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Argumentos contra la unión entre personas del mismo sexo

Si el matrimonio es todo (también la unión entre dos varones, o dos mujeres, o tres o más
personas en combinaciones variables), pronto pasa a no ser nada

Por: unav.es | Fuente: unav.es 

http://es.catholic.net/op/articulos/20194/cat/318/argumentos-contra-la-union-entre-
personas-del-mismo-sexo.html

Argumentos contra el matrimonio entre personas del mismo sexo 


Son básicamente dos:

1) El matrimonio es una institución esencialmente heterosexual. Éste es un dato


antropológico del que el Derecho suele limitarse a tomar nota. Una unión formal
entre personas del mismo sexo será otra cosa, pero no un matrimonio.

2) La unión entre personas del mismo sexo no cumple las mismas funciones
sociales por las que el Derecho regula y protege el matrimonio, por lo que no tiene
sentido atribuirle toda la regulación jurídica del matrimonio.

Veamos con más detalle los argumentos en favor de la unión entre personas del
mismo sexo:

“Si se quieren, ¿por qué no dejarles que se casen?”

No se trata de negar que dos personas del mismo sexo se puedan querer, sino
que eso sea un matrimonio. La razón de ser de la regulación jurídica del
matrimonio no es ni la afectividad entre dos personas ni la mera situación de
convivencia. Quererse, mantener relaciones sexuales y vivir juntos no justifica el
derecho a contraer matrimonio. Son aspectos circunstanciales que rodean el
núcleo del matrimonio, pero no son el núcleo, no son los aspectos esenciales. Hay
muchos tipos de afectividad (entre padre e hijo, entre hermanos, entre amigos, a
un animal querido…) que no son matrimonio. Y afirmar eso no es minusvalorarlos,
sino reconocer la diferencia.

“Los homosexuales tienen derecho a casarse, como cualquier otra persona”

Las personas homosexuales pueden actualmente unirse con los mismos derechos
y en las mismas condiciones que las personas heterosexuales. Es decir, con una
persona del sexo opuesto que reúna los requisitos legales de edad, que preste su
consentimiento, etc. Lo que sería discriminatorio es prohibir al homosexual
contraer matrimonio en las mismas condiciones que las demás personas por el
solo hecho de ser homosexual.

Naturalmente, el argumento no es éste. El homosexual quiere casarse con la


persona a la que quiere, que es de su mismo sexo. Pero el simple hecho de que
alguien quiera casarse con alguien no supone necesariamente que pueda hacerlo:
así, ¿podría quejarse de discriminación el varón a quien el derecho le impide
casarse con la mujer a la que quiere, sólo por el hecho de que es su hermana? ¿o
la mujer a la que el Derecho no deja casarse con el hombre al que quiere por la
simple razón de que él ya está casado?

“Negar el matrimonio a los homosexuales es discriminarlos, mantener la


marginación social que han sufrido en tantas épocas de la Historia” 

Según una definición muy antigua y sencilla, pero que sigue valiendo hoy, justicia
es tratar de forma igual a los iguales y de forma desigual a los desiguales. Se
comete injusticia (y discriminación) cuando se trata de forma distinta (y negativa)
sin que exista una razón objetiva, razonable y suficiente para ello; es decir, cuando
se trata desigualmente a personas que, en ese aspecto concreto, son iguales.
Negar a alguien que pueda casarse con otra persona de su propio sexo no es
discriminarle. Tampoco se discrimina al casado porque no se le permita casarse
con otra mujer que no es su esposa, mientras que al soltero sí se le permite. No es
discriminar al homosexual, sino reconocer y defender que el matrimonio es una
institución esencialmente heterosexual.

