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Costumbrismo

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El paseo de Andalucía o La maja y los embozados, obra pintada por Goya en 1777,
dentro de la serie costumbrista de los cartones para tapices.1
Costumbrismo es una tendencia o movimiento artístico que refleja los usos y
costumbres de la sociedad, referidos a una región o país concreto y al conjunto de
su folclore tradicional.23 Tuvo un especial desarrollo a partir de las tesis
estéticas del Romanticismo y muy diversa manifestación en la literatura y la
pintura del siglo xix.4 Especialmente asociado a España y lo español, y ya en el
marco de la pintura del periodo isabelino. Lafuente Ferrari lo definió como
«corriente que cultiva ciertos aspectos en la observación de la realidad
nacional... sentida como pintoresca».5

Índice
1 Modelos y precedentes
2 Literatura costumbrista en Europa
3 El costumbrismo en España
3.1 En la pintura y el grabado
3.2 En el espectáculo y la dramaturgia
3.3 En la investigación
3.4 Viajeros por la España costumbrista
3.5 Continuidad del costumbrismo
4 El costumbrismo en Hispanoamérica
4.1 Argentina
4.2 Bolivia
4.3 Chile
4.4 Colombia
4.5 México
4.6 Perú
4.7 Uruguay
4.8 Venezuela
5 Véase también
6 Notas
7 Referencias
8 Bibliografía
9 Enlaces externos
Modelos y precedentes

La Danza campesina obra de Pieter Bruegel el Viejo pintada hacia 1568 en el marco
de la posteriormente denominada pintura de género, pudo servir de modelo al
costumbrismo pictórico de trasunto romántico a partir del siglo xix.
«Pintura exacta de la vida civil y de las costumbres españolas.»
Ramón de la Cruz
El término costumbrismo aparece a partir del siglo xix, asociado al «mito
romántico»,6 y evoluciona en la literatura y diversos medios artísticos,
debatiéndose entre la recuperación del tesoro etnográfico (tradiciones y folclore),
la amenaza de la Revolución Industrial y el éxodo del campo a la ciudad, y el
emergente poder adquisitivo de la clase burguesa. En la literatura costumbrista,
ese proceso parte de un ejercicio de estilo que tiene mucho de juego, frente a las
propuestas científicas que sobre el mismo campo cultural hacen el historiador, el
sociólogo o el etnógrafo.a7

A partir de estos postulados, los estudios relacionados con el costumbrismo


decimonónico, en la línea de la tradicional pintura de género centroeuropea (en
esencia, de los Países Bajos), concluyen que el nuevo subgénero se aparta del
Realismo, más analítico y crítico, para ofrecer un retrato colorista.7
En España el precedente más rico e influyente se encuentra en la obra de Francisco
de Goya,8 con un escaparate singular en el conjunto de los cartones para tapices
como punto de partida para la escuela romántica madrileña.9 El otro foco, más
pintoresco, será la escuela romántica sevillana, desinhibida del general empeño por
"rebelarse contras los mitos",10 y manifestada como afirmación castiza.1112 Así lo
presentaba "El Solitario" en sus Escenas andaluzas (1846):
Antes de maldecirme o dejarme al lado, que es mucho peor, pásate y da un bureo por
Triana de Sevilla, Mercadillo de Ronda, Percheles de Málaga, Campillo de Granada,
barrios bajos de Madrid, el de la Viña de Cádiz, Santa Marina de Córdoba, murallas
de Cartagena, Rochapea de Pamplona, San Pablo de Zaragoza, y otras más partes en
donde vive y reina España, sin mezcla ni encruzamiento de herejía alguna
extranjera.
Serafín Estébanez Calderón
Literatura costumbrista en Europa

The Spectator, publicada por Joseph Addison y Richard Steele en Inglaterra entre
1711-1712. En ella apareció el personaje ficticio "sir Roger de Coverley",
gentilhombre de la reina Ana Estuardo, considerado "más digno de afecto que de
aprecio".13
Larra sitúa el origen de la moderna literatura de costumbres en Inglaterra, ya en
el umbral del siglo xviii, con la publicación de The Spectator,7 efímera revista
editada por Addison y Richard Steele, concebida como escaparate y semillero de lo
que ellos mismos llamarían «Essay or sketch of manners» (escenas de costumbres).

