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¿SIRVEN LOS CRITERIOS DE CORRECCIÓN COMO PARÁMETROS PARA

LLEGAR A UNA ÚNICA RESPUESTA CORRECTA?1

Julio Martín Fernández Huaranca2

A modo de introducción y resumen debo decir que, como primer punto el


presente trabajo abordará el tema de la existencia o no, de una única respuesta correcta
al momento en que los jueces resuelven casos. Esto se realizará a través de las
posiciones teórico-jurídicas que han desarrollado al respecto autores tan emblemáticos
como Kelsen, Hart, Dworkin y Atienza. Así, elaboraré un paralelo de cuál es la
concepción que cada uno de estos juristas tiene en sus planteamientos como teoría del
derecho; pues si bien este ensayo no pretende ni tiene la ambición (por demás
complicada por cierto) de realizar un estudio exhaustivo y profundo de la teoría del
derecho entendida para cada uno de estos autores, mi intención si es señalar cuáles son
las premisas básicas sobre las cuales estas teorías se desenvuelven, pues son
precisamente esas premisas las que les llevan a sostener la existencia o no de una única
respuesta correcta. Sin perjuicio de lo anterior y ya teniendo un panorama de la doctrina
existente en cuanto al tema, como segundo punto realizaré un enfoque orientado a ver el
papel que cumplen los criterios de corrección a la hora de resolver casos difíciles,
pretendiendo de esta manera dilucidar si a través de los mismos se puede llegar a una
única respuesta correcta o si muy por el contrario bajo ninguna circunstancia se podrá
alcanzar objetivo tan idealista; sino que, más terrenalmente, a lo mucho se podrá, casi
siempre, alcanzar una respuesta correcta.

1
Ensayo realizado para el curso de Metodología Jurídica Avanzada.
2
Estudiante del Máster en Derecho Público 2015/16 de la Universidad Carlos III de Madrid.

1
II

Dicho esto, para empezar a diagramar las posiciones de las diferentes teorías del
derecho respecto al tema de la única respuesta correcta, en los casos a resolver por un
juez, comenzaré por analizar los planteamientos del positivismo a través de los que muy
probablemente son sus representantes más importantes. Así, en primer lugar podemos
observar en cuanto al planteamiento de Hans Kelsen, en el capítulo referido a
Interpretación de su obra maestra La Teoría Pura del Derecho, que el autor tiene una
idea mucho más extremista en cuanto a si existe o no una única respuesta correcta, al
sostener que:

“Desde un punto de vista orientado hacia el derecho positivo, no existe


criterio alguno con cuyo fundamento puede preferirse una posibilidad
dad dentro del marco del derecho aplicable. No existe genéricamente
ningún método –caracterizable jurídicopositivamente- según el cual uno
entre varios significados lingüísticos de una norma pueda ser designado
como el “correcto””3

Este escepticismo tan marcado que tiene Kelsen cuando se refiere a la posibilidad de
una única respuesta correcta, tiene que ver con el desarrollo que sobre interpretación
jurídica plantea, pues desde su entendimiento, esta interpretación solo puede
“determinar el marco que expone el derecho por interpretar, y, por lo tanto, el
conocimiento de varias posibilidades dadas dentro de ese marco. Por lo tanto, la
interpretación de una ley no conduce necesariamente a una decisión única, como si se
tratara de la única correcta, sino posiblemente a varias”4. Bajo ese parámetro de ideas,
desde mi punto de vista, para Kelsen sería completamente razonable señalar que un
juez, cuya obligación es resolver un caso en un proceso, pudiese elegir de entre todas
esas posibilidades que le otorga la interpretación, incluso de manera arbitraria; pues si
bien, en el texto analizado en ningún momento se utilizan esos términos, el nivel de
incertidumbre -opciones entre las que debe elegir- bajo la cual actuaría el juez al
enfrentarse a un caso difícil sería tal que su discrecionalidad no tendría por qué ser
justificada, ya que siguiendo sus palabras, simplemente elegiría entre las posibilidades

3
KELSEN, H. (1983), La Teoría Pura del Derecho, traducción de Roberto J. Vernengo, Universidad
Nacional Autónoma de México, México, p. 352 disponible en la siguiente dirección electrónica
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/3/1039/16.pdf, (fecha de consulta: 21 de noviembre de 2015)
4
Ibídem, p. 351

