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Título: Representación aparente. Principios y ejemplos plasmados en el Código Civil y Comercial de la Nación
Autor: Weingarten, Celia
Publicado en: SJA 10/10/2018, 10/10/2018, 3 -
Cita Online: AR/DOC/3327/2018
Sumario: I. Introducción.— II. La regulación en el Código Civil y Comercial.— III. La representación aparente
como derivación del principio de apariencia, la confianza y no contradicción de los propios actos.— IV. La
aplicación del principio general de la apariencia en normativas particulares del Código Civil y Comercial de la
Nación.— V. Aplicaciones jurisprudenciales que hicieron y hacen sustentable la representación aparente.— VI.
Conclusiones.
I. Introducción
El Código Civil y Comercial de la Nación ha regulado la "representación aparente", constituyendo un
avance respecto del Código velezano al hacerse eco de las nuevas realidades socio-económicas, caracterizada
por la masividad de la contratación, y la existencia de un consumidor que no actúa en un contexto igualitario
frente a la empresa y en asimetría informativa, dentro de un sistema cada vez más complejo y fragmentado.
En el anterior Código Civil se fulminaba de nulidad al acto celebrado por quien carecía de las facultades
necesarias o actuare fuera de los límites del mandato y no obligaba al mandante, a menos que el tercero probare
que desconocía la falta del mandatario o que el mandante ratificare el contrato (art. 1931, Cód. Civil).
En este esquema, el tercero contratante debía requerir la exhibición del documento para probar la
representación invocada, para evitar caer en una negligencia culpable (art. 1938, Cód. Civil).
La aplicación de estas reglas sería hoy impensable y la cotidianeidad en la realización de determinados actos
y prácticas hace que se genere una apariencia de empleo, dependencia o representación y de que se tiene las
facultades necesarias para todos los actos que ordinariamente corresponden a las funciones que realizan.
El cambio es radical y permite una actuación en nombre de otro y posibilita imputar al principal los efectos
jurídicos del acto realizado por otro, pese a no estar autorizado a ello (v.gr. un empleado de un banco que
atiende en ventanilla suscita la confianza de que está realizando actos que se supone está autorizado, es decir
aquellos que ordinariamente corresponden a esa función, aunque en el caso se lo hubiese prohibido
expresamente), etcétera. (1).
II. La regulación en el Código Civil y Comercial
En sintonía con lo expresado, el Código Civil y Comercial de la Nación regula expresamente la
representación aparente:
"Art. 367.— Representación aparente. Cuando alguien ha obrado de manera de inducir a un tercero a
celebrar un acto jurídico, dejándolo creer razonablemente que negocia con su representante, sin que haya
representación expresa, se entiende que le ha otorgado tácitamente poder suficiente.
"A tal efecto se presume que:
"a) quien de manera notoria tiene la administración de un establecimiento abierto al público es apoderado
para todos los actos propios de la gestión ordinaria de este;
"b) los dependientes que se desempeñan en el establecimiento están facultados para todos los actos que
ordinariamente corresponden a las funciones que realizan;
"c) los dependientes encargados de entregar mercaderías fuera del establecimiento están facultados a
percibir su precio otorgando el pertinente recibo".
Se trata de la aplicación de la responsabilidad por la apariencia, de manera tal de que si se ha sugerido
determinada apariencia, quien lo ha hecho, queda obligado a cumplirlo aun cuando la situación creada no se
corresponda con la realidad o con la voluntad de quien haya generado dicha apariencia, produciéndose los
efectos establecidos en los arts. 732 (2) y 1753 (3) del Cód. Civ. y Com. y hace nacer la responsabilidad objetiva
del principal.
No es necesario que quien actúa exprese que lo hace en nombre de un tercero, basta con que realice los
hechos y actos que dan lugar a la apariencia y se produzca el equívoco.
Así lo había consagrado la jurisprudencia desde la década de los noventa:
"Es responsable el ente sanatorial por la deficiente prestación de servicios médico-quirúrgicos efectuada allí
por un profesional, aun cuando este no pertenezca al personal médico de la entidad, cuando las constancias de la
causa en base a las cuales pretende el sanatorio deslindar responsabilidades, distan mucho de ser inequívocas y,

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ante la equivocidad ha de prevalecer el principio de apariencia, a lo que debe agregarse la responsabilidad


derivada de la ley 17.132: 39 y 49 y su reglamentación (dec. 6216/1967) (en el caso, el paciente eligió para
atenderse el sanatorio demandado, por encontrarse incluido en la cartilla de su obra social, y allí fue asistido por
el médico en cuestión, que no figuraba en dicha cartilla, las declaraciones testimoniales carecen de certeza, de la
pericia contable surge que no aparecía como dependiente de la clínica, ni aparece en el registro de empleados
enmarcados en el régimen de contrato de trabajo, pero nada se alude respecto de un virtual listado de médicos.
