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El águila y el milano

Adaptación de la fábula de Esopo


 
En la rama de un viejo árbol descansaba un águila de mirada triste y corazón roto. Su pena era
tan grande y profunda que no quería ni volar. Varios días llevaba ahí la pobre infeliz, sin comer
y sin hablar con nadie.
Un milano que la vio, se posó junto a ella y quiso saber qué le sucedía.
 ¿Qué te pasa, águila guapa, que no quieres saber nada del mundo?
 
El águila miró al milano zalamero de reojo.
– Me siento muy mal… Quiero formar una familia y no encuentro una pareja que me quiera de
verdad.
– ¿Por qué no me aceptas a mí? – preguntó de pronto el milano – Yo estaría encantado de ser tu
fiel compañero.
– ¿Tú?… ¿Y cómo me cuidarás?
– Bueno… ¡Mira qué alas tan hermosas tengo! Por no hablar de mis patas, fuertes como ganchos
de hierro. Con ellas puedo cazar todo lo que quiera. Si me aceptas como pareja, nunca te faltará
de nada. Mi última hazaña ha sido cazar un avestruz.
– ¿Un avestruz?… ¡Pero si es un animal enorme! – dijo asombrada el águila.
– Sí, lo sé – asintió el milano con el pecho inflado – Es grande y pesa mucho, pero yo puedo con
eso y más. Si te casas conmigo, cazaré una para ti.
El águila estaba fascinada y se convenció de que ese valiente y forzudo milano era sin duda la
pareja ideal. Se casaron y esa misma noche, el águila le pidió que cumpliera su promesa.
– Te recuerdo que prometiste traerme un avestruz ¡Anda, ve a por ella!
El milano alzó el vuelo y se ausentó durante unas horas. A su regreso, traía entre sus patas un
ratón pequeño y apestoso. El águila dio un paso atrás horrorizada.
– ¿Es esto lo que has conseguido para mí? ¡Dijiste que me regalarías un avestruz y apareces con
un inmundo ratón de campo!
El milano, con toda su desfachatez, contestó:
– De todas las aves del cielo, tú eres la reina. Para conseguir que te casaras conmigo he tenido
que mentir. No es cierto, no soy capaz de atrapar avestruces, pero si no te hubiera contado esa
historia, jamás habría conseguido tu confianza ni te habrías fijado en mí.
El águila se quedó desconsolada. Comprendió que muchos están dispuestos a lo que sea con tal
de conseguir sus objetivos y, esta vez, la engañada había sido ella.
Moraleja: ten cuidado con quienes te ofrecen cosas increíbles porque pueden ser falsas
promesas. Hay quien utiliza el engaño para impresionar a los demás. Debemos tener los pies en
la tierra y aprender a distinguir a la gente sincera, que es la que realmente merece la pena.

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