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Emprendimiento
13.02.2014
Espíritu emprendedor
«La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de
aplicar los conocimientos en la práctica» Aristóteles, 384AC-322AC
Desde hace algunos decenios vivimos en una época de grandes y vertiginosos avances
tecnológicos que han afectado a la sociedad en su conjunto, pudiendo visualizar que lo
único que parece realmente estable en el futuro inmediato es el cambio. Este concepto
que podría resultar paradójico en realidad no lo es. Simplemente nos alimentan a diario
con muchas noticias acerca de nuevos avances, mejoras de las creaciones anteriores que
rápidamente quedaron obsoletas, y tendencias modernas de administración que
sugieren métodos para adaptarse a los cambios. Muchos autores han publicado
novedosos textos que nos inducen a la reflexión acerca del enfoque futuro que tendrá la
comercialización moderna y nos permiten también echar a volar la imaginación en
cuanto a muchos asuntos y pensamientos que antaño parecían sacados de la ciencia
ficción, y que hoy se están convirtiendo paulatinamente en realidad. En lo personal, nací
en un momento donde teníamos un televisor en blanco y negro, pasábamos más tiempo
en la calle con los amigos y creábamos juegos simples que desafiaban la creatividad.
Pero no nos imaginábamos que algún día los aparatos que mostraban en series como
Star Trek o en otras novelas podrían empezar a fabricarse y perfeccionarse en pocos
años: dispositivos para comunicarse fácilmente (actual celular), una máquina que con
apretar un botón permitía obtener alimentos rápidos (horno microondas), otro que
llamaban tricorder y que permitía supuestamente sondear el estado de vida de otro ser
animado (avances actuales en dispositivos médicos de ultrasonidos, scanner y
resonancia nuclear), una máquina computarizada que jugaba ajedrez, o que se
conectaba al cerebro humano para captar sus pensamientos y traducirlos en acciones
concretas. En fin…el asunto es que todas estas creaciones e innovaciones cuando son
creadas y aceptadas por el mercado, no se han obtenido como fruto de la casualidad,
sino de la constante investigación, pruebas de ensayo error, fracasos previos, mucha
inyección de recursos financieros, técnicos e intelectuales, que son dirigidos por muchas
compañías con líderes que son realmente especiales y visionarios.
Comento esto introductoriamente porque percibo una correlación entre la calidad de los
bienes que hoy disponemos y que se han hecho comunes en nuestro diario vivir,
respecto a las personas que han permitido dirigir y llevar a la práctica estos recursos en
la última época, cada vez más perfeccionados y con adaptaciones multifuncionales.
Muchos empresarios con características especiales han sabido adaptarse en el tiempo,
aplicando su experticia, conocimientos, aptitud y actitud en aplicar sus estrategias,
estilos atípicos de liderazgo, y han mostrado tener un espíritu más allá del categorizado
como normal para cualquier administrador: estos líderes son emprendedores que
trabajando en equipo, rodeándose de los mejores profesionales a su alcance, asumiendo
riesgos para ellos razonables que no siempre son compartidos por otros empresarios y
haciendo un uso eficiente de información, han permitido que nuestra sociedad moderna
esté alcanzando una mayoría de edad donde se tiende a pensar que el único límite a
nuevas creaciones futuras pareciera estar sólo en nuestra capacidad de imaginación,
esperando que estas ideas sean adoptadas y financiadas para llevarlas a la práctica.
Sabemos que existen emprendedores que sin siquiera estudios formales han creado
compañías desde abajo, han surgido con sacrificio, ven las malas experiencias como
reales oportunidades de aprendizaje de sus errores aprovechando las experiencias
pasadas, teniendo particularidades que los distingue del resto: actitud positiva, espíritu
independiente en sus decisiones, aprovechamiento de la información que otros sólo ven
como datos sin valor agregado, buen nivel de aceptación de fracasos que a otros
derrumbaría, y mucha perseverancia. No son super hombres, pero son distintos: son
personas que saben adaptarse, tienen ese “don” que les otorga su espíritu
independiente, se rinden cuenta a sí mismos de su gestión, problemas y éxitos, sacan
cálculos y diseñan estrategias a veces en forma intuitiva , arriesgan, se informan
proactivamente, empujan, motivan y saben trabajar en equipo…ven el vaso medio lleno.
Se han estudiado muchas de las causas de las características de los emprendedores, pero
son pocas las personas que tienen esas condiciones. Al menos en Chile aun vivimos en
un país en que los profesionales a punto de graduarse piensan generalmente dónde
prestarán sus servicios y esfuerzo para los dueños de las empresas, y no se concentran
mayoritariamente en generar nuevos servicios propios para los demás. Esta actitud es
porque lo vemos como un riesgo que no estamos dispuestos a asumir: es que los costos
de crear un emprendimiento son demasiado altos, es que no tenemos la experticia en
determinado campo que nos interesa, es que somos adversos al riesgo y nos da más
seguridad ser buenos empleados que buenos contratantes. Estos pensamientos pueden
ser válidos, no todas las personas pensamos igual, y dependerán en cierta forma del
nivel y estilo de vida que estamos dispuestos a asumir considerando las experiencias
personales que hemos tenido. Estimo que no es de cobardía el no enfrentar desafíos por
cuenta propia o en forma totalmente independiente, ya que simplemente las personas
tienen distintas apreciaciones para administrar sus vidas de acuerdo a sus propias
expectativas personales y ambiciones profesionales. A fin de cuentas los mismos
emprendedores, al ser generalmente empresarios independientes, deben contratar
servicios profesionales de quienes no son como ellos para llevar a cabo sus proyectos,
ideas comerciales, planes o innovaciones. Uno sin el otro no podría coexistir, por lo cual
tengo la convicción personal que se ha generado una verdadera simbiosis: si
estuviésemos llenos de emprendedores y nadie para llevar a la práctica sus ideas en
forma organizada, es posible que no lograríamos obtener el nivel de productos y
servicios de los cuales estamos acostumbrados actualmente.