“Al negar a los homosexuales el derecho al matrimonio se les está negando el


derecho más básico, más primario y más humano: el derecho a ser felices”

Algunos homosexuales creen que cuando puedan casarse terminarán la


discriminación, su inseguridad y la inestabilidad e infidelidad tan frecuentes en las
relaciones homosexuales. Desde ese punto de vista, el matrimonio resulta una
condición necesaria para lograr la estabilidad emocional y, con ello, la felicidad.
Mucho nos tememos que esperan demasiado del matrimonio y que la mera
sanción legal no da para tanto. Es verdad que el auténtico matrimonio
heterosexual proporciona seguramente tasas de estabilidad, fidelidad y felicidad
mucho mayores que las uniones homosexuales. Pero no hay que atribuirle esos
efectos a la sanción legal. Influyen mucho más la complementariedad entre los
sexos y el esfuerzo de los esposos por vivir de acuerdo con unos valores, a lo que
se une (según entendemos los católicos) la ayuda de la gracia. Si se llega a
aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, la insatisfacción de los
homosexuales con sus relaciones seguirán siendo exactamente la misma. Eso no
lo puede arreglar el Código civil.

“El matrimonio entre homosexuales no es algo tan novedoso ni tan ajeno a la


Historia occidental”

En Occidente, el primer caso en que se llama matrimonio a la unión entre


personas del mismo sexo se ha dado en Holanda y sólo muy recientemente (ley
del año 2000, en vigor desde abril de 2001), y el segundo en Bélgica (ley de 2003).
Algunos Estados de EEUU (Massachussets, Vermont) están dando pasos en la
misma dirección. En la Historia occidental nunca antes se ha considerado que sea
matrimonio la relación homosexual, incluso en sociedades y épocas en que las
relaciones homosexuales estaban bien consideradas moral y socialmente (p. e.,
en la antigua Grecia). Por tanto, sí que es una novedad radical.

- “El matrimonio ha cambiado mucho a lo largo de la Historia. La versión que


conocemos ahora es fruto de una evolución en la que se han logrado muchas
mejoras que en su momento fueron inconcebibles y hoy nos parecen evidentes. La
prohibición del matrimonio de niños pequeños y del matrimonio acordado por los
padres, la igualdad entre hombre y mujer, el matrimonio interracial, el matrimonio
civil, el divorcio, por poner unos ejemplos, no siempre han sido admitidos, y hoy
nos parecen incuestionables. Permitir que se puedan casar entre sí los
homosexuales, ¿no será un estadío más en la evolución y el progreso del
concepto occidental de matrimonio?”

Ciertamente, el matrimonio ha cambiado mucho a lo largo de la Historia, incluso


sin salirnos de Occidente. Pero ha pasado por etapas muy variadas, y es discutible
que su historia se pueda entender como una evolución lineal y coherente hacia
mejor, siempre y en todo. Algunas características del matrimonio tradicional (p. e.,
la indisolubilidad) fueron una ardua conquista cultural frente al divorcio muy
generalizado antes. Todos los ejemplos enumerados en la pregunta han pasado
por fases variadas de aceptación o cuestión a lo largo de la Historia del matrimonio
occidental. Todos, menos la heterosexualidad, que nunca hasta ahora ha sido
cuestionada. Esto hace pensar que se trata de algo más nuclear, más esencial, en
lo que está en juego la identificabilidad social misma de la institución; por lo tanto,
una cualidad más indisponible que el resto.

“Decir que la heterosexualidad es esencial al matrimonio es una muestra de


etnocentrismo europeísta. Hay otras sociedades no occidentales que han
permitido y permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo”

Algunos antropólogos han proporcionado ejemplos muy aislados de culturas


extrañas en los que algo parecido a una familia tiene como núcleo a dos personas
del mismo sexo. Sin embargo, esos ejemplos no guardan ninguna relación con el
concepto de matrimonio occidental ni con el matrimonio que tienen en la mente los
homosexuales que pretenden casarse.
Pero, aunque no fuera así, ya sabemos que en otras culturas tienen conceptos de
matrimonio distinto del nuestro, sin que por ello tengamos que admitirlos. Piénsese
en la poligamia en su versión poliginia (un hombre con varias esposas), institución
no occidental que por el momento no tenemos ninguna intención de admitir en
nuestro sistema. Una cosa es que podamos comprender lo que ha llevado a otras
culturas a adoptar estas instituciones, y otra que queramos admitirlas como
modalidades de matrimonio en España.

“El Derecho margina a los homosexuales. 

Es necesario permitirles el acceso al matrimonio para que puedan disfrutar de


algunos beneficios y prestaciones, especialmente de tipo asistencial, que hoy se
atribuyen injustamente sólo a las parejas heterosexuales”.

