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Galeria de Arte Flix de Aza
Galeria de Arte Flix de Aza
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dond s pr I br
r du en» obras de arte en las galeríasn
-""''~o• Ciertamente, se produire,
. en francés,, t?Jene
,~_,._i l significado de presentarse, por ejempl , en
ú lio , y es muy exacto que las obras de ane sepro-
en las galerías de arte; pero cuando decimos que
lJl,ffl,..,.,.mt
<se producen» estamos diciendo que allí es en donde se
crean, allí es en donde aparecen,como cuando decimos
ue el _sueñode la razón· produce monstruos.
Durante muchísimos años, las obras de ane se pro-
ducían en los talleres y en los •e~tudios, pero en la era
moderna y debido a la penos~~-tarea de esclarecimien
a que se ha entregado la artisticidad, sólo podemos afu-
mar que una obra de arte es una obra de arte si apan
en una galería. Incluso, en ocas~ones, podemos s , ~
Wla confusión y tomar, por ejemplo, los útiles de lim-
. . de la galería por una bra d art . No
P- ,eia ra vez qu tal cosa su d .
·p1c • .
rfa la
pr•LJ e inás o menos tr 1nta afio lo al . .
r,.ac d B l ' urnnos d I
. rsidad e ar ona organ iz ron un . .
Vn•:~¡daridad on los pr o d I indi . to (~po ,•)iódn
de s U .. t d . ga
e5n1diantes, naltepu ª. º, artista ata1án pr t6 un d
. 1•ezas la u ons1st a n utt mohtóh d 1
5 us P b .
blanca so re un asr n to d pa1•a. ,1 n .
Pa o d
Joia . ¡· . 1 u1po no _
turnO d H1np1 za, . a que . nadie había advertid o, JJev6
Jos platos a la - o~tna y ttró. 1a paja. A Ja mafiana i-
gui nre,_J~s repres:ntantes (ilegales). del sindicato re-
c0mpusieron aproxt_madamente la pteza, no sin ante
onsultar con el arttsta: .
-Don XZ, ¿podemos poner otros platos? Es que se
nos han roto unos cuantos. .
-Bueno, sí -respondió el artista-. Pero que sean
blancos y, a poder ser, usados.
Como el desastre se producía todos los días, las pre-
gunras se fueron haciendo cada vez más insidiosas.
-Don XZ, perdone que le molestemos, pero el
viento se ha llevado parte de la paja y no sabemos
cuánta hay que poner.
-Pues un pufiadito, poned un puñadito -contes-
taba el artista con admirable paciencia.
-¿Y la puede poner cualquiera, o ha de ponerla us-
ted en persona?
-Hombre, debería ponerla yo mismo, pero como
me es imposible acercarme, pues ponedla vosotros.
-¿Le parece que la ponga Jordi Sobrequés, que
áene inquietudes?
-Pues sí, me parece muy bien. Que la ponga So-
brequés.
Y así cada día.
-Mire, don xz, que uno de los platos se ha d s
co_nchado , ~.hay que a1nbiarlo, o no afecta a la obra d~
arre?
-Vaya depcnd ¿s ha d s onchado mucho?
-Yo dida qu bastant ,
-Buen , da lo 1nistno dejadlo así.
_p · ro nton es, Jsigue
~
siendo la misma obra el art ?
-Si sí la 111isn1a,la 1nis1na.
-¿No habría que ca1nbiarle el título y en lugar d
Eleva i6n-Estruccura>> ponerle «Elevación-Estructura
Dos,>?
-:-Claro, es una posibilidad, pero no, no Jo creo ne-
cesano.
Desesperado por las continuas llamadas, el reputado
artista acabó por personarse en la universidad. Contem-
pló largo rato su obra de arte con gesto adusto. Luego
se puso a trabajar. Cambió de lugar todos y cada uno
de los platos moviéndolos .a veces sólo unos milímetros.
Esponjó la paja y esparció· unas briznas alrededor. Mo-
dificó la luz de los focos. Ensució el plato superior con
un poco de ceniza de cigarro.
-Ya está -dijo con satisfacción.
Los representantes {ilegales) del sindicato que se ha-
bían ido congregando para· asistir al espectáculo estaban
estupefactos. La pieza (de-la que no quedaba ni un solo
elemento original) era idéntica a la que había inaugu-
rado la exposición. Se había· p~oducido un milagro de
transustanciación. El artista miraba con arrobo su crea-
ción y alguno de los representantes (ilegales) del sin-
dicato comenzaba a hacerse preguntas acerca de la na..
turaleza del arte y de la aparición de las obras de arce
cuando la luz, el tiempo y el espacio se ponen de
acuerdo y se aclaran.
L 111ism I Id, ·ir. d · n, 11 ·h
John l 1 unl •s I0 1 d rn0 •nt,.. i ·a, orno f
~ ¡ s d. 11 1 s, 1 d -011 ,¡ c~r~.1 1 r:11In "lllú-
1e • 1• t ro_.. 1·unl .
• rr d In J' r t 1t tOtllA su id nti<la1 r n l ti nn
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dor de bacalao. Sin ojos labriego s qu 0
ta. da del dios que llegó a Siheria d -d .stengan la
f!l1radios que valga. e B12an io, no
haY •
pero s1en1pre cabela pos1'b'l'd
1 1 ad d qu
1 .11
bacalao tenga un sir.vient almu . np rtador
de 6 1
·gen humi'Ide que • l icono
mire . on o . t d'orru. o -d
or1 • • 1· l JO i tinto
de su an'lo, e 111c111 a abez.a al p d a
1os l asar 1an e del
. no con un p umero en la mano. En e .
,co l d' uyo caso; y sin
e el amo o sepa, un 10s ha venido a h b'
qU d d b al . a ttar 1a casa
del importa or e ac a~, gracias a su sirviente.
El caso más extraordinario
. . .
es el del lla d
ma o «arte
salvaje» o «artedpnn_1it1:o», puesto en circulación por
algunosestetas e principio de siglo, entre ellos Picasso.
Desde entonces, raro. es el . salón
. de diplomático , d e po-
tentado o de fiinanciero cnsuano (en España es casi ine-
xiste?te) que no exhiba un í.dolo Dogon, un tótem po-
linesio ? ~na másc~a esquim~, mucho más chic que
un cruc1fiJo o una Vugen del Pilar. Recuerdo muy bien
una reunión literaria en la que un invitado, originario
de Guinea, no se movió de su sillón, atornillado a un
whisky y a la mirada demoníaca de un muñeco sucio
y recosido que ~eposaba en una urna a la que nadie,
excepto él, prestaba la menor atención. No abrió la
boca y se retiró muy tempran~. Es la única vez que he
visto palidecer a un "negro. Nadie volvió a saber nada
más de él.
A veces, visitando alguna galería de arte, se llega a
sospechar que pueda estar teniendo lugar un suceso si-
milar. En un rincón penden del techo unos cables de
aspecto vagamente eléctrico; en el centro yacen distri-
buidas al azar dos docenas de ventanas rotas, y cerca
de la puerta, iluminado por la luz de un potente foco,
resplandece un extintor abollado. ¿Es el resultado de la
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