Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Si el matrimonio es todo (también la unión entre dos varones, o dos mujeres, o tres o más
personas en combinaciones variables), pronto pasa a no ser nada
http://es.catholic.net/op/articulos/20194/cat/318/argumentos-contra-la-union-entre-
personas-del-mismo-sexo.html
2) La unión entre personas del mismo sexo no cumple las mismas funciones
sociales por las que el Derecho regula y protege el matrimonio, por lo que no tiene
sentido atribuirle toda la regulación jurídica del matrimonio.
Veamos con más detalle los argumentos en favor de la unión entre personas del
mismo sexo:
No se trata de negar que dos personas del mismo sexo se puedan querer, sino
que eso sea un matrimonio. La razón de ser de la regulación jurídica del
matrimonio no es ni la afectividad entre dos personas ni la mera situación de
convivencia. Quererse, mantener relaciones sexuales y vivir juntos no justifica el
derecho a contraer matrimonio. Son aspectos circunstanciales que rodean el
núcleo del matrimonio, pero no son el núcleo, no son los aspectos esenciales. Hay
muchos tipos de afectividad (entre padre e hijo, entre hermanos, entre amigos, a
un animal querido…) que no son matrimonio. Y afirmar eso no es minusvalorarlos,
sino reconocer la diferencia.
Las personas homosexuales pueden actualmente unirse con los mismos derechos
y en las mismas condiciones que las personas heterosexuales. Es decir, con una
persona del sexo opuesto que reúna los requisitos legales de edad, que preste su
consentimiento, etc. Lo que sería discriminatorio es prohibir al homosexual
contraer matrimonio en las mismas condiciones que las demás personas por el
solo hecho de ser homosexual.
Según una definición muy antigua y sencilla, pero que sigue valiendo hoy, justicia
es tratar de forma igual a los iguales y de forma desigual a los desiguales. Se
comete injusticia (y discriminación) cuando se trata de forma distinta (y negativa)
sin que exista una razón objetiva, razonable y suficiente para ello; es decir, cuando
se trata desigualmente a personas que, en ese aspecto concreto, son iguales.
Negar a alguien que pueda casarse con otra persona de su propio sexo no es
discriminarle. Tampoco se discrimina al casado porque no se le permita casarse
con otra mujer que no es su esposa, mientras que al soltero sí se le permite. No es
discriminar al homosexual, sino reconocer y defender que el matrimonio es una
institución esencialmente heterosexual.
Muchos de estos efectos beneficiosos se pueden solucionar por la vía privada (p.
e., la herencia, haciendo testamento; el régimen económico y los efectos de la
ruptura, realizando un contrato civil previo entre los convivientes). Otros vienen
siendo concedidos ya por la jurisprudencia. Casi todos pueden obtenerse en las
CCAA que han aprobado una Ley de Parejas de Hecho, que se aplican tanto a las
parejas heterosexuales como a las homosexuales. Sin embargo, es discutible que
se les deban reconocer algunas de estas posibilidades (p. e., la de adoptar
conjuntamente). Precisamente, los mismos argumentos que sirven para afirmar
que no son lo mismo sirven para decir que el Derecho no los debe tratar con una
equivalencia total.
Los gays suelen estar de acuerdo en que éste no es el auténtico problema.
Aunque las parejas de homosexuales hubieran alcanzado por otras vías el mismo
régimen que las uniones heterosexuales, para ellos el matrimonio es una prioridad.
Lo que está en juego no es solucionar unos problemas concretos, sino su lucha
por la equiparación total.
“Es necesario admitir que las parejas de homosexuales puedan casarse para que
puedan adoptar niños”
Dos hombres, por muy buenos padres que sean, estarían privando al niño del
cuidado y del cariño de una madre. Tal vez puedan ser buenos padres, pero nunca
una buena madre.
- “Si sólo estamos discutiendo sobre un nombre, ¿vale la pena realmente esta
discusión? ¿Qué más da, en el fondo, llamarlo de una forma o de otra?”.
La misma tenacidad que tienen los homosexuales por lograr que se les permita
casarse entre ellos indica que el nombre les importa o que para ellos es más que
un nombre lo que está en juego. Si el nombre es irrelevante, debería serlo también
para cambiar la ley actualmente vigente.
En cualquier caso, para el Derecho es muy importante mantener el sentido propio
de las palabras. El matrimonio es la unión comprometida entre un hombre y una
mujer. Dos homosexuales no pueden casarse porque no son hombre y mujer, sino
dos hombres o dos mujeres. La unión entre homosexuales no es matrimonio, del
mismo modo que no es una sociedad anónima. Si incluimos en el concepto de
sociedad anónima la unión comprometida de dos personas, lo único que
conseguimos es que el concepto pierda virtualidad. Si el matrimonio es todo
(también la unión entre dos varones, o dos mujeres, o tres o más personas en
combinaciones variables), pronto pasa a no ser nada. Y esto no supone un juicio
de valor respecto de las uniones homosexuales, del mismo modo que para un
contrato de permuta no supone nada malo no ser compraventa.