La lista de cuáles son esos beneficios no es unánime. En EEUU los grupos de


gays dicen que ascienden al millar. Probablemente no sean tantas o la mayoría de
ellas sean irrelevantes. En España se habla de concederles derecho de sucesión
hereditaria, pensión de viudedad, régimen económico “paramatrimonial”, efectos
de la ruptura de la pareja, limitación de los plazos de residencia para que la pareja
adquiera la nacionalidad, subrogación en el arrendamiento, preferencia para tener
un trabajo en la misma ciudad y posibilidad de adoptar.

Muchos de estos efectos beneficiosos se pueden solucionar por la vía privada (p.
e., la herencia, haciendo testamento; el régimen económico y los efectos de la
ruptura, realizando un contrato civil previo entre los convivientes). Otros vienen
siendo concedidos ya por la jurisprudencia. Casi todos pueden obtenerse en las
CCAA que han aprobado una Ley de Parejas de Hecho, que se aplican tanto a las
parejas heterosexuales como a las homosexuales. Sin embargo, es discutible que
se les deban reconocer algunas de estas posibilidades (p. e., la de adoptar
conjuntamente). Precisamente, los mismos argumentos que sirven para afirmar
que no son lo mismo sirven para decir que el Derecho no los debe tratar con una
equivalencia total.
Los gays suelen estar de acuerdo en que éste no es el auténtico problema.
Aunque las parejas de homosexuales hubieran alcanzado por otras vías el mismo
régimen que las uniones heterosexuales, para ellos el matrimonio es una prioridad.
Lo que está en juego no es solucionar unos problemas concretos, sino su lucha
por la equiparación total.

“Es necesario admitir que las parejas de homosexuales puedan casarse para que
puedan adoptar niños”

En España, quien no puede adoptar es la pareja de homosexuales como tal, salvo


en las CCAA con ley de Parejas de hecho que lo permiten (hoy por hoy, Navarra,
el País Vasco y, si se aprueba una ley que está ahora en tramitación, Cataluña).
Pero un homosexual puede adoptar un niño él solo. Luego no hay una auténtica
necesidad por este lado.
De todas formas, la cuestión no es esa, sino si lo mejor para el niño adoptado es
ser adoptado por homosexuales o tener un padre y una madre heterosexuales.

“Un homosexual puede ser tan buen padre como un heterosexual”

Dos hombres, por muy buenos padres que sean, estarían privando al niño del
cuidado y del cariño de una madre. Tal vez puedan ser buenos padres, pero nunca
una buena madre.

- “Si sólo estamos discutiendo sobre un nombre, ¿vale la pena realmente esta
discusión? ¿Qué más da, en el fondo, llamarlo de una forma o de otra?”.

La misma tenacidad que tienen los homosexuales por lograr que se les permita
casarse entre ellos indica que el nombre les importa o que para ellos es más que
un nombre lo que está en juego. Si el nombre es irrelevante, debería serlo también
para cambiar la ley actualmente vigente.
En cualquier caso, para el Derecho es muy importante mantener el sentido propio
de las palabras. El matrimonio es la unión comprometida entre un hombre y una
mujer. Dos homosexuales no pueden casarse porque no son hombre y mujer, sino
dos hombres o dos mujeres. La unión entre homosexuales no es matrimonio, del
mismo modo que no es una sociedad anónima. Si incluimos en el concepto de
sociedad anónima la unión comprometida de dos personas, lo único que
conseguimos es que el concepto pierda virtualidad. Si el matrimonio es todo
(también la unión entre dos varones, o dos mujeres, o tres o más personas en
combinaciones variables), pronto pasa a no ser nada. Y esto no supone un juicio
de valor respecto de las uniones homosexuales, del mismo modo que para un
contrato de permuta no supone nada malo no ser compraventa.

“La discusión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo no puede
reducirse a una mera cuestión de significado según el diccionario.

