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TEMA 16.

- LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936 – 1939)


1.- LA SUBLEVACIÓN MILITAR. DESARROLLO DE LA GUERRA CIVIL E
INTERNACIONALIZACIÓN DEL CONFLICTO

1.1.- El alzamiento y las consecuencias inmediatas

El pronunciamiento se inició en Marruecos el día 17 de julio. Dos días más tarde asumió
el mando el general Franco, que se había sublevado en Canarias y se había trasladado a
Marruecos. A partir del 18 de julio el alzamiento se extendió a la península, El balance de
aquellos tres días de julio fue que España quedó dividida en dos:

● La España nacionalista controlaba la meseta superior, más la región gallega y la parte alta y
media de la cuenca del Ebro. Por Navarra se prolongaba hasta el Pirineo. Pero quedaba
separada del Cantábrico por el País Vasco (salvo Vitoria), Santander y Asturias. También
contaba con Oviedo, y en Extremadura, Cáceres. En el sur tres focos separados: la línea
Sevilla – Jerez – Cádiz; Córdoba; y Granada.

● La España republicana la constituía el resto, con su base en las tres ciudades más
populosas del país: Madrid, Barcelona y Valencia.

La razón principal del estallido de la guerra civil fue que el ejército no adoptó una actitud
unánime: casi la mitad de la oficialidad existente quedó en el lado de los gubernamentales. En
realidad, las fuerzas de uno y otro bando estaban bastante equilibradas. Si los sublevados
contaban con el ejército de África, la ventaja del gobierno era clara en la flota (en la que, sin
embargo, la oficialidad era muy conservadora y fue eliminada, lo que hizo difícil el correcto
empleo de los buques) y en aviación. Además, el Frente Popular disponía de las capitales más
importantes, la industria y las reservas de oro del Banco de España.

1.2.- El desarrollo de la guerra civil

1.2.1.- La guerra de columnas (julio – noviembre 1936)

Entre julio y noviembre de 1936 los límites de cada una de las dos zonas en que quedó
dividida España no fueron precisos. Dos fueron las operaciones estratégicas más importantes de
los sublevados en ese tiempo:

● El paso del ejército a través del estrecho de Gibraltar, gracias a la ayuda alemana y a la
impericia de la marina y aviación republicana. El desembarco de las tropas africanas hizo
posible la liberación de toda Andalucía occidental, conectando los enclaves de Sevilla,
Córdoba y Granada.

● La conquista de Extremadura, con la ventaja estratégica que representó la inmediata


apertura de un amplio pasillo que comunicaba Andalucía con Castilla la Vieja, unificando al
tiempo el territorio nacional, antes partido en dos.

En esta primera fase, los franquistas llevaron siempre la iniciativa, especialmente en el


Sur, y menos en el Norte, donde Mola sólo logró la conquista de Irún y San Sebastián, muy
importante, no obstante, porque aislaba completamente por tierra a la zona republicana del Norte
al cerrarle la comunicación terrestre con Francia. A partir de aquí la guerra se puede secuenciar
en tres periodos bastante precisos: la batalla en torno a Madrid, la guerra del Norte, y, tras la
ruptura del frente oriental, la decisiva batalla del Ebro.

1.2.2.- La batalla de Madrid (noviembre de 1936 – marzo 1937)

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La conquista de Madrid por los sublevados debía ser la consecuencia más inmediata del
avance de las columnas franquistas, pero la liberación del Alcázar de Toledo retrasó el ataque
sobre Madrid.

El hecho diferencial que representa la batalla de Madrid es su carácter popular,


especialmente tras el traslado a Valencia del Gobierno de la República entre la indignación del
pueblo madrileño. Inmediatamente se organizó la Junta de Defensa de Madrid, presidida por el
general Miaja. Aunque se contó con la ayuda de las Brigadas internacionales, esta resultó al final
más moral que efectiva, por lo que la defensa de Madrid corrió a cargo de las milicias populares
principalmente.

La imposibilidad de tomar Madrid al asalto obligó a Franco a diseñar otra estrategia:


realizar un ataque de flanco para aislarla, especialmente por el SE, cortando la carretera y el
ferrocarril de Valencia, que era el verdadero cordón umbilical por donde le llegaban alimentos y
pertrechos. Las batallas del Jarama y Guadalajara son los hitos bélicos más importantes de
este hecho militar. A pesar de la conquista de territorios, los franquistas no lograron su propósito,
siendo además batidos en Guadalajara, donde el grueso de la fuerza era italiano. El resultado
final “en tablas” hizo que el frente quedara estabilizado hasta el final de la guerra. Ello permitió el
ataque del Norte.

