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Tema 4.

La protección internacional de las personas con discapacidad


Contenido
1. Los pronunciamientos de la ONU y sus organismos dependientes
2. La Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad
3. El tratamiento de la cuestión en el Derecho comunitario y en el Consejo de Europa

1. Los pronunciamientos de la ONU y sus organismos dependientes

1.1. Notas sobre la evolución histórica

Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, las personas con discapacidad representan alrededor del 15% de la
población mundial -unos mil millones de personas-. Se prevé, además, que dicho porcentaje se incremente en años venideros,
debido al envejecimiento de la población y al aumento mundial de enfermedades crónicas.

No obstante, en el ámbito de las Naciones Unidas, se ha producido un notorio cambio de perspectiva en el tratamiento otorgado a
la discapacidad. En un primer momento los pronunciamientos internacionales se aproximaron al problema desde una perspectiva
puramente médica. Posteriormente se evolucionó hacia un análisis integral de la problemática, incardinándolo desde la aplicación
de los derechos humanos, y más concretamente mediante la realización de la igualdad de oportunidades para las personas con
discapacidad en todas las esferas de interacción humana.

En las décadas de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, las agencias de las Naciones Unidas cooperaron con algunos
Estados miembros a través de acciones de asistencia y entrenamiento en las áreas de la prevención y rehabilitación de las
discapacidades.

En los años sesenta, las organizaciones de personas con discapacidad fueron exigiendo un cambio en la aproximación al
problema, destacando la necesidad de que las personas con discapacidad participaran en la vida civil, política, económica, social y
cultural de sus respectivas sociedades.

Pero fue en los años setenta cuando se produjeron los hechos más relevantes, tanto en el ámbito asistencial como en la
protección de los derechos humanos del colectivo. De ese tiempo son dos declaraciones de la Asamblea General de la ONU
relativas a las personas con discapacidad: la «Declaración de los Derechos del Retrasado Mental» y la «Declaración de los
Derechos de los Impedidos» de 1975.

Además, en 1976 la Asamblea General estableció que 1981 sería el Año Internacional de las Personas con Discapacidad4. 1993;
la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, de 1994; la Cumbre Mundial de Desarrollo Social, de 1995; la Cuarta
Conferencia Mundial sobre la Mujer, de 1995; la cumbre Hábitat II, de 1996; la Conferencia Mundial contra el Racismo, la
Discriminación Racial, la Xenofobia y otras Formas de Intolerancia Relacionadas, de 2001; la Segunda Conferencia Mundial
sobre Envejecimiento, de 2002; la Cuarta Conferencia sobre los Países Menos Adelantados, de 2011; la Tercera Conferencia
Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, de 2015, entre otras, han efectuado recomendaciones específicas sobre la
situación y los derechos de las personas con discapacidad. Asimismo, potenciar y promover la inclusión social de las personas con
discapacidad se encuentra entre los objetivos de la Cumbre de Desarrollo Sostenible que se celebrará en septiembre de 2018 en
Nueva York.

La Asamblea General adoptó en 1982 el denominado «Plan de Acción Mundial para las Personas con Discapacidad”, instrumento
que puso especial énfasis en la necesidad de «igualdad» y «plena participación» de las personas con discapacidad en la vida y el
desarrollo de la sociedad.

En ese mismo año, la Asamblea también proclamó a la década comprendida entre 1983-1992 como Década de las Naciones
Unidas para las Personas con Discapacidad6. Justo al final de la misma, en diciembre de 1991, la Asamblea General adoptó los
denominados «Principios para la Protección de los Enfermos Mentales y para el Mejoramiento de la Salud Mental», y proclamó
que el 3 de diciembre sería el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.

En diciembre de 1993, la Asamblea General adoptó las denominadas «Normas Uniformes sobre la Igualdad de Oportunidades
para las Personas con Discapacidad», que constituyeron el instrumento universal más completo y detallado en materia de derechos
de las personas con discapacidad hasta la fecha.

En el ámbito de las Naciones Unidas, los temas relativos a la discapacidad habían sido tradicionalmente tratados por agencias de
desarrollo social. Sin embargo, en los primeros años de este siglo surgió un creciente interés de los órganos de derechos humanos
por incorporar los derechos de las personas con discapacidad en la agenda de los derechos humanos. Así, la Asamblea General,
en su resolución 56/115, de 19 de diciembre de 2001, instó a los órganos y organizaciones relevantes del sistema de las
Naciones Unidas, incluyendo a los órganos de derechos humanos previstos por tratados y a las comisiones regionales
relevantes, como también a las organizaciones e instituciones intergubernamentales y no gubernamentales, a continuar
trabajando estrechamente con la División de Política y Desarrollo Social de la Secretaría General en la promoción de los
derechos de las personas con discapacidad. Con dicho objetivo, se creó la figura del «Relator», como supervisor de normas
con la misión de informar de los resultados alcanzados en la aplicación de los tratados, así como de las dificultades encontradas.
Los temas vinculados con la discapacidad también recibieron la atención de algunos de los órganos previstos por la Carta de las
Naciones Unidas, dedicados a la promoción y protección de los derechos humanos, siendo los más destacados el Consejo
Económico y Social, la Comisión de Derechos Humanos y la Subcomisión para la Promoción y Protección de los Derechos
Humanos.

