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Factores de la formación de la identidad profesional

En la época actual, en función de los vertiginosos cambios que suceden en el ámbito


socioeconómico, político y cultural, la identidad ha pasado a ser preocupación de primera magnitud
para todos sin excepción. Cada individuo necesita replantearse quién es realmente. Ese mismo
cuestionarse es ya una parte importante del proceso de adquisición del sentimiento de identidad.
Se observa con frecuencia que el psicólogo se olvida que él mismo puede ser sujeto de
investigación. La semejanza básica entre el psicólogo y su cliente radica en que las condiciones y
factores que influyen en el cliente pueden también influir en él.
El psicólogo nunca debe olvidar que él mismo no está extenso de escrutinio psicológico, aún en sus
mejores momentos científicos y profesionales. La psicología no es una plataforma elevada desde
donde se puede mirar serenamente lo que el hombre hace y experimenta. Por el contrario, los
psicólogos participan en las escenas que observan y su actividad científica y profesional está
íntimamente ligada al contexto sociocultural. Como señala Smedslund (1972), se puede, deliberada
y temporalmente, romper esta liga pero no se puede pretender ignorarla.
Dado que el psicólogo es una persona antes que un profesional, resulta de primordial interés
conocer el proceso de desarrollo encaminado a la adquisición de una identidad profesional, que se
da en la persona a lo largo de su formación como psicólogo.
Ser psicólogo tiene consecuencias sociales de tal trascendencia que no se puede visualizar sólo
como un individuo que se especializa en el conocimiento de la conducta humana, sino con la plena
conciencia de que su ejercicio profesional debe ser contemplado en el contexto de la realidad social
que le circunda. Tomar conciencia significa para el psicólogo la obtención de una identidad
profesional.
Dada la naturaleza de los problemas a los que se enfrentan los psicólogos, se concibe una
realización profesional íntegra, respaldada en un alto nivel de compromiso, conciencia y
responsabilidad social. Conjugar una ciencia del hombre y preservar al mismo tiempo los valores y
las características que hacen del hombre una persona, es el reto actual.
El problema del psicólogo reside en comprender la naturaleza social de los valores y la interrelación
de la libertad del individuo con esos valores; "... el cumplimiento de nuestra responsabilidad social en
un sentido positivo dependerá de la manera en que nosotros como psicólogos resolvamos este
problema de la relación entre la libertad individual y los valores sociales" (May, 1968, p. 285).
El sentido de responsabilidad del psicológico con la sociedad se dará en la medida en que éste
crezca y se desarrolle como persona; en que se cuestione los objetivos de su quehacer científico y
que experimente un sentido de identidad dado por la integración gradual de sus conocimientos y
experiencias como persona y como profesional.
Ser psicólogo implica ser una persona en proceso de adquirir una serie de conocimientos teóricos
sobre la conducta humana y experiencias estrictamente académicas, que se integra paso a paso,
etapa por etapa, en un proceso de crecimiento, ligado con las características individuales de su
propia personalidad, con el fin trascendental de ponerlo al servicio de la comunidad en que vive.
El cuestionamiento sobre la responsabilidad social de los psicólogos esa antigua. Oppenheimer, en
1956, señala que el psicólogo casi no puede hacer nada, sin comprender que para él la adquisición
de los conocimientos abre las más aterradoras perspectivas de controlar lo que la gente hace, lo que
piensa, y lo que siente.
En la actualidad sigue preocupando el compromiso del psicólogo en con la sociedad; la imposibilidad
de ahondar en el conocimiento del ser humano a menos que se esté comprometido. La libertad
consiste en el poder de las acciones como persona, como significado para el grupo al que
pertenece.
A la vez parece existir algún factor selectivo que hace que la profesión de psicólogo tienda a atraer
al tipo de individuos que niega y reprime sus propias necesidades de poder, que luego se
manifiestan en el control del pensamiento de otros, y que puede ser más perjudicial y difícil de
contrarrestar porque ataca el centro de identidad y autoconciencia.
En la medida en que el psicólogo tome conciencia de su capacidad de destruir, podrá ayudarse más
a sí mismo y a su sociedad, cambiando la necesidad de poder hacia metas positivas.
La responsabilidad social del psicólogo no es controlar y manipular a otros; tal rol actuaría en contra
de la dignidad del ser humano. Por el contrario, requiere de una ciencia que preserve los valores y
las características distintivas que hacen del hombre una persona.