2
brindadas por la interpretación, afirmación que no traicionaría en nada su planteamiento
pues seguiría manteniendo a la justicia como un ideal irracional. Lo paradójico de todo
esto es que para Kelsen los jueces, si bien son los encargados de aplicar el derecho (una
función a la que él le da especial importancia) también pueden crearlo, por lo que
resulta por demás extraño que no haya prestado atención al razonamiento o un método
jurídico para la obtención de esas nuevas normas, método que quizás, sí se hubiese
planteado realizar, y no se hubiese limitado a señalar que no existe, habría arribado a la
conclusión de que se puede llegar a una respuesta correcta, posiblemente no una única
respuesta correcta, pero si alguna respuesta correcta.

Ahora bien, una versión más moderada y compleja del positivismo como un conjunto de
normas es planteada por Herbert Lionel Adolphus Hart (en adelante Hart) quien
contempla el derecho concebido como un sistema de reglas. Para poder comprender el
razonamiento de Hart y su posición respecto a si existe una única respuesta correcta o
no, es necesario conocer su teoría, que como el mismo califica es la de un “positivismo
suave”5 a raíz principalmente de que la tan famosa regla de reconocimiento,
desarrollada por este autor, es susceptible de contener principios morales o valores
sustantivos como criterios de validez jurídica, lo que implicaría no una absoluta
desconexión de la moral; sin embargo, y aun cuando está concepción es una concepción
moderada del positivismo, Hart hace diferentes afirmaciones que luego terminaran
decantando su posición, tales como

“Es verdad que una importante función de la regla de reconocimiento es


promover la certeza con la cual el derecho tiene que ser determinado
(…) Sin embargo, la exclusión de toda incertidumbre a cualquier costo
para otros valores no es un fin que haya siempre contemplado para la
regla de reconocimiento”6

“Aún si las normas pudieran ser redactadas de manera que pudieran


resolver, de antemano, todas las cuestiones posibles que surgieran sobre

5
HART, H. L. A. (2000), Postscriptum al concepto de Derecho, Penelope A. Bullock y Joseph Raz
Editores. Rolando Tamayo y Salmoran estudio preliminar, traducción, notas y bibliografía, IIJ-UNAM,
México, p. 26 disponible en la siguiente dirección electrónica
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/1/38/tc.pdf, (fecha de consulta: 28 de noviembre de 2015)
6
Ibídem, p. 27

3
su significado, adoptar tales normas chocaría frecuentemente con otros
fines que el derecho debe acariciar”7

Con estas aseveraciones Hart lo que afirma es que incluso su regla de reconocimiento
(que identifica reglas y principios sobre los cuales debe operar el derecho), tiene
lagunas. Dicho de otro modo, lo que él llama incertidumbre tiene que ver más bien con
el lado incompleto del derecho, lado ante el cual lógicamente cabe preguntarse, cómo es
que piensa debe resolverse; pues Hart, sin ningún tipo de problemas, afirma que el
derecho, al ser incompleto, al ser estos casos jurídicamente no regulados “para
pronunciar una resolución los tribunales tienen que ejercer la restringida función
jurídico creadora (…) la discreción judicial jurídico creadora”8. De esto podemos
inferir que para Hart, no existe una única respuesta correcta igual que para Kelsen, pues
a la hora de encontrarse con esos vacíos en la regulación, en ese sistema tan
estructurado de normas, el juez simplemente debería usar su discreción.

En cuanto a este último punto debe hacerse un matiz, pues la discreción judicial
creadora a la que se refiere Hart, no es tan simple como la de Kelsen (positivismo
menos sofisticado), pues presupone no que el juez pueda elegir libremente
(arbitrariamente) entre un mundo de posibilidades igualmente correctas; sino, más bien,
hace diferentes distinciones. Así Hart menciona que i) “El poder jurídico creador que
adscribo a los jueces para regular casos dejados parcialmente no regulados por el
derecho es diferente del que dispone una legislatura (…) porque toda vez que los
poderes del juez son ejercidos únicamente para casos particulares que surgen, no
puede usarlos para introducir reformas de gran escala o nuevos códigos9. Además el
autor hace una segunda precisión que tiene que ver directamente con un avance o
evolución respecto de lo señalado por Kelsen pues, ii) En las cuestiones donde el
derecho existente no pueda proporcionar ninguna solución correcta (…) el juez tiene
que ejercer su poder jurídico creador. Sin embargo, el juez no tiene que hacerlo
arbitrariamente; esto es, siempre debe tener alguna razón general que justifique su
resolución y debe actuar como un legislador consciente lo haría, al resolver de
conformidad con sus propias creencias y valores”10 (subrayado nuestro).

