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Carrera: Tecnicatura Superior en Psicopedagogía

Espacio Curricular: Psicología Psicoanalitica

Profesora: Lic. Marianela Lamonega

Eje Temático II: APARATO PSIQUICO Y PULSION

Año: 2019

APARATO PSÍQUICO

En el Diccionario de psicoanálisis (J. Laplanche - J. B. Pontalis) se lo define como:

“Término que subraya ciertos caracteres que la teoría freudiana


atribuye al psiquismo: Su capacidad de transmitir y transformar una
energía determinada y su diferenciación en sistemas o instancias”.

Modelo para representar el funcionamiento psíquico.


Si bien el modelo es mecanicista predomina en la explicación de su
funcionamiento la dinámica psíquica, su funcionalidad y su sistematización.
Está constituido por un intrincado mecanismo con distintos elementos que se
acoplan u oponen entre sí.
Este aparato psíquico se «construye» paulatinamente y se hace más complejo a
medida que se van teniendo nuevas experiencias.
Su descripción corresponde a la metapsicología freudiana; por lo tanto tiene un
sentido tópico, uno dinámico y uno económico. El aparato psíquico se constituye en
íntima relación con el vínculo objetal, pues se pone en movimiento después de las vi-
vencias de satisfacción y dolor vividas con el objeto.
Estas vivencias dejan huellas mnémicas en él, principalmente del objeto, que al
unirse con las cantidades de excitación que provienen de las vías de conducción
corporales configurarán los deseos objetales.
Al nacer el deseo queda inaugurado el principio de placer.
Se explica también en el «Proyecto» la actividad de pensamiento, la defensa
primaria, la defensa normal y patológica, y todo su esquema se hace más complejo
paulatinamente. También Freud habla aquí de un yo, sede del proceso secundario, forma
de inhibición de la alucinación (esta última propia del proceso primario), para lo que se
necesita instaurar el principio de realidad, que de esta forma se genera.
Cinco años después, en La interpretación de los sueños (1900), se separa
definitivamente del modelo anatómico pasando a hablar de tópica y lugares psíquicos
virtuales (imaginarios).
El aparato psíquico que describe en el capítulo VII de esta obra es completado en
1915 en su célebre «Metapsicología».
Tiene el arco reflejo como base dinámica del esquema, el que posee a su vez una
puerta de entrada y una de salida de la cantidad de excitación.
La cantidad de excitación penetra por el polo perceptual, deviene por un lado en
quantum de afecto y es percibida como displacer en aquel, genera además una
tendencia, que al irse ligando a representaciones, toma el nombre de deseo.
Tales representaciones son de dos tipos: representación-cosa primero y
representación-palabra después, cuando el sujeto aprende el lenguaje. Gracias a las
representaciones-palabra la conciencia conocerá a las representaciones-cosa y por lo
tanto podrá pensarlas y eventualmente conducir la libido al polo motor, donde debe
terminar el circuito con una acción específica que descargue la pulsión en la fuente.
Descarga que será, entonces, sentida por el polo perceptual como placer.
Todo esto ocurre en el caso de ser la pulsión aceptada por el preconsciente, o sea
una vez superadas las censuras. En cuanto a las censuras existen tópicamente dos: la de
represión, situada en el límite entre el Inc. y el Prec., es la que va formando el Inc.
reprimido con las pulsiones de la sexualidad infantil que culminó en el complejo de
Edipo y cuyos retoños (o sea deseos análogos o contiguos a los reprimidos e
identificados por eso con ellos) son a su vez reprimidos, lo que genera los síntomas
neuróticos, la angustia, los sueños, los actos fallidos en general, etcétera.
La segunda censura es consciente y refuerza a la primera.
Está basada en la sustracción de la investidura de atención Cc., y es la que el analista le
pide al paciente que suprima para cumplir con la «regla fundamental» de la técnica
psicoanalítica.
Resumiendo: este nuevo esquema está compuesto por inconsciente,
preconsciente y consciencia. Al lnc., sede de los deseos infantiles reprimidos por la