Considerando que sólo en uno de los famosos buscadores de internet existen más de 5,2
millones de temas relacionados con el concepto emprendedor, me ha llamado la
atención la siguiente explicación : “en economía, negocios, finanzas, etc., el concepto
tiene el sentido más específico de ser aquel individuo que está dispuesto a asumir un
riesgo económico. Desde este punto de vista el término se refiere a quien identifica una
oportunidad y organiza los recursos necesarios para ponerla en marcha. Es habitual
emplear este término para designar a una persona que crea una empresa o que
encuentra una oportunidad de negocio, o a alguien quien empieza un proyecto por su
propia iniciativa. Se ha sugerido que el ser emprendedor es una de las cualidades
esenciales de un empresario u hombre de negocios, junto a la de innovación y
organización. Las investigaciones de percepciones describen al emprendedor con
términos como innovador, flexible, dinámico, capaz de asumir riesgos, creativo y
orientado al crecimiento. La prensa popular, por otra parte, a menudo define el término
como la capacidad de iniciar y operar empresas nuevas”.
De lo anterior se desprende que, distando del simple concepto obtenido del diccionario y
al vincularlo ahora específicamente con el mundo de los negocios, estamos en presencia
de un concepto que permitiría obtener una especie de arquetipo: el emprendedor es
alguien que no solo administra, sino que asume riesgos económicos y aprovecha
ocasiones que para otros podrían no parecer lógicas, y que una de sus características
comunes es la intuición, características personales y perseverancia en lograr sus
objetivos, metas y propósitos.
2.- Objetivos
El término emprendedor deriva de la voz castellana emprender, que proviene del latín
in, en, y prendĕre, coger o tomar, aplicándose originalmente -tanto en España como
otros países- a lo que ahora serían llamados aventureros, principalmente militares,
sentido que evolucionó posteriormente a tener connotaciones comerciales. La palabra
fue definida por primera vez en el Diccionario de autoridades de 1732, todavía con esas
connotaciones, como: «La persona que emprende y se determina a hacer y ejecutar con
resolución y empeño, alguna operación considerable y ardua del cual asimismo dicen
haber sido señor esforzado y emprendedor de hazañas notables, como su padre» (Lat
Aggressor. Intentator. Ocamp. Chron. lib. I. cap 24).
Así, por ejemplo, L’Encyclopédie define el termino entrepreneur como “se dice por lo
general del que se encarga de una obra: se dice un emprendedor de manufacturas, un
emprendedor de construcciones, por un manufacturador, un albañil contratista”.
4.- Con objeto de analizar las distintas propuestas que tienen algunos autores acerca del
tema, me he permitido seleccionar los siguientes textos con el fin de resumir sus
argumentos, emitir conclusiones, realizar comparaciones y aportar con críticas a sus
postulados:
En este texto, la autora comienza con un resumen histórico acerca de “el mito del
garaje”, haciendo alusión a los inicios de Hewlett Packard cuyos orígenes se remontan a
1938-1939 en que William Hewlett y David Packard dieron el pié inicial a lo que hoy
conocemos como Silicon Valley en Palo Alto, California. El reportaje La leyenda del
garaje, escrito por Pino Audia y Christopher Rider, profesor asistente y alumno de
doctorado de Hass Business School de la Universidad de California en Berkeley,
respectivamente, y publicado en Trend Management el año 2006, sostiene que la
cochera de HP es el ejemplo más célebre de una creencia muy difundida en los Estados
Unidos, según la cual los emprendedores suelen iniciar sus compañías en garajes, como
otrora lo hicieran otros famosos como Walt Disney y Steve Jobs. No obstante,
actualmente el garaje no sólo representa la “fuente del espíritu emprendedor”, sino que
se ha transformado en un símbolo que evoca íconos que representan la generación de
ideas innovadoras, el esfuerzo, la ingenuidad, el rechazo al status quo y la liberación de
trabajar para uno mismo.
Además, los investigadores concluyen que la leyenda del garaje “pinta un retrato que
nada se parece al proceso por el cual muchos individuos se convierten en
emprendedores”. Según ellos, el mayor peligro de esta creencia radica en fomentar la
imagen de un individuo solitario, cuando en realidad hay un contexto social que lo
contiene y lo condiciona.
Tener una buena idea. Según Schwarzenberg, cuesta mucho encontrar una buena idea.
“Puedes tener muchas ideas innovadoras, pero eso no significa que sean buenas”. Esto
no siempre significa que la idea sea un invento nuevo, pues para ser exitoso no es
necesario reinventar la rueda.
Conocer y ser conocido en el mercado donde se pretende emprender. “No te metas en lo
que no sabes”, aconseja Schwarzenberg, asegurando por experiencia propia que si el
emprendedor no conoce el negocio ni se maneja en el ambiente al cual desea ingresar,
tendrá demasiadas barreras para el éxito. Ulrico Schwarzenberg señala que es
recomendable tener un prestigio reconocido en el sector en el cual se pretende
desarrollar el negocio y ojalá tener buenos contactos, pues ello facilitará -en gran
medida- la entrada al negocio. “Cuando nadie te conoce, es mucho más difícil que te
compren la idea. En cambio si conoces el mercado y el mercado te conoce a ti, te valida,
generas confianza y se te abren muchas puertas”.