7
Ibídem p. 28
8
Ibídem, p.29
9
Ibídem, p. 56
10
Ibídem, p. 56

4
Estas atingencias a las que hace referencia Hart para tratar el tema de la
discrecionalidad, desde mi punto de vista tienen que ver con su positivismo suave (el
cual como se mencionó permite la incorporación a los principios, como criterios de
validez en su regla de reconocimiento). Señalo esto porque poco a poco en su teoría
sobre cómo concibe el derecho, pareciera (aunque seguramente sin desearlo el autor),
que cada vez dio más cabida a la moral, pues si bien en esta última apreciación pretende
todo lo contrario, ya que él sostiene que debe separarse de un juicio moral pues no
concibe la idea de un derecho previamente existente revelado por una prueba moral, de
todas maneras permite su incorporación en la resolución de un caso no regulado, al
señalar que los jueces cuando tengan que usar su discrecionalidad no lo harán de manera
arbitraria sino en base a sus propias creencias y valores, circunstancia que desde mi
humilde apreciación es aún peor que pretender objetivar la moral, ya que Hart al tratar
la moral como si no formase parte del derecho (su tesis de discrecionalidad supone la
separación entre derecho y moral) claudica al sí tomarla en cuenta a la hora de dar una
solución a un caso que tenga una laguna no regulada en el derecho. Digo que claudica
pues si bien, desde su análisis, un juicio moral no puede ser tomado en consideración
como una máxima para brindar una única respuesta correcta, si puede usarse como
fuente de creación de derecho, siendo este punto además lo que según el autor dotaría a
la decisión de una no arbitrariedad en esa labor que él encarga de manera tan especial a
los jueces. Con esto, y adelantando opinión, no quiero decir que exista una moral
objetiva ni mucho menos; pero si considero que la teoría de Hart por mucho que
intentase alejar por completo a la moral del derecho, al final da la sensación que
inconscientemente fue quitando barreras hacia lo que vendría a ser la concepción de
Dworkin, pues como se sabe este autor en sus últimas publicación también dio la
sensación de haber matizado sus absolutismos referidos a cómo entendía el derecho

Ahora bien, y ya habiendo desarrollado las posiciones respecto a la existencia o no de


una única respuesta correcta tanto de Kelsen como de Hart, corresponde hacer algunas
precisiones al planteamiento de Ronald Dworkin, que es quien puso sobre el foro de
debate, lo que probablemente sea una de las cuestiones más problemáticas de la teoría
jurídica, esto es, la discusión de si existe o no una única respuesta correcta.

Dworkin como respuesta al modelo positivista, afianzado y desarrollado en base al


concepto de reglas, concibe un sistema jurídico cimentado principalmente (además de
en reglas), en principios. Estos principios, que desde su punto de vista tienen incluso
5
mayor importancia que las reglas, son aquellos que llegado el momento permitirán
alcanzar una única respuesta correcta. Según la teoría “dworkiana” los principios
forman parte del derecho “ellos son discutibles, su peso es absolutamente importante,
son incontables, cambian y se modifican”11, y no son como lo señala Hart, a la hora de
abordar la discrecionalidad judicial creativa, cuestiones extralegales. En ese sentido,
Dworkin señala que los principios a los que hace referencia gozan de un carácter
obligatorio dentro del derecho y, para demostrar tal condición, plantea una cuestión que
él entiende, demostrará su afirmación. Este planteamiento que él traduce en una
pregunta: ¿Cuándo se permite a un juez cambiar de regla de derecho existente? Es
resuelto por el mismo autor de la siguiente manera:

“Primero, es necesario, aunque no suficiente, que el juez encuentre que


el cambio promovería alguna política o serviría a algún principio, los
cuales justificarían entonces el cambio (…) Sin embargo no cualquier
principio funciona para justificar un cambio, ya que de otro modo
ninguna regla estaría a salvo (…) Esto no puede depender de las propias
preferencias del juez entre un mar de respetables patrones jurídicos, de
los cuales cualquiera es en principio elegible, porque si este fuera el
caso no podríamos decir de ninguna regla que es obligatoria”12