“La discusión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo no puede
reducirse a una mera cuestión de significado según el diccionario.
Las palabras y sus sentidos están vivos en la medida en que se relacionan con la
evolución de la sociedad misma. Las palabras nacen, “se reproducen” y
desaparecen, y su sentido se amplía o se reduce, pasa a ser peyorativo o positivo,
se especializa o se generaliza, etc. Reducir la discusión sobre esta materia a la
discusión sobre el significado de una palabra es quedarse en un marco muy
superficial y puntual que podría arreglarse si, simplemente, la RAE cambiara su
definición en su próxima edición. Más bien, parece que encubre una negativa a
reconocer la evolución de la vida y la sociedad mismas”.
“Admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo no afecta en nada a los
matrimonios heterosexuales.
El Proyecto de ley del Gobierno permite que se acojan a esta institución otras
personas, pero no cambia en lo más mínimo la regulación del matrimonio
heterosexual. Y nadie ha demostrado que este cambio pueda afectar a ningún
matrimonio concreto que ya se haya celebrado o se vaya a celebrar en el futuro”.
“Si estamos discutiendo sobre la esencia del matrimonio, hay que profundizar en
cuál es ésta dejando al margen el requisito de heterosexualidad. Si <> (Pedro
Zerolo, El Mundo digital, 25-6-2001) o <> (Gavidia Sánchez, La Ley, 3-12-2001),
no hay motivo para que no se deba admitir el matrimonio entre personas del
mismo sexo”.
3.- El Estado define desde las herencias hasta los permisos laborales de las parejas
según su estado civil. Sin el Estado sería algo que podrían definir libremente las
empresas con sus trabajadores pero al estar todo hiperlegislado es necesario que se
reconozca este tipo de uniones para cosas tan sencillas como poder a ver a tu cónyuge
en su trabajo o cuidarle en el hospital en calidad de “familiar”.
4.- El Estado no debe tener la iniciativa creando situaciones artificiales sino positivar
realidades que se dan en la sociedad, recoger y reconocer la costumbre. Y la realidad es
que en sociedades más libres como la americana, ya hay muchas iglesias que no solo
reconocen el matrimonio homosexual sino que lo santifican.
5.- Todos estos beneficios no solo favorecen a los homosexuales sino a la sociedad en su
conjunto pues suponen ofrecer un acomodo a los homosexuales sin excluirlos. De una
situación de marginación y exclusión se les ofrece sentarse en la misma mesa sin
condenarlos al gueto social. Siguiendo la terminología del spot, los civiliza.
6.- El matrimonio homosexual no causa divorcios entre los heterosexuales, tampoco
provoca infertilidad ni menos nacimientos. Al contrario, refuerza una institución natural que
los heterosexuales han debilitado. La gente ya no se casa, se “junta”; y no tienen hijos,
entre otras razones, por una irresponsabilidad y un cortoplacismo que les ha llevado al
onanismo vital. La culpa no es de los homosexuales, si acaso habría que buscar
responsables entre la Izquierda y las personas que abrazan esos estilos de vida.
9.- El mérito de la tolerancia no es respetar a los iguales sino a los diferentes. Una
sociedad abierta es aquella en la que lo excepcional tiene cabida junto a lo mayoritario.
Usar expresiones como “natural” puede inducir al equívoco pues la homosexualidad
aunque minoritaria no deja de ser algo natural. Que una sociedad cien por cien
homosexual no tiene futuro es algo tan obvio como que tampoco lo tendría una sociedad
integrada únicamente por mujeres.
10.- Se critica el orgullo homosexual y la diferencia pero tampoco se acepta una solución
integradora aún cuando el matrimonio entre personas del mismo sexo es una victoria
conservadora.
https://rosselloarrom.wordpress.com/2013/02/08/diez-razones-a-favor-del-matrimonio-
homosexual/
Argumentos contra la oposición al
“matrimonio gay”
marzo 22, 2016
Escrito por: José Ramón López Rubí
1. La propuesta de matrimonio gay, o entre personas del mismo sexo (con lo que se
incluye a los bisexuales), es una propuesta civilista: de matrimonio civil. No
religioso.
2. Ningún liberal/progresista está proponiendo algo como el “matrimonio gay
religioso”. Nadie. No estamos proponiendo que el Estado legisle para introducir el
matrimonio gay en las religiones.
3. La propuesta como tal no ataca ni deslegitima ni amenaza de muerte al matrimonio
“tradicional” (salvo que este tipo de matrimonio sea visto per se como lo que no es,
el monopolio absoluto y legítimo de todo matrimonio posible). Quienes de otro
modo lo atacan, lo deslegitiman constantemente y amenazan su existencia, en sus
propios términos, son quienes lo practican, por la manera como lo practican.