El reconocimiento del carácter transversal de los temas relativos a la discapacidad también ha conducido a la creciente inclusión
de la situación y de las necesidades de las personas con discapacidad en distintas conferencias internacionales realizadas bajo el
auspicio de la Organización de las Naciones Unidas
.
Asimismo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización Mundial de la Salud, la Organización Educativa,
Científica y Cultural de Naciones Unidas (UNESCO) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) han
proporcionado en sus respectivas áreas de competencia asistencia técnica para la formulación de políticas públicas destinadas a
asegurar la participación de las personas con discapacidad en todos los aspectos de la vida social.

Finalmente, en diciembre de 2001 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la constitución de un Comité Ad Hoc,
abierto a la participación de todos los Estados Miembros y observadores de las Naciones Unidas, para considerar propuestas hacia
una convención internacional para promover y proteger los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad con un
enfoque holístico de la labor realizada en las esferas del desarrollo social, los derechos humanos y la no discriminación10. Su
labor acabó concretándose en la aprobación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, y su
Protocolo, en diciembre de 2006, a la que nos referiremos más adelante.

1.2. El tratamiento de la discapacidad en el Sistema Universal de Derechos Humanos

Una vez referida la evolución observada en ese proceso de construcción jurídica de los derechos de las personas con discapacidad
en la normativa internacional y en particular, en el Sistema Universal de Derechos Humanos, debemos analizar el contenido y
alcance que la misma atribuye a dichos derechos.

El reconocimiento de los derechos de las personas con discapacidad en dicho Sistema se ha efectuado principalmente a través de
dos vías:

— Mediante la interpretación de instrumentos de derechos humanos de carácter general en su aplicación específica a personas con
discapacidad, y
— Mediante el establecimiento de instrumentos o cláusulas específicas referidas a los derechos de las personas con discapacidad.

Prácticamente todo tratado de derechos humanos ha incluido una cláusula general que prohíbe la discriminación, y que debe
aplicarse a todos los derechos que el tratado consagra. Algunos tratados han incluido, además, una cláusula general de igualdad
que se aplica a toda norma legal, aun a aquellas que reconozcan otros derechos adicionales a los establecidos en el tratado.

—Desde esta perspectiva, quedaría prohibido el empleo injustificado del factor «discapacidad» para excluir a una persona del
goce de un derecho reconocido universalmente.

Una segunda perspectiva parte de la identificación de las personas con discapacidad como “grupo vulnerable” y de la consecuente
necesidad de establecer instrumentos o cláusulas específicas referidas a los derechos de las personas con discapacidad con el fin
de lograr la igualdad material. Conforme a la misma, no sólo no puede excluirse o menoscabarse el ejercicio de los derechos por
razones de discapacidad, sino que es necesario adoptar medidas especiales cuando el trato aparentemente neutro, dificulte o
imposibilite su ejercicio por dichas personas en atención a sus necesidades específicas.

Entrando en el ámbito del control efectivo de los derechos, la posibilidad de empleo de los tratados internacionales de derechos
humanos para supervisar la situación de los derechos de las personas con discapacidad requiere que el Estado respectivo haya
ratificado el tratado y, por ende, se haya convertido en un Estado parte. Sin embargo, existen otros mecanismos internacionales
para exigir la consideración de la situación de las personas con discapacidad por aquellos Estados que no son parte de los
principales tratados de derechos humanos. Los instrumentos privilegiados para este tipo de revisión son la Declaración Universal
de Derechos Humanos, el Programa de Acción Mundial y las Normas Uniformes para la Igualdad de Oportunidades de las
Personas con Discapacidad.

Respecto al potencial empleo de la Declaración Universal como instrumento de protección de las personas con
discapacidad, cabe señalar que, pese a su estatus original de instrumento no vinculante, existe un consenso generalizado en
el plano internacional acerca de su transformación en un instrumento obligatorio, por la vía de haberse convertido en costumbre
internacional, de modo que es aplicable a todo Estado miembro de la Organización de las Naciones Unidas. Si bien su texto no
menciona directamente la discapacidad, pueden aplicarse a la Declaración las mismas consideraciones efectuadas respecto de los
principales tratados de derechos humanos del sistema universal a efectos de determinar qué derechos de los que prevé pueden
emplearse como herramientas de protección y supervisión de los derechos de las personas con discapacidad. En todo caso, el
instrumento más reciente en materia de discapacidad es la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad
(CDPD), en la que nos centraremos seguidamente.
2. La Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad

Como hemos adelantado, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó el 13 de diciembre de 2006 la Convención sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidad, junto con su Protocolo facultativo.

