la destrucción de extensos territorios cuya aptitud
era forestal (Boston Institute for Developing Economies, 2000: 16). Se
estima que en los últimos años El Petén perdió, a raíz de este proceso,
un promedio de entre 50 y 60 mil hectáreas anuales de bosques tropicales
de baja altitud (Organización de Naciones Unidas, 1998: 100).
También cabe referirse a los planes impulsados por el Estado en la
llamada Franja Transversal del Norte, la que incluye todo el norte bajo
del país, desde el departamento de Huehuetenango hasta el de Izabal,
pasando por El Quiché y Alta Verapaz. Por Decreto No. 60-70 de 1970,
ésta fue declarada área de interés público, disponiéndose que los terrenos
baldíos fueran declarados de la nación de acuerdo con la Ley de
Transformación Agraria, y que las fincas privadas quedaran afectas a
las disposiciones sobre tierras ociosas y zonas de desarrollo agrario
contempladas en la misma ley. A consecuencia de la adjudicación por el
gobierno de 500 mil hectáreas de tierras en esta zona bajo diferentes
formas de tenencia, tanto comunitaria como individual, las tierras del
área que a 1970 eran en un 70% estatales, 25% privadas y 5% comunales,
pasaron a 1978 a ser mayoritariamente privadas, conservando el Estado
sólo un 9,3% del total (Carrera, 1999: 10).
Las leyes y programas gubernamentales aquí analizados, sin embargo,
fueron insuficientes para modificar las estructuras de tenencia de la tierra
en Guatemala. Así se desprende de los resultados del censo agropecuario
del año 1979, en el que se da cuenta que para entonces el 88% del total
de las fincas eran unidades de explotación subfamiliar de menos de siete
hectáreas. Dichas tierras, en total 678.590 hectáreas correspondientes
al 16% de las tierras del país, eran poseídas por 416.590 agricultores,
cada uno de los cuales tenía en promedio 1,63 hectáreas. El mismo censo
demostraba que las fincas multifamiliares de más de 45 hectáreas
constituían el 2,6% del total de fincas del país y poseían el 65% de la

87

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

tierra, con un promedio de 199,2 hectáreas por propietario. Según el


mismo censo, además, a esa fecha existían un total de 300 mil agricul-
tores sin tierra (AID, 1983, en Sandoval, 1992: 237-238). Por otro lado, el
incremento de la población verificado en este período determinó que la
tierra cultivable per capita descendiera de 1,7 hectáreas en 1950 a 0,79
hectáreas en 1980. Ello forzó a miles de campesinos a migrar desde sus
lugares de origen hacia otros en busca de trabajo. Hacia 1975, cerca del
60% de la población rural económicamente activa del altiplano, zona
preferentemente indígena, tuvo que migrar a las fincas de la costa en
busca de trabajo, haciendo de ésta la mayor fuerza de trabajo migratoria
en el mundo (Paige, 1975: 361 en Brocket, 1982: 16).
Uno de los factores que están en la base de la conflictividad que
caracteriza las dinámicas agrarias en Guatemala, es la inseguridad jurídica
sobre la posesión y propiedad de la tierra. Entre sus causas cabe destacar,
en primer término, las características del sistema de registro de la
propiedad en Guatemala. El Registro General de la Propiedad de
Guatemala, cuyo funcionamiento data de alrededor de 1880, es la entidad
encargada de la inscripción de los actos y contratos relativos al dominio y
demás derechos reales sobre inmuebles y muebles. Los actos y contratos
que deben inscribirse en dicho registro se encuentran regulados por el
artículo 1.125 del Código Civil. Sin embargo, la existencia hasta hace poco,
de solo dos oficinas del registro en el país, la práctica de la inscripción de
inmuebles sin los respectivos planos para permitir el establecimiento de
su ubicación exacta, la doble inscripción de inmuebles, la inscripción de
propiedades con problemas de deslindes, la pérdida y destrucción de
documentos del registro, e incluso el fraude y la corrupción, se encuentran
entre los problemas que afectan el funcionamiento adecuado de esta
entidad y, por tanto, la seguridad jurídica de la propiedad inmueble en
Guatemala (Miethbauer, 1999: 4).
Las leyes que permiten la titulación supletoria de bienes inmuebles
(Código Civil, Ley de Titulación Supletoria, Decreto Supremo No. 49-
79, 1979 modificado por los Decretos Ley No. 60-82 (1982) y, 128-85
(1985) también contribuyen a complejizar la situación de inseguridad

88

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

en la tenencia de la tierra. En efecto, dichas leyes le otorgan al poseedor


regular de un inmueble el derecho a inscribirlo a su nombre transcurridos
diez años de posesión pacífica y continua. La inscripción del título se
convierte en inscripción de dominio, y el poseedor puede oponer su título
incluso a otro título de inscripción de la propiedad relativo al mismo
inmueble.88 La modalidad es de gran importancia en Guatemala, dado
que la mayoría de las tierras rurales no están inscritas en el RGP, y una
buena parte de las tierras están en proceso de titulación supletoria
(Carrera, 1999: 16). Los efectos jurídicos de esta institución también
afectan a los indígenas, dado que las tierras que estos reclaman están en
muchos casos en proceso de titulación supletoria en favor de terceros
no indígenas que las reclaman. Es por ello que en el Acuerdo Indígena
se establece la necesidad de suspender la titulaciones supletorias para
propiedades sobre las cuales hay reclamos de derechos por las
comunidades indígenas (Capítulo IV, letra F, No. 8a).
A ello se debe agregar, por último, la falta de reconocimiento en la
legislación de los sistemas de tenencia y transmisión propios de los
pueblos indígenas. Los estudios existentes reconocen que los indígenas
de Guatemala, al igual que los de otras partes de América Latina, carecen
de un concepto de propiedad privada de la tierra. La tierra es concebida
por los indígenas como una gran entidad de vida, en la que se integran
aspectos religiosos y materiales cuya tenencia, así como la de los recursos
naturales que en ella se encuentran, es de carácter comunal. Se destaca
el carácter territorial de la tierra, que su tenencia tiene más bien un
sentido de usufructo familiar a perpetuidad, asociado a la responsabilidad
de su conservación y mantenimiento. Algunos autores, sin embargo,

88
Un reciente estudio jurídico de UTJ PROTIERRA sobre la materia, hace ver la contradicción que
existiría en esta materia entre las disposiciones del Código Civil y la de las leyes de titulación
supletoria vigentes. A juicio de dicho estudio, mientras las primeras admiten la usucapión
sobre bienes inscritos, la segunda no lo haría. La necesidad de resolver esta contradicción
protegiendo los derechos del poseedor por sobre los del propietario inscrito de bienes
inmuebles es subrayada en este estudio (MAGA/UTJ PROTIERRA y PNUD, 1999: 29 y ss.).