Las palabras y sus sentidos están vivos en la medida en que se relacionan con la
evolución de la sociedad misma. Las palabras nacen, “se reproducen” y
desaparecen, y su sentido se amplía o se reduce, pasa a ser peyorativo o positivo,
se especializa o se generaliza, etc. Reducir la discusión sobre esta materia a la
discusión sobre el significado de una palabra es quedarse en un marco muy
superficial y puntual que podría arreglarse si, simplemente, la RAE cambiara su
definición en su próxima edición. Más bien, parece que encubre una negativa a
reconocer la evolución de la vida y la sociedad mismas”.

La discusión sobre esta materia no se centra sólo en una palabra. Pero sí en el


concepto y la institución a las que la palabra se refiere. No se trata de negar el
matrimonio homosexual porque lo dice la Real Academia de la Lengua, sino
porque la realidad a la que se refiere esa palabra (una realidad antropológica,
social y jurídica; es decir, no meramente lingüística) tiene un fundamento en las
cosas que se entiende que no debe ser cambiada así como así. Lo que se quiere
proteger es la institución, no la palabra. La palabra es más bien la cáscara del
concepto, es decir, parte de lo que lo protege. No queremos que cambie la palabra
porque no queremos que cambie el concepto; y no queremos que cambie el
concepto porque pensamos que eso afectará a la concepción de qué es un
matrimonio en la sociedad, y en último término a lo que piensan que es un
matrimonio las personas que se plantean casarse y las personas que se casan. Y
todo ello supera el ámbito de lo lingüístico.

“Admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo no afecta en nada a los
matrimonios heterosexuales.

El Proyecto de ley del Gobierno permite que se acojan a esta institución otras
personas, pero no cambia en lo más mínimo la regulación del matrimonio
heterosexual. Y nadie ha demostrado que este cambio pueda afectar a ningún
matrimonio concreto que ya se haya celebrado o se vaya a celebrar en el futuro”.

¿Cómo puede pensarse que un cambio que suprime un elemento estructural


identificativo de una institución desde que ésta existe no va a afectar en absoluto a
la institución? De hecho, lo que se pretende con este cambio es una modificación
del concepto mismo de matrimonio. Y sobre si eso afectará o no a los matrimonios
concretos, no hay más que pensar si la emisión de moneda falsificada afecta o no
a los que tienen en su poder moneda verdadera, o si la puesta en circulación de
vino de una denominación de origen que no lo es realmente afecta o no a los
verdaderos productores, o si el ejercicio de una profesión que exige unos
conocimientos determinados (medicina, ingeniería, arquitectura, abogacía) por
parte de una persona que carece del título oficial afecta o no a los que sí la tienen.
Llama la atención que en una sociedad como la nuestra, que tanto se preocupa
por los controles y certificados de calidad, la etiquetación correcta y la exigencia
de información completa al usuario se descuide el “certificado de calidad” de una
institución tan central para la sociedad como el matrimonio.

“Si estamos discutiendo sobre la esencia del matrimonio, hay que profundizar en
cuál es ésta dejando al margen el requisito de heterosexualidad. Si <> (Pedro
Zerolo, El Mundo digital, 25-6-2001) o <> (Gavidia Sánchez, La Ley, 3-12-2001),
no hay motivo para que no se deba admitir el matrimonio entre personas del
mismo sexo”.

Estas definiciones de matrimonio tienen el problema de que han sido elaboradas


precisamente para excluir la heterosexualidad del concepto. Por tanto, más que
hablarnos del concepto de matrimonio vigente en nuestra sociedad, indican el
concepto que a los autores de esas frases les gustaría que estuviera vigente.
Es verdad que el matrimonio es un “negocio jurídico con una forma especial”, pero
es algo más que eso, entre otras cosas porque también hay otros “negocios
jurídicos con una forma especial” que no son matrimonio (p. e., el testamento o la
donación de bienes inmuebles). Tampoco son matrimonio todas las uniones “para
la ayuda y socorro mutuo”, como las que pueden resultar de los contratos de
sociedad civil, del vitalicio, de aprendizaje. Parece que el concepto de matrimonio
no se reduce a eso, sino que indica mucho más –incluida la heterosexualidad.