De este modo, concluyó el proceso iniciado cuando el Gobierno de México presentó en diciembre de 2001 la Resolución 56/168
de las Naciones Unidas, en la que pedía se estudiara la preparación de una Convención sobre los Derechos Humanos de las
Personas con Discapacidad (también, CDPD, en adelante) y la creación inmediata de un comité especial «para que examine
propuestas relativas a una Convención internacional amplia e integral para promover y proteger los derechos y la dignidad de las
personas con discapacidad, incluyendo especialmente las disposiciones relativas a las prácticas y el tratamiento discriminatorio
que les afectan».

Tras su debate y aprobación, el 30 de marzo de 2007, el texto definitivo y su Protocolo facultativo quedaron abiertos a la firma por
los Estados Miembros, permitiéndose que también pudiera ser firmado por organizaciones regionales (constituyéndose así en la
primera Convención de Derechos Humanos que permitía dicha posibilidad).

Ese mismo día se obtuvieron 82 firmas de la Convención y 44 del Protocolo Facultativo, así como una ratificación, convirtiéndose
así en la Convención de las Naciones Unidas con el número de signatarios más alto el día de su firma. En cuanto a su entrada en
vigor, se previó que la misma se produjera una vez fuera ratificada por 20 Estados Miembros, lo cual tuvo lugar el 3 de mayo de
2008.

Tras la preceptiva autorización de las Cortes Generales, España ratificó la Convención y su Protocolo facultativo el 21 de
abril de 2008 y la Unión Europea, únicamente la Convención, en diciembre de 2010.

En la actualidad, la Convención cuenta con 175 ratificaciones y 160 signatarios (de los cerca de 200 países que existen) y,
por su parte, el Protocolo Facultativo de la misma cuenta con 92 ratificaciones y 92 signatarios, lo cual es reflejo de la gran
acogida que ha tenido. Mediante la misma, el grupo minoritario más numeroso del mundo ha visto recogidos en un texto jurídico
de ámbito universal sus derechos humanos y de ciudadanos sobre cuestiones tan esenciales como la educación, la salud o el
empleo.

De la importancia de este tratado, que ha sido trasladado gradualmente a las legislaciones de cada país, es muestra el hecho de
que, antes de su aprobación, únicamente 45 países en el mundo, entre ellos España, contaba con algún tipo de legislación en
defensa de la igualdad de oportunidades y no exclusión de las personas con discapacidad mediante el mismo.

2.1. Principios rectores de la Convención

El Preámbulo de la Convención reconoce que los derechos y libertades de la Carta de Naciones Unidas y de la Declaración
Universal son de aplicación a toda persona sin distinción de índole alguna; reconoce la importancia de los vigentes siete tratados
internacionales en materia de derechos humanos; reconoce el positivo trabajo y acogida por parte de los Comités de Derechos
Humanos y de Desarrollo Social de Naciones Unidas; admite la diversidad de las personas con discapacidad y que cualquier
discriminación contra éstas constituye una violación de los derechos humanos; constata que, a pesar de todos los instrumentos
internacionales de derechos humanos, continúan dándose de manera generalizada conductas discriminatorias contra este colectivo;
y concluye proclamando la necesidad de reconocer y proteger, de manera específica, los derechos de las personas con
discapacidad.

El gran objetivo o propósito de la Convención es promover, proteger y asegurar el goce pleno, y en condiciones de igualdad, de
todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad y promover el respeto de su
dignidad inherente.

Quedémonos con cinco principios rectores, que son recogidos en la Convención, como piedras angulares de la misma, en tanto
que instrumento agitador de las legislaciones en los países menos desarrollados del mundo. La breve lista se reduce a los
postulados siguientes:
— Reafirma el principio de que las personas con discapacidad tienen los mismos derechos fundamentales que el resto de la
humanidad.
— Reafirma los valores fundamentales que, como al resto de los seres humanos, también corresponden al colectivo, a saber: la
igualdad, la dignidad, la libertad y la solidaridad.
— Garantiza el ejercicio real y en igualdad de condiciones de todos los derechos humanos, luchando contra cualquier forma de
discriminación basada en la discapacidad y promoviendo la igualdad de trato y la toma en consideración de la diferencia.
— El instrumento de ratificación tendrá que enumerar y definir todos los derechos humanos, incluidos los derechos políticos y
civiles fundamentales, y los derechos económicos, sociales y culturales.
— Las legislaciones nacionales deben garantizar que las personas con discapacidad estén en condiciones de ejercer efectivamente
sus derechos. Para ello insiste en el establecimiento de un mecanismo eficaz de supervisión y la especificación de disposiciones de
ejecución como aspectos decisivos para la aplicación eficaz de este instrumento internacional.
2.2. Contenido e implicaciones de la Convención

Su primer éxito deriva de su propia existencia, ya que supone que al fin el derecho internacional recoja en un texto específico un
marco jurídico para las personas con discapacidad bajo la protección del derecho internacional.