Además, el director y único propietario de la institución integro el equipo quirúrgico que opero al paciente" (4).
III. La representación aparente como derivación del principio de apariencia, la confianza y no contradicción
de los propios actos
El Código Civil y Comercial ha receptado estos grandes principios —que constituyen verdaderos principios
generales del derecho— en el art. 1067: "Protección de la confianza. La interpretación debe proteger la
confianza y la lealtad que las partes se deben recíprocamente, siendo inadmisible la contradicción con una
conducta jurídicamente relevante, previa y propia del mismo sujeto".
El principio de apariencia presenta con el de la confianza, elementos comunes, pues es a través de "actos o
hechos exteriores positivos o negativos" en que los sujetos confían (5).
Existen efectos jurídicos que no están conectados con una declaración de voluntad, sino con una situación
objetiva a los que el ordenamiento les adjudica consecuencias jurídicas. Desde la empresa, esta resulta obligada
por la apariencia y la expectativa jurídica creada y, desde el consumidor, implica una aceptación a esa
apariencia que tiene por fundamento a la confianza (6).
La confianza torna exigible las razonables expectativas que, objetivamente, una declaración,
comportamiento o apariencia ha generado.
En determinadas situaciones la apariencia prevalece por sobre la realidad y actúa como fuente jurígena; de
esta forma, quien sugiera determinada apariencia queda obligado a cumplirla en la medida en que la otra parte
ha podido confiar en ella.
La tutela del tercero está sustentada en la confianza que genera una representación formal que, a su vez, crea
la apariencia para y en el derecho.
La situación jurídica de la apariencia genera el efecto establecido en la normativa del Código Civil y
Comercial de la Nación en la medida en que se constate la "doble vía" entre empresa y consumidor.
La empresa, por omisión, no controla actos o hechos de terceros que generan apariencia y el consumidor no
tiene otra alternativa de operar con la confianza en el que genero apariencia.
Claro que habrá que hacer las diferenciaciones pertinentes debiéndose valorar si el comportamiento del
contratante en base a la apariencia y confianza puede estimarse legítimo, explicable o justificable, si le es o no
reprochable su estado de desconocimiento, si fue inducido o no a error y si ese error le es excusable (arts. 265 y
266, Cód. Civ. y Com.).
Llevado al ámbito probatorio, esto significa que quien alegue que el contratante conocía la discordancia
entre la realidad y la apariencia, deberá probarlo, conforme el art. 377, Código Procesal.
Claro que su eficacia dependerá de si estamos en el ámbito de los contratos de negociación individual, de
adhesión y/o de consumo porque sus efectos jurídicos serán diferentes:
a) En los contratos paritarios la atribución de efectos negociales será —como regla general— la primacía de
la voluntad de las partes (art. 957, Cód. Civ. y Com.), incluso ante los jueces (art. 960, Cód. Civ. y Com.).
b) En el marco de la contratación por adhesión, propia de los contratos de consumo será la apariencia (art.
40, LDC), lo que determina la seguridad jurídica.
Dentro de la teoría tradicional del negocio podría significar ineficacia, puesto que los sujetos que se
encuentran en igualdad de condiciones y en simetría informativa, si no verifican la representación invocada de
quien actúa en nombre de otro, incurre en error inexcusable y podría llevar a la ineficacia del acto.
Pero dentro del principio de la apariencia, y muy especialmente en ámbitos donde la autonomía de la
voluntad sufre una mayor restricción como es el de consumo, puede suponer eficacia, ya que externamente se
presenta como una situación regular a través de signos exteriores suficientemente verosímiles y creíbles sobre
los cuales se haya apoyado para actuar (7).
De esta forma, el error o negligencia no funciona de la misma manera, ya que puede operar en sentidos
opuestos, tutelando a distintos sujetos dependiendo de los distintos contextos en que se actúa y en los sujetos
implicados (8).