No hubiera, pues, llegado nunca el género a entronizarse sino ayudado del gran
movimiento literario que la perfección de las artes traía consigo: tales
producciones no hubieran tenido oportunidad ni verdad, no contando con el auxilio
de la rapidez de la publicación. Los periódicos fueron, pues, los que dieron la
mano a los escritores de estos ligeros cuadros de costumbres, cuyo mérito principal
debía de consistir en la gracia del estilo.14
Mariano José de Larra
Otra punta de lanza de la gestación y luego difusión del “costumbrismo europeo” fue
la nueva posibilidad de viajar, pasión romántica que generó el modelo literario
descriptivo de los libros de viajes, más preocupado muchas veces por lo pintoresco
y lo tópico, por la simple impresión o emoción, que por el análisis crítico o el
estudio etnográfico.15

Las traducciones de Pierre de Marivaux y los ensayos de Louis Sébastien Mercier


facilitaron en Francia la obra costumbrista que autores como Étienne de Jouy
(también citado por Mariano José de Larra), desarrollaron en la Gazette de France
entre 1811 y 1817, o de Paul-Louis Courier.

El costumbrismo en España

Salas dedicadas a los costumbristas andaluces en el Museo del Romanticismo de


Madrid.
Los críticos y estudiosos del fenómeno adjudican a Mesonero Romanos la paternidad
de término costumbrismo cuando lo incluye en la definición de la corriente
periodístico-literaria desarrollada en el Madrid de la primera mitad del siglo
xix,16 de la que él mismo forma parte esencial.b1718 Lo describe Mesonero en el
prólogo de su Panorama matritense: cuadros de costumbres de la capital observados y
descritos por un curioso parlante (1835), como «pintura filosófica o festiva y
satírica de las costumbres populares».19 Ampliando términos y conceptos parece que
se refería al impulso nacido en los ambientes culturales de la capital de España en
respuesta al cosmopolitismo y el afrancesamiento de la Ilustración, y a partir de
una recuperación del casticismo, la identidad nacional y los valores tradicionales.
En uno de los estudios más clásicos que se han dedicado al costumbrismo, José
Fernández Montesinos sintetiza dichos términos y conceptos en la búsqueda de «la
otredad del pasado reciente de España».c19

En un sentido muy amplio puede hablarse de precursores en anteriores siglos, en la


selección temática, el estilo popular y el diseño barroco de algunas obras de Juan
de Zabaleta o Francisco Santos o Antonio Liñán y Verdugo;d3 pero hay que esperar al
siglo xviii para considerar como referentes algunos pasajes descriptivos de
Sebastián Miñano16 o, ya más cerca del epicentro que menciona Mesonero, la obra del
dramaturgo gaditano Juan Ignacio González del Castillo o la del padre del sainete
Ramón de la Cruz.

Las tertulias madrileñas promoverán un pequeño ejército de escritores, en cuyo


estado mayor se encuentran Ramón de Mesonero Romanos, con el andalucista Serafín
Estébanez Calderón a su derecha y Mariano José de Larra a la izquierda –con todo el
simbolismo que marcan tales extremos–, y que constituyen la más exacta definición
del costumbrismo literario.20 Muy pronto los editores se suman a la difusión y
explotación del floreciente género costumbrista y se publican muy diversas obras
colectivas (recopilaciones de artículos) en las que se reúnen tipos más o menos
tópicos y profesiones más o menos populares. Así apareció, publicada en dos
entregas (1843-1844) la popular Los españoles pintados por sí mismos, editada en
Madrid por Ignacio Boix, y reimpresa en un solo volumen en 1851, ya dentro de la
biblioteca. Al rebufo generado por su éxito, fueron apareciendo El álbum del bello
sexo o las mujeres pintadas por sí mismas (1843),e Los cubanos pintados por sí
mismos (1852), Los mexicanos pintados por sí mismos (1854), Los valencianos
pintados por sí mismos (1859), Las españolas pintadas por los españoles (1871-
1872), Las mujeres españolas, portuguesas y americanas, en tres tomos (1872, 1873,
1876), Los españoles de hogaño (1872), y El álbum de Galicia. Tipos, costumbres y
leyendas (1897).214 Un singular conjunto que representa la vertiente más
superficial del género.22