La misma representa el octavo convenio sobre derechos humanos que se firma en el marco de las Naciones Unidas a nivel
mundial y con ámbito universal, y el primero de este siglo.

A pesar de que es una Convención que no reconoce ningún derecho nuevo, sí deja clara y rotundamente regulado que todas las
personas con discapacidad deben tener acceso a los mismos derechos que disfrutan el resto de los seres humanos.

Es igualmente el primer tratado que ha calificado a la discapacidad como parte de la diversidad humana, superando así el
paradigma médico que lo entendía como un mero problema sociosanitario.

Extiende y refuerza los derechos humanos para las personas con discapacidad. Como hemos señalado, no promulga nuevos
derechos ni omite ninguno que no estuviera proclamado para cualquier persona humana, pero garantiza la similitud con el resto de
los demás ciudadanos, precisamente sobre la base del convencimiento de que la integración plena en la sociedad ha de realizarse
en las mismas condiciones reconocidas para cualquier otro ser humano. Se traslada, por tanto, al tratado el convencimiento sobre
el alcance de la integración que comparten y anhelan las personas con discapacidad.

A continuación se reseñan algunos de los aspectos esenciales de la Convención:


A) Se aprobaron dos instrumentos: la Convención, que es el tratado internacional que contiene el reconocimiento de los
derechos y sus mecanismos de aplicación; y el Protocolo facultativo de la Convención, que es un instrumento anejo cuya
existencia responde a la necesidad de alcanzar un amplio consenso y vencer la resistencia de determinados bloques de países.
B) La Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad contiene un preámbulo y 50 artículos sin ninguna
estructuración interna diferenciada, aunque pueden observarse tres bloques temáticos diferenciados:
a) Un primer bloque, conformado por los primeros 8 artículos, sobre disposiciones generales relativas al propósito de la
Convención, definiciones, principios generales, obligaciones generales, principios de igualdad y no discriminación, especial
protección de colectivos como el de mujeres con discapacidad y niños y niñas con discapacidad, medidas de sensibilización social,
etc.
b) Un segundo bloque, que constituye un núcleo central del reconocimiento de los derechos, que se encuentra entre los artículos 9
a 30, ambos inclusive, proclamando y reconociendo los siguientes: accesibilidad universal; derecho a la vida; protección de
situaciones de riesgo y emergencias humanitarias; igualdad ante la ley; acceso a la justicia; libertad y seguridad personal;
protección contra la tortura u otros tratos o penas crueles, inhumano o degradantes; protección contra la explotación, la violencia y
el abuso; protección de la integridad personal; libertad de desplazamiento y nacionalidad; derecho a la vida independiente y a la
inclusión en la comunidad; movilidad personal; libertad de expresión y de opinión, y acceso a la información; respeto de la
privacidad; respeto del hogar y de la familia; derecho a la educación, a la salud, a la habilitación y rehabilitación, al trabajo y al
empleo, a un nivel de vida adecuado y a la protección social, a la participación en la vida política y pública, y, finalmente, a la
participación en la vida cultural, en actividades recreativas, en el esparcimiento y en el deporte.
c) Un tercer y último bloque, que abarca desde los artículos 31 al 50 y recoge todos los aspectos organizativos, operativos y de
aplicación de la Convención. Entre otros, prevé la constitución del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad,
que, como antes señalamos, es el órgano de control y seguimiento, definiendo su composición y funciones, así como las relaciones
con los Estados partes y con otras organizaciones internas y externas a Naciones Unidas.

Dicho Comité se constituyó en octubre de 2008 y está integrado por 18 expertos independientes que son elegidos en las
Conferencias de Estados y organizaciones parte cada dos años. Su primera sesión se celebró en Ginebra en 2009. Además de
recibir y analizar los informes relativos a las medidas adoptadas por los distintos Estados y organizaciones parte para cumplir sus
obligaciones conforme a la Convención, el Protocolo le reconoce competencia para recibir y considerar las denuncias de los
individuos que se hallen bajo la jurisdicción de un Estado Parte, que aleguen ser víctimas de una violación de los derechos
reconocidos en la Convención. Dicho Comité se ha venido reuniendo al menos dos veces al año para revisar y valorar los informes
periódicos que deben presentar los miembros adheridos a la Convención de forma periódica -en los términos regulados en este
último bloque de preceptos-, realizar interpretaciones y consideraciones sobre las previsiones generales de la Convención y
atender las denuncias de violaciones de los derechos que reconoce.