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Asimismo, el principio de no contradicción de los propios actos impide que una de las partes realice actos
posteriores que contradigan su conducta anterior.
El comportamiento no debe generar en el contratante —en relación con sus propios hechos o actos
anteriores— una apariencia de representación y/o dependencia generando expectativas que luego, por actos
contradictorios, se frustran y causan daños.
La lógica de las relaciones humanas cuenta con la coherencia en los comportamientos y quien tolera la
actuación de otro en su nombre no puede luego desconocerlo.
Lo expresado es predicable no solo respecto de personas sino con "empresas" por ejemplo, los servicios
posventa de automotores que muchas veces poseen en sus talleres a modo de publicidad —pero que es
información y confianza para el consumidor— marcas o emblemas de fábricas de automotores y no son
servicios oficiales, pero aparentan serlo.
IV. La aplicación del principio general de la apariencia en normativas particulares del Código Civil y
Comercial de la Nación
Además del ya mencionado art. 367 sobre representación aparente, el Cód. Civ. y Com. establece varias
soluciones para la protección de los terceros a consecuencia de una creencia errónea provocada por la apariencia
que se le ha generado (9). Mostraremos solo algunas a modo ejemplificativo.
a) el pago al acreedor aparente (art. 883): "Legitimación para recibir pagos. Tiene efecto extintivo del
crédito el pago hecho: [...] e) al acreedor aparente, si quien realiza el pago actúa de buena fe y de las
circunstancias resulta verosímil el derecho invocado; el pago es válido, aunque después sea vencido en juicio
sobre el derecho que invoca".
b) el principio de equiparación respecto de la actuación de los auxiliares (art. 732) que al imputar al
principal los actos jurídicos que realizan sus auxiliares reconoce la apariencia representativa y/o de dependencia
de estos: "Actuación de auxiliares. Principio de equiparación. El incumplimiento de las personas de las que el
deudor se sirve para la ejecución de la obligación se equipara al derivado del propio hecho del obligado".
c) Las normas sobre herencia aparente (arts. 2312, 2314 y 2315).
d) adquisiciones de terceros de buena fe devenidos de un acto simulado [art. 337, párr. 1º (10)].
e) el funcionario aparente, cuando actúa fuera de su competencia territorial para extender un instrumento
público [art. 290, inc. a) (11)].
f) protección de terceros de buena fe respecto de documentos firmados en blanco [art. 315 (12)], cuando su
contenido sea desconocido por el firmante.
V. Aplicaciones jurisprudenciales que hicieron y hacen sustentable la representación aparente
Son numerosos las aplicaciones sobre los cuales ha trabajado la doctrina y jurisprudencia reconociendo la
existencia de una representación aparente; solo a título ejemplificativo y a fin de no abrumar al lector, abordare
una de ellas y es la intermediación asegurativa, específicamente respecto de la intervención de los
productores-asesores de seguros, que ostenta cuestiones comunes a otros supuestos.
V.1 Intermediación asegurativa: los productores de seguros
El tema plantea numerosos conflictos como consecuencia de prácticas habituales llevadas a cabo por los
agentes de seguros cuando esa actividad se excede de las atribuciones otorgadas por la ley o por la empresa
aseguradora.
Los arts. 53, 54 y 55 de la Ley de Seguros (ley 17.418) clasifican a los agentes en "institorios" y "no
institorios" con distintos grados de atribuciones para unos y otros y de los cuales se desprendería que
únicamente los institorios pueden efectuar actos jurídicos en nombre y representación de los aseguradores,
contando con amplísimas facultades jurídicas (13):
En la medida en que los actos realizados por los "agentes institorios" que hayan obrado dentro de los límites
de sus funciones obligan a la aseguradora, debe considerarse qué efectos tendrá el contrato cuando es celebrado
por quien actúa más allá de sus facultades que le corresponden, es decir si tales actos obligan o no a la
aseguradora.
Son numerosos los casos en que los asegurados, contratantes de buena fe (art. 961, Cód. Civ. y Com.), ven
como se pretende hacer valer al progreso de sus reclamos, limitaciones impuestas a la intervención de
intermediarios —obviamente desconocidas al momento de la contratación— por ejemplo, pago de primas no
ingresadas, denuncias de siniestros que no llegan a conocimiento del asegurador, o que simplemente lo
desconozca por haber actuado en exceso de sus funciones, negando el reconocimiento de la indemnización
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debida (14).