Tener buenos socios. Schwarzenberg argumenta que es necesario saber escoger muy bien
a los socios. “Entenderse bien con los socios, poder confiar en ellos y que ellos te apoyen
en la creación de un proyecto es fundamental”. Al fin y al cabo, los socios son parte del
negocio, aunque la idea sea del gestor, por lo que si hay una mala relación entre ellos y el
emprendedor principal, difícilmente el proyecto llegará a buen fin.
Haciendo una comparación con la realidad del mercado Chileno del año 2007, la autora
se refiere que en Chile realizar este tipo de aventura comercial no es del todo exitosa y
conlleva sus propios riesgos. El asunto de requerir una inversión, contrato de terceras
personas, falta de visualización de la red de Internet como un mercado potencial (la ven
más como sólo una herramienta de comunicación), y el sistema de impuestos que no
motiva la concreción de este tipo de emprendimiento, sumado a la burocracia de
creación de empresas de este género, hacen que el costo de entrada sea aún muy alto.
Como una forma de subsanar los principales problemas que plantea la Cámara de
Comercio de Santiago como causales en las debilidades de la pymes, se plantean cinco
recomendaciones básicas que se supone aportarían para incentivar el emprendimiento:
Acerca de estos temas, y como aporte crítico, me llama la atención que la autora ha
derivado en tratar el tema pyme como una especie de condición previa para entender el
emprendimiento. Si bien se ha determinado que el empleo que generan las pymes a
nivel nacional representa más del 80%, que inciden en un 25% del PIB de Chile, y que el
49% de las empresas exportadoras son pymes (todas cifras al año 2007, fecha del
artículo), entonces es entendible la importancia que le ha otorgado en su texto. Sin
embargo, en lo personal extraño que no se realice una diferenciación entre el concepto
de crear una pyme “normal” versus crear las condiciones para que existan más
emprendedores. Nada se ha comentado acerca de crear instancias de capacitación
permanente a la persona emprendedora, en algún organismo que clasifique el riesgo
emprendedor, en darle pautas que faciliten el inicio sin exceso de trámites
administrativos exigidos por la autoridad, en fomentar espacios de comunicación
permanente entre innovadores y financistas, pues muchos de estos genios en potencia
pueden estar entrampados simplemente en la obtención de recursos monetarios y en
que nadie ha acogido oportunamente sus ideas por la inexistencia de un canal
transparente y masivo para llevarlas a cabo (simplemente por desconocimiento de las
ideas o proyectos que proponen). En definitiva, pese a que en el texto se ha nombrado
las principales fuentes de financiamiento a las que pueden recurrir los emprendedores,
como los “inversionistas ángeles” , al Capital Semilla de Corfo y el Capital de Riesgo ,
no se profundiza en el cómo los distintos agentes que posibilitan esas inversiones
podrían detectar y clasificar en forma transparente las ideas más innovadoras de
emprendedores.
Lo que existe hoy en día lo veo más bien como fuentes alternativas estáticas, como un
canal que presenta distintas ofertas que está esperando la demanda de
microempresarios prometedores, pero no necesariamente de aquellos emprendedores
en su real definición. En otras palabras, si un emprendedor no dispone de inversionistas
ángeles, no tiene el 20% de fondos propios para financiar su idea por capital semilla, y
no conoce quiénes podrían ser sus potenciales inversionistas de capital de riesgo,
igualmente podría quedar condenado a guardar sus ideas innovadoras por falta de
información idónea, oportuna y transparente, sobre todo si lo único que conoce son los
trámites engorrosos que le piden para crear un negocio. De esta forma, en mi opinión,
de no tomar medidas asertivas que fomenten más la calidad de información, podríamos
estar lamentablemente fomentando la fuga de ideas y promoviendo las asociaciones de
nuestros emprendedores con socios extranjeros que sí podrían estar en condiciones de
acoger en forma más eficiente sus inquietudes en cuanto a creatividad e innovación.
El “Mito del emprendedor” expone razones de por qué la mayoría de los pequeños
negocios fracasa y explica qué es lo que las personas exitosas saben hacer para aumentar
la prosperidad. Para el autor, el principal problema es que una gran parte de los
pequeños negocios no los fundan verdaderos emprendedores, sino personas técnicas
que creen ser emprendedores. Un carpintero, una peluquera, un abogado o un cocinero
asumen erróneamente que su conocimiento de aspectos técnicos (ser capaz de armar
muebles, de estilizar el pelo, defender a un inculpado o cocinar) es suficiente para iniciar
la marcha de su empresa. Sin embargo, el hecho de saber cómo funciona un negocio en
realidad no basta para lograr que esa empresa funcione.
Para el autor, cualquier persona puede pasar de técnico a emprendedor (es decir superar
“el mito del emprendedor”) si está dispuesto a replantearse los fundamentos de su
negocio desde el principio y, con ello, poner en práctica las siete orientaciones que a se
describen a continuación:
La comunicación con los clientes es uno de los aspectos críticos de cualquier negocio; de
ahí que la elección del canal acertado sea decisiva para alcanzar resultados tangibles y
duraderos, en forma de una mayor captación y un vínculo más estrecho entre los
clientes y la empresa. Un canal correcto es, en definitiva, aquel que trata a los clientes
como personas y reconoce sus necesidades y preferencias, y gracias al cual una empresa
consigue reforzar aún más su diferenciación con respecto a su competencia.
