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Las causas que llevaron a Bogotá a la emergencia

por contaminación
Expertos consultados por EL TIEMPO piden medidas drásticas de fondo.

Primeras medidas para enfrentar contaminación en alerta amarilla que vive la capital
colombiana. Se están entregando tapabocas en las casas y sectores públicos a la
población más vulnerable.

Foto: 
Carlos Ortega. EL TIEMPO

Por: Hugo Parra - EL TIEMPO


 
17 de febrero 2019 , 01:05 a.m.
Con la declaración de la alerta naranja en cinco localidades y amarilla para el resto de la
ciudad, revive el debate sobre la mala calidad del aire que se respira en Bogotá.

EL TIEMPO consultó la opinión de expertos en el tema para analizar qué fue lo que
pasó, por qué se llegó al punto de tener que entregar tapabocas puerta a puerta a
pacientes de alto riesgo respiratorio y cardiovascular, aumentar la restricción de la
circulación de vehículos y hasta limitar el deporte al aire libre en las zonas más afectadas,
como la ciclovía dominical, que tuvo que ser recortada en algo más de 30 kilómetros.
Aunque se trata de una medida temporal –que en todo caso puede subir a roja, si no
mejoran las condiciones atmosféricas, o levantarse en caso de volver a la normalidad–,
también es cierto que desde hace varias semanas docentes e investigadores de diferentes
universidades prendieron las alarmas. También ambientalistas y ciudadanos del común
se manifestaron por redes sociales y reclamaron las medidas de prevención.
Fue así como en la mañana del jueves pasado –ocho días después de celebrarse el día sin
carro en Bogotá–, la Administración distrital anunció la alerta amarilla en tres localidades:
Bosa, Tunjuelito y Kennedy. Pero lo que nadie se esperaba era que 24 horas después, el
indicador de contaminación por material particulado (PM) 2,5 se iba a disparar y
pasara de 55 microgramos por metro cúbico (límite máximo de la alerta amarilla) a 60 y
luego siguiera creciendo hasta llegar a 75, lo que obligó a la alerta naranja en la zona
suroccidental de Bogotá.
Néstor Rojas, profesor asociado de la Universidad Nacional, advierte de entrada que la
ciudad llega a esta situación por un problema histórico en la falta de controles eficientes en
las fuentes de contaminación. También dice que si bien la decisión de las alertas está
bien sustentada, en el Distrito se demoraron en tomar las medias.
“Se nota que el control a los buses viejos y a los camiones es completamente ineficaz
porque esas tecnologías siguen rodando durante muchos años, especialmente los camiones
y las volquetas. Hasta con más de 50 años de trabajo se les ve rodando por avenidas y
carreteras emitiendo gran contaminación. Esto es histórico”, advierte el docente.
Otro eslabón roto en esta larga cadena es la que tiene que ver con los Centros de
Diagnóstico Automotriz (CDA) que operan en Bogotá. “Se sabe que tienen fallas, que hay
corrupción, que hay evasión a la revisión técnico-mecánica, que no hay sanciones o son
débiles. Y cuando se hacen los operativos en la vías como herramienta de control, se
generan comparendos y hasta, de pronto, hay una inmovilización, pero se saca a los pocos
días y así no hay reducción de emisiones”, explica el experto.

A esto se unieron la llegada del fenómeno del Niño con una fuerte ola de verano, los
incendios forestales provocados por manos criminales en los municipios de Fómeque,
Quetame y en los cerros de Bogotá, la quema de campos de cultivo en los llanos
colombovenezolanos, el poco viento que llega del oriente más vientos inesperados del
occidente. Y esto sumado provocó que una capa gris se posara sobre la franja occidental.
Se nota que el control a buses viejos y a los camiones es completamente ineficaz porque
esas tecnologías siguen rodando durante muchos años, especialmente los camiones y las
volquetas

La resolución 2254 de 2017, que es norma nacional que regula la calidad del aire, establece
que si luego de 24 horas seguidas en dos puntos diferentes los niveles de PM 2,5 están entre
38 y 55, se debe declarar el nivel de prevención. Cuando pasa de 56 a 150 se debe
decretar la alerta dependiendo del color que señale el índice de contaminación.

Y fueron estos indicadores los que a mediados de enero comenzó a detectar el profesor de
los Andes y experto en salud pública Luis Jorge Hernández. Además, encontró que los días
pasaban y los indicadores se mantenían. Fue entonces cuando comenzó a pedir la
declaratoria de emergencia.

En realidad, no se trata de la primera vez que este investigador les sale adelante a las
alertas. En oportunidades anteriores, después de analizar el monitoreo del aire en
Bogotá, a través de los datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados
Unidos (EPA), ha logrado detectar los altos niveles de polución.

Al consultarle sobre la situación que vive hoy la ciudad, el experto sostiene que puede
empeorar. 

“Estamos en nivel amarillo, podemos pasar a naranja en toda la ciudad, depende de si


llueve y hay vientos. Esto es un llamado para acelerar el plan de descontaminación del aire
de Bogotá, que está rezagado como unos 20 años. Hay que meterle toda porque esto puede
volverse un problema grave de salud pública”, advierte el profesor Hernández.

Hace ya cerca de año y medio, el columnista de EL TIEMPO y vicerrector de Desarrollo y


Egresados de la Universidad de los Andes, Eduardo Behrentz, escribió, primero en agosto y
luego en septiembre de 2017, que no existe alternativa costo-efectiva al uso de
tecnologías de control en la fuente (‘Malos aires para Bogotá’) y que no hay excusa
política, técnica o financiera para no considerar la calidad del aire una
prioridad (‘Aire que mata’).
El Distrito calcula la calidad del aire a través del Índice Bogotano de Calidad del Aire
(Iboca). Sin embargo, los expertos piden revaluar y rediseñar este sistema. Además, como
lo advierte el profesor Rojas de la Nacional, se debe mejorar la comunicación con la
ciudad, tener una aplicación para que los ciudadanos se enteren de qué pasa con el aire
que respiran. 
“Debería ser como el anuncio del estado del clima en los medios de comunicación”,
señala Rojas. 
Para Mauricio Ángel, experto en calidad del aire y salud pública, advierte que hace 100
años eran los malos olores y ahora la contaminación del aire. En este sentido, sostiene
que en este caso el problema no son tanto los particulares, sino la falta de medidas más
drásticas para los contaminadores y los vehículos movidos por diésel, que por su
combustión incompleta, dice, causan más contaminación por material particulado.
Sobre la calidad de los combustibles, la empresa Ecopetrol afirmó que se ha venido
desarrollando el mejoramiento permanente del diésel. “De niveles superiores a 4.000 partes
por millón (ppm) de azufre en los años 90 se ha llegado a valores inferiores a 30 ppm
durante los últimos años. En 2017, el promedio de calidad del diésel en Bogotá fue de 27
ppm; en 2018, de 23 ppm y en enero de 2019 el promedio fue de 21 ppm”.

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