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Rebeldes sin causa

A los despreocupados "Pokemones" de Chile les importa bien poco la política. Están demasiado
ocupados teniendo sexo.

Por Ashley Steinberg Newsweek Web Exclusive


(© Traducido por Chile Liberal. No reproducir por favor sin citar la fuente).

Estos jóvenes han llamado "ponceo" a sus orgías


públicas. Un viernes cualquiera en Santiago, capital de Chile, cientos se reúnen en un bien cuidado parque
urbano para experimentar juegos sexuales durante horas. Rodeados de otros transeúntes, estos jóvenes
intercambian parejas muchas veces, principalmente practicando sexo oral. Cuando termina la fiesta, no hay
intercambio de información personal. Las relaciones entre miembros del mismo sexo son comunes ya que no
hay separaciones entre heterosexuales y homosexuales, en parte por el alcohol y las drogas, pero también
por un cambio en las nociones de buenas costumbres de la juventud chilena, en marcado contraste con sus
conservadores padres. "El ponceo es pasarlo bien", dice Natalia Fernández, una chica de 15 años con
cabellos rosados y un piercing en el mentón. "He ponceado con siete".

Fernández, como muchos otros en el parque, usa una camiseta con dibujos de las series animadas
japonesas, de ahí que estos jóvenes se hagan llamar a sí mismos "Pokemones". Su comportamiento, en todo
caso, no tiene mucho que ver con los personajes televisivos que obsesionaron a tantos alrededor del mundo.
"Esto es una vergüenza", dice Gina Mazzini Aliste, una mujer adulta que pasaba por el parque ese día. "Creen
que el ponceo es una competencia deportiva".

A nadie debiese sorprender que los Pokemones se hayan convertido en un tema de discusión nacional en los
medios de comunicación, mientras la conservadora sociedad Católica chilena intenta comprender este nueva
ofensa a sus valores tradicionales. En un país donde el aborto está prohibido y el divorcio recién se legalizó
hace un par de años, y donde el fantasma del régimen autoritario de Augusto Pinochet aún ronda en el
discurso político, los Pokemones son una fuerza radical y a la vez inevitable. Radical porque han remecido la
médula de la sociedad chilena. Inevitable porque son los hijos predilectos de una pujante economía neoliberal
que les ha proporcionado toda la indumentaria para ser Pokemones. Aunque junto a la rebelión sexual, estos
adolescentes también se definen por su consumismo, una característica que se ajusta perfectamente a los
ideales de libre mercado de Chile.

Los Pokemones se encuentran provistos de todas las últimas modas en vestuario y artículos tecnológicos. Su
look es andrógeno y exagerado: jeans ajustados y debajo de la cintura, chicos y chicas portan muchos
piercing, cabellos teñidos y esculpidos con gel, y grueso lápiz negro de ojos. Tienen sus propios sitios Web,
usan su propio argot y formas de hablar, ¿pero qué significa ser Pokemón? Curiosamente, estos
adolescentes no parecen tener una postura sobre su identidad en un sentido político o sexual. Su movimiento
más bien tiene que ver con la imagen y el look. "Es principalmente una moda", dice Raúl Barra, un joven de
19 años con muchos piercing en su nariz. "Un Pokemón tiene un look, y poncea".

A pesar de las controversiales insinuaciones del grupo en cuanto a identidad y sexualidad en el siglo XXI,
prácticamente no hay discusión sobre una causa común en sus encuentros ni en sus sitios Web ni blogs. Los
Pokemones no tienen un credo político, son apáticos. Así todo, la existencia de este movimiento es
fundamentalmente político debido al contraste que marcan con la dictadura militar, cuando las libertades
individuales fueron reprimidas violentamente. "Me imagino que nosotros no estamos preocupados de la
política ni esas cosas", dice Valentina Espinoza, una adolescente bajita de 16 años, cuyos levantados
cabellos plateados le añaden unos 15 centímetros de estatura. "No estamos a favor ni en contra de nada, nos
da lo mismo, aunque no a nuestros papás, ellos se ponen furiosos porque somos Pokemones".

Los sociólogos han etiquetado a este grupo una "tribu urbana", término también aplicado a hippies, punks y
góticos. Pero a diferencia de sus predecesores, ésta es la primera tribu urbana nacida en la era de la Internet.
La tecnología es esencial, tienen cientos de contactos en programas de mensajería instantánea y con
regularidad suben sus videos y fotos a sitos como YouTube y Fotolog. Pero a pesar de su capacidad
expandida de comunicación, el suyo es el primer movimiento en el que el debate sobre objetivos comunes
brilla por su ausencia.