89

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

plantean que con la imposición del derecho positivo, hoy coexiste en los
indígenas la propiedad comunal con la individual, siendo esta última
también transferida dentro del mercado de tierras rurales (Carrera, 1999:
22). Se reconoce, sin embargo, que la gran mayoría de las transacciones
de tierra existentes entre los indígenas, no son inscritas en los registros
de la propiedad, por lo que permanecen en el ámbito de la informalidad.
La complejidad de situaciones en que se encuentran las tierras en
Guatemala en la actualidad es enorme. Miethbauer distingue entre ellas:
las tierras con título individual, formalmente inscritas en el registro de
propiedad o cuyas transferencias constan sólo por escritura privada; las
tierras precaristas/agarradas, que son aquellas invadidas, sean éstas
públicas o privadas, donde el título precario puede ser regularizado a través
de titulación supletoria; tierras comunales, que corresponden a tierras
indígenas formalmente protegidas por la Constitución (artículos 66, 67 y
70) y el Convenio 169 de la OIT, pero cuya regularización se ve dificultada
por la inexistencia de una ley especial sobre la materia; las tierras
municipales, que consisten en tierras públicas que pertenecen a las
municipalidades, las que tienen títulos coloniales que no han sido
formalmente inscritos y que generalmente están en conflicto con las tierras
comunales indígenas; tierras de parcelarios familiares o colectivos del INTA,
cuyos beneficiarios obtienen títulos privados o colectivos sobre ellas
después de un período de diez años (20 en El Petén), y que en muchas
ocasiones son doblemente asignadas o estaban previamente inscritas por
otras personas; y tierras públicas (baldías) tituladas supletoriamente por
el INTA cuando se cumple con ciertos requisitos legales. A ellas agrega las
tierras asignadas a población desarraigada y a población campesina e
indígena como consecuencia de la ejecución de las disposiciones
contenidas en los Acuerdos de Paz (Miethbauer, 1999: 6-7).

90

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Programas de compra de tierra

Diversos hechos contribuyen a generar, a mediados de los ochenta,


cambios en las políticas agrarias del gobierno. Además de la intensi-
ficación del enfrentamiento entre la guerrilla y el ejército de Guatemala,
se verifica un proceso de creciente organización campesina e indígena
con miras a una distribución más justa de la tierra y de condiciones de
trabajo más dignas en Guatemala.89 Por otro lado, en 1985 entra en
vigencia una nueva Constitución Política en la que, junto con reconocerse
que “Guatemala está compuesta por diversos grupos étnicos entre los
que figuran los grupos indígenas de ascendencia maya” (artículo 66), se
dispone que “Las tierras de las cooperativas, comunidades indígenas o
cualesquiera otras formas de tenencia comunal o colectiva de propiedad
agraria... gozarán de protección especial del Estado, de asistencia
crediticia y técnica preferencial, que garantice su posesión y desarrollo,
a fin de asegurar a todos los habitantes una mejor calidad de vida.”
(artículo 67). La misma Constitución establece además que “mediante
programas especiales y legislación adecuada, el Estado proveerá de
tierras estatales a las comunidades indígenas que las necesiten para su
desarrollo.” (artículo 68).

89
En la década de los setenta un creciente número de indígenas comenzaron a organizarse
para la acción política y económica (ver Menchú, Rigoberta y Comité de Unidad Campesina,
Trenzando el futuro. Luchas campesinas en la historia reciente de Guatemala, Gipuzkoa,
Tercera Prensa, 1992). Los candidatos indígenas comenzaron a ganar elecciones municipales
y dos de ellos fueron electos al Congreso nacional. En 1978, se crea el Comité de Unidad
Campesina (CUC), primera organización que unió a campesinos indígenas de agricultura de
subsistencia y migrantes a las fincas, con ladinos colonos pobres. La fuerza de la CUC quedó
de manifiesto en una serie de huelgas desarrolladas en los ochenta para elevar el salario
mínimo. Muchos indígenas se unen entonces a los movimientos guerrilleros surgidos a
contar de la década de los sesenta. A comienzos de los ochenta la guerra afecta seriamente
a los indígenas, la represión es ejercida no sólo contra la guerrilla sino también contra quienes
podrían prestarle ayuda en el campo. Se ha llegado a estimar en más de cien mil los
guatemaltecos, especialmente campesinos indígenas, que fueron asesinados en ese período
(Brockett, 1992: 17-30).

91

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Es en este contexto que comienzan a impulsarse diversas iniciativas,


tanto públicas como privadas, a objeto de atender las demandas de estos
sectores. En 1986, con la restauración del gobierno civil, el INTA deja de
concentrarse en los programas de colonización e inicia un nuevo
programa, un banco de tierras, basado en la compra y reventa de la tierra
a grupos campesinos organizados.90 Las compras se harían a precio de
mercado. Los adjudicatarios de las tierras tenían un período de veinte
años para reembolsar la deuda, sin pago de intereses. La casi totalidad
de las tierras que se compraron parecen haber provenido de quiebras,
en particular las fincas con moratoria de pagos hipotecarios con el Banco
Nacional de Desarrollo Agrícola (BANDESA). Hacia 1992, el INTA había
comprado a través de este programa un total de 18 fincas, asentando a
un total de 16,000 hogares en microparcelas de un promedio de 0,61
hectáreas (Berger, 1992: 199 en Deere y León, 1999: 4).
A partir de 1984, la Fundación del Centavo (FUNDACEN), una agrupación
privada creada en 1962 con el fin de otorgar crédito y asistencia técnica
a pequeños agricultores, impulsó una iniciativa con miras a posibilitar
el acceso a la tierra de campesinos sin tierra o minifundistas a través del
mercado. Con un financiamiento inicial de la Agencia Internacional para
el Desarrollo de Estados Unidos (USAID), FUNDACEN compraba fincas en el
mercado, fundamentalmente en la costa sur, pero también en el altiplano,
oriente y zona reina, para luego venderlas a los sectores antes
identificados a precios comerciales. Los beneficiarios debían pagar una
cuota inicial del 10%, además de los honorarios legales. Contaban con
un período de 12 años para reembolsar la hipoteca a tasas de interés de
mercado. Desde sus inicios hasta 1990, este programa adquirió 28 fincas,
que permitieron generar unas 1.401 parcelas con una extensión promedio
de cuatro manzanas cada una. El número de familias beneficiadas se
estima en 1.200.

