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Al día siguiente, Abraham ya había visto a Judith varias veces, este se limitaba a

saludarla como de costumbre, pero una vez que miras a una mujer desnuda intimando con un
hombre casado, ya no la ves con los mismos de antes. Eichhorst sabía bien que no debía
entrometerse, lo mejor era preocuparse por sus asuntos y resolver todas las incógnitas que
acongojaban su interior

Abraham se encontraba sentado en su cama, masticando la desabrida comida de


hospital. Una leve brisa de aire entraba por la ventana juntó a él; la mañana, al igual que
muchas otras, era cubierta por una densa nube grisácea. El sonido de los cubiertos metálicos
golpeando de vez en cuando el plato para poder alcanzar un trozo de carne, era el único sonido
que resonaba por las nítidas paredes de la habitación de Eichhorts. De vez en cuando, el
anglosajón miraba hacia afuera, veía el cielo, y el tan anhelado deseo de libertad lo consumía
por dentro; ya había pasado demasiado tiempo encerrado en el hospital, había visto y oído ya
suficientes cosas. Toda ave que agitaba sus alas y se cruzaba e su mirada, era solo un objeto de
envidia para él

Sus nostálgicos pensamientos se vieron afectados por el llamado de alguien a al


puerta. El anglosajón se sobresaltó un poco, y dijo

- Pase

El pálido semblante y la prolongada cabellera de Lubchenko entraron a la habitación.


Por alguna razón aún desconocida, Vladimir cargaba consigo una peculiar sonrisa alegre, que lo
llenaba de felicidad

- ¿Sucede algo?
- ¡Tengo muy buenas noticias¡ – responde Lubchenko – Vengo de la recepción.
Hace uno minutos me llamaron para decirme algo estupendo. Al principio no me
convencí demasiado, pero luego de que me mostró una fotografía, mis dudas se
disiparon por completo
- ¿De qué estás hablando?
- ¡Tu tío está esperando abajo, en la sala de esperas¡
- ¿Qué?

En ese momento, el corazón de Abraham comenzó a latir más fuerte de lo normal, su


mente se mantenía confusa, pero eso no evitó que sus ojos se llenaran de lágrimas, pero aún
así no llorasen en lo absoluto

- ¿Por… por que estas tan seguro de que es mi tío?


- Tiene una fotografía donde sales con él. Además me conversó un poco de cosas
que solo tú sabrías. El sujeto es un hombre de edad, no se ve como una amenaza
- Las amenazas tienen mascaras que las hacen inocentes
- Pero aún así ¿No crees que es buena idea hablar con él?
Era innegable, que una gran parte de él estaba emocionada, ilusionada por la
imprevista visita de aquel misterioso pariente que decía ser su tío. Pero otra parte del
anglosajón, su parte más racional, lo hacía recapacitar los hechos por un momento, y
preguntarse si realmente podía confiar en un desconocido

Abraham finalmente, convencido por Vladimir, aceptó que aquel hombre fuese a
visitarlo. Lubchenko estaba emocionado por poder ayudar a su amigo, el ruso creía que esta
era la oportunidad perfecta para que algunos de los recuerdos de Eichhorst, vuelvan a él, y no
solo eso, sino que tambien poder conocer su pasado

Abraham mantuvo sus piernas adormecidas en la cama y su espalda pegada al


respaldo de esta misma; en su nostálgica soledad, miraba la ventana hacia afuera, y veía a los
pájaros volar, y la vez intentaba librar su mente de las dudas para así poder confiar en el
hombre que entraría a su habitación. Abraham esperó algunos minutos, mientras tanto dejó la
bandeja con comida sobre una mesa junto a él, y se relajó recostándose en su camilla

Debido a que Vladimir había dejado la puerta entre abierta, Abraham hundido en la
soledad de sus pensamientos, pudo oír como desde el pasillo se iban aproximando los pasos
decididos y firmes de dos personas. El anglosajón miraba a la puerta, preguntándose la
identidad de aquel hombre que pronto llegaría

Finalmente, cundo la mano de Vladimir su puso sobre la perilla y abrió la puerta por
completo, Abraham Eichhorst vio la imagen de su amigo, quien venía acompañando de un
pulcro viejecillo de unos 65 años de edad, con un cabello teñido por los años, y unas finas
vestimentas muy elegantes todas ellas, el hombre se movía por la habitación como si fuese la
sombra de Vladimir

- Abraham – dice el ruso– este es el hombre del cual te hablaba. Tu tío


- ¡Sobrino, mi querido sobrino, en verdad eres tú¡ - dice emocionado, pero a la vez
indiferente.

