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Los Espías Industriales

Y el Sargento Velmez
Capítulo 1

Durante toda la noche, Elvira había estado durmiendo , en el sofá del


salón, se percató de este hecho, al abrir los pesados parpados, que
impedían que sus ojos viesen lo que la rodeaba, y no la rodeaba nada
agradable precisamente, sin atreverse a mover un solo musculo de su
cuerpo, comenzó a asimilar lo que empezaba a divisar, desde su
postura de reposo, lo primero que vio, fue una pared salpicada hasta
el techo, de sangre, sangre coagulada, casi seca, el cuadro de un
cazador con el pie puesto en su triunfo, un ciervo de edad joven, por
su escasa cornamenta, que colgaba en dicha pared, tenía el cristal
roto, además de estar girado y a punto de caerse. Más abajo un
aparador con varias botellas, de whisky había dos y otra más de ron,
Elvira, continuó bajando su mirada, lentamente, al tiempo que trataba
de recordar algo que la hiciera comprender porque se encontraba tan
mal, ya que un fuerte dolor de cabeza la martilleaba como si tuviese
una carpintería dentro del cerebro, se llevó las manos a la frente al
tiempo que susurraba... Dios mío que ha pasado, donde estoy.
Pero no consiguió ver más y se sumió nuevamente en un profundo
sueño que duraría hasta el mediodía. El sol se colaba por la ventana
del salón, como si de una espada se tratase, reflejando sus rayos
distorsionados por el cristal de uno de los vasos que acompañaban a
las botellas vacías en el aparador, y terminando su trayectoria en los
ojos de Elvira, esta despertó poco a poco, cegada por ese
deslumbrante rayo inoportuno, y tratando de poner la mano entre su
vista y el rayo, para no ser deslumbrada. Comenzó a maldecir sin ton ni
son hasta que se incorporó, sobre la alfombra que la separaba de una
pequeña mesa de mármol repleta de platos con restos de comida, ya
resecos, empezaba a recordar algo de lo sucedido, pero de repente,
cayó de bruces, había tropezado con los pies de un cuerpo, un cuerpo
de mujer, intentó elevarse un poco y entonces fue cuando la vio allí
tendida, Rosana, Rosanita, comenzó a llamarla era su amiga, no se
movía, la puso su oído en el pecho desnudo intentando oír sus latidos,
pero no latía ya su corazón, se percató en ese instante de que su
amiga se encontraba totalmente desnuda, y presentaba un corte en el
lado izquierdo de su pecho, la herida que la produjo la hoja del
cuchillo, la llegó hasta el corazón.
Elvira, comenzó a vestirse con sus ropas que fue recogiendo por el
salón, una aquí y otra por allá, comenzó a intentar recordar lo que la
noche anterior podía haber pasado, pero todo lo veía en imágenes
muy confusas, recordó como su amiga entró en su apartamento, venia
acompañada de un hombre, joven de unos treinta y pocos años, y en la
mano, portaba una botella de vino.
¡Hola! Elvira, te presento a Jon, es mi compañero de trabajo.
Jon esta es mi amiga Elvira, de la que tanto te he hablado.
Encantado Elvira, eres más joven de lo que me había dicho Rosana
Bueno, ¡tampoco tanto! contestó Elvira, ¿cómo os ha dado por venir?
Contestando Rosana: Estamos celebrando mi ascenso, me han
nombrado supervisora de mi sección.
¡Qué alegría! dijo Elvira, fundiéndose en un abrazo con su amiga,
bueno sentaros y hablaremos un poco de tu ascenso, mientras nos
tomamos una copa de vino, ¿o no lo traéis para eso? dijo la anfitriona.
Pero no podía recordar nada más, mientras se limpiaba las manos
torpemente con un paño, que cogió de la mesa, solo recordaba, que se
sentaron en el sofá los tres y cuando Jon, descorchó la botella de vino,
ella se apresuró a ir a la cocina, a por unos aperitivos para acompañar
la bebida, regresando, poco después, y tras brindar los tres juntos, por
el ascenso, de Rosana, picotearon unos frutos secos y algo de
embutido, que puso ella sobre la mesa, y nada más. Ella no sabía cómo
ni cuándo, su amiga había sido asesinada, ni porqué las dos se
encontraban desnudas, o porque se encontraba tan mal, ¿Qué había
sucedido? ¿Por qué no recordaba nada?
Lo mejor será, llamar a la Policía, se dijo para sus adentros, y así lo
hizo, descolgó el auricular del teléfono, procedió a llamarles.
No tardaron en hacer presencia dos coches de la Policía, los vio
llegar desde la ventana del salón, de su apartamento, situado en la
planta novena del edificio “ Darwin” en pleno paseo de la Castellana
de Madrid, donde solo residían personas jóvenes o parejas sin hijos.
Ring, Ring sonó el timbre de la puerta, al abrirla, se encontró en el
rellano con dos Policías de uniforme, y otros dos delante de ellos, estos
vestidos de paisano, Buenas tardes, soy el Sargento Velmez, según su
llamada, hay una persona fallecida en su apartamento, (dijo el
sargento) si es mi amiga Rosana, me he despertado hace un rato, y no
sé qué ha sucedido, arrancando a llorar a lagrima viva, Elvira no podía
mantenerse en pie, por lo que el sargento la ayudó a sentarse en una
silla situada a la entrada del apartamento, bien comunicó el Policía,
vamos a echar un vistazo al interior, y cuando se asomó al salón, vio
toda una escena macabra, la sangre rodeaba toda la mesa de mármol,
y se paró en su curso, gracias a la alfombra donde se hallaba el
cuerpo, la pared de la ventana, salpicada de sangre y con huellas, de
haberse limpiado las manos el asesino, terminándolo de hacer, en una
de las cortinas que colgaban al lado de la ventana, haciendo una
rápida inspección visual a todo el salón, el Sargento Velmez, comenzó
a tomar algunas notas en su cuaderno, pasando después, a preguntar
a Elvira, si se sentía con fuerzas para prestar declaración, si creo que
sí, contesto ella, me puede hacer las preguntas que desee, pero le
aseguro, que no sé nada de lo ocurrido.
Elvira, ¿quién más cenó con ustedes anoche? Porque he visto tres
vasos en la mesa,
Un compañero de Rosana, ella, y yo, vinieron aquí a celebrar el
ascenso de mi amiga, los dos trabajaban juntos en la empresa.
Contestó Elvira.
¿Cómo se llama la empresa donde trabajaba? Pues, el nombre no lo
recuerdo, sé que está en las afueras de Madrid, en la zona norte, y son
unos laboratorios de química y alta tecnología, según me contó ella
alguna vez.
¿Cómo se llama el compañero de su amiga? Interrogó el sargento.
Mientras seguía, tomando notas en su cuaderno.
No lo recuerdo, creo que me lo presento como… Jon o algo así, si,
Jon fue el nombre que me dijo, pero le juro, que no sé nada más,
comenzamos a bebernos una copa de vino, que ellos trajeron, y solo
recuerdo, que al poco tiempo, la cabeza me empezó a dar vueltas,
como si estuviese mareada y lo siguiente, es que me he despertado, en
el salón hace un rato con lo que están ustedes viendo.
Está bien, voy a llamar a los compañeros de la científica, para que
inspeccionen el lugar, la ruego que no toque nada, y si no la importa, la
trasladaremos al hospital, para que la realicen algunas pruebas, no
sea que la diesen alguna droga y fuese la causa de su mareo y
posterior sueño profundo
De acuerdo sargento, agradezco su ayuda, espero que cojan a quien
ha matado a mi amiga. Contestó Elvira. Y acto seguido, cogió su bolso
de la mesita que había en la cocina, y se dispuso a salir, del
apartamento, para dirigirse al hospital. En todo momento, la
acompañará uno de los policías, tenga en cuenta, que usted puede
ser, en cierto modo, testigo de lo ocurrido, aunque en estos momentos
no recuerde nada, la mente a veces, juega malas pasadas y quizás,
solo se esté protegiendo de los sucesos tan horribles, que de alguna
manera, ocurrieron en su presencia. La informó el sargento.
En el hospital, tras realizarla algunas pruebas toxicológicas y análisis
de sangre, la pidieron que se quedase en observación, para que se
repusiera un poco del mal estado, en el que se encontraba, y fue
ingresada en la habitación 63, donde en la puerta, se apostó el policía
que la acompaño por orden del sargento. La dieron algo ligero de
comer y un zumo, de lo cual solo probó el zumo y entre lágrimas, se
quedó nuevamente dormida, a las once de la noche, el policía que se
encontraba en la puerta de la habitación 63, se marchó a descansar,
siendo relevado por otro policía del turno de noche.
La noche en los hospitales, suele ser muy aburrida, salvo para el
personal que está de servicio, el policía a eso de las cuatro de la
madrugada, decide el darse un paseo por la planta donde se
encontraba, sin perder de vista la habitación 63, cuando estaba
leyendo unos carteles, sobre algunas reivindicaciones sindicales, que
pedían algunos miembros del hospital, se le acerca un médico, con su
bata verde y el clásico endoscopio colgado al cuello y le pregunta:
Disculpe, agente, ¿está usted custodiando la sala 63? a lo que el
agente asintió con la cabeza y pregunto: ¿Por qué quiere saberlo?
¿Tienen ya el informe? no contesto el médico, es porque tenemos que
repetirla una de las pruebas y hay que trasladarla a la planta primera,
que es donde se la van a hacer. Muy bien procedan si es necesario,
comentó es policía, y dicho esto, se acercó nuevamente a la sala 63,
donde se encontraba la paciente protegida.
A los pocos minutos, se presenta el doctor con el que había estado
hablando unos minutos antes, acompañado de una enfermera, y
entrando en la habitación, donde dormía Elvira, proceden a trasladar
la cama silenciosamente, ya que las ruedas de goma, no se las oía
para nada. El policía a cierta distancia, acompañaba a la enferma que
la trasladaba, pero al llegar al ascensor, el doctor, le invita al policía a
quedarse en la sala 63, hasta el regreso de la paciente, más que nada
porque ese ascensor los introducía directamente, en el laboratorio,
donde supuestamente, la realizarían la nueva prueba. El policía no
muy conforme, se dio media vuelta y se sentó, en la puerta de la sala, a
la espera del regreso de la persona a la que custodiaba.
Sobre las seis de la mañana, y un poco impaciente, el agente al ver la
tardanza de su protegida, decide preguntar en el mostrador de planta,
sobre las pruebas, la jefa de planta, tras mirar un listado y asegurarse
en el ordenador, le informa: No tengo constancia de que estén
realizando ninguna prueba a la paciente de la sala 63, de hecho, el
doctor que la está llevando, me ha dejado el informe de alta firmado,
por si se quisiera marchar cuando se despierte, del relajante que la
han suministrado, ya que las pruebas de toxicología, tardaran varios
días en enviárnosla.
El policía, salió corriendo escaleras abajo, saltando los escalones de
cuatro en cuatro, al tiempo que informaba a sus superiores de la
desaparición de su protegida, cuando bajó a la planta primera, vio que
allí no existían laboratorios de ningún tipo, solo habitaciones de
traumatología, y en alta voz comenzó a gritar ¡¡Que gilipollas he sido!!
¡¡Que gilipollas he sido!!
Capítulo 2