En resumen, percibo que el “El mito del emprendedor” no es un texto que muestra
distintos aspectos por los cuales alguien cualificado como emprendedor en realidad no
lo sea por no cumplir ciertos requisitos para aceptarlo como tal, sino más bien es una
guía para que quienes son empresarios y se creen emprendedores, comprendan que
estos últimos se focalizan en la empresa como un todo, la ven como un proyecto
desafiante y perdurable donde las decisiones son lideradas ordenadamente en distintos
aspectos de la empresa, y no centradas sólo en aspectos técnicos o de ciertas áreas que
puede dominar específicamente un empresario común.
El autor ha visto la necesidad de cooperar con sus ideas, considerando que a todo
emprendedor, normalmente deseoso de acometer una tarea que contribuirá a hacer del
mundo un lugar mejor, le llega por fin el momento de inspiración en el que concibe la
brillante idea de negocio que andaba buscando. Sin embargo, a la hora de pasar a la
acción y llevarla a la práctica, una gran mayoría de ellos ignora por dónde y cómo
empezar. Hay quien se ve abrumado hasta la parálisis por la gran y diversa cantidad de
información disponible -en forma de libros, artículos o páginas web- acerca de cómo
diseñar un plan de negocios, llevar a cabo la contratación, buscar financiamiento o crear
una marca. Otros eligen equivocadamente sus prioridades y acaban en la bancarrota
antes incluso de descubrir cuáles han sido los errores o de recabar la ayuda de un
experto. En ambos casos se olvida que la esencia de la creación y dirección de empresas
es “hacer” y no “aprender a hacer”.
La propuesta de Kawasaki incluye cinco temas que todo emprendedor debería tomar en
consideración, para prepararse bien desde los inicios:
El sentido. La primera tarea consiste en dilucidar cómo generar un sentido con el nuevo
producto o servicio y fundamentar sobre él la organización que pretende crearse. El
sentido brota cuando el producto es capaz de mejorar la calidad de vida de sus usuarios
y, con ello, el mundo en que vivimos. Por ejemplo, el sentido de la división Macintosh, de
Apple Computers, ha sido la lucha contra Windows para romper su monopolio.
El mantra. En lugar de una complicada declaración de misión, difícil de recordar, resulta
preferible concentrar el sentido de una organización en un mantra (palabra que en
sánscrito significa “pensamiento” y que sirve de apoyo a la meditación). En la práctica, se
trata de breves fórmulas verbales que expresan la “razón de ser” de una organización.
Así, tenemos los casos de “Mejorando tus momentos”, de Starbucks, “Pensar”, de IBM, o
el “Ganar lo es todo” de los Green Bay Packers, equipo de fútbol norteamericano. Es lo
que en nuestra cotidianidad conocemos como el “slogan”o lema de una compañía, lo que
permite quedar en el inconsciente colectivo del potencial consumidor.
El lanzamiento. Es más eficaz comenzar ya de entrada con la creación del producto o
servicio que alumbrar un plan de negocios o realizar una proyección financiera. En la
práctica, esto significa construir un prototipo, diseñar un software o elaborar una página
web. La decisión de poner en marcha un proyecto debe observar tres principios: idear
con amplitud de miras y sin ponerse obstáculos, encontrar un grupo de personas afín y
dividir al público entre incondicionales e indiferentes. Cuando decidió lanzar Amazon,
Jeff Bezos había sucumbido a una idea de proporciones gigantescas: una librería virtual
con más de 3 millones de títulos. Y si bien es cierto que muchas empresas han sido
fundadas por una única persona, como fue el caso de Henry Ford, Richard Branson
(Virgin Airlines) o Anita Roddick (The Body Shop), hacerlas funcionar siempre ha sido
obra de un equipo. Finalmente, un gran producto o servicio posee la capacidad de
polarizar a los consumidores: unos lo adoran mientras que otros lo detestan (Mini
Cooper, Infiniti Fx45 de Nissan o Toyota Scion xB). Lo que hay que procurar, a toda
costa, es levantar pasiones y evitar la indiferencia.
Un modelo de negocio bien definido. Independientemente del carácter de la
organización que pretenda fundarse, esta ha de ser rentable y para ello es necesario
contar con un modelo de negocio sostenible. Con este fin, primero hay que definir el
perfil del cliente y conocer sus necesidades y, después, crear un mecanismo de venta
capaz de garantizar que los ingresos superen a los costos. Un modelo eficaz de negocio
debe, por tanto, ser específico (cuanto más definidos estén el cliente o el mercado, tanto
mejor) y ha de poder ser descrito con sencillez, en no más de diez palabras de uso
corriente. Uno de los ejemplos más destacados por su sencillez y grado de definición es el
modelo de eBay: cobra un cargo por publicación de productos más una comisión por
venta realizada.
Establecer hitos, bases y tareas. El último paso consiste en completar:
1. El arte del posicionamiento. Un buen posicionamiento deja ver con transparencia por
qué se funda la organización, por qué los clientes deberían frecuentarla y por qué los
individuos de mayor talento probablemente elegirán trabajar en ella. Las organizaciones
deben posicionarse con claridad explicando exactamente cuál es su actividad. Es un arte
que, en definitiva, se reduce a ser capaces de responder a la pregunta de “¿Qué
hacemos?”. Una respuesta lúcida trae consigo el mejor espacio posible para la
organización y marca con exactitud sus diferencias respecto a la competencia, lo cual
constituye el mensaje que luego se transmite al mercado. Un buen posicionamiento debe
ser la fuente de inspiración y estímulo para el desarrollo de la actividad y para un
comportamiento práctico; debe servir a unos propósitos tácticos fácilmente
comprensibles y creíbles para clientes, proveedores, empleados, socios y periodistas.
