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Teoría VIII. Anarquismo. Suriano, Juan (2001), Anarquistas.

Cultura y política libertaria en Buenos aires, 1890-1910

Se produjeron movimientos huelguísticos producidos en Buenos Aires durante los años 1901 y 1902, cuyo
punto culminante fue la huelga general realizada en noviembre del último año con la consecuente
respuesta gubernamental consistente en la aplicación del estado de sitio y la sanción de la Ley de
Residencia. Este conflicto provocó un fuerte impacto en la opinión pública y despertó inquietud en varios
sectores de la sociedad y del gobierno. La preocupaciones tenían que ver con el carácter del conflicto, que
era social y su protagonistas los trabajadores y el incipiente movimiento obrero organizado desde hacia
poco en dos federaciones. Y no se trataba tanto de la irrupción de las huelgas como de sus
manifestaciones ideológicas, especialmente el anarquismo que había desempeñado un rol importante
durante el conflicto social y adquirido peso entre los trabajadores, sin embargo, ni las huelgas, ni el
anarquismo eran un fenómeno nuevo. Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, a medida que se
expandía el proceso modernizador, los conflictos gremiales y la organización sindical fueron apareciendo y
constituyéndose en una realidad incipiente de las relaciones laborales. Paralelamente el anarquismo
maduró y se convirtió en un actor relevante de las luchas sociales del Bs. As. finisecular.

El anarquismo vio limitado su alcance nacional. Si bien hay núcleos militantes en zonas del interior, su
presencia se concentró en las áreas más dinámicas de la economía como las grandes ciudades del litoral .
Allí creó una red de instituciones gremiales, políticas y culturales. Fue un fenómeno mayoritariamente
urbano, alcanzando su mayor magnitud y dinamismo en Buenos Aires, donde se concentraba buena parte
de la industria, servicios y comercio.

En 1890 comenzaban a hacerse evidentes los efectos sociales del proceso de modernización, y la
propaganda libertaria empezaba a tomar cuerpo formando sus primeros grupos, editando sus periódicos
iníciales y delineando las estrategias que adoptaría el anarquismo maduro una década mas tarde. 1910 es
el punto de partida de la decadencia, aunque en el imaginario colectivo haya seguido siendo percibido
como un actor social de peso.

El atractivo que el anarquismo podía ejercer entre los trabajadores fue captado por los sectores
reformistas de los grupos gobernantes y actuó a la manera de un primer disparador de la preocupación
estatal por la cuestión laboral. La sociedad urbana de comienzos del siglo XX era un producto desordenado
del proceso de modernización comenzado en la década de 1870. Este proceso creo el mundo del trabajo.
La sociedad urbana presentaba rasgos favorables para el arraigo de tendencias contestatarias: constante
movilidad horizontal y vertical de un cuerpo social que no terminaba de constituir una fisonomía definitiva
y que, aunque permita el ascenso y el bienestar de una parte de los trabajadores, excluía a otra porción
significativa; escasa presencia del Estado para resolver los problemas de los trabajadores.

Sociedad donde la confrontación social y el enfrentamiento ocuparon un lugar destacado. El anarquismo,


cuya característica relevante era la acción y no la reflexión, se convirtió en un integrante sustancial de la
cultura del conflicto y ocupó aquellas zonas en donde se hallaban ausente el Estado u otro tipo de
instituciones. Mientras estos factores perduraron y se combinaron una serie de problemas como malas
condiciones de vivienda, desprotección laboral, desocupación, bajos salarios, malas condiciones de trabajo
y la oclusión política, las propuestas libertarias tuvieron vigencia y fueron creíbles y atractivas para los
trabajadores.

