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Por qué nos llaman tanto la atención películas como 

La
habitación (Lenny Abrahamson, 2015) puede tener su respuesta
en una pregunta: ¿Qué pasa por la mente de una persona que
secuestra, maltrata y abusa de una niña durante años? ¿Qué
piensa y siente esa niña encerrada durante meses y meses en una
habitación?

Durante 7 años, Joy Newsome o Ma (Brie Larson) es retenida en


una minúscula habitación en la que una claraboya en el techo es el
único contacto con el exterior. En este tiempo nace su hijo, Jack
(Jacob Tremblay), para el que la habitación es todo su mundo.

Esta es una película en la que la realidad supera ampliamente a la


ficción, ya que numerosos son los casos de secuestro en los que se
priva de la libertad a una persona durante meses o años. En estos
casos, no es una compensación económica la que mueve a estos
secuestradores, ni un motivo político, ni siquiera una reivindicación
social. Entonces, ¿por qué lo hacen?

Los rasgos psicológicos que caracterizan a estos secuestradores


suelen ser:

 Ausencia de empatía: no son capaces de sentir como siente la


otra persona.
 Rasgos sociopáticos: son manipuladores, disfrutan con el
sometimiento psicológico y físico de su víctima.
 Impulsividad.
 Agresividad.
 Frialdad e insensibilidad hacia la víctima.
 Búsqueda continua de su propio beneficio.
 Necesidad de control o dominio sobre otras personas.
 Rasgos narcisistas: egocentrismo, ideación de superioridad,
necesidad de ser admirado y adulado…
 Posibles abusos en la infancia.
 Doble vida: en su vida cotidiana puede que sean torpes y
orientados al fracaso, pero también pueden llevar una vida
completamente normal.

Con todo esto, el secuestrador quiere tener a la víctima como una


parte oculta de su vida en la que él tiene el control total y absoluto,
tanto a nivel psicológico como físico. Suele llevarse a niñas o
jóvenes a las que poder “educar” y se hace imprescindible para
ellas. Es él el que alimenta, da cobijo y protege a la víctima, que, a
su vez, debe estar agradecida. Les suele decir que sus familias no
las quieren, que han abandonado la búsqueda, que dependen de él.

¿Y qué pasa por la mente de las víctimas mientras están


secuestradas? ¿Qué ocurre con esas niñas o jóvenes que no saben
dónde están ni por qué las han separado de sus familias? Su
mundo queda reducido a un pequeño espacio, y dependen de que
un extraño atienda todas sus necesidades básicas. Poco a poco
ese extraño se convierte en el centro de todo, en su único referente.
Primero aparecen temores, ansiedad e incapacidad para
comprender lo que ha sucedido; posteriormente aparecen
estrategias para enfrentar la situación y mantener el control sobre
sus vidas, como recuerdos y planes, pero estas se ven afectadas
por el comportamiento del secuestrador: mentiras, silencios,
castigos arbitrarios, agresiones, abusos sexuales…

En el caso de LA HABITACIÓN, la figura del secuestrador no tiene


un papel protagonista directo. No sabemos ni quién es ni qué tipo
de vida lleva. No conocemos las motivaciones que tiene. Es el Viejo
Nick (Sean Bridgers), esa persona que les alimenta y les visita y al
que el niño no debe ver.

La primera parte de la cinta se centra en la curiosidad de un niño


que solo ha visto el mundo exterior a través de la televisión y la
obstinación de la madre por darle una vida “normal”. La ternura de
la relación entre madre e hijo es el alma de la película, con unas
magníficas interpretaciones por parte de ambos, mientras que la
segunda se centra en la vuelta a casa y la adaptación a un mundo 7
años después para la madre y completamente nuevo para el niño.

Es en esta segunda parte donde se ponen de manifiesto las


consecuencias del confinamiento: alteraciones emocionales,
cognitivas, conductuales y de relaciones interpersonales. Esas
alteraciones emocionales se manifiestan primero en euforia por la
liberación para posteriormente dar lugar al síndrome del
superviviente, que se manifiesta con llanto, tristeza, dolores de
cabeza y pesadillas recurrentes. Puede aparecer, además,
ansiedad, irritabilidad, sentimientos de culpa, de impotencia y
miedo. A esto se suma que la familia ha cambiado durante el
cautiverio, así como todo su entorno social, por lo cual tiene que
haber una readaptación a esta nueva situación.
La película está basada en la novela homónima de la irlandesa
Emma Donoghue. basada, a su vez, en conocidos casos reales:

– NATASCHA KAMPUSCH: una joven austriaca que fue


secuestrada en 1998 por Wolfgang Priklopil cuando iba a colegio.
Tenía solo 9 años y pasó 8 años encerrada en un sótano. Fue
maltratada y violada por su secuestrador hasta que en 2006, con 18
años, consiguió huir durante un descuido de Priklopil. Este se
suicidó lanzándose a la vía del tren.

Natascha escribió un libro en el que relata su cautiverio y que fue


llevado al cine: 3096 DÍAS (SHERRY HORMANN, 2013)

– ELISABETH FRITZL: fue retenida por su propio padre, JOSEF


FRITZL, conocido como el monstruo de Amstetten, durante 24
años, desde 1984 hasta 2008. Elisabeth vivió encerrada en el
sótano de la vivienda que su padre compartía con su esposa, y
durante el periodo de cautiverio tuvo siete hijos con él.

– JAYCEE LEE DUGARD: desapareció el 10 de junio de 1991 en


California, cuando tenía 11 años, de camino al colegio. Durante los
18 años que duró su secuestro tuvo dos hijas con su captor,
PHILLIP GARRIDO, que abusó de ella durante todos esos años.
Las niñas compartieron el cautiverio de su madre, viviendo en
tiendas de campaña y cobertizos escondidos en el fondo del jardín.
Jaycee relata su pesadilla en el libro UNA VIDA ROBADA.

– ELIZABETH SMART: fue secuestrada en su propia casa en junio


de 2002 por BRIAN DAVID MITCHELL, un expredicador que
secuestró, violó y mantuvo secuestrada a Smart durante nueve
meses. Un telefilme cuenta su terrible experiencia: EL
SECUESTRO DE ELISABETH (BOBBY ROTH, 2003)

– GEORGINA “GINA” DEJESUS, AMANDA BERRY Y MICHELLE


KNIGHT: permanecieron entre 9 y 11 años secuestradas, y las
liberaron en mayo de 2013. ARIEL CASTRO, el monstruo de
Cleveland, las retuvo como esclavas sexuales. Tuvieron varios
abortos y Berry dio a luz a una niña. Ariel Castro se suicidó mientras
estaba en prisión.

Hablamos de personas a las que se les ha robado parte de sus


vidas, que han padecido sufrimientos inimaginables; hablamos de
bebés nacidos en cautiverio cuyos mundos eran habitaciones y
familias rotas por la ausencia. LA HABITACIÓN, así como tantas
historias reales, nos encierra en el cuarto oscuro de la mente de un
monstruo, y nos enseña que el auténtico terror puede estar más
cerca de lo que nos podamos imaginar.

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