90
El establecimiento de este programa se debió en parte a la presión de los campesinos
organizados en la Asociación Nacional de Campesinos Pro-Tierra (ANACAMPRO). Después de
una gran marcha nacional organizada por esta entidad, el INTA adjudicó a ésta una finca de
768 manzanas, beneficiando a un total de 500 familias sin tierra (Schweigert y Strochilic,
1992: 3).

92

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

A diferencia del programa del INTA, FUNDACEN no estimulaba la


organización de sus beneficiarios, poniendo énfasis en el desarrollo de
una agricultura comercial con la que los beneficiarios pudiesen pagar
sus deudas y capitalizarse (Pedroni, 1992: 88-95; Deere y León, 1999:
6). Aun cuando no existen estadísticas globales que permitan precisar la
cantidad de beneficiarios indígenas, un estudio de casos de estos
programas, desarrollado en 1992 por el Land Tenure Center de la
Universidad de Wisconsin, señala que en promedio éstos alcanzaron el
58,9%, en tanto que la población ladina beneficiaria alcanzaba al 41,1%
(Schweigert y Strochlic, 1992: 15).91

Los Acuerdos de Paz y los derechos de los indígenas a la tierra

Luego de diversos esfuerzos realizados a objeto de poner término a la


guerra interna instalada en Guatemala a comienzos de los sesenta, entre
1990 y 1996 la guerrilla y el gobierno suscriben una serie de acuerdos
con miras a establecer la bases para una futura convivencia pacífica en
el país. Si bien los indígenas no intervienen directamente en la
suscripción de dichos acuerdos,92 su situación y derechos, entre ellos el
derecho a la tierra, no estuvieron ausentes en ellos. Ello es consecuencia,
en primer lugar, del peso demográfico de la población indígena al interior
de Guatemala. De conformidad al censo de población de 1994, quienes
se identificaron como indígenas ese año representaban el 42% de la
población total del país. Dicha cifra se eleva al 48% si se toma en

91
Los criterios utilizados para la identificación de los beneficiarios en este estudio de casos
eran puramente lingüísticos. Los beneficiarios indígenas alcanzaban el 68,2% en el caso de
ANACAMPRO, el 54,6% en el caso del INTA, y el 54,1% en el caso de FUNDACEN, siendo ladinos el
resto de los beneficiarios.
92
Indirectamente, sin embargo, las organizaciones indígenas de Guatemala ejercieron una
influencia en los acuerdos. Un ejemplo de ello es la participación de las organizaciones
maya a través de la Coordinación de Organizaciones del Pueblo Maya de Guatemala
(COPMAGUA), en la Asamblea de la Sociedad Civil, instancia constituida en 1994 a objeto de
permitir la incorporación de las inquietudes de diferentes sectores de la ciudadanía en torno
al proceso de paz (Plant, 1999: 81).

93

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

consideración los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos


Familiares de 1998/1999 (ONU, 1999: 129), y entre el 60 y el 62,5% según
estimaciones citadas por la Mesa Nacional Maya de Guatemala (Tzian,
1997, en Mesa Nacional Maya de Guatemala, 1998: 39).93 La incorpo-
ración de los derechos de los pueblos indígenas en los Acuerdos de Paz
es consecuencia, además, de la marginación histórica de la que éstos
han sido objeto en Guatemala. Tal como señalara en años pasados la
Comisión para el Esclarecimiento Histórico en su informe de conclu-
siones, “desde la independencia proclamada en 1821, acontecimiento
impulsado por las élites del país, se configuró un Estado autoritario y
excluyente de las mayorías, racista en sus preceptos y en su práctica,
que sirvió para proteger los intereses de los restringidos sectores
privilegiados.” (Comisión para el Esclarecimiento Histórico: 17).
La inclusión de los indígenas en los Acuerdos de Paz se debe, por último,
a que, de conformidad a todos los antecedentes disponibles, a ellos fueron
las principales víctimas de la violencia generada por la guerra. De
conformidad a la misma Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH),
“las evidencias, a lo largo de la historia guatemalteca, y con toda crudeza
durante el conflicto armado, radican en que la violencia fue dirigida
fundamentalmente desde el Estado, en contra de los excluidos, los pobres,
y sobre todo, la población maya...” (CEH: 17). Dicha Comisión agrega que del
total de 42.275 víctimas documentadas por esta entidad desde el inicio del
enfrentamiento armado interno en 1962, el 83% eran mayas, en tanto que
el 17% eran ladinos (CEH: 17). En los años de exacerbación del enfrentamiento
armado (1978-1983), el ejército habría identificado a los mayas como grupo
afin a la guerrilla, hecho que incidió en la agresión masiva e indiscriminada
a las comunidades indígenas, con independencia de su real involucramiento
en la guerrilla (CEH: 23-24).

93
De conformidad a Tzian, pertenecen al pueblo maya el 60,58% de la población guatemalteca,
al pueblo garífuna el 0,07% y al pueblo xinka el 0,003% (Tzian, 1997: 40-51). Un cálculo
semejante es realizado por la OIT, la que a 1994 estimaba la población indígena en Guatemala
en 65% de la población total del país (ILO, 1994, en Plant, 1999).

94

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

Fueron estas circunstancias las que llevaron a las partes en conflicto


a suscribir en 1995 el llamado Acuerdo sobre Identidad y Derecho de los
Pueblos Indígenas (en adelante Acuerdo Indígena). En dicho Acuerdo,
junto con reconocerse los derechos culturales, civiles, políticos, sociales
y económicos de estos pueblos, y comprometerse el gobierno de
Guatemala a realizar gestiones para la agilización de la ratificación del
Convenio 169 de la OIT, se aborda en detalle la situación de los derechos
que a éstos corresponden en materia de tierras. En este ámbito específico,
el gobierno se compromete a adoptar, directamente cuando es de su
competencia y a promover, cuando es de competencia del organismo
legislativo o autoridades municipales, en consulta con las comunidades
indígenas concernidas, entre otras, las siguientes medidas:

i) Regularizar la situación jurídica de la posesión comunal de tierras por


las comunidades que carecen de títulos de propiedad, incluyendo la
titulación de tierras municipales o nacionales con clara tradición
comunal (Capítulo IV, letra F, No 5).
ii) A reconocer y garantizar el derecho de acceso a tierras y recursos que no
estén exclusivamente ocupados por las comunidades, pero a las que éstas
hayan tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales
y de subsistencia (servidumbres, tales como paso, tala, acceso a
manantiales, etc., y aprovechamiento de recursos naturales) así como
para sus actividades espirituales (Capítulo IV, letra F, No. 6 a);
iii) A reconocer y garantizar el derecho de las comunidades de participar
en el uso, administración y conservación de los recursos naturales
existentes en sus tierras (Capítulo IV, letra F, No. 6b);
iv ) A obtener la opinión favorable de las comunidades indígenas en forma
previa a la realización de cualquier proyecto de explotación de recursos
naturales que pueda afectar su subsistencia y modo de vida. Dichas
comunidades deberán percibir una indemnización equitativa por
cualquier daño que puedan sufrir como consecuencia de tales
actividades (Capítulo IV letra F, No. 6c).94