De ese conjunto de cuadros costumbristas se alimentará luego una parte importante


de la novela del realismo español en autores como Fernán Caballero, José María de
Pereda, Armando Palacio Valdés, reconocidos como post-costumbristas,19 y con
pinceladas aisladas en la obra de Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán y Juan
Valera; y aún puede rastrearse en la obra naturalista de ámbito regional que
Vicente Blasco Ibáñez ambientó en su tierra natal.4

En la pintura y el grabado

José Jiménez Aranda (1837-1903): La plaza de toros (1870)


Enrique Lafuente Ferrari organiza y diferencia la corriente costumbrista de la
pintura romántica de la España isabelina en dos grandes grupos:

La escuela andaluza, incentivada por el "mito romántico" de España creado por los
viajeros europeos del siglo xviii y el xix,23 y bien definida por la "escuela de
los Bécquer",f además de Manuel Cabral y Manuel Rodríguez de Guzmán,924 con un
amplísimo catálogo de continuadores muy bien representado en el Museo de Bellas
Artes de Sevilla y el Museo Carmen Thyssen Málaga.25

La escuela de inspiración goyesca, menos contaminada por doctrinas y modas


foráneas. «Lo que para los extranjeros supone una actitud, viene a ser para ellos
[seguidores de Goya] una tradición».5 Este grupo se localiza geográficamente en
Madrid, formando simbiosis cultural con el periodismo costumbrista de la capital de
España. Lafuente propone la etiqueta "escuela romántica madrileña", con dos
generaciones, la de José Elbo y Leonardo Alenza, y la continuadora con Eugenio
Lucas, Lameyer y Antonio Pérez Rubio;g todos ellos opuestos al arte oficial,
disidentes antiacademicistas, pobres y, quizá como causa de ello, de breve vida.26
27

En el aspecto técnico, Lafuente Ferrari obrserva el proceso de fusión del


fragmentarismo literario, común en los cuadros de costumbres románticos, con el
bocetismo pictórico (pintura de mancha y apunte), desembocando todo ello en un
«género pintoresco, popular o imaginativo, antiacadémico y antipurista».28 Entre
los precursores –todavía en el siglo xvii–, además de Goya, puede citarse a José
Rivelles y sus "tipos napolitanos", o la facción sevillano-gaditana representada
por Juan Rodríguez Jiménez "el Panadero", y Joaquín Fernández Cruzado.

En el espectáculo y la dramaturgia

Grabado etiquetado como Une scène du Tio Caniyitas, zarzuela de M. Soriano Fuentes,
ilustrando el libro L'Espagne, obra del Jean-Charles Davillier, ilustrada con 309
xilografías de Doré. Publicado en París por "Librairie Hachette", en 1874.
El costumbrismo, considerado por algunos como heredero castizo del entremés,29
apareció con mayor o menor intensidad y personalidad en la dramaturgia de autores
románticos como Larra, Hartzenbusch, García Gutiérrez, Zorrilla, Patricio de la
Escosura y Bretón de los Herreros.30

Posteriormente, la dramaturgia romántica costumbrista tuvo diversa continuidad en


la fórmula popular del teatro por horas, y se asentó en el género chico y la
zarzuela creando cuadros especialmente brillantes que se llegarían a hacer muy
populares. No solo en las obras dedicadas al casticismo y la manolería de la
capital de España, sino también en zarzuelas ambientadas en otras regiones. Entre
las primeras destaca el matiz costumbrista en La verbena de la Palomah31 o La
Revoltosa (en el ámbito madrileño), y entre las segundas pueden mencionarse El
caserío (ambientada en el País Vasco), El huésped del sevillano (en la ciudad de
Toledo) o La rosa del azafrán (en La Mancha).

Esa línea tendrá continuidad en el siglo xx en las comedias costumbristas andaluzas


de los hermanos Antonio y Manuel Machado o en los sainetes de los también hermanos
Quintero y del alicantino afincado en Madrid Carlos Arniches.