No se puede negar que algún elemento de control y de establecimiento de condiciones está
presente en toda relación humana, padre-hijo, maestro-alumno, terapeuta-paciente, jefe-empleado;
la diferencia radical reside en si en el control se conceptualista al otro como sujeto o como objeto; si
el propósito es manipular y explotar al otro, o bien a ampliar la autoconciencia y libertad del otro para
que participe de modo responsable en la vida.
De aquí la importancia de conservar y respetar el derecho y la capacidad del individuo para
cuestionar. Dicha capacidad es una de las características que distinguen al hombre como tal en la
escala evolutiva. Cuestionar es el comienzo de la propia experiencia de identidad.
A lo largo de la experiencia en el ejercicio profesional de la psicología, se ha podido observar que en
la formación profesional de esta disciplina se da un proceso de crecimiento equiparable al desarrollo
que se produce en la personalidad del ser humano. Es decir, también se observan las diversas
etapas por las que atraviesa el hombre desde que nace hasta que muere.
El experimentar en sí misma las vicisitudes por las que atraviesa una persona que hace la elección
vocacional de ser psicólogo y decide formarse en esta disciplina, así como la preocupación por la
trascendencia del rol profesional del psicólogo como agente de cambio social, que supone el logro
de una entidad profesional y, por ende, de conciencia y responsabilidad social, nos lleva a
plantearnos los siguientes cuestionamientos: ¿Qué tipo de persona es el psicólogo?; ¿Qué proceso
de crecimiento se da en él a lo largo de su formación profesional?, ¿Qué cambios ocurren en la
estructura de su personalidad como resultado de esa actividad profesional?; ¿Existe una relación
formativa o deformativa en la persona que estudia psicología? En síntesis: ¿El estudiante, en el
periodo de formación académica logra estructurar un sentimiento de identidad como profesional de
la psicología, el yo como psicólogo?
Los científicos sociales consideran el término identidad como referido al rol social, a rasgos de
personalidad o a autoimágenes conscientes. "Yo soy yo" es la expresión corrientemente utilizada
para referirse al sentimiento de identidad que traduce una experiencia de autoconocimiento. La
noción de identidad es una de las más controvertidas en el terreno de la filosofía y la psicología.
Tausk (1945) introdujo el término identidad, afirmando que el hombre, en su lucha por la
supervivencia, debe constantemente encontrarse y experimentarse a sí mismo. Freud (1926) utilizó
el término identidad solamente una vez en toda su obra, y lo hizo en forma incidental y con una
connotación psicosocial, cuando trató de explicar en un discurso su vínculo con el judaísmo y habló
de oscuras fuerzas emocionales que eran tanto más poderosas cuanto menos se las podía expresar
con palabras y una clara conciencia de una identidad interior que no está basada en la raza o la
religión, sino en una actitud común de un grupo para vivir en oposición y el estar libres de prejuicios
que coartarían el uso del intelecto. Se refiere a algo medular del interior del individuo, que tiene
relación con un aspecto esencial de la coherencia interna de un grupo.
Erikson (1977), concibe la identidad como una sensación subjetiva de mismidad y continuidad
vigorizantes. Deduce que el término identidad expresa "una relación entre un individuo y su grupo"
con la connotación de una persistente y mismidad y un persistente compartir cierto carácter esencial
con otros. La formación de la identidad depende del desarrollo del Yo; a este trabajo del Yo lo llama
"identidad del Yo".
El término identidad engloba a un proceso ubicado en el núcleo del individuo y en el núcleo de la
cultura comunal, un proceso que establece, de hecho, la identidad de esos dos núcleos.
En la formación del psicólogo, el planteamiento de la identidad profesional se visualiza como el
proceso de identidad individual del estudiante, en el núcleo del individuo, en el núcleo de la profesión
y en el núcleo cultural y social.
Erikson (1977, p. 19) señala que "la formación de la identidad emplea un proceso de reflexión y
observación simultáneas que tienen lugar en todos los niveles del funcionamiento mental. Según
este proceso, el individuo se juzga a sí mismo a la luz de lo que percibe como la manera en que los
nosotros lo juzgan a él, comparándolo con ellos y en los términos de una tipología significativa para
estos últimos; por otra parte, juzga la manera en que es juzgado, a la luz del modo en que se percibe
en comparación con otros y en relación con tipos que han llegado a ser importantes para él".
El psicólogo se promueve un proceso de identidad al entrar en contacto con los colegas, maestros y
compañeros, de quienes percibe cómo es juzgado, y se compara con los demás psicólogos, sobre
todo en relación con ellos más significativos para él.
