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EL REGISTRO

 
‘El arte de la memoria es el arte de la atención’, afirmó Samuel Johnson. Si no
somos capaces de recordar algo, probablemente sea porque no hemos
prestado atención a ello. Si no lo registramos en la memoria, no lo
encontraremos allí cuando lo necesitemos.

Como el registro muchas veces descansa en el poder observación, el primer


paso consistirá en practicar el arte de la observación.
A fin de hacer más viva nuestra observación, practicaremos cada
día elaborando una imagen mental de algo que es una parte corriente de
nuestra experiencia, por ejemplo, un edificio que vemos cada día al ir al trabajo,
una persona que trabaja en nuestra oficina, un jardín de nuestra calle.
Intentaremos imaginar con todo detalle. Nos formularemos unas cuantas
preguntas: ‘¿Qué flores hay en ese jardín?’ ‘¿Cuántos pisos tiene aquel edificio
de oficinas de la esquina?’ No nos limitemos a los detalles visuales, es bueno
recordar sonidos, olores, etc. Si normalmente nos planteamos el reto de
responder a preguntas de este tipo, al poco tiempo notaremos que nuestra
observación es más profunda y somos capaces de recordar con más
claridad.
Al aprender a observar incluso los detalles más insignificantes de la vida,
descubriremos que vamos aguzando la atención cuando se nos presenta
información nueva, ya sea al leer o al escuchar a alguien que nos habla.
Cuanto más despiertos y atentos estemos en cada momento, mayor será el
premio que se nos dará a cambio: unas impresiones claras y fáciles que nos
llegarán a la mente.
Consideremos que nuestra mente es una cámara. Cuando no estamos atentos
al entorno, las lentes están desenfocadas, y por consiguiente, al ‘revelar’ más
tarde la foto, la veremos borrosa. En cambio, si desarrollamos el hábito de
estar alerta y pendientes, nuestros recuerdos serán cada vez más intensos.
La importancia de la comprensión
Recordar maquinalmente -leyendo o repitiendo algo una y otra vez- es el
sistema más corriente que se utiliza para intentar memorizar. Sin embargo es el
menos útil. El material que se repite sin compromiso ni motivación simplemente
entra por una oreja (u ojo) y sale por la otra. Rara vez traslada algo de la
memoria a corto plazo a la memoria de largo plazo.
El factor más importante de la memoria es la comprensión. Aunque se puede
memorizar una lista de sílabas sin sentido o números desordenados,
fundamentalmente debemos comprender la información si vamos a
recordarla durante un tiempo significativo y si queremos que nos sea de
utilidad. Los datos en bruto no son información de verdad; se hacen útiles
cuando son procesados por una mente humana y se convierten en conceptos
comprensivos.
La doctrina hoy imperante de la memoria sostiene que la información queda
grabada en el cerebro en amplias redes neuronales interconectadas. Cada
idea, imagen o elemento de información tiene cientos o miles de asociaciones
con otras ideas o imágenes y así están conectados con muchos otros puntos
del ‘circuito’ cerebral.
Ahora ampliaremos estas ideas. Los científicos creen que lo que se graba en el
cerebro no son letras, sílabas o palabras aisladas, sino ideas y
conceptos. Estas ideas están conectadas con otras que lo que podríamos
llamar ‘redes semánticas’, redes de ideas. Al introducir algo en la memoria,
podemos decir que creamos nuevos vínculos en las redes para
crear asociaciones significativas.
Por ello es tan importante comprender lo que hemos leído u oído. Cuando
nosotros comprendemos algo, nuestro cerebro sabe cómo ligarlo con otros
hechos, ideas, recuerdos o imágenes relacionados con ello. Cuando no lo
comprendemos, nuestro cerebro no sabe qué hacer con ello o cómo
almacenarlo. Podemos archivarlo en alguna parte, pero ¿cómo accederemos al
archivo? Por otro lado, podemos tener cientos de asociaciones parecidas al
elemento de información que comprendemos.

Hay estudios que han probado repetidas veces que recordamos mejor lo que
comprendemos. Michael Epstein, del Rider College, descubrió que individuos
que han sido entrenados para encontrar relaciones significativas entre parejas
de palabras, recuerdan más del doble de palabras que los demás, a los cuales
se les ha dicho que memorizaran las palabras. Epstein cree que cuando se
activa más la ‘profundización de procesamiento’ de las palabras al abordar
algo de manera comprensiva, se activa más el cerebro que con la
memorización maquinal.
En otro estudio, se ha separado a los individuos en grupos para aprender
nuevas palabras. El primer grupo simplemente lee las palabras en voz alta; se
ha instado al segundo grupo a clasificar las palabras por categorías; al tercer
grupo se le dijo que formara una frase utilizando todas las palabras. El segundo
grupo aprendió más que el primero, ¡y el tercero recordó un 250% más que el
segundo!

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