94
Los lineamientos centrales establecidos en estas tres últimas cláusulas son evidentemente
extraídos de aquellos contenidos en los artículos 14 y 15 del Convenio 169 de la Organización

95

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

v) A instituir procedimientos para solucionar las reivindicaciones de


tierras comunales formuladas por las comunidades, y para restituir o
compensar dichas tierras, promoviendo en particular las siguientes
medidas: a) suspender las titulaciones supletorias para propiedades
sobre las cuales hay reclamos de derechos por las comunidades
indígenas; b) suspender los plazos de prescripción para cualquier
acción de despojo a las comunidades indígenas; y c) cuando los plazos
de prescripción hayan vencido, establecer procedimientos para
compensar a las comunidades despojadas con tierras que se adquieran
para el efecto (Capítulo IV, letra F, No. 7).
vi) A adoptar medidas que, sin afectar la pequeña propiedad campesina,
hagan efectivo el mandato constitucional de proveer de tierras estatales
a las comunidades indígenas que las necesiten para su desarrollo
(Capítulo IV, letra F, No. 8).
vii) A fin de dar protección jurídica a los derechos reconocidos a las
comunidades indígenas, el gobierno se compromete a adoptar y
promover entre otras medidas: a) el desarrollo de normas legales que
reconozcan a las comunidades indígenas la administración de sus
tierras de acuerdo con sus normas consuetudinarias; b) el aumento
del número de juzgados para atender los asuntos de tierras y agilizar
procedimientos para la resolución de dichos asuntos; d) crear servicios
de asesoría jurídica para reclamos de tierras; e) proveer gratuitamente
el servicio de intérpretes a las comunidades indígenas en asuntos
legales; y g) eliminar la discriminación legal o de hecho contra la mujer
en cuanto a facilitar el acceso a la tierra, a créditos, y a participar en
los proyectos de desarrollo (Capítulo IV, letra f, No. 9).
viii) Para dar cumplimiento a estos compromisos, el gobierno se compro-
mete además a establecer, con consulta a los pueblos indígenas, una comi-
sión paritaria, integrada por representantes del gobierno y de las organiza-
ciones indígenas, sobre derechos relativos a la tierra de los pueblos indí-
genas, a fin de estudiar, diseñar y proponer los procedimientos y
arreglos institucionales más adecuados (Capítulo IV, letra F, No. 10).

Internacional del Trabajo del año 1989. Dicho Convenio sería ratificado por Guatemala en
1996, convirtiéndose por tanto, en parte integrante de su ordenamiento jurídico.

96

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

ix) Finalmente, el gobierno se compromete a movilizar los recursos que


sean indispensables para la ejecución de los acuerdos antes señalados
(Capítulo VI).

La situación agraria y del desarrollo rural tampoco estuvo ausente en


los Acuerdos de Paz. Al año 1995, se estimaba que el 65% de los habitantes
de Guatemala vivía en zonas rurales, siendo la media para Latinoamérica
de sólo 23% (Lattes, 1995, en ONU, 1999: 129). La densidad de la población
en algunas zonas rurales de Guatemala, como es el caso del altiplano
occidental, era muy elevada, estimándose en 1997 que ésta alcanzaba a
140 habitantes por kilómetro cuadrado, cifra similar a la de El Salvador,
el país de mayor densidad poblacional en el continente (Ordoñez, 1997,
en ONU, 1999: 129). La persistencia de los patrones históricos de
concentración de la tierra en pocas manos, la necesidad de permitir a
vastos sectores de la población rural el acceso a la tierra, la agudización
de los conflictos sobre la propiedad de las tierras rurales en Guatemala,95
la necesidad de dar a la tierra un uso productivo más eficiente que
permitiese la satisfacción de las necesidades básicas de la población, y
generación de excedentes para el desarrollo económico del país, fueron
hechos que motivaron la inclusión del tema de las tierras y el desarrollo
rural en el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria
(en adelante ASESA) suscrito en 1996. Tal como se dispone en este acuerdo,
la evolución histórica del agro en Guatemala ha llevado a “una situación

95
Un estudio de SEPAZ y la Dependencia Presidencial de Asistencia Legal y Resolución de
Conflictos, daba cuenta de la existencia, a 1996, de 338 conflictos de tierra en 15 de los 22
departamentos del país. Dichos conflictos eran divididos en trece categorías, entre las cuales
se encontraban la falta de delimitación estricta y categórica de linderos; la posesión con
títulos de propiedad, pero con ubicación en otra área geográfica; la posesión de tierras de
refugiados por la guerra; la posesión de tierras con alguna autorización del propietario; la
invasión de fincas privadas; la ocupación/legalización de baldíos nacionales; la ocupación
de ejidos municipales; la ocupación de propiedad con documentos privados; la usurpación
de baldíos por finqueros; la existencia de dos o más títulos de propiedad sobre la tierra; las
demandas de tierras de desarraigados por la guerra; la ocupación de fincas por problemas
laborales; y la invasión de tierras para la vivienda (SEPAZ y Dependencia Presidencial de
Asistencia Legal y Resolución de Conflictos, 1996, en Sandoval, 1997: 4-5).