1.2.3.- La conquista del Norte (marzo – octubre de 1937)

La lucha por la conquista del Norte revestía dos características distintas: la ferocidad y el
empleo de técnicas modernas de fortificación y de ataque. La destrucción del llamado
“cinturón de hierro de Bilbao” y los bombardeos aéreos de Guernica por la Legión Cóndor
alemana son los dos mejores exponentes de ello. Con el rápido avance sobre Santander, del
territorio republicano sólo quedaba Asturias, que sucumbió también tras una lucha encarnizada.
Con la caída de la zona Norte, Franco había logrado dos objetivos importantes: La eliminación
de una línea de frente en este territorio, con lo que el ejército del Norte quedaba en disposición
de sumar su capacidad operativa a la del resto de las tropas nacionales para ser utilizadas ambas
contra un único frente, como efectivamente sucedió. A ello hay que sumar las ventajas de todo
orden que representaba la conquista de las zonas industriales vascas y las mineras
asturianas. Ahora los franquistas podían partir en dos el territorio republicano, con el
gravísimo inconveniente que ello supondría para la República al tener que batirse en dos frentes
incomunicados. Después de este hecho militar, la salida al Mediterráneo era el objetivo inmediato
de Franco.

1.2.4.- El fin de la guerra. La salida al Mediterráneo: Teruel y la batalla del Ebro (finales de
1937 – febrero 1939)

Tras la conquista del Norte, los republicanos decidieron tomar la iniciativa atacando y
conquistando la ciudad de Teruel para la República. Franco llevó a los republicanos a una guerra
de desgaste, que era precisamente lo que menos les convenía, dada su inferioridad en
armamento. Franco logró recuperar Teruel, con lo que el camino hacia el Mediterráneo quedaba
abierto. El ejército nacional llegó a Vinaroz, al sur del Ebro, el día 15 de abril de 1938, con lo que
el territorio republicano quedaba partido en dos y con ello sentenciada la suerte de Cataluña.

El peligro inminente de colapso militar llevó a la República a plantear una operación


estratégica de gran alcance: la batalla del Ebro (24 de julio – 15 de noviembre de 1938). Ahora
los dos ejércitos bien armados y entrenados se enfrentaban, conscientes de que el éxito o el
fracaso de aquella operación iba a decidir el triunfo definitivo. La batalla frontal,
extraordinariamente sangrienta, duró más de tres meses, donde la superioridad técnica y la mejor
disposición táctica del ejército de Franco acabó por decidir la victoria a favor de las armas
nacionales. El coste fue de 100.000 vidas y grandes pérdidas de material.

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Tras la batalla del Ebro se produjo el derrumbe de Cataluña. Las tropas franquistas
entraron en Barcelona en enero de 1939 sin encontrar resistencia, mientras centenares de miles
de refugiados se agolpaban en la frontera francesa camino del exilio. Después de la caída de
Madrid, cayó sin resistencia el resto del territorio republicano: Ciudad Real, Albacete, Murcia y
Valencia. Tras la toma de Alicante, la guerra termina realmente. El 1 de abril de 1939 el Cuartel
General del Generalísimo Franco en Burgos comunicaba el fin de la guerra.

1.3.- La guerra como acontecimiento internacional

La Guerra Civil suponía un peligro para la paz europea, de ahí las conversaciones
conducentes a la “no intervención”. El gobierno del Frente Popular francés se convenció de la
conveniencia de la No Intervención bajo la presión británica y el temor a Alemania. El acuerdo
se logra en agosto de 1936. Para alemanes, italianos y rusos el acuerdo fue papel mojado, lo que
perjudicó a la República. La guerra fue básicamente una lucha civil entre españoles. Pero el
conflicto hubiera sido más breve sin la intervención extranjera. Ambos bandos recibieron ayuda
exterior.

Dentro de la ayuda exterior a la España nacionalista, hay que destacar la que recibió
por parte de Alemania. La ayuda consistió en venta de armamentos; ayuda de la flota germana,
bloqueando los envíos a la República, y sobre todo, ayuda aérea, mediante la Legión Cóndor. El
interés de la ayuda alemana se basaba en frenar el comunismo, y probar su joven aviación.

La ayuda italiana fue más amplia que la de Hitler, pero de menor calidad y
trascendencia. Unos 120.000 italianos lucharon en España, actuando con desigual fortuna en
Málaga, Guadalajara y Baleares. Su ayuda, además de por motivos ideológicos, se encaminaba a
que la nueva España sirviera de barrera entre Francia y sus colonias en el norte de Africa.