2. El arte de la presentación. Unas propuestas adecuadamente presentadas son la
herramienta esencial para alcanzar acuerdos y encontrar la financiación que cualquier
emprendedor necesita. Para que esa presentación surta el efecto deseado requiere de
ciertos requisitos: Dar respuesta, ya en el primer minuto de la intervención, a la pregunta
básica que el público se formula: “¿Qué hace esta organización?”. Es, además, una táctica
muy adecuada para centrar de inmediato la atención de los oyentes. Imaginar que,
durante toda la presentación, alguien apostillará cada una de las afirmaciones con un “¿Y
qué?”. Hay que responder a esto y apoyarlo con ejemplos. Por ejemplo: “Para nuestros
audífonos, utilizamos el procesamiento digital de señales”. / “¿Y qué?” / “Con ello,
nuestro producto aumenta la calidad del sonido”. Conocer al público. Una investigación
previa a la presentación (en Internet, mediante informes o contactos que se tengan en la
industria) disipa dudas acerca de qué público estará escuchando y qué es lo más
importante para él. Observar la regla de 10/20/30, relativa al contenido, duración y
fuente utilizada en la redacción del texto. Una presentación ideal consiste en unas 10
diapositivas, se alarga durante 20 minutos y utiliza una fuente de texto suficientemente
visible (hay que tener presente que las diapositivas son para guiar y no para ser leídas).
Las diapositivas muestran el problema (demanda) que presenta el mercado, la solución
que la empresa aporta, el modelo de negocio, la tecnología o el ingrediente secreto del
producto o servicio, cómo se llegará hasta el cliente y los puntos fuertes del marketing,
una visión completa del paisaje competitivo, el equipo directivo, una proyección
financiera de cinco años en adelante, el estado actual del producto o servicio y cómo se
utilizarán las inversiones que se espera recaudar. Que sea una misma persona quien
efectúe el 80 % de la intervención, preferiblemente el director general, mientras otros
miembros del equipo presentan una o dos diapositivas relacionadas con sus áreas
específicas de competencia.
3. El arte de poner por escrito un plan de negocio. Aunque un plan de negocios sea una
herramienta de utilidad limitada, la mayoría de los inversores esperan que este exista
como primera condición inexcusable para empezar a hablar. En todo caso, la elaboración
de un plan obliga a un equipo a trabajar conjuntamente, formalizar sus intenciones,
reconsiderar asuntos que se han pasado por alto o reparar posibles agujeros en el propio
equipo. Por todo lo cual, disponer del mencionado plan resulta bastante conveniente. Las
diez diapositivas de la presentación, desarrolladas y ampliadas, constituyen el marco de
un resumen ejecutivo. Este consiste en una descripción clara y concisa del problema al
que se pretende dar solución y del cómo, e incluye además el modelo de negocio.
Normalmente no va más allá de unos cuatro párrafos. Sin embargo, el resumen ejecutivo
resulta ser la parte más destacada de un plan de negocios, ya que por sí mismo puede
determinar si el lector continuará o no con la lectura hasta el final del documento, de
modo que la redacción debe cuidarse especialmente. En cuanto a la activación, comenta
las siguientes artes:
4. El arte de “bootstrapping”. La mayoría de las nuevas empresas se enfrenta en sus inicios
a los momentos más críticos, los dedicados a la búsqueda de capital e inversores. En esta
fase es crucial elegir el modelo de negocio adecuado, dar prioridad al flujo de dinero en
efectivo y salir inmediatamente al mercado. Esta es la situación que obliga a las
organizaciones a adoptar el modelo de “bootstrapping” (esto es, empezar desde cero, con
recursos propios). Muchas de las que hoy se cuentan entre las compañías más grandes
del mundo vivieron unos comienzos difíciles que les obligaron a adoptar este modelo,
hasta que encontraron los inversores que necesitaban: Hewlett-Packard, Dell, Microsoft,
eBay, etc. El modelo de bootstrapping se caracteriza por unos bajos requerimientos de
capital inicial, unos ciclos de venta y unas condiciones de pago cortos (inferiores a un
mes), unos ingresos recurrentes y una publicidad basada en el boca a boca. En la
práctica, esta necesidad de flujo obliga a buscar clientes que ya conozcan el producto o
servicio, que este hable por sí mismo y que forme parte de una tendencia imperante o sea
consagrado por el mercado.
5. El arte de la contratación. Contratar a un personal de calidad es una de las tareas más
gratas y a la vez más arriesgadas a las que se enfrenta un emprendedor. Una contratación
con posibilidades de éxito empieza por arriba: el director general debe lograr atraer a los
mejores individuos para su equipo obviando, naturalmente, elementos superficiales
como raza, credo, educación o experiencia laboral. Por el contrario, debe fijar su atención
en tres aspectos básicos: la capacidad del candidato para llevar a cabo lo que la empresa
necesita en ese puesto, la credibilidad que esa persona otorga al sentido de la empresa y,
por último, cerciorarse de que sus puntos fuertes coinciden exactamente con todo
aquello que quiere evitarse.