97

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

de concentración de recursos que contrasta con la pobreza de la mayoría,


lo cual obstaculiza el desarrollo del país en su conjunto”, situación que
resulta indispensable subsanar promoviendo “un agro más equitativo”
(Capítulo III, No. 28).
La promoción del acceso de los campesinos a la propiedad de la tierra
y uso sostenible de los recursos del territorio es parte central del ASESA.
Para ello, el gobierno se compromete en su Capítulo III sobre Situación
Agraria y Desarrollo Rural, a tomar las siguientes medidas:

i) Creación de un fondo fideicomiso de tierras dentro de una institución


bancaria participativa para la asistencia crediticia y el fomento del
ahorro, preferentemente a micro, pequeños y medianos empresarios.
El fondo de tierras concentrará la potestad del financiamiento público
de adquisición de tierras, propiciará el establecimiento de un mercado
transparente de tierras, y facilitará el desarrollo de planes de
reordenamiento territorial. La política de adjudicación del fondo
priorizará la adjudicación de tierras a campesinos y campesinas que
se organicen para el efecto, teniendo en cuenta criterios de
sostenibilidad económica y ambiental. Dicho fondo de tierras se
conformará inicialmente con las siguientes tierras: i) Tierra de baldíos
nacionales de fincas registradas a nombre de la nación; ii) Tierras
nacionales entregadas en forma irregular en zonas de colonización,
especialmente en El Petén y la Franja Transversal del Norte, que el
gobierno se compromete a recuperar mediante acciones legales; iii)
Tierras que se adquieran con los recursos que el gobierno está
destinando al Fondo Nacional para la Tierra (FONATIERRA) y el Fondo
Nacional para la Paz (FONAPAZ) para tal finalidad. Ello además de las
tierras que se adquieran con donativos de gobiernos amigos,
organizaciones no gubernamentales, préstamos de organismos
financieros internacionales, tierras ociosas que se expropien en base
al artículo 40 de la Constitución, aquellas que se adquieran con
recursos provenientes de la venta de excesos de tierras que pudieran
resultar en las propiedades privadas, al comparar la medida real con

98

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

la superficie registrada en el registro de propiedad inmueble; aquellas


que puede adquirir el Estado en base a artículo 40 del Decreto 1551,
las que adquiera a cualquier título, incluyendo donaciones de todo
tipo. Para estos efectos, el gobierno se compromete a promover y
promulgar una ley que regule las actividades del Fondo de Tierras,
estableciéndose 1999 como año para evaluar y modificar la
operatividad del programa de adjudicaciones (No. 34 a-d).
ii) Propiciar la creación de todos los mecanismos posibles para
desarrollar un mercado activo de tierras, que permita la adquisición
de tierras para campesinos que no la poseen o la poseen en cantidad
insuficiente, a través de transacciones de largo plazo a tasas de interés
comerciales o menores y con mínimo o sin enganche. Propiciar con el
mismo fin la emisión de valores hipotecarios, con garantía del Estado,
cuyo rendimiento sea atractivo para el mercado privado y para las
instituciones financieras (No. 34e).
iii) Desarrollo de una estructura de apoyo que permita al campesino
tener creciente acceso a facilidades de comercialización, información,
tecnología, capacitación y crédito (No. 35).
iv) Apoyar a la micro, pequeña y mediana empresa agrícola y rural,
fortaleciendo sus diversas formas de organización, tales como
empresas campesinas asociativas, cooperativas, asociaciones
campesinas, empresas mixtas y empresas autogestionarias familiares
(No. 36a).
v) Afrontar el problema del minifundio mediante apoyo a minifundistas,
para que se conviertan en pequeños empresarios agrícolas, y la
promoción de una concentración parcelaria (No. 36b).
vi) Promover una reforma legal que establezca un marco jurídico seguro,
simple y accesible a toda la población con relación a la tenencia de la
tierra. Dicha reforma deberá simplificar los procedimientos de
titulación y registro del derecho de propiedad y demás derechos reales,
así como simplificar trámites y procedimientos judiciales (No. 37a).
vii) Promover la creación de una jurisdicción agraria y ambiental (No.
37b).

99

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

viii) Promover una revisión de la legislación sobre tierras ociosas,


incluyendo incentivos y sanciones para la subutilización de las tierras
y su uso incompatible con la sustentabilidad de los recursos naturales
(No. 37c).
ix) Proteger tierras ejidales y municipales, limitando los casos en que se
pueden enajenar o entregar a cualquier título a particulares (No. 37d).
x) Normar la participación de las comunidades para asegurar que éstas
tomen las decisiones relativas a las tierras comunales (No. 37e).
xi) Establecer procedimientos judiciales o no judiciales ágiles para dirimir
litigios sobre tierra y otros recursos naturales (No. 37f).
xii) Establecer un registro y catastro descentralizado, eficiente y
obligatorio e iniciar, a más tardar en 1997, el proceso de levantamiento
de información catastral y saneamiento de la información registro-
catastral, empezando por zonas prioritarias, para efectos de garantizar
la aplicación de las normas sobre acceso a la tierra y recursos
productivos contenidas en este acuerdo (No. 38).

También cabe realizar una mención del Acuerdo para el Reasenta-


miento de las Poblaciones Desarraigadas por el Enfrentamiento Armado,
suscrito en el año 1994. Dicho acuerdo, que intenta posibilitar el
reasentamiento de las poblaciones desplazadas por la inseguridad
política y social generada por la guerra, la que en los períodos más álgidos
del conflicto, a comienzos de los ochenta, según la iglesia católica habría
llegado a entre un millón y un millón y medio de personas mayoritaria-
mente provenientes de sectores rurales (ONU, 1999: 138),96 estableció
entre sus disposiciones la necesidad de lograr la integración productiva
de las poblaciones desarraigadas por el enfrentamiento armado en áreas

96
Entre 1981 y 1984, el ejercito destruyó 440 pueblos y caseríos, un millón de personas fueron
internamente desplazadas, 150 mil de las cuales huyeron a México (Berger, 1992: 196 en
Deere y León, 1999: 19). Según un estudio de USAID, a 1984 el 25% de la población de los
departamentos de Huehuetenango y El Quiché había sido desplazada (USAID, en ONU, 1999:
138). Parte importante de la población desplazada era de origen maya (Mesa Nacional Maya
de Guatemala, 1999: 112).

100

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

fundamentalmente rurales. Para ello, contempló la adquisición de tierras


para quienes no la poseyeran, comprometiéndose el gobierno a revisar
y actualizar los registros catastrales y de la propiedad inmueble, y a
realizar estudios que permitieran identificar todas las tierras estatales,
municipales y privadas con opción de compra. En la selección de tierras
para reasentamiento se tomarían en cuenta las potencialidades
agroécologicas del suelo, su precio, la sustentabilidad de los recursos
naturales y los servicios existentes (Capítulo III, artículos 2 y 3).