represión primaria (originalmente, en la infancia), posteriormente se le van agregando
los retoños análogos o contiguos, incluso opuestos y por eso identificados con aquellos,
por lo que pasan a ser reprimidos por la represión secundaria o represión propiamente
dicha.
Ambas características (primaria y secundaria) corresponden a la represión, primera
forma lnc de censura que escinde al aparato psíquico en un lnc y un Prec. A ella se
agrega como refuerzo, la segunda censura, consciente.
En el inconsciente (lnc.) hay representaciones-cosa. Entre ellas la energía fluye
libremente (proceso primario) siguiendo las leyes de la asociación, buscando
identidades de percepción y utilizando condensaciones y desplazamientos, para ello. Es
el tipo de funcionamiento mental propio, pero no exclusivo, de los sueños.
Escindido del inconsciente merced a la represión está el preconsciente (Prec.),
compuesto principalmente de representaciones-palabra, las que entre otras funciones
representan a las representaciones-cosa ante la consciencia, lo que les da el nivel más
alto de ligadura, con fuerte investidura y débil desplazamiento, característica del
proceso secundario, de la actividad de pensamiento, gracias a la cual también busca la
identidad con lo deseado, pero ahora la identidad de pensamiento.
Las representaciones-palabra pertenecen al lenguaje, forma creada por el género
humano para que lleguen los deseos a la consciencia (circunscribiendo ésta, como hace
Freud, a un mero aparato perceptual), para lo que ésta lo único que debe agregarle a
ellas es una investidura de atención.
Por lo tanto si la palabra es el medio más idóneo para conocer los deseos,
también será el medio elegido por la represión para su propio objetivo, que es el de
desconocer. Utilizará las leyes de la asociación para reemplazar las representaciones-
palabra originales por otras contiguas o análogas y así conseguir sustraer la investidura
Prec a las representaciones que ahora pasarán al Inc. reprimido, o «al estado de
represión».
Esta sustracción de investidura Prec será uno de los mecanismos de la represión
secundaria o propiamente dicha, que junto a la atracción de la compulsión de repetición
del Inc. y a la contrainvestidura (éste a su vez único mecanismo de la represión
primaria), son los otros mecanismos que forman parte de aquella, también traducida
como «a posteriori de la represión».
La representación Prec. debe a su vez también vencer una censura consciente
para poder ser hablada, expresada y regida más firmemente todavía por el proceso
secundario, al tener la palabra emitida, incluso escrita, un efecto real, social, de comu-
nicación.
Si no vence esta censura consciente, puede permanecer más en el terreno de la
fantasía y acercarse a las representaciones mestizas entre Prec e Inc regidas por el
principio de placer, pero con palabras y con cierta lógica del proceso secundario. Estas
fantasías o sueños diurnos se pueden convertir rápidamente en retoños del Inc. y generar
síntomas neuróticos, sueños, etcétera.
En el último artículo correspondiente a la metapsicología de 1915 al hablar del
duelo y la melancolía aparece el tema de la identificación, que reaparece poco después
como uno de los mecanismos generadores de la masa en Psicología de las masas y
análisis del yo (1921).
En estas dos obras (Duelo y melancolía y Psicología de las masas y análisis del
yo) reaparece, desplegándose más, el tema de la identificación y también el del yo, el
que es constituido básicamente por aquella. En la segunda obra lo hace a través de la
conceptualización del líder de la masa, así como del ideal del yo como una parte del yo
diferenciada de él.
En 1920 expuso su segunda teoría pulsional, tratando de explicar fenómenos
repetitivos en la conducta de los pacientes, que pareciera funcionan no regidos por el
principio del placer, sino más allá de él.
Todos estos factores, más la observación clínica de la resistencia inconsciente a
la curación, van haciendo que el objetivo terapéutico se amplíe en adelante y sea