El sargento Velmez, cierra el grifo de la ducha, al ser requerido por


su teléfono móvil que no paraba de sonar, ¡Velmez! ¿Dígame? Y se oye
la voz inconfundible del comisario, Velmez, para su información, han
secuestrado a la protegida del hospital, con que póngase las pilas, y, le
quiero en mi despacho en quince minutos. Cortándose la comunicación
al instante. Ya me extrañaba a mí que me llamasen a las siete de la
mañana de la comisaría, comentó malhumorado y sin apenas secarse
el agua, comenzó a vestirse y se trasladó a ver al Comisario.
La puerta del despacho del jefe de la comisaria, estaba abierta de
par en par, por lo que Velmez no necesitó llamar, buenos días
Comisario, ¿Qué ha pasado? preguntó el sargento. Velmez, a la chica
del hospital, se la llevaron anoche un hombre y una mujer, haciéndose
pasar por médico y enfermera del hospital, y aún no tengo ningún
informe suyo, ni de los hechos ocurridos en el apartamento del
homicidio, ni de la testigo, supuestamente protegida ¡dígame usted a mí
lo que pasa!, quiero un informe en mi mesa en 24 horas, ya he dado
aviso a los de carreteras, para que monten controles y a fronteras para
que estén pendientes, usted, consiga las cintas de las cámaras de
Circuito Cerrado del hospital y empiece a moverse, ¡como salte esto a
la prensa, nos van a joder más de lo que estamos!
No se preocupe jefe, no descansaré hasta tener alguna pista, de lo
que está pasando, por cierto… ¿Quién era el policía del servicio de
noche en el hospital? Preguntó Velmez.
Se trata de Sergio, uno de los mejores agentes que tenemos en
plantilla, está muy afectado, y creo que le está esperando en la sala de
reuniones. Estupendo, voy a hablar con él. Y se marchó del despacho,
en busca del agente Sergio.
En esos precisos instantes, se abrían las puertas de una finca en las
afueras de la capital, en la zona de la sierra madrileña, una hoja de
hierro fundido de más de dos metros de alta, cedía gracias a un sistema
hidráulico que ejercía su función de abrir o cerrar, según demandasen
los propietarios de la finca, mediante un mando a distancia. Era
imposible, desde el exterior, ver nada, debido a la altura de la puerta y
del muro de hormigón que rodeaban toda la propiedad. Tras entrar la
ambulancia, la pesada puerta comenzó a cerrarse y el vehículo se
dirigió por una estrecha vereda, adornada por una fila de altos y
frondosos árboles, a la parte trasera de la vivienda, dos fornidos y bien
trajeados hombres, estaban esperando que la ambulancia se
detuviera.
Buenos días, ¿qué tal ha ido todo? pregunto uno de ellos
¡Sin problemas ¡ contesto el falso doctor, bajándose en ese momento
de la ambulancia.
¡Vamos chicos! bajarla y encerrarla en el sótano, pero con cuidado,
que aún está casi dormida, por el somnífero que la hemos puesto. Está
bien jefe, tendremos sumo cuidado con esta princesa. Contestó el otro
que también les estaba esperando.
Después, sacar la ambulancia de la finca y quemarla, antes de
arrojarla por el precipicio de la sierra norte, ¡que no quede nada!
No se preocupe, así lo haremos Sr. Marconi, como la otra vez… que…
No pudo terminar la frase, el Sr. Marconi, le asestó un puñetazo en la
boca del estómago, que lo dejó doblado, al tiempo que lo reprendía.
¿Cuántas veces tengo que decir? ¡¡No me llaméis por mi nombre!!
¡Nunca!
No… no volverá a pasar balbuceó, entrecortadamente, el aludido,
mientras se agarraba el estómago, con las dos manos.
Elvira, no sabía ni entendía nada, era tal su confusión y mal estado,
que veía todo borroso, tambaleándose, vio, lo que parecían dos
personas frente a ella, y preguntó ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son
ustedes? Tranquila, si usted colabora con nosotros, no la pasará nada.
Contesto el jefe, de lo que parecía ser una banda. Responsable de su
situación. Señorita Elvira, solo quiero que me de unos datos, y si son
ciertos, pronto podrá estar descansando en su casa, no la aremos
ningún daño, a no ser que sea necesario, por falta de colaboración
por su parte.
La secuestrada, no podía ni pensar con claridad, ella apreciaba que
su situación, era muy complicada, pero no podía entender lo que
estaba pasando, se echó a llorar y no podía parar de hacerlo, a mi
amiga, ¡la mataron ustedes! ¡Asesinos! ella nunca avía hecho mal a
nadie ¿quiénes sois? ¿Qué queréis de mí? muy poco. Contestó el tal
Marconi, y solo se lo preguntaré una vez, ¿Dónde está el bolso de su
amiga Rosana? o por lo menos, dígame señora Elvira, ¿Dónde está el
CD? sabemos que hasta su casa, lo llevaba encima, pero después, el
hombre que la acompañaba, no consiguió encontrar el maldito bolso,
en ningún rincón de su apartamento.
Se lo juro, yo no sé dónde está el bolso de mi amiga, si lo llevaba,
estará en mi apartamento, yo no recuerdo nada esa noche yo, no sé
por qué, me maree y estuve durmiendo hasta las doce y media del día
siguiente, ¡No lo sé! lo habrá cogido la policía, si es verdad que lo llevó
a mi apartamento.
El sargento Velmez, entró en la sala de reuniones de la comisaria, y
allí estaba, todo afligido y con gran nerviosismo, el agente Sergio,
intentaba redactar un informe, sobre lo ocurrido la noche antes en el
hospital. Buenos días agente, soy el Sargento Velmez, quiero que me
diga de palabra, lo sucedido anoche, después puede usted continuar
con el informe, para el gruñón del comisario, a mí me sobra con su
explicación. Muy bien Sargento, yo estaba leyendo, el tablón de
anuncios del hospital, a escasos metros de la habitación 63, donde
estaba la protegida, cuando se me acerco el doctor…. vale, le corta el
sargento, céntrese en decirme, como era ese doctor, y si iba solo o
acompañado por alguna persona más. El agente, le dio toda la
información que solicitaba el sargento, y acto seguido, le preguntó
Sargento, ¿me van a sancionar? sé que la culpa es mía, no debí fiarme
de ese doctor, ¡parecía del hospital! y además le acompañaba una
enfermera, yo lo siento, he sido un bobo, me he dejado engañar, y eso
es una putada para mí, ya no podré presentar mi convocatoria para
sargento ¡que putada! Tranquilo, le calmó el sargento, eso le puede
pasar a cualquiera, tenga en cuenta, que por lo poco que se sobre
este caso, estamos tratando con profesionales, y no se preocupe,
redáctele el informe al comisario, después, pásese por su casa,
descanse y le quiero aquí a las cuatro de la tarde, me ayudará a
encontrar a ese doctor, y de momento usted, es la única persona que le
ha visto de cerca, ya que hasta que podamos ver las grabaciones de
las cámaras del hospital que entre permisos y burocracias, se nos
pueden pasar otras 48 horas, y para entonces, ya tenemos que saber
algo de quien o quienes mataron a la chica del apartamento, que por
cierto lo veo muy complicado, pero voy a hablar con los de científica, a
ver si me pueden adelantar algo de su investigación, así es que vamos,
descanse y por la tarde quiero que me acompañe, al apartamento del
Pº de la Castellana.
¡Hola Alonso! saludó Velmez, al entrar en los laboratorios, de la
científica hola buenos días, sargento, ¿qué le trae por aquí? contesto
Alonso, encargado y responsable del departamento. Necesito, saber
algo sobre el crimen del apartamento de la Castellana, ¿tenemos ya
alguna pista fiable? pues de momento, nada que merezca la pena, lo
que sí está claro, es que la mataron con un cuchillo, y que la hoja del
mismo, de unos veinte centímetros, entro justo al corazón, directo, quien
lo clavó, sabía lo que hacía, no la rozó ni una costilla, y la secciono el
musculo cardiaco en dos, ella, ¡poco sufrió! se desangró en pocos
minutos. Contestó el especialista, moviendo la cabeza ligeramente de
lado a lado, Según los primeros análisis, no ofreció resistencia alguna,
por lo que creemos que, la desnudaron o se desnudó ella misma antes
de que la atacasen, no había síntomas de pelea en el apartamento. El
sargento no le dejo terminar, y le interrogó, ¿Por qué la pared de la
ventana estaba salpicada de sangre? al igual que las cortinas. Nuestra
conclusión, de momento, es que la sangre de la víctima, no coincide
con la de las paredes, por lo que alguien más, salió como mínimo
herido, de ese apartamento. ¿Tenemos alguna huella? preguntó el
Sargento. No solo de la difunta y de la propietaria del apartamento,
que por cierto, me ha llegado el rumor de que se la llevaron del
hospital, ¿sabemos algo de quien ha sido? Pregunto Alonso. Aún es
pronto, están interrogando, al personal de servicio que trabajó esa
noche, y yo, revisaré las cintas de C.C. del hospital en cuanto las tenga,
de momento no sabemos nada más.
El sargento, se dirigió después al apartamento de Elvira, no le
cuadraba nada, no había ninguna pista fiable, ¿Qué raro es esto? iba
pensando mientras conducía su vehículo en dirección al Pº de la
Castellana, solo me queda hablar con el conserje del edificio, por si él
vio o le preguntaron algo sobre la víctima. No podía creer que alguien
sea capaz de matar a una persona, salir de la casa y del edificio, sin
que le vea nadie, el conserje, según recuerda, tiene puesto un cartel
con su horario de trabajo, que termina a las 22:00 hora, y esto, ocurrió
sobre las 21.00 h en fin, saldré de dudas en breve.
Aparcó su coche, en el parquin próximo al edificio de apartamentos,
y caminó los pocos metros que le quedaban, cuando se disponía a
entrar en el portal del edificio, le pregunta una voz, tras unos cristales,
que separaban al conserje, de las personas que entraba y salían del
edificio, a modo de portería, pero sin llegar a estar cerrado su
habitáculo, ya que el lateral derecho de la separación, no poseía
cerramiento alguno. ¿Qué desea caballero? le preguntó el empleado.
Soy el Sargento Velmez, de la policía, y me gustaría hacerle unas
preguntas, sobre lo que ocurrió anoche en el apartamento de la
señorita Elvira, en la novena planta. Muy bien, me puede preguntar,
pero por desgracia, ayer al medio día me ausenté por que la empresa,
me debía unas horas, y me avisaron de que por la tarde, abría un
sustituto en mi lugar, por lo que cuando el vino, que serían las dos y
media de la tarde, me marche y no he vuelto, hasta esta mañana, y
¿Cómo se llamaba el suplente? preguntó Velmez. En el libro, ha firmado
como Pablo Cales, yo no le conocía, pero como fue la empresa la que
me llamó para decírmelo, para mí es suficiente. Está bien, contestó el
sargento, y al mismo tiempo le pregunto, ¿tiene usted llave del
apartamento? si, confirmo el interpelado. Bueno pues si no le
importa, acompáñeme que echaremos un último vistazo. Como quiera
sargento, y subieron en el ascensor, hasta la novena planta del
edificio, durante el viaje, el porteo, observa, mire sargento, eso del
techo, parece sangre, si afirmo el sargento, y levantando los brazos,
procedió a empujar la carcasa del fluorescente de iluminación, hacia
arriba, y girándolo un poco a un lado, consiguió desplazarlo lo
suficiente como para meter la cabeza, haciendo un gran esfuerzo, con
los brazos, para soportar y elevar sus propios 85 kilos de peso, que
aunque bien repartidos por el cuerpo, hay estaban. Miró y no vio nada
raro, giro la cabeza para el lado contrario y vio algo, algo como un
trozo de cuero negro enganchado en uno de los tornillos de soporte
de los cables, alargó el brazo y con dificultad, alcanzó el trozo de
eskay, badana, cuero o lo que fuese eso, media unos dos centímetros
de largo por uno de ancho y se lo guardo en el bolsillo de su
cazadora. Por fin abren las puertas del ascensor, que durante la
recuperación de la posible pista, el portero había detenido en la planta
siete. El empleado, procede a buscar la llave del apartamento, de entre
otras cincuenta llaves más, que aunque estaban perfectamente
numeradas, no había buscado antes, y cuando la iba a meter en la
cerradura, la puerta, cede suavemente, y se entreabre, Juraría que
estaba cerrada, cuando hice la revisión esta mañana. Al oír esto, el
sargento desplaza al portero con un leve empujón, y sacando su arma,
termina de abrirla y sigilosamente, comienza a revisar el interior, al ser
de día, la luz que se colaba por la medio bajada persiana, era
suficiente, la primera puerta que ve, es la del baño, se encontraba a
medio cerrar, la empuja despacio, sigiloso, con su 9/mm. Parabellum,
terminando como una prolongación de sus brazos, la abre del todo, no
hay nadie, entra y descorre suavemente una de las mamparas de la
bañera, nada despejado, y prosigue su búsqueda, entra en el salón,
todo está como lo había visto el día anterior, con la sangre en la pared
de la ventana, las botellas y los vasos en el mismo sitio, y por doquier,
en el suelo los restos de los polvos que se utilizan para la obtención de
huellas, que los de científica habían utilizado. Nada el salón también
despejado, solo le quedaba por revisar una habitación, cruzó el salón,
con cuidado de no pisar las manchas de sangre, y muy despacio,
comenzó a empujar la puerta de la única habitación de apartamento,
con su arma en las manos, como si de una avanzadilla se tratase, entra
en la misma, mira a un lado, mira al otro, nada y se va hacia el armario
empotrado, lo abre y rápidamente, le grita al portero, ¡desaloje el
edificio! con tranquilidad, pero desaloje a todo el mundo, no les diga
que hay una bomba, coménteles que es un incendio, o lo que se le
ocurra. En efecto, alguien había dejado un artefacto explosivo, con un
temporizador, electrónico, según su cuenta atrás, explotaría en
cincuenta y dos minutos.
Capítulo 3

Elvira, yacía con la cabeza sobre su hombro izquierdo, no pudo


soportar la presión verbal que estaba recibiendo, estaba inconsciente.
De repente ¡¡Plass!! Una mano la sacude una bofetada, Elvira… Elvira
no me haga perder la paciencia, dígame ¿dónde está el CD que llevó
su amiga a su apartamento? Pero la chica, no respondía, solo
balbuceaba algunas palabras ininteligibles, no… sé… no recuerdo
nada de un CD y volvió a desmallarse, ante esto, el que parecía el jefe
de la banda, le dijo al que tenía a su lado, ponerla sobre ese
camastro, y dentro de un par de horas, empezaremos de nuevo, en el
estado que está, no sacaremos nada de ella, yo creo que nos hemos
pasado con la dosis de somnífero que la hemos administrado, que se la
pase, y en dos horas, la volveremos a interrogar, esta zorra, tiene que
haber visto algo, y ni ella misma lo recuerda, vamos, hacer lo que he
dicho y me avisáis cuando esté más despejada.
Velmez, ya había dado aviso a los artificieros, y de un momento a otro,
harían acto de presencia, mientras tanto, él estaba absorto, mirando
como los dígitos de los segundos, continuaban su implacable
descenso, 39, 38, 37, y solo tenía unos cuarenta y cinco minutos para
que el dichoso reloj, cumpliese su función, al llegar a cero, volaría por
los aires todo lo que le rodease. Mirando y mirando, al artefacto,
observó tres cables que se introducían en el contador digital,
procedentes del cuerpo del paquete, algo más grande, que una caja
de zapatos, no se atrevía a tocarlo, ni moverlo, solo pensaba en la
llegada de los expertos en explosivos, y dando pasos cortos y lentos,
fue andando hacia atrás hasta ponerse a la altura de la entrada al
apartamento, desde esa posición, podía oír ya el revuelo que formaban
los inquilinos del edificio en su precipitada carrera hacia la calle,
corrían y bajaban las escaleras, despavoridos, y más aún, cuando
comenzaron a oírse las primeras sirenas de los vehículos de policía,
que se estaban acercando al edificio, algunos ya con anterioridad,
estaban acordonando la zona y alejando a los curiosos y vecinos del
inmueble, detrás de la cinta de plástico, que limitaba la distancia de
seguridad, en caso de que se produjese la explosión del artefacto del
apartamento. Hola, soy el sargento Velmez, informó a los artificieros que
hicieron acto de presencia, la bomba, está en el armario empotrado de
la habitación del salón, apresúrense, solo quedan veinte minutos, para
el final de la cuenta atrás. Muy bien contesto el que iba al mando,
usted, bájese a la calle, aquí sobra, ya avisaremos de que se trata, y el
sargento, se alejó del apartamento, pero no se movió de la novena
planta, protegido por una curva que hacia el pasillo, de vez en cuando,
asomaba la cabeza para ver si ocurría algo. Mientras, examinaba el
artefacto, uno de los especialistas, con ayuda de una pequeña cámara
parecida a un videograbador común, pero que en realidad, se trataba
de una cámara de rayos X la cual permitía divisar, el interior de la caja,
bien, bien, comento de repente, al tiempo que informaba a su
compañero, tiene pinta de ser una trampa, explosivo plástico, con dos
detonadores y dos circuitos diferentes, un solo contador, por lo que
uno de los circuitos, está preparado para explosionar, o cuando
cortemos el otro, o por movimiento, ya que veo debajo del explosivo un
cilindro, que puede ser para detonación por inercia o presión,
mediante bola de acero. Esto está muy feo. Comento el de explosivos,
dame la placa de acero de dos centímetros, con cuidado la pondremos
debajo de la caja, y la cubriremos por encima con la manta anti
fragmentos, no me atrevo a moverla de sitio ni a desactivarla, vamos
¡rápido! Hecha la manta encima y vámonos de esta planta, es todo
cuanto podemos hacer. El sargento Velmez, al ver a los dos expertos de
explosivo s salir del apartamento, se unió a ellos corriendo hacia la
planta inferior y al lado opuesto al del apartamento de Elvira, se
detuvieron y comenzaron a mirar sus relojes, en un minuto, debe de
explotar, mientras el otro policía, informaba a los que se encargaban
de retener al público en las inmediaciones del edificio, ¡cortar el tráfico!
que no pase ningún vehículo por la parte, sur, del edificio, explotara de
un momento a otro. De repente ¡Bum! Una explosión hizo temblar los
cristales del edificio, algunos se rompieron y cayeron al asfalto y sobre
algunos coches aparcados en la calle, se apreciaba una columna de
humo salir del apartamento de Elvira, humo blanco y grisáceo,
provocado por la caída de un tabique interior del apartamento.
La manta anti fragmentos, había cumplido su misión unida a la
plancha de acero de dos centímetros, que colocaron bajo el artefacto,
de esta manera, se aseguraron de que la onda expansiva, no cruzaría
a la planta de debajo.
Velmez, entro con los artificieros nuevamente en el apartamento, y se
encontraron un espacio diáfano, sin tabiques de separación, y el falso
techo de la cocina, sobre el fregadero y el suelo, en realidad no pasó
nada, para lo que podía haber sucedido, si al sargento no se le
hubiese ocurrido darse una vuelta por el apartamento, pero él se
seguía preguntando ¿Qué coño está pasando? ¿Quién está detrás de
todo esto? así sumido en su pensamiento, de repente colgando de lo
que quedaba del techo de la cocina, vio una bolsa que colgaba, y
dentro, lo que parecía ser un CD, acercándose, lo desprendió de su
enganche, un trozo de escayola cayó al suelo y liberó la bolsa de
plástico con su contenido. ¿Para qué guardarían un CD en el techo de
la cocina?
Se preguntaba el sargento, en fin, veremos que contiene.
Capítulo 4