En la investigación
El estudio sistemático del folklore y las tradiciones populares, desarrollado de
forma científica en la España decimonónica por eruditos como Agustín Durán, Antonio
Machado Álvarez, Francisco Rodríguez Marín o Eusebio Vasco, abrió el interés
académico por determinados campos comunes al costumbrismo. Así, se clasificaron
tesoros de la tradición oral y muy diversos materiales de la lírica tradicional:
cuentos, coplas, música, juegos, supersticiones y creencias, refranes, artesanía,
gastronomía, ceremonias, ritos, tradiciones populares, fiestas, leyendas,
canciones, bailes y romances populares. De la posible influencia de estas
investigaciones en la intelectualidad española y la afirmación del interés burgués
por las distintas manifestaciones del costumbrismo pudo derivar más tarde la
fórmula conocida como neopopularismo aplicada a autores de la Generación del 27
como Alberti o Lorca.32 No obstante, ya en el siglo xix se encuentran ejemplos de
literatura dialectal, como el extremeño (José María Gabriel y Galán, Luis Chamizo),
el bable o el "panocho".33

Viajeros por la España costumbrista


Desde finales del siglo xviii y a lo largo del xix, el mito de España6 atrajo a la
península ibérica,i territorio de paso además hacia África, a una serie de
intelectuales, científicos y sobre todo escritores románticos, que acompañados de
ilustradores, dibujantes y pintores llegarían a producir un rico e interesante
legado iconográfico de la España mágica, la España Negra y la España monumental tan
grata al pintoresquismo de moda en la época mencionada. La galería de artistas que
pintaron la esencia del costumbrismo español contó con firmas como las de John
Phillip, Doré, Constantin Meunier, Mauricio Rugendas, David Roberts o Alfred
Dehodencq, entre muchos otros.
La siesta obra de Gustave Doré hacia 1868. Museo Nacional de Arte Occidental,
Tokio.

Procesión en la calle Génova (Sevilla), obra de Alfred Dehodencq en 1851. Museo


Carmen Thyssen Málaga.

El Guadalquivir y la Torre del Oro vistos por David Roberts en 1832. Museo del
Prado.

‘El mal de ojo’, autorretrato de John Phillip, ‘cronista gráfico’ en 1859.

Continuidad del costumbrismo


Algunos estudios aceptan cierta continuidad de la temática costumbrista en la
literatura y la pintura española e incluso en otras parcelas del arte.3435 Más
aceptada es la etiqueta costumbrismo en Hispanoamérica, donde el término aparece
con frecuencia aplicado a manifestaciones artísticas nacionalistas y folclóricas,
pero con escasa bibliografía sobre el tema y lejos quizá de los presupuestos
románticos. En la pintura española del siglo xx "costumbrismo" y "género" se funden
o se solapan mezclados con otros ismos, subgéneros y escuelas.36

Se ha querido identificar el elemento costumbrista en el pintor y escritor


expresionista José Gutiérrez Solana,37 pero con una mirada más crítica o satírica
que pintoresca; así, por ejemplo, en su representación de la España más tenebrosa,
que continuarían Darío de Regoyos en su trabajo La España negra y el modernista
Isidre Nonell.38 También se ha relacionado con la obra de fondo simbolista de Julio
Romero de Torres39 y con el noventayochismo folclórico de Ignacio Zuloaga.40 A
caballo del costumbrismo más pesimista y en una línea propia y muy personal, se
cataloga también una parcela importante de la obra periodística y literaria de
Ramón Gómez de la Serna.41j

Esa posible línea no lúdica del costumbrismo en la primera mitad del siglo xx
involuciona tras la guerra civil española hacia el tópico español barajado por los
viajeros europeos del siglo xix y localizándose en Andalucía.42 El vicio
costumbrista, ya absolutamente desvirtuado de su contenido histórico, desembocó en
el abuso de una imagen y unas consignas sintetizadas en el «typical spanish».k43