importante no sólo hacer consciente lo reprimido, sino también lo represor.
Esto último, a pesar de ser desconocido por el paciente, no puede pertenecer sino
al yo. Lo que lleva a replantearse o a complejizar el aparato psíquico, que ya no alcanza
para explicar todos estos fenómenos.
Por lo pronto se hace imprescindible la descripción del yo como estructura y el
hecho de que una parte importante de él sea inconsciente; por lo demás hay que dar
cuenta del ideal del yo y de la consciencia moral, tan sobresaliente en algunos cuadros
clínicos como la neurosis obsesiva y la melancolía.
En El yo y el ello (1923) se expone entonces la segunda tópica o teoría estructural.
Ahora el aparato psíquico posee un ello inconsciente, con la salvedad de que no todo lo
inconsciente está en el ello. En el ello están todas las pulsiones provenientes del cuerpo
con sus representaciones-cosa, además de las tendencias heredadas filogenéticamente.
Las representaciones-cosa reprimidas son solamente una parte del ello.
El yo surge en la periferia del ello, en el contacto de éste con la realidad. Se
forma esencialmente de identificaciones con atributos de los objetos (primarias,
esencialmente). El yo es la sede principal de las representaciones-palabra y del proceso
secundario. Se rige, en su parte Prec., por el principio de realidad, realiza entonces el
examen de la realidad, es también la sede del pensamiento el que posee, entre otras más,
una función sintética, ésta debe hallar una síntesis entre amos opuestos a los que sirve
permanentemente: las pulsiones, el superyó y la realidad. En esta difícil tarea se puede
resquebrajar y producir las escisiones del yo. Tiene, hasta cierto punto, el control de la
acción.
Hemos anticipado que una parte del yo es Inc. Dicha parte lo provee, merced a la
ayuda del principio de placer por el que pasa a regirse (reprime o se defiende de las
pulsiones, pues el poder sentir a éstas como propias lo angustia), de recursos defensivos
ante la angustia señal que él mismo cultiva en su «almácigo» y emite como aviso del
peligro que podría acarrear la satisfacción de las pulsiones provenientes del ello.
Otra parte del yo se escinde de él, lo observa, se le enfrenta, lo critica, vigila y
castiga al yo, si éste no es como lo quiere el ideal. Esta parte, esta tercera instancia
(superyó-ideal del yo) tiene un triple origen. Es la experiencia heredada de la especie
que se repite de alguna manera (simbólicamente) en la experiencia individual. En esta
hipótesis filogenética Freud incorpora muchos de sus pensamientos acerca del origen de
la comunidad humana (parricidio, prohibición del incesto, alianza fraterna, totemismo,
etcétera).
Además de heredado, el superyó-ideal del yo resulta de la transformación, en el
adulto, del narcisismo infantil, para el cual era yo todo lo placentero(básicamente, esta
transformación corresponde al ideal del yo, la segunda parte de la expresión compuesta,
«superyó-ideal del yo»).
Por último, el superyó es de nuevo heredero, esta vez no de la especie, sino de la
propia prehistoria del individuo, de su complejo de Edipo.
En él quedarán como precipitado las identificaciones secundarias con los
progenitores, ocupando el puesto principal el padre omnipotente de la infancia y sus
sustitutos posteriores (maestros, guías espirituales, líderes de todo tipo).
Se constituye así la consciencia moral. Podríamos decir que el superyó está
hecho de aspiraciones y prohibiciones. La consciencia moral prohíbe, básicamente, el
incesto y el parricidio y sus derivados. El ideal del yo exige perfección, la perfección de
la que gozaba el yo omnipotente de la infancia.
Tanto en forma filogenética como tópica el superyó enraíza en el ello. Se genera así el
«sentimiento inconsciente de culpa», también llamado por Freud «necesidad de
castigo», producto de la desmezcla pulsional generada por la desexualización de la
pulsión sexual exigida por el ideal a través de la sublimación. En aquella «resistencia
del superyó» (Inhibición, síntoma y angustia, 1925), el Destino con mayúscula pone a
prueba todos los recursos terapéuticos del psicoanálisis.