Elvira, no podía más, reclinó su cabeza sobre su pecho y comenzó


nuevamente a llorar, ¿por qué me pasa esto a mí? ¡No entiendo nada!
¿Qué queréis de mí? susurraba en voz baja, de pronto, un fuerte
manotazo, la hizo reaccionar, un fuerte dolor en su mejilla la provocó
casi el desvanecimiento, y un hilo de sangre, comenzó a deslizarse por
entre sus labios ¡Si no contesta, sufrirá hasta lo que no se pueda
imaginar! deseará morir, cuando pasen unos minutos más. Responda y
todo terminará, se lo aseguro, La amenazaba el tal Marconi, y la volvía
a preguntar, ¿Dónde escondió el CD? ella, ya no soportaba el
interrogatorio y solo se la ocurrió arriesgarse, diciendo, está bien, vale,
se lo diré. Por fin se da cuenta de su situación, Dijo Marconi, bien
dígame lo que quiero y la dejaremos en paz, Elvira, comenzó medio
llorisqueando… creo que puede estar, detrás del microondas, en la
cocina, Rosana, cuando nos íbamos de paseo, algunas tardes, solía
esconder su carpeta, donde tenía sus apuntes de trabajo, donde les
he dicho, decía que era el lugar más seguro de mi apartamento, hay un
hueco en la pared, el cual está tapado con una plancha de metacrilato,
y no parece a simple vista, que pueda haber nada tras ella, pero es el
único sitio que se me ocurre y que sus hombres no se han percatado.
Elvira, mintió.
Está bien, mandaré a uno de mis hombres a comprobarlo, en cuanto
tenga la información positiva, podrá marcharse a casa, y no olvide que
estará controlada, si nos denuncia a la policía, será lo último que haga,
¡iremos a por usted! y dirigiéndose a uno de sus esbirros, le ordenó ir
al apartamento y verificar si el CD se encontraba en ese escondite. Acto
seguido, salió del sótano y desde la escalera de subida, comentó en
voz alta, descanse un rato, pronto habrá terminado todo, si mi
conductor certifica sus palabras. Cerrando la puerta a continuación.
Elvira, miraba a su alrededor, cajas, un banco de herramientas, varios
montones, de lo que parecía ser serrín, y divisó en la pared que tenía
justo detrás, lo que parecía una ventana, más bien un tragaluz, a ras
del suelo del jardín que rodeaba la vivienda, no se lo pensó dos veces,
arrastró la silla a la que estaba prisionera, hasta el banco de
herramientas, y empezó a darle empujones, con su hombro, daba los
golpes en el mueble, una y otra vez, por fin, ¡lo consiguió! uno de los
alicates, cayó de su soporte y se quedó a su alcance, con ayuda de su
barbilla, la deslizó para que cayese justo en su mano izquierda, ¡joder¡
exclamó, al ver como el alicate, se caía al suelo, volvió a dar más
empujones al banco de madera, y por suerte, a su tercer intento, grito
¡bien! un corta alambres, se puso a su alcance, y nuevamente con su
barbilla, lo saco del mostrador, esta vez, con sumo cuidado lo deslizó y
nuevamente, grito en voz baja ¡bingo! había conseguido coger la
herramienta con su mano izquierda, dándole la vuelta, pudo cortar un
poco de la cinta americana que sujetaba su muñeca al brazo de la silla,
un poco más, y otro poco más, por fin se liberó de la cinta, rápidamente,
corto la cinta de su mano derecha, y de sus pies, a continuación, se
incorporó y agarro un martillo del banco de herramientas, no perdió
tiempo alguno, se dirigió a la ventana, y rompió uno de los dos cristales
que la formaban, arrimó la silla, y se encaramó a su respaldo, con
mucho esfuerzo, se metió por el hueco que había dejado el cristal roto
y gateando consiguió salir al exterior.
Agazapada, y corriendo de un arbusto a otro, llegó hasta la puerta de
entrada a la finca, empezando a murmurar por lo bajo… esta puta
puerta no se puede saltar, ¡es altísima! y buscando donde poder
agarrarse, para escalarla, de repente, se encienden todas las luces
del jardín, una voz gritaba ¿Dónde estás? zorra, de aquí no podrás
escaparte, al mismo tiempo, el ladrido de varios perros se dejaban oír,
como desesperados porque les soltasen de sus correas, ¡qué hago
Dios mío! me van a coger, en cuestión de segundos, estarían a su lado,
sin pensar nada, saltó y se engancho de la rama de un árbol pegado
prácticamente a la columna de sujeción de la puerta, trepó y trepó, y
como no tenía tiempo de saltar al exterior sin pensar en algo, se quedó
tumbada encima, a lo largo del muro que rodeaba la finca, ya que si
salta, los cuatro metros de altura, la podían causar más perjuicios que
beneficios, ¡zorra,! ¿Dónde estás? se oía cada vez más cerca, bueno
ya te encontraran mis amigos, y un sin fin de ladridos, nerviosos,
comenzaron a sonar cada vez más cerca, Elvira, ni respiraba,
aplastada contra el perfil del muro, no movía ni los parpados, los perros
se acercaron hasta la puerta y comenzaron a olfatear por debajo de la
misma, ¡no ha podido salir! grito el encargado de los animales, vamos
buscar por dentro, es imposible que se escape, ¡vamos, vamos! y
continuó dando la vuelta a la finca, los animales le obedecían, pero no
se percataron de que ella estaba sobre el muro, ¡iros a la mierda! casi
gritó y al tiempo se pregunta ¿y cómo voy a bajar de aquí? está
demasiado alto, y por este lado, no hay ningún árbol, de repente, tuvo
una idea, se quitó el cinturón, acto seguido, el pantalón, ató el cinturón
a la punta de lanza que sobresalía de la puerta metálica, y a este el
final de uno de sus perniles del pantalón, ¡aguanta! ¡Aguanta! le pedía
a la prenda de vestir, mientras se deslizaba despacio por la otra parte
del pantalón, cuando el vaquero, se terminó, se soltó, pero ya la caída
fue muy leve, y corriendo solo con la camisa y que tenía puesta sobre
su cuerpo, en bragas, hecho a correr en dirección a unas luces, que
se divisaban como a un kilómetro, seguramente el pueblo ¿Qué pueblo
será? se preguntaba, mientras corría, en un momento, a su vista, llego
un luminoso, “ Hotel” y se dirigió directo a él, a su llegada, el conserje
con gran asombro la pregunta, ¿Señorita, se encuentra bien? sí
contesto ella, ¡llame a la policía! ¡Por favor! ¿Qué ocurre? pregunto el
empleado del hotel, me han secuestrado, dese prisa por favor, contestó
al tiempo que recogía una especie de bata o alborno que la ofrecía el
conserje, ¡A! y que avisen al sargento Velmez, de homicidios, no se
preocupe, llamaré, enseguida. Contesto y se dirigió al teléfono de
recepción, donde hizo la llamada.
Elvira, estaba tratando de tranquilizarse, bebiendo una infusión que
el señor de la recepción del hotel la había ofrecido, cuando oye una
voz a sus espaldas, ¿Qué ha sucedido? y por el tono de voz, ella
reconoció al sargento, ¿Qué está pasando sargento? preguntó ella,
eso quisiera yo saber, contesto el aludido, matan a su amiga, vuelan su
apartamento, y a usted la secuestran, y ¿dígame? si la han secuestrado
¿Qué hace aquí? ¿Que… que han volado mi apartamento? pregunta
ella entrecortadamente, sí ya lo verá, ¿Cómo ha llegado hasta aquí? se
lo contaré de camino, muy cerca de este hotel, está la casa donde me
han tenido atada y encerrada, me hacían preguntas sobre un CD, y
sobre el bolso de mi amiga Rosana, bueno, dígame ¿dónde la tuvieron
encerrada? Y señalando hacia la finca, Elvira dijo, allí, detrás de
aquella puerta de hierro, tras la cual están los que me secuestraron,
Pediré refuerzos y echaremos un vistazo, mientras tanto, no se mueva
de aquí. El sargento Velmez, informo a la unidad y a la policía local, en
pocos momentos, una decena de vehículos policiales se personaron
en el hotel, acompáñeme, invitó el sargento a Elvira, siéntese en la
parte trasera de mi vehículo, y no salga para nada, los coches, se
acercaron a la entrada de la finca, y uno de los policías, empujó las
puertas de hierro de la entrada, no se habrían, otro policía se acercó y
pidiendo permiso, comenzó a hurgar en la cerradura, en unos
instantes, se abrió el pestillo, y los sistemas hidráulicos de las puertas,
comenzaron a ceder para facilitar la apertura, todo el sistema operativo
policial, entró en la finca y comenzaron a revisar la vivienda, estaba
vacía, no había nadie, si se observaban, algunos vasos con bebidas.
Capítulo 5

