Las mujeres históricamente desempeñamos un papel fundamental en el avance de la especie
humana, pues somos las contenedoras de la vida que los hombres depositan en el vientre. Encarnamos la mágica unión de dos células con información genética y emocional acumulada desde el inicio de la humanidad. Nuestro servicio a la vida es y continuara siendo inconmensurable, además de ser un honor no existe una sensación más profunda y plena que poder sentir en el vientre moverse la vida, aunque también es incómodo para muchas todo el proceso del embarazo, la conexión de corazón y sangre con esa nueva vida se convierte en magia a través de los años. Los hijos son nuestro amor más puro, algo que no se puede equiparar con ningún otro amor. También a lo largo de la historia hemos desempeñado roles asociados a nuestra naturaleza que por muchos siglos ha sido menospreciado en teoría por los hombres, pero esto no es así, las que asumimos el rol de criar los nuevos seres somos nosotras, por lo tanto, hemos impuesto nosotras mismas los patrones con los cuales se ha manejado la humanidad. Las mujeres nos hemos vendido cómodamente la idea de lo que nos enseñaron las féminas mayores, es decir las que vinieron antes que nosotras a cerca de lo que nos corresponde hacer, creer y sentir. Se nos impuso con creencias que en muchos casos son perversas. Y lo hicimos las mismas mujeres, por miedo sin duda ya que las que ancestralmente rompieron el molde fueron excluidas de sus familias, encerradas en conventos, censuradas, vilipendiadas y muertas. Todos estos actos desmedidos generan en el sistema mundial femenino un trauma tan profundo que hemos sido pocas las arriesgadas y pagando el precio por ello. La ventaja es que a muchas conmigo incluida nos dejó de importar el escarnio porque hallamos paz en eso que antes nos fue negado y prohibido. Cuantas niñas desde su primera infancia se sienten frustradas por no parecerse a la bonita del jardín o ser la reina del concurso del barrio, al parecer las que no logran protagonismo con su apariencia tienen menos oportunidades, esto en el medio evo sin duda fue así, la belleza era apreciada y se hallaban maridos con la capacidad económica de proveerles una vida cómoda, el amor una sexualidad deliciosa y sus preferencias pasaron a segundo plano, la supervivencia era fundamental, debido a que la mujer que obtenía sus propios recursos generalmente era tratada de prostituta o cortesana en el mejor de los casos, la otra posibilidad era ser criada en alguna casa de familia prestante, la mayoría de mujeres aprendieron a buscar su bienestar y desconectar el corazón. Hoy cuando los movimientos feministas extremos atacan a los hombres, es inevitable preguntarme si estas mujeres tan viscerales no son conscientes que en su ADN llevan la información de hombres también y esta no se la pueden arrancar. Y más allá de esto como no podemos reconocer que las que hemos impuesto los hábitos de comportamiento por eones somos nosotras mismas. Aún hoy eso funciona igual desde que nace un nuevo ser humano se le impone como actuar a riesgo de ser lastimado por la persona que en teoría más le ama o sea su mamá. Hoy en las compras del día fui a un almacén donde un niño de aproximadamente 6 años lloraba pidiéndole a la mama algo de beber, estaba en la modalidad de escuela virtual; la mayor preocupación de a madre era atenderme a pesar que le dije que no tenía problema en esperar a que le diera algo a su hijo, ella solo lo amenazaba con castigo. Fue inevitable preguntarme que sentimiento está guardando este pequeño si algo tan simple como un vaso de agua se le niega, los hombres en sus necesidades básicas no pueden esperar, sin duda será un hombre desconectado de sí mismo y quizá en el futuro de aquellos que sienten rabia a las mujeres cuando no son atendidas sus demandas. Así se forma un patrón en un ser humano. Las mujeres pretendemos mostrar una falsa perfección o santidad de acciones frente al mundo sin ser consecuentes con lo que hacemos y entregamos efectivamente, además de ser desgastante tratar de ser algo que no se logra, la perfección es una idea que jamás alcanzaremos como humanos, con los años esta búsqueda nos convierte en seres amargados y sombríos. Peor aun cuando venimos de dos humanos perfectamente imperfectos; no lo hacemos por maldad para mi es claro, la imposición ancestral de cómo debemos ser juega en contra en nuestra información el patrón esta instaurado, las que lo vamos logrando ignorar requerimos sostener y comunicar a otras que se puede ser libre, plena y feliz sin ser ni prefecta, buena o santa tan solo mágica y perfectamente humanas. Hoy invito a todos a conectar con la raza humana real, esa que se equivoca, no encaja en el molde y tampoco le interesa, ese humano que es compasivo con el quien falla porque aprendió que de los errores viene el mayor aprendizaje, ese humano que no impone lo aprendido y deja SER, se hace cargo de si mismo y no culpa al entorno de lo que vive o siente. Ese humano es quien cambiará patrones y no impondrá a fuerza maneras de vivir respetando al otro desde la niñez porque entiende que en la diferencia radica la plenitud. Luz Nelly Suárez Bonilla.