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Cuarta Dimension Espiritualidad
Cuarta Dimension Espiritualidad
- Albert Einstein
- Ariel Kim
La Espiritualidad de la Cuarta
Dimensión es el área de contacto
donde el hombre se encuentra con
el Espíritu Santo. Los cuatro
elementos de la espiritualidad de la
Cuarta Dimensión son: mentalidad,
fe, sueños, y palabra.
Hace no mucho tiempo, se ha publicado un libro que se llama “El Secreto”, y está marcando
un récord sin precedentes. De hecho, es el best seller que mayor número de ventas ha
marcado en corto tiempo, y sigue siendo el número uno de amazon.com y New York Times.
La tesis del libro es simple: el secreto ha estado oculto durante siglos, solo los grandes
hombres como Platón, Leonardo Da Vinci, Alberto Einstein han descubierto el secreto, y han
alcanzado el éxito. Rhonda Byrne, editora del libro, asegura que al descubrir el secreto, el
lector tendrá acceso inmediato a la salud, la felicidad y el dinero.
Se dice que este libro está reemplazando todos los libros de autoayuda de las librerías, ya que
viene a ser como un resumen de todo lo que un hombre necesita para alcanzar sus deseos. No
obstante, el problema de estos libros reside en los siguientes puntos.
Primero, ¿no es Dios, sino el universo? Soy fanático de la superación o realización personal,
pero los libros de autoayuda son recomendables hasta cierto punto, es decir, uno debe tener
la madurez para distinguir la filosofía que transmite el autor: si es pagano o cristiano. Por
ejemplo, los libros de Zig Ziglar y Norman Veancent Peal, entre otros, son excelentes libros
que tratan la superación personal desde el punto de vista bíblico. Es decir, si bien hay veces
que el autor no habla de Dios en forma directa, todos los principios que transmite son bíblicos.
En ningún caso, Dios debe o puede ser reemplazado por el universo, como si se tratara de una
fuerza invisible, una fuente de tesoro escondido, o una energía central.
Segundo, ¿el secreto es un denominador común que aparece en todas las religiones? La
editora no deja de citar frases de líderes religiosos, y obviamente, Jesucristo no es más que
uno de ellos, según ella. Este movimiento ecuménico es producto de la Nueva Era, que
sostiene que todas las religiones tienen un mismo destino. De ninguna manera, esto es
aceptable, ya que Dios nunca ha permitido un nombre por el cual el hombre pueda ser salvo,
excepto Jesús de Nazaret.
Tercero, ¿el hombre es el centro del universo, y es dios? El libro concluye diciendo que el
hombre es un ser espiritual, es el creador de las circunstancias, y el universo responde a sus
órdenes mediante la energía que transmite a través de sus pensamientos, en pocas palabras,
el hombre es dios. Esto se diferencia de la cosmovisión cristiana, ya que según la Biblia, Dios
es el centro, no el hombre. Por tanto, todo lo que sea ego-céntrico no proviene del Espíritu
Santo, porque el Espíritu Santo nos impulsa a pensar y vivir una vida cristo-céntrica.
Entonces, ¿por qué razón frecuentemente se hallan algunas, aunque pocas, similitudes entre
el Cristianismo y la Nueva Era? Esto es una pregunta que frecuentemente recibo en mis
conferencias de la 4 Dimensión.
Note que la ley de la atracción que remarca el libro no es otra expresión que para la ley de la
visualización que enseña la Biblia. Según la editora, existen tres pasos para acceder al secreto.
1) Pedir, 2) creer, 3) recibir. ¿Acaso no parece esto el bosquejo de un mensaje de un
predicador? Jesús enseñó: Por tanto, os digo que todo lo que pediréis orando, creed que lo
recibiréis, y os vendrá (Marcos 11:24). ¿Qué significa esto? Esto significa que muchos líderes
hoy día están usando principios espirituales que enseña la Biblia para su propio beneficio, y
excluyen a Dios de su cosmovisión. En otras palabras, están usando la 4 Dimensión, bajo
influencia demoníaca, y esto de ninguna manera es aceptable.