Primeros arreglos institucionales para el cumplimiento de los


acuerdos

A fin de dar cumplimiento a los compromisos adquiridos en estos


acuerdos en las materias antes señaladas, el gobierno de Guatemala
impulsó, a través de acuerdos gubernativos y reformas legales, la creación
de una nueva institucionalidad en materia agraria e indígena. Entre las
principales instituciones y arreglos impulsados por el gobierno en el
primer período de vigencia de los acuerdos cabe destacar los siguientes:

i) La creación, mediante acuerdo gubernativo No. 307-97 de abril de


1997, de la Comisión Institucional para el Desarrollo y Fortalecimiento
de la Propiedad de la Tierra (PROTIERRA). Dicha entidad es concebida
como una instancia coordinadora destinada a integrar los esfuerzos
gubernamentales, para formular políticas y estrategias que orienten
programas y proyectos que den cumplimiento a los Acuerdos de Paz
relacionados a la propiedad, tenencia y uso de la tierra. Entre las
funciones que el acuerdo le asigna está, además, el buscar la unidad
de los esfuerzos nacionales para definir un marco jurídico sobre
tenencia de la tierra. La visión de PROTIERRA es que “Guatemala llegue
a ser un país con seguridad y certeza jurídica sobre la propiedad,
tenencia y uso de la tierra, que propicie la inversión y la armonía
social.” (PROTIERRA, 1997, en Deere y León, 1999: 39). La presidencia
de PROTIERRA es ejercida por el Ministerio de Agricultura. Participan
101

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

de esta entidad, además, el Ministro de Finanzas y la Secretaría de la


Paz. Como órgano ejecutivo de esta entidad se estructuró la Unidad
Técnico Jurídica (UTJ) que coordina la estrategia integral del problema
agrario, incluyendo la coordinación del registro y catastro, el fondo
de tierras, la comisión para la resolución de conflictos, el programa
de inversiones rurales, el sistema de información geográfica, la
administración del impuesto único sobre inmuebles, y las inversiones
productivas agropecuarias (Carrera, 1999: 25)
ii )La creación, mediante acuerdo gubernativo No. 515-97 de junio de
1997, de la Comisión Paritaria sobre los Derechos Relativos a la Tierra
de los Pueblos Indígenas. Dicha Comisión tiene un carácter bipartito
y paritario, con participación indígena y gubernamental. Funciona
como órgano consultivo y asesor, con el objeto principal de definir e
impulsar una nueva política de transformación agraria y desarrollo
rural sostenibles y sustentables, que permita el acceso a tierras
productivas y el aprovechamiento y administración de recursos
naturales, así como establecer mecanismos que permitan el cumpli-
miento de los Acuerdos de Paz en esta materia (Sandoval, 2000: 16).
Una de las principales tareas asumidas por esta Comisión fue
elaboración de un anteproyecto de ley para la creación del Fondo de
Tierras establecido en el ASESA. Con posterioridad, esta Comisión se
ha abocado a la preparación y análisis de un anteproyecto de ley de
catastro.97
iii) Creación, mediante acuerdo gubernativo No. 392-97 de mayo de 1997,
del Fideicomiso Fondo de Tierra. Éste viene a suceder al Fondo de
Tierras (FONATIERRA), entidad dependiente del INTA, creada en 1992
mediante acuerdo gubernativo No. 751-92 del 14 de agosto de 1992.
El Fideicomiso tiene por misión “facilitar a campesinos y campesinas
mayores de edad, de nacionalidad guatemalteca, individuales o
aglutinados en organizaciones, sin tierra o con tierra insuficiente, a
través de mecanismos financieros adecuados: a) el acceso a la tierra
con vocación agropecuaria y forestal, en propiedad; b) proyectos

97
Comentarios críticos COPMAGUA, URNG.

102

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

productivos sostenibles económica y ambientalmente; c) servicios de


asistencia técnica integral...” (Fondo de Tierras, 2000: 3). Con base
en el anteproyecto preparado por la Comisión Paritaria, y en virtud
de la ley aprobada por el Congreso de la República que entró en
vigencia en el mes de junio de 1999 (Decreto No. 24-99), se creó el
Fondo de Tierras ( FONTIERRA). Dicha entidad, concebida como
institución autónoma, descentralizada, y con personalidad jurídica,
orientada a facilitar el acceso a la tierra y generar condiciones para el
desarrollo rural integral y sostenible a través de proyectos productivos,
agropecuarios, forestales e hidrobiológicos, además de asumir las
funciones del Fideicomiso, se hizo cargo de las funciones y obligaciones
de lo que fuera el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA)
(Fondo de Tierras, 2000: 3-5).
iv) Creación, en base al acuerdo gubernativo No. 452-97 de junio de 1997
de la Dependencia Presidencial de Asistencia Legal y Resolución de
Conflictos sobre la Tierra (CONTIERRA). Esta entidad es un órgano
adscrito a la Presidencia de la República, cuya función legal es la de
facilitar y apoyar, a petición de parte, la solución conciliatoria o jurídica
de aquellas situaciones en donde uno o varios interesados reclamen si-
multáneamente derecho de posesión o propiedad de la tierra (artículo 1).
Entre sus objetivos fundamentales se encuentra el de contribuir al
diálogo constructivo entre las partes involucradas en conflictos de
tierra, llevar a cabo mediación activa que ayude a la conciliación en la
resolución de dichos conflictos, orientar en forma gratuita a las partes
que no puedan pagar asesoría jurídica, y sugerir fórmulas de
compensación o restitución a campesinos, comunidades, al Estado o
a las municipalidades, en caso que hayan resultado desposeídos de
tierras por causa no imputable a ellos (artículo 2).
v) Establecimiento, mediante ley de 27 de noviembre de 1997, de un
impuesto único sobre inmuebles (IUSI). De acuerdo a esta ley, las bases
y tipos impositivos variaban de acuerdo a factores tales como la
extensión del terreno, su ubicación, el tipo de construcción que hay
en ellos, la diferencia entre el área rural y áreas urbanas. La normativa
castigaba la ociosidad y la subutilización de la tierra. Debido a la falta

103

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

de información suficiente y a presiones de diferentes grupos, esta ley


fue derogada en febrero de 1998. Otro decreto aprobado por el
Congreso de la República en el mes de noviembre del mismo año,
restableció la ley del IUSI (Sandoval, 2000: 17; y Carrera, 1999: 22)
vi) Transformación, por Decreto No. 57-97 del Congreso de la República,
del Banco Nacional de Desarrollo Agrícola (BANDESA) en el Banco de
Desarrollo Rural (BANRURAL). BANRURAL, entidad que comenzó sus
actividades en enero de 1998, es concebida como una institución con
carácter multisectorial, orientada a permitir el acceso al crédito por
parte de los pequeños y medianos propietarios del área rural. Entre
las actividades susceptibles de ser financiadas por BANRURAL se
contemplan proyectos vinculados al agro, al ecoturismo, industrias y
pequeñas hidroeléctricas y artesanía (Sandoval, 2000: 17).