También se han estudiado las reminiscencias costumbristas en la generación del 98,


como elemento de contraste en su búsqueda ideológica de la ‘España real’ frente a
la ‘España oficial’. Así en Miguel de Unamuno cuando escribe De mi país (1903), o
en Pío Baroja con Vitrina pintoresca (1935), o en sus trilogías vascas, al igual
que en la obra de su hermano Ricardo Baroja. Aunque quizá el más firme en un
continuismo costumbrista fue Azorín en su extensa y lírica composición de cuadros
de literarios, en obras como Los pueblos, Alma española o Madrid. Guía sentimental.
Posteriormente se han estudiado posibles timbres costumbristas en autores como
Camilo José Cela, Francisco Candel, Ramón Ayerra o Francisco Umbral.4445

El costumbrismo en Hispanoamérica
En Hispanoamérica, el costumbrismo –o quizá habría que hablar de “los
costumbrismos”– que emerge desde las clases criollas cultas, se asocia a un
sentimiento de recuperación o creación de una identidad colectiva (el «volkgeist»
de los románticos alemanes) que preludia actitudes cercanas al nacionalismo y el
regionalismo.46 Así, la naturaleza del propio medio hizo que se consagrasen
escritores pronto reconocidos con respeto como "el autor de cuadros costumbristas
nacionales". Entre ellos, José María Vergara y Vergara en Colombia, Ricardo Palma
en Perú, Rafael María Baralt o Juan Vicente González en Venezuela, José Joaquín
Vallejo en Chile, o José Milla y Vidaurre en Guatemala.

Argentina

Un alto en el campo una escena de costumbres pintada por Prilidiano Pueyrredon en


1861.
Entre los maestros argentinos del costumbrismo cabe mencionar a Esteban Echeverría
(1805-1851), Juan Bautista Alberdi (1810-1884), Domingo Faustino Sarmiento (1811-
1888) y José Antonio Wilde (1813-1883).47 En la pintura, hay que destacar la obra
de Prilidiano Pueyrredon.

Bolivia
Dentro de la literatura costumbrista boliviana se citan autores como: Julio Lucas
Jaimes (1845-1914) y sus Crónicas Potosinas (1895), Lindaura Anzoátegui de Campero
(1846-1898); Jaime Mendoza (1874-1938); Alcides Arguedas (1879-1946) y Armando
Chirveches (1881-1926), entre otros.

Chile
En la literatura chilena el máximo exponente de este género fue el escritor José
Joaquín Vallejo, también destacando otros escritores como: Daniel Barros Grez
(1834-1904) y Arturo Givovich (1855-1905).

Colombia
A partir de supuestos antecedentes en la obra de Juan Rodríguez Freyle El carnero,
cabe mencionar a autores del costumbrismo colombiano como José Manuel Groot (1800-
1878), Eugenio Díaz (1803-1865), Ramón Torres Mendéz (1809-1885), José Manuel
Marroquín (1827-1908), José María Vergara y Vergara (1831–1872) o Jorge Isaacs
(1837-1895), con su novela María.

México
El costumbrismo mexicano aporta los nombres de José Joaquín Fernández de Lizardi
(1776-1827), y su novela El Periquillo Sarniento (1816),48 José Tomás de Cuéllar
(1830-1894), José López Portillo y Rojas (1850–1923), Rafael Delgado (1853-1914),
Ángel del Campo (1868-1908) y Emilio Rabasa (1856-1930).

Perú
Originado en Lima, se considera iniciador del costumbrismo peruano a Felipe Pardo y
Aliaga (el satírico limeño) autor en 1829 de Frutos de la educación, y
representante del colonialismo y anticriollismo. Frente a él se sitúa la obra de
Manuel Ascencio Segura (el "padre del Teatro Nacional"), representante del
criollismo, republicano y autor de piezas como Ña Catita o Las tres viudas
(1862).49

Uruguay
Las letras uruguayas incluyen costumbristas como Javier de Viana (1868-1926),
Adolfo Montiel Ballesteros (1888-1971), y Fernán Silva Valdés (1887-1975).

Venezuela
El más importante representante del costumbrismo venezolano fue Fermín Toro (1807-
1865), al que seguirían autores como Nicanor Bolet Peraza (1838-1906) y Pedro
Emilio Coll (1872-1947).