De hecho, la síntesis de “El Secreto” es que la mentalidad del hombre es todo. Esto es cierto
en un sentido, ya que la Biblia enfatiza la importancia del pensamiento, porque de él mana la
vida, de igual manera, no deja de ser un peldaño de la 4 Dimensión, aunque en un nivel
inferior. Esta clase de libros pueden ser beneficios hasta cierto punto, solo si uno tiene la
madurez espiritual para distinguir la cosmovisión mundana y la cosmovisión cristiana, ya que
enseñan principios bíblicos, aunque excluyen a Dios, y obviamente, esta es la razón primordial
del rechazo por parte de la comunidad cristiana.
Por tanto, comprenda el mundo espiritual de la 4 Dimensión, la dimensión del Espíritu Santo.
Sepa discernir las similitudes y diferencias de los principios que enseñan la Nueva Era y las
Sagradas Escrituras. No rechace principios espirituales que enseña la Biblia, simplemente
porque se asemejen al movimiento de la Nueva Era, porque son completamente distintos. Por
ejemplo, los principios de la 4 Dimensión son eficaces únicamente cuando están sujetos a la
voluntad divina y bajo inspiración del Espíritu Santo, mientras que la Nueva Era es producto de
la manipulación humana. El gran error es que mientras nosotros estamos criticando si el
principio de visualización es bíblico o no, aun cuando tenemos en nuestras manos el
fundamento bíblico, por otro lado, los mundanos están sacando provecho de estos principios
espirituales. De todas formas, la gran esperanza es que los mundanos no tienen al Espíritu
Santo, por consiguiente, podrán triunfar hasta cierto punto, pero la victoria será para aquellos
que estén ungidos por el Espíritu de Dios. La 4 Dimensión está comprendida por distintos
niveles. Usted está en el nivel más superior, porque tiene el Espíritu Santo en su corazón.
¿Cómo distinguimos la 4 Dimensión del hombre, y la 4 Dimensión de Dios, la Nueva Era y los
principios bíblicos? La respuesta es simple: el Espíritu Santo. Acceda a esa dimensión
espiritual, y marque la diferencia en este mundo, el Espíritu Santo lo ayudará.
Hoy en día, existe un virus llamado “negativismo”, y afecta a gran parte de la población
mundial. La ira, el enojo, la amargura, el odio, el rencor, produce en nosotros palabras
negativas, y las palabras negativas producen destrucción.
En cierta oportunidad, un científico dio a conocer el resultado de su estudio que consistía en
investigar el poder de la confesión.
Primeramente, dividió a algunas personas en dos grupos: el grupo A debía decir palabras
positivas, de bendición y esperanza. Por otro lado, el grupo B debía decir palabras negativas,
de ira y enojo.
Cuando el grupo A empezó a hablar, este científico tomó el aliento de la boca en una bolsa de
nylon, y así lo hizo también con el grupo B. Luego lo congeló por debajo de 200 grados
centígrados. Cuando el aliento se había convertido en líquido, tomó una jeringa, y lo inyectó a
unos ratones que había en su laboratorio.
Para su sorpresa, los ratones que recibieron el aliento del grupo A empezaron a saltar y a
moverse entusiasmadamente. Pero por el contraste, los ratones que recibieron el aliento del
grupo B empezaron a sentirse mal, y terminaron muertos al cabo de 2 horas.
Soy predicador, y también traductor de profesión. Por tanto, tengo la costumbre de tener muy
en cuenta las expresiones. Puedo distinguir entre una persona con mucha fe y una persona
con poca fe. ¿Cómo? Por la manera de hablar. El primero es conciso, sencillo, claro y corto,
mientras que el último es opaco, abstracto, complicado y largo.
Hoy en día, debido a la influencia del relativismo, el vocabulario del hombre se ha convertido
en un juego de palabras, a tal grado que abundan expresiones como: “Se puede decir que…”,
“Se dice que…”, “Escuche por ahí que…”, “Pienso que”, “Podría llegar a…”, “Creo en la
posibilidad de…”, “No será que…”, “Me parece que”, “pero también tenemos que pensar
que…”, en pocas palabras, abundan las hipótesis, y nada es cierto.
Por el contrario, desde el punto de vista lingüístico, la Biblia no contiene esta clase de
oraciones que opacan una clara comunicación.