Este proceso es, necesariamente, en su mayor parte inconsciente, excepto donde se combinan
condiciones interiores y circunstancias exteriores para formar una "conciencia de identidad" (Erikson,
1977).
Aún cuando el alumno no se de cuenta del proceso de crecimiento interno de su formación
profesional, es decir, sin que esté consciente de ello, se le puede confrontar con su propio proceso y
así crearle conciencia sobre su identidad profesional, en vez de que curse sus estudios acumulando
conocimientos teóricos disociados. El psicólogo comienza su proceso de identidad profesional en los
encuentros con los maestros. Este proceso de constante cambio y desarrollo no termina hasta que
se logra una diferenciación clara de la actividad profesional, aunada a una diferenciación como
persona en relación con otros psicólogos.
En la identidad profesional del psicólogo no se puede separar la identidad individual, como tal, del
contexto social y de la propia de la profesión, según su desarrollo histórico. Es un interjuego de lo
individual, lo social y lo profesional.
La identidad de psicólogo no corresponde sólo a la claridad del rol de su actividad. La identidad
dinámica interna sentida es un proceso constante de búsqueda de realización, en forma integrada
(persona-psicólogo) y diferenciada. Cada psicólogo tendrá su proceso de búsqueda de su propio
sentido de identidad profesional que va más allá del rol profesional.
El análisis de la identidad del psicólogo como individuo se tendrá que formular en términos de su
propia historia; en función de la historia de la profesión, destitución institución en la cual realiza su
formación y del contexto social que le rodea.
Habrá entonces que considerar tres factores en la formación de la identidad profesional:
El individuo, psicólogo, con su historia (identidad del yo como psicólogo).
La psicología con su historia como profesión dentro de un contexto institucional específico (identidad
del grupo de psicólogos).
Ambos en el contexto social actual (mundo profesional).
El Yo se entiende aquí como la suma de los sentimientos, emociones, impulsos, deseos,
capacidades, talentos y fantasías que el individuo identifica como algo propio, experimentando la
sensación: "ese soy yo".
La palabra "Yo" se emplea para denotar un conjunto de procesos psicológicos como pensar, percibir,
recordar, sentir, que tiene una función organizativa y de regulación en relación con el Self y que son
responsables del desarrollo y ejecución de un plan de acción para satisfacer, por un lado, los
impulsos internos y, por otro, las exigencias ambientales. Self indica las formas en que el individuo
reacciona, se percibe, se piensa y se valoran y cómo, a través de diversas acciones y actitudes, trata
de estimularse o detenerse.
El Self es por lo tanto un concepto intermedio entre los relacionados con los fenómenos
intrapsíquicos en los concernientes a la experiencia interpersonal. La identidad contiene dos
aspectos: uno referido al Self y otro referido al Yo y vinculado con la función sintética del mismo
(Gringberg y Gringberg, 1971).
El enfoque eriksoniano sobre el proceso del Yo postula lo siguiente:
El Yo es un principio organizativo de acuerdo con el cual el individuo se mantiene como una
personalidad coherente porque posee mismidad y continuidad, tanto en su autoexperiencia como en
su realidad para los otros.
En este marco teórico el análisis del Yo incluye la identidad del Yo de un individuo en relación con
los cambios históricos que dominaron su infancia, su crisis de la adolescencia, y su adaptación
madura, es decir, en el poder de síntesis del Yo.
El sujeto se siente libre cuando puede elegir identificarse con su propia identidad del Yo y cuando
aprende a aplicar aquello que le es dado a lo que debe ser hecho. Sólo de este modo puede derivar
fuerza del Yo (Erikson, 1977).
La identidad profesional del psicólogo no se implicaría la conciencia de que se es psicólogo en la
medida en que se tenga, y se le reconozca, una serie de conocimientos y experiencias personales
en esta profesión.
El Yo del psicólogo, la identidad del Yo como psicólogo, sería la conciencia del proceso integrativo y
sintético de los conocimientos y experiencias académicas, por un lado, con las características
propias del Yo individual-personal, por otro.
Un estilo de la propia individualidad profesional, en tanto que se cuenta con el común denominador
de conocimientos (bagaje teórico-práctico); la síntesis que se haga de ello va a depender de cada
psicólogo en forma individual, del significado que les dé en su contexto institucional y social. Si hay
congruencia de significados, el psicólogo podrá ser un agente de cambio social; si no la hay su
acción será tal vez valiosa, pero ajena a su comunidad, o sea egosintónica, sólo para satisfacer
necesidades propias y por ende no responderá a un nivel maduro de su acción profesional.