Cabe hacer, además, una mención a otras dos iniciativas jurídicas


sometidas a la aprobación del parlamento y/o de la ciudadanía relacio-
nadas con el cumplimiento de estos acuerdos. La primera de ellas se
refiere al Convenio No. 169 de la Organización Internacional del Trabajo,
que fue ratificado sin condiciones ni reservas por el Congreso de Gua-
temala en 1996. Dicha ratificación convirtió este Convenio, que contiene
importantes disposiciones para la protección de los derechos de los
pueblos indígenas sobre sus tierras y recursos naturales, en parte
integrante del ordenamiento jurídico de Guatemala.98
La segunda iniciativa fue el Acuerdo de Reforma Constitucional,
aprobado por el Congreso nacional en 1998, que contenía un total de
cincuenta reformas a la Constitución. Dichas reformas, sin embargo,
fueron rechazadas en la consulta popular verificada en el mes de mayo

98
El Convenio 169 habría sido ratificado con “entendimientos”, el más importante de los cuales
fue el que no debería haber discrepancia entre el Convenio 169 y la Constitución Política de
Guatemala. Dicho entendimiento no significó un problema, puesto que, seis meses antes
de la ratificación, la Corte Constitucional de Guatemala emitió una opinión declaratoria en
la cual expresaba que no había discrepancia entre el Convenio y la Constitución (Chambers,
1997: 128).

104

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

de 1999. Entre las reformas que no prosperaron por el rechazo de la


ciudadanía, se encontraban aquellas que reconocían el carácter
“pluricultural, multiétnico y multilingüe” de la nación guatemalteca
(artículo 1), aquellas que reconocía el derecho a la “identidad, formas de
vida, organización social, costumbres y tradiciones de los pueblos maya,
garífuna y xinca...”(artículo 66), aquella que establecía la obligación de
“consultar a los pueblos indígenas cuando medidas administrativas
puedan afectarlos...” (artículo 70), y la que reconocía el derecho consue-
tudinario indígena, sus normas, principios, valores, procedimientos,
tradiciones y costumbres para la regulación de su convivencia (artículo
203). El reconocimiento de este último derecho habría tenido una
importancia central en la regulación interna de los derechos de los
indígenas sobre la tierra en Guatemala.

Conclusión

Sin duda, los Acuerdos de Paz suscritos en los últimos años marcan un
hito en la historia de Guatemala. Dichos acuerdos no sólo reconocen a
Guatemala como una sociedad pluriétnica, sino también la historia de
opresión, discriminación y exclusión del poder político, económico y
social, así como de la tenencia de la tierra, de que han sido objeto el
pueblo maya, el pueblo garífuna y el pueblo xinca. Si, como parece existir
consenso, la exclusión de los indígenas de la tierra constituye una de las
causas fundamentales de la dramática guerra civil que causara la pérdida
de tantas vidas humanas y el desplazamiento de miles de familias
(entrevista a Juan León, Defensoría Maya, mayo de 2000), es lógico que
dichos acuerdos hayan puesto énfasis en esta materia, comprome-
tiéndose en ellos el Estado guatemalteco a establecer mecanismos para
regularizar los derechos ancestrales de los indígenas sobre la tierra, con
respeto a sus normas consuetudinarias, y creando otros que posibiliten
el acceso a la tierra de aquellos que hoy no la tienen.

105

DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Es por ello que los acuerdos constituyen un paso fundamental para la


reconstrucción de las relaciones interétnicas en Guatemala. En especial,
constituyen una oportunidad para abordar uno de los principales factores
de la inequidad existente al interior de este país: el de la marginación de
los indígenas de las tierras que históricamente les pertenecían y a las
que sus vidas y culturas siguen estando vinculadas.
Se debe valorar los esfuerzos realizados en los últimos años, en
particular desde la suscripción de dichos acuerdos, por el gobierno de
Guatemala, con el concurso de organizaciones indígenas, y el apoyo de
la comunidad internacional para abordar este problema. Los programas
impulsados para permitir el reasentamiento en tierras rurales de la
población desarraigada por la guerra, el establecimiento de una
dependencia gubernamental destinada a promover la resolución de
conflictos relacionados con la posesión y propiedad de la tierra, la
creación del Fondo de Tierras y los programas por éste impulsados a fin
de posibilitar el acceso a la tierra de quienes carecen de ella a través del
mercado, los avances desarrollados en materia de catastro y registro de
la propiedad a objeto de otorgar seguridad jurídica a las tierras, a los
que se ha hecho referencia, son todos esfuerzos que apuntan en una
dirección positiva.
No puede, sin embargo, dejar de subrayarse las limitaciones de dichas
iniciativas para hacer frente a la gravedad de los problemas relacionados
con la tierra que afectan al mundo rural, en particular al mundo indígena,
en Guatemala. La insuficiencia de los recursos hasta ahora dotados por
el gobierno a las entidades y programas creados con miras fomentar el
acceso a la tierra de aquellos sectores que carecen de ella, o para resolver
los conflictos de tierra, y/o regularizar la situación de la tenencia y
propiedad de las tierras rurales, la falta de consideración que ha existido
hasta la fecha de la variable indígena como una variable específica para
su ejecución, la desconsideración que ha existido en ellos del derecho
consuetudinario indígena, la discriminación de la que en muchas
ocasiones han sido víctima las mujeres, entre ellas las mujeres indígenas,
la lentitud con que se avanza para la puesta en marcha de iniciativas

106

PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

como el catastro y el registro de la propiedad, que resultan fundamentales


para garantizar la certeza jurídica de los indígenas sobre sus tierras, son
algunos de los problemas a destacar.
Los antecedentes disponibles permiten constatar que, a pesar de los
esfuerzos desarrollados en la década de los noventa por el gobierno de
Guatemala y la cooperación internacional, se mantienen en el ámbito
rural los patrones históricos de discriminación y exclusión que han sido
característicos de la historia de este país, afectando en particular a la
población indígena. Del total de productores agrícolas existentes en
Guatemala a 1998, un 96%, en su mayoría indígena, considerados pro-
ductores de un nivel de infrasubsistencia (37% con un total de 2,5 millo-
nes) o de subsistencia (59% con un total de cuatro millones), controlan
un 30% de la tierra agrícola de Guatemala, mientras que el 4% restante,
considerados productores excedentarios y comerciales, controlan el 70%
de la tierra agrícolas (MAGA, 1998 en MINUGUA, 1999: 2).
La mayor parte de las familias ubicadas en sectores de infrasub-
sistencia y subsistencia se ubican en terrenos cuya capacidad productiva
es limitada y han sido sobreutilizados. Dado los bajos rendimientos de
dichas tierras, la mayor parte de estos productores, en su mayoría
indígenas, están bajo la línea de la pobreza. Ello contribuye a la expulsión
de dichos productores de sus tierras. (MINUGUA, 1999: 2). Se debe hacer
notar que, en contraste con otros países de América Latina, la migración
campesina por acceso a la tierra presenta actualmente en Guatemala
una mayor dinámica que la migración hacia los centro urbanos.99 Los
mayores niveles de crecimiento de la población se presentan en los
municipios de las tierras bajas del norte, junto con algunos bolsones de
crecimiento en el altiplano occidental. A nivel de departamento, por
ejemplo, los más altos porcentajes de crecimiento de la población entre
1973 y 1994 se verifican en El Petén (251%) y en Alta Verapaz (93%),
todos ellos de carácter eminentemente rural (ONU, 1999: 133).