De esta forma Dworkin ya adelanta posición respecto a su manera de analizar la


existencia o no de una única respuesta correcta, pues como se desprende de la cita aquí
traída a colación, su planteamiento era claro, no aceptando la indeterminación extrema
defendida por Kelsen y según la cual un juez podía decidir libremente entre un manojo
de posibilidades, y también marca distancia respecto de lo señalado por Hart, pues esos
principios de los cuales echaría mano ante la incertidumbre o la penumbra jurídica, a
diferencia de lo sustentado por Hart, él los entiende dentro del derecho y no como
valores que dependerán de cada juez a la hora de actuar bajo la discrecionalidad
judicial. Sin perjuicio de lo mencionado en el presente párrafo cabría hacer la

11
DWORKIN, R. M. (1997) ¿Es el derecho un sistema de reglas?, versión castellana de Javier Esquivel
y Juan Rebolledo G. Instituto de Investigación Filosófica. Universidad Nacional de México, México,
p.52, disponible en la siguiente dirección electrónica http://search.bt.com/result?fr=chr-bt-
ws&p=Dworkin%2C+R.M.+%C2%BFEs+el+derecho+un+sistema+de+reglas%3F%2C+versi%C3%B3n
+castellana+de+Javier+Esquivel+y+Juan+Rebolledo+G.+Instituto+de+Investigaciones+Filos%C3%B3fic
as.+Universidad+Nacional+de+M%C3%A9xico%2C+1997, (fecha de consulta: 28 de noviembre de
2015).
12
Ibídem, p. 42

6
aclaración que en el Postscriptum al concepto de Derecho de Hart, el autor incorpora los
principios jurídicos como criterios de validez a su regla de reconocimiento, por lo que
las líneas divisorias entre una teoría y otra, como ya se dijo, cada vez son menos
distinguibles, aun cuando Dworkin se mantenga firme y señale respecto a los principios
que: “No podríamos comprimirlos a todos dentro de una misma “regla”, ni siquiera de
una más compleja”13como claramente vendría a ser una regla de reconocimiento, ello
sin mencionar que este jurista además manifiesta que tal regla de reconocimiento no
podría ser compatible e incluir a los principios “porque no puede formularse ninguna
prueba de pedigree que relacione a los principios con leyes”14; sin embargo, (y por ello
es tan importante) el eje central sobre el cual aún mantienen sus diferencias, es su
manera de analizar la existencia o no de una única respuesta correcta.

Dicho esto y en cuanto a la discrecionalidad que desarrollan los representantes del


positivismo jurídico, Dworkin sostiene que: “Si un juez tiene discreción no puede
existir ningún derecho subjetivo u obligatorio –ningún título- que él tenga que
ejecutar”15, por lo que de tal afirmación podría deducirse que no existiría obligación
jurídica por cumplir en esos casos de penumbra normativa, a menos que precisamente
como él sostiene, los principios formen parte del derecho, ya que sólo bajo esa
condición, esa obligación jurídica podría ser impuesta, logrando de esta manera resolver
un caso y llegar a una única respuesta correcta.

Por último, respecto a Dworkin, a la hora de abordar específicamente el tema de la


única respuesta correcta, se pregunta si podríamos imaginar un caso en el que no
lográsemos alcanzarla por existir el mismo tipo de razones, en otras palabras, si podría
existir un empate en el que no se pudiera determinar cuál es la única respuesta correcta.
Este planteamiento es de especial relevancia debido a que, como se verá, constituye uno
de los principales matices que Dworkin dio a su teoría.

El autor para dar respuesta a la cuestión esbozada en el párrafo anterior menciona que:
“una proposición del derecho es razonable, si figura en la mejor justificación que
pueda ofrecerse, para el conjunto de proposiciones legales que se consideran

13
Ibídem p. 47
14
Ibídem, p. 51
15
Ibídem, p. 53

7
establecidas”16. Dicha mejor justificación no vendría a ser una formula vacía, aunque
como se verá más adelante tampoco completa.