La pregunta es: Como podemos utilizar la fuerza de la 4 dimensión para cambiar, transformar,
sojuzgar, y predominar la 3 dimensión? Existen cuatro elementos que Dios nos puso a nuestro
alcance a fin de que, a través de esto, podamos vivir en la 4 dimensión en un mundo de 3
dimensión.
Pero en esta oportunidad, quiero reducirme en la mentalidad. Dios quiere que pensemos como
El, que actuemos como El, que seamos como El. Por tanto, la Biblia que es la Palabra de Dios,
es el único recurso que Dios dispuso para que nosotros sepamos cual es el pensamiento de
Dios.
La Biblia habla de la capacidad distintiva como el talento o el don que Dios lo otorga a una
persona. Por tanto, liderazgo reside en hallar mi capacidad distintiva. La capacidad distintiva de
una persona puede ser el tocar un instrumento musical, visitar a los pobres y enfermos, liderar
a otros en un cierto proyecto, etc.
Recuerdo que un día el Doctor Peter Wagner dijo: "para lograr el éxito en el liderazgo, hay que
apuntar al punto fuerte, y desarrollarlo". Esto implica que una persona tiene puntos fuertes y
puntos débiles. La gente acostumbra a poner énfasis en los puntos débiles. El decir: "No puedo,
no se, no tengo", es producto de esta clase de pensamiento negativo. Por consiguiente, uno
debe enfocar en la capacidad distintiva de si mismo, para así luego, poder manifestarlo
mediante un producto estrella.
Vivimos en un mundo donde las cosas se definen muy rápidamente, no hay oportunidad de
presentar al mundo nuestras ideas, la primera impresión lo determina todo. Por tanto, si
queremos triunfar como hombres de Dios, debemos descubrir cual es nuestra capacidad
distintiva.
El principio de la Cuarta dimensión dice: somos socios del Espíritu Santo, el Espíritu Santo es
nuestro socio mayor, mientras que nosotros somos su socio menor. Por tanto, no estamos solos
en la competencia, sino que contamos con la ayuda del Espíritu Santo.
El Dios de la Cuarta dimensión nos revelara cual es nuestra capacidad distintiva, a fin de
marcar la diferencia, y salir del montón, para que Dios nos use como instrumentos únicos,
exento de cualquier imitación.
La Biblia habla de dos conceptos con relación al tiempo: Cronos y Kairos. Cronos es el tiempo
exacto, el instante que marca la aguja del reloj, sin embargo, el kairos tiene que ver mas con
una circunstancia, un momento, una ocasión, un evento. El líder de la Cuarta dimensión no solo
debe ser capaz de manejar su cronos, sino también su kairos; saber en que etapa de su vida
esta atravesando, hacia donde se esta dirigiendo su empresa. Expresiones como "Es tiempo de
orar" tiene que ver con el kairos.
No obstante, el cronos y el kairos no son conceptos totalmente opuestos, sino que son
elementos que se fusionan entre si. Note que el hombre vive en el cronos de la tercera
dimensión, en el cual también existe el concepto del kairos, que a su vez también pertenece a
la dimensión física y natural. Es decir, es imposible hablar del kairos, sin mencionar el concepto
del cronos.
Por lo tanto, la administración del tiempo no puede dejarse a un lado, cuando se habla de auto-
liderazgo. El concepto del tiempo es universal, por tanto, no puede haber una cultura o sub-
cultura que manipule el valor o la administración del mismo.
1) 04hs - Comienza el día en oración, y lee la Biblia. Luego de un tiempo de comunión con el
Espíritu Santo, desayuna y lee el diario.
2) 07hs - Llega a la oficina, firma en acuerdo o desacuerdo los papeles que se hallan en su
escritorio personal. Luego de ocuparse de las cosas administrativas de la iglesia, se dirige a los
templos satélites a predicar la palabra.
3) 13hs - Almuerza, y hace ejercicios físicos durante una hora. Luego toma un tiempo de
oración, aprovecha la tarde para leer algunos libros y revistas.