Precisamente, para evitar el control que dicho Comité pueda ejercer frente a las denuncias presentadas sobre violaciones de
derechos reconocidos por la Convención, se aprobó el Protocolo facultativo que, en definitiva, está destinado a permitir que los
Estados miembros puedan excluir, en buena parte, este mecanismo de control y vigilancia.

El otro órgano creado por la Convención es la Conferencia de los Estados partes, que además de la facultad de designar los
miembros del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ejerce competencias de revisión y modificación de la
Convención con arreglo a un procedimiento realmente complejo que exige un altísimo consenso para conseguirla.

La Convención debe estar disponible en formatos accesibles para todo tipo de discapacidad y se encuentra traducida a las seis
lenguas oficiales de Naciones Unidas. Asimismo, se encuentra disponible traducida a otros 23 idiomas (incluido el lenguaje de los
signos), si bien en versiones no oficiales.
C) El Protocolo facultativo, integrado por 18 artículos, pretende posibilitar que los Estados partes puedan, de modo potestativo o
facultativo, aprobar la Convención exclusivamente o conjuntamente con dicho Protocolo. En realidad, podría verse como la
argucia jurídica empleada para conseguir un alto grado de consenso y apoyo, que permitiera la aprobación en la Asamblea General
sin grandes rechazos, al permitir un efecto de atenuación o debilitamiento de los mecanismos de control y vigilancia desde
Naciones Unidas respecto de los Estados partes que pudieran violar los derechos reconocidos en la Convención. Conforme al
mismo, un Estado parte puede desde no ratificar el Protocolo facultativo hasta hacerlo con reserva respecto de sus artículos 6 y 7,
que contienen los mecanismos de control acerca de las denuncias o «comunicaciones» que pudieran plantearse. Además, aun
suscribiendo el Protocolo facultativo, los Estados partes gozan de un amplio margen de discrecionalidad para cumplir las
obligaciones de información y vigilancia que el propio Protocolo establece.

En cualquier caso, y a pesar de que aún quedan muchos desafíos por abordar, deben reconocerse los logros alcanzados por la
Convención, que recientemente ha celebrado su décimo como órgano consultivo interministerial adscrito al Ministerio de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad.

Sin duda, el más reconocido éxito de la Convención es su eficacia universal, en el convencimiento de que ha forzado a incorporar
paulatinamente a los ordenamientos de un gran número de países, principalmente de aquellos con escaso nivel de desarrollo,
protección para todos aquellos nacionales con alguna discapacidad, los cuales con anterioridad habían sido sencillamente
ignorados.

2.3. Repercusiones en la legislación española

España ratificó la Convención y su Protocolo Facultativo el 21 de abril de 2008, entrando ambos en vigor en nuestro
ordenamiento el 3 de mayo de ese mismo año. A partir de este momento, y conforme a lo establecido en el apartado primero del
artículo 96 de la Constitución Española de 1978, la Convención forma parte del ordenamiento jurídico interno.

Tal y como se comunicó al Comité de Naciones Unidas encargado del seguimiento de la aplicación de la CDPD, el Consejo
Nacional de la Discapacidad es el órgano de referencia de la Administración General del Estado para la promoción,
protección y seguimiento en España de los instrumentos jurídicos internacionales en materia de derechos humanos de las
personas con discapacidad incorporados a nuestro ordenamiento jurídico y, en especial, de la Convención.

Adicionalmente, los efectos de la Convención en el ordenamiento español se derivan del hecho de que, como adelantamos y
analizaremos en el apartado siguiente, la Unión Europea también ratificara la misma, como organización de integración territorial,
y adoptara, en consecuencia, una serie de medidas de distinta naturaleza para su implementación, con implicaciones y efectos para
los distintos Estados miembro.

Al igual que para otros países de la Unión Europea, la Convención ha supuesto para España un reforzamiento del marco jurídico
de la discapacidad vigente.

Al regular en su artículo 49 la atención a las personas con discapacidad, la Constitución Española se inspiró en el modelo médico
o rehabilitador del tratamiento de la discapacidad, que se vio superado por el modelo social introducido que había comenzado a
reflejarse en la normativa posterior (por todas, Ley 51/2003, de 2 de diciembre, de igualdad de oportunidades, no discriminación y
accesibilidad universal de las personas con discapacidad -LIONDAU-) y que la Convención consolida al centrar la consideración
de la persona con discapacidad como sujeto titular de derechos cuya posibilidad de ejercicio ha de garantizarse por los poderes
públicos y a la discapacidad, como un complejo conjunto de condiciones, muchas de las cuales están originadas o agravadas por el
entorno social.

3. El tratamiento de la cuestión en el Derecho comunitario y en el Consejo de Europa

Para abordar la cuestión de la discapacidad en el ámbito europeo es obligado un análisis diferenciado entre sus dos instituciones
fundamentales: la Unión Europea y el Consejo de Europa.

