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SEMINARIO MAYOR NUESTRA SEÑORA DE SUYAPA

DESHENREDANDO EL AMOR
La Castidad, forma perfecta de amar

DIXIE BALLESTEROS HERNÁNDEZ

MORAL SEXUAL

S.E.R ÓSCAR ANDRÉS CARDENAL RODRÍGUEZ


MARADIAGA

Tegucigalpa, 2021
DESHENREDANDO EL AMOR: La Castidad, forma perfecta de amar

En un ambiente social hipererotizado y cada vez más distorsionado en valores con


una concepción hedonista bastante difundida y con una mentalidad individualista disociada
del compromiso y la donación amorosa, la sexualidad se ve claramente pisoteada y vista
como una carga que impide la liberación de la persona.

La valoración de la sexualidad sin duda alguna se encuentra inmersa en una tarea


difícil. La lucha de ideas, la secularización, la normalización de conductas, la resignificación
de términos, el desplazamiento de significados, son solamente algunas de las acciones fruto
de una carente reflexión ética de la sexualidad que conllevan a que el trato de esta se torne
una empresa difícil.

Es por ello, que se vuelve necesario clarificar todo concepto que transgreda la
autenticidad de esta reflexión fundada en el amor y para el amor. La sexualidad no se trata
de una serie de prohibiciones y limitaciones que infrinja la naturaleza humana, sino al
contrario, la configura y la dignifica. El catecismo de la Iglesia Católica señala:

La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y


su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y,
de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.1

La sexualidad humaniza a la persona, le hace saberse a sí misma creación de Dios,


descubre en el otro el valor inherente de su vida. La sexualidad se hace personal y
verdaderamente humana cuando está integrada totalmente, es decir, no se puede vivir si no
es vivida en todas las relaciones tanto personales como interpersonales.

Ahora bien, llegados a este punto podemos hacer mención de la virtud que permite
purificar nuestras intenciones en el encuentro con el otro; reconocernos hijos de Dios; y,

1
Catecismo de la Iglesia Católica, Parte 3, Sección 2, Capítulo II, Artículo 6: El sexto mandamiento, 11
octubre 1992, 2332.
reconocer el valor de nuestra vida y la vida de los demás: La castidad, virtud que entraña la
integridad de la persona y la integralidad del don2.

Pero ¿por qué hablamos de la castidad si en nuestro ambiente es vista como una
conducta anormal? ¿no es acaso abstenerse de tener relaciones sexuales? ¿Siendo así
entonces por qué hablar de ella si al entablar una relación de matrimonio sería imposible
vivirla?

El problema parte de ahí, de los diversos conceptos que han hecho de la castidad un
equívoco. Establecer significados que cambian por completo la riqueza moral que esta ofrece.
Con castidad no nos referimos a otra cosa sino a ordenar nuestra voluntad a la voluntad de
Dios. ¿Y cuál es esa voluntad de Dios? ¿no es acaso que todo hombre se salve?

La castidad es la virtud que permite dejarnos ver como Dios nos mira, entender porqué
hemos sido creados. El mérito de la castidad no consiste solo en la virginidad corporal, más
bien en la pureza de la integridad del alma. No es sinónimo de abstinencia ni continencia, es
la virtud que enseña a orientar las pasiones hacia el amor, tener dominio sobre ellas y que el
bien del otro esté por encima de todo3.

La Sagrada Congregación para la Educación Católica apunta:

La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual


al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona. Fruto de la gracia
de Dios y de nuestra colaboración, la castidad tiende a armonizar los diversos
elementos que componen la persona y a superar la debilidad de la naturaleza humana,
marcada por el pecado, para que cada uno pueda seguir la vocación a la que Dios lo
llame.4

La persona que vive la castidad es una persona que demuestra fortaleza interior,
maduración personal, respeto por la otra persona y amor por encima del placer. Con castidad
no se indica solamente abstenerse de tener relaciones sexuales, sino que es una virtud que te

2
__, 2337.
3
ANÓNIMO, Sexualidad y castidad
4
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones Educativas Sobre El Amor
Humano, Pautas de educación sexual, 18.
hace saber vivir la sexualidad en el momento en el que toca, en el modo que toca, y con la
persona que toca5.

Con todo esto, podemos concluir que una persona puede ser casta sin necesidad de
ser virgen, tal como sucede en el matrimonio dado que con castidad no siempre se trata de
abstenerse de relaciones sexuales. Por otro lado, también se puede hablar de una persona que
siendo virgen no vive su castidad, señalando pues, aquel en donde el amor no prevalece en
su vida.

Nos encontramos en un mundo regido por los sentimientos, las pasiones y las
emociones. Un mundo caracterizado por lo efímero, lo superficial, por el egoísmo. Un mundo
que necesita dejarse ver como Dios nos mira, un mundo que se permita a sí recibir el amor
de Dios, dado que solo aquel que ama enteramente es capaz de darse por completo.

