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Cuando intenté localizar el origen de este ideal de analista "aséptico", encontré que
nuestra literatura de hecho contiene descripciones del trabajo analítico como la de que
un buen analista no siente nada más allá de una uniforme y moderada benevolencia
hacia sus pacientes, y que cualquier alteración emocional debe ser superada. Esto
posiblemente derive de una mala lectura de algunas afirmaciones freudianas, como la
de su comparación con el estado mental de un cirujano durante una operación, o en su
símil del espejo. Al menos esto ha sido lo que he encontrado al respecto en
discusiones sobre la naturaleza de la contratransferencia.
Por otro lado, hay una escuela opuesta a ese pensamiento, como la de Ferenczi, la
cual no sólo reconoce que el analista tiene una amplia variedad de emociones hacia el
paciente, sino que recomienda que debería expresarlas abiertamente en algunas
ocasiones. En su afectuoso escrito (...) Alice Balint sugirió que una dosis de honradez
por parte del analista es útil y coherente con el respeto a la verdad inherente al
Psicoanálisis. Aún admirando su actitud, no puedo estar de acuerdo con sus
conclusiones. Otros analistas han reivindicado que eso hace al analista más humano
cuando expresa sus sentimientos hacia el paciente y eso le ayuda a construir una
relación humana con él.
Para el propósito de este escrito uso el término contratransferencia para referirme con
él a todos los sentimientos que el analista experimenta hacia el paciente.
Sobre este tema merece la pena recordar que los sentimientos transferenciales no
pueden ser nítidamente separados de aquellos referidos a otra persona en sí misma y
no como sustituto de los padres. Se suele señalar que no todo lo que siente un
paciente hacia su analista es debido a la transferencia, y que, a medida que el análisis
avanza, se incrementará la capacidad en el paciente para experimentar sentimientos
“realistas”. Esta advertencia en sí misma muestra que la diferenciación entre los dos
clases de sentimientos no siempre es fácil.
Si un analista intenta trabajar sin hacer caso de sus sentimientos, sus interpretaciones
son pobres. He visto esto con frecuencia en el desempeño de los principiantes,
quienes, despreocupados, ignoran y callan sus sentimientos.
Sabemos que el analista necesita prestar una atención continua y flotante para poder
seguir la asociación libre del paciente, y que esto le capacita para escuchar
simultáneamente en muchos niveles. Tiene que percibir el significado manifiesto y
latente de las palabras del paciente, las alusiones e implicaciones, las alusiones a
sesiones anteriores, las referencias a situaciones de la infancia detrás de la
descripción de las relaciones actuales, etc. Escuchando de esta manera el analista
evita el peligro de llegar a preocuparse con cualquier tema y restar receptividad para
captar los cambios de tema y las lagunas en las asociaciones del paciente.
Sugeriría que el analista a lo largo del trabajo con su atención flotante necesita una
sensibilidad emocional despierta y libre para poder seguir los movimientos
emocionales y las fantasías inconscientes del paciente. Nuestra asunción básica es
que el inconsciente del analista entiende el inconsciente de su paciente. Las
estructuras profundas del paciente aparecen en la superficie en forma de sentimientos,
a los que el analista responde en su contratransferencia. Esta es la forma más
dinámica en la que la voz del paciente lo alcanza. En la comparación de sentimientos
despertados en él mismo con las asociaciones de su paciente y su comportamiento, el
analista posee el más preciado indicador de si ha entendido o no a su paciente.
Las emociones intensas del paciente, bien sean de amor u odio, amabilidad o ira,
impulsan hacia la acción, en vez de hacia la contemplación; y nublan la capacidad de
las personas para observar y sopesar la evidencia correctamente. Si ante esto la
respuesta emocional del analista también es intensa, terminará frustrando su objeto.
Por tanto la sensibilidad emocional del analista necesita ser extensiva en vez de
intensiva, diferenciada y móvil.
Habrá periodos en el trabajo analítico, en los cuales el analista, que combina atención
flotante con respuesta emocional libre no registre sus sentimientos como un algo a
tener en cuenta, porque están en concordancia con el significado que comprende.
Pero, con frecuencia las emociones despertadas en él son mucho más cercanas al
corazón del tema que su razonamiento, o, poniéndolo en otras palabras, su percepción
inconsciente del inconsciente del paciente es más aguda y anticipatoria que su
concepción consciente de la situación.
Pero todavía sentí que no veía las cosas lo suficientemente claras. Al poco tiempo él
vino a contarme este sueño: había adquirido un coche extranjero de segunda mano
muy bueno que estaba averiado. Deseaba repararlo, pero otra persona en el sueño le
advirtió que tuviera cuidado. El paciente habia tenido, como el dijo, "que engañar" a
esta persona para seguir adelante con la reparación del coche.
Con la ayuda de este sueño llegué a comprender qué había sentido antes en forma de
temor y preocupación. Había de hecho algo más allá del mero acting-out de los
conflictos transferenciales.
Cuando me dio los detalles del coche -muy bueno, segunda mano, extranjero- el
paciente espontáneamente reconoció que me representaba a mí. La otra persona en
el sueño que intentaba detenerle y a quién desconcertaba, significaba la parte del yo
del paciente que apuntaba seguridad y felicidad y para el análisis un objeto protector.
La intención del paciente de casarse con su nueva amiga estaba alimentada por
ambas fuentes, y el acting-out de los conflictos transferenciales demostraba estar
motivado por su específico y poderoso sistema sado-masoquista.
Creo que con una más esmerada investigación sobre la contratransferencia desde
este ángulo que he apuntado aquí, podemos elaborar más completamente el camino
en el cual el carácter de la contratransferencia corresponda con la naturaleza de los
impulsos inconscientes y defensas del paciente operativos en el momento presente.