En ese sentido, Dworkin sostiene que existen dos criterios a través de los cuales se
puede llegar a esa mejor justificación, probablemente uno menos controvertido que el
otro:

“El primero supone que una teoría política es por tanto una mejor
justificación que otra si, en líneas generales, un partidario de esa teoría,
gracias a ella pudiera promulgar más de lo que está establecido que
puede plantear alguien que sostuviera la teoría contraria (…) en un
sistema moderno, desarrollado y complejo, la probabilidad anticipada
de que se produzca un empate tal es muy pequeña. El empate es posible
en cualquier sistema, pero en los desarrollados será tan poco frecuente
que parecerá exótico. El segundo -el de la moral política- supone que si
dos justificaciones se adecuan igual de bien a los materiales jurídicos,
hay una que de todos modos constituye una mejor justificación que la
otra si es superior en materia de teoría moral o política, es decir, si
consigue captar mejor los derechos que de hecho tienen las personas”17

Estos dos criterios a los que hace referencia Dworkin son por demás importantes, ya que
cada uno de ellos brinda matices respecto a su teoría de la única respuesta correcta (por
cierto matices uno más feliz que el otro). En cuanto al primer criterio, Dworkin advierte
que un empate entre dos respuestas cuyas razones de justificación (principios) sean del
mismo peso podría darse. Si bien, el denomina estos casos como exóticos en el derecho,
su teoría ya no es tan absolutista, debido a que dejaría de concebir una única respuesta
siempre y en todos los casos para hacer el matiz de que ello solo se da “casi siempre”.
Por otro lado y en cuanto a su segundo criterio referido a la moral política, creo que este
gran jurista comete un error, pues si ya habiendo llegado a la conclusión de que dos
justificaciones se adecuan igual de bien a los elementos de un caso a resolver, no puede
dejar su última pauta de decisión a la teoría moral o política, ya que de hacerlo estaría
llegando a la misma conclusión de Hart solo que bajo otros parámetros y con otras
palabras, al fin y al cabo se estaría optando por la discrecionalidad del juez; el sostener

16
DWORKIN, R. M. (2012) Una Cuestión de Principios, Primera Edición, traducción de Victoria
Boschiroli, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, p. 188.
17
Ibídem, p. 188 y 189

8
lo contrario sería igual que decir que la moral en un sistema jurídico susceptible de ser
objetivada.

III

Ya habiendo delimitado cuáles son las principales posiciones tanto de Kelsen,


Hart, como Dworkin, en sus respectivas teorías del derecho, en las que mencionan la
existencia o no de un única respuesta correcta o verdadera, corresponde ahora hacer mis
apreciaciones (muchas de ellas adelantadas en las líneas precedentes y que tienen que
ver con el título del trabajo), y plantear lo que podría ser mi “prueba en vació, mi
tentativa conceptual” en cuanto al desarrollo de este tema.

Para esto, considero pertinente recordar lo que Robert Alexy18 señala, al entender que
tanto las reglas como los principios pueden ser entendidos como normas, y que por
tanto su distinción o separación no es solo jerárquica o de grado, sino que más bien es
de tipo cualitativo. Bajo ese parámetro de ideas es que se podría explicar la aplicación
tanto de los principios como de las reglas a la hora de resolver un caso, pues las últimas,
al ser cuestiones de todo o nada, necesitan de la aplicación adicional por parte de los
primeros, especialmente cuando esas reglas no sean encontradas por los jueces,
circunstancia que se hará más evidente en los casos difíciles.

Siguiendo la línea argumentativa, es necesario hacer unas atingencias respecto a cómo


es que esos principios deben ser utilizados por los jueces para resolver casos, pues como
bien apunta Manuel Atienza “los principios suministran sólo razones no perentorias,
razones prima facie, que tienen que ser contrastadas con otras, provenientes de otros
principios o de otras reglas. La aplicación de los principios supone, por ello, una
operación con dos fases: En la primera, se convierte el principio (o los principios) en
reglas: esto es a lo que, en sentido estricto, se le puede llamar ponderación; luego, en
una segunda fase, la regla creada se aplicará según alguno de los dos modelos: el
subsuntivo o el finalista”19.