Esto sería la complementación mutua entre la identidad grupal del psicólogo y la identidad del Yo
como individuo y como profesional. La función sintetizadora del Yo como psicólogo conduciría a que
su trabajo fuera más significativo, crítico y creativo.
Al retomar el cuestionamiento se iniciales sobre si el estudiante, en el periodo de su formación
académica, logra estructurar un sentimiento de identidad como profesional -el Yo como psicólogo-,
se plantea la siguiente concepción al respecto:
En su periodo de formación académica el estudiante alcanzará a estructurar un sentimiento de
identidad como profesional -el Yo como psicólogo- siempre y cuando se dé en él un proceso
integrativo-sintético que involucra los siguientes factores:
 Formación curricular (Yo-teórico).
 Experiencia profesional (Yo-empírico)
 Desarrollo personal (Yo-individual).

Posteriormente, en el ejercicio profesional, el psicólogo podrá fungir como agente de cambio social
en la medida en que crezca como persona, tome conciencia y sentido de responsabilidad social a
través del trabajo y la reflexión constante de su experiencia en grupos de psicólogos; es decir,
cuando consolide un sentimiento de identidad como psicólogo en los niveles individual y grupal, y
por ende cuando desarrolle la personalidad social; lo que Mendel (1980) denomina el Yo de lo
político.
El modelo de desarrollo encaminado a la formación de identidad profesional del psicólogo debe
aludir a la relación del hecho social e individual con lo institucional. Como señala Mendel (1980) se
busca estudiar cómo las personas, en el marco de sus actividades cotidianas, pueden reflexionar por
sí mismas acerca de las fuerzas que actúan sobre su personalidad, ya sea que esas fuerzas
provengan de la infancia o de la sociedad. Es, esencialmente, un método de toma de conciencia de
estas fuerzas por los propios interesados. Con esta perspectiva, la institución se muestra como un
lugar privilegiado para esta toma de conciencia.
Todo acto humano es producto de poder, señala Mendel, y añade que en la medida en que, en una
institución, los productores tienen menor posibilidad de ejercer su poder sobre lo que hacen, más se
hunden en forma psicoafectivas regresivas. En el plano institucional éstas se expresarán como
conflictos interpersonales. Al contrario, un enfoque progresivo conduce hacia el desarrollo de lo que
se denomina la personalidad social o el Yo de lo político y que redunda en un mayor placer en el
trabajo que se realiza.
Así se conceptualista un modelo de desarrollo para la formación de la identidad profesional del
psicólogo, que integre el Yo político a lo teórico, lo empírico y lo individual; que unifique el hecho
social con el hecho individual, en una toma de conciencia inseparable de la realidad; y del que surge
la posibilidad, por lo menos, de promover que el psicólogo se forme efectivamente como agente de
cambio social.
Esto es, que mientras el proceso integrativo sintético del Yo como psicólogo plantea desarrollo de
los Yo teórico, empírico e individual para estructurar la identidad profesional del psicólogo, el
desarrollo del Yo político proporciona la posibilidad de integrar lo social a lo individual y por ende se
puede hablar entonces del psicólogo como agente de cambio social, en tanto que como individuo
reaccione al hecho social.
Erikson (1978) señala que la única manera en que es posible reeducar a los pueblos es
presentándoles el hecho incorruptible de una nueva identidad dentro de un marco político más
universal.
Como método y como práctica el planteamiento de Mendel (1980) respecto al sociopsicoanálisis
institucional se presenta de la siguiente manera:
Relaciona efectivamente la interacción de la personalidad individual y de la sociedad.
Utiliza en su trabajo un proceso autónomo, que bajo ciertas condiciones se desarrolla
espontáneamente.
Esta nueva forma de organización del trabajo permite el desarrollo del proceso autónomo y favorece
así una toma de conciencia, que los propios participantes realizan, de aquellos elementos inactuales
(psicofamiliares) y actuales (sociales) que, en su trabajo institucional, cotidiano, reproducen y
producen su personalidad.
Mendel (1980) señala que más que el hecho social en sí, son probablemente las contradicciones
desgarradoras de la sociedad sobre el hecho individual las que rompe parcialmente en el individuo el
molde psicofamiliar de la infancia, a través de sucesivas crisis de identidad.
Agrega el autor que sólo se logra el control del efecto social del propio acto de trabajo si este último
es consciente y deliberado. Esta actitud se adquiere a través de fenómenos de toma de conciencia
que constituyen la personalidad social en el adulto.