Ya en el vehículo, el sargento la pregunta a la afligida Elvira, que,


estaba sumida en un valle de lágrimas, ¿tiene usted, donde pasar la
noche? su apartamento, tardará algún tiempo, antes de que pueda
volver a vivir en él. No, contestó ella. Me tendré que buscar otro
alquilado, pero primero quiero recoger algunas cosas personales, si
no puede ser hoy, iré mañana, ¿mi amiga Rosana, continua en el
depósito? No esta misma tarde, salió dirección a Galicia su cadáver, por
deseo de su familia. Elvira, son las dos y cuarto de la madrugada, la voy
a dejar en un hotel, está próximo a la comisaria, y quiero que por la
mañana, valla a verme, la enseñare, el CD del que tantas veces la han
preguntado, quiero que me explique algunos contenidos del mismo, y
si reconoce algunos nombres, que en él se mencionan. Está bien
sargento. Contesto Elvira, pasare lo antes que pueda, ¡No! contesto
Velmez, primero debo de visitar nuevamente su apartamento, por lo que
no hace falta que madrugue, con que pase a verme pasadas las once,
será suficiente.
Llegaron al hotel frente a la comisaria, y el sargento la informó, dígale
su nombre al recepcionista, será suficiente, a… por cierto, no se
preocupe, le hemos puesto un policía en la puerta de la habitación, por
lo que puede dormir tranquila. Gracias sargento, espero que no sea el
que puso en la puerta de la habitación del hospital. No, tranquila, en
esta ocasión no le engañaran al agente, que descanse, y tras
despedirse, se dirigió a su casa, el día ha sido cojonudo, iba pensando
el sargento, me meteré en la cama derecho, mañana, será otro día, y
espero conseguir alguna pista más, no me cuadran las pocas pistas
que tenemos. De repente, gira bruscamente y da la vuelta cambiando
el sentido de circulación, ¡mierda!, mierda, se me ha pasado un detalle,
y puso dirección al paseo de la Castellana, al edificio donde vivía
Elvira, al entrar en el portal, le pregunta el conserje, ¿Qué desea? y el
sargento, enseñándole la placa en la mano, se identifica, soy el
sargento Velmez, estoy al cargo de la investigación del apartamento de
la novena planta, ¡A! el de la explosión, contesto el conserje, si yo
quiero que me haga usted un favor, quiero que eleve el ascensor,
hasta que yo pueda ver el foso, necesito verificar si hay un bolso negro
dentro. De acuerdo, acompáñeme, contesto el conserje. Y con la llave
de triangulo que tenía, para solucionar la salida de algún pasajero en
caso de avería, le abrió la puerta, al tiempo que desconectaba el
sistema, para que nadie le pudiese poner en funcionamiento. Velmez,
con su linterna, enfoco al foso, y acto seguido, salto dentro, aquí está,
replico, solo tiene un enganchón, el trozo que encontré en el cable de
sujeción de la cabina. Se despidió del conserje, agradeciéndole su
colaboración, y acto seguido, se dirigió a su domicilio, donde se
preparó una copa, para tomársela, al tiempo que revisaba el contenido
del bolso, una cartera, un teléfono móvil, un paquete de pañuelos,
pinturas femeninas, y un papel doblado en cuatro veces, lo empezó a
desdoblar y al extenderlo, sólo unos números, una docena ellos,
separados en grupos de tres y de cuatro, por un guion, parece un
número de serie, de alguna aplicación o algo por el estilo, bien ¡ya lo
sabremos! Y sentándose en el sofá del salón, bebió unos sorbos del
vaso, pero como la curiosidad, podía más que su cansancio, metió el
CD que aún tenía guardado en su americana, en el lector de CD y se
acopló para ver que sucedía, la imagen en el televisor, no se hizo
esperar, y en primer plano, un rectángulo, que le solicitaba la
contraseña de entrada, Velmez, agarró el mando a distancia del
televisor, y comenzó a insertar los números que contenía, el folio
doblado por cuatro veces que encontró en el bolso de Rosana, 345-
9005-1008-2 la imagen, y el sonido fueron instantáneos, unas fórmulas
de química, y una voz femenina, comentando cada una de las formulas.
El paso de la opción dos y la tres, al unirlas, formaran el núcleo que
activará la carga positiva de iones en expansión, y esta fuerza motivará
el aceleramiento de todo el proceso de fusión, dependiendo de la
cantidad de elementos que configuren el núcleo, la reacción será más
o menos instantánea. Comentaba la locución, el sargento, optó por
sacar el CD del reproductor y con gesto aburrido metió el disco y el
papel con la clave en su americana, mañana, lo veré más claro, decía
mientras se metía en la cama, solo me falta esto, que todo el lio y con
una persona muerta, sea por culpa de este CD, y apagando la luz, se
sumió en un profundo sueño.
El despertador, empezó a sonar, como todos los días, a las siete de la
mañana, se dirigió a la ducha y tras relajarse unos minutos, dio dos
sorbos al café que previamente había preparado y poniéndose la
americana, salió de casa, en principio, pensaba ir a la comisaria, pero
de pronto se le ocurrió, que tenía que volver al apartamento, algo, y no
sabía bien que era, no le dejaba de dar vueltas en la cabeza, y la
solución, tenía que estar a la fuerza en el apartamento. Buenos días,
saludo al portero del edificio, soy Velmez, enseñándole el distintivo de
policía, anoche, vine a verificar algunos flecos sueltos, ¿se lo ha
comentado su compañero de la noche? Si, contesto el interpelado, si
quiere subir al apartamento, puede hacerlo, está abierto, hace unos
minutos, que vinieron los técnicos para valorar los daños,… ya sabe,
temas del seguro, lo fisgonean todo para después pagar lo menos
posible a los perjudicados, Gracias, por su información. Contesto
Velmez, al tiempo que se cerraban las puertas del ascensor. En la
novena planta, el sargento, divisa la puerta entreabierta, por lo que la
desliza suavemente, y al abrirse por completo, ve a dos hombres
rebuscando, entre algunos papeles que alguien había puesto sobre la
mesita del comedor, el sargento, desconfiado por naturaleza, sacó su
arma reglamentaria y situándola detrás de sí, pregunto en voz alta
¿Les puedo Ayudar? preguntó sosteniendo la placa en su mano
izquierda. No le dio tiempo a recibir la respuesta, un fuerte golpe en su
cabeza, le hizo tambalearse, pero con la vista aun borrosa, apuntó a
los supuestos técnicos de la compañía de seguros, y disparo, al tiempo
que se tiraba al suelo, dos disparos más, respondieron al suyo, Velmez,
vuelve a disparar y uno de ellos, cae de bruces, en tanto el intercambio
de disparos, los inesperados visitantes, se dieron a la fuga, menos el
que yacía boca abajo en el centro del salón, se dirigió a él, y sin dejar
de apuntarle con su arma, le movió varias veces con la puntera de su
zapato, no respondía, se agacho y dándole media vuelta, vio que aun
respiraba, ¿Quién eres? ¿Quién os manda? si buscáis el CD habéis
llegado tarde, a lo que el gravemente herido, con un susurro que
apenas le salía de los labios, le contesto: Jon, el novio de Rosana, es
el que nos ha contratado, y no parará, hasta encontrar la fórmula del
nuevo virus. El sargento, le soltó al ver que dejó de hablar y de
respirar. ¡Maldita sea…! y salió de allí a toda prisa, al tiempo que
llamaba por teléfono a Elvira
. Capítulo 6

Comisario, llamó Velmez a su superior, pase, La puerta está


abierta, ¿que coño a pasado en ese puto apartamento, tiene alguna
sorpresa más, sargento?
No, señor, pero tengo El porque de todo este embrollo. Al
parecer, lo que están buscando, es esto, y sacando del bolsillo interior
de su americana, el CD lo presentó ante su jefe, esta es la principal
causa del conflicto, las últimas palabras, del sujeto que murió anoche
en el apartamento, fueron que el novio de la difunta Rosana, debe de
ser una especie de espía industrial, y puso todo su empeño en
esconder este CD, gracias a la explosión, salió de su escondite, que
era, el falso techo de la cocina de Elvira. Lo analizaremos en
profundidad y usted, averigüe algo sobre el tal… Jon, le ordeno el
comisario. Si comisario, en breve, estará aquí Elvira, quizás ella nos de
alguna pista sobre la empresa de su amiga, mientras, buscaré en la
base de datos, por si pudiésemos ponerle rostro a este tipo. Informó
Velmez y a continuación, salió del despacho del comisario, dirigiéndose
a su mesa, donde comenzó la búsqueda de empresas por la zona
norte de Madrid, y que se dedicasen a bioquímicas y altas tecnologías.
Buenos días, sargento, saludo una voz femenina, Velmez,
levanto la cabeza y apartando su mirada del ordenador, contesto al
saludo. Buenos días Elvira ¿A dormido y descansado bien?
perfectamente sargento, dígame, ¿sabe algo nuevo? de momento
tenemos poca cosa, pero con su ayuda, avanzaremos más deprisa,
pero, siéntese, acomódese, la traeré un café ¿Cómo lo quiere? No, no
se moleste, he desayunado hace unos minutos.
Está bien, Elvira, cuénteme, todo lo que sepa sobre su amiga,
sobre su compañero, sobre la empresa en que trabajaban en fin, todo
lo que sepa y lo que se imagine, cualquier dato por irrelevante que la
parezca, nos puede ayudar a esclarecer las muertes que se han
producido, ¿las muertes? preguntó Elvira, con cara de asombro, si
como lo oye, hace unas horas, ha muerto un hombre en su
apartamento, y por lo que sé, buscaba algo, ¿se imagina usted, qué
podría estar buscando? interrogo el sargento, ocultando la aparición
del CD. Pues no me lo imagino, Rosana, me había hablado de su
compañero Jon, que se lo pusieron como ayudante, y al parecer surgió
algo más que una simple amistad de compañeros, entre ellos, se
conocían no hace más de tres o cuatro meses, ella, en cierta ocasión,
me dijo que estaban trabajando en un proyecto para una compañía
alemana, que revolucionaria, el mercado de las comunicaciones, pero
que de momento, era un proyecto secreto, y no podía hablar más sobre
ello, ¿en cuántas ocasiones vio usted al compañero de su amiga?
pregunto el sargento, era la primera vez que le veía, ella me lo
presentó la noche que fueron a celebrar su ascenso a mi apartamento.
Hábleme sobre la empresa, ¿recuerda si alguna vez la dijo el nombre
de la misma? no, ella siempre se refería al laboratorio, y no recuerdo si
en alguna ocasión, menciono el nombre, lo que si se quejaba, era de
lo mal que se accedía, ya que en la misma carretera, tenía que pararse
y girar, cuando no venía ningún vehículo en sentido contrario, y si no lo
hacía así, tenía que ir a dar la vuelta a la rotonda de entrada a la
urbanización costa blanca, que está a más de dos kilómetros de la
entrada a la empresa, y no sé qué más le puedo decir, sargento.
Rebusque, e intente hurgar en su linda cabecita, mientras, haré una
gestión, será cosa de unos minutos. Velmez, se dirigió a uno de los
agentes que formaban su grupo, y le pidió que buscase una empresa o
laboratorio de bioquímica, próxima a la urbanización “ Costa Blanca”
en la zona norte de Madrid, acto seguido, volvió a sentarse junto a la
pensativa Elvira, ¿A recordado algo más? interrogo el sargento. ¡No!
por más vueltas que doy a mi cabeza, no recuerdo más detalles, pero si
me acordase de algo, le llamaré. Está bien puede marcharse cuando
quiera, pero si no la importa, no salga de la ciudad, recuerde que es, o
puede ser testigo de la muerte de su amiga, ¿Cómo voy a ser testigo de
una cosa que no he visto? respondió un poco malhumorada. Mire,
tenga mi tarjeta, y si recuerda algo nuevo, llámeme sea, la hora que
sea, y recuerde que el servicio del policía en la puerta de su
habitación, continua puesto, por lo que puede descansar tranquila, yo
voy a tratar de organizar algunas cosas, y si no hace falta, de momento,
no la molestaré. La informo Velmez.
El grupo de científica, ha llegado a la conclusión de que el
contenido del CD está incompleto. Informó el comisario a Velmez, y
prosiguió según los datos, podría tratarse de un virus, puede servir
para contaminar cualquier satélite de telefonía, y aunque es una
hipótesis, si cae en manos inadecuadas, podría hacerse con todos los
datos bancarios de los usuarios que conecten su terminal, a un satélite
previamente infectado, y no quiero ni mencionar, si este virus, lo
consiguen introducir, en algún satélite de defensa, los militares, lo
tendrían muy crudo, para desinfectarlo, pero… hay una parte buena, lo
que les he comentado, es la conclusión a la que llegaron los técnicos
informáticos nuestros, pero este CD, es solo una parte, para que fuese
efectivo, habría que agregar las fórmulas que faltan, ¡está incompleto el
archivo! casi gritó el comisario, y aquí entra usted, tiene que averiguar,
todo lo referente a la empresa, la tenemos localizada, se trata de los
laboratorios “ Burckhardt” una filial alemana, y la razón social es,
carretera de Brunete a Pozuelo, kilometro once, así es que no pierdan
tiempo y empiecen a moverse.
Velmez, acompañado de uno de los miembros de su equipo,
para su vehículo a la entrada a los laboratorios “ Burckhardt” un
vigilante se les acerca al coche y les pregunta. ¿Dónde van ustedes?
el sargento, sacando su placa, le informa. Venimos a ver al director de
los laboratorios. Un momento por favor, voy a pedir autorización. y tras
marcharse a la garita de entrada y realizar una breve llamada, volvió al
vehículo. Disculpen, pónganse esta tarjeta en lugar visible, y pueden
pasar, a la entrada les guiaran al despacho del director, y levantando
la barrera, el vehículo se aproximó al edificio principal, muy de corte
futurista, con placas de lo que parecía metacrilato, transparente
uniendo todas las ventanas del edificio, formando una especie de
cadenetas en forma ochos, ¡Valla pasada de edificio! comento el
compañero de Velmez. Parecen trenzas ¡me gusta! aseguró. No te
emociones, vamos a ver que nos cuenta el director, está bien asintió.
Buenas tardes, el Sr. Director, les está esperando, pasen por favor. Y
abriéndoles la puerta del despacho, los invito nuevamente a pasar.
¿En qué puedo ayudarles? me imagino que será, relacionado con la
desgraciada muerte, de, Rosana comento el director.
Efectivamente, Sr. Director, ¿nos puede decir si Rosana, tenía
algún enemigo? ya sabe, alguien que por temas laborales, no se
llevase bien con ella. No esa chica, era una profesional como no he
visto ninguna, no tenía horarios, si estaba trabajando en algo
importante, igual la daban las tres o las cuatro de la madrugada, metida
en su despacho. Como les digo, una anegada trabajadora, ¿en qué
estaba trabajando últimamente? Pregunto Velmez. Como le digo,
sargento, era muy trabajadora, y no se dedicaba solo a un trabajo, ella
estaba trabajando, con varias fórmulas, para la creación de nuevos
antibióticos, uno, de ellos, para la vacuna del ebola, con resultados
muy satisfactorios, según las pruebas realizadas con ratones. Director,
¿Tenía Rosana alguna persona que la ayudase, en su trabajo?
Preguntó el sargento. Si, hace unos meses, la pusimos un ayudante,
para que pudiese ella, descansar los fines de semana, había sábados
y domingos, que los pasaba en el laboratorio, de esa forma, se empezó
a relajar un poco, pero que, sepamos, no tenía enemigos, por lo
menos, dentro de la empresa. ¿Le importa que echemos un vistazo a su
despacho? al de Rosana. Concretó Velmez. No en absoluto, y
acompañándoles a la puerta, le ordeno al ordenanza que les
acompañase al despacho de la difunta Rosana. Acompáñenme, y acto
seguido, echó a andar, bajaron dos plantas cruzaron lo que parecía un
gigantesco laboratorio, donde una veintena de personas con batas
blancas gorro y mascarillas, deambulaban de un sitio a otro, otros
observaban una decena de monitores, o se sumían mirando por un
microscopio, de repente, el ordenanza golpea con los nudillos en una
puerta, y pregunta ¿señor Jon, se puede entrar? Si, se oyó una voz
desde el interior. Hola Jon, estos señores, son de la policía, y el director
les ha dado permiso para visitar el despacho de Rosana. Está bien
pasen. Les invitó. Soy Jon el ayudante de Rosana. Encantado Sr. Jon
Contestó el sargento. Antes de ver el despacho de Rosana, me
gustaría hacerle unas preguntas, ¿Cuándo vio usted a Rosana por
última vez? Pues déjeme que piense. Contesto Jon, si ahora recuerdo,
fue el mismo día, que la mataron, terminamos la jornada, y me pidió que
la acompañase a casa de una amiga suya, quería celebrar, que la
habían nombrado Supervisora del área de biología, pero no pude
acompañarla, mi esposa, me esperaba para cenar con un familiar que
se dirigía a Francia, y a su paso por Madrid, nos vino a visitar. Por eso
no la acompañé. Comento Jon. Escúcheme, según la señorita Elvira,
que es la amiga de la difunta, usted estuvo en su apartamento,
acompañado de Rosana y de una botella de vino. Para celebrarlo, la
noche que la mataron. Yo no conozco a la señorita Elvira. Contesto el
aludido, ya le digo que esa noche, cené con mi esposa y su tía en mi
casa, nunca he visto a esa persona. Bueno, entonces, no tendrá
inconveniente en acompañarnos a la comisaría, la señorita Elvira,
podrá testificar si usted estuvo en su apartamento, o no. Le invito, el
sargento. De acuerdo, pero antes, si lo desean, puedo enseñarles el
despacho de Rosana, está tras esa puerta. Y dirigiéndose a ella, la
abrió e hizo pasar a los policías. Está, tal cual lo dejo ella, miren lo que
quieran, yo me cambiaré de ropa y les acompañaré a la comisaria, si es
lo que quieren. Muy bien, le contestó el sargento. Y se puso a mirar,
unos cuadros de paisajes, unas fotos de ella misma, en lo que parecía
un día en el campo, con algunas personas más, Velmez se paró a
revisar bien esa foto, y en voz baja, le comentó a su compañero…esta
es Elvira, y este, aunque no se ve bien, parece Jon, están con Rosana
y estas dos chicas, ¿Cómo dice Jon que nunca ha visto a Elvira? a lo
que su compañero le contesta. Si parece Jon, aquí tiene el pelo más
largo y con perilla y bigote, pero si, en efecto parece él.
Capítulo 7