18
ALEXY, R., (1988) “Sistema jurídico, principios jurídicos y razón práctica”, DOXA, núm. 5,
Universidad de Alicante, pp. 139-151, disponible en la siguiente dirección electrónica
http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/10871/1/Doxa5_07.pdf, (fecha de consulta: 23 de noviembre de
2015).
19
ATIENZA RODRÍGUEZ M. (2007), “Argumentación y Constitución”, Anuario de filosofía del
derecho, núm. 24, Universidad de Alcalá, p. 36, disponible en la siguiente dirección electrónica
http://www3.uah.es/filder/manuel_atienza.pdf, (fecha de consulta: 28 de noviembre de 2015).

9
Los principios, en este sentido, vendrían a ser algo así como normas de optimización
que a falta de una regla aparecen teniendo mayor relevancia, y que entran en juego para
junto a esas reglas poder lograr alcanzar una respuesta correcta. Esta circunstancia
podría ser entendida como una conjunción de las teorías planteadas por Hart y Dworkin,
pues tanto la última versión de cada uno de estos actores parecen aproximarse entre sí;
sin embargo aquí entraría en acción un tercer nivel o elemento al que denomina Atienza
como la “Ley de la Ponderación” que versa de la siguiente manera:

“Cuanto mayor es el grado de la no satisfacción o de afectación de uno


de los principios, tanto mayor debe ser la importancia de la satisfacción
del otro”

Esta ley de ponderación de la que habla Atienza serviría, en otras palabras, para
determinar qué principios deben vencer frente a otros, ya que al tener muchos de estos
formulaciones abiertas e imprecisas, es necesario delimitar su alcance. Esto, deberá
siempre hacerse a través de la interpretación, pero no una interpretación entendida
según la teoría del derecho puro de Kelsen que simplemente busca determinar un marco
de posibilidades dentro de las cuales un juez podrá escoger, sino que más
específicamente deberá obedecer a dos razones justificativas que ilustran de manera
acertada desde mi punto de vista la mencionada ponderación: i)“razones formales o
autoritativas (que apelan a la autoridad del legislador, del precedente, etc.) y ii)
razones sustantivas, que derivan su fuerza de consideraciones de carácter moral,
económico, político, etc.; estas últimas pueden ser finalistas (sirven para apoyar una
decisión que contribuirá a un fin valioso) o de corrección (derivan su fuerza
justificativa de la aplicabilidad de una norma socio-moral válida)”20.

Dicho esto, la pregunta lógica en el planteamiento de Atienza (ponderación dentro de


interpretación), tiene que ver con las razones que la ilustran y la operatividad de esas
razones, pues siguiendo las tesis positivistas no habría método identificable que de
antemano y de manera certera y segura nos brinden una única respuesta correcta, pero
esto no tendría por qué tener cabida en este análisis, ya que el sostener que existe un
método juridicopositivamente que pueda predeterminar un resultado, sería contradecir la
misma teoría de ponderación, donde un principio puede prevalecer hoy, pero quizás no
mañana cuando surja otro principio que se imponga. Es precisamente en este momento

20
Ibídem, p. 51

10
donde entran en acción los criterios de corrección a los que hago referencia en el título
del trabajo, pues al apoyar cualquier decisión en reglas y principios, estos criterios de
corrección o mejor llamados principios últimos tales como universalidad, coherencia,
consistencia, adecuación de las consecuencias, permitirían llegar a una respuesta
correcta en casi todos los casos

Según Atienza estos principios últimos o criterios de corrección, y a diferencia de lo que