Los hippies y sus sucesores creyeron firmemente en oponerse al status quo, pero sólo hay una dimensión de
los Pokemones que parece promover una agenda, aunque sea sin que ellos se lo hayan propuesto. El
movimiento ha cambiado las reglas que rigen el comportamiento entre chicos y chicas. Ellas cuentan a sus
parejas tal como ellos, y su actividad bisexual, junto con la estética pokemona, indica que los géneros no
están claramente definidos. "Lo estamos pasando bien. Apenas tengo 16 años, y nada malo me va a pasar
con el ponceo porque no espero encontrar un novio", dice Isidora Fernández, quien insiste en que le llamen
"Frambuesa".
No obstante, aunque el movimiento parece igualitario, el sicólogo Juan Bastián, director de la Asociación
Chilena de Planificación Familiar, advierte que no representan un avance para las mujeres. Ellas han logrado
notables mejoras en su condición en Chile, más mujeres trabajan, tienen hijos a una edad más madura a
medida que tienen más acceso a los anticonceptivos. Pero Bastián dice que "persiste la interrogante sobre si
este movimiento es una forma distinta de desigualdad", esta vez con los chicos aprovechándose de ellas en
un contexto que premia el verse cool.

Bastián también expresa su preocupación sobre la liberación sexual que acaban de descubrir estos
adolescentes ya que no viene acompañada de un aumento en información sobre responsabilidad y salud
sexual. Las encuestas indican que mientras muchos jóvenes evitan las relaciones sexuales para evitar
embarazos, están muy poco informados sobre el aumento de enfermedades de transmisión sexual. "La
educación sexual en Chile es limitada y estigmatizada", dice Bastián. "Estos adolescentes rechazan el
conservadurismo de sus padres pero están poniendo en riesgo su salud".

Curiosamente, el conservadurismo de sus padres parece ser lo que aglutina al movimiento. Los Pokemones,
herederos de las reformas de libre mercado de Pinochet, son parte de una floreciente clase media con
imprudentes hábitos de consumo. La introducción de las tarjetas de crédito en la economía han traído como
consecuencia creciente niveles de endeudamiento para muchos chilenos, pero continúa la obsesión por
comprarse un televisor más grande, un computador más moderno, y un auto nuevo. Los Pokemones siguen el
ejemplo de sus padres. "Es lo mismo ser que tener, por eso los jóvenes se miden de acuerdo a cuánto tienen,
y en este caso, en cuántas parejas logran tener o cuántos amigos en MSN", dice Bastián. "La sexualidad se
ha convertido en otra imitación del modelo que siguen sus padres: la identidad se expresa en cantidad".

Las tendencias consumistas del grupo no han pasado desapercibidas en el comercio, que publicita
ferozmente sus productos al mercado de los Pokemones. Anuncios publicitarios para alisadores de pelo,
reproductores de MP3 y teléfonos celulares aparecen durante los programas televisivos donde aparecen
Pokemones quejándose de sus padres sobreprotectores o hablando de los problemas con sus amigos. "Esta
semana me compré dos camisetas y una webcam", dice Pablo Gutiérrez, de 18 años. Sacando la lengua para
mostrar sus piercing, añade: "y un nuevo aro en la lengua, el antiguo me tenía aburrido".

De hecho, uno de los principales puntos de encuentro de los Pokemones se encuentra fuera de un estudio de
televisión desde donde se transmite su programa favorito, "El diario de Eva". El canal es propiedad del
candidato presidencial de derecha Sebastián Piñera, un multimillonario hombre de negocios, y quien
curiosamente introdujo las tarjetas de crédito a Chile, aunque los Pokemones no alcanzan a captar la ironía
cuando se reúnen en los jardines a la salida del estudio.

Ellos son los verdaderos rebeldes sin causa, aunque a diferencia del melancólico James Dean en la apacible
época de la post-guerra, los Pokemones parecen felices en su mundo de fantasías. De vuelta en el parque
donde Frambuesa se acurruca con su grupo de amigos, saca una cámara digital recién comprada de su
cartera con dibujos de las series japonesas. "¡Saquémonos una foto!", exclama. De inmediato aparecen el
maquillaje y los espejos, los labios y ojos se vuelven a pintar, y el pelo se arregla. Después de un buen rato
ella pregunta: "¿estamos listos?". El grupo prepara su pose y Víctor Nuyoa, un chico de 14 años que recién se
ha unido a la escena pokemona, hace un saludo de la paz. Un joven un poco mayor lo empuja y se ríe: "¿qué,
ahora te crees hippie?". Para este grupo, los únicos principios que importan son el ponceo y los artículos
tecnológicos.

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