6. El arte de la búsqueda del capital. Un negocio incipiente suele enfrentarse al desafío
imperioso de la búsqueda de capital en forma de inversiones. Los inversores pueden
formar parte de los dedicados al capital de riesgo, pueden ser otras empresas y
organizaciones o encontrarse entre los amigos o los familiares. A la hora de dar con el
capital necesario, el hecho de ofrecer un producto con sentido, duradero y valioso para la
sociedad es mucho más importante que la presentación. En cuanto al crecimiento,
comenta las siguientes artes:
7. El arte de la asociación. Una asociación comercial ventajosa es la que permite acelerar el
flujo de efectivo, aumentar beneficios y reducir costos. Si una asociación se constituye
sobre la base de estos sólidos principios, cuenta con muchas más probabilidades de
éxito. Una vez asumidos tales principios, la asociación se convierte tan sólo en una
cuestión de implementación: asegurarse de encontrar socios que repercutan
favorablemente en el trabajo, centrarse en las fuerzas, establecer acuerdos beneficiosos,
encontrar el momento adecuado para ponerlo todo sobre el papel y determinar las vías
para finalizar la relación.
8. El arte de la creación de marca (branding). El arte del branding se resume en los cinco
conceptos clásicos del marketing: producir, lanzar, poner precio y promocionar. A ellos
se puede añadir también el proselitismo, es decir, convertir a los demás en adeptos a
nuestra creencia, doctrina o causa. El proselitismo representa la esencia del branding
para las empresas incipientes en el mundo altamente competitivo de hoy, donde la
información circula libremente, es omnipresente e instantánea. El arte del branding
requiere crear un producto contagioso, capaz de inocular en los consumidores el
entusiasmo por él, fácil de usar, que les convierta en “misioneros” y cree una comunidad
de usuarios.
9. El arte de invocar la lluvia. Un emprendedor que sabe “invocar la lluvia” es aquel capaz
de generar un gran volumen de negocio. Para una empresa incipiente, en la práctica esto
significa lanzar cuanto antes su primera versión del producto o servicio al mercado e
identificar dónde se vende mejor. A continuación, llega el momento de estar preparado
para saber vender adecuadamente el producto o servicio, superando las resistencias
iniciales del consumidor.Finalmente, el autor se refiere al arte con el cual concluye:
10. El arte de ser “mensch”. Mensch significa en yiddish “ser una persona ética, decente y
admirable”. Es la forma más alta de elogio que alguien puede recibir de parte de las
personas cuya opinión valora. Ser mensch redunda en beneficio propio por dos razones:
primero, porque cualquier persona u organización se mueve en un contexto más amplio,
la sociedad, de la cual depende. Hacer algo en detrimento de los demás a la larga no es
ventajoso para nadie. En segundo lugar, porque para crear una gran organización, con
capacidad para perdurar en el tiempo, hay que proponerse llegar a ser el ejemplo de los
estándares morales y éticos más altos para los empleados. En la práctica, ser mensch es
bastante simple y se basa en tres sencillas premisas: ayudar a cuanta más gente mejor,
hacer lo correcto y ser un buen modelo de lo anterior.
Aquellos fines, que podrían tener en la mayoría de los casos muy buenas intenciones,
bajo mi punto de vista deben ser siempre consecuentes éticamente con cada uno de los
medios que le permita alcanzar sus objetivos. De esta forma, creo que se incentivaría en
el futuro que cada potencial emprendedor no se convierta en un atropellador de los
derechos de los demás, y compita en forma transparente en el mercado en el cual
maniobra, en igualdad de condiciones de oportunidades. El hecho que existan algunos
emprendedores que hayan logrado sus propósitos “a cualquier precio” no los convierte
en ejemplos dignos de imitar, sobre todo cuando, por ejemplo, se ha incurrido en la
obtención de información privilegiada para sus propios intereses, en detrimento de
aquellos que aportan con sus ideas de nuevos modelos de negocios, productos o
servicios en forma honrada, perseverante, profesional y no exenta de sacrificios en
forma permanente.
De este hecho, induzco que el aprovechamiento ético de información transparente,
oportuna, útil, sea de carácter pública o privada, debe ser considerado siempre por todo
el mundo empresarial, independiente del giro en que se encuentre y de los propósitos de
negocio que tenga en mente cada directivo o potencial emprendedor. Si el principal
gestor de un negocio no da el ejemplo, creo que no cabría esperar resultados alentadores
en la gestión que realicen sus trabajadores, sobre todo si estas mañas alcanzaran a otras
industrias producto de posteriores rotaciones de personal.
El autor comenta que pasar toda la vida activa en una sola empresa ya es cosa del
pasado. Se basa en este hecho por considerar que en el mundo de hoy, las empresas se
reestructuran, se trasladan, automatizan sus sistemas productivos o simplemente
cierran sus puertas por no poder hacer frente a la competencia. La principal
consecuencia de todo ello es la inestabilidad laboral, lo que se puede contemplar desde
una perspectiva fatalista, pero también tiene su vertiente luminosa: la mayor
versatilidad y movilidad que hoy se espera de los trabajadores aumentan las
oportunidades para quienes estén dispuestos a aprovecharlas. Con este panorama como
fondo, inventarse una profesión, hacer las cosas de otra forma es y será, según el autor,
una de las pocas estrategias para destacarse laboralmente, tanto para jóvenes que están
comenzando su camino como para profesionales en procesos de cambio o jubilados que
quieran o tengan que seguir trabajando.