El concepto de historia incluye de por sí la noción de tiempo, pero no se trata de


una temporalidad lineal donde lo ya ocurrido caduca, sino, por el contrario, un
acontecer en el cual las vivencias del pasado, registradas bajo la forma de huellas
mnémicas, tienen efectos sobre el presente.
Desde el comienzo Freud intenta establecer una sucesión de épocas en la
infancia y en la pubertad y relaciona la elección de la neurosis con esta sucesión; se
trata de una secuencia de acontecimientos que no guardan una correlación estricta con la
cronología, sino que suponen distintos momentos en la estructuración del aparato
psíquico.
Son momentos lógicos, no cronológicos y el pasaje de uno a otro de estos
momentos, de un sistema a otro, se compara con una traducción.
La sucesión de acontecimientos eficaces en la historia determina una trama, guiada por
dos vectores: el libidinal y el del yo, de cuyo entrecruzamiento derivan ciertos modos de
estructuración del aparato psíquico.
 Delimitación del concepto de pulsión

Debemos definir en primer término el concepto de libido y diferenciarlo del de


pulsión. La libido no abarca todo el campo de las pulsiones ni tampoco es sinónimo
de pulsión.
Si la pulsión se define como un concepto límite entre lo somático y lo
psíquico, la libido pertenece exclusivamente al terreno psíquico.
En 1905 "Tres ensayos de teoría sexual", aparece el término libido
describiendo un concepto cuantitativo variable que permite medir los procesos y
las transformaciones de la excitación sexual.
Años más tarde define el concepto de la siguiente manera:
"En el psicoanálisis, libido significa en primer término la fuerza
(concebida como cuantitativamente variable y mensurable) de las
pulsiones sexuales... ". (Freud, 1924)

Ubicándonos dentro del campo más amplio de las pulsiones debemos establecer
otras diferencias.
En "Pulsiones y destinos de pulsión" distingue entre pulsión y proceso
somático. La pulsión incluye un proceso somático, pero no todo proceso somático
es pulsional.
Son pulsionales aquellos procesos somáticos que requieren para la
resolución del estímulo de una acción de descarga motriz específica, es decir,
aquellos casos en que no son suficientes los procesos de alteración interna.
En cuanto al planteo que hace Freud acerca de si la pulsión es un estímulo,
responde que sí lo es pero no de cualquier tipo.
Hay estímulos exteriores y otros que provienen del interior del propio organismo.

* Los primeros operan como fuerza de choque momentánea, "de un solo golpe", y
se resuelven mediante una única acción adecuada, que sigue el modelo del arco
reflejo y que actúa según el mecanismo de la fuga.

* Los segundos provienen del interior del organismo; por lo tanto, no es posible el
recurso de la huida; exigen para su supresión conductas más complejas.

 La diferencia conceptual entre pulsión e instinto

El instinto remite a automatismos heredados, a nociones preformadas en el


sistema nervioso central. Es algo que está inscripto, grabado, incorporado en la
materia viva como tal, y es desencadenado por una situación específica. Es
también independiente de toda experiencia previa. A medida que avanza en la
escala zoológica, el individuo está menos regido por lo instintivo y más a merced
de la experiencia que pueda ir acumulando a través del aparato psíquico, al cual
debemos entender como una estructura altamente diferenciada que actúa como
mediador entre la excitación y la respuesta ante esa excitación.
El concepto de instinto referido a los seres humanos tiene en la obra de
Freud múltiples referencias, que pueden aparecer contenidas en términos
diferentes: herencia arcaica, esquema congénito, vivencia de la especie. En todos
estos casos alude a un factor que hace a la filogenia, que pone en cada individuo
un sello igualador, una marca que lo determina como perteneciente a una especie.
Se trata de un saber, de una preparación para entender, para ubicar la vivencia
dentro de ciertos esquemas que son universales para el ser humano.
El término herencia arcaica si bien aparece como equivalente al de instinto
en algunos textos de la obra freudiana, al profundizar en su categorización vemos
que tiene un carácter más abarcativo. Por herencia surgen tanto el instinto como
la pulsión; éste es el origen común a ambos; el instinto pone en cada individuo de
la especie un sello igualador y genera desenlaces, resulta estructurante. La
pulsión implica diferencias y constituye una exigencia de trabajo para el aparato
psíquico.
El instinto constituye por un lado un conjunto de esquemas formales
universales que ordenan la especificidad de las vivencias individuales y por otro
lado los contenidos que hacen al núcleo del inconsciente. Como conjunto de
esquemas funciona como matriz, como molde a ser llenado por el vivenciar de la
historia infantil. Un esquema instintivo como es cualquiera de las fantasías
primordiales -escena primaria, seducción, castración- reordena formalmente la
diversidad de las vivencias infantiles.
Por otro lado, las consideraciones freudianas acerca de lo instintivo como
núcleo de lo inconsciente lo ubican como un conjunto de contenidos sobre los
cuales recae la investidura pulsional proveniente de las fijaciones derivadas de la
historia libidinal de cada sujeto. Por lo tanto, cada una de las escenas que
constituyen las fantasías primordiales puede aparecer expresada en el lenguaje del
erotismo oral, anal o fálico según su predominancia.