Eichhorst intentó contener la emoción por todos los medios, pero al igual que antes,
unas pequeñas lágrimas se agruparon en sus ojos, y los hicieron parecer cristalinos. El
anglosajón, estaba seguro de que aquel hombre no representaba amenaza alguna, al contrario,
se asemejaba más a una imagen paterna, que a un ente maligno. Abraham, muy sentimental
como siempre, se secó rápidamente las lagrimas, y dijo

- ¿En verdad es usted mi tío? – pregunta, dominado por su parte más racional
- ¡Por supuesto que lo soy¡ - responde con seguridad– Me llamo Wilson Ashford
- Lo lamento…, pero su nombre no me suena en nada – responde apenado
- No se preocupe, sobrino. El doctor Lubchenko ya me puso al tanto de su
lamentable situación
- Vladimir me comentó sobre una fotografía que usted poseía ¿La puedo ver?
- ¿Fotografía? ¡Ah sí, claro¡
El hombre, desde su bolsillo sacó lo que parecía ser una especie de papel duro y firme
con un tamaño medio, lo sufrientemente grande, como para caber en la palma de una persona.
Efectivamente, era una fotografía. En el lado derecho de la imagen, se encontraba un Abraham
Eichhorst mucho más pulcro, limpio y ordenado que ahora, su barba se encontraba extinta y su
cabello más corto y peinado que el de ahora, era prácticamente como una persona distinta.
Junto a él, se encontraba Wilson Ashford, con una apariencia tan elegante que no dejaba atrás
a la que traía ahora. Lo peculiar de la fotografía, y aquello que le llamó más la atención a
Abraham, fue una extraña figura junto a Wilson

- ¿Quién es? – pregunta el anglosajón, mientras analizaba la imagen


- ¡Oh, es… mi hija¡

Abraham se refería a una pequeña criatura de cabello claro, que parecía ser rubio. La
muchacha parecía tener unos 14 o 13 años de edad, poseía una estatura extremadamente baja,
llegándole solo a la cintura a Ashford. Su vestimenta era extraña, era como la de un chiquillo,
más bien como un noble de la época victoriana, con unos pantaloncillos claros, muy ajustados
al cuerpo, y unas botas de montar, era como si fuese a jugar polo; en la parte superior llevaba
camisa y traje, pero en vez de usar corbata, llevaba consigo un pañuelo oscuro envolvía su
cuello.

Lo único seguro, era que la fotografía era autentica, de eso no había duda ¿Pero en
verdad aquellas personas eran sus familiares? Antes de que Abraham le pudiese devolver
nuevamente la imagen a Wilson, Vladimir intervino y lo invitó a tomar asiento en uno de los
dos sillones de la habitación. Solo Lubchenko quedó de pie, entonces el ruso miró su reloj y dijo

- Por favor, sigan conversando sin mí. Mi buen amigo… después me contaras todo
¿De acuerdo?, estoy ansioso por saber qué es lo que guarda tu pasado. Les ruego
que me disculpen, pero ahora a las 3 tengo programada una operación bastante
complicada. Me despido, fue un gusto conocerlo, Wilson

De esa forma, Vladimir Lubchenko, como buen y único amigo del anglosajón, cumplió
con su cometido, el cual era llevarle parte del pasado a su amigo. Una vez, Vladimir cerró la
puerta detrás de sí, Abraham Eichhorst y Wilson Ashford, quedaron a solas en la habitación

- Aquí esta su fotografía – dice devolviéndole la imagen


- Gracias
- Señor Wilson, o tío Wilson, no sé cómo llamarlo. ¿De dónde es usted, su asentó y
apellido no me son familiares? Por lo menos no se parecen al comúnmente usado
en Inglaterra
- Oh, mi acento es irlandés. El apellido “Ashford” es muy conocido por allá. Incluso,
me atrevería a decir que es una de las familias más grandes y vistosas del país
¿Pero por qué estamos hablando de mí? ¿Acaso no quiere que le cuente de su
pasado?
- ¡Claro, por favor continúe¡
- Abraham Eichhorst, nacido y criado en Londres, pero de padres Alemanes.
Reconocido como uno de los más grandes detectives del Reino Unido
- ¿Qué dice? ¿¡Detective¡?
- Así es, uno muy famoso
- Pero si ni quiera sé como disparar un arma, o conducir un vehículo – responde
tartamudo
- Ser detective, es mucho más que disparar armas para matar a los malos o
hundirse en absurdas persecuciones policíacas. Un buen detective es un cazador,
y la injusticia es su presa. La única arma que necesita un buen detective, es su
intelecto, nunca olvide eso señor Eichhorst. Usted era inspector del Scotland
Yard, en Londres. Resolvió los casos más complicados que se le presentaron…,
menos uno
- ¿Dice, que solo perdí una vez?
- Si, solo una única vez perdió. Por eso usted debió de solicitar ayuda internacional
para resolver aquel crimen
- ¿Ayuda? ¿Pero ayuda de quien?
- Wilson ríe ante las palabras de Eichhorst, y responde – de la persona para la cual
yo trabajo. La señorita Leona…