Tanto en los países desarrollados del primer mundo como en los países en vías de
desarrollo, los problemas laborales son, en esencia, similares. Consisten en todo un
abanico que comprende la inestabilidad laboral, el desempleo, el subempleo, el empleo
temporal, el empleo precario, las malas condiciones de trabajo, el estrés o la
incompatibilidad entre empleo y familia. Lo mismo en economías pujantes, en vías de
desarrollo o simplemente en decadencia, la solución para evitar caer en uno de estos
agujeros no es nueva y no es otra que diferenciarse: siempre hubo y habrá un espacio
para aquellos que consiguen destacarse del resto y ofrecer novedades. Uno de los casos
más paradigmáticos al respecto es el de Sigmund Freud. Debido en parte a la rigidez
propia de su época y en parte a su contexto socio-familiar, se vio obligado a estudiar
medicina sin que la idea le agradase en exceso, puesto que no soportaba la sangre ni se
sentía inclinado hacia esta profesión. Tuvo entonces que buscar una salida y la encontró
en la elaboración de toda una disciplina que marcó por entero el siglo XX: el
psicoanálisis. Esta nueva profesión “inventada” por Freud, con la impresionante base
teórica que la sustenta, no sólo lo convirtió en una de las grandes figuras del siglo XX,
sino que además creó y ha seguido creando miles de puestos de trabajo a lo largo de
varias generaciones.
Sin embargo, no es necesario ser un genio como Freud ni un artista consumado para
explorar la propia creatividad y encontrar un lugar único en el mercado. Son millones
los que en todo el mundo están diseñando sus propias profesiones y viviendo
satisfactoriamente de ellas. La historia de Charles Goodyear, paradigma de individuo
que encontró su propio camino como emprendedor y que, al hacerlo, no sólo creó toda
una nueva industria, sino también varios oficios y especializaciones, es una prueba
fehaciente de ello. A mediados del siglo XIX, Goodyear estaba convencido de que tenía
que existir una manera para conseguir estabilizar el caucho y, además, era consciente de
que lograrlo constituía una necesidad imperiosa para que su país y su industria
siguieran progresando. Tras cinco años de experimentos intentando encontrar un
método para hacer más estable y duradero el caucho (durante los cuales vivió casi en la
indigencia y fue encarcelado más de una vez por no poder pagar sus deudas), finalmente
lo consiguió mezclándolo con sulfuro y sometiéndolo a altas temperaturas,
descubriendo así la manera de endurecer el caucho y hacerlo resistente al frío. A este
proceso lo denominó “vulcanización”, palabra derivada de Vulcano, el dios romano del
fuego. Gracias a este descubrimiento, Goodyear consiguió dar pie a la creación no sólo
de una empresa que aún es líder hoy en día, sino también generar toda una industria
tras de sí y ayudar enormemente al progreso industrial de su país y del mundo.
Es claro que no todos podemos imitar este ejemplo y armar una industria desde la nada,
pero su sola existencia nos hace detenernos a reflexionar sobre cómo muchas veces las
ideas más creativas se originan en entornos con muy pocos medios, donde el mismo
hecho de sobrevivir es ya una proeza cotidiana.
El objetivo que debe perseguir toda persona decidida a inventar su propia profesión,
especialización, actividad u oficio es convertirse en “el mejor del mundo” en aquello que
haga. Sólo los mejores son capaces de obtener mayores beneficios por su trabajo, ya que
son los únicos que se diferencian del resto. Adoptar esta postura supone avivar el eterno
debate entre si conviene ser una persona generalista, que sabe un poco de todo, o es
preferible ser un especialista, alguien que lo sabe todo de muy contadas materias. Sin
embargo, este siglo XXI parece que va a ser el siglo en el que esa polaridad tenderá a
desvanecerse y no habrá lugar para elegir. La profesión que uno invente deberá ser
específica, pero para lograrlo no habrá que acumular más saber sobre un menor número
de áreas de conocimiento, sino combinar especialización con generalización, de manera
que podamos trasladar ideas de un terreno a otro para crear sinergias únicas en las que
la suma de las partes multiplique los resultados y nos proporcione fuertes ventajas
competitivas.
En los últimos años, decenas de libros publicados sobre psicología, desarrollo personal o
empresarial analizan los distintos tipos de inteligencia: verbal, emocional, espiritual,
intuitiva, maternal, ejecutiva, etc. Más allá de todos ellos, merece ser rescatado el
concepto de “inteligencia contextual” que los economistas norteamericanos Anthony J.
Mayo y Nitin Nohria desarrollaron en la obra “En su tiempo” . El libro expone de
manera brillante las cualidades de los líderes empresariales que han tenido que
adaptarse al contexto de los tiempos en los que les ha tocado vivir, cualidades estas que
todos necesitaremos para el futuro.
Hay quienes encuentran una profesión híbrida mezclando conceptos más o menos
esotéricos con otros tradicionales, pero que, sin duda, buscan diferenciarse del resto: la
psicomagia de Alejandro Jodorowsky tiene como finalidad “sanar los bloqueos
materiales, corporales, sexuales, emocionales e intelectuales que nos impiden realizar
nuestro destino en la vida”; la psiconomía, promovida especialmente por Alex Rovira ,
combina la psicología con la economía.
Hay que tener arte para descubrir cosas nuevas y el arte requiere, además de un proceso,
habilidad y astucia. Pero por encima de todo, existen dos requisitos fundamentales: el
primero de ellos es conocer a fondo nuestro principal campo de acción, o lo que es lo
mismo, ser un buen especialista. En segundo lugar, es imprescindible permanecer muy
atentos a lo que sucede en otros ámbitos. A veces, cuanto más alejados del propio,
mejor. Se trata, en definitiva, de tener una visión generalista, leer, escuchar y participar
en debates o conferencias sobre materias que no poseen una relación específica con el
trabajo propio. Esto no es tan contradictorio como parece. Einstein afirmaba que un
problema no puede solucionarse en el mismo nivel mental en el que fue generado. Se
necesita disponer de una nueva perspectiva para poder descubrir e introducir una
innovación: esto, y no otra cosa, es el fundamento de la hibridación de conceptos.