De aplicarse literalmente las reglas generales del mandato —en principio— nadie puede estar obligado por
actos realizados por quienes no tienen facultades para ello. Sin embargo, a una solución diametralmente opuesta
se llega si aplicamos el principio de la apariencia y de la confianza.
En muchísimos casos, por actos de la compañía de seguros o por hechos del mismo productor de seguros (o
por acciones de ambos), se produce frente al asegurado, "una apariencia jurídica", que cree que es un
representante de la aseguradora y que está autorizada por ella (15).
A veces con la aceptación de la aseguradora, y en muchos otros casos directamente provistos por ella, el
productor posee infraestructura, servicios, papelería, publicidad, etc. que "aparentan" frente al asegurado que
existe una íntima y estrecha relación (jurídica-contractual) entre productor y aseguradora. A tal punto esto es así
que habitualmente suele identificarse la persona del productor con la aseguradora.
Resulta pertinente señalar que se configura una relación de consumo (arts. 1º y 2º, ley 26.361) y que por
aplicación del art. 40 de la Ley de Defensa del Consumidor (16) los actos y omisiones de los productores de
seguros que desarrollen su actividad a favor de una aseguradora, hace responsable a esta por el accionar de
quienes participan de la cadena de comercialización de servicios. En todo caso, hay una "pertenencia a la
organización económica" [art. 1442, Cód. Civ. y Com. (17)] lo que justifica la aplicación de la norma consumeril
(18).

VI. Conclusiones
El Código Civil y Comercial de la Nación ha dado un salto cualitativo al establecer que, aunque no haya
representación expresa, se entiende que se le ha otorgado mandato suficiente a aquellas personas que de manera
notoria realicen hecho o actos que hagan suponer que obra en ejercicio de un mandato, como por ejemplo los
dependientes que ordinariamente realizan funciones inherentes al principal (art. 1753, Cód. Civ. y Com.).
Tal regulación resulta coherente con los nuevos principios generales de la contratación de confianza,
apariencia y no contradicción de los propios actos receptados en el art. 1067 del Cód. Civ. y Com. y,
fundamentalmente, con las líneas rectoras de la ley 26.361 de Defensa de los Consumidores.
(1) Es lo que el profesor alemán W. N. Hohfeld ha titulado como "los hechos operativos o constitutivos"
con arreglo a normas jurídicas generales, basta que generen o modifiquen relaciones jurídicas". HOHFELD, W.
N., "Conceptos jurídicos fundamentales", Ed. Fontanaro, México, 1992.
(2) "Art. 732.— Actuación de auxiliares. Principio de equiparación. El incumplimiento de las personas de
las que el deudor se sirve para la ejecución de la obligación se equipara al derivado del propio hecho del
obligado".
(3) "Art. 1753.— Responsabilidad del principal por el hecho del dependiente. El principal responde
objetivamente por los daños que causen los que están bajo su dependencia, o las personas de las cuales se sirve
para el cumplimiento de sus obligaciones, cuando el hecho dañoso acaece en ejercicio o con ocasión de las
funciones encomendadas. La falta de discernimiento del dependiente no excusa al principal. La responsabilidad
del principal es concurrente con la del dependiente".
(4) CNCiv., sala C, 29/10/1998, "García de Hernando, María Julia c. APS", citar: elDial.com - AG11D.
(5) WEINGARTEN, Celia, "La confianza en sistema jurídico", Ed. Cuyo, 2003.
(6) LORENZETTI, Ricardo, "La oferta como apariencia y la aceptación basada en la confianza", LA LEY
del 09/08/2000.
(7) La relación entre los hábitos es un espacio de posiciones ofrecidas y contribuye a determinar conductas
esperables. BOURDIEU, Pierre, "La eficacia simbólica", Ed. Biblos, Buenos Aires, 2009, p. 112.
(8) BUSTOS PUECHE, José E., "La doctrina de la apariencia jurídica", Ed. Dykinson, Madrid, 1999, p.
134.
(9) Como aplicación del deber de prevención art. 1710, Cód. Civ. y Com.
(10) "Art. 337.— Efectos frente a terceros. Deber de indemnizar. La simulación no puede oponerse a los
acreedores del adquirente simulado que de buena fe hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto".