“En nuestra sociedad pluralista y democrática no se debe imponer una


determinada concepción cultural o antropológica concreta del matrimonio”

Esto no es correcto. Que nuestra sociedad sea democrática y pluralista no


significa que no tenga una determinada concepción de las instituciones que regula
y protege. Antes al contrario: las regula y las protege precisamente porque tiene
una determinada concepción “fuerte” de ellas. ¡Claro que nuestra sociedad impone
una determinada concepción del matrimonio! Por eso no se admite la bigamia (que
no sólo no está permitida, sino que es delito), ni la inscripción del matrimonio
polígamo, ni el repudio unilateral. Nuestro concepto de matrimonio tiene unas
raíces muy variadas que incluyen lo antropológico y lo religioso, pero han
cristalizado en algo distinto que nos es común a todos.

“Impedir el matrimonio homosexual es imponer una concepción cristiana del


matrimonio (respetable, pero minoritaria en la sociedad española actual) al resto
de la sociedad”

Ciertamente, en algunos aspectos importantes de la regulación del matrimonio


existen discrepancias de fondo entre creyentes y no creyentes (p. e., respecto al
divorcio). Pero el concepto de matrimonio que tenemos unos y otros es el mismo y
se ha forjado en la misma tradición jurídico-cultural, y ese concepto incluye la
heterosexualidad como rasgo determinante.
En este punto, no es una minoría con fuerte presencia en la sociedad (la cristiana)
la que pretende imponer su concepción del matrimonio a una mayoría no cristiana
(o que no se considera tal) de la sociedad. Más bien, lo que ocurre es que una
minoría mucho menor (la gay) pretende imponer su propia concepción de
matrimonio a la abrumadora mayoría de la sociedad (tanto creyente como no
creyente). Dicho de otro modo: también los heterosexuales que apoyan el
matrimonio homosexual tienen una concepción heterosexual del matrimonio.
Ellos sabrán por qué están dispuestos a ceder en esto. Probablemente se piense
que es lo que parece más moderno, mayoritario, tolerante y progresista, pero no
es descartable que haya algo de falta de reflexión. El análisis de las respuestas de
la gran mayoría de los que apoyan el matrimonio homosexual apuntan en ese
sentido.
Diez razones a favor del matrimonio homosexual

PUBLICADO EL 8 FEBRERO 2013 POR MROSSELLO


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Bastante en desacuerdo con el spot de Hazte Oír que he visto en el blog de Elentir. Creo
que el matrimonio entre personas del mismo sexo es beneficioso por las siguientes
razones:
1.- Ofrece una opción legal y virtuosa para los homosexuales. En lugar de vivir en los
márgenes de la sociedad a merced de encuentros furtivos e inestables pueden
enmarcarse en un modelo de estabilidad (afectiva, social, emocional, sexual, etc.) con
todo lo que ello implica.
2.- Sin duda lo mejor para un niño es tener un padre y una madre. De hecho todos los
niños tienen un padre y una madre, aunque algunos niños tienen la desgracia de
quedarse sin uno de ellos o de ambos. Es aquí donde la adopción, aunque sea por parte
de una persona soltera o de una pareja (heterosexual u homosexual) puede ser
beneficiosa aunque no sean, biológicamente, su padre y su madre.

3.- El Estado define desde las herencias hasta los permisos laborales de las parejas
según su estado civil. Sin el Estado sería algo que podrían definir libremente las
empresas con sus trabajadores pero al estar todo hiperlegislado es necesario que se
reconozca este tipo de uniones para cosas tan sencillas como poder a ver a tu cónyuge
en su trabajo o cuidarle en el hospital en calidad de “familiar”.

4.- El Estado no debe tener la iniciativa creando situaciones artificiales sino positivar
realidades que se dan en la sociedad, recoger y reconocer la costumbre. Y la realidad es
que en sociedades más libres como la americana, ya hay muchas iglesias que no solo
reconocen el matrimonio homosexual sino que lo santifican.