4) 19hs - Usualmente, tiene una invitación extra que cubrir, por tanto, se dirige al lugar del
evento y predica la palabra. De lo contrario, se sienta delante de su computadora y empieza a
contestar las preguntas por la Web. Luego, ora según las peticiones de sus miembros. A las
22hs, hace una oración de gratitud por el día, y descansa.
En cierta oportunidad, Jesús estaba saliendo de una ciudad llamado Betania, y tuvo hambre. Se
acercó a una higuera, pero al ver que no había fruto, maldijo a la higuera diciendo: Nunca
jamás coma nadie fruto de tí.
Al día siguiente, temprano por la mañana, los discípulos quedaron sorprendidos al ver que la
higuera había sido secada, a tal punto que ya no había vida en la higuera. Dubitativo, Pedro
preguntó diciendo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
En esa oportunidad, Jesús dejó una enseñanza crucial en cuanto a la fe, y dijo: “Tened fe en
Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el
mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”
(Mrc. 11:22 -24).
Si bien la Versión Reina Valera del idioma español lo expresa en tiempo futuro, las escrituras
originales dicen claramente en tiempo pasado: “creed que lo recibisteis”, o mejor dicho: “creed
que lo has recibido”. Jesús estaba diciendo que es necesario creer que nuestra petición y
nuestros deseos ya han sido concedidos por Dios. Esto es lo que yo defino como la fe en
tiempo pasado.
A decir verdad, el principio de la fe en tiempo pasado esta presente en toda la Biblia. Génesis
17.5 dice: Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te
he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Fíjese que no dice, te pondré por padre de
multitudes, sino que lo dice en tiempo pasado. Abraham no tenía ni siquiera un hijo, sin
embargo, para Dios la descendencia de Abraham era algo que ya había ocurrido en la
dimensión espiritual de la eternidad, porque Dios llama las cosas que no son como si fuesen
(Romanos 4.17).
Números 33.53 dice: Y echareis a los moradores de la tierra, y habitareis en ella; porque yo os
la he dado para que sea vuestra propiedad. Note que el pueblo de Israel todavía no estaba en la
tierra prometida, razón por la que la tierra no pasaba de ser una promesa futura, sin embargo,
para Dios no era cosa futura, y por eso lo había dicho en tiempo pasado.
Josué 6.2 dice: Más Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey,
con sus varones de guerra. Estas palabras habían salido de la boca de Dios, aun antes de que
Jericó hubiese sido conquistada por Israel. ¿Cabe alguna duda que para Dios las cosas ya se
han acontecido en sus planes?
Isaías 53.5 es un versículo relacionado con la sanidad divina muy importante, a tal punto que
Pedro lo recita en una de sus epístolas, al decir: “y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro
2:24). Pero nuevamente, y en un versículo tan primordial como la sanidad, lo dice en tiempo
pasado. Esto significa que ya hemos sido curados hace 2 mil años en Cristo Jesús, y que las
enfermedades que padecemos hoy en día es falsa vanidad. Frecuentemente, el Doctor Yonggi
Cho enseña que la enfermedad es un parqueo ilegal. Está allí, pero no es legal. Lo legal es
nuestra sanidad completa en Cristo Jesús.
En Isaías 9.6 existe una frase crucial en cuanto a la comprensión del Mesías. Porque un niño
nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro. ¿Cómo se puede comprender
esto? Note que esta profecía ha sido dada a Isaías 600 años antes de que Jesús naciera. Pero
para el profeta, el Mesías no era una mera promesa del futuro, sino algo que ya había sido
cumplido.
En el momento del llamamiento y misión de joven Jeremías, el Señor dijo: “antes que te
formaste en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las
naciones”
(Jeremías 1.5). Nuevamente, el Señor utiliza el tiempo pasado, al decir que el destino de
Jeremías como profeta era algo que ya había sido definido por Dios antes de que éste naciese, y
no en el momento de la consagración de este joven profeta.