Pulsión:

Proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética,


factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un
fin. Según Freud una pulsión tiene su fuente en una
excitación corporal (estado de tensión): su fin es suprimir el
estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al
objeto, la pulsión puede alcanzar su fin. (Dic. Laplanche)

Es introducido en 1905 en relación con la sexualidad humana. En su estudio


de las perversiones y de la sexualidad infantil, Freud se opone a la concepción de la
época que atribuía a la pulsión sexual un fin y un objeto determinado; por el
contrario su planteo enfatiza la variabilidad y contingencia del objeto a lo largo de
la historia del individuo.
Describe en ese momento los tres elementos asociados a la pulsión: fuente,
objeto y fin. En 1915 introduce un cuarto elemento, la perentoriedad o esfuerzo al
que considera la esencia de la pulsión.
 Por esfuerzo de una pulsión se entiende su factor motor, la suma de fuerza o
la medida de la exigencia de trabajo que ella representa. Ese carácter
esforzante es una propiedad universal de las pulsiones y aun su esencia
misma. (Freud, 1915)

Los otros tres elementos quedan definidos en el mismo texto en los siguientes
términos:

 La meta (fin) de una pulsión es en todos los casos la satisfacción que sólo
puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la fuente de la
pulsión.
 El objeto de la pulsión es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es
lo más variable en la pulsión; no está enlazado originariamente con ella, sino
que se le coordina sólo a consecuencia de su aptitud para posibilitar la
satisfacción. No necesariamente es un objeto ajeno; también puede ser una
parte del cuerpo propio.
 Por fuente de la pulsión se entiende aquel proceso somático, interior a un
órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida
anímica por la pulsión.

En 1920 define de esta manera la segunda teoría de las pulsiones:


PULSIONES DE AUTOCONSERVACION

• EL HAMBRE
• LA RESPIRACIÓN
• LA MICCIÓN
• LA DEFECACIÓN
• LA SED

– NECESITAN UNA ACCION ESPECÍFICA para su satisfacción


– DE FORMA IMPERIOSA
– Su FIN es invariable.

PULSIÓN SEXUAL

(Se apoya en las experiencias de la pulsión de autoconservación)

LOS REPRESENTANTES DE LA PULSION

Anteriormente hemos designado a la pulsión como concepto límite entre lo


somático y lo psíquico. Desde lo somático se vincula con los fenómenos
orgánicos que generan magnitudes endógenas tensionantes de las que no es
posible escapar y que deben hallar expresión en el psiquismo a través de ciertos
delegados. Los mismos reciben el nombre de representantes de la pulsión; ellos
son: el representante representativo o representación y el quantum de afecto. La
representación corresponde al elemento ideativo y el afecto al cuantitativo o
energético.

Representación
Freud en diversos trabajos postula la existencia de diferentes tipos de
inscripción en el aparato psíquico, partiendo de las primeras huellas mnémicas
hasta llegar a la constitución de la representación cosa, propia del sistema
inconsciente, y finalmente la representación palabra constitutiva del
preconsciente. Los diferentes tipos de inscripciones se organizan como estratos
de huellas mnémicas. Estos estratos surgen en períodos sucesivos y se diferencian
por su contenido y también por su organización formal, por el tipo de enlace que
rige en cada momento.
Estas retranscripciones son descriptas jerarquizando en ellas los diferentes tipos de
relación entre sus términos; de este modo es posible distinguir entre los diversos
estratos por el criterio de reordenamiento, por la lógica imperante.
Cuanto más refinado el criterio de enlace entre las representaciones, mejor
dominará el aparato psíquico la energía proveniente de las pulsiones.
Veremos cómo se va dando esa complejización en tiempos sucesivos a través de la
inscripción de huellas mnémicas que corresponden en cada momento a un tipo de
pulsión predominante, cuya fuente se encuentre en una determinada zona erógena.
Existen ciertas estructuras que se darán en tiempos lógicos sucesivos; este modo de
complejización está dado por la especie, por lo filogenéticamente adquirido. Todo
niño nace con la posibilidad de generar procesos mentales semejantes. Este modo
de funcionar del aparato psíquico de acuerdo con determinadas leyes se da sobre la
base de lo que Freud llama actos puramente psíquicos, procesos de pensamiento que
no dependen de las vivencias.
Las diversas lógicas, es decir los tipos de enlace predominantes en cada momento
de estructuración del aparato psíquico, son procesos de pensamiento,
desplazamientos de libido que unen huellas mnémicas, de acuerdo con ciertas
leyes como son la simultaneidad, la causalidad, la analogía. Estas leyes son las
mismas para cualquier aparato psíquico; la organización de las vivencias sobre la
base de esos esquemas desemboca en las llamadas fantasías primordiales.

