Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ESTAR AQUI
2. C o m o i n t e r e s a n t e m u e s tr a d e lo m u y b u e n o y lo m u y m a lo ,
lo b ie n p r o f u n d i z a d o y lo p r e te n c io s o , lo v e r d a d e r a m e n t e o r ig in a l y
el a t u r d i m i e n t o p u r o , p u e d e v e r s e J. C l i f f o r d y G. M a rc u s (e d s .),
Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnology, B e rk e le y ,
C a lif o r n ia , 1986 ( d e p r ó x i m a a p a r ic ió n e n J ú e a r c o n el tí tu l o Retóricas
de la etnología). P a r a u n a r e v is ió n m e n o s f a tig o s a d e l a s u n t o , v é a s e
G. M a rc u s y M . F is c h e r, Anthropology as Cultural Critique: An Expe
rimental Moment in the Human Sciences, C h ic a g o , 1986. C o m o r i a
c h u e lo s r e c ie n te s d e la m is m a c o r r i e n t e p u e d e n c i t a r s e ta m b ié n :
J. F a b ia n , Time and the Other: How Anthropology Makes Its Object,
N u e v a Y o r k , 1983; J . C u f f o r d , «O n E th n o g r a p h i e A u th o r ity » , Repré
sentations, 2 (1983): 118-146; J. R uby (e d .), A Crack in the Mirror:
Reflexive Perspectives in Anthropology , F ila d e líia , 1982; T . Asad (e d .),
Anthropology and the Colonial Encounter, N u e v a Y o r k , 1973; y D. Hy-
mes (ed .), Reinventing Anthropology, N u e v a Y o rk , 1974; o r ig in a lm e n
te p u b lic a d o e n 1969.
142 EL ANTROPÓLOGO COMO AUTOR
4. J. Fabian, Time and the Other, pág. 149; los paréntesis y las
cursivas son del original.
ESTAR AQUÍ 145
como son cuando sólo Dios los ve, está en realidad bas
tante extendida. Pero se trata más bien de una estrategia
retórica, un modo de persuasión; un modo que quizá sea
difícil abandonar del todo y a la vez conseguir que sea le
gible, o que aún se siga manteniendo a pesar de su difícil
legibilidad. No resulta claro qué tipo de «partido» habrá
de adoptar una escritura imaginativa sobre gentes reales
en sitios reales y tiempos reales, más allá de lo que pueda
ser un inteligente etiquetado; pero sin duda alguna la an
tropología tendrá que dar pronto con él si quiere continuar
siendo considerada como una fuerza intelectual en la cultu
ra contemporánea, si su condición mulesca (pregonado tío
m aterno científico, vergonzante padre literario) no term ina
por conducirla a la esterilidad de las muías.
La naturaleza «intermediaria» de casi la mayor parte de
los escritos etnográficos, a medio camino entre textos satu
rados de autoría, como David Copperfield, y textos vaciados
de ella, como «Sobre la electrodinám ica de los cuerpos en
movimiento» (por volver sobre la presunción con que esta
investigación comenzó), sigue siendo tan crucial, ahora que
los antropólogos se hallan cogidos entre la vasta reorgani
zación de las relaciones políticas mundiales y el no menos
amplio replanteam iento de lo que debe considerarse que
es la «descripción», como lo fue cuando la prim era apenas
había empezado y el segundo no había empezado en abso
luto. Su tarea sigue siendo dem ostrar, o más exactamente
dem ostrar de nuevo, en diferentes momentos y con diferen
tes medios, que la descripción del modo en que otros viven,
que no se presenta ni como cuentos sobre cosas que nunca
ocurrieron, ni como informes sobre fenómenos medibles
producidos por fuerzas calculables, aún puede inducir a
la convicción. Los modos mitopoyéticos de discurso (La Di
vina Comedia, Caperucita Roja), al igual que los modos ob-
jetivistas (El origen de las especies, El calendario zara
gozano) tienen una adecuación específica a sus propios
fines. Pero, dejando de lado algunas rarezas, la etnografía,
ahora como siempre, ni trata sus m ateriales como ocasiones
para revelaciones engañosas, ni los representa como emer
giendo de m anera natural de un mundo absolutizado.
152 EL ANTROPÓLOGO COMO AUTOR