Véase también
Cuadro de costumbres
Costumbrismo literario
Costumbrismo andaluz
Notas
Así parece deducirse de la afirmación de ensayistas del tema como José Escobar
Arronis o Rubén Benítez. Este escribía en 1988 que «el escritor costumbrista
observa siempre la realidad sub specie historiae». Por su parte, el hispanista
Escobar Arronis, anota que «el costumbrismo no documenta una realidad objetiva,
sino una concepción de la realidad desde un punto de vista ideológico, con una
lógica de clase. Es una textualización literaria de un texto ideológico previo, es
decir, una textualización literaria de una representación imaginaria de la
realidad.»
Mesonero, fecundo autor de las Escenas Matritenses (1832-1842), definido por Ramón
Gómez de la Serna como «el hombre que no se compromete» y dibujado en cuerpo y alma
por Larra, su contemporáneo y antagonista, como autor de «cierta tinta pálida, hija
acaso de la sobra de meditación, o del temor de ofender», fue, en el triunvirato
del costumbrismo literario, el contemplador divertido de usos, costumbres y
régimen, formando equipo con Estébanez Calderón, siempre más preocupado por el
esteticismo de la expresión. Frente a ellos, Fígaro, fue a su vez retratado por el
propio Mesonero con estas palabras: «Quédese la apetecida palma de la sátira
política unida a la memoria de mi desgraciado amigo Fígaro. Por dos distintas
sendas caminamos siempre, y ni él siguió mis huellas ni yo pretendí nunca más que
admirar y respetar las suyas.» Con todo, Mesonero seguirá siendo útil y ameno, en
tanto Larra, en palabras de Max Aub «sigue siendo el escritor más moderno de
España».
Lo que parece haber llamado la atención de los costumbristas, más allá de la simple
observación y el reportaje, era la necesidad de comprender la "otredad" del pasado
reciente de España, o de la vida en ciertas zonas de España o en ciertos barrios de
sus ciudades. Los componentes de tal "otredad" a veces fueron vistos como a punto
de olvidarse, pero se les contemplaba por lo general afectuosamente como parte de
la herencia de la nación. Es decir, el costumbrismo se cimentaba sobre todo en la
descriptividad, pero también con elementos de interpretación, presentes en los
adjetivos del titulo de esta ponencia.
Ese impulso de raíz intelectual se vio amplificado quizá por la propia esencia
subjetiva que el Romanticismo dedicaba a la identidad colectiva o «volkgeist», el
carácter nacional o popular (la otredad de Montesinos), si bien su naturaleza
contemplativa y pintoresca le aleja de la violencia que sugieren otros ismos como
el Nacionalismo y el Regionalismo.
De Zabaleta se citan dos obras Día de fiesta por la mañana y Día de fiesta por la
tarde, parejas al Día y noche en Madrid de Francisco Santos, y la Guía y aviso de
forasteros de Liñán.
De la que solo aparecieron dos entregas, una de ellas compuesta por Gertrudis
Gómez de Avellaneda y otra por Antonio Flores
Formada por José Domínguez Bécquer (1805–1841), padre del poeta Bécquer y del
pintor Valeriano Bécquer (1833–1870), y por Joaquín Domínguez Bécquer (1817–1879).
Con posible continuación en el hijo de Lucas, Eugenio Lucas Villaamil y en Ángel
Lizcano.
Con émulos americanos como lo sería en el marco de la "zarzuela criolla", El
conventillo de la Paloma de Alberto Vacarezza.
Precedente culto de posteriores visitas, desde la desesperada y solidaria
conjunción de las Brigadas Internacionales en socorro de la Segunda República
Española, hasta el boom del «typical spanish» en la segunda mitad del siglo xx,
fenómeno estudiado y glosado por Luis Carandell, entre otros muchos autores.
A la cabeza del llamado madrileñismo, con Eusebio Blasco (1844-1903), Pedro de
Répide (1882-1947), Emiliano Ramírez Ángel (1883-1928), Luis Bello o, ya en la
posguerra, Federico Carlos Sainz de Robles. En cuanto al andalucismo cultural, muy
expandido, se afirma en la obra total de escritores como José Nogales (1860-1908),
Salvador Rueda (1857-1933) o Arturo Reyes (1864-1913), entre muchos otros.
Provocado y justificado por la necesidad económica de fomentar el turismo español
en el ámbito de las artes, especialmente en el cine, donde se llegó a generar el
subgénero de la españolada.
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