Job es otro de los grandes hombres de Dios que ha comprendido en este principio espiritual, y
dijo: “Vida y misericordia me concediste, y tu cuidado guardó mi espíritu” (Job 10:12). Mi
razonamiento personal dice que este versículo bíblico tendría que haberse registrado en el
capítulo 42 del libro de Job. Porque desde el punto de vista lógico, cualquiera daría por sentado
que Job dijo estas palabras, tras confesar: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven”
(Job 42:5), una vez que Dios lo hubiera restaurado. Desde el análisis superficial, este versículo
bíblico tuerce la orden cronológica de la vida de Job. No obstante, debemos entender que Job
no dijo estas palabras en tiempo pasado, porque la restauración ya había alcanzado su vida,
sino porque sabía que Dios ya lo había restaurado en la eternidad, y solo era una cuestión de
tiempo cronológico para que la restauración llegara a su vida. En medio de la crisis, la
enfermedad y la dolencia, Job confesó por fe que ya había sido restaurado.
La mayoría de las lamentaciones que aparecen en el libro de los Salmos también reflejan este
principio espiritual. El salmo 56 comienza con un lamento de David. “Ten misericordia de mí, oh
Dios, porque me devoraría el hombre; me oprime combatiéndome cada día”. ¿Puede percatar
de la desesperada situación de David? No obstante, este salmo concluye con cánticos de
alabanza. “Sobre mí, oh Dios, están tus votos; te tributaré alabanzas. Porque has librado mi
alma de la muerte, y mis pies de caída, para que ande delante de Dios en la luz de los que
viven” (Sal. 56:12-13).
Lógicamente, los salmos están clasificados por sus características. Si es de alabanza, abundan
palabras de alabanza, si es de petición, es porque contiene palabras de petición. Pero note que
este salmo contiene palabras de lamento y alabanza al mismo tiempo. ¿Por qué? La respuesta
es simple: la situación todavía se presentaba dramática, pero David sabía que Dios ya lo había
librado, de ahí las palabras de gratitud.
Aunque varíe el orden, el salmo 85, el cual es clasificado como una lamentación por los eruditos
expertos, también tiene palabras de fe en tiempo pasado. “Restáuranos, oh Dios de nuestra
salvación, y haz cesar tu ira de sobre nosotros. ¿Estás enojado contra nosotros para siempre?
¿Extenderás tu ira de generación en generación?” (Salmo 85:4-5). Pero un instante previo a
esta lamentación, el salmista dijo: “Fuiste propicio a tu tierra, oh Jehová; volviste la cautividad
de Jacob.
Perdonaste la iniquidad de tu pueblo; todos los pecados de ellos cubriste. Reprimiste todo tu
enojo; te apartaste del ardor de tu ira” (Salmo 85:1-3). Esto implica que el salmista observó en
medio de la cautividad, la restauración de su pueblo por medio de la fe.
A mi entender, este principio llega a su punto máximo, cuando Jesús dice: consumado es (Juan
19.30), que literalmente significa: todo se ha cumplido (NVI).
“Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia” Salmo 118:29
Hoy en día, mucha gente, e inclusive la comunidad cristiana, tienen un concepto erróneo acerca
de Dios, y relacionan a Dios como un juez carente de amor y misericordia, a tal grado que han
formado en sus mentes un fuerte lapso entre la vida cristiana y el legalismo. No obstante, Dios
es un Dios bueno. La Biblia enfatiza en reiteradas oportunidades en el libro de los salmos aquel
versículo que dice: Dios es bueno, y para siempre es su misericordia (Salmos 25:8; 100:5;
106:1; 107:1; 118:1, 29; 135:3; 136:1), así como también lo repite en otros libros del Antiguo
Testamento.
Pero, ¿en qué se fundamenta la bondad divina? ¿Acaso Dios no es un Dios justo? ¿Cómo puedo
sostener que tengo la bondad y el favor de Dios a mi lado?
Básicamente, la Biblia presenta a Dios como nuestro Padre. En medio de tantas tradiciones
legalistas, Jesucristo enseñó que Dios era nuestro Padre celestial, y en una enseñanza tan
crucial como lo es el Padre Nuestro, diciendo: “Padre nuestro que estas en los cielos,
santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9).
Note que los fariseos y los maestros de la ley no estaban de acuerdo con esta enseñanza,
porque lo consideraban como un acto de blasfemia. No podían creer que Jesús estuviera
diciendo que Dios era su padre.
