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GUIA DE ESTUDIO N° 1
UNIDAD I “LA EDAD MEDIA Y EL NACIMIENTO DE LA CULTURA EM EUROPA”
¿Qué es el humanismo?
Humanismo y Renacimiento
El Renacimiento fue un periodo histórico que se extendió desde el siglo XIV hasta el siglo XVI, que
buscó dejar atrás a la Edad Media y dio paso a la Edad Moderna.
Este período se caracterizó por un gran desarrollo artístico, científico y cambios sociales, políticos y
económicos que buscaron enterrar los vestigios de la Edad Media (que la consideraban como una etapa
oscura) y dar lugar al desarrollo de la burguesía.
El humanismo fue una corriente intelectual que se desarrolló durante este período histórico e impulsó
una visión antropocéntrica del mundo, dejando de lado la tradición teocéntrica y destacando las
capacidades del hombre y de la razón humana. Además, buscó rescatar las tradiciones y obras de
la cultura greco romanas.
Desarrolló una noción antropocentrista del mundo y dejó de lado la idea teocentrista que había regido
los últimos siglos de historia. Planteó la idea de un modelo de conocimiento mucho más puro que el
existente en la Edad Media. Defendió la idea de utilizar a la razón humana como motor para la
búsqueda de respuestas dejando de lado las creencias y dogmas de fe. Reformuló el modelo
de educación existente hasta aquél entonces, dando importancia al estudio de clásicos latinos y griegos
y abriendo nuevas escuelas que promovían el estudio de otros idiomas y de las letras clásicas.
Desarrolló ciencias como la gramática, la retórica, la literatura, la filosofía moral y la historia,
estrechamente ligadas al espíritu humano. Buscó eliminar todo sistema cerrado que no permitía la
multiplicidad de perspectivas del pensamiento. Se pensaba que con este cambio se alcanzaría el
desarrollo total del hombre: físico y espiritual, estético y religioso.
La historia moderna sería inconcebible sin la invención de la imprenta ya que su uso cambió por
completo la cultura occidental y posteriormente, la historia del mundo. Hasta 1453 los conocimientos
se transmitían mediante manuscritos elaborados por monjes: con la invención de la imprenta el proceso
de copiado se aceleró y en cuestión de unos pocos años los escritos abarcaron un público enorme
gracias a la difusión de conocimientos y el abaratamiento de los costes de producción.
Los monjes eran hasta el siglo XV las únicas fuentes escritas de peso en la sociedad. El feudalismo
otorgaba el papel de reproducción y difusión de conocimientos a la iglesia católica, por lo que también
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HISTORIA, GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
CAMILO DURÁN
aceptaba que esta hiciese un papel censor y marcara la ‘agenda setting’, los temas de los que se podía
hablar y los que quedaban relegados al olvido. Con la invención de Johannes Gutenberg (Alemania,
alrededor de 1453) el trabajo de copista se amplió y entraron en juego las empresas que manejaban las
imprentas y con ellas el capital.
Mientras que los monjes tenían el poder de controlar los escritos en toda Europa los índices de
alfabetización eran ínfimos. Una vez el copiado de libros paso a ser realizado por las imprentas, estas
se regían por los temas que más se solicitaban e imprimían por encargo. Una vez superada la censura
previa, había libertad para imprimir libros de distintas temáticas y este círculo se fue abriendo con el
paso de los años. Una vez la iglesia y las monarquías absolutas perdieron el poder de controlar
absolutamente todo lo que se imprimía, la difusión de ideas contrarias al feudalismo y a la religión
establecida corrieron por toda Europa.
Básicamente la invención de la imprenta hizo posible la multiplicación de textos en la Edad Media,
cuando la edición de libros estaba muy restringida, revolucionó la cultura al ampliar el número de
lectores potenciales al multiplicar el número de libros y reducir su coste, por lo que la alfabetización
recibió un impulso enorme, nunca visto hasta la fecha.
La imprenta supuso la revolución más importante en contra de los poderes absolutos (monarquías e
iglesia) ya que extendió el conocimiento, algo que estos poderes guardaron para sí mismos durante los
diez siglos que duró la Edad Media.
