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TRIBUNA: SANTIAGO LAMAS

Ciencia y política: superar el desamor


La cuestión es lograr que los políticos adopten el método científico como forma
de aproximarse a los problemas
SANTIAGO LAMAS 27/09/2010

La actividad científica y la política han venido siendo objeto de recíproco desencuentro a lo largo de la
historia. Mientras la primera se nutre del análisis, la subordinación a un método y el recogimiento
intimista como necesarios pilares, la segunda se sustenta en la acción permanente, la respuesta
inmediata y la presencia mediática. Estos aspectos inherentes a su propia naturaleza promueven con
frecuencia un distanciamiento entre científicos de cualquier disciplina (con alguna menor frecuencia
los sociales) y políticos en activo. La consecuencia de ello es no sólo la indiferencia mutua sino la
pérdida de masa critica intelectual para quehaceres esenciales y el desaprovechamiento de recursos
humanos o la pérdida de perspectiva. Sin embargo hoy más que nunca es necesaria una aproximación
activa, una interacción dinámica entre ciencia y política.

En España hemos tenido y tenemos ejemplos, en general escasos, de científicos que permutan sus
laboratorios o cátedras por despachos oficiales. Sus contribuciones a la toma de decisiones habrá que
analizarlas con rigor pero estoy convencido de que en muchos casos fueron acertadas. Con todo, la
cuestión no es incorporar científicos a puestos clave de la Administración, lo que en algunos
momentos puede resultar conveniente y saludable, sino lograr que la política y sus profesionales
adopten el método científico como forma de aproximarse a los problemas. El primer eslabón del
mismo es la adquisición de información rigurosa y contrastada como elemento crítico para el análisis.
Sufrimos un déficit crónico de información tanto sobre nosotros mismos como sobre la realidad que
nos circunda y sin embargo aventuramos opiniones, actitudes y hasta decretos-ley sin un estudio
cuidadoso de lo que somos o de lo que podemos saber.

La información, el aprendizaje son la base de la educación, la formación y la investigación, sin duda


los retos más importantes que tenemos por delante como país y el único elemento capaz de sacarnos
de esta o de crisis venideras con verdadera solvencia. Me gustaría poner algunos ejemplos de
naturaleza diversa que permean nuestro ambiente en los últimos años y que son objeto de
preocupación o polémica permanente. La epidemia de sobrepeso que padecemos es consecuencia
básica de desinformación termodinámica. No es posible adelgazar si consumimos menos calorías de
las que ingerimos, las dietas milagrosas no existen. Conocer cuanto gastamos con o sin ejercicio físico,
cuanta energía aportamos cada vez que nos llevamos un alimento a la boca es factible por la
información y la observación individualizada.

Permitir el velo en los colegios públicos podrá ser un signo de tolerancia pero también de injusticia si
no informamos a sus portadoras de lo que significa este hecho y de los valores que representa.
Defender el toreo como arte puede resultar atractivo, pero profundamente sesgado si los defensores
ignoran las nociones básicas sobre fisiología del dolor en los mamíferos superiores. Denostar la
prohibición de fumar en lugares públicos puede acarrear simpatías pero no lo hagamos sin saber de
manera aproximada como se transforma una célula normal en una cancerosa por la acción del tabaco.
La concesión de hipotecas de riesgo fue un elemento determinante de esta crisis: ¿Estaban los
políticos suficientemente informados de lo que se cocía?

El método científico para llegar a conclusiones consensuadas que permitan ser predictivas y
posibiliten la mejor de las decisiones a ejecutar es probablemente la contribución más distintiva de
nuestra especie y debe formar parte de la vida pública, del debate político y de la cuestión social
porque es el único elemento válido de progreso real. Necesitamos urgentemente información y
formación. El mundo académico debe implicarse en la tarea ingente de informar al mundo político de
lo que sabe y de lo mucho que le queda por saber, romper cualquier encastillamiento que le distancie

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Ciencia/politica/superar/desamor/elpepusoc/... 27/09/2010
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de la realidad. Los políticos deben captar los mensajes, analizar sin descalificar, meditar y observar
antes de legislar o ejecutar. La vieja dicotomía sobre acción y pensamiento sólo puede resolverse con
la fusión permanente de ambas, diluyendo cualquier desamor, del mismo modo que la información
disuelve progresivamente la ignorancia.

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