Elvira, avisada por Velmez, estaba, ya en la comisaria, esperando la


llegada de este, no se hizo esperar mucho, por la puerta, entraba en
compañía del señor Jon y el compañero, Velmez. Elvira, ¿qué tal está?
la pregunto al verla, bien. ¿Y usted? Perfecto, contestó el sargento.
Aquí nos acompaña, el Sr. Jon, ¿lo recuerda? ¿Estuvo en su casa, la
noche de la muerte de su amiga? ¡No! Este, señor, no es el que estuvo
con Rosana en mi apartamento, sí, es cierto que se le da un aire, pero
no es él. Lo siento .Elvira, pero este es Jon, el ayudante de Rosana, y
el asegura, que la noche de los hechos, no estuvo en su casa, es más,
el asegura no conocerla, y si usted, también coincide, en que no es la
persona que acompañaba a Rosana, ¿Quién demonios era ese tipo? Y
Velmez, sacó del bolsillo interior de su chaqueta, el porta fotos con la
fotografía que había cogido del despacho de Rosana, y ofreciéndosela
a ella, la vuelve a preguntar. ¿Reconoce a alguien en esta foto? Ella, la
mira, con detenimiento y comenta en voz baja, si… además de a
Rosana, creo que sí, fue, este tipo con el bigote y la perilla, lo
reconocería aun con barba completa, estoy segura que fue este. Está
bien, pasaremos la fotografía al departamento de reconocimiento facial,
aunque no es de muy buena calidad, veremos que pueden hacer.

Señor Jon, puede marcharse, pero si recuerda algún detalle de la


noche que asesinaron a Rosana, por favor, llámeme, o de alguna
llamada de teléfono que recibiese… en fin cualquier detalle, que nos
pueda ayudar. Le estaré muy agradecido. No se preocupe, sargento, si
recuerdo algo fuera de lo normal, no dudare en llamarle. Y recogiendo
la tarjeta que el sargento le ofrecía, con el brazo extendido, se dio
media vuelta y salió de la comisaria. Sargento Velmez, creo que estoy,
preparada, para comenzar mi trabajo, si no quiere nada más de mí, me
marcharé, a visitar a mi jefe, si continuo más días sin trabajar, podría
prescindir de mis servicios, de momento, el Estado me paga el
alojamiento en el hotel, pero mañana si no le importa, me gustaría
empezar a buscar un apartamento, para vivir, a mi gusto, y no en esa
habitación del hotel, que, está muy bien, pero no es lo que yo quiero.
De acuerdo, pero si encuentra algo para vivir, no olvide de llamarme y
darme su situación, posiblemente, la necesitaré creo que pronto, ojalá
y se descubra pronto al tipo de la foto, por mi parte, Elvira, puede
marcharse cuando quiera. Y levantándose de su silla, la afligida Elvira,
se marchó, de momento a su habitación de hotel.

Velmez, entra en el despacho del grupo, y dirigiéndose a Sánchez,


que se encontraba sumido en su ordenador, le pregunta. ¿Ha
conseguido algo? No, comento el aludido, la máquina, continua
rastreando las medidas biométricas, faciales y confeccionando diversos
cambios de imágenes, pero aún no ha llegado a ninguna conclusión.
Sánchez, si consigue algo positivo, avíseme, por favor, es muy
necesario para el caso, no tenemos más pistas. Así lo hare, sargento, le
avisaré pero ya le digo que esto, puede tardar horas. Gracias Sánchez,
y dándose por enterado, el sargento salió del despacho del grupo,
para dirigirse a ver al comisario, tocando, con los nudillos en la puerta
de su despacho, levemente, pero suficiente. ¡Adelante! Se oyó la voz
del interior, pase, y rápidamente, entro en el despacho y comienza a
contarle al jefe los pormenores de la investigación, y las muchas dudas
que le surgían, cada vez que entraba en los hechos, alguna nueva
persona, le enredaba más y más lo que ya casi daba por hecho, y
terminando su relato, como sobresaltado, sin dejar tiempo alguno para
que el comisario pudiese decir algo, saltó sobre sí mismo y casi gritó
¡¡Claro!! Está claro, y salió como alma que lleva el diablo. ¿Cómo no he
caído antes? Seguro que es el eslabón que nos falta. Circulando a
gran velocidad, no se paró en ningún semáforo, con las luces de
prioritarios y las sirenas del vehículo camuflado, tardó unos doce
minutos, en parar en la puerta de los apartamentos, del edificio
“ Darwin” ya con anterioridad, había apagado las luces lanza destellos
y las sirenas, salió como una bala del coche, y se dirigía a ver al
portero, iba, como con prudencia, recordaba, que la mayoría de sus
visitas a este edificio, le habían dado problemas, y… serios problemas.
Buenos día, sargento. Le saludó el portero. ¿Qué le trae de nuevo por
aquí? – Mire, quiero información sobre la persona que le sustituyó a
usted, el día del asesinato de la chica, del apartamento de la novena
planta. Déjeme el libro, donde él firmo, y deme la dirección de su
empresa, la que le envió al suplente, para que le hiciese la tarde.
Tenga sargento, y le ofreció el libro de firmas, al tiempo que le ponía
una tarjeta de la empresa, sobre el libro. Mire, Velmez, en la empresa,
pregunte por el Señor Merlo, es quien se encarga de controlar
nuestros horarios y cuadrantes de servicio, él fue quien tuvo que
enviar a mi suplente ese día. Muchas gracias por su colaboración. Se
despidió el sargento.

No muy lejos de los apartamentos “ Darwin” se encontraba la


empresa encargada del servicio de conserjería del edificio, la puerta
se abrió automáticamente, deslizándose las dos hojas que la
componían, una a cada lado, dejando el paso libre a toda persona que
se aproximaba a ellas. Una recepcionista, detrás de un moderno
mostrador, le pregunta. ¿Qué desea el señor? A lo que con la placa en
la mano izquierda, la pregunta a su vez ¿Despacho del Señor Merlo?
Un momento, comprobaré que está en su despacho. Y tras marcar en
su ordenador una extensión telefónica interior, pregunta. Señor Merlo,
la policía quiere hablar con usted. ¿Puede pasar? Y acto seguido,
cortó la llamada. Pase, el señor Merlo, le espera, despacho 14 en la
primera planta. Gracias, contestó el sargento, ofreciéndola a la bella
recepcionista, una sonrisa de lado a lado, al tiempo que con un guiño
de ojo, se alejó de ella.

¡Hola! Señor Merlo, soy el sargento Velmez, investigo, el asesinato de


una persona en uno de los apartamentos “ Darwin” ¿podría usted
decirme quien sustituyó al conserje, titular, la tarde del asesinato de la
chica? Pues si ya me he enterado de lo que ocurrió esa noche, lo raro
es que el suplente, que mandé, ha desaparecido, no sé nada de él,
desde ese día. Y no responde a mis llamadas, de hecho, había
pensado que si hoy por la tarde, no conseguía hablar con él, llamaría a
la policía, pero gracias a Dios, usted se me ha adelantado. Estupendo,
deme todos los datos que tenga sobre él, y comenzaremos a averiguar
por qué esta desaparecido. Comentó el sargento, al tiempo que
recogía la ficha que le entregaba, el señor Merlo. Es muy completa la
ficha. Pero observo, que no tiene fotografía. No, contestó el aludido,
estábamos esperando que la entregase, al ser eventual, de nueva
contratación, les damos más margen, para que terminen por completo
la ficha. De acuerdo, ¿qué día estuvo por aquí el señor… y mirando la
ficha, prosiguió, Pablo Cales? Pues el mismo día de la suplencia, una
hora antes, se los suele citar, y es cuando se les informa sobre los
pormenores de la sustitución que van a realizar. Bien, continuó el
sargento, ¿me puede usted describir su aspecto físico? Sí, claro,
moreno, de unos ochenta kilos, con perilla y bigote, y muy educado, se
le notaba como muy seguro y ofrecía respeto. Bien, contestó el
sargento, y ofreciéndole una de sus tarjetas, se despidió diciendo. Le
ruego, que si viene por aquí o llamase por algún motivo, me lo haga
saber, le estaré muy agradecido. Así lo haré, Señor Velmez. Se
despidió, Merlo.

Velmez, se marchó de nuevo a la comisaria, le daba vueltas a todo lo


que tenía en la cabeza, y según caminaba hacia el coche, pensaba en
lo liado que tenía este caso, ¿por qué intentaron volar el apartamento?
¿Por qué secuestraron a Elvira? ¿Quién coño es el señor Marconi?
¿Quiénes eran los que le dispararon en el apartamento? Uno huyó, y
el otro está muerto e indocumentado, no figura en la base de datos de
huellas, nadie ha reclamado su cadáver, ¿Por qué había sangre del
presunto asesino en el apartamento? ¿Qué droga la suministraron a
Elvira? Iba sumido en sus pensamientos, tratando de poder poner un
poco de orden en su cabeza, y así, entrando en el vehículo, se dirigió a
su despacho, ¡¡No descansaré hasta saber algo más!! Se enfureció,
con sigo mismo, y puso rumbo a la comisaria.
Capítulo 8

Sánchez, ¿tenemos algo más, sobre la foto? Sí contestó el aludido, por


fin la máquina, ha sacado una conclusión, al noventa por ciento de
posibilidades, se puede tratar, de Ceferino Santorelli, un italiano,
metido en la mafia del espionaje industrial, se le detuvo en Francia,
pero tras no poder demostrare su imputación, en los delitos de los que
se le acusaba, fue puesto en libertad, de eso hace más de quince
años, y no se sabe nada más sobre sus actividades, bueno, algo es
algo. Respondió el sargento. Sargento, sobre su mesa, tiene los
informes de la científica, los de toxicología del hospital y una carta a su
nombre, viene sin remite. Vale Sánchez, muchas gracias. Perdona, sin
abusar de tus bondades, ¿puedes averiguar lo máximo posible sobre
este tipo? Y extendiéndole en la mano la
Ficha, del conserje suplente, salió, para dirigirse a su despacho.