El Estado Moderno surgió entre los siglos XIV y XV, cuando los reyes aprovecharon la crisis
del feudalismo para retomar su poder, y su proceso de surgimiento se aceleró en el Renacimiento, con
profundas transformaciones en los mecanismos de gobierno y en el ejercicio del poder. El nacimiento
del estado moderno es una de las características que han definido el comienzo de la Edad Moderna,
aunque muchos historiadores consideran que el nacimiento del estado fue un proceso lento, que
comenzó siglos antes del inicio de la Edad Moderna, es decir, en la Edad Media.
Como génesis medieval del Estado moderno se entiende el proceso por el cual las monarquías
occidentales pasaron, durante la Baja Edad Media, de una organización feudal de vasallaje a otra
centralizada de características estatales y absolutistas.
Durante la mayor parte de la Edad Media la monarquía feudal impedía la organización de un estado
cuyo poder lo tuviera solo el rey.
Desde el siglo XIII, y fundamentalmente en los siglos XIV y XV, los reyes fueron aumentados su
poder, pero el Estado moderno como tal comienza a implantarse en Europa desde finales del siglo XV.
Pero su implantación no sigue un ritmo uniforme pues este proceso de construcción del Estado
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moderno sólo se dio en tres países: la Francia de Luis XI, la Inglaterra de los dos primeros Tudor y la
España de los Reyes Católicos.
Pese a sus limitaciones, estas monarquías occidentales habían establecido firmemente las bases del
Estado centralizado y absolutista. En el resto de países, la monarquía autoritaria no se implantó hasta
bien entrado el siglo XVII.
La construcción del Estado Moderno supuso la afirmación territorial de la autoridad monárquica frente
a obstáculos interiores y rivales exteriores, una creciente centralización política y económica, la
extensión y ampliación de la capacidad decisoria de la administración real (burocratización) y la
consolidación de la monarquía autoritaria como eje central de un sistema político complejo. Con esto,
el rey consiguió la resignación de la sociedad, a cambio de un cierto orden y progreso.
Los reyes fueron quienes iniciaron este proceso en el transcurso de los siglos XIV y XV. Interesados
en concentrar el poder en su persona, debieron negociar con los señores feudales, quienes cedieron sus
derechos individuales sobre sus feudos, a cambio de una serie de privilegios. Los que no estuvieron
dispuestos a transar, fueron sometidos a través de violentas guerras. Para éstas, los reyes contaron con
el apoyo de los burgueses, a quienes les interesaba dejar de depender del señor feudal. De este modo,
el concepto feudal de lealtad fue reemplazado por los de autoridad y obediencia, propios de un Estado
con poder centralizado.
En el siglo XVII, el poder político de los monarcas se fortaleció hasta eliminar cualquier
representatividad, dando lugar a las monarquías absolutas.
Uno de los más claros ejemplos del absolutismo fue Francia. Durante el siglo XVII, este país se
convirtió en la mayor potencia europea, después de consolidar sus fronteras, gracias a innumerables
guerras con los países vecinos. El rey Luis XIV (1643-1715) fue la mejor personificación de la imagen
del monarca absoluto. A él se atribuye la frase: "El Estado soy yo".
La Reforma protestante
El movimiento de la Reforma fue iniciado en 1517, cuando Martín Lutero hizo públicas, en la ciudad
alemana de Wittenberg, sus “95 tesis”. En ellas criticaba ciertas prácticas y aspectos de la doctrina de
la Iglesia católica, específicamente, el que tenía que ver con las ventas de las indulgencias para librar a
las almas de sus familiares del purgatorio.
La contrarreforma
La contrarreforma fue una reforma interna de la Iglesia católica desarrollada a partir del Concilio de
Trento (1545-1563). En este se establecieron una serie de medidas orientadas reafirmar los
fundamentos de la fe católica y frenar el avance de las ideas reformistas. A partir de la Reforma, la
Iglesia católica profundizó un proceso de transformaciones internas que había impulsado desde fines
de la Edad Media. Esto se llevó a cabo a través de un concilio (reunión de obispos) convocado por el
papa Paulo III, el que tuvo lugar en la ciudad de Trento en 1545, y se extendió, con interrupciones,
hasta 1563. Las reformas internas de la Iglesia establecidas durante este periodo se conocen como
Contrarreforma católica.