4. Tampoco se propone la prohibición por ley de los matrimonios religiosos. ¿Dónde
está nuestra propuesta de prohibición del matrimonio católico? No existe. No
confundimos los ámbitos. El matrimonio católico sigue y seguirá existiendo siempre
que exista el catolicismo. Pero, por supuesto, en su propio contexto religioso.
¿Seguirán confundiendo y manipulando otros la idea de la libertad religiosa?
5. Nadie del lado liberal o progresista pretende imponer ilegítimamente nada a las
religiones y los religiosos. Son ellos quienes pretenden imponer ilegítimamente sus
normas religiosas en las normas públicas no religiosas.
6. Hay que repetir e insistir: evidentemente, no intentamos que el Estado dicte las
reglas y procedimientos de la vida interna de una religión (el matrimonio civil
igualitario no es ni puede ser tal cosa). Por el contrario, la religión, y sobre todo la
jerarquía católica, sí intenta que el Estado –fuera de la religión- dicte para los
ciudadanos no heterosexuales normas de conducta de inspiración e implicación
religiosas. Nosotros no buscamos el gobierno interno de la Iglesia. Y la Iglesia
desea y busca gobernarnos a todos. Su virulenta oposición al matrimonio civil
igualitario del siglo XXI es muestra de los excesos clericales.
7. ¿Cuántos matrimonios gay se han celebrado y sancionado religiosamente como
consecuencia de la legalización civil del matrimonio entre personas del mismo
sexo? Ninguno. Ni uno solo. Porque la aprobación legal del “matrimonio gay” no se
refiere al ámbito religioso ni obliga a nadie en él. Ninguna religión queda ni quedará
obligada a casar por su rito a ninguna pareja del mismo sexo. Si a algunos católicos
homosexuales (que los hay) les gustaría casarse por su Iglesia, y lo pidieran, sería
otra cosa, una muy diferente, no nuestra propuesta –ni asunto nuestro, al no ser un
asunto público.
8. Por todo lo anterior, la resistencia católica al matrimonio civil en cuestión no es más
que victimismo tramposo, un autoritarismo simulador tan antiindividualista como
antisocial. Su homofobia no es argumento válido contra la propuesta. No es un
argumento; sólo es homofobia. Y conservadurismo social irracional.
9. Esta propuesta legalizadora es igualitaria. Es legislación civil que iguala, en la ley y
ante la ley, y frente a los ciudadanos heterosexuales, a los ciudadanos
homosexuales, eliminando un (sub)tipo de discriminación. Los que se oponen en
México suelen “ver” un derecho especial regalado anticatólicamente a la “gente
gay”. Es una fantasía, su ilusión óptica. En la realidad objetiva se ve otra cosa:
quitar lo que en los hechos es un ilegítimo derecho especial de los heterosexuales.
Si sólo éstos cuentan con la posibilidad de un matrimonio legal ante el Estado, y
esta posibilidad se sustenta sólo en la inercia de una tradición cultural prejuiciosa,
¿cómo no sería un derecho especial de la heterosexualidad? ¿Cómo no sería un
derecho especial que debemos democráticamente remover?
10. ¿Cuál es la justificación de que una pareja del mismo sexo no pueda establecer
relaciones jurídicas de herencia? ¿Por qué sus relaciones personales no deberían
crear efectos jurídicos de sucesión de bienes y transmisión de derechos? No hay
respuesta prohibicionista que sea racional. Ni verdaderamente decente.
Y ése es el punto final de mayor importancia: una sociedad verdaderamente decente no se
opone al trato decente del Estado a cualquiera de sus ciudadanos. La prohibición estatal de
todo matrimonio igualitario –entre personas del mismo sexo, de la misma raza, incluso de
la misma religión, etcétera- es públicamente indecente.
Cabe sumar, por último, dos precisiones relacionadas: defender o proponer el matrimonio
igualitario no implica ninguna indicación de obligación (individual): los hombres y mujeres
homosexuales no quedan obligados, de ninguna forma, a casarse ante el Estado. Ni se dice
que necesariamente deban hacerlo. No es que “queramos” que todos se casen sino que
legalmente puedan hacerlo si ellos quieren y, en su caso, cuando quieran. Por otro lado, el
argumento aquí presentado, con sus términos antiprohibicionistas, no supone ni necesita ni
demanda la suspensión de la crítica –racional y empírica- al matrimonio llamado
tradicional. Ni el criticar es necesariamente prohibir ni el no prohibir es necesariamente no
criticar. Nadie podría demostrar que a lo largo de su historia ese matrimonio “normal” no
ha sido también una fachada legitimadora para transacciones comerciales, transferencias de
propiedad, alianzas y jugadas políticas, “pecados” como el embarazo sin matrimonio de por
medio, y variados actos de prostitución tampoco tradicional.
José Ramón López Rubí C. Colaborador de la División de Administración Pública del
CIDE.
http://derechoenaccion.cide.edu/argumentos-contra-la-oposicion-al-matrimonio-gay/