Sin embargo, Jesús insistió diciendo: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo pide pan, le
dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo
malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuanto más vuestro Padre que está en los
cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:9:11).
En una frase, Jesús estaba diciendo: Dios es nuestro Padre. Esto es lo que yo llamo el principio
del Dios bueno. Este principio espiritual es fundamental en la vida cristiana, porque nuestra
vida dependerá de qué concepto tengamos acerca de Dios. Un personaje llamado Marción
dividió el concepto de Dios en dos, y sostuvo que el Dios del Antiguo Testamento se
diferenciaba del Nuevo Testamento, porque el primero se trataba de un Dios de guerra y
justicia, mientras que el postrero era un Dios de amor y misericordia, por ende, no podía ser el
mismo Dios, sino dos, a tal punto que rechazó todo el Antiguo Testamento.
Pero un cuidadoso estudio del Antiguo Testamento nos lleva a la conclusión de que Marción
estaba equivocado. A decir verdad, la revelación de Jesucristo no era nada nuevo, sino que se
trataba de un principio espiritual que ya había sido revelado en las Escrituras desde hace miles
de años atrás.
Dios es nuestro Padre, y siempre lo ha sido. Veamos solo algunos versículos para comprobar
esta verdad. “¿Así pagáis a Jehová, pueblo loco y ignorante? ¿No es él tu padre que te creó? El
te hizo y te estableció” (Deuteronomio 32:6). “Yo le seré a él padre, y el me será a mi hijo” (2
Samuel 7:14). “Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré
hoy” (Salmo 2:7).
“Pero tú eres nuestro padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce; tu, oh Jehová,
eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre” (Isaías 63:16).
Ciertamente, no cabe ninguna duda de que el Antiguo Testamento nos dice que Dios es nuestro
Padre. El mensaje del Evangelio es buena noticia, porque Jesucristo remarcó esta verdad
bíblica, y no es sorpresa que a partir de ese instante, el Nuevo Testamento enfatice casi
innumerables de veces la frase: Dios nuestro Padre o Dios el Padre (Efesios 1:2; Gálatas 1:3).
En pocas palabras, Dios es un Dios bueno, porque Dios es nuestro Padre.
Entonces, ¿cómo es posible que el Dios Creador de los cielos y la tierra sea mi padre? Eso
mismo es el mensaje del Evangelio. Por medio de Jesucristo, usted y yo podemos llamar a Dios
como nuestro padre celestial. Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen
en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Es a través de Jesucristo que tenemos acceso directo al trono divino. En cierta oportunidad, un
hombre estaba llorando de rodillas justo en frente de Casablanca. Por su apariencia, uno podía
percatar que este hombre no había a su casa por un largo tiempo, y que había sufrido algún
dolor prominente. En ese momento, se acercó un niño, y le preguntó: “señor, ¿por qué llora
tanto? ¿Qué le pasó?” Desesperanzado, el hombre confesó que había sufrido una injusticia muy
grande, y que solo el presidente podía solucionar el problema. También añadió que había
intentado de diversas formas hablar con el presidente, pero todo fue en vano.
Tomando de la mano, el niño solo atinó a decirle: solo sígame. Sin darse cuenta de lo que
estaba pasando, el hombre se levantó, y comenzó a caminar junto al niño. Para su sorpresa, la
primera vanguardia que estaba al frente del edificio les abrió el camino. Sucedió exactamente
lo mismo con la segunda vanguardia, y así sucesivamente hasta llegar hasta la cuarta
vanguardia, con vista a la oficina del presidente de la nación. El niño dijo: espere aquí un
momento, por favor. Se asomó a la puerta, y dijo: ¡papá! ¡Era nada menos que el hijo del
presidente de los Estados Unidos!
El hombre no puede acercarse a Dios por su condición pecaminosa. “Por cuanto todos pecaron,
y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Pero por la fe en Jesucristo, sí
podemos acceder al trono de la gloria.
Pero no podemos dejar de preguntar: entonces, ¿cómo es nuestro padre celestial? ¿En qué
consiste la bondad divina? Esto se debe a que lamentablemente algunos de nosotros no hemos
tenido a un buen padre, por ende, el concepto de un padre que tenemos quizás no sea lo que
debería ser. Tengo un amigo que nunca conoció a su padre, porque había fallecido cuando él
todavía era un bebé. Jamás llegó a pronunciar la palabra ‘padre’, porque nunca lo necesitó
hacerlo.