Desde Marruecos llegó también el ejército de Africa, integrado por “regulares” o tropas
moras bajo mando español, y la “legión”, que sirvieron de fuerza de choque. Los regulares, más
de 100.000, provenían de las regiones más pobres de Marruecos.

Por último, Portugal sirvió, antes del alzamiento, como lugar de conspiración; y después
del 18 de julio, como punto de contacto entre Franco y Mola. Además, la frontera portuguesa
sirvió de zona de paso de suministros extranjeros.

En la ayuda a la España republicana hay que destacar el papel de las Brigadas


Internacionales, que aparecen en el frente de Madrid en noviembre de 1936. Las brigadas
organizadas fueron 5 numeradas a partir de la XI hasta la XV. Se concentraban en Albacete,
hasta que en diciembre de 1938 fueron despedidas.

La URSS, por su parte, facilitó a la República ayuda económica y militar por el monto de
578 millones de dólares del Banco de España, depositados en el Gosbank soviético para
garantizar su seguridad. El envío de aviones fue fundamental, así como asesores militares y
tanques; además de la influencia en las directrices de la República a través del PCE.

2.- LA GUERRA CIVIL: EVOLUCIÓN EN LAS DOS ZONAS Y SUS CONSECUENCIAS

2.1.- La formación de los dos ejércitos y la doble represión

Sin duda, una de las mayores tragedias del Frente Popular fue la de que, cuando pudo
contar verdaderamente con un EJÉRCITO (aunque siempre inferior al adversario en calidad), ya
era demasiado tarde para obtener la victoria. Los primeros esfuerzos por militarizar a las masas
populares se habían producido cuando el general Franco comenzó su ataque a Madrid. Entonces
habían llegado al gobierno republicano las quejas de sus mandos militares en el sentido de que

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las milicias sólo servían para labores de retaguardia, especialmente los anarquistas, ya que los
comunistas demostraban una eficiencia bastante superior. A partir de 1936 se fue creando el
llamado ejército popular, que era el fruto de la conversión de las antiguas milicias en unidades
regulares. Pero aún mostrándose fuerte en la defensiva, el nuevo ejército fracasó siempre que se
trató de llevar a cabo una maniobra de cierta envergadura. Otro grave inconveniente que padeció
fue la falta de mandos, en especial de mandos intermedios.

En el bando franquista la constitución de un ejército encontró muchas menos


dificultades porque los generales ejercían el supremo mando político. La militarización de las
milicias fue posterior a la de los frentepopulistas, quizá porque su necesidad era menos acuciante
y siempre se dispuso de una masa de maniobra profesional. Fue muy alto el número de
voluntarios cuya procedencia política era básicamente falangista o carlista. Respecto de los
mandos, se crearon los “alféreces” y “sargentos provisionales”, que, adiestrados por instructores
alemanes, encuadraron a sus órdenes a las nuevas unidades. Como en el ejército popular,
también en el del general Franco hubo unidades de élite que eran las empleadas en las ofensivas
y demostraron una amplia capacidad de maniobra. Otro rasgo que lo diferenció de aquél fue su
capacidad de concentración de los mejores recursos para la ofensiva en un punto determinado.

Por lo que respecta a la REPRESIÓN, en los dos bandos hubo un fenómeno semejante:
la voluntad de exterminar al adversario produjo un simultáneo terror, característico de todas las
guerras civiles. Así la primera consecuencia de la revolución en el bando del Frente Popular fue el
“terror rojo” simultáneo a un “terror blanco” que se desencadenó en el otro bando con objetivos
semejantes. En el bando sublevado se exterminó a políticos adversarios, masones, profesores de
universidad y maestros tildados de izquierdismo, y a una docena de generales que se habían
negado a secundar el alzamiento. En la zona del Frente Popular fueron asesinados frailes, curas,
patronos, militares sospechosos de fascismo y políticos de significación derechista. Puede
decirse que la represión se produjo sobre todo en los primeros momentos del estallido del
conflicto y que inicialmente tuvo un carácter espontáneo.

Una de las consecuencias de la represión fue la adopción por la Iglesia católica de una
postura netamente favorable a los sublevados, debido al incendio de templos y asesinato de
curas. En general, por tanto, el catolicismo apoyó claramente a Franco.

2.2.- La evolución política de las dos Españas

La revolución en la zona republicana fue la réplica inmediata del alzamiento, mediante


la ocupación de tierras y fábricas. En las zonas donde dominaba sindicalmente el anarquismo
predominó la incautación, y la intervención en las zonas de UGT. También la revolución
campesina revistió características diversas según la zona en que se produjo. Los
anarcosindicalistas impusieron un sistema de colectivizaciones. Los comunistas, enemigos de
anteponer la revolución al triunfo militar, se mostraron siempre adversarios de las
colectivizaciones.