Para comprender el relativo peso alcanzado por los libertarios debe tenerse en cuenta la condición de
desarraigo, explotación y marginación de un importante segmento de los trabajadores (la mayoría era
inmigrante). Los trabajadores contaban solo con su capacidad de trabajo y su voluntad de superación. La
necesidad de un espacio de contención se hacia mas evidente cuando se frustraban sus aspiraciones de
ascenso social, y si el gremio podía ofrecer la posibilidad de plantear sus reivindicaciones económicas mas
acuciantes, los círculos y centros actuaban como lugares de encuentro y sociabilidad, como espacio de

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pertenencia y participación en donde se diluía el individualismo y se perfilaba la acción colectiva. Allí y en


los momentos de conflicto se producía el punto de encuentro entre anarquistas y trabajadores. El
anarquismo pretendía educarlos y concientizarlos para arribar a una indefinida emancipación universal,
pero se encontraron con miles de obreros dispuestos a seguirlos y a luchar por mejoras que orientaban
sus deseos y esfuerzos al ascenso social y al bienestar económico más que a la emancipación. La presencia
del anarquismo en el mundo del trabajo se magnificaba y crecía en la percepción de los testigos cada
vez que el conflicto social se profundizaba y emergían con crudeza los efectos menos deseados del
proceso de modernización.

La preocupación de las elites no era solo un problema vinculado a la encendida retórica libertaria, era el
carácter social amenazante que el anarquismo podía imprimir al movimiento obrero y a la protesta en
general. Cada primero de Mayo o en ocasión de las grandes huelgas, podían observarse movilizaciones
con banderas rojas, sus estandartes y se percibía su convicción de cambio social. Se prohibió el uso de la
bandera roja en 1905, pues era interpretada como un símbolo de guerra y de disociación entre la
generación de padres cosmopolitas (bandera roja, bandera de sus reivindicaciones, de sus derechos) y sus
hijos argentinos (bandera patria).

Con la formulación de una estrategia integradora compuesta por una protopolítica social por parte del
estado, a la que sumaria la ampliación política de 1912 o la aparición de tendencias como el sindicalismo
que parecía interpretar mejor las necesidades reivindicativas de los trabajadores, comenzó a marcarse un
punto de ruptura entre las expectativas de los trabajadores y las premisas libertarias.

Hipótesis principal sugiere que los mismos atributos que hicieron posible el relativo crecimiento
anarquista en la sociedad porteña devinieron en atributos negativos y contribuyeron, junto con factores
estructurales, al descenso de su influencia y su presencia entre los trabajadores. Los atributos que
permitieron su desarrollo se relacionan con el carácter dual del anarquismo local que manifestó en su
seno tanto el individualismo como el colectivismo. El movimiento anarquista incluye un conglomerado de
tendencias inmersas en un verdadero caos doctrinal, cuyo único eje nucleador era la negación de la
autoridad encarnada en el Estado. Le permitía articular propuestas y satisfacer necesidades individuales
y contener también las demandas colectivas vinculadas a la sociabilidad.

Estas ideas penetraban a través de los anarquistas españoles e italianos arribados al país y caracterizaron a
los primeros grupos formados en la ciudad.

En Argentina los atentados fueron escasos y constituyeron una excepción a la regla.

No sin conflictos, individualismo y colectivismo confluyeron en un discurso que impugnaba al


capitalismo argentino desde una critica moralista y cuya característica central era la heterodoxia
clasista, interpelaban al conjunto de los obres y desposeídos sin distinción de clases. Los anarquistas
argentinos utilizaron una retórica combativa, agresiva y un arsenal simbólico (fiestas, banderas) que
pretendía reforzar la construcción de una propuesta cultural, política e ideológica alternativa (círculos,
escuelas, prensa) tendiente a impugnar al Estado y la lucha política parlamentaria. Defensor de los
derechos individuales de todos los oprimidos, derechos que se relacionaban esencialmente con las
demandas de los trabajadores para solucionar carencias básicas. El anarquismo respondió a una parte de
esas demandas y fue funcional a las reivindicaciones obreras durante un periodo en el que tanto la
sociedad como los actores sociales transitaban una etapa de construcción y transformación. El anarquismo
podía en esas circunstancias recorrer ciertos caminos descuidados o no reconocidos por el Estado y los
grupos gobernantes. Pero hacia 1910 comenzaron a producirse mutaciones en las políticas
gubernamentales (apertura política, reformismo social) y en la misma sociedad (transformaciones

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urbanas, cambios comunicacionales, modificaciones en las formas de sindicalización). Estas mutaciones


descolocaron al anarquismo que no adecuaba sus propuestas y sus formas de acción a dichas
transformaciones. Mientras la sociedad se transformaba mantuvieron inalterables su discurso y
quedaron prisioneros de su apego a la acción y de su escasa predisposición a analizar las peculiaridades
de la sociedad local.

