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Como estudiantes de licenciatura usamos la escritura normalmente para tomar apuntes en clase,
rescatar la información para estudiarla después, redactar algún trabajo pedido para entregar en
alguna materia o incluso para redactar nuestro diálogo y así prepararnos para alguna exposición
importante. En ese sentido, la escritura pareciera ser una tarea, de cierta manera, obligatoria, no se
escribe si no es solicitado previamente ¿Quién no ha escuchado a alguien comentar luego de un
periodo vacacional -Hace mucho tiempo que no escribo- en tono burlón? Con esta y otras actitudes
se ve reflejada la ignorancia sobre el verdadero valor de la escritura en la vida académica.
Se entra a una universidad para aprender una carrera, una que al parecer del aspirante es genial o
le llama de alguna manera la atención, dentro de la institución elegida se ofrece formación en esa
carrera y es en ese proceso de apropiación de la información que la escritura toma un lugar muy
importante, como explica María Gladys:
Conclusión que sea hace evidente si se considera lo siguiente, cuando algo queda perfectamente
entendido por un estudiante este lo refleja en sus escritos. Ya no necesita emplear las mismas
palabras de los autores de sus fuentes de información para desarrollar un tema, transforma el
conocimiento con su propio estilo para darse a entender, llegando incluso comunicar esta
información a otro tipo de público, hasta incluir recursos para interesar a su audiencia, “No
entiendes algo hasta que eres capaz de enseñárselo a tu abuela”.
Sin embargo, la mayoría de las veces ese uso de la escritura se encuentra implícito, pudiera incluso
decirse que el propio sistema no lo alienta o el tipo de carrera lo dificulta. En una ingeniería, la
mayoría de los trabajos solicitados son reportes de proyectos, textos que involucran desarrollos
matemáticos y demás donde es complicado manifestar el grado de entendimiento alcanzado,
transformar la información en conocimiento con palabras propias y aún más el pensar en usar la
retórica para deleitar al lector. No obstante, el mal uso de la escritura no es solo resultado de la
elección de una disciplina de estudios, también se fomenta a través de hábitos personales.
Siendo estudiantes se tienen hábitos que llevan a caer en ese mal uso de la escritura, hábitos que
conforman un fenómeno ampliamente estudiado y, antes de señalarlos cuales son estos, cabe
definir un concepto, escritura epistémica, el transformar la información en conocimiento. Ahora
bien, Carlino (2004) resalta 4 dificultades presentadas en universitarios al escribir: dificultad de
escribir teniendo en cuenta al lector, no emplear la escritura epistémica, tendencia a una revisión
superficial de trabajos previo a entregarlos y postergación del momento de empezar a escribir.
Tendencias que quedan evidentes en situaciones que pasan todo el tiempo durante la formación en
licenciatura, como la falsa sensación de “haber resuelto el problema” que surge apenas terminar el
primer borrador de un escrito, sin evidencia epistémica, lleno de plagios, pero aparentemente
completo para presentar una vez corregido superficialmente. Por ello el plagio también es producto
de ignorar la importancia de escribir, si se da poco tiempo para entender un tema o para realizar un
trabajo se cae en la desesperación, cuya rápida salida es “copiar y pegar” las palabras de otros
autores. Y aunque este contexto hace parecer que la responsabilidad de este mal hábito es solo del
estudiante, esto no es así “[…]el plagio es un fenómeno que involucra como responsables a
profesores, estudiantes, programa curricular y sistema educativo […]” (Ochoa et al.,2014, p. 99). Por
lo tanto, la ignorancia de la importancia de la escritura en los procesos de apropiación del
conocimiento, es responsabilidad de todos los participantes del proceso educativo. Y es en esa
ignorancia que yace el verdadero problema, puesto que si no existe problema alguno no hay nada
que resolver.
Por todo lo dicho, pareciera que alguien tiene que venir a golpearnos con un guante blanco,
retándonos a abrir nuestros ojos para ver el verdadero impacto que debería tener la escritura en
nuestras vidas académicas. Como aspirantes a investigadores es nuestro deber ser conscientes de
la trascendencia del uso de la escritura en nuestra vida académica, si no sabemos escribir ¿Cómo
comunicaremos las novedades al mundo?
Para comenzar, se tiene que dejar de percibir a la escritura como una tarea obligatoria, si bien siendo
estudiantes es requisito escribir los textos que se solicitan como parte la formación académica, no
se prohíbe en ningún momento redactar textos que surjan de las inquietudes individuales o para
mejoramiento personal. Posteriormente, identificar los malos hábitos de escritura mencionados en
los que se cae, verlos como áreas de oportunidad, donde comenzar a poner empeño personal para
mejorar. No obstante, quedarse solo con esas buenas intenciones no es suficiente, hay que actuar
en consecuencia, es decir, promover una relación lógica entre lo que se anhela y lo que se hace,
crear nuevos caminos como parte de la formación de posgrado.
Dejar madurar textos solicitados o producidos por iniciativa personal elimina la falsa sensación de
haber terminado un trabajo por el simple hecho de obtener un borrador de él, transforma la revisión
en una oportunidad de repensar por completo un tema y no solo una herramienta para corregir
errores superficiales como la ortografía. Se comprende que no hay trabajo perfecto a la primera, los
escritos académicos son trascendentes en el aprendizaje y no para calificación. Por ello también se
elimina progresivamente la postergación del momento de empezar a escribir, el último mal hábito,
el interés derriba a la procrastinación. Se necesita tiempo para desarrollar un buen trabajo, tiempo
que se encuentra disponible siendo estudiante de tiempo completo, por lo que, parafraseando a
Mozart “El tiempo está ahí, solo es necesario que sea usado”.
Es entonces evidente que las primeras notas, en la primera clase al iniciar un curso o al iniciar el
estudio de un nuevo tema por iniciativa personal son solo el comienzo de un proceso real de
aprendizaje, con la escritura como herramienta central de apropiación de la información y como
herramienta para evidenciar los nuevos saberes. Herramienta que puede ser usada como tal si se
sabe que es lo que se está haciendo mal y se emprende acciones para mejorar, la ignorancia de la
verdadera capacidad de la escritura no puede ser usada como excusa en este punto. En
consecuencia, se puede decir que, como una generalización muy segura, las buenas intenciones no
bastan en la vida académica. Aunque se tengan malos hábitos de escritura como realizar plagio,
retrasar el momento de empezar a escribir, revisar solo superficialmente la escritura, “copiar y
pegar”, hay muchas acciones que se pueden emprender para corregirlos, incluso si el sistema en el
que se desarrollan las actividades académicas es responsable de esos malos hábitos, la mejora
personal no está prohibida. Como estudiantes de posgrado existe oportunidad y necesidad de esa
mejora, para poder realizar escritos en los que comuniquemos los resultados de nuestras
investigaciones, en un contexto social donde esas investigaciones comunicadas a través de un
artículo científico tienen un impacto fundamental, siendo estas publicaciones indicadores
económicos que regulan la asignación de recursos gubernamentales a los investigadores (Sabaj,
2009). Una actividad considerada tan trivial como la escritura pasa a ser fundamental en el
desarrollo de la vida académica y económica de un país. Siendo así, la lectura, exámenes, proyectos
o actividades de laboratorio ¿Serán actividades con el mismo menos precio o mal uso? Solo la
conciencia liberará de la duda.
Bibliografía
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Cuba: Universidad Pedagógica Enrique José Varona.