El apóstol San Pablo nos invita a que ya no reine el pecado en nuestro cuerpo mortal,
sometido a sus concupiscencias6, porque somos hijos de la luz, no somos hijos de las
tinieblas7, en otras palabras, porque sabemos que somos de Dios, a él le pertenecemos8, y,
por tanto, no podemos ser amigos de este mundo 9. El Catecismo de la Iglesia Católica nos
enseña:

Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha “revestido de Cristo”,


modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta
según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se
compromete a dirigir su afectividad en la castidad10.

¿Quiere decir entonces que en realidad es posible vivir la castidad y no solo se trata
de una utopía? Solamente quien ama de verdad es capaz de entregar su vida en cuerpo y alma,
solo quien decide amar puede ser libre y solo el que es casto puede amar sin medidas. Quien
orienta su voluntad a la voluntad de Dios es capaz de enriquecer con una dignidad particular
las manifestaciones del cuerpo y del espíritu, y, además, de ennoblecerlas.

5
ANÓNIMO, La Castidad, virtud en el noviazgo y garantía del amor auténtico.
6
Cfr. Rom 6,12
7
Cfr. 1ª Tes 5,5
8
Cfr. 1ª Jn 5,19
9
Cfr. St 4,4
10
Catecismo de la Iglesia Católica, Parte 3, Sección 2, Capítulo II, Artículo 6: El sexto mandamiento, 11
octubre 1992, 2348.
Son las pequeñas acciones al final del día las que van a desembocar en la calidad de
nuestras decisiones. En la medida que ame mi propia vida seré capaz de amar la vida de los
demás, y quien ama de verdad es capaz de ir en contra de todo lo que el mundo ofrece como
bueno, así sea la legalización del vicio. Juan Pablo destacará que la castidad es la virtud que
libera al amor de todo uso, violencia y egoísmo 11.

En definitiva, donde no hubiese donación total del propio ser (en el que se incluye la
potencial paternidad y maternidad), la actividad sexual implicaría la utilización del otro como
objeto promotor del propio placer. Tal realización de la unión sexual implicaría tratar a una
persona como un simple medio para lograr una satisfacción subjetiva, y, por otra parte,
traicionaría la vocación a la comunión interpersonal12.

En otras palabras, es la virtud que revela el amor verdadero, que libera de toda
esclavitud de vicio en una conducta sexual desconfigurante y que encamina al cumplimiento
del plan salvífico. Es la “transparencia” de la interioridad, sin la cual el amor no es amor
y no lo será hasta que el deseo de gozar no esté subordinado a la disposición para amar
todas las circunstancias13

El fundamento último de la castidad es el amor. Esta no puede ser comprendida sino


en relación a la valoración de la vida humana. Si se vive en el amor no hay oportunidad de
hacer daño, de ahí que San Agustín dirá: “Ama y haz lo que quieras”.

La castidad tiene como objeto hacer posible la real ordenación de la sexualidad


humana al amor interpersonal, que está vinculado al respeto, a la benevolencia, a la fidelidad
y a la fecundidad, y que es obstaculizado, y a veces hasta arruinado, por el egoísmo y por
cualquier otra actitud que convierta a la otra persona en un objeto de placer y de posesión 14.

La castidad no es posible si la dignidad de la persona humana se ve trasgredida.


Cuanto atenta contra la vida: homicidios, genocidios, aborto, eutanasia, el suicidio
deliberado; cuanto viola la integridad de la persona humana: las mutilaciones, las torturas

11
Cfr. JUAN PABLO II, Exhort. Apost. Familiaris Consortio, (1981), 33.
12
Castidad Especial, 237
13
Castidad especial, 240
14
íbid.
morales o físicas, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes todas estas
prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes.

Degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y
son totalmente contrarias al honor debido al Creador15.

Todo cuanto atente con la dignidad del hombre, toda problemática social y todo
aquello que deshumanice a la persona humana, es signo de una vida vivida fuera de la
castidad, pues esta indica no solo la dimensión biológica de la que se refiere a todo lo
orgánico, sino también al manejo de emociones (dimensión psicológica), a la forma de
interacción con los demás (dimensión social) y cuanto se refiere a la manera de trascender
(dimensión espiritual).

Ahora bien ¿cómo vivir la castidad según mi modo de vida? Para trabajar la castidad
nos vemos en la exigencia de practicar hábitos constantes que monitoreen la voluntad del
corazón y la calidad de respuesta de mis acciones en las diversas dimensiones ya
mencionadas. Así pues, tanto el soltero, como quien se ha unido en el abrazo esponsal y así
también el consagrado, pueden vivir su vida en castidad y amor a los demás.

Concluyo señalando que si amamos no pecamos, y si pecamos, es porque en ese


momento no estamos amando. Vivir en castidad es posible, solo el que es libre puede ser
casto y solo el que es casto puede amar sin medida. La castidad es libertad, esa libertad que
te ata a las cadenas del amor.

ORACIÓN A SAN JOSÉ:

Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti
María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado
José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos
gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.

15
De la Constitución Pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual–, del Concilio Vaticano II,
7 diciembre 1965, 27

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