Frente a la idea de que el anarquismo influenciaba a los sectores mas atrasados (artesanos y campesinos)
y de que el marxismo lo hacia con los mas avanzados (clase obrera industrial) el autor analiza el caso de
Bs. As. El peso alcanzado por socialistas y anarquistas no refleja esa dicotomía. Ambos competían por los
mismos espacios laborales y ambos podían influir sobre sectores mas avanzados o retrasados.

Existía una compenetración entre el incipiente movimiento obrero y el anarquismo. Pero el autor
considera un error plantear la absorción del anarquismo por el movimiento obrero. Como no puede
pensarse el comunismo o el socialismo como meras tendencias obreras, ocurre lo mismo con el
anarquismo cuya identidad más profunda y el núcleo de irradiación de ideas partía de los círculos
culturales y la prensa, su discurso interpelaba a los trabajadores pero era emitido por una vanguardia que
apuntaba a guiarlos y transformarlos. Dentro del marco de multiplicidad de tendencias inherente al
movimiento anarquista, se constituyó en su seno un polo de poder político, ideológico y cultural anclado
en periódicos, círculos culturales y gremios. Este sector orientó su política hacia la concientización popular,
no clasista. A través de la educación de los trabajadores en torno a los principios del anarquismo que
ponían énfasis en la libertad del individuo y en la critica excluyente de la autoridad encarnada por el
Estado.

Modificaciones relacionadas con la incipiente industrialización que provocarían cambios en las normas de
organización del movimiento obrero, primeros pasos del estado encaminado a convertirse en interlocutor
de los sindicatos, la aparición y desarrollo de una tendencia como el sindicalismo con una interpretación
clasista mas sencilla y eficaz así como la universalización del voto masculino en 1912, factores que harían
perder ante los ojos de los trabajadores parte del atractivo del anarquismo.

El anarquismo se conformó como una protoizquierda en tanto anticipó e inauguró, en algunos aspectos
conjuntamente con el socialismo y el sindicalismo, muchas prácticas e ideas inexistentes hasta entonces
en la sociedad argentina, adoptadas luego por diversos sectores de la izquierda local hasta el presente:
noción de mundo alternativo, ideas de insurrección y rebelión social, adhesión a ritos y símbolos
característicos del mundo del trabajo (bandera roja, 1 de mayo), manifestación callejera, difusión de la
prensa obrera, formas de compromiso militante, movilización por la libertad de los presos sociales
políticos y distintas formas de confrontación e incluso negociación con los grupos gobernantes. Además
poseían una combinación de racionalismo, moralismo y puritanismo que impregnaron a todos los sectores
de la izquierda argentina.

El mensaje cultural libertario aunque unificado por su ideología no estuvo exento de conflictos y
contradicciones puesto que se conformaba con fragmentos seleccionados de diversos significados. Es en
este sentido que podría definírselo más que como autónomo o contracultural como alternativo,
comparten espacios y zonas con socialistas, liberales, higienistas y católicos sociales. Aunque las
preocupaciones orientaran hacia objetivos diferentes(al anarquismo lo separa de esos grupos el sentido
político e ideológico sobre el estado y la política con sus consecuentes practicas), los anarquistas no
poseían un capital cultural incontaminado sino cruzado por influencias múltiples, mucho menos cerrado
y aislado de lo que puede suponerse.

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Si el anarquismo no parece haber constituido un movimiento contracultural en tanto su mensaje se


hallaba penetrado de elementos provenientes de otras vertientes doctrinales, sus prácticas políticas
eran más subversivas de los valores corrientes. El concepto alternativo parece ser lo suficientemente
abarcador y explicativo como para englobar al proyecto libertario, siempre y cuando la propuesta cultural
no sea separada de la propuesta ideológico-política, es en el conjunto de ambos niveles donde el
anarquismo articuló su imagen de actor social.

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