99
Ello sin perjuicio de la migración de estos sectores a México y Estados Unidos. Sólo en este
último país se estima que, a finales de los noventa, vivían 1.2 millones de guatemaltecos.
(ONU, 1999: 135-137).

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Esta situación, junto a los patrones históricos de marginación de la


tierra de la población indígena, contribuyen a explicar por qué a 1998 se
estimaba que 1,2 millones de familias campesinas (seis millones de per-
sonas), en su mayoría indígena, carecían de tierra en Guatemala (USAID,
2000: 18).
A ello hay que agregar la situación de grave inseguridad jurídica en la
tenencia de la tierra que, de conformidad a todos los análisis, continua
existiendo en el sector rural en Guatemala, a consecuencia de los factores
antes explicitados. Dicha inseguridad, que se manifiesta en la persistencia
de conflictos sobre la tenencia de la tierra que afectan a la población
rural, en particular a la población campesina e indígena, además de
afectar gravemente la productividad agrícola del país, dificulta
seriamente los esfuerzos que se han venido desarrollando en los últimos
años para permitir un mayor acceso de la población indígena a la tierra
a través del mercado. La superación de este problema resulta, en opinión
de este autor, sino previa al desarrollo de iniciativas como el Fondo de
Tierras, al menos paralela en el tiempo a su ejecución, y no posterior
como ha sido hasta la fecha.
Si bien no hay cifras sobre el particular, esta situación parece afectar
una proporción muy significativa de los productores rurales, y muy
especialmente a la población indígena, cuyas tierras comunales no han
encontrado reconocimiento legal, o han sido trasmitidas de conformidad
a normas consuetudinarias no formalizadas de acuerdo a los requeri-
mientos establecidos en la ley vigente (ONU; 1999: 165).
Los lineamientos para el enfrentamiento de los graves problemas aquí
referidos, que afectan el acceso de la población indígena a la tierra, están
claramente establecidos, a juicio de este autor, en los acuerdos de paz
sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas y sobre aspectos
Socioeconómicos y Situación Agraria, cuya materialización –según todos
los antecedentes disponibles– sigue estando en gran medida pendiente.
La necesidad de dar un mayor cumplimiento al primero de estos acuerdos,
a objeto de abordar los graves problemas que afectan a la población
campesina indígena en Guatemala, ha sido subrayada recientemente por
MINUGUA. Dicha entidad sostiene al respecto:

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

El cumplimiento de los compromisos relativos a la tierra de los pueblos


indígenas es aún insuficiente. MINUGUA estima que es urgente: integrar
en una política nacional la dimensión de la pluriculturalidad, desarrollar
normas legales que faciliten la titulación y administración de las tierras
de acuerdo con la normatividad consuetudinaria de las comunidades indí-
genas y, normar la titulación de las tierras municipales o nacionales con
clara tradición comunal. Es necesario también, incorporar a la discusión
la protección de la biodiversidad y gestión de recursos naturales,
particularmente el agua, así como el impacto diferenciado que tienen
sobre las mujeres indígenas las prácticas culturales relativas a la herencia
de la tierra. Esto es indispensable para superar la grave situación de
exclusión social, segregación étnica, y pobreza crónica de la mayoría de
los campesinos indígenas del país (MINUGUA, 2000, capítulo VI, párrafo 3).
La misma situación es constatada por MINUGUA al analizar el
cumplimiento de los acuerdos sobre situación agraria. Entre los desafíos
pendientes identificados por esta entidad en la materia figuran: la
promoción de reformas legales para establecer un marco jurídico simple
y accesible a toda la población con relación a la tenencia de la tierra; la
promoción de acciones afirmativas que faciliten el acceso de las mujeres
a la tierra; la promulgación por ley de una jurisdicción agraria y
ambiental; la protección de las tierras ejidales y municipales, limitando
los casos en que éstas puedan ser enajenadas o entregadas por cualquier
título a particulares; el otorgamiento de asesoría jurídica gratuita por
CONTIERRA a campesinos que la requieran en casos de conflictos de tierra;
el incremento de los recursos de esta entidad; la incorporación a
FONTIERRAS de todas aquellas tierras previstas en la ley, en especial en El
Petén y la Franja Transversal del Norte; la dotación a esta entidad de
mayores recursos; acelerar el proceso de regularización de los
expedientes recibidos del INTA; la promulgación de una ley de registro de
información catastral; el establecimiento de una nueva escala impositiva
para el impuesto anual sobre tierras ociosas, fijando impuestos más altos
a estas tierras y a las subutilizada por particulares; y, la promoción y
aplicación de la legislación de un impuesto territorial de fácil recaudación
por las municipalidades (MINUGUA, 2000, capítulo VI, párrafo 6).

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DINÁMICAS AGRARIAS EN GUATEMALA I

Finalmente, la aplicación de las disposiciones relativas a la protección


de las tierras y territorios indígenas contenidas en el Convenio 169 de la
OIT, así como la aprobación por las instancias pertinentes de las disposi-
ciones relativas a los derechos de los pueblos indígenas contenidas en el
proyecto de reforma constitucional rechazado en 1999, que también
podrían contribuir a lograr un mayor fortalecimiento de los derechos de
los indígenas a la tierra en Guatemala en un futuro próximo.

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

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PROCESOS AGRARIOS DESDE EL SIGLO XVI A LOS ACUERDOS DE PAZ

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La presente edición de Procesos agrarios desde el siglo XVI a los Acuerdos de Paz
se terminó de imprimir en los talleres de Magna Terra editores
(5ta. avenida 4-75, zona 2. Tel.: 238-0175, 250-1031, 251-4298)
en mayo de 2002. El tiro sobre bond 80 gramos es de 1000 ejemplares.

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