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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LUJAN


Análisis socio-económico
1er. Cuatrimestre 2021

Clase N° 7

Unidad 2: La fase del capitalismo liberal. Rasgos básicos del período agro-exportador (Rocchi)

En esta clase nos centraremos en: el desarrollo del modelo agroexportador y el proceso de
inmigración masiva. Comencemos por los aspectos económicos. La Argentina de fines del siglo
XIX era definida como un país en franco desarrollo, cuyo rasgo más evidente era la gran expan-
sión del comercio exterior. Existían para ese entonces dos núcleos económicos dinámicos: por
un lado, la extensa área dedicada a la cría de ganado y a la producción de cereales, Santa Fe,
Buenos Aires, La Pampa y parte de Córdoba. En segundo lugar, similar situación era la del área
formada por Mendoza, San Juan y San Luis, dedicada al comercio con Chile, aunque menos
significativa en términos económicos. Mientras que las provincias del norte se conformaron
como la periferia de este modelo.

Esta división territorial era la base de un modelo de desarrollo “hacia afuera”, el cual se en-
marcaba en la división internacional del trabajo, irradiada por los centros hegemónicos y fun-
damentada en la tesis de las ventajas comparativas. Esto significaba que cada país debía optar
por aquellos bienes que podrían ser producidos con menor costo, en términos comparativos,
considerando los recursos disponibles, sobre todo los naturales. De esta forma, se justificaba
la división del mundo según actividad y, en este caso, Argentina se incorporó al mercado mun-
dial a través de la exportación de materias primas agropecuarias, las cuales se volvieron el
motor de la economía, colocándose en los primeros puestos entre los exportadores maíz, trigo
y ganado.

En el caso de la carne, factores centrales de este proceso fueron el avance de la frontera agrí-
cola, el reemplazo de la producción de lana por el ganado vacuno cruzado con razas más finas
que permitían obtener un producto más adecuado a la demanda europea, la modernización de
las unidades productivas y el avance tecnológico que permitió el lanzamiento de la carne en-
friada, congelada y en lata.

Mientras que la expansión de la agricultura estuvo centrada en el trigo, la cual había comenza-
do en las décadas previas en Santa Fe y ahora se expandía a Buenos Aires. Un elemento clave a
resaltar en la transformación económica y en la consolidación del modelo agroexportador fue
el desarrollo del ferrocarril. La expansión se realizó a través de la distribución en cuatro siste-
mas (central, oeste, sud y pacífico), cumpliendo el objetivo de trasladar los productos del cam-
po y del interior hacia la grandes ciudades, para consumo, y hacia el puerto para exportación.
La red ferroviaria pasó de 1380 km en 1890 a 34.500 en 1914, convirtiéndose en uno de los
sistemas más destacados del mundo. A los ferrocarriles fue destinada buena parte de las in-
versiones extranjeras, entre las que se destacaban los capitales de origen inglés.
Si bien el sector agropecuario fue el líder, el crecimiento demográfico, la urbanización y los
cambios de hábitos de consumo favorecieron la creación de algunas industrias destinadas a
satisfacer la demanda del mercado interno. Comestibles, bebidas, algunos textiles y la cons-
trucción fueron los principales. Los frigoríficos fueron la mayor expresión del crecimiento in-
dustrial, éstos comenzaron en la década de 1880, pero la verdadera expansión fue en los pri-
meros años del siglo XX. No podemos dejar de mencionar también el desarrollo agroindustrial
representados por el azúcar y el vino.

Siguiendo a Fernando Rocchi, que es el texto que tienen como bibliografía obligatoria de esta
clase, es interesante preguntarnos cuál era el rol de Estado frente a la economía en este pe-
riodo. En un contexto de liberalismo, el autor plantea que “hay una creencia generalizada que
considera que el papel del Estado en la economía durante el período de auge exportador fue
casi inexistente” Pero Rocchi sostiene que esto no fue así, por lo contrario, hubo una significa-
tiva participación del Estado en el desarrollo de este modelo económico. Rocchi identifica dife-
rentes formas en las que el estado intervino en la economía, advirtiéndonos que si bien no
existió un intervencionismo como se conocería posteriormente, indudablemente sí hubo una
presencia significativa en esta dimensión, si bien errática, la que se puede observar en la pro-
moción de las primeras inversiones, en la política fiscal, los impuestos a las importaciones, la
protección a la industria local, etc.

Por otro lado, el periodo puede caracterizarse como de prosperidad, no obstante como plan-
tea Rocchi estuvo marcado por vaivenes y crisis. El equilibrio financiero dependió de factores
externos, sobre todo el saldo de la balanza comercial, la inversión extranjera y el acceso a cré-
dito internacional, todo esto se reflejó en una vulnerabilidad fuerte frente a factores externos.
A pesar de ello, se mantuvo un crecimiento económico hasta la Primera Guerra cuando se
alteró el comercio internacional, restringiendo no solo la exportación de productos agrícolas,
sino también la importación de capitales e insumos necesarios. Esta situación la veremos pró-
ximamente.

Enfoquémonos ahora en el otro elemento central del periodo: la inmigración. La llegada masi-
va de europeos, sobre todo italianos y españoles, transformó profundamente la estructura
social, cuestión que aun hoy podemos observar en la ascendencia de la población.