3.1. En el ámbito de la Unión Europea

Desde la firma de los Tratados de Roma, el 25 de marzo de 1957, tuvieron que pasar casi veinte años hasta que se promulgara
dentro del ámbito europeo el primer Programa de Acción Social (1973) y las primeras «Directivas Sociales» (1975). Así, la
Europa comunitaria que nació como un «mercado común» seguía siendo el «Mercado Común», con una tibia vocación social
recogida en el artículo 117 del Tratado de la CEE.

Pasaron otros veinte años y, aún en la reforma del tratado que se hace en Maastrich en 1993, no prosperaron las tesis de introducir
unas mejoras en los artículos sociales, de tal suerte que quedaron recogidas como un protocolo social, anexo al tratado, y válido
para 11 de los 12 Estados miembros.

Hubo que esperar al Tratado de Ámsterdam, en 1997; a la Estrategia Europea del Empleo que se puso en marcha en ese mismo
año, en la Cumbre Europea de Luxemburgo, y a la Cumbre Europea de Lisboa, para poder hablar, con fundamento, de una Europa
Social y un Modelo Social Europeo que ha quedado caracterizado por: un alto nivel de empleo; un alto nivel de protección social;
el diálogo social; la igualdad hombre-mujer y no discriminación en general; y el reconocimiento del intervencionismo del poder
público para garantizar la justicia y la paz social.

3.1.1 Competencias

Es necesario señalar que el tratamiento de la discapacidad sigue siendo nacional, es decir, competencia de los Estados miembros
en todos los niveles en los que tengan estructuradas su organización política en los ámbitos locales, regionales y nacionales.

Sin embargo, en el sector de la discapacidad, a pesar de la transferencia de competencias hacia las comunidades autónomas, sigue
en gran parte pendiente la descentralización hacia las corporaciones locales, particularmente hacia los municipios.

Si bien la competencia en materia de discapacidad continúa siendo nacional, a partir del Tratado de Ámsterdam, de 1997, la Unión
Europea comparte competencias y puede luchar contra todo tipo de discriminación, incluida la debida a la discapacidad, por
medio de directivas que armonicen las legislaciones, y distintas normas de derecho derivado que contribuyan al reconocimiento de
los derechos de las personas con discapacidad, también en su acción exterior.

3.1.2. Instituciones de la Unión Europea

Dentro de las instituciones europeas, se ha de destacar que la Comisión Europea ha sido, es y probablemente será el motor de
toda acción a favor de la discapacidad en la Unión Europea.

La participación de la Comisión Europea ha resultado decisiva en el impulso de toda la actividad relacionada con la discapacidad:
en la reforma de los tratados; en sus propuestas normativas, en el ejercicio de su derecho de iniciativa; en la ejecución de los
programas; en las actuaciones del Fondo Social Europeo o del Fondo de Desarrollo Regional; en la iniciativa EQUAL de lucha
contra la discriminación por medio del empleo; en las sucesivas comunicaciones y planes de acción; en el informe de situación de
la discapacidad, institucionalizado para cada dos años; las campañas de los años europeos, o del Día Europeo de la Discapacidad;
o en los innumerables seminarios, encuentros, conferencias y actos.. Todo ha sido preparado, organizado y presupuestado por la
Comisión, que afortunadamente ha protagonizado, con total dinamismo, la acción a favor de la no discriminación.

También cabe resaltar el apoyo permanente y solvente del Parlamento Europeo, del Comité Económico y Social, del Comité de
las Regiones y hasta el de los protagonistas del diálogo social.

3.1.3. Instrumentos jurídicos y programáticos

a) El artículo 19 del TFUE, en su versión consolidada, introduce la cláusula de no discriminación por diversos motivos, entre los
que se incluye expresamente el de la discapacidad, extremo este de gran importancia, máxime cuando, nuestra vigente
Constitución española no lo recogió expresamente en el artículo 14, -aunque debe afirmarse categóricamente que las personas
con discapacidad se hallan comprendidas bajo el paraguas de protección de dicho precepto constitucional-.

b) Los derechos sociales fundamentales recogidos en el artículo 151 del TFUE. Este precepto atribuye a la Comunidad
Europea competencias en materia de políticas sociales facultándole para dictar normas básicas que vinculen a todos los Estados y
permite la aplicación de la cláusula antidiscriminatoria del artículo 19 a las materias sociales, al pasar a formar parte de las
competencias comunitarias.

c) El artículo 153 del TFUE y la lucha contra la exclusión social. Este precepto desarrolla y completa el artículo 151 antes
comentado y le atribuye competencias a la Unión Europea en diversidad de materias sociales sobre las que pueden establecerse
normas mínimas de aplicación en toda la Unión.