(11) "Art. 290.— Requisitos del instrumento público. Son requisitos de validez del instrumento público: a)
la actuación del oficial público en los límites de sus atribuciones y de su competencia territorial, excepto que el
lugar sea generalmente tenido como comprendido en ella; b) las firmas del oficial público, de las partes, y en su
caso, de sus representantes; si alguno de ellos no firma por sí mismo o a ruego, el instrumento carece de validez
para todos".
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(12) "Art. 315.— Documento firmado en blanco. El firmante de un documento en blanco puede impugnar
su contenido mediante la prueba de que no responde a sus instrucciones, pero no puede valerse para ello de
testigos si no existe principio de prueba por escrito. El desconocimiento del firmante no debe afectar a terceros
de buena fe. Cuando el documento firmado en blanco es sustraído contra la voluntad de la persona que lo
guarda, esas circunstancias pueden probarse por cualquier medio. En tal caso, el contenido del instrumento no
puede oponerse al firmante excepto por los terceros que acrediten su buena fe si han adquirido derechos a título
oneroso en base al instrumento".
(13) WEINGARTEN, Celia - SOLIGNAC, Nidia H., "Agentes de seguro. Validez de la notificación de la
denuncia de siniestro y del pago de la prima", LA LEY 1990-D, 913.
(14) Consultar SOBRINO, Waldo, "Consumidores de seguros", Ed. La Ley, 2009.
(15) "Es irracional obligar al asegurado que indague más allá de lo que exige la buena fe y la razonable
diligencia, en torno a la apariencia de representación creada por el productor de seguro. La ley procura evitar
que el asegurado esté obligado a comprobar en cada oportunidad si el mandato existe o subsiste o, el alcance de
los derechos del productor, debiendo tutelarse a quienes confían en las apariencias cuando el negocio se
desenvuelve de buena fe (art. 1198, Cód. Civil) (actual art. 961, Cód. Civ. y Com.). Como contrapartida, es el
asegurador quien debe adoptar las medidas necesarias para despejar dudas sobre la apariencia de un mandato
representativo del productor; su tolerancia implica una autorización implícita. Como contrapartida, es el
asegurador quien debe adoptar las medidas necesarias para despejar dudas sobre la apariencia de un mandato
representativo del productor; su tolerancia implica una autorización implícita" (CNCom., sala B, 27/12/2010,
"Cepeda, Diego Mariano c. Argos Compañía Financiera de Seguros SA y otros s/ ordinario", elDial.com -
AA69B0).
(16) WEINGARTEN, Celia - GHERSI, Carlos (dir.), "Tratado de daños reparables", Ed. La Ley, 2017.
(17) "Art. 1442.— Normas aplicables. Las disposiciones de este Capítulo se aplican a todo contrato de
colaboración, de organización o participativo, con comunidad de fin, que no sea sociedad. A estos contratos no
se les aplican las normas sobre la sociedad, no son, ni por medio de ellos se constituyen, personas jurídicas,
sociedades ni sujetos de derecho. A las comuniones de derechos reales y a la indivisión hereditaria no se les
aplican las disposiciones sobre contratos asociativos ni las de la sociedad".
(18) "La vida moderna muestra una mayor complejidad que el esquema de patrones y empleados, pudiendo
no existir estricta subordinación sino una conexión funcional o una integración dinámica de actividades, si el
principal tiene alguna injerencia en el desenvolvimiento del dependiente. Es suficiente cualquier nexo que
permita emplazar la actuación bajo la órbita de contralor o intereses del principal, inclusive, la dependencia
aparente; y es indiferente la permanencia o no en la prestación de los servicios, pues también puede ser
ocasional o accidental, cubriendo una sujeción temporaria o parcial para uno o varios asuntos determinados.
Tampoco importa la ausencia de onerosidad, dado que la subordinación es factible inclusive en actos
desinteresados, de complacencia o cortesía, como cuando una persona se pone bajo las órdenes de otra para
'darle una mano'. Basta la aceptación, la mera aquiescencia con la actividad del agente, el dejarle obrar, lo haya
o no designado el comitente". (CNCiv., sala F, 09/02/1998, "Grynczyk, Elsa c. Duarte Osvaldo y otros", JA del
21/04/1999, con cita de ZAVALA de GONZÁLEZ, Matilde, "Responsabilidad por riesgo", Ed. Hammurabi,
Buenos Aires, 1987).

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