5.- Todos estos beneficios no solo favorecen a los homosexuales sino a la sociedad en su
conjunto pues suponen ofrecer un acomodo a los homosexuales sin excluirlos. De una
situación de marginación y exclusión se les ofrece sentarse en la misma mesa sin
condenarlos al gueto social. Siguiendo la terminología del spot, los civiliza.
6.- El matrimonio homosexual no causa divorcios entre los heterosexuales, tampoco
provoca infertilidad ni menos nacimientos. Al contrario, refuerza una institución natural que
los heterosexuales han debilitado. La gente ya no se casa, se “junta”; y no tienen hijos,
entre otras razones, por una irresponsabilidad y un cortoplacismo que les ha llevado al
onanismo vital. La culpa no es de los homosexuales, si acaso habría que buscar
responsables entre la Izquierda y  las personas que abrazan esos estilos de vida.

7.- No es una cuestión de “promover la homosexualidad” sino de evitar que la


discriminación real haga que los homosexuales se encuentren a sí mismos exiliados en su
propia tierra.
8.- Las subvenciones públicas y el adoctrinamiento estatal debería eliminarse, en todos
los sentidos. Quienes critican el secuestro de sus hijos para que no se les inculquen
valores ideológicos en la escuela deberían promover la libertad de los padres para educar
a sus hijos en lugar de exigir el derecho a inculcar sus valores a los hijos de los demás.

9.- El mérito de la tolerancia no es respetar a los iguales sino a los diferentes. Una
sociedad abierta es aquella en la que lo excepcional tiene cabida junto a lo mayoritario.
Usar expresiones como “natural” puede inducir al equívoco pues la homosexualidad
aunque minoritaria no deja de ser algo natural. Que una sociedad cien por cien
homosexual no tiene futuro es algo tan obvio como que tampoco lo tendría una sociedad
integrada únicamente por mujeres.

10.- Se critica el orgullo homosexual y la diferencia pero tampoco se acepta una solución
integradora aún cuando el matrimonio entre personas del mismo sexo es una victoria
conservadora.

https://rosselloarrom.wordpress.com/2013/02/08/diez-razones-a-favor-del-matrimonio-
homosexual/
Argumentos contra la oposición al
“matrimonio gay”
marzo 22, 2016
Escrito por: José Ramón López Rubí

Los enemigos mexicanos de lo que


comúnmente se llama “matrimonio gay” –que van de los arzobispados católicos al
supuestamente progresista Andrés Manuel López Obrador- viven en el desierto de los
argumentos. Argüir lógica y empíricamente no es lo suyo. Ni les interesa. Su oposición no
resiste el análisis y sus precisiones:

1. La propuesta de matrimonio gay, o entre personas del mismo sexo (con lo que se
incluye a los bisexuales), es una propuesta civilista: de matrimonio civil. No
religioso.
2. Ningún liberal/progresista está proponiendo algo como el “matrimonio gay
religioso”. Nadie. No estamos proponiendo que el Estado legisle para introducir el
matrimonio gay en las religiones.
3. La propuesta como tal no ataca ni deslegitima ni amenaza de muerte al matrimonio
“tradicional” (salvo que este tipo de matrimonio sea visto per se como lo que no es,
el monopolio absoluto y legítimo de todo matrimonio posible). Quienes de otro
modo lo atacan, lo deslegitiman constantemente y amenazan su existencia, en sus
propios términos, son quienes lo practican, por la manera como lo practican.
4. Tampoco se propone la prohibición por ley de los matrimonios religiosos. ¿Dónde
está nuestra propuesta de prohibición del matrimonio católico? No existe. No
confundimos los ámbitos. El matrimonio católico sigue y seguirá existiendo siempre
que exista el catolicismo. Pero, por supuesto, en su propio contexto religioso.
¿Seguirán confundiendo y manipulando otros la idea de la libertad religiosa?
5. Nadie del lado liberal o progresista pretende imponer ilegítimamente nada a las
religiones y los religiosos. Son ellos quienes pretenden imponer ilegítimamente sus
normas religiosas en las normas públicas no religiosas.
6. Hay que repetir e insistir: evidentemente, no intentamos que el Estado dicte las
reglas y procedimientos de la vida interna de una religión (el matrimonio civil
igualitario no es ni puede ser tal cosa). Por el contrario, la religión, y sobre todo la
jerarquía católica, sí intenta que el Estado –fuera de la religión- dicte para los
ciudadanos no heterosexuales normas de conducta de inspiración e implicación
religiosas. Nosotros no buscamos el gobierno interno de la Iglesia. Y la Iglesia
desea y busca gobernarnos a todos. Su virulenta oposición al matrimonio civil
igualitario del siglo XXI es muestra de los excesos clericales.
7. ¿Cuántos matrimonios gay se han celebrado y sancionado religiosamente como
consecuencia de la legalización civil del matrimonio entre personas del mismo
sexo? Ninguno. Ni uno solo. Porque la aprobación legal del “matrimonio gay” no se
refiere al ámbito religioso ni obliga a nadie en él. Ninguna religión queda ni quedará
obligada a casar por su rito a ninguna pareja del mismo sexo. Si a algunos católicos
homosexuales (que los hay) les gustaría casarse por su Iglesia, y lo pidieran, sería
otra cosa, una muy diferente, no nuestra propuesta –ni asunto nuestro, al no ser un
asunto público.
8. Por todo lo anterior, la resistencia católica al matrimonio civil en cuestión no es más
que victimismo tramposo, un autoritarismo simulador tan antiindividualista como
antisocial. Su homofobia no es argumento válido contra la propuesta. No es un
argumento; sólo es homofobia. Y conservadurismo social irracional.
9. Esta propuesta legalizadora es igualitaria. Es legislación civil que iguala, en la ley y
ante la ley, y frente a los ciudadanos heterosexuales, a los ciudadanos
homosexuales, eliminando un (sub)tipo de discriminación. Los que se oponen en
México suelen “ver” un derecho especial regalado anticatólicamente a la “gente
gay”. Es una fantasía, su ilusión óptica. En la realidad objetiva se ve otra cosa:
quitar lo que en los hechos es un ilegítimo derecho especial de los heterosexuales.
Si sólo éstos cuentan con la posibilidad de un matrimonio legal ante el Estado, y
esta posibilidad se sustenta sólo en la inercia de una tradición cultural prejuiciosa,
¿cómo no sería un derecho especial de la heterosexualidad? ¿Cómo no sería un
derecho especial que debemos democráticamente remover?
10. ¿Cuál es la justificación de que una pareja del mismo sexo no pueda establecer
relaciones jurídicas de herencia? ¿Por qué sus relaciones personales no deberían
crear efectos jurídicos de sucesión de bienes y transmisión de derechos? No hay
respuesta prohibicionista que sea racional. Ni verdaderamente decente.
Y ése es el punto final de mayor importancia: una sociedad verdaderamente decente no se
opone al trato decente del Estado a cualquiera de sus ciudadanos. La prohibición estatal de
todo matrimonio igualitario –entre personas del mismo sexo, de la misma raza, incluso de
la misma religión, etcétera- es públicamente indecente.

Cabe sumar, por último, dos precisiones relacionadas: defender o proponer el matrimonio
igualitario no implica ninguna indicación de obligación (individual): los hombres y mujeres
homosexuales no quedan obligados, de ninguna forma, a casarse ante el Estado. Ni se dice
que necesariamente deban hacerlo. No es que “queramos” que todos se casen sino que
legalmente puedan hacerlo si ellos quieren y, en su caso, cuando quieran. Por otro lado, el
argumento aquí presentado, con sus términos antiprohibicionistas, no supone ni necesita ni
demanda la suspensión de la crítica –racional y empírica- al matrimonio llamado
tradicional. Ni el criticar es necesariamente prohibir ni el no prohibir es necesariamente no
criticar. Nadie podría demostrar que a lo largo de su historia ese matrimonio “normal” no
ha sido también una fachada legitimadora para transacciones comerciales, transferencias de
propiedad, alianzas y jugadas políticas, “pecados” como el embarazo sin matrimonio de por
medio, y variados actos de prostitución tampoco tradicional.
José Ramón López Rubí C. Colaborador de la División de Administración Pública del
CIDE.

NOTA: Las opiniones y datos contenidos en este documento son de la exclusiva


responsabilidad de su(s) autor(es) y no representan el punto de vista del CIDE como
institución

http://derechoenaccion.cide.edu/argumentos-contra-la-oposicion-al-matrimonio-gay/

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