En cuanto a la evolución política, entre los meses de julio y octubre de 1936, convivieron
dos poderes de hecho, el gubernamental, y el surgido de la respuesta de la rebelión desde
sectores populares, en forma de Comités o Juntas, que ni el efímero gobierno de Martínez Barrio
ni el de José Giral, consiguieron atajar. Sólo el gobierno de Largo Caballero desde el 4 de
septiembre de 1936, se esforzó por recomponer las vías de la legalidad del Estado a base de una
concentración de fuerzas del Frente Popular. Era un gobierno de unidad antifascista.

Sin embargo, ante la exigencia comunista (que controlaba la ayuda de la URSS), de


excluir a los anarquistas y la disolución del POUM, Largo Caballero dimite, sustituyéndole el
también socialista Negrín, con Prieto en defensa, plegándose a las exigencias comunistas. En
abril de 1938 Prieto dimite, y en adelante, el gobierno Negrín responde en realidad a las
orientaciones de Moscú a través del PCE, hasta el 5 de marzo de 1939, fecha del golpe de

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estado del coronel Casado y de Julián Besteiro en Madrid, donde se constituyó el Consejo
Nacional de Defensa para pactar con Franco, lo que acabaría en rendición incondicional.

Por lo que respecta a la evolución interna de la España nacionalista, las fuerzas que
colaboraron en el alzamiento, aunque socialmente homogéneas, no lo eran políticamente:
monárquicos, carlistas, derecha corporativista, militares sin definición política, etc. El poder se
adjudicó en principio a una Junta de Defensa Nacional, en Burgos, integrada exclusivamente por
militares, tendiendo como presidente al general Cabanellas.

Hubo dos hechos influyentes sobre el curso político de los sublevados: los éxitos de
Franco y los condicionantes políticos derivados de la ayuda fascista. En función de los primeros,
Franco toma, el 1º de octubre de 1936, el mando supremo agrupando poder militar y político, de
manera dictatorial. Franco nombró una Junta Técnica de Estado, ahora con miembros militares y
civiles, que funcionaba como un gabinete ministerial, aunque bajo estricto control. Por otra parte,
la elaboración de una solución política capaz de dar contenido ideológico a la guerra se hizo
sobre el modelo fascista del Partido Unico. En abril de 1937 se crea el partido FET de las JONS,
cuya jefatura se atribuía Franco con el título de “Caudillo”.
2.3.- Las consecuencias de la guerra civil

Uno de los aspectos más controvertidos entre los historiadores es el de las pérdidas
humanas ocasionadas por el conflicto. Las cifras con muy dispares, tanto por la dificultad que
supone medir la mortandad de una guerra, como por el hecho de que se incluyan o no las
muertes indirectas, causadas por el hambre, la alteración de la natalidad o la represión de la
posguerra. Además, el debate ha estado revestido siempre de un fuerte componente ideológico, a
favor o en contra de cada uno de los bandos. De forma aproximada, si a las muertes ocasionadas
por la guerra y la postguerra, sumamos el medio millón de exiliados republicanos, las pérdidas
demográficas superan con creces el millón de habitantes, al que habría que añadir las
consecuencias de la caída de natalidad habida durante la guerra, así como el hecho de que la
mortalidad se centró principalmente en la población joven y activa.

En el terreno económico, la guerra significó la vuelta a una estructura activa


predominantemente agraria, tras la destrucción masiva del tejido industrial. Lo mismo ocurría con
buena parte de la red de comunicaciones terrestres y con el parque automovilístico. Al enorme
endeudamiento causado por la guerra hay que añadir la pérdida del oro del Banco de España. La
caída de producción en todos los sectores se prolongará hasta la década de 1950. Consecuencia
de todo ello fue el hundimiento de la renta nacional y per cápita, y el hambre para la gran mayoría
durante los años de la posguerra.

Por si esto fuera poco, la derrota republicana fue seguida del exilio masivo, y en él se
incluyó la gran mayoría de los científicos, ingenieros, catedráticos, escritores y artistas del país.
Las consecuencias de la ausencia de esa elite cultural y científica fueron muy graves, por cuanto
retrasó durante varias décadas el desarrollo de España.

Queda, por último, el efecto moral. La guerra dejó marcadas a varias generaciones por
el trauma del sufrimiento durante los tres años de conflicto, pero también por la represión
posterior y la atmósfera de la España postbélica, un clima de revancha, de persecución y de
imposición de una escala de valores unilateral, la de los vencedores, que prolongó durante
muchos años la división y el enfrentamiento entre los españoles.

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