¿Leona? ¿Leona? ¿Leona? Aquel nombre, aquella entonación de palabras, aquellas


vocales uniéndose entres sí. Leona. Aquel nombre, aquel único nombre sin apellido, le
generaba a Abraham una extraña sensación, algo inexplicable para él, era como si ya lo
conociese de antes, como si un sentimiento que estaba enterrado estuviese naciendo

- ¿Quién es ella? – pregunta intrigado –


- Ya la conocerá, todo a su tiempo señor Eichhorst
- Hay… algo que no estoy entendiendo
- ¿Qué cosa?
- Con la voz entre cortada, Abraham pregunta - ¿Es usted mi tío… o no?
- Buena pregunta. Pero la respuesta es muy simple. No lo soy. Solo soy un enviado
de la señorita Leona, quien me pidió que lo sacase de aquí como sea. Ella necesita
de su ayuda lo antes posible

Aquellas palabras hicieron que una gran parte del lado emocional de Abraham, se
viera consumido por su lado mucho más desconfiado y racional. Todo era una mentira, todos
mienten. Se podría decir que el anglosajón era algo… susceptible, por tal razón se molestó que
le mintieran con tal descaró, pero a la vez, se sentía intrigado por saber más

- ¿¡Ayuda ¡? ¿¡Ayuda para qué?¡ ¡Si más encima tiene el descaro de venir aquí, y
mentirme e inventar una estúpida historia como los ha hecho¡ - le dice molesto
- Le ruego que me disculpe, señor Eichhorst. Pero no había de otra. No había otra
manera para ingresar al hospital. Pero absolutamente todo lo que le he dicho es
verdad. Es cierto que usted era inspector del Scotland Yard, y un reconocido
detective, nada de es mentira
- ¿Qué hay de la fotografía? – pregunta más calmado
- Fue tomado en Londres hace algunos años atrás, cuando nos conocimos por
primera vez. Fue antes de que usted desapareciera
- ¿Desaparecer, dices?
- Por supuesto. Se creía que el inspector Abraham Eichhorst estaba muerto. Los
rumores de su fallecimiento eran muchos, pero al final nunca se esclareció nada,
y simplemente el famoso inspector Abraham Eichhorst, quedó inmortalizado en la
historia y se desvaneció en lo que creíamos, la eternidad
- Pero estoy aquí
- ¡Claro, por eso es que la señorita Leona lo necesita¡
- Quiero que me cuentes más de mi pasado. Quiero saberlo todo
- Lo que le he dicho, es solo una pequeña parte de su historia. La señorita Leona es
una amplia conocedora de su vida, señor Eichhorst. Todo lo que le dije, me lo
había contado ella con anterioridad
- ¿Qué? ¿Por qué ella sabe tanto de mí? ¿Quién esta persona que llamas “Leona”?
- Ya se lo dije, yo trabajo para ella. Además… hay cosas, que ni si quiera yo sé. Pero
le aseguro, que todas sus dudas podrán ser aclaradas si decide ayudar en la causa
de la señorita Leona
- ¿Acaso… acaso ella… ella es mi pareja, o algo por el estilo?
- Ya se lo dije, señor Eichhort. Desconozco tal información, la única que podría
asegurarlo o negarlo, es ella. Por favor no crea que le miento, la joven Leona
siempre ha sido muy reservado en todo ámbito
- Eso no importa. Aún hay algo que no entiendo ¿Para qué necesitan mi ayuda?
- ¡Cierto, se me olvidaba decir eso¡ como usted probablemente esté enterado,
últimamente han estado ocurriendo una serie de muertes extrañas en Demert, y
la policía está desesperada buscando al culpable. Por tal razón, las autoridades
decidieron contratar a la señorita Leona. Y por eso ella requiere la ayuda de un
talentoso detective como es usted, señor Eichhorst.

Abraham no dijo nada, se limitó a mantenerse en silencio y a quitarle por unos


momentos la vista de encima a Wilson, era como si estuviese pensando en las apalabras de
Ashford

- Señor Eichhorst, míreme y responda – dice Wilson - ¿Nos ayudara a garantizar la


seguridad del débil y hacer que el mal se arrodille ante la parecencia de la
justicia? ¿O simplemente quiere ver como ese psicópata carcome la ciudad por
dentro y hace emerger el caos? Ayúdenos señor Eichhorst, ayúdenos y ayude al
bien a la justicia

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