En efecto, el registro de la masividad de la inmigración llevó a varios autores a plantear que


comenzaba una “era aluvial”. Con ello surgieron las discusiones en torno a las cuestiones de
las identidades de los inmigrantes, su perdurabilidad o su reemplazo por alguna otra diferente
de la original, en donde pueden distinguirse dos grandes matrices interpretativas. Hacia la
década de 1960 se desarrolló una perspectiva optimista, cuyo exponente fue el sociólogo ita-
liano radicado aquí Gino Germani. A través de ella se sostiene la rápida integración de los in-
migrantes y la consecuente inexistencia de guetos en una sociedad abierta, nueva y signada
por la movilidad social, sintetizada en la expresión “crisol de razas”. Distanciándose de esta
visión, el “pluralismo cultural” sostiene que las identidades de los inmigrantes, sus pautas cul-
turales, costumbres y modos de relacionarse perduraron, distinguiéndose las propias de las de
los nativos.

Sin embargo, pese a las diferencias, desde ambas perspectivas se juzgó a los inmigrantes como
sujetos apolíticos, sólo atentos a la aventura económica y social de "hacer la América". Los

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partidarios del crisol, que conciben tras el fenómeno inmigratorio la creación de una nueva
sociedad, postulan que la no nacionalización de los extranjeros fue producto de su indiferencia
hacia las estructuras políticas locales.

En cambio, aquellos estudios que se inscriben en la línea del pluralismo cultural creen ver en el
mantenimiento de un fuerte sentimiento comunitario de base étnica, la razón de una actitud
de prescindencia con respecto a la sociedad política.

Estos abordajes se han complejizado, podemos encontrar en los nuevos enfoques análisis que
profundizan en la relación entre inmigrantes y política. En efecto, ya no se trata de poner en
duda la existencia del proceso de asimilación ni su resultado, sino de examinar su ritmo, grado
y modalidad y los medios que se emplearon.

Para las últimas décadas del siglo la población y la sociedad atravesaban grandes transforma-
ciones en este periodo, evidenciado en un vertiginoso crecimiento demográfico. La inmigra-
ción se consolidaba como un fenómeno irreversible, estas personas que arribaban formaron
colectividades, con una vida asociativa muy intensa centrada en torno a las sociedades de ayu-
da mutua, clubes, instituciones recreativas, hospitales, escuelas y órganos de prensa.

Frente a la constitución de las colectividades, la elite política contemporánea reconocía un


problema central: ¿cómo construir la nacionalidad en un país de inmigrantes si éstos defen-
dían el doble vínculo con sus respectivos países de origen? Desde el Estado se puso el esfuerzo
por integrarlos frente a la preocupación ante las formas de socialización étnicas que desarro-
llaban las colectividades. Estas políticas de integración se pueden resumir en tres grandes ejes:
la expansión de la enseñanza pública, el servicio militar obligatorio y la reforma política.

Asimismo, hubo una marcada tendencia a la urbanización, alentada por la circunstancia de que
muchos de los inmigrantes se radicaban en las ciudades. El crecimiento de la población, los
cambios en las ocupaciones y la mayor diversificación económica dieron paso a la aparición de
nuevos actores y a la transformación del mundo del trabajo, ya que los inmigrantes fueron los
proveedores de mano de obra para ese mercado en rápida expansión.

En este sentido, se complejizó la estructura productiva seguida por un proceso similar en la


estructura ocupacional y dio paso a la incorporación de miles de trabajadores en ocupaciones
inexistentes pocos años antes. La diversificación general de las ocupaciones fue un proceso
casi exclusivo de los hombres, mientras que las mujeres, salvo muy pocas excepciones, perma-
necieron más alejadas del proceso de modernización de la estructura ocupacional.

Como vimos, no es posible afirmar que la industria argentina a comienzos de este siglo fuera
muy significativa, pero sin duda puede asegurarse la importancia y la magnitud del heterogé-
neo mundo del trabajo, especialmente el urbano. A su vez, la modernización de la Argentina
implicó una reestructuración social con la conformación de nuevas clases subalternas: en el
campo, chacareros y peones rurales; en ciudades y pueblos, obreros de fábricas y talleres,
asalariados del sector servicios y del comercio.

Estos nuevos sujetos sociales eran resultado del impacto inmigratorio y de la transformación
sufrida por la plebe urbana y rural. Pero también la burguesía era una nueva clase social en
tanto era producto de la modernización de viejos grupos dominantes del litoral y del interior

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del país y de un reducido número de inmigrantes que había logrado una rápida integración y
ascenso social.

De la escasez de mano de obra, que había sido un rasgo permanente en el siglo XIX, ahora
había exceso de trabajadores y con ellos comenzó la organización. La transformación en el
mundo del trabajo en el período 1880-1916 también se observa en la formación de las prime-
ras organizaciones gremiales, algunos de ellos se convirtieron en las bases de la vida sindical
posterior.

Para ir cerrando, en estas décadas en la Argentina se vivió un proceso de transformación pro-


fundo con la consolidación del estado, la modernización, el desarrollo del modelo agroexpor-
tador, la inmigración masiva y, para fines del periodo, la ampliación cívica, a través del cual se
constituyeron los cimientos de la Argentina moderna.

Guillermo y Adrián

- Fin de la clase 7 -

Bibliografía obligatoria de la clase 7:

Rocchi, Fernando (2000), “El péndulo de la riqueza: la economía Argentina en el período 1880-1916”, en Nueva
Historia Argentina, Tomo 5: El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916), Bs As, Ed Sudamericana, cap 1.
(UNIDAD 2)

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