manifesté en el párrafo anterior, podrían llevarnos casi siempre a una única respuesta
correcta (posición similar a la de Dworkin); sin embargo, y ya respondiendo la pregunta
del título del presente ensayo, yo no considero lo mismo, debido a que en todo caso
como su mismo nombre lo indica, simplemente desde mi punto de vista, se podría llegar
a una respuesta correcta. El creer o concebir que existe un universo ideal esperando ser
alcanzado lleno de respuestas únicas correctas, vendría a ser lo mismo que decir que el
derecho es atemporal, o una ciencia exacta, circunstancia que claramente no es así, y es
donde precisamente entra en contradicción Dworkin, pues si bien, él concibe la idea de
la única respuesta correcta o verdadera, de igual manera piensa que el derecho está en
constante cambio y evolución, circunstancias diametralmente opuestas desde mi
análisis, y aunque aquí parecería estar dando más un argumento de lo que el autor
denomina como nominalista, yo sí creo que a través de un sistema jurídico donde
operen reglas (Hart) y principios (Dworkin), sobre la base de una ponderación realizada
a través de la interpretación donde operen criterios de corrección (Atienza), sí que sería
posible alcanzar una respuesta correcta en casi todos los casos (evitando los casos
trágicos), pues estos por lo general en la práctica se presentan de manera bivalente,
hecho que en un estado constitucional complejo y dotado de las suficientes reglas y
principio (criterios de corrección) sería plausible lograr, pero esta respuesta correcta,
sólo vendría a ser válida en ese tiempo, ya que incluso los principios que forman parte
de los criterios últimos de corrección tendrán que hacerse efectivos en base a un sistema
normativo susceptible de ser cambiado con el tiempo, lo que claramente influenciaría la
respuesta obtenida. Con esto no quiero decir que la función del juez sea una función
política, pues ello sería negar todo el método aquí trazado y tan bien desarrollado por
diferentes juristas expertos; únicamente lo que quiero dejar claro, es que desde mi
planteamiento no se puede alcanzar una única respuesta correcta, a lo mucho se podrá
alcanzar una respuesta correcta en un caso particular que tenga que resolver el juez, y

11
esto se dará de acuerdo a los parámetros normativos que en ese tiempo o sistema estén
funcionando.

IV

A modo de conclusión, y para no hacer un repaso innecesario de cada una de las ideas
aquí vertidas, debo decir que si bien en este trabajo queda por demás manifestado mi
escepticismo respecto de la teoría de la única respuesta correcta, sí considero, como idea
regulativa, la posibilidad de que un juez, utilizando todo este aparato jurídico para
resolver un caso en base a las reglas, principios, ponderación en la interpretación y
criterios de corrección, llegue a una respuesta correcta, debiendo ésta además ser
mantenida por seguridad jurídica, hasta que la propia evolución y desarrollo del derecho
nos haga notar que haciendo uso de la ponderación existe un principio (o principios)
que nos obliga a abandonar las premisas antes concebidas como correctas y verdaderas.

BIBLIOGRAFÍA

- ALEXY, R., (1988) “Sistema jurídico, principios jurídicos y razón práctica”,


DOXA, núm. 5, Universidad de Alicante, disponible en la siguiente dirección
electrónica http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/10871/1/Doxa5_07.pdf,
(fecha de consulta: 23 de noviembre de 2015).
- ATIENZA RODRÍGUEZ M. (2007), “Argumentación y Constitución”, Anuario
de filosofía del derecho, núm. 24, Universidad de Alcalá, disponible en la
siguiente dirección electrónica http://www3.uah.es/filder/manuel_atienza.pdf,
(fecha de consulta: 28 de noviembre de 2015).
- DWORKIN, R. M. (1997) ¿Es el derecho un sistema de reglas?, versión
castellana de Javier Esquivel y Juan Rebolledo G. Instituto de Investigación
Filosófica. Universidad Nacional de México, México, disponible en la siguiente
dirección electrónica http://search.bt.com/result?fr=chr-bt-
ws&p=Dworkin%2C+R.M.+%C2%BFEs+el+derecho+un+sistema+de+reglas%
3F%2C+versi%C3%B3n+castellana+de+Javier+Esquivel+y+Juan+Rebolledo+
G.+Instituto+de+Investigaciones+Filos%C3%B3ficas.+Universidad+Nacional+
de+M%C3%A9xico%2C+1997, (fecha de consulta: 28 de noviembre de 2015).

12
- DWORKIN, R. M. (2012) Una Cuestión de Principios, Primera Edición,
traducción de Victoria Boschiroli, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires.
- HART, H. L. A. (2000), Postscriptum al concepto de Derecho, Penelope A.
Bullock y Joseph Raz Editores. Rolando Tamayo y Salmoran estudio preliminar,
traducción, notas y bibliografía, IIJ-UNAM, México, disponible en la siguiente
dirección electrónica http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/1/38/tc.pdf, (fecha de
consulta: 28 de noviembre de 2015)
- KELSEN, H. (1983), La Teoría Pura del Derecho, traducción de Roberto J.
Vernengo, Universidad Nacional Autónoma de México, México, disponible en
la siguiente dirección electrónica
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/3/1039/16.pdf, (fecha de consulta: 21 de
noviembre de 2015)

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