Nos agrade o no, el futuro será cada vez más cambiante. Para muchos esto puede sonar
desalentador y tampoco faltarán voces que ataquen la globalización, pero ésta no parece
detenerse y, aunque lo hiciera, probablemente sobrevendría otro tipo de
transformaciones. Por otra parte, la estabilidad laboral será cada vez más precaria: para
quienes ocupan puestos altos, porque se les requerirá permanentemente proveer
resultados y si no los consiguen, serán responsabilizados por ello; para quienes ocupan
los bajos, porque son fácilmente suplantables. Por definición, todo aquello que puede
realizar un computador o una máquina es automático y las habilidades estándar no le
interesan a nadie. Los únicos trabajos bien remunerados y con cierta estabilidad
asegurada serán los que no pueden estandarizarse: lo que se valora es el pensamiento
innovador y, por lo tanto, hay que buscar y saber desempeñar aquello que no pueda ser
reemplazado ni por una máquina ni por una mano de obra más barata. En consecuencia,
crear una imagen personal única, difícil de imitar, y que aporte valor en la forma de
presentar un producto, servicio o beneficio. También encontramos hoy en día muchos
personajes de la farándula, quizás éticamente no son dignos de imitar en sus conductas,
pero nos guste o no son modelos influyentes en la vida de muchas personas que sí los
siguen y se interesan en sus estilos de vida. Es común ver cómo estos personajes
famosos crean situaciones problemáticas o escándalos que ocupan titulares en los
periódicos y que no aportan nada en la vida cotidiana o que quizás no dejan nada de
utilidad, pero los medios que los publicitan se enriquecen con sus vivencias (sean
creadas falsamente o reales). Quizás no puedan tildarse precisamente de
emprendedores en el sentido del mundo de los negocios, pero es innegable que han
creado verdaderas profesiones en que la empresa son ellos mismos: se administran con
habilidades que otros no tienen, cobran por presentarse en cuanto programa los desea
invitar, y saben que sus días están con fecha de vencimiento, hasta que quienes hoy son
sus fieles seguidores se aburran y busquen a un futuro personaje que los entretenga
nuevamente. Es por eso que en forma creativa aprovechan los ingresos generados y, los
más astutos en estos asuntos, al menos invierten en su futuro sabiendo que después
tendrán menor plusvalía o reconocimiento social.
Analizando solo la muestra de los autores expuestos, podemos darnos cuenta que
mientras unos intentan explicar la motivación de los emprendedores, otros plantean que
cualquier persona puede ser emprendedora si consiguen profesionalizarse en su arte.
Asimismo, dan sugerencias a quienes no saben cómo comenzar en forma ordenada, con
el fin de no vincular el concepto emprendimiento con un asunto demasiado artesanal y
en cambio mostrarlo como un asunto que, aprovechando la iniciativa personal, las ideas
originales y las características personales que pueda tener un determinado
emprendedor, sirvan para organizarlos de tal forma de lograr cautivar aun más con sus
ideas pero de una forma más estructurada y convencional.
El emprendimiento debería dejar de ser visto como una casta especial en la sociedad.
Pese a que los más famosos emprendedores se reconocen por enormes logros
innovadores, algunos de los cuales han sido de aportes útiles para todo el mundo,
deberíamos aceptar que son personas que al tener un espíritu de libertad e ímpetu en lo
que planean realizar, deberían ser siempre apoyados para facilitar sus ideas. No sólo los
gobiernos deberían perfeccionar los asuntos de financiamiento en nuevos proyectos,
también las empresas, el mundo académico y la sociedad en su conjunto debería
tenerlos en alta estima social, con el fin que cuando logren hacer realidad sus proyectos
repercutan en mejor beneficio social y económico para todos. Volviendo al caso de
Thomas Edison, que creó un verdadero imperio, estuvo bastante solo desde su infancia
creando, innovando, esperando apoyo. Surgió por su iniciativa, pero también porque
vivía en un momento de la historia en un país que privilegiaba el reconocimiento a la
inventiva y a los aventureros. Algo similar sucedió con muchos científicos posguerra
mundial que confiaron en Estados Unidos para que acogieran sus ideas y estudios. De
no haber contado con la plataforma social económica que los acogió, no habrían
despegado sus ideas, y quizás el mundo no sería tal cual lo conocemos hoy.
Comparto la visión general que tienen los emprendedores en cuanto a los negocios que
imaginan:
Deben ser actividades entretenidas para aumentar la motivación, ya que nadie debería
trabajar en lo que no le gusta o no pueda realizar. Por muy buenas ideas que tenga un
emprendedor, si no siente placer en lo que hace simplemente es mejor que no lo realice.
Deben ser negocios saludables, ya que la empresa es un lugar de vida que repercute en
muchas personas y nadie espera que se sacrifique alguien por lo que hace, sino que lo
haga en forma racional y humana. Los negocios no se hicieron para sacrificar en forma
irracional a los dueños, empleados, inversionistas y a todo el grupo social y familiar que
los rodea.
Debe ser enriquecedor en todos los aspectos: económicamente, socialmente y
espiritualmente, ya que lo que uno realice debería crear un estado de animosidad tal que
nos haga crecer como personas. Además, quienes trabajan para los emprendedores
idealmente deberían salir con un valor agregado mayor que cuando se incorporaron.
Bibliografía de apoyo