Pero un día, Dios tocó su vida, aceptó a Jesucristo, y sucedió lo que siempre soñó: invocar a
Dios con el nombre de ‘padre’.
¿Qué clase de padre es nuestro Dios? Antes de contestar esta pregunta, quiero aclarar a la luz
de la palabra, qué clase de hijos somos ante los ojos de Dios. En un momento de profunda
comunión con el Espíritu Santo, Dios me reveló esta verdad por medio de dos versículos claves.
Éxodo 19:4 dice: “vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de
águilas, y os he traído a mí”. Y Deuteronomio 1:31 dice: “Y en el desierto has visto que Jehová
tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado,
hasta llegar a este lugar”.
En estos dos versículos existe una palabra que se repite, y es el verbo ‘nasah’, que significa:
levantar, llevar, tomar, abrazar, sobrecargar, etc. En otras palabras, Dios nos está diciendo que
El nos carga sobre su espalda o su pecho para llevarnos a alcanzar nuestra meta. No se está
hablando de un hijo ya mayor de edad que puede caminar y correr por sí solo, sino que se trata
de un bebé recién nacido, y es por eso que necesita estar junto a sus padres. Fíjese que este
niño ni siquiera camina al lado de sus padres, sino que sus padres lo están llevando encima.
La Biblia dice que Dios es nuestro Padre, y que nosotros somos sus hijos. ¿Pero qué clase de
hijos? ¡Bebés recién nacidos!
Además, la Biblia dice en más de dos oportunidades que Dios es nuestro Abba, Padre (Marcos
14:36; Romanos 8:15; Gálatas 4:6). La palabra Abba en arameo significa literalmente ‘papá’.
Este término envuelve la intimidad de una familia. Es decir, no solo Dios es nuestro Padre, sino
que es un Padre muy bueno. Note que la expresión ‘papá’ implica que remitente de esta
palabra es un niño muy pequeño que necesita del cuidado de un padre, no de un joven ya
maduro.
1) Mentalidad
La mentalidad tiene que ver con nuestra manera de pensar. La imaginación no es otra cosa que el
conjunto de varios pensamientos. Las distintas ideologías que han producido grandes revoluciones tanto
políticas como económicas y culturales a lo largo de la historia de la humanidad también tienen sus
raíces en la mentalidad del hombre. Una de las enseñanzas más populares de Cho es: lo que piensas es
lo que obtendrás. La Biblia enfatiza la importancia del pensamiento: Porque cual es su pensamiento en su
corazón, tal es el (Prov. 23.7).
El problema está en que la mentalidad del hombre ha sido corrompida por causa del pecado, y tanto su
intelecto como su mente racional están en enemistad con Dios. Isaías 55.7 dice: Deje el impío su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios
nuestro, el cual será amplio en perdonar. Debido a que la mentalidad pertenece a la cuarta
dimensión, el diablo controla al hombre a través de este elemento. De hecho, con relación a la traición
de Judas, Juan 13.2 dice: Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto (un pensamiento) en el
corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase.
Es por esta misma razón que el apóstol Pablo enfatiza, diciendo: No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la
buena volunta de Dios, agradable y perfecta (Rom 12.2).
Entonces, ¿cómo podemos cambiar nuestra mentalidad? A través de la palabra de Dios. La Biblia
contiene el pensamiento de Dios. La autoimagen de Abraham cambió drásticamente cuando recibió la
palabra de Dios, y oyó una voz que decía: te he puesto por padre de muchedumbre de gentes (Génesis
17.5). Por tanto, nuestro deber reside en programar nuestra mentalidad a través de la palabra de Dios. El
cambio de mentalidad basado en la palabra de Dios es realmente poderoso.
2) Fe
La fe es la segunda área de contacto con el Espíritu Santo. Sin fe es imposible agradar a Dios
(Hebreos 11.6). Existen dos niveles de fe: la fe natural y la fe sobrenatural.