El grupo de trabajo en común, puesto a pensar y actuar progresivamente, como un conjunto unitario,
es la base de lo que Mendel llama personalidad social, que no se desarrolla en un grupo sino en las
relaciones de poder de un grupo con los otros grupos de la institución, y que en conjunto se integran
para producir un acto social completo.
La institución no es una gran familia, señala Mendel, ni los superiores son los padres, ni los
compañeros son niños o hermanos. Es una organización del trabajo en la que intervienen deseos de
poder y de control sobre los propios actos.
Es muy frecuente que el conjunto de problemas locales de la realidad institucional no sean
verbalizados y tratados conscientemente en un nivel adecuado por parte de los productores. Por lo
regular son vividos con una apariencia irreal, con una perspectiva que no coincide con la realidad
actual. En una palabra, con la apariencia del pasado.
Mendel llama "progresión" a todo lo que se desarrolla en el sentido de una verbalización, de una
toma de conciencia, de un intento de encontrar en el nivel de realidad adecuado soluciones
institucionales a los problemas actuales perseguidos. Llama "regresión" a la regresión de lo político a
lo psicofamiliar, un movimiento marcado por la prevalencia de sentimientos o de fantasmas
inactuales.
Avanzar o retroceder es, en lo concerniente a la personalidad social, la versión apropiada de ser o
no ser.
En cada individuo coexisten dos géneros distintos, la especie individuo y la especie equipo. Una
legitimación de la identidad de la especie individuo la aporta el hecho de que cada miembro trabaja
por su cuenta, y una legitimación de la identidad de la especie equipo se produce mediante las
manifestaciones del trabajo grupal.
Sociedad significa cooperación, coordinación y división de trabajo pero cada individuo debe aspirar a
un poder sobre su propio acto de trabajo, para que se realice la dinámica de la toma de conciencia.
El grupo institucional debe enfrentar el statu quo institucional para intentar modificarlo. Debe efectuar
actos si quiere que se despliegue ante él la lógica de lo social en sus contradicciones internas; por
ejemplo, la contradicción de querer "ejecutivos responsables" despojándolos del poder sobre su
acto, que es lo único que puede responsabilizarlos.
Por otro lado, para desarrollar su Yo como psicólogo, el individuo en busca de su identidad
profesional, en un constante esfuerzo por definirse, sobredefinirse y redefinirse a sí mismo, debe
abocarse al análisis de su personalidad como parte de su entrenamiento, para no proyectar su
propia patología en el ejercicio profesional. Por medio del análisis, de la psicoterapia, debe
desarrollar conciencia sobre las motivaciones, necesidades, actitudes y valores que rigen su vida
como persona y como profesional, con el objeto de asumir su ser responsable.
Asimismo, a través del análisis el psicólogo debe desarrollar su capacidad para establecer vínculos
de afecto maduros. Un compromiso profundo con el otro; las experiencias y los valores de una vida
compartida enriquecen la relación y protegen su estabilidad.
El estudiante en proceso de desarrollo como psicólogo, a través de la reflexión constante y la
concientización de su rol profesional, se encamina a la integración de sus conocimientos,
experiencias y características individuales y por ende a la identidad profesional como psicólogo. A su
vez, la interacción y retroalimentación crítica entre los miembros de un grupo de psicólogos favorece
el crecimiento en conciencia y responsabilidad social.
Es importante remarcar que el psicólogo, como cualquier ser humano, desarrolla una personalidad
individual, producto de lo psicofamiliar. La personalidad social sólo se desarrolla voluntariamente, se
adquiere en el trabajo profesional, en la toma de conciencia en grupos de iguales y a través de un
proceso de reflexión.

 Pobre información aportada en el pre universitario acerca de las características de la carrera


y en particular lo relacionado con el rol profesional, se tiende a confundir con la del
psicólogo, y no la conciben como inherente a la profesión del psicopedagogo el desempeño
de la tarea docente metodológica.
 Insuficiente sistematización de los contenidos que desde el currículo permitan contribuir a la
identidad profesional, particularmente en la disciplina Fundamentos Pedagógicos de la
Educación.
 Al no tener conocimientos sobre la identidad profesional del psicopedagogo se les dificulta a
los estudiantes de la carrera establecer patrones de comparación sobre este particular.
 El proceso de formación de la identidad profesional no se constituye en una estrategia
educativa curricular desde el colectivo pedagógico, pues se aborda de forma general el
modo de actuación, pero no la identidad profesional.

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