d) La declaración en favor de las personas con discapacidad del acta final del Tratado de Ámsterdam. En efecto, el acta
final del Tratado de Ámsterdam contiene una declaración que proclama: «La Conferencia conviene en que las instituciones
comunitarias, al elaborar medidas con arreglo al artículo 95 del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, deben tener en
cuenta las necesidades de las personas discapacitadas».

e) La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea y, en particular, sus artículos 3, 15, 21, 23 y 26, aprobada
en la cumbre de Niza de diciembre de 2000.

g) La ratificación, a resultas de la anterior, de la CDPD y su entrada en vigor en la Unión el 21 de enero de 2011, de


conformidad con la Decisión 2010/48/CE, del Consejo, de 26 de noviembre de 2009.

g) Además de los anteriores instrumentos de Derecho primario, el impulso de las políticas europeas en favor de la
discapacidad ha sido muy relevante a partir del año 2000.

h) En junio del 2014, la Unión elevó su primer informe al Comité de Naciones Unidas encargado del seguimiento de la
Convención, el cual, tras su revisión, emitió, en septiembre de 2015, una serie de recomendaciones para la mejor
implementación de la Convención, reconociendo el compromiso de la Unión con la igualdad y el respeto de los derechos
humanos y ofreciendo una serie de orientaciones para la elaboración de políticas y la adopción de medidas legislativas.
i) Finalmente, han sido múltiples las actuaciones llevadas a cabo en el Derecho Derivado. En este sentido, cabe destacar las
siguientes Directivas 2000/43-78/CE, El Programa de Acción Europeo de lucha contra la discriminación 2001/2006, La
Declaración de 2003 como Año Europeo de las Personas con Discapacidad, El Plan de Acción Europeo para Personas con
Discapacidad puesto en marcha en el año 2004 y que se ha ido renovando anualmente hasta 2010, entre cuyos objetivos se resalta
primordialmente el del empleo, El Reglamento 2204/2002 de la Comisión, de 12 de diciembre, por el que se autorizó a los Estados
miembros a conceder ayudas para la creación de nuevos puestos y para la contratación de trabajadores con discapacidad sin
necesitar la autorización previa de la Comisión, pudiendo financiar los Estados miembro hasta el 60% de los costes laborales y de
seguridad social de los empleos de este colectivo…ETC.

3.1.4. Métodos de apoyo

Los dos métodos más exitosos empleados en el proceso de construcción de un marco normativo de integración de las personas con
discapacidad en la Unión Europea están siendo el mainstreaming y el método abierto de coordinación.

.
Por una parte, el mainstreaming, es decir, la presencia transversal o influencia del tema discapacidad en las políticas comunitarias,
por ejemplo, en el ámbito del empleo o de la educación.

Por otro lado, el «método abierto de coordinación» puede definirse como una forma de «Derecho indicativo». Se trata de una
forma intergubernamental de hacer política que no deriva en medidas legislativas de la Unión Europea de carácter vinculante ni
exige que los Estados miembros adopten medidas legislativas.

El método consiste, básicamente, en identificar y definir los objetivos que deben cumplirse de forma conjunta.
Posteriormente, se establecen los instrumentos para medir dichos objetivos, tales como estadísticas, indicadores,
directrices. Y, finalmente, se realiza una evaluación comparativa, es decir, se comparan los resultados de los Estados
miembros y se intercambian las mejores prácticas.

3.2. El Consejo de Europa

El Consejo de Europa es una organización internacional de ámbito regional que está constituida actualmente por 47 países
europeos que representan a más de 800 millones de personas con el objetivo principal de la defensa y protección de la democracia,
el Estado de Derecho y los derechos humanos, civiles y políticos, como quedó reflejado con la inmediata aprobación, tras su
constitución, del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales en 1950. Se
trata de la institución de este tipo más antigua de nuestro continente y engloba a la totalidad de las naciones europeas con la sola
excepción de Bielorrusia. Tiene su sede en la ciudad francesa de Estrasburgo y su órgano más activo es el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos.

Esta institución bastante desconocida por los ciudadanos europeos tiene asignado, sin embargo, destacados objetivos sociales.
Éstos pueden resumirse en los siguientes: defender los derechos humanos, la democracia parlamentaria y la preeminencia del
Estado de Derecho; concertar acuerdos y convenios entre países europeos para mejorar las prácticas jurídicas; reforzar un
concepto de identidad europea basada sobre valores comunes y no sobre diferencias; consolidar la estabilidad democrática en
Europa.