La fe natural es creer y depositar nuestra confianza en algo. Por ejemplo, no llegamos a observar
con nuestros ojos físicos el movimiento del viento, no obstante, el viento se encuentra presente en
cualquier lugar. Lo mismo sucede con las ondas de la radio. No las vemos, pero sabemos y creemos
que ahí están. Convicción es sinónimo de la fe natural, porque convicción también pertenece a la
cuarta dimensión, aunque en un nivel inferior, por ende, no es visible, pero mueve y transforma a la
tercera dimensión física.
La fe sobrenatural es la fe de Dios. Juan 14.1 dice: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios,
creed también en mí. Pero note que en el idioma original no dice, creéis en Dios, sino que dice:
tened la fe de Dios. Es decir, la fe de Dios es la fe sobrenatural. Cho hace énfasis en que la fe
precede a la experiencia. Primeramente hay que creer para luego experimentar. Fe no es otra cosa
que elegir el creer en la palabra de Dios. Romanos 11.1 dice: La fe es por el oír, y el oír por la
palabra de Dios. Otro énfasis de Cho es que la fe debe coincidir no solamente con nuestro lenguaje
sino también con nuestras acciones.
3) Visiones y sueños
Una de las enseñanzas más populares del Doctor Cho trata acerca de las visiones y los sueños. El afirma
“las visiones y los sueños son el lenguaje del Espíritu Santo”, porque la Biblia más de una vez dice:
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne... vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos
soñarán sueños (Joel 2.28; Hechos 2.17). Hellen Keller dijo: la persona más pobre no es aquella que no
tiene bienes materiales, sino la que no tiene un sueño. El fundador de Daewoo también hace énfasis en el
sueño, cuando dice: el mundo pertenece a los soñadores. De hecho, los grandes hombres de la Biblia
como Abraham, Jacob, Moisés y el apóstol Pablo fueron hombres de gran visión.
Pero existe una distinción entre el sueño del hombre y el sueño de Dios. El sueño del hombre es un
elemento invisible que pertenece a la cuarta dimensión, sin embargo, el mismo se encuentra en un nivel
inferior, y se destaca por ser egocéntrico, y muchas veces se manifiesta en forma de ambición personal.
Por el contrario, el sueño de Dios se origina en el corazón de Dios, y es comunicado al hombre a través
del Espíritu Santo. Una las frases más populares de Cho es: “Dime tu visión, y yo profetizaré tu futuro”.
Bill Hybels, pastor general de Willowcreek Community, basándose en este principio, comenta que la
iglesia visible es producto de la iglesia invisible. Aquí la iglesia invisible es la iglesia que uno concibe y
sueña en el corazón.
4) Lenguaje
Tanto la mentalidad, como la fe y los sueños se transmiten a través del lenguaje. La superioridad del
hombre sobre los animales se encuentra en la capacidad de hablar. Por tanto, debemos concientizar que
nuestro lenguaje tiene un poder creativo, puesto que el hombre ha sido creado según la imagen y
semejanza de Dios, y Dios es quien ha creado el universo por medio de la palabra.
Se ha comprobado que el lenguaje del hombre influencia y transforma el cristal de los componentes del
agua. Según Emoto Masaru, en su libro The Hidden Messages in Water, el agua tiene la capacidad de
absorber, contener, y retransmitir la emoción del hombre, y este proceso se lleva a cabo a través de
imágenes, música y lenguaje. Según la investigación, las palabras positivas tanto escritas como
confesadas daban como resultado un perfecto hexágono en sus cristales, mientras que las palabras
negativas resultaban en un sin número de formas diferentes desagradables. Luego de 8 años de
estudios, este científico japonés concluyó que las palabras “te amo” y “gracias” resultaron ser las más
agradables. Los eruditos del tema coinciden que esto se debe a que el agua tiene la capacidad de
guardar informaciones que son transmitidas a través de imágenes, pensamientos o palabras.
Aun así la creatividad del lenguaje del hombre está reducida al nivel más bajo de la cuarta dimensión. Por
tanto, el poder creativo llega a su punto máximo cuando nosotros confesamos la palabra de Dios. La
confesión de la palabra es un elemento poderoso que transforma la tercera dimensión visible.