Sentándose en su silla, se desliza sobre las ruedas de la misma, y


alcanza con su mano derecha, los expedientes que su compañero
Sánchez, le había informado, y sobre todo, encima, un sobre, cerrado,
sin remitente y fechado por correos el día anterior, ¿Quién será el que
me escribe sin remite? Coge el sobre y lo rasga por la parte más alta,
sacando una cuartilla doblada y comienza a leer: “ Soy el acompañante de
la señorita Rosana, y por miedo a que me encuentren las personas que la mataron,
estoy escondido, no respondo al teléfono, pero si me quiere ver, para hablar de lo
que ocurrió, puede verme, en la plaza de España, junto a la estatua de Cervantes a
las nueve y cuarto de mañana, tengo, miedo, mi domicilio, ha sido revuelto, no sé
qué buscarían, pero ya hablaremos” Bueno, esto se empieza a aclarar poco
a poco, ya veremos que me cuentas. Comentó por lo bajo el sargento,
mientras se guardaba la esquela en el bolsillo. ¡Prosigamos! Comento
para sí mismo, informe del hospital. Y abrió la carpeta que lo contenía.
Según los análisis realizados por este servicio de toxicología, del
hospital Gregorio Marañón, a la paciente Elvira Sandoval, el resultado
es: Alta concentración, de “ acidentifrilotulueno” en dosis altamente
peligrosa, en sangre, siendo la causa de su pérdida de consciencia,
durante horas, la paciente, se marcha de la zona de observación, sin
recoger el parte de alta ni sus pertenencias, encontrándose en este
centro, algunas de ellas, a la espera de ser retiradas. El sargento,
arruga el entrecejo y comenta. Me lo imaginaba, no me saca de
ninguna duda, bueno. Y cerró el informe del hospital. Acto seguido, se
pone a leer el de la expediente que envía policía científica. No dice
nada relevante. Comento, y se dispuso, para intercambiar algunas
palabras, con el comisario, mire, en la nota que me envía el fulano este,
dice estar asustado, le revisaron su casa, pero lo que no dice es, que
buscaban en su domicilio. Comentó Velmez. Sargento, acuda a la cita,
hora y media antes, habremos montado un discreto dispositivo de
vigilancia, intente usted sacarle lo máximo posible, y si lo cree
conveniente, lo detiene, acusándolo de sospechoso de asesinato,
quizás de esta forma, empezaremos a hilar un poco. Le aconsejó el
comisario. No se preocupe, contestó Velmez, creo que los
acontecimientos, se pueden acelerar, y más aún, cuando corra el rumor
de que hemos descubierto el significado de las formulas del CD, en los
laboratorios, no sospechan nada de que exista, de ser así, algo me
habrían dicho cuando les visité. De acuerdo, valla con cuidado a su
cita de mañana, y lo que le he comentado, si lo ve necesario, actúe.
Velmez, aparca su vehículo en la Plaza de los Cubos, muy
próxima a donde había quedado el autor anónimo de la carta, y se
dirigió andando los cien metros que le separaba de la estatua de
Cervantes, en la Plaza de España. Tranquilo, pero audaz, sin perder
ningún detalle de las personas que se cruzaban en su camino, al
fondo, de su campo de visión, se podía ver la famosa estatua, de Don
Quijote y su leal Sancho, subidos cada uno sobre sus respectivas
monturas, miró su reloj, todavía, faltaban siete minutos, para las nueve y
quince, dio un rodeo a la plaza, observando si alguna persona,
pudiese estar esperándole en las inmediaciones. No vio a nadie, y
comenzó la aproximación a la estatua. Aunque él no vio a ningún
colega suyo, sabía que detrás de esta cita, el comisario tenía montado
un dispositivo de vigilancia, y eran buenos, ya que no consiguió ver a
ninguno. Pero sabía, que ahí estaban, trabajando, vigilando sin ser
vistos, a no ser que tuviesen que actuar. Mira nuevamente su reloj, y se
acerca a la estatua, solo, nadie más se encontraba en las cercanías.
De repente, un taxi se para a unos veinte metros, acto seguido, se
apea un hombre con un maletín en la mano, que nada más verle, le
reconoció, de una rápida mirada, le chequeó de arriba abajo, no se le
observaba ninguna protuberancia, que indicase portar algún arma,
jerséis claro y pantalón vaquero. El recién llegado, levanta la mano
izquierda en señal de saludo y continúa acercándose, buenos días. Se
adelanta el sargento. ¡Hola! Respondió el interpelado, prosiguiendo
una frase ya hecha. Sabía que usted no me fallaría, le quiero poner al
corriente… pero si no le importa, podríamos hablar en aquella
cafetería, aún no he desayunado, y mientras lo hago, le cuento. De
acuerdo, contesto Velmez, y se pusieron en marcha hacia el lugar, a
unos treinta metros. Tras pedir un desayuno, al retirarse el camarero,
comienza su explicación. Mire, mi nombre es Jon, trabajo para una
empresa dedicada a la fabricación de material de alta tecnología, y al
mismo tiempo, hago algunos… digamos… encargos para otras
empresas, ya sean del mismo sector o no, Muy bien. Le cortó el
sargento. Pero dígame usted qué relación tiene lo que me está
contando, con la muerte de Rosana, el artefacto explosivo que
pusieron en casa de Elvira, y el tiroteo en el que me vi envuelto, donde
murió un hombre, por favor, acláreme todos esos puntos ¡ahora mismo!
Si, ahí es donde quiero llegar. Y continuó su historia. Mire, como le
decía, recibí un encargo, y debía conseguir unas fórmulas que en
principio, no tenían mucha importancia. Me refiero a que no sería muy
complicado el conseguírselas a quien me las encargó. Velmez, le hace
una señal con la cabeza, y Jon se calla de golpe, en eso que el
camarero, le pone el servicio que había pedido, café, una tostada y un
poco de mermelada, y para Velmez, un café con leche. Al quedarse
nuevamente solos, retoma, su conversación, como le iba diciendo, por
una amiga en común con Rosana, conocí a esta, y más o menos,
digamos que la engatusé y acepto el colaborar conmigo en sacar la
fórmula de su laboratorio, dicha fórmula, se podía potenciar al unirla
con otra que aunque en un principio, no tenían por qué ser
compatibles, Rosana, con una leve variación de la misma, obtuvo como
resultado, que pudiesen complementarse. Y de esa complementación,
pasamos de tener un virus informático, a todo un nuevo sistema de
virus, seria indetectable, los expertos, tardarían mucho tiempo en saber
que tenían metido en su sistema, un potente espía, que una vez
programado, podía destruir los sistemas de cualquier satélite del
mundo, y… disculpe, se me enfría el desayuno. Y aprovecharon los dos
para beberse el café, y Jon dio un par de mordiscos a la tostada, y la
retiró hacia un lado, en señal de no querer comérsela entera. Ahora,
le explico lo del apartamento. La señorita Rosana, tenía en su poder el
CD que iba a intercambiar conmigo, pero lo ocultó, según me dijo, en el
apartamento de Elvira, así es que decidimos, el presentarnos y celebrar
un falso ascenso de ella en la empresa, de esta forma, podría
recuperar su CD, y dármelo a mí, a cambio del mío. Bien, y ¿en qué
momento asesinan a Rosana? Pregunta impaciente Velmez. Sí, sí
continúo, la persona que me encargó el trabajo, me dio una botella de
vino, y me dijo que estaba “ preparado” para que durante el
intercambio de CDs, con la celebración, la chica se durmiera, y yo
pudiese quedarme con los dos CDs, y en eso estábamos, bebiendo
unas copas de vino, de repente, las dos chicas quedaron dormidas en
un profundo sueño. ¿Y usted, no bebió? No contestó Jon, yo
disimulaba y tiraba el contenido de la copa a una macetita que había
en el rincón de la mesa, como le decía, con las dos dormidas, comencé
a buscar el CD, que Rosana escondió días antes, supuestamente en la
cocina, retiré los botes de las estanterías, abrí todos los cajones, miré
entre los paños de cocina y nada, no encontraba el maldito CD. En esto
que llaman a la puerta, voy a abrirla y aparecen dos esbirro del que me
hizo el encargo, comenzaron a pedirme los dos CDs, y como les dije
que solo tenía uno, de momento, se enfurecieron y me golpearon,
incluso uno de ellos, trató de amenazarme con un cuchillo que portaba,
no sé cómo, me pude deshacer de él y salí corriendo y asustado, del
apartamento, creo que en el forcejeo, le corté con el cuchillo en un
brazo. Después, a través de las noticias, me he enterado de la muerte
de Rosana. Se lo aseguro, yo no he tenido nada que ver con ese
asesinato. El sargento, le observa y tras escucharle pacientemente, le
dice en voz baja. Como no me cuente algo más creíble, tendré que
detenerle, acusado de cómplice de asesinato.

Elvira, salió del hotel, para dirigirse a su empresa, tenía que hacer
acto de presencia, y dar alguna explicación que otra a sus jefes, como
no la apetecía mucho conducir, cogió el metro, al fin y al cabo, solo
serían cuatro paradas, y solo en buscar aparcamiento para su coche,
habría perdido más tiempo que, utilizando el transporte público. Sacó
un billete de la máquina expendedora, y se dirigió a pasar los tornos
de entrada al metro, ella seguía pensando en la verborrea que la
soltaría su jefe, y no se percató de que alguien la seguía los pasos,
baja al andén y espera la llegada del tren. Una voz de repente, la
amenaza. La estoy apuntando con una pistola, si no hace lo que yo la
diga, dispararé. Sobresaltada, Elvira no se atreve ni a girarse, solo
nota como dentro del bolsillo de la chaqueta de su interlocutor, algo
duro la está apretando en la zona lumbar. Sentémonos en ese banco.
Ordenó y la asustada Elvira, obedeció sin rechistar, al tiempo que se
sentaba, pregunta. ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? El aludido,
contesta en voz baja, casi inaudible, acercando su boca, al oído de
Elvira. Tengo que recuperar uno o dos CDs, y en su apartamento, no
están. Oiga, yo no sé nada de ningún CD, han matado a mi amiga, han
explosionado mi apartamento, yo no sé de qué está hablando, y si no
se nada, poco le puedo decir. Su amiga, tenía que hacer un
intercambio en su domicilio, con el hombre que la acompañaba esa
noche, pero no se llegó a realizar, y tampoco sabemos nada de su
paradero, sabemos que actualmente, está viviendo en el hotel que está
cerca de la comisaria, si mañana por la tarde, no sabemos nada de los
CDs, lo pasará usted muy mal, y si cuenta esta conversación a la
policía, me veré obligado a matarla. Pregunte a ese sargento que se
hace cargo de la investigación, quizás él pueda dar alguna pista de
donde están los CDs, si no los tiene ya la policía, en su poder. Tenga
este número de teléfono, y si sabe algo llámeme, de lo contrario, será
mejor para usted, que yo no me cruce en su camino. Y acto seguido, se
levantó del asiento y se alejó por uno de los pasillos del metropolitano.

Elvira, estaba a punto de desmallarse, no podía creer que eso la


estuviese pasando a ella, se mantuvo sentada más de diez minutos en
el asiento, dejó pasar varios trenes, no sabía qué hacer, si continuar
hacia su trabajo, o darse la vuelta y contarle lo sucedido a Velmez, al
fin, cogió el tren y continuó viaje hasta su empresa, donde ejercía de
contable y administrativa. Después de darle a su jefe pelos y señales
de lo sucedido en su apartamento, se retiró de la oficina de su superior,
con siete días de vacaciones, que la ofreció su jefe para que a su
vuelta, se incorporase con otro ánimo, ya que la vio muy mal,
psíquicamente, y eso que no le conto, el susto que la dieron una hora
antes, en el metro.
Capítulo 9

Sargento, traigo conmigo, el CD que debía entregarles a los que


me contrataron, lo que no tengo ni idea, es, de donde está el que
Rosana tenía en su poder. Y abriendo el maletín, le ofreció el CD en
una funda de plástico al sargento. Tenga, no quiero que caiga en
manos de esos matones, ya sé que el espionaje industrial, es un delito,
y si quiere, me puede detener por ello. Pero sepa, que yo no mate a
Rosana. Bien, de momento, no le voy a detener, pero cualquier
novedad que tenga sobre lo que pasó, quiero que me lo diga, le
facilitaré mi número de teléfono. Y alargando la mano, le entregó una
tarjeta. Por cierto, Señor Jon, permítame que tome los datos de su DNI,
prometo no molestarle, si no es necesario y de paso, facilíteme los
datos de la empresa para la que trabaja, sólo por si necesitásemos
contractar algún dato de la investigación, de momento, si no es
necesario, usted no saldrá a relucir, en la teoría de tener que realizar
alguna visita a su empresa. Jon, sacó su cartera del bolsillo delantero
de su pantalón, y sacando el DNI, se lo dio a Velmez. El sargento, tras
comprobar su autenticidad, tomo notas del contenido del documento, y
al terminar se lo devuelve al titular. Tenga, y yo que Usted, no dormiría
en su casa en algunos días, y también le aconsejo que pase por
comisaria, y ponga la correspondiente denuncia, sobre el registro
ilegal que han hecho en su casa. No servirá de mucho, porque seguro,
que, llevaban guantes, pero quien sabe… usted decide si quiere
denunciar o no.
Lo pensaré sargento, si no necesita nada de mí, me tengo que
marchar a trabajar. No, de momento es todo. Contesto Velmez. Acto
seguido, Jon se levantó de su asiento, y se marchó. El sargento, llamo
al comisario acto seguido, para que levantasen el servicio de vigilancia
que en todo momento, les había estado observando, dos de ello,
desde la barra de la cafetería, ni el mismo Velmez, se percató de su
presencia, sólo cuando se dirigía a la salida, reconoció a los dos
agentes, que de paisano, se tomaban un café y un zumo,
respectivamente. ¡Buen trabajo chicos! Les animó al pasar a su lado. Y
salió del establecimiento.
Nuevamente en su vehículo, el sargento realiza una llamada
desde su teléfono móvil, ya iba a colgar, después de esperar cinco
tonos de llamada, pero una voz le contestó: ¿Dígame? ¿Quién es? Soy
el sargento Velmez, Elvira, tengo que hablar con usted, vale, estoy
camino del hotel, he tenido que ir a mi trabajo. Está bien Elvira, pero
para que no nos vean juntos, la esperaré si a usted no la importa en su
habitación, de momento, con la investigación en marcha, mientras
menos nos relacionen mejor para los dos. De acuerdo sargento, que le
abran los del hotel, porque la llave de la habitación, la tengo yo en mi
poder. Bien hasta ahora. Contestó Velmez y finalizó la llamada.
¡Hola! ¿Está aquí? Preguntó Elvira, al entrar en la habitación. Sí,
estoy mirando por la terraza, contesto el sargento, al tiempo que
entraba en la sala. Tiene buenas vistas he… se divisa medio Madrid,
incluido el parque del Retiro. Si sargento, está muy bien pero yo
necesito buscar donde alojarme, y esta tarde, tengo que visitar un
apartamento que he visto en un anuncio, y si me gusta y llegamos a un
acuerdo con el precio, abandonaré esta habitación, si la policía me lo
permite. Siéntese, Sargento, le invitó Elvira. Gracias Asintió él, tomando
asiento frente a ella, en un cómodo sofá de piel de color a juego, con el
resto del mobiliario. Elvira la tengo que hacer algunas preguntas,
¡dispare! Respondió ella en tono cordial. ¿Sabía usted si su amiga,
además de su trabajo, se dedicaba a algo más? No, respondió
secamente, que yo sepa, solo trabajaba en los laboratorios…. no
recuerdo el nombre “ Burckhardt” la informó rápidamente el sargento.
Eso dijo ella. Y reafirmándose, aseguró no saber prácticamente nada
de la vida de Rosana, coincidían en un Gimnasio del centro de Madrid,
y fue donde comenzaron su amistad. Elvira, si lo desea, podíamos
comer juntos, tengo algunas cosas que contarla. Y Yo a usted. Le
respondió ella. Pero no podemos comer juntos hoy, tengo una cita con
la inmobiliaria dentro de un rato. Pero si quiere, podemos cenar, aquí y
así le cuento algo que me ha pasado hoy. Muy bien entonces nos
vemos esta noche. ¿A qué hora la viene bien que venga? Sobre las
nueve. Contesto con una sonrisa. Bueno, que tenga suerte con el
precio de su nuevo apartamento. Respondió Velmez, cerrando la
puerta tras de sí.
Velmez, prefirió darse un paseo hasta la comisaria, dejando su
vehículo aparcado en el hotel, al fin y al cabo, volvería por la tarde-
noche y la distancia era de menos de quinientos metro. Comisario,
¿podemos hablar? Pregunto velmez, al ver a su superior entrando en
eses preciso instante en las dependencias policiales. Si cuando
quieras, soy todo oídos, pase a mi despacho. De acuerdo, en cinco
minutos paso a verle. Respondió el sargento. Y dirigiéndose a su
compañero Sánchez, le pregunta. ¿Tienes a mano las grabaciones de
las cámaras del hospital? Sí, y las del parquin donde metieron a Elvira
en la ambulancia, las he visualizado así por encima, y no logro
identificar a ninguno, tienen puesta una especie de media en la cara, y
pelucas, seguro que son pelucas… mírelas usted mismo sargento. Y le
puso en marcha la grabación del pasillo del hospital. Velmez, miraba y
miraba, no es posible, solo se les ve de espaldas, y enseguida, se
meten en el ascensor. Ponme la otra ¡por favor! Pidió, y acto seguido,
comenzó a ver las imágenes de la llegada de una ambulancia, a la
zona de urgencias, el furgón, hace una maniobra y da marcha atrás,
hasta situarse casi en la puerta de entrada, se apagan las luces y de la
parte trasera por la puerta lateral, sale una enfermera, y la puerta del
conductor comienza a abrirse, dejando a la vista a otra persona, esta
vez un hombre, y con las manos en los bolsillos de un mono verde, de
los utilizados en los quirófanos, comienza a andar hacia la entrada al
hospital. Para, para. Comentó el sargento. Rebobina, hasta la salida
del conductor de la ambulancia. Para justo donde comienza a abrirse
la puerta, y para la imagen. Justo ¡ahí! Ves pasándolo muy despacio,
sigue…sigue… Alto. Amplia el espejo. Y señalándole con su dedo
índice, le marca el espejo retrovisor interior. Aclara esa zona. ¿Qué ves
tú ahí? ¡No me lo puedo creer! Comentó Sánchez. ¿Cómo no me he
dado cuenta yo de ese detalle? Aclara la imagen un poco. Pidió el
sargento. Sánchez hizo lo propio y ya se observaba en el retrovisor
interior, una cara, que se apreciaba casi nítida, analízala en la
aplicación de biometría, averigua quien es el fulano este. En cuanto
sepa algo, le llamo, ¿no quiere continuar viendo la grabación? No,
tengo que ver al comisario, mírala tú y si observas algo nuevo, dímelo.
Bien Velmez, dígame como va este caso, tengo al Jefe Superior,
dándome la tabarra todo el día, ¿es que aquí, no se detiene, a ningún
sospechoso? Casi gritó al tiempo que hacia la pregunta. De momento,
no debo hacerlo, los dos o tres sospechosos, que tenemos, nos están
dando las claves para continuar, la investigación, se empieza a ver de
otra forma, y creo que muy pronto, tendremos a los responsables. Mire
sargento, tiene cuarenta y ocho horas si no veo en el calabozo a
ningún detenido suyo, le voy a relevar del caso. Le informó de mal
humor el comisario. Intentaré resolverlo, a tiempo. Le contestó El
sargento.
Capítulo 10