La trayectoria de la organización desde su creación en 1949 ha sufrido distintos altibajos. Sin embargo, a partir del año 1989 se
dio un nuevo impulso reforzando ideas e iniciativas tales como: referente político y de defensa de los derechos humanos para las
democracias postcomunistas; apoyo a los países de la Europa central y oriental a poner en marcha y consolidar las reformas
políticas y legislativas; propiciar el reforzamiento de la defensa de los derechos humanos. Posteriormente, tras la cumbre de Viena
de 1993, volvió a reforzarse la institución al convertir al Consejo de Europa en el guardián de la seguridad democrática basándose
en los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho.

En noviembre de 2005, con ocasión de la presidencia rumana, se adoptaron dos grandes prioridades: consolidar la protección
global de los derechos del hombre en Europa y favorecer las sociedades inclusivas a través del diálogo y el respeto a la diversidad.
Actualmente se encuentra estructurado en tres planos: plano gubernamental, que es el Comité de Ministros; plano parlamentario,
la Asamblea Consultiva, y plano judicial, el Tribunal Europeo de Derechos _Humanos de Estrasburgo.

3.2.1. Instrumentos jurídicos

El Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Públicas fue aprobado en Roma en 1950 y vino a convertir
en obligaciones jurídicas hasta un total de 18 principios ya reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de
Naciones Unidas. Desde su aprobación ha contado con cinco protocolos adicionales que han reforzado su dimensión jurídica
internacional.

Conviene resaltar que el Tribunal de Estrasburgo goza de fuerza vinculante en sus sentencias respecto de los países que se
encuentran bajo su jurisdicción. Sin embargo, este Convenio no contempló expresamente a las personas con discapacidad, que se
encuentran incluidas solamente, dentro de su ámbito de protección, a través de los principios de igualdad y no discriminación. Una
omisión sólo en cierta manera comprensible, ya que en la promulgación del año 1950 no se prodigaron muchas reivindicaciones
para este colectivo.
.
El otro gran instrumento jurídico del Consejo de Europa es la Carta Social Europea aprobada en Turín el 18 de octubre de 1961,
que recoge una serie de derechos sociales y económicos que no habían sido tenidos en cuenta inicialmente en el Tratado de 1950.
Ha sido objeto de diversas revisiones y actualizaciones, la última de ellas en Estrasburgo en 1996, que se conoce como «texto
revisado».
Este instrumento internacional sí contempla, en cambio, a las personas con discapacidad, aunque de manera muy superficial, en su
artículo 1520

Aunque los dos anteriores sean los más importantes, no por ello debe dejar de prestarse atención a los más de 12 tratados en
relación con los derechos humanos que ha impulsado y suscrito el Consejo de Europa. Además, el Tribunal ha preparado
recientemente un dosier con su jurisprudencia más relevante sobre las personas con discapacidad, en el que frecuentemente cita la
CDPD.

En un segundo nivel se sitúan las recomendaciones y resoluciones del Comité de Ministros y de la Asamblea. Son decisiones que
si bien no tienen formalmente la fuerza vinculante de los convenios y tratados para los Estados miembros, sin embargo, de facto
son las disposiciones que cuantitativa y cualitativamente más han hecho avanzar a los Estados miembros en la promoción y acceso
a los derechos de las personas con discapacidad, por medio de adaptación de legislaciones, medidas de apoyo para compensar
dificultades, etc.

La influencia de esas decisiones ha sido doble: por una parte, ha alcanzado a un importante número de países a lo largo de los
años y, actualmente, su influencia puede llegar a los 47 Estados miembros, y por otra, se ha abordado un amplio campo de
contenidos.

Curiosamente el Consejo, a través del Comité de Expertos para la Rehabilitación e Integración de las personas con discapacidad,
tiene la capacidad que no tienen otras organizaciones internacionales como es la de realizar estudios y trabajos técnicos para la
preparación de las recomendaciones y resoluciones del Comité de Ministros, que garantizan su calidad y, en consecuencia, su
amplia aceptación por los Estados miembros.

Ciertamente, la labor del Consejo de Europa no es apenas conocida ni valorada por la población europea y, sin embargo, lleva más
de sesenta años trabajando fundamentalmente por el reconocimiento y defensa de los derechos del hombre. Siendo ese es su
objetivo y disponiendo de mecanismos para ello, resta entonces que tanto los gobiernos como los representantes de las personas
con discapacidad, en su calidad de interlocutores ante el Consejo, valoren adecuadamente las posibilidades de esta organización
para la protección y defensa de los derechos de las personas con discapacidad. Una buena muestra de dichas posibilidades es la
aprobación en el año 2006 del Plan de Acción del Consejo para la Mejora de la Calidad de Vida de las Personas con Discapacidad
(un proyecto elaborado durante más de tres años por distintas organizaciones de personas con discapacidad) y la reciente
aprobación de la Estrategia sobre discapacidad 2017-2023 del propio Consejo de Europa (cuya finalidad es, a través de la mejora
de la independencia y libertad de decisión de las personas con discapacidad, conseguir una mayor igualdad y dignidad de este
colectivo).

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