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Traducción: CiscoMT
Revisión: Bodo-Baas, vansanbinks
Maquetación: Bodo-Baas
Versión 1.1
11.07.15
Base LSW v2.21
Star Wars: La última batalla del Coronel Jace Malcom
Declaración
Todo el trabajo de traducción, revisión y maquetación de este relato ha sido realizado por
admiradores de Star Wars y con el único objetivo de compartirlo con otros
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Star Wars y todos los personajes, nombres y situaciones son marcas registradas y/o
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El grupo de libros Star Wars
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Por otro lado, pensó él, más le vale. Las tropas iban a necesitar a alguien a quien
elevar la mirada, y a él no le quedaba mucho tiempo.
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—Los cazas están en el aire ahora mismo. Tenemos al menos dos horas antes de que
aparezcan.
Jace maldijo, entonces hizo sobresalir un pulgar en dirección a la nave estelar.
—Está bien: ajustaremos el plan. ¿Esa nave que acaba de aterrizar? Estoy bastante
seguro que es una nave de comando planetaria reponiendo combustible.
Immel se movió al lado de Jace y se arrodilló, haciéndole gestos para seguirle.
—Otra patrulla, —dijo ella—. Sigue hablando.
—La nave se habrá ido para cuando nuestros cazas lleguen, pero ¿y si podemos
capturar esa cosa? Su ordenador de navegación podría señalarnos cada objetivo Imp en el
planeta.
Immel miró al terminal de energía donde el disco de metal de la baliza de objetivo
zumbaba en silencio.
—Todo el condenado mundo sería el recorrido de un repartidor de leche azul, —
estuvo de acuerdo ella—. Pero no estamos equipados para la acción a bordo.
—No, —dijo Jace—, y no tenemos un montón de poder de fuego para malgastar, pero
no vamos a perder esta oportunidad.
Immel se detuvo.
—Señor, —dijo ella—. Estoy al mando de esos hombres, y no los voy a mandar…
Buena mujer, pensó Jace, incluso mientras la interrumpía.
—No los vas a mandar a ninguna parte. Tú acabarás la misión, y yo iré solo. No
atraigas la atención hacia allá.
Y no es una mala forma de salir, tampoco, añadió en silencio.
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Jace apretó el gatillo de su rifle. Esta vez, los rayos golpearon el corazón y los
pulmones, incluso mientras los filtros de su casco se pixelaban por el daño eléctrico. Él
escuchó un sonido amortiguado desde la Sith, alguna última orden, conforme moría.
Por un instante, conforme Jace escuchaba los gritos, vio a los oficiales correr hacia la
salida del puente, sintió una avalancha de victoria. La nave de comando era suya.
Kalandis Siete iba a ser de la República. Immel y su equipo podían ganar el condenado
planeta entero.
Entonces la voz llegó por los altavoces del puente:
—Autodestrucción iniciada.
Las consolas se rasgaron, el metal y el plástico y el cristal ardiendo y humeando a
través del aire. La cúpula de transpariacero de la cabina de mandos se destrozó, cayendo
como cuchillos. Jace maldijo y cayó, su cuerpo agitándose conforme trataba de
arrastrarse hacia delante sobre la plataforma vibrante y lejos del fuego que sentía a su
espalda.
Malditamente demasiado cerca, pensó.
Su cuerpo alcanzó la cúpula rota conforme la nave se orientaba hacia delante,
empezando a precipitarse contra la superficie del planeta. Miró a la niebla sin fin y se
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—¿Alguna idea de por qué te mandaron? —preguntó Jace. El Caballero Jedi no le dio
a Jace una mirada mientras rasgaba cables medio fundidos de debajo de una consola de
ingeniería.
—La Canciller Suprema cree que estás desaprovechado ahí fuera, —dijo el Jedi—.
Más allá de eso, no lo sé.
Un sonido de explosión eléctrica emergió de la consola, y el Jedi se apartó antes de
continuar.
— Imagino que vas a por un ascenso. Toda la guerra está cambiando.
—No es la primera vez que me han dicho eso, —dijo Jace. Él observó a Kalandis
Siete desaparecer en el campo de estrellas, el punto ocre ahora indistinguible de entre
otros mil mundos distantes y soles distantes.
—Las tropas de ahí abajo no durarán mucho, ahora, —añadió Jace—. No tienen el
entrenamiento para mantener la posición. —Él se frotó las mejillas, frotó sus cicatrices,
entonces habló de nuevo—. Serán superados en un mes. Las bajas serán pesadas.
El Jedi se puso en pie y se giró para encarar a Jace.
—No sabes eso —dijo él. Jace se encogió de hombros.
—No lo sé —estuvo de acuerdo. Ellos compartirían la mentira juntos—. No importa
ahora. La Canciller Suprema te ordena volver a los Mundos del Núcleo, ahí es donde vas.
Todavía, la maldecía por sacarle del campo de batalla. Cuarenta años de dejar
soldados atrás y perder a gente eran una carga suficiente para llevar sobre los hombros.
¿Y por el ascenso? Más responsabilidades nunca hacían nada más fácil; sólo cambiaba la
mira del trabajo.
Jace se excusó a sí mismo e hizo su camino hacia los cuartos de invitados: unas
barracas espartanas donde él se dejó caer sobre un catre y cogió un panel de datos,
buscando sobre una lista de sus camaradas en Kalandis Siete. Shanra Immel; Amden vor
Keioidian; Vaskus Kayle; Yennir de los Verdes. Todos con los que había luchado. El
equipo por el que estaba dispuesto a morir. El equipo por el que lo habría hecho todo por
intentar salvarlos.
Cuando alcanzó el final de la lista, borró los nombres de su archivo personal y alejó el
panel de datos.
Era hora de moverse hacia la siguiente batalla.
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