Velmez, frente a la puerta de entrada a la habitación de Elvira, se


alisa el pelo y se coloca bien la corbata, acto seguido llama a la puerta
con los nudillos de su mano derecha, Voy… se oye desde el interior, y a
continuación, se abre la puerta. Buenas noches ¿es buena hora? Sí
respondió ella. Pase sargento y si quiere deme esa botella de vino, la
pondré a enfriar un poco, ¿será mejor que el último que probé? De
calidad no lo sé, pero por lo menos éste no está adulterado.
Respondió sonriendo el invitado. Pase, y siéntese, enseguida estoy
con usted. Velmez, aprovechando que ella se dirigía al pequeño
frigorífico que tenía en la habitación, revisó la mesa que ya estaba
preparada, dos cubiertos, dos copas, dos velas encendidas, y pensó
para sí mismo. Joder, solo falta música suave y romántica, esto parece
una cita para conocernos mejor. Sargento, ¿Le apetece un poco de
música? Si como quiera, será buena idea. Ni que me hubiese leído el
pensamiento. Comento en voz muy baja el sargento.
La cena comenzó y transcurría en un ambiente de sonrisas y
buen humor, transcurrida casi una hora del comienzo, aún no habían
llegado a los postres, se contaron su infancia, como llegaron a Madrid,
y hasta de los amigos más o menos íntimos que cada cual había tenido,
de pronto, sin darse cuenta, y sin saber cómo, las manos de Elvira y
Velmez, estaban entrelazadas, y fue él quien en un momento de la
conversación, debido a la proximidad de sus rostros, y casi metiendo la
corbata en el plato de comida, la besó suavemente en los labios, Elvira,
se quedó seria e indecisa. Sargento, ¿esto forma parte del
interrogatorio? No, no yo no podía resist…. Y no terminó la frase, Elvira
le sello los labios con los suyos, y entraron en un profundo e
interminable beso, de vez en cuando, tomaban aire y continuaban, ¿es
esto, lo que me quería contar? Pregunto Elvira. No la verdad es que
esto no entraba en mis planes, lo que sí la quería decir, es que su
amiga Rosana, se dedicaba al espionaje industrial, y eso fue lo que la
costó la vida, estamos a punto de detener a la persona que la mató, y
por cierto, lo de su ascenso en la empresa, fue una mentira, urdida
para que su acompañante y cómplice, el tal Jon intercambiase un CD
que previamente ella había escondido en su apartamento, pero al
parecer, la mafia para la que trabajaba Jon, se impaciento y quisieron
acelerar al máximo el intercambio de los CDs, bueno, más que
intercambiarlos, lo que querían era adueñarse de los dos. ¿Y que
ocultaban esos CDs, para matar por ello? Pregunto Elvira. Pues al
parecer, son unas fórmulas para atacar mediante algún tipo de virus,
cualquier sistema informático, pero, ya tenemos los dos, solo nos falta el
arrestar al o los culpables de las muertes que se han sucedido, su
amiga tenía una doble vida, y no supo mantenerlas, desgraciadamente,
ya no se puede arrepentir.
Bien velmez, ahora me toca a mí, esta mañana, cuando me dirigía
a mi trabajo, me ha abordado un hombre en el metro, y me ha apuntado
con una pistola, también quería saber el paradero de los dichosos
CDs, me temblaban hasta las orejas, pensaba en ese momento, que
terminaría como mi amiga, pero menos mal que al final me dejó marchar,
pero antes, me dio un papel con su número de teléfono, para avisarle
si conseguía saber algo, y me amenazó de muerte si se lo contaba a la
policía. El sargento, la escuchaba atónito, ¡menudo susto! ¿Y cómo era
ese hombre? descríbemelo, por favor, y si no te importa, dame el
número de teléfono que te dio, quizás haya cometido su gran error.
Elvira, se levantó de la mesa y tras hurgar en su bolso, le extendió un
papel doblado al centro. No te preocupes, mañana, sabremos algo más
de este caso, y el apartamento que fuiste a ver hoy ¿lo has contratado?
Si, respondió ella, en dos o tres días, podré entrar a vivir, solo faltaban
algunos detalles y a lo sumo en tres días me cambiaré. ¿Por qué no
continuamos la conversación en el sofá? Preguntó ella, al tiempo que
extendía la mano en modo de invitación hacia Velmez.
Si, estaremos más cómodos, y dirigiéndose a su nuevo asiento,
de piel y con unos buenos reposabrazos, el sargento se cruzó con
Elvira, no perdiendo el tiempo, la rodeó con sus brazos y se fundieron
de nuevo en un largo beso, que terminaron por tomar aire ya sobre los
apacibles asientos del sofá, de forma nerviosa y casi sin delicadeza,
Velmez, la desviste sacándola la camisa polo que vestía, por la cabeza,
ella, no opuso ninguna resistencia, más bien le ayudaba, para no
romper la prenda. Abrazados y sobretodo con una pasión casi
desenfrenada, decidieron trasladarse a la cama, donde estarían más
cómodos y podrían terminar de conocerse más a fondo.
Buenos días, es muy temprano, ¿Dónde vas? Preguntó Elvira a
Velmez, al ver que se estaba vistiendo, tras darse una ligera ducha.
Tengo mucho trabajo, ya te llamaré, lo he pasado muy bien. Y dando un
nuevo beso a Elvira, se marchó de la habitación, cerrando tras de sí la
puerta. Ella, se tapó de nuevo y dándose media vuelta, se dispuso a
seguir durmiendo.
¡Hola chicos! Entro muy alegre El sargento en su dependencia,
Sánchez, dime, que tenemos ya, quien es el tipo del espejo retrovisor,
Pues si sargento, se trata de Santorelli, un italiano mafioso y muy
escurridizo, no tiene domicilio ni sabemos nada más de él, solo que por
Francia lo tienen en busca y captura, la Interpol, se ha interesado por
este caso, y han hablado con el comisario, muy bien Sánchez, ahora
deme toda la información que pueda sobre este número de teléfono, es
muy importante que sepamos con quien ha hablado y cuando, me
tomaré un café y visitaré al jefe, veremos si hoy está de mejor humor
que ayer, me da en la nariz, que nos estamos acercando demasiado
deprisa a todos los cabos sueltos de este caso, ¿le apetece un café
Sánchez? No, lo he tomado hace diez minutos, Gracias de todas formas
sargento.
¿Da se permiso? Sí pase sargento. Velmez aún con el vaso de
café en la mano, abrió la puerta del comisario. Buenos días, ¿quería
verme? Si me han llamado de Interpol, dándome información sobre el
rostro que se observa en la cinta a través del retrovisor, por cierto,
¡buena observación! De no haber sido tan avispado, no sabríamos de
la presencia de ese cabronazo, es buena pieza, en Francia lo buscan
por espionaje industrial, asociación de malhechores y por asesinato, al
parecer, no consiguieron pruebas contra él, y cumplido el plazo, no les
quedó más remedio que ponerlo en libertad, días después,
encontraron el cadáver de una mujer en la habitación de un hotel, y
encontraron sus huellas por toda la estancia, la putada, fue que el tal
Santorelli, ya se había esfumado. Ahora entramos nosotros en juego, si
no resolvemos este caso en tres o cuatro días, se hará cargo de él la
Interpol, por lo que usted quedaría fuera del caso y yo dando
explicaciones a los señoritos de la policía Europea. Comisario, tengo
un par de cabos sueltos, pero creo que muy pronto, estaremos en el
desenlace de todo esto. Respondió el sargento. ¿Por cierto comisario?
¿Se han desvelado ya los resultados de los dos CDs? – Sí y están
camino de los laboratorios del CNI al parecer, se trata de la formula
dividida en esos dos CDs para poder jaquear cualquier sistema
informático, pero no se lo pierda, con unas leves modificaciones,
podrían proporcionar datos suficientes para crear una o dos bacterias
que serían muy peligrosas para el consumo humano o animal. Se
refiere por ejemplo ¿infectando un depósito de agua potable? O
¿contaminando un rio? Exactamente, se multiplicarían por millones en
cuestión de horas. Sargento, ponga manos a la obra y si necesita más
personas en su equipo, solo tiene que decirlo, de prioridad absoluta al
caso, tenemos poco tiempo y mucho que hacer. Le tendré informado
Jefe. Respondió el sargento al tiempo que cerraba la puerta del
despacho.
Sánchez, por favor, dime que ya sabemos algo sobre el número
de teléfono. Pues sí sargento, pertenece a una compañía Italiana, y
debe de tener un terminal de los antiguos, ya que el rastreo, solo se le
puede hacer, mientras esta en comunicación con otro terminal, el muy
zorro no quiere terminales de última generación, sabe que sería
rastreado y localizado en cualquier lugar, incluso sin tener que esperar
a que realice llamada alguna, yo le he realizado una llamada,
preguntando por otra persona, pero el muy zorro, ha colgado
rápidamente, no he tenido tiempo para triangular su situación, por lo
que tendremos que repetir la llamada y tratar de que esté en línea
abierta como mínimo, dos minutos, es el tiempo que necesito para su
localización. Bien, creo que podremos conseguirlo, espere un
momento. Y cogiendo su teléfono móvil, llamo a Elvira. Buenos días
¿Dígame? Respondió a la llamada, Elvira, necesito que me haga un
favor, tome nota del número de teléfono que me dio, y realice una
llamada, necesitamos que esté ablando con él como mínimo dos
minutos, será la única forma de poder localizar a este individuo. ¿Y qué
le digo? Para hablar durante ese tiempo. Cuéntele lo que quiera,
dígale que tiene información de donde esta uno de los CDs invéntese
algo, cuéntele que su amiga lo tenía guardado en su cocina, así será
más fiable. Y no se preocupe, como este individuo sabe dónde se aloja
usted, tratará de ir a verla, pero no se preocupe, tendremos toda la
manzana controlada. Sargento, ¡quiere utilizarme como cebo! ¡No lo
permitiré! Ya me asustó ayer, creí que no lo contaría. No se preocupe
Elvira, yo personalmente, estaré a su lado en cuanto finalice esa
llamada, es imprescindible que la haga usted desde su teléfono, mejor
aún, espere a que yo llegue a su lado, en tres minutos estaré con
usted. Y finalizó la transmisión. Sánchez, esté con los cinco sentidos,
pendiente de la llamada que recibirá el número en cuestión, en cuanto
lo tenga triangulado, llámeme y deme la posición. Cogió el teléfono
interior de la mesa de Sánchez, y llamó al comisario. Jefe, necesito que
monte un dispositivo en el hotel, donde se aloja la testigo, camuflados,
sin distintivos, en vehículos, y por lo menos uno en el espacio de
recepción, es posible que quiera hacer una visita a Elvira, si todo sale
bien, pronto lo tendremos. De acuerdo sargento, tenga cuidado, si lo
ve necesario, pida más refuerzos, y sobre todo, si es posible, no utilicen
las armas.
Capítulo 11