El afecto

El otro delegado pulsional ante el psiquismo (junto con la representación) es el


afecto. Con anterioridad al surgimiento de las primeras huellas mnémicas provenientes
de los registros preceptúales, el afecto aparece como primitiva forma de conciencia,
cuyo despertar está ligado a los procesos más íntimamente conectados a Eros; se trata de
un tempranísimo registro de la propia vitalidad de los procesos pulsionales. El afecto
constituye entonces la primera trasmudación anímica de la pulsión como contenido
primordial de la propia conciencia y de los intercambios con el mundo exterior.
El surgimiento de este primer componente psíquico es denominado por Freud
neoformación e indica la salida de la predominancia del principio de inercia y de una
mayor complejización en el terreno de Eros.
Afecto y pulsión tienen en común un aspecto cuantitativo derivado de una alteración
orgánica. En el caso de la pulsión, la modificación orgánica está en relación con la
fuente pulsional; en el caso del afecto, la alteración somática es producida por la
descarga afectiva a través de la acción de cierto tipo de neuronas encargadas de
inducir procesos vasomotores y secretores. Por otra parte, la diferencia
fundamental entre ambos es que el afecto deriva de la pulsión y es susceptible de
conciencia, por lo cual se transforma en representante de la pulsión misma.
En forma descriptiva podemos definir tres componentes del afecto: descarga,
percepción de la descarga y matiz afectivo. De los tres, este último, el matiz, es el
único puramente psíquico y, como hemos visto, de su registro en la conciencia
depende que la misma no resulte inundada por factores cuantitativos. La
conciencia sólo capta diferencias, cualidades, y cuando es desbordada por un
afecto hiperintenso no es posible el registro del tono predominante.
Desde el punto de vista meta psicológico, Freud relaciona el concepto de afecto
con el de instinto, como herencia filogenética.
Un afecto incluye, en primer lugar, determinadas inervaciones matrices o descargas;
en segundo lugar, ciertas sensaciones, que son además de dos clases: las
percepciones de las acciones matrices ocurridas, y las sensaciones directas de placer
y displacer que prestan al afecto, como se dice, su tono dominante. Pero no creo que
con esta enumeración hallamos alcanzado la esencia del afecto. En el caso de
algunos afectos creemos ver más hondo y advertir que el núcleo que mantiene unido
a este ensamble es la repetición de una determinada vivencia significativa. Esta sólo
podría ser una impresión muy temprana de naturaleza muy general, que ha de
situarse en la prehistoria, no del individuo, sino de la especie. Para que se me
comprenda mejor: el estado afectivo tendría la misma construcción que un ataque
histérico y sería, como éste, la decantación de una reminiscencia. (Freud, 1916-17)

Debemos resaltar que Freud enfatiza el carácter hereditario de la capacidad


psíquica para la reproducción de los afectos como símbolo mnémico. La primera
forma en que la pulsión se conquista una cualidad es a través del afecto, que
surge como transformación de la misma siguiendo determinadas matrices que son
propias de la especie humana y que se trasmiten de generación en generación a
través de la memoria genética.

DESTINOS DE PULSION

Freud se centra los destinos:

 "Transformación en lo contrario"
- lo refiere a Meta: activa o pasiva. (Sadismo – Masoquismo;
Exhibicionismo - Vouyerismo)

- lo refiere al Contenido: mudanza del amor en odio

 "Vuelta hacia la propia persona " (cambio de vía del objeto, no cambia la
meta)

 “Sublimación”

 “Represión”

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