Cuando Velmez se disponía a salir de la comisaria, se encuentra


que entraba Jon, ¡Hombre Jon! ¿Qué le trae por aquí? Que yo sepa, no
le hemos llamado. No contestó Jon. Vengo, porque he recibido una
llamada con número oculto, y me han dado hasta las ocho de la tarde
para entregarles el CD, el que yo debía haber intercambiado. Y creo
que me han localizado en la pensión donde estoy viviendo, no he
vuelto a ir a mi casa, desde que me hicieron la visita que le conté, y
cuando me dirigía a mi trabajo, un coche me ha estado siguiendo, por
eso me he venido dando un rodeo hasta la comisaria, y un par de
manzanas antes de llegar, se desviaron y dejaron de seguirme. Está
bien, Jon pregunte por el comisario, y cuéntele lo que sepa, como era
el coche, cuantos lo ocupaban en fin lo que recuerde. Yo tengo que
salir urgentemente, y no le puedo atender ahora. El sargento, caminó
hasta el hotel, la distancia era muy corta, ya antes de llegar, observó el
dispositivo que estaba montado, discreto, pero suficiente como para
evitar la fuga del mafioso, en caso de que le diese por aparecer por el
hotel. ¡Hola Elvira! ¿Qué tal estas? Un poco asustada, no sé si podré
hablar con este hijo de puta después del susto que me dio. Tienes que
hacerlo, no corres ningún peligro, el hotel está vigilado, yo estoy
contigo, ¿Qué más puedes pedir? Respondió Velmez forzando una
sonrisa. Está bien le llamaré Velmez, desde su móvil, llamó rápidamente
a Sánchez, Preparado la llamada está en marcha, en cuanto la tengas
localizada, me das la posición, no colgaré, estoy a la escucha. Elvira
esperaba a que la llamada se la respondieran, cuatro tonos, cinco
tonos, seis tonos… ya se alejó el teléfono de la oreja para colgar,
cuando oyó una voz y volvió a ponérselo en la posición para hablar.
Oiga, Soy Elvira, medió usted el numero ayer para que le llamase.
Bueno, ¿sabe ya donde están los CDs? No, digo sí, al parecer, mi
amiga lo escondió en la cocina de mi apartamento, y el portero, me lo
ha entregado pensando que era mío, lo tengo escondido, a buen
recaudo, y ahora, usted ¿Qué me dará a cambio del maldito CD?
Velmez, estaba alucinando, que bien manejaba la situación Elvira, se lo
estaba llevando a su terreno. De repente, la chica se calla y solo
permanecía a la escucha, En nuestro encuentro en el metro, ya se lo
avisé, si no colabora, tendrá que vérselas otra vez conmigo, y no seré
tan amable como la última vez, es más, la haré una visita a su hotel, sé
donde se aloja, y no será nada agradable, así es que entrégueme lo
que tiene que es mío y la dejaré en paz.
De repente Velmez que seguía a la escucha a la espera de que
Sánchez localizase la posición de la llamada, comienza a oírle.
Sargento, tenemos la posición, y no se lo va a creer, lo tengo
triangulado justo a la espalda del hotel, dos calles espere…
exactamente en la calle Hermosilla espere… número noventa y tres.
Estupendo, me dirijo a ese punto, si cambia de posición, avísame. Y
salió rápidamente de la habitación de Elvira, en la puerta del hotel, se
dirige a uno de los vehículos del dispositivo de seguridad, y le
comenta. Vamos, rápidamente a la calle Hermosilla noventa y tres, y
esta misma dirección, se la comunicó a los demás coches del
dispositivo, por la emisora, se pone en contacto con el comisario, y le
pide más refuerzos para entrar en el edificio donde tenían localizado a
Santorelli. Enseguida le mando más gente, Velmez, tengan cuidado. A la
llegada, El sargento, prácticamente se baja del vehículo sobre la
marcha, y los otros dos compañeros, le imitan y le siguen, al entrar en el
portal, se encuentran con el conserje, y con la placa en una mano y la
fotografía de Santorelli en la otra, le pregunta. ¿Dónde vive?
Respondiendo el conserje con voz entrecortada. Vive hace unas
semanas en el último piso en el décimo A, ¿Tiene usted llave de esa
vivienda? Preguntó Velmez. No, él dice que se le olvida hacerme una
copia, tengo de todos los vecinos, menos de él. Vale, suba con nosotros
y llame como si le tuviese que entregar alguna carta, mejor aún, ¿cuál
es su buzón? Mire ese de ahí, pero nunca recibe correspondencia. Da
igual, coja un sobre cualquiera y simule que es para él. Subieron en el
ascensor y ya en el rellano de la décima planta, los policías, bajan
unos escalones, para evitar ser vistos por la mirilla de la puerta. Señor
Santorelli, tengo que entregarle una carta en mano, soy el conserje.
Espere un momento. En ese momento, Sánchez llama al sargento, para
decirle que la comunicación se cortó hace un rato, pero que el objetivo
había realizado otra llamada. Pero en ese momento tan decisivo y
oportuno, tiró por tierra todo el operativo, el sargento se lanzó rápido y
quitó de enfrente de la puerta al conserje, y gracias a su rapidez, evitó
que recibiese el disparo que atravesó la puerta, el sargento, respondió
con dos nuevos disparos hacia el interior, y de una patada, abrió la
puerta de la vivienda, agachándose, comenzó a entrar, un reguero de
sangre, delataba que estaba herido, con una posición de resguardo,
el sargento con su arma cogida con las dos manos, la enfrentó hacia
una habitación. Estaba vacía. Continuó avanzando, en otra sala nada,
y el reguero de sangre, de nuevo le delata, se dirigía cruzando el
salón, a la terraza, la puerta estaba abierta, se dispuso a salir a la
terraza. Que a la vez, comunicaba con el tejado del edificio, solo
observaba aparatos de aires acondicionados, chimeneas, y algunas
cajas de madera, pero nada del herido. De pronto, se incorpora de
detrás de una de esas cajas, y realiza dos disparos, Velmez, rueda por
el suelo sobre sí mismo, y enfrenta su arma, no podía verle, pero así y
todo, disparó en dirección al lugar de donde habían partido los
disparos. Un fuerte dolor, le subió por toda la pierna, estaba herido.
Ese cabrón me ha dado. Se quejaba Velmez. Santorelli, pensó que
había abatido al sargento, y se incorporó. Al incorporarse, recibió un
solo disparo en la frente. El policía que acompañaba al sargento, actuó
salvando la vida de su superior, y terminando con el mafioso. Bien
hecho, agradeció el sargento, Asegúrate de que esta desarmado y
llama a una ambulancia.
Mientras el forense, certificaba la muerte de Santorelli, y el
equipo de científica procedían a tomar huellas del cadáver, Velmez se
paseó por la vivienda, y por curiosidad, abría y cerraba cajones y
puertas, de diferentes muebles, sobre un aparador, en el salón, un
teléfono móvil, comenzó a sonar, Velmez, lo cogió en sus mano y
esperaba a ver qué nombre se reflejaba en su pantalla, pero no, solo
el número de la persona que estaba llamando aparecía, por lo que
poniéndoselo en el oído, contestó con un seco ¿Si? En enseguida
comenzó a hablar el llamante. Soy Marconi, me ha llamado Jon, cree
que los CDs, están los dos en poder de la policía, y además, está
tratando de averiguar si los tiene el comisario, ese chico es muy
eficiente…Santorelli, ¿está usted ahí?
Velmez, para no delatarse, corto la comunicación y guardándose
el teléfono, salió corriendo y cojeando escaleras abajo, ¡Vamos rápido
a la comisaria! Le ordenó al policía que estaba en la calle con el motor
del vehículo en marcha. Está bien. Y con las luces destellantes y
sirenas, salieron a todo gas hacia la comisaria, a su llegada, Velmez
que a cada momento que pasaba se le notaba más su cojera, entró
arma en mano, al no ver a Jon por ningún sitio, entro en el despacho
de su grupo, Sánchez al verle con el arma en la mano, se sobresaltó.
¿Qué pasa? ¿Está usted herido? Sí Sánchez vamos a ver al comisario.
Velmez, al llegar al despacho del comisario, abrió la puerta
bruscamente, al tiempo que apuntaba en todas direcciones con su
pistola ¿Está loco? ¿Se puede saber qué hace? Le gritó el comisario
Disculpe Jefe, estuvo aquí Jon, ¿ha venido a verle? ¿Jon? ¿El del caso
de los CDs? Sí, me preguntó por usted, y al no darle detalles, comentó
que volvería mas tarde, quería hablar contigo. Él ya sabía que yo no
estaba, me crucé con él cuando salía, es un esbirro de Santorelli,
mande refuerzos al hotel, creo que ya sé dónde puede estar, seguro
que ha ido a visitar a Elvira. Velmez, estás herido, deja que yo mande a
alguien, tu no estas apto para seguir, vete a la enfermería y que te vean
esa herida de la pierna. Lo siento Comisario, debo ir rápido al hotel,
después pasaré por el hospital.
Capítulo 12

Agazapado, delante de la puerta de la habitación del hotel,


donde en su interior se encontraba Elvira, Velmez, intenta agachado,
abrir la puerta, no pudo, estaba cerrada por dentro, por lo que se
dispuso a llamar con los nudillos. ¿Sí? ¿Quién es? Pregunto desde el
interior Elvira, la reconoció por la voz enseguida. Soy Velmez, y la
puerta, se entreabrió, si ¿Qué desea? Pregunto Elvira, al tiempo que le
guiñaba uno de sus preciosos ojos. Velmez, rápido cogió el mensaje
que ella le estaba dando, y sin vacilar, sacó su arma y sacando a Elvira
hacia el pasillo con un fuerte tirón de su brazo, rodó nuevamente por el
suelo y se coló en la habitación, a Jon, no le dio tiempo a reaccionar, y
al verse apuntado por el arma del sargento, soltó una patada al aire,
con tan mala suerte que en su trayectoria, el pie choco con la pistola de
Velmez, dejándolo desarmado, Pero El sargento, no se amilanó, se
lanzó súbitamente y con su brazo golpeó la rodilla de Jon, cayendo
este como un saco encima de él, al mismo tiempo, le asestó un
puñetazo y Jon rodó nuevamente, pero en su recorrido, pudo
apoderarse del arma de Velmez, y no dudó ni vaciló un segundo,
disparó contra el sargento. Mala puntería, le dijo Velmez, y sacando un
revolver que siempre llevaba en su pierna izquierda, disparó a su
adversario, pero apuntó bien, le disparó en un hombro, sabía que ese
fulano, sería más útil vivo que muerto. En pocos minutos, ya había
refuerzos de la comisaria, no fue a más la breve pelea, los policías,
rodearon a Jon, y lo esposaron, trasladándole al hospital en la
ambulancia, que esperaba impaciente, en la puerta del hotel, hasta
que los sanitarios, tuvieron permiso para entrar a recoger a los
heridos, por suerte, ninguno revestía gravedad por ninguna de sus
heridas.
Jon, tras extraerle la bala del hombro, permanecía en la cama
del hospital, con su otro brazo sujeto a la cama mediante unos grilletes,
en la puerta de la habitación un policía, le custodiaba, y justo en la
habitación de al lado, también recién operado el sargento Velmez,
tenía la pierna vendada, y al abrí los ojos, lo primero que ve es a su
jefe, Buenos días, lleva usted durmiendo casi diez horas, ¿Qué tal se
encuentra? Le preguntó el comisario. Comisario, he tenido mejores
días, pero no estoy mal, a pesar de que esos médicos, me han
suministrado un relajante para caballo, de momento no tengo dolor,
veremos cuando se pase el efecto. Está bien, Velmez, el caso, está
cerrado, tenemos a Marconi, y a Santorelli en el depósito de cadáveres,
a Jon, en la habitación de al lado, y los CDs, a buen recaudo en las
dependencias del CNI. Solo nos queda que usted dentro de unos días,
cuando se recupere, termine su informe, y ¡Buala! Caso cerrado. ¡No
comisario! Aún nos queda detener a Pablo Cales, fue el portero
suplente, del edificio de los apartamentos “ Darwin” la noche que
mataron a Rosana, se encuentra en paradero desconocido, el
domicilio que facilitó en la empresa de conserjes, es falso, no existe y
su número de afiliación a la S.S. también es falso, Comentó Velmez. Si
sargento, lleva razón, pero lo que usted no sabe, es que el tal Pablo
Cales, en realidad es la misma persona que Jon, es un auténtico genio
de la improvisación, sus disfraces, pelucas y demás atuendos,
aparecieron en la pensión donde vivía, así es que ya no tiene que
preocuparse por él, lo tiene esposado a la cama en la habitación
contigua, Buenas tardes, ¿puedo Pasar? Se oyó la voz de Elvira desde
la puerta. Sí por favor pase, yo ya me marchaba. Contestó el comisario.
¿Qué tal se encuentra Velmez? Bien, Elvira ¿y usted? Bueno chicos, me
tengo que marchar. Interrumpió el comisario, al tiempo que salía de la
habitación. Elvira, se dirigió a la cabecera de la cama y abrazándose a
Velmez, le dio un apretado beso en los labios, el sargento la
correspondió y de pronto tuvieron que separar sus labios, una
enfermera, con los utensilios necesarios, le traía en una bandeja un
zumo y unas galletas. Su merienda, Señor Velmez, si desea algo más,
pídalo sin compromiso. No contestó el paciente, ya tengo la merienda
resuelta, gracias de todos modos. La enfermera, tras interrumpir en el
momento más inadecuado, se dio media vuelta y los volvió a dejar
nuevamente solos, Elvira, te portaste muy bien, sin tu ayuda, no
habríamos podido dar su merecido a esos capullos, gracias a ti, el caso
está resuelto, y los responsables, donde deben estar. Velmez, ¿Quién
era entonces el de la Foto? El que estaba de campo con Rosana. Pues
sorpréndete, contesto el sargento. El de la foto con tu amiga, es el
mismo Jon, al parecer, tenía un verdadero estudio de disfraces y
camuflajes, a simple vista, representaba bien el papel de uno y de otro,
pero al final ha sido descubierto y lo tenemos bajo custodia, hasta que
el juez confirme su entrada en prisión.
Elvira, cuando salga de este hospital, que si todo va bien será
en dos días, quiero invitarte a cenar, puedes elegir, entre el restaurante
más caro de Madrid. O mi casa, no se me da nada mal la cocina, hago
unos asados, que unnn te chupas los dedos. Pues me lo pones muy
fácil, elijo tu casa. Y volvieron a fundirse en otro apasionado beso.
FIN
Esta novela, está basada en hechos totalmente ficticios, cualquier
semejanza o parecido con algún personaje o historia real, será mera coincidencia.

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